Buenos Aires en 1890
La Ciudad de Buenos Aires retratada por el fotógrafo suizo Samuel Rimathé hacia finales del año 1890, en una Buenos Aires aún convulsionada por los hechos de la Revolución del Parque en julio de ese año.






















Primer daguerrotipo del Cabildo original, tomada en 1852. Aún conservaba el reloj español de 1763 y el escudo nacional en la fachada. Se puede notar la ubicación —relativamente cercana al Cabildo— de la Pirámide de Mayo, que hoy está desplazada hacia el centro de la Plaza de Mayo.
En el edificio conocido como Cabildo de Buenos Aires funcionó originalmente el Cabildo de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora del Buen Ayre. Esta institución fue fundada por Juan de Garay en 1580, durante la segunda fundación de la ciudad. Tras la Revolución de Mayo de 1810, que derrocó al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y desencadenó la guerra por la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el cabildo se transformó en una Junta de Gobierno, que funcionó hasta su disolución en 1821 por orden del gobernador Martín Rodríguez.
En el mismo edificio también tuvo sede la Real Audiencia de Buenos Aires, el tribunal de apelación más importante del territorio, desde el 6 de abril de 1661 hasta el 23 de enero de 1812, cuando fue reemplazado por una Cámara de Apelaciones.
El 13 de septiembre de 1810, la Primera Junta creó la Biblioteca Pública de Buenos Aires, cuya primera sede —durante dos años— fue este edificio.
Sin embargo, la institución que ocupó el Cabildo por más tiempo fue la Cárcel de Buenos Aires, que funcionó allí desde 1608 hasta 1877, cuando se trasladaron los presos a la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras, hoy desaparecida.
Desde noviembre de 1939, el edificio funciona como museo.
Actualmente, la expresión “Cabildo de Buenos Aires” se refiere al edificio que albergó al antiguo ayuntamiento y que, tras diversas modificaciones estructurales, es hoy el Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo.
El edificio está ubicado en la calle Bolívar 65, en el solar originalmente asignado por Juan de Garay, justo frente a la Plaza de Mayo, el núcleo fundacional de la ciudad. Fue declarado monumento histórico nacional en 1933 y su aspecto actual se fijó tras las remodelaciones de 1940.
Al diplomático estadounidense en Buenos Aires, John Murray Forbes, le preocupaba la mayor trascendencia que el gobierno de Martín Rodríguez, a través de actitudes expresadas concretamente por Rivadavia, le adjudicaba a las festividades de Gran Bretaña, mientras demostraba escaso entusiasmo por los Estados Unidos:
“No quiero terminar esta comunicación sin mencionar una prueba más del favoritismo del Gobierno [de Buenos Aires] hacia los ingleses, a que me he referido más de una vez. Poco tiempo después del reconocimiento de la independencia de este país, nuestros compatriotas [los estadounidenses residentes en Buenos Aires] celebraron el 4 de Julio. La fecha fue saludada por descargas de artillería de nuestros barcos mercantes, por la mañana, al mediodía y al caer la tarde y nuestro pabellón fue izado junto con el de este país. Todo lo que el Gobierno hizo fue izar un instante su bandera a mediodía, disparar un solo cañonazo y arriar de inmediato la bandera. En cambio, cuando los ingleses celebraron el 23 del corriente (San Jorge) el aniversario del Rey, la bandera del Gobierno flameó durante todo el día y a la puesta del sol se hizo por el Fuerte un saludo regular de once cañonazos. ¡Y todo eso, sin un simple representante oficial inglés ni un solo cañonazo disparado de su parte! En el banquete de esa noche Rivadavia, ministro de Gobierno y gobernador en ejercicio, pronunció el siguiente brindis, que apareció en la Gaceta Oficial: ‘Al Gobierno más sabio, el inglés. A la Nación más moral y esclarecida, Inglaterra’. Estos episodios no merecen una mención formal, pero muestran de qué lado sopla el viento”.
- John Murray Forbes al secretario de Estado John Quincy Adams, 30 de abril de 1823.
Fuente: Perfil
Palacio Paz (también conocido como Palacio Paz-Díaz) una de las rsidencias más lujosas de la ciudad de Buenos Aires, ubicado en la Av Santa Fe 750 frente a Plaza San Martín.
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Propiedad de José C. Paz quien fundó el diario La Prensa y fue embajador en París, uno de los hombres más ricos de Argentina en su tiempo. La construcción es un fiel reflejo de la arquitectura Beaux-Arts de principios del siglo XX, según los cánones estéticos de la Escuela de Bellas Artes de París. La dirección de la construcción estuvo a cargo del prestigioso arquitecto e ingeniero argentino Carlos Agote. La construcción de la mansión tardó doce años: desde 1902 a 1914. Fueron la esposa e hijos de Paz quienes habitaron la residencia pues José M Paz murió antes de poder habitarlo. Desde 1938 es sede del Círculo Militar.
Frente y algunos de sus interiores de esta verdadera joya arquitectónica de la ciudad de Buenos Aires
Carlos Campana || Deyseg
Bernardo Gregorio de Las Heras, progenitor de Juan Gregorio, se destacó en los albores de la patria ya sea como militar o como un honesto comerciante
En una época donde las líneas entre el comercio y el servicio militar se entrelazaban con los destinos personales, Bernardo Gregorio de Las Heras emergió como una figura importante en aquellos territorios de ultramar del reino de España en Sudamérica.
Nacido en Belvis, Toledo, en 1749, la vida de Bernardo estuvo marcada por la dualidad entre las armas y el comercio. Era hijo de Francisco Plácido Gregorio y Catalina García de Las Heras.
Como muchos peninsulares, un día partió al lejano Río de la Plata, que por aquel tiempo se denominaba gobernación de Buenos Aires, para establecerse en la pequeña aldea.
Al poco tiempo de instalarse, Bernardo contrajo matrimonio con Rosalía de Lagacha y Rojas, oriunda de Buenos Aires, tejiendo así un vínculo indisoluble con la región del Río de la Plata.
El matrimonio tuvo varios hijos, pero solo uno se destacó, a quien bautizaron con el nombre de Juan Gualberto, quien vio la luz el 11 de julio de 1780 y que alcanzaría renombre como general del Ejército Libertador de tres países.
En aquellos momentos, como la mayoría de los españoles, Bernardo Gregorio de Las Heras, al igual que su padre, militó en la Tercera Orden de San Francisco, demostrando su devoción religiosa y su compromiso con los valores franciscanos.
Sin embargo, su vocación primera fue la de las armas, iniciando su carrera militar en 1769 en la Infantería de la gobernación rioplatense.
Tres años después, su destino lo llevó a la Caballería como portaestandarte, ascendiendo con rapidez. En 1776, se convirtió en teniente, y cinco años después, alcanzó el rango de ayudante mayor en el mismo regimiento, consolidando su reputación como un militar competente y dedicado.
En 1782, sus servicios fueron requeridos en la campaña contra los portugueses en la Banda Oriental, una región en constante conflicto. Tras esta expedición, recibió la comisión de trasladar prisioneros hasta Mendoza, una tarea que puso a prueba su liderazgo y capacidad organizativa.
En este periodo de su vida no solo evidenció su destreza militar, sino también su capacidad para manejar situaciones complejas y mantener el orden en circunstancias difíciles.
La transición de la vida militar a la comercial no fue un camino sencillo, pero Bernardo Gregorio de Las Heras lo recorrió con igual destreza. Se desempeñó como comerciante en Buenos Aires y Córdoba, demostrando un conocimiento detallado del comercio porteño en una era donde el comercio era tan vital como volátil.
Se conoce que en 1799 estaba muy preocupado por el contrabando que ejercían algunos comerciantes inescrupulosos en Montevideo. Sus denuncias sobre prácticas ilícitas y su incansable lucha por la legalidad y el orden en el comercio son testimonio de su integridad y compromiso con la Justicia.
Pero Bernardo no solo intercedió en sus esfuerzos por combatir el contrabando, sino que también se preocupó ante las autoridades del creado virreinato de los importantes desafíos económicos y sociales de la época.
Sus escritos muestran a un hombre profundamente comprometido con la prosperidad de la región y con una visión clara de cómo debería ser gestionada la economía para el bien común.
Además de sus actividades comerciales, Bernardo actuó como empleado judicial en 1790 y 1792, añadiendo otra faceta a su vida. Su capacidad para moverse entre distintos mundos -el militar, el mercantil y el judicial- habla de una versatilidad y adaptabilidad notables.
Esta experiencia judicial le proporcionó una perspectiva única sobre las leyes y regulaciones de su tiempo, permitiéndole entender mejor los mecanismos del poder y la Justicia.
Sus años posteriores los vivió en la tranquilidad de su hogar y neutral ante los hechos que surgieron en el Río de la Plata a partir de 1809, durante la época de los diferentes movimientos políticos y militares.
Falleció en Buenos Aires el 18 de mayo de 1813.
La vida de Bernardo Gregorio de Las Heras es un reflejo de una era de cambios y desafíos, donde las fronteras entre distintas vocaciones eran permeables y la lealtad al rey y a la familia se manifestaba en múltiples formas.
Su legado, aunque quizá eclipsado por la fama de su hijo, es un recordatorio de la riqueza de las vidas de aquellos que forjaron el destino de estos territorios en los que actualmente vivimos.
Su historia es una narrativa de perseverancia, dedicación y servicio en un tiempo donde cada acción podía cambiar el curso de la historia.
A través de sus múltiples roles como militar, comerciante y empleado judicial, Bernardo Gregorio de Las Heras dejó su impronta en la historia del Río de la Plata, aunque el tiempo se encargó de borrarla.
Sin embargo, su vida nos recuerda que detrás de cada gran figura histórica hay personas cuyas contribuciones, aunque menos conocidas, son igualmente esenciales para el tejido de nuestra historia compartida.
Su historia es un testimonio de la capacidad humana para adaptarse, liderar y servir en las circunstancias más variadas y desafiantes.
Imagen de portada: General Juan Gregorio de Las Heras, un patriota que honró el legado de su padre. (Web)
El Archivo General de la Nación Argentina conserva múltiples registros históricos del Cabildo de Buenos Aires. Entre estos, los registros fotográficos de la evolución arquitectónica del Cabildo (del Fondo Documental Acervo Gráfico Audiovisual y Sonoro), pero también conservamos en soporte escrito, tanto de su Archivo como sus Actas, las que nos cuentan los eventos de gobierno ocurridos entre principios del siglo XVII y 1821.
6 de septiembre de 1816: Emeric Essex Vidal, acuarelista británico, desde la borda de la fragata inglesa “Hyacinth”, pintó una acuarela de gran valor documental, donde se ve a pleno color la insignia celeste y blanca tremolando en la torre del Fuerte de la ciudad. Es la primer representación de la Bandera Nacional.
Esta acuarela sobre papel, mide 25 x 37 cm. Firmado E. E. Vidal y fechada 1816 abajo a la derecha.
Ref: En el reverso una detallada descripción de la costa de la ciudad de Buenos Ayres, debajo lleva la inscripción "The Castle of Buenos Ayres, and the beach beneath taken from the Mole Head: 6 sept. 1816 -
E.E. Vidal".
Reproducida en la lámina 58 del libro "Iconografía de Buenos Aires" de Bonifacio del Carril y Anibal Aguirre Saravia. Citamos el comentario de esta acuarela tomada del libro ".. En la primera acuarela que Vidal pintó al llegar a Buenos Aires el 6 de septiembre de 1816 dibujó, precisamente la imagen del Fuerte. Se estaban realizando en esos días las ceremonias del juramento de la independencia, declarada el 9 de julio en Tucumán.
Aparece enarbolada en el bastión norte la bandera adoptada como símbolo patrio por el Congreso. Es también la primera representación pictórica de la Bandera que se conoce. Para ejecutar esta acuarela, Vidal se situó en el antiguo muelle que existía desde la época colonial a la altura de las calle Cangallo y Sarmiento, frente a la Alameda ...".