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miércoles, 30 de septiembre de 2015

Biografía: Patty Hearst, de millonaria a guerrillera

Patty Hearst, la millonaria a la que le lavaron el cerebro para convertir en guerrillera


Hace 40 años, el caso de la nieta del magnate periodístico William Randolph Hearst sacudió al mundo.
Guillermo dos Santos Coelho - Clarín

Mezcla de lavado de cerebro, empatía de la víctima con el victimario y un contexto de violencia política global, el caso de Patricia Hearst sacudió al mundo. La transformación de una joven millonaria en feroz guerrillera fue tan vertiginosa que instaló un debate nunca saldado del todo. Se cumplen 40 años de su detención y de la revelación al mundo del Síndrome de Estocolmo.

Patty Hearst tenía 19 años en febrero del 74, cuando una mujer tocó el timbre de la casa de su novio, Steven Weed, en Berkeley, California. Nieta del magnate periodístico William Randolph Hearst y heredera de su imperio, la joven estaba mirando la televisión y a punto de ir a dormir.




La mujer pidió el teléfono para hacer una llamada. La dejaron pasar y junto a ella entraron a la fuerza dos hombres armados con fusiles. Golpearon al novio de Patty hasta dejarlo inconsciente y se llevaron a la joven forcejeando hasta dejarle la ropa destrozada. Casi desnuda, fue tirada al baúl de un auto.

Un par de días después, salieron a la luz los autores del secuestro. Lo hicieron con grandilocuencia, con el "comunicado número 3 de la Unidad Regional Adulta del Ejército de Liberación Simbionesa, división La Muerte Negra".



El SLA, según su sigla en inglés, era una minúscula y estrafalaria guerrilla urbana que decía creer en la liberación global a partir de una revolución socialista en el Tercer Mundo. Mezcla de socialismo con new age, de guerrilla urbana con secta, practicaban el sexo libre, se especializaban en atentados con bombas y robos y su símbolo era una cobra de siete cabezas.

El Ejército de Liberación Simbionesa era una célula terrorista que por esa época decía estar operativa en cada gran ciudad de los Estados Unidos. Sin embargo, se reducía a una docena de estudiantes de San Francisco con una mezcla ideológica singular.

La hija de Randolph Hearst, dueño del San Francisco Examiner, era pieza de cambio para la liberación de dos miembros del grupo presos en San Quintín por haber asesinado con balas de cianuro a un educador negro, Marcus Foster, en noviembre del 73. Para no dejar dudas, la carta fue acompañada por una tarjeta de crédito de Patty.

Los secuestradores pidieron también la entrega de alimentos para barrios pobres de California. Primero dos millones de dólares, luego cuatro más. La Fundación Hearst se comprometió a cumplir con una parte y a terminar la entrega cuando Patty estuviera en libertad. Periódicamente, el grupo terrorista enviaba cintas magnetofónicas con la voz de la joven contando que se encontraba bien.

En esa rutina estaban cuando el caso dio un giro increíble.

Después de 60 días de misterio sobre el paradero de Patty, una foto cambió todo. Se trataba de una imagen de la joven empuñando un arma larga y apuntando con gesto adusto, con una bandera de la cobra de siete cabezas atrás. La imagen iba a acompañada por una cinta donde Patty no decía que estaba bien sino que criticaba con dureza a sus padres y a su novio. Y anunciaba, desafiante: "Yo elegí quedarme y pelear".



Después del asombro, llegó la duda en la opinión pública y los investigadores: ¿Había sido forzada? ¿Se había "convertido" voluntariamente y tan rápido? ¿Se trataba de un autosecuestro guionado previamente?

En abril, Patty vuelve a aparecer empuñando un fusil, pero ya no en pose para una foto sino para asaltar, junto a otros integrantes del SLA, un banco en San Francisco. Los "guerrilleros" se llevaron 100 mil dólares y testigos coincidieron en un dato: Patty se hacía llamar Tania, igual que Tamara Bunke, la guerrillera argentina que murió en Bolivia bajo las órdenes del Che.

El 18 de mayo, dos mujeres y un hombre trataron de asaltar una tienda en Los Angeles. Antes de huir, una mujer disparó una ráfaga de ametralladora. Era Patricia. Si bien no los capturaron, el rastro que dejaron permitió dar con una casa donde se refugiaban otros militantes de la secta.

En una redada, el FBI mató a seis integrantes, incluyendo al "Mariscal Cinque", fundador y líder. El conductor de un auto que Patricia y la pareja usaron para huir de la tienda declaró ante la Policía que Patty le dijo que no había planeado su secuestro, pero que había decidido plegarse a la guerrilla por la forma en que su padre había manejado el rescate.

Con 19 cargos encima, a esa altura la joven ya había sido declarada "enemigo público".

En las semanas siguientes a esos dos hechos, arreciaron las versiones. Primero vieron a Patty en Inglaterra. Luego, en Canadá. Aparecieron denuncias de personas que dijeron haberla encontrado en Perú, Cuba, México, Guatemala. Finalmente, también en Buenos Aires y en Montevideo.

En realidad, Patty nunca salió de los Estados Unidos. El 18 de septiembre de 1975, hace 40 años, la joven fue arrestada en San Francisco. La encontraron en un departamento que compartía con Wendy Yoshimura, una simpatizante del SLA. No opuso resistencia.

Mientras esperaba el juicio, a Hearst se le hicieron innumerables exámenes. Los psiquiatras comenzaron a hablar de "fragilidad emocional", notaron una abrupta reducción de su coeficiente intelectual, que había quedado por debajo de los 90 puntos. Patty esperó el juicio en la cárcel.

Los defensores de la joven armaron su estrategia a partir de los exámenes psiquiátricos: había sido sometida a un lavado de cerebro y obligada a actuar por sus captores. Para la primera audiencia del juicio, Patty Hearst ya había cambiado el traje de fajina por un elegante traje sastre azul marino y una blusa blanca.



"Todas las cintas las grabé con una ametralladora en la cabeza", relató entre lágrimas en el juicio. También contó que fue violada apenas media hora después del secuestro, y que eso se repitió. Todos los miembros del SLA abusaron de ella. "Preferiría que me declararan culpable, pero que me dejen tranquila", dijo antes de quebrarse.

El círculo volvió a cerrarse y la joven víctima del secuestro, que había pasado a ser odiada tras su "conversión", volvió a ser mirada con simpatía y compasión. Sin embargo, aún había dudas. Principalmente por sus disparos en el robo a la tienda de Los Angeles.

"Cientos de veces fui obligada a participar en ejercicios y prácticas, al punto tal que crearon en mí una especie de reflejo condicionado. Tomé el arma y disparé antes de que mi cerebro empezara siquiera a funcionar", explicó con un tono de voz persistente y monótono. El fiscal no le creyó. La trató de "actriz consumada que podría interpretar cualquier papel para salvar el pellejo".

Patty fue sentenciada provisionalmente a 35 años de prisión, pero el mismo juez que la condenó ordenó tres meses de pericias psicológicas para definir los atenuantes. Finalmente, fue penada con siete años de cárcel. Antes de entrar a la prisión de San Diego, la joven se había pasado dos semanas en un hospital de San Francisco por problemas pulmonares y un cuadro de desnutrición.

Y después...


Patty Hearst fue liberada en 1979, después de que el entonces presidente Jimmy Carter le conmutara la sentencia. Fue indultada por Bill Clinton en 2001. Actuó en varias películas y también es escritora. Tiene 61 años y aún vive en San Francisco.

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