La fascinante vida de Jorge Newbery, la leyenda de la aviación que murió de forma trágica
Nació un 27 de mayo pero de 1875, y fue príncipe de todos los deportes, rey de los cielos, pionero de las luces de Buenos Aires, y temible con los puños
Por Alfredo Serra | Especial para Infobae
"Amainaron guapos junto a tus ochavas / cuando un cajetilla los calzó de cross / y te dieron lustre las patotas bravas / allá por el año novecientos dos". Del tango "Corrientes y Esmeralda", de Celedonio Flores y Francisco Pracánico
Y no sólo a esos guapos, y de cross. Tampoco hubo quien le ganara en esgrima, en natación, en carreras de autos, en remo, en atletismo.
Nadie en la tierra ni en el cielo parecía capaz de vencerlo. Por eso, al ver su cuerpo hecho pedazos entre los fierros del avión monoplano Morane-Saulnier, caído en el campo de la la estancia mendocina Los Tamarindos (hoy El Plumerillo), su vida entró para siempre en el Parnaso de los ídolos.
Tenía apenas 38 años. Era el primer día de marzo de 1914. Se preparaba para cruzar la cordillera de Los Andes. A las seis de la tarde, una dama le dijo "Quiero verlo volar". Pudo negarse. Pero también era un caballero.
Le pidió su avión al cabo Teodoro Fels, otro as de las alas. Fels se lo prestó, pero con una advertencia: "Cuidado: una de las alas tironea".
Despegó, empezó a hacer cabriolas… y de pronto el avión se desplomó.
Eran las siete menos veinte de la tarde.
Día negro en pleno carnaval: en Buenos Aires desfilaban las carrozas, volaban el papel picado y el agua florida, y se esperaba la elección de la reina.
Carnaval con réquiem final. Porque se había ido mucho más que todo un hombre en el sentido del coraje. También un pionero de la Buenos Aires gran aldea a la Buenos Aires gran ciudad. Tanto, que fue llamada "la París de Sudamérica". Veamos por qué…
Jorge Alejandro Newbery, nacido el 27 de mayo de 1875 en una casona de la calle Florida, hijo del dentista norteamericano Ralph Newbery y de la argentina Dolores Malargie, fue un iluminado en doble sentido: ingeniero electricista (alumno de Thomas Alva Edison), apenas a sus 20 años fue jefe de la Compañía Luz y Tracción del Río de la Plata, y a sus 25, director general de Instalaciones Eléctricas y Alumbrado del municipio porteño.
Es decir, el hombre de la luz…
Como tal fue profesor, enviado a congresos (Saint Louis, Londres, Berlín). Eso, mientras enseñaba natación en la Armada. Pero los cielos empezaron a llamarlo más que la tierra.
¡Volar! Ese imposible pero posible que imaginó Leonardo Da Vinci en el Renacimiento, y que inauguraron los hermanos Wilbur y Orville Wright en Millville, Indiana, USA, el 17 de diciembre de 1903. Y volar fue la última pasión de Newbery.
Inspirado por el mítico piloto brasileño Alberto Santos Dumont (1873-1932), y acompañado por Aarón de Anchorena, el 25 de diciembre de 1907 (Navidad y nacimiento aéreo…) ¡cruzaron el Río de la Plata en el globo Pampero!, y aterrizaron, ilesos y triunfales, en Conchillas, Uruguay. Empezaba la explosión de "los más pesados que el aire": globos y aviones.
Y en cabalgata. Enero de 1908, creación del AeroClub Argentino, Newbery vicepresidente, y luego presidente. Luego, trágica interrupción de la cabalgata: su hermano Eduardo y el sargento Romero desaparecen mientras volaban en el globo Pampero. Nada se encontró de sus cuerpos ni de la máquina… Pero el peligro fue uno de los alimentos de Jorge.
Preparó y voló los globos El Patriota y El Huracán (tomó su nombre del famoso club de fútbol), batió el récord sudamericano de duración y distancia –550 kilómetros en 13 horas– uniendo Argentina, Uruguay y Brasil… y se divorció de la tucumana Sara Escalante, que no pudo soportar la angustia de verlo desafiar la muerte con la vara cada vez más alta.
En tres años, cuarenta vuelos en globo. Y en 1910, como celebrando el Centenario, logró su brevet de piloto. Y él, con dos tenientes coroneles (Mosconi y López), primeros directores de la Escuela Militar de Aviación, en el Palomar.
Noviembre 24, año 1912. En el monoplano Centenario, una máquina Bleriot Gnome de 50 caballos de fuerza, el "cajetilla que calzó de cross" a los guapos de cuchillo al cinto… ¡primero en cruzar el Río de la Plata!
Y en marzo del 14, cuando Europa empezaba a desangrarse en la Primera Guerra Mundial, aquella bella dama que quiere verlo dibujar proezas en el cielo, la advertencia desechada de Teodoro Fels, y el final.
Apenas veinte días después de su máxima hazaña: el 10 de febrero, en un monoplano Morane-Saulnier, ¡batió el récord mundial de altura!: 6.225 metros. Pero no homologado: el reglamento exigía superar el récord anterior por un mínimo de 150 metroS, y Newbery lo logró por 65.
Es posible que, como muchos dicen, de Jorge Newbery "sólo se sabe que es un aeroparque".
Sin embargo, su nombre también atesora récords: siete tangos en su honor, una película ("Más allá del sol", 1975), un monumento en Villa Lugano, cuatro escuelas, quince clubes en todo el país, once calles, tres barrios, una plaza, y los premios anuales Jorge Newbery del gobierno porteño a los mejores deportistas.
Y como esta evocación empezó con un tango, así termina.
"En un abrazo inmortal / la guitarra y el poeta / sollozan por el atleta / de la Aviación Nacional / ¡Newbery, el cóndor genial / que fue en sublime locura / a seis mil metros de altura / rompiendo brumas ignotas / cayó con las alas rotas / en la negra sepultura!
Acertijo: ¿quién escribió la letra, quién lo cantó primero?
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