sábado, 30 de agosto de 2025

Biografía: Históricas memorias del Almirante Manuel Domecq García

 CARAS Y CARETAS

Las memorias del almirante

escritas para "Caras y Caretas"

Antepasados. – Adolescencia. – Primeros maestros. – Condiscípulos. – Armada. – Expedición a Bahía Blanca. – Conquista del Desierto. Flameó sobre las cataratas. – La revolución– La Escuela Naval en su 1.ª y en su 2.ª fundación. – Bandidos en la Expedición al Iguazú. – La primera bandera argentina que flameó en 1880. – La fragata “Sarmiento”, etc., etc.

(Con esta primera serie de Memorias emocionantes aventuras vividas y narradas por los...)

por Juan José de Soiza Reilly


(Con estas memorias auténticas, iniciamos la publicación de las contemporáneos más ilustres de nuestro país).




El prócer de la independencia sudamericana, fiel compañero de San Martín y de Alvear, coronel Pedro Ramos Domecq, tío abuelo del almirante Domecq García.

 

Antepasados

¿Qué importancia puede tener la historia de mi vida? Es la historia de un hombre que se consagró con sencillez a servir a la patria. El primero de mis antepasados que se instaló en América fue don Manuel Miguel Domecq. Era francés, oriundo de Oloron (Pirineos). Arribó a Buenos Aires en 1750, a los 23 años de edad. Luego pasó al Paraguay, e hizo fortuna. Sus descendientes actuaron en las luchas políticas contra el tirano Francia. Los hermanos Robertson en su libro "Letters on Paraguay" mencionen en la Carta XLIX las rebeldías de don Manuel Domecq cuando el dictador le nombró miembro de aquel célebre Congreso paraguayo de mil legisladores. Otro de mis antepasados, fue el coronel de la independencia americana, don Pedro Ramos y Domecq, hermano de mi abuela materna, doña Hipólita Ramos. El coronel Ramos era natural de Buenos Aires. En 1813, cuando el general San Martín organizaba su regimiento de Granaderos a Caballo, el joven Ramos y Domecq presentó al jefe del Estado Mayor solicitando autorización para incorporarse en clase de cadete, al mencionado cuerpo. Daba como garantía de que sus servicios de soldado no serían gravosos para el erario público la fianza personal de su hermano político, Juan Porcel de Peralta. Este caballero —según consta en los documentos oficiales— se comprometía a pasarle a Ramos una pensión de diez pesos por mes. San Martín aceptó el ofrecimiento y, a partir de 1813, Ramos y Domecq fue compañero inseparable del Libertador. Estuvo con él en San Lorenzo, en Chacabuco, en Maipú, en Lima... Falleció en 1871. Mis padres fueron: doña Eugenia García y don Tomás Domecq.

Adolescencia

He recibido desde mi adolescencia educación británica. De ahí procede, sin duda, el deleite que me produce leer o hablar en la lengua de Shakespeare. Ahora más que nunca —cumplidos mis setenta años— mis libros favoritos son siempre los ingleses. La primera escuela que frecuenté estaba en la calle Tacuari entre Chile e Independencia. Era un colegio inglés, dirigido por un rector inolvidable: don Guillermo Parodi. En las aulas de esa casa de estudios se educaron varias generaciones de argentinos. Don Guillermo había nacido en Gibraltar. Recuerdo que uno de los buenos maestros de esa escuela era don Adolfo Negrotto, también gibraltareño, vinculado más tarde a la familia de los Mitre.

De la escuela de Parodi pasé a un instituto inglés del Caballito, “Seminario Anglo-Argentino”, ubicado sobre la calle Rivadavia, en el mismo sitio donde hoy está la Escuela para los huérfanos de los militares. Allí tuve como compañeros de estudio a Guillermo Udando, a José Manuel de Eizaguirre, a los Egaña, a los Montarcé, a los Amespil, a los Moyano...

La vocación

Hasta entonces no se había despertado en mí la vocación por la marina.
O, por lo menos, la pasión que más tarde sentí por el mar, debió estar oculta, a la espera de circunstancias favorables.
Y estas circunstancias se presentaron a su tiempo, con la arrogancia incontenible de las grandes pasiones.

Mi familia había hecho construir en el Tigre, a orillas del Luján, un chalet de verano. El encanto del agua me atrajo con el placer del niño que ensaya en los charquitos sus barcos de papel. Dio la casualidad que cerca de mi casa, frente a la quinta de Madero, vino a fondear, en 1873, el vapor “General Brown”, convertido por Sarmiento en Escuela Naval. Yo, sentado en el muelle de mi casa, seguía con los ojos los ejercicios o juegos que los alumnos practicaban desde el amanecer hasta la noche. Los contemplaba ir y venir sobre cubierta, en la faena cotidiana; los admiraba con envidia, en sus maniobras más difíciles, echándose al agua, nadando como peces; me divertía con sus placeres de muchachos robustos y sanos; me emocionaba hasta el éxtasis, cuando los veía rígidos, firmes, disciplinados, al toque del clarín, y vibraba de patriotismo viéndolos hacer la venia a la bandera de su buque.
Mi vocación salió a la superficie, invencible, violenta, sin ambages.
—Seré marino —dije categóricamente.
Tenía apenas doce años.



El hoy glorioso almirante argentino Manuel Domecq García, cuando, siendo capitán, asistió con los japoneses a la guerra de Rusia con el Japón, en 1904.


La primera Escuela Naval

La primera Escuela Naval fue fundada, como es bien notorio, en 1872, por el presidente de la Nación, don Domingo Faustino Sarmiento. Era ministro de Guerra y Marina el coronel Martín de Gainza. La flamante escuela fue instalada en el “General Brown”. Al frente de ella se puso a un marino de prestigio, el sargento mayor Clodomiro Urtubey, que organizó la institución contra viento y marea.
 

La primera bandera argentina fue enarbolada sobre las cataratas del Iguazú, en 1883, por el entonces alférez Domecq García. En esta fotografía aparecen, además del abanderado Domecq García, el jefe de la misión, ingeniero Hunter Davidson; el teniente Tomás Arana, que llegó a ser teniente general, y el naturalista Olaf Storm.


En aquellos tiempos era difícil encontrar muchachos de buena familia que quisieran seguir la carrera marítima. Un buque de guerra significaba para las gentes timoratas un castigo tremendo. La amenaza más dura de un padre hacia el hijo era siempre la misma:

Voy a meterte en un buque de guerra.

Para formar el primer núcleo de alumnos fue necesario recurrir a los muchachos vagabundos que la policía arriaba en las calles porteñas. La disciplina rígida de a bordo se consideraba el remedio más eficaz para corregir a los bandidos. Los jueces solían condenar a los delincuentes peligrosos a trabajar en los buques de guerra. Yo conocí en la armada a los hermanos Barrientos; dos terribles matreros, ladrones y asesinos, de vida tan novelesca, que Eduardo Gutiérrez escribió con ella una de sus novelas más interesantes. Habían sido condenados por la justicia a purgar a bordo todos sus delitos. A pesar de eso, no faltaron jovencitos decentes y cultos que, inspirados por la vocación y por la patria, desafiaron las críticas de sus familiares e ingresaron en la Escuela Naval. De estos últimos, algunos descollaron por su talento y por su dignidad, como Emilio Barilari, Oliva, Del Castillo, Picasso, Núñez, etc.

En 1877, la escuela fue disuelta por el presidente Avellaneda, a causa de un acto de insubordinación que se llamó “Sublevación de los capotes”. Los cadetes se habían negado a quitarse los capotes durante un día de invierno.

La segunda Escuela Naval

La segunda Escuela Naval fue refundada por don Adolfo Alsina a bordo de la “Uruguay”. Designóse director a un hombre de cualidades superiores: a don Martín Guerrico —mi maestro—, que falleció, no hace muchos años, siendo teniente coronel de marina. Para constituir el núcleo inicial de aspirantes, se cambió de táctica. Se excluyeron los elementos malos. Se eligieron muchachos de cultura, y así logró formarse un conjunto brillante de oficiales. Contábamos, además, con una pléyade de grandes profesores, como Luis Pastor, Pablo Conevali, Ángel Pérez, Estanislao Zeballos, Albit Schemerson, Enrique Stein, E. Reynolds, Emilio Sellstrom, Otto Grieben, M. Cantón, etc. Entre mis compañeros de estudios recuerdo a Dufour, Sáenz Valiente, Rojas Torres, Mayz, Barraza, Leroux, Betbeder, Scott Brown, Oliva, Durand, Funes, Barilari (E.), Belisario Quiroga, Cardoso, Twaites, Edman, etc.

En 1881, varios aspirantes egresamos de la Escuela Naval, 4.ª promoción, en el orden siguiente: Manuel Domecq García, Félix Duffour, L. Aguerreberry, F. Muzas, Eugenio Leroux, José Durand y Rodolfo Galeano. De éstos, han fallecido cuatro: Duffour, Aguerreberry, Muzas y Galeano.


La histórica carpa donde vivían en el Alto Iguazú los primeros argentinos que llegaron hasta la cumbre de las cataratas. De izquierda a derecha: Tomás Arana (después teniente general), alférez Domecq García (hoy almirante), ingeniero Hunter Davidson y el naturalista Olaf Storm.

Yo di mi último examen en el salón de la Municipalidad de San Fernando, pues en ese tiempo la escuela funcionaba, sin residencia fija, en unos casuchos del Tigre. El primer ex alumno de la Escuela Naval que llegó a almirante fue Onofre Betbeder. Yo fui el primero que tuvo el tercer entorchado.

El entierro de San Martín

En 1880, siendo yo alumno todavía de la Escuela Naval, Buenos Aires tributó un homenaje grandioso a las cenizas del Libertador. Los restos de San Martín, traídos de Boulogne-sur-Mer, fueron desembarcados y llevados hasta la Catedral, en medio de una muchedumbre emocionante. Llovía a torrentes. El cielo parecía asociarse a la solemnidad. Un gran carro alegórico —costumbre de la época— formaba en el cortejo. En cada uno de los cuatro ángulos de la enorme carroza iban, como adorno viviente, cuatro chiquilines: dos cadetes del Colegio Militar y dos aspirantes de la Escuela Naval. El público seguía con curiosidad las maravillas de equilibrio que los cuatro hacían para no caerse. La rudeza de los tumbos era de terremoto. Las piedras en punta del empedrado callejero producían la sensación de que las ruedas del monumento eran cuadradas. Empero, los cuatro muchachitos, orgullosos de su misión, manteníanse tiesos en sus uniformes, conservando su postura simbólica, bajo la lluvia torrencial.
Fue un milagro que alguno de los cuatro no se rompiera las costillas contra el pavimento.

Uno de los cuatro chicos era yo. Cuando me acuerdo, aún siento el orgullo de haber estado allí.

Revolución de 1880

Había estallado una revolución contra el presidente Avellaneda. La Escuela Naval funcionaba en un viejo caserón de La Boca, propiedad de un señor Fernández, caudillo popular del Riachuelo. Nos llegó la orden de marchar a Belgrano, en apoyo del primer magistrado. Las únicas fuerzas fieles al gobierno de la Nación fueron, en el primer momento, el Colegio Militar y la Escuela Naval. Los directores no nos acompañaron. Tomamos el tren en La Boca hasta la antigua estación del Bajo y de allí, también en tren, seguimos a Belgrano, cada cual con su uniforme y una buena provisión de proyectiles. Más allá de Palermo encontramos a los alumnos del Colegio Militar, que se habían apoderado por las ventanas. Una vez en Belgrano nos dieron alojamiento y dormimos sobre el piso de baldosas de la iglesia. Hacía frío. Encontramos en la sacristía una alfombra muy grande. La extendimos en el pavimento, y todos, alrededor de la alfombra, nos metimos debajo, asomando solamente las cabezas. 


Las mejores condecoraciones del almirante: sus nietos, Peggy, Carlos Manuel, José Roberto y Horacio Ford Domecq García.

Antecedentes tomados por “Caras y Caretas” de la foja de servicios del señor almirante Manuel Domecq García

“El almirante Manuel Domecq García ingresó en la Armada, como Aspirante de la Escuela Naval a bordo de la Cañonera Uruguay, el 11 de octubre de 1877, cumpliendo en la fecha de su retiro —12 de junio de 1927— 46 años, 7 meses y 29 días de servicios corridos, sin interrupción de un solo día y con solo 29 días de licencia. Sus servicios de campaña con abono representan 6 años, 11 meses y 14 días, que, agregados a los anteriores, hacen un resumen de 53 años, 7 meses y 15 días de servicios en la Armada Nacional.”

Bahía Blanca

El 24 de enero de 1881 fui designado miembro de la comisión hidrográfica de Bahía Blanca, a bordo de la cañonera Bermejo, que comandaba el sargento mayor de marina Enrique Howard.
Allá realizamos por primera vez el balizamiento de la ría… ¡Viera usted qué tarea! En aquellos tiempos, ¡cincuenta años!, para ubicar las boyas y hacer los sondajes, teníamos que recorrer largas distancias en bote. Eran las horas crudas de la marina nacional. Para elegir el sitio destinado a la instalación del primer muelle de Ingeniero White, no había otro remedio que hundirse en los cangrejales, buscando agua honda, marcando la línea con banderitas y con cañas.

En la Bermejo estaban destacados también: el teniente Federico Muller, el subteniente José Durand, el doctor Antonio Martínez Rufino, Eugenio Dessein. ¡Tantos otros nobles y fieles amigos!

Un día, en junio de 1881, hallándome a bordo, percibí desde lejos voces de socorro. Eran vecinos de Bahía Blanca que gritaban:
¡Los indios! ¡Vienen los indios!

Un malón amenazaba destruir aquel pequeño pueblito, convertido hoy en un sólido emporio de riqueza.

Mi jefe, Howard, me ordenó ir a tierra con una guarnición de 40 hombres. Desembarcamos en seguida.

Mientras íbamos en busca de la indiada, me encontré con una cuadrilla de obreros que instalaba tranquilamente las primeras líneas del telégrafo. La civilización, a pesar de la barbarie, entraba en el país con la tenacidad heroica de sus grandes “pioneers”. Se necesitaba coraje para llevar el telégrafo por esas regiones. Allí, al frente de la cuadrilla, estaba, en persona, el autor de aquella iniciativa: don Melitón Panelo.

En el Iguazú

En 1883, me incorporé, como oficial hidrógrafo, a la primera expedición argentina que, remontando el Alto Paraná, llegó al Iguazú. Después, pasando el Salto Grande, recorrimos más de 200 kilómetros arriba... Fuimos los primeros criollos que conquistamos el honor de llegar a esa altura. Los primeros que hicimos flamear sobre las cataratas la bandera argentina…

La expedición tenía como jefe al ingeniero Hunter Davidson, a quien yo había conocido en Bahía Blanca. Fue él quien pidió al gobierno que yo lo acompañara al Iguazú. Se complacía hablando conmigo en inglés. Había estado en la guerra de secesión y era un hombre de ciencia y de carácter. Iba también como jefe de la escolta el teniente Adolfo Arana —que llegó a ser teniente general en virtud de sus méritos, —y el naturalista Olaf Storm, un sabio conocedor de América.


Condecoraciones del señor almirante Domecq García

  • Medallas del Río Negro y Patagonia por las campañas de 1878-1879, como expedicionario del Desierto.

  • Medalla del Chaco (Expedición al Bermejo, en 1881).

  • Medalla de Guerra del Japón (Guerra Ruso-Japonesa, 1904-1905).

  • Comendador de la Corona de Italia, desde 1892.

  • Gran Cruz del Mérito Naval de España, desde 1892.

  • Comendador de la Orden de San Mauricio y San Lázaro, Italia, desde 1896.

  • Comendador de la Legión de Honor de Francia, desde 1909.

  • Cruz de Primera Clase de la Orden del Mérito de Chile (Comendador), desde 1913.

  • Gran Cruz de la Orden de la Espada de Suecia, desde 1909.

  • Gran Cruz y Banda de la Orden del Tesoro Sagrado del Japón, desde 1921.

  • Gran Cruz y Banda de la Orden del Sol Naciente del Japón, desde 1922.

  • Gran Cruz y Banda de la Orden de la Espada de Suecia, desde 1923.



El gran marino argentino, almirante Manuel Domecq García, en la actualidad, con su noble compañera, la distinguida señora Sara Girado, presidenta, desde hace veinte años, del Asilo Naval, a cuya institución consagra su actividad, su inteligencia y su corazón.

Antes de salir para el Iguazú, nos detuvimos en Posadas —que era una ranchería— para tomar una escolta de 10 hombres. Allí nos encontramos con el jefe del destacamento, teniente coronel Mariano Espina. Era famoso por su guapeza y por la energía de su brioso carácter. Nos trató amablemente y nos dijo: “¡Soldados... ¡Qué soldados!” Eran milicos a la antigua. Eran fieras educadas en la escuela del látigo. Espina, para disciplinarlos, pues solían ser más que feroces, los castigaba rudamente. A cada rato la banda de música organizaba conciertos. A cualquier hora, la banda ejecutaba en el cuartel ruidosas marchas, con bombos y platillos.

¿Y esa música?
Para tapar los gritos de los castigados.

De Posadas al Iguazú hicimos el trayecto en canoas. Los que conocen esas regiones podrán darse cuenta de las peripecias que habremos pasado, haciendo el viaje en esas condiciones. Para entretenernos llevábamos con nosotros un organito de manubrio. ¡Bastante nos sirvió para el aburrimiento su música monótona!

A 200 kilómetros arriba del Salto Grande, juramos la bandera, en una ceremonia emocionante. Éramos, repito, los primeros argentinos que logramos hollar esas alturas, tomando fotografías de las mismas. Desde la exploración española de Oyarbide, en 1777, nadie había pisado esas rocas. No encontramos a ningún ser humano. Las fieras eran tan salvajes que al oírnos huían a esconderse en el monte. ¡Cuántos momentos trágicos debimos soportar antes de vencer a la naturaleza! Un día vimos a la muerte que nos tendía la mano… El teniente general Arana narraba con frecuencia a sus hijos los detalles de aquello que pudo llegar a ser una catástrofe… Yo había salido esa mañana en una canoa para explorar la parte más elevada de la catarata. Llevaba como tripulantes a Arana y seis soldados de la escolta. De improviso una corriente violentísima arrastró nuestra embarcación hacia el abismo. Ya nos íbamos a despeñar aguas abajo, cuando una maniobra que hice nos salvó de la muerte. En seguida grité a los milicos:

¡Remen que nos vamos abajo!

El miedo de los remeros nos salvó. Dimos contra una piedra. Entretanto los demás, desde la orilla, nos arrojaron una soga, luego una soga y pudimos salvarnos…

Todos esos parajes, cuya conquista costó sacrificios heroicos, fueron bautizados por nosotros. Los dimos nombres de patriotas y de figuras célebres, tales como: Alsina, Piedrabuena, Oyarbide… ¡Ah! Pero los nuevos turistas, descubridores a la vuelta, han borrado esos nombres. A la “Restinga Piedrabuena” —homenaje al heroico centinela de los mares del sur —le llaman, por ejemplo, “Garganta del Diablo”. Y a todos los demás parajes les han cambiado el nombre. Ni siquiera se han acordado del gran oficial de la marina española, Andrés de Oyarbide, primer hombre blanco que descubrió el salto del Iguazú. Ni siquiera se acuerdan de la primera expedición argentina que, hace cincuenta años, llevó a aquellas alturas, por primera vez, los colores del alma nacional…


El almirante Domecq García con uniforme de contralmirante, al ser designado ministro de Marina, en cuyo cargo puso de relieve su sólida cultura y su dominio técnico.


“Un barco que no se dé vuelta”

El 6 de septiembre de 1895, siendo capitán de navío, se me encargó la construcción de un buque-escuela.
Debía trasladarme a Europa, elegir el tipo de nave más conveniente para el caso y vigilar su construcción. Puse en la tarea todo mi entusiasmo. Aquel buque, hecho bajo mis ojos y bajo mi cariño, ha dado a la Armada un resultado que me llena de orgullo: la fragata “Sarmiento”… Cada vez que la veo regresar más hermosa que nunca de sus expediciones a través de los mares, evoco con emoción los días de su infancia, cuando la vi nacer, crecer y venir a la patria con las alas abiertas…

Un día —antes de enterarme yo de mi nombramiento para dirigir la construcción del buque-escuela— el ministro de Marina, don Guillermo Villanueva, me llamó a su despacho. Villanueva no era marino, ni entendía de tecnicismos náuticos, pero era un estadista cuyo talento y buen sentido criollo le daban una clara visión de todos los problemas.

Quiero —me dijo— que vaya usted a Europa y me haga hacer un buque-escuela.
¿Un buque de qué tipo?
Un buque que no se dé vuelta, porque, de lo contrario, los políticos nos comerán a usted y a mí…


(El cronista detiene aquí su pluma. Otro día continuará la evocación de tan bellos recuerdos. El almirante Domecq García es una de las páginas más radiantes de la marina civilizadora).

Soiza Reilly

jueves, 28 de agosto de 2025

Nazismo: El pobre alemán que fue confundido con Bormann en Argentina

 

Walter Flegel, el hombre que durante siete días fue el jerarca nazi Martin Bormann

En septiembre de 1960, Argentina estuvo pendiente de la detención de un alemán de origen humilde al que se confundió con el hombre de máxima confianza de Adolf Hitler


El perfil policial de Walter Flegel, alemán que residió en Argentina y quien fue confundido por Martin Bormann, secretario de Adolf Hitler. 
Archivo de la Nación


Federico Rivas Molina || El País
Buenos Aires -


Walter Wilhem Flegel, nacido en 1912 en Pagelinen, provincia de Insterburg, Prusia Oriental, trabajador temporario en un aserradero en Chile, preso por robo durante 11 años en la provincia argentina de Mendoza y finalmente empleado ejemplar en una empresa de Buenos Aires, fue entre el 23 y el 30 de septiembre de 1960 Martin Bormann, el hombre de máxima confianza de Adolf Hitler.

La historia de Flegel ocupó la atención de los argentinos cuando el mundo buscaba en todos los rincones posibles a los jerarcas nazis que habían huido de Alemania tras la caída del Tercer Reich. Un misterioso listado alertó de que ese alemán de ropas humildes no era otro que el mismísimo Bormann, desaparecido como un fantasma el 30 de abril de 1945 en el búnker del Führer y reaparecido decenas de veces en sitios tan distantes entre sí como Moscú, Ciudad del Cabo, Sídney o Bariloche, en la cordillera argentina. Bormann se ocultaba ahora en una pequeña casa de madera levantada con sus propias manos en Zárate, a 100 kilómetros de Buenos Aires, junto a su esposa y tres hijas pequeñas, a las que veía solo una vez por semana porque trabajaba como sereno en los galpones que Construcciones Claussen tenía en la capital.
Un documento de la policía federal argentina con la descripción de Walter Flegel, un hombre confundido con el secretario de Hitler.

Flegel fue famoso durante una semana, muy a su pesar, como atestiguan las más de 100 páginas dedicadas a su detención que obran en los archivos de la policía argentina sobre la cuestión nazi, desclasificados en 1992 y disponibles desde esta semana en internet por iniciativa del Gobierno de Javier Milei. Entre los cientos de documentos, destacan las fotos de un hombre flaco y rostro lleno de huesos, que posa con una combinación de sorpresa y estupor ante la cámara. El parte policial de aquel día describe a Flegel como un hombre que “se expresa con fluidez y sin inhibiciones, revelando una mediana cultura” y el “psiquismo de un hombre común”. “La hendidura palpebral [la abertura del ojo] es pequeña, los ojos castaños con arco senil, la nariz de dorso algo cóncava termina en punta recordando alejadamente un pico de pato, es de tamaño mediano”, escribió el perito policial. Con un poco de atención se percibe que a Flegel le falta el brazo derecho.

El hombre que fue Bormann había llegado a Chile en 1930 “como tripulante de un barco carguero de 10.000 toneladas” y se dedicó a “las tareas rurales”. “Fue en esas funciones cuando en julio de 1931 la correa de transmisión de un molino le arrancó el brazo derecho en su totalidad”, dice el parte policial. Dadas las dificultades en Chile, Flegel cruzó la cordillera de los Andes hacia Argentina, “haciéndolo a lomo de caballo”, hasta la provincia de Mendoza. “Fue allí que su situación se hizo insostenible, causa por la cual debió delinquir para subsistir. En una oportunidad, en abril de 1932, pretendió hurtar un comercio y fue descubierto por uno de los cuidadores, a quien lesionó usando el revolver”, se lee en uno de los documentos desclasificados.


Doble página de un periódico argentino con la crónica de la liberación de Flegel, el 30 de septiembre de 1960. 
Archivo de la Nación

Flegel estuvo preso hasta 1935 y, ya en libertad, “se robó un caballo”. “El dueño lo atacó a rebencazos y Flegel se defendió con un revolver”. Condenado a seis años de cárcel, salió en 1943. La vida de Flegel fue desde entonces la de un nómade que se ganaba la vida como vendedor ambulante hasta que, en 1944, Construcciones Claussen lo contrató como sereno. Enviado por la compañía a Corrientes, en la frontera con Brasil y Paraguay, Flegel conoció a Haydee Colinett, una adolescente de 16 años con la que se casó en 1947 tras “haber obtenido el correspondiente permiso de su padre”. En 1948, Flegel se instaló, finalmente, en Zárate, en la casa donde 12 años después sería arrestado por dos policías de civil. En su declaración, dijo a la policía que “solo se dedica al trabajo, no concurriendo a reuniones, clubes, ni tampoco frecuenta la amistad del vecindario ni con connacionales”.

La prensa argentina se hizo un festín con el falso Bormann. Hoy sabemos que el jerarca nazi llevaba 15 años muerto cuando Flegel cayó preso, pero entonces su detención puso al Gobierno democrático de Arturo Frondizi ante el ojo del mundo. Los mensajes diplomáticos enviados por Alemania a Buenos Aires son evidencia del interés que despertó el caso. El sentido común, sin embargo, obraba a favor del detenido: si bien su rostro podía dar lugar a alguna confusión, “hubiese sido fácil para la policía determinar que Flegel no era Bormann solo teniendo en cuenta que el primero tiene 48 años y el segundo 60”, escribía en un editorial el diario La Razón.

De Alemania llegaba el testimonio de una hermana, mientras que la prensa sensacionalista israelí aseguraba que no cabía la menor duda de que en Argentina habían atrapado a Bormann. El diario La Razón revelaba desde Argentina, “con base en fuentes que no dejan lugar a dudas”, que Bormann frecuentaba un bar de la calle Lavalle 545 en la ciudad de Buenos Aires. “Allí, la eminencia parda, el hombre en quien Hitler depositaba su confianza, mientras apurada su bebida predilecta, la cerveza, entablaba conversación con otros jerarcas del Tercer Reich, entre ellos Adolfo Eichmann”. El testimonio de Eichmann, quien sí vivió en Argentina, era, según la prensa, de donde había salido la pista para dar con Flegel, un dato que el Gobierno de Israel se ocupó de desmentir.

La fuente “inobjetable” resultó ser un médico italiano que había conocido a Bormann en Munich y contó a La Razón que lo había visto en varias ocasiones en el bar de la calle Lavalle, que vestía “elegante” y que “llevaba cubierta su artificial mano derecha con un guante de cuero negro”. El periódico remataba el texto lamentando que Argentina hubiese sido “refugio de nazis, amparados por poderosos personajes”.

A falta de redes sociales, los vecinos de Zárate se encargaban de dar alas a todo tipo de noticias falsas. En un recuadro titulado Dudas, un enviado especial decía que “algunos detalles oscuros” hacían pensar que Flegel, si bien no era Bormann, “bien podía ser un individuo vinculado al régimen hitleriano”. El periodista cita entonces al vecino Moisés Fridman: “La policía vino el viernes a proteger a Flegel, que estaba cercado ya por comandos israelíes. Estos conocían su paradero por la delación de Eichmann”. Un tal H. García, martillero público, contó que en 1952 la esposa de Flegel le dijo que su marido había pertenecido al acorazado Graf Spee y que “por eso tenía prohibida la entrada al país”. El acorazado nazi Graf Spee fue hundido por su capitán en el Río de la Plata el 17 de diciembre de 1939, cuando Flegel ya llevaba casi una década en Argentina.

Fotografías del prontuario de Walter Flegel detenido por robo en Mendoza. Tenía 20 años y ya había perdido su brazo derecho en Chile.

 “No se tienen todavía las fechas dactiloscópicas de Bormann [llegarían desde Alemania recién a finales de noviembre], pero puede ya establecerse de forma concreta que Walter Flegel no es Martin Bormann”, dijo el 30 de septiembre de 1960 el ministro de Interior, Alfredo Vitolo. El argumento principal fue que Flegel llevaba en Argentina desde 1931. Comenzaron entonces las repercusiones políticas. En una editorial fechada el 5 de octubre, el diario Argentiniesches Tageblatt, editado en alemán en Buenos Aires, se preguntaba “por qué se ha cometido la fanfarronada” de detener a Flegel. El periódico destacaba que la captura se había basado en “una lista de 20 nombres de criminales de guerra nazis residentes en Argentina” entregada al Gobierno. “Y Flegel fue elegido conscientemente de entre esos 20 nombres por determinadas personas que no tenían gana alguna de detener a verdaderos criminales de guerra nazis”, se queja el periódico.

El 30 de septiembre de 1960, Flegel quedó finalmente en libertad. Lo esperaban en la puerta de la central de la Policía Federal “el ingeniero Claussen”, que siempre había defendido la inocencia de su empleado, y decenas de periodistas. Aturdido por las preguntas, Flegel contó que había conocido a Hitler “durante una reunión en Allestein en 1927, pero después nada más”; que solo hablaba “de mala manera” alemán y español; y que no volvía a Alemania porque no tenía los medios para hacerlo. Al día siguiente, el diario argentino El Mundo, ya desaparecido, cerraba así su crónica de la jornada: “Ayer, Flegel, obrero modesto forjado en el trabajo, volvió a su rutina de encargado de depósito en el edificio de Alsina 465, de Claussen y Cia. Tal vez sea una rutina desesperadamente monótona, pero la tranquilidad y el anonimato son a veces dones inapreciables”.



 

miércoles, 27 de agosto de 2025

Primera invasión a Afganistán: Los paracaidistas de la fuerza encubierta "Baikal-79"

El papel de las Fuerzas Aerotransportadas en la operación secreta "Baikal-79"




Dedicado a los veteranos de la 103.ª División Aerotransportada de la Guardia

Por el exitoso cumplimiento de las tareas de combate asignadas en el marco de la operación "Baikal-79", la 103.ª División Aerotransportada de la Guardia es galardonada con la más alta condecoración estatal de la URSS: la Orden de Lenin.

La condecoración es entregada por el Mariscal de la Unión Soviética S. L. Sokolov. Detrás del mariscal se encuentra el comandante de la 103.ª División Aerotransportada de la Guardia, el General de División Iván Fiódorovich Ryabchenko.



La fase inicial de la guerra en Afganistán —especialmente los acontecimientos de diciembre de 1979 en Kabul, conocidos como la Operación Baikal-79— sigue siendo un periodo poco investigado, a pesar de la abundante literatura, artículos y producciones cinematográficas sobre el conflicto. Con frecuencia, la información disponible resulta poco fiable, y no es raro encontrar detalles omitidos o distorsionados intencionadamente.

Coronel de la Guardia Aerotransportada Yu. I. Dvugroshev:

Después de leer otro extenso e informativo libro del escritor A. Lyakhovsky sobre la guerra en Afganistán, La tragedia y el dolor de Afganistán, en el que muchos hechos están respaldados por documentos de archivo, no pude evitar —como tantos otros paracaidistas veteranos— sentirme decepcionado. Me surgió una pregunta inevitable: este no es su primer libro sobre la guerra, y sin duda es un trabajo serio, pero, al igual que otras obras sobre el tema, ignora por completo las acciones de combate de las tropas aerotransportadas y sus duras y heroicas misiones.

Falta una parte fundamental: el papel crucial de las Fuerzas Aerotransportadas en los primeros días del conflicto, especialmente en la toma de Kabul y Bagram. Fueron precisamente los paracaidistas quienes neutralizaron al ejército afgano, a los servicios de inteligencia del KHAD y a la policía militar Tsarandoy. Esta tarea fue confiada a ellos y la cumplieron con brillantez.

Se nos prometió regresar a la Unión Soviética inmediatamente después del golpe, pero tras comprobar nuestro nivel de preparación y eficacia en combate, Babrak Karmal impuso una condición a Leonid Brezhnev: “Si retiran a los paracaidistas de Kabul, me negaré a liderar el país”. Así fue como terminamos convertidos en rehenes de la situación política.

Fragmento de "Memorias del Primer Comandante de Kabul", Yu. I. Dvugroshev.

¿Cuál era la inquietud de Yuri Ivanovich Dvugroshev y qué le molestó del libro de Lyakhovsky? Para entenderlo, conviene recordar los hechos de aquellos días.

La noche del 27 de diciembre de 1979, los habitantes de Kabul presenciaron una escena inusual: columnas de vehículos blindados aerotransportados avanzaban a toda velocidad por las calles. A lo largo de la autopista que cruza la ciudad, se escuchaban tiroteos en varios puntos, mientras el cielo se llenaba de estelas de munición trazadora.

Dos días antes, la 103.ª División Aerotransportada de la Guardia había comenzado a desplegarse en los aeródromos de Kabul y Bagram. En solo 48 horas, se trasladaron 7.700 paracaidistas, 894 vehículos de combate, junto con armas, equipos y automóviles, además de 1.062 toneladas de municiones, combustible y suministros.




El cuartel general de la división, encabezado por el comandante, el mayor general Iván Fiódorovich Ryabchenko, aterrizó en el aeródromo de Kabul. Allí también se desplegaron los regimientos de paracaidistas de la Guardia N.º 317 y N.º 350, una división de artillería autopropulsada independiente y el regimiento de artillería de la división de Vítebsk.

Teniente general V. A. Kirpichenko, subdirector del Servicio de Inteligencia Exterior de la URSS:

Tras el desembarco de la división aerotransportada en Kabul, me trasladé al aeródromo junto con los grupos avanzados de reconocimiento y sabotaje de la operación “Cascada” para incorporarlos a la 103.ª División. Esto fue el 26 de diciembre de 1979. Al llegar, me recibió el comandante de la unidad, quien se presentó formalmente:
Comandante de la 103.ª División Aerotransportada de la Guardia, Mayor General Ryabchenko.

Acto seguido, ingresamos en la tienda de campaña del puesto de mando, instalada en el propio aeródromo. Allí comenzamos la asignación de los grupos de la "Cascada" entre las distintas unidades y subunidades de la división. Ryabchenko convocó a sus comandantes, yo les presenté a los grupos, y juntos definimos con claridad las tareas que cada uno debía cumplir.


Jefe de Inteligencia de las Fuerzas Aerotransportadas de la URSS, Coronel de la Guardia Kukushkin:

26 de diciembre. El comandante de división, el mayor general Ryabchenko I. F., recibió información sobre la misión de combate. Los comandantes de unidades y subdivisiones conocieron a guías de entre los oficiales asesores. Estos debían conducir a las unidades hasta los objetivos de captura. Cada regimiento, batallón y compañía dentro del regimiento, y en algunos casos pelotón, tenía misiones de combate específicas, desarrolladas hasta el último detalle. El 350.º Regimiento de la Guardia PDP (Poltinnik) fue designado para la sección principal de la operación de combate por ser el regimiento mejor preparado. El comandante de este regimiento, el teniente coronel Shpak G. I., también fue considerado más experimentado.
A. V. Kukushkin. Paracaidistas saltan a Afganistán.

El sargento Sergei Odinets, del 350º Regimiento de Paracaidistas de la Guardia, recuerda:

Tras aterrizar en Kabul el 26 de diciembre, por orden de Georgy Ivanovich Shpak (comandante del regimiento), dos pelotones de paracaidistas de nuestro regimiento partieron hacia la villa de los saboteadores: los hombres de Zenit vivían en un edificio a las afueras de Kabul. Al cabo de un rato, nuestros oficiales se vistieron de civil y, haciéndose pasar por empleados de la embajada, salieron a la ciudad. Se dirigieron al edificio del Ministerio del Interior, Tsarandoy: esta era nuestra misión en la próxima operación. Mientras los oficiales realizaban el reconocimiento, nosotros nos preparábamos para el combate: preparábamos armas y equipo. Nuestra munición consistía en tres cargadores para un fusil de asalto Kalashnikov, dos granadas cada uno: F-1 y RGD-5, y cada uno tenía "Flies", lanzagranadas desechables RPG-18. Al anochecer, los oficiales regresaron, dibujaron un diagrama del edificio del Ministerio del Interior, las entradas y accesos, realizaron una sesión informativa y explicaron nuestra actuación.


Español El puesto de mando de reserva de la 103 División Aerotransportada, bajo el mando del subcomandante de división, el teniente coronel de la Guardia Yu. I. Dvugroshev, fue desplegado en el aeródromo de Bagram. El 357 Regimiento Aerotransportado de la Guardia, batallones separados de ingenieros, reparaciones y médicos, una compañía de reconocimiento, una compañía de vehículos motorizados y un batallón antiaéreo separado de la División de Vitebsk fueron lanzados en paracaídas aquí. El 345 Regimiento Aerotransportado Separado de la Guardia, bajo el mando del teniente coronel de la Guardia N. I. Serdyukov, también estaba estacionado en Bagram.

Es decir, había dos grupos de tropas aerotransportadas sin un solo mando en Bagram. En relación con esto, el 26 de diciembre, el subcomandante de las Fuerzas Aerotransportadas de la URSS para entrenamiento de combate, el teniente general V. N. Kostylev, dio la orden de incluir el 345 Regimiento en la 103 División Aerotransportada; En Bagram se creó un solo grupo aerotransportado, dirigido por el teniente coronel de la Guardia Yu. I. Dvugroshev.


Coronel de la Guardia Dvugroshev:

Tras conocerse y definir las tareas, los comandantes de unidad comenzaron a organizar la interacción, estableciendo y practicando la tabla de comunicación y las señales. La tabla de comunicación enviada desde el cuartel general de la división era la siguiente:

1. "Storm-333" - inició operaciones de combate.
2. "Zarevo-555" - alcanzó el objetivo.
3. "Uragan" - completó la tarea.
4. "Shtil-888" - completó la tarea.
5. "Burya-777" - dirigió el combate.
6. "Tishina-999" - no ofreció resistencia.

Según Yuri Ivanovich Dvugroshev, un grupo de cinco afganos, ubicados en un búnker cercano, entraban periódicamente en el ZKP de la división. Vestían abrigos, chaquetas marineras, gorras de soldado y botas. Como se supo más tarde, se trataba de miembros del nuevo gobierno de Afganistán, encabezado por Babrak Karmal. Karmal hacía la misma pregunta cada vez que aparecía en el puesto de mando de la reserva: ¿cuándo comenzaría la operación y qué estaba sucediendo en Kabul?

El plan para esta operación, denominada "Baikal-79", fue fruto del trabajo conjunto del Ministerio de Defensa y el KGB de la URSS.

Según el plan, el grupo combinado (unas 10.000 personas), compuesto por las Fuerzas Aerotransportadas (103.ª División Aerotransportada de la Guardia, unidades del 345.º OPDP de la Guardia), grupos especiales del KGB ("Trueno"), KUOS ("Zenith"), una compañía de guardias fronterizos y fuerzas especiales del GRU ("Batallón Musulmán"), debía tomar el Palacio Taj Beg, el Estado Mayor, el Cuerpo Central del Ejército, el Palacio Dar-ul-Aman, el servicio de inteligencia y contrainteligencia, el cuartel general de la Fuerza Aérea, el Ministerio del Interior (Tsarandoy), la prisión de Pul-i-Charkhi para presos políticos, el centro de televisión y otras instalaciones, además de bloquear la guarnición de Kabul, de 30.000 efectivos. El

oficial de guardia en el puesto de mando, coronel Chernyshev:

El jefe nos anunció la hora "H": las 21:00, hora de Kabul (19:30, hora de Moscú). Varennikov llamó. Quería saber a qué hora oscurecía. Le informé que ya oscurecería a las 16:30. Ya oscurecía a las cinco. Se recibió la orden de retrasar la hora "H" una hora y media, a las 19:30 (18:00, hora de Moscú). Hay dos puntos de control en el puesto de control: uno es nuestro puesto permanente, el del oficial de guardia, y el otro está en la sala de paracaidistas, contigua. Es el principal. Lo utilizan el coronel general Magomedov, el teniente general Ivanov y el teniente general N. N. Guskov. (El coronel general Magomedov es el asesor militar jefe; el teniente general Ivanov, el del KGB; el teniente general Guskov, las Fuerzas Aerotransportadas. Nota del autor).

A las seis, algunos líderes, preocupados por no haber dado todas las instrucciones importantes, estaban sitiando el teléfono de la ciudad. Y solo entonces, un líder desde la retaguardia se dio cuenta de que se estaba preparando un golpe. Se sorprendió terriblemente y corrió al teléfono, donde ya habían empezado a hablar en texto plano. Era necesario, como oficial de operaciones, prohibir estas conversaciones.

Coronel de la Guardia Kukushkin:

La operación comenzó a las 19:30 con la señal "Tormenta-333" transmitida por radio y una potente explosión en la central telegráfica destruyó (cortó) todas las líneas de cable, incluidas las internacionales, dejando a Kabul sin comunicaciones telefónicas ni telegráficas. Los

principales focos de hostilidades fueron: la residencia de Amin (palacio), el complejo de edificios del Ministerio de Defensa y el Estado Mayor, los edificios de la radio y televisión de Kabul; en el centro de la ciudad, el cuerpo de ejército; la prisión de Pul-i-Charkhi; y en Bagram, el desarme de los artilleros antiaéreos y la guarnición aérea.

Además, se planteó la difícil tarea de bloquear el avance del regimiento aerotransportado afgano en el centro de Kabul, en la fortaleza de Bala Hissar, y partes de dos divisiones de infantería en las afueras de Kabul. Por supuesto, los principales objetivos seguían siendo la residencia del dictador y el Estado Mayor.

Bagram. Coronel de la Guardia Dvugroshev:

A las 19:30 sonó el teléfono de la ZAS. Me llamaron urgentemente. La llamada provenía del Grupo Operativo de las Fuerzas Aerotransportadas. Estaba encabezado por el subcomandante de las Fuerzas Aerotransportadas, el teniente general N. N. Guskov, quien comandaba todas las fuerzas disponibles en Afganistán durante el derrocamiento del régimen de Amin. El grupo operativo estaba en Kabul. Se transmitió la señal esperada: "Tormenta-333". El aeródromo cobró vida al instante. Los disparos se fundieron en un único crujido y rugido.


Kabul. En la tarde del 27 de diciembre, al anochecer, las columnas de la 103.ª División Aerotransportada avanzaron por las rutas previstas.

El sargento Sergei Odinets, del 350.º Regimiento de la Guardia Aerotransportada, recuerda:

La tarde del 27 de diciembre, partimos hacia Tsarandoi. Llegamos al edificio en tres camiones. Tomamos el puesto de control sin oponer resistencia y comenzamos a avanzar por los pisos superiores desde la calle: les disparamos una salva de un RPG-18 "Fly".

Recorrimos la distancia desde el puesto de control hasta la entrada de un solo disparo y nos encontramos en el vestíbulo. Había disparos por todos lados; la metralla de una granada acribilló el lanzagranadas desechable que llevaba a la espalda. El traductor gritó: "¡Tienen un "Fly" ardiendo detrás de ustedes!". Me lo quité, pero ¿cómo iba a tirarlo? Podía explotar con el más mínimo golpe. El suelo era liso, de mármol; lo hice rodar con cuidado por el suelo hacia un lado. Resopló, siseó, humeó, pero, por suerte, no explotó.

Era un auténtico infierno: disparos por todas partes, silbidos de balas, metralla volando, rebotes... Al otro lado del pasillo, un guardia nos disparaba con una ametralladora; le disparé dos ráfagas y desapareció. De repente, un soldado de la guardia saltó por la puerta del semisótano donde habíamos trabajado antes: llevaba una PPSh colgada del cuello, se sujetaba la cabeza como si se hubiera vuelto loco por el estruendo y los disparos, y pasó corriendo junto a nosotros. Tuvimos que apretar el gatillo.

Entonces nuestro grupo empezó a abrirse paso. Subimos un tramo de escaleras, y en el segundo tramo, el capitán Muranov, del grupo Zenit, se abalanzó sobre nosotros. Probablemente esperaba que, tras semejante "procesamiento" con lanzagranadas en los pisos superiores, nadie quedara con vida... Pero se topó con una ráfaga de ametralladora. Parecían disparar desde el tercer piso. Lo bajamos, le inyectamos promedol y logramos abrirnos paso a los pisos superiores al segundo intento.

El edificio fue tomado en unos treinta minutos. Luego empezaron a recoger prisioneros del sótano y los pisos; estaban escondidos por todas partes. Desafortunadamente, hubo algunas bajas: un capitán del grupo Zenit murió en nuestro grupo, y tres paracaidistas, incluyéndome a mí, resultaron heridos.

El Estado Mayor de Afganistán estaba a cargo del 3.er Batallón del 350.º Regimiento de la Guardia Aerotransportada. Los acontecimientos en el cuartel general se desarrollaron de la siguiente manera: el comandante de la 103.ª División Aerotransportada de la Guardia, el mayor general Iván Fedorovich Ryabchenko, llegó para reunirse con Yakub, jefe del Estado Mayor de Afganistán, con el pretexto de negociar el despliegue de unidades de su división. El plan era neutralizar al jefe del Estado Mayor, Mohammed Yakub, y aniquilar al ejército.


El comandante de división estaba acompañado por dos de sus oficiales: los hermanos Stanislav y Pavel Lagovskiy. Su misión era garantizar la seguridad del general Ryabchenko. El grupo Zenit llegó con el pretexto de proteger al comandante de división. El general Ryabchenko presentó al superior de este grupo a Yakuba como su subcomandante para asuntos técnicos.


Con el inicio de la operación, los combatientes del grupo debían abrir fuego contra los guardias del Estado Mayor y destruir el centro de comunicaciones de la primera planta.

Y Yakub no debía tener la oportunidad de contactar con las tropas para movilizar a la guarnición de Kabul. En ese momento, llegó nuestro batallón y ya estábamos actuando juntos, capturando y despejando el edificio. Así debía haber sido según el plan. Pero resultó algo diferente.

Tras intentar destruir el centro de comunicaciones, los combatientes del grupo Zenit fueron rechazados. Los señaleros afganos del Estado Mayor les dispararon con armas automáticas, y los empleados del grupo tuvieron que retirarse. No volvieron a intentar asaltar el edificio, se refugiaron tras las columnas del vestíbulo y esperaron a que se acercaran los paracaidistas.

Tampoco todo fue bien en la oficina de Yakub. Se publicaron numerosas publicaciones en periódicos y revistas sobre estos sucesos, existen memorias de los propios empleados del grupo Zenit y libros de otros autores sobre el tema. Generalmente se presentan dos versiones de los hechos. Cuando se produjo la explosión, Yakub corrió hacia la radio y la ametralladora, que estaban sobre la mesa. Según una versión, los agentes de seguridad le dispararon en el acto; según la segunda, se rindió a merced de los vencedores. Solo después llegaron los paracaidistas.

En realidad, para cuando llegó el 1.er pelotón de la 7.ª compañía de paracaidistas (el pelotón de reconocimiento del batallón), el Jefe del Estado Mayor se había atrincherado en la sala de recreo junto a su oficina. Los agentes de seguridad no cuentan en sus memorias cómo logró escapar del grupo Zenit ni dan ningún detalle.

Finalmente, los paracaidistas capturaron a Yakub y destruyeron el centro de comunicaciones del Estado Mayor. Puede leer más sobre esto en artículos anteriores y en mi libro "La captura de Kabul (Cómo comenzó Afganistán)".

Varias veces durante la noche, hubo informes de tanques avanzando hacia la zona de Dar-ul-Aman. Tuvimos que dejar a varios combatientes con los prisioneros en el edificio del Estado Mayor, bloquear el paso al resto y prepararnos para la batalla. Más tarde nos enteramos de que el paso de los tanques estaba bloqueado por cañones autopropulsados ​​de la 103.ª División Aerotransportada.


Comandante de la división de artillería autopropulsada, teniente coronel de la Guardia Baranovsky:

Los hombres estaban en un estado de tensión: sus posibilidades de sobrevivir a la batalla eran escasas. Aunque el cañón de 85 mm de nuestro cañón autopropulsado podía perforar el blindaje lateral de los tanques, comprendí que no podríamos resistir mucho tiempo contra 150 vehículos de combate... Al llegar al lugar, ubiqué los cañones autopropulsados, los lanzagranadas y los cañones acoplados de forma que pudieran apoyarse mutuamente en un ataque de flanco. Un cañón autopropulsado estaba situado en medio de la carretera: si los tanques chocaban contra él a toda velocidad, se formaría un atasco durante un tiempo. El puente estaba minado, tras haber colocado una potente mina terrestre. Luego, los soldados arrastraron hasta allí un montón de paja y una bombona de diésel para, en caso de tener que aceptar un combate nocturno, poder iluminar los objetivos. Tres cañones autopropulsados ​​se dirigieron a un terreno elevado cercano, desde donde se podía ver la ubicación del regimiento de tanques afganos a través de los instrumentos. Y empezaron a esperar... Un tiroteo desesperado comenzó cerca; nuestros paracaidistas fueron a asaltar la prisión. El edificio, debo decir, era serio: los muros eran tan gruesos que fácilmente se podía pasar un coche por encima. Las puertas estaban blindadas, y los vehículos ligeros de combate de las tropas aerotransportadas no podían hacer nada con ellas. Entonces su comandante me pidió un par de cañones autopropulsados. ¿Por qué no ayudar a los chicos mientras reinaba la tranquilidad? Solo aconsejé a los artilleros que apretaran los cerrojos y las bisagras; los chicos tenían experiencia, podían meter un proyectil en un gorro de piel a medio kilómetro de distancia... Lo primero que hicieron fue apagar los reflectores ingleses con ametralladoras, arrancar las puertas de sus bisagras, embestirlas e irrumpir dentro. Y luego las tropas aerotransportadas se encargaron del asunto ellos mismos...

El teniente coronel de la Guardia Baranovsky menciona el asalto a la prisión de Puli-Charkhi. Unidades del 317.º Regimiento Aerotransportado operaban en estas instalaciones. La prisión era una auténtica fortaleza. Cuando los paracaidistas abrieron fuego contra las puertas desde el cañón del vehículo de combate aerotransportado, resultó que, para unas puertas tan grandes, un disparo de un cañón de ánima lisa del BMD era "como una gota en el océano". Entonces, artilleros autopropulsados ​​acudieron en su ayuda: primero dispararon con sus cañones y luego derribaron las puertas con un ariete.

El oficial de guardia en el puesto de control, el coronel E. V. Chernyshev, recuerda la toma del centro de televisión y radio. La compañía de reconocimiento fue desplegada para proteger el centro de comunicaciones del Asesor Militar Jefe, y el coronel Chernyshev fue encargado de supervisar la preparación de la compañía para las operaciones de combate.

E. V. Chernyshev:

La columna principal debía pasar por la calle principal, entre nosotros y Radio Afganistán, pasando la embajada estadounidense. Las columnas se acercaban. Un escuadrón con lanzagranadas antitanque fue enviado a Radio Afganistán y, en secreto, tomó posiciones preseleccionadas.

En el silencio general de la ciudad, se oía el rugido creciente de la columna que se acercaba. La compañía de reconocimiento se dirigió hacia la salida del centro de control. El BMD que encabezaba la columna derribó la barrera, sorprendiendo a los soldados afganos de guardia en el puesto de control, saltó a la calle, hizo un giro brusco a la izquierda, saltó a la calle principal a toda velocidad y atropelló un coche que circulaba a toda velocidad por ella. El resto de los BMD de la compañía corrió tras el líder. Los lanzagranadas antitanque retumbaron desde las emboscadas. Dos tanques fueron derribados. Se dispararon disparos aislados en respuesta. Se oyeron ráfagas de ametralladora. Las ametralladoras pesadas de los BMD traquetearon sordamente.

Aparecieron los primeros vehículos de la columna que se alejaban del aeródromo. Sin detenerse, recorrieron la calle principal a toda velocidad. Las luces del centro de control estaban apagadas. La pared frontal es transparente, de cristal. La vista es buena. Además, salimos a la plataforma. Desde allí, se veía claramente Radio Afganistán y los vehículos de combate con paracaidistas que avanzaban a toda velocidad por la calle principal. Se oía un intenso tiroteo en el territorio de Radio Afganistán. Densos rastros cruzaban todo el espacio. Se oyó una fuerte explosión, seguida de varias más. Apareció un resplandor. Las fuertes explosiones continuaron. Observando desde la plataforma, me di cuenta de que la munición estaba explotando en dos tanques incendiados por nuestros lanzagranadas. La seguridad de Radio Afganistán se defendía, respondiendo al fuego, pero los exploradores no permitieron que los tanquistas alcanzaran sus tanques.

El asalto al complejo de inteligencia y contrainteligencia afgano (KAM) fue llevado a cabo por dos pelotones de paracaidistas del 317.º Regimiento de la Guardia Aerotransportada, grupos de asesores militares y seis combatientes del grupo Zenit. Al amparo del fuego de ametralladora, los atacantes bloquearon el paso a los guardias y penetraron en el edificio principal, donde se reunieron con el asesor V. A. Chuchukin, que se encontraba allí. Hubo bajas: un herido leve.

La toma del cuartel general del Cuerpo de Ejército Central en el centro de la ciudad fue realizada con éxito por la compañía de reconocimiento de la división, la compañía de paracaidistas del 317.º regimiento y el grupo Zenit (6 personas).

Oficial de guardia, coronel E. V. Chernyshev:

28.12.79, viernes. A medianoche, todo estaba prácticamente terminado. El tiroteo había cesado. El trabajo estaba hecho. Sin embargo, llegaban informes de muertos y heridos de todas partes. Aquí se reveló un claro error de cálculo en la operación largamente preparada. No se había desplegado apoyo médico, no había fuerzas ni recursos médicos. Ahora se vieron obligados a recorrer las casas donde vivían las familias de los asesores para reunir a sus esposas, quienes se dedicaban a la medicina. Reunieron a todos en la clínica. Allí llevaron a los heridos y muertos. Había más de cien. Algunos estaban envueltos en sábanas empapadas en sangre.

Los disparos en la ciudad cesan. Pero la calma resultó ser engañosa. El jefe de inteligencia de las Fuerzas Aerotransportadas de la URSS, coronel de la Guardia Kukushkin:

Los guardias se rebelaron. Intentaron recuperar el complejo del Estado Mayor de los paracaidistas. Fue un intento desesperado por rehabilitarse como guardias leales del antiguo régimen. Desconozco quién incitó a los desafortunados guardias a este acto desesperado y sangriento.

El cuartel de la brigada de guardias estaba situado entre el Estado Mayor y el Palacio Taj Beg. En la noche del 27 de diciembre, los guardias no opusieron resistencia a las tropas soviéticas: las unidades no abandonaron el cuartel. Debido a la falta de comunicación en los primeros minutos, no comprendieron qué estaba sucediendo ni adónde dirigirse, si al palacio o al Estado Mayor, ya que se oían disparos en todas direcciones. No está claro qué los impulsó repentinamente a atacar a los paracaidistas.

Se desató una batalla. La artillería de la 103.ª División acudió en ayuda del 3.er Batallón de los "Cincuenta". En menos de una hora, el ataque de los guardias leales al dictador afgano fue repelido.

El comandante de la 103 División, el general de división Ryabchenko, ordena al comandante del tercer batallón, el capitán Frolandin, avanzar con el batallón hasta el cuartel de la brigada de seguridad, reprimir el motín de los guardias del dictador afgano y desarmar o destruir a quienes se niegan a deponer las armas.


Los BMD se acercaron rápidamente al cuartel. Todo estaba cerca, a la vista: el cuartel general, el palacio, el cuartel. Frente al cuartel, los obuses ya estaban en posición de disparar contra el edificio. Los vehículos de combate se alinearon con los cañones y también abrieron fuego. El impacto fue tan fuerte que el muro de uno de los cuarteles se derrumbó.

— Andrey Efimov, artillero de la 7.ª compañía del 350.º Regimiento de la Guardia Aerotransportada.

Coronel de la Guardia Kukushkin:

La artillería de la división entró en combate. Obuses de 122 mm y cañones de vehículos de combate dispararon directamente contra los guardias atrincherados en los cuarteles. Tras una hora y media o dos, el motín fue disuelto y los restos de los rebeldes fueron desarmados.

No está del todo claro cómo los guardias de Amin abandonaron tranquilamente la zona de Taj-Bek y atacaron al Estado Mayor y a los paracaidistas del 3.er Batallón del 350.º Regimiento Paracaidista de la Guardia. Se suponía que unidades del "Batallón Musulmán" bloquearían el cuartel de los guardias de Amin, y así lo hicieron, según sus memorias. Pero si esto es así, ¿por qué los leales a los terroristas nucleares del dictador oriental pudieron marcharse sin que nadie los persiguiera ni les disparara?

Sea como fuere, en la mañana del 28 de diciembre, Kabul estaba completamente bajo el control de los paracaidistas.


Volvamos a la pregunta: ¿qué no le gustó del libro de A. A. Lyakhovsky al primer comandante de Kabul, subcomandante de la 103.ª División Aerotransportada de la Guardia, coronel de la Guardia Yu. I. Dvugroshev? Probablemente no le satisfizo que la descripción de los sucesos de diciembre de 1979 en Kabul se redujera a un solo episodio: la muerte de Amin o el asalto al palacio.

El punto de vista de uno de los líderes de la Operación Baikal-79, el teniente general V. A. Kirpichenko, sobre esta interpretación de los sucesos:

Desafortunadamente, la opinión pública ha establecido firmemente una visión del pasado en la que todo lo que sucedió alrededor del palacio de H. Amin eclipsó otros eventos no menos importantes de esta producción dramática a gran escala. Por lo tanto, la toma del Estado Mayor General afgano, la Administración Central del Cuerpo de Ejército, el Centro de Radio y Televisión de Kabul, el Cuartel General de la Fuerza Aérea y la Defensa Aérea , el edificio del Ministerio del Interior de la DRA y varias otras instalaciones gubernamentales bajo control soviético se convirtieron en eventos secundarios.

Pero ¿fue este realmente el caso? Si intentamos responder a esta pregunta brevemente, debemos decir que no fue así del todo. Más precisamente, no en absoluto...

En una operación especial de tal escala que tuvo lugar en Kabul en diciembre del ya lejano 1979, no hubo nimiedades. Todas las tareas establecidas durante la misma estaban interconectadas y apuntaban a lograr un objetivo común.

Así, el asalto al palacio de Amín se convirtió en solo una parte de una operación de varias etapas llamada "Baikal-79".

Pero también existen versiones más graves de distorsión de los hechos. Un extracto del libro del coronel de la guardia Yu. I. Dvugroshev:

De las declaraciones del líder de "Grom", M. Romanov: "En la mañana del 28 de diciembre de 1979, después de la batalla, oí un rugido y vi aviones. Era la división de Vitebsk, que se acercaba para aterrizar en Bagram. Rezábamos por una sola cosa: que llegaran a tiempo".

Así es. Resulta que la división de Vitebsk no estaba en Kabul el 27 de diciembre de 1979. Esta distorsión, intencionada o no, de los hechos es, en esencia, una reescritura de la historia por parte de los participantes directos en los acontecimientos.

El oficial de servicio operativo en el puesto de mando, coronel Chernyshev:

Trágicos sucesos de diciembre de 1979 en Afganistán. En aquellos días, un soldado raso y un distinguido general cumplieron con su deber con determinación y sin vacilación, cada uno en su área. Ninguno dudó de la justicia de las órdenes recibidas ni de la necesidad de las medidas tomadas. Nadie mostró la más mínima señal de miedo, ni intentó distanciarse, para evitar participar en eventos de riesgo. Algunos murieron en el proceso, y fueron muchos. Quienes sobrevivieron recuerdan y celebran estos sucesos en su círculo cada año en diciembre. Todos merecen ser recordados. Numerosas publicaciones no reflejan la realidad de lo sucedido.

Se elogian exageradamente las acciones extremadamente inmorales de las fuerzas especiales del KGB, presentando como heroísmo el asesinato del presidente de un país amigo, sus familiares cercanos y antiguos compañeros de las unidades de seguridad presidencial. Al mismo tiempo, se ignora el asesinato de su propio coronel médico y, posiblemente, de un segundo coronel del KGB, participante en el asalto. La sed de premios y gloria jugó un papel importante. En el contexto de las descripciones del heroísmo de las fuerzas especiales que llenaron toda la prensa, las historias sobre las acciones de las unidades de paracaidistas, los asesores y algunas de sus esposas, los oficiales y generales del ejército y el grupo operativo del Estado Mayor se desvanecieron en las sombras.




martes, 26 de agosto de 2025

Mujeres: Encuentran los restos del Electra que pilotaba Amelia Earhart

El caso de Amelia Earhart podría estar a punto de resolverse

Descubrimiento satelital del Electra.




Una fotografía satelital mostró en julio de 2025 una forma similar al fuselaje del Lockheed 10-E Electra semienterrado en la arena de la laguna de la isla Nikumaroro, en Kiribati, a casi 1 000 millas de Fiji. El contorno coincide con la estructura de doble cola y dimensiones del aparato que Amelia Earhart pilotaba en su intento de circunnavegar el globo en 1937.
La localización se alinea con el último plan de vuelo y con la zona desde donde provinieron cuatro de sus llamadas de radio de emergencia, reforzando la hipótesis de que podría tratarse del avión perdido de Earhart.

Evidencias arqueológicas y testimonios

El director ejecutivo del Instituto de Patrimonio Arqueológico en Oregón, Richard Pettigrew, aseguró que las dimensiones y composición del “Objeto Taraia” corresponden al modelo Electra de Earhart, y que su ubicación se alinea con sus últimas llamadas de radio de auxilio. Además, hallazgos anteriores de herramientas de fabricación estadounidense y un frasco de medicamentos refuerzan la hipótesis de que Earhart y su navegante Fred Noonan pudieron haber aterrizado de emergencia y sobrevivido temporalmente en la isla1.
Próxima expedición: Taraia Object Expedition:
La Universidad de Purdue, que originalmente patrocinó su histórico vuelo, financia ahora una expedición conjunta con el Instituto del Legado Arqueológico (ALI). La “Taraia Object Expedition” partirá en noviembre de 2025 hacia Nikumaroro para confirmar si el objeto identificado es realmente el Electra desaparecido de Earhart. Purdue considera este paso como un homenaje pendiente a la aviadora y su legado innovador.
Con esta combinación de imágenes satelitales, evidencias arqueológicas y el apoyo institucional de Purdue y ALI, se abre la posibilidad más sólida hasta ahora de resolver uno de los mayores misterios de la historia de la aviación moderna.