Otras Páginas Interesantes

domingo, 28 de mayo de 2017

Conflictos americanos: La guerra de las 100 horas (4/6)

La Guerra de las 100 Horas (Parte 4) 
 

por Mario A. Overall | 20-Apr-04 


C-47 “FAH-304” de la FAH

5. La Respuesta Hondureña (15 de Julio) 
En los primeros minutos del día 15, los mecánicos de la FAH empiezan a instalarle rieles de carga en el piso al C-47 “FAH-304”. Poco después, la sección de carga del avión recibía 18 bombas de 100 libras. Tal y como sus contrapartes Salvadoreños lo habían hecho, el venerable transporte era convertido en bombardero improvisado. El ansiado golpe que el Coronel Soto Cano quería darle a la Fuerza Aérea de El Salvador está materializándose. El presidente López Arellano le ha autorizado realizar solamente un ataque, el cual va a ser ejecutado por el C-47, sin embargo el Coronel Soto Cano tiene en mente realizar tres, por lo que ordena a los pilotos de los F4U en Toncontín y en La Mesa que se preparen. 
A eso de la 01:50 de la mañana, el “FAH-304” finalmente despega de la pista de Toncontín, y en medio de la obscuridad enfila hacia San Salvador. Sin embargo, pocos minutos después se ve forzado a regresar debido a fallas en sus sistemas. A su regreso, los rieles de carga le son removidos rápidamente y trasladados a otro C-47, en éste caso el “FAH-306”. Igual sucede con las 18 bombas, que una a una, son cargadas por los mecánicos a dicho avión. Cerca de las 03:30 el “FAH-306” despega de Toncontín y mientras asciende hasta los 10 mil pies, enfila hacia San Salvador. 

El piloto del C-47 Hondureño, Capitán Rodolfo Figueroa, debía confiar en sus cálculos de tiempo y distancia para llegar a su blanco. En aquellos dorados tiempos se carecía de lujos como el sistema de posicionamiento global –GPS- y para empeorar las cosas, los servicios de radioayuda Salvadoreños no estaban funcionando a la hora en que se inició la misión, por lo que sí Figueroa cometía errores en la navegación, podía acabar en cualquier parte menos en donde pretendía. Finalmente, al llegar sobre San Salvador, la tripulación se da cuenta de que la ciudad esta en obscuras. Sin poder ubicar visualmente el aeropuerto de Ilopango, el cual era su objetivo, el piloto se confía en sus cálculos y al considerar que está sobre el blanco, ordena que las bombas sean lanzadas. En menos de 4 minutos, las 18 bombas son lanzadas al vacío, haciendo varias pasadas sobre lo que suponían era el blanco. A su regreso, Figueroa reporta que había escuchado las explosiones de las bombas poco antes de retirarse del área, sin embargo, posteriores reportes decían que ni una sola de las bombas había caído cerca de Ilopango, ni siquiera en sus inmediaciones. De hecho, esta incursión ha sido puesta en duda por historiadores Salvadoreños, ya que esa noche no hubo reportes de bombas cayendo en ningún sitio cercano al aeropuerto o la ciudad. De allí que se especula que las bombas cayeron en el lago de Ilopango o en el mar, que al decir verdad, están un poco retirados del aeropuerto. 

A las 04:30 tres cazas F4U-5N y un F4U-4 de la FAH despegan de Toncontín y rápidamente se dirigen a El Salvador. Su misión es ‘rematar’ el ataque a Ilopango supuestamente realizado por el C-47 “FAH-306” horas antes, y de paso, también atacar el puerto de Cutuco, en el departamento de La Unión. Los líderes de las escuadrillas son los Mayores Oscar Colíndres y Fernando Soto Henríquez. 

Mientras los cazas Hondureños volaban hacía su objetivo, un FG-1D y un Cavalier Mustang de la FAS despegan de Ilopango con la misión de atacar de nuevo Toncontín. Los adversarios estuvieron muy cerca de verse, pero esto simplemente no sucedió. Han circulado versiones sobre que los pilotos Salvadoreños ubicaron a los cazas Hondureños mientras estos se dirigían a Ilopango, y que pidieron autorización para soltar sus bombas y lanzarse en su persecución. Sin embargo, posteriores investigaciones revelarían que en ningún momento los pilotos de ambas escuadrillas estuvieron cerca de verse. 

En todo caso, los cazas Hondureños logran llegar a Ilopango en donde arrojan cuatro bombas, de las cuales una cae en la encrucijada de las pistas norte-sur y este-oeste abriendo un agujero en el pavimento, la otra cae a 500 metros de la terminal aérea sin que se produjera una explosión, la tercera lo hace entre dos hangares vacíos en donde destruye un camión cisterna y causa daños a dos motores embancados pertenecientes al único cuatrimotor de la FAS (DC-4M) por esa época y al área de oficinas del hangar adyacente al impacto. La cuarta bomba definitivamente yerra el blanco, pues nunca fue encontrada ni se sabe de su explosión, al menos dentro del aeropuerto de Ilopango. Como era de esperarse, el ataque Hondureño se realizaría en medio de fuerte fuego antiaéreo, hasta el punto de que los pilotos se verían en la necesidad de hacer las pasadas de bombardeo a 9000 pies, mucho más alto de lo requerido. 

En contraste, fuentes de inteligencia de los Estados Unidos (Air Section de la USAF en El Salvador) reportaban daños a un C-47 y un Cavalier Mustang dentro de un hangar luego del ataque. Sin embargo, el historiador Salvadoreño Marco Lavagnino nos dice: “... El daño provocado a las Instalaciones de Ilopango no alcanzó ningún avión, todos los C-47 y todos los F-51 Mustang están bien documentados y no falta ninguno después de ese día sin que haya explicación.” 

Lo que posiblemente podría explicar el confuso reporte de inteligencia Norteamericano al respecto de éstos aviones dañados en Ilopango, es la presencia de los restos de un Cavalier Mustang que se había accidentado en Octubre de 1968, los cuales habían sido guardados en uno de los hangares, esto con el fin de usarlos como fuente de repuestos para el resto de la flota. 



Pero las confusiones sobre éste episodio no se detienen allí: Fuentes Salvadoreñas aseguran que al menos dos Cavalier Mustang despegaron en medio del ataque e hicieron frente a los F4U Hondureños, lo cual simplemente no ocurrió, básicamente por que la mayoría de Cavalier Mustang estaban regresando de sus misiones sobre Honduras o bien habían sido dispersados a la pista ubicada en la isla Madresal. Quizás la prueba más contundente de que no despegaron aviones Salvadoreños durante el ataque a Ilopango es que minutos después, los Hondureños descendían sobre el puerto de Cutuco, atacándolo con sus cañones y rockets, virtualmente sin oposición aérea alguna. Cabe decir que éste ataque produce varios incendios en los depósitos de asfalto del mencionado puerto, provocando las espectaculares humaredas que tanto llamaron la atención a los medios que cubrían los hechos. Así mismo, resultaron con algunos daños las instalaciones para el almacenamiento temporal de combustible. Como nota curiosa, de las instalaciones de Cutuco salían considerables cantidades de combustibles para abastecer a otros países del área, incluyendo –irónicamente- a Honduras. 

Sin embargo, el abastecimiento de combustible para los aviones de la FAH y los vehículos del Ejército Hondureño no se vería comprometido durante la guerra, ya que se había optado por adquirirlo en Belice y Nicaragua, de donde era transportado por los aviones de SAHSA y TAN. Por aparte, poco antes del comienzo de la guerra, el gobierno de Honduras había retirado la totalidad de su cuota de combustible del puerto de Cutuco, usando para el efecto camiones cisterna. El presidente de El Salvador, General Fidel Sánchez Hernández, fue advertido por su Estado Mayor sobre este inusual acontecimiento, y se le pidió no autorizar el despacho del combustible. Sin embargo el presidente se negó a tomar la decisión ya que prácticamente eso equivalía a un acto de guerra y evidentemente aún no se iniciaban las hostilidades. 

Mientras se efectuaba el ataque a Cutuco, cuatro F4U-4 Hondureños que habían despegado del aeropuerto de La Mesa, iniciaban su propio ataque contra los depósitos de combustible en el puerto de Acajutla, sin encontrar oposición por parte de los Salvadoreños, ya que las baterías antiaéreas, que habían sido emplazadas en las colinas circundantes, habían sido cambiadas de ubicación siguiendo órdenes del Estado Mayor. El ataque al puerto las había sorprendido en plena movilización. 

Por su parte, los aviones Hondureños, utilizando sus rockets y ametralladoras, logran incendiar algunos de los tanques de gasolina y diesel los cuales provocan impresionantes columnas de humo. Milagrosamente, los depósitos de gas propano no son dañados durante el ataque, evitándose así una grave tragedia que hubiera tenido como resultado la destrucción total del puerto y las poblaciones aledañas. Sin embargo, de 180,000 barriles de diversos combustibles que en ese momento se almacenaban en las instalaciones, se perdió aproximadamente el 20%, ya que el resto se logra evacuar por el sistema de protección contra incendios con que contaba el puerto, luego se almacenaría en nuevos tanques y posteriormente se refinaría de nuevo. 
El ataque a Acajutla tampoco representó un peligro para el abastecimiento de combustible de El Salvador. Si bien las reparaciones a la refinería y demás instalaciones tomarían más de un año, el gobierno Salvadoreño optaría por modificar el método de abastecimiento, ya que los barcos anclaban directamente en el puerto y no a las terminales marítimas como solía hacerse, permitiendo que los camiones cisternas cargaran directamente el combustible desde el barco. De hecho, los camiones cisterna, debidamente camuflados, incursionarían incluso dentro de territorio Hondureño en la zona de El Amatillo, Teatro Operaciones Chalatenango y Ocotepeque, con el objetivo de abastecer a las Fuerza Salvadoreñas operando en esos sectores. 

Durante el regreso al aeropuerto de La Mesa, el F4U-4 “FAH-617”, piloteado por el Capitán Walter López, empieza a perder combustible de forma alarmante. El silencio de radio se rompe cuando los pilotos de la escuadrilla conferencian sobre el problema. Se decide que continúe volando con la esperanza de alcanzar su base antes de que se le termine el combustible. Sin embargo, el indicador del tanque en uso sigue su marcha inexorable hacia la posición de “vacío”, mientras que la visibilidad se reduce sobre el aeropuerto de La Mesa. Poco después, López decide internarse en territorio Guatemalteco. De esa forma, el “FAH-617” realiza un aterrizaje de emergencia en la pista de la finca “El Pilar”, cercana al poblado de Morales en el Departamento de Izabal. Horas después, arribaría a la finca un C-47 de la Fuerza Aérea Guatemalteca trayendo mecánicos y al Capitán Leonel Solís, quien sería el encargado de llevar el “FAH-617” a la Ciudad de Guatemala, luego de que se le efectuaran las reparaciones pertinentes. El Capitán López también sería llevado a la Capital Guatemalteca, en donde permanecería –junto con su avión- hasta el final de la guerra. 

Existen versiones, principalmente de fuentes Salvadoreñas, que mencionan la presencia de un carguero de nacionalidad israelí anclado en Acajutla, el cual, al verse amenazado durante el ataque Hondureño, comienza a hacer fuego con sus propias armas antiaéreas, provocándole daños al avión “FAH-617.” Sin embargo ninguno de los pilotos Hondureños que participaron en la misión recuerda algo semejante. 

A eso de las 06:00 AM, el FG-1D y el Cavalier Mustang Salvadoreños que habían partido de Ilopango, finalmente llegan a Toncontín. Volando extremadamente bajo, los dos aviones han logrado evadir a un T-28 artillado que sobrevolaba Tegucigalpa, precisamente previniendo cualquier incursión. Al estar sobre su objetivo, El Cavalier Mustang, piloteado por el Capitán Girón Cortéz deja caer dos bombas, de las cuales una estalla en un campo baldío adyacente a la pista y la otra en un camino pavimentado cercano. Por su parte, el FG-1D deja caer sus bombas muy cerca del portón que de la calle conduce a los hangares. Luego ambos aviones realizan pasadas de ametrallamiento contra la fachada de la Escuela Militar de Aviación, los hangares y la terminal aérea, pero sin causar mayores daños. 

En medio del ataque, el T-28 “FAH-212” que volaba sobre Tegucigalpa, piloteado por el Subteniente Roberto Mendoza Garay, es alertado y rápidamente se dirige a Toncontín para tratar de darle caza a los aviones Salvadoreños. Casi simultáneamente, un F4U-5N de la FAH, piloteado por el Teniente Coronel José Serra, que despegaba para ir a reemplazar al T-28, mira que le pasa a un lado el FG-1D e inmediatamente maniobra para colocarse detrás de él. Sin embargo los cañones de su avión se traban y se ve forzado a retirarse. El piloto del Cavalier Mustang, volando a cierta distancia detrás del FG-1D, observa que el F4U-5N ha logrado despegar, por lo que rompe violentamente sobre la pista y escapa, poniendo proa hacia El Salvador. Segundos después, el FG-1D es alcanzado por los disparos del T-28 del Subteniente Mendoza, provocando que éste también emprenda la huída, dejando una larga estela de humo. 

En Toncontín, todo el mundo cree que el FG-1D ha caído cerca de Comayagüela. Más tarde, un grupo de soldados es enviado en su búsqueda, pero se encuentran con los testimonios de algunos de los pobladores sobre que, efectivamente, habían visto un avión echando humo y volando bastante bajo, pero que después se había elevado en dirección Sudoeste. Poco después aquél FG-1D Salvadoreño, piloteado por el Capitán Reynaldo Cortéz, aterrizaba en Ilopango donde se le repara un cable cortado de la batería (que Había provocado un cortocircuito y la ‘famosa’ estela de humo), reposta combustible y despega en corto tiempo con rumbo a su base de dispersión asignada. 

Luego de los ataques estratégicos de la FAH sobre El Salvador, el presidente Hondureño toma la decisión de prohibir cualquier otra operación similar, hasta el punto de ordenarle al Coronel Soto Cano que sus pilotos no deben ingresar –por ningún motivo- a territorio Salvadoreño, y así no comprometer el esfuerzo diplomático de declarar a El Salvador como agresor. 

Por su parte, la infantería del Ejército Salvadoreño en el teatro oriental empezaba a movilizarse hacia Honduras muy temprano en la mañana, atravesando el puente de El Amatillo hasta ubicarse frente a las pocas tropas Hondureñas que conformaban la primera línea de choque. Como se ha mencionado anteriormente, las posiciones Hondureñas había sido hostigadas con fuego de artillería durante el atardecer del día 14 y parte de la noche del día 15, pero con pobres resultados, siendo necesario movilizar al Escuadrón de Caballería motorizada y las piezas de artillería hasta posiciones dentro de Honduras con el objetivo de ‘martillar’ a las tropas Hondureñas con más exactitud. De allí que los tanques y cañones Salvadoreños debieron atravesar el puente de El Amatillo en una riesgosa maniobra que los había puesto momentáneamente en una situación vulnerable. 

El alto mando Salvadoreño esperaba la mayor resistencia por parte del Ejército de Honduras en el teatro oriental, ya que era la vía más directa para amenazar y comprometer a Tegucigalpa en caso fuera necesario. Sin embargo, el avance Salvadoreño se empieza a concretar sin mayor oposición, ni siquiera de la FAH, por lo que las tropas reciben ordenes de avanzar hasta tomar las poblaciones de Alianza, Goascorán, Aramecina, Caridad y Langue, con el objeto de establecer allí sus líneas defensivas. 
Cerca de las 8:00 AM, finalmente la FAH toma cartas en el asunto, y tres F4U-5N parten de Toncontín hacia el sector de El Amatillo. Luego de la revisión reglamentaria de sus armas, de nuevo se determina que a uno de los aviones no le funcionan los cañones, por lo que se le ordena regresar. Los otros dos F4U-5N continúan el vuelo hasta alcanzar el área de operaciones, y sin pérdida de tiempo inician ataques sobre las posiciones Salvadoreñas, utilizando fuego de cañones, rockets y bombas de 100lbs. Sin embargo el efecto es poco menos que nulo, pues las tropas Salvadoreñas siguen avanzando. Los aviones de la FAH tendrían trabajo para largo en dicha área, y de hecho, se realizarían innumerables misiones de apoyo a tropas a lo largo de todo el día, principalmente en las márgenes del río Goascorán. 

Mientras esto sucedía, dos C-47s de la FAS procedentes de Ilopango, bombardean las posiciones Hondureñas ubicadas en las rutas de acceso a Nueva Ocotepeque y áreas aledañas con el objeto de ablandar el camino para las fuerzas invasoras. Por su parte, las tropas Salvadoreñas en los teatros Norte y de Chalatenango inician su avance hacia Honduras, saliendo de Cítala por la franja Oeste del río Lempa hasta ubicarse en la cubierta del flanco izquierdo de la fuerza de ataque, luego el Primer Batallón prácticamente sobre la carretera que va a Nueva Ocotepeque y finalmente el Octavo batallón cubriendo el flanco derecho. Una cuarta columna, la de la Guardia Nacional, incursiona más al Este saliendo de Las Pilas. Los combates más intensos en este frente ocurren en la quebrada de Ticante, donde las tropas Salvadoreñas encuentran feroz resistencia por parte de los Hondureños. Sin embargo, la diferencia en ese punto la hacen los obuses de 105mm del Ejército Salvadoreño, que logran abrir espacios para el avance de las tropas hacia Nueva Ocotepeque, el poblado Hondureño que era su objetivo principal. Durante las primeras horas de la mañana, se reportan las siguientes misiones de la FAS: un FG-1D ataca posiciones de infantería en Alianza, dos FG-1D atacan posiciones en Aramecina; mientras que en la zona de Nueva Ocotepeque se reporta el ataque de un Cavalier Mustang a posiciones en El Platero. 
Luego de que el avance en los dos frentes se concreta, y a pesar de que la invasión a Honduras no era considerada como una guerra de “colonización”, el alto mando del Ejército de El Salvador nombra a los Coroneles Ramón A. Navas y César A. Mendoza como “Gobernadores Militares” de Nueva Ocotepeque y Goascorán respectivamente. Esta sorpresiva acción dio pie a acusaciones contra el gobierno Salvadoreño de aquella época, en relación a los verdaderos motivos para haber iniciado el conflicto, y de paso dándole validez a las hipótesis de que en realidad lo que se buscaba era la ocupación de Honduras, aún a pesar de la falta de recursos para la realización de tan descabellada idea. 

 

Cerca de las 8:00 AM, cuatro F4U-4 de la FAH parten de La Mesa con la misión de ayudar a detener el avance Salvadoreño hacia Nueva Ocotepeque. Los emplazamientos de artillería y nidos de ametralladora son atacados eficientemente, pero no logran detener el avance de las tropas. Uno de los F4U, el “FAH-615” piloteado por el Coronel Marco Tulio Rivera, mientras sale de una pasada de ametrallamiento sobre posiciones Salvadoreñas ubicadas en las inmediaciones del poblado de Citala, avista a uno de los C-47 de la FAS (“FAS-101”, piloteado por el mayor Sigfredo Velasco y capitán Adrián Panameño) que minutos antes habían bombardeado las posiciones Hondureñas en el sector. Sin perder un segundo, el Coronel Rivera decide atacarlo, logrando hacerle varios impactos en un motor y en el fuselaje. El C-47, sin embargo, logra escapar. Más tarde se sabría que el avión a duras penas había logrado llegar a Ilopango en donde había realizado un aterrizaje forzoso, quedando fuera de servicio por el resto de la guerra. Por su parte, luego de poner en fuga al C-47, el Coronel Rivera detecta la presencia de un Cavalier Mustang que a toda velocidad, trata de internarse en territorio Salvadoreño. El piloto trata de seguirlo y logra dispararle algunas ráfagas antes de quedarse sin municiones, pero no logra acertarle. Poco después, el piloto Hondureño regresaba a su base para repostar combustible y armamento. 

Sobre éste incidente en particular, se han vertido ríos de tinta, ya que el C-47 “FAS-101” tenía asignado un Cavalier Mustang como escolta, sin embargo al momento del ataque del “FAH-615”, el Cavalier Mustang no estaba en el área. Fuentes Salvadoreñas dicen que el avión abandonó momentáneamente al C-47 que escoltaba para ametrallar un convoy Hondureño, lo cual fue aprovechado por el piloto del F4U para atacarlo. Fuentes Hondureñas en contraste, no mencionan la presencia del avión escolta en las inmediaciones al momento del ataque, sino hasta después de efectuado el mismo, y claramente en actitud evasiva. Así mismo, en una reciente entrevista con el Doctor Marco Lavagnino, uno de los mecánicos que volaba en el “FAS-101”, de nombre Salvador Gómez Paz, le cuenta que “... Al C-47 lo escoltaba un Mustang que se retiró…” 
En todo caso, situaciones en las cuales los aviones escolta Salvadoreños abandonan a sus escoltados mientras son atacados empiezan a darse con cierta frecuencia a partir de éste día, dando pie a las versiones de que algunos de los pilotos probablemente eran mercenarios que no gustaban de situaciones comprometidas, optando siempre por retirarse sin presentar pelea. 

Durante la tarde, las fuerzas Salvadoreñas logran tomar las poblaciones Hondureñas de Valladolid, Guarita, Junigual y San Marcos Ocotepeque, logrando conformar un cerco alrededor de Nueva Ocotepeque. Con este avance se abre un capítulo que es poco conocido para los estudiosos de éste conflicto: El abastecimiento de las tropas Salvadoreñas dentro de territorio Hondureño por parte de la FAS. La pista de San Marcos Ocotepeque es rápidamente acondicionada para recibir a los C-47 Salvadoreños, que pronto empiezan a llegar cargados de municiones, equipo y alimentos que serán canalizados hacia las tropas que sitian Nueva Ocotepeque y hacia las que avanzan sobre el frente de Chalatenango. Sorprendentemente, ninguno de éstos vuelos es interceptado ni hostigado por aviones de la FAH. 

En el transcurso del día, la comandancia de la FAH se da cuenta de que el número de aviones disponibles no es suficiente para mantener el apoyo a las tropas en los dos frentes y al mismo tiempo montar una red de vigilancia aérea que impida las incursiones de los aviones Salvadoreños hasta las bases de Toncontín y La Mesa. De allí que se decide convocar a los pilotos civiles para conformar –con sus aviones- patrullas de vigilancia a lo largo y ancho de Honduras, pero principalmente en los alrededores de las dos bases aéreas. Así mismo, y previendo una inminente escasez de armamento, los mecánicos de la FAH empiezan a buscar soluciones para contrarrestarla. Es así como se inician las modificaciones de varios cientos de rockets de práctica, reemplazándoseles las cabezas inertes con granadas de demolición a las cuales se les modifica la espoleta. También empiezan a buscarle solución a los problemas crónicos de los cañones de 20mm de los F4U-5N, los cuales se han estado trabando, usualmente en el peor momento. 

Por su parte, el alto mando de la FAS también se da cuenta de sus propias limitaciones. En primer lugar, los pilotos de los Cavalier Mustang se quejan de que los tanques instalados en la punta de las alas de sus aviones les quitan bastante maniobrabilidad y rapidez, por lo que sugieren que sean removidos. Al final del día, y como medida temporal, se decide que los aviones vuelen sólo con el combustible requerido para completar las misiones de apoyo, tratando así de reducir el peso y aumentar la maniobrabilidad. Así mismo, se le encarga al señor Archie Baldocchi –civil que había sido nombrado “asistente extraordinario” del comandante de la FAS- que trate de buscarle solución al problema de los tanques de combustible y a la falta de radios y miras reflectivas en los aviones. 
Como nota de interés el Señor Baldocchi era propietario de un P-51D Mustang (Ex 44-73350), matrícula YS-210P, el cual había sido requisado por la Fuerza Aérea al momento de iniciarse la guerra. Dicho avión se había convertido en el “FAS-402” (segundo uso del número de serie) y para el día 15, éste famoso Mustang ya había volado varias misiones sobre los teatros de operaciones. 

Al terminar el día, el alto mando de la FAS decide lanzar una nueva misión estratégica en la cual se bombardearan las poblaciones de Puerto Cortés, Golosón y La Presa (Lago de Yojoa) al día siguiente. Sin embargo, el destino se interpondría en su camino.


Fuente original: Fuerzas Militares Dominicanas

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, haga su comentario || Please, make a comment...