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viernes, 10 de agosto de 2018

Guerra antisubversiva: Juan Carlos Alsogaray y las lágrimas de cocodrilo

La dramática historia del general Julio Alsogaray y su hijo terrorista

El padre encabezó el golpe que depuso al presidente constitucional Arturo Illia y entronizó a Onganía el 28 de junio de 1966. Su hijo Juan Carlos se educó en Paris, se incorporó a Montoneros y murió en Tucumán luego de ser capturado por el Ejército

Por Eduardo Anguita (ex terrorista montonero)
Por Daniel Cecchini 28 de junio de 2018
Infobae



El golpe de Estado que terminó con el gobierno de Arturo Illia, el 28 de junio de 1966

Un chico cruzaba por debajo del Cabildo aquel frío martes 28 de junio de 1966. Cursaba el primer año del Nacional de Buenos Aires y vivía aterrado por la cantidad de tareas que le daban. Sin embargo, al mirar a su izquierda, hubo algo que lo desconcentró y lo atrajo: colimbas con uniforme marrón claro de combate. Algunos lucían el máuser con bayoneta calada detrás de las bolsas de arena apiladas como en las trincheras de sus juegos infantiles.

El chico fue solo un testigo involuntario y siguió apurado porque 7.45 tocaba el timbre y debía estar formado al lado del aula.


Los miles de transeúntes seguían su rutina, a las oficinas, a los talleres, sin importar que dentro de la Casa Rosada deponían al médico cordobés Arturo Illia, a la sazón presidente de los argentinos.

Los radicales habían ganado tres años antes las elecciones porque el peronismo estaba proscripto.

A Illia le faltaban 105 días para cumplir la mitad de su mandato pero sabía que su tiempo iba a ser más corto: ni el balbinismo ni mucho menos el frondizismo lo iban a apoyar, el peronismo celebraba el fin de sus días y los laboratorios medicinales apuraban la salida de "la tortuga", como le decían, porque el presidente quería controlar las ganancias de los fabricantes e importadores de medicamentos.

-En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho –le dijo a Illia un vasco macizo, general de Caballería, el arma pituca del Ejército.



El general Julio Alsogaray y su hijo Juan Carlos, quien se unió a Montoneros y murió en el monte tucumano

El vasco tenía 48 años y su bisabuelo, Álvaro Alzogaray, había estado en La vuelta de Obligado al lado del almirante Guillermo Brown. El apellido cambió la zeta por la ese y Julio Alsogaray, esa mañana fría, era el elegido para echar de la Casa Rosada a un aguerrido hombre de paz que estaba por cumplir 66 años.

-Usted no representa a las Fuerzas Armadas sino a un grupo de insurrectos –le espetó el presidente.

La economía argentina crecía a tasas chinas pero Illia sabía que estaba en una soledad completa. Había llegado a la Presidencia con solo el 23% de los votos y una ola de golpes de Estado recorría el continente.

-Con el fin de evitar actos de violencia lo invito a abandonar esta casa –dijo el general.

-¿De qué violencia me habla? –respondió el médico.

Un rato después, a las 7.25, la guardia de infantería de la Policía Federal, con lanzagases en banderola, echó a Illia. Al día siguiente, otro general, Juan Carlos Onganía, se sentaba en la silla de Illia. Un mes después, a la vuelta del Buenos Aires, la guardia de infantería usaba gases y palos para echar profesores universitarios. Se consumaba la intervención a la Universidad de Buenos Aires en la llamada Manzana de las Luces. Se apagaba la autonomía en las casas de altos estudios y los colegios universitarios. Una mecha se prendía en muchos hogares de clase media.



A las 7.25, la guardia de infantería de la Policía Federal, con lanzagases en banderola, echó a Illia

Aquella mañana del 28 de junio, el chico de primer año del Nacional Buenos Aires vio la ancha vereda de la calle Bolívar entre Alsina y Moreno muy alborotada. Reconoció a un compañero de división que tenía un diario Crónica en la mano y decía a voz en cuello:

-Es un golpe de Estado. Lo dio Pistarini.

El chico del diario era "El Colorado" Alfredo García, el mejor jugador de fútbol de la división.

Los Alsogaray

En ese 1966, Julio Alsogaray logró ser el nuevo jefe del Ejército e impuso a su hermano mayor, Álvaro, como embajador en los Estados Unidos: desde ese puesto, el capitán ingeniero facilitaría al gobierno de Estados Unidos las huellas dactilares de Ernesto "Che" Guevara.

Lo que no había conseguido el general era que sus dos hijos Julio y el menor, Juan Carlos, de 20 años, sintieran la estirpe militar como propia.

En verdad, Juan Carlos, intentó entrar al Colegio Militar cuando tenía 16 años, pero lo rebotaron por miope. Entonces se anotó en Sociología en la Universidad Católica.

Sus ideas y opiniones, incompatibles y revoltosas, hicieron que el rector de la Católica le sugiriera al general, sin admitir opinión en contrario, que Juan Carlos estudiara en otro lado. Eso y su admiración por los sociólogos y filósofos franceses, llevaron a este muchacho atlético y con anteojos de marco grueso -así como a su compañera de entonces, Cecilia Taiana, hija del médico personal de Juan Perón, Jorge Taiana- a mudarse a París, lejos de los ruidos y las persecuciones que su propio padre, al que quería mucho, ejercía sobre el común de los mortales.



 Julio y Juan Carlos de niños, hijos del general Julio Alsogaray

Justo en ese 1968, el general dejaba la comandancia del Ejército y era reemplazado por otro general recio y gritón: Alejandro Agustín Lanusse.

Lanusse también era de Caballería y, al igual que Alsogaray, se había sumado al fallido golpe contra Juan Perón en 1951. Por ese intento de golpe de Estado, los dos habían pasado más de tres años presos. En sus familias se respiraba un antiperonismo visceral.

Sin querer, Juan Carlos saltó de la sartén al fuego: fue testigo y partícipe del mayo francés de 1968. En el Quartier Latin y La Sorbonne se cruzaba con otros argentinos como el cura Carlos Mugica, que daba clases en El Salvador y ya lideraba a los curas tercermundistas. Al igual Juan Carlos, Mugica tenía un padre conservador que había sido canciller de Arturo Frondizi. Al igual que Mugica, Juan Carlos se hizo peronista. Al igual que Mugica, había ido un tiempo al Nacional de Buenos Aires unos años antes que el chico que cruzaba por el Cabildo aquel 28 de junio de 1966.

Martín creció en un hogar de clase media, intentando reconstruir su historia y sus ideas en este guiso de opuestos no tan complementarios.


Juan Carlos, antes de su viaje a París (de lentes)

Llegó a primera división del Buenos Aires Cricket and Rugby Club y cuando su cabeza dejó de ser ovalada, eligió una vida alternativa lejos de mandatos y obligaciones instauradas, y se fue a recorrer una parte del Globo. Viajó subsistiendo a base de oficios buscas, como payaso y malabares en las esquinas. Así, Martín Alsogaray conoció una vida más hippie. De algún modo, siguió los pasos de su tío Juan Carlos cuando volvió de Francia, con una gran melena y barbudo, por eso el apodo de "Jipi".

El Jipi decidió que su destino era luchar. Si algo tenía de la estirpe familiar era pelear armas en mano. Pasado el tiempo, se sumaba a las luchas clandestinas en el corazón de las villas, integrado a la organización Montoneros.

Amor padre e hijo

Una situación muy especial le tocó vivir a su padre en agosto de 1971, cuando tenía 53 años y ya estaba alejado de la rutina del entrenamiento militar. Un comando del ERP fue hasta su casa para secuestrarlo.

El plan era simple: un morocho de 1.85 y algunas peleas amateur le daba un par de piñas y otro par de militantes lo subían a una camioneta.

Lo agarraron de sorpresa, el morocho le embocó dos jabs y el general en vez de caer al piso quiso retribuir la gentileza. Resultado: el morocho se dio cuenta de que el vasco era más duro de lo que pensaba y el operativo se frustró.



El ERP quiso secuestrar a Julio Alsogaray en agosto de 1971, pero el militar se resistió y el operativo se frustró. Su hijo sintió alivio porque su padre estaba sano y salvo

El Jipi se alivió porque su papá estaba sano y salvo ya que, a pesar de las diferencias insondables, el amor de ida y vuelta entre padre e hijo estaba intacto. Esa vez, al menos, el Jipi supo que ganaban los del otro bando.

-El Jipi era tan cabeza dura y decidido, que el 20 de junio de 1973, cuando ya tenía una responsabilidad importante en la orga, se paró en la vía del ferrocarril con una 45 en la mano y paró el tren para que se subieran parte de los que iban a recibir a Perón a Ezeiza –cuenta un ex compañero del Jipi.

En Montoneros era un secreto que el hijo de Julio Alsogaray, sobrino de Álvaro y primo hermano de la todavía ignota María Julia, era parte de sus filas.

Muerte en Tucumán

Poco tiempo después, mientras sus padres, Julio y Zulema, se recluían en la casa, Juan Carlos encaraba lo que para un combatiente urbano era el desafío mayor: atreverse a la guerrilla rural.

La conducción de Montoneros lo envió a Tucumán, una provincia caliente, que tenía al general Antonio Bussi como jefe de Operaciones de la Quinta Brigada.

Allí el ERP tenía un grupo de insurgentes que acampaba en los montes, cerca de los ingenios azucareros, al sur de la provincia. Algunos de los oficiales montoneros, entre ellos el Jipi, participaron de las patrullas del ERP para familiarizarse con las adversidades y las alimañas de esa modalidad de combate.

Un tiempo después, aquel pibe que a los 16 años que había sido rechazado en el Colegio Militar estaba al frente de una columna montonera que hacía maniobras de entrenamiento en la zona norte de Tucumán. Tenía 29 años.

Los criminales del Ejercito Revolucionario del Pueblo en Tucumán

El 23 de febrero de 1976, cuando todos sabían que era inminente el golpe militar, Juan Carlos Alsogaray no regresaba a la base. Su compañera, Adriana Barcia, avisó a la familia la desaparición del Jipi.

Julio y Zulema recibieron la noticia y diez días después estaban sentados en el despacho de Bussi, quien, apenas una década atrás, recibía las órdenes de Julio Alsogaray a través de sus mandos. Esta vez, el jefe de la Quinta Brigada los recibió en su casa, como una deferencia, pero trató con desprecio no solo al general sino a su esposa. Bussi les mostró una foto de Juan Carlos muerto. Zulema, al ver la cara desfigurada de su hijo, se largó a llorar.

-Señora, no voy a permitir que llore en mi presencia. Si usted perdió un hijo, a mí todos los días me matan uno en el monte tucumano –dijo Bussi.

El matrimonio se retiró. Pudieron recuperar el cuerpo y hacer pericias. La foto mostraba a Juan Carlos con un uniforme azul, el que usaban los montoneros en operaciones. El parte de la Quinta Brigada era que había muerto en combate. Los informes periciales no daban lugar a dudas: había sido apresado vivo y matado a golpes, tiros y bayonetazos.

 

A Julio y Zulema Alsogaray, el general Bussi les mostró una foto de su hijo muerto: tenía la cara destrozaba y el uniforme azul que los montoneros usaban en operaciones

Julio, el hermano mayor de Juan Carlos, se fue exiliado con su mujer y los tres hijos de ambos a Montevideo.

Martín, quien habló con Infobae para reconstruir la vida de Juan Carlos, se enteró siendo muy chico que su tío había muerto. Su padre, Julio, le transmitía un gran respeto por su hermano menor.

Años después, recuperada la vida constitucional en Argentina, Julio que nunca pudo superar el asesinato de su hermano menor, fue a Tucumán para presentarse en los tribunales y exigir justicia por Juan Carlos, a quién reivindicaba como oficial montonero. Julio tenía suficientes elementos para demostrar que Juan Carlos no había muerto en combate sino vilmente torturado y asesinado.

De vuelta a aquel golpe

Siete años después de perder a su hijo menor, en enero de 1983, cuando la Argentina parecía encaminarse al fin de las dictaduras, el general retirado Julio Alsogaray visitaba en su casa de Córdoba a un muy enfermo Arturo Illia. Fue pura y exclusivamente a pedirle disculpas. No quería que el presidente que él había depuesto muriera sin saber de su arrepentimiento.

Una década después, a los 76 años, el general Alsogaray moría. Julio hijo siguió con las presentaciones ante la Justicia hasta que murió del corazón hace pocos años. Martín vive en Bariloche, les dio el apellido Alsogaray a sus tres hijos. Además, conserva como un tesoro las fotos y las cartas familiares.

Aquel chico que cursaba en Nacional de Buenos Aires en 1966, cada tanto, pasa por el edificio de la calle Bolívar y ve las dos placas que recuerdan al más de centenar de chicos y chicas que cursaron el Buenos Aires y murieron bajo la represión o son detenidos desaparecidos.

Uno de los que figura en la placa es El Colorado García, aquel talentoso jugador de fútbol. El Colorado fue secuestrado en la puerta de su casa de Ramos Mejía el 5 de julio de 1978. Apenas habían pasado 12 años desde que García había dicho "esto es un golpe de Estado". En la vereda de la casa donde lo sacaron a patadas hasta subirlo al baúl de un auto, hay un tilo que en primavera da flores lilas. A los pies del tilo hay una placa que recuerda al Colorado.

1 comentario:

  1. He leído anteriormente que este muchacho murió en combate, incluso el fallecido comisario tucumano, Malevo Ferreyra, se adjudicaba ser él quien abatió a Alsogaray.
    Cambiando el ángulo de la información, digo yo, ¿uniforme azul para un entorno operacional selvático? Me parece que no pegaba mucho la elección de los montoneros con ese color para Tucumán.

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