A 50 años del secuestro de Aramburu: el informe secreto del hallazgo del cuerpo y la autopsia que revela los detalles del fusilamiento
Exclusivo: los documentos confidenciales que cuentan cómo fue el operativo que llevó a cabo Montoneros para capturarlo, revelan los detalles de la forma en que lo mataron y explican cómo llegó la policía al lugar donde lo habían enterradoPor Juan Bautista "Tata" Yofre || Infobae
Foto del comunicado en el que se informa que Aramburu fue “ejecutado”.
A la una y media de la tarde del día 29 de mayo de 1970, Héctor Rendo, el comisario jefe de la Seccional 17ª -ubicada sobre avenida Las Heras- informó que a las 12.45 horas escuchó, a través del comando radioeléctrico, el comunicado por el que se requería la interceptación de un automóvil Peugeot 504 color blanco “en el que viajarían dos personas con uniforme militar y otras dos de civil, más un tercero, que sería una alta autoridad nacional (que) se trataría del ex presidente provisional de la Nación, teniente general (R) Pedro Eugenio Aramburu.” Pocos minutos más tarde personal de la comisaría se presentó en el domicilio de la calle Montevideo 1053, piso 8º, Dto. A.
Ya en la vivienda encontraron visiblemente nerviosa a la señora Sara Lucía Herrera de Aramburu, quien contó que después de las nueve de la mañana había sonado el timbre y que había atendido la puerta de entrada “comprobando la presencia de dos personas de uniforme militar, pero con la particularidad de ser muy jóvenes.”
La señora de Aramburu informó que uno de los jóvenes tendría “unos 35 años” y se presentó con el grado de Mayor, mientras que el otro “más joven y más bajo” se presentó como “oficial”.
Lo primero que afirmaron los extraños a la dueña de casa es que venían a brindar custodia a su marido, algo que no le pareció fuera de lugar dado que unos días antes su esposo le había comentado que se vivía un “ambiente de barullo” y que “podía haber muerte de militares”.
Pedro Eugenio Aramburu
La señora los hizo acomodarse en el living y les ofreció un café, mientras le notificaba a su marido sobre la presencia de los supuestos “custodios”. A la par que Sara Herrera procedía a retirarse para hacer una compra en un mercadito cercano (donde iba a comprar carne), Aramburu se vistió rápidamente “con las ropas usadas la noche anterior, para atender a los visitantes”.
Aproximadamente a la media hora, Sara Herrera volvió al departamento y ya no encontró a su marido. Extrañamente, él se había retirado “sin dejarle, contra su costumbre, ninguna indicación de su destino y probable regreso”. Sí le llamó la atención que su esposo pudiera haber partido “sin bañarse ni afeitarse”, dada su conocida pulcritud. Inmediatamente bajó a la calle y pudo conocer “en el garage lindero” que Aramburu había ascendido a un auto ocupado por dos militares y dos civiles e inmediatamente imagino que “había ocurrido algo anormal, por lo que comenzó a comunicarse con amigos de la familia, alertándolos sobre lo sucedido.”
Interrogada Teresa Gregoria Lobo, la empleada doméstica, confirmó a los policías lo que decía la señora de Aramburu y agregó que el dueño de casa le indicó que también le sirviera un café y luego ella se retiró a realizar “sus obligaciones”. Más tarde la misma empleada contaría que una vez enterado Aramburu de la presencia de dos “militares” expresó “que vienen a molestar ahora, con todo lo que tengo que hacer”. Poco después comprobaría que ninguno había bebido café porque quedaron los pocillos llenos. A renglón seguido, el personal policial interrogó a varios vecinos. El empleado del garage lindero dijo que alrededor de las 8.50 había entrado un Peugeot 504 blanco “con tapizado rojo vivo conducido por una persona de civil, con la que venía otra persona de civil y dos más vestidos de militar.”
Primeros identikits de los secuestradores realizados por la Policía Federal. “El gordo” Mazza y “Alejandro o Germán” Fernando Abal Medina.
El que parecía de mayor graduación indicó al empleado del estacionamiento que debían detenerse “unos minutos” dado que se estaba realizando un trabajo de reparación de la calle. Mientras los militares y un civil “que vestía piloto” salieron del local, “el cuarto maniobraba el auto parea ponerlo de trompa a la salida”. A los diez minutos volvieron con el teniente general Aramburu que tenía cara de “recién levantado y de pocos amigos”. Caminaba ladeado por los dos “militares”, atrás iba el civil. Al empleado le llamó la atención que Aramburu no lo saludó y se sentó en la parte trasera del auto. Interrogado un mecánico en el mismo lugar dijo que no había notado nada irregular “salvo que los militares que lo acompañaban iban sonriendo.”
Una empleada de la vecina boutique de la calle Montevideo, María Isabel Olmos, observó “solamente que el general Aramburu iba con la cabeza gacha y muy serio”, lo que contrastaba “con la cara sonriente de sus acompañantes”.
Consultada Susana Olga Méndez, de profesión “comerciante”, dijo que los uniformados “llevaban al ex-magistrado del brazo, pasándole una mano por la espalda”, circunstancia ésta que, aunque “le pareció anormal”, la atribuyó a la celebración del Día del Ejército.
Según declararía más adelante Carlos Maguid, esposo de Nélida Arrostito (hermana de Norma Esther), “el secuestro fue llevado a cabo por Fernando (Abal Medina) y “el Gordo” (Emilio Maza), quienes vestían ropa de militares, y por un compañero del segundo, que presume es de Córdoba, apodado “Mateo” o “Marcos” (Ignacio Vélez). Respecto de “Miguel Ángel” (Carlos Capuano Martínez), quedó al volante del “Peugeot” en el garaje cercano al objetivo”. Tras de una “prudente espera”, como calificó llanamente Maguid al intervalo de tiempo transcurrido entre el ingreso de los secuestradores al edificio y su salida de él con Aramburu, pudo apreciar cómo el ex presidente de la República, “que vestía traje gris o marrón”, caminaba con sus secuestradores. “Segundos después salió el “Peugeot” con todos los nombrados en su interior, […] seguido por la camioneta”. También participaron del hecho “Alejandro” Carlos Gustavo Ramus, “Irma” Norma Esther Arrostito y José Sabino Navarro.
Tras realizar unas pocas gestiones más el comisario Rendo volvió a la comisaría, acompañado por el oficial principal Aldo Horacio Rebasti, e inmediatamente dio intervención a la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional y al juez nacional de 1ª instancia en lo Criminal de Instrucción, doctor Raúl Jacinto de los Santos, Secretaría 137 del doctor Eustaquio Castro (no confundir con la Cámara Federal Penal. Fuero Antisubversivo, creado en julio de 1971).
El informe de la Policía Federal sobre el secuestro y asesinato de Aramburu
Hasta acá habló el expediente judicial en sus primeras fojas. Ahora entra de lleno la investigación de la Policía Federal Argentina. En esos precisos momentos la Policía Federal era conducida por el general de división Jorge Cáceres Monié quien en abril de 1971, ante el asesinato del teniente general Juan Carlos Sánchez, será designado comandante del Cuerpo II con asiento en Rosario. Cáceres Monié y su esposa fueron asesinados por Montoneros en diciembre de 1975. Su sucesor en la fuerza policial era el segundo jefe, el general de brigada Alberto Samuel Cáceres Anasagasti, sobre el que recayó el mayor peso de la investigación del Caso Aramburu.
Al día siguiente, el policía José Aldo Gutiérrez declaró que por indicación de un periodista de la agencia “Saporiti” se constituyó en la calle Zapata frente al número 573, donde halló, debajo de una cortina metálica, una carta relacionada con el secuestro de Aramburu, contenida en un sobre blanco “sin inscripción”, escrita a máquina, cuyo texto decía: “Perón vuelve. Comando Número 1. Al pueblo de la Nación. Hoy, a las 9,30 horas, nuestro comando procedió a la detención de Pedro Eugenio Aramburu, cumpliendo una orden emanada de nuestra conducción, a los fines de someterlo a Juicio Revolucionario (…) Oportunamente se darán a conocer las alternativas del juicio y la sentencia dictada.”
Con fecha 31 de mayo de 1970 se conocía el Comunicado Número 2 en el que la nueva organización terrorista sostenía que “ante la difusión de falsos comunicados atribuidos a organizaciones armadas proclamando la autoría de la detención de Pedro Eugenio Aramburu, e imponiendo condiciones para su rescate, la conducción de nuestra organización se ve en la obligación de (aclarar) que la detención (se realizó) a los fines de someterlo a juicio revolucionario (y) resulta totalmente descartada la posibilidad de negociar su libertad con el Régimen”. Para confirmar la veracidad de lo que sostienen, los secuestradores dan detalles de algunos efectos personales que tenía Aramburu al momento de ser secuestrado. Entre otros efectos una “medalla llavero con la inscripción ´El Regimiento 5 de Infantería´, dos bolígrafos Parker, una traba de corbata de oro y un reloj pulsera automático.” El mismo día se da a conocer el Comunicado Número 3 que contiene los cargos que se le imputan al ex presidente provisional de la Nación.
Arrostito, Firmenich y Abal Medina participaron del secuestro y la ejecución de Aramburu
Mientras la Policía realizaba ingentes investigaciones tratando de individualizar al grupo terrorista, con fecha 5 de junio de 1970, Montoneros le escribe una extensa carta al Cardenal Antonio Caggiano en la que afirman que “nosotros sentimos gran respeto por la vida humana y si arriesgamos la nuestra en esta lucha sin cuartel es justamente porque queremos que las próximas generaciones de argentinos sean hombres libres.” Extraña manera de conducirse en la vida tenía la conducción de la nueva “organización armada”: un tiempo antes, su jefe, Fernando Abal Medina, le había creado problemas al propio Caggiano en la puerta de la Catedral; la máquina “Olivetti” para tipiar el texto de la carta estaba en “custodia” del cura Alberto Carbone (un amigo de Mario Eduardo Firmenich) y tres curas tercermundistas, entre otros, eran sus inspiradores: Carlos Mugica, Fulgencio Alberto Rojas, más conocido como “Beto” (capellán del Liceo Militar General Paz) y Jorge Adur oficiaría de capellán.
El 13 de junio de 1970, aprovechando que estaban en el ojo de las noticias, se conoce un comunicado del Comando Montonero del Interior en el que se informa sobre la conducta del asesinado Aramburu: “En los primeros momentos se consideró intocable conservando buena presencia de ánimo. Cuando consideró que las cosas iban en serio y reconoció al Presidente del Tribunal sufrió la primera lipotimia que fue tratada esa y otras con adrenalina y simpadrón por el médico encargado del cuidado de su salud.” También informaron que “durante la lectura de casi trescientos delitos cometidos en su función gubernativa vuelven a producirse nuevos colapsos y, entre ellos, pide piedad en nombre de sus familiares, etc.” Finalmente, en contradicción con lo que contarían “Manuel” Mario Eduardo Firmenich y Norma Esther Arrostito, en septiembre de 1974, sostienen que “el ajusticiamiento no pudo efectuarse en forma realmente militar sino por tiro de gracia en el suelo por sufrir un desvanecimiento del que no salió.”
Los investigadores llegan a la estancia donde mantuvieron cautivo y asesinaron a Aramburu
El largo y profuso informe policial relata que “mientras las tareas investigativas proseguían con toda intensidad”, aunque sin mayores resultados, “se produce en la localidad de La Calera, provincia de Córdoba, un hecho que daría lugar a vincular a sus autores (del secuestro de Aramburu) con aquél suceso. “El 1º de julio de 1970 por la mañana, esa pequeña población fue sacudida por la acción conjunta y sincronizada de un grupo de personas de ambos sexos, fuertemente armados, que disponen de diversos medios de movilidad, los que en pocos minutos copan las dependencias” de la policía y del Estado provincial. Tras la retirada del grupo comando uno de los móviles se rompió y son detenidos los jóvenes Luis Lozada y José Alberto Fierro. De los interrogatorios y “como resultado de la intensa actividad desplegada por la policía” se llega al barrio Los Naranjos y, tras un tiroteo, “caen heridos dos de los agresores”, Emilio Ángel Maza (herido de gravedad) e Ignacio Vélez. También son detenidos Carlos Alberto Soratti, de 23 años (actual titular del INCUCAI) y Cristina Liprandi de Vélez, de 23 años. Inspeccionadas las fincas de los detenidos se encuentra gran cantidad de armas, municiones, documentos falsos y “un fichero en el que se registraban datos correspondientes a los integrantes del grupo, sin hacer constar sus datos de identidad, señalándose solo por números.” En medio de tantos papeles se produce un “big bang” informativo que iluminaria el Caso Aramburu: “Entre esos papeles hallóse una autorización de manejo de un automotor marca “Renault”, modelo 1969, propiedad de Esther Norma Arrostito a favor de Emilio Ángel Maza”.
Tras el fallecimiento de Maza, el 8 de julio de 1970, la autoridad judicial “reclama de oficio que la autopsia del cadáver se realice en la Capital Federal” y se dispone que se “lo acondicionara y vistiera con uniforme militar a efectos de ser así reconocido por los principales testigos del secuestro” de Aramburu. La señora Sara Herrera durante una declaración prestada a la una de la madrugada del 9 de julio sostuvo que el cadáver tenía “un gran parecido con uno de los dos militares que el día 29 de mayo ingresaron a su domicilio, requiriendo ser atendidos por su cónyuge.”
Mientras se acelera la investigación con toda una serie de allanamientos y declaraciones de los detenidos, “surge una relación comercial entre Mario Eduardo Firmenich y Carlos Gustavo Ramus quienes se dedicarían a la compra venta de ganado”. Así, con la autorización Gustavo Francisco Ramus, padre de Gustavo, se llega a la finca La Celma, en la localidad bonaerense de Timote.
Acta policial del hallazgo del cadáver de Aramburu en la estancia La Celma, en Timote.
“El día 17 de julio, a las 4.30 horas (de la tarde) se recibió procedente de la Delegación Regional Cuatrerismo de Bragado” los informes sobre el allanamiento en la localidad de Timote, partido de Carlos Tejedor. “Se hace constar que se había hallado el cadáver de una persona de sexo masculino, sepultado en una excavación realizada en el sótano (…) que poseía una alianza en el dedo anular izquierdo con las inscripciones “S.L.H. a E.A. 1-10-32” , una traba de corbata y una prótesis dental, correspondiente al paladar, presumiéndose se trataría del cadáver de Pedro Eugenio Aramburu. El cuerpo estaba tapado por un elemento blanco, presumiblemente cal y cubierto por un plástico.” Tras otros detalles, también se hace constar los hallazgos de numerosas armas, ropa militar, capsulas de distintos calibres y armas blancas.
Finalizado el procedimiento, el cadáver es trasladado al Regimiento de Granaderos a Caballo a fin de realizar “las diligencias de reconocimiento médico-legal y autopsia.”
El doctor Dardo Echazú, médico legista de la Policía Federal, realizó el informe del cuerpo. Tras retirar los elementos que se utilizaron para atarlo, como la mordaza y la corbata (etiqueta “Revoul-Paris”) fue analizando cada parte del cuerpo. El examen traumatológico presenta las siguientes lesiones: “1º) en la región temporal derecha a 1,64 metros del talón, se aprecia un orificio como de herida de bala…2º) otro orificio en la región parieto-occipital izquierda, a 1,67 mts. del talón…3) a unos 4 centímetros por encima y delante del anterior se aprecia otro orificio de características similares a los anteriores…4º) en la cara anterior del pecho, a nivel del quinto espacio intercostal izquierdo y casi sobre el borde del esternón, se ve una herida en sacabocado de unos 3 a 4 mm. de diámetro, rodeada de una zona ennegrecida cuya naturaleza no se puede precisar. Puede ser orificio de entrada de una bala…5 ) del mismo modo, por debajo del ángulo escapular izquierdo, a 1,22 mts del talón, se ve también otra solución de continuidad de la piel que puede ser un orificio de salida.”
El entierro de Aramburu en la portada de Panorama
Entre otras consideraciones, el médico legal, estimó que “el amordazamiento, la ligadura de los brazos y los pies, indican también que eran varios los agresores a menos que la víctima haya estado inconsciente…”.
El informe policial concluye: “El hallazgo del cadáver en la estancia La Celma, dio lugar a que se realizara una amplia y detallada inspección del casco, dependencias y terreno correspondiente a la misma, en busca de elementos o pruebas tendientes a determinar si la muerte de la persona cuyo cadáver se hallara, se había producido allí o si por el contrario, solo se le había llevado después de muerto para su ocultación mediante entierro. Esas diligencias, como el interrogatorio de los escasos testigos, vecinos de la estancia, no aportaron resultados positivos.”