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jueves, 11 de diciembre de 2014

GCE: El turismo bélico

La Legión Cóndor y el turismo bélico
Por: F. Javier Herrero | El País




Un equipo de vuelo de la Legión Cóndor se dispone a subir a un Heinkel He 111, 1938 / s. a. 

Por las calles sevillanas, durante las calurosas noches de agosto de 1936, aparecieron unos extranjeros jóvenes y rubios que vestían con uniformes blancos de los juegos olímpicos y se comportaban de manera extraña en ese ambiente andaluz. La información oficial decía que se trataba de un grupo turista de una organización obrera alemana, pero su presencia tenía otros motivos y no llegaron a engañar a nadie. Los sevillanos afectos al golpe de estado del 18 de julio les saludaban por la calle y ovacionaban. Esos jóvenes formaban parte del primer contingente de ayuda militar secreta que Hitler decidió enviar a Franco para consolidar su posición en las primeras semanas del golpe que derivó en guerra civil. En noviembre, ante la inesperada resistencia del Madrid republicano, fortalecido por el apoyo militar soviético, la misión militar alemana aumentó considerablemente sus efectivos y se reorganizó en la unidad autónoma que Hermann Göring, comandante en jefe de la Luftwaffe, denominó Legión Cóndor.
La intervención nazi en la Guerra Civil ha sido uno de los asuntos más estudiados desde múltiples enfoques por los historiadores alemanes, españoles o europeos, pero lo que se echaba en falta era un estudio de los auténticos protagonistas de la Legión Cóndor, sus soldados, y eso ha quedado satisfecho este año con el magnífico trabajo que ha realizado Stefanie Schüler-Springorum en La guerra como aventura – La Legión Cóndor en la Guerra Civil Española 1936-1939 (Alianza Editorial). Su línea de investigación busca un planteamiento novedoso dentro de la historiografía militar, desde una perspectiva de historia cultural y de género. Nos encontramos ante un grupo masculino con unos modelos culturales y una mentalidad concretos, al que la autora disecciona para comprender su comportamiento e interpretación de la realidad en la que estos soldados se encuentran. Las fuentes utilizadas, algunas de ellas inexploradas hasta ahora, se hallan en archivos alemanes y españoles, siendo especialmente relevantes las experiencias de los combatientes de la legión plasmadas en sus narraciones, relatos autobiográficos que, aún siendo ejemplos de literatura de propaganda fascista, “no son totalmente inservibles” para el análisis histórico.
La noche del 25 de julio de 1936, Hitler había recibido en Bayreuth a unos emisarios de Franco que le trasladaron una petición de ayuda militar para solventar la crítica situación en que se encontraba el bando militar rebelde, con sus mejores tropas inmovilizadas en Marruecos. Los motivos que llevaron al Führer alemán a decir sí en ese mismo momento a un militar español desconocido varado en el Rif marroquí han sido precisados gracias a la sobresaliente tarea de investigadores como Ángel Viñas. Hubo causas económicas, ideológicas, estratégicas y militares que tendrían un papel cambiante a lo largo de la Guerra Civil. Al principio las militares y económicas no contaron. Las líneas maestras de la estrategia europea de Hitler, que tras la recuperación de la soberanía en la Renania desmilitarizada en marzo, había abandonado su política exterior revisionista de Versalles para pasar a una fase agresiva y expansionista, se basaban en neutralizar a Francia antes de lanzarse a invadir el Este, y contar con un régimen favorable en la frontera sur francesa aparecía como una posibilidad que no había que desperdiciar. El oportuno barniz ideológico de la lucha contra el comunismo en la intervención de España podría bloquear actitudes indeseadas de potencias democráticas como Reino Unido.
Teniendo en cuenta que el arma aérea fue el componente principal de la Legión Cóndor, a los pilotos y oficiales de vuelo, que eran considerados y se sentían la élite del ejército alemán, se les ofreció la posibilidad de demostrar su valía y “servir a la patria” en una experiencia viril y militar, que incluía otros suculentos alicientes como el ascenso inmediato y un salario muy superior al que recibían en el destino anterior. Como muestra de lo lucrativa que podía ser la misión, Schüler-Springorum nos cita el alto número de bodas y el consumo de objetos de lujo al que se dedicaban cuando regresaban a Alemania. Para los jóvenes legionarios, España aparecía como un lugar exótico en el que volcar sus fantasías épicas y vivir aventuras, a la búsqueda de gloria y placeres, dinero y mujeres. Se trataba de una suerte de turismo bélico al que muchos de ellos acudieron con su flamante cámara de fotos último modelo.
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Vista de Guernica, tras el bombardeo del 26 de abril de 1937 / F. Sabino Arana

En general, unos alojamientos convenientes –siempre tenían reservado el mejor hotel de la ciudad en la que se instalasen - y una manutención surtida y variada mantenían a los legionarios con buen humor y disposición. No les faltaban productos alemanes típicos pero fueron descubriendo las bondades de la dieta local (aunque la mayoría de ellos rechazaba el aceite de oliva) y frecuentemente eran agasajados por las autoridades del bando franquista con delicias culinarias que la población española difícilmente podía llegar a soñar. Esta dolce vita, con una actividad bélica que incluía largos períodos de pausa, fomentó que el aburrimiento fuese ocupando la atmósfera en la que vivían los soldados, que intentaban remediarlo visitando lugares de interés o intentando entablar relación con las jóvenes españolas, como relata Klaus Köhler que afirmaba que “no nos cansamos de admirar a las ardientes españolas pero ellas también nos contemplan”. Lo cierto es que en la España nacional ultracatólica, la inaccesibilidad de las mujeres hizo que todo acabase en miradas y el recurso final fuese la visita a burdeles, según describe Adolf Galland al recordar sus “noches andaluzas” con “programa completo”.                                
La ventaja de gozar de una supremacía aérea que solo pudo ser cuestionada por la República hasta abril de 1937, hizo que los pilotos de caza, a bordo de los magníficos Messerschmitt Bf 109 o los Junker Ju 87 Stukas, dominasen el cielo español “presionados” en una especie de competición deportiva por derribar el máximo de aviones enemigos. Harina de otro costal era el bombardeo sobre el enemigo para el que se necesitaba una actitud “más ordenada y estoica” según Schüler. Entran en juego las motivaciones militares alemanas para intervenir en España, la experimentación con diferentes tipos de bombas y tácticas de bombardeo, que supusieron la destrucción masiva de ciudades y la muerte de miles de víctimas civiles como consecuencia de una guerra aérea planificada y ejecutada racionalmente. El legionario Egbert von Frankenberg comenta al respecto: "…no pensábamos sino en ‘cumplir con nuestra tarea’ obedeciendo inmediatamente las órdenes que recibíamos. Y nos importaba poco lo que las bombas y el fuego ocasionaran exactamente”. Inevitablemente, evocamos Guernica en llamas, consumida en el fuego de las bombas incendiarias en abril de 1937, pero esta macabra ejecución experimental comenzó el 14 de diciembre de 1936, y contó con la ambición personal de Queipo de Llano, el general del ejército del sur que, como recuerda el jefe del Estado Mayor de la legión Wolfram Von Richthofen, “quería adueñarse a toda costa de la cosecha de aceitunas cerca de Porcuna, especialmente rica”. Los intereses comunes de Queipo y Richthofen, sobrino del famoso Barón Rojo, supusieron que el pueblo cordobés de Bujalance fuese arrasado hasta que no quedase una casa en pie, con 190 civiles muertos. El sangriento colofón lo puso la caravana interminable de refugiados y tropas que huían hacia la frontera francesa desde Barcelona en el invierno de 1939, que Torsten Christ refleja en el diario de guerra del Estado Mayor de la legión: “El abundante tráfico en las carreteras resulta demasiado tentador, así que decidimos asestar un último golpe al enemigo antes de que desapareciera”.
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Miembros de la Legión Cóndor desfilan en Ávila, mayo 1939 / Keystone-Getty

Los pilotos y soldados de la Legión Cóndor aplicaron su experiencia española en la II Guerra Mundial y el 80% de ellos se dejaron la vida en el combate. Para los supervivientes, fue complicado reiniciar su vida con el estigma de haber pertenecido a una unidad fuertemente ideologizada por el nazismo cuya tarjeta de presentación era la destrucción de Guernica. La sociedad de las dos Alemanias no sabía muy bien qué hacer con los supervivientes de la Cóndor. En la RDA algunos contaron con la enemistad de los alemanes que habían luchado en las Brigadas Internacionales, pero otros supieron medrar en el contexto geopolítico de la Guerra Fría y el anticomunismo imperantes, como es el caso de Heinz Trettner, militar en la Bundeswehr de la RFA que llegó a teniente general con un alto cargo en la OTAN, y nunca se sintió responsable moral de los crímenes cometidos antes de 1945.
Todas las facetas de la Legión Cóndor en su interacción con sus compañeros de bando en España, las disensiones sobre estrategia militar de los mandos alemanes con Franco, y otros aspectos de la experiencia vital de los legionarios son tratados de manera novedosa y convincente por Stefanie Schüler-Springorum, en este libro necesario para entender a esta unidad militar. Reconforta mínimamente en su lectura conocer que a pesar de la propaganda nazi que llenaba de falsa información los oídos de estos combatientes, a algunos de ellos cada vez les parecía más cuestionable la razón de su presencia en una guerra donde no eran recibidos como liberadores en los pueblos y ciudades que tomaban. Es el caso de Erwin Jaenecke, que en una carta a la central de la Wehrmacht identificaba a “…la Iglesia, los latifundios y el capitalismo, que desde hace siglos oprimen y atormentan al pueblo de una manera atroz” o unos pilotos de caza en Zaragoza que a un informador británico rogaban que algún día se pudiera “contar la verdad de esta llamada guerra entre rojos y blancos”.    

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