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lunes, 16 de diciembre de 2019

Independencia de España: Juan Martín Díez, el Empecinado

Héroe popular es asesinado por un rey vengativo y abyecto

El Empecinado sembró el terror entre los generales de Napoleón




'Juan Martín Díaz, el Empecinado' de Goya (Tiberioclaudio99 / Wikimedia Commons)


Pepe Verdú || La Vanguardia

Castrillo de Duero es un pueblito vallisoletano con apenas 150 habitantes. Pese a sus diminutas dimensiones, tiene varios edificios con interés, como la iglesia parroquial o diversas casas blasonadas. El motivo de mi presencia, sin embargo, no es turístico: sigo el rastro del guerrillero Juan Martín Díez, más conocido como El Empecinado , un líder popular nacido aquí . Una estatua suya preside la plaza Mayor. También encuentro la sede del Círculo Cultural Juan Martín el Empecinado, creado por voluntarios, dispuestos a rescatar a su convecino del olvido con más entusiasmo que medios.

Martín fue un simple labrador que abandonó sus tierras en mayo de 1808 junto a dos amigos, Juan García y Blas Peroles, porque habían decidido echar a los invasores napoleónicos de España. Casi nada. El propósito tal vez les parezca un poco pretencioso, pero Martín mandaba a seis mil hombres solo tres años después y, victoria tras victoria, sacó los colores a los franceses. Todo eso lo consiguió sin formación militar ni conocimientos tácticos.
En 1808 ‘El Empecinado’ se unió al Ejército de Castilla, cuyo objetivo era el corte de las comunicaciones francesas entre Madrid e Irún

Durante los seis años que duró la guerra, la prensa de la época le dedicó más de 400 artículos, donde lo presentaban como una reencarnación de Viriato, don Pelayo y el Cid, todos juntos. Su apodo, por cierto, se debe al arroyo que atraviesa Castrillo de Duero y que deja pecina (cieno negruzco) a su paso. La abundancia de esta hace que los lugareños sean conocidos comarcalmente como “empecinados”, de donde procede el sobrenombre del guerrillero.

Nacido el 2 de septiembre de 1775, Juan Martín tenía 32 años cuando estalló la guerra de la Independencia. Vivía entonces en Fuentecén, el pueblo de Catalina de la Fuente, su esposa, donde aún permanece la vivienda familiar. Tradicional tierra de viñedos, los caldos de Fuentecén forman parte hoy de la Denominación de Origen Ribera de Duero.

Campanas de la iglesia de San Mamés Mártir de Fuentecen (Malopez 21 / Wikimedia Commons)

La revuelta madrileña del 2 de mayo de 1808 había enardecido el país. Quienes no se alistaron en el ejército regular, se agruparon en partidas que hostigaban a los invasores como buenamente podían. Juan Martín fue pronto el líder de una de ellas, formada por amigos suyos y familiares. Cerca del pueblo segoviano de Honrubia de la Cuesta protagonizaron su primera acción: la captura de un correo francés.

A principios del verano de 1808, el general Gregorio García de La Cuesta mandaba el Ejército de Castilla, que pretendía absorber las partidas dispersas. El Empecinado se unió a esa milicia, cuyo objetivo era el corte de las comunicaciones francesas entre Madrid e Irún. Españoles y galos se enzarzaron en una batalla campal en Cabezón de Pisuerga el 12 de de julio de 1808, con un resultado catastrófico para los primeros, aplastados por las formidables tropas del general Antoine-Charles-Louis de Lasalle.

Cabezón de Pisuerga fue escenario de una cruenta batalla en 1808 (Luis Rogelio HM / Wikimedia Commons)

Cuando la historia se repitió en Medina de Rioseco, Juan Martín comprendió la inviabilidad de enfrentarse a los franceses en campo abierto, de igual a igual. Él y sus hombres abandonaron el ejército y se consagraron de nuevo a la acción guerrillera. Su objetivo sería hostigar las comunicaciones y el suministro del ejército francés mediante la interceptación de correos y mensajes, y la captura de convoyes de víveres, dinero o armas.

En sus Episodios Nacionales, Benito Pérez Galdós reflexiona sobre ese tipo de combatientes: “En las guerrillas no hay verdaderas batallas; es decir, no hay ese duelo previsto y deliberado entre ejércitos que se buscan, se encuentran, eligen terreno y se baten. Las guerrillas son la sorpresa, y para que haya choque, es preciso que una de las dos partes ignore la proximidad de la otra. (...) Su principal arma no es el trabuco ni el fusil; es el terreno, sí, el terreno, porque según la facilidad y la ciencia prodigiosa con que los guerrilleros se mueven en él, parece que se modifica a cada paso prestándose a sus maniobras”.

A finales de 1809 su campo de acción ya se extiende por las sierras de Gredos, Ávila y Salamanca, y por las provincias de Cuenca y Guadalajara

La partida del Empecinado da afortunados golpes de mano en Aranda de Duero, Sepúlveda, Pedraza... Fruto de esos éxitos, en 1809 es nombrado capitán de caballería. A finales de ese año su campo de acción ya se extiende por las sierras de Gredos, Ávila y Salamanca , y por las provincias de Cuenca y Guadalajara . En 1811 está al mando del regimiento de húsares de Guadalajara, con seis mil hombres a sus órdenes.

El daño infringido a los franceses es grande. Tanto, que Napoleón encomienda personalmente al general Sigisbert Hugo que persiga al Empecinado y acabe con él a cualquier precio. El militar lo intenta durante tres años, sin éxito: sus soldados no acorralan a los escurridizos guerrilleros. También intentó atraer a Juan Martín a la causa bonapartista a cambio de dinero, mediante el soborno, pero el guerrillero rechazó la oferta. Hugo llegó a encarcelar a la madre del guerrillero y a otros familiares, pero la reacción de Martín fue multiplicar su actividad y amenazar con el fusilamiento de cien prisioneros franceses. Los rehenes fueron liberados. Un ejemplar de los 'Episodios Nacionales' de Galdós con 'El Empecinado' como protagonista (http://catalogo.bne.es/uhtbin/cgisirsi/0/x/0/05?searchdata1=Mimo0002200980 / Wikimedia Commons)

Aquellos años, las victorias del Empecinado se vivían con euforia colectiva. En 1812, cuando su guerrilla tomó Guadalajara, varios teatros de Madrid programaron representaciones de sus hazañas. El último año de la guerra, 1814, Juan Martín fue ascendido a mariscal de campo y recibió el derecho a firmar documentos oficiales como El Empecinado.

Astuto y audaz, Juan Martín fue un líder. Acudimos de nuevo a Pérez Galdós, quien reflexionó sobre la época y esa forma de carisma: “Tres tipos ofrece el caudillaje en España, el guerrillero, el contrabandista, el ladrón de caminos. El aspecto es el mismo, solo el sentido moral los diferencia. (...) La Guerra de la Independencia fue la gran academia del desorden. (...) Los guerrilleros constituyen nuestra esencia nacional, (...) la dignidad dispuesta al heroísmo, la crueldad inclinada al pillaje”.

Restaurado el absolutismo, ‘El Empecinado’ fue desterrado en Valladolid por orden del monarca, quien lo persiguió con saña por liberal

Si la guerra de la Independencia unió a buena parte de España en torno a un objetivo común, la expulsión de los franceses, la victoria puso fin a ese consenso. Por una parte, no todos supieron readaptarse a la rutina y al esfuerzo cotidiano asociados al trabajo. Muchos antiguos guerrilleros degeneraron hacia el bandolerismo. Por otra parte, el abyecto Fernando VII no fue un rey agradecido con quienes se jugaron la vida para su restitución en el trono. Restaurado el absolutismo, El Empecinado fue desterrado en Valladolid por orden del monarca, quien lo persiguió con saña por liberal. Sus victorias ya no importaban.

El 1 de enero de 1820, El Empecinado se sumó al levantamiento del general Rafael del Riego en Las Cabezas de San Juan en defensa de la Constitución de Cádiz. Durante sus marchas, la tropa entonaba una canción que la Segunda República adoptaría como himno más de un siglo después: el Himno de Riego.

Durante el Trienio Liberal (1820-1823), Juan Martín fue gobernador militar de Zamora. Pero la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis puso fin al paréntesis progresista y restituyó el poder absoluto de Fernando VII. Martín huyó a Portugal, hasta que el Rey lo autorizó a regresar a España con todo tipo de garantías. Era una trampa: El Empecinado y 60 fieles fueron detenidos en Olmos de Peñafiel por los Voluntarios Realistas.

Zamora, ciudad en la que 'El Empecinado' desempeñó el cargo de gobernador civil (venemama / Getty Images)

Los presos fueron conducidos a Roa de Duero (hoy, Roa), en cuya plaza Mayor fueron insultados y apedreados por la chusma, y encarcelados. Doce años antes habían liberado el pueblo de los invasores franceses. El 20 de abril de 1825, Fernando VII aprobó la sentencia que condenaba a El Empecinado a la horca. El reo pidió ser fusilado en consideración a los servicios prestados a España, pero el soberano negó su permiso: lo colgaron como a un criminal el 20 de agosto de ese mismo año. El municipio de Roa levantó un monumento a El Empecinado en 1993. También organiza cada año un homenaje que coincide con el aniversario de su muerte.

Los restos de Juan Martín descansan en Burgos, en un mausoleo construido en 1851 en la calle Fernán González por suscripción popular. Sobre él escribió Pérez Galdós: “Poseía en alto grado el genio de la pequeña guerra, fue el Napoleón de las guerrillas, no hubo otro en España ni tan activo ni de tanta suerte. (...) Al estallar la guerra se había echado al campo con dos hombres, como Don Quijote con Sancho Panza, y empezando por detener correos, acabó por destruir ejércitos”.

Monumento a 'El Empecinado', Burgos (Rowanwindwhister / Wikimedia Commons)

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