Cuando Churchill fue a quejarse de ruidos molestos hechos por militares argentinos
Un acaudalado caballero inglés que había vivido en la Argentina tenía una casa grande cerca de la estación Paddington. La llamaba La Casa del Voluntario Sudamericano (SAVH) y en ella los voluntarios podían alojarse por 5 chelines la noche con el desayuno incluido. El comedor principal, que era enorme, tenía pinturas de Florencio Molina Campos sobre todas las paredes. Servían bifes y milanesas solamente los fines de semana, porque la carne estaba racionada. Durante la semana las comidas eran, por ejemplo, tallarines y arroz con leche. Se escuchaban tangos, zambas y gatos y solamente se hablaba en castellano. Como había mas o menos 3800 voluntarios argentinos, habría allí unos cuarenta o cincuenta durante los días de semana y unos cien los fines de semana. Un 9 de julio (día de la Independencia de Argentina) hubo una gran fiesta. Asistieron todos los voluntarios argentinos de la Royal Air Force, del ejército y la armada y las voluntarias que eran enfermeras, otras WRENS y WAAFS que habían podido conseguir el permiso de salida. Después de la cena hubo baile y la fiesta se puso muy ruidosa. Lo que nadie sabía era que el Primer Ministro Winston Churchill tenía una casa privada al lado y que acostumbraba venir con frecuencia a dormir ahí pues nadie lo molestaba.
Esa noche, como no podía dormir, salió de su cama visiblemente molesto y ordenó que un policía que estaba de guardia en su casa intentara aquietar la fiesta. Este policía nada pudo hacer al respecto. Le explicó a Churchill que ninguno hablaba inglés y que, además, había soldados comunes mezclados con Sargentos y Oficiales de la RAF y de diferentes regimientos bailando con mujeres también de otras armas. Después de un rato Winston Churchill, en persona, golpeó la puerta y se encontró con un espectáculo jamás visto por él. El Oficial de mayor rango se disculpó y le explicó en un perfecto inglés el motivo de la fiesta. El Primer Ministro les pidió que siguieran con el festejo, saludó a varios voluntarios, les deseó suerte y se fue.
Churchill se sorprendió al enterarse de que había más de 600 pilotos argentinos en la RAF y que tres Escuadrones eran financiados con donaciones que llegaban desde la Argentina. Meses más tarde el Primer Ministro en una entrevista con el entonces Embajador argentino en Londres Miguel Ángel Cáncano le manifestó nuevamente su agradecimiento.
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