domingo, 15 de julio de 2018

Fortaleza: Castillo de coerción

Castillo de coerción


La Ciudadela, Budapest, Hungría

Un castillo de coerción (alemán: Zwingburg) o castillo coercitivo era un castillo medieval fuertemente fortificado construido para dominar la tierra circundante. Dichos castillos se construyeron principalmente en la Alta y Media Edad Media con el fin de proteger esos territorios en áreas donde la población no fue evaluada como totalmente leal al soberano. Debido a la pobre infraestructura de la Europa medieval, la construcción de castillos fue una de las formas más importantes de ejercer el poder, razón por la cual se rige por los derechos reales (conocidos como regalía). Ejemplos de castillos coercitivos son el Moritzburg en Halle, que se construyó a finales del siglo XV, y el Alte Burg en Koblenz.


Moritzburg (Halle)



Alte Burg (Koblenz)



Petersberg Citadel (Erfurt)



Veste Oberhaus (Passau)



Forte Spagnolo (L’Aquila, Italy)



Castello di San Giusto (Triest, Italy)

sábado, 14 de julio de 2018

Guerra de la Independencia: Batalla de Marmarajá

Batalla de Marmarajá




José Gervasio de Artigas (1764-1850)

A pesar de sus virtudes militares, Dorrego poseía un espíritu turbulento y juntamente con el coronel Carlos Forest se pusieron en pugna con el general en jefe, lo que obligó a Belgrano a ordenar la separación de Dorrego del mando y la formación de una causa, razón por la cual debió regresar a Jujuy cuando el Ejército del Norte estaba en marcha hacia Potosí.  Eso impidió que estuviera en las desastrosas actuaciones de Vilcapugio y Ayohuma.  El general Belgrano dijo después de la primera de ellas que si hubiera estado presente el teniente coronel Dorrego, no hubiera sido batido el ejército patriota.

Cuando el ejército se replegó hasta Jujuy, Manuel Dorrego se incorporó nuevamente a él.  Quedó a cargo de las fuerzas de avanzada que se situaron en Guachipas para alimentar una guerra de guerrillas, y con 500 nuevos soldados organizó un regimiento llamado de “Partidarios”.  Al poco tiempo el general San Martín recibió el mando de aquel ejército y ordenó el repliegue de la fuerza hasta Tucumán.  A fines de enero Dorrego sostuvo un combate en la Quebrada de Humahuaca contra el coronel Saturnino Castro.

A consecuencia de una discusión con San Martín, éste ordenó que fuese remitido a Santiago del Estero, a fines de febrero de 1814.  Desde este último destino, Dorrego pasó a Buenos Aires por disposición del Gobierno General, al que solicitó el 15 de junio de 1814, le hiciera algún pago a cuenta de los sueldos que se le adeudaban, correspondientes a un año de servicios; decía que habiendo estado constantemente en campaña, atendió sus gastos con recursos particulares que ahora le escaseaban para los preparativos de viaje que estaba realizando.

Le fueron acordados 400 pesos; ultimó sus aprestos y se trasladó, de acuerdo con órdenes recibidas, al lado de Alvear; iba a ser envuelto en la guerra civil que tuvo su primer resplandor siniestro en el combate de Las Piedras. (1)

La acción militar que desarrollaría inmediatamente, y las ideas de organización nacional que sostuvo más tarde, tal vez ya profesadas, no fueron contradictorias; combatiendo a Artigas cumplía el mismo deber a que no se sustrajo en 1816, y en 1820, cuando volvió a esgrimir la espada contra los caudillos gauchos; sosteniendo los poderes nacionales y perteneciendo al ejército regular, se podía aspirar sinceramente a la unión de todos los argentinos mediante transacciones patrióticas, y a una constitución grata a las distintas provincias.

Dorrego fue el jefe que salió a Montevideo al frente de la división que cooperaría al ataque que el general llevaba a los montoneros.  Conducía 900 hombres y debía interponérsele en el camino a Torgués, que suponía en retirada a Santa Teresa, frontera Este de la Banda Oriental.  En tanto, Alvear, situado en el Paso de los Toros, resguardaba los Ríos Negro y Yí, evitando que Torgués pasara al Norte y que otros caudillos pasaran al Sud en su protección, desprendió fuertes destacamentos que según explicaciones del general, recorrieron 250 leguas inútilmente buscando a Torgués que, avisado del peligro, se movía con velocidad asombrosa.  Contrariado e impaciente, Alvear trasladó su cuartel general a la Calera de García (30 de setiembre), dejando a Hortiguera con 500 hombres, en su anterior posición.

Desde la Calera conoció el rumbo del enemigo y emprendió una marcha forzada (3 de octubre), en la cual recorrió catorce leguas y vadeó tres ríos en el transcurso de veinticuatro horas solamente.

Mientras Alvear salía del Paso de los Toros, su mayor general, que disponía de excelentes cabalgaduras, emprendió, desde el Paso de Villaboa, una marcha convergente, también precipitada, oculto por las fragosidades que hay entre los ríos Negro y Yí, hasta presentarse por el frente a Torgués, que no lo había sentido y creía ser perseguido por Alvear solamente.

Una avanzada del ejército regular, mandada por el capitán Manuel Mármol, aprisionó una partida de 37 hombres de Torgués y 600 caballos que custodiaba, y luego cayó sobre una compañía compuesta por negros y mulatos, tomando dos oficiales, 50 soldados armados y casi todo el parque del caudillo; otra, mandada por el teniente de “Granaderos a Caballo” Manuel Suárez, tomó a un capitanejo Mieres y 25 soldados también con armas.

El caudillo artiguista, cuyas huestes, según cálculo aproximado, sumaban 1.000 hombres, campaba en el valle de Marmarajá cuando Dorrego lo acometió a las primeras luces del 4 de octubre.  La acción duró poco y fue poco reñida.  Torgués se retiró del combate, perdiendo en la acción su sombrero y su espada, que se habían de contar entre los trofeo obtenidos por las tropas porteñas.  Sin embargo los fieros gauchos se resistieron sin dirección.  Después de ser arrojada toda la montonera del valle, hubo un fuerte núcleo que se rehizo, pero inmediatamente alcanzado, se dispersó, perdiendo 81 hombres -28 muertos y 43 prisioneros.

Durante todo el día no cesó la persecución, tan encarnizada y bien dirigida que el caudillo no se creyó salvo hasta azotar el arroyo Chuy, para refugiarse con su desorganizada y maltrecha hueste en el Brasil.  Dorrego se apoderó de toda la artillería de Torgués, una cantidad de municiones, un trozo de caballada flor, un cargamento de paños, una suma de dinero y gran cantidad de carretas cargadas de familias, en una de las cuales estaba la del propio caudillo.  Entre los prisioneros merecen citarse especialmente el secretario presbítero Domingo Sánchez, el consejero Antonio José del Tejo y Félix Artigas, primo de Gervasio Artigas.

Las tropas regulares tuvieron de pérdida 11 hombres muertos –siendo uno de ellos el teniente Nicasio Carreto- y algunos heridos.

Terminada la persecución, Dorrego se estableció en Santa Teresa con parte de su fuerza (el resto se lo retiró Alvear), vigilando cuidadosamente la frontera del Brasil, con sus tropas listas para abatir de nuevo a Torgués así pretendiera volver a atacar (2); pero Torgués había encontrado cómodo asilo: los codiciosos vecinos lo dejaron permanecer tranquilamente con sus gauchos reunidos y conservando las armas, a espera de tiempos mejores: la guerra civil no les desagradaba, porque pensaban ya, que podía servirles de pretexto para la conquista. (3)

Referencias


(1) Documentos del Archivo General de la Nación.

(2) Francisco Bauzá, en su Historia de la dominación española en el Uruguay, afirma que Dorrego cometió repudiables actos de libertinaje en el pueblo de la Colonia, donde fue a festejar su triunfo de Marmarajá inmediatamente de obtenerlo; el doctor Eduardo Acevedo (segundo), en su alegato “José Artigas”, pretende disculpar las atrocidades cometidas por Torgués en Montevideo, diciendo que los jefes porteños habían violado a la hija de ese caudillo, apresada en Marmarajá.  El general Mitre, haciendo el retrato de Torgués en la “Historia de Belgrano”, dice que aquél castró una partida de porteños, para vengarse del general de éstos que le habían quitado la querida; y se refiere al general en jefe o sea Alvear, pero se equivoca: éste sedujo a la hija de Torgués, según nota dirigida al delegado Herrera por aquél; por eso calla Alvear la existencia de la joven en los partes de Marmarajá.  El doctor Acevedo hace mal en decir “los jefes” en lugar del “general en jefe”.

Alvear llegó al campo de su mayor general, muy luego de alcanzada la victoria de Marmarajá; se recibió de todos los bagajes e hizo los partes del combate,  Con paciencia benedictina, he revisado, hoja por hoja, los papeles que se guardan en el Archivo General de la Nación y son muy valiosos, relativos a la tropa de la Banda Oriental y la insurrección artiguista, sin encontrar rastro alguno de incorrecciones cometidas por Dorrego.  En todos los que se refieren a él, y especialmente en los subscriptos por Alvear y Soler, se elogian sus cualidades sin la menor reticencia.

Inexplicable sería que Pueyrredón y Terrada, si Dorrego hubiera cometido excesos en la Banda Oriental, no los hayan citado en su famoso decreto que acumuló cuantos antecedentes parecieron podían presentarse como desfavorables a él, sin prescindir de los más triviales.  Lo de “haciendo alarde de impunidad ha repetido y reagravado iguales delitos “después de mi mando”, reduciendo a conflictos la quietud y armonía de los pueblos hermanos”, se refiere evidentemente a quejas recién llegadas de Santa Fe, por la acción desenvuelta allí, a las órdenes del general Díaz Vélez.

La afirmación que hago en este artículo, de que Dorrego se estableció en Santa Teresa después de la acción de Marmarajá, está justificada por diversos documentos que cito y transcribo en parte, todos los cuales se guardan en el Archivo General de la Nación.  El examen de esos documentos y el absurdo de ir a festejar un triunfo, alcanzado en el extremo Este de la Banda Oriental, en el extremo Oeste de la misma, me persuadieron que la versión aludida, perjudicial a la fama de Dorrego y en pugna con su reconocida caballerosidad, no podía ser cierta, despertándose en mí la sospecha de que se confundiera al vencedor de Marmarajá con algún jefe de tránsito o algún comandante destacado en la Colonia.

El historiador Bauzá, después de hacer la acusación, cita los “Apuntes de Larrañaga y Guerra”, dos cronistas contemporáneos y partidarios de Artigas, que escriben con tal pasión y ligereza, recogiendo informaciones contrarias a los hombres de Buenos Aires, que es la misma de quienes escribieron en esta ciudad contra Artigas, sus tenientes y sus huestes; además invoca una nota, fecha 7 de octubre de 1814, dirigida al Cabildo de Montevideo y subscripta por Alvear.

El último documento me pareció digno de respeto, y por lo mismo, pensé que de él saldría la luz que necesitaba, vale decir, que destruiría la propia versión, revelando su error.  Me dirigí entonces, dando explicaciones minuciosas, a uno de los hombres más espectables del Uruguay, el doctor Luis Alberto de Herrera, que ha brillado como escritor, periodista, parlamentarista, diplomático y jurisconsulto, quien me había dicho anteriormente en gentilísima carta: “creo que los escritores de ambas orillas, nos debemos este recíproco apoyo, a fin de ir esclareciendo la historia verdadera de estos países, tan adulterada por la pasión y por el interés político”.  La respuesta que obtuve, fue la siguiente:

“Señor Saturnino Uteda – Distinguido amigo: Primeramente, debo pedirle a usted disculpa por la demora en contestarle; sucedió que no sé cómo extravié la última carta de usted, que contenía los datos, y pareciéndome impropio pedirle la renovase los produje en la forma imperfecta que me fue posible.  Y bien: he visto el parte de Alvear, fecha 7 de octubre de 1814, que usted refiere, y aparece del folio 61 a 63 del libro respectivo; en él no se dice nada de ningún exceso cometido por Dorrego, sino que relaciona únicamente un combate victorioso sostenido contra Otorgues, por tropas del general Alvear a las órdenes del coronel Dorrego; sorprendido Otorgués, perdió la “armería” y sufrió una gran dispersión, cayendo prisionero su hijo y no su hija como varios escritores afirman.

“Pero como el historiador Bauzá era muy concienzudo, y para evitarle a usted un involuntario error, creo conveniente me envíe nuevos datos.  Si le interesa el parte de Alvear, le ruego me lo avise para mandarle una copia debidamente legalizada; pero eso sería dentro de un mes, porque mañana mismo me embarco para el Brasil.

“Poniéndome nuevamente a sus órdenes, lo saluda muy atentamente su afectivísimo. – L. A. de Herrera”.

Respondí que faltándole a la versión el testimonio de Alvear, ella ya no me preocupaba, pues las aseveraciones de cronistas parciales, visiblemente erróneas, no tenían autoridad ni merecían crédito, como no tienen ni merecen las que han imputado a Artigas desde esta orilla, por ejemplo, haber escrito a uno de sus tenientes una carta que jamás apareció y a la cual el doctor Carlos María Ramírez llamaba “la carta perdida o empacada”, ordenando que todas la semanas se fusilase un “porteño” o un “godo” para conservar la moral.  Por lo demás, respeto las opiniones del doctor de Herrera, pero no comparto la que exterioriza sobre Bauzá, quien no solamente se ha equivocado en la colocación de una cita de documentos probatorios, lo cual puede atribuirse a un simple descuido, sino que ha incurrido en errores garrafales muy frecuentes, admitiendo cuanta leyenda antiporteña conoció.

(3) Documentos del Archivo General de la Nación.

Fuente


  • Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación.
  • Departamento de Estudios Históricos del Estado Mayor del Ejército, apartado del Boletín Histórico del Ejército, N° 132-135 (tercera edición), el 14 de junio de 1974
  • Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Portal www.revisionistas.com.ar
Rodriguez, Cap. Edison A. – Artigas, Aspectos Militares del Héroe
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viernes, 13 de julio de 2018

Islam vs China: Batalla de Talas

Batalla de Talas en 751




War History Online presenta este artículo invitado de Hikma History



¿Pivotante o exagerado?

Algunas batallas se ven como momentos emblemáticos; su resultado podría ser el catalizador de un cambio monumental en los siglos venideros. La Batalla de Talas en 751 es considerada como uno de esos momentos. Vamos a explorar por qué.

¿Que pasó?

En los años previos al 751, tanto la dinastía Tang china como el califato árabe omeya se habían expandido agresivamente en Asia central, lo que hacía inevitable una colisión. La región ya había ocupado un lugar destacado en la historia islámica porque la Revolución abasida a fines de la década de los años cuarenta, que reemplazó a los omeyas con los abasíes, estaba centrada en la provincia de Khorasan (actual Afganistán occidental, noreste de Irán y Uzbekistán).



Además de cumplir los objetivos de un credo religioso o político expansionista, Asia Central era muy importante porque era un punto de conexión para la lucrativa Ruta de la Seda.


Batalla de Talas

La chispa del conflicto Abbasid-Tang fue proporcionada por las ciudades estado locales. En 750, el rey de Fergana tuvo una disputa fronteriza con el gobernante del vecino Chach. Fergana pidió ayuda a los chinos, que fue debidamente obligado por el general Kao del ejército occidental chino. El gobernante de Chach fue decapitado, pero su hijo escapó y buscó refugio en el famoso general abasí Abu Musullah Khorasani, que deseaba frenar la influencia china en la región.

Las fuerzas árabes se unieron a los Uighurs y al Imperio Tibetano (que era una gran potencia regional en ese momento). Las dos partes se encontraron en Talas, en la actual Kirguistán. Después de cinco días de combates intensos, el resultado de la batalla fue determinado por la deserción de los Karluks (tribu nómada turca) del lado chino al lado árabe, lo que condujo a la destrucción de las fuerzas chinas.


La mayor extensión de la dinastía Tang.


Secuelas

La realidad de las consecuencias de Talas se ha mezclado con la mitología en la imaginación popular. Por ejemplo, se afirma que la victoria musulmana provocó que los chinos abandonaran Asia Central. Esto simplemente no es verdad. Aunque el resultado de Talas fue decisivo y causó mucho daño al ejército chino, solo unos pocos años después, en 755, la dinastía Tang reclutó un gran ejército para disputar la influencia de los abasíes en la región. El plan fue interrumpido por la Rebelión de An Lushan (755-763), cuando el sedicioso general chino An Lushan se declaró emperador de una nueva dinastía y marchó sobre la capital imperial china. En el conflicto subsiguiente, la Rebelión de An Lushan finalmente fue sofocada, pero la autoridad imperial de los Tang nunca se recuperaría adecuadamente, tanto que ya no tenían el privilegio de mirar hacia la expansión, sino que centraron sus esfuerzos en el corazón de su reino. Así es como los chinos perdieron lo que llamaron las "Regiones Occidentales" (Asia Central).


El califato abasí (verde claro) en su altura.

Pero el lugar de Talas en la historia está asegurado por el hecho de que puede haber sido un ímpetu para llevar la tecnología de fabricación de papel a Medio Oriente y Europa. Supuestamente (hay un debate histórico sobre esto) los prisioneros chinos capturados en la Batalla de Talas compartieron sus conocimientos con sus captores: los chinos habían estado usando papel durante siglos, mientras que el resto de la civilización se rezagaba con métodos más primitivos como arcilla, papiro y pergamino. Esta teoría es ayudada por el hecho de que existe evidencia documentada de estos individuos expertos, como Tou Houan. Además, la fabricación de papel se puede observar en Oriente Medio por primera vez a fines del siglo VIII, lo que resultó en la proliferación de textos producidos en centros de aprendizaje como Bagdad.

Conclusión

Parece que la reputación de la Batalla de Talas deletreó el final de la influencia china en el área fue, en el mejor de los casos, circunstancial debido a la ocurrencia de la Rebelión de An Lushan, que sucedió solo unos pocos años después y fue la verdadera razón. Mientras que las ramificaciones geopolíticas de Talas pueden haber sido desproporcionadas, su importancia en la transmisión de la tecnología de fabricación de papel definitivamente merece consideración como un evento verdaderamente significativo en la historia.

jueves, 12 de julio de 2018

Guerra Antisubversiva: El indulto y anmistía del terrorismo peronista

Sin indulto ni amnistía: cómo fue la liberación de los presos políticos del 25 de mayo de 1973, el día de la asunción de Cámpora

Se inventó una "acta de liberación" que permitió la salida, aún antes de que Cámpora firmara el indulto y el Parlamento sancionara la amnistía. El rol del ERP, Juan Manuel Abal Medina y Esteban Righi en la noche del "Devotazo", que dejó dos muertos en tiroteo. El secuestro del jefe del Departamento de Psiquiatría del penal para denunciar las condiciones del régimen carcelario de "máxima seguridad"

Por Marcelo Larraquy  |  Infobae
Periodista e historiador (UBA)






En el atardecer del 25 de mayo de 1973, atrincherado en su despacho de la planta baja del penal de Villa Devoto, el prefecto Romualdo Díaz recibió con decepción la respuesta de su Ayudante de Órdenes.

Le había encomendado que llamara a la Dirección Nacional del Servicio Penitenciario, al juzgado de turno y al Ministerio de Justicia. Pero nadie atendía los teléfonos. La Policía Federal había levantado a su personal de los pabellones y un escuadrón de la Gendarmería, que estaba en los galpones, se había ido hacía unos días.

El penal hervía.



Desde el miércoles 23 a la madrugada los presos políticos, hombres y mujeres del ERP, Montoneros, FAR, FAL, militantes estudiantiles, dirigentes obreros, habían tomado los pabellones. Eran 135 hombres y 87 mujeres. Circulaban por el hall, moviéndose entre el segundo y el quinto piso. Las celdas estaban abiertas. El día 24, las visitas les habían ingresado telas, una cámara de fotos, un grabador, radios y un megáfono para que se comunicaran con la movilización, prevista para el 25 de mayo.

Ese día, al atardecer, en la oficina de Díaz, una radio informaba que una multitud caminaba con antorchas hacia Devoto para presionar por la liberación de los presos.

Desde afuera llegaba un bramido, como un grito de guerra, "Reviente quien reviente, libertad a los combatientesۛ".

Al prefecto Díaz, a cargo de la dirección del instituto penal, le preocupaba que los presos comunes, que permanecían encerrados en sus pabellones, se amotinaran y aprovecharan el descontrol para salir de la cárcel. Eran más de tres mil. Ya habían roto algunas rejas de acceso y habían incendiado colchones. Algunos guardiacárceles dejaron sus uniformes y se vistieron de civil, por prevención.



Díaz estaba acompañado por seis o siete hombres de su playa mayor y un grupo de diputados que habían jurado ese mismo día. Se habían acercado al penal con la voluntad de asegurar la vida de los detenidos políticos. Estaban Rodolfo Díaz Vittar, Héctor Sandler Julio Mera Figueroa, Roberto Vidaña, entre tantos otros. También había llegado Roberto Petinatto, jefe penitenciario del primer gobierno de Perón.

Los diputados temían que, el día que el peronismo retornaba al poder tras diecisiete años de proscripción, por una orden militar secreta, o un desborde emocional, se consumara una masacre.

Una nueva masacre.


Los dieciséis fusilados en la base naval de Trelew, en la madrugada del 22 de agosto de 1972, sobrevolaban como un fantasma en la mente de los legisladores, y también de los presos.



Los tres sobrevivientes de los fusilamientos –María Antonia Berger, René Haidar y Alberto Camps, estaban en los pabellones de arriba. El día anterior se habían encerrado en una celda con Paco Urondo, periodista y militante de FAR, que también estaba detenido. Urondo grabó por primera vez sus testimonios, que publicaría en el libro "La Patria Fusilada".

En su acción pacificadora, los diputados no imaginaban que un desventurado plan de la dirección de presos del ERP planeaba utilizarlos como «escudos humanos», si se les negaba la salida. Algunos guerrilleros del ERP imaginaban, oscuramente, que Cámpora podría indultar a los montoneros, y mantenerlos presos a ellos.

Y su objetivo era salir ese mismo 25 de mayo del modo en que fuera, aún con los diputados como rehenes.

El ERP había tomado en forma literal la promesa del candidato del FREJULI, Héctor Cámpora. "Ni un solo día de gobierno popular con presos políticos".

Pero esa misma mañana, ante la Asamblea Legislativa, Cámpora había entregado un proyecto de Ley de Amnistía para que lo debatiera el Congreso. Los diputados se habían comprometido a iniciar el debate a partir del día siguiente.

Se especulaba que, tomando en cuenta el debate, la sanción de la ley y el análisis de los expedientes por partes de los jueces, los detenidos podrían salir en libertad en una semana.

Pero la situación en el penal de Devoto hacía impensable una espera semejante. Los pabellones eran una caldera y miles de personas reclamaban la liberación. Incluso, Pedro Cazes Camarero, responsable de los presos del ERP, cuando bajó a la pasarela del primer piso para observar a la multitud, quedó estupefacto. Las columnas instaladas en la calle Bermúdez llegaban hasta la avenida Beiró.



Los golpes contra los portones estallaban en oficina de Díaz. "Vamos a entrar a romper todo".

Díaz reclamó a los diputados una orden para abrir las puertas. Pero no había orden ni indulto. Se sancionaría la amnistía luego del debate parlamentario.
Al único funcionario de Gobierno que fue informado sobre la situación en el penal era el ministro del Interior Esteban Righi, que había asumido hacía tres horas, y acababa de darse un baño en su departamento. Decidió llamar a la oficina de Díaz.

"Cuando estaba en la pasarela un guardia me dijo que bajara a la oficina para hablar por teléfono con Righi. Todavía no era de noche. Righi no era un tipo reaccionario, sobre los presos políticos le había dicho a Cámpora que dejara pasar el tema, que en cuatro o cinco días salíamos. Me dijo 'Escúcheme, Cazes. Ustedes le dicen a la gente que se retire y nosotros les garantizamos la amnistía y salen todos afuera' Estaban todos escuchando, veinte tipos alrededor, mientras desde afuera se escuchaban los golpes de poste de teléfono contra el portón. Le digo:'Mire Righi, están tirando la puerta abajo. Usted cree que a la gente que viene a pedir mi libertad y la de los compañeros yo le puedo decir que se vaya", afirmó Pedro Cazes Camarero al autor de este artículo,en una entrevista para el libro

"Primavera Sangrienta"


"El ERP presionaba a un gobierno que acababa de asumir. Querían aparecer arrancándole el indulto al nuevo gobierno. Había un conflicto de intereses claro entre un gobierno que quería ser protagonista de una etapa –FREJULI- y ellos –ERP-, que querían hacernos parecer un gobierno burgués, y que la libertad la conseguían ellos. Querían marcar esa diferencia. Montoneros fue arrastrado por el ERP. Era un híbrido. Mi preocupación era que no hubiera episodios de violencia. Acabábamos de llegar, y cuando estás recién llegado, no sabés qué timbres tocar", afirmó Righi, cuarenta y cinco años después de los hechos.



En un momento, cuando ya había oscurecido, un camión avanzó sobre la multitud y se colocó de culata frente al portón. La caja trasera estaba cubierta con una lona. Los guardiacárceles suponían que bajarían armas para distribuir a la multitud. Algunos agentes, que se habían negado a entregar sus armas, se parapetaron en las ventanas del penal con pistolas 9mm y ametralladoras PA3. La orden fue cubrir el frente y el playón grande, para que nadie entrara ni saliera. Un agente, desde la terraza, tiró un gas lacrimógeno hacia el camión pero golpeó contra una reja y golpeó al casco de un penitenciario. Fue insultado por sus pares.

"El camión nunca golpeó el portón. Lo habían traído los montos. No tenía armas. Los montos dicen que llevaron algunas armas en auto. Nosotros no llevamos armas. Había una decisión política de no liberar el penal con armas. La decisión era entrar, como última opción, en el marco de una movilización, que podía ser muy fuerte" –indica Cazes Camarero, responsable de los presos del PRT-ERP.

"En un momento empezaron a perforar el portón principal con una autógena. Yo sé lo que es una autógena. Vengo del Otto Krausse. ¡Los tipos tenían una autógena! Díaz no quería reprimir, pero hizo armar a su oficialidad y la puso delante de los portones para repeler un posible ataque. Los presos ya estaban por el patio. Afuera había una multitud", recuerda el ex diputado Héctor Sandler.

Los presos políticos detenidos en distintas cárceles del país-, habían sido imputados y en pocos casos condenados, por la Cámara Federal Penal Nacional –sus críticos se referían a ella como "El Camarón"-.

La Cámara del "fuero antisubversivo" había sido creada por el general Alejandro Lanusse por decreto en mayo de 1971. La Cámara tenía competencia específica para las «actividades subversivas». Juzgaba las acciones armadas, la difusión de propaganda política, las movilizaciones, las huelgas y las protestas callejeras, que se sucedían en el contexto de la dictadura militar, que prohibía la actividad política.



La Cámara tenía una jurisdicción única –todo el territorio del país-, la instrucción quedaba a cargo de las fuerzas de seguridad, sus jueces habían sido designados por el gobierno militar y las condenas no preveían instancias de apelación, en contradicción con las garantías que reserva la Constitución.

Una de las denuncias más frecuentes contra el "fuero antisubversivo" eran las torturas que padecían sus acusados en sedes policiales, antes de ser indagados por el juez de la Cámara, que desechaba las denuncias de apremios y tormentos.

En el primer año, la Cámara Federal llevó a prisión a 1452 imputados, y dictó 45 condenas. Algunos de los presos fueron alojados permanecieron en el buque "Granaderos". Una masiva huelga de hambre, en junio de1972, desactivó a la nave como establecimiento carcelario.

Los detenidos, a su vez, estaban encarcelados bajo régimen cerrado, de "máxima peligrosidad", en celdas individuales, de 1.80 por 2. Disponían una hora de recreo por día. Estaban uniformados con un mameluco, con visitas restringidas. Este régimen carcelario era sólo aplicado para los detenidos por la Cámara Federal.

Para denunciar el trato humanitario "denigranteۛۛۛ" y dar a conocer los efectos en la salud y en la psiquis de los detenidos, un grupo de las Fuerzas Armadas de Liberación –FAL- decidieron secuestrar al jefe de psiquiatría del penal de Villa Devoto, Hugo Norberto D Aquila. El 11 de enero de 1973 lo sacaron de su consultorio particular en Avellaneda y lo llevaron amordazado. Lo interrogaron durante cuatro días sobre las condiciones carcelarias. El interrogatorio fue publicado algunos meses después en el libro «Máxima seguridad«, que circuló de modo restringida en el ámbito de la militancia armada. Cuatro días después, sin que mediara pedido de rescate, el doctor DAquila fue liberado en Liniers.

Hasta ese momento, en los establecimientos penales de Villa Devoto, Caseros, Córdoba, Santa Fe, Chubut, Mendoza, Chaco y Tucumán, permanecían en prisión guerrilleros del EGP, el primer foco guevarista de Salta, detenidos en 1964, algunos guerrilleros peronistas detenidos en Taco Ralo, Tucumán, en 1967, otros que habían participado del secuestro del General Aramburu, y del industrial Oberdán Sallustro, presidente de FIAT; obreros detenidos en huelgas, entre otros.

En su campaña electoral, Cámpora había prometido liberarlos a todos.

Después de la comunicación con el jefe de los presos del ERP Cazes Camarero, Righi logró interceptar a Cámpora en su departamento, antes de que saliera hacia la cena de gala que se ofrecía en el salón del Concejo Deliberante para las delegaciones extranjeras.

"Le conté lo que pasaba y le dije que las alternativas eran todas malas. Reprimir, cosa que no se podía hacer. O dejar que tomaran la cárcel, que tampoco se podía hacer. Veníamos precedidos de una larga discusión entre los partidarios del indulto y los de la amnistía. Yo estaba en este último grupo. Habíamos logrado una fórmula que permitía la liberación en un par de días. No había razones para presionar y obtener el indulto. Cámpora entendió que no había más remedio que dar el indulto y le dije que había que anunciarlo para descomprimir. Me dijo que prepara todo", refirió Righi al autor de este artículo.



Pero mientras el ministro del Interior empezaba a trabajar con su equipo en el despacho de la Casa Rosada para la elaboración del indulto, llegó al penal de Villa Devoto Juan Manuel Abal Medina, secretario general del Movimiento Justicialista, que no tenía funciones de Gobierno. Había sido llamado por su secretario, el diputado Julio Mera Figueroa, que estaba en la oficina del prefecto Díaz analizando qué hacer.

"Me llamó Julio y me dijo que estaban golpeando las puertas y no se sabían si las iban a tirar. Decidí ir a Devoto. No tenía ninguna instrucción. En esa época era todo de hecho. Fui en auto, con mi custodia policial, entré por el portón. Adentro era un despelote. Los guardiacárceles estaban muy asustados. Los presos comunes, los más pesados, habían logrado abrir la primera puerta y estaban sobre el pasillo. Salí a una pasarela para hablar con la multitud, dije que se estaba avanzando en los aspectos legales, conforme a la ley. Y la gente gritaba cada vez más. Había una presencia muy importante del ERP, que apretaba para la libertad inmediata. Hablé con el director y acordé un acta que decía algo así como que «bajo la responsabilidad de los diputados presentes, que manifiestan que todos los sectores van a coincidir en la amnistía, para evitar un hecho mayor, los presos salgan en libertad". Entonces subí de nuevo a la pasarela, algunos legisladores subieron conmigo y dije que se mantuviera la calma, que ya estaba el indulto, lo cual no era cierto. Había que calmar las cosas de alguna manera".

-¿El indulto lo da usted, de alguna manera?

-No puedo decir eso. No hubo coordinación. Yo no era parte del gobierno. Mi papel era como secretario del movimiento. Esa noche, Devoto estaba explosivo. Yo lo liberé… a mí no me gustaba hacerlo así, pero eso explotaba.
Cazes Camarero describe el momento en que Abal Medina, en la pasarela del primer piso del penal, frente a la multitud que estaba en las calles, anunció el indulto.

"Abal llegó a la pasarela y me pidió el megáfono. Venía con un rollo de papel blanco en la mano y empezó a hablarle a las masas de la historia argentina, el rosismo, la resistencia peronista, Frondizi… y cortó bruscamente el discurso y dijo "…por todo lo dicho, quedan en libertad…". Yo me enteré cuando él lo dijo. La movilización lo aplaudió. Y Abal seguía con el papel blanco. Yo pensaba que era el indulto. Cuando bajamos por las escalinatas, el jefe de la guardia del penal me gritó "Cazes, ¿dónde está la lista? " Y le dije a Abal: "Dame el papelito". Me da el papelito. Lo abro: en blanco. Era una hoja tamaño A 4. Además, con el énfasis del discurso estaba toda arrugada. "Nos vamos igual…", me dice. Y les dije a los compañeros: "Salen".

El acta de la libertad de los detenidos políticos fue redactada y firmada por la comisión de diputados presentes en la oficina del prefecto Díaz. A la medianoche, ordenados en filas de a veinticinco, los presos comenzaron a salir del penal y se reencontraron con sus familiares y militantes.



Algunas horas después, mientras esperaban la salida de otros presos, frente al penal se cruzaron disparos en los que resultaron muertos los militantes Oscar Lysac y Carlos Sfeir.

Durante toda la madrugada, Righi y su equipo de juristas armó la lista de presos, en base las detenciones registradas por el fuero "antisubversivo", el órgano que los había llevado a prisión, y por el régimen carcelario de "máxima seguridad".

El sábado 26 de mayo, con los presos políticos de todo el país en libertad, Cámpora firmó el indulto. Ese día, la Cámara de Diputados inició el debate del proyecto de Amnistía, lo votó y lo trasladó al Senado. La ley fue sancionada en la madrugada del domingo 27, con el voto unánime de todos los representantes de los partidos políticos.

Luego de la votación, los legisladores se pusieron de pie y cantaron el himno nacional.

*Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA) Su último libro es Primavera Sangrienta. Argentina 1970-1973. Un país a punto de explotar. Guerrilla, presos políticos y represión ilegal. Ed. Sudamericana.

miércoles, 11 de julio de 2018

Historia militar vs metodología histórica: Un caso para el 47e régiment d’infanterie de Saint-Malo

¿Historia militar o hecho militar? Monografía regimental

Fuente: Devenir historien-ne


Postal, 47. ° Regimiento de Infantería (Fuente: Archivos Municipales de Saint-Malo)

Ha pasado un tiempo desde que dediqué mi investigación al destino de una unidad durante la Primera Guerra Mundial, el 47º Regimiento de Infantería de Saint-Malo. Todo comenzó con un artículo publicado en los Anales de una sociedad bretona erudita, y luego, siguiendo el consejo de uno de mis maestros y amigos que se convirtió en director de investigación, volví a mis estudios, arrestado diez años antes en la maestría. - inscribiéndome en un Master 2 que dediqué a la entrada en guerra de este 47º Regimiento de Infantería. Mi enfoque hoy está lejos de ser completo y tengo la intención de continuar el trabajo iniciado registrándome para mi tesis.

Sin embargo, molesto, una pregunta me molesta en las últimas semanas. De hecho, después de cientos de horas de recuento de archivos, embellecido con al menos tantas lecturas, después de varios artículos y comunicaciones en varias conferencias y días de estudio y después de haber producido una memoria voluminosa de más de 700 páginas, Debo confesar que todavía no sé si mi trabajo es lo que llamamos historia militar. Esto es aún más extraño ya que debo admitir que generalmente estas preguntas me cansaban rápidamente. No me importa si está en la bandeja "rock independiente" o "garage band" que debo buscar para encontrar el disco que estoy buscando, son los agudos riffs de la guitarra y la embriaguez proporcionada por la música que m 'materia.

Pero esta vez, la cuestión de la definición del arte, ya que es lo que es, no parece totalmente irrelevante. De hecho, ¿qué hay en común entre Carne y Acero y, para considerar solo dos ejemplos, Las palabras de las trincheras, excepto que se trata de dos obras excelentes a menudo denominadas historia militar? Cuando el Sr. Goya está interesado en la evolución de la práctica militar del ejército francés entre 1914 y 1918, O. Roynette analiza el lenguaje del Poilus, materia prima que también revela la historia de la Primera Guerra. mondiale1. Es cierto que se trata de dos longitudes focales diferentes, pero el objeto de análisis sigue siendo el mismo, en este caso, el que iba a ser el último de los mares.

Por lo tanto, podría postularse que un historiador militar es alguien que trabaja en archivos militares, una afirmación aquí entendida en su dimensión más amplia, es decir, el informe de una mano (Sr. Goya) al Letra de Hairy escrita en un cagna mojado (O. Roynette). Pero las cosas parecen más complejas que eso.

Es por casualidad que conocí hace casi un año a un estudiante de doctorado que trabajaba en la matriculación de registros de una subdivisión del departamento de La Mancha. Simpatizamos más rápidamente con que nuestros centros de intereses sean realmente convergentes: ambos admiramos las obras de Jules Maurin2, los registros matricules constituyen para nosotros una fuente esencial aunque extremadamente delicada de manejar y ambos reflexionamos sobre una área administrativa común, nuestros dos objetos de estudio formando el espacio de la 40ª Brigada de Infantería. Por supuesto, nuestras líneas de investigación divergen porque cuando estoy interesado en un regimiento, este amigo trabaja en una oficina de reclutamiento. Pero fue durante un almuerzo en conjunto cuando me di cuenta de que lo que separa nuestro trabajo no está tanto en la naturaleza de las materias estudiadas como en los cerebros de quienes realizan esta investigación. Aunque trabajando en un corpus de fuentes esencialmente militares -registros de números de reclutamiento- mi camarada me anuncia con convicción que no considere la historia militar sino la social.

Debo admitir que no presté demasiada atención en este momento. Sin duda, debe verse como una consecuencia de este rechazo de las capillas y esta fobia a las tiendas de discos clasificadas con tanta habilidad. Pero aún más, debe admitirse que no entendí el verdadero significado de esta afirmación. Es cierto que trabajando en el 47. ° Regimiento de Infantería durante la Primera Guerra Mundial, me pareció natural hacer historia militar, aunque realmente no sabía lo que significaba ese término.

La historia es el fruto del trabajo del historiador

Pero resulta que unas semanas más tarde estaba en una situación tan paradójica como mi compañero estudiante de doctorado que afirmaba hacer historia social de los archivos militares. De hecho, estaba haciendo un estudio prosopográfico de los oficiales del 47. ° Regimiento de Infantería para medir el impacto de la guerra en este grupo social en particular. Aquí utilicé una grilla de análisis que, para ser brillante, no era menos militar ya que fue definida por J. Le Bihan como parte de su tesis sobre funcionarios intermedios3. Implícitamente, el uso de este método profanó el tema, ya que equivalía a admitir que el oficial de carrera, que era el 47º Regimiento de Infantería, es un oficial intermedio como los demás. O casi. Además, además de los archivos de Legion of Honor y otros estados y servicios descriptivos, utilicé fuentes que a veces no tenían nada de militar: directorios, obituarios, actos de estado civil ... y sin embargo, el propósito era Era un asunto militar porque era necesario ver cómo la entrada en la guerra interrumpió el cuerpo de oficiales en una unidad como el 47. ° Regimiento de Infantería.


Uno de los cuarteles del 47. ° RI (Fuente: Saint-Malo AM)

Por lo tanto, fue claro que, independientemente del tipo de fuentes estudiadas, es la dirección dirigida por el investigador la que dirige el análisis hacia este o aquel tipo de historia. Así, cuando estoy interesado en tres oficiales del 47. ° Regimiento de Infantería que se niegan a participar en el inventario de los bienes de la iglesia de Saint-Servan en 1906, incluso si trabajo en archivos eminentemente militares, desde entonces se trata de un consejo de guerra, puedo pretender situarme en una historia más política, en la línea del notable último trabajo de X. Bonifacio4. Por lo tanto, es el historiador quien hace la historia, y no el archivo donde estudió el tema.

 Esto es aún más cierto con respecto a la historia militar, ya que es, sin duda, la víctima de un efecto de doble fuente que altera profundamente su significado. Por un lado está el hecho de que la sociedad francesa durante años 1900-1920 es mucho más militarizada que el siglo XXI: el servicio militar es una experiencia compartida por todos los hombres jóvenes, casi, durante dos o tres años; el Ejército y el patriotismo en general ocupan un lugar central en la sociedad, por no mencionar el trauma de la Primera Guerra Mundial. En otras palabras, todo o casi todo se remonta a una historia militar. Además, debe admitirse que los archivos militares en Francia se encuentran entre los mejor conservados para el período y que pueden constituir para muchos una ganancia inesperada que permite estudiar realidades que, en definitiva, están muy alejadas del hecho militar. -incluso.

En otras palabras, durante un período como el de Francia de 1900-1920, el Ejército está indudablemente tan presente en todos los poros de la sociedad que lleva a una definición demasiado amplia de la historia militar para que es realmente significativo. Sin embargo, lo que sí es cierto es que una de las cosas que me motiva es tratar de comprender cómo una unidad como la 47 regimiento de infantería, aunque compuesta de hombres ordinarios, civiles estandarizados a través este interminable y atroz conflicto. Por lo tanto, es una historia del hecho militar tal como la practicó esta unidad que quiero atender. Y esa no es una tarea fácil.

El desafío de la historia de los militares

Si la publicación de los diarios de los mercados y operaciones es similar, para cualquiera que trabaje en una monografía de regimiento, un beneficio real, es necesario, no obstante, admitir que estas fuentes no están exentas de peligros. De hecho, a menos que desee pagar en una reedición de la unidad histórica, donde antan5 para reproducir ciertos estudios realizados por el erudito local, individual, es necesario mantener estos archivos los cuales, en su mayoría, se reescriben puesto , céntrese en los movimientos de las unidades más grandes, es decir, en el marco de una monografía de regimiento, ignore las secciones y los escuadrones, y ofrezca solo una visión inexacta y deshumanizada del combate. Probablemente no sea una coincidencia que, en una serie de artículos publicados a comienzos de la década de 1930 en la Revue militaire française, el comandante Larcher complete su estudio del 10 ° Cuerpo en Charleroi, precisamente el momento del bautismo. el fuego del 47. ° RI - según muchos testimonios de oficiales presentes ese día en el campo de batalla6. Pero estos contribuyen a hacer que esta serie de artículos no solo sea esencial, sino de alguna manera inmejorable, ya que la cuenta de estas entrevistas realizadas por el autor no se ha conservado, que yo sepa. Al final, da como resultado la sensación de pérdida de fuentes que, precisamente, hace que la historia del hecho militar practicado por el 47. ° Regimiento de Infantería sea aún más difícil de escribir, excepto para mirar en direcciones hasta luego inédito.

Se nos permitirá mencionar dos principales. Existe, por supuesto, la contribución innegable de los estudios de guerra, una nueva forma de entender el combate a través de un enfoque multidisciplinario que combina la sociología, la antropología, la arqueología, la geografía, ... De nuevo, probablemente sea apropiado desconfiar de esta expresión moda, interdisciplinariedad muy a menudo cayendo más ilusiones que la realidad. Sin embargo, es innegable que este deseo de buscar nuevos horizontes intelectuales refleja no solo el dinamismo de este campo historiográfico sino también el número de avenidas que quedan por explorar. Gracias a los estudios de guerra, pasamos casi una elección difícil al oponernos a la historia social y militar a una historia del hecho militar que utiliza, entre otros paradigmas, los heredados de la sociología.

La segunda dirección que nos parece prometedora para definir más de cerca este hecho militar se mantiene en la naturaleza misma de nuestro enfoque, a saber, una monografía regimental. Pero está claro que estos son raros en este lado del Canal. ¿Quizás debería verse como una consecuencia adicional de la organización jacobina de este país? Es un hecho que Francia ama grandes síntesis sobre un objeto histórico dado: especuladores de la guerra, emboscadores, ... 7 Esenciales, estos trabajos dan lugar a una obra de conceptualización muy importante y en ningún caso deben descuidarse. Sin embargo, el hecho es que son lo opuesto a lo que trato de hacer para el 47º Regimiento de Infantería. La comparación con la situación académica a través del Canal es aún más cruel ya que allí, la monografía de la unidad es un género popular. Tanto es así que cuando KL Snowden decidió dedicarse al estudio de la evolución táctica en el frente occidental entre 1914 y 1918, uno de los criterios para elegir "su" división -la 21ª- fue la competencia con otros estudiantes, participando en ópticas similares8. En Francia, la situación es bastante diferente porque cuando trato de comparar las cifras que pude acumular en el 47. ° RI con otras unidades de infantería activas, lucho por hacerlo ... por falta de combatientes. Incluso un autor como C. Ingrao se ve obligado a hacer "reparaciones honorables" cuando presenta su notable estudio de la Brigada Dirlewanger. De hecho, comienza sus comentarios tratando de liberarse de la acusación de "arcaísmo positivista" hecha contra la monografía de unidades para afirmar que este género es "al mismo tiempo uno de los más antiguo en la historia militar y uno de los más prometedores, si se somete a un nuevo interrogatorio "9. En nuestro país, la situación es tal que el trabajo - ahora elevado al rango de clásico - que L. V. Smith dedica a la 5ª División de Infantería ni siquiera se traduce al francés. Sin embargo, es una división del ejército francés, no menos importante ya que ve una serie de "estrellas" como Charles Mangin, Roland Dorgelès o el futuro mariscal Koenig10.


El retorno del 47 ° RI (Fuente: colección privada)

* * *

Son estos prestigiosos ejemplos los que refuerzan mi creencia de que no solo no se ha escrito todo sobre el 47º Regimiento de Infantería, sino que, además, la monografía del regimiento nos parece ser el medio para una profunda renovación. de la historia del hecho militar. Queda por ver si esto dará como resultado una historia que pueda describirse como militar.


  1. Goya, Michel, La chair et l’acier. L’armée française et l’invention de la guerre moderne (1914-1918), Paris, Tallandier, 2004, Roynette, Odile, Les mots des tranchées, Paris, Armand Colin, 2010. [↩]
  2. Maurin, Jules, Armée, guerre, société, soldats languedociens (1889-1919), Paris, Publications de la Sorbonne, 1982. [↩]
  3. Sur la définition du « fonctionnaire intermédiaire » et son extension possible aux officiers d’un régiment d’infanterie Le Bihan, Jean, Au service de l’Etat, les fonctionnaires intermédiaires au XIXe siècle, Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2008, p. 19-57. [↩]
  4. Boniface, Xavier, L’Armée, l’Eglise et la République (1879-1914), Paris, Nouveau Monde Editions, 2012. Le Gall, Erwan, « Le deuxième procès de Rennes : trois officiers du 47e régiment d’infanterie devant le Conseil de guerre », En Envor, Revue d’histoire contemporaine en Bretagne, n°1, hiver 2013, en ligne. Lien : http://enenvor.fr/eeo_revue/numero_1/le_deuxieme_proces_de_rennes_trois_officiers_du_47e_regiment_d_infanterie_devant_le_conseil_de_guerre.html [↩]
  5. Celui du 47e régiment d’infanterie est publié en 1920 à Saint-Servan, par Jules Haize, imprimeur et conseiller municipal de cette commune limitrophe de Saint-Malo. [↩]
  6. Larcher, Commandant, « Le 10e corps à Charleroi », Revue militaire française, juillet 1930-juin 1931. Les travaux du commandant Larcher sont à cet égard particulièrement révélateurs d’un premier âge de l’historiographie de la Première Guerre mondiale qui se focalise essentiellement sur les officiers. Prost, Antoine et Winter, Jay, Penser la Grande Guerre, un essai d’historiographique, Paris, Seuil, 2004, p. 27-29. Sur la bataille de Charleroi la dernière synthèse en date est Baldin, Damien et Saint-Fuscien, Emmanuel, Charleroi, 21-23 août 1914, Paris, Tallandier, 2012. [↩]
  7. Bouloc, François, Les profiteurs de guerre 1914-1918, Paris, Complexe, 2008 ; Ridel, Charles, Les Embusqués, Paris, Armand Colin, 2007.   [↩]
  8. Snowden, Kathryn Louise, British 21st  infantry division on the western front 1914-1918, A case study in tactical evolution, Birmingham, Center for the first war studies, University of Birmingham, 2001, p. 8. [↩]
  9. Ingrao, Christian, Les chasseurs noirs. La brigade Dirlewanger, Paris, Tempus, 2009, p. 11. [↩]
  10. Smith, Leonard V., Between Mutiny and Obedience: the Case of the French Fifth Infanterie Division during World War I, Princeton NJ, Princeton University Press, 1994. [↩]

martes, 10 de julio de 2018

SGM: Argentinos luchando con la Royal Air Force


Las increíbles historias de los pilotos argentinos que pelearon en la Segunda Guerra Mundial 

En su nuevo libro "Volaron para vivir", el historiador Claudio Meunier regresa a la fascinante historia de los más de 500 pilotos argentinos que pelearon por los Aliados contra las potencias del Eje. Infobae publica un adelanto

El texto forma parte del próximo libro de Claudio Meunier, "Volaron para vivir"
 
Robin Houston, uno de los 500 pilotos argentinos que pelearon en la Segunda Guerra Mundial (Foto: Archivo de Claudio Meunier)

7 de diciembre de 1943. "Una buena noche para sacudirle las plumas a los japoneses", le dice el Flying Officer Robin Houston a su copiloto, mientras inicia la puesta en marcha del enorme bombardero cuatrimotor americano B-24 Liberator Mk III (BZ844), al que ha bautizado "El Rompeculos". Robin Houston es argentino, y vuela con el escuadrón 355, en el teatro de operaciones de Burma. Lleva consigo un enorme revolver personal Smith Wesson calibre 38, listo para usar en caso de ser derribado, no contra los japoneses sino para volarse la cabeza en caso de que intenten capturarlo. Es más saludable una muerte de un tiro en la boca que ser torturado implacablemente por los salvajes japoneses. También porta un pequeño salvoconducto. El papel contiene en diferentes dialectos de las tribus que pueblan la selva una frase que informa que será recompensado con dinero aquel que mantenga con vida al piloto y lo lleve ante las autoridades de las fuerzas aliadas. También cigarrillos, caramelos, frutas, café y comida para su mascota Minnie, un pequeño mono macaco que vive en su hombro, aferrado a su cuello durante los vuelos.

El B-24 está a punto de despegar, los cuatro motores rugen en la cabecera de pista. En la cabina reina el silencio. "Frenos fuera", informa el copiloto, la nariz del B 24 se levanta al comenzar la carrera de despegue. Minnie despreocupado, ha encontrado una ocupación, se introduce en el bolso de herramientas que se encuentra abierto y juega con ellas. El Rompeculos se eleva abandonando su base en Salbani, India. Vuela hacia la espesa alfombra verde que es la selva del sudoeste asiático. Esta es la segunda misión de combate que realiza Robin, y consiste en destruir la estación ferroviaria de Mandalay, en poder de los japoneses, y dejarla fuera de acción, lanzando 3000 kilos de bombas.
 
La vista de Robin Houston desde su avión (Foto: Archivo de Claudio Meunier)

La noche sobre Burma se presenta bastante aceptable, las nubes blanquecinas, separadas como un rebaño perdido, se mueven brillando con la luz de la luna. Robin guía el Rompeculos hacia el blanco. Desde decenas de kilómetros, puede observar las luces de Mandalay. A medida que la formación de bombarderos se acerca, la ciudad se cubre progresivamente de la más absoluta oscuridad. Es un desconcierto, los japoneses no entienden que tipo de bombardero tendrá el alcance para llegar a un blanco tan lejano. Los reflectores se encienden, elevándose hacia lo alto del firmamento. Buscan a los intrusos pero poco pueden hacer. El fuego antiaéreo parece realmente alguna mala broma, cero efectividad, además disperso por debajo de ellos.
-Compuerta de bombas abierta
-Compuerta de bombas abierta, skipper
-Muy bien
-Soltar bombas
-Bombas afuera
-Bombas afuera, skipper

Golpes secos seguidos de chasquidos se suceden anunciando el desprendimiento de las bombas. Houston apoya sus manos en el volante del avión, sin ese peso es lógico que el Rompeculos quiera elevarse de golpe.
-Compuerta de bombas cerrada
-Compuerta de bombas cerrada, skipper

El blanco se ilumina, la oscuridad es interrumpida por las bombas que explotan en latigazos de luz. A las bombas se suma un convoy al parecer cargado con municiones o combustible, que también explota. Al estar ausentes los cazas japoneses, es posible para los bombarderos volar alrededor del blanco, observando los resultados de su ataque y fotografiando. En el cielo todo parece etéreo e irreal, no llegan los sonidos de la guerra, ni siquiera el de la artillería antiaérea que explota mucho más abajo, solo se escucha el ronroneo de los motores americanos Pratt & Whitney R-1830 Twin Wasp. Así termina la segunda misión de Houston. La primera casi en desastre cuando lo enviaron a una misión sobre Francia mientras se encontraba en etapa de entrenamiento y volvió con su avión destrozado al ser alcanzado por el Flak en la costa enemiga.

Morir en la sopa

Un día antes de la Nochebuena de 1943 llegan tanques suplementarios, que comienzan a ser instalados en los B-24 Liberator. Nadie conoce aun el blanco, pero los tanques de combustible permiten adivinar una extensa misión detrás de las líneas enemigas y bien adentrados en ella. Caer allí significa la muerte segura en el mejor de los casos, y en el peor la tortura y la prisión a manos de los bestiales japoneses. Días más tarde, el rumor corre entre los oficiales y pilotos: el blanco al parecer es la infame línea ferroviaria de Bangkok, Siam, llevada adelante por la ingeniería japonesa pero con mano de obra de prisioneros del Commonwealth, hombres que mueren de a miles por el maltrato recibido durante la construcción.

Houston despega en el tórrido atardecer de su base en Salbani, poniendo rumbo a la ciudad de Bangkok. Integra una fuerza combinada de Liberator americanos y de la RAF. La autonomía del Rompeculos no es suficiente para tan extenso vuelo, le instalan una bomba de traspase de combustible y tanques de combustible repartidos dentro del fuselaje para llegar al blanco. Esto constituye un verdadero peligro. Los gases, recorren el avión, que cargado de bombas lo convierten en una bomba de alto poder en caso de que una chispa irrumpa por alguna parte del fuselaje. Minnie, aferrado con sus pequeñas manos al casco de Robin duerme apoyado sobre su cabeza. Atención a los cazas nocturnos, advierte Robin a sus artilleros, es muy común que aparezcan con sus luces de posición encendidas colándose entre los bombarderos, volando desvergonzadamente en el grupo sin que lo adviertan. Luego de un cambio rápido de velocidad atacan por única vez, generalmente es suficiente para derribar al avión, son pocos los aviones nocturnos y sus pilotos son muy buenos en el arte de combatir en la oscuridad.
 
 Foto: Archivo de Claudio Meunier)

El ingeniero de vuelo se encuentra bastante preocupado ayudando a bombear el combustible a los tanques en las alas manteniendo nivelado el peso del B-24. Cualquier ventanilla de que dispone el avión se encuentra abierta, disipando los gases del combustible que se acumulan dentro del fuselaje. El apuntador de bombas baja a su puesto en la trompa del Rompeculos, falta poco para llegar a Bangkok.

Cuando las luces de Bangkok comienzan a desaparecer, producto seguramente de la alarma antiaérea general. Minnie intuye algo peligroso, comienza a gritar y aúlla. Robin acaricia la mascota y le dice, "¡Espero que esta noche el avión no nos rompa el culo a nosotros!"

Una bola de fuego explota delante del Rompeculos, deflagraciones rojizas se multiplican de repente en el cielo, creando una alfombra de llamas, un paisaje irreal. Es la artillería antiaérea japonesa que abre fuego. Los destellos de las granadas, rojizos se vuelven parduzcos al extinguirse, explotan algunas granadas lumínicas, pero por debajo de los incursores. Robin deja en manos del apuntador de bombas el control del avión para la corrida de tiro.

La lluvia de metralla lanzada contra el Rompeculos alcanza el fuselaje, es un terrible tamborileo que abre pequeños agujeros por los cuales la luz penetra la oscuridad del fuselaje, parecen mil linternas encendidas iluminando a cada tripulante. Las esquirlas, muchas de ellas sin fuerza golpean como piedras de hielo abatiéndose sobre alguna casa con techo de chapa durante una tormenta veraniega. Los proyectiles que suben, perezosos, sobrepasando a los bombarderos detonan más arriba. Robin corrige el rumbo del avion a indica al apuntador de bombas que está listo para realizar la descarga del armamento. Un gran destello ilumina la cabina detrás de Robin seguido de un martillazo que lo desconcentra. Minnie aferrado al cuello de Houston grita, sus uñas le arañan el cuello y lo lastima. Minnie basta, basta, mono hijo de puta, me estás haciendo mierda; grita Robin. Minnie con su instinto de supervivencia altamente desarrollado sabe que la muerte los ronda alrededor del avión.

En la radio interna del avión, el artillero trasero grita alterado; `nos dieron ,nos dieron`. Robin observa el ala izquierda, el motor interno larga pequeñas llamas azuladas por los deflectores, el motor, se encuentra en problemas. El ingeniero de vuelo informa que los indicadores de presión de aceite y de nafta caen, no hay más opción, debe seguir el procedimiento de emergencia, cortar la potencia, cerrar el paso de combustible, lanzar el matafuego y detener la hélice en bandera. Robin escucha al apuntador de bombas diciendo; bombs gone (bombas fuera), el B-24 se eleva ganando altura liberado de las bombas. Robin retoma el control del avión dejando al ingeniero a cargo del motor averiado. El Rompeculos escapa del blanco y del fuego antiaéreo soltando una columna de humo blanco de su motor averiado.
 

Las bombas lanzadas por el Rompeculos explotan sobre el blanco, iluminando a la ciudad como si estuviera en un día soleado, una cámara fotográfica a bordo registra los momentos en que las bombas explotan. El B-24 sobrevive, las demás tripulaciones en diferentes aviones se llaman entre sí, comienzan el conteo a ver quien falta. Es una noche con suerte, parece que todos, vuelven. Bangkok en llamas puede ser vista desde el aire a distantes cien millas de distancia.

El raid continua y los problemas también, desde la base informan que en Salbani la lluvia es torrencial, el aeródromo se ha cerrado. Deben encontrar otro aeródromo alternativo y descender en el. La opción más segura es el aeródromo de Dohazari, otro aeródromo de la RAF. En las alturas, Robin, divisa la pista inmersa en una capa de niebla muy parecida a las de Gran Bretaña, utiliza a bordo la lámpara de señales para marcar la posición en el aire. Robin solicita que enciendan las luces de la pista. Una franja iluminada, aparece recortada entre la niebla. El ingeniero de vuelo le informa a Robin: `Jefe no tenemos más combustible`. El preciado líquido alcanza solo para atravesar la espesa niebla, encontrar la pista y aterrizar, es la única opción, tampoco existe la oportunidad de arrojarse en paracaídas debido a la baja altura. Robin prepara el descenso, baja el tren de aterrizaje, los flaps caen, el Rompeculos cruza unas montañas bajas apuntando el morro del bombardero hacia la pista. El navegador y Robin cometen un error en el que no han reparado. Verificar la altura con respecto al mar del aeródromo, que se encuentra por encima del nivel del mar. Al no corregir la altura del altímetro, la lectura sobre la altura es errónea, el indicador, cuando marca 600 metros de altitud, en realidad se encuentra a la mitad, 300 metros.
Robin perfora la niebla, es una sopa espesa, blanca, que parece no tener fin. No quiero morir en esta sopa; le dice Robin al copiloto mientras sigue con el descenso, las luces de la pista se extinguen, habrá que descender un poco más…..

Al salir por debajo del enorme banco de niebla, distingue fugazmente algo brillante delante suyo, es un arrozal, Robin alcanza a gritar; `dios mío`, tira el comando hacia atrás pero es demasiado tarde. Una tremenda explosión desgaja al Rompeculos en varias partes, la fuerza del golpe es tan brutal que le arranca el comando de sus manos, a pesar del arnés que lo amarra muy bien al asiento, su rostro golpea contra el tablero de instrumentos, el latigazo lo nockea. Minnie vuela dentro de la cabina gritando de terror. Robin despierta, siente calor en su rostro, algo viscoso rueda sobre sus mejillas, se toca con sus manos enfundadas en guantes y descubre que es sangre. No termina de entender que ocurre, pero su instinto de supervivencia le dice que debe escapar de ese montón de chapas aprisionadas y dobladas en el arrozal. Escapa de la cabina con su ropa cortada, tiene cortes en su piel, camina mareado, cae en el arrozal. Minnie encima de la cabina disfruta de unas bayas mirando hacia el bosque, añorando su libertad. Los tripulantes comienzan a salir, parecen un grupo de amigos saliendo de un bar nocturno en estado de ebriedad que se arrastran en las calles. Un motor se encuentra en llamas con su hélice girando a bajas revoluciones, pero que importa, el avion no tiene más combustible para unas pocas vueltas mas, alguien lanza una bengala para que los vayan a rescatar, el lugar es un caos. La tripulación completa sobrevive, hay un solo herido, el navegador que ha quedado en su puesto atrapado con ambas piernas quebradas.

Cinco argentinos para Wingate

Robin vuelve a las operaciones de bombardeo junto el escuadrón 355 luego de su accidente, su paso por la unidad se reduce a dos operaciones más. Un casual descubrimiento lo induce a solicitar su pase al escuadrón 194, ellos vuelan los bimotores de transporte C 47 Dakota. La unidad tiene un comandante cordobés, el Wing Commander Alec Pearson DFC, el segundo comandante también es argentino, el Squadron Leader Frankie Bell DFC y además cuentan con dos navegadores porteños, los Flight Lieutenant Kenneth Hale y Mickey Forrester. Su pase es aprobado y Robin es enviado a volar detrás de las líneas enemigas, arrojando suministros y tropas en paracaídas para los Chindits del famoso Order Wingate. Se siente a gusto, los comandos del C-47 Dakota son infinitamente más maniobrables que en el Liberator.

Durante la planificación de una misión, Robin toma contacto con un jefe Gurkha al cual debe lanzar con sus hombres detrás de las líneas japonesas. La reunión desemboca en una discusión con el oficial Gurkha que nunca ha saltado en paracaídas, desconoce la altura mínima para saltar. El Gurkha insiste en que Robin vuele rasante pegados al suelo y los tiren. Houston le informa que no va a volar por debajo de la altura mínima prevista para el salto. El oficial Gurkha, grita, insiste. Robin esboza una sonrisa y le dice, "¿Ustedes saben que van a saltar en paracaídas, no?" "¿Ah, es con paracaídas?"; contesta el Gurkha, y agrega: "Yo pensé que saltamos directo sobre la maleza".

Establos voladores

Debido a la escasez de caminos en Burma, al Ejército británico no le quedó otro recurso que apelar a las mulas para el transporte de cargas. Era el medio más adecuado para llevar pertrechos por senderos angostos y absolutamente irregulares como los que debían transitar aquellas fuerzas que operaban de manera no convencional. Pero llevar las mulas en los Dakota, hasta los sitios donde serían empleadas, esa era otra cosa. Lo común era cargar cuatro mulas y nueve hombres, o cinco mulas y cinco hombres. Cada animal tenía su propia personalidad que los diferenciaba entre sí. Se las hacía subir al compartimiento de carga y se les ataba las patas a unas primitivas jaulas de madera, pero generalmente se soltaban, empezaban a patear y sus cascos tenían la fuerza suficiente para agujerear los fuselajes o cuanto menos deformarlo. Robin transportó mulas para los tropas, debía asegurarse de que en los compartimientos de carga se las asegurara con gruesas varas de bambú a los costados, las que a su vez eran aferradas a los largueros laterales del fuselaje. A bordo, en más de una ocasión, los cuidadores se encerraban en el baño temiendo ser pisados o pateados por los animales. Cuando se cargaban las mulas en Halikandi, hacía demasiado calor para esperar sentado en la cabina hasta que finalizara el trabajo. Eso implicaba que los tripulantes, para llegar a su puesto, tenían que deslizarse por el lomo de ellas.
  Robin volvió a Buenos Aires luego de pelear en la Segunda Guerra (Foto: Archivo de Claudio Meunier)

Robin aprendió a cuidarse de las tremendas patadas que eran capaces de descargar y no pasar cerca de sus hocicos, las más ariscas, tenían la costumbre de morder a los tripulantes cuando trataban de alcanzar sus puestos. Las mulas podían ser más peligrosas aun, los pilotos tenían siempre a mano el revólver reglamentario a raíz de un grave incidente con una de ellas. Durante un vuelo se soltó una mula atada a una larga vara de bambú, camino hacia la cabina introduciendo su cabeza entre el piloto y copiloto. Ambos aviadores realizaron frustrados intentos para regresarla a su posición, el forcejeo fue en aumento causando un gran disturbio en el interior de la cabina. Cuando lograron echarla, la mula empezó a lanzar patadas por doquier, siendo el fuselaje y el mecánico sus principales objetivos, con el animal salido de control hubo que dispararle en su cabeza por razones de seguridad. Debido a esta clase de cargas se comprende porque los Dakota del 194 olían como establos. En beneficio de la higiene del lugar de trabajo, la tripulación con el comandante del vuelo a la cabeza tenían que barrer la cabina y compartimiento de carga después de cada salida. Esa era una tarea para la cual no habían recibido instrucción específica en ninguna escuela de vuelo de la RAF.

Vivir en la jungla


Robin, nacido en Buenos Aires el 19 noviembre de 1918, vivió en el barrio de Belgrano, asistió al English High School. De pequeño demostró tener un gran carácter, no dudaba en trabarse a golpes de puño cuando un amigo o compañero era presa de algún acto de maldad o injusticia. Era común para el agarrarse a trompadas en las calles, casi como una especie de justiciero ambulante. Su pasión por los deportes lo llevó a practicar lucha greco romana convirtiéndose en campeón argentino. El rugby ingresó en su vida, demostró ser un aguerrido rugbier del club Hindú. Incursionó por principios a favor de los movimientos aliados en el box callejero, como miembro de la agrupación democrática Acción Argentina: pertenecía a su fuerza de choque, que enfrentaba en las calles a las juventudes nazis constituidas alrededor de la Alianza Libertadora Nacionalista que pululaban por Buenos Aires. Participó en varias refriegas, terminó preso en tres ocasiones en la Comisaría 15 de calle Suipacha. La situación, lo cansa. Decide que la mejor manera de combatir no es la calle con sus puños, sino con un enorme bombardero americano de cuatro motores, defendido con ametralladoras y provisto de gran cantidad de bombas. Viajó en buque a Canadá y se enroló en su Fuerza Aérea, luego de salir primero entre los pilotos de su promoción, tuvo el derecho a elegir qué clase de avión quería volar, no lo dudó, vuelo en bombarderos. Entrenó en Gran Bretaña a bordo de bimotores Wellington incluyendo una misión. Al culminar el curso de piloto, fue seleccionado para viajar al sudoeste asiático y unirse a la RAF en su lucha contra los japoneses. Robin sobrevivió a la guerra, dejó atrás los días del combate y retornó a Buenos Aires.

Retomó sus hobbies, tocar clarinete y rodearse de animales domésticos, también de la compañía femenina. Con su hermano Douglas emprendieron dos negocios exitosos en Argentina, en los ferrocarriles y la industria del petróleo, nada menos que la perforación de mil pozos en el flanco sur de Comodoro Rivadavia, para la estatal YPF. Su interés con la aviación fue más breve, adquirió un Ryan Navion y luego un Sea Bee. Jubilado, vivió en la Recoleta, se dedico a los automóviles sport y el rugby siguió siendo otra de sus pasiones, fiel a sus clubes Hindú y Esgrima. Le gustaba mucho mirar tranquilamente la televisión y era fanático del humorista Tato Bores, con quien llegó a conocerse y entablar una fuerte amistad. Falleció en Buenos Aires mientras corría el año 2002. Hasta sus últimos días recordó a Minnie, el pequeño macaco voluntario que lo acompañó en sus peligrosos vuelos. A pesar de vivir en libertad permaneció con Robin como compañero de batalla. Al concluir el conflicto, Minnie junto a otros macacos, mascotas en el escuadron, sin razón de vivir más peligros, se juntaron y se perdieron en la selva de Burma, como Robin, que volvió a la tranquilidad de su antigua selva la ciudad de Buenos Aires, liberados ambos de los momentos más tensos que puede atravesar un ser vivo, la guerra.