martes, 15 de septiembre de 2015

URSS: Los malditos gulags comunistas

El gran testimonio del gulag que no se quería publicar
Editado en castellano ‘Un mundo aparte’, del periodista polaco Gustaw Herling-Grudzinski
Varios autores analizan por qué la izquierda europea ninguneó este tipo de relatos
MANUEL MORALES - El País


Construcción de una línea de ferrocarril en la región ártica (1947). Es una de las fotos que tomaron presos, rescatadas por el periodista polaco Thomas Kizny para su libro 'Gulag'.


Casi un cuarto de siglo antes de que Alexandr Solzhenitsin descubriera al mundo el horror de los campos de trabajo de la Unión Soviética durante el estalinismo en Archipiélago Gulag (1973), un joven periodista y escritor polaco, Gustaw Herling-Grudzinski (1919-2000), adelantó lo que el sistema comunista había perpetrado contra millones de personas. Herling publicó en Inglaterra en 1951 Un mundo aparte, relato autobiográfico de los casi dos años que sobrevivió en el campo de Arjánguelsk, al norte de Rusia. El libro, editado por fin en castellano por Libros del Asteroide, detalla las largas jornadas de penosas tareas bajo un clima extremo, las violaciones a las mujeres, las heridas que se infligían presos para estar de baja y tener algo más de comida, el hambre atroz, el dolor por la extenuación y las kafkianas detenciones de un sistema dispuesto a lavar al cerebro al que aceptara que estaba equivocado. Un vía crucis que desgrana Herling con sencillez, con un estilo que a veces sorprende por su frialdad, incluso cuando cuenta su estancia en el barracón del mortuorio, adonde se enviaba a los desahuciados.

La explicación a esta manera de narrar tan precisa se debe a que "las muescas de la experiencia que padeció Herling eran secundarias al lado de la reflexión por lo que veía", señala el catedrático de la Universidad de Barcelona Ricardo San Vicente, traductor de autores rusos. "Herling plantea en su libro hasta qué punto el Estado puede destruir a un hombre", dice este profesor. Un régimen que el escritor José María Ridao y el periodista Jorge M. Reverte, conocedores de la literatura sobre los campos de concentración soviéticos, tachan de “monstruosidad”.

La primera edición de Un mundo aparte fue prologada por Bertrand Russell. El filósofo británico dijo que "de los muchos libros" que había leído sobre el sistema penitenciario en la URSS, este era "el más impresionante y el mejor escrito por su extraña fuerza descriptiva". A pesar de las sucesivas traducciones a distintos idiomas, la obra fue ninguneada por la izquierda europea. En Rusia y Polonia, tras varias décadas en el índice de libros prohibidos, vio la luz por fin en 1990. "El conocimiento del gulag se retrasó mucho porque la Unión Soviética fue un país vencedor del nazismo”, dice Ridao, que vivió en la URSS los años previos a su derrumbe. "El tener un enemigo común con las democracias le dio a los soviéticos unas credenciales que no tenían. La URSS había combatido en el buen lado pero no por buenas razones". Para Reverte, "aún no se ha explicado suficientemente lo que ocurrió porque hubo un manto piadoso tras la II Guerra Mundial que llevó a muchos intelectuales a ocultar esas barbaridades, que fueron similares a las de los nazis. Seguramente Stalin mató a más comunistas que Hitler". Para Ridao, esa intelectualidad se comportó como "una ideología sectaria, que aceptó una doble moral para perder toda empatía con el sufrimiento".

Aberración

De las similitudes entre Hitler y Stalin, Ridao explica que “la idea comunista de la URSS encarna la aberración de un ideal igualitario; el nazismo es un ideal de superioridad que condujo a la aberración". Unos caminos en paralelo que, según el profesor San Vicente, ya apuntó el escritor y exministro de Cultura Jorge Semprún, deportado al campo nazi de Buchenwald y expulsado del Partido Comunista de España en 1964.

Otro intelectual, Albert Camus, recomendó de forma reiterada a editores franceses Un mundo aparte, pero siempre le dieron con la puerta en las narices. "Este libro tendría que ser publicado y leído en todo el mundo, tanto por lo que es como por lo que dice”, afirmaba el autor de El extranjero. Hubo que esperar hasta 1985 para que ello sucediera en territorio francés. El propio Semprún explicaba las razones de ese retraso en el prólogo de la edición francesa: "La infiltración de comunistas" en las editoriales.

El escritor polaco Gustaw Herling-Grudzinski.

Reverte abunda en esta cuestión: “Los comunistas que vivían en Occidente, en sociedades acomodadas, defendían a Stalin porque había que defender la revolución. Sacar a flote lo que había sucedido era traicionar esa revolución, una complicidad que se explica por el antiimperialismo, estar contra los americanos”. El periodista e historiador polaco Adam Michnik escribió que la lectura con solo 15 años del libro de Grudzinski fue un "impacto". "La propaganda comunista se redujo a nada. Comprendí que todos los días, en la escuela, los libros y los periódicos, me mentían".

Herling vivió para ver cómo su obra era despreciada. Él, que había estado desde mediados de 1940 hasta comienzos de 1942 confinado en uno de esos campos, acusado de espía cuando intentaba cruzar la frontera con Lituania. El joven Herling se había enrolado en un grupo de resistencia tras la partición que hicieron Hitler y Stalin de su país en agosto de 1939, días antes de que empezase la Guerra Mundial. Solo cuando los alemanes rompieron el acuerdo e invadieron la URSS en junio de 1941, los polacos como él tuvieron esperanzas de que cambiara su suerte en el gulag. Hasta entonces su miserable existencia pasaba "día tras día, semana tras semana, mes tras mes, sin alegría, sin esperanza, sin vida", escribió el periodista.

Para Reverte, "aún no se ha explicado bien lo que ocurrió en el gulag"

"Era un sistema brutal de represión, salvaje, inhumano", subraya Reverte, autor de obras sobre la Guerra Civil española. "El fin era acabar con cualquier forma de discrepancia pero no se buscaba el exterminio". Había un matiz de perversión: "Querían que sus campos de trabajo fueran productivos". Una idea en la que está de acuerdo San Vicente, un hombre nacido en Moscú porque sus padres fueron enviados por la II República poco antes de la Guerra Civil: "Se convirtió en un sistema perfecto de producción, ¡cuántas grandes infraestructuras se construyeron con presos!". Así, cuando los campos se desmantelan por la llegada al poder de Jruschov, el sucesor de Stalin "descubre que necesita trabajadores e inicia una campaña de llamamiento al patriotismo a los jóvenes". Para Ridao, lo más terrible de aquel periodo fue "la extraordinaria impunidad con la que actuaba el régimen". San Vicente lo califica de "violencia gratuita". "Lo único racional era la estadística, tenían que aparecer tantos enemigos en cada pueblo. Y aparecían".

Cuando Herling es liberado solo tiene 22 años. La invasión nazi de Rusia ha cambiado la dirección del viento. "Polonia pasó de ser un país que debía desaparecer a usar a sus soldados como carne de cañón", destaca Reverte, que recuerda la célebre matanza del bosque de Katjyn, cuando los soviéticos asesinaron en 1940 a unos 15.000 polacos de la élite militar en Smolensk.

No solo los polacos sufrieron la saña del estalinismo. San Vicente, que prepara la traducción de un nuevo volumen de los Relatos de Kolimá, el gigantesco retrato del terror del gulag que escribió Varlam Shalámov, recuerda cómo se castigó "a los que habían caído prisioneros de los alemanes". "Cuando volvieron a casa, los enviaron a Siberia. También fue especialmente cruel el trato a los habitantes de las zonas ocupadas por los nazis".

A pesar de los padecimientos, Herling tuvo el coraje, recién salido del gulag, de alistarse en el Ejército polaco y combatir en Italia contra el fascismo. Se quedó allí tras la guerra y vivió en Nápoles hasta su muerte en 2000.

San Vicente se refiere al conocido axioma de que "el país que no conoce su pasado está condenado a repetirlo" para referirse a la situación actual en Rusia. "Hay un intento de recuperar el bagaje épico de la lucha contra los nazis, a la vez de un intento de olvidar el gulag. Las nuevas generaciones no saben qué paso pero confío en que los escritores les hagan recordar". Será la forma de evitar que resurja ese mundo aparte que sufrió Herling.

lunes, 14 de septiembre de 2015

GCE: Los campos de concentración de Franco



Los campos de concentración de Franco: así eran y así se sobrevivía
El País

Las asociaciones memorialistas piden recuperar la memoria de los centros de esclavitud

Presos de un campo de concentración del franquismo en Sevilla. / GRUPO DE TRABAJO RECUPERANDO LA MEMORIA HISTÓRICA DE CGT-ANDALUCÍA Y CONFEDERACIÓN HIDROGRÁFICA DEL GUADALQUIVIR

“Trabajaban de sol a sol, a pico y pala, casi sin alimentación y recibían palizas constantes”. Así resume el profesor de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, Ángel del Río, la vida en los campos de concentración del franquismo.



De los 188 centros donde se recluyó a medio millón de esclavos del franquismo en España cada vez quedan menos vestigios. Ese era el objetivo: borrar la memoria. La represión fue física, psicológica e ideológica, tanto para los presos como para sus familias. Miles de españoles trabajaron gratuitamente y casi sin comida para obras públicas y particulares de sus captores intentado eludir la muerte. Otros no lo consiguieron y fueron fusilados en los patios. El Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria Histórica de CGT-Andalucía se reúne este martes de septiembre con el Ayuntamiento de Sevilla para rescatar del olvido el centro del que fue promotor junto al puerto así como otros complejos de represión franquista, como la cárcel de Ranilla. Así eran y esta era la vida de sus presos:


Un campo por 297.868 pesetas
En octubre de 1938 se creó el Patronato para la Redención de Penas por el Trabajo, en el organismo gestor de los campos del franquismo. Nueve meses antes, Sevilla se adelantó y creó uno situado junto al puerto de la capital que sirvió de modelo para otros.
En el expediente de construcción se habla de “campo de concentración”, sin los eufemismos que más tarde adoptó el franquismo, como centro de regeneración por el trabajo.
La distribución era rectangular. En un lado se disponían los barracones para los militares y vigilantes, oficinas y enfermería; en otro, los dormitorios; el tercero incluía comedores, cocina y capilla; y por último, se desplegaban los retretes, duchas y almacenes.
La extensión era de 78,10 por 68,10 metros. Los barracones, en el caso del puerto de Sevilla (en otros campos eran meras tiendas de campaña o chozas) eran de madera, ladrillo y suelo de hormigón.
El presupuesto de ejecución material y administrativo fue de 142.520, 61 más 155.347,45 pesetas. En total 297.868 pesetas (1.790 euros). La obra la culminó la empresa Entrecanales y Távora y, según el coordinador del El Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria Histórica de CGT-Andalucía, Cecilio Gordillo, el coste final de la obra ascendió a 180.000 pesetas, muy por encima del presupuesto previsto y pese a la reducción de calidades. La financiación se cubrió con un impuesto especial sobre el alcohol de melaza, un licor elaborado a partir de caña o remolacha.


Al llegar, un médico y un oficial decidían si el recluso era apto para el trabajo, única alternativa para evitar la cárcel y la más que probable muerte.

Inmediatamente recibía ropa militar usada por las brigadas de soldados italianos en España durante la guerra: pantalones, una guerrera, un capote y unas botas; la ropa interior dependía de la familia. También obtenían una colchoneta y un par de mantas.



Con materiales muy rudimentarios, los presos eran obligados a excavar y remover miles de toneladas de tierra para obras públicas o en faenas agrícolas de afines al régimen. Dentro del campo, también eran los reclusos los que se encargaban de todas las labores. La semana laboral era de seis días de seis de la mañana hasta el anochecer.

El salario estipulado era de dos pesetas diarias (0,01 céntimo de euro) de media, que se las quedaba el Estado en concepto de manutención. La mayoría de supervivientes no recuerda haber recibido dinero alguno durante su condena o tan solo un 25%. El sueldo habitual de un trabajador sin cualificar de la época era de 10 pesetas al día (0.05 céntimos).

“Nos daban cuatro o cinco algarrobas para desayunar, un pescado hervido para comer y ya está, ya no había más. (...) Hubo muertos y el médico no sabía qué pasaba”, relató José Custodio Serrano, uno de los supervivientes, en un trabajo de Ángel del Río, quien ha coordinado, dirigido y publicado numerosas investigaciones sobre la represión franquista.

La supervivencia dependía de las familias de los presos, que se asentaban junto a los campos para poder alimentar a los reclusos. Esta situación fue cambiando cuando los franquistas se dieron cuenta de que era más rentable tener a los trabajadores alimentados para que continuaran con sus trabajos gratuitos. Café aguado con un bollo de pan, guisos de garbanzos, judías, lentejas o habas y sopa de pan y ajo o pescado componían los tres ranchos diarios de los últimos años. La carne se reservaba fechas religiosas y el 18 de julio. Pero para mantener la humillación como arma contra los presos, las comidas se denominaban pienso y coincidían con las horas de alimentar al ganado.

Para asegurarse el buen trato de los vigilantes, algunos presos compartían la comida que les llegaba de sus familias con los soldados.

Algunos presos, que eran obligados a trabajar aunque estuvieran enfermos, murieron por patologías derivadas de beber agua de pozo sin tratar, como el caso del topógrafo Baltasar Jiménez. Las plagas de sarna, pulgas, chinches, piojos y garrapatas eran habituales, así como las pulmonías y reumas. También los accidentes laborales, que llenaban las enfermerías.

El testimonio de Luis Adame recogido por Del Río detalla cómo un capitán médico inyectaba líquido en las zonas doloridas y si el preso era capaz de aguantar, concedía la baja. La mayoría volvía al trabajo para evitar el dolor añadido.



Pese a las penosas condiciones, el peor de los castigos era ser devuelto a prisión, medida que se convirtió en una vía de autorregulación por parte de los presos, que intentaban evitar a toda costa cualquier situación que pudiera ser considerada como indisciplina.



Entre las represalias psicológicas más habituales, enlazadas con una pretensión de adoctrinamiento, se encontraba la obligación de cantar a diario el Cara al Sol o el himno de los requetés brazo en alto, la asistencia obligatoria a los oficios religiosos, impedir el contacto físico con familiares que venían a ver a los presos, y presenciar palizas y castigos de compañeros.

Las fugas, aunque ocasionales, también se registraron. La resuelta con más crueldad fue la registrada en 1943 en el bajo Guadalquivir, donde cuatro de los seis presos huidos terminaron fusilados y uno abatido cuando escapaba.

Catálogo de Lugares de Memoria
La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, a través de la Dirección General de Memoria Democrática, está elaborando el Catálogo de Lugares de Memoria de Andalucía, que hasta la fecha incluye 50 espacios declarados por el Gobierno andaluz y que incorporará los campos de concentración del franquismo.
Los Lugares de la Memoria se identifican a propuesta de ayuntamientos, asociaciones memorialistas, familiares de víctimas e historiadores, entre otros. Posteriormente son evaluados por una comisión de expertos y elevados a Consejo de Gobierno por parte de la Dirección General de Memoria Democrática.
Ese catálogo incluirá espacios de la significación de la Casa de Blas Infante, la fosa del cementerio de San Rafael de Málaga o las tapias del cementerio de Granada.
El Boletín Oficial de la Junta de Andalucía publicó el pasado 24 de junio una anuncio con la aprobación de la exhumación de una fosa común localizada y delimitada en la localidad sevillana de La Algaba, donde se encuentran los restos de decenas de víctimas del campo de concentración de las Arenas.
Los investigadores María Victoria Fernández Luceño y José María García Márquez realizaron un exhaustivo estudio sobre las lamentables condiciones de vida de los presos de ese campo. Los investigadores concluyeron que, entre 1941 y 1942, murieron 144 presos procedentes de las ocho provincias andaluzas y de Badajoz, Albacete, Alicante, Barcelona, Ciudad Real, Las Palmas, Palencia, Pontevedra, Toledo, Zaragoza y Portugal.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Nazismo: Riefenstahl y la imagen nazi

Gloria y miseria de Leni Riefenstahl
La directora alemana cumple hoy 100 años y presenta su nueva película, un documental sobre el mundo submarino. La polémica por sus filmaciones sobre el nacionalsocialismo la sigue persiguiendo. Y ella todavía tiene fuerza para defenderse
LOLA HUETE MACHADO - El País

¿De qué soy culpable? Dígame ¿de qué? ¿De haber vivido esa época? ¿De haber estado allí?'. Las preguntas son de la directora alemana Leni Riefenstahl, que hoy cumple 100 años. Ha sido la más famosa realizadora de su país durante el siglo XX. Un honor debido a dos de su escasa media docena de películas: El triunfo de la voluntad (1935) y Olimpiada (1938). Ambas, realizadas con el favor de Hitler. Ambas, consideradas hoy piezas maestras.

Exactamente 48 años después de su última obra, la directora presenta ahora un nuevo trabajo documental, Impresiones bajo el agua. Un estreno que coincide con la publicación de una extensa biografía. Nunca se ha escrito y publicado tanto sobre esta mujer, que fue bailarina, escaladora, actriz, directora y amiga personal de Hitler. Pero muchas preguntas siguen abiertas.

Ella no se arrepiente de nada. Ni de su fascinación por Hitler, ni de sus hermosos trabajos sobre el nacionalsocialismo. 'Por ellos he cumplido una larga penitencia', afirma en uno de los documentales realizados sobre su vida (El poder de las imágenes, 1993).

Riefenstahl cumple hoy un siglo en su casa de Múnich, donde vive desde 1979 rodeada de lagos y naturaleza, con su compañero sentimental, cuarenta años más joven. Hará una fiesta, asegura, acompañada de un centenar de amigos, entre ellos Boris Becker, Leo Kirch, el famoso montañero Reinhold Messner... 'Todos fieles', anuncia esta mujer, que no sólo no está retirada, como cabría esperar de su edad, sino activa, con una vitalidad que muchos consideran el centro de su polémica genialidad.

Riefenstahl acaba de presentar su primera película tras 48 años de silencio cinematográfico: Impresiones bajo el agua, un documental de imágenes exquisitas grabadas en los fondos marinos. Un mundo lleno de seres vivos, sin humanos que le estropeen el paisaje, en el que se ha sumergido centenares de veces en los últimos años. Su amor por el riesgo no conoce edad. Así fue en los años treinta y en los sesenta, cuando se entusiasmó por África y se fue a vivir con los nubios de Sudán. Así es con 100 años.

Pronunciar el nombre de Riefenstahl es hablar de esta mujer tremendamente viva, atractiva, de ojos y manos en eterno movimiento; de una mujer coqueta, lista, adelantada a su tiempo, que baila, actúa, escala o graba de forma apasionada. Nombrarla en Alemania no es sinónimo de simpatía. Para muchos es citar 'su pacto con el diablo', sus estupendos trabajos cargados de estética fascista e ideología nazi. O recordar el horror de un pueblo que colaboró con la barbarie. 'El 90% de los alemanes siguieron entusiasmados a Hitler', dice ella. Y remueve así los interrogantes sin contestar.

Dicen que, para Hitler, Leni Riefenstahl representó la fémina ideal. Para ella, sin duda, conocer al dictador fue un acontecimiento inolvidable, allá por 1932 en un mitin en Berlín. 'Fue como si se abriera la tierra delante de mí', escribe en sus Memorias. Y ahí comenzó todo. 'Nunca me interesó la política', asegura la directora.

Obsesiva, perfeccionista, incansable e innovadora con su trabajo, dicen los que la conocen. Una aprovechada, aseguran los que la odian: nadie quedó en la Alemania nazi que le pudiera hacer sombra. Todos los grandes se marcharon.

Nadie sabe mucho de la verdadera Riefenstahl. De su obra, sí. Ha sido analizada, estudiada por activa y por pasiva, milimetrada, prohibida. Pero de la mujer oculta tras el nombre, tras el mito... Ni siquiera aquellos que se han preocupado de investigar su trayectoria. Esta semana se publica en Alemania una biografía autorizada por la protagonista en sus primeras fases, pero muy discutida en las últimas (no se habla con el autor, según confiesan en la editorial Aufbau-Verlag, Berlín): Riefenstahl. Eine deutsche Karriere, de Jürgen Trimborn.

La directora ya ofreció 'su verdad' en unas memorias publicadas en 1987, 1990 y 1992. Nunca desde que fue acusada de colaborar con el nazismo ha cesado de ofrecer su peculiar versión de los hechos. Ni siquiera cuando han aflorado datos que contradecían sus palabras. Esta semana lo volvió a repetir en una entrevista para la televisión N-tv: 'Sólo serví una vez a Hitler y fue en el rodaje de El triunfo de la voluntad'.

Insiste Leni Riefenstahl en su ingenuidad, en que ella no fue partícipe, no perteneció a ningún partido. Ella sólo miró, filmó, montó. Y nunca, desde el fin de la guerra, ha dado un paso atrás en sus afirmaciones. Lo que en otros fue silencio, en esta hija de comerciante de clase media fue decisión y repetición machacona: 'Yo no fui nazi ni lo soy; yo no fui antisemita'. Nunca atendió a las pruebas, a las evidencias que muestran que fue una habitual de Hitler, de Goebbels, que su nombre aparece en fiestas, citas... 'Ella es la única de las estrellas que de verdad nos entiende', escribe Goebbels en su diario (12 de junio de 1933).

Sus películas han recibido grandes premios. Es maestra del género documental en Estados Unidos y en Francia. Grandes directores han mostrado admiración por su trabajo. Pero nada de eso ocurrió en casa. Riefenstahl siempre se consideró merecedora de un homenaje. Muchos ponen el grito en el cielo ante tal posibilidad. Pero quizá ya esté sucediendo. En los últimos días ocupa enormes páginas de los periódicos; se le han dedicado horas y horas en la televisión, y hasta la actriz Jodie Foster insiste en rodar su vida. Quizá por la edad, quizá por el paso del tiempo, muchos han roto una lanza a favor de la directora en los últimos meses. El ex presidente del Goethe Institut, Hilmar Hoffmann, ha pedido una 'nueva valoración de sus trabajos'. 'Leni Riefenstahl es conocida en el mundo entero y apenas reconocida en su propio país... ¿qué es lo que no le pueden perdonar los alemanes?', se pregunta la revista Spiegel. Otros no se lo plantean. 'Leni Riefenstahl cumple 100 años. Todos lo celebran. Nosotros, no', escribe el diario Süddeutsche Zeitung.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Naufragio: Encuentran un buque perdido en las Bermudas

Triángulo de las Bermudas: Nave reaparece 90 años después de la desaparición ... Aparentemente abandonada
La verdadera de la falsa ?? !!!
The Vintage News

La Guardia Costera cubana anunció esta mañana, que habían interceptado una nave no tripulada en dirección a la isla, que se presume que es el SS Cotopaxi, un carguero que desapareció en diciembre de 1925 y desde entonces se ha conectado a la leyenda del Triángulo de las Bermudas.

Las autoridades cubanas descubrieron el barco por primera vez el 16 de mayo, cerca de una zona militar restringida, al oeste de La Habana. Ellos hicieron muchos intentos fallidos de comunicarse con la tripulación, y, finalmente, se movilizaron tres lanchas patrulleras para interceptarlo.



Cuando llegaron, se sorprendieron al encontrar que el barco era en realidad un vapor de casi 100 años de edad, identificado como el Cotopaxi, un nombre famoso asociado con la leyenda del Triángulo de las Bermudas. No había nadie a bordo y el barco parecía haber sido abandonado durante décadas, lo que sugiere que esto podría ser en realidad el carguero que desapareció en 1925.

Una búsqueda exhaustiva de la nave llevó al descubrimiento del cuaderno de bitácora del capitán. Fue, de hecho, asociado con la Compañía de Navegación Clinchfield, los propietarios de la SS Cotopaxi, pero no ha dado ninguna pista acerca de lo que pasó con el barco en los últimos 90 años.



El 29 de noviembre 1925, la SS Cotopaxi partió de Charleston, Carolina del Sur, y se dirigió hacia La Habana, Cuba. El barco tenía una tripulación de 32 hombres, bajo el mando del capitán WJ Meyer, y llevaba una carga de 2340 toneladas de carbón. Se informó que falta dos días más tarde, y era desconocida para casi 90 años.

El vicepresidente del Consejo de Ministros, el general Abelardo Colomé, anunció que las autoridades cubanas iban a realizar una investigación exhaustiva para esclarecer el misterio de la desaparición y reaparición de la nave.

"Es muy importante para nosotros entender lo que pasó", dice el general Colomé. "Este tipo de incidentes puede ser muy malo para nuestra economía, por lo que querrá asegurarse de que este tipo de desaparición no vuelva a ocurrir. Ha llegado el momento de resolver el misterio del Triángulo de las Bermudas, una vez por todas ".




La cultura popular ha atribuido muchas de las desapariciones a lo paranormal y los fenómenos sobrenaturales, o para la actividad de los seres extraterrestres. Una explicación, incluso pasadores la culpa a la tecnología restos del mítico continente perdido de la Atlántida. A pesar de la popularidad de todas estas teorías extrañas, la mayoría de los científicos ni siquiera reconocen la existencia del Triángulo de las Bermudas, y culpan a errores humanos y los fenómenos naturales de las desapariciones. La misteriosa reaparición de la SS Cotopaxi ha, sin embargo, ya generado un gran interés en la comunidad científica y podría empujar a algunos expertos a cambiar de opinión sobre el tema.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Buscan desactivar los explosivos del tren alemán en Polonia

Tren del oro nazi: militares especializados en explosivos inician investigación y restringen acceso civil al entorno
Unidades militares polacas especializadas en explosivos, comenzaron a trabajar en el área donde se afirma fue hallado el “tren del oro nazi”, mientras la policía restringe totalmente el acceso a la zona de montaña, todo lo cual confirma un hallazgo que hasta el momento nadie se atreve a certificar de qué se trata.




 Los cazatesoros han dicho incluso que no les importa ni siquiera el 10% pedido y que destinarán sus eventuales ganancias a financiar un museo en Walbrzych donde se muestre el tren nazi y su historia
Los cazatesoros han dicho incluso que no les importa ni siquiera el 10% pedido y que destinarán sus eventuales ganancias a financiar un museo en Walbrzych donde se muestre el tren nazi y su historia

Después que las autoridades civiles locales, reconocieran que había fehacientes pruebas de que el tren estaba varios metros bajo tierra, presumiblemente en uno de los túneles ordenados construir por los alemanes durante la Segunda Guerra, en una última conferencia de prensa han informado que todas las nuevas pruebas que aparezcan serán de carácter reservado y remitidas a la comandancia militar que ahora tomó cartas definitivas en el tema.

Una extensa área de la ruta ferroviaria entre Breslavia y Walbrzych, parte del territorio alemán hasta el final de la Segunda Guerra, e indicada como la ubicación del tren que se retiraba del frente ruso en 1945, es ahora controlada fuertemente por la Policía que intenta disuadir a miles de cazadores de tesoros, interesados y simples curiosos, que en las últimas semanas han llegado de casi toda Europa para conocer el lugar de la fortuna perdida.

Controversia en el Gobierno sobre existencia del tren

Mientras ahora se conoce la identidad de los dos cazatesoros que dicen haber encontrado el tren y que salieron de su anonimato después de reclamar a través de abogados el 10% de lo que se saque del lugar, Piotr Koper y Andreas Richter, afirman que la falta de ayuda del Gobierno polaco para avanzar en el tema “es deplorable”.

Los cazatesoros han dicho incluso que no les importa ni siquiera el 10% pedido y que destinarán sus eventuales ganancias a financiar un museo en Walbrzych donde se muestre el tren nazi y su historia.
Mientras tanto la ministra de Cultura de Polonia, Malgorzata Omilanowska, ha dicho que es “sumamente dudoso” que realmente haya aparecido el tren, dando a conocer de ese modo la postura del gabinete ministerial. El ministro de Defensa de Polonia, Tomasz Siemoniak, dijo que no obstante ello, un equipo militar especializado, investigará el sitio denunciado.

La Red 21

jueves, 10 de septiembre de 2015

La esclavitud blanca de los musulmanes

Hubo más europeos esclavizados por los musulmanes que esclavos negros enviados a América 



"¿Hay moros en la costa?", decimos todavía hoy para significar la presencia de alguien no particularmente grato. ¿Saben por qué? Agárrense bien, lean este artículo y lo sabrán.

El Manifiesto

¡Quién lo había de decir! La trata de esclavos, esa infamia que, según musulmanes, africanos y europeos etnomasoquistas, constituye la mayor lacra de Europa, ahora resulta que fue ampliamente superada, al menos en los siglos XVI y XVII, por la cometida contra los nuestros por parte del islam. Es cierto, es cierto: el “tú más” no justifica nada. La trata de esclavos negros fue una indignidad tan aborrecible como injustificable. Pero hay una pequeña diferencia: nosotros la reconocemos y deploramos (hoy en día hasta exagerando los zurriagazos). Ellos, en cambio —el mundo musulmán—, no reconoce ni deplora nada. Hay otra diferencia además: cuando nos querían arrebatar a los nuestros, los europeos combatimos todo lo que pudimos al enemigo (y así se produjo la victoria de Lepanto, y así tuvo lugar la expulsión de los moriscos, que colaboraban en las razias). Y cuando capturaban a los blancos, los padres terciarios y mercedarios intentaban rescatarlos. Nada de todo ello existió nunca en África.
Pero pasemos a ver lo que nos cuenta el profesor norteamericano Robert C. Davis.
Los historiadores estadounidenses han estudiado todos los aspectos de la esclavización de los africanos por parte de los blancos, pero han ignorado en gran medida la esclavitud de los blancos por parte de los africanos del Norte. Christian Slaves, Muslim Masters [Esclavos cristianos, amos musulmanes][1] es un libro cuidadosamente documentado y escrito con claridad sobre lo que el profesor Davis denomina "la otra esclavitud", que floreció durante aproximadamente la misma época que el tráfico transatlántico de esclavos y que devastó a cientos de comunidades costeras europeas. En la mente de los blancos de hoy, la esclavitud no juega en absoluto el papel central que tiene entre los negros. Y, sin embargo, no se trató ni de un problema de corta duración ni de algo carente de importancia. La historia de la esclavitud en el Mediterráneo es, de hecho, tan siniestra como las descripciones más tendenciosas de la esclavitud americana.

Un comercio al por mayor

La costa de Berbería, que se extiende desde Marruecos hasta la actual Libia, fue el hogar de una próspera industria del secuestro de seres humanos desde 1500 hasta aproximadamente 1800. Las principales capitales esclavistas eran Salé (en Marruecos), Túnez, Argel y Trípoli, habiendo sido las armadas europeas demasiado débiles durante la mayor parte de este período para efectuar algo más que una resistencia meramente simbólica.
El tráfico trasatlántico de negros era estrictamente comercial, pero para los árabes los recuerdos de las Cruzadas y la rabia por haber sido expulsados de España en 1492 parecen haber motivado una campaña de secuestro de cristianos que casi parecía una yihad.
"Fue quizás este aguijón de la venganza, frente a los amables regateos en la plaza del mercado, lo que hizo que los traficantes islámicos de esclavos fueran mucho más agresivos y en un principio  mucho más prósperos (por así decirlo) que sus homólogos cristianos", escribe el profesor Davis.
Durante los siglos XVI y XVII fueron más numerosos los esclavos conducidos al sur a través del Mediterráneo que al oeste a través del Atlántico. Algunos fueron devueltos a sus familias contra pago de un rescate, otros fueron utilizados para realizar trabajos forzados en África del Norte, y los menos afortunados murieron trabajando como esclavos en las galeras.
Lo que más llama la atención de las razias esclavistas contra las poblaciones europeas es su escala y alcance. Los piratas secuestraron a la mayoría de sus esclavos interceptando barcos, pero también organizaron grandes asaltos anfibios que prácticamente dejaron despobladas partes enteras de la costa italiana. Italia fue el país que más sufrió, en parte debido a que Sicilia está a sólo 200 km de Túnez, pero también porque no tenía un gobierno central fuerte que pudiese resistir a la invasión.
Las grandes razias a menudo no encontraron resistencia
Cuando los piratas saquearon, por ejemplo, Vieste en el sur de Italia en 1554, se hicieron con el alucinante número de 6.000 presos. Los argelinos secuestraron 7.000 esclavos en la bahía de Nápoles en 1544, una incursión que hizo caer tanto el precio de los esclavos que se decía poder "intercambiar a un cristiano por una cebolla".
España también sufrió ataques a gran escala. Después de una razia en Granada en 1556 que se llevó a 4.000 hombres, mujeres y niños, se decía que "llovían cristianos en Argel". Y por cada gran razia de este tipo, había docenas más pequeñas.
La aparición de una gran flota podía hacer huir a toda la población al interior, vaciando las zonas costeras.
En 1566, un grupo de 6.000 turcos y corsarios cruzó el Adriático para desembarcar en Francavilla al Mare. Las autoridades no podían hacer nada, y recomendaron la evacuación completa, dejando a los turcos el control de más de 1.300 kilómetros cuadrados de pueblos abandonados hasta Serracapriola.
Cuando aparecían los piratas, la gente a menudo huía de la costa hacia la ciudad más cercana, pero el profesor Davis explica que hacer tal cosa no siempre fue una buena estrategia: "Más de una ciudad de tamaño medio, llena de refugiados, fue incapaz de resistir un ataque frontal de cientos de asaltantes. El capitán de los piratas, que de lo contrario tendría que buscar unas pocas docenas de esclavos a lo largo de las playas y en las colinas, ahora podía encontrar mil o más cautivos convenientemente reunidos en un mismo lugar a los que tomar."
Los piratas volvían una y otra vez para saquear el mismo territorio. Además de un número mucho mayor de pequeñas incursiones, la costa de Calabria sufrió las siguientes depredaciones graves en menos de diez años: 700 personas capturadas en una sola razia en 1636, 1.000 en 1639 y 4.000 en 1644.
Durante los siglos XVI y XVII, los piratas establecieron bases semipermanentes en las islas de Isquia y Procida, cerca de la desembocadura de la Bahía de Nápoles, elegida por su tráfico comercial.
Al desembarcar, los piratas musulmanes no dejaban de profanar las iglesias. A menudo robaban las campanas, no sólo porque el metal fuese valioso, sino también para silenciar la voz distintiva del cristianismo.
En las pequeñas y más frecuentes incursiones, un pequeño número de barcos operaba furtivamente y se dejaba caer con sigilo sobre los asentamientos costeros en mitad de la noche, con el fin de atrapar a las gentes "mansas y todavía desnudas en la cama". Esta práctica dio origen al dicho siciliano "pigliato dai turchi" ("tomado por los turcos"), y se emplea cuando se coge a alguien por sorpresa o por estar dormido o distraído.
Las mujeres eran más fáciles de atrapar que los hombres, y las zonas costeras podían perder rápidamente todas las mujeres en edad de tener hijos. Los pescadores tenían miedo de salir, y no se hacían a la mar más que en convoyes. Finalmente, los italianos abandonaron gran parte de sus costas. Como explica el profesor Davis, a finales del siglo XVII, "la península italiana fue saqueada por corsarios berberiscos durante dos siglos o más, y las poblaciones costeras se retiraron en gran medida a pueblos fortificados en las colinas, o a ciudades más grandes como Rimini, abandonando kilómetros de costa, ahora pobladas de vagabundos y filibusteros".
No fue hasta alrededor de 1700 cuando los italianos estuvieron en condiciones de prevenir las razias, aunque la piratería en los mares pudo continuar sin obstáculos.
La piratería llevó a España y sobre todo a Italia a alejarse del mar y a perder con efectos devastadores sus tradiciones de comercio y navegación: "Por lo menos para España e Italia, el siglo XVII representó un período oscuro en el que las sociedades española e italiana fueron meras sombras de lo que habían sido durante las anteriores épocas doradas".
Algunos piratas árabes eran avezados navegantes de alta mar, y aterrorizaban a los cristianos hasta una distancia de 1.600 kilometros. Una espectacular razia en Islandia en 1627 dejó cerca de 400 prisioneros.
Existe la creencia de que Inglaterra era una potencia naval formidable desde la época de Francis Drake, pero a lo largo del siglo XVII los piratas árabes operaron libremente en aguas británicas, penetrando incluso en el estuario del Támesis para capturar y asolar las ciudades costeras. En sólo tres años, desde 1606 hasta 1609, la armada británica reconoció haber perdido, por culpa de los corsarios argelinos, no menos de 466 buques mercantes británicos y escoceses. A mediados de la década de 1600, los británicos se dedicaron a un activo tráfico de negros entre ambos lados del Atlántico, pero muchas de las tripulaciones británicas pasaron a ser propiedad de los piratas árabes.

La vida bajo el látigo

Los ataques terrestres podían ser muy exitosos, pero eran más arriesgados que los marítimos. Los navíos eran por lo tanto la principal fuente de esclavos blancos. A diferencia de sus víctimas, los buques piratas tenían dos modos de propulsión: además de las velas, los galeotes. Llevaban muchas banderas diferentes, por lo que cuando navegaban podían enarbolar el pabellón que tuviera más posibilidades de engañar a sus presas.
Un buen barco mercante de gran tamaño podía llevar unos 20 marinos en buen estado de salud, preparados para durar algunos años en galeras. Los pasajeros en cambio para servían obtener un rescate. Los nobles y ricos comerciantes se convirtieron en piezas atractivas, así como los judios, que a menudo podían significar un suculento rescate pagado por sus correligionarios. Los dignatarios del clero también eran valiosos porque el Vaticano solía pagar cualquier precio para arrancarlos de las manos de los infieles.
Cuando llegaban los piratas, a menudo los pasajeros se quitaban sus buenos ropajes y trataban de vestirse tan mal como fuese posible, con la esperanza de que sus captores les restituyeran a sus familias a cambio de un modesto rescate. Este esfuerzo resultaba inútil si los piratas torturaban al capitán para sonsacarle información sobre los pasajeros. También era común hacer que los hombres se desnudaran, para buscar objetos de valor cosidos en la ropa, y ver si los circuncidados judíos no estaban disfrazados de cristianos.
Si los piratas iban cortos de esclavos en galeras, podían poner algunos de sus cautivos a trabajar de inmediato, pero a los presos los colocaban generalmente en la bodega para el viaje de regreso. Iban  apiñados, apenas podían moverse entre la suciedad, el mal olor y los parásitos, y muchos morían antes de llegar a puerto.
A su llegada al norte de África, era tradición que los cristianos recientemente capturados desfilaran por las calles para que la gente pudiera hacer burla de ellos y los niños cubrirlos de basura.
En el mercado de esclavos, los hombres estaban obligados a brincar para demostrar que no eran cojos, y los compradores a menudo querían desnudarlos para ver si estaban sanos, lo cual también permitía evaluar el valor sexual de hombres y mujeres; las concubinas blancas tenían un gran valor, y todas las capitales esclavistas poseían una floreciente red homosexual. Los compradores que esperaban hacer dinero rápido con un gran rescate examinaban los lóbulos de las orejas para encontrar marcas de perforación, lo cual era indicio de riqueza. También era habitual examinar los dientes de un cautivo para ver si podía sobrevivir a un régimen esclavista duro.
El pachá o soberano de la región recibía un cierto porcentaje de los esclavos como forma de impuesto sobre la renta. Estos eran casi siempre hombres, y se convertían en propiedad del gobierno en lugar de ser propiedad privada. A diferencia de los esclavos privados, que por lo general embarcaban con sus amos, aquéllos vivían en bagnos, que es como se llamaba a los almacenes de esclavos del pachá. Era común afeitar la cabeza y la barba de los esclavos públicos como humillación adicional, en un momento en que la cabeza y el vello facial eran una parte importante de la identidad masculina.
La mayoría de estos esclavos públicos pasaban el resto de sus vidas como esclavos en galeras. Resulta difícil imaginar una existencia más miserable. Los hombres eran encadenados tres, cuatro o cinco a cada remo, y sus tobillos quedaban encadenados también juntos. Los remeros nunca dejaban su bancada, y cuando se les permitía dormir, lo hacían en ella. Los esclavos podían empujarse para llegar a hacer sus necesidades en un agujero en el casco, pero a menudo estaban demasiado cansados ​​o desanimados para moverse y descargaban ahí donde estaban sentados. No tenían ninguna protección contra el ardiente sol mediterráneo, y sus amos les despellejaban las espaldas con el instrumento favorito del negrero: el látigo. No había casi ninguna posibilidad de escape o rescate, el trabajo de un galeote era el de matarse a trabajar —sobre todo en las razias para capturar más miserables como él—, siendo arrojados por la borda a la primera señal de enfermedad grave.
Cuando la flota pirata estaba en puerto, los galeotes vivían en el bagno y hacían todo el trabajo sucio, peligroso o agotador que el Pachá les ordenara hacer. Solían cortar y arrastrar piedras, dragar el puerto o encargarse de las labores más penosas. Los esclavos que se encontraban en la flota del sultán ruco ni siquiera tenían esa opción. A menudo estaban en el mar durante meses seguidos y permanecían encadenados a los remos incluso en el puerto. Sus barcos eran prisiones de por vida.
Otros esclavos en la costa bereber tenían un trabajo más variado. A menudo hacían el trabajo agrícola que asociamos a la esclavitud en Estados Unidos, pero los que tenían habilidades eran alquilados por sus dueños. Algunos de éstos simplemente aflojaban a sus esclavos durante la jornada con orden de regresar con una cierta cantidad de dinero por la noche, bajo la amenaza de ser golpeados brutalmente en caso de no hacerlo. Los dueños esperaban normalmente una ganancia de un 20% sobre el precio de compra. Hicieran lo que hiciesen, en Túnez y Trípoli los esclavos llevaban un anillo de hierro alrededor de un tobillo y arrastraban una pesada cadena de entre 11 y 14 kg.
Algunos dueños ponían a sus esclavos blancos a trabajar las tierras muy lejos, donde todavía se enfrentan a otra amenaza: una nueva captura y una nueva esclavitud más en el interior. Estos desgraciados probablemente no verían ya más a otro europeo en el resto de su corta vida.
El profesor Davis señala que no existía ningún obstáculo a la crueldad: "No había fuerza que pudiese proteger al esclavo de la violencia de su amo, no existían leyes locales en contra de la crueldad, ni una opinión pública benevolente, y raramente existía una presión efectiva por parte de los Estados extranjeros".
Los esclavos blancos no sólo eran mercancías, sino también infieles, y merecían todo el sufrimiento infligido por sus dueños.
El profesor Davis señala que "todos los esclavos que, habiendo vivido en bagnos, sobrevivieron para contar sus experiencias destacaban la crueldad y la violencia endémica ahí practicada". El castigo favorito era el azotamiento. Un esclavo podía recibir hasta 150 o 200 golpes, lo cual podía dejarlo lisiado. La violencia sistemática convirtió a muchos hombres en autómatas.
Los esclavos cristianos eran a menudo tan abundantes y tan baratos que no había ningún incentivo para cuidarlos. Muchos dueños les hacían trabajar hasta morir y compraban otros para remplazarlos.
Los esclavos públicos también contribuían  a un fondo para mantener a los sacerdotes en el bagno. Era una época muy religiosa, e incluso en las condiciones más terribles los hombres querían tener la oportunidad de confesarse, y, lo más importante, de recibir la extremaunción. Había casi siempre un sacerdote cautivo o dos en los bagnos, pero para estar disponible para sus deberes religiosos, otros esclavos debían contribuir y comprarle su tiempo al Pachá, por lo que a algunos esclavos en las galeras no les quedaba nada para comprar comida o ropa. Sin embargo, durante ciertos períodos, los europeos que vivían libres en las ciudades bereberes contribuían a los gastos de mantenimiento de los sacerdotes de los bagnos.
Para algunos, la esclavitud se convirtió en algo más que soportable. Ciertos oficios, en particular, el de constructor naval, eran tan codiciados que el dueño de un esclavo podía recompensarlo con una villa privada y amantes. Incluso algunos residentes del bagno lograron sacar partido de la hipocresía de la sociedad islámica y mejorar de tal modo su condición. La ley prohibía estrictamente a los musulmanes el comercio de alcohol, pero era más indulgente con los musulmanes que sólo lo consumían. Los esclavos emprendedores establecieron tabernas en los bagnos, y algunos llegaban a tener una buena vida al servicio de los musulmanes bebedores.
Una forma de aligerar la carga de la esclavitud era "tomar el turbante" y convertirse al islam. Esto eximia del servicio en galeras, de los trabajos más penosos y de alguna que otra faena impropia de un hijo del profeta, pero no de ser esclavo. Uno de los trabajos de los sacerdotes de los bagnos era evitar que los hombres desesperados se convirtieran, pero la mayoría de esclavos no parecían necesitar el tal consejo. Los cristianos creían que la conversión podría poner en peligro sus almas, además de requerirse también el desagradable ritual de la circuncisión de los adultos. Muchos esclavos parecían sufrir los horrores de la esclavitud tratándolos como un castigo por sus pecados y como una prueba a su fe. Los dueños les disuadían de la conversión, ya que éstas limitaban el uso de los malos tratos y bajaban el valor de reventa de un esclavo.
Para los esclavos, resultaba imposible escapar. Estaban muy lejos de casa, a menudo eran encadenados, y podían ser identificados de inmediato por sus rasgos europeos. La única esperanza era el rescate. A veces la suerte no tardaba en llegar. Si un grupo de piratas había capturado tantos hombres como para no tener ya espacio bajo el puente, podía hacer una incursión en una ciudad y luego regresar a los pocos días para vender los cautivos a sus familias. Por lo general, ello se hacía a un precio mucho menor que el de alguien que se rescataba desde África del Norte, pero con todo era mucho más de lo que los agricultores se podían permitir. Los agricultores generalmente no tenían liquidez, ni bienes al margen de la casa y la tierra. Un comerciante estaba por lo general preparado para comprarlos a un precio bajo, pero significaba que el cautivo regresaba a una familia completamente arruinada.
La mayoría de los esclavos dependían de La labor caritativa de los trinitarios (orden fundada en Italia en 1193) y de los mercedarios (fundada en España en 1203). Estas órdenes religiosas se establecieron para liberar a los cruzados en poder de los musulmanes, pero pronto cambiaron su trabajo por el de la liberación de los esclavos en poder de los piratas berberiscos, recaudando dinero específicamente para esta labor. A menudo ponían cajas de seguridad fuera de las iglesias con la inscripción "por la recuperación de los pobres esclavos", y el clero llamaba a los cristianos ricos a dejar dinero. Las dos órdenes se convirtieron en hábiles negociadoras, y por lo general lograron comprar esclavos a mejores precios que los obtenidos por libertadores sin experiencia. Sin embargo, nunca hubo suficiente dinero para liberar a muchos cautivos, y el profesor Davis estima que no más de un 3 o un 4% de los esclavos fueron rescatados en un solo año. Esto significa que la mayoría dejaron sus huesos en las tumbas anónimas de cristianos, fuera de las murallas de la ciudad.
Las órdenes religiosas llevaban cuentas exactas de los resultados obtenidos. En el siglo XVII, los trinitarios españoles, por ejemplo, llevaron a cabo 72 expediciones para el rescate de esclavos, con una media de 220 liberaciones por ​​cada una de dichas expediciones. Era costumbre llevarse con ellos los esclavos liberados y hacerlos caminar por las calles de la ciudad en las grandes celebraciones. Estas procesiones, que tenían una profunda connotación religiosa, se convirtieron en uno de los espectáculos urbanos más característicos de la época. A veces los esclavos marchaban en sus antiguos hábitos de esclavos para enfatizar los tormentos que sufrieron; otras veces llevaban trajes blancos especiales para simbolizar su renacimiento. Según los registros de la época, muchos esclavos liberados no se reinsertaron por completo después de sus vivencias, especialmente si habían pasado muchos años en cautiverio.

¿Cuántos esclavos?

El profesor Davis señala que las numerosas investigaciones efectuadas han logrado que se determine con la mayor precisión posible el número de negros traídos a través del Atlántico, pero no existe ningún esfuerzo similar para determinar la extensión de la esclavitud en el Mediterráneo. No es fácil conseguir cifras fiables. Los árabes no suelen conservar los archivos. Pero a lo largo de sus diez años de investigación, el profesor Davis ha logrado desarrollar un método de estimación.
Por ejemplo, el registro indica que desde 1580 hasta 1680 hubo un promedio de unos 35.000 esclavos en países berberiscos. Contando con la pérdida constante a través de la muerte y del rescate, si la población se mantuvo constante, entonces la tasa de captura de nuevos esclavos por los piratas era igual a la tasa de desgaste. Hay una buena base para la estimación de las tasas de mortalidad. Por ejemplo, sabemos que de los cerca de 400 islandeses capturados en 1627, sólo hubo 70 supervivientes ocho años después. Además de la desnutrición, el hacinamiento, el exceso de trabajo, y los castigos brutales, los esclavos sufrieron epidemias de peste, que por lo general eliminaban entre el 20 y el 30% de los esclavos blancos.
A través de diversas fuentes, el profesor Davis estima que la tasa de mortalidad fue de aproximadamente un 20% al año. Los esclavos no tenían acceso a las mujeres, por lo que la sustitución se realizaba exclusivamente a través de las capturas.
Su conclusión: entre 1530 y 1780 hubo, con casi total seguridad, un millón y tal vez hasta millón y cuarto de cristianos blancos europeos esclavizados por los musulmanes de la costa bereber. Esto supera con creces la cifra generalmente aceptada de 800.000 africanos transportados a las colonias de América del Norte y más tarde a los Estados Unidos.
El profesor Davis explica que, a finales de 1700, se controló mejor este comercio, pero hubo un renacimiento de la trata de esclavos blancos durante el caos de las guerras napoleónicas.
La flota norteamericana no quedó libre de la depredación. Fue sólo en 1815, después de dos guerras contra ellos, que los marinos estadounidenses se libraron de los piratas berberiscos. Estas guerras fueron importantes operaciones para la joven república; una campaña que se recuerda en las estrofas de "a las orillas de Trípoli", en el himno de la marina. Cuando los franceses tomaron Argel en 1830, todavía había 120 esclavos blancos en el bagno.
¿Por qué hay tan poco interés por la esclavitud del Mediterráneo, mientras que la erudición y la reflexión sobre la esclavitud negra nunca termina? Como explica el profesor Davis, los esclavos blancos con dueños no blancos simplemente no encajan en "la narrativa maestra del imperialismo europeo." Los patrones de victimización tan queridos por los intelectuales requieren de la maldad del blanco, no del sufrimiento del blanco.
El profesor Davis también señala que la experiencia europea de la esclavitud a gran escala muestra el engaño en que consiste otro tema favorito de la izquierda: que la esclavitud negra fue un paso crucial en la creación de los conceptos europeos de raza y jerarquía racial.
No es así. Desde hace siglos, los propios europeos han vivido con en el miedo del látigo, y un gran número asistieron a procesiones celebradas por el rescate de los esclavos liberados, todos los cuales eran blancos. La esclavitud era un destino más fácilmente imaginable para ellos mismos que para los lejanos africanos.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Verbitsky: Terrorista comunista y de Estado

Anticipo De Libro: Verbitsky, El Doble Agente
EL PERRO Y UN PASADO QUE SE QUIERE ESCONDER
Anticipo de libro: Verbitsky, el doble agente
Avanzada la investigación para esta biografía, en noviembre de 2014, el autor se comunicó telefónicamente con Horacio Verbitsky, quien se comprometió a dar una entrevista a su regreso de un viaje a México –adonde acudió como miembro de la delegación oficial argentina a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara– y de una visita a Washington –donde expuso en la embajada argentina en esa capital–. De regreso en Buenos Aires, sin embargo, nos comunicó, por medio de su secretaria, que prefería contestar las preguntas por correo electrónico. Luego de varios intentos para convencerlo de tener una entrevista cara a cara, aceptamos enviar un pequeño cuestionario inicial que respondió, por medio de su asistente, del siguiente modo:




Estimado Gabriel,

Te adjunto un documento Word con las respuestas de Horacio. Además, me transmitió que ha tomado nota de tu promesa de publicarlo textualmente, todo junto tal como está.

Muchas gracias. Saludos cordiales, Constanza Bonsignore. Oficina de Horacio Verbitsky.

Transcribimos ese cuestionario:

—¿Cuándo te uniste a las FAP?

—En 1970, una vez que la dictadura ilegalizó la CGT de los Argentinos.

—¿Qué relación tuviste con Victoria Walsh?

—Fuimos amigos. Me la encomendó su padre cuando ella se instaló en la casa de Pirí Lugones en Buenos Aires, a sus 16 años. Le conseguí su primer trabajo, a ella y a la hija de Pirí, Tabita Peralta, en una revista que se llamó Cuadernos de Robinson C. Luego la llevé a La Opinión. Nunca militamos juntos.

—¿Con qué otros militantes estuviste en las FAP?

—En forma habitual con Rodolfo Walsh, Pirí Lugones, Lilia Ferreyra, Carlos Collarini, Graciela Mellibovsky. Contactos esporádicos con los hermanos Raimundo y Rolando Villaflor, su primo Osvaldo, Elsa Martínez, Enrique Ardetti, Jorge Caffati, Ricardo Roa.

—¿Qué tipo de acciones desarrollaban?

—Trabajo barrial y fabril y mucha discusión y análisis político, que llevó a la disolución de la organización, cuando sus conclusiones entraron en abierto conflicto con la realidad (vg., el regreso de Perón). Organizamos una red de escucha de las comunicaciones radiales de la Policía Federal, con la intención de evitar algunos golpes y, en un caso, rescatar a un compañero durante un traslado. Seguíamos e interpretábamos las noticias públicas y aquellas que llegaban a través de colaboradores voluntarios y de personas conocidas, de modo de suministrar a la conducción un cuadro de la situación política que le permitiera orientarse para la toma de decisiones.

—¿Cuáles fueron las razones políticas para colaborar desde la revista “Confirmado”, de la que llegaste a ser secretario general de Redacción, siendo que fue creada especialmente para complotar contra el gobierno de Illia?

—Lo del complot contra Illia es sabiduría retrospectiva, que no estaba al alcance de los redactores, que es como ingresé, a los 22 años. Ni entonces ni luego como secretario de Redacción escribí ni edité Política, sino Cultura, Artes y Espectáculos e Información General. Otros periodistas y columnistas se encargaban de la sección Política, como el propio Timerman, Rodolfo Pandolfi, Rodolfo Terragno y Mariano Montemayor.

—¿Qué operaciones o acciones realizaron con la colaboración del gobierno de Onganía y/o el Ejército durante el período 1966-1970?

—Es una pregunta absurda. Después del golpe de 1966, Timerman fue obligado a vender la revista y a mí me despidieron. Más adelante conseguí, gracias a Miguel Briante, que me compraran algunas notas, sobre el teatro de Armando Discépolo, el cine de Leonardo Favio, la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, la carrera espacial, la poesía de María Elena Walsh, un libro de Norberto Galasso. Sobre política nacional lo único que escribí fue una serie de investigación histórica, denunciando la barbarie del golpe de 1955. Cero relación con Onganía o el Ejército.

—¿Cuál fue tu misión en Perú? ¿Cuándo te fuiste y cuándo volviste? ¿O cuántas veces viajaste a Perú durante la dictadura?

—Viajé a Perú al mes siguiente de la clausura de Noticias, en septiembre de 1974, junto con Gregorio Selser y Pablo Piacentini, por invitación de amigos que estaban en el gobierno de Velasco Alvarado. Cuando iba a regresar, al mes siguiente, el canciller Miguel Angel de la Flor Valle me avisó que su colega argentino, Alberto Vignes, le había comentado muy divertido que tenían la operación preparada para secuestrarme al llegar y tirar mi cuerpo en los bosques de Ezeiza. Por eso me quedé un año, hasta diciembre de 1975. Esto consta en la declaración de De la Flor ante la Justicia argentina en la causa Triple A. Durante ese año me encargué de ayudar a conseguir alojamiento, trabajo y visa a los presos que salían de la Argentina con opción. Regresé a la Argentina en diciembre de 1975 y no volví a Perú hasta la finalización de la dictadura.

—¿Qué rol tuviste en la salida de los fondos del secuestro de Born?

—Ninguno. Ese fue un invento de Galimberti dentro de su seducción simultánea a Jorge Born, para obtener parte de la indemnización de Alfonsín a Graiver, y a Menem, para desacreditarme.

—¿Conociste al brigadier Costa?

—No.

—¿Qué nivel de conocimiento tenía la Fuerza Aérea de tu protección proporcionada por Güiraldes?

—Güiraldes nunca me proporcionó “protección”. Un mínimo conocimiento de la estructura represiva indica que eso no era posible. La descentralización de los grupos de tareas lo impedía. Cada uno golpeaba por su cuenta y nadie podía interferir, de lo que sobran los ejemplos. Esas son las versiones que echaron a correr los servicios de informaciones en la década de 1990, en represalia por mi libro Robo para la Corona, y se repitieron cada vez que alguien muy poderoso se molestó por mi trabajo periodístico. La simple verdad es que Güiraldes era un viejo amigo de mi familia, estaba retirado desde veinticinco años antes del golpe e ignoraba mi militancia. En una carta que le envió a Julio Ramos en 1998 y que el propietario de Ambito Financiero se negó a publicar, le decía que usar esa amistad para acusarme a mí de colaborar con la dictadura era tan ridículo como acusarlo a él de colaborar con Montoneros. Si esas versiones hubieran tenido un vestigio de verdad y si Güiraldes hubiera sido un hombre de la dictadura, no me habría defendido quince años después, cuando eran notorias mis denuncias que contribuyeron a la reapertura de las causas cerradas por la Ley de Obediencia Debida.

—¿Dónde pasaste el 24 de marzo de 1976, con quién estabas y qué recordás de ese día?

—En mi casa, con mi mujer, escuchando las noticias siniestras en la radio.

—En una nota sostenés que te quedaste en la Argentina durante la dictadura por el mandato de tu padre. ¿En qué consistía ese mandato o ejemplo que te llevaba a arriesgar tu vida y la de tu familia?

—Lo explico en esa misma nota de 1987.

—¿Cuál fue tu área de acción en las FAP y en Montoneros? ¿Cuál fue tu cargo y rango?

—Informaciones. Aspirante.

—¿Hasta qué fecha estuviste en Ancla?

—En 1976 mi tarea era imprimir y distribuir los materiales que Rodolfo me entregaba. Cuando a él lo secuestraron y el resto se dispersó, además de imprimir y distribuir escribí todos los despachos de 1977 y 1978.

—Habiendo sido un hombre de Inteligencia…

… no fui “un hombre de Inteligencia”. Esa es una expresión equívoca que se difundió con mala intención.

—¿Qué evaluación hiciste que te permitió firmar el contrato con el Instituto Jorge Newbery usando tu conocido nombre real?

—Mi nombre es muy conocido hoy, pero apenas entonces. No es serio proyectar al pasado mi situación actual. Ese instituto, en el que nunca estuve, tampoco tenía nada que ver con la represión. Nunca tuvieron mi domicilio. Güiraldes me pidió si podía escribir para ellos una biografía de Jorge Newbery, que eran los temas que les interesaban. Le presenté un esquema y lo rechazaron.

—¿Cuál fue el motivo que te llevó a dejar la organización Montoneros?

—Tanto en las FAP como en Montoneros los análisis que realizábamos no eran tomados en cuenta por la conducción, lo cual hacía muy difícil la relación. En el caso de las FAP, me fui cuando, ante la información sobre la seriedad del proyecto de regreso de Perón, que conocía por mi trabajo periodístico y por mi relación con Cámpora, la respuesta fue que “Perón es de los trabajadores y no de los traidores, y por eso no vuelve”. En el de Montoneros, me separaron de la organización debido a las críticas al militarismo exacerbado, que constan en uno de los documentos que se difundieron junto con los de Walsh, porque él tenía una copia en la casa que cayó, junto con los suyos. A fines de 1977, René Haidar me comunicó mi separación del Partido (como había pasado a llamarse) “por falta de confianza en la conducción”. Me ofrecieron a cambio un encuadre en el frente de masas. Pedí la resolución por escrito y Haidar me la entregó. Creo que no percibieron la contradicción. Le contesté que justamente porque no confiaba en la conducción no podía aceptar un encuadre en ninguno de los frentes que le respondían y que, de acuerdo con mi crítica, no eran más que un esquema ficticio en el que cada vez menos de los mismos corrían de un lado a otro para llenar los casilleros de un organigrama de fantasía, donde figuraban un partido, un ejército, un movimiento, un frente de liberación y diversos frentes de trabajo barrial, sindical, femenino, sobre un esquema vietnamita que no tenía ninguna vigencia en la Argentina. En 1982 me crucé en la calle con Perdía, quien me invitó a sumarme al diario La Voz. Le recordé que desde 1977 no habían hecho nada para que recuperara la confianza en esa conducción.

—¿Dónde viviste durante la dictadura?

—En distintos departamentos alquilados en la Capital Federal.

***

A posteriori, cuando tuvimos acceso a evidencia irrefutable sobre su colaboración con la Fuerza Aérea Argentina en los años de la dictadura militar, el autor volvió a solicitarle una entrevista para conocer sus explicaciones. Nuevamente, Verbitsky eludió cualquier contacto directo y pretendió que dicha información le fuera enviada por adelantado, sin comprometerse a una reunión personal.

El siguiente es el último e-mail enviado por Verbitsky, tras los infructuosos intentos de entrevistarlo.

Estimado Gabriel, Horacio me transmitió que no va a ser posible, debido a que está con muchos compromisos y además ya le ofreció hacerlo por este medio. Si usted no está de acuerdo en hacerlo por el mismo, entonces Horacio prefiere que lo dé por cerrado.

Saludos cordiales, Constanza Bonsignore. Oficina de Horacio Verbitsky.

Tribuna de Periodistas

martes, 8 de septiembre de 2015

GCE: Los afanos de Franco

El gran negocio de Franco con la guerra
El historiador Ángel Viñas desvela en su próximo libro el origen turbio de la fortuna del dictador
Una, grande y rica
TEREIXA CONSTENLA - El País


De derecha a izquierda: Francisco Franco, Carmen Polo de Franco y Pilar Primo de Rivera, en un acto de la sección femenina en El Escorial, en 1944.

Franco hizo fortuna con la Guerra Civil. En su próximo libro, el historiador Ángel Viñas (Madrid, 1941) desvela aspectos desconocidos sobre el origen del patrimonio del dictador, fallecido hace 40 años, que desmontan el mito de su desapego hacia el dinero. Al margen de sus honorarios oficiales, Franco se enriqueció por vías que hoy acabarían ante los tribunales, como la venta de café donado en 1939 por Brasil o una “gratificación mensual” que le pagó la compañía Telefónica.

En La otra cara del Caudillo (Crítica), que se publicará el 22 de septiembre, Viñas desvela que el dictador ingresó en 1940 en una de sus cuentas 7,5 millones de pesetas, que equivalen “más o menos a 85,6 millones de euros de 2010”, por la venta de café que había donado el dictador brasileño Getúlio Vargas. “No veo la razón por la cual Vargas pudiese hacer un donativo a Franco a título personal, de dictador a dictador. Probablemente supondría que su homólogo no iba a beberse el café que pudiera obtenerse con 600 toneladas de granos. Entiendo, pues, que lo más probable es que fuese hecho implícitamente bien al pueblo o al Estado españoles”, sostiene el historiador en la obra. El café era uno de los productos que más escaseaban durante la posguerra y, por tanto, uno de los más demandados en los circuitos ilegales del estraperlo.

Dinero sospechoso
Café. En 1940 Franco tenía en una de sus cuentas 7,5 millones de pesetas (85,6 millones de euros de hoy) por la venta de café donado por el dictador Getúlio Vargas.
Donativo. El dictador recibía un “donativo mensual” de 10.000 pesetas (11.000 euros de hoy) de parte de la Compañía Telefónica Nacional.
Saldo. En agosto de 1940 disponía de 34,30 millones de pesetas en sus cuentas.
Bajo la dirección de Francisco Franco Salgado-Araújo, primo y responsable de la Secretaría de Estado de Franco, el café brasileño se entregó a la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, organismo estatal que dependía del Ministerio de Industria y Comercio, para que lo distribuyese a los gobiernos civiles, que se encargaron de venderlo en sus provincias según el precio público marcado por la administración (12,48 pesetas por kilo). Viñas descubrió el importe total de la venta en un documento del archivo del Palacio Real, donde consta que la recaudación total ascendió a 7,5 millones de pesetas, “exactamente el importe que figura en la relación de cuentas del Caudillo cerrada a 31 de agosto de 1940”.

¿De dónde tanto dinero?

El extracto de las cuentas de Franco correspondientes a esa fecha fue difundido por la revista Tiempo en 2010, aunque no se aclaraba el origen de esos 7,5 millones. En ellas se observan salidas de dinero, que el dictador destinaba arbitrariamente a distintas obras o personas, como la reconstrucción del castillo de la Mota o la ampliación de un colegio religioso de las Adoratrices de Valladolid. Lo más sorprendente se encuentra en el capítulo de ingresos, donde consta un “donativo mensual” de 10.000 pesetas de la Compañía Telefónica Nacional, cuyo accionista principal era entonces la empresa estadounidense ITT. La cantidad equivaldría a 11.000 euros actuales, según Viñas. “Políticamente el caso es significativo. Desde antes de la Guerra Civil el Gobierno había tenido relaciones no siempre armoniosas con la ITT. Durante el conflicto, la Compañía Telefónica aseguró el servicio en las dos zonas en que quedó dividido el país, aunque el presidente de la ITT, el conocido y temido coronel Sosthenes Behn, anticomunista furibundo, no tardó en declararse a favor de los sublevados. Terminado el conflicto Franco bloqueó los esfuerzos de la ITT por reanudar sus operaciones en España”, se recoge en la obra.

El todoterreno de Hitler
Desde que comenzó la guerra, Franco recibió regalos por admiración de quienes simpatizaban con su “cruzada militar” contra los republicanos y por interés de quienes deseaban buenas relaciones con España. Hitler, a pesar de que le despreciaba, le regaló en enero de 1940, nueve meses después del final de la guerra española, un todoterreno de la marca Daimler-Benz valorado en 33.597,50 marcos de entonces, “casi unos 400.000 euros hoy”, según recoge Ángel Viñas en La otra cara del Caudillo.
En el libro se recuerdan otros jugosos obsequios que agrandaron el patrimonio familiar de Franco como el Pazo de Meirás, antigua residencia de la escritora Emilia Pardo Bazán, comprado en 400.000 pesetas, reunidas por numerosas aportaciones forzosas y algunas voluntarias como la del empresario Pedro Barrié de la Maza. Y también una donación menos conocida realizada por Teresa Amteller Cros el 17 de octubre de 1936, que ofreció su finca en Santa Elena de Agell “en cuanto la provincia de Barcelona fuese liberada”.
Viñas no ha logrado averiguar cuándo Telefónica comienza a pagar al dictador ni durante cuánto tiempo lo hace, pero considera “totalmente improbable que actuara al margen de la ITT en este delicado asunto”. “Como es notorio, la nacionalización se retrasó”, añade.

El 31 de agosto de 1940, Franco disponía de 34,30 millones de pesetas en varias cuentas, nutridas en buena parte con aportaciones de simpatizantes de su causa tras la suscripción nacional abierta para financiar la guerra. Aunque Ángel Viñas puntualiza que Franco realizó también donativos y obras con este dinero, barrunta otra finalidad última: “Mis sospechas apuntan hacia la posibilidad de que se quedara con la mayor parte de los fondos acumulados”. En un par de años, afirma, “consiguió una fortuna nada despreciable, en parte gracias a mecanismos hasta ahora no aclarados”.

Su millonario saldo bancario en 1940 resulta sorprendente teniendo en cuenta que su nómina mensual en 1935 era de 2.493 pesetas (desvelada en marzo por EL PAÍS) y que en 1940, ya como Jefe del Estado, percibió 50.000 pesetas en concepto de salario anual. “En cualquier caso, ni ahorrando todos sus emolumentos como jefe del Estado y como capitán general, más la gratificación de Telefónica, es posible que Franco pudiera acumular los saldos bancarios de que disponía en agosto de 1940”, afirma Viñas. “Esta, verosímilmente, no pudo ser otra que la reasignación de donativos”, agrega. “La otra vía de enriquecimiento posible es que Franco se hubiese apropiado de parte de la dotación de la presidencia de Gobierno o de la Jefatura del Estado a partir de 1937. Fuese cuál fuese el origen, me parece inmoral”, explica el autor por teléfono.

A pesar de que en las últimas décadas se ha avanzado notablemente en la investigación histórica sobre la guerra y la dictadura, las finanzas de Franco permanecen aún entre sombras con excepciones como la de Mariano Sánchez Soler en su libro Los Franco S. A. (Oberon, 2003) o el reportaje de Javier Otero en Tiempo.