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miércoles, 11 de septiembre de 2019

Arqueología: La princesa de hielo de Altái

La princesa tatuada que vino del hielo

En el año 1993 apareció en la región soviética de Altái, en Siberia, una momia tatuada del siglo V a.C. en un magnífico estado de conservación. 
Diego Durán || La Vanguardia




Los restos de la "Dama de hielo" fueron encontrados en el año 1993.

Hace 25 siglos tenía 25 años y, según el diario Pravda, era “muy posiblemente una sanadora o una adivina”. Sin embargo, hoy en la pequeña República de Altái prefieren llamarla princesa. Y es que esta momia enterrada en el sur de Siberia en el siglo V a.C. por la cultura pazyryk se ha convertido en un símbolo de identidad nacional. Apodada la Dama de Hielo o la Princesa de Ukok, por la gélida meseta donde fue encontrada –en la intersección de Rusia, Mongolia, China y Kazajistán–, fue descubierta en 1993 por científicos rusos, que se la llevaron a su país para conservarla y estudiarla mejor.

El debate por su repatriación llegó a amenazar la integridad de la Federación Rusa, de la que no pocos altaicos quisieron separarse por este incidente arqueológico. Los primeros sepulcros helados del macizo de Altái se hallaron a mediados del siglo XIX, pero hubo que esperar una centuria para que la región revelara sus tesoros más deslumbrantes. Este privilegio correspondió a Sergei Ivanovich Rudenko, el antropólogo y arqueólogo que dio nombre a la cultura pazyryk a partir de un vocablo local para referirse a "montículo funerario".

Profesor en la Universidad de Leningrado desde el triunfo de la revolución bolchevique, Rudenko investigó una serie de kurganes, o túmulos alargados típicos de las estepas, que no habían sido saqueados por ladrones de tumbas. Los inspeccionó a partir de los años veinte del siglo pasado y, con gran éxito, de 1945 a 1949.

Rudenko dio con restos magníficamente conservados de caballos, concubinas sacrificadas...

El suyo fue “uno de los hallazgos más importantes del siglo en el contexto de la disciplina arqueológica”, afirmaría C. C. Lamberg-Karlovsky, colega suyo en Harvard, pues fue a un área inexplorada y allí descubrió la cultura pazyryk. La alfombra de lana más antigua que se haya encontrado y un imponente carro fúnebre de tres metros de altura se contaron entre los objetos desenterrados por Rudenko.

Pero este, además, dio con restos orgánicos magníficamente conservados gracias al frío. Fue el caso de caballos enteros, concubinas sacrificadas para acompañar a un jefe al más allá o, aún más espectacular, el cadáver minuciosamente embalsamado y tatuado de un líder de unos cincuenta años.



Foto aérea de la NASA de la meseta donde se encontraron los restos.

Estas reliquias, así como el hallazgo de joyas, indumentaria, sillas de montar o instrumentos musicales, permitieron a Rudenko reconstruir una civilización ignorada. Florecientes entre los siglos VI y III a. C. en la “montaña dorada” –así llamada la cordillera de Altái por su contemporáneo Heródoto, el padre de la historia–, los pazyryks pueden considerarse de algún modo escitas de Siberia.

Al igual que estos, los habitantes de la centroasiática meseta de Ukok fueron nómadas muy belicosos de origen indoeuropeo. La estética de sus tumbas y tatuajes, el caballo como eje de su estilo de vida o fumar cannabis con fines rituales fueron algunos de los rasgos que compartieron ambos pueblos, según comprobó el especialista. Además, los pazyryks itineraron entre Oriente Medio, Asia central y el Lejano Oriente, y tuvieron trato con civilizaciones tan distantes como la persa, la india y la china, a juzgar por los objetos en su poder.

“Bellamente tatuada”

Pese a su relevancia, el trabajo de Rudenko trascendió poco en Occidente, ya que se desarrolló al otro lado del Telón de Acero en pleno auge estalinista. Esta situación cambió radicalmente tras el fin de la Guerra Fría, no solo por la mayor transparencia informativa. Coincidiendo con el derrumbe de la URSS, el estudio de los pazyryks conoció un nuevo empuje, con resonancia mundial, gracias al descubrimiento más insólito que haya deparado esta cultura.


La princesa vestía algunas de las prendas femeninas más antiguas descubiertas en una sociedad nómada.

Corría el verano de 1993, y la joven doctora Natalia Polosmak, al frente de un equipo del Instituto de Arqueología y Etnografía ruso, inspeccionaba por cuarta temporada consecutiva la meseta de Ukok. Su objetivo –y el de su marido, el académico Vyacheslav Molodin, a cargo de otro grupo– era trazar un mapa completo de los kurganes erigidos en la región.

Hacia mediados de esa década ya habían ubicado 22 complejos pazyryks, entre ellos el yacimiento Ak-Alakha 3. Allí, Polosmak y su equipo dieron con una auténtica rareza. Se toparon no solo con un enterramiento intacto gracias al permafrost, o hielo permanente, que lo cubría, sino con uno perteneciente a una mujer de 2.500 años de antigüedad que los pazyryks habían inhumado no como concubina, sino por méritos propios. “Bellamente tatuada”, como recuerda un informe de la Unesco, y escoltada por los cuerpos de dos guerreros y seis caballos, “vestía algunas de las prendas femeninas más antiguas que se hayan descubierto de una sociedad nómada”.

Un baño a lo Lenin

La alegría pronto se vio empañada por críticas llegadas de varios frentes. Desde el ámbito científico se reprobó el modo de excavar, transportar y conservar aquel tesoro embalsamado. Aunque se ejecutó con la delicadeza que requería el caso, la Dama de Hielo y su ajuar se descongelaron, por ejemplo, con agua caliente. La pérdida de la capa protectora de hielo expuso las reliquias a hongos, bacterias, sequedad y luz.

Para desesperación de Polosmak y su equipo, la momia comenzó a deteriorarse en cuestión de días. A fin de detener el proceso y poder profundizar en los análisis en un laboratorio adecuado, se la llevó a la cercana Novosibirsk, la tercera ciudad más poblada de Rusia. Sin embargo, el traslado se prolongó una semana debido a imprevistos, lo que volvió a desequilibrar la temperatura de los vestigios. Para colmo, el congelador que se usó en Novosibirsk funcionaba mal, con lo que aumentaron los hongos y empezaron a desteñirse los tatuajes.



Los pazyriks son, de algún modo, los escitas de Siberia.

La doctora Polosmak consiguió transportar con urgencia el cuerpo a Moscú para aplicarle el mismo baño químico de embalsamamiento que recibieron Lenin y Stalin. Esto detuvo el proceso de corrupción. La estancia en Rusia permitió conservar mejor el cadáver, además de practicarle pruebas pioneras. Entre ellas, la primera resonancia magnética realizada en la Federación a una momia (en 2010) y un estudio de su ADN para elaborar un árbol genético de los pazyryks. Sin embargo, la mudanza de la Princesa de Ukok, ocurrida casi al mismo tiempo que la disolución de la URSS, fue considerada un expolio del patrimonio cultural en la flamante República de Altái. Allí, como en otras zonas del antiguo gigante asiático, nació un movimiento para repatriar los restos arqueológicos tomados por la metrópolis. Y a la cabeza de estos se situó la emblemática Dama de Hielo. El regreso de la momia a Altái se logró tras numerosas fricciones y negociaciones, después de 19 años de ausencia.

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