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martes, 1 de julio de 2014

Roma: Las horcas caudinas


LAS HORCAS CAUDINAS.
Son un símbolo histórico de la humillación y la vergüenza que castiga a los gobernantes irresponsables, ignorantes y soberbios.




En el año 321 A.C durante la segunda guerra samnita contra Roma el jefe samnita Cayo Poncio se aprovechó de la soberbia e ignorancia de los cónsules romanos tendiéndoles una trampa que los dejó en ridículo y fue una mancha en la historia de Roma.

 El comandante Cayo Poncio mandó algunos de sus soldados vestidos como pastores a hacer correr el rumor de que los samnitas habían sitiado a la colonia romana de Lucera y que estaba a punto de caer, en la ciudad  de Calatia donde había un ejército romano de 50.000 hombres. Los cónsules romanos  Espurio Póstumio Albino (un nombre mal predestinado para el desastre) y Tito Calvino, decidieron sin mayores previsiones movilizar a las tropas para defender a Lucera.
El camino más rápido para llegar era a través del desfiladero de las Horcas Caudinas, terreno desconocido para los romanos. Por ese estrecho valle de los Apeninos rodeado de altas paredes rocosas internaron a un ejército de 50.000 hombres superando un primer paso del desfiladero pero cuando accedieron a un segundo paso aún mas estrecho lo encontraron bloqueado por una gigantesca barricada de troncos y piedras. Al intentar retroceder se enfrentaron al grueso del ejército samnita que les cerraba el paso. Una verdadera ratonera en la que solo cabía rendirse o perecer.
El jefe samnita los tenía a su merced pero mandó a consultar a su padre el rey Herenio quien le respondió que los romanos debían ser puestos en libertad rápidamente después de ser desarmados. Poncio rechazó este consejo y volvió a mandar otra carta a su padre, quien esta vez le respondió que los romanos debían ser ejecutados hasta el último hombre. Sorprendidos por dos consejos tan contradictorios, los samnitas reclamaron la presencia de Herenio para que se explicara; una vez presente, el anciano les respondió que si dejaban libres a los romanos tras desarmarlos, podrían obtener el respeto y aun la amistad de Roma; aunque si ejecutaban a todos los romanos, entonces Roma sería tan débil que no constituiría una amenaza durante muchos años. Su hijo le preguntó si no existía una alternativa intermedia, a lo que Herenio respondió que sería una completa locura, ya que dejaría a los romanos deseosos de venganza sin haber sido debilitados.

 Cayo Poncio decidió desoír los consejos de su padre y liberar a los romanos desarmados pero imponiéndoles una condición humillante: Todos los soldados y oficiales fueron desarmados y despojados de sus vestimentas y, únicamente vestidos con una túnica, fueron obligados a pasar de uno en uno por debajo de una lanza horizontal dispuesta sobre otras dos clavadas en el suelo, que obligaban a los romanos a inclinarse para pasarlas. De este episodio, también llamado "el paso bajo el yugo", nació la expresión pasar bajo el yugo o pasar por las horcas caudinas, que significa el tener que aceptar irremediablemente una situación deshonrosa. A su vez las condiciones de rendición exigían la entrega de varias poblaciones fronterizas, como Fregelas, Terentino y Satrico, la evacuación de los colonos romanos de Lucera y del valle del río Liris, la retirada de todas las posiciones que mantenían en el Samnio y una tregua de cinco años. Para garantizar que el Senado romano ratificara el acuerdo alcanzado, Poncio envió a los dos cónsules a Roma para que informaran del mismo, a la vez que retenía a 600 caballeros romanos como prenda del acuerdo.
 Para Roma significó una de las peores vergüenzas de su historia debida a la imprudencia y soberbia de sus cónsules quienes fueron despreciados por todo el pueblo romano.

Me interesó rescatar este hecho histórico porque desde hace años nosotros sufrimos las derrotas y humillaciones que generan la soberbia, ignorancia, pereza, imprudencia, corrupción e irresponsabilidad de nuestros gobernantes y la estupidez de quienes alegremente los votan. Alguna vez deberemos hacerlos pasar por la humillación de las Horcas Caudinas; a sus seguidores por el yugo del desprecio y la humillación y a los gobernantes por el yugo de los barrotes carcelarios.

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