martes, 10 de abril de 2018

Guerra del Paraguay: Mitos revisionistas y el apoyo de Colombia

Colombia y la guerra de la Triple Alianza

Alfredo Cardona Tobón* | Historia y Región


La presidente de Argentina, Cristina Fernández, calificó la guerra de la Triple Alianza como una traición a Latinoamérica; pero olvidó decir que  fue  otra de las infamias de su país, esa vez contra los hermanos paraguayos que casi son exterminados por la acción conjunta de Brasil, Uruguay y Argentina.
La hecatombe fue atizada por la soberbia del presidente paraguayo Francisco Solano López, los intereses territoriales de Argentina y Brasil, la falta de patriotismo de los lideres del Partido Colorado del Uruguay y por el lucro de los banqueros ingleses que se vieron beneficiados en el conflicto.
Todo empezó con el paso de tropas paraguayas a través de territorio argentino para apoyar el gobierno del Partido Blanco del Uruguay amenazado por la insurrección del Partido Colorado de ese mismo país, respaldado a su vez por Brasil.
 El presidente argentino  Bartolomé  Mitre declaró la guerra al  Paraguay y desde 1865 hasta 1870 argentinos, brasileños y uruguayos se unieron  para acabar con el pueblo de la pequeña nación. Eso no fue un conflicto armado, fue el genocidio de una nación que al empezar la guerra tenía 1.300.000 habitantes y la final de la lucha apenas contaba con 200.000 sobrevivientes, de quienes solo había 28.000 hombres en edad reproductiva y el resto eran mujeres, ancianos y niños.
 De los 100.000 soldados al empezar las acciones, quedaron 400 combatientes, entre quienes figuraban decenas de mujeres y adolescentes. Paraguay perdió 170.000 kilómetros cuadrados de su territorio y quedó totalmente devastado, era la sombra apenas, de una nación que fue la primera en establecer líneas ferroviarias en Suramérica, la primera en establecer fundiciones y fábricas de papel y la segunda en el mundo en la producción de textiles y en el cultivo de algodón

EL DESARROLLO DE LA GUERRA

El Paraguay tomó la iniciativa en los combates: ocupó el Matto Grosso brasileño e invadió la provincia argentina de Corrientes; sus fuerzas armadas estaban mejor preparadas que las de sus vecinos, el país tenía recursos para la guerra en tanto que  sus enemigos estaban inmersos en serias dificultades económicas.
La ventaja inicial no duró mucho, pudieron más las montoneras que un ejército calificado: los brasileños se aliaron con comunidades indígenas y contraatacaron saqueando lo que encontraron y quemando lo que no podían robar. El  10 de abril de 1866 las fuerzas de la Triple Alianza tomaron la fortaleza de Itapirú en el río Paraná y derrotaron a los paraguayos en Tuyutí, en una de las más sangrientas batallas en la historia americana. Una victoria de Solano López en Curupayty detuvo por algunos meses las acciones militares de los aliados, que en enero de 1869 llegaron hasta la ciudad de Asunción.  A partir de entonces, el avance de brasileños, argentinos y uruguayos fue continuo, dejando desolación, hambre y muerte por donde pasaban, degollando a civiles, niños y mujeres como si la consigna fuera despoblar al Paraguay y acabar con su gente.
El Mariscal  Solano López trasladó la capital a Piribebuy y en agosto de 1869  20.000 soldados aliados  se enfrentaron con 1.600 defensores de Piribebuy que nada pudieron hacer contra la superioridad numérica de los atacantes. La resistencia paraguaya fue tenaz y heroica, la garra de los paraguayos exasperó en tal forma a los jefes brasileños que asesinaron a los prisioneros o los vendieron como esclavos en las plantaciones de Rio Grande.
Solano López se retiró con unos pocos combatientes a las montañas del oeste perseguido de cerca por el comandante brasileño conde D´Eu. El 16 de agosto de 1869 la gente del pequeño poblado de Acosta Ñu trató de obstaculizar la marcha de los brasileños para dar tiempo de escape a las tropas de Solano; cuatro mil niños y adolescentes se pintaron bigotes y con palos de escoba simularon una columna en la retaguardia paraguaya, algunos llevaban machetes, otros lanzas de cañabrava y la mayoría caucheras; el Conde D’Eu ordenó el ataque, pequeños de seis años se aferraban a los pies de los asesinos para que no los mataran, fue una terrible, cruel e inhumana carnicería que remató el conde D´Eu prendiendo fuego a  los montes cercanos donde quedaron calcinados miles de niños con las madres que trataron de auxiliarlos.
En el Cerro Corá 26.000 soldados brasileños rodearon a los 409 paraguayos que acompañaban al Mariscal Francisco Solano López y los mataron a casi todos, incluyendo al presidente paraguayo que pereció con sable en mano al igual que su hijo Panchito que luchaba a su lado.

EL APOYO DE LOS RADICALES COLOMBIANOS

El 27 de julio de 1869 el Congreso de Colombia expidió un decreto para expresar su admiración por la resistencia de los paraguayos y participar del dolor por la muerte del Mariscal Francisco Solano López; y un año más tarde, cuando todo estaba consumado,  expidió la siguiente resolución:
“Si por efecto de la guerra, el Paraguay desapareciera como nación, ningún paraguayo será paria en América, con  solo pisar tierra colombiana, en caso de producirse, gozará en forma automática de los privilegios, facultades, prerrogativas y derechos de colombiano, es decir que de perder la nacionalidad paraguaya serán automáticamente colombianos”
Firman Eustorgio Salgar-(Presidente), Felipe Zapata (Ministro de Relaciones exteriores)  y Jorge Isaacs ( Presidente del Congreso)
Además de ese apoyo en el papel, que no aprobaron los conservadores colombianos, nuestro país contribuyó en la medida de su raquítico presupuesto en la reconstrucción del Paraguay ocupado por los brasileños; envió comida, drogas y varios médicos que acompañaron una pequeña fuerza para garantizar el respeto por los vencidos.
El mundo vio atónito la sanguinaria alianza contra los paraguayos, si los  vencedores no desmembraron al Paraguay fue por la oposición de algunos países amigos como Bolivia, Ecuador, Colombia y de los Estados Unidos que mantuvieron sus embajadores  en tierra paraguaya. Los aliados impusieron grandes tributos como indemnización de guerra. Unos años más tarde la Argentina suspendió los cobros y trató de adjudicar la responsabilidad de las masacres a los brasileños. Durante el  gobierno de Perón  los argentinos devolvieron los trofeos  tomados  a los paraguayos en los campos de batalla.


Mariscal    Solano López, presidente paraguayo

La recuperación demográfica del Paraguay fue muy lenta, Brasil tomó todo el territorio que quiso, Argentina ocupó parte del Chaco y recuperó la parte de la provincia de Misiones que en tiempos del Doctor Francia se  había adherido al Paraguay.
Esa guerra es un crimen que taladra la conciencia americana y nunca ha sido reconocido por el ambicioso Brasil. El resquemor de los paraguayos con sus vecinos sigue vivo y se necesitarán más que discursos de Cristina Fernández para borrar la culpa  de la nación argentina, cuyo gobierno hubiera podido frenar el salvajismo brasileño y oir el clamor del pueblo raso que no quería ir a la guerra contra sus hermanos paraguayos.

Lástima que Paraguay estuviera tan lejos de Colombia, porque de poder hacerlo de seguro miles de voluntarios del radicalismo liberal hubieran ofrenda su vida en defensa de sus hermanos.

lunes, 9 de abril de 2018

PGM: Las durísimas galletas ANZAC

¿Por qué los soldados australianos escribían sus cartas en galletas durante la PGM?

Javier Sanz  — Historias de la Historia



Cada 25 de abril se celebra en Australia y Nueva Zelanda el ANZAC Day, una festividad nacional en honor de los soldados de ANZAC, Australian and New Zeland Army Corps (Ejército de Australia y Nueva Zelanda), que lucharon en la batalla de Galípoli de 1915 contra el Imperio otomano durante la Primera Guerra Mundial, y cuya conmemoración en la actualidad se hace extensiva a todos los australianos y neozelandeses “que sirvieron y murieron en todas las guerras, conflictos y misiones de paz“.


Postal pintada en una galleta ANZAC

La batalla de Galípoli, o batalla de los Dardanelos, tuvo lugar en la península turca de Galípoli en abril de 1915, durante la Primera Guerra Mundial. Tras los intensos bombardeos en febrero de 1915, se decidió un desembarco de las tropas aliadas (británicos, franceses, australianos y neozelandeses) en la península y, de esta forma, poder controlar el estrecho de los Dardanelos. La ofensiva estuvo mal preparada y el único elemento a su favor, el ataque sorpresa, no dio ningún resultado. Desembarcaron en un playa al pie de un terreno elevado donde estaban fortificadas las tropas turcas. Durante varios meses los soldados de uno y otro bando iban cayendo,  pero ni los aliados ganaban un palmo de terreno ni los turcos los conseguían echar. Estabilizado el frente, la única forma de hacer llegar suministros y munición a los miembros de la ANZAC, así como evacuar a los heridos y muertos, era vía marítima. Debido a lo distancia que los barcos debían recorrer para el aprovisionamiento y a la escasez de transportes con refrigeradores, era imposible enviar alimentos frescos y hubo que centrarse en productos no perecederos: comida enlatada, arroz, café, té… y galletas. Lógicamente, no servía cualquier galleta, había que buscar una receta que aportase la mayor cantidad de nutrientes y no fuese perecedera -se descartaron las que contenían huevo-. Así que, las mujeres australianas comenzaron a buscar viejas recetas que cumpliesen con esos requisitos, y dieron con una a base de avena, azúcar, harina, coco, mantequilla y melaza. Aquellas galletas, llamadas inicialmente  Soldiers’ Biscuits,  se convirtieron en un elemento más del equipo de campaña de la ANZAC, por lo que pasaron a denominarse ANZAC Biscuits.  El único problema es que eran realmente duras. De hecho, los soldados no se atrevían a hincarles el diente por miedo a perderlos y las comían tras sumergirlas en algún líquido para que se ablandasen o deshaciéndolas para tomar como gachas.

En aquella ratonera de playa, en la que era harto difícil hacer llegar los suministros, había que tirar de imaginación para buscar sustitutivos a los productos que escaseaban, y uno de ellos era el papel. Así que, los soldados australianos y neozelandeses decidieron utilizar aquellas galletas, duras como piedras, a modo de lienzos y papel para escribir las cartas a sus seres queridos -del mismo modo que los sumerios utilizaron tablillas de barro, pero en este caso sin escritura cuneiforme-. Prueba de la resistencia de estas galletas, un siglo después, son las cartas, postales pintadas y hasta marcos con fotografías expuestas en el Australian War Memorial.





Hoy en día las ANZAC Biscuits se venden en tiendas y supermercados, y los beneficios que se obtienen se destinan a financiar organizaciones de veteranos de guerra.



Fuente e imágenes: Australian War Memorial

domingo, 8 de abril de 2018

Kargill: La artillería india define el conflicto



Cómo la artillería cambió la marea de la guerra en el Kargil



Por SD Goswami, portavoz de Defensa (MOD)


Udhampur: Los principales aspectos más destacados de todas las operaciones en la "Operación Vijay" era la destrucción completa de las defensas enemigas y supresión de la artillería enemiga obligándolos a abandonar sus defensas, dejando tras de sí un gran alijo de armas, municiones, equipos y tiendas. La supresión de enemigos las armas pequeñas y fuego de artillería redujo propias bajas considerablemente. Los comandantes de batallón de infantería , jefes de compañía, los comandantes y los hombres del pelotón no se anduvieron con rodeos para expresar su gratitud a los artilleros. El papel de la artillería en el campo de batalla, como el brazo destructivo y decisivo fue escrito precisamente en letras de oro en la "Operación Vijay".

La victoria de Inida en la Operación Vijay no se logró sin grandes sacrificios. Tres oficiales valientes y 32 valientes soldados del Regimiento de Artillería pusieron sus vidas en el verdadero espíritu de Izzat-O-Iqbal. Pakistán se estima perdió 69 oficiales y 772 hombres, principalmente la Infantería Ligera del Norte (INT). Más de 1.000 soldados paquistaníes resultaron heridos.

El joven comandante de la compañía y oficiales Delantero de observación de artillería llevaron desde el frente con el ejemplo personal y por lo tanto motivados a sus tropas para llevar a cabo los actos destacados de la galantería. Para este valor y arenilla excepcional y ejemplar en batallas heroicas en Kargil, el Jefe de Estado Mayor del Ejército honrado 11 batallones de infantería, tres unidades del Regimiento de Artillería a saber, 141º Regimiento de Campo, 197º Regimiento de Campo y 108º Regimiento Medio y dos de reconocimiento y observación Escuadrones de la Aviación del Ejército con el premio especial de la Unidad de Citaciones.



Al honrar a estos regimientos del ejército reconoció la parte inmensa desempeñado por todas las unidades del Regimiento de Artillería en la lucha galante territorio indio para volver a la captura de los intrusos de Pakistán. A pesar de la controversia sobre su inducción, los FH 77-B Bofors de 155 mm realiza muy bien y fue pilar de artillería en las operaciones. Su alcance máximo de 30 kilómetros le permitía ataques profundos en posiciones de artillería del enemigo, instalaciones administrativas, depósitos de municiones, y la sede, además de neutralizar adelante posiciones mantenidas por los intrusos. Moviendo estas armas, cañones de campaña de 105mm, morteros de 160 mm y 120 mm y Multi Barril Rocket Launcher (MBRLs) de 122mm GRAD BM 21 en armas posiciones de avanzada para el fuego "directa" en las localidades de enemigos, literalmente, debajo de la nariz del enemigo y acogedor determinado con ello enemigo fuego de artillería sobre sí mismos, los artilleros mostraron coraje sin igual en la batalla.

Las posiciones de artillería cayeron bajo pesado enemigo contra el bombardeo de vez en cuando, muchas veces causando graves bajas. Pero los artilleros no estaban rápido y continuaron para responder a las exigencias de la batería Comandante / Puesto de Observación de. Era único en la historia de 286 Medium Regimiento que todos sus 18 cañones de barriles llevaban a cabo su vida en 25 días desde la Operación Vijay inició. Ellos continuaron disparando tan extensamente con nuevas armas que recibieron de 163 Medium Regimientos mientras que las operaciones estaban encendidas.



El conflicto de Kargil estableció una vez más fuera de toda duda que la potencia de fuego de artillería juega un papel importante en el logro de la victoria en el campo de batalla moderno. Precisa fuego de artillería reduce las defensas del enemigo a escombros. Sostenido fuego de artillería se desgasta gradualmente la resistencia del enemigo y finalmente rompe su voluntad de luchar. Al degradar sistemáticamente el potencial de combate del enemigo antes de que se puso en marcha un asalto físico, la artillería ayudó a reducir las bajas sufridas por agredir a soldados de infantería.



A lo largo de la fase ofensiva del conflicto de Kargil, la artillería fue llamado a responder a situaciones emergentes y lo hizo con presteza y letalidad diciendo. Los batallones de infantería que participan en los combates fueron los primeros en reconocer la inmensa deuda de gratitud que le deben a sus compañeros de artillería.

La artillería india disparó más de 2.50.000 proyectiles, bombas y cohetes durante el conflicto de Kargil. Aproximadamente 5.000 sheels de artillería, bombas de mortero y cohetes fueron disparados diariamente de 300 pistolas, morteros y MBRLs mientras que 9.000 proyectiles fueron disparados el día Colina del Tigre se recuperó. Durante el período más agudo de los ataques, en promedio, cada batería de artillería disparó más de una ronda por minuto durante 17 días seguidos. Estas tasas altas de fuego durante largos períodos no habían sido testigos de cualquier parte del mundo desde la Segunda Guerra Mundial.



Incluso durante la Segura Guerra Mundial, como disparos de artillería sostenido que no era común en todos. Los hombres en las armas tenían ampollas en las manos de llevar y conchas de carga y cartuchos. Muy pocos de ellos tiene más de un par de horas de sueño en cada ciclo de 24 horas. No tenían tiempo para las comidas adecuadas y eran a menudo a sí mismos bajo la artillería enemiga fuego. Sin embargo, ellos continuaron sin descanso. Existen en cualquier lugar No hay soldados mejores que ellos en el mundo. Por último, pero no menos importante la artillería era, de hecho, el asesino de primera ya que el 80 por ciento de las bajas sufridas por el enemigo estaba a causa de disparos de artillería.

Había zonas arma limitados disponibles para el despliegue convencional. Forzosamente, recurrió a tomar para dividir las pilas, a menudo en dos y tres del de. En los lugares que había una diferencia de altura de casi 40 a 50 pies entre el primero y el sexto de la diversión de una batería. Por otro lado, hubo ocasiones cuando las armas tenían que ser desplegado rueda a rueda.

En el análisis final, mientras que todas las armas y servicios contribuyeron de manera significativa al esfuerzo concertado para desalojar a los regulares paquistaníes de sector de Kargil, la victoria perteneció al valor indomable y devoción desinteresada al servicio de la infantería de la India y la gran potencia de fuego de la artillería y de la Fuerza Aérea de la India.

Indian Defence News

sábado, 7 de abril de 2018

Guerra Antisubversiva: El atentado al bebé de Raúl Laguzzi

Septiembre negro: el atentado contra el bebé del rector de la UBA que desencadenó el terrorismo en las aulas

En septiembre de 1974, una bomba mató al hijo de Raúl Laguzzi, de cinco meses. Fue el punto de partida para la imposición del autoritarismo y la represión ilegal en los claustros. La vida oculta de Laguzzi después del crimen

Por Marcelo Larraquy | Infobae
Periodista e historiador (UBA)


A las 3.10 de la madrugada del sábado 7 de septiembre de 1974, una bomba estalló en el 8° piso del edificio ubicado en la esquina de Senillosa y Guayaquil, en el barrio porteño de Caballito.

La bomba fue colocada en el cuarto de incineración, lindera al dormitorio de Pablo Gustavo Laguzzi, de cuatro meses. Su cuerpo cayó por el hueco del ascensor. Los padres del bebé resultaron heridos, pero quedaron retenidos en una viga que les salvó la vida. La explosión sólo dejó en pie algunos marcos de hierro del departamento.

El padre luego se repuso, encontró a su hijo en el 2° piso y lo llevó al hospital.

Pocas horas más tarde el bebé murió.



El padre era Raúl Laguzzi, rector interino de la Universidad de Buenos (UBA), de 33 años.

Había sido decano de la Facultad de Farmacia y  Bioquímica hasta el 25 de julio, cuando fue designado por el ministro de Cultura y Educación  Jorge Taiana para el Rectorado.

En la primera semana en funciones, Laguzzi recibió una amenaza de muerte en su escritorio.



Sonó el teléfono.

-¿Vió lo que pasó con Ortega Peña? –le preguntaron (el diputado acababa de ser fusilado en el centro porteño).

-Sí.

-El próximo es usted.

Laguzzi pidió custodia policial para su casa.

Luego sabría que el policía asignado realizó la inteligencia del atentado.

"Mi papá me dijo que el policía que hacía de guardaespaldas, el que habían enviado para la custodia, le abrió la entrada a una mujer para que pusiera la bomba. Él escuchó los tacos cuando caminaba esa madrugada…Era un policía de la Triple A", afirma María Laura, hija de Raúl Laguzzi, que nació diez años después del atentado, en entrevista con el autor.



El 14 de agosto Taiana entregó su renuncia forzada a la presidenta Isabel Perón. Hacía un mes y medio había muerto Perón. Comenzaba una nueva etapa de gobierno, que viraba la ortodoxia.

Su reemplazante era Oscar Ivanissevich, de 79 años, un ex ministro del primer gobierno peronista, que al momento de ser ungido en la cartera educativa dirigía la campaña de forestación del ejido urbano.

La nueva etapa de gobierno ya revelaba un mayor desarrollo de la Triple A. El terrorismo paraestatal también apuntaba hacia el Congreso.

El 4 de septiembre dio a conocer un comunicado con la "condena a muerte" de dos senadores y nueve diputados. Avisó que serían "ejecutados donde se encuentren por infame traición a la Patria".

Entre los "condenados" volvía a anunciarse al senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, que había sobrevivido a una bomba en su auto en noviembre de 1973.

"Esta vez no fallaremos", le anticipaban en la posdata.

Con la llegada de Ivanissevich, Raúl Laguzzi comenzó a sufrir presiones directas para que abandonara el Rectorado.

Si bien contaba con el apoyo de los doce decanos de la UBA, el Consejo de Facultades y la comunidad estudiantil, el hecho de que la Juventud Universitaria Peronista (JUP) sostuviera su nominación, y lo considerara un "cuadro propio", lo convertía en un blanco de la "depuración ideológica", que estaba a  punto de ejecutarse.


Juventud Universitaria Peronista – Medicina (JUP)

Laguzzi no entendía semejante reacción contra su designación. No era un cuadro político. Era un científico con experiencia de gestión que entendía que la medicina, como la educación, tenía que tener acceso popular. Como decano de Farmacia y Bioquímica había comenzado a crear una planta de producción de medicamentos –que resultarían mucho más económicos que los de los laboratorios- e impulsó a los estudiantes a participar en proyectos de salud para implementarlos en las provincias.

Sus ideas le generaron enemigos.

Laguzzi había pedido una audiencia con el ministro Ivanissevich para entablar un diálogo. No la obtuvo.

El día que mataron a su hijo retiró el pedido.

Laguzzi escribió al ministro:
"En el día de la fecha mi hogar y mi familia fueron objeto de un atentado criminal que costó la vida de mi hijo de cuatro meses. Los autores materiales del hecho fugaron impunemente. Su acción contó con el pretexto político que se brindó injustificada e irresponsablemente desde el Ministerio de Cultura y Educación y otras fuentes oficiales, con la excusa de la infiltración ideológica y del desorden interno de la Universidad, así como con la complicidad abierta de las fuerzas de seguridad, que pocas horas antes del atentado levantaron la custodia de mi domicilio. Quiero expresar al señor ministro que estos actos de inhumana y sistemática violencia contra los sectores que pretenden mantener en alto las banderas de liberación votadas por el pueblo argentino, son también de responsabilidad del gobierno al que pertenece; que ya no volveré a insistir con pedidos de audiencia, pues he comprendido cuáles son las formas que el diálogo asume hoy en esta dolorosa etapa de la historia argentina".
Casi mil personas acompañaron el cortejo al cementerio de la Chacarita.

"Yo veía las fotos de Pablo Gustavo en casa y empecé a preguntar quién era. ¿Dónde estaba ese bebé? Mi papá me dijo que no estaba, que era mi hermano, pero que había muerto. Yo tendría 4 ó 5 años. Todavía no había empezado la escuela primaria. Poco a poco me fue contando cómo había sido. Que había sido rector, que había problemas políticos… Me acuerdo que esa noche justo vino a dormir una compañerita del jardín de infantes a casa y le conté todo, pobre", agrega María Laura, que vive en Francia.

Menos del gobierno peronista, Laguzzi recibió la solidaridad del ámbito académico y partidario.

Llamó la atención el atenuante que expresó  Ricardo Balbín sobre el atentado. El jefe radical mencionó "el desprestigio" de la UBA en el marco de su condena.

"Hoy será noticia que al Rector le han puesto una bomba que le mató al hijo e hirió gravemente a su mujer y a él. Nosotros vamos a documentar nuestro reclamo, pero ese Rector, antes de la bomba, no había serenado al ámbito universitario", expresó.

La frase impactó en la Juventud Radical-Franja Morada, que aún con diferencias, apoyaba a Laguzzi.

La preocupación por la represión policial y los atentados excedía a la izquierda peronista o marxista.

Justamente el mes anterior, los sectores juveniles del radicalismo –liderados por Federico Storani, Marcelo Stubrin y Leopoldo Moreau- reclamaron a la UCR que propiciara una comisión parlamentaria para investigar "la existencia de un plan represivo en gran escala que contempla hasta la eliminación física de militantes de diversas organizaciones populares".


Federico Storani – FUA

Y pidieron la destitución del comisario Alberto Villar, jefe de la Policía Federal, "quien haciendo uso abusivo de las fuerzas que dispone encabeza en grado de ejecutor esta escalada represiva".

Las bombas ya habían empezado a golpear la Universidad. Una de ellas fue depositada en el edificio de Salguero y Arenales donde vivía la decana de Filosofía y Letras, Adriana Puiggrós.

Se expresó en el diario "La Opinión".
"Yo pregunto qué es lo que crea el caos en la universidad: la inscripción ordenada de 25.000 alumnos en nuestra Facultad, que rinden sus exámenes en los plazos previstos o la colocación de una bomba a las 3 de la madrugada por manos cobardes, en un edificio donde viven criaturas y que debió apuntalarse porque peligraba su estructura".
Cuarenta y cuatro años después, Puiggrós todavía  recuerda el atentado: "Era una bomba de 5kg de gelinita. Volaron toda la parte de abajo del edificio y en la pared pusieron mi nombre y debajo "AAA". También pusieron una bomba en un sector de la Facultad, en el Clínicas", agrega.

La bomba que mató a Pablo Laguzzi no provocó la renuncia del Rector de la UBA. Apenas se repuso de sus heridas continuó en su despacho de la calle Viamonte. Su esposa Elsa Repetto se ocultó en el interior del país.

Laguzzi apoyaba la continuidad de las políticas universitarias votadas el 25 de mayo y el 23 de septiembre de 1973, y aplicadas por los rectores interventores precedentes de la UBA, Rodolfo Puiggrós y Ernesto Villanueva y Vicente Solano Lima:

  • Ampliación de canales de acceso a la Universidad (ingreso irrestricto).
  • Transformación de programas y planes de estudios y fin del autoritarismo pedagógico y académico.
  • Proyectos de investigación acordes a las necesidades del proceso de liberación.

En este punto, se apoyaba en el último discurso de Perón ante la Asamblea Legislativa:

"Sin base científico-tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace imposible".

Pero con la designación de Ivanissevich, el gobierno de Isabel quería terminar con el último eco del peronismo del 25 de mayo de 1973.

Y generó la resistencia universitaria.


(Gustavo Gavotti)

Al momento del atentado terrorista contra Laguzzi, las facultades hacía un mes que estaban tomadas. Se daban clases públicas en las puertas de los edificios; incluso los alumnos de Agronomía soltaron algunas vacas por avenida San Martín -que utilizaban para sus prácticas de estudio-, en señal de protesta. Se producían detenciones: trescientos estudiantes fueron apresados cuando marchaban hacia el Congreso.

Las tomas habían sido acordadas por 10 de los 12 decanos y los estudiantes de JUP, JR y el comunismo (MOR). Coincidían en una universidad comprometida con el "proceso de liberación", pero la JR y los comunistas desconfiaban del "sectarismo" de la JUP, conducida subterráneamente por Montoneros. Y mucho más luego de que el 6 de septiembre la organización guerrillera definió su pase a la clandestinidad para "reasumir las formas armadas de lucha". Para Montoneros, muerto Perón, se acababa el último factor de unidad latente.

El llamado a la clandestinidad complicó al frente interno  estudiantil. Los dirigentes de la JUP quedaron descolocados: muchos de ellos se vieron obligados a  abandonar espacios de militancia pública. El decano de Abogacía Mario Kestelboim, que contaba con el  apoyo de la JUP, decidió renunciar.

El martes 10 de septiembre, finalmente, se anunció  la "restauración educativa", con la ruptura de las políticas universitarias previas.

El ministro Ivanissevich atacó el Estatuto Docente, condenó el ingreso irrestricto –"es un engaño que no aceptan ni los países comunistas-; dijo que la investigación científica debían hacerla las empresas privadas, anticipó la eliminación del gobierno tripartito y afirmó que la destrucción de la universidad era por "la acción disolvente de  organizaciones que quieren transformar a los jóvenes justicialistas en marxistas".

Su exposición en el Teatro Colón fue aplaudida por el gabinete peronista y apoyada por el Partido Justicialista en un comunicado, para no dejar dudas.

Las reacciones fueron inmediatas.

El físico y matemático Manuel Sadosky, echado de la Universidad por el general Onganía, lo comparaba con la reproducción de "la noche de los bastones largos".

"En 1966, los ideólogos del golpe de Estado expertos en campañas psicológicas supieron crear una imagen de calamidad pública: la Universidad estaba en manos del Demonio, todos los males del país derivaban del caos universitario y extirpada la camarilla marxista-reformista de la Universidad de Buenos Aires la patria encontraría su destino…".

Después de la presentación del plan de Ivanissevich, el ministro quedó enfrentado al rector Laguzzi y los decanos de la UBA.

Fue una tregua implícita de una semana.

Los estudiantes y decanos decidieron lanzar un referéndum para que se votara por la continuidad o no de las políticas universitarias.

Pero no se realizó.

El 17 de septiembre, Ivanissevich designó como nuevo rector a Alberto Ottalagano y la policía y el Ejército ingresó a las facultades lanzado gases y a punta de pistola.


Alberto Eduardo Ottalagano

"Estábamos en el Rectorado de la calle Viamonte y entró la policía y escapamos por otra puerta. Nos echaron a todos los decanos. No hubo renuncia. Yo estaba amenazada y al otro día me exilié a México", recuerda Adriana Puiggrós.

"Mi papá se fue del Rectorado. Y estuvo escondido durante un mes. Mi mamá también, pero estaban separados. Lograron entrar a la embajada de México y se fueron de urgencia en el primer vuelo, perseguidos por la policía al aeropuerto. Quedarse en la Argentina era morir por morir", afirma María Laura Laguzzi.

Ottalagano, un nacionalista católico que se confesaba fascista, ordenó el ingreso de un cuerpo centenares de "celadores" en las aulas para mantener el "orden" y separó las carreras para dispersar a los alumnos, a quienes pretendía como  obedientes y silenciosos soldados de la enseñanza autoritaria.



El nuevo decano de Filosofía y Letras, el sacerdote Raúl Sánchez Abelenda se paseaba por las facultades con un olivo para exorcizar los malos espíritus que habían dejado en las aulas las obras de Freud, Piaget y Marx en las aulas.

En un trimestre de gestión, Ottalagano produjo una cesantía masiva de docentes. Hubo libertad de acción para el terrorismo "parapolicial": cuatro alumnos de la UBA fueron secuestrados y desaparecieron y a once los mataron. En las facultades se empezó a exigir el certificado de "buena conducta" y de "domicilio" expedido por la Policía Federal para poder cursar.

Hasta antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, las cifras de estudiantes muertos y desaparecidos alcanzarían casi a medio millar en todo el país.

Raúl Laguzzi volvió a la Argentina casi veinte años después del atentado que mató a su hijo Pablo.

"Fue la primera vez que lo ví llorar –recuerda María Laura Laguzzi-. Fue en el año 1993, en el cementerio de la Chacarita. Debía ser Pascua. Había dos fechas muy difíciles: el 10 de abril, cuando nació Pablo y el 7 de septiembre. Papá no quiso volver a la vivir a la Argentina. Le dejó un trauma muy importante. Hizo el duelo del país y no quiso volver a instalarse. Era psicológicamente imposible para él. Siguió viviendo en Francia, estudiando el sueño, el stress, cuestiones de neurociencia. A partir de entonces volvió cada dos o tres años para ver a su familia, pero en secreto. Nosotros nunca dábamos la dirección. Una vez, cuando empezó a hacer el juicio contra el Estado por la muerte de Pablo, llegó un fax con una amenaza en el hospital donde trabajaba. Y habían pasado veinticinco años. Increíble. Con el dinero que recibió de la indemnización creó junto a mi mamá una escuela de oficios manuales que lleva el nombre de mi hermano, la escuela "Pablo Gustavo Laguzzi Por los Derechos del Niño" y una radio para chicos huérfanos en una villa de Buenos Aires. Dieron todo. No se quedaron ni con un centavo para ellos", dice su hija María Laura.

En la madrugada del 28 de noviembre de 2008, Raúl Laguzzi murió en París de un paro cardíaco en su departamento.

*Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA). Su último libro es "Primavera Sangrienta. Argentina 1970-1973. Un país a punto de explotar. Presos políticos, guerrilla y represión ilegal". Ed. Sudamericana.

viernes, 6 de abril de 2018

GCE: Lugares olvidados del conflicto

Los lugares olvidados de la Guerra Civil

Donde habita el olvido de las administraciones, un grupo de ciudadanos desinteresados pone su esfuerzo, su tiempo y trabajo para recuperar la otra memoria histórica de la guerra civil.
EL PAÍS



1 El Blockhaus 13, en Colmenar del Arroyo, formaba parte de una línea defensiva de 22 búnkeres que nunca llegó a terminarse. Esta fortificación, inspirada en las que se levantaron en Europa en la Primera Guerra Mundial, es la única que aún se mantiene en pie. SAMUEL SÁNCHEZ Ernesto Viñas, vecino de Quijorna, lleva 18 años recuperando objetos de la batalla de Brunete. Fundador de Brunete en la memoria, ofrece rutas guiadas, visitas al museo que ha montado en el sótano de su casa y una oficina de memoria histórica para que los familiares puedan rastrear las pistas de sus combatientes. 


2 Ernesto Viñas, vecino de Quijorna, lleva 18 años recuperando objetos de la batalla de Brunete. Fundador de Brunete en la memoria, ofrece rutas guiadas, visitas al museo que ha montado en el sótano de su casa y una oficina de memoria histórica para que los familiares puedan rastrear las pistas de sus combatientes. SAMUEL SÁNCHEZ


3 En 2013 la Comunidad de Madrid excava parcialmente el Blockhous 13. Un año más tarde se convierte en el primer vestigio de la guerra civil que entra en la lista de yacimientos arqueológicos visitables. SAMUEL SÁNCHEZ


4 A pesar de que la impresionante colección de piezas militares en el museo de Brunete en la Memoria, a Ernesto Viñas lo que más le impresiona son los objetos más humanos: lapices acoplados en casquillos, cartas, dibujos o tubos de pasta de dientes con las huellas del día a día de la batalla. SAMUEL SÁNCHEZ


5 El Blockhaus 13 conserva intactas sus cuatro troneras conectadas por un anillo. La Segunda Compañía del Batallón de Zapadores necesitó tan sólo dos meses para levantar la estructura fortificada. SAMUEL SÁNCHEZ


6 Sobre las estanterías del museo de Ernesto Viñas, piezas que revelan cómo era el día a día de los soldados en el frente: como esta bota en la que se han conservado restos de un periódico de la época. Los visitantes pueden tocar y ver de cerca cada uno de los objetos. SAMUEL SÁNCHEZ


7 David Loriente, vecino de Morata de Tajuña, lleva años trabajando desinteresadamente con la Asociación Tajar para recuperar los lugares de la batalla del Jarama. Recientemente el ayuntamiento ha comenzado las excavaciones arqueológicas en las trincheras al pie del monumento de Martín Chirino. SANTI BURGOS


8 Un sencillo monumento recuerda a los soldados del batallón British caídos en la llamada Colina del Suicidio, cerca de Morata de Tajuña. Alrededor de la placa ahora vandalizada, unas piedras blancas, un ramo de flores ya marchitas y trozos reventados de metralla. SANTI BURGOS


9 De niño, Goyo Salcedo, buscaba con su padre restos de metralla de la batalla del Jarama para venderlos como chatarra. Años después, comenzó a guardarlos para recuperar la memoria de aquellos días. Hoy tiene su propio museo en Morata de Tajuña, junto a un mesón. SANTI BURGOS


10 En el Museo de la Batalla del Jarama, Goyo Salcedo ha ido reuniendo piezas de los dos bandos. Su aspiración es que se cree un centro de interpretación en Morata de Tajuña donde quede permanentemente su colección. SANTI BURGOS


11 “En el campo de batalla se quedaron toneladas y toneladas de metralla”, comenta David Loriente. Durante años, los alrededores de Morata quedaron bañados de casquillos de la batalla del Jarama. En los años de postguerra, los vecinos los recogían para venderlos como chatarra. SANTI BURGOS


12 El frente del Jarama está surcado por las largas trincheras que cavaba el ejército de la República. Muchas han desaparecido bajo los campos de labranza o en cotos particulares de caza. Otras, como esta de la zona de retaguardia de Morata de Tajuña, están siendo recuperadas. SANTI BURGOS


13 La colección de caretas anti-gas del Museo de la Batalla del Jarama. Cada domingo, su dueño, Goyo Salcedo, visita el rastro de Madrid en busca de nuevas piezas. SANTI BURGOS


14 César Guardeño, del Círculo por la Defensa y la Difusión del Patrimonio, lleva años trabajando para que no se pierdan importantes piezas arquitectónicas de la guerra civil en la ciudad de Valencia. Algunas, como este refugio antiaéreo de la calle Espadas, resistieron a los bombardeos pero se enfrentan hoy a la desidia y el olvido. MÒNICA TORRES



15 En 1998, salió a la luz una de las construcciones más enigmáticas de la guerra: el Copón de Miaja, fortificación militar en la playa del Saler. El Círculo por la Defensa y la Difusión del Patrimonio ha iniciado hace un año una batalla administrativa para lograr que se recupere. MÒNICA TORRES


16 Los refugios antiaéreos de los barrios de Valencia se construían gracias a las aportaciones de los vecinos. En las calles adyacentes se colocaban señales que indicaban su ubicación. Hoy todavía se conservan algunas, como ésta en un bar de la Plaza de Tetuán. 16Los refugios antiéreos de los barrios de Valencia se construían gracias a las aportaciones de los vecinos. En las calles adyacentes se colocaban señales que indicaban su ubicación. Hoy todavía se conservan algunas, como ésta en un bar de la Plaza de Tetuán.

jueves, 5 de abril de 2018

Liberación de Chile: La feroz batalla de Maipú

5 de abril de 1818: la feroz batalla de Maipú




O´Higgins y San Martín en "El abrazo de Maipú", obra de Pedro Subercaseaux.

Crédito: Daniel Balmaceda

Daniel Balmaceda  | La Nación

La situación era caótica. La Patria se perdía. Los godos habían sorprendido, en medio de la noche cerrada, al ejército patriota en los campos de Cancha Rayada. Todo se lo habría llevado el diablo si no hubiera sido por la magnífica actuación de Juan Gregorio de Las Heras quien, en medio del caos, sacó del peligro a cuatro mil quinientos hombres y salvó al Ejército. La capital chilena estaba sumida en el pánico ante los rumores sobre la muerte de los Libertadores, rumores que quedaron disipados cuando el 25 de marzo de 1818, ambos entraron a Santiago.

El general San Martín sabía que no había tiempo que perder para reorganizar al ejército. Pero el ánimo estaba en baja. El Libertador, entonces, se dirigió al pueblo reunido en la Plaza de Armas.

Chilenos: Uno de aquellos acasos que no es dable al hombre evitar, hizo sufrir a nuestro ejército un contraste. Era natural que este golpe inesperado y la incertidumbre os hicieran vacilar, pero ya es tiempo de volver sobre nosotros mismos y observar que el ejército de la Patria se sostiene con la gloria al frente del enemigo. (.) La patria existe y triunfará, y yo empeño mi palabra de honor de dar en breve un día de gloria a la América del Sur.

El pueblo confió en sus palabras. Sus soldados, también. Y ese día de gloria llegó pronto. El 2 de abril, luego de haber recolectado armas de entre todo el pueblo, el ejército unido argentino-chileno se dirigió hacia el valle que se extiende al lado del río Maipú, al sudeste de Santiago.

Tres días después, el 5 de abril, los realistas, en su marcha hacia la capital con el objetivo de invadirla, se apostaron en la hacienda de Lo Espejo ubicada en aquel valle. San Martín situó a sus tropas en una elevación del terreno desde donde pudo observar al ejército realista. Al revisar la disposición del enemigo en una única línea, le dijo a sus oficiales: "¡Qué brutos son estos godos!". Se había dado cuenta de una falla letal en las filas enemigas: no tenían reserva.

Los españoles habían dispuesto a la tropa en una única línea defensiva. Frente a esta táctica, San Martín dispuso tres divisiones. A la derecha, una al mando de Las Heras, Alvarado a la izquierda y en la retaguardia, la reserva conducida por Hilarión de la Quintana.



"Maipú, un abrazo para la historia" es la obra conmemorativa, escrita por Roberto Arancibia Clavel, Luis V. Ferrada Walker, Julio Luqui Lagleyze, Guillermo Palombo, Diego A. Soria y Alfredo A. Stahlschmidt. Fuente: Archivo - Crédito: Daniel Balmaceda

Hacia el mediodía se dio la orden de avance y la división de Las Heras se lanzó hacia los godos, rompiendo filas y dispersando a los soldados hacia la izquierda en donde los esperaba la división de Alvarado. Pero éste no pudo contenerlos. Fue en ese momento en que San Martín ordenó el avance de la reserva. Hilarión de la Quintana se sumó a las fuerzas de Alvarado e hicieron retroceder al enemigo que se atrincheró en la Estancia Lo Espejo.

En el momento en que los españoles ordenaron la retirada, se dio aviso a O´Higgins, que esperaba en la capital con una segunda reserva. El héroe chileno se dirigió al campo de batalla. Al encontrarse con San Martín, lo abrazó como pudo, ya que tenía el brazo vendado por las heridas de marzo, y le dijo: "¡Gloria al salvador de Chile!".

El ataque final lo dieron Las Heras y el general Balcarce, persiguiendo al enemigo hasta derrotarlo.Maipú fue una batalla sangrienta, brutal. Las fuerzas patriotas tuvieron mil heridos y perdieron ochocientas vidas, mientras que murieron cerca de mil quinientos realistas en el campo de batalla y unos mil trescientos prisioneros.

La importancia de este triunfo radicó en haber dinamitado las esperanzas españolas. El ejército realista prácticamente desapareció. La independencia de Chile quedó asegurada.

A doscientos años de la batalla final, historiadores chilenos y argentinos se unieron para escribir el libro: "Maipú - Un abrazo para la historia" (Editorial Universitaria del Ejército Argentino). La calidad de los textos y las ilustraciones son un merecido homenaje a aquellos hombres que sacrificaron hasta sus vidas en busca de la ansiada libertad de los pueblos de América del Sur.