Tres días bajo las bombas
Casi mil muertos, más de mil quinientos heridos, decenas de edificios destruidos fue el balance de los bombardeos de marzo de 1938, los más devastadores que sufrió Barcelona durante la Guerra Civil.
A finales de julio de 1936, cuando los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil española consolidaron sus posiciones, los efectivos navales y aéreos de los sublevados eran notoriamente inferiores a los republicanos. Ante las peticiones de ayuda del general Franco a Alemania e Italia, el Duce reconoció al bando nacional como el único gobierno legitimo de España y envió las primeras unidades aéreas –sin distintivos ni bandera- para ayudar a cruzar el estrecho de Gibraltar a las fuerzas rebeldes en África.
Durante el conflicto los italianos realizaron más de 135.000 horas de vuelo, llevando a cabo 5.318 operaciones de bombardeo en el que fueron lanzadas cerca de 11.500 toneladas de bombas. Gran parte de las operaciones fue llevada a cabo desde Mallorca, que al caer en manos de los sublevados se convirtió en una base privilegiada para atacar la costa mediterránea. La base de la Aviación Legionaria italiana en las Baleares fue creada a mediados de noviembre de 1936. Gozó de gran autonomía durante todo el conflicto y desde febrero de 1937 al 25 de enero de 1939 lideró el bombardeo de Barcelona y de las principales ciudades catalanas.
41 horas de bombardeos. Entre las 22.08 horas del día 16 de marzo de 1938 y las 15.07 horas del día 18, los aviones italianos realizaron 13 raids, con intervalos aproximados de tres horas. El ataque afectó al área central de Barcelona: la izquierda del Eixample, Poble Sec y el entorno de plaza Catalunya.
Bombardeo espaciado. Fue la primera vez en la historia que una ciudad de más de un millón de habitantes era sometida a un bombardeo continuo, sistemático y regular. La táctica italiana creó el pánico en los barceloneses, que ya no distinguían si las sirenas anunciaban el fin de un ataque o el inicio del siguiente. De esta forma, el ataque por saturación desarticuló los sistemas de alarma, paralizó la ciudad y provocó la huida temporal de millares de personas de sus domicilios.
Los bombardeos de marzo de 1938, al igual que el de Gernika en abril de 1937, fueron demostraciones notorias de que el cielo de la península se había convertido en un banco de pruebas para las potencias extranjeras.
44 toneladas de bombas arrojaron los Savoia S81 y S79, los más eficaces bombarderos de los que disponía en aquel momento la aviación italiana. Con una capacidad de ataque muy similar a los Heinkel 111 de la legión Cóndor alemana. Cada Savoia S79 tenía una tripulación de cinco hombres y una capacidad para transportar 1,2 toneladas de bombas. Además, llevaban incorporados otra novedad: cámaras fotográficas de alta calidad con las que retrataban sistemáticamente todas sus misiones. Gracias a esta innovación, desde hace pocas décadas tenemos impresionantes testimonios gráficos de los bombardeos sobre Barcelona.
La gran explosión. El suceso más impactante fue la bomba que impactó alrededor de las dos de la tarde del día 17 sobre un camión militar, con 23 militares a bordo, que transportaba ocho toneladas de trilita desde las canteras de Montjuïc hasta la Inspección general de Ingenieros de La Sagrera. La explosión del camión cerca de la confluencia de la Gran Vía con la rambla de Catalunya fue tremenda. La colosal columna de humo, de 250 metros, sorprendió a los mismos aviadores italianos. Incluso días después, la prensa internacional especuló que era una superbomba experimental que alguien bautizó ingeniosamente como “de aire liquido”.
Un millar de muertos. La cifra exacta de fallecidos es desconocida. La Generalitat la cifró en 872 (de ellos, 118 niños) tras los ataques, pero los estudios actuales –contrastados y rigurosos- elevan la cifra a cerca del millar, sumando los que fallecieron en las semanas siguientes a consecuencia de las heridas recibidas. Algunos autores señalan que la existencia de 1.365 refugios antiaéreos, la gran mayoría construidos por los vecinos –sólo 24 eran municipales- evitó muchas más víctimas.
Los autores. Aunque el Gobierno republicano –como se constata en nuestras páginas de la época- acuso también a la aviación alemana de haber participado en los ataques, fue la Aviación Legionaria la única responsable. El bombardeo de Barcelona fue ordenado por Benito Mussolini al general Giuseppe Valle, viceministro de la Aviación Militar italiana, quién a su vez trasladó la orden al general de brigada Vicenzo Velardi, jefe de la Aviación Legionaria. La orden fue transmitida, la noche del 16 de marzo, mediante un telegrama que decía literalmente“Iniciar desde esta noche una acción violenta sobre Barcelona con martilleo espaciado”. Esta última expresión “martellamento diluido nel tempo” denomina con exactitud la innovadora táctica empleada por los italianos.
El porqué. También ha sido tema de controversia. Se atribuyó a una venganza por el fracaso del Corpo di Truppe Volontarie en la batalla de Guadalajara en 1937; al menoscabo por parte de Franco de la conquista de Santander por los italianos; a los celos de Mussolini por el Anschluss -la anexión de Austria por la Alemania nazi el 13 de marzo- o como advertencia a Francia para que no realizase una venta masiva de armas a la República. Lo cierto es que a partir de enero de 1938, tras la victoria de los nacionales en la batalla de Teruel y la imparable ofensiva de Aragón que acercaba la guerra a las fronteras catalanas, la Aviación Legionaria intensificó los bombardeos sobre Catalunya.
El objetivo principal de los bombardeos de marzo, más allá de industrias, fábricas, instalaciones militares y edificios oficiales, fue el amedrentar a la población y sembrar el caos. El bombardeo de los barrios centrales de la ciudad, densamente poblados, provocó que la mayoría de las víctimas fueran civiles.
La condena internacional. La publicación en la prensa francesa, británica y norteamericana de la crueldad de los bombardeos forzó al general Franco a ordenar el fin de los ataques, consciente de que la batalla propagandística, que ya iba perdiendo tras la destrucción de Gernika, perjudicaba su causa ante las cancillerías europeas. El secretario de Estado estadounidense, Cordell Hull, expresó su horror por las víctimas civiles e incluso el prudente papa Pío XII pidió moderación.
Querella judicial y silencio italiano. La asociación Altra Italia y dos afectados directos de los bombardeos presentaron en 2012 una querella para que se investigaran las acciones de la aviación italiana. El juzgado de instrucción 28 de Barcelona rechazó en primera instancia la acción judicial y archivó la demanda. Sin embargo, el 23 de enero de 2013, la sección décima de la Audiencia de Barcelona emitió un auto en que obligaba al magistrado a iniciar investigaciones sobre los acontecimientos. Pocos días más tarde, el 1 de febrero, el Ayuntamiento aprobó por unanimidad condenar los bombardeos de la aviación de Mussolini, pero de momento el gobierno municipal no se ha personado como parte perjudicada en la causa judicial abierta.
Gernika y Barcelona inauguraron una trágica lista que continuaron Coventry, Londres, Dresde, Hamburgo, Hiroshima, Nagasaki, Vietnam. Y más recientemente, el bombardeo químico de los kurdos de Halabja, Iraq, por las tropas de Sadam Hussein; Belgrado y Bagdad. Pero a diferencia, de muchas de estas ciudades, los bombardeos de Barcelona no han quedado fijados con intensidad en la memoria colectiva de la ciudad.
La prueba es que el monumento a las víctimas de los bombardeos de la Guerra Civil no fue inaugurado hasta el 29 de abril de 2003. Veintiséis años después de la recuperación de la democracia. Frente al cine Coliseum, en la Gran Vía –donde explotó el 17 de marzo el camión de trilita- se ubicó la escultura Encaix, de Margarita Andreu, con el deseo de simbolizar que lo que se rompe puede volver a unirse. Un deseo empequeñecido por la desmemoria de muchos barceloneses sobre aquel trágico 1938.
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