sábado, 23 de junio de 2018

Cruzadas: Los lazaristas, caballeros leprosos

Los Caballeros de San Lázaro, los suicidas guerreros leprosos de las Cruzadas

JORGE ALVAREZ | La Brújula Verde


Balduino IV en Montgisard rodeado de su guardia lazarista /Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

A menudo parece que las órdenes de caballería se redujeran a una, la tan manida y adulterada del Temple, pero lo cierto es que hubo muchas más y una de las pioneras fue la de San Lázaro de Jerusalén.

Creada siglos antes de las Cruzadas y dedicada inicialmente a asistir a los peregrinos que acudían a los Santos Lugares, después se sumaría a las otras en lo de tomar las armas para defenderlos. Pero lo más significativo de esta institución es que, como indica su nombre, cuidaba especialmente de los leprosos, con la particularidad inaudita de que incluso los admitía en sus filas.

Es difícil hacerse una idea hoy de lo terrible que suponía sufrir ciertas enfermedades para las gentes de otros tiempos. No hablo sólo de males letales como el cólera o la Peste Negra (de cuyos fallecidos se encargaba la orden de los celitas o alexianos), sino de afecciones que, aunque no matasen al paciente, lo convertían en un proscrito, con lo que no sólo debía padecer los síntomas más o menos graves en su organismo sino que además quedaba marginado socialmente.

Hay un ejemplo muy evidente en la Historia: la lepra, cuyos síntomas resultan tan visualmente estigmatizantes que, junto con la posibilidad obvia de contagio, los enfermos eran apartados de la comunidad y/o recluidos en los llamados lazaretos.


Escudo de la orden/Imagen: Mathieu Chaine en Wikimedia Commons

La lepra, aunque actualmente no está considerada especialmente contagiosa gracias a los tratamientos, producía antaño auténtico terror por los nódulos deformantes que provocaba en la piel de quienes la padecían, confiriéndoles un aspecto terrible.

De origen bacteriológico (Mycobacterium leprae o Bacilo de Hansen), aunque relacionada con cierta predisposición genética al parecer, no se le encontró tratamiento hasta el siglo XX por lo que en otras épocas se recurrió al citado aislamiento y a la obligación, por parte del afectado, de llevar unas tablillas que debía hacer chocar entre sí para avisar de su proximidad y permitir que la gente se apartara a su paso.

Ese instrumento era conocido como tablillas de San Lázaro, porque dicho santo fue designado patrón de los leprosos y mendicantes. Y ese nombre se eligió también para bautizar a una de las órdenes hospitalarias que se dedicaba al cuidado de esos enfermos, presuntamente -según cuenta su tradición- desde que en el año 370 San Basilio Magno se proclamara maestre de una leprosería bajo la advocación de San Lázaro, aunque no sería hasta el siglo XI cuando se organizó como orden propiamente dicha.

La Primera Cruzada constituyó el contexto perfecto: Gerardo Tum, fundador de la Orden Hospitalaria y rector del hospital de San Juan de Jerusalén, puso las instalaciones a disposición del conquistador de la ciudad, Godofredo de Bouillon, quien le confirmó como maestre. Luego, se desgajó del hospital un lazareto extramuros.


Un leproso avisa de su presencia haciendo sonar las tablillas de San Lázaro / Imagen Dominio público en Wikimedia Commons

El primer documento que menciona la orden explícitamente es de 1227 (una concesión de indulgencias a quienes donen limosnas al hospital) y en 1255 una bula pontificia confirma que los lazaristas se regirán por la regla de San Agustín. Para entonces, los nuevos caballeros ya habían tomado parte en su primera batalla (Gaza, 1244), muriendo todos los participantes, y siguieron en esa línea en Mansura (1250) y otras campañas, incluyendo la defensa de San Juan de Acre ante los musulmanes.

En el año 1255 la constitución Cum a nobis promulgada por el papa Alejandro IV dotó a aquella orden hospitalaria de estructura militar, pasando entonces a regirse por la regla de San Basilio. ¿Por qué ese cambio? En realidad fue fruto de las circunstancias.

Como decía antes, una de las características insólitas de los caballeros de San Lázaro era que podían ser leprosos (aunque no participaban en la elección del Gran Maestre). Esta enfermedad, cuya infección favorecían las deplorables condiciones higiénicas de la guerra, afectaba a muchos miembros de otras órdenes militares, algo que les incapacitaba para continuar en ellas y encontraban en esta otra una alternativa para seguir con su estilo de vida como monjes guerreros.

Así parece deducirse de la lista de sucesores de Gerardo Tum (que falleció en 1120) y se corrobora en algunos fragmentos del Libro de Reyes del Reino Latino de Jerusalén, donde se especifica que los caballeros de San Juan y del Temple que hubieran contraído la lepra debían abandonar sus hábitos para tomar los lazaristas. Consecuentemente se fueron incorporando multitud de caballeros cuyo oficio, básicamente, era el de las armas, transformando o ampliando así el espíritu de su nueva orden.


Gerardo Tum, fundador de los hospitalarios/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El momento de auge de la orden tuvo lugar durante el reinado de Balduino III, joven monarca de trece años que contó con la regencia de su madre Melisenda, ya que uno de los cruzados, el rey Luis VII de Francia, se llevó consigo a su país a un grupo de caballeros lazaristas, que dieron así el salto a Europa.

Más tarde, en 1174, era coronado en Jerusalén Balduino IV, conocido como el Rey Leproso por razones obvias, a quien se atribuye la oficialización del nuevo carácter guerrero de la orden.

Balduino se hacía escoltar en sus campañas (batallas de Beqaa, Montgisard…) por un cuerpo de lazaristas que peleaban obstinadamente hasta la muerte porque al fin y al cabo ése era el destino que les esperaba en caso de derrota, ya que ningún enemigo estaba dispuesto a tener prisioneros con lepra y los ejecutaba inmediatamente.

De ahí la famosa hazaña del caballero Gismond D’Arcy, igualmente leproso, que en pleno combate y viendo que el rey había caído y era rodeado, le cubrió con su cuerpo y se cortó un brazo que arrojó a los atacantes, poniéndolos en fuga aterrorizados ante la idea de contagiarse. En su huida los islámicos abandonaron una bandera con el característico color verde mahometano, que a partir de entonces quedó asociado a la Orden de San Lázaro: una cruz de ese tono sobre fondo blanco..


Caballeros lazaristas / Imagen: st-lazarus.org.uk

Los lazaristas también pueden presumir de haber sido quienes protegieron las reliquias de la Santa Cruz que llevaba el obispo de Acre; lo hicieron en una batalla atroz, la de los Cuernos de Hattin (1187), que poco después permitiría a Saladino tomar Jerusalén.

La orden, que perdió sus posesiones en la ciudad santa, obtendría compensaciones en Acre tras su reconquista en la Tercera Cruzada, levantando un nuevo hospital y otra leprosería, y construyendo varios castillos. Se abrió un período de enriquecimiento que terminó abruptamente en 1244, cuando los cruzados recibieron una nueva y contundente derrota que supuso el exterminio de todos los lazaristas. Esta elevada mortandad entre los miembros de la orden se debía al motivo antes apuntado y se repetiría más veces a lo largo de su historia, como volvió a pasar en la defensa -y pérdida- de Acre en 1291.

Los escasos supervivientes que quedaban en Palestina se fueron a Europa, de cuyas fronteras ya no saldría la institución. Bajo la protección del monarca Felipe el Hermoso (el Capeto, no el de Borgoña) adoptó las formas que aún conserva en la actualidad, si bien no abandonaron las armas pues lucharon en el ejército de Juana de Arco.

El mayor peligro, no obstante, vino del intento del papa Inocencio VIII de unificar todas las órdenes en una bajo la adscripción a la de Malta; la Corona francesa eludió cumplir la orden de disolución y siguió manteniéndose ese vínculo entre lazaristas y reyes galos.

En la actualidad la orden sigue existiendo pero, evidentemente, ha abandonado la parte militar para centrarse en el cuidado de los enfermos; todos, no sólo los de lepra, pues de todas formas esta afección va siendo dominada y reducida poco a poco.

Fuentes: Gran Priorato de España de la Orden de San Lázaro / Leper Knights. The Order of St Lazarus of Jerusalem in England, C. 1150-1544 (David Marcombe) / Las órdenes militares: realidad e imaginario (María Dolores Burdeus, Elena Real y Joan Manuel Verdegal) / An abridged history of the Order of Saint Lazarus of Jerusalem (Charles Savona-Ventura).

viernes, 22 de junio de 2018

República Dominicana: Las mariposas asesinadas por el tirano

La trágica historia de las tres hermanas que lucharon contra la tiranía

Jorge Fernández Díaz

Jorge Fernández Díaz comenzó Pensándolo bien leyendo un artículo de Alfredo Serra que cuenta la trágica historia de las Mariposas, las tres hermanas Mirabal que fueron asesinadas por oponerse fervientemente al dictador dominicano Rafael Trujillo.



“Después de apresarlas, las condujimos al sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se llevara a una de las muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó a una de ellas, la de las trenzas largas, María Teresa. Alfonso Cruz Valerio eligió a la más alta, Minerva, yo elegí a la más bajita y gordita, Patria, y Malleta al chofer, Rufino de La Cruz. Ordené a cada uno que se internara en un cañaveral a orillas de la carretera, separadas todas para que las víctimas no presenciaran la ejecución de cada una de ellas. Traté de evitar este horrendo crimen, pero no pude, porque tenía órdenes directas de Trujillo y Johnny Abbes García. De lo contrario, nos hubieran liquidado a todos”.

(Testimonio de Ciriaco de la Rosa, uno de los asesinos, ante el tribunal, junio de 1962).

“La fiesta del Chivo” (Alfaguara, 2000), es posiblemente el último gran libro de Mario Vargas Llosa. No sólo por el brillante estilo de las tres historias que contiene –y que es sólo una–: también por la reconstrucción (perfecta obra de relojería) del plan de la resistencia para matar al tirano Rafael Leónidas Trujillo, amo y señor de horca y cuchillo que gobernó a la República Dominicana desde el 16 de agosto de 1930 hasta la noche del el 30 de mayo de 1961, cuando terminó su borrachera de poder omnímodo acribillado a tiros en la carretera que une Santo Domingo con San Cristóbal. Lo mataron los conspiradores Juan Tomás Díaz (general retirado), José Román Fernández, Antonio De la Maza (en venganza: Trujillo ordenó asesinar a su hermano), y Amado García, su custodio personal.

El pueblo dominicano –que por años lo había llamado “padrecito”– respiró la primera bocanada de libertad. Nadie olvidó los miles de encarcelados, torturados, asesinados en las mazmorras del dictador. Y mucho menos al mayor y más doloroso símbolo de la resistencia: las hermanas Mirabal. Las Mariposas. María Teresa, Patria, Minerva y Bélgica Adela (Dedé) Mirabal Reyes nacieron y se criaron en un hogar rural de buen nivel económico en Ojo de Agua, municipio de Salcedo. Su padre, Enrique, exitoso hombre de negocios, las hizo estudiar como internas en el Colegio Inmaculada Concepción de La Vega, regido por monjas españolas de la Orden Franciscanas de Jesús. Un mundo equilibrado y feliz.

Pero Trujillo habría de acabar con todo. Y también, entre tantos atropellos, con casi toda la fortuna de Enrique Mirabal.

Sus hijas, salvo Dedé, no tardaron en comprender que ese grotesco tirano cubierto de medallas falsas –se autocondecoraba– que se hacía llamar El Jefe, El Generalísimo, El Chivo (por su supuesto vigor sexual), El Padre de la Patria, tildado también El Chapita por su pecho ornado de chafalonías, sería el germen de la destrucción nacional. El Padre del Caos.

Y no tardaron en alistarse en la resistencia contra ese “enano huachafo (cursi) y criminal”, como lo definió Vargas Llosa. El grupo de oposición se llamó 14 de Junio en memoria de una fracasada insurrección contra Trujillo ese día de 1959. Pero la clandestinidad era caminar por una cuerda floja a punto de romperse.

Casi todo el país estaba controlado por el siniestro SIM (Servicio de Inteligencia Militar), cuyo máximo y más pérfido cerebro era un tal Johnny Abbes, más tarde reemplazado por el marino Cándido Torres Tejada, y al final por José (Pupo) Román Fernández, ambos militares y diestros jefes de las redes de delación y de las siniestras cárceles del Chivo.

A una de esas cárceles (La Victoria) fueron a parar varias veces dos de las hermanas Mirabal: Minerva y María Teresa, ambas casadas y madres, y también sus maridos. Todos padecieron torturas, y ellas, además, violaciones.

Pero La Bestia Negra –otro apodo de Trujillo– no estaba conforme. El 18 de mayo de 1960, las dos y sus maridos fueron juzgados “por atentar contra la seguridad del Estado dominicano” y condenados a tres años de prisión. Pero fue una trampa…

Apenas tres meses más tarde, el 9 de agosto y extrañamente, el tirano ordenó que Minerva y María Teresa fueran liberadas, pero no sus maridos. Un disfraz de generosidad para la tragedia que se incubaba: en realidad, todo estaba decidido de antemano, y paso a paso…

Primer acto. Trujillo le ordenó al general Román que mudara a los maridos de las hermanas a la cárcel de Salcedo, para evitarles el largo viaje desde sus casas hasta la cárcel de Victoria. Segundo acto.

El teniente Víctor Alicinio Peña Rivera recibe del general Román estas instrucciones, que mucho después recordará en su libro de memorias: “Hay que disponer el traslado a Puerto Plata de los esposos de las hermanas Mirabal. La justificación del traslado será el descubrimiento de armas clandestinas dirigidas al movimiento que ellas encabezan. La idea es que ellos nos ayuden a determinar si las personas apresadas son miembros de ese movimiento. Una vez terminado esto, les puedes decir que serán regresados de nuevo a Salcedo. Una vez trasladados les prepararás una emboscada en la carretera a las hermanas Mirabal. Deben morir. Se simulará un accidente automovilístico. Ese es el deseo del jefe”.

Al otro día, el cabo de policía Ciriaco de La Rosa llegó al cuartel del SIM en Santiago, pidió cuatro agentes y un vehículo, Peña Rivera designó a Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada Malleta, Néstor Antonio Pérez Terrero y Ramón Emilio Rojas Lora.

El 18 y el 22 de noviembre no se atrevieron a cumplir su orden de muerte porque las hermanas “viajaban con niños”. Pero el 25 iban sólo con el chofer Rufino de la Cruz y otra de las Mirabal: Patria.

Luego de visitar a sus maridos en Puerto Plata pusieron proa a Salcedo. A sus casas. Pero cuando el jeep llegó al puente de Marapica, cuatro hombres les cruzaron un cepillo: así llamaban al Volkswagen escarabajo. Las tres hermanas, a punta de pistola, fueron obligadas a subir a ese auto: el de sus verdugos.

Los dos vehículos llegaron al patio de la casa de Minerva y María Teresa, en La Cumbre, Salcedo. Peña Rivera repartió pañuelos de seda entre sus tres compañeros, “para ahorcarlas”. Los gritos de ellas no se oyeron: la casa era de adobe y estaba forrada con madera de caoba.

Luego, aun agonizantes, las remataron a palazos. Sus cuerpos –también el del chofer–, cargados en uno de los autos. Y el auto, arrojado al fondo de un barranco para simular un accidente y atribuirle los golpes mortales.

Sucedió el 25 de noviembre de 1960. Hace cinco décadas y siete años. Minerva tenía 26 años. Patria, 30. María Teresa, 36. Entre las tres, cinco hijos.

El final no las sorprendió: siempre sospecharon que estaban condenadas a muerte. Minerva llegó a proclamar:

–¡Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte!

No se equivocó. Rafael Leónidas Trujillo murió asesinado por la resistencia apenas seis meses después. Final celebrado por la mayoría del pueblo. A pesar de vivir postrado bajo la feroz tiranía del tan atroz como ridículo personaje investigado y descripto por Mario Vargas Llosa en su novela, el asesinato de las hermanas Mirabal, las “Mariposas” (nombre en clave que usaban para sus mensajes en la resistencia), desató un ciclón de furia, odio y alegría ante el cadáver del tirano que había decidido extender su poder ad infinitum: al morir tenía 70 años, pero previó que lo sucedería su hijo Ramfis. No pudo ser: éste murió a los 40 años en un accidente en la carretera de Burgos, España.

Pero el martirio de las Mirabal no se olvidó. La fecha de su muerte fue declarada como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Una provincia, una calle, una estación de subte, un monumento, un billete y hasta una nueva planta, la Salcedoa mirabaliarum, las recuerdan. Además del Museo Mirabal, que conserva sus ropas y sus habitaciones tal como estaban al morir.

También cinco películas y media docena de libros. En cuanto a los centenares de estatuas, bustos y placas con su nombre que ordenó Trujillo, nada queda. Basura de la Historia.

(Post scriptum: pero el castigo a los asesinos fue una farsa. Los instigadores y los autores materiales, condenados en junio de 1962 a treinta años de prisión… apenas cumplieron dos. Escaparon en masa aprovechando un levantamiento militar: un alto jefe les abrió la puerta de la Fortaleza Ozama, donde estaban recluidos. Y se dispersaron para siempre.)

jueves, 21 de junio de 2018

Guerra hispano-norteamericana: Carta del Jefe de la Armada española en memoria del Alte. Cervera

Carta abierta del jefe de la Armada a Ada Colau por el trato dado al almirante Cervera

por Esteban Villarejo | ABC






A continuación reproducimos la carta abierta que ha enviado el almirante jefe del Estado Mayor de la Armada Española (Ajema), Teodoro López Calderón, ante el hecho de que el Ayuntamiento de Barcelona quitara la calle al almirante Pascual Cervera Topete.

Un acto en el que la alcaldesa Ada Colau tildó al almirante Cervera, fallecido en 1909, de «facha». Sí, un calificativo político que él ni siquiera conoció.

Este trato es calificado de «decepcionante» por el jefe de la Armada Española:



«La Armada, como institución secular, cuyos valores y tradiciones han sido forjados a través de una larga historia, tiene la obligación de velar por el buen nombre y el honor de sus miembros, especialmente de aquellos que se han distinguido por algún hecho relevante afrontado con dignidad y espíritu de servicio.

Recientemente, el Ayuntamiento de Barcelona ha tomado una decisión que afecta al vicealmirante D. PASCUAL CERVERA TOPETE, Comandante de la Escuadra de Operaciones de las Antillas durante los hechos que dieron lugar a la pérdida de Cuba como territorio español, que, según lo informado en los medios de comunicación, se ha basado en una evaluación negativa de la actitud del almirante que daña a su honorabilidad y respetabilidad.


El almirante Pascual Cervera

La Armada custodia las hojas de servicio de sus miembros a lo largo de la historia, en las que constan los hechos contrastados de su actividad durante sus años de servicio. Ante el calificativo dado al almirante por la autoridad del Ayuntamiento de Barcelona para justificar su decisión, aporto una breve reseña sobre este insigne marino, conforme a los datos históricos que constan en los archivos de la Armada:

Nace D. Pascual en Medina Sidonia, Cádiz, el 18 de febrero de 1839, ingresando en el Colegio Naval Militar de San Carlos (San Fernando, Cádiz) el 30 de junio de 1852, cuando sólo contaba con la edad de 13 años, y recibiendo su despacho como alférez de navío con apenas 21 años.

Si se repasa la dilatada y brillante hoja de servicios de D. Pascual Cervera Topete, no cabe duda de que pueden encontrarse evidentes signos de lealtad, valor y sacrificio para el servicio a España. La primera prueba de ello fue su ascenso a teniente de navío por méritos de guerra durante su estancia en Filipinas los primeros años de su vida militar, en la lucha contra los rebeldes malayos y en los combates que se desarrollaron durante los asaltos a los fuertes de la Cotta de Pagalugan, defendiendo a la patria y reprimiendo la piratería filipina y joloana que se llevaba por delante vidas y haciendas.

También durante su primera estancia en Filipinas levantó cartas náuticas en costas intrincadas y peligrosas, así como socorrió a náufragos y a pescadores en peligro.

De vuelta en la Península, entre 1865 y 1868 estuvo a cargo de la formación de guardiamarinas. Siendo capitán de fragata, participó activamente en la lucha cantonal, defendiendo a la Primera República española, tanto en Cartagena como en Cádiz, siendo nombrado benemérito de la Patria.

Posteriormente volvió a Filipinas, donde ejerció el mando de la corbeta “Santa Lucía”, interviniendo en acciones de guerra en Mindanao, y en 1876 fue nombrado Gobernador de la isla de Joló.

De nuevo volvió a la Península y ocupó diversos cargos en el Ministerio de Marina. En 1879 fue comandante del buque escuela de guardiamarinas y en 1880 fue nombrado Comandante Militar de Marina de Cartagena.

Posteriormente, siendo Presidente de la Comisión de construcción del acorazado “Pelayo” y durante su estancia en Francia, se le concedió la condecoración de la Legión de Honor francesa.

Entre el 14 de diciembre de 1892 y el 23 de marzo de 1893 ocupó el cargo de Ministro de Marina en un gobierno liberal presidido por Sagasta, lo que pone de manifiesto que el Almirante Cervera tenía un pensamiento ciertamente liberal para su época. En la legislatura de 1893-94 fue elegido como senador por Cádiz, siendo durante este período Jefe de la Comisión de Marina de España en Londres.

Tras este paréntesis en su carrera militar, volvió al servicio activo en puestos de la Marina y en 1896 fue nombrado Comandante General del Arsenal de la Carraca (San Fernando, Cádiz).

Pero, sobre todo, D. Pascual Cervera Topete es conocido y será recordado por el cumplimiento del deber durante la defensa de Cuba contra las pretensiones de los Estados Unidos en 1898, obedeciendo las órdenes recibidas de enfrentarse al enemigo aun conociendo la inferioridad en que se encontraba la escuadra española con respecto a la de la Marina de Guerra de los Estados Unidos, lo que supuso la pérdida de la escuadra bajo su mando y de los territorios españoles en ultramar.

Tras la pérdida de la escuadra en Cuba, fue hecho prisionero por los Estados Unidos, junto con los supervivientes de las dotaciones de sus barcos. Al volver a España y tras el sobreseimiento de la causa (consejo de guerra) que se le incoara por la pérdida de la escuadra en Cuba, en la legislatura de 1903-04 fue nombrado senador vitalicio.

En 1902 se le dio el primer cargo público después de la Guerra, Jefe de Estado Mayor Central de la Armada, al que seguirían, en años siguientes, el de miembro del Consejo Supremo de Guerra y Marina; Capitán General del Departamento Marítimo del Ferrol; Jefe de la Jurisdicción  Central y Presidente de la Junta de Adjudicación de los barcos de la nueva escuadra en proyecto.

Falleció en Puerto Real (Cádiz) el 3 de abril de 1909, habiendo alcanzado el grado de vicealmirante. Desde el 19 de junio de 1916 sus restos descansan en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz), al considerarse que D. Pascual Cervera Topete fue un héroe para la historia.

 Por otra parte y ya ajeno al contenido de su hoja de servicios, el respeto que el almirante Cervera despertó en sus antiguos enemigos está patente en lugares a miles de kilómetros de España:

 Las dos ciudades más importantes de la República de Cuba exhiben bustos del almirante Cervera, sin ningún tipo de complejo. Uno se encuentra en el Castillo del Morro de Santiago de Cuba (desde 2005) y el otro en el Castillo de la Real Fuerza, de La Habana (desde 2012).

En 2015 el gobierno cubano organizó un homenaje a los marinos españoles caídos en la Guerra de 1898, en la costa oriental de Cuba. A 12 metros de profundidad, en el pecio donde reposan los restos hundidos del Crucero “Almirante Oquendo” se colocó una tarja (lápida) de bronce, y dos submarinistas, uno catalán y otro vasco, depositaron una corona de laurel alrededor de la misma, como reconocimiento de los cubanos a los marinos españoles muertos en el combate contra la Marina de los Estados Unidos.

Para la Armada ha sido decepcionante el trato y el calificativo dado al almirante Cervera por la autoridad municipal de Barcelona, ciudad de gran tradición marinera y muy vinculada a la Armada, con la que siempre ha mantenido una relación de afecto y cooperación cercana».

AG. Teodoro López Calderón

miércoles, 20 de junio de 2018

Arqueología naval: El Prinz August Wilhelm autohundido en Colombia durante la PGM

La increíble disputa detrás del naufragio de un lujoso buque alemán en el Caribe colombiano durante la Primera Guerra Mundial

El Prinz August Wilhelm fue hundido en Puerto Colombia por su misma tripulación, cuando recién se iniciaba la conflagración mundial y el país caribeño era tironeado de ambos lados de la contienda para que abandonara su neutralidad
Por Adriana Chica | Infobae



Hace 100 años, el estallido de la Primera Guerra Mundial cambió el rumbo del vapor alemán Prinz August Wilhelm (PAW) hacia aguas del municipio de Puerto Colombia, donde jamás volvió a zarpar. Los restos de su naufragio reposan cubiertos de corales a 18 metros de profundidad, donde por décadas se escondió la disputa política entre Estados Unidos y Alemania, que hizo que Colombia, sin querer, terminara tomando partido en el conflicto bélico en el que se había declarado neutral.


Cuando Alemania se convierte en la potencia enemiga de todos, el PAW queda atrapado de este lado del mundo, fondeado en la bahía de Santa Marta. Solo, porque sus barcos hermanos de la compañía alemana Hamburg Amerikanische Packetfahrt Actien Gesellschaft (HAPAG) habían sido vendidos a la Hamburg American Line y se refugiaban en el puerto de Nueva York; entonces, Estados Unidos mantenía su neutralidad en la guerra.

La historia da un nuevo giro con la destrucción del barco Lusitania frente a las costas de Irlanda, el 7 de mayo de 1915, por el ataque de un submarino alemán. El hundimiento se produjo en 18 minutos, acabando con 1.198 vidas, 123 de ellas norteamericanas. Ese fue el desencadenante de la entrada de Estados Unidos al conflicto, que como primera tarea creó la agencia naviera USS Shipping Board, cuya misión era apropiarse de las embarcaciones alemanas y austriacas refugiadas en las costas neutrales del Caribe y Suramérica.


El vapor alemán Prinz August Wilhelm fue hundido en Puerto Colombia por su misma tripulación en 1918, para evitar caer en manos enemigas durante la I Guerra Mundial.

Y ahí estaba el PAW, en uno de esos puertos, desde el 11 de noviembre de 1915. Las naves militares inglesas, francesas y estadounidenses empezaron a custodiarlo para apresarlo. Sabiéndose en peligro, el capitán August De Wall da vuelta al timón hasta llegar al muelle de Puerto Colombia, donde se sentía respaldado por la gran colonia alemana asentada en Barranquilla, a solo unos minutos del pueblo costero.

Lo que no sabía la tripulación del vapor alemán era que este ya había sido negociado a USS Shipping Board. Pero Alemania no permitiría que su embarcación quedara en manos enemigas. Al enterarse de que miembros de la agencia naviera habían llegado a Barranquilla el 21 de abril de 1918, el embajador alemán en Colombia entra en comunicación con su cónsul en la ciudad, Paul Grosser, quien a la vez da la orden al capitán de destruir su navío.

Así, la noche del lunes 22 de abril de 1918, dos tripulantes del PAW, Josef Sperer y Francisco Capell, ciudadanos alemanes, prenden fuego a la zona de mando, y sueltan las válvulas para que el barco se aleje del muelle y finalmente se hunda, a 500 metros de la punta del muelle de Puerto Colombia. El mismo capitán De Wall lo contó a la prensa de esa época.

"Mi tripulación consta de 19 marineros, cuatro de los cuales son compatriotas suyos. No se vaya a creer que el buque fue incendiado en el propio sitio donde se hallaba anclado. Listo el combustible, hice soltar las amarras. La brisa sacó el buque hacia afuera, lado izquierdo del muelle y a una distancia de una milla; seguro de no perjudicar en ninguna forma al puerto, ordené que se produjera el incendio. Las maderas del buque estaban resecas, con poca cantidad de petróleo en pisos y muros bastó para que el Prinz August se hundiera rápidamente", describió.

La prensa de la época publicó el suceso por varios meses.

Desde antes del suceso, Colombia había sido presionada por Francia e Inglaterra para destruir la antena inalámbrica del vapor alemán, acusado de ser espía. Supuestamente enviaba información a su gobierno sobre los barcos que ingresaban y salían de los puertos colombianos. Y que así también se hiciera con el resto de las embarcaciones alemanas: quitarles las baterías del área de control para interrumpir las comunicaciones.

Estados Unidos, incluso, instó a Colombia para que entregara al PAW. Pero el país no accedió, pues seguía latente el resentimiento por la separación de Panamá en 1903; orquestada por el gobierno de Theodore Roosevelt, luego de que el Congreso de la República que recién ingresaba no aprobara el tratado Herrán-Hay con el que los norteamericanos pretendían construir el canal de Panamá.


Fotografía donde se observa el pedazo del vapor alemán que quedó sin hundirse sobre la superficie del mar.

Sin embargo, la noche del incendio el barco encalló en un banco de arena y solo quedó sumergido el 50% del mismo, dejando al descubierto el plan. Con ello, Colombia tuvo que apresar a su capitán y tripulantes, quienes por varios meses estuvieron recluidos en una cárcel del municipio. Mientras que Estados Unidos presionaba para declarar a todo ciudadano alemán como un peligro para la sociedad. Finalmente, los marineros fueron eximidos y dejados en libertad. Y muchos rehicieron su vida en el modesto pueblo.

Reconstrucción del fragmento de historia bajo el mar

Durante décadas, esta increíble historia quedó escondida entre los restos coralinos del naufragio, ubicado a 1.700 metros de la punta del muelle de Puerto Colombia, a una profundidad de unos 18 metros, porque la sedimentación del río Magdalena que llega a esas aguas del Caribe no le permitió más. Era conocido en el pueblo porteño como 'El Alemán', muchos habitantes no sabían nada de él más que las piezas rescatadas que servían de adorno en sus casas.

Hasta que un buzo se interesó en el "oasis" que se había formado en los restos del barco, donde convive un extraordinario ecosistema marino que no se ve en otra parte de estos mares, tan cerca de la orilla. Se trata de Enrique Yidi, un empresario barranquillero que, en medio de una recolección de caracoles en todo el litoral Caribe, encontró 70 especies solo en ese lugar. "Entre el lodo que trae el río Magdalena, era algo insólito para un área tan pequeña, recolecté más de los que había hallado en todo el departamento", dice.


Los restos del vapor alemán están cubiertos por colares a 18 metros de profundidad.

Se propuso entonces investigar a 'El Alemán'. Le valió la lectura de más de 15.000 periódicos de Colombia y Nueva York de la época para reconstruir la bitácora del vapor alemán a quien ya le tenía un nombre: Prinz August Wilhelm, el mejor y más lujoso barco que había tocado puerto colombiano. Diseñado con las últimas tecnologías de ese entonces, con comunicación inalámbrica y más de 2 mil toneladas de metales preciosos; de aproximadamente 5.000 toneladas, en el que podían viajar hasta 791 pasajeros.

El PAW realizó su viaje inaugural el 26 de mayo de 1903, destinado al transporte de carga y personas, con ruta de Hamburgo-Nueva York-El Caribe. "Era el que traía el correo internacional, que eran cartas y postales. El barco, incluso, tuvo dentro un negocio de estampillas", cuenta Yidi. Y en cada uno de sus recorridos, mil historias iba dejando: las tormentas que amenazaron con hundirlo, el tiburón que casi devora a uno de sus pasajeros, el asesinato a bordo, los rescates de naufragios, y otras tantas que quedaron consignadas en el libro 'De la Gloria al Olvido', de coautoría con Álvaro Mendoza.


Estampilla encontrada en el Prinz August Wilhelm.

Pero de ese esplendor ya no queda casi nada. Muchos objetos fueron saqueados por los mismos porteños y luego comprados por Yidi para recuperarlos. Mientras buzos y pescadores desbalijaron las tuberías de bronce y cobre, y otras piezas de plata para venderlas a chatarrerías por un precio irrisorio. Las piedras preciosas, por supuesto, fueron robadas. Y todo ello comienza porque el barco no se hunde en su totalidad.

Las autoridades recomendaron cortarlo y desvalijarlo porque representaba un peligro para la navegación. "Eso genera un malestar porque complica la actividad portuaria de la ciudad. De hecho, existe una demanda de un ciudadano donde exige a la cancillería colombiana que pida una indemnización al gobierno alemán por los daños de ese naufragio", explica el arqueólogo Juan Guillermo Martin, quien desde 2015 realiza un estudio oceanográfico con un equipo de científicos de la Universidad del Norte, para determinar los procesos de deterioro y conservación del PAW.


Algunas de las piezas rescatadas del naufragio, que tienen más de 100 años.

Del barco fueron rescatadas más de 700 piezas, entre cerámicas y porcelana, elementos cartográficos, numismáticos (monedas y medallas), filatélicos (estampillas, sellos, postales, telegramas), vajillas (platos, tazas, cubiertos, copas), entre otros. Pero del exfolio al que aun sobrevive le aparecen otras amenazas naturales. Además de las malas prácticas de pesca, que incluyen explosivos que han deteriorado la estructura, aclara Martin, director del museo Mapuka.

"Hicimos una revisión de las condiciones oceanográficas de Puerto Colombia para evaluar el impacto de la corriente en el naufragio y el resto de la bahía. Encontramos que el barco está en un proceso de deterioro por la fuerte corriente que debilita la proa, hasta que termine partiéndose", explica el arqueólogo. La misma corriente que ha ocasionado más de seis desplomes al muelle de Puerto Colombia, dejando en pie solo 769 metros de su estructura en dos pedazos, de los 1.219 que tenía originalmente. Y a esto se le suma la erosión, que, según los investigadores, en cinco años lo romperá.


El arqueólogo Juan Guillermo Martin (derecha) se dispone para iniciar uno de los monitoreos a los restos del naufragio para evaluar su estado de conservación.

El equipo de científicos monitorea periódicamente el desarrollo de estos daños para poder encontrar una solución integral que permita conservar este fragmento de historia que custodia el mar, y que al cumplir los 100 años de su hundimiento el pasado 22 de abril se convirtió en patrimonio cultural sumergido de Colombia. Aunque para los porteños siempre será la evidencia material de que por Puerto Colombia entró la modernidad al país.


martes, 19 de junio de 2018

Edad Media: Guerreros y caballeros

Siete de los caballeros más famosos de la Edad Media: guerreros, eruditos, grandes líderes de los hombres

 Andrew Knighton | War History Online




Los caballeros medievales se encontraban entre las celebridades de su época: guerreros, líderes y eruditos. Se convirtieron en figuras de romance e inspiración, dándoles un estatus especial en nuestra imaginación.

Aquí están siete de los hombres más famosos que dieron su título a la caballería.

William Marshal (1146-1219)

Descrito como "el mejor caballero que jamás haya existido" por el arzobispo Stephen Langton, William Marshal se levantó de la nobleza menor para convertirse en el caballero más respetado de Inglaterra. Después de avergonzarse con un comportamiento enérgico en su primera batalla a la edad de veinte años, se unió al glamoroso circuito de torneos franceses, convirtiéndose en un combatiente popular. Después de la muerte de su amigo cercano Henry, hijo del rey Henry II, el mariscal hizo una cruzada en la memoria de su amigo.

Al regresar a Inglaterra, Marshal luchó por Enrique II, ayudó a gobernar el país en ausencia de Ricardo I y fue signatario de la Carta Magna durante la rebelión contra el Rey Juan. Después de la muerte de Juan en 1216, Mariscal se convirtió en el protector del joven Enrique III. Con 70 años, tomó el campo en la Batalla de Lincoln, derrotando la rebelión combinada y la invasión francesa que amenaza al joven rey. En su lecho de muerte, fue nombrado miembro de los Caballeros Templarios y enterrado en la Iglesia del Templo en Londres.


Cabeza de la efigie de William Marshal, 1er conde de Pembroke, en Temple Church, Londres. Por Kjetilbjørnsrud - CC BY-SA 3.0

Geoffroi de Charny (1300-1356)

Un noble francés, Sir Geoffroi de Charny era conocido por muchos como "un caballero verdadero y perfecto". También fue un estudioso de la caballería, escribiendo al menos tres libros sobre el tema. Su libro de caballería sigue siendo una de las fuentes más importantes sobre el comportamiento caballeresco del siglo XIV.

Luchando contra los ingleses en la Guerra de los Cien Años, Charny fue capturado dos veces. Tal era su reputación de honestidad que lo dejaron en cautiverio para obtener su propio rescate.


La batalla de Poitiers (1356) Eugène Delacroix.

Después de luchar valientemente en varias batallas importantes, Charny fue asesinado en primera línea en la Batalla de Poitiers, llevando el Oriflamme, el estandarte real francés, hasta el final.

James Douglas (1286-1330)

James Douglas era solo un niño cuando su padre murió luchando junto a William Wallace contra la invasión inglesa de Escocia. Enviado a París por su propia seguridad, fue allí donde aprendió los caminos de la caballería. A su regreso a Gran Bretaña, se encontró con que el rey Eduardo I no estaba dispuesto a restaurar las tierras de su familia, por lo que se unió a Robert the Bruce en la exitosa primera guerra escocesa de la Independencia.


Un luchador destacado en la guerra de guerrillas escocesa, Sir James capturó Douglas y Roxburgh Castles (1307 y 1314) y luchó en la famosa victoria escocesa en Bannockburn (1314). Se convirtió en uno de los compañeros más cercanos de Bruce, y fue conocido por los ingleses como el Black Douglas.


Una representación victoriana de Sir James (tercero desde la izquierda), y otros líderes de las Guerras de la Independencia por William Brassey Hole, parte de un mural en la National Portrait Gallery en Edimburgo, Escocia. Por William Hole - CC BY-SA 3.0

Cuando Bruce, ahora el rey Robert I, murió en 1329, le pidió a Sir James que llevara su corazón a Jerusalén. Desviado a una cruzada contra los sarracenos en España, Douglas vio a un caballero compañero envuelto en la Batalla de Teba. Lanzando el corazón de Bruce delante de él, cargó en medio de la lucha y murió como un guerrero hasta el final.

Sir Henry Percy (1364-1403)

La familia Percy era una de las más poderosas del norte de Inglaterra. A lo largo de los siglos XIV y XV, esta parte del país estuvo plagada de violencia, incluidas disputas locales, incursiones escocesas e incluso rebeliones. Sir Henry Percy, conocido como Hotspur, se convirtió en parte de esto.


El Pennon o estandarte volado por Sir Henry Percy alias Harry Hotspur y tomado de él en combate por James Douglas, conde de Douglas.

Caballero a la edad de 13 años, Hotspur luchó en su primera batalla solo un año después, ayudando a capturar el Castillo de Berwick. Resultó ser un excelente guerrero y líder, famoso por su habilidad y coraje en los torneos, en la cruzada en Prusia, en las guerras de Inglaterra con Francia y en la lucha contra los atacantes de la frontera escocesa.

Hotspur ayudó a poner al rebelde Henry Bolingbroke en el trono como el rey Enrique IV en 1399. Pero los dos se cayeron. El propio Hotspur se rebeló en 1403 y las fuerzas reales de Shrewsbury lo mataron en batalla. El rey lloró por la muerte de su amigo, pero mostró su cabeza en un poste como advertencia a otros traidores.

Tancredo de Hauteville (1075-1112)


Posible estatua de Tancred de Hauteville en el lado norte de la catedral de Coutances. Este es un reemplazo de 1875 para una estatua dañada en la Revolución Francesa. Por Giogo - CC BY-SA 3.0

Un señor normando del sur de Italia, Tancred se unió a la Primera Cruzada junto a su tío Bohemond de Taranto. La Primera Cruzada fue lo más cerca que estuvieron los cruzados de tomar la Tierra Santa, y Tancredo fue uno de sus líderes. Su coraje, su liderazgo y su habilidad política le permitieron forjarse tierras en el territorio conquistado, convirtiéndose en el primer Príncipe de Galilea y regente de Antioquía. Durante la próxima década, reforzó su posición, mientras que su reputación como caballero se extendió por toda Europa y a lo largo de los siglos. Murió de tifus, pero su leyenda vivió a través de Radulph de Caen, Gesta Tancredi.

Sir John Chandos (? -1370)



La muerte de Sir John Chandos en Lussac.

Un caballero Derbyshire de ascendencia normanda, Sir John Chandos llegó por primera vez a la fama por derrotar a un escudero francés en combate singular en el sitio de Cambrai en 1339. Se convirtió en una figura destacada en la corte del rey inglés Eduardo III, y un compañero cercano de el hijo y heredero del Rey Edward, el Príncipe Negro.

Famoso como hombre cortés y civil, Chandos fue un destacado diplomático inglés en las negociaciones con los franceses. Fue visto por algunos como la mejor esperanza para la paz. Pero como cualquier caballero de la época, también era un guerrero formidable. Se encontró con su muerte en la batalla, fatalmente herido en la víspera de Año Nuevo de 1369, murió al día siguiente, llorado por enemigos y amigos.

Edward de Woodstock, El Príncipe Negro (1330-1376)


Edward, el Príncipe Negro.

El hijo mayor del rey Eduardo III de Inglaterra, el Príncipe Eduardo de Woodstock, es una de las grandes figuras de la historia medieval.

La introducción de Edward a la realidad de la caballería fue dramática. A la edad de 16 años, estuvo a la vanguardia del ejército inglés en la Batalla de Crécy, donde participó en combates desesperados y se convirtió en un héroe para sus compatriotas. Diez años más tarde, dirigió a los ingleses en Poitiers, y por eso estuvo involucrado en dos de las tres mayores victorias inglesas de la Guerra de los Cien Años.

Dado el control de las tierras inglesas en Francia, Edward se convirtió en un estadista y también en un modelo de caballería. Parecía establecido para convertirse en uno de los reyes más grandes de Inglaterra, pero atrapó la disentería y murió un año antes que su padre, una gran vida acortada.

lunes, 18 de junio de 2018

SGM: ¿Cuál fue la falla de la máquina Enigma?

¿Cuál fue el defecto en la máquina Enigma?

Por Chris Higgins | Mental Floss




En la Segunda Guerra Mundial, los Aliados enfrentaron un dilema. La máquina Enigma alemana creó mensajes encriptados, y los alemanes cambiaron el código todos los días. Incluso si se rompió un código, esa solución solo fue buena para las transmisiones de ese día. Pero, finalmente, los criptógrafos de Bletchley Park, sobre todo Alan Turing, resolvieron el rompecabezas y construyeron una computadora gigante llamada Bombe para calcular soluciones. Entonces, ¿cuáles fueron las grietas en el código Enigma?

En este video, Numberphile profundiza en cómo funcionaba el cifrado Enigma, y ​​en un principio cómo los códigos diarios se rompían manualmente usando la conjetura, la inferencia y la fuerza bruta. Es un ejercicio fascinante, que se basa en algunos datos clave: en el cifrado Enigma, las letras nunca se convierten en sí mismas cuando se encriptan; las primeras transmisiones del día eran a menudo informes meteorológicos (esto era una falla de procedimiento más que técnica); y muchos mensajes terminaron con frases similares (una vez más, un problema de procedimiento, pero útil cuando se mira un gran volumen de texto encriptado). Al hacer algunas conjeturas, como adivinar que podría aparecer la palabra "clima" o "Hitler", un experto en criptografía podría romper manualmente un código Enigma.



Pero la solución de Turing convirtió este ejercicio manual en un momento trascendente para las computadoras. Si no estás familiarizado con Enigma, mira primero este explicador. Luego sintonice la discusión matemática a continuación para comprender cómo la máquina de Turing pudo romper los códigos Enigma en menos de 20 minutos todos los días. Disfrutar:

domingo, 17 de junio de 2018

Aztecas: La gran sequía de 1454 y el genocidio que le siguió

Cuando la gente “se uno-aconejó” 

La gran sequía de 1454 en la Cuenca de México

Leonardo López Luján | Arqueología Mexicana




Las acciones desesperadas de los seres humanos ante los efectos devastadores de la naturaleza quedan en ocasiones registradas en los contextos arqueológicos. Un depósito ritual excavado en las ruinas del recinto sagrado de Tenochtitlan nos remite a un holocausto que se realizó a mediados del siglo XV para aplacar la furia de los dioses de la lluvia. El análisis de dicho contexto a la luz de los datos de la arqueología, la antropología física, la historia y la meteorología nos ayuda a dilucidar con inusual detalle cómo y por qué se realizó esta ceremonia sangrienta.

Un descubrimiento excepcional

En el verano de 1980, a escasos días de mi ingreso al Proyecto Templo Mayor en la Ciudad de México, el profesor Eduardo Matos Moctezuma me encomendó explorar un área que hasta hacía poco había sido ocupada por un edificio moderno de cinco niveles. Bajo sus cimientos de concreto, según consta en mi diario de campo, comenzaban a emerger vestigios de la época colonial, entre ellos el fuste de una columna, el estribo de una silla de montar, una pulserita de perlas y abundante cerámica vidriada. También se adivinaban, a escaso metro y medio del nivel de la calle de Argentina, los maltrechos muros de una caja cuadrangular de piedra, los cuales pronto nos revelaron que encerraban un espectacular depósito ritual de tiempos mexicas.

 Al confirmar su presencia el 28 de julio, lo bautizamos con el poco romántico nombre de “Ofrenda 48” e integramos un equipo de trabajo con el experimentado oficial Maximiliano Acevedo, el jovial restaurador Ezequiel Pérez, el joven fotógrafo Salvador Guilliem y el autor de estas líneas. Por instrucciones expresas del profesor Matos, seríamos supervisados por el pasante de arqueología Francisco Hinojosa y por el pasante de antropología física Juan Alberto Román, quienes fijarían las estrategias de excavación y registro de la información. A partir de ese momento y hasta el 7 de enero del siguiente año en que extrajimos el último objeto de la caja, nuestras actividades fueron tan intensas como apasionantes.

La arqueología

 La Ofrenda 48 se localizaba en el sector noroeste del Templo Mayor de Tenochtitlan, es decir, dentro de la mitad de la pirámide consagrada al culto de Tláloc y sus asistentes, los diminutos tlaloque (López Luján, 1982, 1993). Estaba contenida en una caja de sillares, cuyos muros fueron levantados de manera improvisada sobre un pequeño altar de la etapa IVa, la cual se remonta al reinado de Motecuhzoma Ilhuicamina (1440-1469 d.C.). El espacio interno de este amplio receptáculo cuadrangular estaba estucado y medía 170 cm de norte a sur, 111 cm de este a oeste y al menos 54 cm de profundidad. Por desgracia, tanto la caja como buena parte de su contenido más superficial habían sido severamente alterados por los fundamentos de un inmueble del virreinato.

Tomando como base de análisis nuestros informes de campo es posible reconstruir de principio a fin los pasos seguidos a mediados del siglo XV en el ritual que dio origen a la Ofrenda 48. Puede decirse de manera sucinta que los oficiantes de la ceremonia comenzaron la oblación depositando en el fondo de la caja una capa homogénea de arena gris oscura de origen marino. A continuación, acomodaron sobre ella varios cadáveres de niños, la mayoría en decúbito dorsal flexionado, es decir, recostados boca arriba y con las extremidades contraídas. Debieron de haberlos sepultado con ricos atavíos, pues algunos de los esqueletos que exhumamos aún conservaban sus collares elaborados con diminutos chalchihuites, en tanto que otros dos lucían sobre el pecho discos de madera –de 27 y 32 cm de diámetro, respectivamente– recubiertos con mosaico de cerúlea turquesa. Resulta interesante que cinco esqueletos tuvieran todavía una cuenta de piedra verde en el interior de la cavidad bucal.

 Como parte de un tercer nivel, los oficiantes dispusieron muchos más cadáveres infantiles, aunque en esta ocasión salpicados con pigmento azul, y mancharon del mismo color las esquinas noroeste, suroeste y sureste del depósito ritual. Por encima de estos cuerpos inertes, distribuyeron después varias calabazas –en el norte, el centro y el sur de la caja–, así como caracolitos marinos, una concha tallada en forma de flor, pequeñas aves, una navajilla de obsidiana y copal. Finalmente, en lo que parece haber sido la capa más elevada de la ofrenda, colocaron al menos 11 esculturas de tezontle policromado de unos 30 cm de altura, las cuales imitan jarras con el rostro de Tláloc. De manera significativa, las recostaron deliberadamente sobre uno de sus flancos, orientándolas en sentido este-oeste. Entreverados con las esculturas recuperamos ahí numerosos huesos humanos rotos y sin relación anatómica, pedacería de estuco –quizá de la tapadera original de la caja– y muchos fragmentos de alfarería española y novohispana.

Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris Nanterre y director del Proyecto Templo Mayor, INAH.

López Luján, Leonardo, “Cuando la gente ‘se uno-aconejó’ La gran sequía de 1454 en la Cuenca de México”, Arqueología Mexicana núm. 149, pp. 36-45.




Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:

http://raices.com.mx/tienda/revistas-desastres-en-mexico-AM149

sábado, 16 de junio de 2018

Guerra antisubversiva: La impunidad de la izquierda argentina

La causa Larrabure y el manto de impunidad

El camino hacia la necesaria reconciliación de nuestra sociedad continuará lamentablemente bloqueado si la Justicia no aplica las Convenciones de Ginebra

La Nación


La Cámara Federal de Rosario debe resolver próximamente si el horrible asesinato del coronel Argentino del Valle Larrabure, ocurrido en agosto de 1975, conforma o no un crimen de lesa humanidad. Por unanimidad, los miembros del Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema de Justicia determinaron que el coronel Larrabure fue estrangulado tras un largo cautiverio en manos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en condiciones absolutamente infrahumanas que debió soportar a lo largo de 372 interminables días.

La circunstancia apuntada derivó en la reciente publicación de una solicitada titulada "No hay equiparación posible", en la que un buen número de intelectuales y representantes de entidades de derechos humanos sostiene que los delitos cometidos tanto por el ERP como por Montoneros están prescriptos y que solo serían crímenes de lesa humanidad los cometidos por el Estado o sus agentes. De esta manera -de espaldas al Estatuto de Roma- se intentó clausurar un debate abierto y, peor aún, imponer una suerte de patrullaje ideológico, tanto moral como jurídico. Otros intelectuales de prestigio, como el historiador Luis Alberto Romero, han señalado que no se puede creer ni en verdades definitivas ni en imposiciones autoritarias respecto de todos los asesinatos cometidos en la trágica década de 1970. Romero se ha preguntado asimismo acerca de qué es lo que lleva a una persona a trasponer de pronto la línea moral expresada en el mandamiento "no matarás", así como por qué los argentinos no fueron más explícitos en su repudio y, en algunos casos, hasta intentaron justificar lo injustificable.

En el caso Larrabure, la parte actora sostiene que la norma por aplicar es necesariamente la del artículo 3 de las Convenciones de Ginebra de 1949 que, transformadas en derecho interno argentino en 1957, prohíben de modo expreso torturar y asesinar a los prisioneros de guerra. Esa norma debió, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ser respetada por igual tanto por quienes atacaron como por quienes defendieron el Regimiento de La Tablada, en 1989. Con las Convenciones de Ginebra de 1949 en mente, el Tribunal Oral de La Plata ordenó recientemente, en el caso "Castillo", investigar los crímenes que pudieron haber sido cometidos por Montoneros contra los miembros de la llamada Concentración Nacional Universitaria. Lo hizo atento a que las Convenciones de Ginebra son ciertamente aplicables al conflicto armado interno de los 70, en el que intervinieron no solo el Estado argentino, sino también ejércitos irregulares, con uniformes, grados y reglamentaciones propias.

Parecería que ha comenzado a aplicarse la ley, según corresponde. A todos, por igual. Así se resquebraja el manto de impunidad que hasta ahora ha beneficiado a quienes derramaron sangre desde la guerrilla.

Es hora de ser rigurosos frente a la ley. El ERP admitió y consintió expresamente, en el que fuera un claro acto propio, la aplicación de las Convenciones de Ginebra de 1949. Esto surge con meridiana nitidez de la carta que fue forzado a escribir el teniente coronel Jorge Ibarzábal, en enero de 1974, publicada en su momento en el Nº 29 de Estrella Roja, órgano oficial de la organización terrorista, que dice: "Fui trasladado a la cárcel del pueblo en calidad de prisionero de guerra de un ejército enemigo y sujeto a las normas establecidas en Ginebra para estos casos".

Meses después, el mencionado militar fue cobardemente asesinado, en cumplimiento de la política anticipada en el Nº 40 de Estrella Roja. Allí se advirtió: "Mientras el ejército opresor no tome guerrilleros prisioneros, el ERP no tomará oficiales prisioneros y a cada asesinato responderá con una ejecución de oficiales indiscriminada. Es la única forma de obligar a una oficialidad cebada en el asesinato y la tortura a respetar las leyes de la guerra". De ese modo, anunció que la organización dejaba de respetar y aplicar las Convenciones de Ginebra de 1949.


Mientras la Justicia argentina no reconozca la aplicabilidad de las Convenciones de Ginebra de 1949 a todos quienes, de uno y otro lado, las violaron en los 70, la actual impunidad de algunos no desaparecerá y el camino hacia la necesaria reconciliación de nuestra sociedad continuará lamentablemente bloqueado.


La carta de otra víctima




AL PUEBLO

Con relación al copamiento de que fue objeto la Guarnición Azul por parte del ERP la noche del 19 de enero de 1974, pongo en conocimiento del pueblo lo siguiente:

  1. Que durante los sucesos fui hecho prisionero conjuntamente con la señora esposa del coronel Gay, una hija y un hijo de este, un joven amigo del hijo del coronel y dos soldados.Así permanecimos hasta que se produjo la retirada, período en el cual fuimos tratados correctamente.
  2. Con posterioridad, fui trasladado a la cárcel del pueblo en calidad de prisionero de guerra de un ejército enemigo y sujeto a las normas establecidas en Ginebra para estos casos.
  3. En la cárcel del pueblo me tratan con corrección y mi estado de salud actual es bueno.


Jorge R. Ibarzábal

Teniente coronel