El día que en Bahía Blanca velaron a Evita
La Nueva
La muerte de Eva Duarte conmovió a gran parte del pueblo argentino. Muchas ciudades simularon su velorio y sepelio.
La misa frente al palacio municipal, antes de la partida del cortejo fúnebre.
Mario Minervino / mminervino@lanueva.com
Los primeros días de agosto de 1952 tuvo lugar en nuestra ciudad una "puesta en escena", de las varias registradas en el país, del velatorio simbólico de Eva Duarte de Perón, fallecida a las 20:25 del 26 de julio de ese año. La misma incluyó una misa y un posterior cortejo fúnebre.
La mujer del presidente Juan Domingo Perón falleció a los 33 años de edad y se asegura que nunca antes el mundo había sido testigo de un funeral de las dimensiones que alcanzó el tributado a Eva, al punto que se debieron traer flores desde Chile y Japón.
El gobierno nacional estableció 30 días de duelo y por sugerencia de las autoridades de la CGT varios pueblos y ciudades del país decidieron recrear el velorio, con el desarrollo de una ceremonia cómo si el cuerpo estuviese presente de manera simultánea en todo el país.
En nuestra ciudad la propuesta contó con el apoyo del intendente municipal, Norberto Arecco, y para ese homenaje se montó un altar en la escalera de acceso al palacio municipal.
Una multitud se reunió en la plaza Rivadavia, la cual participó de una misa y luego acompañó luego a un carruaje ocupado con un ataúd vacío, rodeado de decenas de coronas.
Desde la llegada del Peronismo a la escena política, en 1946, y hasta el golpe militar de 1955, en Bahía Blanca siempre resultaron triunfantes los candidatos de ese partido (Rafael Laplaza, Norberto Arecco y Santiago Bergé Vila).
Eva Duarte visitó la ciudad en 1946, acompañando a su marido en el cierre de su primera campaña presidencial, y en 1948, ya convertida en primera dama.
En ambas ocasiones saludó desde el balcón central del teatro municipal.
Un cadáver en movimiento
Embalsamado por el médico Pedro Ara, el cadáver de Eva Duarte fue robado del edificio de la CGT en diciembre de 1955, por integrantes de la Revolución Libertadora que había derrocado a Juan D. Perón.El cuerpo fue trasladado en el más riguroso secreto al cementerio de Milán, donde fue enterrado con el nombre de María Maggi de Magistris.
Luego de arduas negociaciones, el cadáver fue devuelto a Perón, en su casa de Madrid, en 1971. Tres años después regresó al país y fue ubicado en el panteón de los Duarte, en el cementerio de la Recoleta.
Un cuento.
La decisión de varias ciudades y pueblos de simular un velorio y cortejo fúnebre en honor a Eva fue reflejada por el escritor Jorge Luis Borges en su cuento El Simulacro, escrito en 1957."En uno de los días de julio de 1952, el enlutado apareció en aquel pueblito del Chaco. Era alto, flaco, aindiado, con una cara inexpresiva de opa o de máscara; la gente lo trataba con deferencia, no por él sino por el que representaba o ya era. Eligió un rancho cerca del río; con la ayuda de unas vecinas armó una tabla sobre dos caballetes y encima una caja de cartón con una muñeca de pelo rubio. Además, encendieron cuatro velas en candeleros altos y pusieron flores alrededor. La gente no tardó en acudir. Viejas desesperadas, chicos atónitos, peones que se quitaban con respeto el casco de corcho, desfilaban ante la caja y repetían: «Mi sentido pésame, General». Éste, muy compungido, los recibía junto a la cabecera, las manos cruzadas sobre el vientre, como mujer encinta. Alargaba la derecha para estrechar la mano que le tendían y contestaba con entereza y resignación: «Era el destino. Se ha hecho todo lo humanamente posible.» Una alcancía de lata recibía la cuota de dos pesos y a muchos no les bastó venir una sola vez.
¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebre farsa? ¿Un fanático, un triste, un alucinado o un impostor y un cínico? ¿Creía ser Perón al representar su doliente papel de viudo macabro? La historia es increíble pero ocurrió y acaso no una vez sino muchas, con distintos actores y con diferencias locales. En ella está la cifra perfecta de una época irreal y es como el reflejo de un sueño o como aquel drama en el drama, que se ve en Hamlet. El enlutado no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, para el crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología".
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