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jueves, 31 de octubre de 2024

Pueblos originarios: Las casas enterradas de los Sanavirones/Comechingones

Las Casas Subterráneas de los Sanavirones/Comechingones






Para protegerse de los inviernos y refrescar los calurosos veranos los Sanavirones construyeron sus "casas bajo tierra", manteniendo así protegidas a sus familias del sol, la lluvia y de los fuertes vientos del Sur que soplaban en el amplio territorio donde asentaban sus pequeños pueblos (Sur de la Provincia de Santiago del Estero y Norte de la actual Provincia de Córdoba en Argentina).
Según relatan la Crónicas Españolas estás "casa pozo" eran un hogar para varios núcleos familiares, vivían allí abuelos, tíos y sobrinos, alrededor de 15 a 20 personas: "A veces las paredes se compactaron con arcilla más fina, dando como resultado una capa de revestimiento". "Se podía ingresar a ellas al menos con 5 hombres montados en sus caballos".
Las casas semi enterradas de los Sanavirones aunque los Comechingones era en realidad un apodo de los Sanavirones. Quiere decir en su idioma vizcachas, porque vivían en esas cuevas hechas debajo de las piedras. Guardaban mucho similitud con las viviendas del pueblo originario Kaingang, del Sur de Brasil.

miércoles, 30 de octubre de 2024

Conflicto del Beagle: Escenarios de batalla


Playa de desembarco de poco más de un kilómetro al norte de la isla Nueva.

Escenarios de una guerra en el Sur, 1978




Las tensiones entre Argentina y Chile en 1978 por la disputa del Canal Beagle, específicamente la soberanía de las islas Picton, Lennox y Nueva, casi escalaron hasta convertirse en un conflicto a gran escala. El Orden de Batalla (ORBAT) de ambas naciones en ese momento incluía extensas fuerzas navales, aéreas y terrestres preparadas para una posible confrontación. En este análisis, esbozaré el planeado asalto argentino a las islas en disputa y examinaré cuatro escenarios potenciales de escalada del conflicto.

Contexto histórico y ORBAT

A finales de 1978, tanto Argentina como Chile habían movilizado importantes recursos militares en previsión de un posible conflicto. El ORBAT de Argentina incluyó:




ORBAT argentino:

  • Fuerzas Navales: Flota compuesta por destructores, fragatas, corbetas, submarinos, buques anfibios y portaaviones (por ejemplo, ARA Veinticinco de Mayo).
  • Fuerza Aérea: una combinación de aviones Mirage III, A-4 Skyhawk e IAI Dagger (118 aproximadamente), junto con aviones de reconocimiento y transporte (47 aproximadamente).
  • Ejército: varias divisiones que incluyen tropas de montaña, brigadas blindadas (M4 repotenciado como principal tanque) y regimientos de infantería, apoyadas por artillería y unidades logísticas.


ORBAT chileno:

  • Fuerzas navales: una flota más pequeña pero capaz de destructores, fragatas, submarinos y lanchas patrulleras. El único submarino en condiciones de navegabilidad había sido detectado y estaba siendo seguido por submarinos argentinos.
  • Fuerza Aérea: aviones F-5E Tiger II, aviones Hawker Hunter, A-37s (54 a lo máximo) y otros aviones de apoyo (24).
  • Ejército: Unidades bien entrenadas, incluidas brigadas de montaña y de infantería, apoyadas por artillería y unidades blindadas ( pocas decenas de M41 Pershing).


Asalto argentino planificado a las islas Picton, Lennox y Nueva


El plan de Argentina para asaltar las islas probablemente involucraría una operación de armas combinadas, aprovechando su superior poder naval y aéreo para asegurar las islas de manera rápida y decisiva. La operación comenzaría con:

  1. Bombardeo y bloqueo naval: las fuerzas navales argentinas llevarían a cabo un bombardeo inicial de las posiciones chilenas en las islas, seguido de establecer un bloqueo para evitar que los refuerzos chilenos lleguen al área.
  2. Superioridad y apoyo aéreo: La Fuerza Aérea Argentina tendría como objetivo lograr la superioridad aérea sobre el canal, apuntando a bases aéreas chilenas y brindando apoyo aéreo cercano a las fuerzas terrestres.
  3. Asalto anfibio: Fuerzas anfibias, incluida la infantería de marina, desembarcarían en las islas, apoyadas por disparos navales y ataques aéreos. Asegurar las islas rápidamente sería esencial para evitar que Chile montara un contraataque eficaz.
  4. Preparativos defensivos: Una vez aseguradas las islas, las fuerzas argentinas establecerían posiciones defensivas para repeler cualquier contraofensiva chilena.

Análisis de escenarios

Escenario 1: Argentina toma las islas y Chile responde en el área


En este escenario, Chile responde directamente a la toma argentina de las islas con un contraataque concentrado.

  • Respuesta naval chilena: Chile movilizaría su flota para enfrentarse a la armada argentina en el Canal de Beagle. Dada la proximidad de las bases chilenas, sería posible un despliegue rápido. El objetivo sería romper el bloqueo y retomar las islas.
  • Enfrentamientos aéreos: Se producirían intensas batallas aéreas sobre el canal, con ambos lados intentando controlar el espacio aéreo. Los Hunters de Chile se enfrentarían a los Mirages y Daggers argentinos. Los pocos F-5Es chilenos se supone quedarían para defensa de la capital. A los activos aéreos de la FAA se sumarían los activos aéreos del COAN con base en tierra (BAN Río Grande). Ello incluirían T-28 Fennec, Turbo Mentors y Aermacchi MB-326, todos con capacidad de ataque aéreo ligero.
  • Contraofensiva terrestre: los infantes de marina chilenos intentarían defender las fortificaciones de las islas, apoyados por disparos navales y cobertura aérea. Dadas las preparaciones defensivas de Argentina, esto resultaría en una lucha prolongada y sangrienta.
  • Contraofensiva naval argentina: El portaaviones Veinticinco de Mayo y su grupo aéreo de A-4Q podría diezmar a la flota chilena (capacidad observada empíricamente en Malvinas). Ello lo podría hacer de manera impune dada que incapacidad de respuesta submarina chilena. Una vez atacada la flota chilena, los A-4Qs podrían reubicar posición para lanzar ataques a blancos terrestres e infraestructura desde el Sur y Suroeste como factor sorpresa.

Escenario 2: Argentina toma las islas y Chile ataca en el norte (penetración en la provincia de Salta)


Chile podría optar por abrir un nuevo frente en el norte para desviar las fuerzas argentinas.

  • Frente Norte: Las fuerzas chilenas, ¿potencialmente apoyadas por fuerzas internacionales?, lanzarían una ofensiva en la provincia argentina de Salta. El objetivo sería alejar a las tropas argentinas del teatro sur y ejercer presión en un nuevo frente.
  • Respuesta argentina: Argentina tendría que redesplegar unidades de otras regiones, lo que podría debilitar sus defensas en las islas. Se movilizarían tropas de montaña y unidades blindadas para contrarrestar el avance del norte.
  • Compromiso prolongado: El terreno accidentado del norte de Argentina conduciría a un conflicto prolongado y de desgaste, en el que ambas partes enfrentarían importantes desafíos logísticos.






Escenario 3: Argentina toma las islas y ataca por el centro (hacia Santiago), junto con Perú por el norte


Argentina, con potencial apoyo de Perú, abre una campaña en múltiples frentes.

  • Ofensiva Central: Las fuerzas argentinas avanzarían por los Andes hacia Santiago. Esto implicaría una desafiante guerra de montaña, con importantes consideraciones logísticas y de cadena de suministro.
  • Participación peruana: Perú, al entrar en el conflicto, abriría un frente norte contra Chile, añadiendo presión a las defensas chilenas y agotando sus recursos.
  • Defensa chilena: Chile se vería obligado a adoptar una postura defensiva en múltiples frentes. El principal esfuerzo sería proteger a Santiago y al mismo tiempo contener los avances peruanos en el norte.
  • Coordinación aliada: La coordinación entre las fuerzas argentinas y peruanas sería crucial. Si tiene éxito, esto podría abrumar las defensas chilenas, pero la complejidad de las operaciones en múltiples frentes plantearía desafíos importantes.


Caída del Palacio de Gobierno de Punta Arenas a manos de paracaidistas argentinos.

Escenario 4: Chile respondió atacando a través de la Patagonia central y norte


Chile decide atacar territorio argentino en la Patagonia, con el objetivo de capturar lugares estratégicos clave.

  • Ofensiva Patagónica: Las fuerzas chilenas, sin apoyo aéreo ni naval, apuntarían a la Patagonia central y norte, con el objetivo de capturar Comodoro Rivadavia y Bahía Blanca.
  • Operaciones navales: la armada chilena intentaría controlar los accesos al Atlántico Sur, interrumpiendo las líneas de suministro argentinas y apoyando las ofensivas terrestres. Escenario altamente difícil sin submarinos para contrarrestar a la FLOMAR siendo que los submarinos de ésta operarían con plena libertad dada la escasez de activos ASW de la ACh.
  • Defensa argentina: Argentina necesitaría defender centros urbanos e instalaciones petroleras clave en la Patagonia. Los refuerzos se obtendrían de otras regiones, incluidas las fuerzas que aseguran las islas.
  • Conflicto extendido: la región vasta y escasamente poblada daría lugar a escaramuzas extendidas y guerras de maniobras, con ambos lados compitiendo por el control de puntos estratégicos.


Conclusión

Los escenarios del conflicto del Canal de Beagle de 1978 resaltan las complejidades y el potencial de escalada de las tensiones entre Argentina y Chile. Cada escenario presenta desafíos y oportunidades únicos para ambas naciones, enfatizando la importancia de la planificación estratégica y la diplomacia internacional. Si bien el contexto histórico proporciona una base, la naturaleza impredecible de los conflictos militares subraya la necesidad de una evaluación y adaptación continuas tanto por parte de Argentina como de Chile.

martes, 29 de octubre de 2024

Imperialismo Otomano: Koprulu y Viena (2/2)

Koprulu y Viena

Weapons and Warfare




 

Batalla de Viena 1683

Las noticias del avance turco llegaron a Viena en boletines confusos. Los primeros informes de lo que en realidad era una escaramuza en la retaguardia del ejército austríaco en retirada que había requerido la intervención de su comandante, el duque de Lorena, resultaron ser noticias de una derrota espantosa. La gente empezó a hacer las maletas. El emperador Leopoldo era muy propenso a seguir el consejo de la última persona con la que había hablado; ahora trató de determinar si su deber imperial era permanecer en la ciudad y arriesgarse al enemigo, o retirarse. Cuando finalmente lo presionaron para que se fuera con la familia imperial el 7 de julio, el grupo real se encontró deslizándose entre los fuegos nocturnos de los campamentos tártaros.

Las fortificaciones de la ciudad se habían mejorado a lo largo de los años, pero no con urgencia; ahora se examinaron las reservas de grano de la ciudad, se retiraron las joyas de la corona para su custodia y se reforzaron las fortificaciones con equipos de burgueses y trabajadores de la ciudad. El dinero para pagar a las tropas y hombres de la ciudad se obtuvo en parte de préstamos hechos por grandes que se marchaban, en parte secuestrando los bienes del Primado de Hungría, que vivía seguro en otro lugar. El 13 de julio, el comandante de la ciudad, Stahremberg, hizo limpiar el glacis, o muro exterior, de las casas que se habían ido construyendo a su alrededor a lo largo de los años, desafiando la ley, para no dar cobertura a los atacantes.

Llegó justo a tiempo. Al día siguiente, Kara Mustafa acampó frente a la ciudad. Detrás del glorioso orden del campamento, la magnificencia de las tiendas mismas y la tranquila laboriosidad de los hombres, se escondía una brillante hazaña de organización, perfeccionada a lo largo de siglos; Se estableció ahora con tal firmeza que a los hombres de las murallas de Viena les pareció como si los turcos tuvieran la intención de erigir otra ciudad a su lado. Viena había tardado mil años en crecer; los otomanos lo eclipsaron en dos días. Kara Mustafa hizo plantar un jardín frente a sus propias habitaciones: una sucesión de tiendas de campaña, de seda y algodón, cubiertas de ricas alfombras, con tiendas de campaña en el vestíbulo, tiendas de campaña para dormir, letrinas y salas de reuniones públicas, tan hermosas como cualquier palacio.

Inmediatamente, los turcos comenzaron a cavar profundas trincheras, a menudo techadas con madera y tierra, que les permitían acercarse a las paredes a cubierto. Esta excavación hizo que el asedio fuera memorable: la extensión metódica, centímetro a centímetro, de una red de túneles y trincheras. El ejército sitiador tenía muy poca artillería, y ninguna lo suficientemente pesada como para penetrar las murallas defensivas: como era necesario romper las murallas para que un asalto tuviera éxito, todo dependía de la colocación de minas. Mientras tanto, los cañones ligeros de los turcos disparaban contra la ciudad. Stahremberg no resultó gravemente herido al recibir un golpe en la cabeza con una piedra. Se desenterraron los adoquines del interior de la ciudad, en parte para suavizar el efecto de las balas de cañón que caían en la calle y en parte para ayudar a reparar las paredes. Sin embargo, incluso en estas circunstancias desesperadas, cuando parecía que el destino de la cristiandad pendía de un hilo, el comandante se vio obligado a advertir a las mujeres vienesas que no robaran fuera de la ciudad y cambiaran pan por verduras con los soldados turcos.

Para hacer frente a las minas turcas, los defensores recurrieron a furiosas salidas, en las que un grupo de soldados salía corriendo e intentaba dañar la mayor cantidad posible de movimientos de tierra enemigos. La respuesta clásica, sin embargo, fue contraminar, y los defensores en este caso tuvieron que inventar la ciencia por sí mismos, alejando la guerra del ruido y la luz y llevándola a las silenciosas entrañas de la tierra: escuchando el sonido de la excavación; haciendo sus propios túneles, con la esperanza de entrar en los túneles enemigos: espantosas luchas cuerpo a cuerpo en pequeños y estrechos agujeros bajo tierra. Fue entonces, según la leyenda, cuando los panaderos de la ciudad salvaron Viena: porque una mañana temprano, de pie junto a sus hornos de pan, oyeron el ruido revelador de los excavadores turcos y alertaron a la defensa en el último momento; hazaña que conmemoraban horneando bollos de media luna o croissants.

Y para los que están en la superficie, la espera. El 12 de agosto un silencio inquietante se apoderó de la ciudad y del campamento; ambos lados esperando, escuchando. A primera hora de esa tarde se produjo un enorme levantamiento de tierra y piedras cuando una mina turca colocada silenciosamente bajo el foso exterior levantó una enorme calzada contra el muro de revellín, por la que cincuenta hombres podían marchar uno al lado del otro. Pronto se colocaron estandartes turcos en la pared. La caída de Viena no podía tardar en llegar.

Lejos de la ciudad, los jinetes tártaros y turcos acosaban el campo. Los austriacos enviaron súplicas frenéticas al rey polaco, Jan Sobieski, y a los príncipes alemanes. Algunos de los príncipes hicieron buenos negocios: los Habsburgo, de hecho, compraron sus tropas y les ahorraron el gasto de mantener ejércitos permanentes en casa. El elector de Sajonia cometió el error de prometer ayuda antes de negociar los términos y nunca se perdonó. En Polonia, Jan Sobieski inició una agotadora ronda de negociaciones con su poderosa nobleza, muchos de los cuales estaban a sueldo de Francia, que veía la tormenta que se desataba alrededor de su antiguo enemigo Habsburgo con profunda y apenas cristiana satisfacción.



A medida que el verano dio paso al otoño, la coalición cristiana se fue formando poco a poco: con una lentitud agonizante para el pueblo de Viena, que se había quedado sin medios para comunicarse con el mundo exterior: no se había establecido ningún sistema de banderas o hogueras antes de que los turcos cortaran las líneas. de comunicación con la corte y el ejército. Pero mientras tanto, la inacción del Gran Visir se hizo curiosamente evidente. Los muros exteriores fueron derribados; las paredes interiores se estaban desmoronando; ahora, si alguna vez, era el momento del espeluznante asalto general que las tropas otomanas estaban acostumbradas a realizar tan pronto como aparecía una brecha: cuando los ansiosos voluntarios se lanzaban hacia adelante, desgastaban las defensas enemigas y, martirizándose a cientos de personas, , proporcionaron una base resbaladiza para las nuevas tropas profesionales que se acercaban para matar. Nada de eso estaba sucediendo ahora; siempre la inquietante, lenta y metódica excavación de zanjas y minería.

Desde entonces, Kara Mustafa ha sido duramente criticada por su lentitud a la hora de atacar. Quizás confiaba demasiado en la victoria; ciertamente se dice que no creyó en los informes de una reunión entre Lorena y el rey de Polonia, con sus ejércitos a pocos días de marcha. Si Kara Mustafa hubiera sido mejor general, o Stahremberg menos enérgico, o Sobieski menos caballeroso, o si los franceses hubieran hecho sonar sus sables en el Rin con un poco más de vigor para inmovilizar a los príncipes alemanes, Viena se habría convertido en una cabeza de puente otomana contra para suavizar y quebrar la resistencia de Europa Central. Cuando el rey de Polonia vio el campamento otomano, escribió que "el general de un ejército que no ha pensado en atrincherarse ni en concentrar sus fuerzas, sino que yace acampado como si estuviéramos a cientos de kilómetros de él, está predestinado a ser derrotado". '.

El Gran Visir parece haber creído que la ciudad estaba a punto de rendirse. Según la ley musulmana, una ciudad asaltada debía ser entregada al saqueo durante tres días y tres noches antes de que las autoridades intervinieran y tomaran posesión de las ruinas. Sin embargo, una ciudad que se rendía era inviolada y todo lo que había en ella pertenecía al Estado. Sin duda, el gran visir esperaba poner la riqueza y los ingresos de Viena y sus dependencias al servicio del sultán, en lugar de desperdiciarlos en los soldados y heredar un desierto. Mientras tanto, sin embargo, los aliados cristianos avanzaban, presentando al pobre emperador Leopoldo otra decisión difícil. ¿Debería encabezar el ejército? ¿No sería mejor evitar cabalgar entre todos estos príncipes guerreros y permanecer, en cambio, imperialmente distante? Como siempre, incapaz de tomar ninguna decisión, tomó ambas a la vez, y así vaciló en el Danubio, a medio camino entre  Viena y su nuevo cuartel general en Passau. No importaba: los ejércitos alemanes ya estaban por delante de él. A principios de septiembre habían comenzado a tomar posesión de las alturas al norte y al oeste de la ciudad, desde donde las tropas cristianas podían contemplar tanto las agujas de Viena como los magníficos pabellones del campamento turco.

El 4 de septiembre, una mina abrió un gran agujero en el muro interior de la ciudad; longitudes enteras comenzaron a desmoronarse. Se lanzaron ataques tardíos con creciente ferocidad contra estas brechas; pero de la noche a la mañana los ciudadanos hicieron todo lo posible para reparar los agujeros y contraatacaron con igual ferocidad, aunque los efectos del asedio empezaban a notarse. Se había acabado la carne del carnicero; las verduras escaseaban; Las familias se sentaron ante el burro y el gato. Los ancianos y los débiles empezaron a morir y las enfermedades acechaban en las calles sin pavimentar. Incluso Stahremberg enfermó.

Kara Mustafa nunca debería haber permitido que el enemigo ocupara las colinas que rodeaban su campamento prácticamente sin oposición, y debería haber ahorrado a algunos de sus zapadores para cavar trincheras alrededor del campamento, ayudar a romper una carga de caballería y dar cobertura a sus propios mosqueteros. Quizás confió en el terreno accidentado, en las interminables depresiones, hondonadas y barrancos que rompían las laderas.

En la noche del día 11, los alemanes estaban posicionados al norte de la ciudad, con el Danubio a su izquierda. Por la mañana comenzó la batalla, y la infantería alemana avanzó de una cresta a otra siguiendo a sus grandes cañones. La coordinación fue difícil. Compañías enteras de hombres desaparecieron durante horas en algún barranco, y los jinetes y la infantería quedaron irremediablemente enredados.

Los turcos opusieron una resistencia improvisada pero furiosa, y la batalla se prolongó hasta el mediodía, cuando se produjo una especie de tregua, ocasionada en parte por la expectativa de la llegada de los polacos al ala derecha cristiana. A la una en punto, un grito de triunfo –o de alivio– llegó desde el ala alemana cuando vieron a los polacos emerger a la llanura a través de un estrecho desfiladero y avanzar contra la dura oposición turca.

Hubo una breve discusión entre los comandantes cristianos sobre si la batalla debería continuar hoy o no; todos estaban a favor de continuar. "Soy un hombre viejo", dijo un general sajón, "y quiero un alojamiento cómodo en Viena esta noche".

Lo consiguió: el campamento turco, repentinamente asaltado, se derrumbó. El propio Kara Mustafa huyó, con la mayor parte de su dinero y el estandarte sagrado del Profeta. Los desafortunados zapadores en las trincheras se dieron la vuelta y se vieron atacados por la retaguardia. Sobieski, al frente del ejército polaco, irrumpió en el campamento mientras los regimientos alemanes intentaban alcanzarlo: Sobieski y sus hombres consiguieron la mayor parte del botín de ese día. Nunca un campo turco había sido derrocado tan repentinamente.

El ejército sitiador fue derrotado y perseguido por el Danubio hasta Belgrado, y los otomanos sufrieron su primera pérdida decisiva de territorio ante un enemigo cristiano. Kara Mustafa debía haber esperado comunicarse con su soberano en Belgrado para explicar personalmente la debacle al sultán Mehmet. Fue un duro golpe saber que el sultán ya había partido hacia Edirne. Kara Mustafa, menos que noble en la derrota, culpó y ejecutó a decenas de sus propios oficiales. Unas semanas después, un mensajero imperial llegó desde Edirne al gran visir. Kara Mustafa no esperó a leer la orden. '¿Voy a morir?' preguntó. "Debe ser así", respondieron los mensajeros. "Que así sea", dijo, y se lavó las manos. Luego inclinó la cabeza hacia la cuerda del arco del estrangulador.

La cabeza de Kara Mustafa, como exigía la costumbre, fue entregada al sultán en una bolsa de terciopelo.

La familia Koprulu, sin embargo, sobrevivió a la desgracia y dos descendientes más de la dinastía iban a ser investidos en el cargo. El último en ocupar el visierato, Amdjazade Huseyin Pasha, murió en 1703, enfermo y abatido: había recortado impuestos innecesarios y reducido drásticamente el número de hombres de palacio y jenízaros en nómina, revisando los registros de timar en busca de irregularidades; había logrado estabilizar la moneda; pero dejó el cargo acosado por enemigos que se reunieron alrededor del propio Gran Muftí.

El rango hereditario no sustituía la meritocracia severa de años anteriores. La línea Koprulu ya se había degenerado cuando el estudioso y etiolado Nuuman Koprulu se obsesionó con una mosca que imaginaba se había posado en la punta de su nariz, "que efectivamente se fue volando cuando la asustó, pero regresó inmediatamente al mismo lugar". Todos los médicos de Constantinopla se esforzaron por curarle del delirio, pero fue Le Duc, un médico francés, quien solemnemente aceptó que había visto la mosca, e hizo que el bajá tomara unos "inocentes julepes", bajo el nombre de medicinas para purgar y abrir. ; por último, se pasó suavemente un cuchillo por la nariz, como si fuera a cortar la mosca, y luego le mostró una mosca muerta que había tenido en la mano para ese propósito: a lo cual Nuuman Pasha inmediatamente gritó: “esto es la misma mosca que me ha atormentado durante tanto tiempo”: y así quedó perfectamente curado.'

Un número desmesurado de lugares conserva la memoria de las guerras turcas, como el fucus dejado por una marea que retrocede. En Austria es posible escuchar los Türkenglocken, repiques que alguna vez se hicieron sonar para advertir de una inminente incursión akinci. En los museos alemanes se pueden encontrar los látigos y azotes con los que los hombres errantes apaciguaron el Gran Miedo. En Transilvania, las iglesias están construidas como fortalezas, y era costumbre, hasta bien entrado este siglo, que cada familia local depositara, cada año, un trozo de tocino o un saco de harina en los almacenes construidos dentro de las murallas, contra la posibilidad de una incursión tártara.

Kosovo fue con tanta frecuencia un escenario de guerra que incluso ahora retumba de descontento, y los albaneses que se trasladaron o regresaron allí después del gran éxodo de serbios a Austria en el siglo XVII conservan una hostilidad punzante y peligrosa hacia los serbios que los gobiernan ahora. Los hombres del ejército serbio que pasó por allí en 1911 se agacharon para desatar sus botas y lo cruzaron descalzos para no perturbar las almas de sus antepasados ​​caídos. Una enorme pila de mampostería, a la que se accede por 234 escalones, se encuentra ahora en lo alto del paso de Sumla en Bulgaria, para conmemorar el paso de los ejércitos soviéticos en la primavera de 1944; pero su propósito era evocar la memoria de los ejércitos rusos en el otoño de 1779, cuando Diebitsch evitó el paso y rodeó casi hasta Edirne, con una fuerza que todos supusieron, tanto por su confianza marcial como por cualquier otra cosa, que equivalía a 100.000 hombres, de modo que los turcos pidieron una paz desastrosa cuyos términos dieron origen a la Guerra de Crimea medio siglo después, mientras que en realidad Diebitsch dirigía un ejército de quizás 13.000 hombres, debilitado por las enfermedades.

A menudo, la escena de la batalla es conmemorada en voz baja por personas que hace tiempo que han olvidado el terror del día: en San Gotardo, la batalla de 1674 se recuerda en un cartel de café; y Viena de 1683, la gran oportunidad perdida para las armas otomanas, se recuerda en un croissant: la cabeza del gran visir Kara Mustafa, que asedió la ciudad, yace en algún lugar de las bóvedas del Kunsthistorisches Museum, donde solía estar expuesta en un cojín, en un gabinete, antes de que los curadores de nuestra época de lirios decidieran ocultarlo de la mirada pública.

Los dieciséis años de guerra que siguieron al revés en Viena estuvieron llenos de desastres militares para el Imperio Otomano. Los ejércitos austríacos expulsaron a los otomanos de Hungría. Las tropas venecianas, dirigidas por Morosini, que se había rendido noblemente en Candia, tomaron el Peloponeso. En 1687, una derrota a manos de los austriacos en Mohacs, escenario de la gran victoria de Solimán en el siglo anterior, repercutió en el sultán Mehmet IV, amante de los placeres, que fue depuesto en favor de otro Solimán, su hermano. El 20 de agosto de 1688 la ciudadela de Belgrado se rindió a los austriacos; Es un año después; y en esta crisis, con el enemigo dando vueltas para avanzar hacia el corazón de los Balcanes, los otomanos se unieron bajo el mando de un nuevo Gran Visir, hermano de Fazil Ahmet, Fazil Mustafa. Consiguió expulsar a los austriacos de Serbia, pero murió gloriosamente (aunque ineptamente), espada en mano, en la batalla de Peterwaradin en 1691. Suleyman II había muerto ese año; su sucesor Ahmet II moriría de pena y vergüenza en 1695; y finalmente, en 1699, los beligerantes aceptaron una paz, mediada por el embajador inglés en la Puerta.

El tratado de Karlowitz se firmó sobre la base del principio general de 'uti possidetis': que las cosas debían arreglarse como estaban. El emperador Habsburgo fue reconocido como soberano de Transilvania y de la mayor parte de Hungría. Polonia recuperó Podolia y su fortaleza en Kaminiec. Venecia retuvo el Peloponeso y logró avances en Dalmacia. Rusia fue una parte reticente a la paz: mantuvo el Mar de Azov detrás de Crimea y las tierras al norte, que había conquistado en 1696. El imperio que apenas una generación antes había desafiado a Viena perdió la mitad de sus dominios europeos en un ataque; y lo que tal vez fue peor, su tapadera quedó descubierta, su debilidad revelada y su importancia, a los ojos del mundo, era ahora casi totalmente diplomática.

domingo, 27 de octubre de 2024

Patagonia: Las maravillosas aventuras de Mr. Musters

El inglés Musters y los tehuelches


Por Héctor Pérez Morando || Diario Río Negro




Vida muy singular y poco conocida la de George Chaworth Musters. Como para el libro. Inglés de sangre pero nacido en Nápoles, casualmente, «en transcurso de un viaje de sus padres» (13/2/1841). De familia acomodada y huérfano desde pequeño, tal vez los tíos marinos tuvieron que ver en su vida marina -desde los 13 años- y el «Algiers», la escuela. Recibió medallas por su actuación en Crimea. Escritos de Falkner, Darwin, Guinard, Fitz Roy, Viedma, De Angelis y otros fueron los antecedentes documentales para su formidable travesía patagónica que se inició en Punta Arenas, pasando por Gallegos, isla Pavón y finalizó en Carmen de Patagones (abril de 1869-26/5/1870) ¿Cuál fue el motivo principal del viaje? Varias hipótesis se han emitido y hasta la de «una misión especial del almirantazgo británico para el reconocimiento del interior de la Patagonia» (Balmaceda, Rey 1976). ¿Espía? Tenía permiso de la Marina inglesa. Percibía una renta.

Cualquiera fuera el motivo, la realidad es que dejó un incomparable aporte toponímico y etnográfico principalmente, como nunca había ocurrido hasta poco después de la mitad del siglo pasado, y hasta un «vocabulario parcial de la lengua tsoneca» que incluyó en su libro «At home with the Patagonians. A year»s wanderings over untrodden ground from the straits of Magellan to the Río Negro», editado en Londres en 1871 y traducido al castellano en 1911 como «Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el Río Negro». «El mapa de Musters es la primera información cartográfica directa del interior de la Patagonia». (Rey Balmaceda, ídem). Es llamativa la adaptación, el mimetismo que logró entre los tehuelches y sus formas de vida. Dio un «paseo» de 2.750 kilómetros y un año de duración, con los consiguientes peligros, y tuvo que afrontar y participar de la vida tehuelche: vestir quillango, usar boleadoras, andar a caballo, alimentarse con carne de guanaco, de avestruz (y huevos), de yegua y raíces. Debió habitar en toldos, dormir a la intemperie, hacer trenzados de cuero y -lo más importante- anotar los acontecimientos de la gran aventura, con mucha precisión y útiles detalles sobre flora, fauna, topografía y costumbres de los tehuelches. Es largo de detallar. Llegó a afirmar que «no merecen seguramente los epítetos de salvajes feroces, salteadores del desierto, etc. Son hijos de la naturaleza, bondadosos, de buen carácter». Y en cuanto a las creencias, «la religión de los tehuelches se distingue de la de los pampas y araucanos porque no hay en ella el más mínimo vestigio de adoración al sol, aunque se saluda la luna nueva con un ademán respetuoso… creen en un espíritu bueno y grande… no tienen ídolos ni objetos de adoración…».

Según parece, dominaba bien el castellano y una partida de soldados en busca de prófugos de Punta Arenas facilitó el primer tramo de su viaje desde allí hasta la isla Pavón, desembocadura del río Santa Cruz, donde por entonces tenía sus dominios Luis Piedra Buena, a quien no pudo entrevistar por haber viajado poco antes. Llevaba una carta de presentación de Jorge M. Dean, de Malvinas, donde había estado. Carbón y oro son existencias de las que se fue informando. Se encontró con Sam Slick, hijo del cacique Casimiro. Hablaron en inglés. A partir de Pavón se iniciaría la parte más destacada de la aventura de Musters, acompañado por la parcialidad aóni-ken que hablaba el aóni-aish, «lengua que sería entonces la aprendida por Musters». Y desde allí, estuvo acompañado nada menos que por los célebres caciques Casimiro y Orkeke, de quienes llegó a ser muy amigo. ¿Qué método empleó el viajero inglés para llegar a ser admitido en los toldos andantes tehuelches y merecer gran respeto y confianza?

 

Lo describe a Orkeke: «Había cumplido ya sus 60 años; y, cuando saltaba sobre su caballo en pelo o dirigía la caza, desplegaba una agilidad y una resistencia iguales a la de cualquier otro más joven… abundante cabello negro… ojos brillantes e inteligentes… era particularmente limpio en sus ropas y aseado en sus costumbres… desde el momento que fui huésped de él, su conducta para conmigo fue irreprochable». Y de Casimiro: «Cuando no estaba ebrio, este hombre era vivo e inteligente, astuto y político. Sus extensas vinculaciones con todos los jefes, inclusive Reuque y Callfucurá (sic), le daban mucha influencia. Era también obrero diestro en varias artes indígenas, como la de hacer monturas, pipas, espuelas, lazos y otras prendas. Era muy corpulento, de seis pies cabales de estatura». (Musters, G. Ch., Vida, 1964).



Luego de isla Pavón, los tehuelches -más de doscientos entre hombres, mujeres y niños- y el viajero inglés se dirigieron a la precordillera. Llegaron al paraje Yaiken-Kaimak. Una escena de caza: vio un guanaco y «lo boleé con una boleadora para avestruz» y en ese lugar surgió «una inquietud general»: estar preparados «para el caso de que encontráramos a los tehuelches del norte en guerra con los araucanos o manzaneros». Todos se daban un baño diario en los cursos de agua. Llevaba una brújula -que le regaló a Foyel- y anzuelos para pesca que usó. Los tehuelches no comían pescado. Llegaron los tehuelches del norte -comandados por Hinchel- y se produjo un gran parlamento. «Casimiro había tratado de inducirme a que hiciera de capitanejo… por nuestra parte se desplegó orgullosamente la bandera de Buenos Aires, mientras los del norte hacían flamear una tela blanca». (Musters, ídem).

«Después de varias arengas, dichas por Hinchel y otros, se resolvió elegir a Casimiro jefe principal de los tehuelches», anotaría Musters. Musters dedujo que «las relaciones entre los tehuelches o tsonecas de la Patagonia y los indios araucanos de Las Manzanas no habían tenido antes, de ninguna manera, un carácter pacífico». El padre de Casimiro había sido muerto por los araucanos, pese a lo cual «la diplomacia de Casimiro lograba conciliar a todas las partes». En ese lugar recibieron una partida del Chubut, «unos setenta u ochenta hombres, con mujeres y criaturas, y ocupaban unos veinte toldos», la mayoría «jóvenes de sangre pampa o pampa tehuelche… unos cuantos tehuelches puros» cuyo jefe se llamaba Jackechan o Juan (Chiquichano), «un indio muy inteligente, que hablaba corrientemente el español, el pampa y el tehuelche». El «Marco Polo de la Patagonia», como lo llamaron algunos autores, continuaba adentrándose en la vida tehuelche: «atoldándose», haciendo boleadoras y tientos, ganándose los alimentos cazando con ellos y como ellos y participando de acontecimientos muy celebrados por aquellos pobladores de la Patagonia: nacimientos, entrada a la pubertad, casamientos, muertes, etc. y hasta para evitar el efecto nocivo de los vientos «volví a aplicarme la pintura» (en el rostro), sin olvidar beber aguardiente, fumar en pipa y usar armas largas y cortas. En Teckel, por enero de 1870, recordaría que «estaba muy al tanto del género de vida y de las costumbres de los tehuelches, que me consideraban casi uno de ellos (en verdad, había llegado a adquirir cierta posición e influencia entre esa gente)». (Musters, ídem).

Llegaron al campamento Carge-kaik (Cuatro Colinas) y recibieron la amistosa visita de un hijo de Quintuhual, con un mensaje del padre. Hubo danza: «Entré con Golwin (Blanco) y dos más en la danza, apareciendo en traje completo de plumas de avestruz y cinturón de campanillas, y debidamente pintado, para gran delicia de los indios. Mi ejecución arrancó grandes aplausos». Tenía razón Musters, parecía uno más de ellos. Bien manejadas las relaciones públicas para entonces… Recibieron mensajes araucanos. Luego visitaron los toldos de Quintuhual y continuando la marcha llegaron a Diplaik (Moreno lo cita como Dipolokainen), donde un mensajero de Foyel les entregó una noticia: el araucano (chileno) Culfucurá -no emplea la denominación mapuche- incitaba a unirse para «hacer la guerra a Buenos Aires». Ni más ni menos que sus depredadores malones a la zona de Bahía Blanca y el gran espacio bonaerense. Se convocó a parlamento y se decidieron por la negativa. Aquellos tehuelches e «indios mansos» defendían y apoyaban a El Carmen (Carmen de Patagones) y allí se dirigirían en busca de «vicios», ración de ganado y demás que les entregaba el gobierno. Orkeke, Casimiro -«el gran cacique del sur»-, los pellejos con aguardiente y la nutrida caravana seguían la rastrillada para el norte (más o menos la actual ruta nacional 40) hasta llegar al campamento de Foyel, con buen recibimiento. Anteriormente -anotó Musters- un incidente le «facilitó la oportunidad de observar la predisposición de los araucanos para esclavizar y maltratar a todo «cristiano» que podían robar o comprar». Luego de otras bien narradas alternativas, emprendieron viaje a «Las Manzanas», los dominios de Cheoeque (sic), es decir el famoso Sayhueque. Se instalaron en Geylun -posiblemente al sur de Paso Flores y cerca de Pilcaniyeu actuales-, donde quedó la mayoría de los nativos y luego de cruzar el Limay y visitar a Inacayal, donde también son bien agasajados, fueron recibidos por el jefe manzanero: «Hombre de aspecto inteligente, como de 35 años de edad, bien vestido con poncho de tela azul, sombrero y botas de cuero»… Este cacique tenía plena conciencia de su alta posición y de su poder; su cara redonda y jovial, cuya tez, más oscura que la de sus súbditos, había heredado de su madre tehuelche». En el toldo estaba «la bandera de Casimiro, esto es, la bandera de la Confederación Argentina». Tenían temor al «gualicho» y a otras circunstancias diarias.



Hubo fiesta, aguardiente en abundancia -con las armas guardadas-, manzanas frescas, piñones, carne e intercambio de objetos, alimentos y aguardiente. Pudo comprobar que el intercambio -pieles, tejidos, trenzados, caballos, alimentos, etc.- era moneda corriente. Tal como el trueque actual, que va ganando posiciones por la crisis. Hacían carreras de caballos. Se celebró un parlamento con tres temas: «Paz firme y duradera entre los indios presentes», «protección de Patagones» y «considerar el mensaje de Callfucurá (sic) acerca de un malón a Bahía Blanca, y en general la frontera bonaerense», sobre lo cual los tehuelches ya se habían expedido negativamente antes de llegar al lugar. Estaba allí Mariano Linares -de la tribu de ese apellido-, que había llegado de Patagones en misión de paz. Los picunches -anotaría el viajero inglés- eran «una rama de los araucanos bajo el dominio de Cheoeque… viven cerca de los pasos de la cordillera y saquean a todos los viajeros». Hubo otro parlamento en el que se resolvió unánimemente que «Cheoeque protegería la orilla norte del río Negro y cuidaría a Patagones por ese lado, mientras que Casimiro garantizaría el sur». Se ratificó el no malón a Calfucurá, «pidiéndole que limitara sus hostilidades a Bahía Blanca». Todo eso lo vivió el marino y aventurero inglés, como principal partícipe en aquellos conflictos internos, pero cuyos protagonistas maloneros más feroces y ladrones procedían del otro lado de la cordillera. Aunque Calfucurá estaba asentado en «Las Salinas» (La Pampa).

Luego del regreso a Geylun, se preparó el viaje a Patagones. Fueron de la partida Musters, Orkeke, Casimiro, Quintuhual, Crime, Meña y numerosos tehuelches, mujeres y niños. Es la primera vez que la «línea sur» rionegrina -con ligeras variantes en el trazado caminero y ferroviario actual- ve pasar tan numerosa y heterogénea comitiva. La toponimia incorpora y confirma nombres: Margensho (Maquinchao), Trinita (Treneta), Valcheta. Desde Maquinchao, Musters y dos acompañantes decidieron adelantar el viaje a Patagones. Llevaba una carta para el comandante Murga y la misión de preparar el terreno para la visita de los restantes. En cierta parte del trayecto «alegró nuestros ojos la vista del mar». Cruzaron para el río Negro y entonces «Haciendo a un lado la manta india, volví a ponerme el traje de un inglés de la época, saco de cazador, etc.» Había tenido el equipo bien guardado. Cerca de «San Xavier» (Javier) tuvo contacto con los otros hermanos Linares y las estancias de Kincaid, Alexander Fraser y Grenfell. Estos últimos le facilitaron dinero. Durmió en el toldo de Chalupe. En Patagones se entrevistó con Pablo Piedra Buena -hermano de Luis-, el Dr. Humble, la galesa familia de Morris Humphreys y con Murga. Días después llegaron Casimiro, Orkeke y sus tribus. Recorrió la zona y tomó valiosos apuntes. Se embarcó en el vapor «Patagonia» (ex «Montauxk», de Boston) rumbo a Buenos Aires, que encalló en la desembocadura del Negro, y siguió viaje en la goleta «Choelechoel». El «tehuelchizado» -perdón por el neologismo- inglés había recorrido la Patagonia durante poco más de un año -llegó a Patagones el 26/5/1870- y daría a luz el más famoso escrito etnográfico, topográfico y de otros temas para su tiempo. Una hazaña que no fue repetida y de un gran valor documental. Anduvo por otras partes del mundo y concretó varias publicaciones más. La aventura patagónica fue premiada con un reloj de oro por la Royal Geographical Society. Se retiró de la Marina británica con el grado de capitán de fragata (commander). Estuvo casado con una peruana descendiente de ingleses y murió en 1879.

Una estación ferroviaria en Río Negro, un lago en Chubut y varias calles llevan su nombre, recordando la gran hazaña del inglés-tehuelche.

viernes, 25 de octubre de 2024

Imperialismo Otomano: Koprulu y Viena (1/2)

Koprulu y Viena

Parte I || Parte II




 Por RSU || Weapons and Warfare




 

Candía bajo asedio


La línea real otomana parecía un gigante contra las genealogías fracturadas y aleatorias de los otros servidores del imperio, pero de todos modos había otras familias. Todos los descendientes de la hermana del Profeta eran conocidos como emires y tenían derecho a usar turbantes verdes distintivos. Se les permitió ser juzgados, pero no castigados, por los hombres. Siguieron siendo, nos dice Cantemir, "hombres de la mayor gravedad, conocimiento y sabiduría" hasta que cumplieron los cuarenta, cuando se convertían "si no del todo en tontos, descubren algún signo de ligereza y estupidez". Los descendientes del visir que había ocultado la noticia de la muerte de Mehmet I, manipulando su cadáver como si fuera una marioneta, disfrutaban del título de khan y se mantenían resueltamente alejados de los asuntos de Estado «por miedo a perderlo todo». El sultán les rinde grandes honores, que los visita dos veces al año, come con ellos y les permite visitarlo, momento en el que se levanta un poco de su asiento y les dice que la paz sea con vosotros, e incluso les pide que se sienten. .'

En las provincias vivían descendientes de los antiguos jefes que habían encabezado las invasiones. Todavía en el siglo XIX, los terratenientes musulmanes del valle de Vistritza, rodeados de vasallos feudales, afirmaban que sus tierras habían estado en posesión de sus antepasados ​​durante más de seiscientos años, tal vez como resultado de un cambio político de fe. En muchas familias de ulemas, las tradiciones de aprendizaje y piedad se habían transmitido de padres a hijos durante generaciones. Las donaciones eran a menudo administradas por los descendientes del fundador: el portero de la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, por ejemplo, sigue siendo hasta el día de hoy descendiente del musulmán nombrado para el cargo en 1135, y puede decir que su familia ha visto los otomanos van y vienen. Sobre todo, los Giray, kans tradicionales de los tártaros de Crimea, tenían la sangre de Genghis en sus venas y eran, según informes persistentes, herederos del imperio si la línea otomana fracasaba.

Las lealtades familiares siempre habían existido entre los kapikullari, a pesar de la teoría de la esclavitud. El joven gran visir de Solimán, Ibrahim, cuidaba de un viejo marinero griego que a menudo llegaba borracho a la puerta de su casa. Ibrahim lo llevaría a casa, el joven apuesto y bien afeitado, consejero del principal soberano del Islam, guiando a su anciano padre borracho por las calles de Constantinopla. La gente tenía buena opinión de él por ello y no hacían ningún esfuerzo por ver en el joven los defectos de su padre, porque no creían mucho en la herencia, habiendo demostrado una y otra vez cómo hombres cuidadosamente seleccionados podían ser entrenados hasta el punto de la perfección. . Los lazos familiares podrían llevarse demasiado lejos. El último gran visir de Suleyman, Sokullu, era serbio de nacimiento; hizo mucho para preservar la mística del sultán manteniendo viva la memoria de la grandeza de Solimán durante el reinado del jovial e inútil Selim el Sot y durante el de su sucesor; pero era un nepotista declarado y llegó incluso a crear un patriarcado serbio en beneficio de un pariente. La gente recordó esto cuando Sokullu fue asesinado en 1579 cuando se dirigía a la cámara del consejo, y pensaron que, en general, era una recompensa justa.

En el siglo XVII la presión para admitir a los hijos de esclavos en el servicio palaciego se volvió irresistible. En 1638 se abandonó formalmente el tributo a los niños, y unos años más tarde, en la década de 1650, el imperio adquirió un sobrenombre, como el que disfrutaba Venecia, La Serenissima, o la posiblemente irónica La Humillima, "La más humilde", con la que los Caballeros de Malta optó por designar su presencia irreductible en La Valeta. A partir de ahora se la conoció como Baba Ali, o 'Puerta Alta', La Sublime Porte. El nuevo nombre indicaba, quizás, que los otomanos se estaban asentando en el mundo mediterráneo; pero también marcó un cambio en el equilibrio de poder, desde el propio sultán, el Gran Turco, hacia sus funcionarios más anónimos, ya que la Puerta en cuestión era de hecho la residencia del Gran Visir. Con el abandono formal del tributo a los niños, se despejó el camino para el establecimiento de dinastías; y durante cincuenta años después de 1656, el gobierno estuvo controlado por la dinastía más famosa de su grupo, tan segura de sí misma que uno de sus miembros llegó incluso a contemplar la destrucción de la línea otomana como medio de renovar las debilitadas energías del Imperio. imperio.

Su fundador fue uno de los últimos muchachos homenajeados, y su carrera hasta 1656 fue tradicional. Gracias a astutas alianzas y un servicio constante tanto en Constantinopla como en las provincias, había alcanzado el puesto de gobernador de Trípoli. A la edad de setenta y un años, Ahmet Koprulu vivía «una vida privada y estoica en Constantinopla, a la espera incluso del bashalic más pequeño. De hecho, disfrutaba del nombre y el honor de un Basha', pero tenía pocos amigos en la capital. No era rico. Le resultaba difícil mantener el séquito que se esperaba de un bajá de su rango y evitaba las apariciones públicas.

Sólo la muerte podría liberar al Kapikulu de su deber de obediencia. En 1656 la convocatoria provino de la Valide Sultan Turhan, madre del joven Mehmet IV. Durante los últimos ocho años, los grandes visires se habían sucedido en rápida sucesión a medida que las facciones se disputaban posiciones y el cargo se volvía sacrificial: catorce grandes visires cayeron como primero Kösem y luego, después de su asesinato en 1651, la propia Turhan se aferró a las riendas. de poder. Los venecianos, en defensa de Creta, bloqueaban los Dardanelos. El transporte marítimo estaba paralizado y el vínculo con Egipto (comandos de la Puerta y grano del Nilo) se rompió. El 4 de marzo de 1656, el ejército de Constantinopla se rebeló por los salarios (una mayor degradación de las monedas fue una consecuencia de la friabilidad política) y exigió las cabezas de treinta altos funcionarios. Turhan cedió y los desafortunados fueron ahorcados en la puerta de la Mezquita Azul.

Desesperado, Turhan se volvió hacia Ahmet Koprulu. Antes de aceptar el puesto de Gran Visir, Koprulu exigió garantías por escrito de que el sultán no escucharía ningún chisme de la corte y que nadie anularía cualquier orden que pudiera dar. Turhan le entregó su regencia y el joven sultán Mehmet abandonó Constantinopla en busca de la atmósfera más libre de Edirne, donde él y sus sucesores permanecerían durante cincuenta años. Koprulu rápidamente demostró su sombría eficiencia ejecutando al bajá que había abandonado Tenedos a los venecianos, reprimiendo la revuelta spahi y purgando el cuerpo. Pero también venció a la flota veneciana, rompió el bloqueo de los Dardanelos y permitió el regreso a Tenedos y Limnos. El rebelde Jorge II Rakci, príncipe de Transilvania, fue sustituido sumariamente por un gobernante más dócil.

La ciudad de Candia con sus fortificaciones, 1651.

El patrón de Evliya Celebi, Melek Pasha, era gobernador de una provincia del Mar Negro en ese momento, y pronto recibió una carta. "Es cierto", escribió Koprulu, "que nos criamos juntos en el harén imperial y que ambos somos protegidos del sultán Murad IV". Sin embargo, sé informado desde este momento de que si los malditos cosacos saquean y queman cualquiera de las aldeas y ciudades de la costa de la provincia de Ozu, juro por Dios Todopoderoso que no te daré cuartel ni prestaré atención a tu carácter justo. , pero os haré pedazos, como advertencia al mundo. Por tanto, tened cuidado y guardad las costas. Y exige el tributo en grano de cada distrito, según el mandato imperial, para poder alimentar al ejército del Islam.'

Melek había sufrido un breve período como Gran Visir. Por eso no se sintió ofendido en absoluto por el tono de la carta, sino que más bien le animó. Koprulu, le recordó a Evliya, «no es como otros grandes visires. Ha visto mucho del calor y el frío del destino, ha sufrido mucho por la pobreza y la penuria, las angustias y las vicisitudes, ha adquirido mucha experiencia en las campañas y conoce el camino del mundo. Es cierto que es iracundo y contencioso. Si puede deshacerse de las alimañas segban en las provincias de Anatolia, restaurar la moneda, eliminar los atrasos y emprender campañas por tierra, entonces estoy seguro de que pondrá orden en el Estado otomano. Porque, como usted sabe -añadió Melek suavemente-, se han producido violaciones aquí y allá en este Estado otomano.

En 1665, Koprulu envió al primer embajador otomano a Viena, marchando hacia la ciudad infiel bajo un bosque de estandartes y estandartes, al son de timbales y ante la consternación de la gente. Koprulu estaba convencido de que las brechas podrían repararse si el imperio pudiera recuperar el estilo militar, que Koprulu y otros vieron como la verdadera causa del éxito anterior del imperio.

En la década de 1640, cuando el sultán Ibrahim lanzó su loca búsqueda de ámbar gris y pieles, dos hombres del imperio se atrevieron a contrariarlo. Uno de ellos era un juez de Pera que, vestido como un derviche, declaró: «Puedes hacer tres cosas: matarme y moriré como mártir; destierrame – ha habido terremotos aquí recientemente; o despedirme, pero dimito.' El otro era un soldado, un coronel jenízaro adorado por sus 500 hombres, que había servido en el asedio más largo y amargo de Candia, la capital de Creta, que jamás hayan llevado a cabo los otomanos. Black Murad fue recibido a la salida del barco por un funcionario del tesoro que le exigía ámbar, pieles y dinero. Puso los ojos en blanco, "enrojecidos por la ira". "De Candía no he traído nada más que pólvora y plomo", tronó. 'Las martas y el ámbar son cosas que sólo conozco por su nombre. No tengo dinero y, si voy a dártelo, primero debo rogarte o pedirlo prestado. Escapó de una artimaña para asesinarlo y aparentemente contribuyó decisivamente a la deposición del sultán.

Hombres como éstos eran los aliados naturales de Koprulu. Muchos de los abusos que atacó con tanta fuerza eran sintomáticos de cambios sobre los que no tenía control, pero el terrible anciano los tomó como la causa y se dedicó a erradicarlos con energía y aplicación asesinas. Fue recordado, no como sutil o previsor, sino como un tradicionalista severo, cuyas nociones de reforma eran feroces y correctivas. Fiscalmente riguroso, controló los gastos y regularizó los ingresos fiscales para que los soldados recibieran su paga íntegra, e incluso a tiempo, y cuando murió, a los ochenta y cinco años, en 1669, las cuentas del imperio estaban casi equilibradas.

En 1644, los venecianos habían permitido que una flota maltesa con presas otomanas anclara frente a la costa sur de Creta. Habían recibido a un niño capturado por los Caballeros de Malta a bordo del buque insignia de la flota de peregrinación, que los caballeros suponían era el hijo del Sultán.* Ibrahim, loco como siempre, estaba totalmente a favor de ir contra Malta; pero sus consejeros sugirieron la propia Creta, donde fueron tomados por sorpresa. Las disculpas venecianas por el error fueron recibidas amablemente y una flota que zarpó de los Dardanelos el 30 de abril de 1645 zarpó con el objetivo declarado de arrebatar Malta a los caballeros. La sorpresa era un arma fiable en el arsenal otomano; Cuando una vez se le preguntó hacia dónde se dirigía el ejército, el propio Mehmet II respondió: "Si un pelo de mi barba conociera mis planes, me lo arrancaría".

Los venecianos eran veteranos en el juego y no eran fáciles de engañar. Durante más de doscientos años habían estado mezclando la diplomacia con la guerra, y en la lenta guerra de desgaste rara vez se habían exagerado. Habían reforzado las guarniciones cretenses y reclutado la milicia. No obstante, los otomanos pronto invadieron toda la isla y alcanzaron las murallas de Candia en julio de 1645. Aquí los venecianos resolvieron oponer resistencia; y se mantuvieron en pie de manera tan temible que pasó una generación sin que los otomanos pudieran tomar la ciudadela. En 1648, una flota veneciana impuso un bloqueo a los Dardanelos. La humillación militar que provocó Ahmet Koprulu también selló el destino del sultán Ibrahim. '¡Traidor!' gritó a los hombres que vinieron a anunciar su deposición. '¿No soy yo tu Padishah?' 'Tú no eres Padishah, por mucho que hayas despreciado la justicia y la santidad y hayas arruinado el mundo. Has desperdiciado tus años en locura y libertinaje; los tesoros del reino en vanidades; y la corrupción y la crueldad han gobernado el mundo en tu lugar. Te has hecho indigno al abandonar el camino por el que caminaron tus antepasados', replicó su líder. Varios días antes de que el muftí emitiera la fatwa que permitía la ejecución de Ibrahim, unas horas antes de la puesta del sol del 8 de agosto de 1648, los principales dignatarios del imperio rindieron homenaje al sultán Mehmet IV (algunos admitieron a la vez para que una multitud no asustara a los ocho). -niño de años.

El asedio canadiense se prolongó, gracias a la minoría del nuevo sultán, al nombramiento de Ahmet Koprulu en 1656 y a la sucesión de su hijo como gran visir. Fazil Ahmet, «el que rompe las campanas de las naciones descarriadas y blasfemas», frenó la ferocidad del gobierno de su padre y dio al imperio una década de liderazgo sabio y apacible; pudo pasar tres años entre 1666 y 1669 dirigiendo personalmente el asedio y dirigiendo el imperio al mismo tiempo. Los venecianos habían elegido hacer de Creta el campo de pruebas del deseo de Venecia de mantener el estatus de gran potencia, pero cuando, desesperados, intentaron comprar a los otomanos, Fazil Ahmet respondió secamente: «No somos traficantes de dinero. Hacemos la guerra para ganar Creta.

La asediada guarnición aguantó hasta que su ciudadela se convirtió en un nido de termitas. Llegaron voluntarios de toda la cristiandad; los turcos continuaron el asalto con brillante ingeniería, una habilidad en la que sobresalieron, hasta que la olvidaron por completo, y los franceses tuvieron que volver a enseñarles en el siglo XIX los principios de las trincheras paralelas que ellos mismos habían inventado. En los últimos tres años de la guerra, murieron 30.000 turcos y 12.000 venecianos. Hubo 56 asaltos y 96 salidas; Ambos bandos explotaron exactamente 1.364 minas cada uno. Pero el 6 de septiembre de 1669 Morosini (destinado a ser conocido como Morosini el Peloponeso por su reconquista de la península griega) se rindió en términos honorables y Creta pasó a ser otomana.

Fue, sin embargo, una de las últimas extensiones del poder otomano: la última, tal vez, en el mundo colonizado. Al norte, en esa inmensidad de la estepa agonizante al norte del Mar Negro, Polonia, Rusia y el imperio luchaban por dominar a los cosacos y envolver a Podolia y Ucrania en sus propios dominios; y aquí los otomanos parecieron al principio tener éxito. En 1676 habían obligado a los polacos, bajo el mando de su rey, Jan Sobieski, a ceder toda la región; la gran fortaleza de Kaminiec era suya, y las colas de caballo estaban plantadas en la tierra negra de Ucrania; pero Fazil Ahmet murió tres días después de la firma del tratado. Los cosacos de la estepa pusieron fin a su coqueteo con los otomanos, más impresionados por la eficacia de las armas rusas. El visierato pasó a un protegido de la familia Koprulu, Kara Mustafa, 'Black Mustafa', cuyo rostro había quedado desfigurado en un incendio de la ciudad.

En junio de 1683, el tren de guerra desfiló por las calles de Edirne y luego se dirigió río arriba hacia Sofía y Belgrado. Con él iba el sultán Mehmet IV, un hombre más familiarizado con los placeres de la caza que con las artes de la guerra. En Belgrado se detuvo a cazar mientras su gran ejército avanzaba por el Danubio, hacia el corazón de Europa Central, bajo el mando de Kara Mustafa, un hombre, en palabras de un casi contemporáneo, «no menos valiente que sabio; belicoso y ambicioso'. Un rebelde húngaro había pedido ayuda otomana; Los Habsburgo parecían sospechosamente deseosos de paz.

Kara Mustafa tomó la fatídica decisión al comienzo de la campaña de no revelar su destino. Austria y Polonia se apresuraron a prometer que se ayudarían mutuamente en caso de ataque. Tan pronto como las tropas otomanas cruzaron el territorio de los Habsburgo, el emperador solicitó ayuda polaca.

En Viena se produjo un caos. Un ejército de los Habsburgo enviado para enfrentarse a los turcos se había retirado rápidamente ante lo que parecía un maremoto de hombres. Para esta extraordinaria campaña se había reunido quizá un cuarto de millón de soldados otomanos; y con ellos –alrededor y delante de ellos, engrosando sus filas y desplegándose en abanico con un efecto aterrador– cabalgaban los tártaros que se habían unido al ejército de su señor supremo desde su lejano hogar en Crimea. Todos les temían, tanto los turcos como los cristianos; velaban por sus propios intereses.

jueves, 24 de octubre de 2024

SGM: Operación Elsenborn (2/2)

Operación Elsenborn

Parte I || Parte II
Weapons and Warfare





Durante los días siguientes, las tropas de engaño trabajarían estrechamente con la auténtica 4.ª División en una serie de movimientos para hacer pensar a cualquier agente enemigo que la 4.ª estaba siendo retirada de regreso a Camp Elsenborn. La 4.ª División se aseguró de que durante el próximo movimiento todas las marcas en los parachoques, las insignias del casco y los parches en los hombros estuvieran ocultos. Para ayudar en el desplazamiento hacia el norte, la 4.ª División debía utilizar el nombre en clave RED WING. Los elementos de combate debían moverse sólo durante la noche, mientras que las unidades de apoyo debían moverse durante el día de forma estrictamente controlada. Algunos grupos viajarían en una columna estándar mientras que otros se moverían individualmente con intervalos de aproximadamente dos minutos entre ellos.

A los hombres asignados como guías viales, que debían permanecer en los cruces clave a lo largo de la ruta para dirigir el tráfico, se les ordenó colocar una cruz de cuatro pulgadas con cinta blanca de una pulgada en sus cascos para aumentar la visibilidad. Por la noche, el tráfico se dirigía mediante el uso de una linterna con la mitad de la lente cubierta por un filtro azul y la otra mitad por un filtro rojo.

Las señales que indicaban el camino no debían tener relación con lo que normalmente usaba la 4.ª División. Se creó un nuevo sistema de señalización, basado en una cruz con un símbolo en uno de los cuatro cuadrantes. Una marca en el cuadrante superior derecho indicaba la ruta para el 8.º Regimiento, el cuadrante inferior izquierdo para el 22.º Regimiento y todas las demás tropas usaban una letra específica en el cuadrante superior izquierdo. (M era para el puesto de mando de la división, J para el 70.º Batallón de Tanques, B para el 4.º Batallón Médico, etc.)

Mientras se preparaban para la misión, las tropas del 23º descubrieron que intentar ocultar las marcas de los parachoques con barro no era práctico. Esto tendía a manchar la pintura fresca. La solución fue utilizar cubiertas de lona para ocultar las marcas. Sin embargo, los hombres descubrieron luego que las carreteras mojadas hacían que la cinta utilizada para sujetar las cubiertas se aflojara y cayera. Finalmente los hombres aprendieron a usar alambre o cuerda para atar las mantas en su lugar hasta que llegaba el momento de quitarlas.

El 6 de noviembre, un destacamento de tropas de engaño en quince vehículos se infiltró en la zona del Puesto de Mando de la 4ª División. Allí asumieron la apariencia del cuartel general de la 4.ª División. Mientras que el recién formado convoy de la 4.ª División se dirigía a Elsenborn con un gran espectáculo, los vehículos auténticos del cuartel general de la división se dirigieron por una ruta tortuosa hacia el norte hasta una zona de reunión detrás del bosque de Hurtgen.

Al día siguiente, otro grupo de quince vehículos entró silenciosamente en la zona del 8.º Regimiento de Infantería y adoptó la apariencia de un convoy de esa unidad. Regresaron al Campamento Elsenborn mientras que el octavo genuino, con su identidad oculta, se dirigió al norte. El 8 de noviembre, veintitrés vehículos asumieron la apariencia de un convoy que contenía tropas del 22.º Regimiento, 44.º Batallón de Artillería de Campaña, más el 4.º Ingenieros, y se dirigieron a su área asignada en Camp Elsenborn. Compartieron la carretera con otro convoy de ocho vehículos que desempeñaban el papel de la 4ª Compañía de Intendencia. La medida sólo se vio empañada por un accidente de tráfico que derribó uno de los vehículos del centro de mensajes. Nadie resultó herido, pero se realizó un espectáculo apropiado para asegurarse de que cualquiera que estuviera mirando pudiera ver que el vehículo destrozado era de la 4.ª División.

Uno de los hombres de la 4.ª División que realizó el viaje secreto hacia el norte fue el teniente George Wilson del 22.º Regimiento de Infantería. Como recordó: “Mucho después del anochecer, aproximadamente el 10 de noviembre de 1944, la 4.ª División avanzó unas treinta millas más al norte a lo largo de la frontera entre Alemania y Bélgica. Esta iba a ser una maniobra altamente secreta, tan elaborada que se tomaron medidas para borrar todos los signos de nuestra identidad. Los números de división y regimiento fueron bloqueados en todos los vehículos, y los parches verdes de hiedra de cuatro hojas en los hombros, de los que estábamos tan orgullosos, fueron retirados de nuestros uniformes... Nuestros camiones oscurecidos tomaron largos y confusos desvíos hacia la retaguardia para engañar a los agentes enemigos”.

Una vez que los convoyes imaginarios llegaron al Campamento Elsenborn, fueron dirigidos al área del campamento donde debían montar una exhibición de la unidad en reposo. La noche del 9 de noviembre empezó a nevar, lo que añadió un elemento extra de dificultad a la operación. Simplemente conducir vehículos por la zona se volvió cada vez más difícil ya que los neumáticos militares estaban diseñados para uso todoterreno y proporcionaban poca tracción en una carretera resbaladiza. Hubo que poner cadenas para aumentar la tracción y los hombres esperaban que el ruido de las cadenas añadiera un nuevo elemento de realidad a su espectáculo.



Una vez que los convoyes imaginarios llegaron al campamento, se les ordenó que establecieran operaciones en los edificios asignados. Se colocaron carteles y centinelas de forma similar a la que había utilizado la 9.ª División durante su estancia allí. Patrullas itinerantes de parlamentarios recorrieron el campo y sus alrededores. Había carteles con el nombre CACTUS (el nombre en clave de la 4.ª División) en un lugar destacado alrededor del mismo edificio donde la 9.ª tenía su cuartel general.

Había puestos de policía militar estacionados en las ciudades vecinas y atendidos día y noche. Se utilizaron dos jeeps marcados como vehículos MP de la 4.ª División para llevar alimentos a los puestos y patrullar la zona. Los puntos de agua continuaron funcionando en la forma utilizada por la 9.ª División, pero con personal marcado por la 4.ª División. Cualquiera que observara sus acciones vería cómo se sacaba agua para una división completa, menos para un equipo de combate.

Los vehículos fueron enviados siguiendo un patrón basado en el observado previamente. Por recomendación de la 4.ª División, estos movimientos se realizaron en camiones marcados según los distintos regimientos y batallones, ya que los camiones de intendencia de la auténtica 4.ª División necesitaban urgentemente mantenimiento. Vehículos mensajeros, patrullas de alambre y camiones de correo hacían sus rondas para ajustarse a las prácticas normales de la 4.ª División. Otros camiones se dirigieron al punto de eliminación de basura, al punto de duchas y al depósito de raciones.

Esto no siempre implicó una gran cantidad de vehículos. El 10 de noviembre, la sección de efectos especiales observó que se habían enviado fuera del campo los siguientes vehículos: a las 1.000 un camión de 2½ toneladas al punto de abastecimiento de agua, a las 1.000 un jeep enviado a Malmedy, a las 1.100 un  camión enviado al depósito de raciones, a las 1.350 dos camiones enviado a localidades cercanas, y a las 15:00 un camión enviado al punto de eliminación de basura. De 13.00 a 16.00 vehículos circularon por la zona del campamento para colocar nuevas vías en la nieve. Esto se hizo a última hora de la tarde para que estuvieran listos para cualquier avión alemán que realizara una carrera de reconocimiento al atardecer.

La nieve supuso un problema adicional, porque un agente enemigo pudo ver por las vías que en realidad sólo habían pasado unos pocos vehículos. Se enviaron camiones específicamente para aumentar el número de huellas en la nieve. Esto no sólo engañaría a un agente que vigila las carreteras, sino también a cualquier avión de observación alemán que busque actividad en la zona. Se instaló un cuartel general del regimiento en la ciudad de Elsenborn, debidamente marcado como unidad de la 4.ª División.

La mayor parte de la población local había sido evacuada de la zona antes de la operación, y la nieve y el frío mantuvieron a los pocos restantes en el interior la mayor parte del tiempo. Sin embargo, varios soldados estadounidenses que buscaban visitar a amigos en la 4.ª División se presentaron en el supuesto cuartel general de la división, y un puñado de hombres de la 4.ª genuina que intentaban encontrar su unidad terminaron en el campamento, totalmente confundidos por las señales familiares, pero los rostros desconocidos.

La exhibición de una división en reposo se fue construyendo lentamente a lo largo de tres días a medida que llegaban los nuevos convoyes teóricos. Quedaron fuera de la exhibición todos los elementos que habían ido con el 12.º Regimiento a Hurtgen. No sería bueno intentar simular una unidad que ya estaba luchando en el frente.

Hubo cierta confusión el 10 de noviembre cuando un grupo de avanzada de la 9.ª División de Infantería llegó al campamento para prepararse para el regreso de su división. El campamento no podía albergar dos divisiones a la vez, por lo que el regreso de la 9.ª indicaría que todo había sido un engaño. Prevaleció la calma y finalmente se decidió que el 23 trasladaría sus actividades y señales a otra área del campamento mientras el 9 se preparaba para entrar.

Finalmente, a las 18.00 horas del 11 de noviembre, se recibió la noticia de que la operación terminaría al día siguiente y la 9.ª División volvería a apoderarse del campo. Todos los aspectos visuales de la 4.ª División fueron desmantelados lentamente esa noche. A partir de las 10:00 de la mañana siguiente, los vehículos ahora sin distintivos del 23 comenzaron a infiltrarse fuera del campo, a intervalos de tres minutos, en dirección a la ciudad de Luxemburgo.

El aspecto radiofónico del engaño se desarrolló sin problemas. Había sido planeado cuidadosamente, para que todos supieran exactamente lo que se suponía que debía hacer. Para evitar que los aspectos radioeléctricos del engaño se destaquen, también se pidió a la siguiente unidad en llegar al campamento, la 99.ª División de Infantería, que transmitiera mensajes de prueba de competencia por radio. Esto también permitiría a los estadounidenses utilizar el mismo truco de una prueba de radio en un campo de descanso para cualquier operación futura sin llamar la atención.

En general, el personal del V Cuerpo y del 12.º Grupo de Ejércitos estaba contento con la operación. En los registros del 23 se afirmó que poco después se capturó un documento de inteligencia alemán que indicaba que el 4 todavía estaba en Camp Elsenborn. George Wilson, del 22.º Regimiento de Infantería, sin embargo, recordó que la 4.ª División había sido recibida en el bosque de Hurtgen por Axis Sally, la locutora de propaganda de radio alemana, cuando entraron en la zona. Esto podría indicar que la operación fue un fracaso, pero también podría haber sido sólo información de oídas obtenida de otras tropas o, más probablemente, una referencia al 12.º Regimiento de Infantería que había estado luchando previamente en el bosque. Así, un engaño bien realizado podría haberse arruinado por la necesidad de enviar parte de la división por delante. De poco sirve intentar ocultar el movimiento de una unidad si una parte de ella ya ha sido enviada adelante.

Una de las lecciones aprendidas fue que el 23 podría lograr aparecer como una división en un área de descanso cerrada, pero los oficiales se dieron cuenta de que no podrían haber logrado el mismo engaño si la división hubiera estado vivaqueada en un área menos controlada o más abierta. , por la falta de hombres y vehículos. Sin embargo, todos estaban muy contentos con la cooperación que habían obtenido en todos los niveles. Los intendentes de la 4.ª División entregaron alegremente un suministro de parches divisionales cuando se les pidió, y los señalizadores de la 23.ª no tuvieron problemas para obtener la información que solicitaron.

Esta vez se había anticipado el problema de los hombres que buscaban a sus amigos. A cualquiera que llegara al área hipotética de la 4.ª División en busca de alguien se le dijo que, si bien la mayor parte de la división estaba en el campamento, esa unidad específica estaba ubicada en otro lugar. Esto funcionó, con la excepción de una vez cuando un soldado vino a buscar a su hermano en el 4º Pelotón MP. Como estaba preguntando a hombres vestidos como diputados de la 4.ª División, no podían afirmar que la unidad estuviera en otro lugar. Al principio respondieron: “Nunca había oído hablar de él”. "Bueno, él es tu cocinero, debes conocerlo", argumentó el hermano. El rápido parlamentario respondió: “Oh, debes referirte a 'apestoso'. No reconocí el nombre. Seguro que lo conozco. Simplemente se mudó con un grupo que se fue al norte”. En otra ocasión, un hombre del 23 respondió que la razón por la que no conocía a muchos otros en su unidad era que había sido herido en la infantería y acababa de llegar como reemplazo.