Heligoland, la isla que recibió la primera bomba aliada en la Segunda Guerra Mundial
Por Guillermo Carvajal - La Brújula Verde
Heligoland (en alemán Helgoland) y Düne son dos minúsculas islas que están situadas en el Mar del Norte y pertenecen al estado federado alemán de Schleswig-Holstein, a setenta kilómetros de la costa continental, aunque en otros tiempos fueron de Dinamarca y Reino Unido. Son pequeñas de verdad hasta el punto de que Heligoland, la mayor y más conocida, no llega a los dos kilómetros de longitud y acoge un encantador pueblo de millar y medio de habitantes, así como un puerto, un helipuerto y un hospital; la otra es apenas un pedazo de tierra rodeado de playa con el espacio justo para un pequeño aeródromo y un cámping.
La gracia es que ambas están muy próximas entre sí, hasta el punto de que antaño se unían por bancos de arena, hoy sumergidos a profundidades entre uno y cuatro metros por la fuerte erosión del mar, las mareas y las tempestades. De hecho, Heligoland se va hundiendo poco a poco y su parte sur (Unterland) está por debajo del nivel marino (claro que el punto más alto, Oberland, apenas llega a 61 metros), y buena parte del litoral, al igual que el perímetro de Düne, han tenido que ser protegidos con espigones.
Uno de ellos rodea a Lange Anna (Ana la Larga), el icono local, una especie de aguja pétrea de 46 metros de altura que quedó erguida y separada del acantilado adyacente cuando éste se desplomó. Se calcula que, si no le hubieran puesto alrededor ese anillo de hormigón teñido de granate, los elementos derribarían a Anne en pocos años. ¿Por qué ese color? Por la principal característica geológica de Helgoland: la roca de intenso color rojo que da un tono muy particular a sus acantilados y que es inédita en esas latitudes.
Ana La Larga
Heligoland tuvo pobladores desde la Prehistoria y su posesión siempre fue muy disputada, hasta el punto de que se convirtió en moneda de cambio en el juego político decimonónico. Como cabía esperar, los militares alemanes instalaron allí una base naval y la batalla inicial de la Primera Guerra Mundial se libró cerca, mientras que en la Segunda recibió la primera bomba aliada sobre territorio germano. La RAF y la Armada británica la arrasaron a base de bombardeos continuos de los que aún quedan abundantes restos en forma de cráteres; una leyenda local dice intentaban hacerla desaparecer. Si fue así no lo lograron, pero siguieron usándola para prácticas de tiro hasta 1952, año en que fue devuelta a Alemania y retornó la población civil.
Todo esto contrasta con su situación actual, pues ambas islas viven del turismo, recibiendo numerosos visitantes llegados en ferry (tarda alrededor de 3 horas), pequeños aviones o incluso cruceros. Además están exentas de impuestos en varios productos como el alcohol, el tabaco, el chocolate y, por supuesto, el combustible. Claro que de éste no andan muy necesitados, ya que están prohibidos los vehiculos particulares (bicicletas incluidas) salvo los de cuerpos de seguridad y sanitarios, que de todas formas son eléctricos. Energéticamente, las islas son autosuficientes porque obtienen electricidad por vías renovables y cuentan con una planta desalinizadora.
Los visitantes pueden disfrutar de un tren turístico que recorre Heligoland en 20 minutos, así como de un ascensor que sube hasta Oberland para ver el pueblo desde lo alto (también hay escaleras). Asimismo poseen gran atractivo los fondos submarinos, atrayendo a muchos buceadores no sólo por la fauna (que incluye focas y leones marinos) y las formaciones naturales sino porque hay yacimientos arqueológicos subacuáticos; debe tenerse en cuenta que la isla se identificaba con la morada del dios escandinavo Forseti, asimilable a Poseidón, y que no faltó quien localizara allí la Atlántida, confundiendo las cordilleras submarinas con restos arquitectónicos.
Pero algo de sagrado sí que tiene Helgoland, pues en su suelo compuso la letra del himno teutón el poeta August Heinrich Hoffmann von Fallersleben en 1841 (la música es de Haydn).
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jueves, 31 de marzo de 2016
miércoles, 30 de marzo de 2016
Perón temía el final de Allende
Perón temía un golpe en Argentina similar al de Pinochet
En una carta de Juan Domingo Perón a su médico, Antonio Puigvert, fechada en septiembre de 1973, el entonces presidente dice que su gobierno podría correr una suerte similar a la de Salvador Allende. Dudas sobre Isabel y confianza en la JP.
Por Claudio R. Negrete | Perfil
A los dos lados de la cordillera. Videla y Massera, figuras de un golpe militar que replicó poco más de dos años después el que instauró en Chile la dictadura de Augusto Pinochet, como temía el general Perón.
Los otros días, ordenando mis archivos, me reencontré con una copia de una carta manuscrita que escribiera Juan Perón a su médico personal, el catalán Antonio Puigvert. La fecha es del 15 de septiembre de 1973. Un documento revelador de lo que pensaba el líder justicialista en un contexto histórico de impactantes hechos sucedidos en pocos días: hacía cuatro del golpe de Estado en Chile con la trágica muerte del presidente Salvador Allende; faltaba una semana para las elecciones presidenciales que consagrarían a Perón por tercera vez como presidente; y a sólo diez días del asesinado de José Ignacio Rucci, el jefe de la CGT y hombre clave en el armado del nuevo gobierno. En esos días intensos, ahora históricos, Perón se tomó su tiempo para escribirle a su amigo español con quien compartió males físicos y secretos políticos durante sus años de exilio.
Primeras noticias. Después de las expresiones formales de toda carta, Perón comienza por lo que los unía desde siempre: “La salud marcha muy bien en cuanto a lo ‘urológico’ pues aun los análisis que hemos realizado aquí confirman su sabio juicio de siempre. Pero, como ‘a perro flaco nunca le faltan pulgas’, el doctor Pedro Cossio, célebre especialista cardiológico, descubrió que mis dolores pectorales obedecían a una pericarditis a virus que ya me la ha curado. De esa manera, estoy terminando de la consecuencia de tres meses de reposo prescriptos.”
En esas pocas líneas, Perón revela a la distancia un secreto de Estado de aquella Argentina expectante: su delicada salud. Cuando en junio de ese año regresó debió estar más de diez días en cama en la casa que habitaba en la calle Gaspar Campos, en Vicente López. Se ocultó la verdad diciendo que era por una bronquitis cuando en realidad había tenido el incidente cardíaco del que da cuenta en su misiva a Puigvert. Según me contó hace algunos años el doctor Pedro Cossio hijo, mostrándome los originales de los electrocardiogramas, conversando con Perón y con los estudios clínicos que entonces le realizaron se llegó a la conclusión de que ya había tenido otro problema en el corazón: una angina de pecho. Y se la pudo ubicar en Madrid cuando regresó por primera vez a la Argentina en noviembre de 1972. Con ese antecedente y el nuevo malestar se tuvieron que tomar medidas excepcionales. “Debido a la situación delicada de Perón mi padre decidió montar una unidad cardiológica de veinticuatro horas en Gaspar Campos, que yo integré. La condición era que tenía que estar formada por profesionales sin pertenencia partidaria alguna, ni siquiera del peronismo. Se buscó un equipo apolítico y así se armó el grupo con los mejores médicos del Hospital Italiano”, me explicó. Su otro médico de confianza, Jorge Taiana, le había recomendado por escrito y antes de las elecciones que si quería vivir más años y con buena calidad de vida no tenía que se presidente. Con este escenario, es de suponer que en un país convulsionado como el de entonces los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas, como los de las cúpulas guerrilleras, hayan tenido la información de la delicada salud de Perón que, sumada a su avanzada edad, auguraban un fin anticipado, como sucedió finalmente. Incluso, distintos historiadores y analistas de la época sostienen que la casi segura desaparición física de Perón, y el poder vacante que dejaría, alimentaron la ambición la ambición militar y las disputas dentro del peronismo y en los grupos armados para posicionarse ante el vació de poder que quedaría.
Emergencia y candidatura. En otra parte de su carta, Perón le explica a Puigvert la situación de la Argentina y cómo enfrentaría la complicada herencia que recibiría: “Para una situación de emergencia, espero hacer un ‘gobierno de emergencia’ en el que participarán todas las fuerzas políticas unidas, única manera de neutralizar las apetencias militares”. Esta afirmación se condice con otra que hizo tiempo después como presidente: “Me entregaron el gobierno pero no el poder”.
Es decir, tenía la sospecha de que las FF.AA. quedaban en una retaguardia armada dispuesta a recuperar lo entregado si hiciera falta, como después sucedió. La visión del desafío que según Perón tenía por delante era de una situación de emergencia y no de una mera crisis. De ahí su estrategia de armar un gran frente electoral con los principales partidos políticos participando de su gobierno para sostener la institucionalidad de esa frágil democracia. “El ejemplo de Chile es efectivamente elocuente como para que saquemos las enseñanzas correspondientes.
El golpe militar ha sido posible porque contaba con el apoyo explícito de la Democracia Cristiana: nosotros no le daremos esa “chance”, le explica a Puigvert para después agregar que “como imaginará, el único enemigo que tenemos será USA y los que ellos puedan comprar, pero desde el ‘vamos’ los estaremos vigilando. Nuestro pueblo y en especial su juventud están dispuestos a todo y cuando se cuenta con ese apoyo no hay empresa que no deba intentarse”.
Y hacia el final de la carta aparece uno de los grandes enigmas de la política nacional. ¿De dónde se impulsó la fórmula con Isabelita? Según la historiadora María Sáenz Quesada, que acaba de reeditar su libro La primera presidente, fue una decisión de Perón y hubo un intento fracasado para que la fórmula fuera
Perón-Cámpora. Difícil de lograrse a la luz de lo que el propio Cossio escuchó de Perón. “Mientras estaba en cama, cada vez que Perón veía por televisión a Cámpora se enojaba mucho, decía que se había dejado copar por la izquierda. Se sintió traicionado.
En el cuarto estaba armado, sospechaba que podían atentar contra él”, recordó de aquellos momentos junto al General durante las catorce horas por día que le tocaba acompañarlo.
También en el libro de Sáenz Quesada se afirma que según Abal Medina se había consensuado la fórmula con el líder radical Ricardo Balbín, pero que el intento también fracasó. El historiador peronista Enrique Pavón Pereyra, en su libro Perón, Balbín, sostiene directamente que ese acuerdo fue saboteado por
Cámpora y López Rega. Y en los años 80, fue el propio dirigente radical Enrique Vanoli, quien participó en esas negociaciones, quien me confirmó que el acuerdo existió pero fue saboteado. “Hubo un boicot dentro del peronismo y también en el radicalismo”, me confesó.
Entonces, ¿quién eligió la fórmula Perón-Perón”. El mismo Perón da su versión en la carta a Puigvert: “A Isabelita la han ‘candidateado’ en segundo término para ‘vicepresidenta’, y como tal candidatura ha sido proclamada en el Congreso ‘por aclamación’, significa que mis muchachos quieren que yo gobierne solo y no hemos tenido más remedio que darles el gusto”. ¿Justificación? ¿Poner a “los muchachos” como una forma de encubrir la decisión personal? ¿Aceptación resignada de una situación que ya no controlaba? La carta anticipó lo que sucedería después en el país.
*Periodista y coautor del libro La profanación. El robo de las manos de Perón.
En una carta de Juan Domingo Perón a su médico, Antonio Puigvert, fechada en septiembre de 1973, el entonces presidente dice que su gobierno podría correr una suerte similar a la de Salvador Allende. Dudas sobre Isabel y confianza en la JP.
Por Claudio R. Negrete | Perfil
A los dos lados de la cordillera. Videla y Massera, figuras de un golpe militar que replicó poco más de dos años después el que instauró en Chile la dictadura de Augusto Pinochet, como temía el general Perón.
“A perro flaco nunca le faltan pulgas”
El aniversario de las cuatro décadas del último golpe militar a la Constitución Nacional nos vuelve al espejo de los turbulentos años políticos de los 70. Una década que, no por casualidad, empezó con la dictadura militar de Juan Carlos Onganía y terminó con otra, la de Rafael Videla. En el medio un breve y frustrado período democrático de tres años (1973-1976) que tuvo cuatro presidentes y un contexto de violencia política cruzada inédita hasta hoy por las formas y la virulencia de un encono marcado más por venganzas y prejuicios que por principios ideológicos. Con la actual experiencia de 32 años ininterrumpidos de presidentes democráticos, la dimensión del tiempo sirve para comprender la complejidad de aquellos años y los resultados de ese proceso caótico de intentar encauzar el desborde político en una sociedad con baja intensidad democrática. El presidente Héctor Cámpora ejerció su mando sólo 49 días. Luego lo reemplazó Raúl Lastiri por tres meses. La tercera presidencia de Juan Domingo Perón duró apenas nueve meses; y su viuda María Estela Martínez de Perón intentó completar el mandato pero a los 21 meses fue derrocada. Tiempos absolutamente lábiles, inestables, inciertos, líquidos, al decir actual del sociólogo Sygmunt Bauman. De difícil comprensión cuando se los contrapone a los cinco años y seis meses de la presidencia de Raúl Alfonsín, o a los más de diez años de Carlos Menem y del matrimonio Kirchner gobernando sin condicionamientos los destinos del país.Los otros días, ordenando mis archivos, me reencontré con una copia de una carta manuscrita que escribiera Juan Perón a su médico personal, el catalán Antonio Puigvert. La fecha es del 15 de septiembre de 1973. Un documento revelador de lo que pensaba el líder justicialista en un contexto histórico de impactantes hechos sucedidos en pocos días: hacía cuatro del golpe de Estado en Chile con la trágica muerte del presidente Salvador Allende; faltaba una semana para las elecciones presidenciales que consagrarían a Perón por tercera vez como presidente; y a sólo diez días del asesinado de José Ignacio Rucci, el jefe de la CGT y hombre clave en el armado del nuevo gobierno. En esos días intensos, ahora históricos, Perón se tomó su tiempo para escribirle a su amigo español con quien compartió males físicos y secretos políticos durante sus años de exilio.
Primeras noticias. Después de las expresiones formales de toda carta, Perón comienza por lo que los unía desde siempre: “La salud marcha muy bien en cuanto a lo ‘urológico’ pues aun los análisis que hemos realizado aquí confirman su sabio juicio de siempre. Pero, como ‘a perro flaco nunca le faltan pulgas’, el doctor Pedro Cossio, célebre especialista cardiológico, descubrió que mis dolores pectorales obedecían a una pericarditis a virus que ya me la ha curado. De esa manera, estoy terminando de la consecuencia de tres meses de reposo prescriptos.”
En esas pocas líneas, Perón revela a la distancia un secreto de Estado de aquella Argentina expectante: su delicada salud. Cuando en junio de ese año regresó debió estar más de diez días en cama en la casa que habitaba en la calle Gaspar Campos, en Vicente López. Se ocultó la verdad diciendo que era por una bronquitis cuando en realidad había tenido el incidente cardíaco del que da cuenta en su misiva a Puigvert. Según me contó hace algunos años el doctor Pedro Cossio hijo, mostrándome los originales de los electrocardiogramas, conversando con Perón y con los estudios clínicos que entonces le realizaron se llegó a la conclusión de que ya había tenido otro problema en el corazón: una angina de pecho. Y se la pudo ubicar en Madrid cuando regresó por primera vez a la Argentina en noviembre de 1972. Con ese antecedente y el nuevo malestar se tuvieron que tomar medidas excepcionales. “Debido a la situación delicada de Perón mi padre decidió montar una unidad cardiológica de veinticuatro horas en Gaspar Campos, que yo integré. La condición era que tenía que estar formada por profesionales sin pertenencia partidaria alguna, ni siquiera del peronismo. Se buscó un equipo apolítico y así se armó el grupo con los mejores médicos del Hospital Italiano”, me explicó. Su otro médico de confianza, Jorge Taiana, le había recomendado por escrito y antes de las elecciones que si quería vivir más años y con buena calidad de vida no tenía que se presidente. Con este escenario, es de suponer que en un país convulsionado como el de entonces los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas, como los de las cúpulas guerrilleras, hayan tenido la información de la delicada salud de Perón que, sumada a su avanzada edad, auguraban un fin anticipado, como sucedió finalmente. Incluso, distintos historiadores y analistas de la época sostienen que la casi segura desaparición física de Perón, y el poder vacante que dejaría, alimentaron la ambición la ambición militar y las disputas dentro del peronismo y en los grupos armados para posicionarse ante el vació de poder que quedaría.
Emergencia y candidatura. En otra parte de su carta, Perón le explica a Puigvert la situación de la Argentina y cómo enfrentaría la complicada herencia que recibiría: “Para una situación de emergencia, espero hacer un ‘gobierno de emergencia’ en el que participarán todas las fuerzas políticas unidas, única manera de neutralizar las apetencias militares”. Esta afirmación se condice con otra que hizo tiempo después como presidente: “Me entregaron el gobierno pero no el poder”.
Es decir, tenía la sospecha de que las FF.AA. quedaban en una retaguardia armada dispuesta a recuperar lo entregado si hiciera falta, como después sucedió. La visión del desafío que según Perón tenía por delante era de una situación de emergencia y no de una mera crisis. De ahí su estrategia de armar un gran frente electoral con los principales partidos políticos participando de su gobierno para sostener la institucionalidad de esa frágil democracia. “El ejemplo de Chile es efectivamente elocuente como para que saquemos las enseñanzas correspondientes.
El golpe militar ha sido posible porque contaba con el apoyo explícito de la Democracia Cristiana: nosotros no le daremos esa “chance”, le explica a Puigvert para después agregar que “como imaginará, el único enemigo que tenemos será USA y los que ellos puedan comprar, pero desde el ‘vamos’ los estaremos vigilando. Nuestro pueblo y en especial su juventud están dispuestos a todo y cuando se cuenta con ese apoyo no hay empresa que no deba intentarse”.
Y hacia el final de la carta aparece uno de los grandes enigmas de la política nacional. ¿De dónde se impulsó la fórmula con Isabelita? Según la historiadora María Sáenz Quesada, que acaba de reeditar su libro La primera presidente, fue una decisión de Perón y hubo un intento fracasado para que la fórmula fuera
Perón-Cámpora. Difícil de lograrse a la luz de lo que el propio Cossio escuchó de Perón. “Mientras estaba en cama, cada vez que Perón veía por televisión a Cámpora se enojaba mucho, decía que se había dejado copar por la izquierda. Se sintió traicionado.
En el cuarto estaba armado, sospechaba que podían atentar contra él”, recordó de aquellos momentos junto al General durante las catorce horas por día que le tocaba acompañarlo.
También en el libro de Sáenz Quesada se afirma que según Abal Medina se había consensuado la fórmula con el líder radical Ricardo Balbín, pero que el intento también fracasó. El historiador peronista Enrique Pavón Pereyra, en su libro Perón, Balbín, sostiene directamente que ese acuerdo fue saboteado por
Cámpora y López Rega. Y en los años 80, fue el propio dirigente radical Enrique Vanoli, quien participó en esas negociaciones, quien me confirmó que el acuerdo existió pero fue saboteado. “Hubo un boicot dentro del peronismo y también en el radicalismo”, me confesó.
Entonces, ¿quién eligió la fórmula Perón-Perón”. El mismo Perón da su versión en la carta a Puigvert: “A Isabelita la han ‘candidateado’ en segundo término para ‘vicepresidenta’, y como tal candidatura ha sido proclamada en el Congreso ‘por aclamación’, significa que mis muchachos quieren que yo gobierne solo y no hemos tenido más remedio que darles el gusto”. ¿Justificación? ¿Poner a “los muchachos” como una forma de encubrir la decisión personal? ¿Aceptación resignada de una situación que ya no controlaba? La carta anticipó lo que sucedería después en el país.
*Periodista y coautor del libro La profanación. El robo de las manos de Perón.
martes, 29 de marzo de 2016
Ecuador: El demente plan del Gral. Juan José Flores
Cuando España quiso conquistar América… Por segunda vez
Javiero Sanz - Historias de la Historia
Cuando la Gran Colombia se acababa de independizar de España, Simón Bolívar nombró (a dedo, como lo hacen los autócratas) al General venezolano Juan José Flores como gobernador del Distrito Sur -constituido por Quito, Guayaquil y Cuenca-, pero la ambición de Flores hizo trizas los sueños del Libertador Simón Bolívar y se alzó en armas proclamando la Independencia del estado de Ecuador. Así nacía, en el año de 1830, un pequeño país con fronteras casi inexistentes y todas en conflicto, con apenas vías de acceso entre sus tres ciudades más importantes.
El mandato de Juan José Flores realmente fue una dictadura, porque una vez alzado en armas se autoproclamó presidente, eligió a 21 ciudadanos “notables” (siete de cada ciudad, casualmente todos ellos terratenientes y amigos suyos) para avalar la Primera Constitución del país como República. Fue en su tercer período presidencial cuando los ecuatorianos se sublevaron y finalmente lo derrocaron a él y a su guardia pretoriana de generales venezolanos.
General Juan José Flores
Antes de aceptar la derrota, el sagaz dictador venezolano elaboró un documento llamado el Pacto de la Virginia, por el que el General entregaba pacíficamente el poder y, a cambio, el Estado ecuatoriano debía garantizarle su estatus militar, la conservación de numerosas propiedades en el país y una renta de 20.000 pesos que le proporcionarían un cómodo destierro de en Europa. Flores abandonó el país y el nuevo gobierno ecuatoriano apenas tardó en romper aquel miserable Tratado. Enterado de la noticia, el General organizó desde Europa un maquiavélico plan para recuperar el poder. Se dirigió a Inglaterra y contacto con el general irlandés Richard Wright a quien encargó la tarea de reclutar mercenarios, armamento y naves de guerra para invadir Ecuador. Desde allí pasó a Francia donde trató de conseguir más apoyo para su arriesgada empresa, llegando a proponer convertir a Ecuador en una monarquía a cargo de un príncipe europeo, con él mismo como regente. Por último, en el Reino de Nápoles, el embajador español, el Duque de Rivas, escuchó sus planes de colocar un príncipe europeo al frente del país sudamericano y, desde allí, ampliar las fronteras de Ecuador hacia el sur.
La reina María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII y regente del Reino dada la minoría de edad de su hija la futura Isabel II, acogió con mucho entusiasmo los planes de Flores. Sonaba bien aquello de colocar en el trono de un país americano a uno de sus hijos, en este caso de su segundo matrimonio con Agustín Muñoz Sánchez, un sargento de la guardia de palacio. Un matrimonio secreto y, por supuesto, morganático, el tipo de matrimonio que se daba entre nobles y plebeyos, también llamado “matrimonio con la izquierda”, porque en este tipo de matrimonio el novio sostenía la mano derecha de la novia con la suya izquierda, cuando lo normal es hacerlo al revés. Este es uno de los pocos casos en que “el noble” era una mujer. La unión quizá hubiera podido mantenerse oculta de no ser porque la pareja comenzó a tener hijos casi de inmediato. La reina, oficialmente viuda, aparecía en los actos públicos intentando disimular sus sucesivos estados de gestación a base de utilizar amplios vestidos que ocultasen su abultado vientre -por los corrillos de palacio se decía que “la regente es una dama casada en secreto y embarazada en público”. Y bueno, con toda la ilusión de una madre que quiere lo mejor para sus hijos, la reina María Cristina también fue embaucada por Flores y desembolsó una suma importante para que su hijo Agustín Muñoz y Borbón fuese rey en América. A finales de 1846, el General Flores contaba con unos 1.500 hombres acuartelados en el puerto de Santander, y España soñaba con reconquistar algo de sus antiguas colonias.
María Cristina Borbón - Agustín Muñoz
¿En qué terminó todo esto?, pues en lo de siempre. Cada vez que aparece un tipo prepotente, con aires de libertador, nunca hay que esperar nada bueno.
En Inglaterra e Irlanda, Wright había logrado reunir dos batallones de 400 hombres cada uno y tres naves -dos barcos de vapor transformados en barcos de guerra y un tercero para el transporte de tropas y logística-. En Inglaterra, el General Flores también presentó una propuesta monárquica, en la que incluía no solamente al Ecuador sino que era una plataforma para desde allí tomar por la fuerza Perú y Bolivia. La idea que vendió a los ingleses era la de conformar un estado federado de tres reinos y compartirlo con España, tal como Inglaterra y Escocia estaban unificadas en el Reino Unido de Gran Bretaña o como las coronas asociadas en el Imperio Austríaco. A este intento se le conoce como Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia, con trono en la ciudad de Quito y cuyo monarca sería el ya mencionado niño Agustín Muñoz de Borbón, a quien la Reina ya le hacía llamar: Príncipe de Ecuador y Restaurador de la monarquía en Perú y Bolivia.
Para bien o para mal, desde que se creó la diplomacia se creó el espionaje. Estos planes estaban marchando en secreto, pero algo se filtró a la embajada peruana acreditada en Londres y fue el embajador peruano Juan Manuel Iturregui quien dio la voz de alarma denunciando el plan secreto del venezolano Flores a todas las cancillerías latinoamericanas. La prensa británica desnudó de cuerpo entero a Flores, y declaró que el proyecto del venezolano era una amenaza contra los intereses económicos ingleses. Inglaterra terminó confiscando las embarcaciones de Flores que estaban prácticamente listos para zarpar. Flores, quien se encontraba en la corte de Madrid, salió rumbo a Inglaterra para defenderse y conseguir la devolución de sus barcos, pero ante la posibilidad de verse involucrado en el juicio decidió quedarse en París. Cuando estaba de regreso, los periódicos madrileños ya habían hecho pública la noticia del embargo de sus barcos, por lo que el gabinete que lo había apoyado se vio obligado a dimitir, entre otras razones por su apoyo a la descabellada aventura de instaurar una monarquía en Ecuador. Flores permaneció varios meses más en Europa, tratando inútilmente de recuperar sus naves durante la siguiente década. Esto le valió al primer presidente ecuatoriano ser reconocido por sus geniales, pero a la vez perniciosas ideas, como el “Rey de la noche”.
Después de este frustrado intento colonialista, el canciller peruano Paz Soldán dirigió una circular invitando a los Gobiernos continentales al Congreso Americano de 1847, celebrado en Lima, para elaborar un tratado de defensa continental de las naciones hispanoamericanas contra toda forma de agresión extranjera. Este objetivo se plasmó en el gran Tratado de Confederación de 1848 y constituye el precedente jurídico de los pactos de la Sociedad de Naciones, de la OEA y de la ONU.
Javiero Sanz - Historias de la Historia
Cuando la Gran Colombia se acababa de independizar de España, Simón Bolívar nombró (a dedo, como lo hacen los autócratas) al General venezolano Juan José Flores como gobernador del Distrito Sur -constituido por Quito, Guayaquil y Cuenca-, pero la ambición de Flores hizo trizas los sueños del Libertador Simón Bolívar y se alzó en armas proclamando la Independencia del estado de Ecuador. Así nacía, en el año de 1830, un pequeño país con fronteras casi inexistentes y todas en conflicto, con apenas vías de acceso entre sus tres ciudades más importantes.
El mandato de Juan José Flores realmente fue una dictadura, porque una vez alzado en armas se autoproclamó presidente, eligió a 21 ciudadanos “notables” (siete de cada ciudad, casualmente todos ellos terratenientes y amigos suyos) para avalar la Primera Constitución del país como República. Fue en su tercer período presidencial cuando los ecuatorianos se sublevaron y finalmente lo derrocaron a él y a su guardia pretoriana de generales venezolanos.
General Juan José Flores
Antes de aceptar la derrota, el sagaz dictador venezolano elaboró un documento llamado el Pacto de la Virginia, por el que el General entregaba pacíficamente el poder y, a cambio, el Estado ecuatoriano debía garantizarle su estatus militar, la conservación de numerosas propiedades en el país y una renta de 20.000 pesos que le proporcionarían un cómodo destierro de en Europa. Flores abandonó el país y el nuevo gobierno ecuatoriano apenas tardó en romper aquel miserable Tratado. Enterado de la noticia, el General organizó desde Europa un maquiavélico plan para recuperar el poder. Se dirigió a Inglaterra y contacto con el general irlandés Richard Wright a quien encargó la tarea de reclutar mercenarios, armamento y naves de guerra para invadir Ecuador. Desde allí pasó a Francia donde trató de conseguir más apoyo para su arriesgada empresa, llegando a proponer convertir a Ecuador en una monarquía a cargo de un príncipe europeo, con él mismo como regente. Por último, en el Reino de Nápoles, el embajador español, el Duque de Rivas, escuchó sus planes de colocar un príncipe europeo al frente del país sudamericano y, desde allí, ampliar las fronteras de Ecuador hacia el sur.
La reina María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII y regente del Reino dada la minoría de edad de su hija la futura Isabel II, acogió con mucho entusiasmo los planes de Flores. Sonaba bien aquello de colocar en el trono de un país americano a uno de sus hijos, en este caso de su segundo matrimonio con Agustín Muñoz Sánchez, un sargento de la guardia de palacio. Un matrimonio secreto y, por supuesto, morganático, el tipo de matrimonio que se daba entre nobles y plebeyos, también llamado “matrimonio con la izquierda”, porque en este tipo de matrimonio el novio sostenía la mano derecha de la novia con la suya izquierda, cuando lo normal es hacerlo al revés. Este es uno de los pocos casos en que “el noble” era una mujer. La unión quizá hubiera podido mantenerse oculta de no ser porque la pareja comenzó a tener hijos casi de inmediato. La reina, oficialmente viuda, aparecía en los actos públicos intentando disimular sus sucesivos estados de gestación a base de utilizar amplios vestidos que ocultasen su abultado vientre -por los corrillos de palacio se decía que “la regente es una dama casada en secreto y embarazada en público”. Y bueno, con toda la ilusión de una madre que quiere lo mejor para sus hijos, la reina María Cristina también fue embaucada por Flores y desembolsó una suma importante para que su hijo Agustín Muñoz y Borbón fuese rey en América. A finales de 1846, el General Flores contaba con unos 1.500 hombres acuartelados en el puerto de Santander, y España soñaba con reconquistar algo de sus antiguas colonias.
María Cristina Borbón - Agustín Muñoz
¿En qué terminó todo esto?, pues en lo de siempre. Cada vez que aparece un tipo prepotente, con aires de libertador, nunca hay que esperar nada bueno.
En Inglaterra e Irlanda, Wright había logrado reunir dos batallones de 400 hombres cada uno y tres naves -dos barcos de vapor transformados en barcos de guerra y un tercero para el transporte de tropas y logística-. En Inglaterra, el General Flores también presentó una propuesta monárquica, en la que incluía no solamente al Ecuador sino que era una plataforma para desde allí tomar por la fuerza Perú y Bolivia. La idea que vendió a los ingleses era la de conformar un estado federado de tres reinos y compartirlo con España, tal como Inglaterra y Escocia estaban unificadas en el Reino Unido de Gran Bretaña o como las coronas asociadas en el Imperio Austríaco. A este intento se le conoce como Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia, con trono en la ciudad de Quito y cuyo monarca sería el ya mencionado niño Agustín Muñoz de Borbón, a quien la Reina ya le hacía llamar: Príncipe de Ecuador y Restaurador de la monarquía en Perú y Bolivia.
Para bien o para mal, desde que se creó la diplomacia se creó el espionaje. Estos planes estaban marchando en secreto, pero algo se filtró a la embajada peruana acreditada en Londres y fue el embajador peruano Juan Manuel Iturregui quien dio la voz de alarma denunciando el plan secreto del venezolano Flores a todas las cancillerías latinoamericanas. La prensa británica desnudó de cuerpo entero a Flores, y declaró que el proyecto del venezolano era una amenaza contra los intereses económicos ingleses. Inglaterra terminó confiscando las embarcaciones de Flores que estaban prácticamente listos para zarpar. Flores, quien se encontraba en la corte de Madrid, salió rumbo a Inglaterra para defenderse y conseguir la devolución de sus barcos, pero ante la posibilidad de verse involucrado en el juicio decidió quedarse en París. Cuando estaba de regreso, los periódicos madrileños ya habían hecho pública la noticia del embargo de sus barcos, por lo que el gabinete que lo había apoyado se vio obligado a dimitir, entre otras razones por su apoyo a la descabellada aventura de instaurar una monarquía en Ecuador. Flores permaneció varios meses más en Europa, tratando inútilmente de recuperar sus naves durante la siguiente década. Esto le valió al primer presidente ecuatoriano ser reconocido por sus geniales, pero a la vez perniciosas ideas, como el “Rey de la noche”.
Después de este frustrado intento colonialista, el canciller peruano Paz Soldán dirigió una circular invitando a los Gobiernos continentales al Congreso Americano de 1847, celebrado en Lima, para elaborar un tratado de defensa continental de las naciones hispanoamericanas contra toda forma de agresión extranjera. Este objetivo se plasmó en el gran Tratado de Confederación de 1848 y constituye el precedente jurídico de los pactos de la Sociedad de Naciones, de la OEA y de la ONU.
lunes, 28 de marzo de 2016
Una masacre en la Alemania de la Edad de Bronce
Sitio de excavación
La excavación de un antiguo campo de batalla en el norte de Alemania reveló signos de una gran batalla, como los huesos muy juntos, como se ve en esta foto del sitio de 2013. Un área de 12 metros cuadrados a cabo 1478 huesos, incluyendo 20 cráneos.
Landesamt für Kultur und Denkmalpflege Mecklenburg-Vorpommern / Landesarchäologie / C. Harte-Reiter
Science Magazine
Masacre en el puente: El descubrimiento de una batalla colosal edad de bronce
Por Andrew Curry
Hace unos 3200 años, los dos ejércitos se enfrentaron en un cruce de río, cerca del Mar Báltico. La confrontación no se puede encontrar en cualquier -la palabra escrita libros de historia no llegó a ser común en estas partes durante otros 2000 años, pero esto no fue un enfrentamiento entre clanes locales. Miles de guerreros se reunieron en una lucha brutal, tal vez luchó en un solo día, el uso de armas hechos a mano de madera, pedernal, y el bronce, un metal que era entonces la altura de la tecnología militar.
Luchando por encontrar una base sólida en las orillas del río Tollense, una cinta estrecha de agua que fluye a través de los pantanos del norte de Alemania hacia el Mar Báltico, los ejércitos luchó mano a mano, mutilar y matar con mazas, lanzas, espadas y cuchillos. Bronce- y flechas con punta de pedernal fueron desatados a corta distancia, la perforación cráneos y alojamiento profundamente en los huesos de los hombres jóvenes. Los caballos pertenecientes a guerreros de alto rango arrugados en el lodo, fatalmente alanceado. No todo el mundo se mantuvieron firmes en el cuerpo a cuerpo: Algunos guerreros se dispersaron y corrieron, y fueron golpeados por la espalda.
Cuando la lucha terminó, cientos yacían muertos, ensuciando el valle pantanoso. Algunos cuerpos fueron despojados de sus objetos de valor y que quedan flotando en los estanques de poca profundidad; otros se hundieron hasta el fondo, protegidos del saqueo por parte de un metro o dos de agua. La turba se instaló lentamente en los huesos. Dentro de siglos, fue olvidado toda la batalla.
Cómo se equiparon guerreros para la batalla: Seleccionar un número para obtener más información.
R. Johnson
En 1996, un arqueólogo aficionado encontró un solo hueso del brazo que sobresale de la empinada orilla del río, el primer indicio de que el Valle Tollense, a unos 120 kilómetros al norte de Berlín, oculta un secreto horrible. Una punta de flecha de pedernal estaba firmemente incrustado en uno de los extremos del hueso, lo que llevó a los arqueólogos a excavar una pequeña excavación de prueba que produjo más huesos, un golpeado en el cráneo, y un club de 73 centímetros parecido a un bate de béisbol. Los artefactos fueron todos radiocarbono que data de alrededor de 1250 B.C.E., lo que sugiere que se derivaron de un solo episodio durante la Edad del Bronce de Europa.
Ahora, después de una serie de excavaciones entre 2009 y 2015, los investigadores han comenzado a comprender la batalla y sus sorprendentes consecuencias para la sociedad edad de bronce. A lo largo de un tramo de 3 kilómetros del río Tollense, arqueólogos del Departamento de Mecklenburg-Vorpommern de Preservación Histórica (MVDHP) y la Universidad de Greifswald (UG) han descubierto palos de madera, puntas de lanza de bronce y piedra, puntas de flecha y bronce. También han encontrado huesos en un número extraordinario: los restos de al menos cinco caballos y más de 100 hombres. Los huesos de cientos más pueden permanecer sin excavar, y miles de personas pueden haber combatido pero sobrevivió.
"Si nuestra hipótesis es correcta que todos los hallazgos pertenecen a un mismo evento, estamos ante un conflicto de una escala hasta ahora desconocida norte por completo de los Alpes", dice el co-director cavar Thomas Terberger, un arqueólogo de la Baja Sajonia Servicio Estatal de Patrimonio Cultural en Hannover. "No hay nada que compararlo." Incluso puede ser la evidencia más temprana, con directa armas y guerreros juntos, de una batalla de este tamaño en cualquier parte del mundo antiguo.
El norte de Europa en la Edad del Bronce fue despedido mientras un remanso, eclipsado por las civilizaciones más sofisticadas en el Cercano Oriente y Grecia. sí bronce, creada en el Cercano Oriente alrededor de 3200 B.C.E., tomó 1000 años para llegar aquí. Pero la escala de Tollense sugiere más organización y más violencia de lo que se pensaba. "Nos habíamos considerado escenarios de ataques, con pequeños grupos de hombres jóvenes que matan y roban comida, pero imaginar una gran batalla de este tipo con miles de personas es muy sorprendente", dice Svend Hansen, jefe del Departamento de Eurasia del Instituto Arqueológico Alemán (de DAI) en Berlin. Los huesos y artefactos bien conservados añaden detalles a esta imagen de sofisticación edad de bronce, que apunta a la existencia de una clase guerrera entrenada y lo que sugiere que las personas de toda Europa se unieron a la refriega sangrienta.
Hay poco desacuerdo ahora que Tollense es algo especial. "Cuando se trata de la edad de bronce, que se ha estado perdiendo una pistola humeante, donde tenemos un campo de batalla y la gente muerta y armas todos juntos," dice la University College Dublin (UCD) arqueólogo Barry Molloy. "Se trata de que la pistola humeante".
Punta de flecha de piedra incrustada en el brazo
La punta de flecha de pedernal incrustado en este hueso del brazo superior alertado primera arqueólogos a la antigua violencia en el Valle Tollense.
Landesamt Für Kultur Und Denkmalpflege Mecklenburg-Vorpommern / Landesarchäologie / S. Suhr
El pabellón de caza junto al lago llamado Schloss Wiligrad fue construido a principios del siglo 19, en lo profundo de un bosque a 14 kilómetros al norte de Schwerin, la capital del estado del norte de Alemania de Mecklemburgo-Pomerania Occidental. Hoy en día, la pila con corrientes de aire alberga tanto el departamento del estado de conservación histórica y un pequeño museo de arte local.
En una cámara de techo alto en el segundo piso del castillo, altas ventanas dan a un lago cubierto de niebla. En el interior, la luz pálida de invierno ilumina decenas de cráneos dispuestos en estantes y mesas. En el centro de la habitación, los huesos largos de la pierna y costillas se encuentran en apretadas filas en las tablas; más restos se guardan en cajas de cartón apiladas en estantes metálicos que llegan casi hasta el techo. Los huesos ocupan tanto espacio apenas hay espacio para caminar.
Cuando el primero de estos hallazgos fue excavado en 1996, ni siquiera era claro que Tollense era un campo de batalla. Algunos arqueólogos sugirieron los esqueletos pueden ser de un cementerio inundado, o que habían acumulado durante siglos.
Había razones para el escepticismo. Antes Tollense, evidencia directa de la violencia a gran escala en la edad de bronce era insuficiente, especialmente en esta región. Los registros históricos desde el Próximo Oriente y Grecia describen batallas épicas, pero pocos artefactos permanecían para corroborar estas cuentas jactanciosas. "Incluso en Egipto, a pesar de escuchar muchos cuentos de la guerra, nunca encontramos tal evidencia arqueológica sustancial de sus participantes y de las víctimas," dice Molloy de UCD.
En la Edad de Bronce Europa, incluso los relatos históricos de la guerra eran escasas, y todos los investigadores tuvieron que seguir eran las armas en enterramientos ceremoniales y un puñado de fosas comunes con evidencia inequívoca de la violencia, tales como organismos o puntas de flecha incrustadas en huesos decapitados. Antes de la década de 1990, "por mucho tiempo que no creen realmente en la guerra en la prehistoria", dice Hansen de DAI. Los objetos funerarios fueron explicados como objetos de prestigio o símbolos de poder en lugar de las armas reales. "La mayoría de la gente pensaba que la sociedad antigua era pacífica, y que los hombres la edad de bronce estaban preocupados con el comercio y así sucesivamente", dice Helle Vandkilde, arqueólogo de la Universidad de Aarhus en Dinamarca. "Muy pocos hablaron de la guerra."
Los arqueólogos han recuperado una gran cantidad de artefactos del campo de batalla.
Landesamt für Kultur und Denkmalpflege Mecklenburg-Vorpommern / Landesarchäologie / S. Suhr
Los 10.000 huesos en esta sala-lo que queda de Tollense de perdedores, cambió todo eso. Fueron encontrados en cachés densos: En un punto, 1478 huesos, entre ellos 20 cráneos, fueron empaquetados en un área de apenas 12 metros cuadrados. Los arqueólogos creen que los cuerpos desembarcados o fueron objeto de dumping en los estanques de poca profundidad, donde el movimiento del agua mezclada hasta los huesos de diferentes individuos. Al contar, singulares huesos cráneos y fémures específicos, por ejemplo, UG-antropólogos forenses Ute Brinker y Annemarie Schramm identificaron un mínimo de 130 individuos, casi todos ellos hombres, la mayoría entre las edades de 20 y 30 años.
El número indica la magnitud de la batalla. "Tenemos 130 personas, mínimo y cinco caballos. Y sólo nos hemos abierto a 450 metros cuadrados. Eso es el 10% de la capa de descubrimiento, a lo sumo, tal vez sólo el 3% o 4% ", dice Detlef Jantzen, arqueólogo en jefe de MVDHP. "Si excavamos toda la zona, podríamos tener 750 personas. Eso es increíble para la edad de bronce. "En lo que admiten están de vuelta-de-la-envolvente estimaciones, él y Terberger argumentan que si uno de cada cinco de los participantes de la batalla murió y la izquierda en el campo de batalla, que podría significar casi 4.000 guerreros tomaron parte en la lucha.
Brinker, el antropólogo forense encargado de analizar los restos, según la composición de la humedad y química del suelo del valle de los huesos Tollense conserva casi a la perfección. "Podemos reconstruir exactamente lo que sucedió," dice ella, recogiendo una costilla con dos cortes pequeños, en forma de V en un borde. "Estas marcas de corte en el programa costilla que fue apuñalado dos veces en el mismo lugar. Tenemos una gran cantidad de ellos, a menudo múltiples marcas en la misma costilla ".
El escaneo de los huesos utilizando la tomografía computerizada microscópica en un instituto de ciencia de los materiales en Berlín y la Universidad de Rostock ha producido imágenes detalladas en 3D de estas lesiones. Ahora, los arqueólogos están identificando las armas responsables, haciendo coincidir las imágenes para las exploraciones de las armas encontradas en Tollense o en fosas contemporáneos en otras partes de Europa. agujeros en forma de diamante en los huesos, por ejemplo, que coincida con la forma distintiva de puntas de flecha de bronce que se encuentran en el campo de batalla. (Artefactos de bronce se encuentran más a menudo que el pedernal en Tollense, tal vez porque los detectores de metales fueron utilizados para peinar montones de escombros en busca de artefactos.)
Flecha en el cerebro
Una flecha de bronce penetró este cráneo, que llega al cerebro.
V. Minkus para el Proyecto de Investigación Tollense Valle
Las gammagrafías óseas también han agudizado la imagen de cómo se desarrolló la batalla, dice Terberger. En los rayos X, el hueso del brazo con una punta de flecha incrustada, el que provocó el descubrimiento del campo de batalla, parecía mostrar signos de curación. En un artículo de 2011 en la Antigüedad, el equipo sugirió que el hombre sufrió una herida temprano en la batalla, pero fue capaz de luchar durante días o semanas antes de morir, lo que podría significar que el conflicto no había un solo choque, pero una serie de escaramuzas que se prolongó durante varias semanas.
La inspección microscópica de la herida contó una historia diferente: Lo que inicialmente parecía curación un revestimiento opaco alrededor de la punta de flecha en una radiografía de rayos-era, de hecho, una capa de hueso destrozado, comprimido por un solo impacto que probablemente fue fatal. "Que vamos a revisar la idea de que esto tuvo lugar en cuestión de semanas," dice Terberger. Hasta el momento no hay cuerpos muestran las heridas curadas, por lo que es probable que la batalla ocurrió en sólo un día, o unos pocos, como máximo. "Si estamos tratando con un único evento en lugar de escaramuzas durante varias semanas, tiene un gran impacto en nuestra interpretación de la escala del conflicto."
En el último año, un equipo de ingenieros de Hamburgo ha utilizado técnicas desarrolladas para modelar tensiones en piezas de aviones para entender los tipos de golpes a los soldados sufrieron. Por ejemplo, los arqueólogos en un primer momento pensaron que un luchador cuya fémur se había roto cerca de la articulación de la cadera debe haber caído de un caballo. La lesión se parecía a los que resultan hoy de un accidente de motocicleta o accidente ecuestre.
Pero el modelado contó una historia diferente. Melanie Schwinning y Hella Harten-Buga, Universidad de Hamburgo arqueólogos e ingenieros, se tuvieron en cuenta las propiedades físicas de los huesos y las armas la edad de bronce, junto con ejemplos de lesiones de caballo cae. Un arqueólogo experimental también se sumergió puntas de pedernal y bronce recreados en cerdos muertos y registró el daño.
Schwinning y Harten-Buga dicen una punta de lanza de bronce golpear el hueso en un ángulo descendente agudo habría sido capaz de acuñar el fémur aparte, el agrietamiento por la mitad como un tronco. "Cuando modelamos, se ve mucho más como un arma de mano de una caída de caballo", dice Schwinning. "Podríamos incluso volver a crear la fuerza que habría tomado, en realidad no es mucho." Ellos estiman que un hombre de contextura normal conducir la lanza con su peso corporal habría sido suficiente.
¿Por qué los hombres se reunieron en este lugar para luchar y morir es otro misterio que la evidencia arqueológica está ayudando a desentrañar. El Valle Tollense aquí es estrecho, a sólo 50 metros de ancho en algunos puntos. Partes son pantanosas, mientras que otros ofrecen una base firme y sólida base. El lugar puede haber sido una especie de cuello de botella para los viajeros que viajaban por la llanura del norte de Europa.
En 2013, las encuestas geomagnéticas revelaron evidencia de un puente de 120 metros de largo o calzada que se extiende por el valle. Excavado en dos temporadas de excavación, la estructura sumergida resultó estar hecha de postes de madera y piedra. La datación por radiocarbono demostró que aunque gran parte de la estructura son anteriores a la batalla por más de 500 años, partes de ella pueden haber sido construidos o restaurados en la época de la batalla, lo que sugiere la calzada podría haber estado en uso continuo durante siglos, un conocido punto de referencia.
"El cruce jugó un papel importante en el conflicto. Tal vez un grupo trató de cruzar y el otro los empujó hacia atrás ", dice Terberger. "El conflicto comenzó allí y se convirtió en la lucha contra lo largo del río."
río Tollense
Meandros pacíficos de hoy del río Tollense vez eran el sitio de la lucha amarga.
Landesamt für Kultur und Denkmalpflege Mecklenburg-Vorpommern / Landesarchäologie / F. Ruchöft
En la secuela, los vencedores puede haber despojado objetos de valor de los organismos que pudieran llegar, y luego arrojó los cadáveres en aguas poco profundas, que les protegía de los carnívoros y aves. Los huesos carecen de las marcas de roer y arrastrando normalmente dejados por estos carroñeros.
En otros lugares, el equipo encontró humano y el caballo permanece enterrado a un metro o dos inferiores, sobre el lecho del río, donde la edad de bronce podría haber sido. Mezclado con estos restos fueron llevados probable anillos de oro en el pelo, anillos en espiral de estaño tal vez usados en los dedos, y la pequeña de bronce espirales probable utilizan como decoraciones. Estos muertos debe haber caído o ha sido objeto de dumping en las partes más profundas del río, que se hunden rápidamente a la parte inferior, donde sus objetos de valor estaban fuera de las garras de los saqueadores.
En el momento de la batalla, el norte de Europa parece haber sido desprovista de ciudades o incluso pequeños pueblos. Por lo que los arqueólogos pueden decir, la gente aquí se conectaron sin apretar culturalmente a Escandinavia y vivían con sus familias extendidas en granjas individuales, con una densidad de población de menos de cinco personas por kilómetro cuadrado. El gran asentamiento más cercano conocido en todo este tiempo es más de 350 kilómetros al sureste, en Watenstedt. Es un paisaje no era muy diferente partes agrarias de la Europa de hoy, sólo que sin carreteras, teléfonos, o la radio.
Y, sin embargo trazadores químicos en los restos sugieren que la mayoría de los guerreros Tollense vinieron de cientos de kilómetros de distancia. Los isótopos en los dientes reflejan aquellos en los alimentos y el agua que ingieren durante la infancia, lo que a su vez espejo de la geología, un marcador de la rodea donde creció. Retirado de la Universidad de Wisconsin, Madison, arqueólogo Doug Price analizó estroncio, oxígeno y carbono en los isótopos 20 dientes de Tollense. Sólo algunos valores típicos de la llanura del norte de Europa, que se extiende desde Holanda a Polonia mostraron. Los otros dientes vinieron de más lejos, aunque el precio aún no se puede precisar con exactitud dónde. "El rango de valores de los isótopos es muy grande", dice. "Podemos hacer un buen argumento de que los muertos vino de una gran cantidad de diferentes lugares."
Más pistas provienen de los isótopos de un elemento, el nitrógeno, los cuales reflejan la dieta. isótopos de nitrógeno en los dientes de algunos de los hombres sugieren que comían una dieta rica en mijo, un cultivo más común en el momento en el sur de Europa del Norte.
El ADN antiguo potencialmente podría revelar mucho más: en comparación con otras muestras de la edad de bronce de toda Europa en este momento, podría apuntar a los países de origen de los guerreros, así como rasgos tales como color de ojos y cabello. El análisis genético está apenas comenzando, pero hasta ahora es compatible con la noción de orígenes remotos. ADN de los dientes sugiere algunos guerreros están relacionados con modernos europeos del sur y otros para las personas que viven en la actual Polonia y Escandinavia. "Esto no es un montón de idiotas locales", dice el genetista de la Universidad de Mainz Joachim Burger. "Es una población muy diversa."
No eran agricultores-soldados que salieron cada pocos años para pelea. Estos son luchadores profesionales.
Thomas Terberger, arqueóloga del Servicio Estatal de Baja Sajonia para el patrimonio cultural
Como Universidad de Aarhus de Vandkilde lo expresa así: "Es un ejército como el que se describe en la épica de Homero, formado por bandas de guerra más pequeños que se reunieron para despedir Troya" -un evento pensado para haber pasado menos de 100 años después, en 1184 B.C.E. Eso sugiere una organización social de forma inesperada generalizada, dice Jantzen. "Para organizar una batalla como esta sobre enormes distancias y reunir a todas estas personas en un solo lugar fue un gran logro", dice.
Hasta ahora el equipo ha publicado sólo un puñado de artículos revisados por pares. Con las excavaciones se detuvieron, en espera de más fondos, que están escribiendo hasta ahora publicaciones. Pero los arqueólogos familiarizados con el proyecto dicen que las consecuencias son dramáticas. Tollense podría forzar una re-evaluación de todo el periodo en el área desde el Báltico hasta el Mediterráneo, dice el arqueólogo Kristian Kristiansen de la Universidad de Gotemburgo en Suecia. "Esto abre la puerta a una gran cantidad de nuevas pruebas para la forma en que se organizan las sociedades la edad de bronce", dice.
Por ejemplo, una fuerte evidencia sugiere que esta no era la primera batalla por estos hombres. Veintisiete por ciento de los esqueletos muestran signos de traumatismos curados de peleas anteriores, incluyendo tres cráneos con fracturas curadas. "Es difícil saber la razón de las lesiones, pero éstos no se parece a los jóvenes agricultores típicos," dice Jantzen.
Este cráneo descubierto en el Valle Tollense muestra una clara evidencia de un fuerte traumatismo, tal vez de un club.
Landesamt für Kultur und Denkmalpflege Mecklenburg-Vorpommern / Landesarchäologie / D. Jantzen
El armamento de metal estandarizado y los restos de los caballos, que fueron encontrados mezclados con los huesos humanos en un solo lugar, sugieren que al menos algunos de los combatientes estaban bien equipados y bien entrenados. "No eran agricultores-soldados que salieron cada pocos años a la pelea", dice Terberger. "Estos son luchadores profesionales."
chalecos antibalas y escudos surgieron en el norte de Europa en los siglos inmediatamente antes del conflicto Tollense y pueden haber requerido una clase guerrera. "Si luchas con chalecos antibalas y casco y coraza, necesita entrenamiento diario o no se puede mover", dice Hansen. Es por eso que, por ejemplo, el bíblico David-pastor-negado a ponerse un traje de armadura y casco de bronce antes de luchar contra Goliat. "Este tipo de entrenamiento es el comienzo de un grupo especializado de guerreros", dice Hansen. En Tollense, estos guerreros a caballo, bronce en mano, podría haber sido una especie de clase de oficiales, que preside gruñidos que llevan las armas más simples.
Pero ¿por qué tanta fuerza militar convergen en un estrecho valle del río en el norte de Alemania? Kristiansen dice este período parece haber sido una época de agitación significativa desde el Mediterráneo hasta el Mar Báltico. En Grecia, la civilización micénica se derrumbó sofisticada en la época de la batalla Tollense; en Egipto, los faraones se jactaban de superar a los "pueblos del mar", merodeadores de tierras lejanas que derrocaron el hititas vecina. Y no mucho después Tollense, las granjas dispersas del norte de Europa dio paso a los asentamientos concentrados, fortificadas, una vez vista única hacia el sur. "Alrededor del año 1200 B.C.E. hay un cambio radical en las sociedades y culturas de dirección se dirigen ", dice Vandkilde. "Tollense encaja en un período en que hemos aumentado la guerra en todas partes."
Tollense se ve como un primer paso hacia una forma de vida que está todavía con nosotros. A partir de la escala y la brutalidad de la batalla por la presencia de una clase guerrero empuñando armas sofisticadas, los acontecimientos de ese día de hace mucho tiempo están vinculados a los conflictos más conocidos y recientes. "Podría ser la primera evidencia de un punto de inflexión en la organización social y la guerra en Europa," dice Vandkilde.
domingo, 27 de marzo de 2016
Guerra contra la Subversión: Otro 24 de Marzo sin memoria
40 años del golpe: es hora de contar la verdad.
Por Nicolás Márquez - Prensa Republicana
Tal como viene sucediendo año tras año (máxime cuando la víspera es un número redondo como el 40´), es de esperar para este 24 de marzo (fecha convertida por el régimen anterior en insólito feriado turístico) un conglomerado de actos y encendidas alocuciones en repudio a las Fuerzas Armadas por haber tomado el poder del Estado en 1976.
En esta velada, al igual que en las predecesoras, recolectores de votos y figurones de circunstancia omitirán recordar el apoyo irrestricto que todos los partidos políticos, personalidades múltiples y diferentes estamentos de la sociedad civil de todas las ideologías le dieron a la pacífica sublevación militar que destituyó a Isabelita y la impresentable corte de ladrones que la secundaba.
Motivos para tal consenso no faltaban: antes del mentado 24, en los tres años de gobierno constitucional precedentes, el terrorismo peronista de la AAA había asesinado a medio millar de personas; el terrorismo marxista (“jóvenes idealistas” les llaman algunos medios) protagonizado por el ERP y Montoneros superaba los 7.000 atentados y los guerrilleros desaparecidos tras las órdenes presidenciales de “aniquilamiento del accionar subversivo” ya ascendían a 900.
La semana previa al cambio de gobierno, diarios antagónicos entre sí como La Prensa y La Opinión informaban que, desde mayo de 1973, el terrorismo había causado 1.358 muertes. En ese período, no sólo no se dictó ninguna condena a un solo terrorista, sino que centenares de ellos fueron amnistiados durante el lamentable pasaje del vacilante Héctor Cámpora. Otro dato que tampoco será evocado esta semana, es que entre 1969 y 1979, las bandas terroristas fueron autoras de 21.665 atentados subversivos (hechos y cantidades ratificados en la sentencia dictada el 9/10/1985 por la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional – Cap. 1. Cuestiones de hecho – Causa 13).
No había día en que el terrorismo marxista no masacrara inocentes.
Por entonces, ante la inminencia de un “golpe”, no sólo no hubo ni una sola voz en contra de la reacción cívico-militar en ciernes (a excepción de una solitaria solicitada del Ingeniero Alvaro Alsogaray), sino que la clase política promovía ansiosamente el reemplazo y cambio de gobierno a efectos de desembarazarse de una situación inmanejable. A modo sintético y ejemplificativo, el 21 de marzo el diario Clarín informaba: “Los legisladores que asistieron al Parlamento se dedicaron a retirar sus pertenencias y algunos solicitaron un adelanto de sus dietas”; el mismo día, el matutino La Razón completaba: “Hay tranquila resignación en el Congreso frente a los inevitables acontecimientos que se avecinan”.
El oficialismo, capitaneado por Isabelita y el hechicero José López Rega (este último semanas atrás se había profugado al exterior), no sólo no brindaba respuesta eficaz a la guerra civil desatada por el terrorismo marxista, sino que potenciaba el caos con su manifiesta incompetencia gubernamental.
De la oposición nada podía esperarse, puesto que el jefe de ésta, Ricardo Balbín (a la sazón presidente de la UCR), efectuó un público y desembozado lavado de manos el 22 de marzo, alegando: “Hay soluciones, pero yo no las tengo”. Días atrás (el 27 de febrero), el comité nacional de la UCR publicó la siguiente declaración destituyente: “El país vive una grave emergencia nacional… ante la evidente ineptitud del Poder Ejecutivo para gobernar… Toda la Nación percibe y presiente que se aproxima la definición de un proceso que por su hondura, vastedad e incomprensible dilación, alcanza su límite”. Incluso, hasta el mismísimo Partido Comunista, el 12 de marzo reiteró su propuesta de formación de “un gabinete cívico-militar”. El senador radical Eduardo Angeloz, con sutil imprecisión arengaba: “Alguien tiene que dar la orden…alguien tiene que decir basta de sangre en la República Argentina”.
La bataclana Isabelita parodiando de Presidente, secundada por José López Rega, el chamán que horas después se profugara al exterior. Todos pedían a gritos un cambio de gobierno.
Como si la guerra civil y el desgobierno fueran insuficientes, los números económicos se desplomaban y la hiperinflación (según informe de FIEL) arrojaba una proyección anual del 17.000% para 1976. Durante los días previos al 24 de marzo, las declaraciones de personalidades y las notas de los diarios reflejaban el clima de terror y el desgarrador pedido de cambio de gobierno. La Opinión publicaba: “Un muerto cada cinco horas, una bomba cada tres” (19/03/76). El 23, nuevamente el diario socialista La Opinión titulaba: “Una Argentina inerme ante la matanza”, y agregaba: “Desde el comienzo de marzo hasta ayer, las bandas extremistas asesinaron a 56 personas”; esa fecha, La Razón redundaba: “Es inminente el final. Todo está dicho”. Pero la expresión más clara de lo que la clase política podía dar fue del diputado Molinari: “¿Qué podemos hacer? Yo no tengo ninguna clase de respuesta”.
En efecto, la hipocresía de los que ahora cuentan la historia oficial a base de aforismos humanísticos ocultan que “la inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos”, textuales palabras dirigidas a la revista alemana “Geo” en 1978 por el escritor Ernesto Sábato: el mismo tránsfuga que después presidió la Conadep y prologó el libro “Nunca Más” financiado por el inconcluso gobierno de Raúl Alfonsín.
El Presidente de la Nación Teniente General Jorge Rafael Videla amenizando con Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato.
Pero el apoyo generalizado a los militares de los mismos sectores que hoy repudian a los “genocidas” no se limitó al 24 de marzo. Una vez constituidas las nuevas autoridades, estos no sólo respaldaron al flamante gobierno sino que se sumaron al mismo ejerciendo diferentes cargos en la función pública. Tanto es así que el 25 de marzo de 1979, el diario La Nación detallaba que de las 1.697 intendencias vigentes en la gestión del Presidente Jorge Rafael Videla, solo el 10% de ellas eran comandadas por miembros de las FF.AA.; el 90% restante, estaba conformado por civiles repartidos del siguiente modo: el 38% de los intendentes eran personalidades ajenas al ámbito castrense de reconocida trayectoria en sus respectivas comunas, y el 52% de los municipios era comandado por los partidos tradicionales en el siguiente orden: la UCR contaba con 310 intendentes en el país, secundada por el PJ (partido presuntamente “derrocado”) con 192 intendentes; en tercer lugar se encontraban los demoprogresistas con 109, el MID con 94, Fuerza Federalista Popular con 78, los democristianos con 16, el izquierdista Partido Intransigente con 4 y el socialismo gobernaba la ciudad de Mar del Plata. En otras áreas gubernamentales, el socialista Américo Ghioldi se constituía en embajador en Portugal; en Venezuela, el radical Héctor Hidalgo Solá haría lo propio, Rubén Blanco en el Vaticano y Tomás de Anchorena en Francia; el demoprogresista Rafael Martínez Raymonda en Italia, el desarrollista Oscar Camilión en Brasil y el demócrata mendocino Francisco Moyano en Colombia. Asimismo, el Partido Comunista emitió proclamas de apoyo al gobierno. Tanto es así que ésta fue la primera gestión cívico-militar que no prohibió ni declaró ilegal al polémico partido.
El diario de los Timermann al igual que todos los de entonces, saludaron al nuevo gobierno.
Pero nada de todo esto será mencionado en este 24 de marzo en los respectivos carnavales de la memoria que se tienen previstos.
Por supuesto que lo que hoy más molesta a los vendedores de relatos no ha sido “el golpe” en sí, puesto que en la Argentina golpes hubo a borbotones y nadie se encarga de recordarlos: empezando por los golpes en los que participó el fundador del principal partido de la Argentina, Juan Perón, quien no sólo participó en la sublevación de 1930´ sino también en el de 1943´ y en este último gobierno militar Perón ejerció el cargo de VicePresidente de la Nación. En rigor de verdad, lo que molesta a los reescribidores de historietas es que los militares hayan impedido a la guerrilla liderada por Mario Firmenich (Montoneros) y Mario Roberto Santucho (ERP) tomar el poder del Estado e instaurar una dictadura comunista.
Por supuesto que el gobierno militar del Proceso de Reorganización Nacional cometió errores y horrores en el marco de la guerra civil desatada por el terrorismo marxista, pero en absoluto estos fueron en la proporción ni en la dimensión que pretenden endilgarles sus indecorosos enemigos. Tanto es así que hasta el propio Firmenich en torno al fenómeno de los “desaparecidos” le confesó y reconoció el periodista Jesús Quinteros (en nota publicada en Página 12, el 17 de marzo de 1991) que durante la guerra antiterrorista, el margen de error o daños colaterales de los militares fueron mínimos: “Habrá alguno que otro desaparecido que no tenía nada que ver, pero la inmensa mayoría era militante y la inmensa mayoría eran montoneros (…) A mí me hubiera molestado muchísimo que mi muerte fuera utilizada en el sentido de que un pobrecito dirigente fue llevado a la muerte”.
El asesino Mario Firmenich, lider de Montoneros, reconoció que salvo excepciones los desaparecidos eran todos terroristas.
Como vemos, el saldo de aquella guerra fue demasiado triste como para que hoy sea usado por los empresarios de los derechos humanos como fetiche proselitista o negocio rentístico: 8000 muertos entre caídos y desaparecidos por un lado más 1500 asesinados por la guerrilla por el otro es el doloroso legado de aquel largo y violento conflicto interno.
Se va otro 24 de marzo, el número 40´, y otra vez nos estamos perdiendo una renovada oportunidad de discutir y repensar en serio el pasado reciente, dejando atrás la ideologizada parcialidad de la memoria y abrevando en la historia, que es la única ciencia que nos puede facilitar armar de manera completa el rompecabezas setentistas y así arribar a una verdad integral lo más fiel y próxima cuanto sea posible, y con ello de superar los enconos del ayer, solucionar los problemas del presente y encarar un futuro con mejores perspectivas.
Por Nicolás Márquez - Prensa Republicana
Tal como viene sucediendo año tras año (máxime cuando la víspera es un número redondo como el 40´), es de esperar para este 24 de marzo (fecha convertida por el régimen anterior en insólito feriado turístico) un conglomerado de actos y encendidas alocuciones en repudio a las Fuerzas Armadas por haber tomado el poder del Estado en 1976.
En esta velada, al igual que en las predecesoras, recolectores de votos y figurones de circunstancia omitirán recordar el apoyo irrestricto que todos los partidos políticos, personalidades múltiples y diferentes estamentos de la sociedad civil de todas las ideologías le dieron a la pacífica sublevación militar que destituyó a Isabelita y la impresentable corte de ladrones que la secundaba.
Motivos para tal consenso no faltaban: antes del mentado 24, en los tres años de gobierno constitucional precedentes, el terrorismo peronista de la AAA había asesinado a medio millar de personas; el terrorismo marxista (“jóvenes idealistas” les llaman algunos medios) protagonizado por el ERP y Montoneros superaba los 7.000 atentados y los guerrilleros desaparecidos tras las órdenes presidenciales de “aniquilamiento del accionar subversivo” ya ascendían a 900.
La semana previa al cambio de gobierno, diarios antagónicos entre sí como La Prensa y La Opinión informaban que, desde mayo de 1973, el terrorismo había causado 1.358 muertes. En ese período, no sólo no se dictó ninguna condena a un solo terrorista, sino que centenares de ellos fueron amnistiados durante el lamentable pasaje del vacilante Héctor Cámpora. Otro dato que tampoco será evocado esta semana, es que entre 1969 y 1979, las bandas terroristas fueron autoras de 21.665 atentados subversivos (hechos y cantidades ratificados en la sentencia dictada el 9/10/1985 por la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional – Cap. 1. Cuestiones de hecho – Causa 13).
No había día en que el terrorismo marxista no masacrara inocentes.
Por entonces, ante la inminencia de un “golpe”, no sólo no hubo ni una sola voz en contra de la reacción cívico-militar en ciernes (a excepción de una solitaria solicitada del Ingeniero Alvaro Alsogaray), sino que la clase política promovía ansiosamente el reemplazo y cambio de gobierno a efectos de desembarazarse de una situación inmanejable. A modo sintético y ejemplificativo, el 21 de marzo el diario Clarín informaba: “Los legisladores que asistieron al Parlamento se dedicaron a retirar sus pertenencias y algunos solicitaron un adelanto de sus dietas”; el mismo día, el matutino La Razón completaba: “Hay tranquila resignación en el Congreso frente a los inevitables acontecimientos que se avecinan”.
El oficialismo, capitaneado por Isabelita y el hechicero José López Rega (este último semanas atrás se había profugado al exterior), no sólo no brindaba respuesta eficaz a la guerra civil desatada por el terrorismo marxista, sino que potenciaba el caos con su manifiesta incompetencia gubernamental.
De la oposición nada podía esperarse, puesto que el jefe de ésta, Ricardo Balbín (a la sazón presidente de la UCR), efectuó un público y desembozado lavado de manos el 22 de marzo, alegando: “Hay soluciones, pero yo no las tengo”. Días atrás (el 27 de febrero), el comité nacional de la UCR publicó la siguiente declaración destituyente: “El país vive una grave emergencia nacional… ante la evidente ineptitud del Poder Ejecutivo para gobernar… Toda la Nación percibe y presiente que se aproxima la definición de un proceso que por su hondura, vastedad e incomprensible dilación, alcanza su límite”. Incluso, hasta el mismísimo Partido Comunista, el 12 de marzo reiteró su propuesta de formación de “un gabinete cívico-militar”. El senador radical Eduardo Angeloz, con sutil imprecisión arengaba: “Alguien tiene que dar la orden…alguien tiene que decir basta de sangre en la República Argentina”.
La bataclana Isabelita parodiando de Presidente, secundada por José López Rega, el chamán que horas después se profugara al exterior. Todos pedían a gritos un cambio de gobierno.
Como si la guerra civil y el desgobierno fueran insuficientes, los números económicos se desplomaban y la hiperinflación (según informe de FIEL) arrojaba una proyección anual del 17.000% para 1976. Durante los días previos al 24 de marzo, las declaraciones de personalidades y las notas de los diarios reflejaban el clima de terror y el desgarrador pedido de cambio de gobierno. La Opinión publicaba: “Un muerto cada cinco horas, una bomba cada tres” (19/03/76). El 23, nuevamente el diario socialista La Opinión titulaba: “Una Argentina inerme ante la matanza”, y agregaba: “Desde el comienzo de marzo hasta ayer, las bandas extremistas asesinaron a 56 personas”; esa fecha, La Razón redundaba: “Es inminente el final. Todo está dicho”. Pero la expresión más clara de lo que la clase política podía dar fue del diputado Molinari: “¿Qué podemos hacer? Yo no tengo ninguna clase de respuesta”.
En efecto, la hipocresía de los que ahora cuentan la historia oficial a base de aforismos humanísticos ocultan que “la inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos”, textuales palabras dirigidas a la revista alemana “Geo” en 1978 por el escritor Ernesto Sábato: el mismo tránsfuga que después presidió la Conadep y prologó el libro “Nunca Más” financiado por el inconcluso gobierno de Raúl Alfonsín.
El Presidente de la Nación Teniente General Jorge Rafael Videla amenizando con Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato.
Pero el apoyo generalizado a los militares de los mismos sectores que hoy repudian a los “genocidas” no se limitó al 24 de marzo. Una vez constituidas las nuevas autoridades, estos no sólo respaldaron al flamante gobierno sino que se sumaron al mismo ejerciendo diferentes cargos en la función pública. Tanto es así que el 25 de marzo de 1979, el diario La Nación detallaba que de las 1.697 intendencias vigentes en la gestión del Presidente Jorge Rafael Videla, solo el 10% de ellas eran comandadas por miembros de las FF.AA.; el 90% restante, estaba conformado por civiles repartidos del siguiente modo: el 38% de los intendentes eran personalidades ajenas al ámbito castrense de reconocida trayectoria en sus respectivas comunas, y el 52% de los municipios era comandado por los partidos tradicionales en el siguiente orden: la UCR contaba con 310 intendentes en el país, secundada por el PJ (partido presuntamente “derrocado”) con 192 intendentes; en tercer lugar se encontraban los demoprogresistas con 109, el MID con 94, Fuerza Federalista Popular con 78, los democristianos con 16, el izquierdista Partido Intransigente con 4 y el socialismo gobernaba la ciudad de Mar del Plata. En otras áreas gubernamentales, el socialista Américo Ghioldi se constituía en embajador en Portugal; en Venezuela, el radical Héctor Hidalgo Solá haría lo propio, Rubén Blanco en el Vaticano y Tomás de Anchorena en Francia; el demoprogresista Rafael Martínez Raymonda en Italia, el desarrollista Oscar Camilión en Brasil y el demócrata mendocino Francisco Moyano en Colombia. Asimismo, el Partido Comunista emitió proclamas de apoyo al gobierno. Tanto es así que ésta fue la primera gestión cívico-militar que no prohibió ni declaró ilegal al polémico partido.
El diario de los Timermann al igual que todos los de entonces, saludaron al nuevo gobierno.
Por supuesto que lo que hoy más molesta a los vendedores de relatos no ha sido “el golpe” en sí, puesto que en la Argentina golpes hubo a borbotones y nadie se encarga de recordarlos: empezando por los golpes en los que participó el fundador del principal partido de la Argentina, Juan Perón, quien no sólo participó en la sublevación de 1930´ sino también en el de 1943´ y en este último gobierno militar Perón ejerció el cargo de VicePresidente de la Nación. En rigor de verdad, lo que molesta a los reescribidores de historietas es que los militares hayan impedido a la guerrilla liderada por Mario Firmenich (Montoneros) y Mario Roberto Santucho (ERP) tomar el poder del Estado e instaurar una dictadura comunista.
Por supuesto que el gobierno militar del Proceso de Reorganización Nacional cometió errores y horrores en el marco de la guerra civil desatada por el terrorismo marxista, pero en absoluto estos fueron en la proporción ni en la dimensión que pretenden endilgarles sus indecorosos enemigos. Tanto es así que hasta el propio Firmenich en torno al fenómeno de los “desaparecidos” le confesó y reconoció el periodista Jesús Quinteros (en nota publicada en Página 12, el 17 de marzo de 1991) que durante la guerra antiterrorista, el margen de error o daños colaterales de los militares fueron mínimos: “Habrá alguno que otro desaparecido que no tenía nada que ver, pero la inmensa mayoría era militante y la inmensa mayoría eran montoneros (…) A mí me hubiera molestado muchísimo que mi muerte fuera utilizada en el sentido de que un pobrecito dirigente fue llevado a la muerte”.
El asesino Mario Firmenich, lider de Montoneros, reconoció que salvo excepciones los desaparecidos eran todos terroristas.
Como vemos, el saldo de aquella guerra fue demasiado triste como para que hoy sea usado por los empresarios de los derechos humanos como fetiche proselitista o negocio rentístico: 8000 muertos entre caídos y desaparecidos por un lado más 1500 asesinados por la guerrilla por el otro es el doloroso legado de aquel largo y violento conflicto interno.
Se va otro 24 de marzo, el número 40´, y otra vez nos estamos perdiendo una renovada oportunidad de discutir y repensar en serio el pasado reciente, dejando atrás la ideologizada parcialidad de la memoria y abrevando en la historia, que es la única ciencia que nos puede facilitar armar de manera completa el rompecabezas setentistas y así arribar a una verdad integral lo más fiel y próxima cuanto sea posible, y con ello de superar los enconos del ayer, solucionar los problemas del presente y encarar un futuro con mejores perspectivas.
sábado, 26 de marzo de 2016
Guerras internas: Batalla de Catamarca y Arroyo Grande
Batalla de Arroyo Grande
Batalla de Arroyo Grande, 6 de diciembre de 1842
Revisionistas
El mismo día en que el gobernador federal de Catamarca, Cnel. Juan Eusebio Balboa había sido depuesto por José Cubas, uno de los jefes de la coalición del Norte, Lavalle era derrotado en Famaillá por Oribe, cinco días antes de que lo fuera Lamadrid en Rodeo del Medio por Pacheco. Vencido Lavalle, las horas del gobierno impuesto por Lamadrid en Catamarca estaban contadas.
Inmediatamente el coronel Mariano Maza se dirige a Catamarca, y estando en camino a ella se entera de la muerte de Lavalle ocurrida en casa de Zenarruza (1) en Jujuy; al informar de ello a Rosas se advierte la euforia por el hecho, que además aseguraba el fin de esa guerra. El enemigo más temido, Juan Lavalle, el héroe legendario de la Independencia Sudamericana pero extraviado de nuestras guerras civiles, había caído para siempre. Quedaba en Catamarca José Cubas y sus partidarios, comprometidos con la coalición y por lo tanto acusados de traición por su alianza con Francia, y Maza debía, por segunda vez, marchar allí para sofocarla. “Habrá violín y violón”, anunció, y los hubo.
Ya en ocasión de la primera campaña de Catamarca, con fecha abril 23 de 1841, había escrito a Oribe: “Cuando recibí su muy apreciable y me enteré de la maldad y perfidia de los salvajes, mandé fusilar al salvaje Luis Manterola y tres prisioneros más de los del salvaje Córdoba y desde hoy en adelante no daré cuartel a ningún salvaje, este es el premio que deben recibir”. (2)
Maza, al frente del Batallón “Libertad”, intimó la rendición a Cubas, que se había parapetado con seiscientos hombres, y como éste le rechazara, tomó por asalto la ciudad en lo que se conoce como la Batalla de Catamarca, el 29 de octubre de 1841. Cubas, capturado cinco días después, fue pasado por las armas al igual que muchos de sus compañeros.
El coronel Mariano Maza escribió frases apasionadas e irreparables respecto de su acción en la campaña, que lógicamente andando el tiempo se volvieron contra él. Esos escritos, sin embargo, no son como los de Juan Cruz Varela y Salvador María del Carril, asesinos intelectuales de Dorrego, ya que éstos, al incitar a Lavalle, tomaban la precaución uno, de dejar sin firma su carta y el otro, de pedirle que la rompiera, lo cual demuestra que tenían conciencia de su instigación al crimen hecha con frialdad, premeditación y alejados del lugar del peligro.
Maza estaba en medio de la lucha arriesgando su vida, y si bien no lo justificamos, creemos en cambio que debe ser medido con la misma vara que se empleó para otros del “partido de la civilización”, y sobre todo, sostenemos que no puede ser sacado de su época y de las circunstancias históricas que le tocó vivir. Coincidimos con Magariños de Mello cuando dice al respecto: “En realidad fue hombre de mano dura, que hizo sin vacilaciones la guerra a sangre y fuego que impusieron los unitarios”. (3)
Maza, que no era historiador como Mitre, ha sido juzgado tal vez más por lo que escribió que por lo que realmente hizo. Mitre en ese sentido fue muy cuidadoso y no cometió esa imprudencia, pese a que su acción y responsabilidad en la masacre de Villamayor o a través de Arredondo, Sandes, Iseas, Venancio Flores, Ribas y Paunero fue tan dura como la que realizó Maza en Catamarca, y además reiterada. No nos extenderemos en otros ejemplos para no salirnos del tema, pero fueron sin duda muchos y reiterados los casos en el siglo XIX.
La Coalición del Norte había sido vencida, y de Catamarca Maza marchó a incorporarse al Ejército federal que se encontraba en Tucumán, desde donde en marzo de 1842 continuó viaje a Buenos Aires, pasando por Santa Fe que había sido ya recuperada para la causa federal.
En Buenos Aires fue designado por Rosas en el mando interino de la escuadra por ausencia del almirante Guillermo Brown, con el título de “Comandante en Jefe de las Fuerzas Marítimas en Operaciones sobre las de los salvajes unitarios de Montevideo”.
En esa condición condujo una operación naval sobre Montevideo, pero sin poder batir a los buques de Rivera, que eludieron el combate a favor de la poca profundidad del río donde se estacionaron y se cubrieron detrás de buques con banderas de países neutrales.
Al término de estas operaciones entrega nuevamente el mando al almirante Brown, vencedor en “Costa Brava” de la escuadra comandada por Giuseppe Garibaldi, hecho de armas silenciado por ciertos historiógrafos liberales del almirante, a quien dan por muerto, históricamente, en la guerra con el Brasil, no obstante la importancia de sus servicios durante el gobierno de Rosas.
En octubre de 1842 Maza vuelve a embarcar con destino a Entre Ríos, a fin de reforzar el Ejército Federal, y participará en la batalla de Arroyo Grande, el 6 de diciembre de ese año, al frente del Batallón Libertad.
La prudencia y las nociones más elementales de estrategia le aconsejaban a Fructuoso Rivera conservar su línea del Uruguay, que era el punto de mira de su enemigo para invadir el territorio oriental; en vez de avanzar sobre Entre Ríos para comprometer en una batalla decisiva todas sus fuerzas cuya mayor parte se le incorporaban recién, formando con las que trajo consigo una masa indisciplinada, sin cohesión ni unidad, que es lo que constituye el verdadero poder de un ejército. (5) De su parte Oribe se movió de su campo de las Conchillas y el 5 de diciembre se situó a poco más de dos leguas de las puntas del Arroyo Grande. Al sur de este punto se encontraba Rivera cuando fuerzas de su vanguardia, al mando del coronel Baez, le dieron parte de la proximidad del enemigo.
Aunque esto debió sorprenderle demasiado, Rivera se preparó a la batalla, corriéndose a su derecha y apoyando la cabeza de esta ala sobre el mismo Arroyo Grande. Constaba su línea de 8.000 soldados, 2.000 de infantería, 5.500 de caballería y 16 cañones, así colocados: derecha, las divisiones orientales y algunos correntinos al mando de los generales Aguiar y Avalos; centro, la artillería, y brigadas de infantería a ambos flancos, al mando de los coroneles Chilavert, Lavandera y Blanco; izquierda, la caballería correntina, santafecina y entrerriana al mando de los generales Ramírez, López y Galván. El ejército de Oribe, fuerte de 8.500 hombres, se corrió sobre su izquierda, ocultando este movimiento con las maniobras de la caballería de vanguardia, y quedó formado así: derecha, divisiones de caballería al mando de los coroneles Granada, Bustos, García, González (Bernardo), Bárcena y Galarza, y una columna flanqueadora mandada por el general Ignacio Oribe, todo a las órdenes del general Urquiza; centro, brigada de artillería al mando de los mayores Carbone y Castro; los batallones con su dotación de artillería mandados por los coroneles Costa, Maza, Rincón Domínguez y Ramos, y todo a las órdenes del general Pacheco; izquierda, división de caballería al mando de los coroneles Laprida y Losa, comandantes Lamela, Arias, Castro, Albornoz y Frías, bajo las órdenes del coronel José María Flores. Una columna flanqueadora a cargo del general Servando Gómez. Además tres reservas mandadas por los coroneles Urdinarrain, Olivera y Arredondo.
La batalla de Arroyo Grande se inició de ambas partes en las primeras horas de la mañana del 6 de diciembre. El ejército aliado de Rivera, de Ferré y de López luchó desesperadamente; pero los regimientos y batallones federales, guiados por jefes que habían acreditado su pericia y su valor en la campaña de los Andes, del Brasil y del Desierto, consiguieron con sacrificio ventajas importantes de las que Oribe supo aprovechar. La carga de las caballerías de Rivera fue bien sostenida al principio; que algunos escuadrones de la izquierda federal se desorganizaron, envolviendo consigo otras fuerzas. Pero Oribe lanzó sus reservas sobre los extremos izquierdo y derecho de Rivera; y toda esa enorme masa de caballería que se confundió en sangriento torbellino, quedó reducida después de media hora a la que formaba las filas clareadas de los vencedores. Las dos alas del ejército de Rivera quedaron fuera de combate, dispersas o aniquiladas. Después de hacer jugar convenientemente su artillería, Oribe mandó al centro cargar a la bayoneta. Fue la artillería de Chilavert y las infanterías de Lavandera y Blanco las que sostuvieron este último ataque, hasta caer en poder del ejército federal, juntamente con el parque, bagajes y caballadas de los aliados. En cuanto a Rivera huyó del campo de batalla arrojando su chaqueta bordada, su espada y sus pistolas, todo lo cual se ha conservado hasta hace poco en el museo de Buenos Aires (6)
Cuatro mil hombres que lanzó Oribe en todas direcciones acuchillaron los restos de las caballerías aliadas. Todo se perdió en ese día memorable, dice uno de los principales jefes orientales de la subsiguiente defensa de Montevideo, sin que se pudiera decir lo que Francisco I escribía a su madre después de la batalla de Pavía: “Todo se ha perdido menos el honor”. Allí el monarca cayendo prisionero había acreditado que si la fortuna no favoreció sus armas, el valor había hecho su oficio. Aquí el general, temiendo más el riesgo de su vida que la tremenda responsabilidad de la de los soldados puestos a su cargo, se separó de su ejército cuando estaba todavía indecisa la victoria, dejando en el campo de batalla masas enteras que con menos cobardía, alguna serenidad y algunas ideas estratégicas, hubieran podido salvar o impedir, cuando menos, que fuesen impunemente acuchilladas (7)
Todo lo perdió Rivera en ese día, desbaratando por sus propias manos los cuantiosos recursos que arrebató de las manos expertas del general Paz cuando, torpemente celoso de la superioridad de éste, lo vio protestar en nombre del patriotismo argentino, contra su dorado sueño de anexar al Estado del Uruguay las provincias de Entre Ríos, Corrientes y el Paraguay. En los campos del Arroyo Grande, regado con abundante sangre de vencedores y vencidos, quedó sepultada esa dañina aspiración de Rivera; por más que la persiguieran todavía hasta el año 1846 algunos argentinos extraviados en consorcio con la diplomacia británica y brasilera.
La batalla de Arroyo Grande constituye un hecho de trascendental importancia en la vida de nuestra Patria, y sólo es explicable su desconocimiento u olvido por el sectarismo que ha caracterizado a la historiografía oficial de la Argentina.
En Arroyo Grande se jugó la integridad del territorio nacional, y una derrota hubiera significado la pérdida de Entre Ríos y Corrientes, pues el designio de Fructuoso Rivera y de algunos argentinos era que el río Paraná fuera el límite internacional, anexando la Mesopotamia Argentina al Estado Oriental. Los directoriales de Buenos Aires, origen del partido unitario, habían hecho este ofrecimiento a Artigas hacía más de veinte años, y el caudillo federal lo había rechazado, consecuente con su ideal de la patria grande. Así los unitarios, por su parte, también eran consecuentes con sus propios antecedentes.
(1) Por error se dice Zenavilla, repitiendo al Gral Oribe que, tal vez influido por la existencia de ese apellido en el Uruguay así lo consignó equivocadamente en lugar de Zenarruza, familia tradicional de Jujuy.
(2) Citado por Magariños de Mello en “El gobierno del Cerrito”, Tomo II, página 1030-31.
(3) Misma obra, Tomo II, página 1030.
(4) Citado por Vicente D. Sierra en “Historia de la Argentina”, Tomo IX, página 123.
(5) ”Rivera no conocía esas tropas porque jamás las había visto, ni a los jefes que las mandaban, -dice el general riverista César Díaz, refiriéndose a las fuerzas correntinas y santafecinas que se incorporaron días antes de la batalla de Arroyo Grande- ignoraba su importancia respectiva y no podía por consiguiente darles una aplicación oportuna en las horas solemnes del combate. Necesitaba haberse tomado algún tiempo, algunos días al menos, para inspeccionarlas, conocer su espíritu, habituarlas a su mando y uniformarlas al régimen de los demás cuerpos; establecer en suma la confianza mutua que debe existir entre el general y el ejército, sin la cual es muy difícil vencer; y en una palabra, hacer todo cuanto la estrategia prescribe y la responsabilidad del mando aconseja, antes de decidirse a la operación más terrible y trascendental de cuantas se conocen”. (Véase Memorias del general César Díaz, página 48).
(6)Parte de Oribe a Rosas fechado en la costa del Uruguay y cartas correlativas de los generales Echagüe, Pacheco y Urquiza, publicadas en La Gaceta Mercantil del 15 de diciembre de 1842 y 23 de marzo de 1843. (Véase Memorias del general César Díaz).
(7)El general César Díaz, Memorias, página 50.
Fuente
Baldrich, Fernando Amadeo de – El coronel Mariano Maza.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina – Ed. El Ateneo – Buenos Aires (1951).
Todo es Historia – Nº 79 – Buenos Aires, Diciembre de 1973.
Batalla de Arroyo Grande, 6 de diciembre de 1842
Revisionistas
El mismo día en que el gobernador federal de Catamarca, Cnel. Juan Eusebio Balboa había sido depuesto por José Cubas, uno de los jefes de la coalición del Norte, Lavalle era derrotado en Famaillá por Oribe, cinco días antes de que lo fuera Lamadrid en Rodeo del Medio por Pacheco. Vencido Lavalle, las horas del gobierno impuesto por Lamadrid en Catamarca estaban contadas.
Inmediatamente el coronel Mariano Maza se dirige a Catamarca, y estando en camino a ella se entera de la muerte de Lavalle ocurrida en casa de Zenarruza (1) en Jujuy; al informar de ello a Rosas se advierte la euforia por el hecho, que además aseguraba el fin de esa guerra. El enemigo más temido, Juan Lavalle, el héroe legendario de la Independencia Sudamericana pero extraviado de nuestras guerras civiles, había caído para siempre. Quedaba en Catamarca José Cubas y sus partidarios, comprometidos con la coalición y por lo tanto acusados de traición por su alianza con Francia, y Maza debía, por segunda vez, marchar allí para sofocarla. “Habrá violín y violón”, anunció, y los hubo.
Ya en ocasión de la primera campaña de Catamarca, con fecha abril 23 de 1841, había escrito a Oribe: “Cuando recibí su muy apreciable y me enteré de la maldad y perfidia de los salvajes, mandé fusilar al salvaje Luis Manterola y tres prisioneros más de los del salvaje Córdoba y desde hoy en adelante no daré cuartel a ningún salvaje, este es el premio que deben recibir”. (2)
Batalla de Catamarca
Maza, al frente del Batallón “Libertad”, intimó la rendición a Cubas, que se había parapetado con seiscientos hombres, y como éste le rechazara, tomó por asalto la ciudad en lo que se conoce como la Batalla de Catamarca, el 29 de octubre de 1841. Cubas, capturado cinco días después, fue pasado por las armas al igual que muchos de sus compañeros.
El coronel Mariano Maza escribió frases apasionadas e irreparables respecto de su acción en la campaña, que lógicamente andando el tiempo se volvieron contra él. Esos escritos, sin embargo, no son como los de Juan Cruz Varela y Salvador María del Carril, asesinos intelectuales de Dorrego, ya que éstos, al incitar a Lavalle, tomaban la precaución uno, de dejar sin firma su carta y el otro, de pedirle que la rompiera, lo cual demuestra que tenían conciencia de su instigación al crimen hecha con frialdad, premeditación y alejados del lugar del peligro.
Maza estaba en medio de la lucha arriesgando su vida, y si bien no lo justificamos, creemos en cambio que debe ser medido con la misma vara que se empleó para otros del “partido de la civilización”, y sobre todo, sostenemos que no puede ser sacado de su época y de las circunstancias históricas que le tocó vivir. Coincidimos con Magariños de Mello cuando dice al respecto: “En realidad fue hombre de mano dura, que hizo sin vacilaciones la guerra a sangre y fuego que impusieron los unitarios”. (3)
Maza, que no era historiador como Mitre, ha sido juzgado tal vez más por lo que escribió que por lo que realmente hizo. Mitre en ese sentido fue muy cuidadoso y no cometió esa imprudencia, pese a que su acción y responsabilidad en la masacre de Villamayor o a través de Arredondo, Sandes, Iseas, Venancio Flores, Ribas y Paunero fue tan dura como la que realizó Maza en Catamarca, y además reiterada. No nos extenderemos en otros ejemplos para no salirnos del tema, pero fueron sin duda muchos y reiterados los casos en el siglo XIX.
La Coalición del Norte había sido vencida, y de Catamarca Maza marchó a incorporarse al Ejército federal que se encontraba en Tucumán, desde donde en marzo de 1842 continuó viaje a Buenos Aires, pasando por Santa Fe que había sido ya recuperada para la causa federal.
En Buenos Aires fue designado por Rosas en el mando interino de la escuadra por ausencia del almirante Guillermo Brown, con el título de “Comandante en Jefe de las Fuerzas Marítimas en Operaciones sobre las de los salvajes unitarios de Montevideo”.
En esa condición condujo una operación naval sobre Montevideo, pero sin poder batir a los buques de Rivera, que eludieron el combate a favor de la poca profundidad del río donde se estacionaron y se cubrieron detrás de buques con banderas de países neutrales.
Al término de estas operaciones entrega nuevamente el mando al almirante Brown, vencedor en “Costa Brava” de la escuadra comandada por Giuseppe Garibaldi, hecho de armas silenciado por ciertos historiógrafos liberales del almirante, a quien dan por muerto, históricamente, en la guerra con el Brasil, no obstante la importancia de sus servicios durante el gobierno de Rosas.
En octubre de 1842 Maza vuelve a embarcar con destino a Entre Ríos, a fin de reforzar el Ejército Federal, y participará en la batalla de Arroyo Grande, el 6 de diciembre de ese año, al frente del Batallón Libertad.
Acciones preliminares del combate
La prudencia y las nociones más elementales de estrategia le aconsejaban a Fructuoso Rivera conservar su línea del Uruguay, que era el punto de mira de su enemigo para invadir el territorio oriental; en vez de avanzar sobre Entre Ríos para comprometer en una batalla decisiva todas sus fuerzas cuya mayor parte se le incorporaban recién, formando con las que trajo consigo una masa indisciplinada, sin cohesión ni unidad, que es lo que constituye el verdadero poder de un ejército. (5) De su parte Oribe se movió de su campo de las Conchillas y el 5 de diciembre se situó a poco más de dos leguas de las puntas del Arroyo Grande. Al sur de este punto se encontraba Rivera cuando fuerzas de su vanguardia, al mando del coronel Baez, le dieron parte de la proximidad del enemigo.
Aunque esto debió sorprenderle demasiado, Rivera se preparó a la batalla, corriéndose a su derecha y apoyando la cabeza de esta ala sobre el mismo Arroyo Grande. Constaba su línea de 8.000 soldados, 2.000 de infantería, 5.500 de caballería y 16 cañones, así colocados: derecha, las divisiones orientales y algunos correntinos al mando de los generales Aguiar y Avalos; centro, la artillería, y brigadas de infantería a ambos flancos, al mando de los coroneles Chilavert, Lavandera y Blanco; izquierda, la caballería correntina, santafecina y entrerriana al mando de los generales Ramírez, López y Galván. El ejército de Oribe, fuerte de 8.500 hombres, se corrió sobre su izquierda, ocultando este movimiento con las maniobras de la caballería de vanguardia, y quedó formado así: derecha, divisiones de caballería al mando de los coroneles Granada, Bustos, García, González (Bernardo), Bárcena y Galarza, y una columna flanqueadora mandada por el general Ignacio Oribe, todo a las órdenes del general Urquiza; centro, brigada de artillería al mando de los mayores Carbone y Castro; los batallones con su dotación de artillería mandados por los coroneles Costa, Maza, Rincón Domínguez y Ramos, y todo a las órdenes del general Pacheco; izquierda, división de caballería al mando de los coroneles Laprida y Losa, comandantes Lamela, Arias, Castro, Albornoz y Frías, bajo las órdenes del coronel José María Flores. Una columna flanqueadora a cargo del general Servando Gómez. Además tres reservas mandadas por los coroneles Urdinarrain, Olivera y Arredondo.
Inicio de la batalla
La batalla de Arroyo Grande se inició de ambas partes en las primeras horas de la mañana del 6 de diciembre. El ejército aliado de Rivera, de Ferré y de López luchó desesperadamente; pero los regimientos y batallones federales, guiados por jefes que habían acreditado su pericia y su valor en la campaña de los Andes, del Brasil y del Desierto, consiguieron con sacrificio ventajas importantes de las que Oribe supo aprovechar. La carga de las caballerías de Rivera fue bien sostenida al principio; que algunos escuadrones de la izquierda federal se desorganizaron, envolviendo consigo otras fuerzas. Pero Oribe lanzó sus reservas sobre los extremos izquierdo y derecho de Rivera; y toda esa enorme masa de caballería que se confundió en sangriento torbellino, quedó reducida después de media hora a la que formaba las filas clareadas de los vencedores. Las dos alas del ejército de Rivera quedaron fuera de combate, dispersas o aniquiladas. Después de hacer jugar convenientemente su artillería, Oribe mandó al centro cargar a la bayoneta. Fue la artillería de Chilavert y las infanterías de Lavandera y Blanco las que sostuvieron este último ataque, hasta caer en poder del ejército federal, juntamente con el parque, bagajes y caballadas de los aliados. En cuanto a Rivera huyó del campo de batalla arrojando su chaqueta bordada, su espada y sus pistolas, todo lo cual se ha conservado hasta hace poco en el museo de Buenos Aires (6)
Cuatro mil hombres que lanzó Oribe en todas direcciones acuchillaron los restos de las caballerías aliadas. Todo se perdió en ese día memorable, dice uno de los principales jefes orientales de la subsiguiente defensa de Montevideo, sin que se pudiera decir lo que Francisco I escribía a su madre después de la batalla de Pavía: “Todo se ha perdido menos el honor”. Allí el monarca cayendo prisionero había acreditado que si la fortuna no favoreció sus armas, el valor había hecho su oficio. Aquí el general, temiendo más el riesgo de su vida que la tremenda responsabilidad de la de los soldados puestos a su cargo, se separó de su ejército cuando estaba todavía indecisa la victoria, dejando en el campo de batalla masas enteras que con menos cobardía, alguna serenidad y algunas ideas estratégicas, hubieran podido salvar o impedir, cuando menos, que fuesen impunemente acuchilladas (7)
Todo lo perdió Rivera en ese día, desbaratando por sus propias manos los cuantiosos recursos que arrebató de las manos expertas del general Paz cuando, torpemente celoso de la superioridad de éste, lo vio protestar en nombre del patriotismo argentino, contra su dorado sueño de anexar al Estado del Uruguay las provincias de Entre Ríos, Corrientes y el Paraguay. En los campos del Arroyo Grande, regado con abundante sangre de vencedores y vencidos, quedó sepultada esa dañina aspiración de Rivera; por más que la persiguieran todavía hasta el año 1846 algunos argentinos extraviados en consorcio con la diplomacia británica y brasilera.
Consecuencias
La batalla de Arroyo Grande constituye un hecho de trascendental importancia en la vida de nuestra Patria, y sólo es explicable su desconocimiento u olvido por el sectarismo que ha caracterizado a la historiografía oficial de la Argentina.
En Arroyo Grande se jugó la integridad del territorio nacional, y una derrota hubiera significado la pérdida de Entre Ríos y Corrientes, pues el designio de Fructuoso Rivera y de algunos argentinos era que el río Paraná fuera el límite internacional, anexando la Mesopotamia Argentina al Estado Oriental. Los directoriales de Buenos Aires, origen del partido unitario, habían hecho este ofrecimiento a Artigas hacía más de veinte años, y el caudillo federal lo había rechazado, consecuente con su ideal de la patria grande. Así los unitarios, por su parte, también eran consecuentes con sus propios antecedentes.
Referencias
(1) Por error se dice Zenavilla, repitiendo al Gral Oribe que, tal vez influido por la existencia de ese apellido en el Uruguay así lo consignó equivocadamente en lugar de Zenarruza, familia tradicional de Jujuy.
(2) Citado por Magariños de Mello en “El gobierno del Cerrito”, Tomo II, página 1030-31.
(3) Misma obra, Tomo II, página 1030.
(4) Citado por Vicente D. Sierra en “Historia de la Argentina”, Tomo IX, página 123.
(5) ”Rivera no conocía esas tropas porque jamás las había visto, ni a los jefes que las mandaban, -dice el general riverista César Díaz, refiriéndose a las fuerzas correntinas y santafecinas que se incorporaron días antes de la batalla de Arroyo Grande- ignoraba su importancia respectiva y no podía por consiguiente darles una aplicación oportuna en las horas solemnes del combate. Necesitaba haberse tomado algún tiempo, algunos días al menos, para inspeccionarlas, conocer su espíritu, habituarlas a su mando y uniformarlas al régimen de los demás cuerpos; establecer en suma la confianza mutua que debe existir entre el general y el ejército, sin la cual es muy difícil vencer; y en una palabra, hacer todo cuanto la estrategia prescribe y la responsabilidad del mando aconseja, antes de decidirse a la operación más terrible y trascendental de cuantas se conocen”. (Véase Memorias del general César Díaz, página 48).
(6)Parte de Oribe a Rosas fechado en la costa del Uruguay y cartas correlativas de los generales Echagüe, Pacheco y Urquiza, publicadas en La Gaceta Mercantil del 15 de diciembre de 1842 y 23 de marzo de 1843. (Véase Memorias del general César Díaz).
(7)El general César Díaz, Memorias, página 50.
Fuente
Baldrich, Fernando Amadeo de – El coronel Mariano Maza.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina – Ed. El Ateneo – Buenos Aires (1951).
Todo es Historia – Nº 79 – Buenos Aires, Diciembre de 1973.
viernes, 25 de marzo de 2016
PGM: ¿Porque Alemania prohibió las salchichas?
¿POR QUÉ SE PROHIBIERON LAS SALCHICHAS EN ALEMANIA DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL?
JAVIER SANZ — Historias de la Historia
Como en muchas otras ocasiones, los conflictos bélicos han servido para que la imaginación se disparase a la hora de crear nuevos dispositivos que diesen una ventaja sobre el enemigo. El dirigible, también llamado zepelín por la popularidad del modelo construido por el militar e industrial alemán Ferdinarnd von Zeppelin, se utilizaba desde comienzos del siglo XIX para el transporte de mercancías y, sobre todo, de viajeros. El ejército alemán pensó que con los zepelines podría atacar el corazón de los ingleses, Londres. Desde 1915, los dirigibles comenzaron el bombardeo de Londres y aunque, en teoría, tenían gran poder de destrucción también eran tremendamente imprecisos. La ventaja que tenían al volar tan alto, que les permitía mantenerse alejados de las defensas antiaéreas y de los cazas británicos, se convertía en un obstáculo a la hora de poder hacer diana en sus objetivos. La realidad es que el daño físico causado por estos bombardeos -1.500 personas entre 1915 y 1917- fue menor que el miedo psicológico que provocaban entre la población (por las noches incluso se prohibía encender cualquier tipo de luz, llegando al extremo de ser arrestados por encender un cigarrillo en las calles de Londres).
Los alemanes tenía grandes esperanzas en estas enormes aeronaves, que podían transportar grandes cantidades de bombas y que alcanzaban los 80 kilómetros por hora. Su forma básica exterior era un largo cilindro con los extremos afilados, y en su interior, una estructura rígida sostenía múltiples globos de gas, generalmente hidrógeno. Estas bolsas de gas se fabricaban con la piel de los intestinos de las vacas, una piel fuerte y a la vez delgada. Se estima que eran necesarias 250.000 vacas para construir las bolsas de gas de un solo Zeppelín. Para el final de la guerra, los alemanes habían construido 140 aeronaves, lo que requería las entrañas de al menos 35 millones de vacas. Pero los intestinos de vaca también se utilizaban para la envoltura de las salchichas, tan populares en Alemania, por lo que los militares alemanes, seguro que muy a su pesar, se vieron obligados a tomar una drástica y antipopular medida en favor de la ansiada victoria final: prohibir la fabricación y el consumo de salchichas y de otros tipos de embutidos similares, reservando todos los intestinos de vaca posibles a la exclusiva fabricación de bolsas de gas para sus zepelines. De esta manera, la prohibición se extendió no sólo en Alemania sino también en cualquier otro lugar bajo control alemán como Austria, Polonia y el norte de Francia.
Y aunque parezca fácil derribar un dirigible, no fue así… hasta que Jim Buckingham diseñó las balas incendiarias. Hasta ese momento, con un disparo o una ráfaga con balas convencionales a un globo de hidrógeno sólo se conseguían orificios por los que se perdía una pequeña parte del gas, pero no derribarlos. Con las balas incendiarias las cosas cambiaron y los dirigibles ya se pudieron derribar: primero se agujereaban los globos con munición normal, lo que permitía que el oxígeno se mezclase con el hidrógeno, y después se disparaban las balas incendiarias que hacían arder los globos.
Fuente: ¡Fuego a discreción!
JAVIER SANZ — Historias de la Historia
Como en muchas otras ocasiones, los conflictos bélicos han servido para que la imaginación se disparase a la hora de crear nuevos dispositivos que diesen una ventaja sobre el enemigo. El dirigible, también llamado zepelín por la popularidad del modelo construido por el militar e industrial alemán Ferdinarnd von Zeppelin, se utilizaba desde comienzos del siglo XIX para el transporte de mercancías y, sobre todo, de viajeros. El ejército alemán pensó que con los zepelines podría atacar el corazón de los ingleses, Londres. Desde 1915, los dirigibles comenzaron el bombardeo de Londres y aunque, en teoría, tenían gran poder de destrucción también eran tremendamente imprecisos. La ventaja que tenían al volar tan alto, que les permitía mantenerse alejados de las defensas antiaéreas y de los cazas británicos, se convertía en un obstáculo a la hora de poder hacer diana en sus objetivos. La realidad es que el daño físico causado por estos bombardeos -1.500 personas entre 1915 y 1917- fue menor que el miedo psicológico que provocaban entre la población (por las noches incluso se prohibía encender cualquier tipo de luz, llegando al extremo de ser arrestados por encender un cigarrillo en las calles de Londres).
Los alemanes tenía grandes esperanzas en estas enormes aeronaves, que podían transportar grandes cantidades de bombas y que alcanzaban los 80 kilómetros por hora. Su forma básica exterior era un largo cilindro con los extremos afilados, y en su interior, una estructura rígida sostenía múltiples globos de gas, generalmente hidrógeno. Estas bolsas de gas se fabricaban con la piel de los intestinos de las vacas, una piel fuerte y a la vez delgada. Se estima que eran necesarias 250.000 vacas para construir las bolsas de gas de un solo Zeppelín. Para el final de la guerra, los alemanes habían construido 140 aeronaves, lo que requería las entrañas de al menos 35 millones de vacas. Pero los intestinos de vaca también se utilizaban para la envoltura de las salchichas, tan populares en Alemania, por lo que los militares alemanes, seguro que muy a su pesar, se vieron obligados a tomar una drástica y antipopular medida en favor de la ansiada victoria final: prohibir la fabricación y el consumo de salchichas y de otros tipos de embutidos similares, reservando todos los intestinos de vaca posibles a la exclusiva fabricación de bolsas de gas para sus zepelines. De esta manera, la prohibición se extendió no sólo en Alemania sino también en cualquier otro lugar bajo control alemán como Austria, Polonia y el norte de Francia.
Y aunque parezca fácil derribar un dirigible, no fue así… hasta que Jim Buckingham diseñó las balas incendiarias. Hasta ese momento, con un disparo o una ráfaga con balas convencionales a un globo de hidrógeno sólo se conseguían orificios por los que se perdía una pequeña parte del gas, pero no derribarlos. Con las balas incendiarias las cosas cambiaron y los dirigibles ya se pudieron derribar: primero se agujereaban los globos con munición normal, lo que permitía que el oxígeno se mezclase con el hidrógeno, y después se disparaban las balas incendiarias que hacían arder los globos.
Fuente: ¡Fuego a discreción!
jueves, 24 de marzo de 2016
Guerra contra la Subversión: La hipocresía sobre Videla
Hipocresías sobre Videla
El autor de Disposición Final adelanta la versión definitiva del libro. El relanzado debate sobre la cantidad de desaparecidos.
Por Ceferino Reato* - Perfil
Cuarenta años atrás no había encuestas políticas y eso nos ahorra una vergüenza extra: sabemos que el último golpe de Estado fue recibido con alivio por muchos argentinos que estaban hartos de la presidenta Isabel Perón, pero siempre podemos discutir cuántos eran o bien atribuir esa ignominia a los medios de comunicación. Vivezas de una sociedad que no se hace cargo. Fue el golpe más organizado de la historia; el ex dictador Jorge Rafael Videla me dijo que hasta planificaron la “Operación Bolsa”, que consistía en la detención de 400 personas “que tenían una cierta ascendencia para generar reacciones contra nosotros. Pensábamos en una reacción, sobre todo del gremialismo más ortodoxo, más peronista, pero no pasó nada. No se disparó un tiro”.
La propia Isabelita pensaba que correrían “ríos de sangre cuando la gente salga a las calles a defenderme”; se equivocó. Muchos jugaron a favor de Videla, incluso los dos grupos guerrilleros más poderosos —Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo—; creían que el golpe que aceleraría la revolución socialista porque el pueblo descubriría que los militares eran el brazo armado de la oligarquía y el imperialismo yanqui.
Pero eso no se puede decir mucho porque el kirchnerismo —esa coalición en la que participan tantos dirigentes de los derechos humanos— construyó una versión de la violencia política de los setenta que incluye sólo los delitos perpetrados por grupos paraestatales como la Triple A en los gobiernos peronistas entre 1973 y 1976, o desde el Estado durante la dictadura.
Y porque el presidente Mauricio Macri y los dirigentes de Cambiemos eluden ese debate: es mejor concentrarse en los derechos humanos del presente, dicen. Sienten que en la discusión sobre el pasado reciente pierden más de lo que ganan. Les pasa también a los dirigentes del Partido Popular en España con relación a la Guerra Civil y a la dictadura de Francisco Franco.
A la historia no le importan los juegos de la política. La historia busca la verdad; nos dice que en nuestro país el culto a la democracia y el respeto a los derechos humanos son conquistas recientes, posteriores a la matanza de las “7 u 8 mil personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión”, como admitió Videla en mi libro “Disposición Final”.
Otra conquista popular es la impugnación del terrorismo de Estado, del asalto al aparato estatal para violar los derechos más elementales de un sector social. En eso tuvo mucho que ver el presidente Raúl Alfonsín con la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), la publicación del “Nunca Más” y el juicio a las tres primeras juntas militares.
Además, la inédita confesión de Videla sobre los desaparecidos —el eje de “Disposición Final”— disipó dudas e incertidumbres sobre la existencia de un plan sistemático para “eliminar a un número grande de personas”.
Ahora, a 40 años del golpe de Estado, la edición definitiva de ese libro muestra la importancia de que Videla no se haya muerto sin revelar cómo fue la dictadura que encabezó durante cinco años.
Pero, todavía falta aclarar muchas cosas sobre aquel período oscuro. Por ejemplo, ni Hebe de Bonafini ni Estela de Carlotto condenaron nunca la violencia de las guerrillas; es más, cuando pudieron, respaldaron la lucha armada de sus hijos y de sus compañeros.
Recuerdo una reflexión de la viuda del sindicalista José Ignacio Rucci, asesinado en 1973, en plena democracia peronista: “Así que si a mi marido lo mató un grupo determinado van a investigar y castigar, pero si lo mató otro grupo no van a investigar ni castigar. ¿Quién entiende eso?”
La pregunta, inquietante, es la siguiente: la defensa de los derechos humanos, ¿depende de quién los viole?
Tanto falta aclarar que todavía no sabemos la cantidad de víctimas de la dictadura. El kirchnerismo sigue hablando de 30.000 detenidos desaparecidos, pero no aporta una fuente precisa que los avale.
Al contrario de lo que dijo Macri diez días atrás, no se realizaron diferentes investigaciones que arrojaron números diversos, ahora en disputa; hubo una sola, la que realizó la Conadep y resultó en el “Nunca Más”, cuya versión actualizada, elaborada en pleno gobierno de Néstor Kirchner, indica que hubo 6.415 desaparecidos y 743 muertos por “ejecución sumaria”; 7.158 personas en total.
¿Cuántos años más necesitaremos para aclarar nuestro pasado reciente?
El autor de Disposición Final adelanta la versión definitiva del libro. El relanzado debate sobre la cantidad de desaparecidos.
Por Ceferino Reato* - Perfil
Cuarenta años atrás no había encuestas políticas y eso nos ahorra una vergüenza extra: sabemos que el último golpe de Estado fue recibido con alivio por muchos argentinos que estaban hartos de la presidenta Isabel Perón, pero siempre podemos discutir cuántos eran o bien atribuir esa ignominia a los medios de comunicación. Vivezas de una sociedad que no se hace cargo. Fue el golpe más organizado de la historia; el ex dictador Jorge Rafael Videla me dijo que hasta planificaron la “Operación Bolsa”, que consistía en la detención de 400 personas “que tenían una cierta ascendencia para generar reacciones contra nosotros. Pensábamos en una reacción, sobre todo del gremialismo más ortodoxo, más peronista, pero no pasó nada. No se disparó un tiro”.
La propia Isabelita pensaba que correrían “ríos de sangre cuando la gente salga a las calles a defenderme”; se equivocó. Muchos jugaron a favor de Videla, incluso los dos grupos guerrilleros más poderosos —Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo—; creían que el golpe que aceleraría la revolución socialista porque el pueblo descubriría que los militares eran el brazo armado de la oligarquía y el imperialismo yanqui.
Pero eso no se puede decir mucho porque el kirchnerismo —esa coalición en la que participan tantos dirigentes de los derechos humanos— construyó una versión de la violencia política de los setenta que incluye sólo los delitos perpetrados por grupos paraestatales como la Triple A en los gobiernos peronistas entre 1973 y 1976, o desde el Estado durante la dictadura.
Y porque el presidente Mauricio Macri y los dirigentes de Cambiemos eluden ese debate: es mejor concentrarse en los derechos humanos del presente, dicen. Sienten que en la discusión sobre el pasado reciente pierden más de lo que ganan. Les pasa también a los dirigentes del Partido Popular en España con relación a la Guerra Civil y a la dictadura de Francisco Franco.
A la historia no le importan los juegos de la política. La historia busca la verdad; nos dice que en nuestro país el culto a la democracia y el respeto a los derechos humanos son conquistas recientes, posteriores a la matanza de las “7 u 8 mil personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión”, como admitió Videla en mi libro “Disposición Final”.
Otra conquista popular es la impugnación del terrorismo de Estado, del asalto al aparato estatal para violar los derechos más elementales de un sector social. En eso tuvo mucho que ver el presidente Raúl Alfonsín con la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), la publicación del “Nunca Más” y el juicio a las tres primeras juntas militares.
Además, la inédita confesión de Videla sobre los desaparecidos —el eje de “Disposición Final”— disipó dudas e incertidumbres sobre la existencia de un plan sistemático para “eliminar a un número grande de personas”.
Ahora, a 40 años del golpe de Estado, la edición definitiva de ese libro muestra la importancia de que Videla no se haya muerto sin revelar cómo fue la dictadura que encabezó durante cinco años.
Pero, todavía falta aclarar muchas cosas sobre aquel período oscuro. Por ejemplo, ni Hebe de Bonafini ni Estela de Carlotto condenaron nunca la violencia de las guerrillas; es más, cuando pudieron, respaldaron la lucha armada de sus hijos y de sus compañeros.
Recuerdo una reflexión de la viuda del sindicalista José Ignacio Rucci, asesinado en 1973, en plena democracia peronista: “Así que si a mi marido lo mató un grupo determinado van a investigar y castigar, pero si lo mató otro grupo no van a investigar ni castigar. ¿Quién entiende eso?”
La pregunta, inquietante, es la siguiente: la defensa de los derechos humanos, ¿depende de quién los viole?
Tanto falta aclarar que todavía no sabemos la cantidad de víctimas de la dictadura. El kirchnerismo sigue hablando de 30.000 detenidos desaparecidos, pero no aporta una fuente precisa que los avale.
Al contrario de lo que dijo Macri diez días atrás, no se realizaron diferentes investigaciones que arrojaron números diversos, ahora en disputa; hubo una sola, la que realizó la Conadep y resultó en el “Nunca Más”, cuya versión actualizada, elaborada en pleno gobierno de Néstor Kirchner, indica que hubo 6.415 desaparecidos y 743 muertos por “ejecución sumaria”; 7.158 personas en total.
¿Cuántos años más necesitaremos para aclarar nuestro pasado reciente?
miércoles, 23 de marzo de 2016
Guerra del Paraguay: El desbande de Toledo
El destino montonero
Coronel Felipe Varela (1821-1870)
Revisionistas
Como consecuencia de la política mitrista de agresión, absolutamente impopular, el 26 de junio de 1865 el caudillo riojano Aurelio Zalazar, que acababa de llegar conjuntamente con Carlos Angel de Entre Ríos, subleva el contingente de Catuna, en la provincia de La Rioja. Los “reclutados no querían ir a luchar al Paraguay”. Poco le cuesta a Zalazar derrotar al jefe del contingente, al captor del Chacho, comandante Ricardo Vera, y desbandar sus hombres. Se forma así una montonera que operará en La Rioja y Córdoba.
Al caudillo Zalazar se le agregan Ascencio Rivadera y el contingente sublevado por él en Posta de Herrera, población también de la costa de Los Llanos, La Rioja.
Desde el ascenso de Mitre la montonera no ha dejado de inquietar en forma periódica a los oligarcas de Buenos Aires. Definida la lucha Urquiza-Mitre, pugna que se limita a un enfrentamiento por el Poder, Buenos Aires, con el triunfo de Mitre, abre totalmente las compuertas de su Aduana a la penetración mercantil británica, de sus finanzas a la Alta Banca, y de su economía a los ferrocarriles. Esa oligarquía sumisa sólo pide, en cambio, que le dejen engordar vacas y ovejas, para poderlas exportar al mercado británico.
Las provincias quedan así ahogadas por la entrega total que efectúa la minoría porteña. La lucha se centrará, fundamentalmente, entre las montoneras provincianas y la Aduana de Buenos Aires y sus beneficiarios: “… El general Mitre desfiguró la carta democrática (…) Esa reforma dio por fruto el regalo eterno de las rentas nacionales a la ciudad bonaerense, el despojo para siempre de los pobres provincianos, y aún algo más, el empeño de las desgraciadas provincias en más de cien millones, para sostener una guerra contra sus intereses”, sostenía Felipe Varela con razón.
De los mismos documentos mitristas emerge la cuestión nacional aduanera. En 29 de octubre de 1861, Mitre le escribía a Elizalde desde Rosario: “…Para hacerse cargo de la administración de la Aduana, considerándola no como conquista, sino como depósito nacional, era indispensable evitar dos peligros: 1º) Evitar incurrir en el error de una dictadura económica; 2º) Evitar que las Cámaras de Buenos Aires legislasen sobre ella, como si estuviésemos en los tiempos de D. Juan Manuel”. Lo que el gobierno británico buscaba a través de Mitre, era que la legislación aduanera funcionase sobre principios librecambistas con la subsecuente e implacable liquidación de la política económica proteccionista impuesta por Don Juan Manuel de Rosas con sentido nacional.
La Guerra del Paraguay era impopular, económica y patrióticamente. No era ni siquiera aceptable para los humildes integrantes de los contingentes, atraídos por la perspectiva de cobrar los sueldos prometidos y en verdad nunca pagados.
La rebeldía no sólo se manifestaba en el noroeste argentino, la zona más empobrecida del país. El 3 de julio de 1865, se produce en Basualdo, Entre Ríos, la sublevación y desbande de los hombres convocados por Urquiza. Los inspiradores son: Ricardo López Jordán y el edecán de Urquiza, Felipe Varela. Cuatro días después, Linares, jefe del noroeste, y Julio Campos, gobernador de La Rioja, ambos mitristas que buscaban por separado el aniquilamiento de las fuerzas de Zalazar, confundidos libran combate, en la noche, entre sí. Las montoneras actúan como guerrillas, atacan, dan el golpe y desaparecen, llevándose a sus muertos, propalando entre el pueblo sus ideales claros y patrióticos.
El 15 de julio, Campos derrota en Pango a la montonera de Zalazar en cruento y encarnizado combate. En la lucha, es herido de gravedad el jefe montonero de color Carmen Guevara, que dirigiera valientemente a sus hombres. Zalazar se retira hacia Córdoba, donde rehace a sus partidarios. El pueblo, a pesar de su pobreza, alimenta y ayuda a los montoneros. Las fuerzas de Zalazar aumentan con los jóvenes provincianos que se van agregando en cantidad.
Como dijera María Amalia Duarte: “Se comete con ellos la enormidad jurídica de ser juzgados por delitos ajenos a los propios”.
La indignación popular va en aumento. Sin embargo, el mismo día, Zalazar, que venía de ser derrotado por el comandante Irrazábal –asesino del Chacho- es capturado en Tasquina, mientras descansaba bajo unos árboles con veinte hombres, por una partida al mando de Vera.
Zalazar y su puñado de bravos son enviados a La Rioja, para ser juzgados como “criminales”. Simultáneamente, sus lugartenientes, los coroneles Juan Antonio Bamba y Jerónimo Agüero son asesinados. Zalazar permanecerá en la cárcel, hasta enero de 1867, en que escapará para unirse a Varela.
El movimiento de Zalazar era amplio y tendiente a tomar la provincia. La revolución había sido planeada en Concepción del Uruguay. Allí se habían reunido para prepararla, bajo la dirección de Saá y Varela, los montoneros M. Alvarez, Francisco Alvarez, Aurelio Zalazar y Carlos Angel.
Respondiendo al mismo plan, en noviembre de 1865, se subleva en Catamarca el contingente que debe ir al Paraguay. A fin de escarmentarlo, los servidores del mitrismo, sortean un soldado para ser fusilado. Javier Carrizo resulta ser el condenado por el malhadado destino. El contingente marcha desde allí engrillado hacia el Paraguay.
En febrero de 1870, volverá a ver su tierra, sólo la tercera parte de estos “voluntarios” catamarqueños, que fueron al Paraguay.
Soldados “voluntarios”
En cuanto a los riojanos enviados a luchar a los esteros paraguayos, nada mejor que reproducir el testimonio de Juan Esteban Elizondo, “guerrero al Paraguay, con pensión de 60 pesos y 80 años de edad en 1921”. Recordaba Elizondo: “Yo era de 20 años, estuve en San Juan y se ofreció llevar gente para la guerra del Paraguay que en ese tiempo estaba firme; vine a Los Llanos; también allí estaban tomando gente. Estuve muy pobre, sin camisa y nos empezaron a decir que nos presentemos, que no nos harían nada, y así que consentimos en presentarnos más de 600 hombres; estuvimos como una semana hasta que vino un Oficial y dio orden de formar. Así fue que cuando estuvimos formados empezó a recorrer las filas por medio y le dijo a algunos: Salgan al frente y los otros firmes. Los que quedaron firmes los armaron bien para que nos escolten y nos llevaron marchando a un lugar de Los Llanos llamado Salado; íbamos todos en burro, llegamos a Olta, encerramos los burros y nos guardamos en una huerta de higueras. Estuvimos como cuatro, o cinco días para esperar que se aprontaran los que iban a marchar con nosotros; luego cortaron una lonja de largo de una coyunta de los animales que iban matando para hacer colleros de cuatro. Con ellos nos amarraron a todos por la cintura; que el contingente que llevaron más seguro al que pertenecía yo y empezó el sufrimiento; nos llevaron a pie marchando, desde el Salado hasta Córdoba; a algunos se les hinchaban las piernas, y a otros se les hinchaba el estómago y pasaban a morir.
“Después nos encontraron carretas tiradas por bueyes, las llenaban de gente y nos despachaban al Rosario; en Las Tortugas había tren, nos embarcaron en los vagones y llegamos de noche al Rosario donde nos acamparon en un depósito de moler trigo; para el centro estaban los cuarteles llenos de gente; cuando fuimos nosotros, los que estaban allí los marcharon al Paraguay y nosotros ocupamos el Cuartel, ahí nos vistieron con el uniforme correspondiente porque hasta entonces íbamos con las ropas que salimos de Los Llanos.
“Algunos nos sacábamos las camisas y las cambiábamos por pan, íbamos en cuerpo, sin llevar ni un poncho, me acuerdo que la camisa que nos dieron en Los Llanos era de lienzo con puños azules y otro botón, de modo que se nos hizo tira y quedamos con las carnes limpias; de ahí vamos al cuartel, después de darnos los uniformes, nos hacen tartagonear, eso es medirnos el alto; los que éramos iguales íbamos a una compañía, los otros a otra, y así sucesivamente, todos descalzos y formaron cinco compañías; la primera que fue de los Granaderos eran unos soldados sumamente altos, y después nos llevaron a hacer ejercicios, tarde y mañana pero con buena ración, ya todos cargábamos cuchillos, estuvimos un tiempo y el sargento primero que era Agüero que se curó y dijo no iba a ir al Paraguay empezó a resistirse y se comenzó a convidar con la compañía a la que pertenecía a que se sublevasen pero no lo hizo porque lo descubrieron y lo engrillan, pero negaba de tornar y tenía plata (porque jugaba y le ganaba a los otros soldados).
“Llegó un día en que nos embarcaron para el Paraguay y como él se rebeló al llegar a Córdoba, cuando uno de los soldados gritó: “¡Vamos vendidos compañeros!” y aparte de los mismos, a pesar de ir acollarados, consiguió escapar, muriendo en el regreso a su provincia natal, presa de la fiebre amarilla”.
La revolución montonera comienza a extenderse avasalladoramente. El 20 de abril de 1866, desde la Villa de Jáchal, San Juan, el ex gobernador Juan Bernardo (“Berna”) Carrizo, atacó diversas poblaciones, entre ellas Ñoqueve y el Salado, La Rioja, pronunciándose contra el Gobierno, e incorporando a la policía de Los Llanos a su montonera. Perseguido por el comandante Vera, es capturado y fusilado. De nada vale el pedido de clemencia formulado al Gobernador Campos.
Por su parte, el 20 de octubre de 1866, es sofocada en San Juan la rebelión encabezada por el presbítero Emilio Castro Boedo, lúcida y activa cabeza provinciana, uno de los principales asesores de Felipe Varela.
Todas las provincias del noroeste argentino se sienten sacudidas y estimuladas por la heroicidad y audacia nativas. La montonera se mueve todavía en un plano de patriótica, pero absoluta espontaneidad. Será necesaria la elaboración de un maduro plan político para canalizar esa “reacción” de masas, que levanta el igualitario lema “Naides mas que naide”, verdadero desafío a la opresora política de clase inaugurada por la oligarquía porteñista.
Las economías provincianas, a las que estaba ligada la actividad de la montonera, se hallan desgastadas, con un mercado interno liquidado por el librecambismo mitrista, ante la falta de salida de su escasa producción por el litoral mesopotámico, y el fracaso de la tentativa de montar un ferrocarril nacional.
El Banco Nacional creó sucursales en las provincias en 1863. Las mismas abrieron cuentas corrientes solamente a propietarios de bienes raíces. La oligarquía porteña, iba creando así sus canales de comunicación financiera con sus congéneres, los terratenientes provincianos, y sometía de este modo los escasos recursos provinciales a un doble control económico y financiero regulado en última instancia, por Inglaterra, que así confirmaba al país de acuerdo a su política metropolitana.
La penetración bancaria y financiera arrancaba a las poblaciones de su estabilidad social y obligaba a los caudillos a acudir en defensa de ideales nacionales y americanos a la desigual lucha.
Sus pueblos cantarían, a los hombres que no habían podido escapar de las levas mitristas, y que morirían en los esteros paraguayos.
Bien pronto Felipe Varela los plegaría a la guerra nacional contra el Imperio Británico y la servil clase ganadera que lo representaba, en el último y grandioso intento patriótico del interior mediterráneo y sus montoneras contra Buenos Aires.
Duarte, María Amalia – Prisión, exilio y muerte de Ricardo López Jordán- Buenos Aires (1998).
Peña, R. O. y Duhalde. E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975).
Portal www.revisionistas.com.ar
Salduna, Bernardo I. – La rebelión jordanista – Ed. Dunken, Buenos Aires (2005).
Coronel Felipe Varela (1821-1870)
Revisionistas
Como consecuencia de la política mitrista de agresión, absolutamente impopular, el 26 de junio de 1865 el caudillo riojano Aurelio Zalazar, que acababa de llegar conjuntamente con Carlos Angel de Entre Ríos, subleva el contingente de Catuna, en la provincia de La Rioja. Los “reclutados no querían ir a luchar al Paraguay”. Poco le cuesta a Zalazar derrotar al jefe del contingente, al captor del Chacho, comandante Ricardo Vera, y desbandar sus hombres. Se forma así una montonera que operará en La Rioja y Córdoba.
Al caudillo Zalazar se le agregan Ascencio Rivadera y el contingente sublevado por él en Posta de Herrera, población también de la costa de Los Llanos, La Rioja.
Desde el ascenso de Mitre la montonera no ha dejado de inquietar en forma periódica a los oligarcas de Buenos Aires. Definida la lucha Urquiza-Mitre, pugna que se limita a un enfrentamiento por el Poder, Buenos Aires, con el triunfo de Mitre, abre totalmente las compuertas de su Aduana a la penetración mercantil británica, de sus finanzas a la Alta Banca, y de su economía a los ferrocarriles. Esa oligarquía sumisa sólo pide, en cambio, que le dejen engordar vacas y ovejas, para poderlas exportar al mercado británico.
Las provincias quedan así ahogadas por la entrega total que efectúa la minoría porteña. La lucha se centrará, fundamentalmente, entre las montoneras provincianas y la Aduana de Buenos Aires y sus beneficiarios: “… El general Mitre desfiguró la carta democrática (…) Esa reforma dio por fruto el regalo eterno de las rentas nacionales a la ciudad bonaerense, el despojo para siempre de los pobres provincianos, y aún algo más, el empeño de las desgraciadas provincias en más de cien millones, para sostener una guerra contra sus intereses”, sostenía Felipe Varela con razón.
De los mismos documentos mitristas emerge la cuestión nacional aduanera. En 29 de octubre de 1861, Mitre le escribía a Elizalde desde Rosario: “…Para hacerse cargo de la administración de la Aduana, considerándola no como conquista, sino como depósito nacional, era indispensable evitar dos peligros: 1º) Evitar incurrir en el error de una dictadura económica; 2º) Evitar que las Cámaras de Buenos Aires legislasen sobre ella, como si estuviésemos en los tiempos de D. Juan Manuel”. Lo que el gobierno británico buscaba a través de Mitre, era que la legislación aduanera funcionase sobre principios librecambistas con la subsecuente e implacable liquidación de la política económica proteccionista impuesta por Don Juan Manuel de Rosas con sentido nacional.
La Guerra del Paraguay era impopular, económica y patrióticamente. No era ni siquiera aceptable para los humildes integrantes de los contingentes, atraídos por la perspectiva de cobrar los sueldos prometidos y en verdad nunca pagados.
La rebeldía no sólo se manifestaba en el noroeste argentino, la zona más empobrecida del país. El 3 de julio de 1865, se produce en Basualdo, Entre Ríos, la sublevación y desbande de los hombres convocados por Urquiza. Los inspiradores son: Ricardo López Jordán y el edecán de Urquiza, Felipe Varela. Cuatro días después, Linares, jefe del noroeste, y Julio Campos, gobernador de La Rioja, ambos mitristas que buscaban por separado el aniquilamiento de las fuerzas de Zalazar, confundidos libran combate, en la noche, entre sí. Las montoneras actúan como guerrillas, atacan, dan el golpe y desaparecen, llevándose a sus muertos, propalando entre el pueblo sus ideales claros y patrióticos.
El 15 de julio, Campos derrota en Pango a la montonera de Zalazar en cruento y encarnizado combate. En la lucha, es herido de gravedad el jefe montonero de color Carmen Guevara, que dirigiera valientemente a sus hombres. Zalazar se retira hacia Córdoba, donde rehace a sus partidarios. El pueblo, a pesar de su pobreza, alimenta y ayuda a los montoneros. Las fuerzas de Zalazar aumentan con los jóvenes provincianos que se van agregando en cantidad.
Desbande de Toledo
El 8 de noviembre de 1865, se produce el nuevo desbande y sublevación de tropas entrerrianas en Toledo. La mayoría de los soldados desertó, retornando a sus hogares. Se comisionaron oficiales para que se dirijan a los distintos departamentos y se consiguió hacer volver a algunos. Quizás con el fin de probar su lealtad, Urquiza llamó a López Jordán, por entonces retirado en su estancia de Arroyo Grande y le encargó colaborar en la captura de desertores. Le dio órdenes precisas de identificar a los principales promotores de la sedición y mandarlos a San José donde se les formaría consejo de guerra. López Jordan sin embargo eludió cumplir la orden: mandó en lugar de los sediciosos a muchos que estaban presos por delitos comunes, acusándolos de promotores o instigadores de las deserciones. Al llegar a San José fueron juzgados y muchos condenados a muerte y fusilados.Como dijera María Amalia Duarte: “Se comete con ellos la enormidad jurídica de ser juzgados por delitos ajenos a los propios”.
La indignación popular va en aumento. Sin embargo, el mismo día, Zalazar, que venía de ser derrotado por el comandante Irrazábal –asesino del Chacho- es capturado en Tasquina, mientras descansaba bajo unos árboles con veinte hombres, por una partida al mando de Vera.
Zalazar y su puñado de bravos son enviados a La Rioja, para ser juzgados como “criminales”. Simultáneamente, sus lugartenientes, los coroneles Juan Antonio Bamba y Jerónimo Agüero son asesinados. Zalazar permanecerá en la cárcel, hasta enero de 1867, en que escapará para unirse a Varela.
El movimiento de Zalazar era amplio y tendiente a tomar la provincia. La revolución había sido planeada en Concepción del Uruguay. Allí se habían reunido para prepararla, bajo la dirección de Saá y Varela, los montoneros M. Alvarez, Francisco Alvarez, Aurelio Zalazar y Carlos Angel.
Respondiendo al mismo plan, en noviembre de 1865, se subleva en Catamarca el contingente que debe ir al Paraguay. A fin de escarmentarlo, los servidores del mitrismo, sortean un soldado para ser fusilado. Javier Carrizo resulta ser el condenado por el malhadado destino. El contingente marcha desde allí engrillado hacia el Paraguay.
En febrero de 1870, volverá a ver su tierra, sólo la tercera parte de estos “voluntarios” catamarqueños, que fueron al Paraguay.
Soldados “voluntarios”
En cuanto a los riojanos enviados a luchar a los esteros paraguayos, nada mejor que reproducir el testimonio de Juan Esteban Elizondo, “guerrero al Paraguay, con pensión de 60 pesos y 80 años de edad en 1921”. Recordaba Elizondo: “Yo era de 20 años, estuve en San Juan y se ofreció llevar gente para la guerra del Paraguay que en ese tiempo estaba firme; vine a Los Llanos; también allí estaban tomando gente. Estuve muy pobre, sin camisa y nos empezaron a decir que nos presentemos, que no nos harían nada, y así que consentimos en presentarnos más de 600 hombres; estuvimos como una semana hasta que vino un Oficial y dio orden de formar. Así fue que cuando estuvimos formados empezó a recorrer las filas por medio y le dijo a algunos: Salgan al frente y los otros firmes. Los que quedaron firmes los armaron bien para que nos escolten y nos llevaron marchando a un lugar de Los Llanos llamado Salado; íbamos todos en burro, llegamos a Olta, encerramos los burros y nos guardamos en una huerta de higueras. Estuvimos como cuatro, o cinco días para esperar que se aprontaran los que iban a marchar con nosotros; luego cortaron una lonja de largo de una coyunta de los animales que iban matando para hacer colleros de cuatro. Con ellos nos amarraron a todos por la cintura; que el contingente que llevaron más seguro al que pertenecía yo y empezó el sufrimiento; nos llevaron a pie marchando, desde el Salado hasta Córdoba; a algunos se les hinchaban las piernas, y a otros se les hinchaba el estómago y pasaban a morir.
“Después nos encontraron carretas tiradas por bueyes, las llenaban de gente y nos despachaban al Rosario; en Las Tortugas había tren, nos embarcaron en los vagones y llegamos de noche al Rosario donde nos acamparon en un depósito de moler trigo; para el centro estaban los cuarteles llenos de gente; cuando fuimos nosotros, los que estaban allí los marcharon al Paraguay y nosotros ocupamos el Cuartel, ahí nos vistieron con el uniforme correspondiente porque hasta entonces íbamos con las ropas que salimos de Los Llanos.
“Algunos nos sacábamos las camisas y las cambiábamos por pan, íbamos en cuerpo, sin llevar ni un poncho, me acuerdo que la camisa que nos dieron en Los Llanos era de lienzo con puños azules y otro botón, de modo que se nos hizo tira y quedamos con las carnes limpias; de ahí vamos al cuartel, después de darnos los uniformes, nos hacen tartagonear, eso es medirnos el alto; los que éramos iguales íbamos a una compañía, los otros a otra, y así sucesivamente, todos descalzos y formaron cinco compañías; la primera que fue de los Granaderos eran unos soldados sumamente altos, y después nos llevaron a hacer ejercicios, tarde y mañana pero con buena ración, ya todos cargábamos cuchillos, estuvimos un tiempo y el sargento primero que era Agüero que se curó y dijo no iba a ir al Paraguay empezó a resistirse y se comenzó a convidar con la compañía a la que pertenecía a que se sublevasen pero no lo hizo porque lo descubrieron y lo engrillan, pero negaba de tornar y tenía plata (porque jugaba y le ganaba a los otros soldados).
“Llegó un día en que nos embarcaron para el Paraguay y como él se rebeló al llegar a Córdoba, cuando uno de los soldados gritó: “¡Vamos vendidos compañeros!” y aparte de los mismos, a pesar de ir acollarados, consiguió escapar, muriendo en el regreso a su provincia natal, presa de la fiebre amarilla”.
La revolución montonera comienza a extenderse avasalladoramente. El 20 de abril de 1866, desde la Villa de Jáchal, San Juan, el ex gobernador Juan Bernardo (“Berna”) Carrizo, atacó diversas poblaciones, entre ellas Ñoqueve y el Salado, La Rioja, pronunciándose contra el Gobierno, e incorporando a la policía de Los Llanos a su montonera. Perseguido por el comandante Vera, es capturado y fusilado. De nada vale el pedido de clemencia formulado al Gobernador Campos.
Por su parte, el 20 de octubre de 1866, es sofocada en San Juan la rebelión encabezada por el presbítero Emilio Castro Boedo, lúcida y activa cabeza provinciana, uno de los principales asesores de Felipe Varela.
Todas las provincias del noroeste argentino se sienten sacudidas y estimuladas por la heroicidad y audacia nativas. La montonera se mueve todavía en un plano de patriótica, pero absoluta espontaneidad. Será necesaria la elaboración de un maduro plan político para canalizar esa “reacción” de masas, que levanta el igualitario lema “Naides mas que naide”, verdadero desafío a la opresora política de clase inaugurada por la oligarquía porteñista.
Las economías provincianas, a las que estaba ligada la actividad de la montonera, se hallan desgastadas, con un mercado interno liquidado por el librecambismo mitrista, ante la falta de salida de su escasa producción por el litoral mesopotámico, y el fracaso de la tentativa de montar un ferrocarril nacional.
El Banco Nacional creó sucursales en las provincias en 1863. Las mismas abrieron cuentas corrientes solamente a propietarios de bienes raíces. La oligarquía porteña, iba creando así sus canales de comunicación financiera con sus congéneres, los terratenientes provincianos, y sometía de este modo los escasos recursos provinciales a un doble control económico y financiero regulado en última instancia, por Inglaterra, que así confirmaba al país de acuerdo a su política metropolitana.
La penetración bancaria y financiera arrancaba a las poblaciones de su estabilidad social y obligaba a los caudillos a acudir en defensa de ideales nacionales y americanos a la desigual lucha.
Sus pueblos cantarían, a los hombres que no habían podido escapar de las levas mitristas, y que morirían en los esteros paraguayos.
“En el Pueblo el Paraguay
quedaron los batallones
así quedaron difuntos”
A los que en montón y de a caballo cantaban:
“A la bandera de Mitre
a ella no me hei de rendir
Si viviera Peñaloza
por el sí he de morir”
Bien pronto Felipe Varela los plegaría a la guerra nacional contra el Imperio Británico y la servil clase ganadera que lo representaba, en el último y grandioso intento patriótico del interior mediterráneo y sus montoneras contra Buenos Aires.
Fuente
Duarte, María Amalia – Prisión, exilio y muerte de Ricardo López Jordán- Buenos Aires (1998).
Peña, R. O. y Duhalde. E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975).
Portal www.revisionistas.com.ar
Salduna, Bernardo I. – La rebelión jordanista – Ed. Dunken, Buenos Aires (2005).