sábado, 30 de abril de 2022

Argentina: Polémica sobre (enseñanza de) la conquista del desierto

viernes, 29 de abril de 2022

Frente Oriental: Prisioneros de Barbarroja

Prisioneros de la Operación Barbarossa

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Yugoslavos, griegos y otros aliados menores sufrieron daños acordes con su rango étnico en la perversa visión racial nazi de Europa y con el grado de resistencia ofrecido a la ocupación nazi de sus países de origen. El peor trato a los prisioneros enemigos, con mucho, estaba reservado para los enemigos de Alemania que vestían el uniforme del Ejército Rojo. BARBAROSSA vio la captura de millones de prisioneros del Ejército Rojo, luego su inanición deliberada, malos tratos masivos y negligencia maligna por parte de la Wehrmacht. De los 5,7 millones de hombres del Ejército Rojo hechos prisioneros durante la guerra, unos 3,3 millones murieron en cautiverio alemán, la mayoría en los primeros ocho meses de la guerra en el este: 2,8 millones de los primeros 3,5 millones capturados murieron, o 10.000 por día durante los primeros siete meses de la guerra germano-soviética. Unos 250.000 fueron fusilados en el acto.Muchos de los ejecutados eran judíos y comunistas sacados de recintos primitivos para su asesinato inmediato. Los guardias alemanes alentaron a los reclutas campesinos ucranianos y bielorrusos a señalar politruks e identificar a los judíos. El proceso de selección condujo a varios cientos de miles de ejecuciones a fines de 1941. El resto se acurrucó contra temperaturas gélidas en recintos de alambre de púas que quedaron abiertos a los elementos invernales, para dormir en suelo helado sin refugio más allá de la nieve compacta. , y perecer en masa de hambre y virulentas epidemias de campamento. El hambre era tan extensa en los Dulags y Stalags del este (campos de tránsito y detención de prisioneros de guerra, respectivamente) que hubo brotes de canibalismo en algunos. A los prisioneros no eslavos les fue algo mejor que a los eslavos,principalmente debido a las falsas teorías raciales nazis que consideraban a los no eslavos como una clase superior de humanos. Además, los alemanes siguieron una política de exterminio deliberado mediante el hambre de la mayoría de la población eslava de los territorios ocupados. La muerte masiva de prisioneros militares soviéticos bajo su cuidado fue el crimen de guerra más grande de la Wehrmacht, y quizás el crimen de guerra más grave en toda la historia militar: la muerte total de soldados indefensos en manos alemanas solo fue superada por el asesinato masivo de judíos desarmados.El total de muertes de soldados indefensos en manos alemanas solo fue superado por el asesinato en masa de judíos desarmados.El total de muertes de soldados indefensos en manos alemanas solo fue superado por el asesinato en masa de judíos desarmados.

Los alemanes generalmente respetaron las Convenciones de Ginebra con respecto a los prisioneros occidentales, pero se negaron a cumplir sus disposiciones sobre los prisioneros de guerra soviéticos. Entre los primeros experimentos que utilizaron gases venenosos para “exterminar” grandes poblaciones se encuentran los realizados con prisioneros de guerra del Ejército Rojo. A algunos oficiales alemanes les preocupaba que un maltrato tan grave de los prisioneros en el este tuviera consecuencias militares negativas. Y así fue: los hombres del Ejército Rojo lucharon cada vez más desesperadamente, a menudo hasta la muerte, una vez que aprendieron lo que realmente significaba la rendición y el cautiverio alemán. A mediados de 1942, los alemanes también se dieron cuenta de que los prisioneros soviéticos representaban un enorme grupo de potenciales trabajadores forzados. Por lo tanto, incluso después de que cesaron los peores excesos de negligencia maligna durante el invierno de 1941-1942, más prisioneros fueron trabajados hasta la muerte como esclavos. En total,alrededor del 55 por ciento de todos los krasnoarmeets hechos prisioneros entre 1941 y 1945 murieron en manos alemanas. A medida que aumentaban las bajas alemanas en el este hasta 1943, la Wehrmacht buscó reclutar reemplazos militares de bajo nivel y trabajadores de primera línea entre los prisioneros antisoviéticos. Los hombres acordaron servir como "Hiwi" (Hilfswilliger) a cambio de comida y refugio, o unirse a las llamadas "legiones" de combatientes bálticos, cosacos, georgianos o turcomanos como Osttruppen, o servir con las Waffen-SS. Hasta los grandes reveses militares de 1943, los prisioneros del Ejército Rojo permanecían cerca del frente alemán. Al final de la guerra, más de la mitad ya no estaban hacinados en Stalags, sino que trabajaban en granjas, minas o fábricas alemanas, o sirvieron como hiwis con unidades de la Wehrmacht. Durante 1944-1945, el trato alemán a los prisioneros de guerra mejoró a medida que el Ejército Rojo capturó un mayor número de Landser.y el miedo a las represalias aumentó dentro de la Wehrmacht cuando la derrota se avecinaba claramente en el este.

domingo, 24 de abril de 2022

Guerra contra la Subversión: El encuentro Perón-Pinochet en la BAM Morón

 

Secretos y consecuencias de la entrevista de Perón y Pinochet en la Base Aérea de Morón

Sucedió el 16 de mayo de 1974, meses después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende en Chile, y duró dos horas. Allí, el dictador chileno le expresó su preocupación por los asilados que habían escapado a nuestro país y estaban cerca de la frontera. Años después, se supo qué sorprendente conclusión sacó el trasandino de aquel encuentro

Perón y Pinochet pasan revista a las tropas en la Base Aérea de Morón

Para tratar el encuentro de Juan Domingo Perón con el general Augusto Pinochet Ugarte lo primero que se debe hacer es preguntarse en qué condiciones llegaron los dos a la entrevista de Morón. ¿En qué tiempo estaban parados y qué circunstancias los rodeaban?

El doctor Pedro Ramón Cossio, en su libro ‘Perón, testimonios médicos y vivencias’ relata que “el general Perón en diversas ocasiones, estando yo en el cuarto (se refiere a cuando lo atendía en la residencia de Gaspar Campos 1065) que él creía – y esto lo siguió pensando hasta su muerte—que en Ezeiza lo habían querido matar grupos guerrilleros o terroristas, para luego iniciar, en medio de la conmoción, una revolución socialista”.

Cossio tiempo más tarde, me dijo: “Yo creo que él llegó con el convencimiento y tuvo la prueba de que en Ezeiza grupos de izquierda lo quería matar, para a partir de ahí empezar una revolución socialista. Y él todo el tiempo vivió con esa idea y murió convencido que en Ezeiza algún grupo de izquierda lo quería matar”. Su amigo el dirigente conservador Vicente Solano Lima sostuvo lo mismo.

Al opinar sobre el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, el martes 11 de septiembre de 1973, en la intimidad de su residencia, Juan Domingo Perón le dijo al joven médico Pedro Ramón Cossio (h), que “con lo que ha pasado en Chile desde ese lado estamos protegidos”. El testimonio es coincidente con las declaraciones de Perón a “Il Giornalle D’Italia” (septiembre de 1973). En la oportunidad, Perón destacó que la caída de Salvador Allende había cerrado “la única válvula de escape para la guerrilla argentina” y aseguró estar menos preocupado por el problema “de lo que la mayoría de los argentinos creen.” También afirmó al mismo medio italiano “los responsables de los acontecimientos en Chile fueron los guerrilleros y no los militares.” En las mismas horas, en puerta de su casa en Gaspar Campos, tras conversar con los médicos Jorge Taiana y el cardiólogo Pedro Cossio, preguntado sobre el suicidio del mandatario chileno, Perón le dijo al periodismo: “eso es emplear otro recurso cuando no queda otra puerta para salir, su actitud es la actitud de un hombre que tiene vergüenza de las circunstancias…hay hombres que no pueden resistir eso”.

En las horas posteriores al golpe, Patricio Alwyn, presidente de la Democracia Cristiana de Chile, dijo: “Nosotros tenemos el convencimiento de que la llamada vía chilena de construcción del socialismo que empujó y enarboló como bandera la Unidad Popular, y exhibió mucho en el extranjero, estaba rotundamente fracasada y eso lo sabían los militantes de la Unidad Popular y lo sabía Allende. Y por eso ellos se aprestaban a través de la organización de milicias armadas- muy fuertemente equipadas que constituían un verdadero ejército paralelo- para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder. En esas circunstancias pensamos que la acción de las Fuerzas Armadas simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar al país de una guerra civil o en una tiranía comunista.” Unos años más tarde diría todo lo contrario.

Su jefe político Eduardo Frei Montalva fue coherente con lo que pensaba y vivió. Cuando Allende le pidió unas declaraciones para tranquilizar a la sociedad chilena tras la victoria electoral de la Unidad Popular del 4 de septiembre de 1970 con el 36 % del electorado, Frei le dijo: “No puedo hacerlo, porque tú sabes que no soy marxista y, además, porque creo que pese a tus buenas intenciones las acciones de (tus) partidarios llevarán a Chile antes de dos años a una dictadura totalitaria”, según le contó al embajador argentino Javier Teodoro Gallac y que éste lo volcó en el cable “Secreto” Nº 612/616, del 30 de septiembre de 1970.

Lucía Hiriart de Pinochet, su esposo, Juan Perón y María Estela Martínez de Perón.

Y en una carta a Mariano Rumor (presidente de la Internacional Socialdemócrata) reconoció que Allende “estaba absolutamente decidido a instaurar en el país una dictadura totalitaria y se estaban dando los pasos progresivos para llegar a esta situación, de tal manera que ya en el año 1973 no cabía duda de que estábamos viviendo un régimen absolutamente anormal y que eran pocos los pasos que quedaban por dar para instaurar en plenitud en Chile una dictadura totalitaria”.

Primer saludo de Juan Perón a Pinochet al llegar a la Base Aérea de Morón

La Junta Militar chilena hizo llegar una carta formal al gobierno argentino expresando el deseo de continuar manteniendo relaciones abiertas en el camino de los acuerdos permanente de ambos gobiernos. El gobierno del presidente interino Raúl Alberto Lastiri reconoció a las nuevas autoridades trasandinas el 19 de septiembre.

La campaña presidencial del 23 de septiembre de 1973 que llevó al poder a Perón por tercera vez sólo registraba algunos detalles menores que apenas animaban al comentario, como la picardía de Perón al cerrar la contienda con un mensaje a la población que fue difundido por el Canal 9 de televisión de Buenos Aires. Frente a los sucesos de Chile, el líder justicialista manifestó la necesidad de “poner las barbas en remojo”. Obligado por una ansiosa opinión política de propios y ajenos a expresarse sobre el golpe militar en el país trasandino, Perón optó por la cautela.

El 62,7 por ciento del electorado votó por la fórmula Perón-Perón, un trece por ciento más que en la elección de Cámpora, en tanto el radicalismo obtenía 2.905.719 votos. Si la población respiraba aliviada por la finalización de la campaña electoral y particularmente confiaba en la figura de Perón como el líder político del momento para comenzar a transitar una época de calma, pronto volvió a resultar sorprendida por la violencia que parecía no acabar nunca.

Dos días más tarde un comando de FAR y Montoneros (que se decían peronistas) asesinó a balazos al jefe de la CGT, José Ignacio Rucci. Fue, en primera instancia la respuesta brutal por el papel preponderante que había tenido Rucci en la caída de Cámpora el 13 de julio; asimismo lo acusaban de haber tenido un papel especial en los incidentes de Ezeiza. Tras el crimen de José Ignacio Rucci, el jefe del peronismo convocó a hombres que se habían replegado después de los hechos de Ezeiza —el coronel (RE) Jorge Osinde, entre otros—y les encargó nuevamente la tarea de contener la marea subversiva y por último descerrajó la depuración.

Así lo relató el semanario Primera Plana: “El viernes 28 de septiembre de 1973, en Olivos, Perón habló con la claridad que caracterizaba a todas sus últimas intervenciones. Según ha trascendido, ante los miembros del Consejo Superior del justicialismo sostuvo que el Movimiento era objeto de una “agresión externa”. No hizo ninguna alusión a la CIA u otros organismos del ‘imperialismo yanqui’: arremetió sin más ni más contra el marxismo…y declaró la guerra a los “simuladores”, de quienes afirmo que les iba a ‘arrancar la camiseta peronista’ para que no quedaran dudas ‘del juego en el que estaban empeñados…..frente a un gobierno popular –señalo—no les queda otro camino que la infiltración”. ‘En adelante seremos todos combatientes’”, señaló Perón. Y culminó uno de sus párrafos con: “Yo soy peronista por tanto, no soy marxista”.

Unos días más tarde llegaría la respuesta orgánica: El “Documento Reservado” estableciendo “Drásticas instrucciones a los dirigentes del Movimiento para que excluyan todo atisbo de heterodoxia marxista”, informó La Opinión del 2 de octubre en su portada. La introducción del Documento no daba para análisis alternativos: “El asesinato de nuestro compañero José Ignacio Rucci y la forma alevosa de su realización marca el punto más alto de una escalada de agresiones al Movimiento Nacional Peronista, que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra desencadenada contra nuestra organización y contra nuestros dirigentes”.

Esta “guerra” según el documento se manifestaba a través de campañas de “desprestigio”; “infiltración de esos grupos marxistas en los cuadros del Movimiento”; “amenazas, atentados y agresiones” contra los cuadros del partido y la población en general. La parte introductoria termina considerando que “el estado de guerra que se nos impone no puede ser eludido, y nos obliga no solamente a asumir nuestra defensa, sino también atacar al enemigo en todos los frentes y con la mayor decisión”. Frente a tales órdenes Ricardo Otero, Ministro de Trabajo, atinó a comentar: “los que quieren la patria socialista que se escapen”.

Primer saludo de Juan Perón a Pinochet al llegar a la Base Aérea de Morón.

Juan Perón asumió el 12 de octubre de 1973 e intentó iniciar una etapa de orden dentro de su Movimiento y el país. Entre otros actos expulsó a los integrantes del bloque de diputados ligados con Montoneros (febrero de 1974); cundo el ERP atacó un importante cuartel del Ejército, el Presidente se puso el uniforme y luego habló de “exterminar” a la guerrilla; el 1º de de Mayo de 1974 reivindico a la ortodoxia y echo a Montoneros de la Plaza de Mayo tras ser personalmente agraviado.

El Ejército Argentino había seguido atentamente los acontecimientos del derrocamiento de Salvador Allende. Unos días después del golpe, la Jefatura de Inteligencia elevaba al Comandante General, general de división Jorge Raúl Carcagno, una primera evaluación de la situación chilena, especialmente en lo referente a su “marco externo”.

Redactado con un estilo formal y una sintaxis dura, el documento “Marco Externo-Ámbito Regional” explicaba que “el golpe de estado de las FFAA mantiene la expectativa general acerca de la evolución del gobierno chileno. Las reacciones producidas en diversas naciones son muy variadas. (...) “a. Brasil. La tendencia general es de apoyo al golpe y de condenación al gobierno depuesto. Las FFAA brasileñas justifican el movimiento. El gobierno de Brasil ofrece la posibilidad de apoyo económico y técnico para la reconstrucción chilena. b. Paraguay. En general, es unánime la opinión pública y del gobierno, en apoyo a la revolución militar que habría puesto fin a un proceso político considerado negativo. Las publicaciones de Asunción adjudican a la Argentina una actitud poco efectiva contra la extrema izquierda. c. Perú. Hubo una gran difusión de los acontecimientos. Se considera que el derrocamiento del gobierno de Allende puede motivar complicaciones a Perú en el orden interno y externo. En cuanto al ámbito exterior se espera conocer el apoyo que Chile pueda recibir de EEUU, lo que podría colocar a este país en una situación opuesta a Perú”. Sobre Cuba se indicaba que “las relaciones están rotas” y que la Junta Militar había denunciado “la injerencia cubana en Chile" y llevado el problema ante las Naciones Unidas”.

Bajo el subtítulo “probable evolución”, la Inteligencia Militar argentina estimaba que:

“Chile dejaría de constituir un foco de irradiación del comunismo en América. Sin embargo, la persecución desatada contra los comunistas chilenos y de otras nacionalidades permite prever la afluencia de dirigentes marxistas hacia otros países, especialmente a los vecinos”.

Los militares argentinos advertían que podía desatarse “una verdadera puja por atraer a Chile hacia las áreas de influencia de los distintos estados hegemónicos”, tanto en los planos económico como ideológico: “En tal sentido, incidirá la decisión de Brasil al reconocer en forma inmediata al gobierno surgido del golpe de estado”.

“EEUU ha de presionar a la Junta Militar con el objetivo de retomar la explotación cuprífera, o bien condicionar la citada explotación y la posible comercialización de este material de gran valor estratégico. Es probable que se incremente la acción interna de la oposición a Nixon a fin de que limite o restrinja la ayuda a Chile mientras persista la represión. Se estima que EEUU, por otra parte no va a suministrar ayuda en forma incondicional, previamente exigirá seguridad para sus inversiones. En estas tratativas, la renegociación de la deuda externa chilena ha de jugar un papel preponderante”.

El tercer punto trataba las “incidencias” del golpe en el país “por su proximidad geográfica, Argentina puede recibir el mayor contingente de comunistas desplazados de Chile. Además, por la misma razón pueden constituirse en nuestro territorio bases operativas para actuar contra el gobierno militar chileno. A pesar del control de fronteras que se efectúa, la gran extensión limítrofe facilitará dichas acciones... Por todo ello, es de esperar el acercamiento de la Junta Militar hacia nuestro país, siempre que una política más agresiva de Brasil no logre volcar enteramente hacia su órbita al país transandino”.

Después de casi 20 meses de gobierno en Chile, el 14 de mayo de 1974, el general Augusto Pinochet Ugarte realizó su primera visita de Estado a Paraguay. Si viajó a saludar al general Alfredo Stroessner para buscar una señal de reconocimiento, en realidad la primera salida debió ser hecha a Brasilia y no a Asunción. El golpe del 11 de septiembre de 1973 contó mucho más con la colaboración del régimen militar brasileño que de cualquier otro país de Latinoamérica.

Los que vivieron en Santiago de Chile los días finales del gobierno de Salvador Allende saben bien que el embajador brasileño Antonio Cándido da Cámara Canto fue considerado el “5º miembro de la Junta Militar” por su cercanía al nuevo gobierno. De todas maneras, durante su estadía en Asunción, Pinochet declaró a su colega paraguayo General Honoris Causa del Ejército de Chile.

Una vez terminada su visita a Asunción, Augusto Pinochet emprendió viaje a Chile, pero antes tocó suelo argentino -el 16 de mayo- en la Base Aérea de Morón, sede de la VII Brigada, cuyo comandante era el comodoro Jesús Orlando Capellini.

Augusto Pinochet

Capellini tuvo el extraño privilegio de ser actor y testigo de cuatro momentos históricos de la Argentina y el peronismo. Uno, siendo Jefe de la Región Aérea Centro con base en Ezeiza cuando llegó Juan Domingo Perón el 17 de noviembre de 1972; dos cuando ejercía la jefatura de la VII Brigada Aérea con base en Morón, el 20 de junio de 1973; tres en abril de 1974 en Morón, cuando Perón recibió al General Augusto Pinochet Ugarte y cuatro, en noviembre de 1974, cuando descendieron en Morón los restos mortales de María Eva Duarte de Perón para seguir rumbo en otro avión al Aeroparque Metropolitano.

Muchos años más tarde, Capellini me recordó que se le avisó pocas horas antes del arribo del mandatario chileno y tuvo que acondicionar, en horas, el lugar del encuentro.

La cumbre se realizó en la biblioteca de la base que se terminó de pintar la noche anterior. Como estaba muy desprovista de adornos, Capellini trajo de su casa una alfombra y unos adornos del Congo que había adquirido en 1961, cuando volaba para una misión de Naciones Unidas.

La cita mereció largos cabildeos y gestiones paralelas. Una de ellas la cumplió el asesor de Pinochet, el civil Alvaro Puga un mes antes, ocasión en que se vio con Perón. Hablaron y convinieron en términos generales una agenda abierta. Cuestiones de seguridad, temas comunes y del proceso del Canal del Beagle que se estaba desarrollando en La Haya y que debía ser resuelta por una comisión de juristas “Ad hoc”, elegida por ambos países según el “Acta de Salta” de julio de 1971, firmada por los presidentes Alejandro Agustín Lanusse y Salvador Allende. Preguntado Puga si recordaba los términos de la conversación que mantuvo con Perón, sólo me dijo (en 1984) que cuando se habló del Canal del Beagle el presidente argentino comentó que esa cuestión no podía dividir a Chile y la Argentina y, a manera de chiste, le dijo: “En todo caso la jugamos a las chapitas”. Al encuentro de Puga le siguió el viaje a Chile del jefe de Inteligencia del Ejército, general Carlos Dalla Tea, quien antes de viajar mantuvo una prolongada conversación con Perón, según la revista argentina Mercado del 30 de abril de 1974.

Algunos tramos de ese encuentro se encuentran en Perón, de Carlos A. Fernández Pardo y Leopoldo Frenkel, y en las propias Memorias del general Augusto Pinochet. En la intimidad, Perón se sentía “cubierto” por el gobierno de la Junta Militar, porque Chile no era ya un santuario para el terrorismo argentino. Sus 5.000 kilómetros y sus pasos fronterizos estaban medianamente bien protegidos de ambos lados. De todas maneras, Pinochet contó que expresó su preocupación por la instalación de numerosos asilados chilenos cerca de la frontera, lo que obligaba a sus fuerzas de seguridad a mantenerse en estado de alerta.

Juan Domingo Perón en 1974

Perón se comprometió a trasladarlos a zonas más alejadas y para tranquilizarlo le dijo “Perón tarda, pero cumple”. Debe recordarse que ya para aquella época -febrero de 1974- se había realizado bajo la dirección del comisario Alberto “Tubo” Villar la primera reunión de coordinación de las fuerzas de seguridad del Cono Sur y que sorpresivamente fue grabada por un infiltrado de Montoneros. También se trató el tema de la Antártida y cuestiones de complementación económica. Luego de casi dos horas, Pinochet continuó rumbo a Santiago.

Tras la cumbre, David Popper, el embajador americano en Chile, el viernes 17 de mayo de 1974, envió el cable Nº 02716 a Washington comentando el interés chileno por contactarse con los “líderes del Cono Sur” y considerar “la formación de un bloque antimarxista”. Le dice al Departamento de Estado que “conocen y hemos informado de los lazos de la Inteligencia policial y de seguridad entre Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, etcétera. para combatir al terrorismo izquierdista y la preocupación del canciller chileno Huerta por la presencia de terroristas chilenos en la frontera argentina.”

Por último, hay una versión dentro de la madeja que envolvió al asesinato de Carlos Prats, ex jefe del Ejército en tiempos de Allende, y que aquí en la Argentina investigó la jueza María Servini de Cubría y que en Chile dilucidó años más tarde el juez Alejandro Solís. En los testimonios ante el juez, Ramón Huidobro, ex embajador de Allende en Buenos Aires, y amigo de Prats, relato que el ex general le contó que al llegar a Chile Pinochet comentó que la entrevista había sido un fracaso porque Perón le recordó que las FF.AA. no eran propiedad de los comandantes y que le iba a ser difícil ayudarlo dada la mala imagen del gobierno de la Junta por la cruel represión. Prats sería asesinado en septiembre de 1974 por un comando que respondía al jefe de la DINA (Manuel Contreras) y a su superior Augusto Pinochet.

La cumbre provocó numerosas declaraciones de repudio de parte de los sectores democráticos progresistas y no progresistas, hasta algunas manifestaciones de la JP. La Legislatura de Buenos Aires trató una declaración de protesta que mereció que su titular, el justicialista Miguel Unamuno (más tarde Ministro de Trabajo de Isabel Perón) fuera reconvenido por el propio presidente de la Nación: “Mire Unamuno, yo soy el presidente de la Nación y tengo dos misiones fundamentales, encargarme del Gobierno del país y de las Relaciones Exteriores. Ustedes, que son concejales, tienen otras tres misiones. ¿Sabe cuáles son? Alumbrado, barrido y limpieza... Che, Unamuno, no jodan más con Pinochet”.

Al año siguiente, en abril, en el mismo lugar, Augusto Pinochet e María Estela “Isabel” Martínez de Perón mantendrían otro encuentro.





sábado, 23 de abril de 2022

Austria-Hungría: La reforma constitucional de los Habsburgo

Imperio de los Habsburgo – Reforma Constitucional

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El líder húngaro conde Gyula Andrássy (1823-1890) en 1870

De 1860 a 1867, la reforma constitucional ocupó un lugar destacado en la agenda política. El gobierno neoabsolutista dio paso a una participación política más amplia, un animado debate público y la protección de los derechos individuales. El aspecto más difícil fue la posición de Hungría dentro del marco del imperio. La oposición húngara bajo líderes como Ferenc Deák y el Conde Gyula Andrássy negoció el Ausgleich, o Compromiso, de 1867, que transformó las posesiones de los Habsburgo en Austria-Hungría. De 1867 a 1918, la llamada Monarquía Dual simbolizó una unión del Reino de Hungría y Austria sobre los demás reinos y tierras de los Habsburgo; ambas partes compartían la persona del monarca, el rey de Hungría y el emperador de Austria,y el acuerdo de sucesión establecido en la Pragmática Sanción de 1713-1723 fue la base constitucional de Austria-Hungría. Según la Ley XII de 1867, aprobada por la dieta húngara, Hungría también aceptaba una política exterior común y una defensa común. Las cuestiones monetarias y de comercio exterior también deberán resolverse en común. Después de 1868, un ejército y una armada austrohúngaros comunes formaron las fuerzas de combate de la monarquía de los Habsburgo, pero también habría fuerzas de defensa para Hungría y Austria. Los ministros comunes de asuntos exteriores, guerra y finanzas y los primeros ministros de Austria y Hungría deliberarían sobre cuestiones de interés común. Las delegaciones de los parlamentos de Viena y Budapest discutirían periódicamente la política común de ministros.Las contribuciones de Hungría y Austria al presupuesto de los ministerios comunes pueden negociarse cada 10 años. Entre los ministros comunes destacaba el ministro de Asuntos Exteriores como ministro de la Casa Imperial y Real. Presidió la sesión del consejo ministerial común si el monarca no estaba presente en el consejo. La alta política era tradicionalmente el aspecto más prestigioso de la política del gobierno, y la decisión de hacer la guerra o hacer la paz se preferiría prerrogativa del monarca. En la Monarquía Dual, donde no había un primer ministro o canciller común, el ministro de Relaciones Exteriores se desempeñaba como el asesor político más importante del monarca. Presidió la sesión del consejo ministerial común si el monarca no estaba presente en el consejo.La alta política era tradicionalmente el aspecto más prestigioso de la política del gobierno, y la decisión de hacer la guerra o hacer la paz se preferiría prerrogativa del monarca. En la Monarquía Dual, donde no había un primer ministro o canciller común, el ministro de Relaciones Exteriores se desempeñaba como el asesor político más importante del monarca. Presidió la sesión del consejo ministerial común si el monarca no estaba presente en el consejo. La alta política era tradicionalmente el aspecto más prestigioso de la política del gobierno, y la decisión de hacer la guerra o hacer la paz se preferiría prerrogativa del monarca. En la Monarquía Dual, donde no había un primer ministro o canciller común, el ministro de Relaciones Exteriores se desempeñaba como el asesor político más importante del monarca.y la decision de hacer la guerra o hacer la paz se consideraron prerrogativa del monarca. En la Monarquía Dual, donde no había un primer ministro o canciller común, el ministro de Relaciones Exteriores se desempeñaba como el asesor político más importante del monarca. Presidió la sesión del consejo ministerial común si el monarca no estaba presente en el consejo. La alta política era tradicionalmente el aspecto más prestigioso de la política del gobierno, y la decisión de hacer la guerra o hacer la paz se preferiría prerrogativa del monarca. 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Presidió la sesión del consejo ministerial común si el monarca no estaba presente en el consejo. La alta política era tradicionalmente el aspecto más prestigioso de la política del gobierno, y la decisión de hacer la guerra o hacer la paz se preferiría prerrogativa del monarca. En la Monarquía Dual, donde no había un primer ministro o canciller común, el ministro de Relaciones Exteriores se desempeñaba como el asesor político más importante del monarca.La alta política era tradicionalmente el aspecto más prestigioso de la política del gobierno, y la decisión de hacer la guerra o hacer la paz se preferiría prerrogativa del monarca. En la Monarquía Dual, donde no había un primer ministro o canciller común, el ministro de Relaciones Exteriores se desempeñaba como el asesor político más importante del monarca.La alta política era tradicionalmente el aspecto más prestigioso de la política del gobierno, y la decisión de hacer la guerra o hacer la paz se preferiría prerrogativa del monarca. En la Monarquía Dual, donde no había un primer ministro o canciller común, el ministro de Relaciones Exteriores se desempeñaba como el asesor político más importante del monarca.

En los asuntos internos, el emperador y el rey tenían que depender de los jefes de gobierno de Viena y Budapest. Los primeros ministros de Austria y Hungría fueron nombrados y destituidos por el monarca, quien tenía que aprobar cualquier legislación, pero los primeros ministros, sin embargo, necesitaban el respaldo de una mayoría parlamentaria para aprobar sus presupuestos y proyectos de ley en las asambleas legislativas. La legislación de emergencia ofreció la oportunidad de eludir los parlamentos rebeldes, especialmente en Austria, pero solo por períodos breves. En Hungría, el apoyo al primer ministro en la dieta era casi indispensable. La composición de los parlamentos de Viena y Budapest difería significativamente. La diversidad étnica de Austria se reflejó adecuadamente en el parlamento, al menos en comparación con la dieta húngara étnicamente homogénea. magiares,el segmento de la población de habla húngara, estaba sobrerrepresentado como consecuencia de las leyes electorales restrictivas que excluían a los ciudadanos húngaros menos ricos y en su mayoría no magiares. En Austria, el electorado se amplió gradualmente y el sufragio universal masculino se introdujo en 1907. La corona apoyó esta democratización con la esperanza de que los partidos nacionalistas con sus partidarios de clase media perdieran influencia. Las tierras de la corona austriaca tenían sus propios parlamentos y reglas electorales; la administración de las tierras de la corona estaba encabezada por un gobernador, elegido por el emperador y generalmente perteneciente a la alta nobleza. En el marco del Reino de Hungría, el Reino de Croacia-Eslavonia disfrutaba de un alto grado de autonomía, mientras que el resto del reino húngaro tenía una estructura más centralizada que Austria.estaban sobrerrepresentados como consecuencia de leyes electorales restrictivas que excluían a los ciudadanos húngaros menos pudientes y en su mayoría no magiares. En Austria, el electorado se amplió gradualmente y el sufragio universal masculino se introdujo en 1907. La corona apoyó esta democratización con la esperanza de que los partidos nacionalistas con sus partidarios de clase media perdieran influencia. Las tierras de la corona austriaca tenían sus propios parlamentos y reglas electorales; la administración de las tierras de la corona estaba encabezada por un gobernador, elegido por el emperador y generalmente perteneciente a la alta nobleza. En el marco del Reino de Hungría, el Reino de Croacia-Eslavonia disfrutaba de un alto grado de autonomía, mientras que el resto del reino húngaro tenía una estructura más centralizada que Austria.estaban sobrerrepresentados como consecuencia de leyes electorales restrictivas que excluían a los ciudadanos húngaros menos pudientes y en su mayoría no magiares. En Austria, el electorado se amplió gradualmente y el sufragio universal masculino se introdujo en 1907. La corona apoyó esta democratización con la esperanza de que los partidos nacionalistas con sus partidarios de clase media perdieran influencia. Las tierras de la corona austriaca tenían sus propios parlamentos y reglas electorales; la administración de las tierras de la corona estaba encabezada por un gobernador, elegido por el emperador y generalmente perteneciente a la alta nobleza. En el marco del Reino de Hungría, el Reino de Croacia-Eslavonia disfrutaba de un alto grado de autonomía, mientras que el resto del reino húngaro tenía una estructura más centralizada que Austria.

En la agenda interna se destacó el dualismo y la cuestión de la nacionalidad. Los políticos húngaros debatieron acaloradamente si el acuerdo de 1867 fue suficiente para asegurar la independencia húngara. Con la dieta en Budapest dominada por la pequeña élite de terratenientes y burgueses de habla húngara, las divisiones sociales o nacionales en el parlamento eran menos significativas que la división entre los partidarios del Ausgleich y los seguidores de la independencia casi total. Los liberales, bajo el liderazgo de Kálmán Tisza, aceptaron el Compromiso de 1867 como la base legal del lugar de Hungría en la monarquía de los Habsburgo y controlaron la política húngara hasta 1890. Durante la década siguiente, el éxito económico y la creciente autoconfianza de la clase media magiar impulsaron un aumento significativo del nacionalismo magiar.El Partido de la Independencia siguió la tradición de los revolucionarios de 1848-1849 y presionó al gobierno húngaro para que aspirara a la independencia de Hungría. En 1903, el conflicto entre Hungría y la corona se intensificó, cuando Francis Joseph mantuvo el statu quo del ejército común frente a los intentos de establecer el húngaro como idioma de mando. Una coalición formada en torno al Partido de la Independencia se vio obligada a ceder ante Francis Joseph cuando el rey amenazó con presentar un proyecto de ley de sufragio general en el parlamento en 1905. En los últimos años antes de la Primera Guerra Mundial, István Tisza, el líder de los moderados húngaros, logró frenar a la oposición dentro de la dieta y se convirtió en el político más influyente en la política austrohúngara. A fines de la década de 1880,Tisza se convirtió en el primer primer ministro húngaro dispuesto a cofinanciar una acumulación militar masiva. Sin embargo, la estabilidad en Hungría y una mejor cooperación entre Viena y Budapest solo podrían lograrse aceptando el dominio magiar en Hungría y la asertividad húngara en las negociaciones austrohúngaras. Para Francis Ferdinand, sobrino y aparente heredero de Francis Joseph, esto era un anatema. Creía que la fuerte posición de Hungría dentro de la Monarquía Dual bloquearía cualquier solución sensata a los problemas de nacionalidad y eventualmente derribaría el Imperio de los Habsburgo. Sin embargo, él y sus seguidores intentaron en vano hacer retroceder la influencia política de la élite húngara, por lo que cuando estalló la guerra en 1914, el dualismo seguía siendo una de las características decisivas del sistema político del Imperio de los Habsburgo.Sin embargo, la estabilidad en Hungría y una mejor cooperación entre Viena y Budapest solo podrían lograrse aceptando el dominio magiar en Hungría y la asertividad húngara en las negociaciones austrohúngaras. Para Francis Ferdinand, sobrino y aparente heredero de Francis Joseph, esto era un anatema. Creía que la fuerte posición de Hungría dentro de la Monarquía Dual bloquearía cualquier solución sensata a los problemas de nacionalidad y eventualmente derribaría el Imperio de los Habsburgo. Sin embargo, él y sus seguidores intentaron en vano hacer retroceder la influencia política de la élite húngara, por lo que cuando estalló la guerra en 1914, el dualismo seguía siendo una de las características decisivas del sistema político del Imperio de los Habsburgo.Sin embargo, la estabilidad en Hungría y una mejor cooperación entre Viena y Budapest solo podrían lograrse aceptando el dominio magiar en Hungría y la asertividad húngara en las negociaciones austrohúngaras. Para Francis Ferdinand, sobrino y aparente heredero de Francis Joseph, esto era un anatema. Creía que la fuerte posición de Hungría dentro de la Monarquía Dual bloquearía cualquier solución sensata a los problemas de nacionalidad y eventualmente derribaría el Imperio de los Habsburgo. Sin embargo, él y sus seguidores intentaron en vano hacer retroceder la influencia política de la élite húngara, por lo que cuando estalló la guerra en 1914, el dualismo seguía siendo una de las características decisivas del sistema político del Imperio de los Habsburgo.Sobrino y heredero aparente de Francis Joseph, esto era un anatema. Creía que la fuerte posición de Hungría dentro de la Monarquía Dual bloquearía cualquier solución sensata a los problemas de nacionalidad y eventualmente derribaría el Imperio de los Habsburgo. Sin embargo, él y sus seguidores intentaron en vano hacer retroceder la influencia política de la élite húngara, por lo que cuando estalló la guerra en 1914, el dualismo seguía siendo una de las características decisivas del sistema político del Imperio de los Habsburgo.Sobrino y heredero aparente de Francis Joseph, esto era un anatema. Creía que la fuerte posición de Hungría dentro de la Monarquía Dual bloquearía cualquier solución sensata a los problemas de nacionalidad y eventualmente derribaría el Imperio de los Habsburgo. Sin embargo, él y sus seguidores intentaron en vano hacer retroceder la influencia política de la élite húngara, por lo que cuando estalló la guerra en 1914, el dualismo seguía siendo una de las características decisivas del sistema político del Imperio de los Habsburgo.el dualismo seguía siendo uno de los rasgos decisivos del sistema político del Imperio de los Habsburgo.el dualismo seguía siendo uno de los rasgos decisivos del sistema político del Imperio de los Habsburgo.

LECTURAS ADICIONALES:

Bérenger, Jean. Una historia del Imperio de los Habsburgo, 1780–1918. Londres: Longman, 1997; Bridge, Francis R. La monarquía de los Habsburgo entre las grandes potencias, 1815–1918. Nueva York: St. Martin's, 1990; Cornualles, Mark, ed. Los últimos años de Austria-Hungría: un experimento multinacional en la Europa de principios del siglo XX. Exeter: Prensa de la Universidad de Exeter, 2002; Evans, Richard JW La creación de la monarquía de los Habsburgo 1550–1700: una interpretación. Oxford: Clarendon Press, 1984; Ingrao, Carlos. La monarquía de los Habsburgo, 1618–1815. Cambridge: Prensa de la Universidad de Cambridge, 1994; Kann, Robert A. A History of the Habsburg Empire, 1526– 1918. Berkeley: University of California Press, 1974; Kann, Robert A. El imperio multinacional: nacionalismo y reforma nacional en la monarquía de los Habsburgo, 1848–1918. 2 vols. Nueva York: Octagon Books, 1964; Macartney, CaliforniaEl Imperio de los Habsburgo, 1790–1918. Londres: Weidenfeld & Nicolson, 1968; Mason, John W. La disolución del Imperio austrohúngaro, 1867–1918. Londres y Nueva York: Longman 1985; Mayo, Arthur J. La monarquía de los Habsburgo, 1867–1914. Cambridge, MA: Prensa de la Universidad de Harvard, 1951; Sked, Alan. La decadencia y caída del Imperio de los Habsburgo, 1815–1918. Londres: Longman, 1989; Taylor, AJP La monarquía de los Habsburgo, 1809–1918. Chicago: Prensa de la Universidad de Chicago, 1976.La monarquía de los Habsburgo, 1809–1918. Chicago: Prensa de la Universidad de Chicago, 1976.La monarquía de los Habsburgo, 1809–1918. Chicago: Prensa de la Universidad de Chicago, 1976.

jueves, 21 de abril de 2022

Argentina: Cuando el presidente Justo cayó de un avión

El presidente argentino que cayó desde un avión

Diario de Cuyo




El presidente argentino Agustín P. Justo había decidido viajar a Tucumán para asistir a la celebración del "Tratado de Amistad, Comercio y Navegación" firmado hacía 76 años (19 de noviembre de 1857). Con tal motivo, se dirigió a Córdoba, donde la empresa alemana "Junkers", le había enviado un avión "Junkers 10 Junior", doble alas y plazas descubiertas. Era piloteada por J. Stunde, uno de los más experimentados pilotos de la empresa. Ubicado el presidente en el asiento trasero, puesto el paracaídas y sujeto al cinturón de seguridad, el avión levantó vuelo y partió con destino al aeropuerto de Tucumán. El avión estaba equipado con muy pocos instrumentos, como era habitual en esos tiempos (corría el año 1933), el piloto siguió la ruta a lo largo del trazado de las vías del ferrocarril para no desorientarse. El clima fue favorable, pero a los pocos minutos, las turbulencias obligaron al piloto el máximo esfuerzo para mantenerlo seguro durante el vuelo. Aterrizando en Tucumán a horario, el avión se desplazó, desaceleró y se detuvo junto a una gran alfombra roja, donde era esperado por una banda militar, gran despliegue de soldados y público.
Desde su asiento delantero el piloto giró su cabeza hacia atrás para disculparse ante su ilustre pasajero por las condiciones poco favorables del vuelo, y atónito, además de asombrado, lo mismo que todos los presentes... el presidente no estaba.
Es que durante el trayecto, una fuerte sacudida debido a las turbulencias, el tornillo que sujetaba el cinturón de seguridad se había roto, por lo cual el primer mandatario fue expulsado del avión cayendo al vacío. El paracaídas se abrió, porque una de sus correas estaba sujeta a la cabina, pudiendo tocar tierra sano y salvo cerca de las vías del ferrocarril.
No pasó mucho tiempo advirtiendo que a lo lejos se acercaba un tren, que detuvo su marcha ante las desesperadas señales del presidente.
Tras convencer al maquinista, este, desconfiado, lo llevó hasta Tucumán, donde ya se temía lo peor y se había sometido a interrogatorio al piloto.
El Dr. Rolf Schumacher, embajador de la República Federal de Alemania hace varios años, quien ha comentado este hecho, escribe que la política, la economía y la cultura implica historias y sucesos en los que tanto los individuos como el azar y la suerte fueron factores decisivos, algunos de ellos bien documentados y otros menos, como el relato de este episodio ocurrido en 1933.

martes, 19 de abril de 2022

Chile: Perón apoya a Pinochet en su golpe de 1973

El acta secreta que revela el apoyo de Perón a Pinochet luego del golpe en Chile

Sucedió horas después del triunfo de Juan Domingo Perón el 23 de septiembre de 1973, a 12 días del derrocamiento de Salvador Allende. Un enviado viajó a Santiago para dar “ayuda material y respaldo” a la Junta Militar trasandina. Para el líder justicialista, significaba cerrar “la única válvula de escape para la guerrilla argentina”. Además, las duras condiciones en que vivían los exiliados en nuestra embajada
Lucía Hiriart de Pinochet, su esposo, Juan Perón y María Estela Martínez de Perón.

Nada se hizo de una manera intempestiva ni sonora. Como suelen tomarse las grandes decisiones de Estado, el movimiento diplomático argentino se realizó tras un viaje secreto de un “Enviado Especial” a Santiago de Chile para dar su apoyo “material y el respaldo argentino a la Junta Militar”. Así consta en el Acta Secreta N° 8 del 24 se Septiembre de 1973, a las 10,45 horas, durante una reunión secreta de la junta de comandantes que gobernaba Chile tras el derrocamiento del presidente de la Unidad Popular, Salvador Allende Gossens. La junta chilena estaba integrada por el general Augusto Pinochet Ugarte; el almirante José Toribio Merino; el brigadier Gustavo Leigh y el comandante César Mendoza. El 12 de septiembre, al día siguiente del golpe, la Junta Militar chilena informaba al gobierno de Raúl Lastiri que Chile tenía un nuevo gobierno. El reconocimiento argentino demoró una semana en concretarse y cuando finalmente ocurrió, fue hecho “formalmente” a través de una comunicación del Palacio San Martín del día 19 de septiembre.

Cinco días más tarde del restablecimiento, el lunes 24, en toda la Argentina, gran parte de su población todavía festejaba la victoria electoral del teniente general Juan Domingo Perón, que lo conduciría a su tercera presidencia constitucional. Y al día siguiente (martes 25 de septiembre), el presidente electo, recibiría el primer mensaje concreto y fatal de parte de Montoneros, el sector radicalizado de ultraizquierda que se decía peronista en su Movimiento: el asesinato de José Ignacio Rucci, el Secretario General de la Confederación General del Trabajo (CGT). Fue en esas horas que Perón diría ante los restos del dirigente sindical metalúrgico “me cortaron las piernas”. El Acta N° 8, contiene en cuatro páginas todos los temas tratados ese día entre la mañana y las 19, 15 horas. En su amplio contenido hay algunos ítems que llaman la atención y que fueron tratados entre los miembros de la junta con la participación individual de cada uno de los miembros del gabinete presidencial. El encargado de las relaciones exteriores era el vicealmirante Ismael Huerta Díaz. Entre las primeras cuestiones a tratar estuvo la próxima designación de la periodista Carmen Puelva que sería nombrada Agregada Cultural y de Prensa en la embajada de Chile en los EEUU. Era la persona que debería hacerle frente a los ataques de la prensa norteamericana. Era considerada una obstinada opositora al gobierno de la Unidad Popular y luego de trabajar en Washington sería destinada en París, Francia.

El punto 6° se refiere a la presentación de credenciales del embajador de Uruguay, el jueves 27 a las 11,30 horas “en la Escuela Militar, recibiéndolo sólo el Presidente de la Junta”. En el 9° se afirma que “el Ministro de Minería informa que ha recibido muchos ofrecimientos de inversión de capitales, incluida la Anaconda”, la poderosa mina de cobre que había sido nacionalizada por Allende.

El punto 12° informa sobre materias que el Ministro Secretario General de Gobierno, general Pedro Ewing Hodar, debió considerar. Entre otras los funerales del poeta Pablo Neruda y dice textualmente: “Se acuerda hacerse representar por un Edecán y respetar integralmente lo que señala el Reglamento de Servicio de Guarnición”. A renglón seguido se habla de la disolución de los partidos políticos y a continuación se dice: “Presencia de un representante oficial de Perón en Chile que trae ayuda material y el respaldo argentino a la Junta.”

Acta N° 8 de la junta militar chilena después del golpe a Salvador Allende

El Acta no agrega el nombre del enviado argentino. Sería errado imaginar que Perón había delegado la misión en un civil, más bien habría que pensar en un militar y, ahí, se debe tener en cuenta a Carlos Dalla Tea, jefe de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército. Perón lo había tratado mucho mientras era Agregado Militar en Madrid. Como sostenían los periódicos de la época, el presidente electo argentino consideraba al Chile de la Unidad Popular como una suerte de “santuario” del terrorismo argentino. La prensa extranjera se mostraba muy activa respecto del “cambio de rumbo” de la política local liderada ya por Perón desde el día que retorno a la Argentina y el desplazamiento de Héctor J. Cámpora. El diario ABC de Madrid señalaba que “mientras Allende pretende implantar en Chile un régimen marxista Perón ha dicho una vez mas que no quiere nada con el marxismo”, mientras Il Messaggero de Roma entendía que el jefe del justicialismo “tiene la intención de terminar con el ERP y con los grupos guerrilleros afiliados al justicialismo”. En la intimidad, Perón le dijo a Pedro Cossio, uno de sus médicos, que “con lo que ha pasado en Chile desde ese lado estamos protegidos”. El testimonio es coincidente con las declaraciones que formuló a “Il Giornalle D’Italia” (septiembre de 1973). En las mismas Perón destacó que la caída de Salvador Allende había cerrado “la única válvula de escape para la guerrilla argentina” y aseguró estar menos preocupado por el problema “de lo que la mayoría de los argentinos creen.” También afirmó al mismo medio italiano “los responsables de los acontecimientos en Chile fueron los guerrilleros y no los militares.” “O Globo” de Río de Janeiro saludaba el nuevo horizonte que se abría para los argentinos. Ya en las semanas previas al golpe del 11 de septiembre de 1973, el “Acuerdo de la Cámara de Diputados”, una iniciativa del diputado democristiano Luis Pareto con la firma de más de ochenta diputados nacionales y democratacristianos, la oposición allanó con sus argumentos el camino para el derrocamiento de Allende, al sostener que “el Presidente ha quebrantado gravemente la Constitución”.

Como consta en el punto 13° la Junta analizó “la posibilidad de reemplazo del Cardenal”. Estaban hablando del Arzobispo de Santiago cardenal Raúl Silva Henríquez, que días antes se había negado a realizar un Te Deum de Acción de Gracias en la Escuela Militar porque consideraba que debía realizarse en la Catedral. Finalmente se llevo a cabo en la Iglesia de la Gratitud Nacional, con la presencia de los expresidentes González Videla, Alessandri y Frei Montalva. Durante la misma Silva Henríquez rezó por Chile y los caídos de ambos bandos y pidió que “no haya entre nosotros ni vencedores ni vencidos”. El Cardenal se destacaría por su defensa de los Derechos Humanos y fundaría la Vicaría de la Solidaridad. En los hechos, el Vaticano no removió a Silva Henríquez.

En el Acta no figuran dos hechos relevantes de esas horas. Gracias a la intermediación del embajador de Francisco Franco, Enrique Pérez-Hernández, un grupo de ciudadanos españoles fue autorizado a salir de Chile. Uno de los beneficiados por el salvoconducto era el valenciano Joan Garcés, asesor de Allende, con acceso permanente en La Moneda, lo mismo que el agente del Departamento América, “Luis Fernández Oña, Ministro Consejero de la Embajada de Cuba en ésta, casado con Beatriz Allende, de quien corrían comentarios que apuntaban a señalarlo como el creador del Grupo de Amigos del Presidente (GAP) del ex Jefe de Estado y principal ideólogo de las escuelas de adiestramiento en la técnica de la guerrilla que había esparcidas en diversos puntos de Chile”. El diplomático argentino se refería a Beatriz, “Tati”, que además colaboró en la formación del Ejército de Liberación Nacional (ELN) del Partido Socialista chileno, que participó en la guerrilla de Ernesto Guevara y de los hermanos Peredo en Bolivia. Así consta en la Nota “R” 592 de la Embajada de la Argentina en Chile, donde se analizan los “ataques del nuevo gobierno a extremistas y a ciertos extranjeros”. González Oña y Beatriz Allende son los padres de la militante socialista Maya Fernández, la futura Ministro de Defensa del presidente Gabriel Boric.

Párrafo del acta donde se consigna la presencia de un enviado de Perón a Pinochet

El documento de la Junta Militar tampoco cuenta que el mismo 24, el embajador estadounidense Nataniel Davis se entrevisto con Huerta y le entrego una nota verbal en la que expresaba el interés de mantener relaciones con la Junta Militar y que lo haría formalmente dos días más tarde después del Reino Unido. El acta tampoco menciona que ya en esos momentos la embajada americana buscaba a Charles Horman y Frank Teruggi, dos ciudadanos desaparecidos.

Mientras los medios de comunicación oficialistas y no tan próximos a la Junta Militar se solazaban con información provista por fuentes gubernamentales referidas al modus vivendi y otras intimidades del presidente Salvador Allende (un episodio que a los argentinos los retrotrajo a 1955, cuando la “Libertadora” exhibió públicamente los vestidos, joyas y zapatos de Eva Perón), las embajadas acreditadas en Santiago se poblaban de asilados. Había de todo. Desde gente muy comprometida con la ultraizquierda; ex funcionarios y muchos que no participaron en hechos delictivos pero que se sentían perseguidos. No había tiempo para meditar el grado de responsabilidad por lo sucedido con el gobierno de la Unidad Popular. Todos estaban en la misma bolsa. Eran horas de escape frente a lo que se veía o escuchaba. Muchos asilados entraron a la residencia de la Embajada Argentina en Vicuña Mackenna por la puerta, otros lo hicieron saltando el muro y unos pocos -en un acto de real coraje- fueron llevados a su interior en los autos de sus amigos diplomáticos argentinos. A alguno que otro, estos gestos le costó la carrera.

El mismo 24 de septiembre, con la firma del jefe del Departamento América Latina, Francisco “Tito” Pullit (el trabajo había sido escrito por el funcionario José María Otegui), se informaba por Memorándum “Secreto” Nº 222 a la Dirección General de Consejería Legal de la cancillería que “con motivo del golpe militar del 11 del corriente en Chile, solicitaron asilo en nuestra Representación Diplomática en Santiago ciudadanos de varios países latinoamericanos”.

“El criterio político adoptado -sostenía Pullit- fue su concesión sin distinción de nacionalidad. En tal sentido se cursó la pertinente instrucción a nuestra Embajada indicando que el asilo, sin calificarlo, estaba otorgado. Posteriormente, se adoptó la decisión de consentir la permanencia en territorio nacional de todos los chilenos asilados que lo peticionen, no así del resto de los ciudadanos latinoamericanos, a quienes se les otorgaría facilidades de tránsito hacia los países por los cuales opten como destino final.”

La firma de Augusto Pinochet Ugarte en el acta

“Vicuña Mackenna (la residencia argentina en Santiago de Chile) ya no tiene lugar para el medio millar de asilados. Se duerme de a turnos en cualquier espacio de la residencia porque los colchones y sillones no alcanzan. La comida escasea, existen problemas con la provisión de agua, los baños no dan abasto. Hay varias mujeres embarazadas, tres de ellas a punto de dar a luz. El encargado de atenderlos, consejero Albino Gómez (que ya había pasado por esta experiencia cuando el “tanquetazo” de junio de 1973) debe realizar verdaderos prodigios para darles a todos una solución. El grupo de asilados es heterogéneo.”

“En muchos casos se trata de familias extranjeras que, ante el clima de xenofobia levantado en Chile en los primeros días del golpe, buscaron resguardo. El criterio de que constituyen - en bloque - un grupo extremista con el cual es preferible evitar contactos parece ser sustentado, también, según versiones no confirmadas pero que parece necesario consignar, por algunas autoridades de la Embajada”, se informaba en la página 3 de La Opinión del 29 de septiembre. Años más tarde, Pinochet afirmaría que a Chile “llegaban extranjeros subversivos, miles de cubanos, también montoneros, tupamaros. Aquí se daban cita todos los guerrilleros de América Latina como también activistas soviéticos y de otros países europeos” (Augusto Pinochet: Diálogos con su historia, María Eugenia Oyarzún).

Para el Comandante en Jefe de la Armada, almirante José Toribio Merino, “lo realmente criminal es que los militares carabineros, y algunos marinos que fueron asesinados fueron victimados por guerrillas y francotiradores extranjeros, la mayoría de los cuales como hemos comprobado, son argentinos, uruguayos o cubanos”, así fue informado al Palacio San Martín por la nota “Reservada” Nº 592, del 20 de setiembre de 1973.

En definitiva, bajo el subtítulo “probable evolución”, la Inteligencia Militar argentina estimaba que: “Chile dejaría de constituir un foco de irradiación del comunismo en América. Sin embargo, la persecución desatada contra los comunistas chilenos y de otras nacionalidades permite prever la afluencia de dirigentes marxistas hacia otros países, especialmente a los vecinos. Si bien el gobierno de Allende concitaba expectativa internacional por constituir una experiencia muy particular sobre la instauración del socialismo por vía democrática, interrumpido el proceso, la observación se centraría sobre el gobierno militar y los logros que pueda obtener un procedimiento marcadamente distinto al anterior”. Los militares argentinos advertían que podía desatarse “una verdadera puja por atraer a Chile hacia las áreas de influencia de los distintos estados hegemónicos”, tanto en los planos económico como ideológico: “En tal sentido, incidirá la decisión de Brasil al reconocer en forma inmediata al gobierno surgido del golpe de estado”.




domingo, 17 de abril de 2022

España Imperial: La Flota de Indias, infalible contra piratas

 

«La Historia se manipula con demasiada frecuencia por la política, las frustraciones y el resentimiento»

El dos veces ganador del Premio Nacional de Historia acaba de publicar el libro 'Las flotas de Indias' (La Esfera de los libros) sobre un sistema que resultó infalible contra los piratas

César Cervera ||

Frente a los depredadores alemanes y sus emboscadas nocturnas, los líderes británicos se vieron obligados, tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial, a desempolvar métodos navales que en el pasado habían desdeñado. Los británicos estudiaron a fondo y hasta adaptaron el sistema de convoyes puesto en marcha por Felipe II, en otro tiempo su más mortal enemigo, para conseguir que la Flota de Indias no fuera alcanzada por los piratas. «Recurrir a los convoyes de buques mercantes protegidos por navíos de guerra fue la solución anglosajona al cruce del Atlántico durante la guerra para paliar los efectos de los submarinos alemanes. El caso español un precedente clarísimo y eficaz. Por eso no se olvidó», recuerda Enrique Martínez Ruiz, dos veces ganador del Premio Nacional de Historia, que acaba de publicar 'Las flotas de Indias' (La Esfera de los libros).

Portada del libro.

Este monumental libro analiza los entresijos del sistema de la Flota de Indias, que estuvo vigente durante casi dos siglos y medio en los que demostró su efectividad y se elevó como uno de los grandes hitos logísticos de su tiempo. El trayecto, que se efectuaba dos veces al año, tenía como punto de partida Sanlúcar de Barrameda, donde la flota realizaba las últimas inspecciones, y desde allí partía hacia La Gomera, en las islas Canarias. Tras la aguada (recoger agua en tierra), la escuadra conformada por unas 30 barcos navegaba entre veinte y treinta días, en función de las condiciones climáticas, hasta las islas Dominica o Martinica (Centroamérica) donde se reponían los suministros. Desde allí cada barco se repartía hacia su puerto de destino. Luego, tocaba hacer el trayecto inverso.

El objetivo era que ningún barco se desviara de su rumbo y que las grandes remesas de plata y oro cruzaran intactas el Atlántico. Para ello fue necesario una estructura «única en el mundo» y si se quiere «revolucionaria», solo al alcance de una potencia de la envergadura de España. «Cuando hablamos de las Flotas de Indias tenemos que pensar no solo en la organización naval de los viajes de ida y vuelta, sino también en la infraestructura que organizaba, desarrollaba, mantenía y protegía el funcionamiento de las flotas. Una organización compleja, que exigía infraestructura comercial, construcción de naves, redes logísticas de aprovisionamiento, puertos adecuados para las escalas, armadas protectoras de los galeones y ciudades y fortificaciones para rechazar los ataques enemigos», apunta Martínez Ruiz.

–Aparte de las cuestiones tácticas y estratégicas, se necesitaba una constante reinvención tecnológica. ¿Cómo fue capaz España, que se suele tildar de decadente, de mantener un ritmo tecnológico así durante el reinado de los Austrias?

–Estamos ante otro de los infundios que con frecuencia se lanza sobre la ciencia española, de la que se destaca su atraso debido, sobre todo, a un dogmatismo intolerante y a un inmovilismo persistente. Se desconsidera que un despliegue territorial como el de la Monarquía Hispánica solo se puede mantener con los recursos y los medios adecuados y la ciencia y la tecnología son dos de ellos. Por lo pronto, la construcción naval española era de lo más avanzado en Europa en la era de los descubrimientos. Los tratados españoles de navegación tuvieron amplia difusión en Europa, la producción cartográfica era puntera en su tiempo e institucionalmente, la Casa de la Contratación es más que un centro de contratación comercial: organiza y controla las flotas, recibe y procesa la información que dan los pilotos a su regreso de los viajes, tiene una 'escuela de pilotos'; cartógrafos, cosmógrafos, etc. que trabajan en ella. Es un centro polivalente, clave en la navegación y solo comprable a la Casa da India portuguesa, los dos centros más avanzados en la navegación y el comercio durante mucho tiempo en Europa.

«España se esforzó en mantener el comercio con América y Filipinas en régimen de monopolio, una estructura que no perjudicó el comercio mundial»

–Uno de los mitos clásicos es que la piratería británica fue el azote de los barcos españoles, ¿fueron las flotas de Indias una estrategia eficaz contra estos ataques?

–La piratería no solo fue inglesa, también fue francesa y holandesa, aunque los piratas ingleses, los «perros de la reina», tal vez, fueran los más famosos, con personajes como Drake y Hawkins. Si tenemos en cuenta que solo fue capturada una Flota, en Matanzas (Cuba, 1628) por una flota holandesa muy superior, tendremos que admitir que fue una estrategia eficaz, pues la piratería lo más que podía hacer era capturar algún barco aislado y ataques sorpresa a poblaciones costeras. Respecto a su actividad, un viejo y admirado maestro dijo que la piratería significó para la Monarquía Hispánica lo que los mosquitos en la piel de un elefante. Desde mi punto de vista, fueron sus ataques a ciudades más duros y trágicos que a las Flotas o a la navegación española en general.

–La literatura ha terminado por romantizar los ataques piratas como la reacción lógica (liberal) y necesaria contra el monopolio español en América. ¿Impuso España una estructura monopolística perjudicial para el comercio mundial?

–A los piratas, como a los corsarios y filibusteros les rodea una leyenda mítica, que le confiere un aura heroica a muchos personajes, que se presentan como símbolos de la resistencia al poderoso, valentía y abnegación, olvidando sus rasgos negativos y el rechazo que provocaron de manera generaliza hasta desaparecer en las primeras décadas del siglo XVIII. En ese tiempo, España se esforzó en mantener el comercio con América y Filipinas en régimen de monopolio, una estructura que no perjudicó el comercio mundial, pues siguió existiendo y desarrollándose; en todo caso, sería perjudicial para los intereses de las otras potencias, celosas del protagonismo español en este sentido.

Fotografía de Martínez Ruiz.

–¿Era tan profunda la dependencia económica desarrollada por la Monarquía católica por esas remesas de oro y plata americanos?

–Evidentemente, la Corona necesitó los metales americanos para mantener su aparato administrativo, diplomático y militar, pues sus posesiones estaban repartidas por las cuatro partes del mundo entonces conocidas y las necesidades defensivas era grandes. Todo ello suponía un costo elevado, que hizo quebrar la Hacienda real en varias ocasiones, sucediéndose las bancarrotas. Por eso se ha dicho y repetido que España dilapidó esa fortuna en el mantenimiento de unas guerras inútiles, que la condujeron a su ruina.

–¿Por qué España no aprovechó su dominio comercial para desarrollar una marina mercante poderosa?

–Yo sí creo que desarrolló una marina mercante poderosa y cualquiera que lea este libro pienso que llegará a la misma conclusión. Se mantiene un nexo comercial durante más de dos siglos gracias a las Flotas de Indias y al Galeón de Manila, que comunicaba Manila (Filipinas) con Acapulco (México), continuaba por tierra hasta Veracruz (México) y seguía por mar hasta La Habana (Cuba), a donde llegaban los galeones de Tierra Firme desde Cartagena de Indias (Colombia) para continuar hasta Sevilla, en España. Eso exigía no solo unos recursos navales considerables, sino también disponer de unas armadas protectoras y a todo ello hay que añadir el despliegue en el Mediterráneo. Sí creo que España tuvo una marina mercante poderosa, pero tuvo que competir con otros despliegues navales tan considerables como el británico y el holandés y en el enfrentamiento, estos no tenían que proteger un dispositivo territorial tan extenso ni unas relaciones comerciales navales tan considerables como la española, que puede competir con ellos hasta el siglo XVIII.

–Hablar del comercio de metales desde América resulta peligroso en estos tiempos de corrección política. ¿Dónde han quedado los tiempos de celebrar el encuentro cultural y el intercambio?

–La Historia se manipula con demasiada frecuencia por la política, las frustraciones y el resentimiento, como si de esa forma se pudiera cambiar el pasado, convirtiendo el discurso histórico en una especie de engaña-bobos. Estamos en uno de esos periodos, en el que la negación o el silencio se impone para no herir sensibilidades de otros, sin importar que resulte herida la nuestra.

viernes, 15 de abril de 2022

Guerras napoleónicas: Leipzig y el horror de pisar los intestinos de los muertos

"Tuve que pasar por encima de los muertos y entrar en la sangre, el cerebro y los intestinos"

Para salvar su imperio, Napoleón I tomó un puesto permanente cerca de Leipzig en octubre de 1813. Allí quería vencer a sus oponentes individualmente. Pero los errores y las coincidencias hicieron de la siguiente batalla de naciones una catástrofe para los franceses.
Por Berthold Seewald || Die Welt



19 de octubre de 1813: la retirada de los franceses de Leipzig termina en un caos

En realidad, las posibilidades de que Napoleón I rompiera la coalición de sus oponentes un año después de su catastrófica retirada de Moscú con su recién formada Grande Armée no eran malas. A lo largo de 1813 había podido mantener a raya a sus diversos ejércitos. En agosto incluso había obtenido una gran victoria sobre los austriacos y rusos cerca de Dresde. Su plan, con el que levantó tropas alrededor de Leipzig el 16 de octubre, demostró una vez más su clase militar.

Con 191.000 soldados, el ejército francés fue superado en número por los 206.000 aliados rusos, prusianos, austriacos y suecos. Pero Napoleón tenía la ventaja de la línea interior, por lo que podía mover refuerzos y establecer centros de gravedad más rápido que sus oponentes. Por tanto, se trataba de derrotar a las tropas enemigas una a una antes de que pudieran unirse.

Sin embargo, el emperador ya no pudo evitar su despliegue. Carecía de las reservas para esto, mientras avanzaban más refuerzos detrás de las formaciones opuestas. La negativa de Napoleón a sacar las guarniciones francesas de las fortalezas en el Elba y en el interior se señaló más tarde como la primera entrada en su lista de errores.


Blücher y sus soldados prusianos y rusos ganaron en Möckern
Fuente: picture alliance / akg-images

El ejército principal de los aliados al mando del mariscal de campo austríaco Schwarzenberg avanzó laboriosamente desde el sur, desde Bohemia, hacia Leipzig. El Ejército del Norte, bajo el mando del príncipe heredero sueco Karl Johann, hizo progresos aún más vacilantes. Su comandante, que había sido mariscal de Francia con el nombre de Jean-Baptiste Bernadotte hasta 1810, mostró poco interés en luchar contra sus antiguos camaradas. Por el contrario, el ejército de Silesia actuó de manera muy diferente bajo el general prusiano Blücher. Pudo evadir el rápido golpe de Napoleón con un solo golpe y ahora se movió en marchas forzadas desde el noroeste a Leipzig.

Napoleón dejó la cobertura contra Karl Johann y Blücher a sus mariscales Ney, Bertrand y Marmont y sus cuerpos, mientras se concentraba por completo en el golpe contra Schwarzenberg. Esta acción pareció tener éxito el 16 de octubre. Porque las unidades de los aliados no tomaron posiciones como una, sino solo gradualmente. La presencia de los tres monarcas: el zar ruso Alejandro, el emperador austríaco Francisco I y el rey Friedrich Wilhelm III. von Prussia - en la sede de Schwarzenberg tampoco contribuyó a la rápida toma de decisiones.


Napoleón I (1769-1821) se concentró en la parte sur del campo de batalla
Fuente: Photo12 / Universal Images Group v

Probablemente, Napoleón habría ganado el día en el sur si hubiera podido avanzar hacia las brechas abiertas en el frente enemigo con reservas. También se lo había pedido a Marmont. Pero Blücher les impidió irse. Debido a que el prusiano involucró a los franceses en una feroz batalla por la ciudad de Möckern, Marmont incluso tuvo que pedir ayuda a Ney. Los prusianos se mantuvieron victoriosos y así ganaron una posición cerca de Leipzig, mientras que Napoleón carecía de tropas para aprovechar sus éxitos en el sur.

Las fuertes pérdidas hicieron que ambos lados consolidaran y abastecieran sus líneas el 17 de octubre. Al mismo tiempo, los comandantes rusos y prusianos, que estaban subordinados al Ejército del Norte con sus tropas, instaron al avance. Nuevos refuerzos aseguraron que los aliados pudieran reunir 295.000 soldados el 18 de octubre, mientras que Napoleón sólo 160.000.

El 18 de octubre, el emperador de los franceses pronto se dio cuenta de que la victoria era casi imposible. Aunque sus soldados en el sur mantuvieron sus posiciones reducidas hasta cierto punto, su gente en el norte y el este estaba cada vez más angustiada. Por encima de todo, Blücher hizo honor a su apodo "Marschall vorwärts" y apuntó sus tropas a Halle’sche Tor en Leipzig. Por la tarde, las tropas sajonas de la Grande Armée corrieron hacia los aliados.

Ya no se trataba de una batalla que sirviera de ejemplo para las academias militares. Fue su enorme volumen lo que los aliados utilizaron para invadir la Grande Armée. Las pérdidas fueron proporcionales. “Tuve que pasar por encima de los muertos y correr hacia ellos y entrar en la sangre, el cerebro y los intestinos de los muertos".

La fuga se convirtió en un caos cuando los pioneros volaron el puente sobre el Elster, aunque decenas de miles de soldados permanecieron en la orilla oriental. Poco después, los monarcas aliados se trasladaron a Leipzig. Napoleón pudo salvar los restos de su Grande Armée al otro lado del Rin después de haber barrido al ejército bávaro cerca de Hanau, que quería bloquear su camino.


La demolición del Elsterbrücke impidió la retirada de decenas de miles de soldados de la Grande Armée
Fuente: Getty Images

La noche del 19 de octubre, Napoleón organizó la marcha hacia el oeste, donde sus oponentes le habían dejado deliberadamente un vacío legal. La fuga ordenada se convirtió en un caos cuando los pioneros volaron el puente sobre el Elster, aunque decenas de miles de soldados permanecieron en la orilla oriental. Poco después, los monarcas aliados se trasladaron a Leipzig. Napoleón pudo salvar los restos de su Grande Armée al otro lado del Rin después de haber barrido al ejército bávaro cerca de Hanau, que quería bloquear su camino.

jueves, 14 de abril de 2022

Guerra Antisubversiva: Cómo funcionaba la inteligencia criminal de Montoneros al mando de Walsh

Cómo funcionaba el servicio de Inteligencia de Montoneros y la centralidad de Rodolfo Walsh en la Organización

El atentado a la Superintendencia de la Policía Federal del 2 de julio de 1976, que tuvo un saldo de 23 muertos y 110 heridos, se desmenuza en el libro “Masacre en el comedor”, donde además se explica el andamiaje eficiente y oscuro del aparato de inteligencia del grupo guerrillero. “Walsh nunca fue el jefe de Inteligencia, pero era ‘el’ tipo de Inteligencia”, aportó el periodista Jorge Lewinger
Por Ceferino Reato  ||  Infobae




Rodolfo Walsh, pedófilo y terrorista comunista, autor de Operación Masacre y de otros libros magistrales, era el “responsable” del policía que colocó la bomba en el comedor (Archivo La Razón)

Desde un punto de vista estrictamente militar, el atentado contra el comedor de la Policía Federal, el viernes 2 de julio de 1976, el más sangriento de aquellos años de plomo, fue una obra maestra del servicio de Inteligencia e Informaciones de Montoneros.

Eran otros tiempos: ya existía el llamado Ejército Montonero y, como ocurre con todo grupo armado orientado a la toma del poder, la cúpula guerrillera estaba en relación directa con su aparato de Inteligencia, que le proveía información vital sobre los blancos u objetivos elegidos.

Eso ocurrió no solo con la bomba vietnamita que mató a veintitrés personas e hirió a otras ciento diez en el comedor policial sino también en el secuestro de los hermanos Born y en el asesinato del jefe de la Policía Federal, el comisario general Alberto Villar y su esposa.

Todas esas operaciones llevan el sello de la persona clave del aparato de Inteligencia de Montoneros, que era el famoso periodista y escritor Rodolfo Walsh, como explico en detalle en mi último libro, Masacre en el comedor.

Varios periodistas cumplían allí tareas de mayor o menor relevancia; algunas de esas actividades eran coordinadas por Walsh, desde la creación y el funcionamiento de una agencia clandestina de noticias hasta la relación con los numerosos infiltrados en la policía, el Ejército, la Marina y la Aeronáutica.

Nunca hasta ahora se había podido penetrar el secreto que siempre rodeó, y protegió, al aparato de Inteligencia del grupo guerrillero de origen peronista. Y eso que su eficacia fue detectada ya en 1981 por el profesor inglés Richard Gillespie. “Fue, innegablemente, uno de los aspectos más impresionantes y en constante proceso de mejora, del aparato en ebullición de la guerrilla”, señaló en su libro Soldados de Perón. De acuerdo con Gillespie, esa pericia se debía a “la colaboración no pagada de individuos situados en casi todas las esferas de la vida pública argentina”.

El atentado más sangriento de los 70: la bomba vietnamita que voló el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal y provocó 23 muertos y 110 heridos

Fue una de las características principales de Montoneros: su inserción en todos los niveles sociales, desde las villas miserias al “círculo rojo”, no solo en Buenos Aires sino también en Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, por nombrar solo a tres provincias.

Seguramente, la falta de información sobre el Walsh combatiente y, en general, acerca del área de Inteligencia de ese grupo guerrillero, se debió a que los periodistas que lograron sobrevivir nunca mostraron interés en contarnos qué hacían realmente.

Por ejemplo, Horacio Verbitsky, que formó parte del Servicio de Inteligencia e Informaciones, sostuvo que “nosotros no elaborábamos información operativa, sino información política, estructural. Esa mezcla que hacen, como si hubiéramos sido la SIDE de Montoneros, no era así. En las Fuerzas Armadas los grupos que hacían Inteligencia eran operativos, nosotros no”.

Sin embargo, según las fuentes a las que pude acceder, la Inteligencia montonera funcionaba de una manera más bien clásica: no elaboraban solamente informes sobre, por ejemplo, las disputas internas en las Fuerzas Armadas, sino que, por ejemplo, seguían a militares, policías y empresarios de un cierto nivel para establecer sus rutinas y detectar los momentos adecuados para secuestrarlos o atentar contra ellos.

Todo eso en estrecho contacto con la jefatura del Ejército Montonero, que en aquel momento era ejercida por el comandante Horacio Mendizábal, Hernán, quien a su vez informaba directamente a los dos jefes de Montoneros, los comandantes Mario Firmenich, Pepe, y Roberto Perdía, Carlos o Pelado.

Obviamente, no todos los miembros de la Inteligencia montonera realizaban esas u otras tareas similares. Walsh era el “responsable” o jefe de varias células, que se dedicaban a actividades bien diversas, siempre “tabicadas”, es decir ningún grupo sabía bien a qué se dedicaba el otro, ni quería saberlo.

La cúpula asesina de los criminales de Montoneros, con Mario Firmenich a la cabeza

La masacre en el comedor

La bomba fue colocada por José María Pepe Salgado, un joven de 21 años infiltrado en la Policía Federal, donde cumplía funciones de agente en el Departamento Central, a una cuadra en diagonal del comedor.

Su breve vida militante tuvo un vuelco decisivo cuando conoció a Rodolfo Walsh, en el segundo trimestre de 1974, luego de una charla organizada por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniería, según recordó un ex montonero que trabajó también bajo las órdenes de Walsh, cuyo nombre de guerra era Esteban.

Como casi todos los jóvenes militantes, Salgado había quedado fascinado por Operación Masacre, el libro más conocido de Walsh, el formidable relato de un fusilamiento de prisioneros en 1956, en el inicio de la llamada Resistencia Peronista contra la proscripción del ex presidente Juan Perón, pero también un modelo de investigación periodística que, además, anticipó un nuevo género a nivel global, que enriquecía al periodismo con recursos de la literatura.

Pero Walsh no se agotaba en su rol de escritor. Tampoco en el de periodista del diario montonero Noticias, donde era una de las firmas más famosas, a cargo de una sección muy relevante para un medio que pretendía conquistar lectores en los sectores populares: Policiales, aunque integraba también la cúpula de la Redacción.

Hacía ya tiempo que Walsh había dejado atrás su etapa de mero “intelectual comprometido” con la revolución socialista, en la cual intentan congelarlo casi todas las muchas biografías escritas sobre él, que cancelan o disimulan su activa participación en varias de las operaciones más relevantes decididas por la cúpula de Montoneros.

Según su hija Patricia, Esteban -usaba este nombre de guerra en honor a su papá, Miguel Esteban- “estaba orgulloso de haber podido llegar a ser un combatiente. Y precisamente a él, que se ocupó tanto de sostener una versión de rigor con la verdad, mal podemos pretender arreglarle la biografía. ¿Cómo vamos a querer cambiarle la biografía?”.

Toda la intensa actividad de Walsh en el aparato de Inteligencia de Montoneros apuntaba a tres objetivos: reunir información que podía ser útil en la lucha guerrillera, difundirla de una manera selectiva para eludir la censura de prensa e influir en la opinión pública y confundir al enemigo. Por ejemplo, esos tres objetivos distinguieron a la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA), cuya sigla ya buscaba confundir a los militares acerca de quiénes estaban detrás de esa agencia de noticias tan particular, que, con un lenguaje periodístico neutro -sobrio y preciso- difundía cables durante la dictadura con información de primera mano sobre temas picantes, como las peleas internas entre el Ejército, la Marina y la Aeronáutica.

La bomba vietnamita de Montoneros en el comedor de la policía del 2 de julio de 1976

La agencia de Walsh -en ese “ámbito” (espacio, en la jerga montonera), con otro alias: Basualdo- consiguió su propósito original: su primer cable fue emitido en junio de 1976 y la dictadura tardó diez meses en identificar que era una criatura de Montoneros, aunque el Ejército y la Marina siguieron desconfiándose mutuamente sobre de dónde salían esas informaciones.

Walsh seleccionó a los cuatro militantes que serían los editores de la agencia -Lila Pastoriza, Lucila Pagliai, Carlos Aznárez y Eduardo Suárez- y, una vez que la puso en funcionamiento, “se dedicó a otras tareas relacionadas al departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros”, señaló Natalia Vinelli en su libro sobre ANCLA.

Otra de sus criaturas, Cadena Informativa, fue realizada solo por él, a partir de diciembre de 1976, cuando se le ocurrió escribir informaciones cortas y militantes para denunciar a la dictadura. Pensaba que una de las formas de combatir el temor paralizante era involucrar a muchos en la circulación de esas noticias, sin reuniones riesgosas, lejos de los lugares públicos. “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando”, fue la pieza de marketing revolucionario que acompañaba esos textos.

ANCLA quedó bajo la responsabilidad de Pastoriza, Lidia, hasta que fue secuestrada en junio de 1977; Pagliai y Aznárez habían partido al exilio, y Suárez ya había sido detenido y seguía desaparecido. La agencia dejó de funcionar hasta el 10 de agosto de aquel año, cuando “Verbitsky se hace cargo de esta segunda y última etapa de la agencia, que se extiende por algunos meses más”, precisó Lucila Pagliai.

En realidad, Walsh ingresó tarde a Montoneros, en abril de 1973, cuando, junto a su colega y amigo Verbitsky y otros militantes, llegaron desde las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) como un grupo que ya se había especializado en tareas de Inteligencia e Información.

Estaban bien adiestrados en las escuchas de la red radioeléctrica de la Policía Federal, que descubrieron de casualidad, mientras miraban uno de los almuerzos de Mirtha Legrand por televisión y apareció una voz masculina: “Comando llama, 222, comando llama”, según recordó Verbitsky.

Hacía tiempo que Walsh estaba obsesionado con la policía, en especial las de la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. Ya en 1958, después de investigar el asesinato que derivó en otro de los libros que lo hicieron famoso, Caso Satanowsky, comenzó a organizar una serie de archivos policiales que fueron creciendo con el paso del tiempo y, que, según su biógrafo irlandés Michael McCaughan, le proporcionaron “una base de datos única sobre las relaciones que había dentro de las fuerzas, métodos de entrenamiento, ascensos, políticas y corrillos internos”. Y sobre los vicios más denunciados: la corrupción y los abusos, en especial el uso de la picana eléctrica en los interrogatorios a presos.

Rodolfo Walsh, un ser desagradable y criminal con un merecido final, y su rol en el aparato de inteligencia de Montoneros

También McCaughan destacó el momento en que Walsh y su grupo descubrieron por casualidad, mientras todavía militaban en las Fuerzas Armadas Peronistas, que podían acceder a las frecuencias de radio que usaba la Policía Federal. “Así se inició una era decisiva en su militancia política”, sostuvo el biógrafo ya que ese hallazgo empalmó a la perfección con su permanente interés por las actividades de la policía.

Solo que, a diferencia de Verbitsky, McCaughan ubicó el descubrimiento casual en una noche en la que Walsh miraba una serie en el departamento de la calle Tucumán, en el microcentro porteño, que alquilaba con su pareja y compañera de sus últimos años, Lilia Ferreyra. El viejo televisor de segunda mano tenía una muy mala conexión con la antena y no funcionaba bien hasta que se rompió del todo y apareció una voz desconocida: estaban captando las frecuencias de radio de la policía. “Ése fue el fin de El Planeta de los Simios y Superagente 86″, recordó Ferreyra. Walsh empezó a aplicar sus habilidades para descifrar códigos y le pidió a un pequeño grupo de amigos que lo ayudara a registrar todas las actividades policiales a través de guardias que cubrieran las veinticuatro horas del día.

La vivienda de Tucumán 456 se convirtió en la base de las escuchas. “Rodolfo consiguió radios viejas. El departamento se llenó de aparatos y cables. En verano era insoportable, todo cerrado. Me iba a la calle para tomar aire”, le contó Lilia Ferreyra a la periodista Gabriela Esquivada en el libro Noticias de los Montoneros.

La escritora y periodista Tununa Mercado aceptó cubrir el turno de la noche; trabajaba en el diario La Opinión, muy cerca del departamento de Walsh y Ferreyra, y a esa hora sus dos hijos ya estaban dormidos. “Tenías una pequeña radiografía de lo que era el aparato de seguridad del Estado. Lo disfrutaba muchísimo. Era una forma pequeña, pero significativa, de joder al sistema, un pequeño eslabón en una historia más grande”, le dijo Mercado a McCaughan, quien detalló que “los demás integrantes del equipo eran Verbitsky y Mónica, su segunda mujer; Pirí Lugones y su pareja, Carlos, y Milton Roberts, militante de las FAP”.

Tununa Mercado elogió el carisma de Walsh: “Lo llamábamos Capitán; era un líder nato. A Rodolfo le daba inmenso placer hacer algo en contra del enemigo. Era una acción positiva, estimulante”. Pero, cuando él se acercó a Montoneros, ella se desvinculó porque “vislumbró un futuro negro”, y en 1974 partió al exilio a México, con su marido, el escritor y crítico literario Noé Jitrik.

Cuando Pepe Salgado se incorporó como colaborador directo de Walsh, en 1974, el jefe o responsable del servicio de Inteligencia e Informaciones de Montoneros era Horacio Campliglia, Petrus o Ignacio, un visitador médico que había llegado a Montoneros el año anterior, con la fusión con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Campiglia estaba en contacto directo con la cúpula montonera y tenía una mirada estratégica sobre el aparato de Inteligencia, pero era Walsh quien lideraba las tareas cotidianas con un estilo de conducción participativo, ayudado por una rara mezcla de destreza específica, prestigio social y humildad en el trato.

Masacre en el comedor, el libro de Ceferino Reato

El periodista Jorge Lewinger, Josecito, fue también jefe o responsable de Walsh y no supo quién era Esteban o Neurus -en alusión al profesor de la tira de Hijitus por su aspecto a veces enajenado- hasta que “un día, leyendo un libro de él, vi su foto en la solapa. Nunca había tenido una palabra o un gesto de superioridad, ni de ostentación de conocimientos que lo delataran. Me sorprendía su capacidad de síntesis. En sus informes nunca había una palabra de más”.

Walsh nunca fue el jefe de Inteligencia, pero era ‘el’ tipo de Inteligencia”, coincidió Lewinger, que, como Petrus Campiglia, provenía de las FAR, más marxistas, desconfiados de Perón y el peronismo. “Era ‘el’ hombre de Inteligencia; no era el jefe, el responsable del área, sino el operativo principal: no solo delegaba tareas, sino que iba él mismo a muchísimas reuniones para recoger información de primera mano porque tenía muchísimos contactos, de los más variados, en todos los ámbitos”, describió un ex guerrillero que colaboró con Walsh. “No podía ser el jefe porque había ingresado hacía poco tiempo en Montoneros y todavía tenía un grado bajo. Además, porque necesitaba tiempo para hacer todo lo que hacía”, agregó.

Hay que tener en cuenta que Walsh era una persona muy conocida, con una trayectoria política que había ido de la derecha nacionalista a la izquierda revolucionaria, pasando por distintas organizaciones, y del antiperonismo al peronismo. En todo ese tiempo, había construido una amplia red de informantes, cuya identidad mantenía en un riguroso secreto; compartimentada o tabicada.

Se movía en los círculos más diversos, desde la Iglesia Católica, los militares, la policía, la política y el sindicalismo a los diplomáticos, periodistas, escritores, actores y artistas plásticos. Eran contactos de alto nivel. En la Policía Federal, por ejemplo, el comisario general Ricardo Vittani, uno de sus viejos amigos, fue el subjefe durante el retorno del peronismo al poder hasta el 28 de enero de 1974, cuando el presidente Juan Perón lo sustituyó por el comisario Villar.

Por ejemplo, una de sus fuentes era, seguramente sin saberlo, el brillante actor y director Emilio Alfaro, quien le dio información de primera mano sobre la reacción inmediata de los altos mandos de la Policía Federal luego de la masacre en el comedor, como explico en el libro.

Es decir que Walsh no solo estuvo detrás de la bomba vietnamita que colocó uno de sus principales recursos del aparato de Inteligencia montonera, sino que también informó en exclusiva en la agencia ANCLA la vendetta que un grupo de comisarios quiso llevar a cabo ya en la noche del atentado.

Su trabajo en Montoneros fue tan prolífico que parecen haber habido varios Walsh. Pero, era uno solo; una persona con un talento fuera de lo común para las múltiples tareas de inteligencia y contrainteligencia que desarrollaba al frente de una compleja red de espionaje.

* El autor es periodista y escritor. Su último trabajo fue Masacre en el comedor.