Hotel Sabaneta, el insólito "campo de concentración" donde Colombia encerró a alemanes y japoneses
En plena Segunda Guerra Mundial, un decreto del gobierno ordenó confinar en aquel recinto de lujo a empresarios sospechados de colaborar con el EjePor Adriana Chica García 3 de junio de 2018
desde Bogotá, Colombia
Infobae
Las ruinas del Hotel Sabaneta, pocos años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.
En plena Segunda Guerra Mundial, a miles de kilómetros de una Europa que se desangraba, se vivió una historia increíble en una pequeña ciudad del centro de Colombia. Los edificios de estilo colonial del Hotel Sabaneta, en Fusagasugá (Cundinamarca), pasaron de pronto de ser el lugar de encuentro de la alta sociedad a convertirse en el recinto de confinamiento de más de un centenar de ciudadanos alemanes, italianos y japoneses residentes en Colombia, sospechados por el gobierno de colaborar con los países del Eje.
No era un campo de concentración como los nazis, de trabajos forzados, cámaras de gases y asesinatos sistemáticos. Al contrario, era el mejor hotel de entonces, con pisos de madera de pino, amplios jardines, piscina olímpica, lagos artificiales y canchas deportivas. Aun así, se fue convirtiendo en un reclusorio insoportable para los refugiados que fueron confinados allí contra su voluntad.
Cuando en 1941, el ataque de la Armada Imperial Japonesa contra la base naval de Pearl Harbor detonó el ingreso de Estados Unidos al conflicto, Colombia aún no había tomado partida en la guerra. Por su neutralidad, se había convertido en el destino de muchas familias alemanas y japonesas que huían de la violencia.
Pero todo cambió cuando una ofensiva de submarinos nazis hundió el barco militar colombiano Resolute, que zarpó de Cartagena en diciembre de 1942. Desde ese momento, Colombia le declara la guerra a los países del Eje y se convierte en aliado de Estados Unidos.
Barco militar colombiano Resolute hundido por submarinos nazi en el mar Caribe.
El gobierno norteamericano crea la llamada Lista Negra, que incluía a empresas y empresarios en varios países de la región acusados de colaborar con los países del Eje. Su objetivo era impedir que la ayuda financiera que brindaba Estados Unidos a Latinoamérica cayera en manos enemigas. Nadie en Colombia podía comerciar con quienes aparecían en la lista, cuenta el libro 'Colombia Nazi'.
El Tiempo, por ejemplo, reseñó una carta de Daniel Vallejo, un comerciante colombiano de sombreros, en la que pide a la Cancillería que lo excluyan de la lista, argumentando que solo trabajó en una empresa de socios italianos y que sus negocios se vieron perjudicados porque nadie quiere comerciar con él por temor a ser incluido en la lista.
No obstante, con la publicación de la lista, el entonces presidente colombiano Eduardo Santos impulsó la Ley 39 de 1944, por medio de la cual decretó la concentración de los extranjeros que aparecían en ella.
Lista negra conservada en el Archivo General de la Nación.
"Los nacionales de países con los cuales haya roto relaciones la República de Colombia y en especial la de los nacionales alemanes, se determinará cuándo deben ser internados en sitios especiales de concentración, bajo el control de la Policía Nacional o de las autoridades civiles respectivas (…) deben someterse para mantener sobre sus actividades plena vigilancia", describía la norma conservada en el Archivo General de la Nación.
Campo de concentración de Sabaneta
En marzo de 1944, 150 ciudadanos alemanes y japoneses, sobre todo, pero también italianos, fueron citados a comparecer ante las autoridades colombianas por sus negocios comerciales. A 109 de ellos se les ordenó el arresto en el llamado 'campo de concentración de Sabaneta'.Todos sus bienes fueron confiscados por el recién creado Fondo de Estabilización Nacional, que administró más de 2.500 propiedades alemanas, 1.500 italianas y otras cuantas japonesas, según el documental Exiliados en el exilio, de Rolando Vargas. Parte de esos recursos sirvieron para financiar el hotel en los casi dos años de confinamiento.
Noticias de la época sobre la concentración de alemanes, italianos y japoneses acusados de colaborar con países del Eje.
Los extranjeros de la lista fueron forzados a abandonar sus hogares y negocios para vivir en el hotel. Muchos se mudaron con sus familias colombianas, a otros les tocó mudar a sus esposas e hijos cerca para poder recibir visitas solo los jueves y domingos, como reseñaron algunos medios de la época.
"Las mismas informaciones oficiales indican que antes del fin de la presente semana y en el transcurso de la próxima, nuevos grupos serán enviados al mismo sitio de concentración de Sabaneta, donde permanecerán los nacionales alemanes sujetos a un régimen de vigilancia y aislamiento", decía una noticia de El Colombiano del 25 de marzo de 1944.
"Un día llegaron a mi casa, le ordenaron a mi papá que entregara los documentos de sus propiedades y le dieron un ultimátum de tres días para presentarse en Fusagasugá", contó Joerg Scheuerman en el documental de Vargas. No recibieron ningún abuso, pero los días les pasaban sin nada que hacer.
Por cada habitación vivían unas tres personas, que contaban con una cama doble, un closet, una mesa de noche, un escritorio y una silla. Algunos recibían una pensión mensual por las utilidades de sus negocios, pero debían pagar su alimentación y estadía en el hotel, lo que llevó a la quiebra a muchos.
Los retenidos inventaban grupos de carpintería, equipos deportivos y hasta una orquesta para pasar el tiempo. Los japoneses diseñaron estanques para sus peces dorados alrededor de una quebrada que causaron sensación. Aunque eran vigilados por las autoridades desde altas torres de control, podían pasear libremente por los espacios del hotel.
Algunos fueron obligados a abordar embarcaciones, supuestamente, para ser expatriados hacia Alemania, pero su destino terminó en Estados Unidos, en otro centro de concentración en Nueva York.
Así se ve el Hotel Sabaneta en la actualidad.
Nunca se comprobó realmente la colaboración de los extranjeros con los países del Eje. Una vez finalizada la guerra, todos fueron dejados en libertad. Algunos que contaban con bienes en el Fondo de Estabilización Nacional recibieron una indemnización insignificante.
Y el exclusivo Hotel Sabaneta, construido en 1938 y ganador en 1945 del Premio Nacional de Arquitectura, nunca volvió a ser el mismo. Fue derribado tiempo después, y hoy en día solo le sobrevive una torre de control donde vigilaban a los refugiados, que ahora sirve de valla publicitaria para los locales comerciales que se asentaron en el lugar.
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