viernes, 31 de enero de 2020

SGM: ¿Cómo fueron tratados los judíos en el Japón Imperial?

miércoles, 29 de enero de 2020

Perón, una deshonra al uniforme del Ejército Argentino

De la condena al reconocimiento: las tensiones en el Ejército por la figura de Juan Domingo Perón 

Tras derrocarlo en 1955 le prohibieron ostentar el título del grado y el uso del uniforme. El teniente general Jorge Raúl Carcagno suscribió el levantamiento de la sanción en 1973 y años más tarde debió ofrecer explicaciones
Por Juan Bautista "Tata" Yofre || Infobae

Una lacra en la historia argentina, el pedófilo Juan Domingo Perón (Universal History Archive/Shutterstock)

A las 13 horas del 26 de octubre de 1955, el tribunal superior que juzgó al general Juan Domingo Perón oficializó su sentencia a través de un decreto firmado por el presidente de facto Eduardo Lonardi y el ministro de Guerra León Justo Bengoa. Había sido un juicio rápido y severo, si se tiene en cuenta que el imputado –un presidente constitucional- había sido derrocado el mes anterior. Se tomaron menos de 30 días para repasar con el reglamento de los tribunales de honor (R.R.M. 70) en la mano, nueve años de gestión presidencial.

Integraron el tribunal los tenientes generales Carlos von der Becke, Juan Carlos Bassi, Víctor Jaime Majó, Juan Carlos Sanguinetti y Basilio Pertiné. La Revolución Libertadora en esos momentos no pasaba por su mejor momento. Como había sostenido la esposa del general Pedro Eugenio Aramburu, el derrocamiento de Perón fue el fruto de “una revolución sin jefe” y el 13 de noviembre Lonardi era derrocado y sustituido por el propio Aramburu sin ningún tipo de alteración castrense.

Tras una consideración de las imputaciones tenidas en cuenta por el tribunal, Lonardi condenó a Perón con tan solo un artículo. Previamente, la decisión estima que se aprueba “la resolución del tribunal superior de honor que declara al señor general de ejército don Juan Domingo Perón, en razón del alto cargo que ha desempeñado y de la gravitación que ha tenido en los destinos, trasciende el ámbito de la institución militar, lo que hace necesario, en un régimen republicano de gobierno, que sea conocida por toda la ciudadanía y, atento a lo propuesto por el ministro secretario de Estado de Ejército, el presidente provisional de la Nación decreta: Artículo 1º: Apruébase la resolución del tribunal superior de honor que declara al señor general de ejército don Juan Domingo Perón, encuadrado en el Nº58, apartado 4º, del reglamento de los tribunales de honor. Descalificación por falta gravísima, quedando por consiguiente prohibido al causante ostentar el título del grado y el uso del uniforme, por la indignidad con que su inconducta ha puesto de manifiesto. El Artículo 2º es de forma”.

Desde ese 26 de octubre, en los medios oficiales a Perón se lo trataba de “señor” aunque la gente lo seguía llamando “general”. Cuando alguien hablaba de “el general” los interlocutores sabían de quién se trataba.

Perón se enteró de la grave sanción mientras se encontraba viviendo refugiado en la casa de su amigo Ricardo Gayol en Asunción del Paraguay. Con el cambio de presidente de facto en la Argentina crecieron las presiones: si Perón no abandonaba Paraguay, el gobierno argentino no acreditaría un nuevo embajador ante Alfredo Stroessner. El 2 de noviembre de 1955, un avión piloteado por el oficial de confianza del mandatario guaraní lo trasladó a Panamá.

Tras el juicio del tribunal militar vino otro con un fallo de 260 páginas ante la Corte Suprema de la Nación, mientras en otras instancias se juzgaban a muchos de sus colaboradores más inmediatos. Las causas no se cerraron y Perón no comparecía ante los estrados argentinos. En 1963, el dirigente conservador Eduardo Augusto García solicitó su extradición y en un escrito ante la Corte Suprema habló del “injustificado estancamiento de los procesos”. En una oportunidad, el embajador argentino en España, general Julio A. Lagos, solicitó su extradición pero no obtuvo respuesta. Al mismo tiempo, la dirigente peronista Delia Parodi le envió una carta al generalísimo Francisco Franco para que “sepan ignorar el agravio al buen hombre argentino” y “es que ante las promesas reiteradas de levantamiento de proscripciones al partido Peronista, estos mismo elementos ensayan una vez más y en vano intento, el desprestigio de nuestro conductos y por implicancia al propio movimiento".


Decreto firmado por Héctor Cámpora levantando las sanciones a Perón



Hasta 1971 el peronismo estuvo proscripto y Perón intentó volver a la Argentina en diciembre de 1964, pero fue frenado en Río de Janeiro, Brasil, por expreso pedido del gobierno radical de Arturo Umberto Illia. Tras la caída de Illia llegaron los gobiernos del teniente general Juan Carlos Onganía (1966-1970); general Roberto Marcelo Levingston (1970-1971) y finalmente el teniente general Alejandro Agustín Lanusse.

Con Lanusse comenzaba a prepararse el final de lo que se denominó la Revolución Argentina y la posibilidad de un Gran Acuerdo Nacional, que imaginaba una salida electoral con una fórmula encabezada por el propio Lanusse y un aval peronista.

El 22 de abril de 1971 entró en la residencia de Perón, en el barrio de Puerta de Hierro, Madrid, el coronel Francisco Cornicelli, un enviado del presidente de facto con un listado de diez puntos para negociar. La lista, que llevaba el título de “Tratativas”, preveía la devolución de los restos mortales de Eva Duarte de Perón; la entrega de un pasaporte argentino (Perón usaba pasaporte paraguayo); “le será concedida la pensión correspondiente a ex Presidente”; “oportunamente le serán devueltos o reconocidos en su valor actual los bienes que tenía al asumir el 1º de Mayo de 1946 la Presidencia de la Nación”. Los puntos 5º y 6º comenzaban a abrir la seria posibilidad de su rehabilitación personal, o dicho de otra manera, le permitirían a Perón concretar uno de sus más grandes deseos: volver a vestir el uniforme del Ejército. Estos puntos decían que “los procesos penales incoados (tenía uno por estupro) quedarán cerrados con la resolución judicial que recaiga sobre los mismos” y que “la rehabilitación cívica del ex Presidente de la Nación importará el reconocimiento de su carácter de tal.” El punto 10º era para Lanusse la frutilla de la torta: "Conjuntamente con el Movimiento Nacional Justicialista seguirá alentando los propósitos de conciliación nacional y de afirmación de una política de recuperación que armonice con los fines del llamado Gran Acuerdo Nacional”.
  Listado que el coronel Cornicelli presentó a Perón

Como se conoce, varios de los puntos ofrecidos en las “Tratativas” fueron cumplidos y eran coincidentes y ampliados con los que la Junta de Comandantes en Jefe instruyó al embajador argentino, brigadier Jorge Rojas Silveyra a tratar con Perón, en agosto de 1971. Pero el morador de Navalmanzano 6, de Puerta de Hierro, no se prestó al juego del Gran Acuerdo. Tras las elecciones del 11 de marzo de 1973, y con el triunfo de la fórmula de Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima, Juan Perón volvió definitivamente a la Argentina.

Entre las primeras decisiones que tomó Cámpora al asumir la Presidencia de la Nación, el 25 de mayo de 1973, estuvo la rehabilitación cívica y militar del ex mandatario constitucional. Tras llegar Perón a Buenos Aires, el 20 de junio de 1973 y luego de dramáticos y agitados días, el comandante en Jefe del Ejército fue a visitarlo, el 10 de julio, a su residencia de la calle Gaspar Campos, en Vicente López. En esa ocasión, el teniente general Jorge Raúl Carcagno llevó en su portafolio los documentos del caso que, entre otros temas, fue tratado. Durante la conversación Perón lo sorprendió cuando le dijo que iba a volver al poder y quería que el Ejército fuera el primero en enterarse. En realidad ya conocían el “golpe de Palacio” que terminaría con Cámpora, entre muy pocos, su círculo íntimo, el ministro de Economía Gelbard, el diputado Raúl Lastiri y Ricardo Balbín.

Horas más tarde, el 11 de julio, se conocía el texto del Decreto 504 del Presidente de la Nación que declaraba “extinguida de pleno derecho la resolución del Tribunal Superior de Honor del 27 de octubre de 1955, aprobada por el Decreto Nro. 2034 del día 31 de igual mes y año, que encuadró al entonces General de Ejército D. Juan Domingo Perón, en lo dispuesto por el número 58 apartado 4º del ex Reglamento de los Tribunales de Honor (RRM 70)”. El texto fue firmado por Cámpora, Ángel Federico Robledo, como Ministro de Defensa, y el teniente general Carcagno.

Como se ha observado muchas veces en la Argentina, nada es definitivo. Jorge Carcagno pasó a retiro en diciembre de 1973 pero tras el golpe contra Isabel Martínez de Perón, las autoridades del Ejército revisaron el proceso que llevó a rehabilitar militarmente a Perón, fallecido desde hacía un lustro, y Jorge Raúl Carcagno se vio obligado a explicarlo por escrito para que saliera en los medios periodísticos (que manejaban las FF.AA.). Así, el 13 de julio de 1979, le dirigió una nota al general Roberto Eduardo Viola “a fin de aclarar las dudas que puedan haber creado recientes noticias periodísticas con respecto a la devolución del grado y uso del uniforme al Teniente General Juan Domingo Perón”.

Carcagno le informó a Viola que “se procedió a dejar sin efecto la Baja” de Perón “por cuanto la misma no estaba encuadrada” en la legislación vigente en 1973. “En tal sentido…no se preveía la baja del militar fundada exclusivamente en la sanción de un Tribunal de Honor, por extrema que ella fuere”. Luego explicó que el Decreto Nro. 504 de 1973 “se encontraba comprendida en los términos de la Ley de Amnistía” que “consideró extinguida la resolución del Tribunal de Honor de pleno derecho”.

Después de Viola asumió la comandancia del Ejército Leopoldo Fortunato Galtieri, con quien Carcagno supo tener una relación más cálida que con sus antecesores Jorge Videla y Viola. Así se observa en una carta que Galtieri le envió el 29 de diciembre de 1979 en la que le dice que se pone “a su disposición, manifestándole que las puertas de mi despacho se encuentran abiertas para recibirlo”.

  Tapa de La Razón informando la visita de Carcagno a Perón

El 22 de agosto de 1980, Carcagno se dirige a Galtieri solicitando “se ponga en conocimiento del personal de la Institución el Informe que se agrega en el Anexo adjunto”. Queda claro que el ex jefe militar todavía era blanco de críticas por su participación en la rehabilitación de la figura de Perón. En esta oportunidad, comienza relatando que ya el año anterior le informó a Viola sobre su participación en la cuestión, pero “ante nuevas y reiteradas declaraciones de conocidos políticos, las que señalan a la Institución como responsable de la decisión a la que hice referencia, solicito al Sr Comandante en Jefe dé a conocer a todo el personal de la misma el Informe que elevo".

En esta oportunidad, Carcagno trata de ser más didáctico pero aclara que en 1973 “por tratarse de un Gobierno Constitucional y atento a lo que prescribe nuestra doctrina de conducción, el Comandante en Jefe no compartía ni delegaba responsabilidades tanto en el campo institucional cuanto en lo político. En consecuencia, suya era la responsabilidad de las resoluciones que adoptaba, sin exclusiones de ninguna naturaleza”.

Luego, en una carilla, vuelve a repetir lo que ya había explicado el año anterior y termina confiando que con lo que acaba de manifestar “queden satisfechas las justas expectativas de los miembros de la Institución y aclarada convenientemente la responsabilidad del suscripto, dejando a salvo la de los restantes integrantes del Ejército”.
  Encabezado de la nota de Galtieri a Jorge Carcago

El 27 de octubre de 1980, Galtieri le respondió a su nota del 22 de agosto, informándole que su nota “fue motivo de tratamiento en la reunión de todos los generales en actividad de la Fuerza, ocurrida en la primera quincena del corriente mes. En dicha reunión, copia de la nota de referencia fue agregada a la documentación entregada a cada participante”.

Luego de siete años, Jorge Raúl Carcagno debió volver a explicar su participación en el levantamiento de la Baja y la autorización del uso del uniforme a Juan Domingo Perón. Todo manifestaba una gran pérdida de tiempo. Y mientras la discusión inútil se llevaba a cabo, el período de la dictadura militar de la Argentina marchaba por otros caminos y los que gobernaban parecían no darse cuenta.

El 9 de octubre de 1980, bajo el título “¿Tiene la Argentina el gobierno que se merece?”, el periodista Manfred Schonfeld, del matutino conservador La Prensa, opinó que “el presidente Videla no parece haberse planteado adecuadamente la ‘profunda gravedad’ del problema de los desaparecidos y que ‘cabría desear que al menos lo hiciera el flamante presidente designado’” (Roberto Viola). Y añadió: “El resultado es un creciente descreimiento, una falta de fe por parte de los estratos más amplios de la población. [...] Hay en estos momentos un escepticismo, un cinismo, particularmente entre la gente joven, como hace tiempo no lo había”. La desazón, especialmente de los jóvenes, aumentó el drenaje de lo que denominó “la fuga de cerebros”. El Washington Post del 29 de octubre informó que diariamente cientos de argentinos se acercan a las oficinas consulares en Buenos Aires interesados en emigrar, en la búsqueda de un país más libre y confortable. “Unos dos millones de argentinos emigraron en las últimas dos décadas. ‘No puedo encontrar trabajo acá’, declaró Juan Fernández, un ingeniero de 30 años, ‘hay muchos ingenieros y la economía es un desquicio. Tengo que vivir con mi madre y llevo más de un año sin trabajar’”.

“El nivel de desempleo”, escribió Kenneth Fredd, “se ubica en un 10 por ciento, en un país donde cualquiera que trabaje una hora semanal es considerado ocupado. Fuentes gremiales estiman que unos dos millones y medio de personas tienen trabajo ocasional u ocupan posiciones donde no trabajan. La inflación se ubica entre las más altas del mundo —150 por ciento— y ha sido de tres dígitos en los últimos seis años”.

martes, 28 de enero de 2020

Nazismo: 5 momentos clave de este horrendo movimiento político

Cinco momentos clave en el ascenso del nazismo

Del declive electoral a la decisión de exterminar a los judíos en campos de concentración de la Polonia ocupada


Adolf Hitler es saludado por sus partidarios en Nuremberg en 1933 (Photo by Hulton Archive/Getty Images) (Hulton Archive / Getty)



AROLa Vanguardia

Thomas Childers (Tennessee, 1946) enseña Historia en la Universidad de Pensilvania desde 1976 y ha escrito media docena de libros sobre el nazismo. El último, El Tercer Reich: una historia de la Alemania nazi (Crítica), que arranca con un jovencísimo Hitler y culmina con su ascenso y consolidación en el poder. A petición de La Vanguardia, enumera cinco momentos clave:

1. La elección de noviembre de 1932


Por primera vez desde su dramático aumento en las encuestas después de la Gran Depresión, los nazis sufrieron una gran pérdida en las elecciones de noviembre de 1932, tanto a nivel regional como nacional. Fue el comienzo de una tendencia electoral descendente que continuó en 1933. Se hizo cada vez más evidente que la coalición electoral nazi tenía recorrido pero poca profundidad, y comenzó a mostrarse en una serie de elecciones regionales y nacionales.

Un discurso de Adolf Hitler en 1932 en Berlín (/ Bundesarchiv)

La importancia de esto es que el ascenso nazi al poder no era inevitable. Hitler, ciertamente, no fue arrastrado al poder en una ola de apoyo público y victorias electorales. Cuando se le dio una oportunidad en una elección libre y justa, dos tercios de la población alemana optó por otro partido. No había nada inevitable en la asunción nazi del poder y no era la “voluntad del pueblo alemán”.

2. El incendio del Reichstag en febrero de 1933


Cuando se declaró el incendio en el Reichstag , el edificio del Parlamento en Berlín, los nazis lo usaron como una excusa para clausurar el poder legislativo. Los nazis afirmaron que fueron los comunistas quienes prendieron fuego y dijeron que estaban planeando un derrocamiento del gobierno y una revolución a gran escala. Muchas otras personas en Alemania pensaron que fueron los nazis quienes prendieron el fuego.

Incendio del Reichstag en febrero de 1933 (wikmedia)

Pero lo que se sabía en ese momento, les dio a los nazis la excusa para forzar a través de una serie de decretos de emergencia la muerte de la democracia en la República de Weimar. El gobierno por decreto de emergencia parecía necesario debido al siniestro, pero con estas medidas se allanó el camino para los decretos autoritarios que dictaría Hitler posteriormente.

3. La noche de los cristales rotos en noviembre de 1938


La Kristallnacht, o “La noche de los cristales rotos”, se llamó así porque durante la noche del 9 al 10 de noviembre se destruyeron negocios y viviendas judías, se incendiaron sinagogas y se desató la violencia contra los judíos de forma individual. Esta fue la primera vez que Alemania fue testigo de un pogromo en todo el país contra la comunidad judía que fue claramente orquestado desde arriba y dirigido desde los altos niveles del gobierno. Esto representó una radicalización importante de la política racial nazi, desde actos individuales de discriminación y violencia contra los judíos hasta una campaña coordinada a nivel nacional.

Una imagen del día siguiente a la Kristallnacht (9-11-1938), en Berlín (wikimedia)

Sin embargo, la destrucción de Kristallnacht no fue popular entre los alemanes, lo que demostró a los nazis que la violencia contra los judíos no era aceptable para una porción significativa de la población . Si bien no les impidió perseguirlos, sí que hizo que cambiaran sus tácticas contra la comunidad judía.


La mayoría de los alemanes desaprobó la persecución de los judíos en la noche de los cristales rotos

4. La invasión de la Unión Soviética el 22 de junio de 1941


El 22 de junio de 1941, los nazis lanzaron la “Operación Barbarroja”, la invasión de la Unión Soviética. El ataque sorpresa comenzó en la misma fecha en que Napoleón, en 1812, había invadido Rusia, y rompió el Pacto Molotov-Ribbentrop de no agresión entre la Alemania nazi y la Rusia soviética que había estado vigente desde justo antes de la invasión de Polonia en 1939. Soldados alemanes con un antiaéreo y un carro de combate en junio de 1941 en el marco de la invasión contra la URSS (Bieling / Bundesarchiv)

La invasión de la Unión Soviética fue un punto de inflexión significativo en la guerra y redujo en gran medida las posibilidades de una victoria nazi. Aunque una cruzada contra el “judeo-bolchevismo” siempre había sido central en la ideología de Hitler, abrió a Alemania a una guerra de dos frentes después de que Hitler declarara la guerra a Estados Unidos en diciembre de 1941. La invasión de la Unión Soviética pareció exitosa al principio, pero luego empujó a los soldados alemanes a un combate para el que no estaban preparados.

5. La Conferencia de Wannsee el 20 de enero de 1942


En esta fecha, el oficial de las SS Reinhard Heydrich convocó a un pequeño grupo de líderes nazis en una villa en Wannsee, un suburbio de Berlín. Durante la reunión, Heydrich presentó lo que llamó la “solución final” al “problema judío” en Europa. Dejó claro que esto significaba el exterminio de judíos en los campos que se crearían en la Polonia ocupada. La política racial nazi se había intensificado hasta el genocidio y señaló un intento de eliminar la “raza” judía de Europa.
  La villa en que tuvo lugar la conferencia de Wannsee, un suburbio de Berlín, en 1942, en una imagen actual (A.Savin / A.Savin/wikimedia)

Aunque no hubo evidencia de órdenes escritas directas de Hitler, durante esta reunión quedó claro que el “problema judío” ahora estaba exclusivamente en manos de las SS, y ya no debía ser manejado por una variedad de diferentes organizaciones de la Alemania nazi.


La “solución final” se tomó en una villa de Wannsee y quedó en manos de las SS

lunes, 27 de enero de 2020

Protestantes: La gran rebelión campesina alemana de 1524-5

Revolución gigantesca de la que nunca has oído hablar: la guerra de los campesinos alemanes de 1524-5

Andrew Knighton || Wat History Online




En 1524, estalló una revuelta en Alemania. Los campesinos se levantaron en una guerra que mostró las tensiones religiosas y sociales que destrozarían Europa durante los siglos siguientes.
Las causas de la guerra

La guerra de los campesinos no fue la primera revuelta contra la autoridad de los nobles en Alemania, pero fue la más extendida que la región había visto hasta ahora.

La causa subyacente de la guerra fue el cambio económico. Tras una caída de la población en el siglo XIV, los señores habían renunciado a reclamar algunos de sus derechos ancestrales que ya no eran útiles o viables. Pero a principios del siglo XVI, los nuevos cambios económicos presionaron a estos nobles.

Intentaron arreglar sus finanzas y reafirmar su control haciendo cumplir estos derechos antiguos, incluyendo reclamar impuestos adicionales y limitar la libertad de movimiento y matrimonio.


Representación muestra los acontecimientos de la guerra campesina alemana 1523-1525

Para los campesinos y la gente del pueblo que no habían visto estos derechos afirmados en generaciones, no se trataba de un resurgimiento de los derechos legales. Más bien fue la afirmación de algo nuevo lo que los perjudicó.

Los cristianos reformistas les dieron bases ideológicas para la revuelta que acababan de salir del protestantismo luterano. Muchos tomaron la revolución religiosa del protestantismo como justificación para rebelarse contra la autoridad opresiva en general. Aunque Lutero no lo vio así, su influencia le dio a la revuelta un aspecto religioso.


Martín Lutero inició la Reforma Protestante en 1517.

Brote


La revuelta comenzó en el verano de 1524. En Stühlingen, en el suroeste, la condesa de Lupfen hizo nuevas demandas a los campesinos en su área, luego de una serie de malas cosechas que dejaron a los habitantes ya delgados. Cientos de campesinos respondieron reuniéndose, eligiendo líderes, armando una lista de quejas y levantando la bandera de la revuelta.

A principios de 1525, la revuelta se extendía desde el suroeste. Los campesinos en muchas partes de Alemania se rebelaron contra las imposiciones de sus gobernantes locales. La idea de la insurrección se difundió en parte de boca en boca y en parte a través de panfletos. La imprenta seguía siendo una tecnología relativamente nueva, pero los rebeldes la aprovecharon.

Se imprimieron miles de copias de folletos rebeldes, particularmente de los Doce Artículos, una declaración de principios que intentaba crear una agenda común para la revuelta.


Doce artículos del panfleto de los campesinos de 1525

Cómo pelearon


Esto también fue en los primeros días de la guerra de pólvora. Las armas eran caras y difíciles de obtener, pero las armerías de la ciudad tenían tales armas listas para la defensa, por lo que los rebeldes pudieron apoderarse de ellas. La mayoría de los rebeldes todavía usaban armas más tradicionales, como espadas, lanzas y palos.

A los rebeldes les tomó tiempo organizarse, ya que la mayoría no solía ser parte de una organización militar. Cuando se organizaron, generalmente eligieron líderes militares y políticos separados. Los líderes militares a menudo eran hombres con experiencia militar, como Hans Muller y Walter Bach.


Bauernjörg, Georg, Truchsess von Waldburg, el azote de los campesinos

Ambos hombres habían luchado en los ejércitos de Landsknecht, bandas mercenarias que los campesinos usaban como modelo para sus ejércitos. Donde no se pudo encontrar a un veterano, otros hombres tomaron el mando. Algunos de ellos resultaron poco confiables en una crisis, pero otros se convirtieron en comandantes militares efectivos, como Caspar Prassler y Michel Gruber.

Contra ellos se desplegaron las fuerzas de señores y príncipes. Usaron su riqueza para contratar mercenarios y recaudaron impuestos feudales para atraer más tropas. Sus mayores recursos les facilitaron la adquisición de armas y suministros, así como a soldados experimentados.

La marea de guerra


La primera batalla importante de la guerra tuvo lugar en Leipheim. Allí, varios miles de rebeldes se reunieron en abril, equipados con cañones. Fueron abordados por el ejército de la Liga de Suabia, liderado por Georg, Truchsess von Waldburg, un comandante con experiencia contra los levantamientos campesinos. Sus fuerzas superiores asustaron a los rebeldes, dándole una victoria.


La quema de Little Jack (Jacklein) Rohrbach, un líder de los campesinos durante la guerra, en Neckargartach.

El resentimiento de los campesinos por su opresión por parte de los nobles condujo a actos de destrucción y brutalidad. Alrededor de 70 nobles fueron ejecutados en Weinsberg. El castillo de Wildenburg fue incendiado.

En mayo, un importante ejército campesino fue nuevamente derrotado, esta vez en Frankenhausen. Miles de rebeldes fueron masacrados después.

El patrón se repitió en Böblingen, Königshofen y Würzburg. Una y otra vez, las fuerzas dirigidas por nobles con más ejércitos profesionales pudieron ejercer más fuerza, rompiendo ejércitos rebeldes e infligiéndoles grandes bajas.


Dirk Willems salva a su perseguidor. Este acto de misericordia lo llevó a su recaptura, después de lo cual fue quemado en la hoguera. Luyken, Jan (1685), Dirk Willems (foto).

La desunión fue el mayor problema para detener a los rebeldes. Aunque todos compartían agendas similares, no estaban acostumbrados a trabajar con personas más allá de su localidad inmediata. No pudieron ponerse de acuerdo o ejecutar una estrategia compartida. Como resultado, los defensores del status quo los eliminaron poco a poco. A finales del verano, la resistencia había llegado a su fin.

El fin


Muchos de los líderes campesinos fueron capturados y ejecutados. Entre ellos estaba el pintor Jorg Ratgeb, que se había convertido en un líder entre las fuerzas armadas rebeldes. Los ganadores mostraron poca misericordia con aquellos de las clases más bajas que se habían alzado contra ellos.


Los campesinos insurgentes con Bundschuhfahne rodean a un caballero. Xilografía del llamado Maestro de Petrarca del espejo de hielo, 1539.

Para los nobles de menor rango y las autoridades de la ciudad que se habían puesto del lado de los rebeldes, el resultado fue a veces menos brutal. Negociaron la paz con los ejércitos principescos, lo que les permitió conservar sus vidas y su riqueza.

En algunas áreas, los campesinos obtuvieron pequeñas concesiones de los nobles resurgentes, que estaban ansiosos por evitar que tal revuelta ocurriera nuevamente. Pero el resultado general fue un fracaso terrible. Hubo pocos cambios reales, y en muchos lugares los campesinos perdieron los derechos que ya tenían.


Ilustración del castillo de Weinsberg, rodeado de viñedos. En Weinsberg, los campesinos abrumaron el castillo y masacraron a los terratenientes aristocráticos.


La guerra de los campesinos reflejó las tensiones religiosas y sociales que conducirían a más guerras en toda Europa en los siglos siguientes. Pero en ese momento, su resultado fue un resurgimiento del poder noble exacto que los rebeldes habían tratado de frustrar.

domingo, 26 de enero de 2020

Guerra de Secesión: Los 450 georgianos en Antietam

Los 450 georgianos - Reteniendo a 12 mil hombres en Antietam bajo el impetuoso general Robert Toombs

War History Online



Contra todos los pronósticos

La capacidad de 450 georgianos resueltos para evitar a 12.500 federales, evitando que crucen Antietam Creek durante varias horas cruciales, tiene que pasar a ser una de las grandes bases de la Guerra Civil. Era una Termópilas Confederadas. Y la fuerza improbable detrás de este golpe maestro táctico fue el general de brigada Robert Toombs, de 52 años, un hombre irascible y bebedor, y candidato fallido para presidente de la C.S.A.

En algún momento después de las 9:00 AM, Ambrose Burnside, al mando del Cuerpo Federal IX, emitió la orden de ataque. El pequeño grupo de georgianos de Toombs los esperaba.


Robert Toombs: ex juez, candidato presidencial confederado y primer secretario de estado confederado.

Cavando


La mayoría de estos soldados eran agricultores de subsistencia, que trabajaban duro la arcilla roja, cultivando maíz y avena. Si había algo, estos granjeros de Georgia entendieron que era tierra. Confiando en sus agudos instintos, habían convertido los abruptos acantilados de su lado del Antietam en una formidable fortaleza natural.

Usando bayonetas y las mitades de comedores yanquis saqueados, habían cavado pozos de fusil en los costados de los acantilados. (Una cantina reglamentaria de la Unión consistía en dos piezas convexas de estaño, soldadas juntas. Divida una por la mitad y tendría un par de palas muy útiles).


Mapa de campaña de Antietam - Observe a los georgianos de Toombs en la parte inferior frente a la IX Compañía de Burnside

Para reforzar sus posiciones, habían apilado piedras y amontonado ramas y follaje. En contraste con el llamativo azul federal, vestían uniformes caseros oscuros que se mezclaban muy bien con su entorno. Estos georgianos estaban entre los más desfavorecidos del ejército harapiento de Lee. No les importó mucho; valoraban la honestidad de sus pies descalzos en la tierra agreste. Estaban listos
El flujo rápido de Antietam Creek


General Ambrose Burnside - Su fracaso en tomar el puente rápidamente le valió su nombre - Puente de Burnside

Los federales de Burnside comenzaron su ataque sin sospechar cuántos confederados se opusieron a ellos. Los hombres de Toombs estaban tan bien ocultos que los artilleros rebeldes mantuvieron un cañón tan estable que podría ser de 14,000 como 450.

Los federales solo sabían que enfrentaban una serie de obstáculos formidables. Primero tuvieron que bajar los acantilados empinados a su lado del Antietam. Luego tuvieron que correr a través de la llanura de 100 yardas que conducía al arroyo, todo el tiempo expuestos al fuego fulminante.


Puente de Burnside desde la vista de la Unión - Chris Light CC BY-SA 3.0

En el banco del arroyo, los federales tenían dos opciones, ninguna atractiva. Podrían intentar cruzar el puente Rohrbach. Pero tenía solo 12 pies de ancho; el puente podría convertirse en un cuello de botella, desviando a los soldados en una rampa estrecha, marcas fáciles para los georgianos que les dispararían casi directamente. O podrían intentar localizar lugares de vadeo.

Antietam significa "agua que fluye rápido" en el idioma de los indios de Delaware. Lástima que el pobre soldado se vea obligado a sumergirse en un banco del arroyo, gravado por un mosquete y un equipo, y luego vadear a través de aguas rápidas de profundidad desconocida, antes de subir a la orilla opuesta, disparando fuego enemigo hasta el final.


Burnside Bridge hoy sobre Antietam Creek, cerca de Sharpsburg.

Fuerza en números engañosos


Como consecuencia, el ataque de Burnside fue cauteloso y poco sistemático. Los soldados entraron en la batalla en dribs y drabs, uno o dos regimientos a la vez, atacando los acantilados solo para ser rechazados por los Rebs. Un grupo de 3.200 hombres (una cuarta parte del Cuerpo de la Unión IX) se perdió irremediablemente en el bosque en busca de un lugar para vadear.

Cada vez que salían de los árboles, los georgianos de Toombs abrían fuego. Una vez más, la conclusión natural fue que los acantilados en el lado oeste del arroyo estaban repletos de rebeldes. Increíblemente, los georgianos estaban defendiendo un frente de 1,650 yardas con una fuerza del tamaño de un hoedown del sábado por la noche.

¡Qué artimaña! Era la mejor hora para Toombs, un hombre con, digamos, un pasado colorido.


Soldados de la Unión surgen a través de Antietam Creek en esta litografía de 1878 por Kurz y Allison
Fuente: Biblioteca del Congreso

El improbable surgimiento de Toombs

Durante su juventud en Georgia, Toombs se dedicó a actividades físicas: montar a caballo, cazar y pelear. Creció más de seis pies de altura con ojos oscuros y errantes, un mechón de cabello despeinado y una inclinación por el vestido desaliñado. Asistió a Franklin College (precursor de la Universidad de Georgia en Atenas), donde se enfrentó con dos hermanos.

En el transcurso de varios días de violencia sostenida, Toombs arrojó un pesado recipiente de lavado a un hermano, apuntó con una pistola al otro y cargó a ambos hermanos empuñando un cuchillo en una mano y un hacha en la otra. Esto lo expulsó. Pero los Toombs de lengua plateada lograron hablar de regreso a la escuela, solo para ser expulsados ​​por segunda vez. De alguna manera logró graduarse de la facultad de derecho de la Universidad de Virginia, el último muerto de su clase.


Robert Toombs

Sin inclinarse, Toombs inició su práctica como abogado en Washington, Georgia. En un momento en que un joven Abraham Lincoln viajaba por el Octavo Circuito Judicial de Illinois, Toombs recorrió el Circuito Norte de su estado, haciéndose un nombre. En 1845, Toombs fue elegido miembro de la Cámara de Representantes de EE. UU. (Dos años después, Lincoln fue elegido para el mismo cuerpo).

A medida que el Sur investigaba los derechos y la esclavitud de los estados, las perspectivas políticas de Toombs seguían aumentando. Fue elegido para el Senado. Su retórica se disparó. Como orador, Toombs tenía una habilidad y poder extraordinarios. “¡Defiéndete! El enemigo está en tu puerta ", retumbó en el piso del Senado a principios de 1860," espera a no encontrarte con él en tu hogar; reunirse con él en el umbral de la puerta y expulsarlo del Templo de la Libertad, o derribar sus pilares e involucrarlo en una ruina común ".

Su discurso "Doorsill" fue ampliamente reimpreso, envalentonando a los sureños y perturbando al Norte.


Primer Capitolio de los Estados Confederados en Montgomery, Alabama.

Una oferta fallida para presidente de la Confederación


Cuando el Sur se separó de la Unión, Toombs incluso podría haber asumido el cargo más alto en la Confederación incipiente, pero por un incidente vergonzoso. En febrero de 1861, delegados de los estados recientemente separados se reunieron en Montgomery, Alabama, para seleccionar un líder provisional.

El nombre de Toombs estaba en la parte superior de la lista. Pero se emborrachó apestosamente en un banquete de la convención, y también en un par de otros eventos públicos, haciendo el ridículo. El asentimiento presidencial fue en cambio para templar a Jefferson Davis, un hombre que Toombs despreciaba. Los dos una vez estuvieron a punto de pelear un duelo después de que Toombs cuestionó la perspicacia política de Davis, diciendo que su atractivo radicaba en "fanfarronadas jactanciosas y astutos poltroons".


Jefferson Davis - Presidente de los Estados Confederados de América

Como una especie de premio de consolación, Toombs fue elegido como el primer Secretario de Estado de la Confederación. Era un trabajo para el que lamentablemente no era apto. No era diplomático, de hecho había estado en el extranjero solo una vez en su vida para una rápida gira por Europa, durante la cual había juzgado a cada país por un criterio inusual: la calidad de sus cigarros. Después de unos meses, Toombs renunció como Secretario de Estado, exigiendo una comisión como general de brigada al mando de los soldados de su estado de origen.

Y aquí estaba él, el hombre que sería presidente de la Confederación, al mando de una pequeña fuerza de georgianos, tratando de evitar un ataque de la Unión.

Por todos los medios necesarios


Para el mediodía, los muchachos de Toombs en Georgia se estaban quedando sin munición. Algunos habían disparado 60 disparos, dejando sus hombros pateados en negro y azul. La artillería también fue eliminada. Según algunos relatos, los rebeldes se vieron reducidos a disparar "curiosidades militares" en este punto, lanzando todo tipo de objetos fuera de sus cañones, como canicas y trozos de hierro.

Para los federales, la disminución del fuego marcó una oportunidad. Comenzaron a cruzar el Antietam en masa, apiñándose en el puente de Rohrbach, vadeando el arroyo en otros lugares. Los georgianos se sonrojaron de sus escondites del lado del acantilado y comenzaron a retirarse por una empinada ladera de tres cuartos de milla hacia la ciudad de Sharpsburg.


Batalla de Antietam por Thulstrup

Pero habían logrado su objetivo y más: retrasar el cruce federal en aproximadamente tres horas críticas. Como muestra de despedida, algunos de los muchachos de Georgia se volvieron para lanzar piedras y lanzar insultos a los federales que se acercaban: estos fueron los hombres de Toombs hasta el final.

Una vez que los federales finalmente cruzaron Antietam Creek en esta parte del campo, la batalla entró en su fase más consecuente. Si las fuerzas de la Unión lograran escalar esa ladera, podrían cortar la capacidad del ejército de Lee para volver a cruzar el Potomac hacia la seguridad de Virginia. La Confederación podría perder la guerra esta misma tarde.


El general A.P. Hill llegó a la batalla más tarde en el día con nuevas unidades.

Retomando su puente


Famoso, A.P. Hill llegó justo a tiempo, después de haber marchado a 2.500 soldados a un ritmo vertiginoso desde Harpers Ferry, a 27 kilómetros de distancia. Los recién llegados rebeldes cayeron sobre las tropas de la Unión que avanzaban, alejándolos de Sharpsburg y retrocediendo por la empinada cuesta hacia Antietam Creek. Hill sería celebrado como el salvador de la Confederación. Pero Toombs también merece crédito, aunque sus contribuciones han sido olvidadas en su mayoría.

A medida que se construía el contraataque de Hill, Toombs se unió al esfuerzo. Sus muchachos de Georgia, los que habían sostenido el puente Rohrbach durante tantas horas, estaban demasiado exhaustos para luchar. En cambio, el general reunió una especie de fuerza de escupir y pegar con nuevos soldados de varios otros regimientos de Georgia.


Descripción general de Antietam - Hal Jespersen CC BY 3.0

Mientras Toombs avanzaba cuesta abajo, barriendo a los federales delante de él, unió fuerzas con varios comandos descarriados y destrozados, y pronto formó una línea formidable. Para los hombres, Toombs parecía casi poseído. Saltó de su yegua, Grey Alice, y corrió hacia la cabeza de la línea.

Allí, el viejo secesionista loco y devorador de fuego avanzó de un lado a otro, escupiendo palabras y gesticulando salvajemente. Dijo que quería conducir a los federales al Antietam. Instó a los hombres a retomar su puente, su puente, lo llamó.

Cuando el sol se hundió en el horizonte, un disco rojo espeluznante, ambos lados fueron vencidos por el desgaste y el agotamiento. Los soldados bajo el mando de Hill y Toombs se detuvieron. Comenzaron a caminar cuesta arriba hacia Sharpsburg.

Muy aliviados, los federales simplemente se mantuvieron firmes. El día más sangriento en la historia de Estados Unidos terminó con un gemido, no una explosión. Pero las fuerzas de la Unión habían logrado luchar hasta el otro lado de Antietam Creek.


Leyenda: El puente Burnside née Rohrbach Bridge nunca será el puente Toombs (foto de Alexander Gardner). Fuente: Biblioteca del Congreso

El Puente Rohrbach se conocería como el Puente Burnside en honor del general cauteloso que comandaba el Cuerpo de la Unión IX. De no ser por los márgenes más delgados, unos cuantos soldados nuevos más, unos pocos cientos de metros más, podría haber sido su puente, el Puente Toombs.

Este es uno de una serie de publicaciones, ya que el blogger invitado Justin Martin cuenta el 17 de septiembre de Antietam, el día más sangriento de Estados Unidos. Las publicaciones de Martin incluirán episodios poco conocidos de los que aprendió mientras investigaba su nuevo libro, A Fierce Glory: Antietam: The Desperate Battle That Salvated Lincoln and Doomed Slavery (Da Capo Press).



Gloria feroz por Justin Martin


Justin Martin continuará compartiendo algunas historias especiales y perspicaces sobre la Batalla de Antietam durante toda la semana. Visítanos mañana para ver la próxima entrega.

sábado, 25 de enero de 2020

Báltico: Las invasiones suecas y Pedro el Grande

Las invasiones suecas y el ejército de Pedro el Grande 

Parte I
W&W



Ya en el otoño de 1708, el convincente resumen de la situación de Whitworth anticipó muchas críticas posteriores. Elogió las cualidades de los ejércitos suecos, pero sugirió que Charles parece infravalorar todos los medios subordinados de proceder con éxito y confiar totalmente en la bondad de su ejército y la justicia de su causa, por lo que hasta ahora ha llevado a cabo una guerra próspera. , contrario a todas las reglas ordinarias de actuación '. Llegó a la conclusión de que si Charles hubiera invadido Rusia después de Narva, Pedro probablemente se habría visto obligado a hacer las paces en cualquier condición; Sin embargo, una vez que se perdió esa oportunidad, a Pedro se le dio la oportunidad de entrenar y disciplinar a sus nuevas fuerzas y, "actuando con ejércitos enteros contra pequeños destacamentos, los soldados se acostumbraron a disparar, y fácilmente comenzaron a probar los dulces de la conquista". En sus relatos de la campaña, varios oficiales suecos, en particular Gyllenkrook y Lewenhaupt, enfatizaron que habían estado en desacuerdo con Charles sobre muchas de sus decisiones estratégicas: Gyllenkrook, quien había preparado el plan para una huelga a través de Livonia en Pskov, afirmó que " nunca aconsejó un ataque contra Moscú, pero siempre trató de obstaculizarlo. Lewenhaupt criticó a Charles por no haber esperado el tren de suministros cuando estaba a solo un día de viaje en mensajería; sobre el asedio de Poltava; y por la decisión de no desplegar artillería durante la batalla. James Jeffreyes, un agente inglés unido al ejército de Charles, escribió inmediatamente después de Poltava:



Por lo tanto ... ves un ejército victorioso y numeroso destruido en menos de dos años, mucho por el poco respeto que tenían por su enemigo; pero principalmente porque el Rey no escuchó ningún consejo que le dieron sus Consejeros, a quienes puedo asegurar que fue por continuar esta guerra después de otro método.

Cuando Pedro le pidió a los generales suecos capturados después de Poltava que explicaran ciertas decisiones de Charles que le resultaban difíciles de comprender, Lewenhaupt comentó que la única respuesta que podían dar era que no sabían.

Si bien sería una tontería negar que el testarudo e intenso Charles cometió errores, o tuvo una gran responsabilidad por lo que sucedió en Poltava, la retrospectiva ha sobrevalorado los juicios sobre sus habilidades estratégicas. La concentración en la desafortunada campaña rusa desequilibra muchas cuentas, 35 mientras que las evaluaciones contemporáneas no pueden considerarse objetivas: el deseo de Gyllenkrook y Lewenhaupt de liberarse de la responsabilidad de Poltava y la vergonzosa rendición en Perevolochna arroja más que una sombra de duda sobre su cuentas No es necesario adoptar la fervosa hipérbole del Estado Mayor sueco para reconocer que el Charles que perdió a Poltava fue también el Charles cuya comprensión estratégica a la edad de dieciocho años fue lo suficientemente segura como para que desempeñara un papel importante en la planificación de la espectacular victoria sobre tres poderosos enemigos en 1700. Las brillantes campañas de 1702–6 y la organización de fuerzas exiguas en defensa de Suecia contra la coalición más poderosa que enfrentó entre 1714 y 1718 sugieren que aquellos que descartan sus habilidades estratégicas como insignificantes son aquellos cuyo juicio está nublado .



La invasión de Rusia fue sin duda una apuesta, sin embargo, el hecho de que terminó en desastre no debería cegar al historiador sobre las razones para adoptarlo, ni las desgracias que jugaron un papel en su fracaso. Los historiadores rusos condenan con frecuencia a Charles por su agresión, comparándolo con Napoleón y Hitler, cuya presunción también provocó su caída. Sin embargo, fueron los rusos, no los suecos, los agresores de la Gran Guerra del Norte, que Pedro lanzó con el pretexto más endeble. Además, Charles tenía buenas razones para rechazar las propuestas de paz de Pedro. En 1706–8, las reformas de Pedro no fueron seguras, el núcleo regular de su ejército todavía era pequeño, y los suecos estaban al tanto del gran aumento en la oposición a Pedro que había comenzado con el ascenso de Astrakhan en 1705, y el general cosaco descontento, que era ver el aumento de Bulavin en 1707–8 y la deserción de Mazepa y un número significativo de zaporozhianos a fines de 1708. Como comentó Whitworth:

Si este ejército llegara a un aborto espontáneo considerable, probablemente arrastraría a la ruina de todo el imperio, ya que no sé dónde podría obtener el Zar otro; para los nuevos regimientos levantados en Ingria y mucho más aquellos, que ahora se están reuniendo aquí y en varias guarniciones en las fronteras, no pueden merecer el nombre de fuerzas regulares, sin mencionar el desánimo habitual de los rusos después de cualquier desgracia, y sus descontento general e inclinaciones a una revuelta.

Así, Charles es criticado por no invadir Rusia en 1700–1, y por invadir en 1708–9. Sin embargo, las condiciones eran mucho más favorables en 1708. Después del agradable interludio en Sajonia, el ejército de campo sueco era más grande, más experimentado y mejor equipado que en cualquier otro momento desde 1700. La situación política en Polonia-Lituania era más favorable, y Sajonia era fuera de la guerra. Incluso si el ejército ruso hubiera mejorado sustancialmente desde Narva, los suecos tenían buenas razones para creer que eran capaces de derrotarlo si podían forzarlo a la batalla. ¿Por qué Charles debería hacer las paces y permitir la existencia continua de una cabeza de puente rusa en el Golfo de Finlandia, dando así tiempo a Pedro para reprimir la disidencia en su país y construir su armada y ejército? Charles habría sido ingenuo al creer que Pedro se contentaría con la cesión de San Petersburgo solo; Eran los rusos los que más se beneficiarían de una suspensión de las hostilidades. La única forma de garantizar una paz duradera y una seguridad a largo plazo para las provincias bálticas era destruir al ejército ruso y obligar a Pedro a establecerse en términos suecos. Una invasión de Rusia era la única forma de lograr ese fin.

El reinado de Charles demostró una vez más las duras realidades de la posición estratégica de Suecia, a pesar de que era mejor en 1700 que en 1655 o 1675. Suecia tenía un ejército grande y bien entrenado que podía movilizarse rápida y efectivamente; tuvo que complementarse con un mayor reclutamiento, pero los costos involucrados no fueron paralizantes. Aunque los ingresos del gobierno eran en gran medida estáticos en los años previos a la guerra, había sido posible construir un pequeño fondo de reserva, que ascendía a aproximadamente 1 millón de dalers de plata en 1696, mientras que las reservas de efectivo del régimen eran casi tan grandes, a 900,000 dalers de plata. Sin embargo, aunque Suecia estaba mejor preparada para la guerra que nunca y pudo recaudar nuevos fondos de impuestos extraordinarios, como el décimo centavo recaudado entre noviembre de 1699 y febrero de 1700, y varios recursos, las duras realidades de su escasez crónica de especies pronto se hizo evidente: los costos de la movilización se calcularon en enero de 1700 en 6,374,141 dalers de plata, mientras que se estimó que las fuentes extraordinarias podían producir solo 1,514,001. Las esperanzas de obtener préstamos en Holanda e Inglaterra con un interés máximo del 5 por ciento se desvanecieron, ya que Suecia podría ofrecer poca seguridad, aparte de los peajes aduaneros en Riga, Narva, Reval y Nyen. Con los ejércitos sajones y rusos dirigiéndose a Livonia, los holandeses e ingleses eran comprensiblemente reacios a arriesgar su dinero, aunque se garantizó un préstamo holandés de 300,000 corredores de riesgo al 5 por ciento en 1702. Las reservas de Suecia apuntalaron la movilización de 1700 e hicieron posible Travendal y Narva, pero se agotaron rápidamente y fueron completamente incapaces de sostener una larga guerra: el crédito del gobierno era pobre y los préstamos de particulares eran difíciles de obtener, mientras que el estallido de la guerra trajo una grave crisis de liquidez para el nuevo Banco de Suecia.



Así, Suecia, a pesar de que las reformas de Carlos XI habían transformado su capacidad militar, enfrentaba un conjunto familiar de problemas. No pudo luchar por mucho tiempo una guerra defensiva. Como había sido el caso en 1655, una vez que movilizó a su ejército, se vio obligado a llevar la guerra al territorio enemigo, y la guerra solo podía sostenerse luchando en el extranjero. El indelningsverk se desempeñó bien al llenar los vacíos en las filas, pero a pesar de todas las preparaciones meticulosas del excelente comisariado, una vez que las tropas se separaron de las granjas que los apoyaban en tiempos de paz, los problemas se multiplicaron. Ya eran evidentes cuando el ejército se reunió en Scania, la provincia más rica de Suecia; una vez que llegó a Livonia, solo empeoraron. En el invierno de 1700–1 rápidamente se hizo evidente que si el ejército se mantenía unido, tendría que abandonar las provincias bálticas. Uno de los argumentos más importantes contra un ataque a Pskov fue que, incluso sin tener en cuenta los problemas políticos posteriores a la reducción, Livonia, devastada por la hambruna en la década de 1690, estaba exhausta: para atacar a Pskov, el ejército tendría que volver sobre sus pasos hacia el norte. a través de territorios que ya habían pagado contribuciones sustanciales. El movimiento hacia el sur hacia Courland en julio de 1701 fue motivado en parte por consideraciones de suministro. Courland era pequeño, sin embargo; a principios de 1702 estaba exhausto y el ejército sufría: después de entrar en Polonia, un observador notó el contraste entre los soldados suecos semidesnudos y el regimiento del pie de Sapieha que los acompañaba, elegantemente vestidos con uniformes verdes. Simplemente para sostenerse, el ejército tuvo que moverse. Era difícil imaginar que una invasión de Rusia pudiera sostenerse desde una base de suministro agotada y políticamente poco confiable, mientras que no se sabía que el área alrededor de Pskov fluyera con leche y miel.



La decisión de mudarse al sur fue eminentemente sensata. Durante los siguientes seis años, los suecos se abastecieron sin mayores dificultades. Charles no enfrentó la resistencia concertada que había frustrado a su abuelo, disfrutó de un apoyo político sustancial y su ejército era manifiestamente superior a todos sus oponentes. Los pequeños destacamentos suecos todavía eran vulnerables a los ataques, pero el hecho de que tuvieran un apoyo significativo de los enemigos de Augusto significaba que podían desplegar su propia caballería ligera polaca para contrarrestar la amenaza y proporcionar reconocimiento; Charles puso gran importancia en el reclutamiento de estas unidades Vallacker, y hubo un regimiento completo en el ejército que abandonó Sajonia en 1707. El dominio militar sueco aseguró que Magnus Stenbock, director del Comisariado de Guerra General, pudiera recaudar contribuciones de una amplia área en un camino que no había sido posible en la década de 1650: cuando los palatinados de Rutenia y Volhynia fueron objeto de una expedición especial en el invierno de 1702–3, regresó con seis barriles de oro y una considerable cantidad de suministros en especie en un costo de 68 muertos o desaparecidos y 36 caballos. Después de la caída de Thorn en octubre de 1703, por el momento no había tropas sajonas en la Commonwealth. Con el ejército estacionado en Warmia y Prusia polaca en la primera mitad de 1704, la situación del suministro fue notablemente buena. Permaneció así cuando los suecos trasladaron su sede a Rawicz después de la campaña de 1704, o cuando Volhynia fue sometido a una contribución en 1705.



Sin embargo, había que pagar un precio por la eficacia de la operación sueca. Aunque las autoridades militares castigaron severamente el merodeo y el saqueo, quienes hicieron esfuerzos conspicuos para investigar las quejas polacas contra los soldados suecos, hay razones para dudar de la evaluación indulgente de su comportamiento por parte de Hatton.44 Incluso en áreas pro suecas, la misma eficiencia con la que ellos Las contribuciones recolectadas provocaron reacciones hostiles de los sujetos a las constantes solicitudes. Dado que esta fue una guerra civil, y que el control sueco nunca fue absoluto, las comunidades podrían enfrentarse a las sucesivas demandas de las fuerzas suecas, sajonas y polacas: en diciembre de 1705, los aldeanos de Ilewo escribieron al Consejo de Thorn, sus propietarios, que, habiendo sido obligados a pagar contribuciones en efectivo y amables para apoyar a la guarnición sajona en 1703, los suecos los colocaron bajo contribuciones y desde entonces se habían enfrentado a las exacciones de Sapieha. En tales circunstancias, las demandas de incluso las tropas con mejor comportamiento se resentían, y los funcionarios locales se vieron inundados con solicitudes de exención de pagos de alquiler para tener en cuenta las demandas de los militares, que a menudo eran pesadas: de 217 carneros inventariados en el pueblo de Gremboczyn en 1703, los suecos tomaron 100; a finales de año, después de muertes, otras exacciones y desperdicio, solo quedaban 44.



Tales demandas hicieron poco por las esperanzas de Leszczyński de ganar apoyo; Además, si tenían la ventaja sobre Gustav Adolf y Charles X de que no estaban embotellados en un rincón de la Commonwealth, sino que podían ocupar nuevas áreas cuando su base de suministros se agotaba, esto significaba que extendían su impopularidad en una expansión constante. zona. Sus exacciones provocaron inevitablemente resistencia; donde lo encontraron, se comportaron con sorprendente crueldad. La imagen de Hatton del soldado sueco 'de ganado campesino y un pequeño propietario en tiempos de paz' ​​cortando leña alegremente y ayudando a rodear las granjas en las que fue alojado no es una fantasía completa, pero apenas caracteriza la relación normal entre los suecos y la población local. . Charles creía que era una buena práctica tratar "con dureza y brusquedad" con los polacos. Cuando Wojnicz no pudo pagar sus contribuciones asignadas en octubre de 1702, ordenó su división en cuartos, cada uno de los cuales fue saqueado por un destacamento de 100 hombres, antes de que la ciudad fuera incendiada. Las propiedades de los partidarios de Augusto fueron tratadas con una crueldad sorprendente: Charles ordenó a Stenbock que arruinara las propiedades del general Brandt, uno de los comandantes de Augusto, "lo mejor que pueda". Por orden directa de Charles, se quemaron aldeas, se arrasaron los campos, se expulsó ganado para alimentar al ejército y todos los que se opusieron fueron atacados. El duro comportamiento de los suecos hacia la población local durante la campaña rusa de 1707–9 tuvo claros antecedentes en Polonia. Por lo menos, se aseguró de que los partidarios potenciales lo pensarían dos veces antes de abandonar la Confederación Sandomierz.



La estrategia sueca no estuvo completamente impulsada por consideraciones de oferta. Había buenas razones militares para el deseo de Charles de una guerra de movimiento. Confiado en la superioridad de su ejército, buscó la batalla, al igual que Chodkiewicz o Żółkiewski antes que él. Las fuerzas de Charles eran demasiado pequeñas para dispersarse en las guarniciones, y él siguió la política de Batory de demoler fortificaciones en lugar de tripularlas. Después de la caída de Thorn en 1703, Charles ordenó la demolición de sus muros, detrás de los cuales una guarnición sajona de 6,000 personas se había amoldado. Charles no podía permitirse el lujo de ser tan despilfarrador con su ejército o perder demasiado tiempo en operaciones de asedio irrelevantes: cuando los suecos capturaron a Lwów en 1704, pasaron cinco días a las órdenes de Charles haciendo explotar lo mejor de las 160 'armas grandes y finas' que tenían caído en sus manos. Charles no los usó; El dominio militar sueco no dependía del control de las fortalezas.

Entre 1700 y 1708, el éxito generó éxito. Las derrotas infligidas a Schlippenbach en las provincias del Báltico podrían ser desestimadas como de menor importancia siempre que el ejército principal fuera victorioso; una vez que pudiera volverse contra los rusos, las pérdidas de Suecia podrían recuperarse. Sin embargo, la confianza que brotó de la larga serie de victorias podría ser una fuente de peligro. Porque la amenaza del ejército ruso estaba creciendo. Animados por sus victorias en el Báltico, Pedro y sus comandantes estaban cada vez más seguros, mientras que el ejercicio intensivo mejoraba la calidad de los soldados comunes. A pesar de la continua escasez de oficiales talentosos, incluso los observadores extranjeros estaban comenzando a reconocer los buenos efectos del trabajo de Pedro. En julio de 1705, el embajador austríaco Otto Pleyer comentó después de la concentración del ejército en Moscú que "los oficiales recién llegados declararon que no habían visto un ejército alemán que estuviera mejor vestido, ejercitado o armado". Al informar la derrota de Sheremetev en Gemauerthof (julio 1705), Whitworth notó con aprobación cuán firmemente los rusos se habían mantenido firmes. A pesar de todos sus informes sobre los problemas rusos sobre la deserción y la calidad de los oficiales, describió en 1708 cómo el ejército estaba "compuesto de hombres ligeros y bien formados" y reconoció que "el ejercicio [es] bueno, su aire ha cambiado bastante desde sus campañas en Polonia, y muchos de sus regimientos sin duda lucharán bien. "Los rusos mismos confiaban cada vez más en la calidad de sus tropas: Pedro, el más duro de los críticos, escribió en marzo de 1707 que el ejército estaba" en buena forma "; en abril de 1708, Sheremetev escribió sobre el "buen estado" de su infantería. Lo más revelador es que si a menudo se acusa a Charles de subestimar las cualidades de lucha de los rusos, hay mucha evidencia que sugiere que su ejército no lo hizo. Después de Holowczyn, Jeffreyes comentó que:

Los Suecos ahora deben ser dueños de los moscovitas que han aprendido su lección mucho mejor que en las batallas de Narva o Fraustadt, y que igualan, si no superan, a los sajones, tanto en disciplina como en valor, es cierto que su caballería no puede hacer frente con los dueños, pero su infantería se mantiene firme obstinadamente, y es un asunto difícil separarlos o confundirlos si no son atacados espada en mano.

Posse afirmó que "todos los que vieron y escucharon esa acción, deben confesar que nunca habían visto o escuchado un fuego tan grande de salvas, que tuvimos que soportar". Lyth reconoció el dominio de la mosquetería rusa y comentó sobre la habilidad con la que los rusos habían elegido sus posiciones. En el pasado, los suecos habían sentido que, aunque los rusos siempre habían luchado lo suficientemente fuerte, tendían a huir si la batalla comenzaba a volverse contra ellos, pero el elogio a regañadientes de Lewenhaupt por sus cualidades de combate en Lesnaia incluía el reconocimiento de que ahora eran capaces de unirse. después de ser forzado a retroceder.



Más significativamente, el ejército ruso estaba desarrollando su propio estilo de lucha, ya que Pedro y sus comandantes adquirieron experiencia en los métodos suecos de hacer la guerra y se dieron cuenta de que, a pesar de toda la ayuda técnica brindada por los occidentales, los métodos occidentales no siempre fueron efectivos. Ya había señales de esto en Narva, cuando fue Boris Sheremetev quien sugirió que el ejército debería salir de la protección de la contravaluación para enfrentarse a los suecos en campo abierto, donde sus números superiores podían ser contados.56 Como el sajón el ejército cayó a la derrota tras derrota, el hechizo de competencia occidental se rompió y la dependencia de Pedro de los oficiales occidentales en el nivel superior del servicio disminuyó constantemente. Los frecuentes consejos militares (veintidós se celebraron solo en 1708) en los que oficiales de alto rango, extranjeros y rusos, discutieron estrategias y tácticas con los ministros del gobierno fueron importantes para desarrollar la fusión de los principios occidentales y orientales que caracterizaron cada vez más la guerra petrina. Los participantes presentaron ponencias, se alentó el debate y las decisiones solo se tomaron después de considerar la situación por completo.

viernes, 24 de enero de 2020

Guerra antisubversiva: La Tablada, la inversión de la historia

Tablada: la inversión de la historia


Por Mario Cabanillas
Presidente del



Treinta y un años pasaron desde el último desafío armado de la guerrilla en nuestro país, el intento de ocupar el regimiento de La Tablada, y en este nuevo aniversario de aquel sangriento ataque -que se cumplirá el próximo jueves- se observa cómo por primera vez se ha completado la inversión total de culpabilidades: libres los atacantes y en prisión el general encargado de recuperar el cuartel militar.

El general de Brigada (r) Alfredo Manuel Arrillaga, jefe de las fuerzas legales, fue condenado el 12 de abril del año pasado a prisión perpetua. El Tribunal Oral Federal 4 de San Martín condenó a Arrillaga, de 85 años, como coautor del homicidio de José Díaz, uno de los guerrilleros.

Su detención marca el final de un giro de 180 grados en la valoración de los hechos, gracias a la poderosa maquinaria de presión de la izquierda, que ha sometido a la dirigencia política y a la Justicia. Un giro que comenzó hace veinte años con una reducción de penas para los guerrilleros.

El ataque al Regimiento de La Tablada (RI Mec 3 y Esc Expl C Bl 10), ubicado en el partido bonaerense de La Matanza, tuvo lugar el 23 de enero de 1989 y fue perpetrado por el “Movimiento Todos por la Patria” (MTP), encabezado por su fundador, Enrique Haroldo Gorriarán Merlo. Era un nuevo atentado del terrorismo contra la Nación Argentina.

Gorriarán había participado de la fundación del ERP en 1970, que terminó constituyéndose como la guerrilla de izquierda más activa, y había actuado en numerosos atentados de gran resonancia. El 19 de enero del 74 encabezó el ataque a la Guarnición Militar de Azul (RC Tan 10 y GA Bl 1). También participó del derrocamiento del presidente nicaragüense Anastasio Somoza en 1979, y en una emboscada fue quien lo mató al año siguiente en Paraguay. En 1986 reclutó esquirlas del desarmado ERP y formó el MTP.

En el intento de copamiento del cuartel de La Tablada, combate que duró aproximadamente dos días, fallecieron defendiendo el cuartel el segundo jefe del RI Mec 3, mayor Horacio Fernández Cutiellos, el teniente primero Ricardo Rolón; el suboficial principal Ricardo Esquivel; el sargento José Albornoz; el sargento primero Ramón Orue y los soldados Roberto Taddía, Leonardo Díaz, Héctor Cardozo y Domingo Julio Grillo; además del comisario García y el sargento Soria, de la policía bonaerense. Además, quedaron mutilados el teniente coronel Emilio Nani y el subcomisario Re. Por su parte, la guerrilla perdió a 33 terroristas.

En el primer juicio declararon más de 300 testigos. En octubre de 1989, la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín, integrada por los doctores Hugo Rodolfo Fossati, Marta Herrera y Jorge Eduardo Barral, dictó las condenas. De los sobrevivientes del MTP, Roberto Felicetti y Claudia Beatriz Acosta tuvieron la más alta: reclusión perpetua. El resto de los que entraron fueron condenados a prisión perpetua.

En 1995, Gorriarán Merlo fue detenido en México y en 1997 fue juzgado junto a su esposa, Ana María Sívori, y condenado a reclusión perpetua.

En el 2000 el presidente Fernando de la Rúa les redujo las penas a todos, exceptuando a Gorriarán Merlo. Luego en el 2003, Duhalde decretó una amnistía para todos los presos de La Tablada. Gorriarán Merlo murió en libertad en el 2006.

Hoy, a casi 31 años de ese combate, en el que una vez más las fuerzas legales defendieron a la Nación del mesianismo terrorista, y cuando todos los guerrilleros que intervinieron están en libertad, podemos ratificar que en nuestro país la Justicia es netamente política, sin criterios ni equidad.

Vaya nuestro homenaje a los héroes que dieron su vida fieles al cumplimiento del sagrado juramento que hicieron ante la bandera azul y blanca, en algún 20 de junio, de “Defenderla hasta perder la vida”.

Nuestro eterno reconocimiento a sus familiares y a las otras víctimas de la demencia terrorista. Y un especial saludo al señor general Arrillaga, quien, pese a lo injusto de la condena, lleva el cautiverio con la entereza, fe y esperanza de un verdadero soldado argentino.

jueves, 23 de enero de 2020

Medioevo: El asedio de París de 885

El asedio de París (885-6)

W&W



Asedio vikingo de París, 885–886.


En algún momento, en el otoño de 885, `` setecientos barcos de alta proa y muchos más pequeños '' se deslizaron por el Sena en una columna que `` se extendió por más de dos leguas [10 km o 6 millas] río abajo '', según Abbo de la cercana Abadía de St-Germain-des-Pre's, testigo presencial del evento. El joven monje benedictino también insistió en que "los sombríos" que manejaban esos barcos sumaban 40,000. Y así comenzó lo que fue, quizás, el asalto anfibio más ambicioso del ataque vikingo: el asedio 885-6 de París.




La fuerza vikinga que subió por el Sena estaba compuesta por varios elementos del llamado gran ejército forzado desde Inglaterra por las medidas defensivas de Alfred, además de otros grupos de asaltantes que habían estado operando en Flandes. Los números transmitidos por el asombrado Abbo en su poema épico en latín, Bella parisiacae Urbis ("Guerras de la ciudad de París") eran claramente bordados literarios para realzar los hechos "inspirados divinamente" de los aproximadamente 200 defensores. El respetado historiador militar medieval Carroll Gillmor ha demostrado de manera convincente a través de una metodología cuantitativa que la flota vikinga podría haber consistido en no más de 200 a 300 barcos, probablemente del tamaño del buque Skuldelev 5 (17.3 m / 57 pies de largo por 2.5 m / 8 pies de ancho por 0.5 m / 1ft 8in de profundidad), cada uno con una tripulación de aproximadamente veintiséis, lo que significa que todo el anfitrión tenía entre 5,000 y 8,000 hombres como máximo. Los totales reales fueron probablemente incluso más pequeños. Dicho esto, esta incursión fue el empuje vikingo más grande y sostenido en el corazón de West Frankia de la época.



Irónicamente, el objetivo de esta gran armada vikinga no era originalmente el propio París, sino la rica cuenca del Alto Sena y Borgoña con sus monasterios y ciudades aún indemnes. Cuando los hombres del norte remaron por el Sena en noviembre de 885, lograron pasar el puente fortificado construido por Carlos el Calvo en Pont-de-l’Arch, probablemente porque no estaba bien vigilado. Después de todo, no había un importante centro de población en las cercanías. París, por otro lado, era una ciudad de unos 5.000 habitantes, ubicada en la Île de la Cité que controlaba dos puentes fortificados que bloqueaban el Sena: el Gran Pont que se extiende hasta la orilla derecha (lado norte) y el Petit Pont que se extiende hasta la orilla izquierda (lado sur). Por eso, según Abbo, cuando los vikingos llegaron a París a fines de noviembre, su jefe principal, Sigfrid, simplemente pidió un pasaje. Las hostilidades se precipitaron solo cuando la luminaria principal de la ciudad, el obispo Gozlin, negó el permiso.



Los vikingos concentraron su asalto inicial del 26 de noviembre en el Grand Pont en la orilla derecha, probablemente porque la torre que lo vigilaba seguía sin terminar. Abbo indicó que los daneses atacaron la torre desde sus naves, pero, inacabada o no, sus cimientos estaban construidos de piedra y fueron rechazados. Durante la noche, los defensores coronaron la torre con un nivel de madera la mitad de alto que la estructura original. Sin inmutarse, los sitiadores golpearon el bastión al día siguiente con la habitual tormenta de `dardos, piedras y jabalinas. . . arrojado por balistas y tirachinas ". Incluso fueron a la base de la torre con "picos de hierro", pero el obispo Gozlin y Odo, conde de París, habían organizado una resistencia efectiva. Los defensores bañaron a sus atacantes con una mezcla hirviendo de aceite, cera y brea que quemó el cabello de los daneses; e hicieron que sus cráneos se abrieran ".

Luego, los daneses intentaron incendiar la puerta de la torre, pero una salida de la ciudad liderada por dos abanderados con pancartas 'teñidas de oro con azafrán' como una versión temprana del Oriflamme (el estándar de batalla real de Francia) condujo a los atacantes apagado. El hermano de Odo, Robert the Strong, cayó en el curso de la batalla, pero la ciudadanía se mantuvo firme. La torre fue reparada nuevamente durante la noche. Al darse cuenta de que el asedio no sería rápido, los escandinavos se retiraron a la orilla derecha donde construyeron un campamento fortificado de piedra y movimiento de tierras cerca de St-German-l’Auxerrois. Desde allí atacaron por todas partes en un aparente esfuerzo por acumular sus suministros. Una vez hecho esto, renovaron el asalto con vigor. Durante las siguientes semanas, los vikingos probaron todas las estratagemas imaginables. Construyeron varios arietes de 'techado' con 'ruedas monstruosas'. Hicieron "mil tiendas de campaña, sostenidas en alto por postes verticales" para desviar flechas y líquidos abrasadores mientras atacaban las paredes. Incluso diseñaron granadas, "mil ollas de plomo fundido", que arrojaron sobre las murallas romanas de la ciudad con catapultas. En un momento, los daneses formaron tres cuerpos, uno de los cuales realizó un asalto de distracción contra la torre, mientras que los otros dos evidentemente intentaron embestir el puente en "barcos pintados". Nada de eso funcionó. El puente y la torre se mantuvieron firmes. Parte del problema era un dique que los defensores habían cavado alrededor de la torre, evitando que los vikingos movieran las torres de asedio a su posición. Avanzando como un testudo (una unidad de guerreros que marchaban en formación cerrada usando sus escudos para protegerlos a todos a su alrededor como 'una tortuga'), los vikingos intentaron llenar la zanja con tierra y cualquier escombro que pudieran encontrar, incluyendo ganado y los cadáveres de los cautivos muertos.



Los resultados fueron mixtos y finalmente fracasaron. Según otra fuente contemporánea, Regino de Prüm, los vikingos se frustraron tanto que en algún momento antes de fin de año incluso consideraron abandonar el asedio por completo. Para evitar los puentes fortificados, intentaron una complicada operación de transporte en la que transportaban o arrastraban buques en rodillos (probablemente troncos) desde el área del actual Pont d'Ie'na a través de los terrenos de St-Germain-des-Pre's a apunte al este de Île Saint-Louis, a una distancia de alrededor de 3 km (2 millas). Los vikingos podrían haber logrado que algunos de sus buques más pequeños pasaran el bloqueo de esta manera para que sus tripulaciones pudieran forrajear el valle virginal del Sena superior, pero esta solución era claramente impracticable para una flota de 200 a 300 barcos, muchos del tamaño de Skuldelev 5 o más grande. En consecuencia, deben haberse dado cuenta de que no tenían más remedio que eliminar el bloqueo.

En su desesperación, los vikingos seleccionaron 'tres botes de remo', los arrastraron por tierra en la orilla derecha y los volvieron a flotar río arriba de la ciudad. Una vez que estos barcos fueron "cargados de bosques de ramas y montículos de hojas" y prendieron fuego, los daneses los guiaron con una cuerda desde la orilla del río a una posición desde donde la corriente hacia el oeste los llevaría al Gran Pont. La empresa fracasó espectacularmente. Las naves de fuego colgaron inofensivamente en las cabezas de puente de piedra, para que los defensores pudieran apagar las llamas y apropiarse de los vasos intactos. Irónicamente, la naturaleza le hizo al Petit Pont lo que los vikingos no habían logrado en repetidas ocasiones en el Grand Pont. En la noche del 6 de febrero de 886, el Sena, aparentemente hinchado por la lluvia, ¿acabó? debía sus bancos, llevándose "la sección media" del lapso. Esto, por supuesto, aisló la torre de guardia de madera en la orilla izquierda para que aquellos en la ciudad ya no pudieran reforzar a sus patriotas en la torre, de los cuales solo había doce. Por la mañana, los vikingos pudieron completar el cerco de la torre de madera con sus barcos. "Y luego los daneses trajeron un carro, lleno de heno seco", relató Abbo. "Lo prendieron fuego y lo empujaron contra la miserable torre". Forzados a salir de lo que quedaba del puente, los doce defensores se rindieron, solo para ser masacrados.

Los vikingos evidentemente habían invertido demasiado en este momento para simplemente continuar río arriba, por lo que el asedio de la ciudad se tambaleó miserablemente. Los sitiadores perseveraron en las puertas con sus arietes, mientras que los asediados los defendieron con 'fuertes troncos de madera dura, cada uno perforado en el extremo con un afilado diente de hierro' y mangonels que lanzaron 'piedras macizas'. En la primavera, Carlos el Gordo (el emperador carolingio y rey ​​de West Frankia) finalmente envió ayuda en forma de Enrique de Sajonia, pero este último hizo poco para levantar el asedio. Fue asesinado cuando cabalgó sin cuidado en una trinchera llena de estacas de 3 pies de profundidad excavada alrededor del campamento vikingo. El 16 de abril, la peste que había estallado en la ciudad se cobró la vida del obispo Gozlin. Sigfrid aparentemente también se había cansado de la empresa. Se necesitaron solo 60 libras de plata de la Abadía de St-Germain-des-Pre para convencerlo a él y a su contingente de partir. Sin embargo, otros persistieron en el asalto, por lo que Odo pasó a los escandinavos para buscar ayuda del emperador.

Ese verano, los vikingos hicieron un último asalto furioso. `` Los enemigos mortales de la ciudad rodearon sus paredes, por lo que tuvo que enfrentar ataques constantes desde todas las direcciones '', testificó Abbo, lo que significa que los vikingos deben haber rodeado la ciudad con sus barcos, dado que estaba ubicada en una isla en el medio del Sena En cualquier caso, el esfuerzo se quedó corto. Carlos el Gordo llegó, por fin, en octubre para aliviar la ciudad. Su remedio fue rescatarlo de los vikingos por 700 libras de plata y paso libre a Borgoña, que los asaltantes nórdicos restantes asolaron durante los siguientes tres años, precisamente para lo que los puentes fortificados de París habían sido diseñados para evitar. Dicha resolución fue ampliamente considerada como sin espinas e hizo que Charles fuera depuesto el otoño siguiente a favor del conde Odo de París, un antepasado de los reyes capetos de Francia.