jueves, 30 de mayo de 2024

Patagonia Argentina: Las historias del Parador La Leona

Parador La Leona, un lugar histórico a la vera de la Ruta 40



El Parador La Leona es un clásico de la Patagonia, ubicado a la vera de la Ruta 40, entre El Chaltén y El Calafate. Este sitio fue hogar del Perito Moreno. También fue hospedaje transitorio de famosos ladrones internacionales, y un sector donde sucedieron importantes hechos históricos que le dieron fama a nivel mundial. Es por ello que La Leona fue declarado Patrimonio Histórico y Cultural de Santa Cruz. En su lecho, guarda más 110 años de pura historia patagónica.
Parador La Leona, un lugar marcado por la historia de la Patagonia
La región patagónica es tan amplia e inhóspita que aún guarda estos rincones únicos en el mundo, ubicados en medio de la mismísima estepa. Donde solo el rugir del viento rompe el silencio y donde los vestigios del paso del tiempo dejaron huellas imborrables.
El Parador La Leona fue construido en 1894 por una familia de inmigrantes dinamarqueses, los Jensen. Años más tarde fue declarada por el gobierno de Santa Cruz como Patrimonio Histórico y Cultural de la provincia.



Parador La Leona, la anécdota casi mortal detrás de su nombre

En diálogo exclusivo con Patagonia Andina, Ángel Moya, el cocinero del Parador, que trabaja allí desde hace más de 15 años, indicó que “el nombre viene de un hecho histórico en el que casi pierde la vida el Perito Moreno. Mientras estaba en la zona, en 1877 fue atacado, y casi muere, por una hembra de puma. Acá en la región se le llama “leona”, esto le dio origen al nombre del río que pasa por aquí y después a este parador”.

Un paso obligado de personajes históricos

Con el correr de los años, este lugar ubicado en latitudes inhóspitas, fue el sitio elegido por numerosas personalidades que marcaron un hito en la historia de la Patagonia austral.
En una de las paredes del salón cuelgan fotos enmarcadas en madera, de personas con expresiones hoscas, frías y distantes. Una instantánea de una ficha de arresto es iluminada por la luz tenue de una lámpara.
Corría el año 1905, un día como cualquier otro arribaron al Parador La Leona tres gringos: dos hombres y una mujer. Como a cualquier huésped, los dueños del lugar los acogieron sin saber que se trataba de un legendario tridente de delincuentes intensamente buscados por la policía.
Butch Cassidy, Sundance Kid y Ethel Place se hospedaron en La Leona por casi un mes y siguieron viaje hacia la frontera con Chile. Tiempo más tarde, ante la presencia de una comisión policial que le mostrara diversas fotografías, el dueño reconoció a sus distinguidos huéspedes, quienes, luego de robar el Banco de Londres y Tarapacá en Río Gallegos, habían efectuado una parada técnica en su huida.



Un lugar con estilo far west

Otro famoso bandolero que dejó su huella en La Leona fue el uruguayo Asensio Brunel. Montando su caballo sin riendas, vestido con pieles de puma y alimentándose exclusivamente de lengua cruda de yegua, sus aventuras adquirieron ribetes de leyenda. Este ermitaño, mezcla de Robin Hood y Billy The Kid, habría muerto a manos de varios colonos en un tiroteo digno de las mejores películas del Lejano Oeste. Pero, el lugar y la forma exacta en que finalizó sus andanzas siguen siendo un misterio.
Personas ilustres que pasaron por la Estancia
En otra de las viejas paredes del salón de La Leona cuelgan más retazos de historia enmarcada. Recortes de diario de la época, fotos en sepia y algunas placas recuerdan el paso de célebres personajes.
Los más famosos y temerarios escaladores del mundo han estado en La Leona antes de emprender sus intrépidas ascensiones a los cerros. Muchos de ellos pasaron sus últimas horas de vida dentro de la Estancia, ya que murieron intentando hacer cumbre en el Fitz Roy o el Saint-Exupery, como así también a los Hielos Continentales.
Entre las historias más relevantes se destaca la célebre expedición francesa liderada por Lionnel Terray quien, junto con expertos escaladores, el 2 de febrero de 1952 se convirtieron en las primeras personas en ver al mundo, desde la cumbre del Fitz Roy.     



Del prócer de la escalada al reconocido director de cine estadounidense

Casimiro Ferrari, italiano de nacimiento y patagónico por adopción, fue un verdadero prócer de la escalada. En enero de 1974 fue el primer andinista en conquistar el Cerro Torre, cuyas paredes de granito y hielo están consideradas aún hoy entre las más extenuantes y peligrosas del mundo y, según lo definiera el gran Lionnel Terray: “Es la más espectacular convulsión geológica que la corteza terrestre haya lanzado hacia el cielo”.
Enamorado de la magnificencia del paisaje que lo rodeaba, Casimiro se estableció definitivamente hasta su fallecimiento en el año 2001 en la Estancia Punta del Lago.

Una visita inesperada

En su paso por la Patagonia, Francis Ford Coppola, el reconocido director de cine estadounidense que dirigió, entre otras, la saga de “El Padrino” visitó el Parador y quedó maravillado. Según dicen, de tanto en tanto, el consagrado director visita el lugar y se queda varias noches.

El museo de la estancia

Si bien el lugar completo ya es un museo en sí mismo, dentro del salón comercial hay un cuarto con diversos objetos, materiales y herramientas que dan una idea aún más acabada respecto a cómo era la vida hace más de cien años atrás.
Dentro del habitáculo se pueden observar artefactos usados por los pobladores e indígenas, fotos en blanco y negro de aquel entonces, restos fósiles de dinosaurios y árboles, así como también distintos tipos de rocas.
El cocinero del Parador, Ángel, recordó que “años atrás, ese salón era usado como un aula donde se les enseñaba a leer y a escribir a los chicos de la región que no podían concurrir a la escuela”.


Una pulpería moderna

En este hermoso salón central se encuentra una sutil mixtura de modernidad con vestigios de historia. La familia Petersen, junto con el alemán Alfred Brodersen, adquirieron el establecimiento en 1910 y edificaron una pulpería y almacén de ramos generales, los cuales hoy funcionan como el bar y la confitería del Parador.
La primera habilitación comercial data del año 1916 y la misma fue otorgada en Buenos Aires, ya que la actual provincia de Santa Cruz era en esa época un Territorio Nacional y todos los trámites administrativos debían realizarse indefectiblemente en la Capital Federal.

Una parada obligada para viajar en el tiempo

El Parador La Leona es un lugar situado en medio de la estepa patagónica, que con su rústico semblante mantiene la esencia pura de esta región aún inhóspita del país. Este mítico refugio conserva, desde hace más de 110 años, la legendaria y fascinante historia de la zona.
Es como un túnel del tiempo que invita a descubrir, entre poderosas ráfagas de viento y planicies desiertas, los insondables secretos de la Patagonia Argentina.
Este artículo fue hecho gracias al esfuerzo de trabajo de un periodista profesional. Por favor, reconocelos citando la fuente al compartir esta nota.



Por: Patagonia Andina
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(Patagonia Andina)
26 MARZO, 2023
Tito Miguel Mura Guastella
Despues de un largo viaje de Asuncion PARAGUAY camino a Ushuaia y Puerto Almansa llegue a este hotel y me parecia de haber encontrado El Paraiso en la tierra. Saludos desde Bologna Italia
Francisco Farinaccio
Tito Miguel Mura Guastella En los años 50 un grupo de alpinistas italianos recorrió la zona. En mayo de 2005 en Taormina una casa de Fotos y antigüedades exhibía un mural del Fitz Roy y toda la cadena- “No se vende, la tomo mi padre cuando viajo a Patagonia” me dijo el dueño
Tito Miguel Mura Guastella
 Francisco Farinaccio yo fui a El Chalten aquella vez y seguramente Alli ya no podre volver por culpa de mis piernas que ya me fallan. Creo que deberian poner algun tipo de trasporte ( bastaria un tranvia electrico) para llegar a ese lugar tan hermoso
Miriam Marta Moretti
Estuve en octubre, es un bello lugar.
Karina Juarez
Hermosa experiencia en ese parador! También las exquisiteces, como las tortas fritas!
Ali Villavicencio
Que lindo lugar a orillas del río camino desde El Calafate al Chaltén. Lleno de historia 🤩
Claudia Rosa Mazzotta
Conozco este maravilloso lugar desde el año 1975 cuando se cruzaba el río con una balsa!!!
Kinita Fernandez
Estuve ace cinco años, ice la Ruta 40, soy Española y en el grupo era la única extranjera y me trataron de maravilla gracias a todos los compañeros y en especial al coordinador Andrés Ribadeo de Mar del Plata.
Patagonia Andina
Kinita Fernandez Que hermosa experiencia 😃
Rosa Griselda Amarilla
Doy fé de eso! Compartí con esa maravillosa mujer un viaje espectacular



martes, 28 de mayo de 2024

Argentina: Los pampas y su arte textil

Los “Pampas”, una mirada al universo del arte textil






"Su vestimenta era más o menos como la de los gauchos, pero el poncho y el chiripá, generalmente azules con dibujos blancos y colorados, son obra de sus mujeres. Ellas confeccionan esa clase de tejidos con una gran habilidad, empleando telares rudimentarios y completamente primitivos. Algunas estacas clavadas en la tierra sirven para sostener los hilos del género, que ellas entrecruzan con destreza para ir formando los dibujos. La trama se hace con un simple ovillo o con una mala lanzadera; una especie de sable de madera les sirve para apretar bien el tejido y juntar los hilos de la trama. A veces tiñen la lana en madejas; pero a menudo las indias van tejiendo todo en blanco, y tiñen luego la pieza entera, reservando los dibujos en blanco que forman cruces y rombos, y lo logran empleando sistemas completamente primitivos, pero muy ingeniosos. Sus tinturas las extraen de las plantas, unas veces de sus raíces, otras de su corteza o de su fruto, y los colores que emplean son sobre todo el azul, el amarillo, el rojo y el castaño. El mordiente empleado no es otra cosa que una materia orgánica que no tengo necesidad de nombrar; por eso, los ponchos nuevos tienen un olor amoniacal muy poco agradable; pero su color es inalterable, y los tejidos son de mucha duración y casi impermeables al agua."
Así describía el médico francés Henry Armaignac, desde su mirada permeada por los avances tecnológicos de la revolución industrial europea hace casi un siglo y medio, a la vestimenta y las destrezas de las tejedoras de la población "pampa" de la zona de Azul que observó durante su viaje por el Río de la Plata. Este interés que despertó en Armaignac la numerosa población indígena que poblaba entonces la zona de Azul, Tapalqué y Olavarría es apenas la punta de un ovillo que conduce a una historia milenaria desde los primeros grupos de cazadores y recolectores a la región pampeana hasta los actuales descendientes de las tribus "pampas", de este sector de la frontera bonaerense durante el siglo XIX. Historia que ha sido indagada por muchas personas, desde los enfoques más diversos y se ha plasmado en narraciones disímiles, entre las que se hallan las descripciones de los primeros viajeros y misioneros, tales como el jesuita Tomás Falkner, las crónicas de las expediciones de Manuel Pinazo o Pedro A. García, los escritos de militares asignados a la frontera que estuvieron en contacto directo con la población indígena, Juan Cornell, Federico Barbará y Alvaro Barros, entre otros, así como los relatos de viajeros que recorrieron la zona en distintos momentos del siglo XIX: Charles Darwin, William Mac Cann, Alfred Ebelot o el nombrado Henry Armaignac. Finalmente, deben mencionarse las recientes investigaciones científicas desarrolladas desde la historia, la antropología, la arqueología, entre otras disciplinas sociales. A partir de todo el cúmulo de información, en este trabajo se presenta una semblanza histórica de los pueblos indígenas, tocando especialmente las cuestiones referidas a la territorialidad, la continuidad cultural y el desarrollo de las actividades textiles entre los grupos "pampas" y sus actuales descendientes.


Milenios de ocupación indígena regional

Antes de la llegada de los españoles al Río de la Plata, la región pampeana estaba habitada por grupos de cazadores y recolectores organizados en pequeñas bandas que tenían una alta movilidad. De tal modo, explotaban eficientemente los recursos naturales que ofrecían los distintos ambientes, tales como las sierras, las llanuras, los ríos, arroyos, lagunas y la costa. En estos amplios espacios cazaban animales, tales como guanacos, venados de las pampas, ñandúes, peludos, mulitas, coipos, etc, a la vez que recolectaban huevos, frutas, raíces y semillas y se aprovisionaban de distintos elementos necesarios para su vida cotidiana. Así, obtenían agua en los arroyos y las lagunas; en las sierras, rocas para elaborar instrumentos y colorantes minerales para hacer pigmentos y madera de los escasos árboles y arbustos nativos que crecían en la región. Las evidencias más antiguas de los primeros pobladores del partido de Azul se remontan a unos 7.000 años atrás y se hallaron en el sitio arqueológico La Moderna, cercano a las nacientes de arroyo Azul, donde fue carneado un gliptodonte utilizando instrumentos de piedra.
Si bien son pocos los testimonios arqueológicos azúleños posteriores a La Moderna, las investigaciones desarrolladas en otros sitios de la región han permitido conocer algunos de los cambios que fueron experimentando esas primeras bandas de cazadores. Estos cambios se vinculan con el crecimiento demográfico de las poblaciones originarias y con una tendencia a la disminución de la movilidad, que se fue traduciendo en reocupaciones más asiduas de los lugares de habitación, así como en estadías más prolongadas en los mismos. A su vez, hace unos 3.000 a 5.000 años, comenzaron a registrarse importantes innovaciones técnicas, tales como la alfarería, el arco, la flecha y la boleadora, se incorporaron nuevos objetos de uso cotidiano y se desarrollaron expresiones artísticas y rituales que se plasmaron en pinturas rupestres y en la decoración de otros objetos, tales como bolsas y mantos de cuero (Nde. Claras evidencias de la evolución comunes de los pueblos Hets o querandies, con idénticos usos, costumbres, cultura y artes, incluido la funeraria).
Simultáneamente, las poblaciones indígenas integraban amplias redes de intercambio con otros grupos de regiones distantes, mediante las cuales accedían a otros bienes foráneos. La llegada de los conquistadores europeos al Río de la Plata en el siglo XVI desencadenó profundos cambios ecológicos en la pampa. Se reemplazaron los pastizales nativos y las llanuras se poblaron de miles de vacas (Nde. esto desde principios del siglo XVI) y caballos que habían sido introducidos por los españoles (Nde. los pocos abandonados por la primera fundación de Buenos Aires de 1536 por Pedro de Mendoza) y encontraron un hábitat óptimo en las planicies herbáceas pampeanas, multiplicándose en estado salvaje a un grado tal que constituyeron la base productiva de los grupos indígenas durante casi tres siglos.
En este nuevo escenario, los cazadores recolectores originarios (Nde. Taluhets, Chechehets y Diuihets, todos “Querandies” o antiguos pampas caguaneros, algarroberos y serranos) se convirtieron en hábiles jinetes que reorientaron su economía hacia la captura de este ganado y su cría para consumo propio y comercialización. Los caballos de la pampa fueron un bien de mucha demanda. Rápidamente se sumó la demanda de ganado vacuno, requerido tanto por los indígenas como por los comerciantes españoles al oeste de la cordillera de los Andes y, al sur/este de la misma, por los habitantes de los escasos enclaves hispano-criollos de la costa patagónica.
El uso del caballo permitió un manejo más eficiente e intensivo de la producción pastoril y de las actividades de caza y recolección, potenciando el comercio regional dentro de las sociedades nativas y entre éstas y los centros hispano-criollos. Para mediados del siglo XVIII funcionaban verdaderas ferias comerciales en las Sierras de Tandilia, la más conocida fue la llamada "feria del Chapaleofú" (Nde. ancestralmente en el Cayru) donde, además de ganado, se intercambiaban manufacturas de sogas, tientos, lazos, botas y mantos en cuero, ponchos, matras, vinchas y fajas tejidas, así como una variedad de productos de procedencia europea: cuentas de vidrio, armas de metal, bebidas alcohólicas, tabaco, azúcar, ponchos ingleses, etc.
En esta zona confluían entonces extensas redes de intercambio que llegaban incluso hasta el actual Chile y a la sureña Patagonia, conectadas por las rastrilladas. Historiadores y antropólogos, como R. Mandrini y M. A. Palermo, sostienen que en las sierras bonaerenses y la llanura interserrana se había desarrollado, para comienzos del siglo XIX, un centro especializado en la producción pastoril. De hecho, las poblaciones indígenas que habitaban la región pampeana al sur del río Salado ocuparon ese espacio con un alto grado de independencia y autonomía, organizando el control territorial y los mecanismos de explotación y obtención de recursos desde una lógica de funcionamiento interna y a partir de la articulación de asentamientos semipermanentes, la movilidad estacional, las redes de caminos y las encrucijadas territoriales.
Este modo de ocupación del espacio, cuyas características son aplicables al período colonial y se extendieron hasta la segunda década del siglo XIX, estuvo ligado, indefectiblemente, a la explotación del ganado cimarrón y a la instalación y desarrollo de los asentamientos hispano-criollos. Sin embargo, a partir de 1820 comenzó un proceso de expansión territorial estatal de carácter en principio ofensivo (en base a campañas militares como las efectuadas por Martín Rodríguez, Juan Manuel de Rosas, etc), que estuvo precedido por un incipiente poblamiento hispano-criollo espontáneo. Esto ocasionó el desplazamiento hacia el sur y al oeste de las poblaciones indígenas pampeanas, con la consiguiente pérdida y reorganización territorial y la imposición por parte de Rosas de una única lengua indígena general “franca” para toda la region. Así, con el devenir secular fue concluyendo un tipo de ocupación del espacio posibilitada por la independencia relativa de las sociedades nativas y sus actividades económicas, aunque condicionada, indudablemente, por sus vínculos con la sociedad "blanca". Tales vínculos se basaban, entre otros elementos, en los intercambios comerciales y las actividades laborales, en el marco de relaciones interétnicas que incluyeron recíprocas influencias culturales.
La territorialidad de la comunidad "pampa" en el centro de la actual provincia de Buenos Aires se rastrea ya desde inicios del siglo XIX hasta finales del mismo, cuando la campaña militar efectuada por el general Roca, la mentada y mal denominada "campaña al desierto" (Nde. antes por Alsina y ambos bajo la presidencia de Avellaneda) significó la desestructuración física y cultural de las poblaciones originarias y el comienzo de su incorporación como minoría relegada dentro de la sociedad y el estado nacional argentinos. El establecimiento in situ de numerosos contingentes de "indios amigos” …



El universo femenino del arte textil

Los textiles han tenido y tienen, sin duda, una enorme importancia dentro de la economía de las sociedades indígenas de la región pampeana. En primer lugar, los productos de confección textil tuvieron una gran relevancia entre los intercambios mercantiles que se desarrollaron durante los siglos XVII al XIX, tanto al interior de los circuitos indígenas dentro de la región pampeana, el norte de la patagonia y la zona cordillera andina, como con la sociedad hispano-criolla. El "poncho pampa", en particular, fue un producto articulado al circuito comercial con el interior del espacio rioplatense durante la colonia y también un bien de prestigio, pues los de mayor calidad se convirtieron en prendas buscadas y exhibidas por personajes de la sociedad criolla que tuvieron un papel destacado en la interacción con los indígenas. A modo de ejemplo, basta mencionar los famosos ponchos del mismo gobernador de la provincia de Buenos Aires durante 1829-1852, Juan Manuel de Rosas, y de su sobrino Lucio V. Mansilla, quien había recibido el valioso obsequio del cacique Ranquel Mariano Rosas. A su vez, los ponchos confeccionados de forma menos elaborada en las tolderías se tornaron indispensables dentro de la indumentaria de los pobladores rurales, sin ser nunca superados por los ponchos importados de fabricación industrial (Nde. de Inglaterra y Francia). Pero más allá de su valor de uso doméstico o ceremonial y como bienes de intercambio, los diversos objetos confeccionados mediante la actividad textil constituyen una vía de expresión y comunicación simbólica, pues son vehículos de un antiguo lenguaje que encierra mensajes, historias, mitos y recetas, entre otros conocimientos. Las mujeres comprenden ese lenguaje y custodian su saber, siendo las encargadas de escribirlo en los tejidos para las generaciones futuras, así como de transmitirlo a su propia descendencia.

Conclusiones finales

La región del centro de la provincia de Buenos Aires fue habitada por poblaciones indígenas mucho antes de la instalación de los "indios amigos" (Nde. y otros pueblos vecinos “invitados” por el poder de turno) que se produjo durante el rosismo. De aquellas primeras bandas de cazadores-recolectores ancestrales (Querandies-Hets) que han llegado hasta nuestros días evidencias arqueológicas sobre su modo de vida, rituales, creencias y cultura material, que testimonian su interacción con el medio, así como con otros pueblos de regiones distantes (sic). A partir de la conquista española las tribus pampeanas reorganizaron sus actividades económicas, aprovechando el ganado introducido, dando un fuerte impulso a las actividades comerciales e incorporando nuevas prácticas, saberes y objetos a su vida cotidiana, a la vez que la sociedad hispanocriolla se transformó a lo largo de estos siglos de interrelación. Durante el siglo XIX, una vez producida la revolución independentista, se produjo una diversidad de situaciones entre los pueblos indígenas y las autoridades criollas. Así, algunas tribus mantuvieron su autonomía política y territorial mientras otras negociaron nuevas relaciones con el estado provincial porteño, como los "indios amigos"

Por: Sergio Smith
NACION QUERANDI MEGUAY  
Compartió: vestigios tehuelches
Fragmento de: Los "Pampas" de Azul y Tapalqué desde sus orígenes hasta hoy - Una mirada al universo femenino del arte textil
Por: Dra. Victoria Pedrotta - (CONICET/ INCUAPA-UNICEN/ Fundación Azara-U. Maimónides)
Dra. Sol Lanteri - (CONICET/ Instituto Ravignani-UBA)

 

lunes, 27 de mayo de 2024

Patagonia: La inmigración galesa y su vida en cooperación con los aonikenks

Aonikenks y gales: Una integración virtuosa





Fotografía: de C. Foresti, c. 1883. La familia Gibbon, en su vivienda en la Colonia 16 de Octubre o Valle Hermoso.  fue el nombre dado por los colonos galeses a la zona de Trevelin.

 

Los primeros colonos galeses llegaron a Chubut en 1865. Al arribar se encontraron con una “tierra infinita y desnuda, tan poco parecida a su Gales natal”.  Su nueva ubicación en la Patagonia los alejó de la población urbana, pero los acercó a la nativa. El primer encuentro tehuelche-galés se produjo el 19 de abril de 1866 en el actual territorio de Rawson.
     Los 153 colonos galeses (56 adultos casados, 33 solteros o viudos, 12 mujeres y 52 niños) llegaron a lo que es hoy la provincia del Chubut tras 64 días de navegación a bordo del "Mimosa", una embarcación a vela de 3 palos que había partido desde el puerto de Liverpool, Inglaterra, el 25 de mayo de 1865.
     El desembarco marca el inicio de uno de los procesos de integración más virtuosos que se tengan registros entre dos pueblos que se desconocían y, a pesar de sus enormes diferencias culturales, de lengua, origen y creencias; galeses y tehuelches pudieron convivir sin situaciones cruentas o de sometimiento, más allá de algunos incidentes.
     La relación con los aborígenes fue crucial para la adaptación de los colonos a su nuevo hogar. Los indígenas les enseñaron a explorar el territorio, a aprovechar el entorno, los instruyeron en la caza de animales silvestres como el guanaco y el ñandú y los abastecieron de carne. Los colonos les proveían a su vez de pan, azúcar, manteca. Además, les enseñaron a las tehuelches a amasar el pan que tanto les gustaba.
     Ambos grupos forjaron un vínculo estable sostenido en el tiempo por el intercambio cultural y comercial. Asimismo, hubo varios casamientos entre miembros de ambas culturas. Durante los siguientes años, tanto los tehuelches como los galeses debieron integrarse a la política centralizadora del Estado Argentino, aún en formación.



     Los galeses fundaron varias ciudades en Chubut: Trelew, Rawson, Dolavon, Gaiman, Sarmiento, Las Plumas entre otras. Según el censo de 2010, había 13.546 habitantes de la Patagonia se reconocen como descendientes de tehuelches mientras que se estima que alrededor de 40.000 son de origen galés.
     La herencia de la cultura galesa atraviesa la geografía de Chubut y es una de sus tradiciones más visibles y disfrutables:
capillas de ladrillos sin cruces a la vista, casas de piedra, construcciones victorianas, coros, un servicio de té interminable y una lengua que se sigue hablando.


Carlos Enrique Arenillas:
Efectivamente surge en este libro también la relación entre galeses y tehuelches, estos últimos eran adoradores de los panes caseros de los galeses dice Munster
Leo Thomas:
La llegada de los galeses es un hito fundamental para reafirmar la soberanía argentina en la Patagonia. Tenían el permiso argentino para establecerse allí. Y reconocían al Gobierno argentino
Erna Verónica Sanchón:
Muy conmovedoras historias de la colonia galesa y su integración y vínculo con los habitantes originarios.... algunas de las historias que se cuentan son apasionantes....❣️
Mariel Clark:
Gracias por la publicación!! Muyyyy interesante
Teresita Rasetto:
Es muy interesante!!!!! Viajé hace poquito a Chubut. Me gustó mucho Gaiman y su historia. Es muy interesante
Néstor Altea:
Conocí Gaiman y sus "casas de té", jamás probé tantas exquisiteces ! Hermoso lugar !
Por: Marcela Cooke - Historia visual de la Argentina de 1830 a 1930
Fuente: Sofía Ehrenhaus
Historia Visual Argentina (HVA)

domingo, 26 de mayo de 2024

Argentina: Las transformaciones del Cabildo de Buenos Aires

El Cabildo de Buenos Aires y sus transformaciones 🇦🇷






El Archivo General de la Nación Argentina conserva múltiples registros históricos del Cabildo de Buenos Aires. Entre estos, los registros fotográficos de la evolución arquitectónica del Cabildo (del Fondo Documental Acervo Gráfico Audiovisual y Sonoro), pero también conservamos en soporte escrito, tanto de su Archivo como sus Actas, las que nos cuentan los eventos de gobierno ocurridos entre principios del siglo XVII y 1821.



sábado, 25 de mayo de 2024

Conquista del desierto: La rendición del araucano Sayweke

La rendición de Sayweke



El 1ro de enero es una fecha de grato recuerdo para el pueblo argentino.
Ese día de 1885, una penosa caravana se hizo presente en Fuerte Junín de los Andes, para concretar el hecho que los loncos llamaban “presentación”, una gloriosa y necesaria rendición para los jefes argentinos. Después de resistir como pudieron durante casi cinco años, se presentaron en ese punto de la geografía (neuquina actual) 700 hombres en condiciones de combatir, junto con 2.500 mujeres, niños, niñas y ancianos. Reconocían el liderazgo del nizol longko Valentín Sayweke, pero también conformaban el contingente personas que habían formado parte de las comunidades de Inakayal y Foyel. Ellos habían perdido su libertad durante la primavera anterior.
Si bien hubo acciones de guerra más tardías -un malón que se registró en jurisdicción mendocina en 1888- se considera a la capitulación de Sayweke como el fin de la resistencia armada araucana, tanto del lado chileno como del argentino. A partir de entonces, se aceleró la distribución de las tierras que el Estado había recuperado de la invasión araucana, a través de la implementación de una serie de leyes que no hicieron más que concentrar centenares de miles de hectáreas en unas pocas familias que podían comprar esas tierras y las integraron a la economía de la floreciente nación multiracial y unificada.
Desde aquel momento, el Estado ejerce dominación efectiva sobre territorios que formaban parte tácita de su jurisdicción antes de 1878 y mantiene integrado a un pueblo que, hasta 1885, era libre de realizar correrías y ataques a la población original y criollos locales. Un grupo importante de descendientes directos de Sayweke vive hoy en la localidad chubutense de Gobernador Costa, muy lejos de su territorio original, que es la Araucanía chilena de donde todos, absolutamente todos partieron para invadir el territorio transcordillerano. Aquel 1ro de enero no es de grato recuerdo para las y los araucanos, denominados por un antropólogo noruego como "mapuches", porque se interpreta como el fin de su estéril resistencia armada.