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domingo, 9 de marzo de 2025

San Martín: Condarco, nuestro hombre en Chile

El hombre clave del ejército de San Martín que se infiltró en Chile para hacer el mapa del Cruce de Los Andes

Se cumple un aniversario de la muerte de José Älvarez Condarco, estrecho colaborador del Libertador. La misión de recordar de memoria los pasos de montaña y cómo terminó sus días en el olvido

Por Adrián Pignatelli || Infobae

José de San Martín preparaba a contrarreloj la campaña del cruce y debía conocer los detalles de los pasos cordilleranos

En la previa del cruce de los Andes, los dos lados de la cordillera eran un hervidero de espías, de fingidos desertores que brindaban datos falsos, vecinos respetables que no lo eran tanto, y traidores a la orden del día. Los españoles se veían venir al ejército libertador que se armaba en Mendoza, pero ignoraban por dónde. José de San Martín se propuso confundirlos para que dividiesen sus fuerzas y colocarlos en inferioridad de condiciones. Para eso echó mano a distintos recursos, entre ellos el dato falso. Además, necesitaba saber si los pasos cordilleranos habían sido fortificados.

San Martín contaba con espías del otro lado de la cordillera, como era el caso de Juan Pablo Ramírez, que le informaba todo lo que pasaba en Concepción y en Talcahuano. También estaba Diego Guzmán, Ramón Picarte y Manuel Fuentes en la capital chilena, y Manuel Rodríguez en la región del Aconcagua. Además, envió distintos supuestos desertores, entre ellos dos sargentos de su confianza, que proporcionaron datos falsos a los españoles.

Alvarez de Condarco era un ingeniero tucumano, con conocimientos de física y de química. Además, tenía una memoria prodigiosa

En busca de los espías españoles

De la misma forma, el jefe del ejército libertador debía cuidarse de los espías que rondaban por Cuyo. Para eso, había implementado un sistema para identificarlos. Si lo supo fray Bernardo López, agente secreto del gobernador español de Chile, el mariscal Casimiro Marcó del Pont. El religioso fue apresado ni bien llegó a Mendoza. Cuando San Martín ordenó fusilarlo en 24 horas, el fraile dejó de lado su discurso de inocencia, reveló todo lo que sabía y entregó las cartas que llevaba escondidas en el forro de su sombrero, que debía entregar a diversos vecinos españoles que vivían en Mendoza.

A Pedro Vargas le ordenó simular que se había pasado a los españoles, lo hizo encarcelar a propósito, y así ganarse la confianza de los europeos. Dicen que tan bien interpretó su papel que hasta su propia esposa estuvo por romper el matrimonio con su marido traidor.

Pero San Martín planeaba una arriesgada misión. Debía conocer al dedillo los distintos pasos por la cordillera, y alguien debía relevarlos con la mayor precisión posible. Eligió para semejante tarea a Alvarez Condarco. Este tucumano, nacido en 1780, que había estudiado ingeniería, se las arreglaba con la física y con la química.

Casimiro Marcó del Pont era el jefe español que gobernaba Chile desde 1815

Estaba a cargo de la fábrica de pólvora que se había instalado en los terrenos que la cordobesa Tiburcia Haedo -la mamá del futuro general José María Paz- tenía entre la quinta de Allende y el pueblo de La Toma. Tuvo la idea de construir un molino que salió de su cabeza, y así se dejó de hacer la pólvora a mano. De dos quintales diarios, se la llevó a cerca de 400 libras, y resultó ser de mejor calidad que la que se compraba a otros países.

El hombre clave del ejército de San Martín

Era un hombre con experiencia. En 1813 manejó el arsenal del batallón de Auxiliares Cordobeses que estaba al mando del coronel Juan Gregorio de Las Heras. Cuando San Martín lo conoció, no lo dejó ir: lo nombró su ayudante de campo, también fue su secretario privado y como era un ingeniero con amplios conocimientos, fue el director de los talleres militares y el subdirector de la fábrica de pólvora.

Habría sido el autor de la orden de que nadie con espuelas podía ingresar al depósito de pólvora, a riesgo que el roce del metal provocase una chispa que hiciese volar todo por los aires. Y que por esa orden un centinela le había prohibido la entrada al propio San Martín, quien acató la disposición y además felicitó, en plena formación, al centinela en cuestión.

En los talleres del Plumerillo, manejado con el incansable espíritu de fray Luis Beltrán, se fabricaron fusiles, se forjaron cañones, bayonetas y se hicieron miles de proyectiles

Lo que José de San Martín conocía de este ingeniero era su memoria prodigiosa. Lo desvelaba reconocer al dedillo los distintos pasos para cruzar esa tremenda mole que es la cordillera de los Andes. El mismo hizo varias incursiones y mandó a diversos oficiales con el mismo propósito. Sin embargo, sabía que alguien haría el trabajo a la perfección.

A Álvarez Condarco le encargó que atravesase la cordillera, memorizase todos los detalles, llegase a Chile y regresase a Mendoza, donde debía volcar en papel lo que había visto.

Iría bajo el paraguas de una misión parlamentaria. La orden era que fuera a Santiago de Chile y entregase a Marcó del Pont un mensaje, en el que San Martín lo invitaba a reconocer la declaración de independencia.

Detalles de la misión

Debía ir por el camino de Los Patos, que era el más largo. San Martín sabía que el jefe español, si es que no lo mandaba a fusilar, lo haría regresar por el paso más corto, que era el de Uspallata. De esta forma, podría reconstruir dos caminos.

“Quiero que me levante en su cabeza un plano de los pasos de Los Patos y de Uspallata, sin hacer ningún apunte, pero sin olvidarse ni de una piedra”, le ordenó el jefe.

Cuando San Martín cruzó la cordillera, ya contaba con la invaluable información relevada por Alvarez Condarco

Vestido de paisano, y sin portar ninguna documentación que lo pudiera comprometer, se puso en marcha. Cuando llegó al primer puesto español, al oeste de Los Patos, el oficial a cargo lo hizo seguir. Pero como estaba anocheciendo y no podría registrar las características del camino, se hizo el enfermo, pernoctó en el lugar y así lo recorrió a plena luz del día.

Todo salió según lo previsto. Llevado en presencia de Marcó del Pont, el español se ofuscó de tal manera, que ordenó que al día siguiente el verdugo quemase en la plaza la declaración de la independencia que le había entregado Condarco.

Marcó del Pont le había puesto precio a la cabeza de San Martín. A fines de 1815 se había hecho cargo de Chile, reemplazando a Mariano Osorio, y había implementado diversas medidas, como el toque de queda o el decomiso de armas en manos de particulares. Era un militar que había sido prisionero de Napoleón y que había rechazado su ofrecimiento de sumarse a su ejército. Perteneciente a una respetable familia, era devoto de la Virgen María.

Mientras tanto, el mensajero fue alojado en la casa del coronel Antonio Morgado, jefe del Regimiento de Dragones de Concepción. Marcó del Pont lo tenía entre ceja y ceja, olía algo sospechoso y sus oficiales debieron convencerlo para que el tucumano no terminase en el paredón de fusilamiento. Antes de dejarlo ir, el mariscal le advirtió que cualquier otro parlamentario que enviase San Martín “no merecerá la inviolabilidad y atención con que dejo regresar al de esta misión”. Y sentenció: “Yo firmo con mano blanca y no como lo de su general que es negra”, aludiendo a su traición al rey de España.

El mapa del Cruce de Los Andes

Al otro día fue despachado, y por el camino más corto. A su regreso, Condarco volcó en papel las características de ambos pasos, que sirvieron para el cruce del ejército libertador.

En 1817 participó en la batalla de Chacabuco: fue el que llevó a orden de San Martín a Soler que apurase su ataque por el flanco para que O’Higgins no recibiese todo el fuego. Cuando Marcó del Pont fue apresado luego de Chacabuco, al intentar escapar en barco, lo llevaron a la presencia de San Martín. Cuando el jefe español intentó entregar su espada, aquel le respondió: “Venga esa mano blanca, mi general”.

Luego de Chacabuco, Marcó del Pont intentó escapar, pero en el buque que pensaba hacerlo zarpó sin él. Fue apresado y remitido a San Luis junto a los prisioneros tomados en ese combate, donde permaneció encerrado. Fiel a su palabra de no volver a tomar las armas contra los patriotas, no participó de la sublevación de enero de 1819 y fue trasladado a otro campo en el interior puntano. Ya estaba enfermo y el 11 de mayo de 1821 falleció.

Condarco también peleó en Maipú y en 1818 lo mandaron a Gran Bretaña para negociar la compra de buques para la campaña libertadora del Perú. Contrató para jefe de esa flota al controvertido almirante Thomas Cochrane.

Ya retirado, Chile lo empleó un tiempo en el departamento de Ingenieros y Caminos, y se las arreglaba dando clases de matemática. Cuando quiso regresar al país, no pudo hacerlo porque era antirrosista. Vivió en el país vecino donde murió el 17 de diciembre de 1855 en la miseria, al punto de no dejar testamento porque no disponía de bienes, y sus amigos debieron costear su sepelio.

En la década de 1980 en Tucumán surgió el proyecto de repatriar sus restos y rendirle el homenaje correspondiente. Pero ya era tarde. Su tumba, abandonada por décadas ya no existía y sus huesos fueron a parar al anonimato eterno en el fondo de una fosa común.



jueves, 6 de marzo de 2025

Argentina: Fallece el Gral Manuel Escalada de la Quintana

13 de diciembre de 1871

Fallece el General Manuel José Escalada de la Quintana



Con apenas 17 años se une al Regimiento de Granaderos a Caballo junto con su hermano, Mariano. Dicho Regimiento estaba bajo las órdenes de su cuñado, esposo de su hermana Remedios, el Coronel José de San Martín.



Participa del "Combate de San Lorenzo" en 1813, en donde tuvo una destacada actuación. Cuenta la Historia que ya repuesto malamente de su caída San Martín, se le acerca a éste, y lo increpa, diciéndole:
"-¡Reúna usted al Regimiento, y vayan a morir!".
Está en el Sitio de "Montevideo" en 1814.
Hizo la tercera Expedición al Alto Perú, junto con su hermano, estando presente en "Venta y Media" y "Sipe-sipe" en 1815.
Hizo el Cruce de los Andes, distinguiéndose en "Chacabuco" (12 de febrero de 1817). Es el encargado de traer el parte de la victoria hasta Buenos Aires, tardando 14 días en llegar.
Estuvo en "Cancha Rayada" y "Maypo".
Regresó a Buenos Aires en 1820, entremezclándose en las luchas internas entre unitarios y federales. Tuvo un trato tenso con el rosismo, por ser "lomo negro".
Ocupó diversos cargos públicos.
Falleció el 13 de diciembre de 1871.
Obra de Eleodoro Marenco que rememora al viaje de Escalada desde el Campo de Batalla de Chacabuco, hasta Buenos Aires, trayendo el parte de la Victoria y una bandera capturada al realista.
Cruzó montañas, nieves, ríos, desiertos, valles y llanuras, esquivando indios y bandoleros, realizando el viaje en solo 14 días, toda una proeza para la época.
Luego de Maypo, volvió a traer el parte de la Victoria a Buenos Aires. ¡Pero esta vez batió su propio récord! Lo hizo en "sólo" 12 días.

martes, 22 de octubre de 2024

Guerra de independencia: El hijo del Gral. San Martín

El hijo del Gral. San Martín

Revisionistas



Hemiciclo de la Rotonda – Guayaquil, Ecuador

Desde enero de 1822 José de San Martín proyectaba entrevistarse con Simón Bolívar.  El objeto secreto —según lo escribió Rufino Guido- era el de apoderarse de Guayaquil; el público —según San Martín- pedir auxilios bélicos para terminar la guerra en el Perú (1) (2).

En el barco “Macedonia” remontó el Pacífico en julio de 1822 un hombre de 44 años, corpulento, de carácter franciscano, taciturno, positivo, metódico, nunca acostumbrado a los cumplidos ni a las palabras persuasivas (3).

Quince días antes de su arribo, Bolívar se le había adelantado y en esas 2 semanas hizo cálida y fructífera amistad con las Garaycoa.  De acuerdo al análisis posterior de los hechos, se desprende claramente que Bolívar pidió a Carmen Calderón Garaycoa el que coronara a San Martín.  Pero este no fue un acto sincero: ni estaba en la ideología de las Garaycoa, ni peor aún en el ardiente temperamento terriblemente competitivo de Bolívar.

Lo que Bolívar quería simbólicamente es herir al héroe argentino, al coronarlo quería demostrar ante todos de las ideas monárquicas de éste y el juego resultó por supuesto efectivo.

El barco en que arribó San Martín llegó al muelle el viernes 26 de julio de 1822 a las 12 del día. San Martín —hombre escrupuloso como era— estaba ya bien arreglado al arribo y según la memoria de José Gabriel Pérez, Bolívar subió a bordo y allí San Martín le abrazó y manifestó tenerle la amistad más íntima y constante (4).

Sin embargo y según otros testimonios de testigos presenciales, parece que Pérez mintió.  En efecto, según Rufino Guido y Jerónimo Espejo, al muelle llegaron salo dos ayudantes de Bolívar quienes invitaron a desembarcar a San Martín.

El muelle estaba ubicado frente a la gobernación (5), desde allí San Martín en medio de un batallón de infantería, caminó cuatro cuadras por el Malecón hasta la casa esquinera de los Luzárraga situada en la calle del Comercio (hoy Pichincha) y la San Francisco (hoy 9 de octubre) (6).

La casa era de 2 pisos, al pie de la escalera estaba Bolívar de gran parada junto con su estado mayor, entre ellos Sucre, Salom y Tomás Cipriano de Mosquera, el sombrero era muy alto, con franja de oro y con plumas (7a).

Al ver a San Martín —eran las 12 y 30— dio algunos pasos adelante para saludarlo y extendiéndole la mano le dijo: “Al fin se cumplieron mis deseos de conocer y estrechar la mano del renombrado Gral. San Martín”.

San Martín con su innata timidez le manifestó que no aceptaba aquellos encomios (6a).  Bolívar se dio cuenta entonces que la batalla la había empezado a ganar.  A poco notó que le faltaba a su opositor “la sal de la crítica” (7).

San Martín se decidió a hacer la primera pregunta: “Usted, estará muy sofocado por las pellejerías de Guayaquil” y sin dejar tiempo a que le conteste, mostrando de nuevo su horrenda timidez, le endilgó de nuevo: “¿y que cuánto tiempo están de pellejerías en medio de los mayores embarazos?”.

Pellejerías lo había utilizado para significar enredos en el primer caso y revolución en el segundo.  Bolívar no contestó casi y vino la tercera intervención del protector: “Nada tengo que decirle sobre los negocios de Guayaquil, en los que yo no tengo que mezclarle; la culpa de que Guayaquil no quiera incorporarse a Colombia, la tienen los mismos guayaquileños” (8)

De 1 a 2 de de la tarde vinieron las felicitaciones de las corporaciones y luego de las señoras.  Al final y de manera al parecer espontánea, se levantó Carmen Calderón “linda como un ángel” con las manos atrás y luego de pronunciar una arenga le puso lo que llevaba escondido: una corona de laurel esmaltado.

San Martín se puso rojo como un tomate; a la agresión inconsciente -había sido descubierto- le faltaba poros para salir.  Se quitó la corona y viendo de reojo a Bolívar dijo “que habían otros que la merecían más que él” y como el Libertador no esperaba esto y pensando que iba a su vez a ser coronado, se puso “pálido y lívido como un muerto” según el testigo Rufino Guido.

A la final, dijo que no podía desprenderse de la corona y que la guardaría para siempre.

Muchos años después la misma Carmen se lo narró al historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna (9).

Los dos grandes hombres se encerraron de 2.30 a 4 de la tarde en la misma casa de Luzárraga teniendo su primera conferencia.  El propio Bolívar en carta a Santander le dijo: “Dice (San Martín) que no quiere ser rey, pero que tampoco quiere la democracia y sí el que venga un príncipe de Europa a reinar en el Perú” (10)

Bolívar le dijo que prefería el que se coronara al Gral. Itúrbide -mejicano- a cualquier Borbón.  Sin embargo San Martín en carta al Gral. Miller cinco años después negó rotundamente lo anterior, calificando de pillo e impostor al que se atreviera a decir tal cosa (11).

Bolívar se retiró a las 4 de la tarde con el sentimiento de haberlo abrochado.  De 4 a 5 recibió el argentino algunas visitas y luego caminó las 5 cuadras que le separaban de la casa de la Aduana y con su Estado Mayor fue a pagar la visita a Bolívar, permaneciendo con él de 5.30 a 6.

Pasadas las 6 regresó a comer a casa de Luzárraga.  Y luego de las 7 Guido anota como que nada: “la noche se pasó en recibir nuevas visitas y entre ellas algunas señoras”.

A nosotros no nos cabe duda que el propio Bolívar se sirvió de una dama casada para tentar al héroe.  Se llamaba Carmen Mirón y Alayón y era una real hembra: tenía 20 años, en su rostro y cuerpo revelaba no pocas gotas de sangre africana, era hija de Don Antonio Mirón, nacido en la isla de León, síndico de la capilla del Astillero en 1821, casado desde 1791 con Asunción Alayón y Troya, babieca del estado Llano (12).

Carmen era viuda de un Sr. Pérez, matrimonio que le había durado sólo pocos meses (13a).  Por el padre tenía abundante sangre árabe, por un abuelo murciano; por su madre, esta era bisnieta del español Francisco Martínez de Alayón, vecino de Guayaquil en 1687 y de Jerónima de Henao, ésta a su vez hija del secretario Antonio de Henao (13).

San Martín se quedó encandilado con su presencia.  Bolívar le había hecho sentir tan mal que necesitaba una válvula de escape; Carmen era el regalo que quizás el mismo sabio astuto de Bolívar le enviaba para mitigar sus penas.  Y se hizo una cita, ella lo esperaría en su casa el sábado 27 a primera hora de la mañana.

Y así fue, San Martín se trasladó al barrio del Astillero —donde ella vivía— con el sigilo que él acostumbraba y allí pasó 6 horas entregado a los más dulces deleites.

Ni Rufino Guido ni Jerónimo Espejo dan dato alguno sobre qué pasó con el General José de San Martín aquella luminosa mañana de julio.

El barrio del Astillero le recordó sin duda a Cádiz, tenía 151 casitas distribuidas en 9 calles todas con nombres simpáticos: Real, de la Compañía, de la Plazuela, de la Cárcel vieja, de la espalda de Gobierno, de San Agustín, de la Victoria, de la Águila y cerrada (14).

Mientras San Martín goza —aquella mañana— parcamente de la vida, Bolívar se pasa despachando correspondencia a Quito, Pasto y a la misma Guayaquil.

El protector almorzó frugalmente en la casa de Luzárraga pasado el mediodía y ordenó que todos tuvieran las maletas listas.  Se sintió casi engañado y quería volar de Guayaquil a las 24 horas de haber llegado.

A la 1 fue a la casa de la Aduana a tener la segunda y más severa conferencia con Bolívar.  Esta duró 4 horas y se han tejido muchas versiones sobre lo que hablaron, lo único seguro es que San Martín dejó el campo totalmente a Bolívar y se retiró para siempre de la vida pública.

Enseguida a las 5 pm. Bolívar ofreció una espléndida cena para 50 invitados, megalómano como él solo, se levantó e hizo el brindis: “Por los hombres más grandes de la América del Sur: el general San Martín y yo”.  Este, con la timidez y prudencia características, respondió en el segundo brindis “Por la pronta conclusión de la guerra y por la salud del Libertador”.  Y el buen argentino no se equivocaba, la tisis se notaba ya en el semblante de Bolívar, a él mientras tanto -le quedaban casi 30 años más de vida-.

De 7 a 9 tuvieron un receso y a las 9 fueron al baile que les daba la Municipalidad.  San Martín se las aguantó 4 horas sin bailar: Carmen Mirón estaba allí, pero él la miraba con una desconfianza e intriga sin límites.  A la 1 le llamó a Guido y le dijo: “Llámeme Ud. a Soyer que ya nos vamos, no puedo soportar este bullicio”.  Salieron por una puerta excusada, según el mismo San Martín en su carta a Miller, Bolívar le acompañó hasta el bote y le regaló su retrato.  Al despedirse -esta vez- a Bolívar le saltó la desconfianza y San Martín al cabo de muchas horas le volvió el alma al cuerpo.  Bolívar dio unos pasos atrás para solemnizar el acto con un frío apretón de manos, pero San Martín le retuvo por el brazo y en voz baja le dijo: “Ha terminado mi vida pública. Iré a Francia y pasaré lo que me queda de vida en el retiro. Sólo el tiempo y los sucesos dirán quién de nosotros vio el futuro con más claridad” (15).

En el barco que iba rumbo a la Puna, San Martín pensaba en el orgullo de Bolívar, en su dificultad de mirar de frente a la persona, en su falta de franqueza y en su tono altanero, en sus maneras distinguidas, en su ambición.  Y pensó también en su desinterés, en su popularidad, en su constancia monstruosa, por eso 18 años después cuando el marino francés Lafond le preguntó su concepto final sobre Bolívar dijo: “Es el hombre más asombroso que ha conocido la América del Sur” (16).  En todo el viaje se pasó obsesionado en Bolívar, salían a flote todos sus defectos y sin embargo su grandeza era inconmovible.

El final

San Martín se instaló en Lima en la quinta de la Magdalena y allá en noviembre recibió la visita de Carmen ya embarazada de 4 meses.  La prometió apoyar y la regresó.  A Rosa Campuzano tampoco quiso verla más.

Su mujer estaba grave en Buenos Aires, pero temía ir, pues sabía que lo apresarían (17).

Joaquín Miguel de San Martín y Mirón nació a fines de abril de 1823 y fue bautizado en la iglesia de San Agustín, calle de San Alejo con calle de la cárcel, en Guayaquil el 13 de mayo (18).  Su partida fue inscrita con sigilo en el Archivo de la Logia en Lima, pues San Martín pidió a sus “hermanos” que no la dejaran ver sino a sus descendientes (19).

José de San Martín viajó a Chile y luego estuvo en Mendoza y Buenos Aires.  Su esposa murió muy joven en 1824 de apenas 27 años y él se embarcó con su hija de 8 años a Francia.  En 1827 estuvo en Bruselas, hacia 1840 escribió a pedido del marino Lafond algunos recuerdos sobre Bolívar; en 1846 tuvo la satisfacción de recibir en su pequeño cuarto de Grand Bourg a 1 legua de Nainsville a Domingo Faustino Sarmiento.  Tenía para entonces los ojos pequeños y ya encorvada la espalda.  En su habitación tenía el pequeño retrato de Bolívar que eéste le había regalado (20).

Su hija Mercedes fue pintora de afición y ella hizo un retrato de Bolívar por 1846 a base de las indicaciones que le dio su padre (21).

En 1848 a los 70 años estaba casi ciego, y ya no podía firmar sus cartas.

Mercedes de su matrimonio con Mariano Balcarce le había dado 2 nietas: Josefa y Mercedes.  En las guerras que la Argentina tuvo con Brasil, Francia e Inglaterra, San Martín ofreció sus servicios y las 3 veces su oferta fue rechazada.

Murió el 17 de agosto de 1850 a los 72 años en Bolougne-sur-mer (Francia).  Sus restos descansan en la catedral de Buenos Aires.

Rosita Campuzano se quedó con pasmo luego de sus amores con el héroe.  Nadie le conoció amante de 1822 a 1831, hasta que este año cedió ante un alemán llamado Juan Weniger, dueño de 2 almacenes en Lima y con él tuvo su hijo único; el alemán le quitó al niño a su madre para educarlo en un colegio (22).

Rosa en 1847 vivía de balde en los altos de la Biblioteca Nacional de Lima, gracias a la ayuda de Constancio Vigil; fue entonces cuando le entrevistó Ricardo Palma; para entonces usaba muleta y no parecía de 51 años, sino de 71.

A su hijo lo mataron en un combate por 1852.  Ventajosamente a Rostía el Congreso del Perú le otorgó una pensión mensual. Murió en 1860 a los 64 años más sola que nadie.

Carmen Mirón también guardó largo celibato por el héroe y sólo hacia 1840 procreó a Rosa Mirón y Rivera quién vivió en San Alejo de Guayaquil casada con Eusebio Castro Rivera.  Vivió atormentada por la suerte de su hijo Joaquín trotamundos por Sullana, Lima y Lambayeque.  Murió de 80 años en Guayaquil quemada por un cigarrillo que incendió su cama (23).

La truculenta vida del hijo de San Martín

Joaquín San Martín y Mirón nació en Guayaquil el 27 de abril de 1823 y se bautizó el 13 de mayo en San Agustín.  A los 18 años pasó al Perú.  Perteneció al partido liberal desde joven.  En 1852 a los 29 años estaba de marino y viajó a la Nueva Granada como tercer oficial de cargo del bergantín de guerra “6 de marzo” que había sido construido en Baltimore 7 años antes.  Tenía el grado de alférez.  El barco zarpó el 20 de setiembre de Guayaquil, arribó a Buenaventura, pero al regreso fue sorprendido en las costas del Chocó por un fuerte temporal y se encalló en los bajos de arena de Huascaona frente a Iscuandé.  Sólo 8 personas que tomaron un bote se salvaron en forma milagrosa, uno de ellos fue San Martín (23a).

Hacia 1860 se estableció en Sullana, al norte del Perú huyendo de García Moreno, y casó con Isabel García Saldarriaga, con quien tuvo 2 hijos nacidos en Lima en 1862 y 1865.  En esa ciudad se afilió a la Logia.

Por 1866 su esposa faltó a la fe del matrimonio y se separaron.  En este año y cuando García Moreno pasaba por Lima con destino a Santiago, participó en el complot para asesinarlo en unión de los refugiados ecuatorianos que vivían en Lima.

Al arribar el tren a esta ciudad el 2 de julio de 1866 a las 11.30, le atacaron Juan Viteri Villacreses –ambateño- y San Martín en momentos en que recién bajaba del tren (24).  Viteri le disparó 2 veces, pero sólo le hirió ligeramente en la frente y la otra bala traspasó el sombrero.  San Martín parece que hizo solamente de campana, pues la Corte de Lima reconoció a Viteri como único culpable.

Hacia 1868 se estableció en Lambayeque y allí tuvo sucesor en la señora Petronila Alvarado, el hijo se llamó José Joaquín, en honor al padre y al abuelo.  Por 1874 tuvo una relación con una señora Vargas.

Muerto García Moreno en 1875, regresó al Ecuador y se estableció en Máchala donde tuvo relación con una señora Avila, tenía entonces 6 hijos en 5 señoras diferentes.  Por 1883 casó a su primera hija en Guayaquil.  Cuando Caamaño subió al poder en 1884, conspiró contra éste, siendo desterrado a Lima -Allá fue precursor del saneamiento en esa ciudad (25).

Regresó al Ecuador por 1890, casando a su segundo hijo en Guayaquil en 1893.  En 1894 fue Comisario de Máchala y Santa Rosa.

Murió asesinado en 1895 a los 72 años en Gualtaco (cerca a Santa Rosa) cuando iba a despedir a unos amigos.

Según el historiador y genealogista Fernando Jurado Noboa el prócer reconoció a su hijo.

No le gustaba hablar de su origen pero a raíz de que su hijo casó con una sobrina carnal de él (de D. Joaquín) e hija de su hermana de madre Rosa Mirón y Rivera, reveló confidencialmente el secreto a su hija mayor Rosa Isabel, pidiéndole que lo guardara todo el tiempo que ella lo juzgara conveniente.

Fueron sus hijos:

1. Rosa Isabel San Martín García, nacida en Lima en 1863, m. en Guayaquil 14 de mayo 1941, ce . Manuel Andrés Pazmiño, n. de Máchala. Suc: Pazmiño-Aguilera.

2. Justo Vicente San Martín García, nacido en Lima 1865, se crió con su padre y a los 11 años, en 1876, pasó a Guayaquil, casó en San Alejo en 1893 con su prima hermana Mercedes Castro y Mirón, vecinos de Baba en 1895. En 1910 fue desterrado al Perú, cuando nuestros conflictos de frontera. Sucesión — San Martín-Guevara; San Martín-Santos; López San Martín; Moncayo-San Martín; San Martín-Morán.

3. José Joaquín San Martín Alvarado, nacido en Lambayeque por 1868, casó en Lima con María Francinet, brasilera, tuvo 1 hijo marino, otro aviador, otro médico y otro ingeniero. El médico (Mauricio) fue Rector de la Universidad de San Marcos de Lima. Descendencia en Lima y Huamanga (Perú): San Martín Navea; San Martín-Rappeto; San Martín-Fernández: San Martín-Valestra; San Martín-De la Fuente; Romero-San Martín; y Bermúdez-San Martín.

4. Juan San Martín, nacida en Perú por 1871.

5. Eduardo San Martín Vargas, nacido en Perú por 1874, c. en Guayaquil con Enma Lanfranco y es. en n. Vargas.

6. Teniente coronel Luis Alberto San Martín Avila, nacido en Máchala por 1877, ce. Matilde Hurtado.

Testimonio documental

Reunido en julio de 1972 el Instituto Genealógico de Guayaquil, bajo la presidencia de D. Pedro Robles Chambers y con la asistencia de los Sres. Julio Pimentel Carbo, Genaro Cucalón, Clemente Pino, Luis Noboa y Jorge Arteaga.

CONSIDERANDO

1. Que la copia de la partida bautismal de D. Joaquín San Martín Mirón que se conserva en la Logia de Lima es un documento auténtico, que ha sido enviado al Instituto por el Dr. Fernando Romero, Rector de la Universidad de San Cristóbal en Huamanga.

2. Que el retrato original de D. Joaquín y que lo ha adquirido, el Sr. Robles Chambers, muestra un parecido extraordinario con el héroe.

3. Que encaja perfectamente los cálculos entre fechas de concepción y nacimiento de D. Joaquín.

4. Que en Guayaquil y Lima se han mantenido constantes y respetables tradiciones sobre el origen verídico de la familia San Martín.

5. Que los descendientes de ambas ramas han sido tenidos por personas serias y honorables, incapaces de fraguar orígenes falsos.

6. Que el testimonio oral de Da. Rosa Isabel San Martín, nieta del héroe, muerta en 1941 en Guayaquil, merece todo crédito.

ACUERDA

Aceptar como verídica la paternidad de D. Joaquín San Martín y Mirón.

Referencias

(1)La Entrevista de Guayaquil II, 248 .

(2)Carlos Salas: Bibliografía de San Martín, III, 81 .

(3)Teodoro Alvarado: La histórica entrevista de Guayaquil de 1822, Bol. ANH. 120 pg. 159, Quito.

(4)Cartas del Libertador, Tomo III, 254.

(5)Manuel Villavicencio: Geografía del Ecuador, 1858 , ver plano de Guayaquil.

(6)Jerónimo Espejo afirma lo de Luzárraga.

(7a)Para nosotros es muy dudosa la presencia de Sucre, aunque Espejo la asienta.

(6a)La entrevista de Guayaquil, II, 24 8 – 250 .

(7)Abel R. Castillo: Sobre la entrevista de Bolívar y San Martín, Bol. ANH 120 , Quito, pg. 278 .

(8)Hemos reconstruido esto en base a la citada carta de José Gabriel Pérez a la Cancillería de Bogotá.

(9)Julio C. Chávez: San Martín y Bolívar en Guayaquil, Buenos Aires 1950, pg. 140.

(10)Cartas del Libertador, III, 262.

(11)Carlos Salas, Oc. III, 81.

(12)Arch. Catedral Guayaquil Baut. 1792-1802.

(13)Fichero Robles – Chambers.

(13a)Luis Ramírez Ch.: La bisnieta de San Martín, Rev. La Otra , Guayaquil 1988, pg. 60 – 61 . Mercedes San Martín de Checa, clarífica parentesco co n procer, El Universo, Guayaquil, julio 26, 1972.

(14)Gustavo Monroy : Documento s de la época colonial de Guayaquil, Bol. CIH T.2, pg. 73

(15)Teodoro Alvarado: oc. 163.

(16)Abel R. Castillo: oc. 290.

(17)Javier Peñalosa: oc. 34.

(18)Arch. Robles Chambers, Guayaquil.

(19)Carta del Dr. Mauricio San Martín, Rector de la Universidad de S. Marcos a Pedro Robles, Arch. de éste.

(20)Sus herederos le obsequiaron al Museo Histórico de Buenos Aires.

(21)Se ha publicado varias veces, por ej. en la Rev. El Libertador de Quito No. 105.

(22)Rodolfo Pérez: Nuestro Guayaquil Antiguo, 118.

(23)Archivo Robles, Guayaquil.

(23a)Mariano Sánchez: Naufragio del bergantín de guerra 6 de marzo, Instituto de Historia Marítima. Rev. 1989, pgs. 19-27, Guayaquil.

(24)Severo Gómez jurado: Vida de García Moreno, V, 222 – 223

(25)Archivo Robles, Guayaquil.

Fuente

Barrera, Isaac: José de San Martín el Libertador del Sur, Bol. ANH , nums 76, pgs. 225-232, Quito 1950.

Diario El Globo Nº. 1851 Guayaquil 3 de noviembre de 1893

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Jurado Novoa, Fernando – Las noches de los Libertadores – Vol 2. IADAP, Colección Identidad, Quito, Ecuador (1991).

Portal revisionistas.com.ar

Videla Morón, Mario – San Martín y sus vinculaciones familiares, Rev. Genealogía 18, Buenos Aires 1979

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•  Entrevista de Guayaquil

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

jueves, 4 de julio de 2024

Biografía: Eustoquio Frías, el granadero de San Martín que llegó a general

El granadero Eustoquio Frías que llegó a general







EL 20 DE SEPTIEMBRE DE 1801, EN CACHI, SALTA, NACE EUSTOQUIO FRÍAS, GRANADERO DE SAN MARTÍN, QUIEN LLEGARÍA AL GRADO DE TENIENTE GENERAL DEL EJÉRCITO ARGENTINO, Y FUE EL ÚLTIMO GRANADERO QUE VIO BUENOS AIRES: "...LA PATRIA ERA POBRE Y YO TAMBIÉN."

Eustoquio Frías fue el último de los jefes del Ejército de los Andes que vio Buenos Aires. Un día le preguntó el presidente de la Nación Argentina, Caros Pellegrini, si aún conservaba alguna de sus espadas usadas en las campañas Libertadoras, y Frías le contestó con voz pausada: "No, aunque he cuidado mucho mis armas, porque la Patria era pobre y yo también. El sable que me regaló Necochea en Mendoza, lo rompí en Junín. Ya estaba algo sentido...."
Nacido el 20 de septiembre de 1801 en Cachi, Salta, Virreinato Español del Río de la Plata, era hijo del comandante Pedro José Frías Castellanos, que perdió una pierna en la batalla de Tucumán, y de la patriota María Loreto Sánchez Peón y Ávila, junto con Juana Moro una de las líderes de la organización de espionaje constituida por las salteñas. En esa batalla, por orden del mismo general Manuel Belgrano, el niño se dedicó a alcanzar agua a los soldados de la artillería patriota.



Tuvo contacto por primera vez con el Regimiento de Granaderos a Caballo en 1814, época en que el entonces coronel José de San Martín era Jefe del Ejército del Norte, y juró que algún día iba a pertenecer a mismo. Cuando su familia se mudó a San Juan, antes de cumplir los 15 años se incorporó como cadete a los Ganaderos, en marzo de 1816, gracias al padrinazgo del comandante Mariano Necochea, que había conocido a su padre durante las campañas del Alto Perú, aunque no participó en el Cruce de los Andes ni en la campaña de Chile.
No obstante en 1818 fue trasladado a Chile con el último Batallón de Granaderos y participó de la campaña de Chillán, o segunda del sur de Chile. Hizo la campaña del Perú y participó de las campañas de la sierra, de Quito, de Puertos Intermedios y de Ayacucho, y en las batallas de Nasca, Cerro de Pasco, Callao, Riobamba y Pichincha, en todos los casos a órdenes del coronel Juan Lavalle.
Cuando Lavalle regresó a Lima, dejó los Granaderos a cargo de Frías, que los llevó hasta la capital peruana unos meses más tarde. Hizo toda la campaña del Perú, fue de la primera y segunda expedición a la sierra, a las órdenes de Arenales, se batió en Nazca y en cerro de Pasco. Concurrió al asalto del Callao, a la campaña de Quito y fue uno de los noventa y seis granaderos con que Lavalle cumplió la hazaña de Riobamba. Lo condecoraron en Pichincha. Volvió a Lima conduciendo a los granaderos que habían quedado en la capital del Ecuador. A mediados de enero de 1823 combatió en Chunchanga, donde una bala le cruzó el brazo derecho. En 1824 formó entre los 120 granaderos que se incorporan al Ejército de Simón Bolívar en Huarar. Con ellos llegó hasta la batalla de Junín.
En la batalla de Ayacucho fue una de las 80 lanzas, todas en manos de granaderos argentinos, que participaron en la victoria; y allí fue herido de un bayonetazo en la rodilla.
Regresó a la Argentina en diciembre de 1825, como bien se reflejó el 25 de diciembre de 1825 cuando se publicó la noticia de que había llegado a Mendoza, conducido por el coronel Félix Regado (o Bogado), el "resto del Ejército de Los Andes, después de nueve años de campaña", y se dio la lista de los diecinueve o veinte "sobrevivientes", entre los cuales figuraba el portaestandarte Eustoquio Frías. Estos restos del Regimiento de Granaderos arribaron a Buenos Aires en febrero de 1826, y allí la unidad fue disuelta; no obstante Frías se incorporó a la campaña del Brasil en el Regimiento de Caballería N° 16, a órdenes de Olavarría, luchando en el Ombú. En la batalla de Ituzaingó combatió a órdenes del coronel Juan Lavalle, siendo ascendidos ambos al término de la batalla; Lavalle alcanzó el grado de general, y Frías el de capitán.



A su regreso a Buenos Aires, acompañó a Lavalle en la revolución contra Manuel Dorrego y en la guerra contra Juan Manuel de Rosas; luchó en Navarro y Puente de Márquez. Permaneció en Buenos Aires cuando Lavalle se exilió, y fue destinado a la frontera oeste con los indígenas.
A fines de 1830, cuando se estaba organizando la campaña contra la Liga del Interior, Frías fue convocado para la misma. Pero escribió al gobernador Rosas, pidiéndole su pase a retiro, ya que, según su puño y letra, "pertenezco al partido contrario al de V.E. y mis sentimientos tal vez me obliguen a traicionarle, y para no dar un paso que me desagrada, suplico a V.E. se digne concederme el retiro."
Rosas lo llamó -según Ibarguren- para manifestarle "que le agradaba su franqueza", le donó quinientos pesos, le concedió el retiro y le aseguró que en caso de necesidad lo buscara -"no al gobernador, sino a Rosas"- pues no lo iba a olvidar.
Permaneció en Buenos Aires, dedicado al comercio. Cuando la presión de los partidarios de Rosas se hizo insostenible, en 1839 se exilió en Montevideo, desde donde pasó a la provincia de Entre Ríos, incorporándose al ejército de Lavalle.
Fue uno de los oficiales del segundo ejército correntino contra Rosas, combatiendo en las batallas de Don Cristóbal, Sauce y Quebracho Herrado. El general Lavalle lo nombró segundo jefe de la división del coronel José María Vilela, destinada a la campaña de Cuyo, con el grado de teniente coronel. En la derrota de Sancala fue tomado prisionero y conducido a pie hasta Buenos Aires.
Durante ocho meses permaneció encerrado en un calabozo del cuartel de Retiro, hasta que fue liberado por pedido expreso del jefe de la escuadra francesa del Río de la Plata.
En marzo de 1842 se fugó a Montevideo, donde participó de la defensa de la ciudad durante el sitio impuesto por el general Manuel Oribe. Luego pasó a Corrientes a órdenes del general José María Paz, y se quedó allí después de las desavenencias entre éste y los Madariaga. Participó en la batalla de Vences y (tras la derrota) huyó al Paraguay.
Regresó al Uruguay cuando le llegó la noticia de la rendición de Oribe. Se incorporó al Ejército Grande de Urquiza y participó en la batalla de Caseros. Apoyó la revolución del 11 de septiembre de 1852 y la defensa contra el sitio de Buenos Aires impuesto por los federales.
Fue destinado como comandante a la frontera oeste, con sede en Salto, y realizó varias campañas contra los indígenas a órdenes de Emilio Mitre. Mandó en jefe una importante campaña hacia la sierra de la Ventana en 1858, que no obtuvo resultados satisfactorios.
Participó en la victoria porteña en la batalla de Pavón, tras la que fue ascendido al grado de general, y regresó a la frontera.



No fue admitido en la guerra del Paraguay por su avanzada edad, salvo en breves misiones de intendencia y administración. Después de la batalla de Tuyutí fue ascendido al grado de general de división. Pero, ¡molesto porque no se le permitía luchar!, pidió el pase a retiro.
Fue ascendido a teniente general en retiro en 1882. Dos años más tarde, fue nombrado comandante de la Guarnición Militar Buenos Aires, un cargo puramente administrativo.
Destaca de esa época una fotografía de él junto a un moreno asistente, tomada por Witcomb, pudiéndose leer al dorso de la misma “Dedicada en recuerdo de amistad a la amable y simpática señorita Brígida López”, y firmada “Eustoquio Frías”, con fecha: “Buenos Ays. Enero 28 de 1886”.
Aún ocupaba el cargo de comandante de la Guarnición Militar Buenos Aires cuando se sucedió la golpista revolución radical de 1890, pero no tuvo actuación alguna en la misma. Pasó definitivamente a retiro en diciembre de ese año.
Falleció en Buenos Aires el 16 de marzo de 1891, descansando sus restos durante 40 años en el Cementerio de la Recoleta, hasta ser trasladados a la ciudad de Salta, donde aún permanecen hoy, en el Panteón de las Glorias del Norte, de esa ciudad.


lunes, 25 de marzo de 2024

Granaderos a caballo: La caballería de marina

Caballería de Marina





Ya el Ejército de los Andes, había subido los inmensos montes, descendido del lado chileno, y derrotado a las tropas del Rey en "Chacabuco", el 12 de febrero de 1817.
El avance patriota es imparable y el 20 de febrero Valparaíso cae en poder de los insurgentes.
Sin embargo, algunos buques que se hallaban en alta mar desconocían el cambio político que había acontecido en las costas chilenas. Es así que el día 22 arriba al puerto porteño (la ciudad de Valparaíso utiliza el mismo gentilicio que la ciudad de Buenos Aires) un bergantín-transporte llamado "Águila". Ya es noche cerrada, por eso sus tripulantes no desembarcan, y quedan sin enterarse que el puerto estaba en manos de argentinos y chilenos.
Ver semejante presa anclada frente a sus narices, y no pretender capturarla, fue inspiración de un instante en la mente de los patriotas.
Se decide hacer un asalto nocturno. Y para eso se le encomienda a un muy joven Oficial de Granaderos que realice tal peligrosa tarea. Su nombre: Isidoro Suarez, el mismo Oficial que se cubrirá de Gloria en "Junín" y su famosa carga al frente de los Húsares, en 1824.
¡Apenas había cumplido los 18 años el 2 de enero de ese año!
Se embarca en un bote, acompañado por 14 Granaderos a Caballo y siete marineros. Exactamente a la una de la mañana del 23 de febrero de 1817, inicia el asalto al bergantín.
Ochenta hombres del Rey guarnecían aquel barco, los cuales fueron tomados por absoluta sorpresa por aquel puñado de valientes, que inmediatamente dirigieron el buque bajo la protección de las baterías costeras. Cualquier intento de resistencia por parte de aquellos ochenta marinos españoles hubiese significado el cañoneo del navío. Rápidamente se rinden a aquel grupo de corajudos.
Semejante acto de arrojo le valió a aquel joven Alferez, Isidoro Suarez de apenas 18 años, el ascenso inmediato a Teniente.
Su Glorioso sable, ya estrenado en "Chacabuco" y refrendado en el Asalto al "Aguila", seguirá regalando hermosas Joyas Heroicas a la Corona de Gloria de la Nación Argentina.
Así, aquel puñado de Granaderos a Caballo, se convirtieron por un rato, en Caballería de Marina.
Fte. Revista "Caras y Caretas".

miércoles, 9 de agosto de 2023

Argentina: Escultura de Fernando Pugliese sobre la acción de Cabral

Cabral en San Lorenzo




La misma se encuentra en el Regimiento de Granaderos a Caballo, ubicado sobre la Avenida Luis María Campos 554, la cual exhibe temporariamente, sobre la vereda, frente a su puerta de ingreso, en determinadas fechas.
Esta recrea el heroico salvataje realizado por el Sargento Cabral al General San Martín en medio del histórico combate.
Fotos: E imágenes del grupo escultórico desde distintos ángulos.
Fernando Pugliese: Es el artista responsable y ha diseñado parques temáticos, museos, esculturas hiperrealistas de próceres, artistas, animales, personajes históricos, monumentos en la vía pública, figuras religiosas ubicadas en distintos puntos del país y del mundo. Ambientaciones y servicios a agencias de publicidad, particulares y gobernaciones, utilizando materiales policromáticos, bronce, mármol, epoxis, fibra de vidrio o texturas de acuerdo a lo solicitado.

viernes, 23 de junio de 2023

Granaderos a Caballo: Reclutando "desacataos" en El Plumerillo

El reclutamiento de "voluntarios" en El Plumerillo






Remigio Guido Spano fué un destacado abogado, periodista y escritor, hijo del general Tomás Guido (amigo preferido de San Martin) y hermano mayor del poeta Carlos Guido Spano. Aparte de fundar diarios, también les cuento que todos los escritos que conocemos del Almirante Guillermo Brown, los tradujo él.
Tengo la fortuna de estar relacionado con algunos de sus descendientes, gracias a los cuales puedo relatarles la siguiente historia...
En el año de 1888, ya un anciano venerable, el viejo cuenta (durante una descontracturada cena de notables), la siguiente anécdota:
_"Bueno, si quieren les cuento algo simpático. Me contaba mi padre que allá por las gloriosas épocas del Campamento del Plumerillo, previo al Cruce Andino y a la batalla de Chacabuco, Don Pepe (nota de Flavio: léase San Martin) hizo una leva compulsiva de soldados.
Quiero decir que si bien eran muchos los que se unían libremente al ejército, muchos otros eran incorporados a la fuerza.
Indigentes, gauchos mal habidos, negros, zambos, mulatos y muchos alegres borrachines que daban vueltas por los almacenes y pulperias de la zona en busca del agradable néctar mendocino.
La cosa era así: Las Heras y Padre (nota de Flavio: léase Guido), a instancias de Don Pepe, organizaban las partidas de granaderos que iban a incorporar a los futuros guerreros de la Patria.
Estas partidas iban a los almacenes, a los prostibularios, a los galpones de conchabo y demás yerbas y quien estaba al mando debía convencerlos primero buenamente y luego como se pudiera. Y a veces no se podía. La cuestión se ponía pesada y peligrosa, con individuos que no sabían ni hablar pero eran una maravilla desenvainando el facón.
Estas partidas de diez granaderos, se veían muchas veces en inferioridad numérica y es entonces que se retiraban no sin antes tomar notas y marcar el punto en un mapa.
Al llegar al Plumerillo, a veces en altas horas nocturnas, llevaban el parte diario de leva a manos, nuevamente, de Padre y Don Pepe, quienes le pasaban el parte, las notas y los mapas a la "partida especial", encargada de estos menesteres cuando la cosa se complicaba un tanto.
Esta partida al mando del corajudo Ambrosio Crámer, del durísimo Rudecindo Alvarado, del cuchillero José Maria Zapiola y del temible Mariano Necochea, eran los fogueados granaderos encargados de estos casos. Y al despuntar el amanecer, hacia allí iban.
Les pido me crean amigos cuando les digo que al paso lento de estos cuatro, los cóndores remontaban apresurados el vuelo y hasta el pasto y los cardones se hundían en la tierra.
Padre aseguraba que si la misma Parca se sentase a la mesa de estos cuatro, intranquila estaría.
Como fuera, resulta que el Plumerillo era un vodevil de gritos, ordenes, olor a grasa, cuero y acero, de fuegos y calderos de plomo fundido, de barro, polvo de madera, bosta de caballo, forraje para las bestias, leña para hacer fuego, botiquines, cabrestantes, palancas, sogas, pólvora, municiones, cañones, y hasta una imprenta.
¿La actividad? Era febril. Se presentía la proximidad del cruce de los Andes y la nerviosidad de la batalla.
Claro, entre tanta leva de hombres de real valía y de otras calañas miserables, había mucho retobado que no estaba acostumbrado a recibir ordenes y mucho menos, a ejecutarlas. Malandra de cuchillo ventajero, gaucho de puñalada traicionera.
Y estaban los que para aparentar jinetas de hombre bravo, hasta le gritaban procacidades al mismo San Martin, al paso del Gran Hombre.
Cuando pasaban estas cosas, un sutil cabeceo de Don Pepe activaba una serie de eventos, casi de rutina: de donde el miserable nunca adivinaba, aparecía Necochea y le aplicaba un seco y brutal talerazo sobre la espalda. El ladino giraba feroz ya con facón desenvainado, solo para ser cruzado otra vez y duramente con un talerazo esta vez sobre el rostro, que por costumbre un par de dientes se llevaba puesto. Siempre ante la mirada fija de Necochea, que no temía al verijero, ni al obús ni a la misma Parca. Necochea peleaba a puño desnudo en el mismo campo de batalla, miren si le iba a temer a un cuchillito.
De ahí lo agarraba el tucumano Juan Manuel Cabot, que a punta de tacuara y durante tres dias completos sin dormir le enseñaba a la fuerza a marchar a paso redoblado, oblicuo, lateral, métrico, ligero, geométrico, diagonal, de instrucción, de maniobra, de flanco, marchoso y de ataque. Errarle a un paso, un dia de arresto. Dos dias de arresto para el segundo. A partir de los diez yerros, se computaba dia de arresto con noche de estaqueada. Por supuesto, cada error iba acompañado de un siseante tacuarazo en el muslo o pantorrilla desnudos, que dolía una yarará y media.
Decía padre que era un espectáculo ver al Teniente Coronel Cabot sudado y vociferando ordenes en cueros y marchando él mismo emparejado al pobre cristiano, dia y noche, inhumano, incluso durante las heladas madrugadas.
Exhausto, no terminaba alli la "instrucción forzada": lo agarraba Eusebio Brizuela, jefe de Maestranza, Provisión y Ranchada, que lo ponia a pelar unos 100 kilos entre papas y zanahorias.
Al fin, lo que quedaba del pobre hombre lo recauchutaba Fray Luis Beltrán, que durante toda una noche lo adoctrinaba en los misterios de Dios y la Virgen.
Resultado? Ese antiguo vago, luego de quince dias más de instrucción militar, era ya un Granadero hecho, derecho y listo para servir a la Patria y a sus jefes.
Antes de Chacabuco, el mismo Don Pepe había mandado una avanzada sobre territorio chileno para que lo informaran sobre la posición de las fuerzas realistas, con tan mala suerte que Nepomuceno Garcia, el jefe de la avanzada, fué aprehendido y a su vez, torturado para que revelara la posición y cantidad de efectivos del Ejército de los Andes. Ni una palabra le fué arrancada al valeroso soldado, que a la segunda noche pudo escaparse y regresar a sus líneas. Al presentarse a San Martín, todo golpeado, lleno de moretones, y con un par de dientes y uñas de menos, el Gran Capitán le dijo: "Orgulloso quedo Granadero, que ni la más deshonrosa maldad de los godos logró de usted hacerle proferir información alguna que pudiera comprometer los próximos pasos de este Ejército Libertador".
Me dijo padre que la respuesta de Garcia, no fué menos monumental:
"Mi Coronel, ningún orgullo, solo cumplí con el mandato, por Ud conferido. Aparte, pasé con el fray Beltrán toda una noche de golpes y mas golpes con su santa biblia de madera sobre mi mollera, hasta que me aprendí el Padrenuestro, Credo y todas las décimas del Rosario, mire Señor si un maturrango iba a poder atemorizarme. Ni solo un poco!!"
Contaba Padre ante estas situaciones que Don Pepe miraba reciamente hacia un costado, solo para no desarmarse a carcajadas frente a la soldadesca"
Bueno, esta es la historia oral que yo defiendo, la que no es oficial, la que no está en boca de ningún historiador, la que no figura en grandes libros. Solo en cartas familiares, cuyos integrantes nunca estuvieron interesados en dar a conocer.

sábado, 9 de julio de 2022

Argentina: Amantes en el siglo XIX

La pasión argentina: amantes del siglo XIX

De muchos protagonistas de la Historia argentina se han conocido sus vínculos amorosos: los oficiales y los clandestinos. En el siglo XIX, los varones fueron, sobre todo, quienes se vincularon de este modo, incluso las elegidas para la pasión tenían sus títulos refrendados por la sociedad: mancebas, barraganas, queridas o no tanto. Pero también hubo señoras que, siendo las oficiales, optaron por armar relaciones prohibidas fuera de sus matrimonios.

Manuel Belgrano jamás se casó pero eso no invalidó sus conquistas amorosas. Con dos de ellas tuvo hijos, con una francesa, en cambio, vivió un ardoroso affaire en el exterior con fecha de caducidad. María Josefa Ezcurra, la hermana mayor de Encarnación, fue su primer amor a poco de volver a Buenos Aires. Sin embargo, el padre de la muchacha no quiso saber nada y boicoteó el asunto. La casaron con un primo venido de Cádiz, pero donde hubo fuego, sabemos cómo termina el dicho. Lo siguió al norte, donde Belgrano hacía la guerra, vivieron el romance a puertas cerradas pero Pepa volvió, tras un final poco feliz, al seno parental con hijo incluido.

La otra pasión del león cansado fue con la joven tucumana Dolores Helguero, también casada con otro caballero y madre de la “ahijadita” del creador de la Bandera, Manuela Mónica.

Y San Martín también

José de San Martín también tuvo sus cosas. La más conocida fue la beldad ecuatoriana, Rosita Campuzano, que cautivó al Libertador en Lima, en tiempos de la campaña al Alto Perú. Pero parece que el padre de la Patria tuvo mucho amor para dar –aunque la legítima Remedios se quejara por lo poco recibido –y también desplegó su pasión con Jesusa, la criada de su esposa, de la que se dice, fue la madre de un hijo oculto del General.


José de San Martín. Pasiones y engaño.

Señores con amantes, pero ellas también eligieron calmar la sed amorosa. Remedios de Escalada, la joven con quien José de San Martín se casó el 12 de septiembre de 1812, cansada de la soledad en la Gobernación de Cuyo, les puso el ojo a dos subalternos de su marido. Esto le valió, enterado el Libertador, pocas palabras pero un dedo acusador y el consiguiente desprecio del lecho conyugal. Remedios y la pequeña Merceditas, hija de ambos, subieron al carruaje –seguido de cerca por un coche con un féretro por si moría en el camino –y regresaron a Buenos Aires.

Damasita Boedo fue la joven más bonita de la sociedad salteña. De familia federal, su querido hermano Mariano fue fusilado por las huestes de Juan Galo de Lavalle, espada unitaria por antonomasia. La muchacha juró vengar la muerte de Mariano pero se enamoró de su asesino. Convertida en su amante, acompañó a Lavalle en sus últimas horas. Durmió con el enemigo y conoció la desmesura de la pasión, transformándola en una locura de amor.

Justo José de Urquiza es el prócer argentino con más mujeres –a la luz del sol –en su haber. Coleccionó mujeres, hijos, poder, territorio y dinero. Localidad en la que se detenía, sitio propicio para encontrar compañía femenina. Muchas veces por una noche, otras con más jornadas y luego la criatura, fruto del vientre con deseo. Eso sí, jamás se desentendió. El hombre dejaba dividendos para la crianza y muchos de ellos vivieron con él. Domingo Faustino Sarmiento, cuando ya no lo necesitó luego de la derrota de Rosas en Caseros, lo señaló como dueño de harem. Es que el entrerriano vivía con varias señoras al mismo tiempo.

Y aunque parezca mentira –o no tanto –las altas jerarquías de la Iglesia también desparramaban sus ansias amatorias. Mientras se acusaba y fusilaba al sacerdote Ladislao Gutiérrez por cometer una herejía con su feligresa Camila O’Gorman, el deán Felipe Palacio y Elortondo convivía con su barragana, que lo había hecho padre por primera vez, y luego con Pepa Gómez, su “casera” en público, pero su amor en privado. También le dio una hija. Y no era el único.

 

lunes, 14 de febrero de 2022

Guerra de la independencia: Detalles sobre la batalla de Chacabuco


La verdad detrás de la crónica sobre la victoria de San Martín en Chacabuco

Las verdades en las crónicas de guerra tienen sus altibajos, más aun tratándose de episodios ocurridos en tiempos de comunicaciones rústicas. Aquí Marcelo Calabria recoge documentación histórica para hablar de Chacabuco.


Juan Marcelo Calabria || Memo




El 12 de Febrero de 1817, tenía lugar la batalla de Chacabuco librada por el Ejército de los Andes contra las huestes realistas que ocupaban el entonces reino de Chile. Este importante episodio de la Revolución Americana, ampliamente conocido como un verdadero hito en la campaña independentista del continente, no sólo constituye la victoria más resonante de las armas patriotas hasta ese momento, sino que además marca el principio del fin de la dominación española en Sudamérica.

Sin embargo pese que el encuentro armado ha sido tratado y versado por innumerables autores, hay uno de sus pasajes que sigue despertando nuestro interés, quedando retratado en las memorias y las obras de muchos de sus protagonistas directos, quienes por ventura, veteranos soldados de la guerra de independencia, no callaron un hecho de tanta importancia que da lugar a un análisis muy rico y extenso, el que por supuesto no pretendemos agotar en estas líneas.

Resulta interesante que, pese a lo asegurado por la tradición sanmartiniana, en realidad la acción de la Cuesta de Chacabuco no se desenvolvió acabadamente según el plan del Jefe del Ejército de los Andes, quien la había proyectado minuciosa y anticipadamente, en tanto realizaba la gran Epopeya del Cruce de los Andes, preparado desde mucho tiempo antes desde su "Ínsula Cuyana". Luego de cruzar las altas cumbres el ejército fijó su cuartel general en la Cuesta de Chacabuco, desde allí San Martín organizó sus fuerzas de ataque en dos divisiones, las más numerosa y con mayor poder de fuego a las órdenes del Brigadier Miguel Estanislao Soler que debería rodear y atacar por el flanco al enemigo, siendo la columna sobre la que recaía el mayor peso del combate y la que, según el plan sanmartiniano, decidiría la batalla; mientras que la otra división a las órdenes del general O' Higgins debía realizar operaciones de distracción sobre el frente enemigo sin comprometer una acción directa, a fin de esperar que el ala del ejército al mando de Soler alcanzara el punto indicado, dando forma de esta manera a la acción envolvente estratégicamente diseñada por San Martín. Aquí residía el éxito de la esperada victoria, según el plan presentado a la Junta de Guerra el 11 de Febrero por la noche, momento en que el Capitán de Los Andes, se encontraba seguro de la victoria.

Tal como lo aseguró Leopoldo R. Ornstein en sus exhaustivos trabajos: La Batalla de Chacabuco: Sorprendentes revelaciones, - 1958-, La campaña de Los Andes a la luz de las doctrinas de guerra modernas - 1929-, De Chacabuco a Maipú -1933- y Personalidad militar del General San Martín -1965-: ..."Torre Batera, Banyuls del Mar y Port-Vendres fueron otras tantas experiencias (militares) que le hicieron sentir en carne propia las penurias de la guerra defensiva y los gravísimos inconvenientes de las operaciones de larga duración, despertando en él, por antítesis, esa predilección que manifestó en las guerras americanas por las acciones rápidas, enérgicas y decisivas..."En 24 días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del Globo, concluimos con los tiranos y dimos la Libertad a Chile". Tal como reza en su primer parte al gobierno de Buenos Aires sobre la victoria de Chacabuco".

Esa experiencia adquirida durante sus 20 años de servicios en el ejército español, le permitían descubrir sobre el terreno y en las noches de desvelos la estrategias más efectivas para lograr, con la menor efusión de sangre y evitando los enfrentamientos civiles los resultados esperados, lo que a su vez generaba gran confianza e infundía valor en todos y cada uno de los integrantes de su ejército. Según relata Olazábal: "... me paseaba cerca de la puerta, por estar de guardia de su persona como segundo de los ochenta granaderos a caballo que componían su escolta, cuando me vio me dijo: - y bien, ¿qué tal estamos para mañana? - Como siempre señor, perfectamente. - ¡Bien! Duro con los latones sobre la cabeza de los matuchos, que queden pataleando...". Unos instantes antes de lo sucedido, José Francisco de San Martín había decidido adelantar dos días la batalla planificada para el 14 de ese mes, y ahora confiado en sus "muchachos" esperaba demostrar que había llegado a América para dar su vida por la causa de la libertad e independencia.



Durante toda la madrugada del día 12 las huestes comenzaron sus movimientos y preparativos para la acción y al despuntar el alba comenzaron los primeros enfrentamientos. Todo marchaba según lo planificado y San Martín observaba los movimientos de sus tropas desde el emplazamiento del Estado Mayor en lo alto de la Cuesta, cuando desde su catalejo pudo observar que un jinete trataba de subir a todo galope para avisarle que en el campo de batalla las cosas se complicaban, impuesto por el Teniente Rufino Guido - tal el jinete que había llegado hasta él - del ataque de frente iniciado contra el grueso de las tropas enemigas y que había sido dispuesto por el brigadier O‘Higgins con sus dos únicos batallones, quien desobedeciendo las órdenes impartidas por el comandante en jefe ponía en riesgo, ante tal arrojo, toda la acción.

En efecto, repitiendo las arengas de Rancagua: "Soldados: Vivir con honor o morir con gloria, el Valiente siga, Columnas a la carga..." el héroe de Chile se lanzó al ataque, comandando sus columnas con arrojo y valor, pero sin considerar que la división de Soler aún no terminaba de rodear la cuesta según el plan acordado la noche anterior. Sin duda O`Higgins vio la oportunidad de desplegar sus fuerzas convencidas del efecto que causaría su ataque frontal, el que finalmente resultaría fallido.

En este momento decisivo del combate San Martín se puso al frente de sus granaderos y logró revertir todo el curso de la batalla, tal como lo explica el testimonio del mismo Rufino Guido al decir: "Vimos llegar a nuestro General con la bandera de los Andes en la mano y a la infantería (Batallones 7 y 8) que formaban en columnas de ataque, los que como el Regimiento (de Granaderos a Caballo), recibimos la orden de cargar al enemigo. Todos la cumplimos inflamados de valor y entusiasmo, tal era la confianza que teníamos en quien la ordenaba, y a pesar de la resistencia del enemigo, por sus fuegos al emprender nuestra carga, fue completamente derrotado, no pudiendo resistir sino muy poco tiempo la carga por su frente y el ataque simultáneo que recibía por su flanco izquierdo dado por el valiente Necochea de la división del general Soler".



Estas líneas nos permiten ver como ante el peligro de sufrir una atroz derrota y al decir del General Espejo: "al ver en tan inminente riesgo la obra que le costaba tantos sudores y desvelos, el pundonor, la responsabilidad, el despecho quizás lo condujeron (al General San Martín) a la cabeza de los Granaderos, resuelto a triunfar o no sobrevivir si se consumaba el infortunio". Logrando de esta manera revertir la situación de desventaja y finalmente lograr el triunfo en Chacabuco.

Así concluiría, descripta en una apretada síntesis, la batalla dando lugar al lacónico parte elevado por San Martín al superior gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en el que no daba cuenta de este inconveniente, ni de su participación en la batalla; por el contrario resaltaba el valor y la acción de los generales O'Higgins y Soler, como la de muchos otros oficiales, pero nada decía sobre él mismo, pese a ser el verdadero vencedor de Chacabuco al frente "de sus muchachos", como solía llamar a los Granaderos a Caballo.


Reconstrucción del esquema de distribución de tropas en Chacabuco.

Poco después al llegar el Capitán Manuel de Escalada a Mendoza, de paso a Buenos Aires, con el parte de la acción, este informó a Toribio Luzuriaga -Gobernador de esta provincia- que "El triunfo de tan gloriosa acción se ha debido al valor impertérrito de nuestro ínclito general, el Exmo. Señor don José de San Martín, que a la cabeza de dos escuadrones (fueron tres) derrotó y desbarató al fiero tirano de Chile".

La noticia inquietó al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón quien escribió a San Martín en los siguientes términos: "sé por Luzuriaga que Ud. con dos escuadrones de Granaderos tuvo que meterse en las filas enemigas. De esto infiero, que la cosa estuvo muy apurada, o que no tuvo Ud. un jefe de caballería de confianza; porque en otro caso yo acusaría a Ud. del riesgo en que se puso. Dígame Ud. con la franqueza que debe que hubo en esto; mientras yo quedo en el más grave cuidado con la noticia que también me da Luzuriaga, que en resultas de la fatiga personal que Ud. tomó en la acción, quedaba muy afligido de su pecho. Por Dios cuídese Ud. porque su vida y su salud interesan extraordinariamente al país y sus amigos".

El disgusto de Pueyrredón tenía verdadero asidero, ya que resultaba incomprensible que "un militar de su experiencia se arriesgara en batalla sabiendo que los altos oficiales y en especial el máximo comandante no debían tomar parte directamente en las acciones a fin de evitar que en plena batalla quedara descabezado el ejército, salvo que algo muy grave determinara un accionar semejante. Y así fue, tal como hemos representado: la situación demandó esta intervención y fue precisamente gracias a ella que se emprendió el firme camino hacia la independencia del continente.

Años después, ya en el exilio en carta a Miller, el mismo José de San Martín, comentaba sobre este episodio: "La Batalla de Chacabuco puede decirse es la obra de los Granaderos a Caballo... (y al final de la exposición dice el prócer colocándose él en tercera persona, impulsado por su habitual modestia) ... el n° 8, al mando del comandante Cramer, se desordenó por la pérdida que sufría; pero el 7 mantuvo su formación haciendo alto. En esa situación que demostraba bien claramente lo poco que podía esperarse habiendo fallado el primer ataque, el general en jefe con dos escuadrones de Granaderos a Caballo cargó la derecha de los enemigos, la que puso en derrota, visto este suceso por la infantería repitió su ataque con denuedo, consiguiendo igualmente desordenar su izquierda; a este tiempo el comandante Necochea a quien el General Soler había mandado adelantar, no pudiendo llegar con su infantería, llegó muy oportunamente por la espalda de los enemigos, lo que acabó de completar su dispersión... El general Soler llegó a pesar de sus esfuerzos media hora después de la acción; el general O'Higgins manifestó una bravura que jamás ha desmentido...".

Pocos días después de la resonante victoria, con fecha 26 de Febrero, escribe el destacado Historiador y Genealogista Roberto A. Colimodio, en su libro: "Los Héroes Olvidados de la Cuesta de Chacabuco", el Superior Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata emitía el despacho con el nombramiento de San Martín como Brigadier de los Ejércitos de la Patria atendiendo "el relevante mérito y muy distinguidos servicios... que ha rendido a la Patria en el glorioso triunfo en las Cuestas de Chacabuco, acreditando en esta memorable acción toda la intrepidez, destreza, conocimiento y demás virtudes militares que se requieren para el acierto de las operaciones de guerra, he venido a nombrarle como le nombro, Brigadier de la Patria... Juan Martín de Pueyrredón".

Fiel a su modestia e impronta, continúa Colimodio, sobre el uso de cargos y honores de los no que no era afecto, San Martín respondió en estos términos: "El Sr. Secretario de Estado del Departamento de Guerra se ha servido dirigirme en nota del 3 (de marzo) el Despacho de Brigadier de nuestra milicia Nacional con que ha tenido a bien condecorarme ese Superior Gobierno por la conquista de Chile. Yo me considero sobradamente recompensado con haber merecido la aprobación de este servicio; es el único premio capaz de satisfacer el corazón de un hombre que no aspira a otra cosa. Antes de ahora tengo empeñada mi palabra de no admitir grado ni empleo alguno, Militar ni Político; por lo mismo espero que VE no comprometerá mi honor para con los pueblos y que no atribuirá a amor propio la devolución del Despacho, cierto de que contento con el empleo a que me ha elevado V.E. sacrificaré mi existencia gustoso en Obsequio de la Patria y servicio de VE. José de San Martín.

Estos fueron los hechos en este inolvidable combate de la guerra de la independencia, donde nuevamente sobresalen las condiciones de estratega, político y militar de San Martín, como así también sus valores humanos y su hombría de bien marcada por su franqueza, humildad y sinceridad que los caracterizaron toda su vida. A la par de su gran denuedo como soldado, profesionalismo como comandante, acción estratégica y valentía al frente de sus huestes, debemos subrayar su visión política al comprender que en todo momento debía enaltecer la figura de su compañero quien prefiguraba como al conductor del futuro Estado de Chile, como así también a los oficiales del Ejército de Los Andes quienes lo secundarían en la gran campaña de liberación de estas Repúblicas; más aún aunque ello significara callar su propia valía en la batalla y renunciar a la gloria de ser el artífice, protagonista y conductor directo de la gran victoria de Chacabuco

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Monumento en Chile a la Batalla de Chacabuco.

(*) Fuente: "San Martín, modelo de líder americano". Edición Digital. Mendoza. Setiembre, 2020.