viernes, 3 de octubre de 2025

PGM: La retirada de Marzo

La retirada de Marzo



 

La “Retirada de Marzo” de 1918 se recuerda como una de las peores derrotas en la historia del ejército británico. Después de cuatro años de estancamiento, en su ofensiva de primavera los alemanes usaron nuevas tácticas de artillería e infantería para romper las trincheras del Quinto Ejército británico y volver a una guerra de movimientos. El Quinto Ejército perdió gran cantidad de hombres y cañones capturados, y tuvo que retirarse apresuradamente. Alimentados por informes inexactos de la prensa, los rumores de desastre ganaron peso cuando el primer ministro David Lloyd George, en un discurso al Parlamento el 9 de abril de 1918, puso en duda el desempeño del Quinto Ejército y de su comandante, el general Sir Hubert Gough, destituido al octavo día de combate. Gough lo resumió con amargura: “Todos coincidieron en que la causa real de la retirada fue mi ineficiencia como general y el espíritu pobre y cobarde de oficiales y hombres”. Pero esta visión tradicional es engañosa: el Quinto Ejército no fue derrotado tan gravemente como se dijo, la ofensiva de primavera alemana fracasó en su conjunto, y ese fracaso representó una victoria defensiva británica.

A fines de 1917, Alemania tuvo una oportunidad única para ganar la Primera Guerra Mundial. Rusia, derrotada en el campo, había colapsado en revolución, liberando tropas para el frente occidental: en la primavera de 1918, Alemania podía desplegar 192 divisiones contra 156 aliadas. La guerra submarina sin restricciones, iniciada a comienzos de 1917, había fracasado: no sólo no hundió a Gran Bretaña, sino que empujó a EE.UU. a entrar en guerra. El alto mando alemán (Hindenburg y Ludendorff) decidió apostar todo en una ofensiva en el oeste antes de que llegara la fuerza estadounidense. El plan, llamado Operación Michael, apuntaba a golpear en el sector Somme–Arras, romper el frente británico y girar al norte para envolver su flanco.

Los alemanes tenían dos grandes ventajas: superioridad numérica local (Gough defendía 67 km de frente con 12 divisiones frente a 43 alemanas, y con menos de la mitad de artillería pesada) y tácticas de asalto más pulidas. Los británicos habían adoptado la defensa en profundidad, con zonas Avanzada, de Batalla y Retaguardia, pero muchas veces la retaguardia no estaba terminada y se llenó la línea avanzada con demasiada tropa, algo contrario al manual.

El 21 de marzo a las 4:20, la artillería alemana inició un bombardeo masivo bajo la dirección de Bruchmüller. La niebla densa favoreció el asalto, y para el final del día el enemigo había capturado casi todas las zonas avanzadas y roto el frente sur. Aun así, no lograron todos sus objetivos y sufrieron unas 40.000 bajas en la primera semana.

El 23 de marzo, Ludendorff cambió sobre la marcha el plan original: hizo de la 18ª Armada de von Hutier el eje principal, buscando abrir un hueco entre británicos y franceses. Esto dispersó su esfuerzo y debilitó el avance. Mientras tanto, la retirada británica se hacía caótica: carreteras atestadas de tropas, vehículos, artillería y suministros. El 27 de marzo Gough fue relevado del mando.

El 26 de marzo se designó al general francés Foch como comandante supremo aliado, lo que evitó una ruptura de coordinación. El 28 de marzo, los alemanes lanzaron Operación Mars contra el Tercer Ejército de Byng, pero fueron rechazados con fuertes pérdidas, al atacar posiciones mejor preparadas y sin las ventajas iniciales. Ludendorff terminó deteniendo los ataques el 5 de abril, tras ser frenado a sólo 16 km de Amiens por fuerzas australianas y británicas en Villers-Bretonneux.

La ofensiva Michael se dio por terminada, dejando claro que, pese a los avances iniciales y la retirada británica, el objetivo estratégico alemán había fracasado.

miércoles, 1 de octubre de 2025

Córdoba: El hombre mosca en Alta Córdoba

Un fantasma quita el sueño a vecinos de Alta Córdoba





Hay un sector muy poblado de Alta Córdoba, que está viviendo nerviosas expectativas nocturnas, ante la presencia —según dicen— de un "aparecido", que desaparece cuando se cansa de sacar el Jesús a los labios de los asustados. Las “visiones” a estar con las “mentas” de la gente que no se le escapa ni el salto de una modesta pulga en el barrio, tienen por centro de irradiación la manzana comprendida entre las calles Lavalleja, Jerónimo Cortés, Jujuy y Antonio del Viso. Ahí, —si nos atenemos a las referencias— está la cosa!

Dicen nuestros informantes, que se trata de una especie de “hombre mosca”, que asciende por las paredes como si fuera pisando en escalones. La “visión” es un hombre, muy ágil y hasta elegante, que se cubre el rostro con un antifaz. Sale un poquito antes del “filo de la media” noche, aunque haya luna. Se da unos paseos por los techos; pasa hasta la iglesia del Corazón de María; arroja piedras, con alguna certeza contra los peatones o los vecinos enamorados que se quedan en las puertas sin acostarse temprano y hasta emite un grito como el del “Tarzán” del cine. El caos es que desde hace más de una semana, este “fantasma” que hasta ahora no ha hecho más daño que quitarle el sueño a muchos chicos y hasta ciertos grandes también, se pasea por la manzana citada, sin que hasta la fecha nadie se le atreviera a preguntarle si es alma en pena, o si anda investigando algo, y eso que hasta la policía interviene. Es así en efecto, ya que antenoche, por ejemplo, se solicitó permiso en algunas casas para apostar vigilantes en los fondos, con instrucciones de darle un sustito al “aparecido”. Los agentes —que por lo general tienen un pizca de superstición— o hicieron la vista gorda, o se simularon dormidos, por que el “hombre mosca” hizo sus demostraciones de acrobacia sin que le molestaran. Se nos informa que un vecino ha colocado un poderoso reflector, con el fin de iluminar al “fantasma” y encandilarlo, si es posible, hasta que le puedan echar el guante, pero que el muy vivo, no se subía dentro del radio del citado reflector. Entre los vecinos, que ya ven prolongarse por muchas noches los paseos de fantasmas no policías por los techos de sus casas, con los consiguientes peligros de que las piezas se les lluevan de tanto pisoteos en chapas de zinc y en defensa de sus muchos sueños atrasados, han resuelto formar varias cuadrillas “volantes”, para dar caza al fantasma del cuento, que según parece, muy pocos lo vieron “con sus propios ojos”, por que la mayoría cree que existe, porque los “julepeados” lo pintan en un forma muy realista, y tanto es así, que hasta la policía parece creer en que se les tiene que ver con un alma en pena, que se distrae haciendo macanas. Esperamos que se le animen y lo atrapen sin desoHarlo mucho.

martes, 30 de septiembre de 2025

Biografía: Jacob H. Schiff

Jacob H. Schiff





Jacob H. Schiff, nacido Jacob Hirsch Schiff (también escrito Heinrich luego Henry) (10 de enero de 1847, Fráncfort del Meno - 25 de septiembre de 1920, Nueva York) fue un banquero y filántropo judío americano. 


Biografía

Descendiente de una familia de judíos rabínicos de Hesse cuyo linaje se remonta al siglo XIV, su padre era un corredor de banca de los Rothschild en Fráncfort.

Después de estudiar en Alemania, se mudó a Estados Unidos en 1865, donde cambió su nombre a Jacob Henry Schiff, y trabajó como empleado para la firma de corretaje Frank & Gans. En 1867, fundó su propia firma de corretaje, “Budge, Schiff & Co.”, que quebró en 1873.

Después de una estancia en Europa donde hizo contacto con el mundo bancario alemán, regresó en 1875 a Estados Unidos y trabajó en el banco Kuhn, Loeb & Co, fundado en 1867 por Abraham Kuhn y Solomon Loeb (por razones estratégicas, la hija de este último había estado casada con Jacob Schiff). En 1875, Schiff asumió la dirección de Kuhn, Loeb & Company. Bajo su liderazgo, el banco creció considerablemente: participó en el financiamiento de la Union Pacific, creó la Northern Securitics Company, que aniquiló la competencia entre las empresas de ferrocarriles estadounidenses. Además ocupó otros cargos en el mundo empresarial: Director de Equitable Life Assurance Society, National City Bank of New York, Central Trust Company, Western Union Telegraph Company, Union Pacific Railroad y Bond & Mortgage Guarantee Company. Fue elegido director de Wells Fargo & Company en septiembre de 1914 para suceder a su cuñado, Paul Warburg, quien había renunciado para aceptar un nombramiento en la Junta de la Reserva Federal

Hostil al zar Nicolás II (a quien llama "el enemigo de la humanidad"​) y a la aristocracia rusa después de los pogromos sufridos por los judíos de Rusia, prestó - a través de su banco Kuhn, Loeb, and Company - 200 millones de dólares (equivalente a 5300 millones de dólares en 2023) para el gobierno japonés durante la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905), para ello Schiff se reunió con Takahashi Korekiyo, vicegobernador del Banco de Japón, en París en abril de 1904.​ Además, se esfuerza por organizar a partir de los pogromos rusos de 1894 el bloqueo financiero del zar. En 1905, Japón le otorgó la Orden del Tesoro Sagrado y, en 1907, la Orden del Sol Naciente, en la categoría de Estrella de Oro y Plata, la segunda más alta de las ocho clases de dicha Orden. Schiff fue el primer extranjero en recibir la Orden en persona del emperador Meiji en el Palacio Imperial. Al final de la guerra, Jacob Schiff junto con varios miembros prominentes de la comunidad judía estadounidense, como el Gran Maestro de la Orden de B'nai B'rith Adolf Kraus y el Secretario de Comercio y Trabajo de EE. UU. Oscar Straus - aprovecharon las negociaciones de paz en Portsmouth para presentar quejas al representante ruso, Serguéi Witte sobre la situación que enfrentan los judíos en Rusia. Como cuenta en el primer volumen de sus memorias, el conde de Witte, le reprochó por exagerar la situación de los judíos en Rusia (Antes de la guerra, Jacob Schiff había ayudado económicamente a la comunidad judía en Rusia,​ parte del cual había sido golpeado por pogromos). 

domingo, 28 de septiembre de 2025

La otra traición: Chile en la Vuelta de Obligado

Chile y la jugada oculta en tiempos de la Vuelta de Obligado



Introducción: las cosas que la historia olvida

La historia suele callar lo que incomoda. Nos enseña a repetir fechas, nombres de batallas, próceres de bronce, pero olvida los silencios, las grietas, las jugadas ocultas. Una de esas verdades incómodas es que mientras Rosas encadenaba el Paraná en la Vuelta de Obligado para resistir a ingleses y franceses, Chile jugaba sus cartas en silencio para quedarse con la Patagonia y el Estrecho de Magallanes.
La memoria oficial pinta el cuadro con brochazos fáciles: un pueblo resistiendo a dos imperios. Y es cierto. Pero en la sombra, un vecino aprovechaba la distracción para plantar su bandera en el sur. En 1843, Chile levantó Fuerte Bulnes en Punta Santa Ana. Cinco años más tarde, mudó su colonia a Punta Arenas, mejor ubicada, más defendible. Allí quedaría para siempre.
Europa lo toleró, incluso lo celebró en privado. En los informes consulares se repetía la palabra mágica: “estabilidad”. Poco importaba si era bajo bandera argentina o chilena. Lo que contaba era que el Estrecho estuviera bajo un poder efectivo, útil a las balleneras y al comercio global. Mientras los cañones rugían en el Paraná, la Patagonia se jugaba como ficha lateral en la mesa grande.
Y lo que casi nadie quiere decir en voz alta es que los imperios no juegan solos: necesitan vecinos atentos, oportunistas, dispuestos a morder cuando el otro sangra.



El tablero regional

El 20 de noviembre de 1845, el Paraná temblaba. Las cadenas chirriaban, los cañones tronaban, los cuerpos caían. A la misma hora, en el confín austral, flameaba otra bandera. Chile había ocupado el Estrecho de Magallanes en 1843 y nadie parecía dispuesto a mover un dedo.
Para Rosas, era un atropello. Lo denunció en notas oficiales, reafirmó los títulos heredados del Virreinato. Pero ¿qué podía hacer un gobierno sitiado, bloqueado, conspirado por dentro y acosado por fuera? La Patagonia era un desierto a los ojos de Europa, pero no estaba vacía: había pueblos originarios con sus propias alianzas, caciques que negociaban raciones y armas, territorios recorridos por tolderías y arreos. El problema era otro: la ocupación efectiva. Y allí Chile jugaba con ventaja.

La diplomacia de Londres y París

Los europeos no se manchaban las manos: manejaban la baraja. En sus despachos circulaba una idea sencilla: si Rosas no abría el Paraná, el sur podía ordenarse bajo la bandera chilena. No se necesitaban tratados solemnes, bastaban gestos calculados:

  • un buque inglés saludando en Punta Arenas,
  • una nota consular sobre las “ventajas” de un estrecho bajo autoridad estable,
  • un artículo en la prensa londinense describiendo la Patagonia como “despoblada”.

Era un juego de presión psicológica. El norte bloqueado por cañoneras, el sur amenazado por la presencia chilena, el este hostigado por Montevideo en manos unitarias. ¿Qué margen quedaba? Europa jugaba al doble candado: apretar a Rosas en el Paraná y mostrarle que la Patagonia podía esfumarse como moneda de cambio.
Rosas entendió. Su protesta de 1843 contra la ocupación chilena fue clara: “El Estrecho de Magallanes pertenece a la Confederación por derecho del antiguo virreinato; cualquier avance contrario será considerado usurpación.” (Archivo General de la Nación). Pero sus palabras chocaban con la indiferencia interesada de Londres y París. En política internacional, el silencio es aval.

El interés de Chile

Para Chile no había dilema moral. Había cálculo frío. Tras derrotar a la Confederación Perú-Boliviana, su élite entendió que el futuro estaba en el mar. Valparaíso debía ser el gran puerto del Pacífico. La Araucanía debía ser incorporada. Y Magallanes, ocupado.
El capitán Juan Williams plantó la bandera en 1843. Fundaron Fuerte Bulnes, con soldados, familias, huertas improvisadas. El lugar era inhóspito, pero simbólico. Cuando en 1848 la colonia se trasladó a Punta Arenas, el gesto se volvió irreversible: presidio, cabotaje, servicios para balleneros, colonización con europeos. Hechos consumados.
Los guiños europeos eran música para Santiago. Una visita amistosa de la Royal Navy equivalía a toneladas de pólvora. Era el respaldo tácito de que su avance no sería molestado. La clase dirigente chilena lo entendió rápido: ocupar, poblar, afirmar soberanía y esperar. En política internacional, los papeles siempre siguen a los hechos.


Rosas y la defensa de la Patagonia

El Restaurador no se engañaba. Sabía que no podía enviar ejércitos al sur cuando apenas sostenía las cadenas en el Paraná. Pero tampoco cedió. Se aferró al uti possidetis de 1810 como principio innegociable. La Patagonia era argentina por herencia del Virreinato.
Protestó en notas, reforzó Carmen de Patagones, mantuvo parlamentos con caciques como estrategia de control, otorgó licencias de caza y pesca para afirmar jurisdicción. Poco, pero suficiente para marcar presencia.
En diplomacia fue inflexible: nada de canjes territoriales. Ningún párrafo en ningún tratado podía interpretarse como cesión. “La Nación que entrega territorio se suicida”, repetía en privado. Y hacia adentro, alimentó el relato de integridad: la Patagonia no era un vacío, era el futuro.
En medio de bloqueos, guerras y conspiraciones, esa fue su mayor victoria: impedir que la Patagonia se negociara como ficha menor.

El trasfondo imperial

El caso patagónico desnuda la receta imperial de manual.
Dividir para dominar: apoyar a unitarios para desgastar desde adentro, sostener a Rivera en Montevideo para bloquear por el este, tolerar a Chile en Magallanes para presionar por el sur.
Economía como arma: abrir ríos, abaratar cueros y lanas, imponer reglas comerciales.
Propaganda y diplomacia: cónsules, prensa, discursos sobre “civilización” para legitimar la intervención.
El efecto buscado era claro: aislar a Rosas, mostrarlo como “inviable” y forzarlo a ceder. Pero Rosas respondió con la dureza de un cuchillo en la mesa: ni los ríos ni la Patagonia se negocian.

Consecuencias históricas

Europa terminó retirándose con un sabor amargo. La Confederación, contra todo pronóstico, resistió. Los ríos interiores quedaron reconocidos como argentinos. La Patagonia, aunque ocupada parcialmente por Chile, no fue cedida ni reconocida formalmente. Quedó pendiente, como sombra, para resolverse décadas más tarde.
La jugada de Chile fue exitosa en parte: consolidó Magallanes, fundó Punta Arenas y esperó. La Argentina, gracias a la resistencia de Rosas, mantuvo su reclamo intacto hasta que pudo poblar y negociar en condiciones más favorables. El Tratado de 1881 cristalizó lo que se venía cocinando desde Obligado: fronteras fijadas, Patagonia repartida, tensiones heredadas.

De Obligado a Malvinas

Ayer, en 1843, un marino inglés al servicio de Chile —Juan Williams Wilson, nacido en Bristol, formado en la tradición naval británica— fundó Fuerte Bulnes en el Estrecho de Magallanes. No fue un gesto romántico, fue una jugada estratégica: asegurar para Chile la puerta del sur con la venia silenciosa de la Royal Navy. Buques ingleses pasaron a “saludar”, la prensa de Londres describió la Patagonia como “despoblada” y la diplomacia consular celebró la “estabilidad” que ofrecía Santiago. Mientras Rosas protestaba con papeles que nadie quería leer, Inglaterra guiñaba el ojo a la bandera chilena.
En 1982, la historia se repitió con brutal exactitud. Chile, bajo Pinochet, se alineó otra vez con Londres contra la Argentina. Abrió sus bases en Punta Arenas a los aviones británicos, permitió vuelos de reconocimiento de los Canberra PR9 de la Royal Air Force, entregó datos de radar y desplegó su propia aviación para hostigar a la Argentina en la frontera. Margaret Thatcher lo reconoció sin rodeos: “Chile nos dio información vital.” El almirante Sandy Woodward lo confirmó en One Hundred Days, y el mariscal del aire Michael Beetham lo dejó por escrito en sus memorias: sin la ayuda chilena, la campaña británica habría sido mucho más difícil.
Dos momentos separados por más de un siglo, una misma lógica: en el sur, Inglaterra y Chile se dieron la mano contra la Argentina. En 1843 con el Estrecho. En 1982 con Malvinas. Y la moraleja, brutal, es siempre la misma: cuando la patria se debilita, alguien cercano la negocia al mejor postor.


Foto del escritor: Roberto Arnaiz 
Por: Roberto Arnaiz 
(www.robertoarnaiz.com/blog) 
Roberto Arnaiz | Escritor e Historiador
(www.robertoarnaiz.com)