Ramón Lista: el prestigioso naturalista, responsable de una atroz masacre de onas y su sorprendente conversión
Personaje
por demás controvertido de la historia, fue el responsable de una de
las primeras masacres de pueblos indígenas. Eximio naturalista y
geógrafo, Experimentó una suerte de conversión que llevó a defender la
existencia del indígena
Por Adrián Pignatelli || Infobae
Ramón Lista, el responsable de una de las primeras matanzas de indígenas en Tierra del Fuego
Ramón Lista era
oficial mayor del departamento de Marina cuando en 1886 fue designado
por el gobierno para explorar la parte argentina de la Tierra del Fuego,
en un área comprendida entre el cabo Espíritu Santo al norte y la bahía
Aguirre al sur.
Había
nacido en Buenos Aires el 13 de septiembre de 1856, su abuelo había
sido un militar de renombre en las guerras de la independencia y en las
luchas civiles. Como integrante de la Sociedad Científica Argentina
realizó diversas expediciones tanto al sur, como cuando recorrió el río
Santa Cruz o bien cuando estudió el territorio misionero. En Europa había profundizado sus estudios de ciencias naturales y geografía.
Población Selk'nam, también llamados Onas, Tierra del Fuego, fines del siglo XIX (Archivo General de la Nación) En
esta expedición fue nombrado su ayudante el cirujano de segunda clase
de la Armada Polidoro Segers y fue asistido por una escolta de 25
soldados, comandados por el capitán de caballería José Marzano.
Completaba el grupo el cura salesiano José Fagnano, fundador y
director de la misión en Carmen de Patagones. En noviembre de 1883,
elevado a la categoría de monseñor, el religioso había sido nombrado por
la Santa Sede Prefecto Apostólico de la Patagonia Meridional, Tierra
del Fuego y Malvinas.
El
31 de octubre zarparon en el vapor Villarino, que estaba al mando del
capitán de fragata Federico Spurr. Completaba el pasaje algunos que
desembarcarían en Chubut. El 2 de noviembre distinguieron la torre de la
iglesia de Mar del Plata, luego hicieron una escala en el río Negro y
cuando entraron a Santa Cruz, comprobaron que el paisaje no había
cambiado con el correr de los años, y que se veía la misma soledad y la
ausencia de vegetación.
A Río Gallegos la llamaban “la California del sud”
por los buscadores de oro que se aventuraban en sus tierras en la
búsqueda del precioso metal. El 20 de noviembre pusieron proa al destino
final. Al día siguiente llegaron a la bahía de San Sebastián, ubicada en el norte de la isla de Tierra del Fuego.
La zona de San Sebastián, en el norte de Tierra del Fuego, por donde desembarcó Ramón Lista Por
un lado desembarcó el capitán Marzano con diez hombres y seis mulas,
mientras que en una lancha a vapor lo hizo Lista, llevando víveres y
equipos. Segers y Fagnano quedaron a bordo para supervisar la descarga y
el desembarco de unas cincuenta ovejas que habían llevado para tener
carne fresca.
Eligieron un pequeño cañadón para levantar el campamento. La gran incógnita la representaban los indígenas, de los que poco y nada se sabía.
Sobraban los comentarios y las habladurías entre el grupo de hombres,
que decían que los selk’nams se comían a las viejas, que eran enanos con
cola y que vivían bajo tierra.
Con
el correr de las horas, algunos de ellos se hicieron ver pero enseguida
corrían ante la presencia de los centinelas. En una de esas corridas,
incendiaron el pasto para cubrir su huida. Por precaución, se mandó
cargar las armas, según el relato que dejó escrito el propio Lista.
Mientras tanto, continuó la descarga de unos 80 o 90 cajones con víveres, provisiones y enseres.
El fatídico 25 de noviembre, Lista dispuso que había que conocer el lugar donde vivían los indígenas.
A las siete de la mañana salió junto al capitán y diez soldados.
Demoraron dos horas de marcha, a veces al paso y otras al trote, para
dar con la toldería.
Era
evidente que los indígenas los habían visto y habían escapado, porque
no había nadie, aunque los fuegos estaban encendidos. Uno de los
soldados, expertos en seguir rastros, dio la posición donde estaban,
justo detrás de una loma, a unas tres leguas de la bahía.
Tapa
del libro en que Lista realiza una pormenorizada descripción de Tierra
del Fuego y donde relata el trágico episodio con los onas Cuando
llegaron al lugar, los naturales volvieron a escapar y dejaron a un
bebé, que los soldados colocaron sobre la grupa de una mula.
Cuando
los soldados los alcanzaron, los indígenas estaban protegidos, formando
un semicírculo. Según Lista, fueron recibidos por una lluvia de
flechas. Ordenó no responder el ataque, aunque dispuso disparar sin
dirección.
La
reacción provocó una nueva andanada de flechas, una de las cuales hirió
a un soldado cerca de su tetilla izquierda. Los indígenas volvieron a
ocultarse.
La
noche se acercaba y Lista pretendía terminar con la amenaza que suponía
para el campamento este grupo de selk’nams, y decidió atacarlos. A la
izquierda estaba el capitán con tres soldados, al centro él mismo, y a
la derecha el resto de los hombres.
En la arremetida, el capitán resultó herido en la cabeza por una flecha pero continuó avanzando. Las descargas de las carabinas fueron letales:
en instantes resultaron muertos 28 indígenas, entre ellos se distinguía
un hombre de cuerpo atlético, que Lista dedujo que era el jefe.
Dijo haber hecho nueve prisioneros, a los que hizo embarcar para enviarlos a Buenos Aires. Eran tres mujeres y seis niños.
Dos
días después le escribió una carta al presidente Miguel Juárez Celman. A
pesar de la gravedad del hecho vivido, comenzó describiendo el paisaje
fueguino y se lamentó que “la existencia de oro parece problemática” y que “hasta ahora no hallé ni una sola pajilla de ese metal”.
Luego
describió el combate “que tuve que librar con diez hombres contra
cuarenta salvajes ocultos en los matorrales”, “a pesar de nuestras
demostraciones pacíficas, pretendieron rechazarnos arrojándonos un
enjambre de flechas”.
Mujeres selk'nam, a orillas del Lago Fagnano, en una foto alrededor de 1905 (Archivo General de la Nación) Admitió haber matado a 26, “todos de estatura gigantesca y de corpulencia similar a los tehuelches”.
Fagnano
le protestó airadamente y le recriminó que con persuasión y paciencia
podrían haber llegado a un acuerdo con los nativos. Lista amenazó con fusilarlo.
Lo
anteriormente descripto fue escrito por el propio Lista en su libro
“Viaje al país de los onas – Tierra del Fuego”, que dio a conocer en
1887. Estaba convencido de que los fueguinos eran antropófagos y que si eran capturados sostenía que hubiesen sido degollados o torturados.
La otra versión era mucho más cruel.
En la expedición de Lista por localizar a los aborígenes, cuando los
encontraron, dio la orden de disparar. Y que cuando creyeron haber
matado a todos, encontraron a uno oculto en los pastizales y lo
remataron de 28 tiros.
La
expedición finalizó a fines de enero del año siguiente. Cuando volvió a
Buenos Aires, ni él ni sus soldados sufrieron castigo alguno. Fue
nombrado en 1887 gobernador de Santa Cruz, cargo que ejerció hasta 1892.
Ocupó gran tiempo en explorar la región.
Lista sería el fundador de la Sociedad Geográfica Argentina y era un verdadero apasionado por la ciencia. Escribió varios libros y trabajos sobre arqueología, antropología y ciencias naturales.
Con el correr del tiempo fue cambiando su visión sobre el indígena, cuando opinaba que era una “raza degradada, que seguramente ocupa el bajo nivel entre todos los pueblos salvajes”. En su estancia en el sur había formado familia con Koila,
una mujer tehuelche. Aprendió a entenderlos, a estimarlos y a
valorarlos, al punto de escribir un libro sobre ellos “Los tehuelches,
una raza que desaparece”, editado en 1894.
En Buenos Aires permanecía su esposa Agustina Pastora Andrade, la hija del poeta Olegario Víctor Andrade, con quien se había casado en 1879 en la iglesia de San Ignacio. Tenían dos hijas.
Por
un tiempo acompañó a su marido en las lejanas tierras del sur, pero
luego decidió regresar a Buenos Aires cuando, al parecer, ella se enteró
de la amante de su marido y de la existencia de una hija, Ramona Cecilia, a la que le ha dado su apellido.
Su esposa terminó su vida con un tiro en el pecho. El presidente Carlos Pellegrini lo hizo llamar a Buenos Aires y debió dejar la gobernación.
Sus viejos amigos y personajes influyentes lo abandonaron y fueron
inútiles sus esfuerzos por conseguir trabajo. En 1896 encaró una
expedición al chaco salteño y el 23 de noviembre de 1897 apareció muerto de un tiro, que no se supo si fue un suicidio o si alguno de los baqueanos que lo acompañaban lo asesinaron para robarle.
Sus
amigos de la Sociedad Geográfica Argentina se ocuparon de traer sus
restos a Buenos Aires y fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta,
con la asistencia de lo más granado de la sociedad.
Desde 1992, el 25 de noviembre, cuando se perpetró la primera masacre de nativos de la isla de Tierra del Fuego, se conmemora el día del Indígena Fueguino.