viernes, 12 de agosto de 2016

Posguerra: La limpieza étnica de los alemanes en el Este

Cuando los Aliados pusieron en práctica la limpieza étnica
 
Jaiver Sanz - Historias de Historia


Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, y durante tres años, los victoriosos aliados llevaron a cabo el mayor traslado forzoso de población: entre doce y catorce millones de personas de origen alemán residentes en los países ocupados de Europa del Este, fueron expulsados de sus hogares y obligados a instalarse en una Alemania en ruinas. Metidos en camiones o trenes de ganado, los mismos que se utilizaron para deportar a los judíos, sufrieron enfermedades, hambre y malos tratos… En otros casos, no fueron expulsados directamente sino que pasaron semanas y meses en campos de concentración -en algún lugar se aprovecharon los campos nazis-.



En la Conferencia de Potsdam (1945) se reunieron Harry S. Truman, Winston Churchill -sustituido más tarde por Clement Attlee- y Josef Stalin para elaborar el tratado de paz y discutir los pormenores de la posguerra… y la hipócrita expulsión y migración forzosa. La propuesta partía de Stalin, que ya la había puesto en práctica anteriormente, pero fue apoyada por EEUU e Inglaterra; sólo Francia, que no participaba en la Conferencia, rechazó la propuesta. La medida se vendió como la única forma de prevenir la violencia sobre la minoría étnica alemana en los países ocupados (Polonia, Checoslovaquia, Hungría…) y la creación de Estados étnicamente homogéneos. Realmente fue una limpieza étnica.

En palabras de Churchill:

La expulsión es el método que, en la medida de nuestras posibilidades, será el más satisfactorio y duradero. No habrá mezcla de poblaciones que causen problemas eternamente […] Se hará una limpieza.
En la práctica, la medida adoptada en Potsdam sólo hacía que ratificar una política de hechos consumados que el Ejército Rojo había puesto en práctica en su avance hacia Alemania.

Si bien es cierto que algunos residentes en los países ocupados de origen alemán se aprovecharon de tal circunstancia durante la ocupación y de que, tras el fin de la guerra, hubo algunos casos aislados de venganzas entre la población civil, no se justifican las medidas adoptadas. La migración forzosa, que según la declaración de Potsdam, debía ser ordenada y humana, se convirtió en una crisis humanitaria… los refugiados llegaban con lo puesto a una Alemania devastada.

A finales de 1947, el Consejo de Control Aliado declaraba:

La oposición a todas las transferencias de población obligatorias futuras, en particular el traslado forzoso de personas de los lugares que han sido sus hogares durante generaciones.

jueves, 11 de agosto de 2016

Samurai: El harakiri

Cómo hacerse el harakiri en 10 sencillos pasos (no intenten hacerlo en sus casas)
   
Javier Sanz — Historias de la Historia


Japón ha dado grandes inventos al mundo: el tren bala, los sudoku, los fideos instantáneos, el karaoke… El harakiri, truculento ritual mediante el cual los antiguos samuráis se rajaban las entrañas para suicidarse, es otra de esas aportaciones genuinamente japonesas a la cultura universal. Estrictamente hablando, eso de destriparse a espadazo limpio tampoco es tan japonés como pueda pensarse. Los centuriones romanos ya se quitaban discretamente de en medio, dejándose caer tripa abajo sobre su herreruza cuando eran derrotados en batalla. Los guerreros íberos hacían otro tanto (la famosa “devotio ibérica”). Pero es innegable que los japoneses de antaño supieron darle al macabro y pringoso asunto del suicidio un toque de distinción.

Harakiri

Las razones que podían empujar a un samurái a hacerse el seppuku (término más correcto que el vulgar “harakiri“) eran muy diversas. Podía ser un modo de aplicar la pena capital a un reo, una alternativa para salvar el honor ante una derrota, o incluso una forma de protesta. Pero uno no podía hacerse el seppuku de cualquier manera. Había una serie de reglas y protocolos que, en la medida en que la situación lo permitiese, era preciso observar para marcharse de este mundo con estilo. Veamos en qué consiste la perfecta etiqueta para un suicidio ejemplar.

1. La indumentaria

Solo los samuráis podían hacerse el seppuku, y para un samurái el momento culminante de su vida es, precisamente, el de la muerte. Para irse al otro barrio con el debido decoro, hay que hacerlo ataviado con las mejores galas. En este caso, un kimono de ceremonia, que vendría a significar más o menos lo que para nosotros sería suicidarse de esmoquin. El color queda a gusto del consumidor, pero es preferible el blanco. Huelga decir que el sujeto, llamémoslo “suicidante”, debe presentarse debidamente peinado y aseado.

2. El lugar

El seppuku puede practicarse en cualquier sitio, según lo dicten las circunstancias, pero los lugares más recomendables son las dependencias de un templo, la propia casa o la celda donde uno se halle recluido. Los samuráis de alto rango pueden optar por hacerlo al aire libre, en algún patio o jardincillo acondicionado a tal efecto, mientras que los de condición más humilde, por regla general, procederán a destriparse en habitaciones interiores. No se necesitan grandes preparativos. Basta con una sencilla tarima, sobre la que el suicidante se colocará para ejecutar la faena, y un pequeño cesto (u hoyo en el suelo) para recoger su cabeza una vez debidamente cercenada. A partir de ahí, según el rango social del suicidante, pueden añadirse más elementos y decorar el espacio con cortinajes (siempre blancos), pasarelas, esteras de tatami, etc. Es preferible que la iluminación sea más bien tenue, para hacer el espectáculo un poco menos desagradable a los asistentes a la ceremonia. También es buena idea poner a quemar cantidades generosas de incienso, para disimular en lo posible el hedor a vísceras e higadillos.

3. El poema de despedida

El ritual del seppuku se realiza en el más estricto silencio, no hay lugar para que el suicidante pronuncie sus últimas palabras. Pero siempre tiene la opción de dejarlas por escrito, lo que se considera un gesto de gran elegancia. Un epitafio de lo más estiloso antes de partir al más allá. Algunos de los versos más sublimes de la literatura japonesa se han escrito, precisamente, como poemas de despedida.

4. Los testigos 

Todo suicidio que se precie debe contar con la presencia de testigos que den fe de que el suicidante ha quedado bien muerto tras el proceso. Se espera de ellos que acudan a la cita vestidos de rigurosa etiqueta.

5. El asistente

Abrirse las entrañas es un asunto doloroso. Por mucho temple que tenga uno, es muy posible que el dolor acabe haciéndole perder los papeles. No queremos afear tan sublime del momento dando el espectáculo, así que, para ahorrar sufrimientos innecesarios al suicidante y evitar mayores engorros, todo seppuku que se precie debe contar con la figura del asistente, también llamado kaishaku. Su tarea consiste en cortar la cabeza de un tajo limpio al sujeto una vez este ha terminado de eviscerarse (más sobre esto en el punto 9). El asistente suele ser alguien elegido por el suicidante, generalmente un amigo, aunque en caso necesario también se puede contar con un kaishaku de oficio. Si bien de todo samurái se espera cierta destreza con la espada, es preferible asegurarse de que el asistente tenga buena mano, ya que decapitar a un hombre no es tarea precisamente fácil.

6.La herramienta

En vez de la espada larga, la famosa katana, poco manejable para estos menesteres, lo ideal es usar la espada corta, llamada kodachi o wakizashi. También se puede usar una daga, llamada tanto. Evidentemente, conviene que esté debidamente afilada. Para mayor refinamiento y belleza estética, la espada ha de presentarse con la hoja desnuda, sin guardamanos ni empuñadura, sobre una bandeja de madera. Antes de entrar en faena, el suicidante envolverá la hoja en un trozo de papel o de tela para no cortarse la mano al empuñarla.

7. La postura

El suicidante se posiciona sentado en suelo (al modo japonés) sobre un pequeño estrado o tarima, a la vista de los testigos. Frente a él, al alcance de su mano, se coloca la espada a utilizar en el seppuku. El asistente, por su parte, permanecerá de pie detrás suyo en todo momento, listo para actuar cuando sea necesario. Antes de empezar con la carnicería, el suicidante saluda a los testigos con una reverencia. Ante todo, es importante mantener las formas. Una vez concluidas las salutaciones, se despoja de la parte superior del kimono y se queda con el torso al descubierto, para que la hoja penetre más fácilmente en la carne.

8.El corte

Llegamos al meollo del asunto, al seppuku en sí. La palabra “seppuku”, igual que su sinónimo vulgar “harakiri”, significa “rajar la tripa” en japonés. Y eso es es exactamente lo que hay que hacer. Se coge la espada y se la clava uno en el bajo vientre; una vez hundida la punta en la barriga, se tira de la hoja para rasgar la carne. Para hacer más fuerza, es recomendable asir el acero con ambas manos. Lo habitual es sajar en sentido horizontal, de izquierda a derecha. Cuanto más largo y profundo sea el corte, mejor. Si quedan arrestos suficientes, se puede dar un segundo tajo, en dirección vertical, para quedar como un señor. Este seppuku en dos cortes, en forma de L o de cruz, es el más habitual (ver imagen adjunta). Pero, en realidad, llegados a este punto no hay reglas estrictas. Da igual el número o dirección de las cuchilladas, el caso es rajarse bien rajado. El seppuku es un asunto de honor, en el que uno ha de demostrar su hombría, así que cuantos más tajos se dé, mejor. Hay registros de samuráis que llegaron a abrirse en canal de arriba abajo, y otros se daban hasta tres y cuatro cortes antes de estirar definitivamente la pata. Las posibilidades son infinitas.


9. El golpe de gracia

El instante preciso en que darle la puntilla al suicidante es un asunto delicado. El “timing”, en última instancia, queda a entera discreción del asistente. En algunos casos, para evitar sufrimientos, el kaishaku se realiza en cuanto el suicidante hace el ademán de coger la espada, sin darle siquiera tiempo a clavársela en el vientre. Pero lo habitual es esperar a que haya terminado con los cortes y aguardar al momento justo en que empiecen a fallarle las fuerzas. Por la cuenta que le tiene, es de agradecer que el suicidante coopere dejándose caer levemente hacia delante, estirando el pescuezo, para que el asistente tenga un mejor ángulo de corte. En caso de no tener a mano ningún asistente, el sujeto puede guardar sus últimas fuerzas (si es que le quedan) para darse un tajo en el cuello que acabe con su agonía.

10. Recogida y cierre

Una vez el sujeto está debidamente eviscerado y decapitado, se procede a retirar el cadáver y limpiar el estropicio. Un criado recoge la cabeza y se la presenta a los testigos, con lo que se da por concluida la ceremonia.

Naturalmente, cada caso es un mundo, y dependiendo de las circunstancias este ritual podía variar bastante. Por ejemplo, si uno está huyendo a uña de caballo de una hueste de enemigos y no quiere que lo cojan vivo, lógicamente no puede andarse con demasiados remilgos para quitarse de en medio. Además, el seppuku es una tradición muy antigua que ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. Pero podemos considerar los puntos arriba citados como una especie de decálogo estándar, unas reglas generales por las que, en la medida de lo posible, debía guiarse todo samurái que se quisiera destripar como Dios manda.

Eso sí, por lo que pueda pasar, rogamos a nuestros lectores que no intenten hacerlo en sus casas.

Colaboración de R. Ibarzabal

Fuente: Seppuku: A History of Samurai Suicide – Andrew Rankin

miércoles, 10 de agosto de 2016

Incas: Tácticas de combate

El arte de la guerra de los Incas: Tácticas de batalla


Este artículo es parte de la serie Historia Inca del Perú.
How To Perú

En su apogeo, la civilización Inca podía amasar ejércitos de suficiente tamaño y fuerza para obligar a civilizaciones rivales en la sumisión - o asimilación - sin entrar en batalla abierta. Sin embargo, forzar una rendición través de una simple demostración de fuerza militar era una forma preferida de "diplomacia", los Incas ciertamente no rehuir la guerra abierta cuando se considere necesario. Cuando sus rivales precolombinas eran menos compatible, las fuerzas del orden del Imperio Inca se demuestran fácilmente su superioridad en el campo de batalla.

Guerra Inca y una demostración de fuerza y ​​Orden

Un ejército Inca (derecha) se enfrenta
a los indios chilenos (Guamán Poma de Ayala)

La máquina de guerra Inca se benefició enormemente de las redes de carreteras y de comunicación eficaces, así como almacenes estratégicamente situados (tambos). Un ejército marchando Inca de Cusco podría engrosar sus filas en movimiento haciendo un llamamiento a las milicias de los asentamientos de la periferia. Los tambos, por su parte, permite un comandante para mantener sus tropas alimentado y en buena forma combates incluso durante las marchas más largas, con sus hombres, finalmente, teniendo al campo en condiciones relativamente fresco y listo para la batalla.

El Sapa Inca (Inca), por lo tanto, podría desplegar sus ejércitos urgente y eficaz para contrarrestar las amenazas y ampliar las fronteras del imperio cada vez mayor.

Al final de una marcha y con el enemigo cercano, los incas veces optan por disuadir a un ejército rival de participar a través de un gran despliegue de fuerza superior. Según Terence Wise, "El tamaño de un ejército inca dependía enteramente de la campaña para llevar a cabo, y los puntos fuertes de entre 70.000 y 250.000 guerreros se registran."

Tales números, incluso en el extremo inferior de la escala, podrían plantear un desafío insuperable a las civilizaciones menores. Si la presentación se podría lograr sin la necesidad de batalla, el comandante Inca a menudo aceptar una rendición diplomático, absorbiendo las tribus rivales en el Imperio sin recurrir a la guerra abierta. El precio de la traición después, sin embargo, probablemente sería sangrienta e implacable.

Las tácticas de Inca en el campo de batalla

Cuando el enemigo se optó por permanecer obstinadamente su terreno, el ejército Inca fijaría sus tácticas de batalla en movimiento. Por lo general, las maniobras pre-batalla implicaría un elemento psicológico diseñado para aplicar una presión adicional sobre la voluntad de las filas enemigas.

A modo de pantalla inquietante de la disciplina, los ejércitos incas se acercarían habitualmente el campo de batalla en silencio. maniobras de tropas y desfiles militares comenzarían entonces como una muestra adicional de orden y capacidad. Una vez en su lugar, era típico que los dos ejércitos para comenzar un intercambio de canciones, los insultos, las burlas y la postura general. Si las fuerzas enemigas todavía se mantenían firmes, el general en jefe (a veces el Sapa Inca) sería una señal de ataque.

Las tácticas de Inca en una batalla abierta siguieron una estrategia básica pero efectiva, y uno que se puede ver en toda la historia de la guerra (la ausencia de tropas montadas también sirvieron para limitar las opciones tácticas disponibles). formaciones Inca normalmente consistían en unidades de armas específicas, que a menudo contienen ciertos guerreros tribales o regionales expertas en el uso de un tipo particular de arma Inca.

Los ataques normales en una batalla abierta comenzarían con las unidades de largo alcance (como los honderos, arqueros y lanzadores de lanza) que salpicaban a las líneas enemigas con armas de proyectiles. Después de este ablandamiento inicial de las formaciones enemigas, el comandante Inca daría una señal de carga frontal completa por las fuerzas de choque Inca. Empuñando mazas, palos y hachas de guerra, estas tropas podrían relacionarse directamente con la línea de frente de la formación enemiga. Si el enemigo no se rompió, las dos primeras líneas quedarían encerrados en una batalla de desgaste. lanceros Inca se unirían a la refriega con el fin de ayudar a mantener la línea de batalla.

Con el combate cuerpo a cuerpo inició, el general Inca se vería para exponer los flancos del enemigo (no a diferencia de los "cuernos de toro" clásicos formación). En general, una tercera parte del cuerpo principal del ejército se comprometió con el asalto de frente con otro tercio se mueve para atacar a ambos flancos; el resto se mantiene en reserva.

Mientras que los ataques frontales eran menos sutil, los generales incas demostraron una mayor instinto con sus maniobras de flanqueo. Como señala el historiador Terence N. D'Altroy, retiradas fingidas y contraataques de pinza fueron favorecidos técnicas para envolver al enemigo: "Ambos enfoques indican que los incas utilizaron sorpresa a su favor y se concentra la fuerza en los flancos vulnerables y trasera de las fuerzas."

La disciplina era vital para el éxito de estas maniobras. A diferencia de muchos de sus adversarios, los guerreros incas raramente romper la formación, lo que permite un mayor control y la manipulación del campo de batalla.

Los ejércitos incas frente a los conquistadores españoles

Estas tácticas de batalla abiertos, combinados con una dependencia excesiva en números absolutos por sí solos, no le iría bien contra los ejércitos de los conquistadores españoles. tácticas frente a los conquistadores incas mostraron una falta fatal de la capacidad de adaptación, y una vulnerabilidad aún más letal a la caballería cargos.

Mientras que los ejércitos del Imperio Inca, sin duda mismos habían demostrado ser una fuerza de combate disciplinada y altamente capaz, el español estaban más avanzados tecnológicamente - y mucho más despiadado.

La llegada de los conquistadores españoles planteó un nuevo problema táctico para el poderoso Imperio Inca. Si bien el impacto global del Conquistador armamento y las unidades montadas a veces se exageraron (lo hicieron, después de todo, comienzan su campaña contra el Inca con sólo un poco más de 100 soldados de infantería y 62 caballos), formaciones de batalla estándar incas resultaron altamente susceptibles a la caballería cargos.

guerreros incas se encuentran a menudo la lucha contra los ejércitos españoles, que consistía en gran parte de los enemigos tribales familiares - rivales nativos ahora del lado de los invasores extranjeros. En la batalla de Ollantaytambo, por ejemplo, Hernando Pizarro mandó a unos 100 españoles - 30 de infantería, 70 de caballería - junto con un estimado de 30.000 aliados nativos. Las unidades españolas, sin embargo, podrían entregar los ataques de choque de la talla de los cuales los incas no había visto nunca. Tácticamente, y aunque es pequeño en número, infantería y caballería española podrían ser utilizadas para atacar con decisión cuando y donde sea necesario.

Las unidades de caballería, en particular, dieron el español mucho mayor movilidad en el campo de batalla. unidades montadas se podrían utilizar para ambas maniobras de flanqueo rápidamente contador estándar Inca y lanzar ataques viciosos de su propia contra los flancos del Inca y trasera. Incluso después de que el impacto psicológico de los caballos había perdido gran parte de su fuerza, todavía era demasiado evidente que los incas tendrían que adaptarse a esta nueva amenaza montado.

Según el historiador militar Ian Heath, "la llegada de los españoles dio lugar a cambios tácticos, pero éstas eran en gran medida de naturaleza defensiva provocada por la eficacia de la caballería española." Pronto se hizo evidente que los incas que eran necesarias medidas de defensa con el fin de contrarrestar la caballería española, especialmente en terreno abierto. Los incas se dirigió a dos maniobras tácticas: luchando en el terreno natural que restringiría la eficacia de los caballos, o la alteración del terreno con el fin de impedir ellas.

Siempre que sea posible, los ejércitos incas lucharían batallas y escaramuzas en terreno restrictivo como puertos de montaña (como la emboscada de Vilcaconga), humedales y selva, todos los cuales, naturalmente limitado la eficacia de las tropas montadas. El uso táctico de los estrechos desfiladeros también demostró ser una estrategia exitosa; guerreros incas permitirían o atraer a los españoles para entrar en un estrecho paso antes de atacarlos desde arriba con cantos rodados, piedras y flechas.

Donde la batalla en campo abierto era inevitable, los incas excavado grandes agujeros llenos de estacas afiladas. Ellos entonces atraer a la caballería hacia estos pozos, que fueron cubiertos con tierra y vegetación; si el caballo se cayó en la trampa, tanto animales como jinete de ser empalado. Si el tiempo o el terreno no permitían este tipo de grandes construcciones, los Incas sería cavar agujeros más pequeños con la intención de disparar el caballo y derribar a su jinete.


Pizarro y sus hombres cargan contra Atahualpa y sus comandantes.

¿Un fatal falta de adaptabilidad?

A pesar de la necesidad de nuevas medidas de respuesta contra los conquistadores, los incas no adaptar sus tácticas de batalla con la suficiente rapidez para defenderse de esta amenaza extranjera. Si bien hubo notables y, a menudo heroicos victorias de Inca en la batalla contra los españoles, ganando la guerra era una perspectiva diferente.

Terence N. D'Altroy se destacan algunos elementos clave inherentes a la guerra Inca que sirvieron para impedir su defensa contra el español: "la concentración de la fuerza masiva, la dirección física del ejército por sus oficiales, el ataque de tres puntas, y el colapso la disciplina del ejército con la pérdida de su mando ".

El español, una vez conscientes de las estrategias de batalla Inca, siempre se vería para acabar con el oficial al mando de cualquier fuerza Inca (en la batalla de Cajamarca, Pizarro y sus hombres montaron directamente a Atahualpa y sus principales comandantes). Sabían que la caída del comandante podría convertirse rápidamente en el curso de la batalla; guerreros incas eran disciplinados, pero a menudo romper y correr sin dirección. El exceso de confianza en la fuerza masiva Inca exacerbaría el problema, girando retiros se precipitó en un baño de sangre como los jinetes españoles cortaron la huida Incas.

A pesar de tener unidades de lanza calificados dentro de sus filas - con lanzas de hasta 20 pies por algunas cuentas - los incas no aprenden a utilizar estas armas eficazmente contra jinetes Conquistador. Los indios araucanos (mapuches) en Chile, por ejemplo, utilizan las paredes de lanza con gran efecto contra la caballería española, pero el ejército Inca no utilizaron estos métodos con éxito contra unidades montadas.

Mientras que muchos otros factores, obviamente, trabajaron en contra de los incas en su lucha contra los conquistadores (la enfermedad y la subsiguiente guerra civil, sobre todo), la falta de capacidad de adaptación en la guerra tradicional Inca no ayudó a defenderse contra esta nueva y brutal enemigo.


Referencias:

Ian Heath – Armies of the 16th Century (Vol.2), Foundry Books, 1999.
Terence N. D’Altroy – The Incas, Blackwell Publishing, 2002.
Terence Wise – The Conquistadores, Osprey Publishing, 1980.

martes, 9 de agosto de 2016

La izquierda, los gays y el kirchnerismo

"La nueva izquierda dio al kirchnerismo fueros morales para robar"
Lo dicen Nicolás Márquez y Agustín Laje, dos provocativos y polémicos escritores.
Por Ceferino Reato | Infobae


El kirchnerismo utilizó el discurso de la nueva izquierda, como, por ejemplo, la lucha por los derechos humanos, porque "Néstor Kirchner se dio cuenta ya en 2003 que eso le iba a dar fueros morales para robar; para que la gente se crea el cuento de la redistribución de la riqueza, la preocupación por las minorías y lo nacional y popular, que están detrás de esta nueva izquierda".

Es el punto de vista de dos escritores provocativos y polémicos, Nicolás Márquez y Agustín Laje, que, en una entrevista en InfobaeTV, presentaron su último libro, titulado "El libro negro de la nueva izquierda".

De acuerdo con Márquez y Laje, las revelaciones sobre diversos hechos de corrupción durante el kirchnerismo también afectan a los organismos de derechos humanos, cuyos principales líderes respaldaron a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.

"Independientemente del robo que hoy queda al descubierto, estos organismos eran una otra máscara de la nueva izquierda. Ellos siempre reivindicaron la lucha armada, que atentaba contra la democracia y los derechos humanos", sostuvo Márquez, que vive en Mar del Plata.

"En realidad, la izquierda nunca tuvo el juicio histórico que mereció tener, como el nazismo, ya que asesinó a 100 millones de personas en el siglo XX pero hoy andar con la hoz y el martillo no es pecado. La izquierda siempre fue juzgada por sus presuntos buenos fines pero no por sus comprobados resultados, que siempre han sido un desastre", dijo Laje, un cordobés de 27 años.

Márquez señaló que, luego de la caída de la Unión Soviética, la izquierda se recicló en un intento de representar a minorías diversas para lo cual tuvo que modificar drásticamente su discurso tradicional.




"La nueva izquierda es casi una caricatura. La izquierda de hoy levanta banderas que la izquierda clásica despreciaba. En las marchas de género llevan la bandera del Che Guevara, pero el Che Guevara comandó un campo de concentración para castigo o exterminio de los homosexuales en Cuba", sostuvo Márquez.

Precisamente, la tapa del libro está levantando fuertes polémicas en las redes sociales ya que presenta al Che Guevara con los labios pintados de rojo envuelto en la bandera multicolor de la diversidad de género.

"Marx decía que la historia se repite dos veces, una como tragedia y otra como farsa. Ésta es una versión farsesca de la izquierda. Los cambios teóricos de la izquierda han sido fuertes; han pasado de una lucha de clases a una lucha de géneros", señaló Laje.

Según Márquez, esta nueva izquierda se dirige "a todas las minorías: a la comunidad homosexual; el feminismo; el indigenismo; los derechos humanos, que paradojalmente ellos siempre han violado y de los cuales hoy tienen el monopolio. Y con el garantismo rescatan a los delincuentes cuando los sistemas carcelarios de la Unión Soviética, el maoista y el castrista fueron los más represivos".

lunes, 8 de agosto de 2016

USA: Los esclavos irlandeses

LOS ESCLAVOS OLVIDADOS DE AMÉRICA, LOS IRLANDESES
   
JAVIER SANZ — Historias de la Historia


Cuando hablamos de esclavos y de América, la primeras imágenes que nos vienen a la cabeza son las enormes plantaciones de algodón donde los esclavos traídos de África trabajan de sol a sol. Pero hubo otros esclavos, en este caso blancos y casi olvidados por la historia, que sufrieron las mismas penalidades… los irlandeses.

En el siglo XVI, los españoles fueron los primeros europeos en utilizar esclavos africanos en el Nuevo Mundo (islas de Cuba y La Española). Más tarde, portugueses, holandeses, franceses y británicos hicieron lo propio en sus respectivas colonias (Brasil, Antillas, Norteamérica…). Las colonias británicas en Norteamérica también fueron utilizadas para el destierro penal de criminales convictos desde principios del siglo XVII hasta la independencia, y posteriormente a Australia entre 1788 y 1868. Además de estos criminales, los ingleses enviaron a sus colonias norteamericanas a los irlandeses, sobre todo católicos, que se rebelaron contra la opresión inglesa… vendidos a los colonos como mano de obra.


Mujeres y niños esclavos
El comercio humano comenzó cuando James II, rey de Inglaterra, vendió 30.000 prisioneros políticos irlandeses como esclavos al Nuevo Mundo. A mediados del siglo XVII, los irlandeses se convirtieron en la principal fuente de ganado humano para los comerciantes ingleses… el 70% de la población total de las islas Antigua y Montserrat eran esclavos irlandeses. En la década de 1650 más de 100.000 niños irlandeses, entre 10 y 14 años, fueron separados de sus padres y vendidos como esclavos en las Indias Occidentales, Virginia y Nueva Inglaterra; 52.000 más, en su mayoría mujeres y niños, fueron vendidos a Barbados y Virginia; 2.000 niños se vendieron a Jamaica… Ni eran criminales ni tampoco, como se ha tratado de vender, tenían contratos de servidumbre.




Además, eran más baratos que los africanos (en el XVII, un esclavo africano costaba unas 50 libras esterlinas y un irlandés no más de 5) y los hijos nacidos de esclavos blancos seguían siendo esclavos incluso en el caso de que su madre obtuviese la libertad, así que las madres permanecían con ellos. Los colonos, para maximizar sus recursos, decidieron utilizar a las mujeres/niñas irlandesas – además de para su beneficio propio – para cruzarlas con africanos y criar mulatos. Estos nuevos esclavos rompieron el mercado… se podían vender por un precio superior a los irlandeses y salían más baratos que los africanos. Esta práctica de mestizaje esclavo se extendió hasta que en 1681, por las presiones de la Royal African Company a la que la Corona británica había concedido el monopolio sobre las rutas del comercio de esclavos africanos, se aprobó la ley “Forbidding the practice of mating Irish slave women to African slave men for the purpose of producing slaves for sale” (Prohibida la práctica de acoplamiento de esclavas irlandesas y esclavos africanos con el fin de producir esclavos para la venta).

En 1807 el Parlamento Británico aprobó la Ley para la Abolición del Comercio de Esclavos, bajo la cual los capitanes de buques de esclavos podían ser severamente penados por cada esclavo transportado. Esta fue superada por la Ley Abolicionista de 1833, que liberó todos los esclavos del Imperio Británico.

Fuentes: The forgotten white slaves, The Irish slave Trade, Irish Blog

domingo, 7 de agosto de 2016

GCE: Los inicios de la sublevación

El golpe del 36: primeros instantes

Los fotógrafos Centelles, en Barcelona, y Albero y Segovia, en Madrid, captaron antes que nadie los inicios de la sublevación franquista contra la República hace 80 años


Diego Fonseca - El País




El fotógrafo Agustí Centelles tomó esta imagen de una camioneta de la CNT ocupada por hombres y mujeres que llevan cuadros con simbología republicana. La foto es en la barcelonesa Vía Laietana, el 19 de julio. CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA




Cuando el 19 de julio de 1936 las tropas sublevadas quisieron conquistar Barcelona y Madrid, los núcleos industriales y políticos de la II República, miles de milicianos se echaron a las calles con las armas en la mano para intentar vencer a los insurrectos. Fueron pocos los fotógrafos que ese día captaron el golpe de Estado. Las imágenes de Agustí Centelles (1909-1985) son las únicas que, 80 años después, se conservan del 19 de julio en Barcelona, cuando la Guardia Civil, los guardias de asalto y los ciudadanos levantaron barricadas y montaron cañones para defender la democracia. En Madrid, la sociedad formada por Félix Albero (1894-1964) y Francisco Segovia (1901-1975) fue la que mejor documentó el asalto al cuartel de la Montaña, que había sido tomado por los golpistas, y que terminó con una victoria republicana de la que casi solo quedan estos documentos.

El trabajo de Centelles, que se guarda desde 2009 en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, es un relato preciso de lo que sucedió el 19 de julio en la capital catalana: milicianos con fusiles apostados tras caballos muertos usados como barricada; los primeros heridos llevados en camillas al hospital Clínic; personas celebrando en la calle de Valldonzella que el golpe ha fracasado; guardias civiles leales al Gobierno delante del hotel Colón; y hombres y mujeres del sindicato anarquista CNT encaramados en una camioneta. "A nivel histórico, Centelles tiene un valor enorme. No solo por el 19 de julio, sino por todo lo que hace luego en el frente de Aragón o en los juicios de guerra del vaporUruguay", explica María José Turrión, subdirectora del centro salmantino.

Mientras muchos fotógrafos se quedaron en casa por miedo o no tenían cámaras lo suficientemente rápidas, Centelles —al que se ha comparado con Robert Capa— salió a la calle con su cámara de paso universal, que le permitía hacer varias imágenes consecutivas y sacar hasta 30 en un mismo carrete. “Era un periodista muy sui géneris. Siempre se intentaba desmarcar de lo establecido. Recuerdo que en muchos juicios se colaba y cuando disparaba la cámara y el obturador sonaba, tosía alto para disimular. Muchas veces salió corriendo porque lo habían descubierto", cuenta Turrión.

Los días posteriores a la sublevación, Centelles, que tras la guerra se exilió a Francia —donde sobrevivió a dos campos de concentración—, siguió fotografiando la contienda. Suya, por ejemplo, es la imagen de un cartel en una valla con la inscripción Aquí caigueien els primers defensors de la REPUBLICA. A las 5.10; la de varios milicianos, uno con una lata de sardinas en la mano izquierda y un jamón en la derecha, avanzando con mirada feliz hacia la barricada de la calle Nueva de la Rambla; o el negativo de la puerta de una iglesia de Barcelona con carteles que rezan: Edificio propiedad del Estado y Edificio Incautat por la Generalitat per al Servici de les instituciones del poble. Las fotografías de Centelles fueron publicadas en medios internacionales, y en Ahora y La Vanguardia.


Guardias civiles leales a la República, en la barcelonesa plaza de Cataluña, después de que las tropas leales apresasen a los jefes de los sublevados. CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA

Las de Albero y Segovia también tuvieron difusión exterior y nacional. La portada, por ejemplo, del 25 de julio de 1936 de la revista Estampa —que se difundió hasta 1938 como órgano del Frente Popular (la coalición de partidos de izquierda que había ganado las elecciones de febrero del 36)— era una foto en la que aparecían varios hombres y una mujer sosteniendo armas. El semanario titulaba: “Una madre entra, fusil en mano, a buscar a su hijo en el cuartel de la Montaña”.

La respuesta masiva de las mujeres al golpe está en las fotos de Albero y Segovia, que se guardan en el Archivo General de la Administración. “Destaca cómo los reporteros de Madrid muestran a las mujeres ante la sublevación. Salen miles de ellas a la calle y a combatir en el frente, y los fotógrafos lo enseñan”, dice Turrión. Este rol femenino fue subrayado en los meses siguientes por la dirigente del Partido Comunista Dolores Ibárruri, con frases como "más vale ser viudas de héroes que mujeres de cobardes", y explicado por historiadores como Paul Preston, que en su libro La guerra civil española cuenta cómo una brigada de mujeres participó en los combates de la capital.

“También hay imágenes de Madrid de los fotógrafos Alfonso Sánchez y Atienza,pero muchas no se sabe si son del 19 o de días posteriores. El reportaje de Albero y Segovia es el más completo”, explica Turrión. Entre sus instantáneas del cuartel de la Montaña, está el primer ataque de los republicanos para reconquistarlo; los milicianos ovacionados por el pueblo; la bandera blanca de rendición izada por los sublevados; mujeres que habían entrado con las milicias al cuartel saliendo con armas; o un guardia de asalto deteniendo en la calle de Ferraz “a hombres del pueblo que sin ninguna clase de armas se quieren lanzar al ataque del cuartel". El recuerdo gráfico del primer gran combate de los insurrectos para conquistar Madrid.

sábado, 6 de agosto de 2016

Revolución Mexicana: La invasión de Pancho Villa a USA

El día en que Doroteo Arango Arámbula invadió Estados Unidos
Hace un siglo, Pancho Villa sorprendió al mundo al atacar la localidad de Columbus. Una exposición en México revisa el insólito episodio

JAN MARTÍNEZ AHRENS - El País



Retrato de Francisco Villa realizado el 18 de julio de 1920 en San Pedro, Coahuila, México.


Esa noche, Doroteo Arango Arámbula pudo haber elegido ser cualquiera de las personas que fue en su vida. El bandolero de cananas cruzadas, el general en retirada, el mujeriego impenitente, el albañil honrado e incluso el adolescente que se perdió en la oscuridad después de haber baleado al violador de su hermana. Pero en esa madrugada del 9 de marzo de 1916, bajo un cielo de frontera, decidió ser simplemente Pancho Villa e invadir los Estados Unidos de América.

A las 4.45, al mando de unos 500 hombres, atacó el pequeño pueblo de Columbus y el fuerte militar Furlong, en Nuevo México. La incursión, la única sufrida hasta aquel momento por Estados Unidos desde la guerra anglo-americana de 1812, abrió un capítulo histórico tan extraño como legendario en la relación entre ambos países. Para muchos fue un ataque sanguinario y brutal, obra del huracán de la venganza. Otros lo han ensalzado como un gesto de un heroísmo ciego y desbordado. También hay quien lo explica como el resultado de un cálculo frío. Posiblemente lo fue todo, porque algo de todo eso, vengativo, heroico y calculador, fue Pancho Villa.

Esa idea, al menos, es la que queda tras visitar la exposición temporal De vuelta a Columbus. La muestra, organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia con motivo del centenario de la incursión, se exhibe en un bellísimo y poco conocido rincón de la Ciudad de México: el antiguo Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Churubusco. Sus luminosos jardines y muros, de más de 400 años, acogen el Museo Nacional de las Intervenciones, dedicado exclusivamente a historiar las incursiones extranjeras en México.

En el caso de Columbus, el asalto no quedó sin respuesta. Mancillado el orgullo patrio, el presidente Woodrow Wilson puso en pie una expedición punitiva, con tanques y aviones, que llegó a tener 10.000 soldados. La encabezaba el general John J. Pershing, curtido en Cuba contra el ejército español y quien posteriormente comandaría las tropas estadounidenses en la Primera Guerra Mundial. El 15 de marzo de 1916, con la orden de capturar y ajusticiar a Villa, aquel ejército irrumpió en territorio mexicano. En sus filas iban dos jóvenes e implacables oficiales llamados Dwight D. Eisenhower y George Patton. Durante 11 meses vivirían una de las aventuras más singulares de sus existencias.

Villa no era un desconocido para los estadounidenses. Hombre de inteligencia natural, siempre fue consciente del poder de la imagen y él mismo, como después haría El Che Guevara, se encargó de cimentar su mito. En sus andanzas se rodeó de intelectuales y periodistas, como John Reed, y hasta rodó con Hollywood una película sobre su propia vida. Filmada con Raoul Walsh, la obra se estrenó en 1914 con éxito en Estados Unidos. Una fama que dos años después se volvió en su contra. “Villa fluctuaba entre dos extremos. Era una fuerza destructiva de la naturaleza y, por momentos, un ser sensible a las causas sociales. Para mí, Villa fue un justiciero. Pero un justiciero sangriento”, señala el historiador Enrique Krauze.


Miembros de la sexta infantería americana, atrincherados en 1916. INAH

Los motivos que llevaron a Villa hasta Columbus forman parte de una intrincada discusión histórica que la exposición, con apoyo de documentos y fotografías, trata de apartar de las brumas épicas. En los días del ataque, el antiguo bandolero atravesaba uno de sus peores momentos. Años antes, en el torbellino inicial de la revolución, su lealtad a Francisco I. Madero y su genio militar le habían elevado al generalato. Admirado por su valor, en el cénit de su gloria había entrado a caballo junto con Emiliano Zapata en la misma Ciudad de México. Pero caído el Gobierno del tenebroso general Victoriano Huerta, los revolucionarios se disgregaron y la tormenta arreció.

Enfrentados al presidente Venustiano Carranza, los ejércitos de Villa fueron derrotados entre abril y junio de 1915 en El Bajío por el general Álvaro Obregón. Golpe a golpe, El centauro del norte fue retrocediendo hasta refugiarse en la agreste sierra de Chihuahua, al norte del país. Allí, diezmado y fugitivo, disolvió su legendaria División del Norte y la reorganizó en partidas guerrilleras. Fue durante aquel gélido invierno, cuando fraguó su ataque a Columbus. Frente a quienes han considerado la incursión una furibunda respuesta al respaldo de Estados Unidos a Carranza, la exposición fija como tesis un elaborado cálculo político del caudillo norteño.


 El afiche con el que EE UU ofrecía recompensa por Villa.

El ataque buscaba que Washington respondiese precisamente como hizo: entrando en territorio mexicano. Una operación de alcance limitado que permitiría a Villa avivar el sentimiento nacionalista a su favor y situar a Carranza ante el erosionante dilema de permitir una impopular invasión extranjera o enfrentarse al poderoso gigante del norte. Junto a este ánimo provocador, la incursión también tenía como finalidad nutrirse de armamento y, de paso, vengarse del comerciante Samuel Ravel que, con apoyo de la inteligencia estadounidense, había vendido munición inútil a Villa.

“Desde el punto de vista militar, el ataque no puede considerarse un éxito. El pueblo de casas de madera quedó devastado por el fuego, pero su guarnición, el fuerte Furlong, apenas sufrió daños. Los espías se equivocaron y los villistas asaltaron las caballerizas”, afirma el comisario de la exposición, el profesor Pavel Navarro. Aunque hay dudas sobre las bajas villistas, Navarro calcula unas 70, frente a 27 en el bando estadounidense. Tampoco se logró una requisa importante de armas y animales. Pero su éxito en el terreno simbólico y político fue arrollador.

La incursión jugó desde el primer día contra Carranza y, a la larga, contra Washington. Los soldados de Black Jack Pershing ahorcaron a villistas, hicieron prisioneros, pero una y otra vez fueron burlados por el general rebelde. Su presencia, a medida que pasó el tiempo, se volvió más y más impopular hasta que estalló la chispa que les hizo descubrir el polvorín sobre el que se habían sentado. Fue en Parral (Chihuahua). El mayor Frank Tompkins, desoyendo a los oficiales carrancistas, condujo su columna hasta el centro de la ciudad. Al principio no hubo resistencia, pero una joven profesora, Elisa Griensen Zambrano, decidió plantar cara y, acompañada de un grupo de estudiantes de primaria, se enfrentó con un valor rayano en la locura a las tropas gringas y las conminó a marcharse. Su acción prendió el pueblo. Armados de palos, piedras y algún que otro rifle, la súbita revuelta popular puso en fuga a los estadounidenses.


 La profesora Elisa Griensen Zambrano.

El episodio, del que existen tantas versiones como leyendas, hizo vibrar la campana del orgullo mexicano y enfrentó a Washington y al presidente Carranza a sus demonios. La relación entre ambos, con una posible revuelta social de por medio, se tornó insostenible. Carranza empezó a presionar a Wilson para lograr la retirada. En este escenario se sumaron dos factores explosivos. Estados Unidos descubrió que Alemania, en plena Guerra Mundial, trataba de ganarse a México como aliado. Y Villa, a quien muchos habían dado por muerto, reapareció cabalgando a lomos de la leyenda después de permanecer tres meses oculto en una cueva de la Sierra Madre. La expedición punitiva hacía aguas. Un sangriento enfrentamiento en Carrizal, esta vez con militares oficialistas mexicanos, la puso la picota. El 5 de febrero de 1917, el mismo día en que se promulgaba la Constitución mexicana, las tropas estadounidenses salieron del país.

Ese fue el final del ataque a Columbus. El general mexicano aún viviría aventuras memorables antes de caer emboscado el 20 de julio de 1923 en Parral, la misma ciudad que había expulsado a las fuerzas de Pershing. Al morir, Pancho Villa, nacido Doroteo Arango Arámbula, tenía 45 años. 12 balazos y un tiro de gracia le abrieron la tumba.

viernes, 5 de agosto de 2016

Guerra de la Independencia: Una lanza en Ayacucho

"LA PATRIA ERA POBRE...Y YO TAMBIÉN..."

Eustaquio Frías fue el último de los jefes del Ejército de los Andes que vio Buenos Aires. Un día le preguntó el presidente Pellegrini si conservaba alguna de sus espadas usadas en las campañas de la libertad, y Frías le contestó con voz pausada:

"No, aunque he cuidado mucho mis armas, porque la Patria era pobre y yo también. El sable que me regaló Necochea en Mendoza, lo rompí en Junín. Ya estaba algo sentido...."

La respuesta vale por toda una biografía.

Era de Cachi, lugar que escasos argentinos conocen. Nació en 1801, el 20 de setiembre. Era hijo de Pedro José Frias, que en la batalla de Tucumán perdió una pierna y de doña Loreto Sánchez. No tenía cumplido los quince años de edad cuando Eustaquio, en Mendoza por padrinazgo de Mariano de Necochea sentó plaza de cadete en el Regimiento de Granaderos. Hizo toda la campaña del Perú, fue de la primera y segunda expedición a la sierra, a las órdenes de Arenales, se batió en Nazca y en cerro de Pasco. Concurrió al asalto del Callao, a la campaña de Quito y fue uno de los noventa y seis granaderos con que Lavalle cumplió la hazaña de Riobamba. Lo condecoraron en Pichincha. Volvió a Lima conduciendo a los granaderos que habían quedado en la capital del Ecuador. A mediados de enero de 1823 combatió en Chunchanga, donde una bala le cruzó el brazo derecho. En 1824 formó entre los 120 granaderos que se incorporan al Ejército de Bolívar en Huarar. Con ellos llegó hasta Junín.

Ochenta lanzas en Ayacucho

Ochenta lanzas argentinas participaron de la batalla final en Ayacucho. Frías fue una de ellas. Volvieron a herirlo; un bayonetazo en una rodilla.

Cuando el 25 de diciembre de 1825 se publicó la noticia de que había llegado a Mendoza, conducido por el coronel Félix Regado, el "resto del Ejército de Los Andes, después de nueve años de campaña", se dio la lista de los diecinueve o veinte "sobrevivientes". Allí figura el portaestandarte Eustaquio Frías.

Tomado de "El portal de Salta".