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martes, 20 de octubre de 2020

Peronismo: Recordando lo peor del ser argentino

Jorge Luis Borges: Leyenda y realidad

28 de Mayo de 1971





"Quince años han bastado para que las generaciones argentinas que no sobrellevaron, o que por obra de su corta edad sólo sobrellevaron de un modo vago el tedio y el horror de la dictadura, tengan ahora una imagen falsa de lo que fue aquella época. Nacido en 1899, puedo ofrecer a los lectores jóvenes un testimonio personal y preciso. No prometo ninguna revelación; me limitaré a anotar ciertos hechos que fueron del dominio público y que un olvido cómplice o candoroso ha tergiversado. No en vano acabo de dictar la palabra “cómplice”. Esta palabra es de las que mejor pueden definir esos tiempos aciagos. Benedetto Croce observó: “No hay en Italia un solo fascista, todos se hacen los fascistas”. La observación es aplicable a nuestra República y a nuestro remedo vernáculo del fascismo. Ahora hay gente que afirma abiertamente: “Soy peronista”. En los años de oprobio, nadie se atrevía a formular en el diálogo semejante declaración que lo hubiera puesto en ridículo. Quienes lo eran públicamente se apresuraban a explicar que se habían afiliado al régimen porque les convenía, no porque lo tomaran en serio. El argentino suele carecer de conciencia moral, pero no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama “viveza criolla”. Fuera de algunos individuos de la Real Academia Española —cuyo sentido del idioma era deficiente— nadie creyó en el “justicialismo”, monstruo neológico que con su eco inexplicable sigue dando horror a una página del abultado diccionario. Recuerdo las melancólicas celebraciones del día 17 de octubre. El dictador traía a la plaza de Mayo camiones abarrotados de asalariados y adictos, por lo común de tierra adentro, cuya misión era aplaudir los toscos discursos; los cuales eran tremebundos cuando todo estaba tranquilo, o conciliadores y pacíficos si las cosas andaban mal. El 17 de octubre los almacenes recibían orden de cerrar para que los devotos no se distrajeran en ellos y arribaran sin tentaciones a la plaza de Mayo. Ahí coreaban servilmente “Perón, Perón, qué grande sos”, y otras efusiones obligatorias. Solían, asimismo, vociferar “La vida por Perón”, decisión retórica que olvidaron, como el propio Perón, en cierta mañana lluviosa de setiembre de 1955. Diríase que el triste destino de Buenos Aires —conste que soy porteño— es engendrar cada cien años un tirano cobarde, del cual luego nos tienen que salvar las provincias. El dictador fue un nuevo rico. Dada su casi omnipotencia, hubiera podido instaurar una rebelión de las masas, enseñándoles con el ejemplo ideales distintos; pero se redujo a imitar de manera crasa y grotesca los rasgos menos admirables de la oligarquía ilustrada que simulaba combatir: la ostentación, el lujo, la profusa iconografía, el concepto de que la función política debe ser también una función pública, el amor de los deportes británicos y el culto literario del gaucho. En todo esto abundó la exageración característica del guarango. Inundó el territorio del país con imágenes suyas y de su mujer. Su mujer, cuyo cadáver y cuyo velorio usó para fines publicitarios. Lo anterior es meramente personal y baladí, si lo comparamos con la corrupción de las almas, con el robo para el cual se prefiere el nombre eufemístico de negociado, con la picana eléctrica aplicada a los opositores y a toda persona sospechosa de ser “contrera”, con la confiscación de bienes, con las pobladas cárceles políticas, con la censura indiscriminada, con el incendio de archivos y de iglesias, con el fusilamiento de obreros en la secreta soledad de los cementerios y con la abolición de la libertad. ¡Tantas atroces y sonrientes efigies y ni una sola caricatura; tantos interesados panegíricos y ni una sola sátira! Otro estigma de la época, hoy afortunadamente pretérito, fueron las delaciones costeadas con el dinero público. Sé de señoras y de niñas que se prestaron al ejercicio regular de esa indiscreción lucrativa. Otro soborno fue el aguinaldo, curiosa medida económica —imitada nunca sabré por qué por los gobiernos ulteriores—, según la cual se trabaja doce meses y se pagan trece. Esta ridícula y onerosa medida ha sido decorada con el título de “conquista social”. Ningún encono personal me dicta la apresurada redacción de estas notas; hará tres o cuatro generaciones que dejé de ser hacendado, cuando Rosas, primo de mis abuelos, les confiscó las tierras que aún guardan los nombres de mi sangre. Perdóneme el lector el atrevimiento de haberle recordado males que todos conocen, pero que ahora inexplicablemente se olvidan."

Nota enviada por Jorge Luis Borges a la Comisión Promotora de Concentración Cívica en pro de la República En diario La Prensa, Buenos Aires, 28 de mayo de 1971. Y en diario La Nación, Buenos Aires, 28 de mayo de 1971, con el título “Nota a Concentración Cívica”. Y en diario La Razón, Buenos Aires, 26 de mayo de 1971, con el título “Una nota de Jorge Luis Borges". Luego incluido en Textos recobrados 1956-1986 (1997)

http://borgestodoelanio.blogspot.com.ar/.../jorge-luis...


jueves, 14 de junio de 2018

Peronismo: El "sepelio" de la resentida de Eva Perón en Bahía Blanca

El día que en Bahía Blanca velaron a Evita


La Nueva

La muerte de Eva Duarte conmovió a gran parte del pueblo argentino. Muchas ciudades simularon su velorio y sepelio.






La misa frente al palacio municipal, antes de la partida del cortejo fúnebre.


Mario Minervino / mminervino@lanueva.com



Los primeros días de agosto de 1952 tuvo lugar en nuestra ciudad una "puesta en escena", de las varias registradas en el país, del velatorio simbólico de Eva Duarte de Perón, fallecida a las 20:25 del 26 de julio de ese año. La misma incluyó una misa y un posterior cortejo fúnebre.

La mujer del presidente Juan Domingo Perón falleció a los 33 años de edad y se asegura que nunca antes el mundo había sido testigo de un funeral de las dimensiones que alcanzó el tributado a Eva, al punto que se debieron traer flores desde Chile y Japón.



El gobierno nacional estableció 30 días de duelo y por sugerencia de las autoridades de la CGT varios pueblos y ciudades del país decidieron recrear el velorio, con el desarrollo de una ceremonia cómo si el cuerpo estuviese presente de manera simultánea en todo el país.

En nuestra ciudad la propuesta contó con el apoyo del intendente municipal, Norberto Arecco, y para ese homenaje se montó un altar en la escalera de acceso al palacio municipal.

Una multitud se reunió en la plaza Rivadavia, la cual participó de una misa y luego acompañó luego a un carruaje ocupado con un ataúd vacío, rodeado de decenas de coronas.

Desde la llegada del Peronismo a la escena política, en 1946, y hasta el golpe militar de 1955, en Bahía Blanca siempre resultaron triunfantes los candidatos de ese partido (Rafael Laplaza, Norberto Arecco y Santiago Bergé Vila).



Eva Duarte visitó la ciudad en 1946, acompañando a su marido en el cierre de su primera campaña presidencial, y en 1948, ya convertida en primera dama.

En ambas ocasiones saludó desde el balcón central del teatro municipal.

Un cadáver en movimiento

Embalsamado por el médico Pedro Ara, el cadáver de Eva Duarte fue robado del edificio de la CGT en diciembre de 1955, por integrantes de la Revolución Libertadora que había derrocado a Juan D. Perón.

El cuerpo fue trasladado en el más riguroso secreto al cementerio de Milán, donde fue enterrado con el nombre de María Maggi de Magistris.

Luego de arduas negociaciones, el cadáver fue devuelto a Perón, en su casa de Madrid, en 1971. Tres años después regresó al país y fue ubicado en el panteón de los Duarte, en el cementerio de la Recoleta.




Un cuento.

La decisión de varias ciudades y pueblos de simular un velorio y cortejo fúnebre en honor a Eva fue reflejada por el escritor Jorge Luis Borges en su cuento El Simulacro, escrito en 1957.

"En uno de los días de julio de 1952, el enlutado apareció en aquel pueblito del Chaco. Era alto, flaco, aindiado, con una cara inexpresiva de opa o de máscara; la gente lo trataba con deferencia, no por él sino por el que representaba o ya era. Eligió un rancho cerca del río; con la ayuda de unas vecinas armó una tabla sobre dos caballetes y encima una caja de cartón con una muñeca de pelo rubio. Además, encendieron cuatro velas en candeleros altos y pusieron flores alrededor. La gente no tardó en acudir. Viejas desesperadas, chicos atónitos, peones que se quitaban con respeto el casco de corcho, desfilaban ante la caja y repetían: «Mi sentido pésame, General». Éste, muy compungido, los recibía junto a la cabecera, las manos cruzadas sobre el vientre, como mujer encinta. Alargaba la derecha para estrechar la mano que le tendían y contestaba con entereza y resignación: «Era el destino. Se ha hecho todo lo humanamente posible.» Una alcancía de lata recibía la cuota de dos pesos y a muchos no les bastó venir una sola vez.

¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebre farsa? ¿Un fanático, un triste, un alucinado o un impostor y un cínico? ¿Creía ser Perón al representar su doliente papel de viudo macabro? La historia es increíble pero ocurrió y acaso no una vez sino muchas, con distintos actores y con diferencias locales. En ella está la cifra perfecta de una época irreal y es como el reflejo de un sueño o como aquel drama en el drama, que se ve en Hamlet. El enlutado no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, para el crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología".

jueves, 1 de diciembre de 2016

¿Es Trump el Juan Manuel de Rosas yanqui?

¿Hay conexión entre el populismo argentino y el de Trump?
Por Rosendo Fraga  Infobae



La revista estadounidense Slate eligió caracterizar a Donald Trump como Juan Manuel de Rosas, en un artículo que lo califica de populista latinoamericano

El intelectual mexicano Enrique Krauze escribió en Slate que el candidato republicano representa la irrupción del clásico populismo latinoamericano, con raíces en el caudillismo del siglo XIX

Un medio estadounidense tiene la saludable costumbre de convocar a personalidades extranjeras para que opinen sobre los cuestiones de los EEUU. En la última semana de setiembre, lo hizo con el ensayista mexicano Enrique Krauze, un crítico del modelo de "partido hegemónico" del PRI, para analizar el fenómeno del populismo que representa Donald Trump.

La visión de este destacado intelectual mexicano es que el candidato republicano representa en los EEUU la irrupción del clásico populismo latinoamericano.

Cuando se habla de este fenómeno político en el siglo XX, el caso más característico que suelen presentar los académicos estadounidenses, es el de Juan Perón en Argentina. Por esta razón, no es tan sorprendente que el título del artículo sea "no llores por mí, América", con referencia a la ópera Evita que fue muy popular en Europa y en los Estados Unidos en las últimas décadas del siglo pasado.

Cuando Krauze habla del populismo latinoamericano, los casos más importantes que menciona son el ya mencionado de Juan Perón en Argentina y el de Getulio Vargas en Brasil, quienes fueron electos varias veces en sus respectivos países. Cabe recordar que el primero gobierna cuando en España lo hace Francisco Franco y el segundo cuando Portugal vive la larga dictadura de Oliveira Zalazar.

 Para Krauze, en el siglo XXI, Chávez es la figura más característica de la tradición populista latinoamericana
Krauze sostiene también que, antes de girar al marxismo, el cubano Fidel Castro se insertaba en esta tradición populista latinoamericana y que Chávez ha sido la figura más característica de ella en los comienzos del siglo XXI.

Lo que ve de identitario entre Trump y estos líderes populistas se resume en varios rasgos: el egocentrismo, la concentración del poder en el Ejecutivo en desmedro del Poder Judicial y el Legislativo, la pretensión de ejercer el poder sin límites, el cuestionamiento de las élites,  la exaltación del nacionalismo y la subestimación de la economía.

Pero también explica que este populismo latinoamericano, tiene sus raíces en el siglo XIX, cuando la colonización ibérica y su cultura, convergieron con una ruptura política que, ante el vacío de poder emergente, generó el poder de "los caudillos", que lo ejercieron en forma autoritaria, con semejanzas a los líderes populistas del siglo XX en la región.

 Rosas y Porfirio Díaz son los caudillos más característicos del siglo XIX
Los dos "caudillos" latinoamericanos más característicos que menciona del siglo XIX, son Juan Manuel de Rosas en Argentina y Porfirio Díaz en México. Ambos estuvieron en el poder durante aproximadamente dos décadas en sus respectivos países.

En una lista más ampliada, menciona también a otro argentino: Facundo Quiroga.

La Argentina es presentada así, como caso característico del populismo latinoamericano tanto en el siglo XIX como en el XX, y quizás por eso, para ilustrar la nota, se eligió una imagen de la cara de Trump montada sobre la iconografía de Rosas más difundida, aquella en la que luce su uniforme de Brigadier General, con un alto cuello dorado y la banda colorada cruzada sobre el pecho, con el color rojo punzó que identificaba su partido, el federal.

También es claro que resulta más impactante el uniforme que usaba Rosas, que el traje de Getulio Vargas o el uniforme más austero de Porfirio Díaz al estilo fines del siglo XIX y que a ello contribuye también la profusión del dorado y el colorado que dominan la imagen rosista.

 Por primera vez en la historia, la cultura populista ha penetrado en el mundo anglo-sajón
La interpretación de Krauze, que cita entre otros a investigadores estadounidenses del populismo latinoamericano como Richard M. Morse, es interesente y seductora, pero puede pecar de ver el mundo desde América Latina.

La realidad es que. por primera vez en la historia, la cultura populista ha penetrado en el mundo anglo-sajón. Es que al mismo tiempo que Trump logra la candidatura republicana, se impone el Brexit en el Reino Unido.

El lema de "América primero", es el mismo grito de "Gran Bretaña primero", que pronunció el asesino de una legisladora británica anti-Brexit y pro-inmigración, días antes del referéndum británico.

El populismo en sus diversas variantes de autoritarismo, ha existido en los pueblos latinos, germanos y eslavos entre los siglos XIX y XXI. Napoleón, Mussolini y Putin, son casos elocuentes y en el extremo se encuentra los totalitarismos de Stalin y Hitler.

 Siempre fueron los anglosajones quienes articularon las coaliciones globales que impidieron a los populistas autoritarios dominar el mundo
Frente a ellos, siempre fueron los anglosajones quienes articularon las coaliciones globales que les impidieron dominar el mundo y lo hicieron con una visión ideológica enfrentada a ellos.

El punto es que el surgimiento de Trump se da cuando el mundo se ve afectado en forma simultánea por un fuerte sentimiento "anti-política", que por lo general va acompañado de nacionalismo, proteccionismo y un sentimiento contrario a la inmigración.

La paradoja es que cuando el populismo como cultura política avanza no sólo en EEUU y Europa sino también en algunos países del Asia,- es el caso de Filipinas hoy,- América Latina pareciera salir de esta tendencia, con el triunfo de Mauricio Macri en Argentina, la derrota del Chavismo en la última elección legislativa, el fracaso de Evo Morales en el referéndum para tener un cuarto mandato consecutivo, la situación similar que enfrenta Correa en Ecuador, la victoria de Kuckzinski en Perú y la destitución de Dilma Rousseff en Brasil.


El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

martes, 29 de noviembre de 2016

USA: ¿Juan Manuel de Trump?

No llores por mí, América

Olvídate del muro. El atractivo de Donald Trump es el libro de texto del populismo latinoamericano.

Por Enrique Krauze - Slate

Donald Trump es más latinoamericano de lo que te das cuenta.
Ilustración de la foto por la pizarra. Foto de Gary Gershoff / Getty Images para Cantor Fitzgerald.

Este artículo forma parte de una serie publicada en colaboración con la revista mexicana Letras Libres.

"Es importante sentirte ser el pueblo, amar, sufrir, disfrutar de tus placeres como el pueblo". -Eva Perón

Francis Fukuyama escribió recientemente que "el populismo es el sello que las élites políticas atribuyen a las políticas apoyadas por los ciudadanos comunes que no les gustan". El término tiene diferentes significados, o al menos armónicos, en diferentes regiones del mundo y en diferentes Tradiciones políticas. En mi parte del mundo, América Latina, por lo general implica un gobierno autoritario centrado en torno a un líder carismático que afirma ser capaz de resolver personalmente todos los problemas sociales y económicos. Ha sido un defecto endémico en la historia y el gobierno latinoamericanos.

El líder populista latinoamericano arenga a su pueblo (o al suyo en el caso de la Argentina peronista) contra los que "no son nuestro pueblo". Proclama el amanecer de una nueva historia y promete el advenimiento del cielo en la tierra. Una vez en el poder, con el micrófono en la mano, instala un patrón de mentiras sistemáticas, decreta que su verdad oficial es la única verdad, inventa a los enemigos externos para culpar a sus propios fracasos, desarticula la economía, alimenta el odio entre clases, razas u otros grupos , Mantiene una movilización continua de las masas, desprecia los parlamentos y los jueces, manipula las elecciones, persigue la prensa y los medios de comunicación y destruye las libertades civiles.

Ahora, desgraciadamente, Estados Unidos parece haber contraído una forma de este virus potencialmente letal. Por todo lo que él quiere literalmente alejar a los Estados Unidos de las supuestas amenazas económicas y de seguridad a su sur, Trump es en realidad muy en la tradición del populismo latinoamericano.

Esta particular variedad latinoamericana de populismo que Trump encarna no sólo es ajena, sino directamente opuesta a las tradiciones políticas de los Estados Unidos de América (aunque no de la Alemania de Hitler o de la Italia de Mussolini). Vale la pena considerar por qué nuestra región en particular ha sido tan receptiva a ella.

El paradigma del populismo latinoamericano en su forma más peligrosa es ejemplificado por el reinado de Juan Perón y su esposa Eva en la Argentina del siglo XX y más recientemente en la evolución del fallecido Hugo Chávez en Venezuela: líderes carismáticos que arruinan las economías de sus países , Que polarizan a la sociedad al incitar al odio, y que utilizan el proceso democrático para subvertir la democracia misma. Los resultados desastrosos de esta tradición están en exhibición en la actual Venezuela, el país más rico en petróleo del mundo, donde la gente está muriendo de hambre y carece de servicios médicos elementales bajo el gobierno del sucesor de Chávez, Nicolás Maduro.

El historiador americano Richard M. Morse ha ofrecido lo que considero la mejor respuesta a esta pregunta en su libro El Espejo de Próspero, nunca publicado en inglés. Morse argumentó que el colapso del imperialismo español a principios del siglo XIX dejó un vacío de poder y una necesidad de legitimidad, y las elites educadas de América Latina se dividieron entre dos opciones: mantener la estructura política que prevaleció bajo el colonialismo, aunque bajo el liderazgo De un monarca local en lugar de un monarca extranjero, o revocar este sistema y adoptar (sin experiencia o precedente) la democracia republicana. En lugar de elegir, optaron por un compromiso entre los dos, fragmentando el poder central en varias hegemonías regionales y fortaleciendo a los caudillos carismáticos que habían surgido en las guerras de independencia.

Una nueva generación de líderes como José Antonio Páez en Venezuela, Facundo Quiroga en Argentina y Antonio López de Santa Anna en México surgieron para llenar el vacío, basando su legitimidad en su valor personal, su imponente presencia física, su carismática atracción.

Pero el puro carisma no podía construir un estado legítimo. Maquiavelo reconoció que "el príncipe" tenía que gobernar a través de "leyes que ofrecieran seguridad al pueblo". Esta necesidad fue entendida, pero resultó, a través de casi toda América Latina, en una marca peculiar de legitimidad constitucional, bastante alejada de la democracia liberal Y arraigada en costumbres antiguas, principalmente la tradición del Estado paterno español.

Según Morse, esta tradición, influenciada por las ideas de Santo Tomás de Aquino, ha sido la base esencial para la cultura política de América Latina, una noción paternal de política donde el Estado es visto como "un cuerpo místico" con una figura paternal Como la cabeza que ejerce plenamente el "poder dominante".

Un componente crucial de esta tradición es la afirmación de que el papel del "pueblo" es menos delegar poder a los representantes que regalarlo a un centro patrimonial-rey, virrey, dictador o presidente- que organiza la energía social a través de arreglos corporativos y Su propio carisma. El líder promete, en efecto, que "yo solo puedo arreglarlo". Este regalo es casi total e imposible de revocar a través de medios pacíficos. Si el líder resulta ser un tirano, la única manera de revocar su autoridad es el tiranicidio.

Numerosos casos validan esta interpretación de la cultura política latinoamericana del siglo XIX: Simón Bolívar en sus últimos días (cuando llamó a la institucionalización de un mandato vitalicio para el cargo de presidente), Diego Portales en Chile, Antonio Guzmán Blanco en Venezuela, Juan Manuel de Rosas en Argentina y Porfirio Díaz en México.

En el siglo XX, inspirado directamente por el fascismo italiano y su control de las masas a través de los medios de comunicación (así como por supuesto a través de la violencia patrocinada por el Estado), el "caudillismo" patriarcal se transformó en populismo latinoamericano. Getúlio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina, y algunos de los presidentes del Partdio Revolucionario Institucional mexicano durante su largo período de gobierno de partido único son ejemplos claros. Fidel Castro, al principio, era un caudillo populista y su dictadura, absoluta y hereditaria, se debe tanto al patrón antiguo de la monarquía española como al marxismo. Hugo Chávez encajaba aún más en el análisis de Morse. Fue un líder carismático que prometió redimir a su pueblo, ganó a través de elecciones, y luego se apropió de todo el aparato económico, burocrático y represivo del Estado, canceló la división de poderes, sofocó las libertades y movió su país incansablemente hacia la instalación de una dictadura.

En contraste con muchos movimientos populistas latinoamericanos, Trump ha demostrado ser un egomaníaco deliberadamente ignorante, poco interesado en el bienestar social general del pueblo, sólo capaz de caminar narcisista y apela al odio y al miedo. Pero donde más se asemeja a un populista latinoamericano está en su extrema autoinflación, su llamado a la aceptación irreflexiva del supuesto poder de su personalidad; Su capacidad para mantener a Estados Unidos a salvo de los peligros del terrorismo, de los mexicanos, de los chinos, de cualquier área de paja que pueda utilizar para generar odio y apoyo a propuestas económicas irreflexivas que en realidad sólo pueden beneficiar a los muy ricos; Sus promesas de que bajo su dirección, Estados Unidos "ganará tanto, incluso se cansará de ganar". Promete traer al poder con él (como hacen muchos gobiernos populistas) en forma de una verdadera galería de familiares y políticos Incompetentes (hacer el trabajo real ya que se imagina a sí mismo como el director general director).

En caso de ser presidente, existe el peligro de que las peores características del populismo latinoamericano se fusionen con las características de otro tipo prototípico de gobierno latinoamericano, nuestras dictaduras militares absolutamente asesinas, como las de Argentina y Chile en los años 70 y 80 Del siglo pasado, despejando el camino para una aplicación viciosa de la violencia estatal y maligna. Ya hay bastante evidencia de cómo él y sus partidarios se han conducido durante esta campaña para justificar este miedo.

El populismo latinoamericano, tanto en sus variedades de derecha como de izquierda, ha entrado en su fase final en la propia América Latina, pero es una gran paradoja que una forma de ella (menos cualquier cosa que valga la pena en la tradición) Con la campaña Trump. Sólo podemos esperar que no triunfe. Y si la desgracia de su éxito electoral se produce, esperemos que las leyes y las instituciones puedan bloquear su progreso antidemocrático y su desprecio por la verdad.