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sábado, 20 de agosto de 2016

Rusoviética: Los gulags

Gulag, los campos de concentración soviéticos

Enrique Ros - Apuntes de Historia

Aunque el término gulag es el acrónimo de Glávnoie upravlenie ispravítelno-trudovyj lagueréi i koloni, es decir, Dirección General de Campos de Trabajo, ése es el nombre con el que pasaron a la historia los campos de trabajo para presos políticos (enemigos de la patria) en la Unión Soviética de Iósif Stalin.

Y a pesar de que los gulag adquirieron su forma más cruel y represiva durante el mandato de Stalin, su origen fue bastante más antiguo.

Pedro I y la kátorga

El zar Pedro I el Grande será recordado por modernizar Rusia, occidentalizándola y convirtiéndola en una gran potencia europea, llegando a crear ex novo para su imperio una capital de estilo occidental, San Petersburgo, que fue la ciudad más importante de la Rusia Imperial durante más de dos siglos, hasta la Revolución bolchevique.

Pedro pasó parte de su infancia fuera de la corte, lo que propició que su educación no fuera tan rígida. Además le gustaba frecuentar el barrio alemán de Moscú, hablando con los artesanos extranjeros que lo habitaban, lo que potenció su interés por ciencias y técnicas como la carpintería, la náutica, etc.


Pedro I el Grande

Por eso durante los primeros años de su reinado se preocupó por construir una capital de estilo europeo que, sobre todo, dotara a Rusia del gran puerto del que carecía, y por organizar lo que pronto sería la Armada Imperial Rusa, ya que pretendía hacer de Rusia un poder marítimo.


La campaña de Azov

Su primer objetivo fue hacerse con el control marítimo del mar Negro que en esos momentos (finales del siglo XVII) estaba dominado por el Imperio otomano. Así que comenzó una serie de campañas para expulsar a los tártaros de los emplazamientos que les otorgaban la supremacía en el mar, comenzando por las fortalezas de Azov, en la desembocadura del río Don.

Su primer intento, en 1695, fue un rotundo fracaso y comprendió que, para conseguirlo, debía atacar por el río. Así que regresó a Moscú y comenzó la construcción de una gran armada. Al año siguiente tomó Azov enviando treinta naves contra los otomanos.

Y éste fue el pecado original ya que, para acelerar la construcción de la flota y la toma de Azov, Pedro I dio órdenes de que se trasladaran presos al bajo Don para “colaborar” en la construcción de las naves.

El sistema dio tan buen resultado que hasta 1767 el estado asignó la mayoría de convictos (katorzhane o каторжане) para la construcción de San Petersburgo, el puerto de Rogervik y varias fortalezas a lo largo del litoral báltico y en el óblast (provincia) de Oremburgo.

El método acabó institucionalizándose en la figura de las kátorgas, campos situados en regiones remotas y deshabitadas de Siberia a los que eran enviados los convictos para realizar trabajos forzados en beneficio del imperio.


Adiós a Europa, de Aleksander Sochaczewski

La kátorga formó parte del sistema judicial de la Rusia imperial hasta su fin en 1918. Tras la Revolución rusa fue utilizado por los bolcheviques y finalmente incorporado a los gulag en la Unión Soviética de Stalin, aunque ya fuera del sistema penal, no como una condena impartida por el poder judicial sino como elemento de represión contra los opositores al régimen.

La Revolución rusa

En 1917 estalla la Revolución rusa. Tras los duros reveses sufridos por Rusia en la Gran Guerra (como se llamó a la Primera Guerra Mundial antes de que hubiese que numerarlas) gran parte del ejército ruso se encontraba en estado de motín.

La Duma (el parlamento imperial) asumió el control del país formando un gobierno provisional y el último zar, Nicolás II, abdicó. Y mientras los soviets, los consejos de trabajadores, eran controlados por los elementos de la izquierda más radical, exigiendo cada vez más prerrogativas para influir en el gobierno y la milicia.

Tras la Revolución de Octubre el partido bolchevique, dirigido por Vladimir Lenin, derroca al Gobierno provisional y se autoproclama dirigente de la nación, firmando el Tratado de Brest-Litovsk para sacar a Rusia de la guerra en Europa y centrarse en los acontecimientos que están ocurriendo en el país, al borde de una guerra civil.


Elementos inseguros

Es en este contexto cuando, en 1918, Lenin decide utilizar la infraestructura de la kátorga para acallar la oposición a su régimen:

Los elementos inseguros deben ser confinados en campos en las afueras de las ciudades.

Las kátorgas se reformaron y, a partir de ese momento, se convirtieron en un instrumento de represión política. En 1921 había ya ochenta campos en más de cuarenta óblast, concebidos para “rehabilitar” a estos elementos inseguros.

El decreto secreto de Sovnarkom

El Sovnarkom, el Soviet de Comisarios del Pueblo (Soviet naródnyj kommissárov) fue la institución encargada de la reestructuración del país, sentando las bases de lo que sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Este soviet fue el que, en 1929, emitió un decreto secreto por el que se regulaban los campos correctivos de trabajo y su uso, elevando el Gulag a nivel de institución de la Unión Soviética, adscrita al Directorio Político Unificado del Estado, la OGPU. La policía secreta.

Esto, claro está, tiene fuertes implicaciones. Imagina la combinación: campos de trabajo en lugares remotos y aislados, elementos inseguros y policía secreta con plena potestad para enviar a esos campos a quien creyera conveniente.


Stalin


En 1922 Iósif Stalin ocupa el cargo de Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, y aunque ese cargo no era la máxima posición dentro del Estado soviético, tras la muerte de Lenin en 1924 fue adquiriendo cada vez más poder hasta convertirse en el líder de facto de la nación.


Iósif Stalin

Y tras el decreto de Sovnarkom decidió utilizar el Gulag como una fuerza de trabajo para industrializar el país y explotar los recursos naturales (madera y minería principalmente) de la región norte, apenas habitada y muy infrautilizada debido a las durísimas condiciones climáticas.

Y éste era el elemento que le faltaba al cóctel explosivo. Si a los anteriores elementos (campos de trabajo, “enemigos del régimen” y una policía política omnipotente) añadimos la necesidad de grandes cantidades de mano de obra, sólo podemos obtener un resultado: una caza de brujas a gran escala con detenciones poco menos que arbitrarias.

Y así dio comienzo la era del terror stalinista.

Con el decreto secreto de Sovnarkom dio comienzo la era del terror stalinista

La Gran Purga

Las detenciones fueron en aumento y de forma cada vez más arbitraria, y cientos de miles de ciudadanos fueron detenidos, juzgados sumariamente y enviados a los gulag. En muchos casos, incluso ejecutados.

Esta tendencia culminó a finales de la década de los treinta en lo que se llamó la Gran Purga o —como se conoce más comúnmente en Rusia— la Era de Yezhov.

Nikolái Yezhov y Lavrenti Beria


El nombre de Era de Yezhov no es casual. Nikolái Yezhov estaba al mando del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, el NKVD, durante la Gran Purga. Este puesto lo convertía en director de la policía secreta.

Sin embargo el nombre que pasó a la historia fue el de su sucesor, Lavrenti Beria, que dirigió el NKVD entre 1938 y la muerte de Stalin, en 1953. Aunque ocupó el puesto ya al final de la Gran Purga, se le asocia a la época de mayor represión y crueldad (casi se podría decir sadismo) de los gulag. Un angelito.


Lavrenti Beria

Y, fíjate bien, la mayoría de los “elementos subversivos” y “enemigos del Estado” que fueron detenidos durante los años de la Gran Purga eran militantes del Partido Comunista y altos mandos de las Fuerzas Armadas. Sencillamente, Stalin estaba consolidando su poder mediante la eliminación de cualquiera que pudiera hacerle sombra o se mostrara mínimamente crítico con el régimen.

Socialistas, anarquistas, kulaks (agricultores con tierras propias que contrataban braceros) y, como ya he dicho, miembros del KOMINTERN (la Internacional Comunista) y de las Fuerzas Armadas. Incluso refugiados extranjeros o hasta veteranos de la Guerra Civil Española. De hecho, cualquiera que perteneciera a una minoría. Sí, tras la Segunda Guerra Mundial, también los judíos.

Todos ellos fueron detenidos, juzgados y trasladados a los diversos gulag en virtud del artículo 58 del Código Criminal de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (las otras repúblicas de la URSS tenían artículos similares), que define y regula la actividad contrarrevolucionaria:

La acción contrarrevolucionaria es un acto encaminado a derribar, subvertir o debilitar el poder de los trabajadores y campesinos soviéticos… y gobiernos de la URSS, los Soviets y las repúblicas autónomas, o subvertir o debilitar la seguridad exterior de la URSS, principalmente la económica, política y los logros nacionales de la revolución proletaria.

Los delitos castigados por este artículo iban desde el levantamiento armado, el zarismo o el espionaje, hasta el contacto con extranjeros, la propaganda o agitación y la ayuda a la burguesía internacional. Efectivamente, ahí entraba cualquier cosa. Imposible escapar a eso.

El gulag, motor económico

El momento de más detenciones coincidió con el de mayor expansión económica de la URSS, y no por casualidad. El gulag pasó a ser el principal motor de la economía del país, y la fuerza “obrera” que la empujaba eran los presos de los gulag. Que, por cierto, tenían una gran tasa de reemplazo debido a la alta mortalidad (más adelante hablo sobre este tema).

Como puedes ver en la infografía, muchos de los más grandes proyectos industriales y de transporte de la Unión Soviética fueron construidos por los prisioneros de los gulag entre las décadas de 1930 y 1950, con un coste de millones de vidas.

La Segunda Guerra Mundial

Y ojo, porque he dicho “el momento de más detenciones”, y no “el momento con mayor número de presos”. Éste llegó tras la Segunda Guerra Mundial.

Durante la II GM el número de presos cayó en picado. ¿Adivinas por qué? ¡Exacto! Carne de cañón…


Evolución del número de prisioneros en el sistema de Gulag

Gran parte de los presos fueron “liberados” durante la contienda para pasar a formar parte del ejército ruso. Por supuesto, eran enviados a primera línea del frente y a las acciones más peligrosas.

Y para los que quedaron en los gulag la cosa tampoco fue mucho mejor. Las raciones, que ya de por sí eran ridículas, disminuyeron drásticamente. Y, con el frío siberiano, es difícil sobrevivir sin ingerir un mínimo de calorías.

Sin embargo al acabar la guerra la población presa volvió a crecer de manera espectacular gracias a la incorporación de los prisioneros de guerra alemanes, los desertores, los refugiados y buena parte de la población de los territorios que la Unión Soviética se había anexionado.

El gulag y los campos de concentración nazis

Es inevitable establecer paralelismos, sobre todo por el hecho de la deshumanización de los presos.

Se calcula en seis millones el número de judíos muertos en el Holocausto. En los gulag murieron entre diez y veinte millones de personas, dependiendo de las fuentes que se consulten.

Sin embargo hubo una diferencia de fondo: la finalidad. Mientras que los campos de exterminio nazi servían al único fin de la simple y llana aniquilación, en los gulag la finalidad era doble: mantener una estabilidad política basada en la represión de los detractores y obtener una fuerza de trabajo que impulsara el país.


Gulag

En los gulag se esperaba de los presos que trabajaran, no que murieran. Si morían era por las durísimas condiciones de trabajo (bajísimas temperaturas, trabajos duros y largas jornadas sin descansos o días libres) combinadas con una deficiente alimentación.

Cuidado, date cuenta de que no estoy emitiendo juicios de valor y ni mucho menos “defendiendo” un sistema frente a otro. Simplemente te estoy mostrando un hecho objetivo; a ti es a quien corresponde emitir tu propio juicio (personalmente, tan perverso me parece uno como otro).

En cualquier caso, el régimen de Stalin tenía otras formas de acabar con sus enemigos, como los fusilamientos sumarios en bosques, el humo de tubos de escape de camiones o, simplemente, el abandono en celdas de castigo. Para mí no había ninguna diferencia moral entre Stalin y Hitler. A ambos les importaba una mierda (perdón por la expresión, no encuentro otra más rotunda) la vida humana.

El fin del horror

Cuando las tropas estadounidenses liberaron los campos de exterminio nazis al final de la II Guerra Mundial, las fotografías de las atrocidades que éstos encerraban se extendieron rápidamente, y el horror y la barbarie llevados a cabo por los nazis quedaron grabadas en el imaginario popular.

No ocurrió igual con los gulag. Cuando las imágenes de los campos de concentración nazis llegaron al público, las autoridades soviéticas comenzaron a preocuparse por su imagen frente al exterior. Las detenciones comenzaron a disminuir y la productividad de los gulag disminuyó.

Tras la muerte de Stalin en 1953, todo el sistema se derrumbó. La agitación en los campos de trabajo dio lugar a revueltas y no tardó en llegar una amnistía para los presos. Sólo quedaron en los gulag los reos verdaderamente peligrosos. Pronto los campos comenzaron a desmantelarse y quedaron oficialmente suprimidos en 1960.

Alexandr Solzhenitsyn

Como he dicho antes, fueron los soldados estadounidenses los que dieron a conocer los campos de exterminio nazis al mundo gracias a las fotografías de pilas de cadáveres, hornos crematorios, cámaras de gas… En fin, ya lo sabes.

Sin embargo no ocurrió lo mismo con los gulag. Durante décadas el sistema soviético de campos de trabajo permaneció ignorado, conocido solamente por los antiguos prisioneros, que no hablaban del tema, y algunos historiadores y estudiosos rusos. La rigidez del régimen soviético contribuyó a acallar las noticias.

La difusión vino de la mano del escritor e historiador Alexandr Solzhenitsyn. Solzhenitsyn, que había sido preso durante once años en el sistema de gulag, escribió su experiencia en Un día en la vida de Iván Denísovich, que narra un día en la vida de un preso cualquiera en un campo de trabajo soviético.


Aleksandr Solzhenitsyn

En 1962 Nikita Kruschev autorizó su publicación, buscando distanciarse del stalinismo. Sin embargo no fue hasta 1973, tras la publicación de Archipiélago Gulag, cuando la realidad de lo vivido por los presos de los campos stalinistas llegó a occidente.

En Archipiélago Gulag Solzhenitsyn reconstruye la vida en el interior de uno de estos campos basándose en su propia experiencia y en la de algunos de sus compañeros de presidio.

Perseguido por la KGB, el autor fue expulsado de la Unión Soviética “a perpetuidad”, aunque pudo regresar a Rusia en 1994, tras la disolución de la URSS. Su secretaria, que guardaba una copia del manuscrito, fue encontrada ahorcada en su piso de Moscú.

Olvido

Al contrario que en Alemania, donde se ha reconocido y honrado a las víctimas del Holocausto nazi, en Rusia parece no querer hablarse del sistema de gulag. No ha habido reconocimiento oficial, ni excusas públicas, ni investigaciones o comisiones… Nada.

Una especie de tabú rodea el tema en Rusia y, aunque en menor medida, también en el resto de ex repúblicas soviéticas. Apenas se menciona en los libros de historia. Los ancianos lo eluden. Los jóvenes lo ignoran.

Y las víctimas permanecen olvidadas.


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