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domingo, 23 de febrero de 2025

Peronismo: Cuando Eva Perón robó pistolas y ametralladoras a Ballester Molina

 

“Urgente y confidencial”: cómo obligaron a un empresario a venderle 5000 pistolas a la Fundación Eva Perón para crear una milicia obrera

La pistola Ballester Molina Cal.45 junto a un libro que habla de sus características

Una carta de puño y letra de Carlos Ballester Molina, a cargo de la empresa Hafdasa, cuenta cómo en 1951 lo conminaron a vender armamento a la Fundación de la esposa del presidente para proteger a Perón de posibles ataques


Germán Wille

El 28 de noviembre de 1951, a las 8.30 de la mañana, Carlos Ballester Molina hijo, presidente de la fábrica de armas Hafdasa, ingresó a un despacho del Ministerio de Hacienda donde había sido citado, de manera urgente, una hora antes. Allí fue recibido por un subsecretario de esa cartera de apellido Cicarelli que, sin demasiado preámbulo y de manera imperativa, le dijo: “Tengo la orden de la señora Eva Perón de adquirir a ustedes la provisión de 5000 pistolas y 2000 ametralladoras, entrega que deberá hacerse de inmediato y en la forma más confidencial”. La transmisión de esa orden, añadió entonces Cicarelli, provenía directamente del administrador de la Fundación Eva Perón (FEP), a la sazón el ministro de Hacienda del primer gobierno de Juan Domingo Perón, Ramón Cereijo.

El episodio está narrado en una carta que dejó escrita de puño y letra a su familia el propio Carlos Ballester Molina, fallecido en 1997, y a la que LA NACION tuvo acceso de forma exclusiva. En ella, el ingeniero y empresario cuenta, con lujo de detalles, cómo fue “obligado” a vender armas fabricadas por su empresa -las famosas pistolas semiautomáticas Ballester Molina- a la Fundación Eva Perón. Y como, además, hubo gente que le pidió “comisiones” durante la transacción.

Primeras líneas de la carta que Carlos Ballester Molina hijo dejó a sus familiares, escrita en una hoja con membrete
Primeras líneas de la carta que Carlos Ballester Molina hijo dejó a sus familiares, escrita en una hoja con membrete

Gentileza Ignacio Ballester Molina

Si bien la carta no lo dice, el armamento solicitado tenía como destino proteger a Perón de posibles ataques o tentativas para derrocarlo. De hecho, dos meses antes del encuentro en el Ministerio de Hacienda, el 28 de septiembre de 1951, el general Benjamín Menéndez había encabezado un conato de levantamiento contra el presidente. “A partir de ese intento revolucionario, salió la idea, no se sabe si por parte de Eva, que estaba muy enferma, o de alguien que la rodeaba, de que había que dar armas a la CGT a través de la Fundación para hacer una milicia para defender a Perón”, explica a este medio Roberto Azaretto, presidente de la Academia Argentina de Historia y miembro de la Comisión Directiva del Instituto de Historia Militar.

“Sufrí con todo esto durante toda mi vida”

“Obviamente las armas eran para armar la milicia de Perón”, asevera en el mismo sentido Ignacio Ballester Molina, de 51 años, abogado con una maestría en Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas, hijo de Carlos y poseedor de la carta que su papá dejó a su familia para contar la verdad de lo que había pasado con la Fundación. “Las escribió para sus hermanos y para todos en general, porque lo acusaban de ‘peronista’, que él no lo era, por el tema de la FEP y de que él había armado la venta de armas. Incluso se peleó a muerte con uno de sus hermanos”, dice Ignacio, a quien su padre también le dejó documentos oficiales que certifican lo que él había escrito en su misiva.


Ignacio Ballester Molina recibió de manos de su padre la carta en la que este último explicaba cómo lo obligaron a vender armas a la Fundación Eva Perón
Gentileza Ignacio Ballester Molina

“Yo te voy a dar esto solo a vos, porque sabés guardar secretos. No se lo di ni se lo dije a nadie. Pero esto fue lo que pasó y yo sufrí mucho con todo esto durante toda mi vida. Hacé lo que quieras con esto”, le dijo Carlos a su hijo al entregarle la carta en sobre lacrado, apenas unos meses antes de su muerte. “Mi viejo en el momento en que lo llaman de la Fundación tenía 27 años. Se c... todo. Y mi abuelo (Carlos Ballester Molina padre, entonces dueño de Hafdasa) se había ido a Uruguay, porque se había peleado con Perón”, añade Ignacio.

Para poner la situación en contexto, vale decir que para el año 1951, la fábrica Hafdasa, ubicada en la calle Campichuelo 250, en el barrio porteño de Caballito, fabricaba, entre otro tipo de armas, las pistolas Ballester Molina que eran, desde 1938, las de uso oficial del Ejército Argentino y de una gran cantidad de fuerzas de seguridad del país.


Carlos Ballester Molina hijo junto a la pistola semiautomática Ballester Molina en el Museo de Armas de Buenos Aires

Gza. Ignacio Ballester Molina

Nacimiento y evolución de una empresa argentina

La historia de esta compañía había arrancado a principios de la década del ‘20, cuando dos inmigrantes mallorquíes que eran cuñados, Arturo Ballester Janer y Eugenio Molina abrieron en Buenos Aires una subsidiaria de la firma europea Hispano-Argentina para poder importar autos. Pero pronto, estos españoles no se contentaron con la mera importación y pensaron en crear una fábrica para hacer sus propios vehículos y motores. Así es como nace Hispano Argentina Fábrica de Automóviles Sociedad Anónima (Hafdasa) con su sede de una manzana en Caballito, donde se contaba con la máxima tecnología.

“Esta fábrica va con la historia de la época, en los años 30, de la sustitución de importaciones, que después enganchó con el peronismo. Imperaba la ideología de ‘hagamos las cosas nosotros por una cuestión de soberanía’”, explica Ignacio Ballester Molina y luego añade que, si bien Hafdasa fue creada por Arturo Ballester y Eugenio Molina, el gerente de la fábrica, desde el principio, fue Carlos Ballester Molina (padre), hijo de Arturo, padre de Carlos y el abuelo de Ignacio.


Una postal de la fábrica Hafdasa, ubicada en Campichuelo 250, en el barrio porteño de Caballito

Gentileza Ignacio Ballester Molina

Al comienzo, en la fábrica se producían motores diésel y a nafta, de diferentes potencias “íntegramente fabricados en Campichuelo”, asevera Ignacio. También hicieron camiones con motores diésel para el ejército y llegaron incluso a crear varios prototipos de autos, como el PBT, que no pudo desarrollarse más por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y los problemas para conseguir insumos.

Pero, más allá de la buena producción de motores y algunos vehículos que sostenía la firma, pronto pasaría a dedicarse a la fabricación de armas, rubro en el que se destacaría fuertemente. Primero, según cuenta Ignacio, se empezaron a confeccionar en la empresa los fusiles. “Bajo la licencia de Mauser, lo hacían en Hafdasa y lo proveían al ejército. Y les salían muy bien”, asegura el descendiente de los creadores de aquella empresa.


Carlos Ballester Molina padre prueba uno de los motores y chasis construidos en Hafdasa
Gentileza Ignacio Ballester Molina


Carlos Ballester Molina, uno de los creadores de la pistola argentina usada oficialmente por el Ejército Argentino, prueba un motor diesel también realizado en Hafdasa

AGN

Se crea la pistola Ballester Molina

Con este buen antecedente en su historial, para mediados de la década del ‘30, la Dirección General de Material del Ejército Argentino (DGME) encargó a Hafdasa la fabricación de armas portátiles. La idea era tener una pistola semiautomática calibre 45 que suplantara a la Colt M1911 1, el arma de puño que hasta entonces utilizaban las Fuerzas Armadas y la policía de la Argentina.

Así, con la base de los diseños de pistolas españolas de las marcas Llama y Star y con muchas similitudes a la mencionada Colt1911, nació la pistola Ballester Molina. En rigor, los primeros dos años, entre 1938 y 1940, el arma se llamó Ballester Rigaud, en homenaje al ingeniero francés Rorice Rigaud, que participó en el diseño de las pistolas. Pero pronto este profesional galo abandonó la fábrica (“maltrataba al personal”, asevera Ignacio) y el arma de puño pasó a tomar el nombre del dueño de la fábrica, con el que se harían célebres: pistolas Ballester Molina.


Carlos Ballester Molina (h.) habla a los operarios de Hafdasa

Gentileza Ignacio Ballester Molina


Juan Manuel Fangio visita Hafdasa y sonríe con los Ballester Molina, Carlos padre y Carlos hijo
Gentileza Ignacio Ballester Molina

Las armas tenían la característica de que podían intercambiar sus cargadores y cañones con las Colt que utilizaban hasta entonces los uniformados argentinos. La Ballester Molina tenía, entre otras de sus características, un rombo grabado en la base del cargador con las letras HA, correspondientes a Hispano Argentina.

El tema es que, luego de superar exigentes pruebas de calidad, entre 1938 y bien entrada la década del ‘50, la pistola Ballester Molina, se convirtió en el arma de puño oficial de varias fuerzas de seguridad del país. Entre ellas, el Ejército, la Policía Federal, la Policía Aduanera, la Gendarmería Nacional, la Armada Argentina.


El general Juan Domingo Perón bebe una copa con Arturo Ballester Janer (con canas, barba y bigote) y Carlos Ballester Molina padre (traje negro, de frente)
Gentileza Ignacio Ballester Molina

Ignacio Ballester Molina asevera que en Hafdasa había una “conexión genuina entre la patronal y los obreros: había 600 operarios industriales y nunca hubo un problema sindical”. Destaca, además, que cada parte de la pistola, “hasta el último tornillo” se realizaba en la Argentina.

El hijo y nieto de los que llevaron adelante aquella fábrica de armas cuenta una curiosidad más, que tiene que ver con la historia del peronismo, y también de la Argentina: “José Ignacio Rucci, con su bolsito que venía de Navarro, cayó a la fábrica a buscar laburo. Ahí empezó a hacer sus primeras armas, literal y metafóricamente, y empezó a hacerse conocido... se convirtió en el delegado gremial de la fábrica”.


El rombo con las letras HA, de Hafdasa, en la base del cargador de la Ballester Molina

Forgotten Weapons

Proteger a Perón

Fue a finales de noviembre de 1951 cuando Carlos Ballester Molina hijo recibió la invitación telefónica para asistir al Ministerio de Hacienda. Para aclarar los términos entre los dos empresarios con el mismo nombre. Carlos Ballester Molina padre, nacido en 1898, ingeniero industrial y pionero en el desarrollo de Hafdasa, se había ido unos años antes a vivir a Uruguay y había dejado a cargo de la compañía a su hijo Carlos, nacido en 1925 -tenía solo 27 años- y graduado de ingeniero aeronáutico en la provincia de Córdoba.

En ese entonces, el general Juan Domingo Perón estaba en las postrimerías de su primer mandato presidencial y ya había lanzado su candidatura para la reelección. En principio, hubo una gran movida para que Eva Perón, su esposa, fuera su compañera de fórmula -hubo un anuncio multitudinario en la 9 de julio en agosto de ese año-, pero finalmente, la misma Eva anunció la renuncia a su candidatura. Se encontraba gravemente enferma.


La actriz Eva Perón junto a su esposo y presidente de la Argentina, general Juan Domingo Perón
Getty Images


Primera plana de La Nación que reporta que fue sofocado un intento de golpe de estado contra Perón del 28 d septiembre de 1951, posiblemente el hecho que dio pie a la compra de armas por parte de la Fundación Eva Perón

Archivo Nacional de la Memoria

A su vez, grupos opositores al gobierno, en especial dentro de las Fuerzas Armadas, planificaban acciones para la caída del gobierno, como la de septiembre del ‘51, cuando el general Menéndez a la cabeza de varios uniformados intentó dar un golpe de estado.

Si bien el gobierno contaba con fuerte apoyo de buena parte de la población, había también distintos sectores dispuestos a terminar con él. Por ello fue que alguna persona relacionada a la Fundación Eva Perón (¿la misma Evita?) tuvo la idea de formar milicias obreras para proteger al líder. Y allí se produjo el “pedido” de armas a Hafdasa. Un pedido del que el propio Carlos Ballester Molina hijo dejó constancia a través de una carta, fechada en febrero de 1953, y varios documentos probatorios, que quedaron en posesión de su hijo Ignacio.


Eva Perón en un acto por el día de la minería; detrás suyo se encuentra Ramón Cereijo, ministro de Hacienda del primer gobierno de Juan Domingo Perón y administrador de la Fundación Eva Perón
Fundación Ceppa

Un pedido y una amenaza

En la misiva, Carlos Ballester Molina asegura que la primera reacción que tuvo ante la exigencia de Cicarelli de vender las pistolas y ametralladoras a la Fundación Eva Perón fue negarse: “Al recibir esta orden y ver los efectos que dichas armas podían producir, objeté”, escribió el ingeniero. Luego, el empresario le aseguró a su interlocutor que responder a esa solicitud era “completamente imposible” ya que no tenían en los almacenes los materiales necesarios para la producción de esas unidades.

Entonces, el ingeniero recibió una respuesta cargada de ironía por parte de Cicarelli, quien se mostró extrañado por la respuesta evasiva de Ballester Molina, pues él tenía “toda la documentación pertinente” a las declaraciones juradas al Ministerio de Industria donde se hacía mención de los aceros al cromo-níquel y demás herramientas que tenía la fábrica para le ejecución de eventuales trabajos. Esta intervención del hombre de Hacienda sería lo que hoy se llama “un carpetazo”.


Aviso de General Electric sobre su trabajo en el edificio de la Fundación Eva Perón, que tenía su sede donde hoy se encuentra la Facultad de Ingeniería, en Paseo Colón al 800. Revista de Arquitectura 1953

A continuación, el subsecretario de Hacienda soltó una frase que al empresario le sonó como una velada amenaza: “Claro que si ustedes no quieren colaborar, nosotros le agradecemos de igual forma”.

En otro párrafo de la carta, Ballester Molina señala que se dio cuenta que el hecho de no aceptar llevar a cabo la operación “traería por consecuencia la clausura del establecimiento, quedando todo el personal obrero, muchos de los cuales tenían 30 años de servicio, en la calle y sin trabajo”. De modo que él decidió “‘agachar la cabeza’, como en tantas ocasiones la fuerza lo impone y realizar el convenio”.

La inscripción con los datos básicos en la corredera de la pistola Ballester Molina, un arma de industria argentina
Forgotten Weapons

El permiso del ejército

Cicarelli le dijo al empresario que recibirían un 30 por ciento de anticipo por la adquisición, pero también le informó que Hadfasa tendría la “obligación de un ‘descuento’ del cinco por ciento que diera en forma de donación” a la Fundación.

Otro pedido del funcionario preocupó seriamente al joven empresario, y así lo escribió en su carta: “Me dijeron así mismo que debía entregarlas (las armas) sin autorización del ejército, cosa que me opuse terminantemente, haciéndole saber que antes prefería ir preso o que me cerraran la fábrica como él me había amenazado”.


Humberto Sosa Molina (segundo desde la izquierda) junto a Juan Domingo Perón y otros militares en el USS Huntington, en el año 1948
wikicommons

La autorización del ejército que solicitaba Ballester Molina llegó tiempo más tarde, a través de una carta firmada por el ministro de Defensa de la Nación, general José Humberto Sosa Molina. Allí podía leerse: “Este Ministerio acuerda el permiso para que esa firma provea a la Fundación Eva Perón las 5000 pistolas automáticas con firma Ballester Molina, calibre 45, que oportunamente fueron solicitadas”.

Esta carta estaba dirigida a Industria General Argentina (IGA), una distribuidora de Hafdasa, que el propio Carlos Ballester Molina utilizó para realizar esta operación. “Mi viejo tuvo que inventar una empresa, que era IGA, para terciarizar el asunto”, señala Ignacio. A cargo de esa firma, el ingeniero puso a Carlos Stehlin, a quien describió en su carta como “de nacionalidad americana y que poseía la medalla de la lealtad peronista”.


Documento con la firma del Ministro de Defensa, General Sosa Molina, en el que se autoriza, por parte del Ejército Argentino, la venta de armas a la Fundación Eva Perón
Gentileza Ignacio Ballester Molina


La pistola Ballester Molina cal.45 fue utilizada oficialmente por el Ejército Argentino entre 1938 y fines de la década del '50

Facebook / Albumes de armamento y munición

¿Perón lo sabía?

En este punto de la carta, vale preguntarse si el general Perón podía haberse mantenido al margen de esta operación, si en verdad se trató de un operativo hecho a sus espaldas. De acuerdo con el historiador Roberto Azaretto, todo esta adquisición de armas se realizó “sin que se entere Perón”. El historiador asevera: “Cuando él se entera, lo impide y ordena que esas armas vayan al ejército”.

Carolina Barry, que es doctora en Ciencias Políticas, Investigadora Principal del Conicet y que realizó exhaustivos trabajos enfocados en Eva Perón y la rama femenina del peronismo, en diálogo con LA NACION, dio su propia versión al respecto: “Es muy difícil que Perón no lo supiera. Muchas veces se hacía el tonto. Estas eran cosas de Eva, pero difícil que no lo supiera”. Por otra parte, la académica coincide con Azaretto en que las armas fueron secuestradas por el líder justicialista. Según lo que investigó ella, luego las destinaron al arsenal Esteban de Luca y finalmente las entregaron a Gendarmería.



Los que estudiaron el tema de la compra de armas por parte de la Fundación Eva Perón opinan que Perón no sabía lo que estaba ocurriendo o que sabía y se hizo el desentendido
Archivo General de la Nación


Roberto Azaretto, presidente de la Academia Argentina de Historia, cree que la compra de armas para la Fundación Eva Perón se hizo a espaldas del mandatario

Gza. Roberto Azaretto

La versión de Ignacio Ballester Molina es similar: “Perón, enterado de la operación por Rucci y por Carlos Ballester Molina, esperó a que se hiciera, las secuestró de la Fundación y se las dio al Ejército”. El hijo del empresario añade algo en que coincide con Azaretto y Barry: “Jamás un militar como Perón hubiera permitido armar civiles”.

En ese sentido, Azaretto dice: “Para entender a Perón hay que tener claro que era un hombre del ejército, lo demostró cuando retornó en el ‘73, lo primero que hizo fue ponerse el uniforme, en ningún momento admitía el tema de la milicia”.


Como todo militar, el general Perón estaba en contra de que el pueblo se arme, coinciden los historiadores

Universal History Archive - Universal Images Group Editorial

“Como buen militar, a Perón no le pareció adecuado el tema de armar al pueblo, ya que contradice cualquier principio militar, del ejército sobre todo”, asevera Barry, aunque añade: “Pero también, según los cables de la CIA, es interesante ver la cantidad de intentos de asesinato que hay en esos tiempos contra Perón. El de septiembre del ‘51 es solo uno. En esa lógica, no me extraña que la misma Eva pensara en las armas y que Perón se hiciera el desentendido... después reaccionó”.

“Nosotros, los de la CGT”

La carta del ingeniero Ballester Molina tampoco lo dice, pero los historiadores coinciden en que las armas exigidas por la Fundación Eva Perón serían para repartir a través de la CGT, que en ese momento estaba a cargo de José Espejo, un hombre muy vinculado a la esposa del presidente. “Eran la mano derecha uno de otro -asegura Barry-. Espejo era más leal a Eva que al mismo Perón, es él el que plantea la vicepresidencia de ella para el segundo mandato. La CGT es la principal entidad que le da recursos a la Fundación Eva Perón, y ella se presentaba casi como diciendo: ”Nosotros, los de la CGT".


El secretario general de la CGT, José Espejo (tercero desde la izquierda), tenía un vínculo muy fuerte con Eva Perón
Gentileza Fundación Ceppa

La investigadora de Conicet deja otro dato interesante en relación con las armas que tenían como destino la CGT: “Tuve la oportunidad de conversar con gente cercana de Eva Perón, como la hija de José Espejo y la hija de Atilio Renzi, que era el intendente de la residencia presidencial en el Palacio Unzué, y ellas tenían el mismo tipo de arma que les había regalado la Fundación. Ambos tenían borrado en la empuñadura una inscripción que habían limado”.

Según lo que cuenta Ignacio Ballester Molina, las armas con destino a la Fundación, tenían marcada una letra “F” en el guardamonte, que es la pieza de metal que protege al gatillo. “La ‘F’ por la fundación”, aclara". Y Barry acota otro dato respecto a las pistolas: “Ya muerta Eva, la Fundación le entrega a las diferentes dependencias, como directoras de los hogares de tránsito, un arma para defenderse. Si son estas mismas pistolas o son otras, no lo sé”.


Carolina Barry, investigadora principal del Conicet, realizó un exhaustivo trabajo sobre la relación entre Eva Perón y la CGT
Gza. Carolina Barry

Eva Perón, José Espejo y Juan Domingo Perón, cuando todo era sonrisas

Ig @lo.invento.peron

Lo cierto es que, luego de la muerte de Eva Perón, el 26 de julio de 1952, es el propio general Perón el que decide desprenderse de todos los hombres que habían estado cerca de ella. “Se los saca de encima”, dice Azaretto y añade: “A los pocos meses los hace renunciar. En el 17 de octubre posterior a la muerte de Evita, en el acto, hay una silbatina enorme contra Espejo que hace que esa misma noche renuncie a la secretaría general de la CGT. En pocos meses, no queda nadie de los que habían llegado a posiciones con el influjo de Evita”.

“Según la familia de Espejo, antes de morir, Eva le había pedido al dirigente que se exiliara porque la iba a pasar muy mal”, dice Barry, en el mismo sentido.


Documento donde IGA detalla los plazos de entrega de las pistolas Ballester Molina a la Fundación Eva Perón
Gentileza Ignacio Ballester Molina

El Príncipe de Holanda

La carta de Ballester Molina contradice también otra versión que existía entonces y subsistió en el tiempo que decía que, en realidad, el que había provisto las armas para las milicias obreras había sido el príncipe consorte Bernardo, de Holanda.

Esto se refleja en una escena de la película Eva Perón, de Juan Carlos De Sanzo, cuando la mujer del general -interpretada por Esther Goris-, sabiendo que no le queda mucho de vida, le dice a Espejo y a otros dirigentes: “Yo no sé qué va a ser de mí ahora, Dios dirá, pero por sobre todas las cosas quiero que nunca lo dejen solo a Perón (...) yo le compré al príncipe de Holanda 5000 pistolas automáticas y 1500 ametralladoras. Son para ustedes, muchachos, que sirvan para defender a Perón".

El príncipe consorte Bernardo de Holanda, marido de la reina Juliana, ayuda a Eva a ponerse su abrigo en una cena íntima en la residencia presidencial.

Gentileza Fundación Ceppa

Si bien se trata de un diálogo ficcionado escrito por el guionista José Pablo Feinmann, la relación entre el príncipe consorte Bernardo -abuelo del actual rey de Holanda- y las armas no era algo descabellado: “Mi pista venía por ese lado”, señala Barry y añade: “Él príncipe estuvo en la Argentina en abril de 1951, la condecoró a Eva con la Gran Cruz de la Orden de Orange-Nassau, parte de sus negocios era el tráfico de armas... pero no es fácil de comprobar en documentación”.

Azaretto, por su parte, niega esta posibilidad, y la considera una “leyenda”. “No es cierto que las armas las haya vendido el príncipe. Fue Ballester Molina. Bernardo visita por esa época la Argentina, acá lo agasajaron, lo llevaron a la Ciudad Infantil, lo que hacía el peronismo en esa época, pero en realidad él lo que concreta es la venta de material ferroviario muy importante”.

Fragmento del filme Eva Perón, de Juan Carlos Desanzo
Fragmento del filme Eva Perón, de Juan Carlos Desanzo

El historiador tiene una explicación para esta versión: “Usaban eso como nombre clave para la compra de armas, se decía Operación Príncipe de Holanda, de ahí viene la confusión de que las armas las vendía él”.

Tras la caída de Perón en septiembre de 1955, el gobierno que lo derrocó comenzó a investigar las acciones ilícitas o sospechosas de serlo realizadas por el gobierno peronista. Una de estas acusaciones puede leerse en la primera plana del diario Clarín, del 30 de septiembre de 1955, donde se informa: “Por orden del entonces ministro de Defensa, general Sosa Molina, se entregaron en 1952 a la Fundación Eva Perón 5000 pistolas calibre 45 Ballester Molina”. El que había informado a la comisión investigadora sobre esa entrega de armas, según el mismo periódico, era el exministro de Hacienda, Ramón Cereijo.


Carlos Ballester Molina hijo recibió el pedido de suministrar armas a la Fundación Eva Perón

Gentileza Ignacio Ballester Molina

Aquí no se hace mención al príncipe de Holanda pero, así como Barry, hay historiadores del peronismo, como Norberto Galasso, que sugieren que el noble neerlandés tuvo alguna participación en esta operación. Pero la carta de Ballester Molina no lo menciona en modo alguno.

El pedido de “comisiones”

Con respecto a las ametralladoras mencionadas en la carta de Ballester Molina, es menester aclarar que esas efectivamente nunca llegaron a la Fundación Eva Perón. De hecho, entre los documentos que tiene Ignacio Ballester Molina, hay uno, con fecha del 6 de agosto de 1952, que corresponde a la rescisión de contrato por la compra de esas armas de común acuerdo entre IGA y la FEP.

Además de la manera imperativa en que se exigen las armas y el pedido de aquel “descuento” de 5 por ciento en favor de la FEP, en la transacción hay otro detalle curioso que remarca Ballester Molina en su carta. Esto es un llamativo pedido de “comisiones” para dos personas.

Se lee en la carta: “He aquí que aparece un señor Henry Frank, sabedor de esta negociación, diciéndonos que era (indispensable) otorgarle a favor de él y de una señorita Raquel Rubin una bonificación del 2 y medio por ciento para él y del 5 por ciento para la segunda”. El empresario acota que si eso se suma al 5 por ciento de donativo exigido por Cicarelli llega todo al 12 y medio por ciento, lo que reducía la ganancia por cada pistola de 800 pesos a prácticamente 700 pesos.

Documento donde queda asentada la contribución a la señorita Raquel Rubin por su intervención en la compra de armas
Gentileza Ignacio Ballester Molina

Dos cartas dirigidas respectivamente a Rubin y a Frank por parte de IGA confirman el acuerdo por el pago de estas “comisiones” a ambos personajes, por sus supuestas tareas para contribuir en la operación de la compra de armas. Para Ignacio Ballester Molina, esto se trató, lisa y llanamente de un “pedido de coima”.

La entrega de las armas a la Fundación entra en una nebulosa. De acuerdo con uno de los documentos, el envío final de las pistolas estaba estipulado para el 31 de julio de 1952. Pero lo más seguro es que los tiempos se hayan dilatado o que, teniendo en cuenta la muerte de Evita y la caída en desgracia de sus allegados, las últimas entregas nunca se hayan producido.


La firma de Carlos Ballester Molina hijo en la carta que dejó para que sus familiares conocieran la verdad sobre la venta de armas a la Fundación Eva Perón

Gentileza Ignacio Ballester Molina

En la carta, Ballester Molina informa que el 1 de abril de 1952 se fue de viaje a los Estados Unidos, donde llegó en agosto, previa recorrida de latinoamérica. El empresario aclara en su carta: “En ese lapso de tiempo parece que unos componentes de IGA realizaron negocios con el gobierno, ejecutando con la Fundación negocios a los que me encontraba completamente ajeno”.

“Las armas se vendieron cuando mi viejo se fue a ese viaje”, asegura Ignacio, en consonancia con lo que escribió su padre en la carta. El hijo de Carlos Ballester Molina cierra este tema con un pensamiento paradójico: “A mi viejo y a mi abuelo jamás les importó hacer armas. Empezó por un encargue que les salió demasiado bien. El vector de su vida era ser un fabricante de vanguardia de autos y de aviones....emular a (Henry) Ford y a (Howard) Hughes”. Pero la historia se disparó hacia otro lado...


viernes, 5 de julio de 2019

Argentina: Roban una pistola de Hitler

Una valiosísima pistola de Adolf Hitler desapareció tras allanamiento policial


Se trata de un arma antigua considerada la más cotizada del mundo ya que solamente se fabricaron cinco y, además, en este caso se asegura que perteneció a una colección personal del Führer. En la década del 80 se vendió una similar en más de un millón de dólares. Su dueño dice que Hitler trajo consigo esa pistola cuando vino a la Argentina.



Evidencias. Parte de la colección de pistolas de Hitler antes de que se realizara el allanamiento por parte de la Policía de Buenos Aires. Se puede ver la Luger 45 que desapareció tras el operativo.



Por Abel Basti || Ámbito

Los llamativos expedientes circulan de una oficina a otra en la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N° 1 del Departamento Judicial de Azul, provincia de Buenos Aires. Podrían ser algunos más de entre los miles radicados en los diferentes estrados tribunalicios del país, pero en las fojas de los mismos figura un nombre que, sin lugar a duda, los hace distintos a todos los otros. Es más, debido a ese nombre propio tan famoso la documentación que se analiza en sede judicial es excepcional y los datos que figuran en la misma tienen connotaciones inéditas por demás sorprendentes. Y ese nombre es Adolf Hitler.

El principal actor en los estrados tribunalicios relacionado a ese trámite, que ha derivado en causas judiciales penales y en una demanda por daños y perjuicios contra el Estado provincial, es el argentino Juan Pablo Ruppel. El hombre, que trabaja reparando aparatos electrodomésticos en su modesto comercio de Azul, es sobrino nieto del comandante alemán Hans Ruppel. No es un dato menor en esta increíble historia, ya que el mencionado fue uno de los integrantes seleccionados de la Leibstandarte SS Adolf Hitler, una formación de élite de las Waffen-SS formada inicialmente como una guardia personal armada para proteger al Führer, que posteriormente se amplió como una unidad blindada especial con destacada actuación en distintos escenarios bélicos durante la Segunda Guerra Mundial. La vida de Juan Pablo es singular y la descubrí cuando investigaba la actividad nazi en el país, siguiendo ciertas pistas inquietantes, para escribir mi nuevo libro titulado “La Segunda Vida de Hitler (1945-?)”. Durante su adolescencia, hastiado de una vida conflictiva con sus padres, el joven Ruppel abandonó su hogar de Buenos Aires aceptando ser criado por su tío Horst Schmidt, quien vivía en una casa de Colonia Nievas, partido de Olavarría. Schmidt era un oficial de las SS de la temible división 3 SS Totenkopf, que destinó a una gran parte de sus miembros como custodios de los campos de concentración nazis.

Juan Pablo vivió con Schmidt -el militar alemán era solitario y no había formado una familia- entre sus 14 y 19 años, convirtiéndose este en una especie de padre adoptivo del muchacho. Además de ir a la escuela, la pública N° 7 de General Olavarría, recibió por parte de su tío germano una instrucción al estilo de las juventudes hitlerianas, especialmente la práctica de ejercicios físicos y adiestramiento en el manejo de las armas, según contó Juan Pablo a este cronista. Schmidt le dijo a su sobrino que él (Schmidt) y el comandante Hans Ruppel, tío abuelo de Juan Pablo, después de haber peleado en la Segunda Guerra Mundial escaparon de Europa en submarino, desembarcando clandestinamente en un playa argentina. Si esto resultaba asombroso, agregó un dato más insólito: Hitler y Eva Braun habían viajado en el mismo U-Boot que lo hizo Ruppel quien -le dijo- tuvo como función cuidar al máximo jefe nazi durante su exilio en la Argentina.


Parientes. Juan Pablo Ruppel y su tío, el SS Horst Schmidt.

Este relato de la sobrevida del líder del Nacionalsocialismo, fuertemente cuestionado por los historiadores académicos que aseguran que el Führer se suicidó de un tiro en su búnker de Berlín el 30 de abril de 1945, fue asimilado por Juan Pablo como un dato verdadero incuestionable, ya que se crió con esa versión alimentada periódicamente por los datos que le contaba Horst Schmidt (fallecido en 2014), apodado “el largo” porque medía casi dos metros de altura. Como si fuera poco, el mismo comandante Ruppel le ratificó a su joven pariente esa versión personalmente. Al respecto, en diálogo con Ámbito Financiero, Juan Pablo recordó que vio a su tío abuelo solamente tres veces en su vida. La primera cuando era adolescente y el hombre de la Leibstandarte fue a visitar al SS Horst Schmidt, que era sobrino del comandante germano, en 1994. Al parecer, en aquella oportunidad Hans Ruppel sintió admiración por el joven al conocer el buen desempeño que tenía en las tareas que le habían asignado. “Yo tenía la llave de la escuela y de la iglesia porque era muy responsable y eso le gustó mucho a él”, me dijo Juan Pablo Ruppel cuando recientemente lo entrevisté en Azul. “Además, decía que le recordaba a un hermano de él que se había quedado en Berlín”, agregó. En esa visita fugaz el comandante Hans Ruppel y el SS Horst Schmidt hablaron por horas, pero el joven Juan Pablo no participó de esas charlas. Nada le contaron, nada preguntó.

Los años pasaron y recién en el 2012 el comandante Hans Ruppel, ahora avejentado, volvió a aparecer en su vida. Para ese entonces Juan Pablo tenía 33 años, estaba casado y había instalado un negocio para reparar aparatos electrodomésticos en Azul. “Vino en un Mercedes Benz con chofer, acompañado de un señora mayor, me dijo ¿te acordás de mí?, yo le dije que sí, pero la verdad que muy bien no me acordaba de él porque habían pasado varios años desde que lo había visto por última vez”, señaló. “Pero ahí yo era más grande así que le pregunté directamente, y él me respondió que sí, que había venido con Hitler en un submarino”. En esa oportunidad Hans Ruppel charló bastante con su sobrino nieto y además pudo observar las armas que Juan Pablo de motu propio había coleccionado. Un detalle que al anciano militar alemán no le pasó desapercibido como se verá a continuación.

A los pocos meses el anciano Hans volvió a aparecer pero esta vez con un regalo excepcional para su sobrino nieto: algunas de las pistolas de la colección personal de Adolf Hitler. Además de explicarle el origen de las mismas le entregó una carta con los datos exactos de cada una. Le dijo que Hitler había llegado con él a la Argentina en 1945, y que tres años después se trajeron esas antiguas pistolas que había coleccionado el Führer. El comandante Hans Ruppel le aseguró que luego de que Hitler murió de verdad él se convirtió en custodio de esa valiosa colección. Agregó que, como estaba muy viejo, antes de morir le quería regalar algunas de las armas, una de ellas la más cara del mundo, advirtiéndole que todas tenían una altísima cotización, razón por la cual debía tomar recaudos para protegerlas de eventuales intentos de robos. Como se verá el tiempo le daría la razón al experimentado militar alemán.
La carta reveladora

En una misiva firmada por el oficial nazi dirigida a su sobrino nieto, cuyo original está incorporado a las actuaciones judiciales, el integrante de la Leibstandarte textualmente señala lo siguiente:

“En el año 1948 llegan a la Argentina bajo el mandato de Juan Domingo Perón parte de la colección de Hitler, una pistola calibre 45 serial 05, otra pistola Parabellum calibre 7.62 número de serie 3858 s (ver foto) que fuera de Adolf Hitler usada en el año 1925 , como así también otras pistolas pertenecientes a Joseph Goebbels, calibre 9 mm. Serial 2464 y también usada en 1925. Una pistola Parabellum calibre 9 mm, número de serie 4808 z que perteneció a Otto Skorzeny, que años más tarde se convertiría en guardaespaldas de Eva Perón...”, entre otras mencionadas. Las pistolas citadas precedentemente a modo de legado quedaron en poder de Juan Pablo Ruppel. El comandante germano le dijo a su sobrino nieto que de todas las que le entregaba la más importante era la “pistola Parabellum calibre 45 número de serie 05 que fue una de las 5 que fueron hechas en 1907 para los grandes de Estados Unidos. Dos de ellas se mandaron ahí y otra de ellas todavía está dando vueltas en subastas desde hace años entre importantes coleccionistas (valuada) en más de un millón de dólares. Esta en particular fue una de las que quedó en Alemania cuando nuestro Führer Adolf Hitler toma el poder máximo en agosto de 1934. Años más tarde, toma la pistola Parabellum calibre 45 número de serie 05, que se encontraba en una colección privada de Berlín y la lleva a su propia colección junto a varias pistolas de esa marca que ya coleccionaba Adolf Hitler desde 1925, cuando rearmaron el primer grupo con Martin Bormann, Rudolf Hess, entre otros”. El hombre de la Leibstandarte le explicó a Juan Pablo que dicha arma corta era considerada una de las más valiosas del mundo por ser un modelo raro; pero además le hizo notar que el hecho de haber pertenecido a Hitler la hacía, a los ojos de los coleccionistas, más cara aún. Un valor extraordinario para una pistola, muy difícil de calcular. El comandante Ruppel, presintiendo que estaba al fin de su vida, le dejó a su pariente las armas ante citadas, fotos, condecoraciones y otros elementos, resabios de la historia, que desde años resguardaba el hombre de las Leibstandarte. Luego el anciano desapareció de escena. Juan Pablo hoy no sabe si está vivo o falleció.


Testimonios. Juan Pablo Ruppel con una de las pistolas de la colección de Hitler. En este caso una Parabellum calibre 7.62 que fuera del jefe nazi a partir de 1925.

Allanamiento y robo

El tiempo pasó y el 17 de junio del 2016 a las 8 horas un grupo de la policía de Buenos Aires, irrumpió por la fuerza en la vivienda de Juan Pablo Ruppel. El operativo se realizó mediante una orden de allanamiento dada por el juez Carlos Villamarín titular del juzgado de Garantías N° 2 de Olavarría, con el objetivo de investigar un robo de menor cuantía que se había realizado casi un año antes en una propiedad privada (Causa N° 3118/15). El operativo fue comandado por el subcomisario Emiliano Sparaino, en ese entonces titular de la comisaría N° 1 de la localidad de Hinojo. (Sparaino este año se acogió a los beneficios de la Ley del Arrepentido en una causa de corrupción policial, por la cual estaba detenido, que lo involucra por pedidos de coimas a transportistas). En esa oportunidad la policía secuestró las armas de la Colección Hitler, y otras más de colección totalizando catorce, así como varios elementos por caso los cargadores de esas pistolas. Actuaron varios efectivos armados, encapuchados y con linternas según surge de las actuaciones judiciales en curso.

Juan Pablo Ruppel estuvo una noche detenido en la Comisaría 1° de Azul. Una vez liberado él y su abogado, Germán Vena, aparecieron en los medios locales manifestando ambos la indignación por lo ocurrido. Vena dijo que el procedimiento se debía a un denuncia de vieja data por un presunto robo de una vivienda del paraje de Colonia Nievas. Aseguró que los policías que actuaron en el allanamiento buscaban “comestibles, vajilla, vasos (que era lo que presuntamente se había robado) pero en el operativo secuestran armas que tiene él, que es coleccionista de armas de la Segunda Guerra Mundial”, aseguró en declaraciones al noticioso del Canal 2, Somos Azul. El letrado agregó que “se allanó el domicilio cuando no debió hacerse, se entró por la fuerza cuando en realidad la orden de allanamiento era que tenían que identificarse y pedirle que se exhiban las supuesta cosas que estaban en su poder. Entraron por la fuerza, rompieron la puerta, dejaron a los chicos (cuatro hijos menores) encerrados en una habitación, mucha violencia. Lo detuvieron, lo llevaron, mientras él todo momento les decía que tenía la documentación de las armas en su poder”, indicó el letrado. Al no haberse encontrado ninguno de los elementos que se buscaban, y al no constatarse pruebas que vincularan a Ruppel con ese robo a una vivienda la causa fue archivada. Sin embargo se abrió otra por la supuesta “tenencia ilegal de armas de fuego de uso civil”. “Luego que nosotros acreditamos que mi cliente tenía no solo la registración de las armas, sino que es legítimo usuario, él fue sobreseído de esa causa”, explicó el abogado de Juan Pablo Ruppel.



El libro La Segunda Vida de Hitler (1945- ?) en el que se cuenta sobre la historia del comandante Hans Ruppel.

Falta la más importante

El paso siguiente fue la devolución de las armas secuestradas por parte de la Justicia. Eso ocurrió pero con un detalle gravísimo. Le devolvieron todas menos la más valiosa, la Parabellum 45 de Hitler, que “se extravió” en dependencias oficiales (ver recuadro aparte) según aseguró Juan Pablo Ruppel. Todos los intentos realizados por el damnificado al día de la fecha para recuperar esa arma han sido infructuosos. En la investigación en curso, a cargo de la jueza de Garantías Magdalena Forbes, de la U.F.I. N° 1, no hay ninguna pista firme sobre lo que ocurrió, ni funcionarios o policías imputados, según confirmó a este diario el fiscal Marcelo Fernández. A los efectos de establecer el valor de la pistola de Hitler que desapareció tras el secuestro de las armas, en uno de los expedientes se indica que, de acuerdo a los publicado por la revista especializada Guns and Ammo (edición de junio de 1994) se vendió una similar en la década de los 80 en los Estados Unidos, recordemos que hay solo 5 del mismo modelo, en 1.5 millones de dólares. En la Argentina el arma más valiosa del mundo, oportunamente registrada por el comandante Ruppel en el Registro Nacional de Armas (RENAR) entró en la clandestinidad y desapareció para siempre.