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sábado, 13 de octubre de 2018

La caída del Muro de Berlín y la reactivación del tratado de Versalles


¿Por qué el día que cayó el muro de Berlín se activó el Tratado de Versalles?

Las deudas de guerra y el milagro económico de Alemania 





Javier Sanz | El Economista

En octubre de 2010, Angela Merkel abonaba el último pago correspondiente a las reparaciones de guerra que los países vencedores impusieron a Alemania tras su rendición en la Primera Guerra Mundial... Y todo por la letra pequeña.

Tras la Conferencia de Paz de París de 1919, que ponía fin a la Gran Guerra, y el posterior Tratado de Versalles, Alemania perdía 70.000 kilómetros cuadrados del territorio que ocupaba antes de la guerra, se quedaba sin sus colonias, que pasaron a manos del Reino Unido y Francia, su ejército se redujo a 100.000 hombres y tuvo prohibido fabricar cualquier tipo de material de guerra.

Además, tuvo que asumir la responsabilidad y culpabilidad de la guerra, se le impusieron las llamadas reparaciones de guerra, se excluyó a Alemania de la recién creada Sociedad de Naciones... Alemania quedó asfixiada por aquel tratado.

¿Quién iba a pensar en 1953, en plena Guerra Fría, que las dos Alemanias se reunificarían?

Todas estas circunstancias crearon el caldo de cultivo perfecto para que el mesías de turno vendiese su discurso. A esto habría que añadir la errónea medida tomada por el gobierno alemán para financiar las reparaciones de guerra, cuando emitieron grandes cantidades de dinero sin ningún tipo de control, lo que que produjo un incremento brutal de los precios.

Por ejemplo, el billete de metro pasó de 0,10 marcos en 1918 a 150 millones en los años 20; el sello más caro era el de 4 marcos y en 1923 era de 50.000 millones... Se emitían nuevos billetes con un valor nominal de millones, pero la verdad es que valía más el papel en el que se imprimían. En aquellos años no era raro ver a los niños jugando a hacer castillos con fajos de billetes o utilizarlos para encender la calefacción.

Y si el trasfondo económico era terrible, el social y político no era mucho mejor. Liberales, socialistas y comunistas crearon la llamada República de Weimar con mimbres demasiado quebradizos, con acuerdos de extraños compañeros de cama cogidos con hilos, lo que la dejaba expuesta a golpes de Estado a diestro y siniestro.

En medio de este caos social y político y una terrible crisis económica con casi 6 millones de parados, aparece Hitler, un líder mesiánico con un enorme poder de sugestión, ofreciendo revisar las condiciones del tratado para dejar de pagar las reparaciones de guerra, restablecer el prestigio de un ejército abatido y humillado, recuperar el nivel de empleo y el crecimiento económico anterior a la Gran Guerra, una sociedad sin clases en la que todos tuviesen las mismas oportunidades...

Con mucha gente pensando únicamente en echarse un mendrugo de pan a la boca, no es de extrañar que los alemanes se sintieran atraídos por aquel modelo de sociedad donde el bien común se anteponía al interés particular... El resto es ya de sobras conocido.

Reunidos en Londres en 1953, los aliados condonaron una buena parte de la deuda alemana

A las viejas deudas heredadas de la Gran Guerra, se añadían después las impuestas tras la Segunda Guerra Mundial. Aquella situación era completamente insostenible y la deuda imposible de pagar, pero todo cambió gracias a la Guerra Fría y la división de Alemania en 1949 en la República Federal Alemana (RFA, Alemania Occidental) y la República Democrática Alemana (RDA, Alemania Oriental). El Bloque Occidental entendió que necesitaba una RFA fuerte para que hiciese las veces de tapón frente al empuje comunista, y para ello debían aligerar su deuda.

Reunidos en Londres en 1953, los principales acreedores (EEUU, Gran Bretaña y Francia) decidieron condonar una parte importante de la deuda, además de convencer al resto de acreedores de que también lo hiciesen, y reestructuraron el resto para hacerla más llevadera. En aquella reestructuración hubo una partida (los intereses de las reparaciones de la Primera Guerra Mundial) cuyo pago quedó en suspenso y que cayó en el olvido porque muchos pensaron que nunca se daría el requisito impuesto para abonarla: la unificación de Alemania. ¿Quién iba a pensar en 1953, en plena Guerra Fría, que las dos Alemanias se reunificarían?

En 1989, con la caída del Muro de Berlín y la posterior reunificación en 1990, terminó la suspensión de aquel pago y Alemania debió hacer frente a una deuda olvidada de unos 3.000 millones de euros procedentes de los intereses de las reparaciones impuestas en el Tratado de Versalles.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Finlandia: Un buen pagador histórico

Finlandia, un pagador fiable... incluso con las deudas de guerra


 Fotografía tomada durante la Guerra de Invierno. Imagen: Alamy


Javier Sanz | El Economista


El pasado mes de junio el ministro de Hacienda finlandés, Petteri Orpo, alertaba de que su país debía empezar a amortizar parte de los 137.000 millones de euros (más de un 60% sobre PIB) de deuda de las administraciones públicas antes de que desaparezca la oportunidad para controlar la situación, es decir, antes de que los tipos de interés dejen de ser tan favorables. A pesar de esta señal de alarma, hay dos detalles, uno actual y otro histórico, que confirman que los finlandeses lo harán: el interés que pagan sus bonos se encuentra entre los más bajos de la zona del euro, lo que refleja la confianza de los inversores en su capacidad de pago, y que, a lo largo de la historia, Finlandia ha demostrado ser un pagador fiable.

Independientemente de la victoria de los Aliados frente a las Potencias Centrales durante la Primera Guerra Mundial, el gran triunfador de este conflicto bélico fueron los EEUU. Además de no haber sufrido las devastadoras consecuencias de los combates en su propio territorio, su comercio experimentó un crecimiento sin precedentes, suministrando bienes de equipo y materias primas a los países europeos y llenando el vacío dejado por las otrora potencias europeas tradicionales en los mercados internacionales. Asimismo, se convirtió en el principal acreedor europeo (casi 11.000 millones de dólares en deuda interaliada), ya que la reconstrucción de la vieja Europa se financió con los créditos concedidos por el Tío Sam. Y uno de los países que solicitó esta financiación en 1920 fue Finlandia.

No fue la única ocasión en la que EEUU acudió en ayuda de Finlandia. En 1917, tras proclamar su independencia durante la Revolución rusa, estalló una brutal guerra civil entre conservadores y comunistas. La guerra, malas cosechas y el bloqueo ruso ocasionaron una terrible hambruna y los finlandeses pidieron ayuda a Herbert Hoover, futuro presidente de los EEUU. ¿Y por qué a Hoover? Porque para él no era nada nuevo: se había ocupado de repatriar a los estadounidenses atrapados en Europa cuando estalló la Gran Guerra y había conseguido hacer llegar alimentos a Bélgica y Francia durante el conflicto bélico mediante la creación de la Commission for Relief in Belgium (CRB, Comisión para el Socorro de Bélgica). Hoover recaudó fondos y consiguió donaciones de alimentos en los EEUU, Dinamarca, Inglaterra y Noruega para aliviar la hambruna finlandesa.




Desde el primer día, y a pesar de todas las limitaciones, Finlandia hizo frente a la deuda contraída con los EEUU en pagos interanuales durante 62 años, al 3% durante los primeros diez años y del 3,5% el resto. En 1931, ante la llamada Gran Depresión, Herbert Hoover, presidente desde 1929, anunció una moratoria de un año para todos los préstamos intergubernamentales (reparaciones de guerra y deuda interaliada). Todos dejaron de pagar, excepto Finlandia.

En la Conferencia de Lausana, celebrada en 1932, representantes de Alemania y de los Aliados, a excepción de EEUU, propusieron un acuerdo sobre el tema de las reparaciones de guerra y las deudas interaliadas. Ante la negativa del Congreso de los EEUU a cancelar las deudas, cuando Hitler llegó al poder dejó de pagar las abusivas deudas de guerra. De hecho, John Maynard Keynes, que, por cierto, abandonó la delegación británica en la Conferencia de Paz de 1919 por no estar de acuerdo con lo que se acordó, ya anticipó lo que podía ocurrir en su libro Las consecuencias económicas de la paz.

"Si lo que nos proponemos es que, por lo menos durante una generación Alemania no pueda adquirir siquiera una mediana prosperidad; si creemos que todos nuestros recientes aliados son ángeles puros y todos nuestros recientes enemigos son hijos de del demonio; si deseamos que, año tras año, Alemania sea empobrecida y sus hijos se mueran de hambre y enfermen, y que esté rodeada de enemigos, entonces rechacemos todas las proposiciones generosas, y particularmente las que puedan ayudar a Alemania a recuperar una parte de su antigua prosperidad material […] Si nosotros aspiramos deliberadamente al empobrecimiento de la Europa Central, la venganza, no dudo en predecirlo, no tardará".

Ser buen pagador tendría sus beneficios: EEUU destinaría la cuantía de los pagos finlandeses a adquirir material didáctico

Al año siguiente, la mayoría de países utilizaron la decisión tomada por Alemania para dejar de pagar a los EEUU al interpretar que ambas deudas estaban vinculadas: si no cobramos las reparaciones de guerra, no pagamos nuestras deudas. Otros decidieron seguir abonando cantidades simbólicas, y sólo Finlandia hizo frente a sus pagos religiosamente -a excepción de la segunda moratoria con motivo de la Segunda Guerra Mundial-.

Lógicamente, el hecho de ser buen pagador iba a tener sus beneficios: en 1949 el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley por la que la cuantía de los pagos finlandeses se iba a destinar a la adquisición de material didáctico y equipo tecnológico estadounidense para colegios y universidades finlandesas, además de financiar los viajes y la estancia de investigadores finlandeses en los EEUU. En 1976, con el último pago, se creó el Fondo Fiduciario Educativo finlandés-estadounidense.

Años más tarde, se volvería a repetir esta ecuación. En esta ocasión, el acreedor fue la Unión Soviética… y también pagaron. Aunque los EEUU habían tratado de convencer a los soviéticos de que no se impusiesen reparaciones de guerra a Finlandia por su participación en la Segunda Guerra Mundial, Stalin no claudicó y exigió una compensación de 300 millones de dólares. La única concesión fue permitir que se pudiese amortizar en bienes y equipos. Y Finlandia cumplió, el 18 de septiembre de 1952 canceló su deuda con el último envío: un barco.

Así que, si un finlandés te pide dinero prestado... tú mismo, esto sólo es historia.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Biografía: Nicolás Mihanovic, emprendedor naval

Nicolás Mihanovich



 

Nicolás Mihanovich (1846–1929)

Nació en Doli, cerca del puerto Duvronik sobre el Mar Adriático (actual Croacia, anteriormente Imperio Austrohúngaro), el 21 de enero de 1846. A temprana edad comenzó a navegar por los mares Mediterráneo y Negro. Luego extendió sus viajes al Océano Atlántico, y en 1864, llegó al Río de la Plata con su compatriota y amigo Dionisio Ivancovich. Desembarcó en Montevideo como tripulante de la embarcación británica “City of Sydney”, fue al Paraguay (1), y por fin se radicó en Buenos Aires, en 1875.

Comenzó desempeñándose como capitán del “Jenny”, pequeño buque de cabotaje destinado a los servicios del Plata, y luego del barco “Buenos Aires”, hasta que los tomó en arrendamiento, agregándose a la flotilla el “Kate”, gemelo del primero.

A raíz de un accidente en el que perdió la vida su colega genovés Juan Bautista Lavarello, contrajo matrimonio con la viuda Catalina Balestra, dueña de varios barcos, que unió a los arrendados, aumentando la potencialidad de la flotilla. Además, con ella fundó un hogar patriarcal con numerosísimos hijos. Nueve años después, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, abrió un escritorio para ocuparse de asuntos navieros, que fue la base de la importante casa del ramo que existe actualmente.

Hacia 1887, dejó las pequeñas lanchas y adquirió un modesto vapor. Desde esa época, comenzó a realizar trabajos de remolque a la entrada del puerto de Buenos Aires con el “Vigilante”, “Tejedor”, “Sol Argentino” y “Puerto de la Boca”, tareas que dirigía personalmente.

En 1894, ya era dueño de la flotilla “La Platense”, comprada a una compañía armadora inglesa, y poco después, absorbía a su rival, las “Mensajerías Fluviales”.

La empresa fue en constante aumento, sobre todo, desde comienzos del siglo XX, y en 1903, transformó la casa armadora en sociedad anónima limitada con un capital inicial de seis millones de pesos nacionales, el que pronto aumentó.

En 1909, la empresa se amplió bajo el rubro de “Sociedad Argentina de Navegación Mihanovich”. Fue una compañía anglo-argentina con directorio en Londres y en Buenos Aires, ambos presididos por el fundador.

Poco antes del estallido de la primera guerra mundial, incorpora a su flota las turbonaves de pasajeros “Ciudad de Buenos Aires” y “Ciudad de Montevideo”, que representaban, para aquel entonces, un considerable adelanto. Después de la terminación de la guerra, la compañía Mihanovich contaba con más de 300 buques que valían aproximadamente 26 millones de pesos.

Los barcos de Mihanovich se hicieron familiares en los grandes ríos del país y en la carrera a Montevideo, alcanzando hasta las costas brasileñas. Simultáneamente, su hermano Miguel, fundador de la Compañía “Sud Atlántica”, S. A. atendía todos los servicios costeros de Buenos Aires a Patagones, cuyo muelle fue construido por iniciativa propia para facilitar y agilizar el comercio con el sud.

Su contribución para el desarrollo de la marina mercante argentina fue muy grande. Prestó además, otros servicios a nuestro país y a su patria natal. Fue cónsul honorario de Austria-Hungría, y el emperador Francisco José le acordó una condecoración. Los soberanos de Rusia, Inglaterra y España también lo condecoraron. El último de ellos, lo hizo con la Cruz de Segunda Clase de la Orden del Mérito Naval, y la Encomienda de la Orden de Alfonso XIII.

Fue director del Banco de Italia y Río de la Plata, desde 1902 a 1915, y presidió otras grandes empresas industriales, como Campos y Quebrachales de Puerto Sastre; Grandes Molinos Porteños; Introductora de Productos Austro-Húngaros; La Positiva, La Oxhídrica, Frigorífico La Blanca, Lloyd Yugoslavo, otras sociedades de seguros y bancos.

Se distinguió también, una vez consolidada su posición económica, como filántropo. En su patria, modernizó la ciudad natal de Doli dotándola de servicios sanitarios, y de otras mejoras edilicias, creando con Miguel Mihanovich allí una fundación.

En Buenos Aires donó los fondos necesarios para la instalación de la Sociedad de Socorros Mutuos Austrohúngara y el edificio de la legación de su país. Cuando el Obispo de Temnos, monseñor Miguel de Andrea, organizó su gran colecta de beneficencia en terrenos donados por Antonio Leloir, hizo edificar, con fondos de su peculio, las casas del barrio para obreros que lleva su nombre (2). Durante su vida distribuyó entre sus hijos la mayor parte de su fortuna.

Igualmente las manifestaciones de arte no le fueron indiferentes y las estimuló.

Falleció en Buenos Aires, el 24 de junio de 1929. Su vida constituye un ejemplo, por la fe y perseverancia que puso en el trabajo, y en el esfuerzo personal. Su residencia de la calle Juramento entre O’Higgins y Tres de Febrero, fue una de las joyas arquitectónicas más preciadas de la ciudad, a comienzos del siglo XX. Después pasó a ocuparla el presidente Quintana a fines de 1905, y vivió en ella hasta pocos días antes de su muerte. Desapareció este palacio en 1941.

Un puerto del Paraguay lleva su nombre, y en la Argentina ni una calle de la zona portuaria, ni un barco de nuestra flota mercante lo recuerdan, justamente a quien fuera su fundador.

Referencias


(1) Mihanovich comenzó a trabajar como botero para el aprovisionamiento de las tropas en la guerra con el Paraguay.
(2) Las viviendas estaban destinadas a obreros calificados. Es un conjunto de dos tiras de casas. Las fachadas de una de las tiras dan a la calle Escalada al 1100, entre José E. Rodó y Chascomús (Barrio Parque Avellaneda, Buenos Aires), y las fachadas de la otra dan a un pasaje cerrado. Al frente posee la Parroquia Santa María Goretti, sobre Escalada.

Fuente

Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1975).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
González Climent, Aurelio – Flota Argentina de Navegación de Ultramar - Anuario del IEMMI, Buenos Aires (1958)
Portal www.revisionistas.com.ar

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

miércoles, 27 de junio de 2018

JMR: El robo a la Casa de Papel argentina

El (verdadero) robo a la Casa de la Moneda fue en Buenos Aires y en 1851


Daniel Balmaceda
PARA LA NACION



La Casa de la Moneda, ubicada en la calle Balcarce, en el barrio de San Telmo Crédito: Google Maps

Una mujer desembarcó en Buenos Aires muy enojada. Llegaba desde Montevideo y estaba ofendida porque durante el trayecto había pretendido saludar dos o tres veces a Andrés Villegas. Pero el hombre no sólo no le respondía, sino que simulaba no conocerla. Era la tarde del 28 de diciembre de 1851.

Villegas -38 años, delgado- tomó su maleta y se dirigió a la Posada del Globo en el centro de la ciudad. Alquiló una habitación y firmó su ingreso con sus iniciales: AV. Se encerró en el cuarto e inició los preparativos para llevar a cabo el robo más audaz del siglo XIX.

Después de bañarse y afeitarse un poco la barba, tomó un papel de la maleta, lo dobló y lo guardó en su levita. Se colocó antiparras oscuras y un sombrero negro, de pelo, adornado con la divisa y el cintillo federal. Rosas se mantenía en el poder y Urquiza galopaba con un inmenso ejército hacia Buenos Aires.


Consiguió un caballo y partió rumbo a la Casa de la Moneda, en la calle Balcarce, barrio de San Telmo. Esa noche llovía con ganas. Buenos Aires era un desierto de fango. Empapado, el hombre comunicó a los guardias que tenía urgencia en ver al presidente de la institución, don Bernabé Escalada. Los soldados le dijeron que no estaba; pero cuando Villegas explicó que traía una carta de Su Excelencia don Juan Manuel de Rosas, le suplicaron que ingresara y uno de ellos partió a buscar al funcionario.

Agitado y preocupado por lo inapropiado del horario, Escalada estrechó la mano del misterioso visitante. Villegas se presentó: "Soy José Murillo, vengo de Palermo y traigo un despacho del gobernador". El presidente lo invitó a pasar a su escritorio, tomó la carta, la acercó al candelabro y leyó:

Señor Don Bernabé Escalada. Luego que don José Murillo le dé a usted la presente, pondrá usted a su disposición la suma de dos millones de pesos, que le serán integrados bien pronto, y encargo a usted la mayor reserva. D. Ud. Afmo. Juan Manuel de Rosas. Palermo, Diciembre 28 de 1851. A las 7.

El presidente de la Casa de la Moneda, federal hasta la médula y recto como pocos, se sobresaltó. Era la letra de Rosas, su firma y sus sellos. Pero, ¡¿cómo era posible que el gobernador abandonara los pasos burocráticos y, en un tono epistolar poco habitual, pidiera semejante suma?! El alquiler de una de las mejores esquinas de la ciudad costaba 750 pesos mensuales. Por lo tanto, los dos millones eran una suma cuantiosa.

Escalada frunció el ceño y apuntó su mirada contra Murillo (es decir, contra Villegas) en busca de explicaciones. El falso emisario estaba preparado: dijo que esa misma tarde había llegado a la residencia de Rosas en Palermo, proveniente de Ramallo, con correspondencia del general Mansilla para el gobernador. Que Rosas, delante de él, había escrito esa carta y le había ordenado cumplir la comisión ante Escalada. Que el Restaurador le había exigido actuar con premura, ya que esa misma noche debía regresar al campamento de Mansilla.

Algo importante debía estar pasando y el estricto presidente de la Casa de la Moneda se sintió partícipe de algún acto patriota. De todas maneras, no iba a quebrantar la burocracia establecida. Mandó llamar al contador Manuel Terry, al tesorero Leonardo González y al llavero Manuel Ambrosio Gutiérrez. Le explicó al visitante por qué los convocaba: "Estas formalidades, señor Murillo, deben cumplirse para sacar dinero de la Casa de la Moneda. Sin embargo, los salvajes unitarios afirman que Rosas saca todo el que quiere".

Ingresaron los empleados y Villegas debió soportar una nueva ronda de sospechas. Tratando de encontrar respuestas a la actitud poco administrativa de Rosas, los funcionarios especularon con que, tal vez, se tratara del importe que debía entregarse en esos días para pagar salarios atrasados. Se adeudaban sueldos desde agosto de 1848. El delincuente jugó su última carta: "Señores, no puedo aguardar más. Ya mismo regreso a Palermo e informaré a Su Excelencia que no he podido cumplir su comisión".

Los funcionarios se estremecieron de sólo pensar en la ira de Rosas por no haber satisfecho su pedido. Rendido, Escalada ordenó que trajeran el dinero. Dos mil billetes de mil pesos (del doble del tamaño de los actuales) fueron amontonándose en el escritorio de don Bernabé. Comenzaba a introducirlos en grandes sacos cuando Villegas interrumpió: "Disculpen, pero está lloviendo. Envueltos así, los billetes podrían mojarse". Los ingenuos reconocieron que tenía razón. Consiguieron gruesos cartones para proteger la fortuna.

Terminaron de embalarlos, Villegas tomó los sacos, saludó con apuro y caminó con prisa hacia la puerta. "¡Un momento, señor Murillo!", gritó Escalada. El estafador se frenó, sin darse vuelta. "Falta que firme el recibo. Como verá, somos muy puntillosos". Villegas soltó una carcajada y contagió a todos. El ambiente venía siendo demasiado espeso y hacía falta un poco de distensión.

Luego de escribir "Recibido por orden superior. José Murillo", el ladrón partió como un rayo en medio del aguacero, a caballo y con los dos millones. Si bien se suponía que iría a Palermo y que la misión de los hombres de la Casa de la Moneda estaba cumplida, Escalada quiso deslindar responsabilidades. No fuera cosa que José Murillo cometiera la imperdonable falta de no ir a Palermo ni a Ramallo. Escribió una nota al gobernador y ordenó que se la llevaran de inmediato.

La nota decía: "Excmo. Señor. He cumplido con la orden de V.E., que me ha entregado don José Murillo. B. De Escalada, Diciembre 28".

En Palermo, Rosas bramó de furia y envió al capitán Pedro Rodríguez a la ciudad. Se sumó el jefe de Policía Juan Moreno. "¡Las once han dado y lluvioso!", anunció la voz quebrada de un sereno, mientras el viejo Escalada transpiraba con la respuesta escrita de Rosas en sus manos. Ninguno de los funcionarios podía dar detalles de la fisonomía de Murillo porque se había mantenido casi todo el tiempo en un rincón oscuro del escritorio. Además, nunca se había quitado los anteojos oscuros que llevaba puestos.

El policía Moreno ordenó que todos guardaran el secreto de lo que había ocurrido para que Murillo no se sintiera perseguido. También dispuso vigilar todas las salidas de la ciudad. Por último, tomó nota de la numeración de los billetes. En poder del ladrón estaban los que iban del 47.001 al 49.000.

Villegas regresó a la posada, guardó los fajos en su maleta y se fue a dormir. Madrugó, tomó un atado de cien billetes y salió de compras. En el negocio del platero Carlos Lanatta cambió 100.000 por 315 onzas de oro. Una hora más tarde la policía descubrió la operación. Poco tardaron en dar con la posada. Ingresaron al cuarto -Villegas no estaba- y en la maleta encontraron el oro y el resto del dinero. Además, había un sello con las iniciales de Rosas, dos salvoconductos con la firma falsificada del gobernador y una carta, también apócrifa, en la que el Restaurador pedía que se facilitara una embarcación al portador.

Lo detuvieron esa misma mañana. Engrillado en brazos y piernas, lo llevaron a la cárcel, en el edificio del Cabildo. Confesó haber sido la persona que se llevó el dinero de la Casa de la Moneda. Dijo que se llamaba Antonio Vidal, natural de Durazno, Uruguay, y que los otros nombres los había inventado para cometer el delito. Explicó que trabajaba en el consulado de Montevideo, establecido por "el loco, traidor, salvaje unitario Urquiza", y que allí había estudiado las cartas de Rosas para imitar su letra y firma. Aclaró que el dinero lo necesitaba para mantener a su familia -mujer y cinco hijos-, porque él apenas ganaba veinte pesos por mes.

Pero él no era Antonio Vidal: su verdadero nombre era Andrés Villegas. La mentira recién pudo descubrirse por la intervención de la señora ofendida que había viajado en el vapor. Esta mujer acudió a ver los hermanos de Villegas para quejarse por la poca cortesía de Andrés. Ellos, que no lo veían hace años, salieron a buscarlo por toda Buenos Aires. Cuando dieron su descripción a la Policía, los condujeron al calabozo del estafador.

El 30 de diciembre lo fusilaron en el patio de la cárcel. Villegas había llegado a Buenos Aires hacía 48 horas. Durante once fue millonario y durante treinta, preso. En su confesión aseguró que no tenía cómplices. ¿Fue un acto solitario? ¿O fue el ejecutor de un complot tramado por unitarios o urquicistas? Nunca nadie reivindicó su figura como mártir de la causa antirrosista, ni aun pocas semanas después, luego de que Urquiza despedazara al ejército del Restaurador en Caseros.


viernes, 8 de junio de 2018

Relaciones internacionales: URSS y Argentina durante el gobierno alfonsinista

Las relaciones con la Unión Soviética

Historia de las RREE de Argentina




Antes de asumir el gobierno, el radicalismo planteó claramente el papel de los vínculos con la Unión Soviética en el marco de la política exterior. En una entrevista periodística, Dante Caputo sostuvo que no se ejercería "ningún tipo de discriminación ideológica" en las relaciones comerciales con los países del Este. Pero también afirmó que el gobierno de Alfonsín tendría como uno de sus objetivos diversificar las exportaciones "por razones de conveniencia nacional, ya que la presencia casi exclusiva de un solo comprador provoca de hecho relaciones de dependencia que no son convenientes (1)". Estas declaraciones de quien sería el canciller del gobierno de Alfonsín pueden interpretarse como una actitud de reacción contra el excesivo peso que tuvieron los vínculos comerciales con Moscú durante los años del Proceso.
    No obstante estas declaraciones de Caputo y la preferencia de las autoridades de Moscú por Italo Luder como candidato a la presidencia argentina (2), la llegada de Raúl Alfonsín a la Casa Rosada motivó elogiosos comentarios en la prensa soviética. Así, Tiempos Nuevos de Moscú subrayó que el programa de gobierno radical era "constructivo" y calificó el discurso de Alfonsín como "progresista y renovador". Por su parte, la derrota electoral del peronismo fue interpretada por el diario moscovita como una consecuencia de los "errores de cálculo" y de la "exhumación de viejos slogans (3)".
    A pesar de los citados elogios de la prensa soviética, durante la primera etapa del gobierno de Alfonsín las relaciones económicas con Moscú atravesaron un período de enfriamiento. Ello se debió a dos factores: a) la alta prioridad puesta por la administración radical en sus vínculos con las socialdemocracias europeas, que tuvo por contrapartida un enfriamiento de los nexos con el mundo socialista; y b) la propia crisis de la política interna soviética, sumida en la primera mitad de la década de los ’80 en una sucesión de enfermedades y muertes de sus máximos dirigentes -Leonid Brezhnev (1982), Yuri Andropov (1984) y Konstantin Chernenko (1985) (4).
    Pero la baja prioridad otorgada por la diplomacia radical a los lazos comerciales con Moscú y el mundo socialista no impidió que en esta etapa se registraran una serie de contactos, que culminaron con la firma de convenios entre representantes comerciales soviéticos y las provincias de Mendoza, Formosa, Chaco y Corrientes (5). Asimismo, durante los meses de octubre y noviembre de 1984, los gobernadores Felipe Llaver de Mendoza, Leopoldo Bravo de San Juan, José Vernet de Santa Fe, y Arturo Puricelli de Santa Cruz, respondiendo a una expresa invitación de Moscú, visitaron la URSS para discutir la posibilidad de nuevos acuerdos comerciales (6).

 Canciller Dante Caputo

    Un hecho que evidenció las dificultades existentes en el intercambio comercial bilateral fue, sin duda, la Octava Reunión de la Comisión Mixta de cooperación económica y comercial argentino-soviética, de principios de noviembre de 1984 en Buenos Aires, donde ambas partes definieron claramente sus intereses respecto del intercambio comercial bilateral. En este encuentro, los negociadores soviéticos intentaron presionar a sus pares argentinos, aprovechando la situación altamente competitiva del mercado mundial de granos, donde Estados Unidos y la Comunidad Europea subsidiaban sus exportaciones y las colocaban en el mercado soviético a precios de dumping. Advirtieron que la URSS se vería forzada a reducir sus compras de granos a menos que la Argentina aumentara sus adquisiciones de equipos y maquinarias. Pero también plantearon alternativas para salir del estancamiento en el intercambio comercial, desde el trueque (vinos por trolebuses, por ejemplo, que había sido aplicado por el gobierno de Mendoza), hasta propuestas de adaptación de las empresas argentinas a las necesidades del mercado soviético, especialmente en la industria liviana. También hubo propuestas energéticas, especialmente emprendimientos hidroeléctricos, portuarios, ventas de licencias y tecnología. No obstante, estas alternativas chocaron con la realidad de que la clase empresarial argentina prefería integrarse al mercado mundial capitalista antes que al socialista. Además, la capacidad de compra de equipos y maquinarias de origen soviético se veía altamente comprometida en ese momento por dos factores: la abultada deuda externa, que llevaba a la Argentina a privilegiar sus relaciones con Washington y los organismos internacionales de crédito; y la tendencia a la baja del precio de los granos, que reducía los beneficios exportables, tan necesarios para afrontar los servicios de la deuda.
    Por el Acta Final de esta Octava Reunión de la Comisión Mixta, firmada por el secretario de Comercio argentino, Ricardo Campero, y el viceministro de Comercio Exterior soviético, Alexei Manzhulo, ambas partes convinieron en prorrogar el Acuerdo de Suministro de Cereales y Soja argentino a la URSS, y el Convenio de Suministro de Maquinaria y Equipo de la URSS a la Argentina. Asimismo, formalizaron el otorgamiento de un sistema de crédito recíproco de 5 millones de dólares para la compra de bienes producidos por ambos países. Pero este acuerdo excluyó explícitamente los productos agropecuarios argentinos, que debían ser adquiridos por Moscú al contado en moneda de libre convertibilidad. Por esta razón, los negociadores soviéticos expresaron su preocupación por el déficit de la URSS en su intercambio comercial con la Argentina, y solicitaron un incremento sustancial en las importaciones de productos soviéticos, con el fin de reducir el desequilibrio en la balanza comercial bilateral (7).
    Otra dificultad presente en la agenda económica fue el viejo tema de las actividades de pesqueros soviéticos en la zona económica exclusiva argentina, que volvió a aparecer en el mes de septiembre de 1984 y motivó un pedido de informes por parte del diputado justicialista Luis Casale meses después, en marzo de 1985 (8).
    En contraposición a las dificultades existentes en el ámbito comercial de la agenda bilateral, se produjeron convergencias en el ámbito político. Un ejemplo fue el balance de la visita a la Argentina del secretario general de la Cancillería soviética, Yuri Fokin, a fines de julio de 1984. El objetivo de la misma fue de carácter exploratorio: el intercambio de opiniones acerca de los temas a ser tratados en la 39ª Asamblea General de la ONU y otros asuntos de interés común. En ese contexto, Fokin tocó la problemática de Malvinas, acusando a Gran Bretaña de adoptar una actitud colonialista en el diferendo, que el diplomático soviético encuadró en el marco de referencia Este-Oeste. Si bien Fokin consideraba la disputa entre Buenos Aires y Londres como secundaria en la lista de prioridades estratégicas soviéticas, las autoridades soviéticas estaban preocupadas por la instalación en el Atlántico Sur "de armas avanzadas" (...) porque estamos amenazados desde el Polo Norte y desde el Polo Sur (9)". Durante la presencia de Fokin en Buenos Aires, un artículo publicado en la prensa soviética acusó al gobierno de Estados Unidos de estar utilizando políticamente al FMI para ejercer presión política sobre la gestión de Alfonsín, y respaldó la actitud del gobierno radical de resistir la presión de Washington y los bancos acreedores (10).
    Asimismo, en septiembre de 1984, durante las sesiones de la 39ª Asamblea General de la ONU en la que el gobierno radical dio a conocer sus lineamientos de política exterior, tuvo lugar una entrevista entre el canciller Dante Caputo y su par soviético Andrei Gromyko. Esta entrevista constituyó el antecedente de un mecanismo de consultas bilaterales a nivel de cancilleres que fue establecido dos años más tarde (11).
    A principios de octubre de 1984 realizó una visita a Moscú un grupo de legisladores argentinos, encabezados por el presidente de la Comisión de las Relaciones Internacionales Interparlamentarias del Senado, el senador justicialista Julio Amoedo. Estos suscribieron con sus colegas soviéticos un comunicado conjunto que subrayaba la existencia de posiciones coincidentes entre la Argentina y la URSS en diversos temas, destacándose entre ellos el apoyo soviético a los reclamos de soberanía argentinos sobre las Malvinas (12).
    Las dificultades en el ámbito comercial volvieron a evidenciarse en octubre de 1985, en ocasión de la Novena Reunión de la Comisión Mixta que trató la renovación de los convenios comerciales entre ambos países, que habían sido firmados por el gobierno militar en 1981 y cuya vigencia finalizaba en diciembre. En dicha oportunidad, la delegación soviética criticó la lentitud y el incumplimiento por parte de la Argentina de algunas condiciones de compra, especialmente las referidas a las adquisiciones de máquinas y equipos. Los negociadores argentinos atribuyeron estas falencias a las restricciones presupuestarias y operativas derivadas de las medidas de estabilización económica. También se registraron quejas del lado argentino, cuya delegación expresó su preocupación por la decisión de Moscú de no cumplir con los volúmenes comprometidos de soja y carnes (13).
    No obstante, las gestiones en torno de un nuevo convenio comercial que reemplazara al firmado en 1981 continuaron. Desde la óptica argentina, el mercado soviético tenía una importancia crucial, en un contexto donde el éxito del Plan Austral y de las negociaciones por la deuda externa dependía en gran medida de mantener un volumen satisfactorio en las exportaciones. Finalmente, el 22 de enero de 1986, el canciller Caputo y el ministro de Comercio Exterior soviético, Boris Aristov, firmaron en forma preliminar en Buenos Aires un nuevo convenio para la venta de 4.500.000 toneladas de granos y frijol de soja a la URSS hasta 1990. Por su parte, la Argentina se comprometió a adquirir en ese lapso 500 millones de dólares en equipos industriales y manufacturas, valor que representaba un 100% más que el monto de compras concretado durante la vigencia del convenio comercial 1981-1985 (14).
    Por cierto, el gobierno radical pretendió resolver las dificultades existentes en materia de intercambio comercial a través de un camino de índole política, extendiendo a la URSS la "diplomacia personal" -hasta ese momento reservada a los escenarios europeo-occidental, norteamericano y latinoamericano-. Esta estrategia de la diplomacia argentina coincidió con el deseo de la administración de Mijail Gorbachov de apertura a otros países, con el fin de que los diplomáticos extranjeros descubrieran la "nueva" Unión Soviética, y las autoridades de Moscú pudieran intercambiar ideas y experiencias útiles, a fin de complementar los procesos de "glasnost" y "perestroika" en que estaba embarcado el secretario general del Partido Comunista de la URSS (15).
    Luego de la firma del acuerdo comercial con la URSS, el 26 de enero de 1986 el canciller Caputo viajó a Moscú para continuar las conversaciones en varios temas y preparar el terreno para la visita del presidente Alfonsín a la capital soviética en octubre. Caputo se entrevistó con varias figuras del Kremlin, entre ellos el canciller Edward Shevardnadze, el presidente del Soviet Supremo Andrei Gromyko, y el secretario general del PC, Mijail Gorbachov, con los cuales trató, entre otros temas, las propuestas de desarme formuladas por Gorbachov y Alfonsín en el llamado "Grupo de los Seis", la crisis centroamericana, y el problema de la deuda externa. Tanto las declaraciones de Caputo como de Shevardnaze enfatizaron las coincidencias alcanzadas, sobre todo en materia de desarme. El canciller argentino expresó que "el plan de desarme total para el año 2000 presentado por la URSS es, a nuestro juicio, la más importante iniciativa que en este tema se haya presentado hasta ahora (16)".
    Además, Caputo firmó el 29 de enero de 1986 varios convenios: Protocolo sobre Consultas; Acuerdo sobre los Suministros de Cereales y Soja; Acuerdo prorrogando el Convenio de Suministro de Maquinarias y Equipos de la URSS a la República Argentina por U$S 500 millones; Convenio sobre Cooperación Cultural y Científica, y Protocolo para preparar la recopilación de documentos diplomáticos sobre las relaciones entre la República Argentina y la URSS (Rusia) de 1885 a 1985. Asimismo, vale destacar el compromiso de participación soviética en la remodelación del puerto argentino de Bahía Blanca y en obras hidroeléctricas como el dique de Piedra del Aguila (17).
    Unos meses después, el 2 de julio de 1986, la Argentina firmó con la URSS un convenio pesquero, que concedía a las naves soviéticas, por su artículo 2º, acceso a la zona económica exclusiva del mar argentino, y por su artículo 3º, la posibilidad de que dichas naves recalaran en puertos argentinos. Un convenio semejante fue firmado con Bulgaria. Como era de esperarse, estos convenios provocaron consecuencias tanto político-estratégicas como económicas negativas para la Argentina. En cuanto a las primeras, se produjo la inmediata reacción del Reino Unido declarando la zona pesquera exclusiva de 200 millas alrededor de las Malvinas. Asimismo, el secretario de Estado norteamericano George Shultz emitió fuertes declaraciones, criticando los convenios de pesca y advirtiendo que "todo país debe ser cuidadoso en sus relaciones con la Unión Soviética", porque el objetivo principal de los rusos es político y su sistema de gobierno se contradice "con el sistema de valores que representa la democracia en la Argentina", palabras que constituyeron un llamado de atención al gobierno de Buenos Aires. La cuestión tuvo también una fuerte repercusión interna, desatando una intensa polémica entre el canciller Caputo, el ex canciller Oscar Camilión y el ex embajador en los Estados Unidos Arnaldo Musich. Provocó además el 13 de octubre un paro general de la CGT por 14 horas en contra de la firma de los convenios, y la crítica de las empresas pesqueras argentinas, que consideraban que mientras se restringían los permisos de captura a las firmas nacionales, éstos se concedían a las extranjeras (18).
    En octubre de 1986 tuvo lugar el viaje de Alfonsín a la URSS, acompañado por un grupo importante de empresarios argentinos. Los resultados de esta visita para la Argentina fueron escasos, debido tanto a las prioridades de los gobiernos argentino y soviético de ajustar sus respectivas economías (19), como a la decisión británica del 29 de octubre de 1986 de establecer una zona exclusiva de pesca en torno a las islas Malvinas como represalia por los acuerdos pesqueros firmados por la Argentina en julio de ese año con la URSS y Bulgaria (20).
    En el ámbito político, Alfonsín y Gorbachov emitieron un comunicado conjunto, expresando una serie de coincidencias en temas de la agenda regional y global: la mutua condena a toda intervención en Centroamérica y elogio a los esfuerzos pacificadores de Contadora; el reclamo de negociaciones directas para una solución al problema de las islas Malvinas y la exigencia de que el gobierno británico desmantelara la base militar asentada en el archipiélago (aunque no hubo referencia explícita al tema de la soberanía); el retiro de las tropas israelíes de los territorios ocupados, la creación de un estado palestino y la convocatoria a una conferencia internacional con participación de la OLP como medios para solucionar el conflicto de Medio Oriente; crítica al apartheid sudafricano; y las referencias de ambos gobiernos al rol positivo jugado por los países No Alineados (21).
    Pero, más allá de estas coincidencias, el presidente Alfonsín no logró en este viaje dos objetivos políticos muy importantes para su administración: obtener una explícita condena de Moscú respecto de las políticas opositoras de comunistas y trotskistas argentinos, y conseguir el apoyo soviético a la revindicación de la soberanía argentina en Malvinas. En el primer caso, las duras observaciones de Alfonsín respecto del Partido Comunista argentino fueron mal recibidas por las autoridades soviéticas, que sostuvieron que la URSS no podía respaldar ni oponerse a la posición de una fuerza política interna en otro país (22). En el segundo caso, el comunicado conjunto omitió directamente toda alusión al tema (23).
    En el plano económico, los logros del viaje de Alfonsín se limitaron a la promesa soviética de respetar el convenio de granos ya firmado -durante el primer semestre de 1986 los soviéticos no cumplieron con el compromiso asumido en enero, comprando poco más de 700.000 toneladas-. Durante la visita presidencial, la parte soviética confirmó órdenes de compra para 1987 por un total de 4 millones de toneladas de cereales, compensando sólo parcialmente su déficit de compras de 1986. Otro limitado logro fue la posibilidad que tuvieron los empresarios argentinos de tener un contacto directo con sus pares soviéticos, lo cual llevó a comenzar a negociar algunos proyectos binacionales que se habían pactado anteriormente (24).
    Para los soviéticos, el balance del viaje del presidente Alfonsín no fue mucho más positivo. Desde el punto de vista político-estratégico, tras la decepcionante cumbre de Reykjavik con Estados Unidos, la URSS encontró en el presidente argentino un interlocutor que, condicionado por delicados problemas políticos y económicos, sólo podía ofrecer un respaldo verbal en la mayoría de los temas de la agenda tanto regional como global (25). Desde el punto de vista económico, lo cierto era que mientras la Argentina había comprado 50% de los productos soviéticos según lo pactado desde el convenio de 1981, la URSS había adquirido menos de 10% de los montos pactados desde 1981 -4.500.000 toneladas de sorgo, maíz y 450.000 de forraje cerealero-. Puesto en términos de valores, las compras de granos soviéticas cayeron del récord histórico de 3485 millones de dólares en 1981 -cuando la Argentina aprovechó la oportunidad abierta por el embargo cerealero dispuesto por la administración Carter contra la URSS- a 1467 millones en 1985, y sólo 267,6 millones en 1986 (26).
    La limitación de los logros económicos argentinos y soviéticos se puso nuevamente de manifiesto a fines de septiembre-principios de octubre de 1987, durante la visita del canciller soviético Edward Shevardnadze a Buenos Aires, cuando ambas partes, disconformes con los resultados del patrón tradicional basado en ventas de granos argentinos y compras de productos manufacturados soviéticos, decidieron firmar una declaración conjunta, enfatizando la "conveniencia" de que la Argentina y la URSS promovieran "nuevas modalidades de colaboración, en particular a través de la cooperación industrial, la creación de empresas conjuntas y compañías mixtas", para lo cual "alentarán el intercambio de procesos industriales (27)".
    Asimismo, se registraron coincidencias en la necesidad de establecer un nuevo orden económico internacional. Respecto de este punto, el canciller soviético calificó la deuda externa como un "tumor maligno del mundo contemporáneo", y, de manera coincidente con el pensamiento de Alfonsín, sostuvo que la solución a este problema sólo puede encontrarse a través del "esfuerzo conjunto" de la comunidad internacional. Shevardnadze destacó las amplias coincidencias con el gobierno de Alfonsín respecto del problema del desarme -cuestión en la que no faltó una referencia crítica de Shevardnadze al proyecto de "guerra de las galaxias" del presidente Reagan (28)-.. Por cierto, Malvinas fue otro ítem de la agenda de conversaciones que pareció demostrar el alto nivel de convergencia ente Buenos Aires y Moscú en el ámbito político, al menos en lo que respecta al nivel discursivo. En esta cuestión, Shevardnadze destacó la necesidad de desmilitarizar el Atlántico Sur y sostuvo el apoyo soviético a la posición argentina respecto de Malvinas. Pero al mismo tiempo, y a fin de aventar eventuales temores de Londres y Washington respecto de los objetivos políticos de su visita, el canciller soviético sostuvo que su contacto con el gobierno argentino no buscaba "perjudicar a terceros países" y no podía ser interpretado como un nuevo intento de penetración soviética en la región, pues esta visión respondía a una "antigua mentalidad de la época de piedra (29)".
    Este nivel de convergencias políticas volvió a registrarse en ocasión de la visita a Buenos Aires del enviado personal de Mijail Gorbachov, Vladimir Lomeiko, quien se entrevistó con el presidente Raúl Alfonsín a principios de junio de 1988, en el marco de una gira informativa que incluyó también a México y Brasil. Ambas partes coincidieron en que la cumbre Reagan-Gorbachov de Washington de 1988 servía como símbolo de distensión. Sin embargo, Alfonsín entregó a Lomeiko una copia de la declaración del Grupo de los Seis en la que se señalaba que se esperaba de la cumbre entre las dos superpotencias "resultados más sustanciales en el campo de la limitación de armamento y desarme (30)".
    En septiembre de 1988, una delegación soviética presidida por el viceministro de Comercio Exterior, Yuri Chumakov, arribó a Buenos Aires. Como era de esperarse, el objetivo primordial del visitante fue flexibilizar los términos del convenio bilateral firmado en enero de 1986, y, por esta vía, incrementar las posibilidades de su implementación. Este encuentro sirvió de base para la Undécima Reunión de la Comisión Mixta realizada en Moscú, a fines de octubre, en la que los negociadores soviéticos se comprometieron a mantener sus compras conforme a los volúmenes establecidos en el convenio (4.500.000 toneladas de granos), pero condicionando los totales por tipo de producto a las necesidades internas del mercado soviético. Asimismo, la URSS aceptó incluir la posibilidad de que la Argentina reanudara sus ventas de carne (30.000 toneladas al año). A la vez, ambas partes firmaron un convenio intergubernamental sobre cooperación industrial, y los empresarios soviéticos comunicaron a la delegación argentina su intención de formar empresas conjuntas para la instalación de frigoríficos en la Argentina para el procesamiento de carnes destinadas al mercado de la URSS y de terceros países (31).
    Por su parte, el gobierno argentino adjudicó a través del decreto 835 a la empresa soviética Technostroyexport el dragado del canal de acceso, el antepuerto y la zona de maniobras del puerto de Bahía Blanca, a pesar de las objeciones internas a esta medida (32). Como contrapartida, las autoridades soviéticas aceptaron que los pagos por los trabajos de dragado de dicho puerto, 175 millones de dólares, y la construcción de la usina de Piedra del Aguila, 50 millones de dólares, fueran computados dentro de los 500 millones que la Argentina debía importar en un lapso de 5 años, según los acuerdos que estaban en ese momento vigentes (33).
    También en la citada reunión se ratificó en forma automática por otros dos años el convenio de pesca, lo que generó las críticas de la oposición justicialista y de empresarios argentinos vinculados al sector pesquero, que consideraban que este convenio permitía la depredación de la riqueza ictícola (34).
    Finalmente, y con posterioridad a la reunión, la Comisión Nacional de Energía Atómica de la Argentina (CNEA) firmó un contrato con la empresa soviética Techsnabexport para el enriquecimiento de uranio, destinado a la fabricación de radioisótopos en el centro atómico de Ezeiza. Si bien el monto de esta operación fue reducido (1.000.000 de dólares), el mismo tuvo un importante valor político por la dificultad para realizar ese enriquecimiento de uranio en países occidentales (35).
    Asimismo, en ese mismo mes de octubre tuvo lugar en la capital soviética la realización de la Primera Exposición de la Industria y la Producción Argentina, de la cual participaron cerca de un centenar de empresas medianas y pequeñas que, en su mayor parte, tomaban contacto por primera vez con el mercado soviético. En esta exposición, los representantes soviéticos confeccionaron una lista indicativa de los bienes y servicios del mercado argentino que les resultaban prioritarios: tecnología para la industria de la alimentación, textiles, indumentaria, calzado, confección de cueros, lanas, equipamiento médico y odontológico, máquinas y herramientas, tecnología para la producción de envases, informática y biotecnología (36).
    Como ya ocurriera antes, en la última fase de la administración radical varias provincias argentinas desarrollaron en forma independiente del gobierno nacional sus relaciones económicas con Moscú. En noviembre de 1988 el gobierno de la provincia de Buenos Aires dio a conocer un acuerdo para la construcción de una empresa mixta dedicada a la fabricación de insumos para construcciones y un programa de intercambio comercial quinquenal de 100 millones de dólares (37).

NOTAS



  1. Declaraciones de Dante Caputo, citadas en Mario Rapoport, "La posición internacional de la Argentina y las relaciones argentino-soviéticas", en Rubén M. Perina y Roberto Russell (editores), Argentina en el mundo (1973-1987), Buenos Aires, GEL, pp. 186-187.
  2. Los informes de la embajada soviética revelan que durante la campaña electoral de octubre de 1983 las preferencias de Moscú estaban del lado del candidato justicialista, Italo Luder. Esta inclinación se debió a la "nostalgia" de las autoridades del Kremlin por los acuerdos económicos firmados durante la etapa peronista de la década del ’70. Ver al respecto los trabajos de Hugo R. Perosa, Las relaciones argentino-soviéticas contemporáneas / 2, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1990, pp. 156-157, e Isidoro Gilbert, El oro de Moscú. La historia secreta de las relaciones argentino-soviéticas, Buenos Aires, Planeta, 1994, pp. 384-385.
  3. Mario Rapoport, "Las relaciones con la Unión Soviética: balance y perspectivas", en América Latina / Internacional, Vol. 2, Nº 5, julio-septiembre 1985, p. 94; ídem, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., p. 186; y H.R. Perosa, Las relaciones argentino-soviéticas contemporáneas / 2, op. cit., p. 158.
  4. H.R. Perosa, Las relaciones argentino-soviéticas contemporáneas / 2, op. cit., pp. 155-156.
  5. En el caso del convenio entre la URSS y el gobierno de Mendoza, la operación principal consistió, inicialmente, en el canje de 30 trolleybuses por 16 millones de litros de vino. Posteriormente, ambas partes decidieron que pagarían por los bienes recibidos en divisas de libre convertibilidad, pero utilizando líneas preferenciales de crédito; como resultado de esta renegociación de los términos de intercambio, el gobierno mendocino decidió incorporar equipos anti-granizo soviéticos por un valor de 1,7 millones de dólares. En el caso de las provincias de Formosa, Chaco y Corrientes, sus respectivos gobiernos convinieron la compra de 48 topadoras y 44 tractores pesados soviéticos para la construcción de caminos. Por su parte, los gobiernos provinciales de La Rioja, Salta, Misiones, Neuquén y Santiago del Estero encararon negociaciones en términos similares a los anteriormente citados para la compra de equipos y maquinarias soviéticas. Aldo Vacs, "El nuevo carácter de las relaciones argentino-soviéticas", en Augusto Varas (editor), América Latina y la Unión Soviética: una nueva relación, Buenos Aires, GEL, 1987, p. 129.
  6. Cronología relaciones internacionales de Argentina, marzo / diciembre de 1984, op. cit., p. 46. Ver también los artículos de M. Rapoport, "Las relaciones con la Unión Soviética: balance y...", op. cit., p. 96; M. Rapoport, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., p. 188, y A. Vacs, op. cit., p. 129.
  7. Sobre la Octava Reunión de la Comisión Mixta Argentino-Soviética ver Cronología relaciones internacionales de Argentina, marzo / diciembre de 1984, op. cit., p. 46; y los trabajos de A. Vacs, op. cit., p. 128; M. Rapoport, "Las relaciones con la Unión Soviética: balance y...", op. cit., pp. 96-97; M. Rapoport, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., pp. 188-189; H.R. Perosa, Las relaciones argentino-soviéticas contemporáneas / 2, op. cit., pp. 170-172, e I. Gilbert, op. cit., p. 386.
  8. De acuerdo con el pedido de informes solicitado por el diputado Casale, en septiembre de 1984 los buques de pabellón ruso "Volnvy Veter", "Mikhail Verbitsky", "Aukshtayitya", "Pavel Orlov", "Polyarnoye Siyaniye", "Volzhanin", "Kivash", "Lovozero"; el de bandera japonesa "Biyo Maru", y los de bandera burundí "Afala" y "Rotalia" habían realizado operaciones de pesca en la zona económica exclusiva argentina en el Atlántico Sur. Asimismo, los citados pesqueros de banderas rusa y burundí habían operado en la zona de exclusión de Malvinas. Proyecto de resolución del diputado Casale, en Congreso Nacional, Diario de sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación año 1984, Reunión 43ª, Tomo XI, Sesiones extraordinarias (del 3 de enero de 1985 al 20 de marzo de 1985), Buenos Aires, Imprenta del Congreso de la Nación, 1986, pp. 7066-7067.
  9. Declaraciones de Fokin, citadas en M. Rapoport, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., p. 190; "Opinión soviética sobre las Malvinas", La Nación, 27 de julio de 1984, p. 7; y "Habla un funcionario soviético. Los problemas del presente", Clarín, 30 de julio de 1984, pp. 22-23.
  10. A. Vacs, op. cit., p. 129.
  11. "Caputo y Gromyko", Clarín, 26 de septiembre de 1984, p. 7; y H.R. Perosa, Las relaciones argentino-soviéticas contemporáneas / 2, op. cit., p. 163.
  12. Informe sobre la visita a la URSS de la delegación del Congreso Nacional presidida por el senador Amoedo, en Congreso Nacional, Diario de sesiones de la Cámara de Senadores año 1984, Reunión 30ª, Diciembre 5 de 1984, Tomo IV: Sesiones extraordinarias (5 de diciembre de 1984 al 14 de marzo de 1985), Buenos Aires, Imprenta del Congreso de la Nación, 1986, pp. 2923-2294. Ver también A. Vacs, op. cit., p. 129.
  13. Por cierto, la decisión soviética de desechar la soja y carnes argentinas estaba vinculada a la posibilidad de adquirir productos similares del Mercado Común Europeo, abaratados gracias a los subsidios. Ver al respecto editorial "El perfil comercial", Clarín, 26 de enero de 1986, p. 12, y los trabajos de M. Rapoport, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., p. 190, y H.R. Perosa, Las relaciones argentino-soviéticas contemporáneas / 2, op. cit., pp. 172-174.
  14. "Venta de granos a la URSS", Clarín, 30 de enero de 1986, p. 3; y M. Rapoport, op. cit., p. 191.
  15. H.R. Perosa, Las relaciones argentino-soviéticas contemporáneas / 2, op. cit., pp. 175-176, e I. Gilbert, op. cit., p. 386.
  16. Discurso del señor ministro de Relaciones Exteriores, doctor Dante Caputo. Almuerzo ofrecido por el señor ministro de Relaciones Extranjeras de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, D. Eduard A. Shevardnadze, Moscú, enero 29 de 1986. Comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Buenos Aires, pp. 1 y 19; Discurso pronunciado por el ministro de Relaciones Exteriores de la URSS; señor Eduard A. Shevardnadze, en almuerzo ofrecido en honor del ministro de Relaciones Exteriores y Culto, doctor Dante Caputo, el día 29 de enero de 1986. Comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Buenos Aires, p. 1, citados en H.R. Perosa, Las relaciones argentino-soviéticas contemporáneas / 2, op. cit, pp. 177-178, y en Hugo R. Perosa, "Los viajes al máximo nivel: La diplomacia directa como factor de consolidación de las relaciones de Argentina y Brasil con la Unión Soviética", en Roberto Russell (editor), Nuevos rumbos en la relación Unión Soviética / América Latina, Buenos Aires, FLACSO / GEL, 1990, p. 253.
  17. "El canciller delineó la política exterior y firmó acuerdos en Moscú", Clarín, 30 de enero de 1986, pp. 2 y 3; "Venta de granos a la URSS", Clarín, 30 de enero de 1986, p. 3; y los trabajos de M. Rapoport, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., p. 192; H.R. Perosa, Las relaciones argentino-soviéticas contemporáneas / 2, op. cit., p. 179, y p. 193, nota 219; y M. Wilhelmy, "La política exterior argentina en 1986", op. cit., p. 30.
  18. Texto del convenio en M. Wilhelmy, "La política exterior argentina en 1986...", op. cit., p. 32; Mario Rapoport, "El viaje de Alfonsín a la Unión Soviética y el conflicto de las Malvinas", en América Latina /Internacional, Vol. 4, número 11, enero-marzo 1987, pp. 90-91; M. Rapoport, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., pp. 195-196; Augusto Varas, "América Latina-Unión Soviética: la dimensión política de la cooperación económica", en H. Muñoz (comp.), Las políticas exteriores de América Latina y el Caribe: continuidad en la crisis, op. cit., p. 554.
  19. Como comenta Hugo Perosa, tanto en el caso del viaje de Caputo a Moscú en enero de 1986 como en el del presidente Alfonsín en octubre se registró una llamativa falta de sincronía entre el alto nivel de coincidencias verbales alcanzado en el plano diplomático y las dificultades existentes en el ámbito económico de las relaciones bilaterales. En el primero, los gobiernos argentino y soviético expresaron sus coincidencias en las cuestiones del desarme, la coexistencia pacífica y la solución de los conflictos regionales. En el plano económico, en cambio, aparecieron divergencias de intereses entre la necesidad de las autoridades soviéticas de ajustar y reestructurar su comercio exterior y su economía (lo cual implicaba reducir las importaciones agropecuarias provenientes de la Argentina y, a la vez, aumentar sus exportaciones de productos manufacturados hacia ese país), y la triple decisión del gobierno de Alfonsín de dar prioridad a sus relaciones con los países capitalistas desarrollados del Occidente y los países latinoamericanos, ajustar la economía y cumplir con las obligaciones de la deuda externa (lo que implicaba no innovar en materia de balanza comercial). Por cierto, la URSS, como mercado de colocación de las exportaciones agropecuarias argentinas, era un importante proveedor de divisas con las que la Argentina pensaba cubrir los déficits generados por los vínculos con los países capitalistas desarrollados, los organismos internacionales de crédito y los bancos. Ver al respecto el artículo de H.R. Perosa, "Los viajes al máximo nivel: la diplomacia directa...", op. cit., p. 252. También editoriales "Un convenio que no se cumple", Somos, Nº 525, 15 de octubre de 1986, p. 7, que señala el problema de la caída de la demanda soviética de las exportaciones agropecuarias argentinas como consecuencia de los mejores precios de la CEE y de Estados Unidos; y "Las paradojas políticas", por Oscar Raúl Cardoso, Clarín, 20 de octubre de 1986, p. 6, que subraya la asimetría de magnitudes entre la capacidad de convocatoria externa del mandatario argentino y la asistencia económica concreta, condicionada especialmente por dos factores subrayados por el editorial: la virtual desaparición de las ventajas comparativas de la Argentina en granos y cereales como resultante de la producción más barata de la Comunidad Europea, y la necesidad del gobierno soviético de completar sus reformas económicas.
  20. M. Wilhelmy, "La política exterior argentina en 1986...", op. cit., p. 32; M. Rapoport, "El viaje de Alfonsín a la Unión Soviética y el conflicto de las Malvinas", op. cit., pp. 90-91; M. Rapoport, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., pp. 195-196, y A. Varas, "América Latina-Unión Soviética: la dimensión política de la cooperación económica", op. cit., p. 554.
  21. Análisis del contenido del comunicado conjunto emitido por los presidentes Alfonsín y Gorbachov en "Gorbachov viene a la Argentina", Clarín, 18 de octubre de 1986, p. 3, y los trabajos de M. Rapoport, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., pp. 194-195, y M. Rapoport, "El viaje de Alfonsín a la Unión Soviética...", op. cit., p. 90.
  22. La dureza de Alfonsín respecto del PC local se debió principalmente al temor presidencial por una radicalización de este partido, que lo llevara a actuar como apoyo logístico del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, la guerrilla chilena que enfrentaba al régimen dictatorial del general Augusto Pinochet. Sobre las relaciones entre el Partido Comunista Argentino (PCA) y el gobierno de Alfonsín y la negativa de Moscú a una declaración condenatoria del PC argentino ver "Nota de tapa. ¿A que fuimos a Rusia?", Somos, Nº 525, 15 de octubre de 1986, pp. 8 y 10, e "Interlocutor válido para Moscú y La Habana", por Carlos Fernández, Somos, Nº 526, 22 de octubre de 1986, pp. 10-11. También los trabajos de A. Varas, op. cit., p. 555, e I. Gilbert, op. cit., pp. 388-390 y 392-395.
  23. M. Rapoport, "El viaje de Alfonsín a la Unión Soviética...", op. cit., p. 90.
  24. "Ratificó la Unión Soviética la compra de granos a la Argentina", Clarín, 15 de octubre de 1986, pp. 2-3; " ‘No hay fechas determinadas para las operaciones". La flexibilidad", Clarín, 15 de octubre de 1986, p. 3; "Finalizó la visita de Alfonsín. La Argentina y la Unión Soviética diversificarán su relación económica", Clarín, 17 de octubre de 1986, pp. 12-13; y los artículos de M. Rapoport, "El viaje de Alfonsín a la Unión Soviética...", op. cit., p. 90, y M. Wilhelmy, "La política exterior argentina en 1986...", op. cit., p. 31.
  25. A. Varas, op. cit., pp. 553-555. Esta opinión de Varas contrasta con la de Rapoport, quien sostiene que el viaje de Alfonsín a la URSS fue muy positivo debido a las coincidencias políticas que se dieron en los puntos centrales de la política exterior de ambos países y a que las mismas reflejaban un afianzamiento de las relaciones de la URSS con América Latina, área tradicional de influencia norteamericana. M. Rapoport, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., pp. 194-195, y M. Rapoport, "El viaje de Alfonsín a la Unión Soviética...", op. cit., p. 90.
  26. A. Varas, op. cit., pp. 553-554, y R. Russell y G. Fernández, op. cit., p. 25, nota 22. Isidoro Gilbert aporta datos levemente diferentes, pero marcando idéntica tendencia en las exportaciones argentinas hacia el mercado soviético: record histórico en 1981, con un monto de 3485 millones de dólares; y caída en los años siguientes hasta alcanzar 1212 millones en 1985 y sólo 208 millones en 1986. Ver I. Gilbert, op. cit., p. 405, nota 10.
  27. "Mientras llega Gorbachov...", por H.S., Somos, Nº 576, 7 de octubre de 1987, pp. 14-15, y R. Russell y G. Fernández, op. cit., p. 25.
  28. Sobre el proyecto de "Guerra de las Galaxias" o Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI, en inglés) de la administración Reagan ver el editorial "Guerra de las Galaxias. El peligro de apretar el acelerador", Clarín, 20 de marzo de 1987, p. 17; y los trabajos de James A. Nathan y James K. Oliver, Efectos de la política exterior norteamericana en el orden mundial, Buenos Aires, GEL, pp. 416-420, y de John Spanier, La política exterior norteamericana a partir de la Segunda Guerra Mundial, Buenos Aires, GEL, 1991, pp. 330-333.
  29. Clarín, 3 de octubre de 1987, citado en M. Rapoport, "La posición internacional de la Argentina...", op. cit., p. 197, y en Mario Rapoport y Laura Zuvanic, "La visita de Shevardnadze a la Argentina y el Brasil", América Latina / Internacional, Vol. 4, Nº 14, octubre-diciembre 1987, pp. 150-151. Ver también el artículo de R. Russell y G. Fernández, op. cit., p. 24.
  30. "Alfonsín con un enviado de Gorbachov. La paz sea con vosotros", por Martín Granovsky, Página /12, 8 de junio de 1988, p. 5, y "Mensaje de ‘los seis’ a Gorbachov", Clarín, 8 de junio de 1988, p. 13.
  31. R. Russell, "Política exterior de Argentina en 1988...", op. cit., p. 24, y Julio Sevares, "Relaciones económicas entre la Argentina y la Unión Soviética. Situación actual y perspectivas", en Roberto Russell (editor), Nuevos rumbos en la relación Unión Soviética / América Latina, Buenos Aires, FLACSO / GEL, 1990, p. 197.
  32. La firma del contrato para el dragado del puerto de Bahía Blanca con representantes de la empresa soviética Technostroyexport fue anunciada en febrero de 1988 por el ministro de Obras y Servicios Públicos, Rodolfo Terragno. De acuerdo con dicho contrato, el monto de las obras era de 175 millones de dólares, financiado por la URSS a diez años. En cuanto a las objeciones internas, la operación contó con la resistencia de la Marina, que percibía con malos ojos la posibilidad de tener ingenieros comunistas trabajando en Bahía Blanca, base de la flota de guerra. Ver respecto de este tema "Soviéticos en Bahía Blanca", Página/12, 14 de febrero de 1988, p. 3, y los trabajos de R. Russell, "Política exterior de Argentina en 1988...", op. cit., p. 24, y J. Sevares, op. cit., p. 197.
  33. R. Russell, "Política exterior de Argentina en 1988...", op. cit., p. 24, y J. Sevares, op. cit., p. 197.
  34. Ver detalles del acuerdo pesquero y críticas al mismo en "Renuevan convenio pesquero con Moscú", Clarín, 31 de octubre de 1988, p. 27. Estas críticas, provenientes no sólo de industriales del sector pesquero sino también de la oposición justicialista e incluso del propio partido gobernante, fueron respondidas por el gobierno nacional, que sostuvo que el acuerdo permitió un volumen de exportaciones de 15 millones de dólares en 1987. Ambito Financiero, 17 de mayo de 1988; El Cronista Comercial, 26 de mayo de 1988; críticas del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen en La Prensa, 12 de abril de 1988, cit. en R. Russell, "Política exterior de Argentina en 1988...", op. cit., p. 24, nota 12; respuestas a estas críticas en el informe de la Comisión Especial de la Cámara de Armadores de Pesqueros Congeladores de la Argentina (CAPECA), La Nación, 22 de noviembre de 1988, cit. en R. Russell, "Política exterior de la Argentina en 1988...", op. cit, p. 24, nota 12; y El Cronista Comercial, 22 de noviembre de 1988, cit. en J. Sevares, op. cit., p. 197.
  35. Ver al respecto "Contrato CNEA-URSS para enriquecimiento de uranio", Clarín, 28 de octubre de 1988, p. 20, y el trabajo de J. Sevares, op. cit., p. 197.
  36. R. Russell, "Política exterior de Argentina en 1988...", op. cit., pp. 24-25, y J. Sevares, op. cit., p. 198.
  37. J. Sevares, op. cit., p. 197.

miércoles, 18 de abril de 2018

La economía de guerra

Economía de guerra

Wikipedia



Un cartel alemán que le dice al público cómo guardar el jabón y el aceite durante la guerra

Una economía de guerra es el conjunto de contingencias emprendidas por un estado moderno para movilizar su economía para la producción de guerra. Philippe Le Billon describe una economía de guerra como un "sistema de producción, movilización y asignación de recursos para sostener la violencia". Algunas medidas tomadas incluyen el aumento de las tasas de Taylor, así como la introducción de programas de asignación de recursos. Huelga decir que cada país se acerca a la reconfiguración de su economía de una manera diferente.

Muchos estados aumentan el grado de planificación en sus economías durante las guerras; en muchos casos, esto se extiende al racionamiento, y en algunos casos al reclutamiento para las defensas civiles, como el Ejército de Tierra de Mujeres y los Muchachos Bevin en el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial.

El presidente Franklin D. Roosevelt declaró que si los poderes del Eje ganaban, entonces "tendríamos que convertirnos permanentemente en una potencia militarista sobre la base de la economía de guerra". [1]

Durante situaciones de guerra total, ciertos edificios y posiciones a menudo son vistos como objetivos importantes por los combatientes. El bloqueo de la Unión, la Marcha hacia el Mar de la Unión General, William Tecumseh Sherman, durante la Guerra Civil Americana, y el bombardeo estratégico de ciudades y fábricas enemigas durante la Segunda Guerra Mundial son todos ejemplos de guerra total. [2]

En relación con el lado de la demanda agregada, este concepto se ha relacionado con el concepto de "keynesianismo militar", en el que el presupuesto militar del gobierno estabiliza los ciclos y las fluctuaciones comerciales y / o se utiliza para combatir las recesiones.

Por el lado de la oferta, se ha observado que las guerras a veces tienen el efecto de acelerar el progreso de la tecnología a tal punto que una economía se fortalece mucho después de la guerra, especialmente si ha evitado la destrucción relacionada con la guerra. Este fue el caso, por ejemplo, con los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Algunos economistas (como Seymour Melman) argumentan, sin embargo, que la naturaleza derrochadora de gran parte del gasto militar eventualmente puede perjudicar el progreso tecnológico.


Estados Unidos

Solo Estados Unidos tiene una historia muy compleja con economías en tiempos de guerra. Muchos casos notables llegaron durante el siglo XX en los que los principales conflictos de Estados Unidos consistieron en las Guerras Mundiales, Corea y Vietnam.

Primera Guerra Mundial


U.S. Food Administration, cartel de la división educativa

Al movilizarse para la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos expandió sus poderes gubernamentales mediante la creación de instituciones como la Junta de Industrias de Guerra (WIB) para ayudar con la producción militar. [3] Otros, como la Administración de Combustible, introdujeron el horario de verano en un esfuerzo por ahorrar carbón y petróleo, mientras que la Administración de Alimentos alentó una mayor producción de granos y "movilizó un espíritu de autosacrificio en lugar de un racionamiento obligatorio". [3] Propaganda también jugó gran parte en la obtención de apoyo para temas que van desde iniciativas fiscales a la conservación de alimentos. Hablando sobre hombres de cuatro minutos, voluntarios que reunieron al público a través de breves discursos, el periodista de investigación George Creel afirmó que la idea era extremadamente popular y el programa vio a miles de voluntarios en todos los estados. [4]

Segunda Guerra Mundial

En el caso de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de EE. UU. Tomó medidas similares para aumentar su control sobre la economía. El ataque japonés a Pearl Harbor proporcionó la chispa necesaria para comenzar la conversión a una economía en tiempos de guerra. Con este ataque, Washington sintió que se necesitaba una mayor burocracia para ayudar con la movilización. [5] El gobierno aumentó los impuestos que pagaron la mitad de los costos de la guerra y pidieron dinero prestado en forma de bonos de guerra para cubrir el resto del proyecto de ley. [3] "Las instituciones comerciales como los bancos también compraron miles de millones de dólares en bonos y otros papeles del tesoro, con más de $ 24 mil millones al final de la guerra". [5] La creación de un puñado de agencias ayudó a canalizar recursos hacia el esfuerzo bélico. la junta de War Productions (WPB), que "otorgó contratos de defensa, asignó recursos escasos, como caucho, cobre y petróleo, para usos militares, y persuadió a las empresas a convertirse a la producción militar". [3] Dos tercios de los estadounidenses la economía se había integrado en el esfuerzo de guerra a fines de 1943. [3] Debido a esta cooperación masiva entre el gobierno y las entidades privadas, podría argumentarse que las medidas económicas promulgadas antes y durante la Segunda Guerra Mundial ayudaron a llevar a los Aliados a la victoria.

Alemania

Primera Guerra Mundial

Alemania ha experimentado una devastación económica después de las dos guerras mundiales. Si bien esto no fue el resultado de una planificación económica defectuosa, es importante comprender las formas en que Alemania se acercó a la reconstrucción. En la Primera Guerra Mundial, el sector agrícola alemán fue duramente golpeado por las demandas del esfuerzo de guerra. No solo se reclutaron muchos de los trabajadores, sino que gran parte de la comida se asignó a las tropas que conducen a la escasez. [6] "Las autoridades alemanas no fueron capaces de resolver el problema de la escasez de alimentos, pero implementaron un sistema de racionamiento de alimentos y varios topes de precios para evitar la especulación y la especulación. Desafortunadamente, estas medidas no tuvieron el éxito deseado ". [6]

Segunda Guerra Mundial

Al entrar en la Segunda Guerra Mundial, los nazis introdujeron nuevas políticas que no solo provocaron la caída de la tasa de desempleo, sino que crearon una máquina de guerra competente en clara violación del Tratado de Versalles. El Tercer Reich implementó un proyecto y construyó fábricas para abastecer a su ejército en rápida expansión. Ambas acciones crearon empleos para muchos alemanes que habían estado luchando contra el colapso económico después de la Primera Guerra Mundial. [7] Sin embargo, vale la pena señalar que, mientras que las tasas de desempleo cayeron en picado, "en 1939, la deuda pública se situó en más de 40 mil millones Reichsmarks". [7] Después de la Segunda Guerra Mundial, se descubrió que Alemania había explotado las economías de los países que invadió. importante entre ellos, según los historiadores Boldorf y Scherner, fue Francia y "su economía altamente desarrollada ... [siendo] una de las más grandes de Europa". [8] Esto es apoyado cuando revelan cómo la economía francesa proporcionó el 11 por ciento del ingreso nacional de Alemania (durante la ocupación) que cubrió cinco meses de los ingresos totales de Alemania para la guerra. Con la extorsión y el trabajo forzado, los nazis desviaron gran parte de la producción económica de Francia. Por ejemplo, durante los primeros meses de la ocupación nazi, el El gobierno títere francés se vio obligado a pagar una tarifa de "cuartel" de veinte millones de reichmarks por día. Supuestamente, la tarifa era el pago de las fuerzas de ocupación nazi. En realidad, el dinero se utilizó para alimentar a los nazis. economía de guerra. [8] Alemania empleó numerosos métodos para apoyar su esfuerzo de guerra. Sin embargo, debido a la rendición de los nazis a los aliados, es difícil decir lo que sus políticas económicas habrían producido en el largo plazo.

Otras lecturas


  • Moeller, Susan. (1999). "Compassion Fatigue", Compassion Fatigue: How the Media Sells Disease, Famine, War and Death. New York & London: Routledge. 6 - 53.
  • Goldstein, Joshua S. (2001). War and gender: How gender shapes the war system and vice versa. Cambridge: Cambridge University Press.
  • Le Billon, Dr. Philippe (2005) Geopolitics of Resource Wars: Resource Dependence, Governance and Violence. London: Frank Cass, 288pp
  • Gagliano Giuseppe,Economic War,Modern Diplomacy,2017,[1]


Referencias


  1. Roosevelt, Franklin Delano. "The Great Arsenal of Democracy".
  2. Durham, Robert B. (2015). Supplying the Enemy: The Modern Arms Industry & the Military–Industrial Complex. Lulu.com. p. 192. ISBN 978-1-329-06755-4.
  3. Henretta, Edwards, Self, James A., Rebecca, Robert O. (2011). America's History. New York: Bedford/St. Martin's. pp. 672+.
  4. Creel, George (1920). How We Advertised America: The First Telling of the Amazing Story of the Committee on Public Information That Carried the Gospel of Americanism to Every Corner of the Globe. New York: Harper and Bros. pp. 84–88, 90–92.
  5. Tassava, Christopher. "The American Economy During World War II". EH.net. Retrieved 2012-04-04.
  6. Blum, Matthias (December 2011). "Government Decisions Before and During the First World War and the Living Standards in Germany During a Drastic Natural Experiment". Explorations in Economic History. 48 (4): 556–567. doi:10.1016/j.eeh.2011.07.003. Retrieved 2012-03-27.
  7. Trueman, Chris. "The Nazis and the German Economy". History Learning Site. HistoryLearningSite.co.uk. Retrieved 2012-04-18.
  8. Boldorf, Marcel; Scherner, Jonas (April 2012). "France's Occupation Costs and the War in the East: The Contribution to the German War Economy, 1940-4". Journal of Contemporary History. 47 (2): 291–316. doi:10.1177/0022009411431711. Retrieved 2012-04-25.