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sábado, 9 de junio de 2018

La fortaleza de Alamut

Alamut, la legendaria fortaleza de los hashashin ismailitas

Jorge Álvarez | La Brújula Verde



Las ruinas de la fortaleza de Alamut coronando el risco que le da nombre/Foto: Alireza Javaheri en Wikimedia Commons


En su famoso relato Il milione (más conocido como Libro de las maravillas), Marco Polo cuenta que a su paso por Persia visitó la fortaleza de Alamut y conoció al Viejo de la Montaña, líder de la secta de los ismailitas que vivían allí.

Según su relato, tuvo ocasión de contemplar con sus propios ojos los fantásticos jardines secretos que imitaban el Paraíso, aquellos donde se hacía despertar a los iniciados de su sueño, inducido por hachís, para que creyeran que habían ascendido a un Cielo al que sólo regresarían si morían valientemente en combate. Dice así:

Al viejo le llamaban en su lengua Aladino. Había hecho construir entre dos montañas, en un valle, el más bello jardín que jamás se vio. En él había los mejores frutos de la tierra. En medio del parque había hecho edificar las más suntuosas mansiones y palacios que jamás vieron los hombres, dorados y pintados de los más maravillosos colores. Había en el centro del jardín una fuente, por cuyas cañerías pasaba el vino, por otra leche, por otra la miel y por otra el agua. Había recogido en él a las doncellas del mundo, que sabían tañer todos los instrumentos y cantaban como los ángeles, y el Viejo hacía creer a sus súbditos que aquello era el Paraíso. Y lo había hecho creer, porque Mahoma dejó escrito a los sarracenos que los que van al cielo tendrán cuantas mujeres hermosas apetezcan y encontrarán en él caños manando agua, miel, vino y leche. Y por esta razón había mandado construir ese jardín, semejante al Paraíso descrito por Mahoma, y los sarracenos creían realmente que aquel jardín era el Paraíso. En el jardín no entraba hombre alguno, más que aquellos que habían de convertirse en asesinos


Ilustración medieval del libro de Marco Polo mostrando a Ala al-Din Muhammad drogando a sus discípulos/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El tono es obviamente fantasioso y hoy sabemos que el viajero veneciano nunca pudo contemplar todo eso porque para entonces la fortaleza llevaba décadas abandonada. Probablemente oyó la historia e incluso puede que visitase las ruinas pero nada más, aunque gracias a él llegó la leyenda al mundo occidental. Leyenda es la palabra clave porque, por lo demás, no hay ninguna prueba de la existencia de dichos jardines ni de la costumbre que acogían. Pero los ismailitas sí existieron y los hashishin, aquellos que tomaban el hachís, también.

Esta historia empieza en la segunda mitad del siglo VIII y se enmarca en la tradicional división interna del mundo musulmán. Hasan-i Sabbah era un erudito persa de ascendencia yemení, chiíta pero convertido a una nueva doctrina denominada ismailísmo a raíz de una grave enfermedad que estuvo a punto de acabar con su vida. Los ismailitas creían que Ismael ibn Ya’far, primogénito del imán Ya`far as-Sadiq, fallecido antes que su padres y sustituido por su hermano, en realidad seguía vivo y regresaría al final de los tiempos como mahdi (prometido, redentor).


Grabado hipotético de Hasan i-Sabbah/Imagen: Wikimedia Commons

La doctrina de esta secta era una mezcla de gnosticismo, neoplatonismo y maniqueísmo que interpretaba el Corán ateniéndose a dos principios diferentes pero complementarios: el literal o zahirí y el metafórico o batiní. Hasan-i Sabbah pasó a ser un misionero que realizó numerosos viajes, visitando Egipto, Azerbaiyán y Siria, entre otros sitios. Pero fue trece años después, en Persia, donde su vida dio un nuevo giro; buscaba un lugar que le sirviera de base de operaciones para difundir el ismailismo y enfrentarse al dominio selyúcida cuando descubrió Alamut.

Era una inexpugnable fortaleza construida en el siglo VII en los Montes Elburz iraníes (a unos cien kilómetros de Teherán) por el rey Wah Sudan ibn Marzuban, que eligió el sitio al interpretar como augurio positivo el que un águila se posase en sus rocas; de hecho, se cree que Alamut significa Enseñanza de las águilas, aunque otros se inclinan por Nido del águila porque, al fin y al cabo, se asentaba a casi doscientos metros de altitud, protegida por abruptos precipicios a su alrededor. En cualquier caso, en el año 1090 Hasan logró conquistar el castillo sin derramamiento de sangre, con un ardid basado en convertir a sus defensores al ismailísmo, e iniciar una imparable expansión por la región estableciendo una red de bastiones.

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