El Calquín que llevaba a un periodista aeronáutico
El 6 de Septiembre de 1957 cae desempeñando sus tareas el primer cronista aeronáutico argentino, al estrellarse el avión de ataque I.Ae-24 Calquín desde el que cubría los ejercicios de tiro y bombardeo "Vulcano I"
El 6 de septiembre de 1957, mientras participaba en un ejercicio aéreo de Tiro y Bombardeo en la zona del partido de Mar Chiquita, en la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires, el avión de ataque FMA I.Ae.24 Calquín matrícula A-50 del G1A (Grupo 1 de Ataque) de la IVª Brigada Aérea de la entonces aún Aeronáutica Militar Argentina que en 1945 había sucedido al Comando de Aviación de Ejército, se precipitó a tierra en las cercanías del Destacamento Aeronáutico Militar Mar del Plata provocando la muerte de su piloto, el Primer Teniente Helvo Federico Zocchi, y de quien resultara ser su ocasional acompañante, y el periodista del diario La Nación, Eduardo Luis Abella Nazar. La máquina había rosado al I.Ae. 24 Calquín A-31 en el momento de la aproximación a tierra precipitándose. El Periodista Abella Nazar fue el primer cronista aeronáutico en perder la vida cumplirndo su trabajo, y hoy en día una placa lo recuerda en la Sala de Prensa del "Edificio Cóndor" de la Fuerza Aérea Argentina.
Las crónicas de la época relataron cómo fueron los hechos. El accidente se produjo cuando la escuadrilla de 12 I.Ae-24 Calquín de ataque y bombardeo, del G1A de la base de El Plumerillo, provincia de Mendoza, se aprestaba a descender en el aeródromo del Destacamento Aeronáutico Militar Mar del Plata luego de cumplir su misión sobre la zona de Mar Chiquita.
“En tales circunstancias -se escribió en el diario La Nación-, al tomar las máquinas formación escalonada para reconocimiento de pista y aterrizaje, una de ellas rozó a la otra provocándole la destrucción de medio plano. Esta máquina dio una vuelta de campana y se precipitó a tierra, estallando los tanques de combustible e incendiándose totalmente y falleciendo sus ocupantes: el primer teniente Helvo Federico Zocchi y el enviado especial de La Nación, Eduardo Abella Nazar.”
La crónica señalaba que “el otro avión logró mantenerse, aunque muy dificultosamente, en vuelo hasta llegar a la altura del autódromo, sobre el camino a Necochea, donde realizó un aterrizaje forzoso.
La máquina tocó suelo con violencia y se fue desplazando a tumbos, perdiendo grandes trozos de su fuselaje, cola y planos, y uno de sus motores se desprendió. Salvaron sus vidas milagrosamente el piloto Capitán Ricardo Hawalli y su acompañante, el capitán Rubén O. Jousset”, concluía la reseña del hecho.
Eduardo Luis Abella Nazar había nacido en 1934, y era el mayor de ocho hermanos e hijo del matrimonio consumado en 1933 de Eduardo María Abella Caprile (Bs. As. 18/10/1904; Bs. As.16/10/1977) y de Martha Elisa Nazar Beristayn (Bs. As. 18/10/1912, Bs. As. 6/2/2010). Su padre era bisnieto del general Bartolomé Mitre, periodista y accionista de la Nación y sobrino de Margarita Abella Caprile, poeta argentina que dirigió el suplemento literario del diario durante varios años. Realizó sus estudios en el Liceo Naval Almirante Brown y en la revista de esa institución hizo los primeros ensayos literarios.
Las notas más recordadas de Eduardo Abella Nazar en La Nación fueron al regreso de una expedición oceanográfica por los mares del Sur a bordo del balizador de la Armada Argentina ARA "Ushuaia" (luego naufragado con graves perdidas de vidas. Ver enlaces adjuntos), cuyo objetivo había sido recorrer las instalaciones de boyas, balizas y faros que abundan en el litoral patagónico, elementos que deben ser examinados y provistos de combustible una vez por año.
Y fue al regreso de ese viaje cuando Abella Nazar partió a su nueva misión periodística: las maniobras aéreas -llamadas "Vulcano I"- que se desarrollaron en Camet, Mar del Plata.
La tarea consistía en observar el ejercicio desde tierra, pero su afán e ímpetu por contarlas al tiempo de vivir una arriesgada experiencia personal lo llevaron a abordar la aeronave trágica.
En cuanto a los dos aviones I.Ae.-24 Calquín de la Aeronáutica Militar Argentina que protagonizaron este incidente, se trataba de aeronaves diseñadas y fabricadas en Argentina (ídem enlaces) por la Fábrica Militar de Aviones, y del que se planificaron no menos de 300 ejemplares en tres series de 100, incluida la variante mejorada I.Ae-28 Super Calquín, y a los que bien se podría luego haber reemplazado en la última serie por el muy superior I.Ae-39 Ñamcú, la llegada del peronismo al poder arruinó estos planes (el avión había sido concebido, diseñado antes del ascenso del peronismo al poder), y tan sólo se fabricó la primer serie que junto a los prototipos sumaron 101 ejemplares en total. En concreto el A-50, nº/serie 050, había sido entregado el 2 de agosto 1949, asignado al G1A (Grupo 1 de Ataque) el 13 de marzo de 1951, como referimos resultó destruido tras accidentarse en ese fatal accidente de Mar del Plata del 6 de septiembre de 1957 al colisionar en el aire con el Calquín A-31, regresando de los ejercicios Vulcano I que se desarrollaban en Mar Chiquita. Por su parte, el Calquín A-31, nº/serie 031, había sido entregado el 25 de septiembre de 1948 a la Aeronáutica Militar, y asignado al G1A el 13 de marzo 1951, y tras la colisión en el aire del accidente del 6 de septiembre de 1957 con el A-50 en Mar del Plata, logró continuar vuelo hasta la altura del autódromo, sobre el camino a Necochea, donde realizó un aterrizaje de emergencia y logrando salvar sus vidas ambos tripulantes, Capitán Ricardo Hawalli y su acompañante, el Capitán Rubén O. Jousset, pero resultando el Calquín con graves daños estructurales, que derivaron en su posterior desprogramación con fecha del 31 de diciembre 1957, suponiendo que fue desmantelado y sus piezas aún útiles empleadas como fuente de repuestos para los Calquín aún operativos.
En 1999, el jefe de la Base Aérea Mar del Plata, comodoro Rodolfo Savoia, acompañado por la madre de Abella Nazar y de sus hermanos Cristian y Bartolomé, descubrió una placa conmemorativa al pie del mástil de la plaza de armas, lugar en el que se depositó también una ofrenda floral (foto 4). Asimismo, se incorporaron en el Salón Histórico de la base los facsímiles de las páginas de los medios de prensa que reflejaron por aquellos días el trágico suceso que le costó la vida por primera vez a un cronista aeronáutico argentino.
El 6 de septiembre del año 2017 en la Sala de Prensa ubicada en el edificio "Cóndor" de la Fuerza Aérea Argentina se realizó un sentido homenaje a 60 años del fallecimiento del periodista aeronáutico Eduardo Abella Nazar y del Primer Teniente Helvo Federico Zocchi. Al respecto la Licenciada Florencia Sosa (y con fotografías 10 al 13 de C. Rocío Martínez) describía en Noticias en Vuelo que al comenzar el evento se encontraba presente el secretario general del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina, brigadier José Videla; el subsecretario general, comodoro mayor Enrique Gómez Olivera; el jefe del Departamento de Comunicación Institucional, comodoro César Grando; personal militar superior, subalterno y civil de la Secretaría General junto a familiares de Abella Nazar y del Primer Teniente Zocchi.
El homenaje comenzó con las palabras alusivas del jefe del Departamento de Comunicación Institucional quien relató cómo ocurrió el fatal desenlace: “Un día como hoy, hace 60 años, un avión Calquín de nuestra Institución que participaba en un ejercicio de Tiro y Bombardeo que se realizaba en la laguna de Mar Chiquita se precipitó a tierra provocando un accidente fatal en las cercanías del Destacamento Aeronáutico Militar Mar del Plata”.
“La máquina tuvo un roce con otra aeronave similar y, a causa de ello, el piloto, primer teniente Helvo Zocchi, y el periodista del diario La Nación, Eduardo Abella Nazar murieron en el acto”, explicó el comodoro.
El oficial comentó que en ese entonces Abella Nazar estaba a cargo de la cobertura periodística de un ejercicio operativo, el Vulvano I: “Este vuelo era una etapa más del adiestramiento (…) Su afán e ímpetu de contar la tarea al tiempo de vivir la experiencia personal lo llevaron a abordar la trágica aeronave que lo llevaría a la muerte”.
Por su parte, el Primer Teniente Helvo Zocchi “ingresó a la Escuela de Aviación Militar en febrero de 1948 egresando como alférez en 1951. Sus destinos fueron el Grupo 1 de Observación y, poco tiempo después al Grupo 1 de Ataque en la IVª Brigada Aérea El Plumerillo, Mendoza”.
“Eduardo Abella Nazar representó un verdadero ejemplo de la actividad periodística, puesto que brindar la noticia aquí y ahora fue su legado. Los impedimentos de la profesión para él se convertían en retos, su juventud y desenfado lo consagraron a lo largo del tiempo en cada uno de los recuerdos de su memoria como el periodista aeronáutico por excelencia”, explicó el comodoro Grando y agregó: “Para nuestra institución es un honor y un deber recordar y mantener viva la llama de aquellos que han ofrendado su vida al servicio”.
Por último, señaló el bronce que lleva el nombre de la Sala de Periodistas “Eduardo Abella Nazar” y concluyó su discurso diciendo que se trata de un “merecido y justo homenaje a su memoria y a la actividad del periodista que día tras día se destaca por comunicar y transmitir los hechos con veracidad y profesionalismo”.
A continuación, el secretario general entregó un testimonio recordatorio de esta cálida jornada de reconocimiento a la familia del periodista y del piloto de la Fuerza Aérea Argentina.
Otro de los momentos emotivos de la jornada ocurrió durante el discurso del hermano del periodista fallecido, Bartolomé Abella Nazar que dijo: “Se cumplen 60 años del día que en Beccar recibimos la triste noticia del accidente que sufrió Eduardo con el primer teniente Helvo Zocchi, por ese motivo, la sala lleva su nombre. Ese día quedará para siempre en nuestro recuerdo por haber perdido a nuestro hermano, hermanándonos para siempre con la querida Fuerza Aérea Argentina”.
“Eduardo era el mayor de 8 hijos varones y perteneció a la segunda promoción del Liceo Naval Militar Almirante Guillermo Brown del cual egresó con el grado de Guardiamarina de la Reserva Naval”, explicó Bartolomé y agregó “Su vocación por las letras y su relación familiar, nuestro padre, el bisnieto del general Bartolomé Mitre, era periodista y cronista de La Nación, permitió que ingresara al diario en la categoría más baja del escalafón. Entró en el plomo del periodismo, que es el archivo, hasta que alguien lo rescató y lo nombró cronista”.
“Su redacción llena de historia, eximios periodistas, algunas mentes brillantes y lo más destacado de las letras argentinas convivían a diario (…) En esa redacción fue donde transitó su camino en el periodismo, un periodismo serio, profundo, comprometido y siempre en busca de la verdad. Creo, sin temor a equivocarme, que su formación naval lo llevó a inclinarse al periodismo especializado en informar sobre las actividades de las Fuerzas Armadas”, comentó su hermano.
Al hablar sobre el día del fallecimiento de Eduardo, confesó que su labor era cubrir el ejercicio en tierra pero que “su afán por informar, su compromiso por transmitir desde el lugar y el destino con su mano siniestra quiso que se embarcara junto con Helvo Zocchi, que al tratar de aterrizar rozó el ala del compañero de Escuadrón precipitándose a tierra en un trágico final. Entre los restos se encontraron las anotaciones de una nota que jamás llegó a escribir, tenía sólo 23 años”.
Por último, agradeció a la Fuerza Aérea Argentina por haber instituido el Premio Abella Nazar desde el año 2014 para mantener vivo el recuerdo del periodista y reconocer al personal de los diferentes destinos de la Institución que se destacan en el desempeño de su función en tareas de difusión y labor periodística.
“Su vida no quedó entre los hierros de una nave estrellada porque el legado que honró sobradamente sigue latiendo, irradiando y guiando a quienes entendemos la vida como un mandato para enaltecer los carismas dados y ponerlos al servicio y a disposición de la gente de su Patria. En nombre de su familia, muchas gracias”, concluyó Bartolomé seguido de un cálido aplauso.
A continuación, los presentes participaron de un ágape al que se unió el jefe de Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina, brigadier general “VGM” Enrique Víctor Amrein, quien se acercó para dialogar con los familiares de quienes dieron su vida en el cumplimiento de su vocación.
Por haber vivido en San Isidro hasta su muerte, en su homenaje hay un proyecto -hasta inexplicablemente cajoneado-, impulsado por el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, de designar con su nombre una calle del partido.
Desde hace muchos años hay, en la Redacción de La Nacion, un retrato que recuerda al joven periodista.