La Ensenada y la Soberanía Nacional
Fuerte Barragán
La Ensenada de Barragán tuvo ciertas características que resultaron de suma importancia a lo largo de su existencia. Su ubicación geográfica sobre las costas del Río de la Plata y la caleta que le sirvió como puerto natural. La proximidad de Buenos aires –centro político del nuevo virreinato- y una antigüedad considerable como asentamiento poblacional.
Todos estos factores al combinarse hicieron a la ciudad partícipe de muchos de los acontecimientos que luego serían decisivos. Hasta podría hablarse de un cierto paralelismo entre la historia general de la nación y la particular de nuestra comunidad. Así podríamos remontarnos hasta el primer proyecto de puerto y fortificación, por el entonces gobernador Bruno Mauricio de Zabala en 1730. La instalación efectiva de esas baterías (San Bruno, San José y Nueva), desde donde el comandante Francisco de Alzaibar resistió el ataque de los portugueses a principios de 1736, luego de un combate que duró más de doce horas. El 24 de Junio de 1806 se presenta ante nuestras costas una flota de guerra inglesa. Unas salvas disuasivas disparadas desde el fuerte (al mando del entonces Capitán de Navío Santiago de Liniers) hicieron que el desembarco se derivara hacia las playas de Quilmes. La segunda invasión inglesa se produjo efectivamente en la Ensenada y fue un ensenadense –un vecino desconocido- el que galopó las doce leguas hasta Buenos Aires, para dar aviso de la misma al Cabildo (24 de Julio de 1807).
Después, un 25 de enero de 1811, y desde el Arroyo “La Fama” partió una fragata inglesa que llevó al fogoso secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno, al exilio y a la muerte. Como una ironía del destino, su antiguo adversario Cornelio Saavedra también estuvo desterrado en la Ensenada a principios de 1817.
Cerca de las costas ensenadenses pasaron las campañas navales de las luchas por la Independencia, de la guerra de corso (la expedición de Hipólito Bouchard partió de este puerto) y del conflicto con el Imperio del Brasil. Entonces se libró la heroica y desesperada batalla de Monte Santiago, entre una poderosa flota brasilera y la argentina al mando del almirante Guillermo Brown. Ello sucedió un 8 de Abril de 1827 y allí murió al comando del bergantín “Independencia” el intrépido Francisco Drumond.
Como puede verse, la participación de la Ensenada en las luchas por la independencia y la soberanía fue una constante a través de esos años iniciales de nuestra historia. Pero eso no fue todo…
Corría el año 1845 y las potencias hegemónicas de entonces (Inglaterra y Francia) se aprestaban a intervenir –una vez más- en las cuestiones del Plata. Los argumentos eran los de siempre, la defensa de la “Civilización”, el “Humanismo” y la “Libertad”, conceptos tan abstractos como útiles para esconder los verdaderos objetivos: La libre navegación de los ríos interiores y la consecuente penetración económica. Como siempre con inestimable colaboración de algunos compatriotas que priorizaban los negocios por sobre la patria.
Solo quedaba un obstáculo: El entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores -don Juan Manuel de Rosas- no era hombre fácil de amedrentar. Además a los argentinos de la época no se los corría con la vaina, ni eran –como decía San Martín- simples empanadas que se podían comer con el solo esfuerzo de abrir la boca.
¡Habría que pelear!
No parece ser este el lugar apropiado ni la oportunidad para describir la intervención anglo-francesa, la campaña del Paraná de 1846 ni la defensa territorial por las fuerzas de la Confederación al mando del general Lucio N. Mansilla.
Cañón en la tronera del Fuerte Barragán
A grandes rasgos se puede citar el combate de “la Vuelta de Obligado (seguramente el más épico de todos) un 20 de Noviembre de 1845, los de “Acevedo” y “San Lorenzo”. El del “Quebracho”, allí un 4 de Junio de 1846 la flota invasora sufrió tan dura derrota que obligó a las potencias europeas a buscar un arreglo pacífico a la cuestión.
¿Y qué tienen que ver estos acontecimientos con la Ensenada? Veamos:
En la madrugada del 21 de Abril de 1846, los anglo-franceses intentan forzar el puerto con intenciones de desembarco. Fueron rechazados por las baterías costeras al mando del General Prudencio Ortiz de Rozas (hermano del gobernador y jefe del Regimiento Nº 6) entonces seis lanchas (tres inglesas y tres francesas) se infiltraron en el puerto y procedieron a abordar e incendiar algunos barcos neutrales.
Una partida de milicianos al mando del Coronel José María Pinedo (Comandante de la Batería Ensenada) repelió el ataque y ante sus tiros los invasores se retiraron en desorden. Después se dirigieron hacia Punta Lara –hostigados siempre por las partidas- para posteriormente hacerse a la vela río afuera.
Lo navíos atacados pertenecían al reino de Cerdeña, tres resultaron incendiados: la goleta “Fama Argentina”, el pailebote “Bella Rita” y la zumaca “Beatriz”. Los dos primeros se perdieron con su carga, el fuego de la “Beatriz” pudo ser dominado por la acción de los vecinos y el Juez de Paz, que era don Florencio Torres. También resultaron saqueadas las goletas “Los Amigos” y “Catalina”, así como el pailebote de los prácticos del río.
Se puede resaltar lo expresado por el Coronel Pinedo: “Que no podía menos que decirse que los vecinos de la Ensenada eran dignos de toda consideración porque todos ellos se presentaron a tomar armas indignados contra los titulados humanistas y civilizadores de incendios y robos, dándoles el verdadero y justo título que deben tener, el de piratas, pues ni los mismos piratas cometen las bajezas y latrocinios tan asquerosos que ejecutan los autotitulados pacificadores anglo-franceses”. Para redondear diciendo “Como no nos pueden dominar se desquitan incendiando” (Parte del 29 de Abril de 1846 al Capitán del puerto don Francisco Elía). El gobierno presentó una protesta diplomática dado que el puerto de la Ensenada no había sido declarado bloqueado y los buques atacados eran neutrales (sardos). Posteriormente promulgó un decreto que decía: “Constituyéndose en el deber de poner a salvo esta sociedad, no menos que propiedades neutrales y argentinas de tales incendios y depredaciones” para concluir: “Cualquier comandante, oficial o marinero inglés o francés que fuera tomado en cualquier puerto o río de la provincia, sacando violentamente los buques mercantes nacionales o extranjeros, bien para incendiarlos o saquearlos serán castigado como “incendiario” con la pena descripta por las leyes para estos criminales” (Decreto del 1º de Mayo de 1846).
Esto es todo lo que permite rescatar la crónica. El resto solo puede ser dejado a la imaginación o las suposiciones conjeturales. Pero resulta más que tentador el preguntarse:
¿Cómo habrá sido realmente esa jornada?
Puede pensarse que algún ensenadense regló el tiro de los cañones de la batería. Quizás otro ignoto vecino fue el que izó al tope del mástil la bandera Azul y Blanca de la Confederación.
¿Fue el mismo don Prudencio, el que con el clásico ¡Viva la Patria! diera inicio al fuego de artillería?
Posiblemente nunca sepamos con exactitud todo lo pasado, que como otros tantos acontecimientos cargarán con su cuota de misterio.
Pero más allá de la fría descripción de los hechos y fechas está la historia viva, que deriva –con el tiempo- en memoria colectiva de los pueblos. Ésta a veces se escribe y otras veces no, pero permanece vigente aún con estos misterios.
Solo resta una estrofa recordatoria de aquellas épocas heroicas:
¡Háblame del Fuerte y sus prohombres!
la batalla naval desesperada.
Cuando se era Nación entre naciones
y tronaba el cañón por la Ensenada.
Que así sea…
Autor: Adolfo R. Lupinucci
Revisionistas
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