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viernes, 14 de agosto de 2020

Guerra de Vietnam: La mierda de la guerra

¿Cómo utilizaron las heces y la orina los Marines y el Vietcong en la Guerra de Vietnam?


Javier Sanz — Historias de la Historia



Este artículo es solo un prueba más de que «en el amor y en la guerra todo vale». Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el movimiento surgido de la alianza entre el Partido Comunista y los nacionalistas comenzó la lucha para conseguir la independencia de la Indochina francesa. Además de las derrotas militares, Francia tenía otros frentes abiertos y en 1954 abandonó la colonia. De la Indochina francesa surgieron tres países soberanos: Camboya, Laos y Vietnam. Bueno, mejor dicho cuatro porque Vietnam ya quedó dividido en Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, aunque con el acuerdo de que se debía celebrar un referéndum para que los vietnamitas decidiesen si se reunificaban o si su separación era definitiva. Aquel referéndum nunca se celebró. Este conflicto sería la semilla de la posterior contienda entre el norte y el sur, enmarcado dentro del enfrentamiento entre comunistas y capitalistas por ver quién meaba más lejos. China apoyó al gobierno comunista de Ho Chi Minh en el norte y Estados Unidos al gobierno capitalista de Nguyen Van Thieu en el sur.

Empleando técnicas de guerrilla, ataques sorpresa y guerra psicológica el Vietcong consiguió hacer frente a los brutales bombardeos y al gran potencial bélico de los Estados Unidos. En esta guerra de guerrillas que planteó el Vietcong fueron habituales las emboscadas y las trampas en medio de la selva, en las que utilizaban los palos de Punji (estacas de bambú afiladas y calentadas a fuego para endurecer las puntas). Las trampas en cuestión eran muy sencillas: se cavaba un agujero en el suelo, se fijaban varias de estas estacas en el fondo (con la punta hacia arriba) y se camuflaba con la maleza. Dependiendo del objetivo, el agujero era de mayor o menor tamaño. Con un agujero no muy profundo, que se hacía en un momento, y una o dos estacas había muchas posibilidades de que el bambú atravesase la pierna del pobre soldado que metiese allí el pie, y un soldado herido significa que necesitará de la ayuda de otros para continuar o la evacuación con helicóptero (y su posible derribo con un RPG). Con tiempo, podían hacer un hoyo de mayores dimensiones en el que pudiesen caer varios marines y quedar insertados en las estacas. Y para hacer más mortíferas las trampas, el Vietcong tenía el detalle de impregnar el bambú con veneno y, en ausencia de este (porque no siempre lo llevas encima), lo hacía con sus propias heces tratando de asegurarles una infección bacteriana. Trampas baratas y fáciles que aterraban a los marines.



Por su parte, los estadounidenses también tuvieron sus ocurrencias fecales. Eso sí, mucho más sofisticada. En este caso hablamos del transmisor T-1151. Este dispositivo, desarrollado a comienzos de los 70, era una baliza con apariencia de excremento de perro (por eso también se conoció como Dog Doo), aunque en Vietnam hubo que adaptarlo a la fauna de la selva y se le dio forma de heces de mono. Con poco más de 10 cm de largo, esta discreta herramienta de espionaje, que lógicamente pasaba inadvertida, emitía una señal que, monitorizada desde los aviones, serviría de referencia para localizar objetivos enemigos, el movimiento de tropas o el rescate de soldados atrapados. También servía para enviar y recibir mensajes de radio en código morse. Además, como ningún Vietcong iba a coger una mierda de mono para inspeccionarla, estarían allí hasta que se agotase la pila que llevaba de níquel-cadmio. Así que, ahora sabéis por qué los marines en Vietnam llevaban excrementos en sus petates.



Y para rematar esta historia escatológica, vamos con la orina. La superioridad aérea de los americanos, bombarderos y el uso masivo de los helicópteros Cobra, obligaron a los charlies (denominación que los americanos daban a los integrantes del Vietcong) a construir redes de túneles en la selva donde refugiarse.



Estas auténticas ciudades bajo tierra eran difíciles de localizar y, además, estaban plagadas de trampas. Así que, tirando de imaginación, el ejército americano puso en marcha la Operación Snoopy que consistió en desarrollar un sistema que pudiese localizar la presencia humana desde el exterior. Así nació el People Sniffer (olfateador de personas). El sistema en cuestión, desarrollado por General Electric, detectaba la emisiones de amoníaco que produce el cuerpo humano a través de la orina o del sudor. Se construyeron dos versiones: una montada en helicópteros (XM3) y otra portátil (XM2).





Después de las pertinentes pruebas, con éxito, en 1968 se enviaron a Vietnam… y fue un fracaso. El artilugio daba continuamente falsos positivos de presencia humana, porque no se había tenido en cuenta otras posibles emisiones de amoníaco, como las producidas por la orina de los miles de búfalos de agua que se utilizaban en las campos de arroz.

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