Lucio Norberto Mansilla: patriota, general y hombre de vasta cultura
En el 150° aniversario de su muerte, el autor aporta una semblanza de un personaje singular y destacado del primer medio siglo de historia nacional.Por Roberto L. Elissalde * || La Gaceta Mercantil
Se cumple hoy el sesquicentenario del fallecimiento del general Lucio Norberto Mansilla, quinto hijo de los diez que tuvo el matrimonio de don Andrés Mansilla y doña Eduarda María Bravo de Oliva, que nació en Buenos Aires el 4 de marzo de 1792 y al día siguiente fue bautizado en la parroquia de Monserrat con el padrinazgo de Francisco Romero. Realizó sus estudios en Buenos Aires y fue el alumno de menor edad que ingresó a la Escuela Nacional de Náutica, creada por Manuel Belgrano con el patrocinio del Real Consulado de Buenos Aires y que dirigiera Pedro Antonio de Cerviño.
Actuó en las invasiones británicas, en 1806, y acompañó a Santiago de Liniers a Montevideo como soldado. Fue un hombre que adquirió una vasta cultura y en 1809, después de un riguroso examen, fue “patentado como agrimensor”, además de obtener el permiso para “abrir y regentear una escuela de los primeros rudimentos de la matemática”. Ese año había casado con Polonia Duarte, con la que tuvo cuatro hijos: Mauricia, Pacífico José Lucio, Josefa y Juan.
Adhirió a la Revolución de Mayo y formó parte del Ejército que pasó a la Banda Oriental. Sirvió a las órdenes de José Rondeau, de José de San Martín en la campaña de los Andes, e intervino en las batallas de Chacabuco y Maipú, y en la campaña al sur de Chile. Fue un progresista gobernador de Entre Ríos, participó en la campaña al Brasil, donde con el grado de general combatió en Ituzaingó e intervino como jefe de las fuerzas locales en la Vuelta de Obligado.
El historiador Adolfo Saldías dijo de él: “El general don Lucio Norberto Mansilla es una de las figuras más culminantes del antiguo ejército argentino. Como general táctico, como ciudadano y como hombre público tomó parte distinguida en los principales acontecimientos que se sucedieron durante los primeros cincuenta años de vida independiente de su país; y su nombre vinculado a las glorias argentinas, fue recomendado a la gratitud pública por el Libertador don José de San Martín y por (Bernardino) Rivadavia que fue su amigo”.
Cuenta la tradición que un día le pidió a su mujer que vistiera a los chicos para salir y fueron a la casa de los Duarte. Le pidió a la mujer y a los niños que se retirasen de la sala para quedarse con los suegros, a los que informó que les devolvía a su hija, con la lógica indignación del matrimonio, pero Mansilla los paró en seco: “Nada de escándalo, sería peor. Esa señora es mi mujer, esos niños son mis hijos y llevan mi apellido. Yo pagaré lo que sea menester para que todos vivan decorosamente. Pero ni un minuto más viviré con ella”.
Polonia falleció en 1826 y el general volvió a casarse el 2 de abril de 1831 con Martina Agustina Dominga del Corazón de Jesús Ortiz de Rozas, la hermana de don Juan Manuel de Rosas: él tenía 41 años y ella estaba por cumplir 15. Con ella tuvo seis hijos: Lucio Victorio, Eduarda Damasia, Agustina Martina, Lucio Norberto, Martina Dominga y Carlos Alberto. Dos de ellos ampliamente conocidos por su labor literaria y Lucio, por su vida pública. Éste recuerda que una vez se atrevió a preguntarle a su padre el motivo de la separación y le contestó: “¡Hijo mío! Polonia era tonta, tonta de capirote; para no hacerla infeliz, la devolví a sus padres. ¿Qué hacía yo con un entre así en mi casa”. Y después de un tiempo agregó: “Polonia tenía otro defecto. ¡Atroz! Intenté curarla. Imposible. Su improlijidad era insoportable. Ya sabes como soy yo en esta parte… el aseo del cuerpo. Sin ese defecto, ¡quien sabe!, quizá me resuelvo al martirio de vivir en común con una tonta… ¡era tan linda!”.
También dejó este retrato de su padre: “Alto, robusto, blanco mate el rostro, muy pálido (el cuerpo lo tenía blanco como leche), sin pelo de barba (el bigote vino después como signo federal) derecho como un huso, redonda la cara, con ojos oscuros muy vivos, la nariz aguileña característica, la boca de labios gruesos, irónicos, algo sensuales; el negro rizado de su cabello, imponente caminando, o riéndose a carcajadas cuando algo le hacía gracia…”.
El 10 de abril de 1871, Carlos marchó a la casa de Lucio Víctor, también enfermo, para decirle que “Tatita” había muerto. Recuerda que se levantó de la cama y abrazó a su hermano. Luego marchó a la casa de la calle Santiago del Estero: “Entro, subo, era de noche; no había más luz en la casa que la de los cirios que iluminaban la sala donde yacían sus despojos. Mi padre tenía en aquel entonces cuatro gatos blancos. Los cuatro estaban agrupados alrededor del féretro, mustios, taciturnos, inconsolables, destacándose como campo de nieve sobre el negro sudario”. Al día siguiente fue sepultado. “A su cadáver -escribió Saldías- no se le hicieron los honores correspondientes al rango de general, recomendado a la gratitud pública”.
Una calle de Buenos Aires lo recuerda, una población Gobernador Mansilla también en el departamento Tala en Santa Fe, pero como dijo en su despedida Diego de Lafuente un monumento imperecedero es el heroísmo en la Vuelta de Obligado, “donde se destacó su bizarra figura entre el fuego y la metralla, a la sombra no de otra bandera que aquella que saludaron dianas de triunfo en los campos de Maipú y de Ituzaingó”.
* Historiador. Presidente de la Junta de Estudios Históricos de la Recoleta
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