jueves, 31 de marzo de 2022

PGM: El soldado portugués Milhais en la cuarta batalla de Ypres

miércoles, 30 de marzo de 2022

Guerra contra la Subversión: Los desaparecidos del peronismo

“La figura del desaparecido venía del gobierno peronista”: la brutal afirmación de Videla

Hace 46 años el ex dictador asumió el poder convencido de que debía “eliminar un conjunto grande de personas”. En las entrevistas para mi libro “Disposición final”, y al admitir un plan sistemático de represión ilegal, vinculó ese plan con la orden que jura haber recibido en la reunión de gabinete del 24 de septiembre de 1975, cuando él ya era el jefe del Ejército y el senador Ítalo Luder se desempeñaba como presidente interino debido a la licencia por enfermedad de la presidenta Isabel Perón


La Junta Militar: el dictador Jorge Rafael Videla entre Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramon Agosti (Corbis via Getty Images)

Más allá de la sentencia de los jueces que condenaron a los jefes militares en 1985, fue el propio ex dictador Jorge Rafael Videla quien admitió un año antes de morir que hubo un plan sistemático para capturar y “eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la justicia ni tampoco fusiladas”.

“No había otra solución; (en la cúpula militar) estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta”, me dijo Videla en una de las entrevistas que derivaron, junto con otros testimonios, en mi libro Disposición Final (Sudamericana, 2016).

“Por eso, para no provocar protestas dentro y fuera del país, sobre la marcha se llegó a la decisión de que esa gente desapareciera. Cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte”.

Incluso, el nombre del libro alude a la manera cómo los jefes militares se referían al método para eliminar a “las siete mil u ocho mil personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión”.

“Esa frase ‘Solución Final’ nunca se usó. ‘Disposición Final’ fue una frase más utilizada: son dos palabras muy militares y significan sacar de servicio una cosa por inservible”, señaló Videla.

En las entrevistas, el ex dictador explicó en detalle cómo era ese plan sistemático y cómo fue que llegaron a la conclusión que tenían que hacer desaparecer los cuerpos de esas miles de personas.

Incluso, vinculó ese plan con la orden que jura haber recibido en la reunión de gabinete del 24 de septiembre de 1975, cuando él ya era el jefe del Ejército y el senador Ítalo Luder se desempeñaba como presidente interino debido a la licencia por enfermedad de la presidenta Isabel Perón.

En esa reunión de gabinete, a pedido de Luder y seis meses antes del golpe de Estado, Videla expuso cuatro alternativas para luchar contra las guerrillas, donde "la diferencia esencial consistía en la graduación que se establecía en la centralización del comando y de la toma de decisiones".

Videla aseguró que Luder eligió la alternativa más dura contra las guerrillas, el “Curso de Acción Número 4, que implicaba un despliegue amplio y simultáneo de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y policiales para detectar la presencia de un enemigo mimético que se escondía en el ambiente y aniquilarlo. Con un súmmun de libertad de acción para esas fuerzas desplegadas en todo el territorio”. Como contrapartida, “a lo sumo en un año y medio el terrorismo estaría, cuanto menos, controlado”.

Luder, que también está muerto, siempre negó que esa decisión implicara una ruptura del estado de derecho y un aval a las violaciones a los derechos humanos. La sentencia contra los comandantes, en 1985, avaló su interpretación.

Videla, la puta de Isabel Perón y Massera

Al mes siguiente, en octubre de 1975, el gobierno delegó por decreto en las Fuerzas Armadas la lucha contra las guerrillas —en la práctica, sin el control de un gobierno que, a esa altura, estaba muy debilitado— y el país fue dividido en cinco zonas, cada una a cargo de un comandante.

En una de las entrevistas que le hice, Videla sostuvo que, "siguiendo con el cronograma que le habíamos prometido al presidente Luder, a fines de 1977 la guerra estaba controlada; no derrotada, pero era cuestión de tiempo. Para el Mundial (1978), la guerra estaba prácticamente terminada".

Videla sostuvo que los militares llegaron al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 sin saber bien cómo eliminar a ese “conjunto grande de personas” que era “irrecuperable”. La mayoría de esas personas estaban siendo capturadas o lo serían en los próximos meses.

Tanto fue así que en los primeros meses de la Dictadura algunos jefes militares organizaron fusilamientos durante traslados de presos y los disfrazaron como intentos de fuga. Pero, pronto los desecharon porque despertaban lógicas sospechas.

Agregó que "la solución fue apareciendo de una manera espontánea, con los casos de desaparecidos que se fueron dando. Casos espontáneos, pero que, repito, no eran decididos por un joven oficial recién recibido; no, casos que eran ordenados por un capitán que, a su vez, recibía la orden del jefe de la brigada, que, a su vez, recibía la orden del comandante o jefe de Zona".

Y señaló: "Era una figura (la del desaparecido) que venía del gobierno peronista", en especial luego de aquellos decretos firmados en octubre de 1975.

Agregó, además, algo más sobre el carácter descentralizado en la ejecución del plan: “La responsabilidad de cada caso recayó en el comandante de la zona”, que utilizó la forma que consideró más apropiada para capturar a los “objetivos” y hacer desaparecer sus cuerpos.

Videla en prisión, donde le confesó al periodista Ceferino Reato la existencia de un plan sistemático de desaparición de personas (foto libro Disposición final)

A mí los comandantes o jefes de zona no me pedían permiso para proceder; yo consentía por omisión. A veces, me avisaban. Recuerdo el caso de una visita a Córdoba y el general Luciano Menéndez me recibe con esta novedad: ´El hijo de Escobar andaba en malas juntas y los liquidamos anoche´. Era el hijo de un coronel que había sido compañero nuestro de promoción; entonces, yo ya sabía que si Escobar venía, le tenía que decir: ´De ese tema no quiero hablar´”.

La primera edición de mi libro fue publicada en 2012 y resultó muy criticada por el kirchnerismo gobernante, las organizaciones de derechos humanos y los periodistas y medios afines. A simple vista, esa reacción parece inexplicable dado que Videla admitió la existencia de un plan sistemático en la represión ilegal. Pero, hubo otros tramos reprobables desde el punto de vista del kirchnerismo y los liderazgos de derechos humanos. Uno de ellos fue cuando Videla sostuvo que “eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir”.

Políticamente interesados, los organismos de derechos humanos consideran que la cifra de víctimas fue de 30 mil y de ahí no se mueven, por más que la propia secretaría de Derechos Humanos haya determinado al final de la gestión anterior que los registros oficiales indican que hubo 6.348 desaparecidos durante la dictadura .y 952 víctimas de ejecuciones sumarias o asesinatos, un total de 7.300 víctimas de la dictadura.

Tampoco les gustó que Videla hablara sobre el respaldo de la mayoría de los partidos políticos, incluido el Partido Comunista, y de buena parte de la opinión pública a la dictadura que él encabezó durante cinco de los siete años y medio que duró el llamado Proceso de Reorganización Nacional.

* Periodista y escritor, extraído de su libro “Disposición Final”

martes, 29 de marzo de 2022

PGM: El fantástico Paul von Lettow-Vorbeck

Paul von Lettow, el único militar alemán que en la Primera Guerra Mundial invadió territorio británico y acabó invicto

La Brújula Verde
Por Jorge Álvarez




Von Lettow desfilando en Berlín en marzo de 1919 / foto Bundesarchiv, B 145 Bild-P008268 en Wikimedia Commons


«Nunca he conocido a otro alemán que me haya dado una impresión tan fuerte de lo que era la Alemania imperial y lo que representaba». Ésto fue lo que dejó escrito Karen Blixen, autora de Memorias de África, sobre un militar germano al que conoció en 1913 durante su viaje en barco al continente africano. Se llamaba Paul von Lettow y tiempo después, al acabar una Primera Guerra Mundial que ya entonces se veía inminente, podía presumir de haber sido responsable del único frente en el que su país consiguió terminar invicto: el África Oriental, donde además también protagonizó la única invasión de territorio británico durante esa contienda.

Situémonos en Saarlouis cerca del último cuarto del siglo XIX. Es una modesta ciudad del Sarre que por su ubicación geográfica había cambiado de manos varias veces y en esa época era germana, tras haberla tenido que entregar Francia al caer Napoleón (después de la Primera Guerra Mundial la recuperó para perderla definitivamente en 1935).

Pues bien, allí nació Paul Emil von Lettow-Vorbeck en 1870, en el seno de una familia de la pequeña nobleza originaria de Pomerania. El padre, militar, estaba destinado en Saarlouis y determinó inevitablemente la vocación de su hijo, que al acabar su formación en varios internados berlineses ingresó en la academia de artillería y recibió su despacho de teniente en 1890, siendo asignado al Estado Mayor.


La casa natal de Paul von Lettow en Saarlouis/Imagen: LoKiLeCh en Wikimedia Commons

En 1900 tuvo ocasión de iniciar su experiencia bélica formando parte de la espedición internacional enviada a China para combatir la Rebelión de los Bóxer, regresando al año siguiente con cierta decepción por haber tenido que combatir sólo a guerrilleros. En 1904 se le envió al África Sudoccidental Alemana (actual Namibia) para sofocar la insurrección de los maji maji, herero y namaqua. Una herida en un ojo le obligó a ser ingresado en Sudáfrica, por lo que se evitó participar en el genocidio posterior. En 1907 ascendió a mayor y dos años más tarde fue comandante del II Seebataillion (Infantería de Marina).


Paul von Lettow en 1904, cuando recibió su primer destino en África/Imagen: Bundesarchiv, Bild, en Wikimedia Commons

En 1913 ya era teniente coronel y retornó a África al recibir el mando de las Schutztruppe (tropas coloniales) de Camerún (que entonces incluía parte de Nigeria). Pero antes de que lo asumiera, sobre la marcha, se le redestinó al África Oriental Alemana, un vasto territorio que abarcaba Tanganika (hoy Tanzania), Ruanda y Burundi. Fue durante el trayecto en barco, por cierto, cuando entabló amistad con la baronesa Karen Christence Blixen-Finecke, que en 1937 y bajo el pseudónimo de Isak Dinesen publicaría su famoso libro autobiográfico. El caso es que al poco de tomar posesión de su cargo estalló la contienda que iba a ser bautizada con el nombre de Gran Guerra.

Ahora se la conoce más como Primera Guerra Mundial, fundamentalmente para distinguirla de la Segunda, que llegaría dos décadas más tarde, pero también porque fue pionera en su carácter global, con participación de todas las potencias de la época divididas en dos alianzas: las llamadas Potencias Centrales (los imperios Alemán, Austrohúngaro y Otomano más Bulgaria, con el apoyo de otros diecisiete estados) y la Entente (una treintena de países que incluía a los imperios Británico, Ruso y Japonés más Francia, Italia, Portugal, EEUU, etc).


El África colonial en 1914/Imagen: Milenioscuro en Wikimedia Commons

Pero los hechos que nos ocupan aquí transcurrieron íntegramente en las colonias, donde von Lettow apenas disponía de dos millares y medio de soldados más otros tantos askaris (tropas indígenas, muy bien instruidas y bien pagadas) y, lo que sería peor, no podría recibir ayuda porque la Royal Navy bloqueaba los puertos. En el otoño de 1917, en un momento crítico, se intentó un abastecimiento mediante un zepelín que despegó de Bulgaria y llegó a Sudán pero tuvo que dar la vuelta al no poder contactar. Tan precaria era la situación que el propio gobernador Heinrich Schnee había solicitado dejar el territorio al margen de la contienda -a lo que Londres se negó- y dio a su comandante la orden de mantenerse a la defensiva.


No era precisamente lo que éste deseaba oir e hizo caso omiso. Por supuesto, asumía que aquel era un frente secundario pero, a la vez, estaba decidido a obligar a los británicos a esforzarse y entretenerles el mayor número posible de efectivos. Las posesiones británicas rodeaban las alemanas por el norte (Uganda y Kenia) y sur (Rodesia), mientras que el Congo Belga lo hacía por el oeste, así que había que enfrentarse al enemigo antes de que tuviera tiempo de organizarse. Paradójicamente, fue éste el que tomó la iniciativa al atacar la Fuerza Expedicionaria de la India la ciudad de Tanga, al norte de Tanganika, en noviembre de 1914. Ninguno de los dos bandos imaginaba que aquella sería la mayor batalla librada en el continente durante la guerra.

Von Lettow apenas pudo trasladar un millar de askaris para reforzar a la solitaria compañía de la guarnición ante ocho mil indios y frenar lo que era un claro intento de conquistar el puerto germano más importante de la colonia, primer paso para invadir ésta aprovechando su debilidad, como pasó en otros sitios (en concreto, Camerún, Togo, Namibia y Nueva Guinea). Sin embargo, aquellas exiguas fuerzas tendieron una emboscada a un enemigo inexperto que había hecho un desembarco a ciegas y avanzaba confiado por la selva. Los askaris, con la anecdótica colaboración de un enjambre de abejas primero y cargando a la bayoneta después, provocaron el caos entre los indios, que sufrieron más de un millar de bajas entre muertos y heridos; pudieron ser muchos más pero Von Lettow les ofreció una rendición honrosa y hasta les prestó asistencia médica. A cambio, obtuvo un rico botín armamentístico.


La batalla de Tanga (Martin Frost)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La primera prueba se había pasado con sobresaliente y a continuación les tocó el turno de jugar a los alemanes atacando primero las líneas ferroviarias y después la ciudad de Jassin, que estaba en Tanganika pero los británicos la habían ocupado para proteger la frontera. Esta vez, von Lettow contaba con superioridad numérica, nueve compañías frente a cuatro, y logró rendir la ciudad en un día. De nuevo hizo alarde de caballerosidad permitiendo marchar a los defensores a cambio de su promesa de no participar más en la guerra; los otros harían gala de una caballerosidad similar (por ejemplo le informaron de que el káiser le había concedido la Cruz de Hierro), algo que parecía sacado directamente del Medievo.

Ahora bien, en Jassin las bajas fueron parejas; 86 muertos y 200 heridos atacantes por 93 fallecidos y 94 heridos defensores, unas cifras que éstos podían permitirse pero los primeros no. Máxime teniendo en cuenta que perdió a 27 oficiales alemanes y que aquella nueva derrota llevara a los británicos a concentrar sus fuerzas para asegurarse la superioridad y facilitar la protección de las posiciones. Así que, en lo sucesivo, von Lettow (que recibió un balazo en un brazo) evitó las batallas campales en favor de aquel tipo de acciones que tan poco le habían gustado cuando estuvo en China: las de guerrilla. Los obvios objetivos inmediatos pasaron a ser los fortines menores, el ferrocarril y las comunicaciones en general.


Paul von Lettow con oficiales y askaris/Imagen: Bundesarchiv, Bild, en Wikimedia Commons

Las tropas alemanas aguijoneaban como avispas aquí y allá, en puntos menores del África Oriental Británica (Kenia, Uganda, Zambia), para forzar al adversario a desviar tropas de Europa hacia allí. Von Lettow aprovechaba su equipo al máximo, aunque recibió askaris de refuerzo hasta sumar catorce mil efectivos junto a la tripulación y cañones del crucero SMS Königsberg, al que la Royal Navy había hundido en el río Rufiji. Pero el comandante germano tenía algo más: el respeto y la admiración de los soldados nativos, al haber aprendido a hablar swahili y nombrar a muchos de ellos oficiales; «todos somos africanos aquí», decía.

En la primavera de 1916, se le confió al general sudafricano Jan Christian Smuts la misión de conquistar el África Oriental Alemana, para lo cual contó con la ayuda belga procedente del vecino Congo; en total, 45.000 hombres que se apoderaron de la colonia teutona, obligando a von Lettow a retirarse, evitando la lucha directa hasta que en un terreno propicio, en Mahiwa, tendió una emboscada a sus perseguidores y les causó casi tres millares de bajas, perdiendo él sólo medio centenar. Sin embargo, los británicos seguían teniendo una superioridad abrumadora y, por contra, los germanos se quedaron sin munición, debiendo continuar la retirada en aquel eterno peregrinar bajo el sol ecuatorial.


Una columna de askaris durante una marcha/Imagen: Bundesarchiv, Bild, en Wikimedia Commons

Pese a todo, el alto mando estaba contento con la actuación de von Lettow, que fue ascendido a general. Eso fue en octubre de 1917; exactamente un mes después, éste se desplazó al sur intentando poner distancia con sus perseguidores y, sin apenas víveres (de ahí el fracaso del mencionado zepelín), cruzó la frontera con Mozambique y atacó a la guarnición portuguesa de Ngomano, donde se reaprovisionó. La captura de un vapor médico le proporcionó también medicinas y la toma de Namakura en el verano de 1918, armas y municiones. De esta manera, pudo volver a pasar la frontera en dirección contraria; su objetivo esta vez era el norte de Rodesia, que asaltó eludiendo el intento de atraparle de los británicos, desesperados por encontrarle.

Fue así cómo capturó la ciudad de Kasama, que cayó el 13 de noviembre. Von Lettow ignoraba que dos días antes se había firmado el armisticio que suponía la rendición de Alemania y el fin de la guerra, por lo que continuó avanzando hacia Katanga. Cuando diez jornadas más tarde llegó al río Chambezi se encontró a los británicos ondeando una bandera blanca e informándole de la noticia. Una vez confirmada, acordó el alto el fuego y recibió la orden de ir a Abercorn (actual Mbala, en el norte de Zambia) para que sus hombres entregaran allí las armas (en su mayor parte arrebatadas al enemigo). Dado que no había perdido ninguna batalla, en la práctica fue más un licenciamiento que una rendición. En ese momento tenía bajo su mando a 30 oficiales alemanes, 125 suboficiales, 1.168 askaris y unos 3.500 porteadores, con los que había mareado a 130 generales británicos, provocándoles cerca de 60.000 bajas en total.


La batalla de Ngomano/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Se había terminado por fin la marcha, tan larga como penosa porque muchos hombres llevaban consigo a sus familias, ya que se evitaba acercarse a los poblados para evitar la tentación de desertar; algo que apenas fue testimonial gracias a que von Lettow les dio el mismo trato que a los blancos. Los alemanes quedaron prisioneros en Dar es Salaam en espera de ser repatriados, tarea en la que su jefe se volcó pero exigiendo el mismo trato para sus askaris, recluidos en Tabora. Él regresó a Alemania en marzo de 1919 y hasta encabezó un desfile por la Puerta de Brandeburgo con sus Schutztruppen vistiendo todavía los andrajosos uniformes que traían de la campaña. Ese mismo año contrajo matrimonio con Martha Wallroth; tuvieron dos hijos y dos hijas.


Von Lettow en 1930 / foto Bundesarchiv, Bild 102-10133 en Wikimedia Commons

Durante la República de Weimar le tentaron con la política pero lo rechazó y prefirió seguir en el ejército, colaborando en la represión de la revuelta espartaquista. Años después tuvo ocasión de conocer personalmente a los mandos británicos a los que se había enfrentado, entablando buena amistad con Jan Smuts. En 1928 cedió por fin y se afilió al DNVP (Partido Nacional del Pueblo de Alemania, de corte conservador), presentándose a las elecciones de 1930. Salió elegido por la Alta Baviera y el propio Hitler le ofreció unirse al movimiento nazi, algo que él rechazó (la leyenda dice que le mandó «a tomar por culo», literalmente; su sobrino declaró décadas después que le parecía creíble, salvo que no habría sido de una forma «tan cortés»).

Esa actitud le hizo sospechoso, por lo que se registró su casa y fue puesto bajo vigilancia. Pero a la vez era tan popular que a sus 68 años le ascendieron a general para asuntos especiales, quizá porque era un cargo honorífico y no le obligaba a un servicio activo del que el régimen prefería tenerlo lejos. De hecho, nunca se incorporó al Partido Nacional-Socialista y tras la Segunda Guerra Mundial, en la que perdió a sus dos hijos varones, quedó en la miseria, dependiendo de lo que le mandaban aquellos ex-enemigos británicos a los que había combatido en África. Luego logró recobrar cierta comodidad y en 1953 fue invitado a visitar la antigua colonia, donde sus veteranos askaris le recibieron con honores, igual que las autoridades británicas.


Falleció en Hamburgo en 1964, a los 94 años de edad, dispensándosele un emotivo funeral por todo lo alto. Poco después, el gobierno alemán aprobó conceder una pensión a los askaris que pudieran demostrar haber estado a sus órdenes; unos presentaron sus documentos, otros los restos del uniforme y algunos se sometieron a una prueba de instrucción que todos aprobaron pese a haber transcurrido cuatro décadas. Una muestra del magnífico entrenamiento que les había dado aquel viejo dinosaurio prusiano ya extinto. No se trata sólo una metáfora; a una especie de iguanodóntido del Jurásico se le ha puesto de nombre Dysalotosaurus lettowvorbecki, por su agilidad para escapar de los depredadores.


Fuentes

My reminiscences of East Africa (Paul Emil von Lettow-Vorbeck)/African Kaiser. General Paul von Lettow-Vorbeck and the Great War in Africa, 1914-1918 (Robert Gaudi)/El sueño de África (Javier Reverte)/When elephants clash. A critical analysis of major general Paul Emil Von Lettow-Vorbeck (Major Thomas A. Crowson)/Guerilla. Colonel von Lettow-Vorbeck and Germany’s East African Empire (Edwin P. Hoyt)/Wikipedia
 


lunes, 28 de marzo de 2022

Caída de Berlín: Los últimos momentos del demente

Las últimas horas de Hitler: el terror a caer en manos de los rusos y el caos de sexo y alcohol de sus fanáticos

Hace 76 años, el Führer entró a su búnker por última vez. Con el Ejército Rojo golpeando la puerta de Berlín, los alemanes se entregaron a “beber y fornicar de un modo indiscriminado”. La boda con Eva Braun y el macabro debate con su entorno de cuál sería la mejor manera de suicidarse
Por Alberto Amato || Infobae





Hitler y Eva Braun dentro del búnker. Dos días antes del suicidio de ambos, se casaron (Getty Images)

Aterrado como un conejo, acosado por sus antiguas presas que ahora eran sus cazadores, sin poder evitar el derrumbe de un imperio que sólo gestó su imaginación, que apuntaba a destruir gran parte del mundo y que casi tiene éxito, Adolf Hitler entró hace hoy setenta y siete años a su formidable bunker amurallado y blindado, que latía en los sótanos de la Cancillería del III Reich que iba a durar mil años.

Jamás iba a salir vivo de allí.

El Ejército Rojo, que empujaba a los invasores de la URSS hacia Alemania desde enero de 1943, después de la batalla de Stalingrado, rondaba ya la periferia de Berlín. Los aliados occidentales, americanos, británicos, franceses, polacos, canadienses, habían acordado ya ceder a los rusos el “honor” de tomar la ciudad capital del Reich, la Berlín que había sido ejemplo multicultural de Europa y ahora estaba en ruinas después de doce años de dominio nazi.

El bunker de Hitler era, en escala, un pequeño barrio berlinés, de treinta ambientes, sistema de ventilación y paredes de hormigón de tres metros de ancho, algunas blindadas. Allí viviría lo último de la jerarquía nazi, los que no habían podido, o no habían querido, escapar del sálvese quien pueda desatado ante la derrota inminente. Quienes huían, lo hacían para caer en manos de los aliados occidentales. Cualquier cosa sería mejor que los rusos, a quienes los alemanes habían provocado cerca de veinte millones de muertos en el transcurso de la guerra.

Hitler deliraba. Pero no era estúpido. Sabía que la guerra estaba perdida, pero insistía ante sus generales en establecer una línea de defensa que permitiera contraatacar y llevar a los rusos de regreso a Moscú. Para eso dispuso que todo varón berlinés que pudiera empuñar un arma, prestara servicio en la defensa de Berlín. Chicos de doce y trece años, ancianos de setenta y más años, todos recibieron un curso rápido de manejo de la “Panzerfaust – Puño blindado”, el lanzagranadas antitanque de la Wehrmacht destinado a frenar el incontenible avance soviético. En Berlín ya no había más hombres entre esa amplia franja de edades: habían caído en combate o estaban a punto de caer en el amplio frente oriental y occidental de la Segunda Guerra.

Hitler quería destruir a Alemania. Primero, para que su país no quedara a merced de los vencedores. Luego, una conducta habitual entre los dictadores, porque creía que su patria no merecía seguir con vida, los alemanes habían traicionado a él y al Reich, sus generales eran incompetentes o, también traidores: el mundo no merecía un genio como el suyo.

La última salida de Hitler del búnker, para saludar a niños de las Juventudes Hitlerianas. En los últimos días, dispuso que todos combatieran contra el Ejército Rojo

En el bunker Hitler tenía su dormitorio, su living room, su sala de mapas y conferencias, su baño privado y un office. En la misma ala tenía su dormitorio Eva Braun, con un baño semi privado. Braun había decidido unir su destino al de aquellos derrotados. Del otro lado del pasillo, que albergaba en uno de sus extremos un salón de conferencias, estaban las oficinas y los dormitorios de Joseph Goebbels, el fanático ministro de propaganda, de su mujer, Magda, acaso enamorada en secreto del Führer, y de los seis hijos del matrimonio, todos con una H como inicial de sus nombres, en honor de Hitler, todos asesinados por sus padres antes de su propio suicidio. Goebbels también tenía una oficina, junto a una sala de primeros auxilios y a la oficina y dormitorios de los médicos. Una puerta unía ese ambiente con la sala de comunicaciones y con el sistema de ventilación de la fortaleza subterránea.

Después de su descenso al bunker, Hitler celebró pocas reuniones en el gran edificio de la Cancillería, blanco de bombardeos y del cañonear de los soviéticos. Los encuentros con sus generales, a los que echó uno a uno, transcurrían en la sala de conferencias del bunker. Cada uno de esos intercambios, que terminaban con un ataque de nervios del Führer, provocaba el éxodo de algún alto jefe de la Wehrmacht.

Hitler quería pelear la guerra solo. Y ganarla. Y sus generales debieron haberlo matado allí mismo. Habían intentado asesinar a Hitler cuarenta y dos veces antes del último gran atentado, el del 20 de julio de 1944, cuando el conde Klaus von Stauffenberg colocó una poderosa bomba a los pies del Führer en su famosa “Guarida del Lobo”, en Rastenburg que entonces era parte de Prusia Oriental.

Aquel intento, un mes y medio después de la invasión en Normandía, tenía un objetivo: liquidar a Hitler y llegar a un acuerdo con los aliados para poner fin a la guerra. Se conoció como “Operación Valkiria”, que fue lo único acertado del operativo: en la mitología germánica, las valkirias eran las encargadas de conducir al más allá a los guerreros muertos.

El atentado falló, sus inspiradores fueron juzgados y colgados, Stauffenberg fue fusilado, a Erwin Rommel lo invitaron cordialmente a suicidarse, y Hitler salió de su guarida con su paranoia agudizada y una desconfianza jamás aplacada en sus jefes militares.

En ese clima de aislamiento, rencores y delirio, Hitler llegó al decisivo mes de abril, con los rusos en los bordes de Berlín. Al bunker llegaban cada vez menos colaboradores, menos estrategas, menos jefes de la Wehrmacht. El 16 de abril, según uno de los registros que sobrevivió a la guerra, Hitler salió de su salón de conferencias a las tres de la mañana, hora en que terminó una reunión iniciada la noche anterior. Se sentó a tomar el té con su mujer y sus secretarias y, a las cinco, recibió un informe telefónico que le reveló que el Ejército rojo, al mando del mariscal Georgui Zhukov, había lanzado una furiosa ofensiva que tenía como destino Berlín. A partir de ese día, el humor de Hitler se tornó irascible, no dormía por las noches. Los pocos jefes militares que lo acompañaban le sugirieron replegarse, retirarse de Berlín, huir, en suma. Hitler se negó. Argumentó que si los rusos cruzaban el río Oder, una especie de frontera entre Polonia y Alemania, su imperio estaba perdido.

Una cena de Adolf Hitler con los pocos oficiales que aún le eran fieles dentro del búnker bajo el Reichstag

Su imperio ya estaba perdido. El 19 de abril los rusos ya habían entrado varios kilómetros en el norte de Berlín. Hitler se quejó de fuertes dolores de cabeza y los médicos le aplicaron una sangría: la extracción de una importante cantidad de sangre destinada, decía entonces la ciencia médica, a tratar diversas enfermedades

Al día siguiente, 20 de abril, Hitler cumplió cincuenta y seis años. Encabezó entonces su último acto público. En los jardines de la Cancillería, a los que daba su bunker subterráneo, recibió el saludo y arengó de paso, a una formación de chicos muy chicos de las Juventudes Hitleristas. Una filmación recuerda aquel acto. Es patético. Hay más determinación en los ojos de esas criaturas inmersas en el fanatismo, que en los ojos del propio Hitler y de los jerarcas que lo acompañan. Hitler está apagado, sombrío, taciturno; sonríe apenas ante la extrema juventud de sus uniformados, le tiembla la mano izquierda, herida en el atentado de julio. Esa fue la última vez que el Führer vio la luz del sol. Por la noche, durante la celebración de su cumpleaños, sus hombres de confianza lo notaron silencioso y escurridizo. Arrastraba los pies.

El 22, durante una reunión con sus jefes militares, cada vez más escasos, los proyectiles rusos, que buscaban hacer blanco en la Cancillería levantaron un poco de polvo en el bunker, o arrastraron hasta allí el polvo de los impactos en el exterior. “¿Tan cerca están los rusos?”, preguntó Hitler con aparente ingenuidad. Le sugieren entonces que debe escapar. Y se niega: “Antes, prefiero meterme un tiro en la cabeza”. El 23 nota, o admite, que gran parte de sus colaboradores lo abandonaron, dejaron ya el bunker. Llama entonces a Heinz Linge, el oficial de las SS que es su ayuda de cámara, jefe de Protocolo y fidelísimo seguidor, para liberarlo de toda responsabilidad: puede irse si quiere. Linge, que tiene treinta y dos años, le dice a su Führer que él se queda allí, hasta el final, pase lo que pase. Hitler le dice entonces que tiene pensado suicidarse junto a Eva Braun. Y que cuando eso suceda, él, Linge, debe rociar sus cadáveres con combustible, que además escasea, y darles fuego: “No permita que bajo ninguna circunstancia, mi cadáver o mis pertenencias caigan en manos de los rusos”. Linge cumplirá con el encargo. Sobrevivió a la guerra y murió en Hamburgo en 1980.

El viernes 27 de abril ordena al oficial Otto Günsche, que movilice a ocho mil de sus soldados para tratar de frenar al Ejército Rojo. En sus últimos días, Hitler se vio confinado a ordenar que se cumplieran sus órdenes. Günsche es el edecán de Hitler, tiene veintiocho años, pertenece al Begleitkommando de las SS y es también asistente personal del Führer. Es un joven oficial también fidelísimo, como Linge, y sincero: le dice a Hitler que sólo tiene disponibles a dos mil soldados, mal equipados y en peores condiciones de combate. Hitler enfurece, grita que todos lo han traicionado. Linge y Günsche, que también sobrevivió a la guerra y murió en Bonn, en 2003, no lo traicionan. Serán testigos del suicidio de Hitler y los encargados de quemar su cuerpo y el de su mujer.

Mientras Hitler habla con su edecán los rusos sobrepasan el cerco defensivo de Berlín, trazado según la línea del metro de la ciudad. Hitler había ordenado abrir las compuertas del río Spree e inundar esos túneles para detener al Ejército Rojo. Tuvo éxito parcial: murieron muchos soldados rusos y gran cantidad de alemanes que habían buscado refugio allí contra los bombardeos.

Otra de las imágenes de Hitler y Eva Braun en el bunker de Berlín (Getty Images)

Ni Berlín, ni Hitler tienen destino. El sábado 28 se entera de la muerte del dictador italiano Benito Mussolini y de su amante, Clara Petacci, junto a otros jerarcas fascistas italianos, todos fusilados y colgados por los pies en lo alto de a viga de una estación de servicio en construcción, en Milán. Hitler sabe que ese, si no otro peor, será su destino si cae en manos soviéticas. Las tropas soviéticas están a dos kilómetros del Reichstag. Hitler destituye entonces al general Félix Steiner, de las Waffen SS, encargado de la defensa de Berlín y lo reemplaza por su par, Rudolf Holste.

También recibe la noticia de una traición, esta sí, una traición grande e inesperada: Heinrich Himmler, el sinuoso jefe de las SS, el hombre encargado impulsar la eficacia de los campos de concentración nazis, aquel que escribía a su mujer y a sus hijos cartas amorosas en las que deslizaba, como si nada: “Mañana tengo que visitar Auschwitz”; Himmler, el sucesor del Führer nombrado por él mismo, busca un acuerdo con los aliados de rendición negociada.

Si alguien no entiende lo que pasa, es Himmler. Los aliados despiden a sus emisarios con desprecio: será rendición incondicional o nada. Hitler estalla de furia, destituye a Himmler, ordena su detención, hace fusilar al general Hermann Fegelein, enlace de Himmler con el bunker y cuñado de Eva Braun, porque lo acusa de estar al tanto de los planes de su jefe. En realidad, no lo fusilan, le disparan por la espalda una ráfaga de ametralladora cuando sale del bunker al aire libre. Himmler se suicidará en Salzburgo, la tierra de Mozart, cuatro semanas después de la derrota.

Hanna Reitsch, una célebre aviadora, piloto de pruebas con grado de capitán, que también sobrevivió a la guerra y murió en Frankfurt en 1979, recordó en sus memorias aquellas terribles horas del 28 de abril: “El bombardeo de la artillería rusa hacía vibrar al bunker. Sabían muy bien adonde estábamos. Y ellos estaban tan cerca que nosotros temíamos que en cualquier momento entraran y nos capturaran”.

Según Reitsch, esa noche, en una escena digna de una opera de Wagner, Hitler reunió a sus colaboradores más íntimos, los pocos que aún quedaban, y mantuvo una animada charla sobre cómo pensaba cada uno que era la mejor manera de suicidarse cuando los soviéticos llegaran a la Cancillería. Entonces se distribuyeron cápsulas de cianuro para quien eligiera morir envenenado.

El momento en que la bandera soviética flameó sobre el Reichstag de Berlín en mayo de 1945 es considerado como el final de la Segunda Guerra Mundial, aunque hubo combates posteriores

Si el ámbito íntimo de Hitler parecía recoleto, en el interior de la Cancillería reinaba el caos y la sinrazón; corrían las botellas de alcohol, el desenfreno y los suicidios masivos de los jerarcas y oficiales de las SS que se veían en manos de los rusos. En las calles de Berlín, los jovencísimos soldados nazis pugnaban por perder su virginidad antes de que les llegara la muerte. Antony Beevor lo describe así en su monumental “Berlín – La caída – 1945″: “La llegada del enemigo a la periferia hizo que los jóvenes soldados se desesperaran por perder la virginidad”. Beevor narra que en la Grossdeutscher Rundfunk, la red nacional de emisoras regionales, y durante la última semana de abril: “Se extendió una verdadera sensación de desmoronamiento que llevó a los empleados a beber desaforadamente y a fornicar de un modo indiscriminado”.

Ya entrada la noche del sábado 28 y las primeras horas del domingo 29, Hitler redacta su testamento político y personal. Se va a casar con Eva Braun de inmediato y ordena que, en medio de ese cataclismo de sangre, cianuro y pólvora, alguien vaya a buscar a un funcionario del registro civil para que célere la boda. Las cosas hay que hacerlas bien.

Llama a su secretaria, Traudl Junge, y le dicta: “Al final de mi vida, he decidido casarme con la mujer que, después de muchos años de verdadera amistad, ha venido a esta ciudad por voluntad propia, cuando ya estaba casi completamente sitiada, para compartir mi destino. Es su deseo morir conmigo como mi esposa. Esto nos compensará por lo que ambos hemos perdido a causa de mi trabajo al servicio de mi pueblo”.

Los jardines afuera del bunker de Hitler en Berlín en 1947 (ADN-ZB/Archiv)

Hitler lega todo lo que tiene al Estado, salvo su colección de pinturas que destina a que se abra una galería de arte en su ciudad natal, Linz. Parece el testamento de un filántropo y no el del hombre que desató la más sangrienta guerra de la historia. Dona varios objetos personales a la madre de Eva Braun, que sería horas más tarde su suegra, y a los hermanos de su mujer lega los derechos de su único libro, “Mein Kampf – Mi Lucha”. Luego dispone su última voluntad: “Mi esposa y yo elegimos la muerte para evitar el deshonor de la derrota o la capitulación. Es nuestro deseo ser incinerados inmediatamente en el lugar donde he hecho la mayor parte de mi trabajo durante el curso de mis doce años de servicio a mi pueblo”.

En la madrugada, Hitler se casa con Eva Braun. Es una ceremonia celebrada en aquel ambiente donde siempre es de noche, donde no llega la luz del sol y donde sus habitantes han perdido acaso la noción del tiempo. Los testigos de la boda son Goebbels y el jefe del partido nazi y secretario de la Cancillería, Martin Bormann. Hitler se presentó vestido de manera impecable y se reunió en el pasillo del bunker con Bormann, el matrimonio Goebbels, las secretarias Junge y Gerda Christian y la cocinera de confianza, Constance Mancialy. Luego llegó la novia, vestida con un elegante traje negro de seda.

Todos entraron en la sala de mapas del bunker, donde les esperaba el sorprendido funcionario del registro civil, Walter Wagner, que no tenía relación alguna con el músico, pero no deja de simbolizar una sorprendente coincidencia. La pareja juró ser de ascendencia aria y carecer de enfermedades hereditarias, como arcaba la ley racial nazi. Se aceptaron como esposos, firmaron el acta, lo hicieron los testigos y el funcionario Wagner. Eva Braun casi firma con su apellido de soltera. Pero tachó la B y firmó como Eva Hitler.

Robert Conrad/Lumabytes 163

Después de la ceremonia, se unieron al grupo los generales Hans Krebs y Wilhelm Burgdorf, los últimos generales que quedaron en el bunker. Llovieron felicitaciones para la pareja, las mujeres besaron en la mejilla a Eva Hitler que pedía, orgullosa: “Por favor, llámenme señora Hitler”. En medio de aquella alegría artificial, con los cañonazos rusos que atronaban la ciudad, con decenas de berlineses que perdían, o habían perdido, su vida, o sus casas, o sus familias; en medio de aquel disparate tendido como un manto para no ver la dura realidad, una mujer se mantuvo aparte: la secretaria de Hitler, Gerda Christie, que no quiso asociarse al festejo. Meses después le diría a uno de los jueces encargados de preparar el juicio de Núremberg: “¿Cómo podía felicitarlos? En realidad, era el día de su muerte. No podía decirles que les deseaba lo mejor, si sabía que en breve estarían muertos. En verdad, aquella era una boda con la muerte.(…) Teníamos champán y yo me bebí tres copas seguidas. Le juro que, después, aquello ya no me parecía un funeral”.

El lunes 30 de abril, el recién casado despertó tarde y asistió a la habitual reunión de guerra. El general Helmut Weidling le informó que los rusos estaban a quinientos metros de la cancillería y que un batallón se aprestaba a asaltar el Reichstag. Era mediodía y la pareja almorzó en silencio un plato de fideos con salsa de tomate. Eva Hitler pretextó poco apetito para levantarse de la mesa, salir a los jardines de la Cancillería y ver el sol por última vez. Después, la pareja decidió encerrarse en el despacho de Hitler.

Robert Conrad/Lumabytes 163

La última persona en ver vivo a Hitler fue su ayudante, el coronel Günsche. Diría luego que a las tres y cuarto de la tarde Hitler estaba apoyado en la mesa de su despacho, frente al retrato de Federico El Grande. Eva Hitler estaba en el baño, dijo Günsche, porque luego de un instante oyó el ruido de la cisterna. Frente a las puertas clausuradas del despacho, los únicos que montaron guardia fueron Günsche y Linge, que tenían una última tarea que cumplir.

A las tres y media, ambos debatieron si se había oído o no un disparo porque era difícil distinguir el sonido de un balazo entre el fragor de la batalla cercana y las paredes amuralladas. Poco antes de las cuatro de la tarde, ambos oficiales de las SS decidieron entrar. Hitler estaba en su sofá, con la cabeza apoyada en el respaldo. Tenía un rictus en la boca, en la que eran detectables restos del fino vidrio de la cápsula de cianuro. También se veía un agujero en la sien derecha. Se había disparado y todavía surgía sangre de la herida. Su mano izquierda aferraba el retrato de su madre y la derecha pendía hacia el suelo, donde había caído la pistola Walther 7.65.

La señora Hitler, que lo había sido por menos de cuarenta horas, estaba descalza, con las piernas recogidas sobre el sofá, también con pequeños fragmentos de cristal en la boca. Tenía la cabeza apoyada en el hombro de su marido.

viernes, 25 de marzo de 2022

Guerra contra la Subversión: Cómo murió el terrorista criminal Walsh

Rodolfo Walsh, 45 años después: la verdadera historia de la muerte de la persona clave del aparato de Inteligencia de Montoneros

El periodista sabía que la dictadura lo seguía de cerca: había adoptado diversos disfraces y vivía en una casa austera en San Vicente, sin agua ni corriente eléctrica; los militares lo llamaban “el fantasma Walsh”
Ceferino Reato
LA NACION

Gracias a la gloriosa Armada Argentina que acabó con este criminal
Un hombre ya bastante calvo y encorvado de cincuenta años, que debía usar gruesas lentes por su miopía, con un aire ausente de profesor de inglés jubilado, era la obsesión del Grupo de Tareas creado por el almirante Emilio Eduardo Massera para luchar contra los montoneros en la Capital y la zona norte del Gran Buenos Aires.

Ese blanco prioritario se llamaba Rodolfo Walsh, que hacia fines de marzo de 1977 había sufrido la caída de varios de sus colaboradores en el servicio de Inteligencia e Informaciones de Montoneros.

Walsh —su nombre de guerra era Esteban— sabía que el enemigo lo seguía de cerca y había elegido un disfraz de docente retirado para guarecerse de la represión en la austera casa que había comprado en una calle de tierra de San Vicente, sin agua corriente ni electricidad, cincuenta y dos kilómetros al sur de Buenos Aires.
Puntilloso en las medidas de seguridad, hasta había desempolvado los documentos falsos a nombre de Norberto Freyre utilizados entre 1956 y 1957 para investigar los fusilamientos que derivaron en su libro Operación Masacre. Con ese nombre, firmó la escritura del inmueble, que compró con dinero de Montoneros o que le prestó su primera mujer, Elina Tejerina, según la fuente que se consulte.

“Walsh era considerado una presa de Inteligencia muy importante; había un esfuerzo muy importante para traerlo a la ESMA e interrogarlo”, recordó el ex montonero Martín Gras, que sobrevivió a las mazmorras del Casino de Oficiales de la ESMA.

A esa altura, los marinos ya sabían que, por ejemplo, Walsh había diseñado nueve meses antes el ataque con una bomba vietnamita contra el comedor de la Policía Federal, en el centro de la ciudad de Buenos Aires, en el que murieron veintitrés personas y hubo ciento diez heridos. Fue el atentado más sangriento de los 70; en realidad, de toda la historia argentina hasta la voladura de la AMIA, en 1994.

También conocían que había participado en otros hechos resonantes, como el secuestro de los hermanos Born: diseñó el plan para capturar a los empresarios —hubo allí dos personas muertas— e interrogó a Jorge Born durante el cautiverio acerca de las relaciones del holding con los militares, los policías, los sindicalistas y la prensa.

Se había convertido en la persona clave del aparato de Inteligencia de Montoneros, en contacto directo con la jefatura del llamado Ejército Montonero y la cúpula nacional de ese grupo guerrillero.

Gras añadió que Walsh “era casi una leyenda para algunos oficiales de inteligencia de la ESMA; lo llamaban ‘El fantasma Walsh’; decían que caminaba disfrazado de cura por las calles de la ciudad para evitar los controles. Es decir, había todo un mito con Rodolfo, un mito bastante real por otro lado”.

En ese sentido, su biógrafo irlandés Michael McCaughan señaló que Walsh “disfrutaba de la intriga y el misterio” que rodeaban su vida de guerrillero y, “antes del golpe de Estado, solía ofrecerse para cumplir tareas de mimetización, lo que implicaba apostarse en un edificio o casa que se usaría para un operativo. El desafío era encontrar un disfraz que le permitiera pasar suficiente tiempo vigilando el lugar sin llamar la atención”.

El disfraz del que más se hablaba dentro y fuera de Montoneros era el de sacerdote, en el que se sentía muy cómodo por su formación católica con las monjas primero italianas y luego irlandesas: sotana, larga cadena terminada en cruz, biblia y sandalias. Y un arma disimulada en el hábito negro.



Una escena posterior al atentado en el comedor de la Policía Federal, en 1976

Unos meses antes de su muerte la cúpula de Montoneros decidió sacarlo del país y llevarlo a Europa, donde planeaba lanzar el Movimiento Peronista Montonero —en abril de 1977, en Roma— rodeados de figuras históricas y de prestigio, de las cuales Walsh sería el nombre más rutilante por su condición de notable periodista y escritor.

Para eso, en febrero ordenaron al periodista Miguel Bonasso que encontrara a Walsh y su pareja, Lilia Ferreyra, y les diera dos pasajes y viáticos para el viaje a Europa.

Bonasso afirmó que estuvo dos meses tratando de encontrarlos y lamentó no haberlo logrado. Su colega Horacio Verbitsky contradijo esa versión: “Yo conozco la historia del otro lado. Rodolfo fue a una cita, varias veces, y no había nadie. Seguramente es así. Algo debe haber pasado”.

¿Cómo fue el último día de Walsh, cuarenta y cinco años atrás?

Al mediodía de aquel viernes fatal, el 25 de marzo de 1977, Esteban salió de su casa ubicada en la calle que hoy lleva su nombre y caminó con su mujer un par de cuadras hasta la vieja estación San Vicente. El Fiat 600 que manejaba su mujer no había querido arrancar.

Llevaba guayabera beige con tres bolsillos, pantalón marrón, zapatos al tono, anteojos de gruesas lentes con armazón de metal dorado, un reloj Omega, bigote finito y un sombrero de paja; su último disfraz.

En el camino, un encuentro inesperado: Victoriano Matute, el dueño de la inmobiliaria que había intervenido en la adquisición de la casa, lo vio y fue a entregarle una copia del boleto de compra venta del inmueble de la calle que en aquel momento era conocida como Triunvirato.

El tren del Ferrocarril Roca estaba por partir; Walsh tenía tres citas agendadas y ya no hacía a tiempo para volver a la vivienda, dejar allí el documento y esperar el próximo tren, que era lo que correspondía para una persona tan focalizada en la seguridad. Guardó el boleto en su portafolios negro, donde ya reposaban los diez sobres con las primeras copias dactilografiadas de su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, que había terminado la noche anterior y pensaba depositar en buzones de la Capital apenas llegaran a Constitución.

Se ubicaron en los últimos asientos de uno de los vagones. Lilia Ferreyra recordó que Walsh estaba de buen humor y que hasta tarareó una chacarera. Hablaron del asado del día siguiente para recibir a su hija Patricia, su yerno Jorge Pinedo, su nieta María Eva y su primer nieto varón, Mariano Esteban, de diecisiete días, a quien aún no conocía.




José María Salgado, Pepe, Sergio o Daniel, el agente de 21 años que colocó la poderosa bomba vietnamita que voló el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal en 1976

Apenas llegaron a Constitución, Esteban buscó un teléfono público y confirmó su cita con José María Pepe Salgado, uno de sus recursos más valiosos en el aparato de Inteligencia de Montoneros, el joven que había colocado la bomba que voló el comedor policial. Walsh, su mentor, no sabía que Salgado había sido capturado por los marinos el 12 de marzo. “La reunión se hace”, le dijo a su mujer, siempre de buen ánimo. Buscó en su portafolios y le dio cinco sobres, que ella enviaría por su lado para acelerar la tarea.

—No te olvides de regar las lechugas —fueron las últimas palabras que Lilia Ferreyra pudo decirle a Esteban. Y vio cómo el escritor, periodista, traductor y oficial de Montoneros le sonrió, acomodó su sombrero de paja y caminó en busca del primer buzón para depositar la primera copia de la carta que se convertiría en uno de sus numerosos legados.

Cuando terminó de enviar los sobres, Esteban Walsh tomó un colectivo y, luego de un breve recorrido, se bajó unas cuadras después del lugar de su primera cita, con su querido Pepe Salgado, para llegar caminando desde una dirección opuesta a la que venía, una elemental medida de seguridad.


La cita con Pepe Salgado sería una caminata de un par de cuadras en las inmediaciones de San Juan y Entre Ríos, que cinco minutos antes de las tres de la tarde era un mundo de gente, como todos los días laborables; muchos de los transeúntes entraban o salían de la estación de la Línea E del Subte, que ahora se llama Entre Ríos - Rodolfo Walsh, a una docena de cuadras del comedor de la Policía Federal.

Pero, esta vez Walsh no pudo mimetizarse entre la gente. Cuando uno de los rotativos, de los marinos que no pertenecía Grupo de Tareas 3.3.2, le gritó “¡Alto, Policía!”, Esteban sacó de su portafolio la pistola Walther, modelo PPK, calibre 22, que su mujer le había regalado para su cumpleaños dos años atrás. La variante más corta de la serie de pistolas semiautomáticas alemanas PP, popularizada por el agente James Bond en sus diecisiete primeras misiones; el arma que uso Adolf Hitler para suicidarse.

No era que pretendía enfrentar con esa pistola al grupo de tareas, que había sido reforzado con más de treinta personas para capturarlo; solo quería provocar un tiroteo mortal para evitar que lo llevaran con vida a la ESMA, ese infierno al que había descripto tan precisamente en un despacho de su Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA), seis meses antes. “Él estaba totalmente dispuesto a no caer vivo porque sabía que con él se iban a ensañar, y a partir de su compromiso político, comprendía el riesgo de su propia muerte”, explicó su mujer.

Los represores que estaban más cerca confundieron el gesto de su mano en el portafolio; creyeron que estaba por tirarles una granada y gritaron ¡Pepa, pepa!, una palabra muy temida por el grupo que habilitó una suerte de fuego libre contra él. La primera andanada no dio en el blanco; Esteban logró realizar algunos disparos y herir incluso a uno de sus enemigos, pero fue rápidamente acribillado a balazos.

“Hoy bajamos a Walsh. Se parapetó atrás de un árbol, y se defendía con un 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta”, le contó el subcomisario Ernesto Weber, 220, a Ricardo Coquet, otro de los guerrilleros secuestrados en la ESMA. Su cuerpo fue llevado allí y permanece desaparecido; por lo que se sabe, unas horas después, fue quemado en el fondo del establecimiento.

Estos fueron los hechos. Luego, vendría el relato oficial, que, por ejemplo, oculta la masacre en el comedor policial y sostiene que Walsh fue asesinado y desaparecido por los militares en represalia por su famosa Carta, donde denuncia las violaciones a los derechos humanos y la política económica de la dictadura; escrito que, en realidad, al momento de su muerte, solo era conocido por él y por su mujer. Como si hubiera sido un defensor de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Todo eso para disimular con un tono épico sus años de combatiente montonero, en los cuales estuvo convencido de que por la revolución socialista o comunista valía la pena morir y también matar.


Zar: Nicolás I, "gendarme de Europa"

"Gendarme de Europa"

Weapons and Warfare


 

Nicolás I (Nikolai I Pavlovich; 6 de julio [OS 25 de junio] de 1796 - 2 de marzo [OS 18 de febrero] de 1855) fue el emperador de Rusia desde 1825 hasta 1855.

También fue rey de Polonia y gran duque de Finlandia. Es mejor conocido como un político conservador cuyo reinado estuvo marcado por la expansión geográfica, la represión de la disidencia, el estancamiento económico, las políticas administrativas deficientes, una burocracia corrupta y guerras frecuentes que culminaron con la desastrosa derrota de Rusia en la Guerra de Crimea de 1853-1856. Su biógrafo Nicholas Riasanovsky dice que Nicholas mostró determinación, unicidad de propósito y una voluntad de hierro, junto con un poderoso sentido del deber y dedicación al trabajo muy duro. Se vio a sí mismo como un soldado, un oficial subalterno totalmente consumido por escupir y pulir. Un hombre guapo, era muy nervioso y agresivo. Formado como ingeniero, era un fanático de los detalles minuciosos. Su reinado tuvo una ideología denominada “Nacionalidad Oficial” que fue proclamada oficialmente en 1833.Fue una política reaccionaria basada en la ortodoxia en la religión, la autocracia en el gobierno y el nacionalismo ruso.

Debido al éxito de la resistencia revolucionaria, Francisco José tuvo que pedir ayuda al “gendarme de Europa” Zar Nicolás I de Rusia en marzo de 1849. Los ejércitos rusos, compuestos por unos 8.000 soldados, invadieron Transilvania el 7 de abril de 1848. Pero como cruzaron los pasos de montaña del sur de los Cárpatos (a lo largo de la frontera de Transilvania y Valaquia), fueron recibidos por un gran ejército revolucionario húngaro dirigido por Józef Bem, un general nacido en Polonia.

Bem había participado en la insurrección polaca de 1830-1831, había estado involucrado en el levantamiento de Viena en 1848 y, finalmente, se convirtió en uno de los principales comandantes del ejército de la República Húngara de 1848-1849. Cuando se encontró con los rusos, Bem los derrotó y los obligó a retirarse de las ciudades de Hermannstadt (ahora Sibiu, Rumania) y Kronstadt (ahora Brașov) en Transilvania, de regreso a las montañas de los Cárpatos del Sur a través del Paso Roterturm hacia Valaquia. Solo 2000 soldados rusos lograron salir de Transilvania y regresar a Valaquia, mientras que los otros 6000 soldados fueron asesinados o capturados por el ejército húngaro. Después de asegurar toda Transilvania, Bem movió su ejército húngaro de 30.000 a 40.000 hombres contra las fuerzas austríacas en el norte de Banat y capturó la ciudad de Temesvár (ahora Timisoara, Rumania).

En junio de 1849, las tropas rusas y austriacas entraron en Hungría superando en gran medida al ejército húngaro. Después de que fracasaran todas las apelaciones a otros estados europeos, Kossuth abdicó el 11 de agosto de 1849 a favor de Artúr Görgey, quien pensó que era el único general capaz de salvar a la nación. Sin embargo, en mayo de 1849, el zar Nicolás I se comprometió a redoblar sus esfuerzos contra el gobierno húngaro. Él y el emperador Francisco José comenzaron a reunir y rearmar un ejército que sería comandado por Anton Vogl, el teniente mariscal de campo austríaco que había participado activamente en la supresión del movimiento de liberación nacional en Galacia en 1848. Pero incluso en esta etapa Vogl estaba ocupado tratando de detener otro levantamiento revolucionario en Galacia. El zar también se estaba preparando para enviar 30.000 soldados rusos de regreso a los Cárpatos orientales desde Polonia.Austria ocupó Galacia y se trasladó a Hungría, independientemente de las fuerzas de Vogl. El 13 de agosto, después de varias amargas derrotas en una situación desesperada, Görgey firmó una rendición en Világos (ahora Şiria, Rumania) a los rusos, quienes entregaron el ejército a los austriacos.

jueves, 24 de marzo de 2022

PGM: El desastre de Caporetto

Caporetto 1917: el Ejército italiano frente al desastre

Esta contienda olvidada fue una de las más decisivas y relevantes del frente italo-austrohúngaro en la I Guerra Mundial


Ilustración de Erwin Rommel y tropas del Batallón de Wurtemberg en Caporetto. ©Pablo Outeiral/Desperta Ferro Ediciones

Javier Veramendi B. Despera Ferro ediciones

La Razón

Había llovido durante los días anteriores y seguía haciéndolo cuando, a las 2.00 horas de la madrugada la artillería austrohúngara iluminó los valles y laderas de los Alpes julianos con el fogonazo de sus piezas de artillería. Primero dispararon proyectiles con gas contra las baterías italianas, que contestaron débilmente hasta que el arma insidiosa acabó con los soldados que las servían; y luego, a las 6.30, tras una pausa de dos horas, los artilleros del emperador Carlos I y sus aliados alemanes atacaron con metralla y explosivos las trincheras y los refugios en los que se protegían los soldados del Segundo Ejército italiano.

Uno de ellos se llamaba Carlo Emilio Gadda, teniente en el 5.º Regimiento de alpini –tropas de montaña de élite–, que aquel día se hallaba en lo alto de un pico con un destacamento de treinta hombres. Durante la jornada anterior había podido ver las posiciones de la brigada que, delante de su reducto, se desplegaba en primera línea, pero aquella madrugada, nada. Tras el bombardeo se hizo el silencio. ¿Habrían resistido sus compañeros? ¿Habrían combatido al menos?

Rodeando a los alpini

La de Caporetto [Kobarid, Eslovenia] fue la batalla más importante del frente italo-austrohúngaro, uno de los escenarios olvidados de la Primera Guerra Mundial. En los poco más de dos años que siguieron a su entrada en la contienda, los italianos habían conseguido capturar el valle del río Isonzo [Soca, Eslovenia], la localidad de Gorizia, media meseta del Carso y algunas crestas en los Alpes julianos, pero para ello habían necesitado once sangrientas ofensivas, conocidas como las once batallas del Isonzo.



Todo cambió el 24 de octubre de 1917 cuando, apoyados por un contingente de siete divisiones alemanas, los austrohúngaros desencadenaron un ataque que no tenía, a priori, más objetivo que recuperar la frontera. Sin embargo, el frente enemigo se quebró enseguida. Mientras por el norte la 22.ª División de Fusileros austriaca se adentraba hacia el oeste por Zaga desde Bovec, la 12.ª División alemana recorrió el valle del río Isonzo desde el sur, aislando por completo a los defensores italianos sobre los macizos montañosos de su orilla este. Apenas habían pasado veinticuatro horas desde el inicio del ataque cuando los jefes militares de las Potencias Centrales comprendieron que se podía ir mucho más allá de lo previsto. Primero sería la línea del río Tagliamento, pero la ofensiva no perdería su impulso hasta el río Piave, justo al norte de Venecia.

Mientras se hundían una tras otra las posiciones italianas, el teniente Gadda siguió en lo alto de su pico rocoso a la espera de información, órdenes, lo que fuera. Finalmente habían abierto fuego las ametralladoras propias, pero en medio de la niebla no se había atrevido a ordenar que abrieran fuego los tiradores de su destacamento por miedo a alcanzar a sus propios compañeros. Mientras las sombras difusas –amigos en retirada o enemigos infiltrándose– deambulaban cerca de su olvidada posición como fantasmas, Gadda y los suyos esperaron. A media tarde el tiroteo se extendió hasta el valle del río, desde donde también ascendió hasta ellos el ruido de las explosiones. Los alpini se dieron cuenta de inmediato de que estaban rodeados.

Habían abierto fuego por fin y apenas les quedaba munición cuando, a las 3.00 horas del 25 de octubre llegó la ansiada orden de retirada, pero para entonces el enemigo ya había tomado Caporetto y ascendía las montañas hacia el oeste. Gadda trató de dirigir la retirada de los hombres bajo su mando, que gracias a la llegada de refugiados de otras posiciones ascendía a un centenar, pero al final, como otros muchos miles de compañeros, incapaces de cruzar el río, acabaron rindiéndose.

El «desastre» de Caporetto, nombre que recibió esta acción después de la guerra (inicialmente conocida como ofensiva Isonzo-Piave) provocó la sustitución del general Cadorna, comandante en jefe italiano, por el general Diaz, y llevó a la caída del Gobierno. Durante la retirada se perdió casi por completo el Segundo Ejército y sesenta mil hombres fueron capturados en la bolsa de Codroipo. Todo ello ha llevado a un intenso debate en la historiografía italiana, que todavía a día de hoy discute si se trató de una sconfitta, pérdida parcial y no definitiva; o de una disfatta, derrumbe incontrolado y total, irreversible.

«La mattina del cinque d’agosto / si muovevan le truppe italiane / per Gorizia, le terre lontane / e dolente ognun si partì […]» Así inicia sus compases una canción antibelicista nacida en torno al frente del Isonzo, que fue escenario de uno de los odios más tenaces de la Primera Guerra Mundial. Aunque ambos eran miembros de la Triple Alianza de preguerra, Italia tenía demasiadas cuentas pendientes con el Imperio austrohúngaro, sobre todo en torno a la cuestión de los territorios irredentos, aquellos que, tras la unificación y la expulsión de la Monarquía Dual de la península, aún quedaban por conquistar, fundamentalmente el Trentino, Trieste y algunas zonas de la costa dálmata. «Son cabezas de buitre que vomitan la carne de sus víctimas», escribiría uno de los líderes del irredentismo, el poeta d’Annunzio, sobre el águila bicéfala austrohúngara. Así, Italia no solo se negó a apoyar a sus aliados al estallar la contienda, sino que acabó por entrar en guerra del lado de la Entente en mayo de 1915 con la intención de recuperar los territorios irredentos. Para ello, su plan era lanzar una gran ofensiva que llevara a conquistar Gorizia, «maledetta» según la canción, y Trieste, para luego penetrar por la llamada brecha de Liubliana y alcanzar Viena, una ruta que habían tomado muchos ejércitos invasores pero que el italiano no fue capaz de seguir.

Para saber más

«Caporetto 1917»

Desperta Ferro Ediciones, Nº 37,

68 páginas, 7 €



miércoles, 23 de marzo de 2022

Argentina: Fotos históricas argentinas colorizadas

Fotos históricas argentinas colorizadas


 


Mujer ona en Tierra del Fuego

Estadio Newell's Old Boys junto a Guillermo Barbieri y Ángel Domingo Riverol, dos de sus queridas escobas, y el periodista rosarino Justo Palacios alias " El Pollo". Año 1930.


Mar del Plata


Parece una imagen típica del «Far West», sin embargo, es de acá nomás. Según el archivo de AGN, se trata de un comisario de campaña (1), un sub-comisario (2), un agente de investigaciones (3) y un cabo de la policía (4), luego de haber capturado a un supuesto criminal (5). Agrega que esto sucedió en la localidad de Maipú, provincia de Buenos Aires, en el año 1910.
Documento Fotográfico. Caras y Caretas. Inventario 372033.

Entre los años 1905 y 1920 una de las atracciones que brindaba Mar del Plata era el paseo en camello. Estos fueron traídos por los inmigrantes para trabajo agrícola. Al no servir para esto, se los utilizo para pasear a la gente en la zona de Playa Bristol. Debido al olor nauseabundo que estos dejaban fueron desapareciendo.

Me encanta esta fotografía del AGN que muestra un día de recreo nada menos que en la Isla Maciel -¿quién se atrevería hoy?-, durante el verano de 1917. El mundo, o por lo menos buena parte de Europa, estaba ensangrentada por la guerra, y la Argentina parecía un paraíso muy alejado del fantasma del hambre, de los cañones y las bombas. . .


Esquina de Primera Junta y 25 de Mayo, San Isidro Año: 1866

Otra fotografía policial argentina. Esta vez se trata de un subcomisario del Territorio Nacional de La Pampa, un tal Felipe F. de Lara, y un subalterno, que custodian a los tres sospechosos que aparecen en el centro de la fotografía. Año 1921. Archivo: AGN - Documento Fotográfico. Caras y Caretas. Inventario 405641.


Año 1883. Peones de estancia. Baradero. Buenos Aires.


Plaza de Mayo a la altura de Casa de Gobierno, c. 1930. Foto: AGN

martes, 22 de marzo de 2022

Guerra civil yugoslava: Los voluntarios que actuaron en Croacia

Internacionalistas en Yugoslavia: Voluntarios Extranjeros en Croacia, 1991-1995.




Desde el apoyo brindado por Lord Byron a los insurgentes griegos que se rebelaron contra los otomanos para obtener su independencia, las guerras de liberación nacional en Europa siempre han conocido su avalancha de voluntarios extranjeros que acudieron en ayuda de la libertad amenazada. A partir del siglo XX, este voluntariado adquiere también una dimensión ideológica simbolizada por la formación de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil Española entre 1936 y 1938. El último conflicto bélico en suelo europeo, el que ensangrentó Yugoslavia en la década de 1990, tiene tanto un componente nacional e ideológico propicio para la llegada de voluntarios de todo el mundo. Así es como unos 2.000 voluntarios musulmanes y no musulmanes participan en Armija BiH, elejército del gobierno de Bosnia y Herzegovina mientras que rusos, ucranianos, rumanos y griegos se unen al ejército serbio y especialmente a las tropas de la República Serbia de Bosnia.

Croacia no atrae a más voluntarios que sus adversarios, pero a menudo se los describe como mercenarios o activistas de extrema derecha. Es evidente que los antiguos voluntarios de las fuerzas croatas rechazan estos adjetivos y se definen ante todo como soldados al servicio de la independencia y la libertad del pueblo croata. Al final, casi 500 voluntarios extranjeros provenientes de 35 países habrían luchado en las formaciones croatas, ya sea la Guardia Nacional Croata (ZNG), el ejército croata (HV), la Liga de Defensa Croata (HOS), la Fuerza de Defensa Croata ( HVO) luego desde 1992 en las fuerzas croatas desplegadas en Bosnia.

Lejos de condenas y disculpas, estudiar a los voluntarios extranjeros en Croacia puede ayudar a comprender mejor un fenómeno militar, original pero muy presente en todos los conflictos, el voluntariado.



David FRANCOIS || L'autre cote de la colline





Llegada a Croacia.

En 1989, la erosión del titoísmo en la Yugoslavia socialista permitió el surgimiento de formaciones políticas nacionalistas en las distintas repúblicas, especialmente en Croacia. En mayo de 1990 se celebraron las primeras elecciones libres en Eslovenia y Croacia a pesar de la hostilidad del poder central yugoslavo donde dominaban los serbios. La victoria del partido nacionalista de Franjo Tudjman preocupa en Belgrado. El 19 de mayo, durante un referéndum, los croatas votaron por la independencia, que se hizo oficial el 25 de junio, día en que Eslovenia también proclamó su independencia.

El ascenso del nacionalismo croata solo puede preocupar a la minoría serbia en Croacia, una minoría particularmente grande en la región de Krajina. Los serbios de Croacia proclaman entonces unilateralmente su autonomía e inician acciones militares contra las autoridades croatas. En agosto de 1990, para impedir la celebración de un referéndum organizado por esta minoría, la policía croata intervino para interrumpir la votación. En respuesta, los serbios bloquean las carreteras antes de proclamar la independencia de la República de Krajina. El gobierno croata obviamente no puede aceptar esta secesión y Tudjman decide establecer una fuerza armada croata, la Guardia Nacional.

El Ejército Popular Yugoslavo, donde dominan los serbios tras la salida de croatas y eslovenos, quiere oponerse por la fuerza a la desintegración de la Federación Yugoslava. Después de un breve conflicto a finales de junio y principios de julio, abandonó Eslovenia. Pero, con el apoyo de los serbios de Croacia, el ejército yugoslavo avanza en territorio croata. Gracias a su superioridad en armamento y equipo, asedió rápidamente las ciudades croatas. En agosto de 1991 comenzó así el asedio de Vukovar mientras el frente se acercaba a las localidades de Osijek y Vinkovci. El 5 de octubre, el presidente Tudjman llamó a toda la población a movilizarse contra la agresión serbia mientras comenzaba el sitio de Dubrovnik en la costa dálmata.

Es innegable que en estos momentos la guerra de Croacia estimula el activismo de una franja de extrema derecha que quiere ir a luchar a los Balcanes. El compromiso militar no es nada nuevo en esta área del espectro político. En efecto, en los años 80, en Líbano, los activistas participaron en las milicias cristianas, pero también en Birmania con la minoría católica karen en rebelión contra el gobierno budista, en Angola en las filas de la UNITA que lucha contra el régimen marxista apoyado a través de Cuba, algunos incluso fueron a Afganistán para apoyar a los muyahidines contra los soviéticos.

Los primeros voluntarios de este movimiento llegaron a Croacia en el verano de 1991 cuando organizaciones humanitarias vinculadas a la extrema derecha o al mundo católico organizaron caravanas para acudir en ayuda de la población croata. Algunos de los guías decidieron quedarse en el país para incorporarse a las distintas milicias que surgieron entonces. Entonces, según la revista antifascista REFLEXes 1, a fines de 1991, a estos primeros voluntarios se unieron los recién llegados de la región de Rhône-Alpes y de la región de Niza que se unieron a la Legión Negra Croata en Mladen. Su punto en común es ser miembro de la organización neofascista Nouvelle Resistance. Pero estos franceses, que cuentan en sus filas con exparacaidistas y un excombatiente angoleño de la UNITA, sólo se quedan en Croacia unos meses.

Según la misma fuente 2 , en noviembre de 1991, Michel Faci y Nicolas Peucelle viajaron a Croacia y entraron en contacto con el Partido Popular Croata, una organización que afirma tener herencia ustacha 3 . Este partido tiene una rama armada, la Fuerza de Defensa de Croacia (HOS) en la que están comprometidos los dos franceses que son enviados con otros compatriotas a Vinkovci en una unidad, la brigada Cóndor, que cuenta con entre 60 y 90 combatientes, incluidos alemanes, austriacos. , belgas y británicos. Dentro de esta unidad Faci creó un grupo especial al que llamó Jacques Doriot 4 . Faci participó en los combates a finales de 1991 y a principios de 1992 regresó a Francia antes de regresar a Croacia, donde resultó herido en diciembre de 1992.

Los canales de participación en Croacia son diversos. A diferencia de las Brigadas Internacionales en 1936 o la organización Mahal para las fuerzas armadas israelíes, no existen estructuras dedicadas a reclutar voluntarios extranjeros para Croacia. Para alistarse, estos últimos deben unirse al cuartel general del ejército croata en Zagreb o unirse directamente a una unidad en el frente. Al comienzo del conflicto, los croatas no esperaban la llegada de voluntarios extranjeros y no sabían qué hacer con ellos. Los primeros compromisos se hacen en la improvisación. El británico Steve Gaunt, que llega a Zagreb, se cruza en la calle con una milicia armada e informa a los sorprendidos milicianos de su intención de unirse a ellos. L'el ex oficial estadounidense Rob Krott cuando a su llegada a Zagreb busca la sede de la brigada internacional que no puede encontrar ya que esta última no existe5 . Por lo tanto, es el azar lo que más a menudo preside la incorporación de voluntarios a determinadas formaciones más que un conocimiento detallado de la política croata. El cuartel general de la HOS, la formación militar del Partido ultranacionalista croata, estando cerca de la estación de Zagreb, recluta por eso a muchos voluntarios que desembarcan en tren y que desconocen el color político de la formación donde se involucran.

Un último medio de unirse al frente croata es mediante la participación en unidades reclutadas directamente en el extranjero. La primera de estas unidades está formada por holandeses. En 1991, la Nederland Kroatische Werkgemeenschap (comunidad obrera croata-holandesa), una organización de derecha, publicó un anuncio en la prensa para reclutar voluntarios con la única condición de que tuvieran al menos 14 meses de experiencia militar. Los 32 voluntarios que se presentaron fueron luego llevados a Croacia en autobús. Llegan a mediados de septiembre para formar el núcleo de la primera unidad de voluntarios holandeses dirigida por un oficial, Johannes Tilder, que posteriormente será capturado por los serbios y morirá en cautiverio. En diciembre de 1992, la revista estadounidenseSoldier of Fortune , envía un equipo de 8 soldados para entrenar a las tropas croatas en Bosnia Occidental. Entre ellos se encuentra el editor de la revista, un ex teniente coronel, así como un veterano de las fuerzas especiales de Rhodesia .


 
La ofensiva del ejército yugoslavo en Croacia en 1991 (fuente wikipedia)


Los combates en Croacia.

Estos primeros voluntarios participaron en la defensa de la ciudad sitiada de Vukovar en los primeros meses de la guerra, mientras que otros se encontraron en Eslavonia Oriental o en Krajina. Fue dentro del HVO donde se formó una primera unidad específicamente internacional a finales de 1991. Debe su nacimiento a un personaje extraordinario, Eduardo Flores 8. Nacido en Bolivia de madre española y padre húngaro, este último creció detrás de la Cortina de Hierro en Budapest, donde militó en las Juventudes Comunistas. En 1988 Flores comenzó a trabajar como periodista en un periódico de derecha en Barcelona. Para este periódico cubre en particular los acontecimientos en Hungría pero también en la vecina Eslovenia. A fines de agosto de 1991 viajó a Croacia y se unió al HVO. Luego se encontró alojado cerca de la frontera serbia con un estadounidense de origen croata, Johnny Kosic, y un miembro de la minoría húngara en Croacia para fundar una brigada internacional. El 3 de octubre, esta brigada fue reconocida oficialmente por el gobierno croata. Se está desarrollando rápidamente y acoge a voluntarios de diversos orígenes y especialidades, como un francotirador portugués,español especialista en explosivos y exmiembro galés de la Legión Extranjera.

  T55 del eEjército croata en acción (fuente: wikipedia)


El francés Gaston Besson, buscador de oro en Guyana a la edad de 16 años y luego luchador entre los Karen, es un hombre errante cuando parte a luchar en Croacia en noviembre de 1991 para permanecer allí hasta febrero de 1993. Se encuentra inicialmente en Vinkovci para hacer un reporte. La ciudad está entonces a punto de caer en manos de los serbios mientras los milicianos croatas, que no tienen experiencia militar, son hechos pedazos. Besson, con su experiencia militar, se unió a los comandos del 6º batallón de las HOS para participar en los ataques contra los serbios. Participó en los violentos combates de finales de 1991 y el grupo de 12 hombres que comandaba fue diezmado a principios de 1992 durante un operativo nocturno: sólo quedaron dos supervivientes 9 .

Para aliviar la presión serbia, las fuerzas croatas lanzaron un contraataque en noviembre de 1991 que permitió avanzar 270 km entre las montañas de Bilogora y Papuk. Mientras tanto, la situación se deteriora en Vukovar y la ciudad cae el 18 de noviembre después de tres meses de asedio. Jean-Michel Nicollier, un voluntario francés que se fue a luchar sin ninguna motivación política declarada sino por gusto por la aventura, se encuentra entre los asediados. Fue herido durante la defensa de la ciudad y luego cayó en manos de los serbios después de la rendición. Luego fue trasladado al hospital de la ciudad donde fue filmado por un equipo de televisión extranjero antes de ser evacuado con otros heridos y ejecutado sumariamente en la llanura de Ovcara. En diciembre de 1991, los croatas reanudaron la ofensiva durante laOperación Orkan y reocupación de casi 1440 km². Pero el 3 de enero se concluyó un alto el fuego bajo los auspicios de la comunidad internacional, mientras que el 15 de enero Croacia fue reconocida oficialmente como estado independiente por la Unión Europea. La UNPROFOR luego se trasladó a Croacia para interponerse entre los adversarios mientras el ejército yugoslavo se retiraba a Bosnia.

 
Jean-Michel Nicollier, preso en el hospital de Vukovar poco antes de su ejecución (fuente: croatia.org.).


A principios de 1992, el presidente croata, Franjo Tudjman, deseaba recibir apoyo de Occidente para reconstruir su país. Para dar garantías sobre el anclaje democrático y europeo de Croacia, decide depurar las fuerzas armadas de los grupos abiertamente neofascistas. En febrero de 1992, el líder del Partido Popular Croata fue acusado de terrorismo y sus lugartenientes fueron detenidos. Gaston Besson, todavía soldado de las HOS, dice que después de los duros combates de noviembre y diciembre de 1991, las autoridades lanzaron la ofensiva contra las HOS. Este último recibió entonces menos armas mientras que su sede en Zagreb fue víctima de una explosión. Cuando el HOS se disolvió, los voluntarios fueron transferidos a la Guardia Nacional Croata (HVO).

El final de la guerra en Croacia con el alto el fuego a principios de 1992 marcó un punto de inflexión para los voluntarios extranjeros. En un país en proceso de normalización, cada vez tienen menos espacio. No debemos olvidar tampoco la desconfianza de que son objeto por parte de las autoridades croatas. En la primavera de 1992, el mando del ejército exigió su desmovilización sin excepción y trató de deshacerse de ellos. Para estos soldados, ex ejecutivos del ejército yugoslavo, los voluntarios no son más que mercenarios de la peor calaña. Por lo tanto, muchos de ellos son desmovilizados y regresan a sus hogares.


La guerra continúa en Bosnia y Herzegovina.

Pero la ex Yugoslavia no ha terminado con la guerra. El conflicto se extendió de hecho a partir de 1992 en Bosnia-Herzegovina cuando esta República proclamó su independencia en mayo.En esta región la lucha se libra entre tres bandos: bosnios musulmanes, croatas católicos y serbios ortodoxos. Si los dos primeros grupos oscilan entre las hostilidades entre ellos y la alianza, el adversario irreductible sigue siendo la minoría serbia que vuelve a recibir el apoyo de la Federación Yugoslava encabezada por Slobodan Milosevic. Algunos de los voluntarios extranjeros que lucharon en las fuerzas croatas se unen a este nuevo frente para luchar dentro de las unidades paramilitares croatas en el corredor de Posavina, al norte alrededor de Donji Vakuf, en el centro de Bosnia y al sur en Herzegovina.Sirven principalmente como infantería o en fuerzas especiales, mientras que unos pocos son instructores de las tropas croatas.


 
Voluntarios británicos (fuentes: USDDR.org)


En junio de 1992, la unidad internacional de Flores se fusionó con la Brigada Bosnia 108 que ya contaba con un grupo integrado por alemanes, ingleses, canadienses y franceses. Esta brigada, que habría sido comandada por un veterano parisino de Birmania, se encargó de cortar las líneas de suministro serbias en Markovic Plje y abrir un paso entre Croacia y Bosnia. Pero frente a fuerzas armadas más grandes y mejores, solo pudieron retrasar el avance serbio. Entre esta brigada se encuentra otro francés comprometido en Croacia al frente de Noska antes de unirse en enero de 1992 a la brigada internacional de Flores en Osijek. En marzo partió hacia Bosnia donde formó una unidad formada por bosniocroatas. En abril este grupo luchó frente a Brcko en el norte del país. En'Este voluntario francés se unió a la Brigada 108 antes de ser asesinado el 26 de diciembre de 1992 cerca de Markovic Polje.

En marzo de 1992, Gaston Besson, que estaba en Zagreb, recibió el mando de una unidad especial, los Boinas Verdes, que fueron a Herzegovina. Allí comanda una sección de 30 hombres, la mayoría de los cuales son croatas llegados de Estados Unidos, Australia e incluso Francia. Solo hay tres verdaderos extranjeros presentes: un holandés, un inglés y un ex sargento francés de la Legión. Para Besson, los voluntarios que conoció entre 1991 y 1994 eran a menudo ex soldados, incluidos muchos legionarios. Políticamente se encuentra con hombres de derecha y de izquierda, pero muy pocos neonazis. Si se encuentra con unos 500 extranjeros, calcula que solo hay unos sesenta de forma permanente en el frente. Al final, la imagen que da del voluntario extranjero es la deun treintañero que solo se queda en el frente dos o tres meses10 _

Las guerras en la antigua Yugoslavia fueron también la ocasión de multitud de exacciones y persecuciones contra las poblaciones, reapareciendo así los crímenes de guerra en el continente europeo. No es fácil determinar el papel de los voluntarios extranjeros en estos delitos. En Holanda, 13 exvoluntarios fueron sospechosos de crímenes de guerra mientras que el sueco Jackie Arklöv está condenado en su país por crímenes de guerra cometidos en Bosnia. Gaston Besson admite haber ejecutado a dos prisioneros serbios, también presenció ejecuciones y afirma que en cada campo la costumbre era acabar con los enemigos heridos. Incluso admite haber disparado contra los cascos azules cerca de Mostar para que se fueran y así reanudar la lucha contra los serbios.

¿Quiénes son los voluntarios extranjeros?

Las motivaciones para irse a luchar en la antigua Yugoslavia y unirse a las fuerzas croatas son difíciles de establecer. Hay casi tantas razones para involucrarse como voluntarios, ya que esta decisión es tan cargada de significado y se toma en la intimidad de un viaje personal lejos de las justificaciones que se forjan a posteriori. Angustia, ociosidad, problemas con la justicia, tantos motivos que nada tienen que ver con los motivos del conflicto yugoslavo pero que empujan a los jóvenes, la mayoría de los voluntarios son jóvenes, solteros, veinteañeros o treintañeros, a dejarlo todo y tomar el tren a Zagreb.

 
Voluntarios en la Brigada 108 (fuente: USDDR.org)

Las razones ideológicas también se mezclan regularmente con motivos personales. De hecho, muchos voluntarios desean luchar contra el comunismo que asimilan a los serbios. Estos idealistas quieren formar parte de un linaje que se remonta a 1917, en nombre de una defensa de Occidente frente a una Federación Yugoslava considerada el último bastión comunista de Europa. El recuerdo de los Ustashas no está ausente en esta mitología que olvida que Milosevic no es Tito y que los serbios son entonces tan nacionalistas como los croatas. Para algunos se trata también de defender la fe católica frente a la ortodoxia.

Esto no quiere decir que todos los voluntarios se definan por su pertenencia a la derecha. Algunos, como el francés Jean-Michel Nicollier, no tienen compromisos políticos reales mientras que Gaston Besson dice ser anarquista y los británicos son laboristas. Los voluntarios son deliberadamente parte del legado de las Brigadas Internacionales de la Guerra Civil Española. En la película autobiográfica "Chico" el espectador puede leer en los muros de un pueblo croata en ruinas la consigna No Pasaran mientras el héroe Eduardo Flores, de familia comunista, habla a sus hombres sobre las Brigadas Internacionales y cita discursos de la Pasionaria 11 .

Una razón que a menudo dan muchos voluntarios para justificar su enfoque es su indignación ante la indiferencia de la comunidad internacional ante la guerra en Croacia. Besson, quien primero viajó a Croacia como reportero gráfico, dijo que estaba indignado por la tragedia que se desarrollaba en el corazón de Europa y decidió tomar las armas. Para estos voluntarios su compromiso es una forma de resarcir lo que creen que es la cobardía de su país que abandona en la destrucción a una pequeña nación que lucha por su libertad.

Si las motivaciones para alistarse en las fuerzas croatas son diversas, los voluntarios tienen una cosa en común, una atracción por los militares. Muchos voluntarios franceses, británicos u holandeses tienen experiencia militar, mientras que la mayoría de los estadounidenses son ex soldados. Así, en Croacia se dan cita en Croacia exmiembros de la Guerra del Golfo, la guerrilla Karen, desertores del ejército británico y la Legión Extranjera, todos deseosos de participar en una guerra real. Los que no tienen experiencia militar suelen provenir de familias con tradición militar o han intentado alistarse en el pasado.

Una vez en Croacia, los voluntarios naturalmente tienden a reagruparse alrededor de los primeros en llegar. Cuando es posible, también buscan servir en grupos lingüísticamente homogéneos, lo que facilita tanto la comunicación como el mando. En algunas regiones donde el número de voluntarios es alto, como Eslavonia Oriental o Posavina, los extranjeros comandan pequeñas unidades internacionales como Eduardo Flores. En Bosnia Occidental, un grupo de 17 voluntarios noruegos y suecos forman un pelotón llamado Viking dentro de una brigada HVO. A menudo, los voluntarios llevan insignias de boina o insignias específicas del ejército de los países de los que provienen y que los identifican frente a los demás.


 
Un tanque serbio destruido (fuente wikipedia)

Pero los voluntarios también buscan integrarse en su nuevo entorno. Muchos eligen la unidad en la que van a servir y no dudan en pasar de una formación a otra para encontrar aquella en la que mejor puedan integrarse. Muchos voluntarios también se esfuerzan por aprender croata y parece que los holandeses son los más dotados en este aprendizaje, desempeñando posteriormente el papel de mediador entre los croatas y los voluntarios.

El papel militar de los voluntarios en el transcurso del conflicto es mínimo. Si a menudo se les considera soldados de élite y participan en las misiones más peligrosas, incluidas las incursiones tras las líneas enemigas, son solo un puñado en un conflicto que involucra a decenas de miles de hombres. Algunos voluntarios son útiles por su experiencia en asuntos militares como Willy Van Noort, ex coronel del ejército holandés, que entrena a muchas unidades croatas. Pero la presencia de voluntarios juega un papel importante en el mantenimiento de la moral de los combatientes croatas. A menudo se sienten aislados y abandonados por el resto del mundo. La presencia de extraños a su lado atenúa este sentimiento ya que demuestran que el mundo norecuerda lo que está pasando en Croacia.

Esta beca juega un papel crucial en el compromiso continuo de los voluntarios. Gaston Besson subraya que dentro de las unidades del HOS luchó junto a los croatas pero también a los serbios y bosnios 13 . Es la solidaridad con este último lo que lo impulsa a él y a otros voluntarios a unirse a ellos en Bosnia cuando estalla la guerra allí. El compañerismo parece ser más importante que la política o la ideología al participar en tal o cual unidad.

Si la sed de acción se aprecia en la primera línea, lo más frecuente es que se traduzca en abuso de alcohol y peleas. Algunos voluntarios no dudan en participar en saqueos. Es imposible determinar si esta violencia es el resultado del embrutecimiento, una consecuencia de la guerra o de temperamentos criminales presentes antes de la guerra. Estos comportamientos obviamente empañan la imagen de los voluntarios entre la población pero también la de las autoridades militares que luego deciden, con la ayuda de voluntarios de confianza, examinar a los recién llegados. Algunos retratos de voluntarios son particularmente oscuros sin que sea posible determinar si constituyen excepciones o, por el contrario, arquetipos.Rob Krott describe así a muchos voluntarios como alcohólicos, drogadictos, psicópatas, individuos socialmente inadaptados. Él y algunos voluntarios están tan asqueados o asustados por el comportamiento de otros extranjeros que prefieren luchar en unidades regulares del ejército croata. Las autoridades despiden rápidamente a los disruptores o los envían a unirse al HVO en Bosnia.14 _ Es cierto que los croatas nunca han organizado un filtrado severo entre los extranjeros ni han puesto en marcha unidades específicas con una rigurosa supervisión y disciplina. Rápidamente buscan frenar la llegada de nuevos voluntarios y deshacerse de los que se involucraron en la confusión de los primeros meses del conflicto.


La posguerra.

La mayoría de los voluntarios regresaron a sus países después de que terminaron las guerras en la ex Yugoslavia. Algunos se quedan en Croacia y se casan con mujeres croatas, otros, un puñado, van a luchar a otras partes del mundo. Los voluntarios que regresan a su país tienen destinos trágicos. El británico Simon Hutt, que perdió una pierna en combate, cae en las drogas y la delincuencia y acaba en prisión. El boliviano Eduardo Flores fue asesinado por la policía de su país en 2009 por planear el asesinato del presidente Evo Morales. El sueco Jackie Arklöv es condenado a cadena perpetua por el asesinato de dos policías durante un robo en 1999 15. Son casos aislados y ya no se habla de la gran mayoría de los antiguos voluntarios que regresan, reinsertándose los veteranos lo mejor que pueden en sus sociedades de origen.

 
Ceremonia de conmemoración del USDDR en 2008 (fuente: USDDR.org)

El desarrollo de Internet en la década de 2000 permitió a los antiguos voluntarios volver a conectarse y mantenerse en contacto entre sí. Fue por iniciativa de Gaston Besson que se fundó la asociación de voluntarios extranjeros de las guerras de Croacia (USDDR según las iniciales del nombre de la asociación en serbocroata), que desde 2007 organiza una reunión anual en Vinkovci . Este encuentro incluye obviamente una ceremonia en homenaje a los muertos, en la que participan la población y las autoridades locales, pero más allá de este aspecto conmemorativo, la asociación hace campaña sobre todo para el reconocimiento por parte de las autoridades croatas del servicio prestado por los voluntarios extranjeros. Así, en 2009 sólo 20 extranjeros recibieron el título de Branitelji (defensores) frente a cientos de miles de croatas, algunos de los cuales no lo recibieron.Nunca he estado en primera línea. Además de su valor simbólico, este título permite a los veteranos heridos durante la guerra recibir una pensión de invalidez. Para establecer la legitimidad de sus solicitudes, la asociación busca, al establecer el número de voluntarios muertos y heridos, demostrar la importancia de esta contribución. Recopila y publica listas actualizadas de voluntarios asesinados. El último, en 2012, enumera 507 voluntarios, 76 de los cuales murieron y 90 resultaron heridos. En este total había 67 voluntarios franceses de los cuales 8 murieron y 20 resultaron heridos. Esta lista incluye a una mujer, Collette Webster, una humanitaria estadounidense de 27 años, que fue asesinada en Mostar después de alistarse en septiembre de 1993.Además de su valor simbólico, este título permite a los veteranos heridos durante la guerra recibir una pensión de invalidez. Para establecer la legitimidad de sus solicitudes, la asociación busca, al establecer el número de voluntarios muertos y heridos, demostrar la importancia de esta contribución. Recopila y publica listas actualizadas de voluntarios asesinados. El último, en 2012, enumera 507 voluntarios, 76 de los cuales murieron y 90 resultaron heridos. En este total había 67 voluntarios franceses de los cuales 8 murieron y 20 resultaron heridos. Esta lista incluye a una mujer, Collette Webster, una humanitaria estadounidense de 27 años, que fue asesinada en Mostar después de alistarse en septiembre de 1993.Además de su valor simbólico, este título permite a los veteranos heridos durante la guerra recibir una pensión de invalidez. Para establecer la legitimidad de sus solicitudes, la asociación busca, al establecer el número de voluntarios muertos y heridos, demostrar la importancia de esta contribución. Recopila y publica listas actualizadas de voluntarios asesinados. El último, en 2012, enumera 507 voluntarios, 76 de los cuales murieron y 90 resultaron heridos. En este total había 67 voluntarios franceses de los cuales 8 murieron y 20 resultaron heridos. En esta lista se incluye a una mujer, Collette Webster, una humanitaria estadounidense de 27 años, que fue asesinada en Mostar después de alistarse en septiembre de 1993.estableciendo el número de voluntarios muertos y heridos, para demostrar la importancia de esta contribución. Recopila y publica listas actualizadas de voluntarios asesinados. El último, en 2012, enumera 507 voluntarios, 76 de los cuales murieron y 90 resultaron heridos. En este total había 67 voluntarios franceses de los cuales 8 murieron y 20 resultaron heridos. En esta lista se incluye a una mujer, Collette Webster, una humanitaria estadounidense de 27 años, que fue asesinada en Mostar después de alistarse en septiembre de 1993.estableciendo el número de voluntarios muertos y heridos, para demostrar la importancia de esta contribución. Recopila y publica listas actualizadas de voluntarios asesinados. El último, en 2012, enumera 507 voluntarios, 76 de los cuales murieron y 90 resultaron heridos. En este total había 67 voluntarios franceses de los cuales 8 murieron y 20 resultaron heridos. En esta lista se incluye a una mujer, Collette Webster, una humanitaria estadounidense de 27 años, que fue asesinada en Mostar después de alistarse en septiembre de 1993.En esta lista se incluye a una mujer, Collette Webster, una humanitaria estadounidense de 27 años, que fue asesinada en Mostar después de alistarse en septiembre de 1993.En esta lista se incluye a una mujer, Collette Webster, una humanitaria estadounidense de 27 años, que fue asesinada en Mostar después de alistarse en septiembre de 1993.16 La asociación, a través de sus reuniones, también ayuda a mantener una camaradería que puede ayudar a algunos a superar los traumas de la guerra.

 
Monumento a la masacre de Ocvara donde fue asesinado JM Nicollier (fuente: wikipedia)


Conclusión.

Los voluntarios extranjeros en Croacia provienen de diferentes ámbitos de la vida para participar en la guerra más feroz en el continente europeo desde 1945. Decenas han muerto y más han resultado heridos. Su contribución numérica es insignificante porque eran solo unos 450 en un ejército croata de 65.000 hombres a principios de 1992 y luego de 230.000 a 250.000 a partir de entonces. Donde pudieron haber servido como instructores o simplemente como infantería, sin embargo, tuvieron una influencia mayor de lo que sugiere su número. Su presencia ayudó a levantar la moral de los soldados croatas que se sentían abandonados por el resto del mundo. El voluntario sí tiene un peso simbólico más importante que el soldado local que no carece de importancia en un mundo moderno globalizado donde la opinión internacional es tanto fuerza como apuesta en los conflictos que agitan el planeta .

Militantes, idealistas, aventureros, voluntarios extranjeros en Croacia forman parte de una larga tradición que se remonta a finales del siglo XVIII y que perdura hoy a través de los yihadistas islamistas en Malí o Siria. Como todos sus antecesores y sus sucesores, el retrato de los voluntarios en Croacia está lleno de matices, lejos de condenas e imágenes heroicas, pero no desmerece la carga política, moral y sobre todo simbólica de su gesto.


Bibliografía.

-Marc Charuel, Putain de guerre, Gaston Besson Voluntario francés contra los serbios, Éditions du Rocher, 1993.
-Gaston Besson, Una vida en línea de Sire , Jean-Claude Lattès, París,
1994
-Jean Hatzfeld, L'air de la guerre , L'Olivier, París, 1994.
-Auguste Fontaine, La guerre en tête , Arléa, París, 1997.
-Rob Krott, Save the Last Bullet for Yourself. Un soldado de fortuna en los Balcanes y Somalia , Casemate, 2008.
-Steve Gaunt, War and Beer , Panic Press, 2010.
-Nir Arielli, "En busca de sentido: Voluntarios extranjeros en las fuerzas armadas croatas, 1991-95", Historia europea contemporánea , n° 21, 2012. Vídeo,-En 1992 la BBC produjo un documental, "Perros de guerra", sobre voluntarios extranjeros en Croacia, especialmente británicos, y filma la vida cotidiana de estos hombres mientras les da voz: http://www.youtube.com/watch?v=3343x_ywy_M

-En 2013, el programa Special Envoy dedicó un reportaje a la vida y muerte de Jean-Michel Nicollier: http://www.youtube.com/watch?v=izUoMIAlxE4


Notas 


1 “Ex-Yugoslavia, les phalangers”, REFLEXes , n° 40, octubre de 1993.

2 Ibídem .

3 Fundado en 1929 por Ante Pavelic, el movimiento Ustasha busca obtener la independencia de Croacia a través de la violencia. Desarrolló una ideología cercana al fascismo italiano y luego al nazismo pero donde el catolicismo era central. Cuando Alemania invadió Yugoslavia en 1941, Pavelic y Ustasha recibieron el liderazgo del nuevo Estado Libre de Croacia. En este último se desarrollan rápidamente persecuciones y masacres contra judíos y serbios en el marco de un estado fascista. El estado Ustasha se derrumbó en 1944 frente a los partisanos comunistas mientras los principales funcionarios se exiliaban.

4 Jacques Doriot, Después de su exclusión del Partido Comunista del que era líder en la década de 1920, Doriot fundó un movimiento fascista, el Partido Popular Francés en 1936. En 1940 Doriot estaba a favor de la colaboración con la Alemania nazi. En junio de 1941 se unió a la Legión de Voluntarios Franceses y fue a luchar al frente ruso. Murió en febrero de 1945 cerca de Stuttgart cuando su vehículo fue ametrallado por aviones aliados.

5 Nir Arielli, “En busca de significado: Voluntarios extranjeros en las Fuerzas Armadas de Croacia, 1991-95”, Historia europea contemporánea , n° 21, 2012.

6 Ibídem .

7 Rhodesia del Sur, ahora Zimbabue, es una colonia británica donde en la década de 1960 la fuerte minoría blanca rechazó el proceso de descolonización iniciado por Gran Bretaña. En 1970 proclamó su independencia e instauró un régimen segregacionista. Rhodesia debe entonces enfrentarse a guerrillas negras de tendencia marxista que recibieron el apoyo de Angola y Mozambique a partir de 1975. La guerra terminó en 1979 con las primeras elecciones libres y nació Zimbabue en 1980.

8 La vida de Flores fue el tema de una película en 2001, "Chico", dirigida por el húngaro Ibolya Fekete, la mayor parte de la cual se desarrolla en la guerra de Croacia, donde Flores había recibido el apodo de Chico.

9 Gaston Besson, Une vie en ligne de mire , Lattés, 1994.

10 Ibídem .

11 Nir Arielli, op. cita , pág. 10

12 Ibídem .

13 Gastón Besson, op. cit .

14 Nir Arielli, op. cit .

15 Ibídem .

16 Ibídem .