Los cinco proyectiles que desvelan el uso más antiguo de artillería romana en Hispania
Las tropas de Escipión el Africano asediaron y arrasaron la ciudad íbera de Iliturgi (Mengíbar, Jaén) en 206 a.C. Un equipo del Instituto de Arqueología Ibérica de la UJA ha reconstruido el ataque.
En el año 206 a.C., las legiones de Publio Cornelio Escipión Africano asaltaron y arrasaron por completo el oppidum de Iliturgi, ubicado en el actual Cerro de la Muela (Mengíbar, Jaén). El asedio de esta ciudad fortificada, que ocupaba un lugar central en la geopolítica del mundo íbero, con una presencia muy destacada, se convirtió en uno de los grandes escenarios hispanos de la Segunda Guerra Púnica junto a otros emplazamientos como Castulo o Baecula. Además, esta batalla, según han desvelado las investigaciones arqueológicas, contempló un avance tecnológico decisivo en el desarrollo de la guerra en la Península Ibérica: el uso, por primera vez, de artillería por parte del ejército romano.
Durante la primera fase del conflicto, los iliturgitanos habían sido aliados de las tropas romanas y habían resistido dos asedios de los cartagineses. Sin embargo, tras la derrota itálica en 212 a.C. y la muerte en Ilorci de Cneo Escipión, tío de Escipión el Africano, la ciudad íbera se había cambiado de bando. Seis años después, el general romano, triunfante en sus campañas bélicas en Carthagonova (209 a.C.), Baecula (208 a.C.) e Ilipa (206 a.C.), decidió vengar la traición y la ejecución de sus camaradas que se habían refugiado en el oppidum.
Escipión planteó de forma minuciosa el asalto: dividió el ejército en dos cuerpos —uno bajo su mando y el otro a cargo del legado Lelio— para realizar ataques simultáneos en dos puntos distintos y poder sortear la potente muralla que defendía la plaza. Según narra Tito Livio, el general "mandó traer escalas y amenazó con subir él mismo", y a pesar de ser rechazados en varias ocasiones, los soldados romanos lograron penetrar en la ciudad, arrasarla y aniquilar a todos sus habitantes: "Nadie pensó en coger prisioneros (...); degollaron indiscriminadamente a los que tenían armas y a los que estaban desarmados, a las mujeres y a los hombres; en su airada crueldad llegaron a dar muerte a los niños de corta edad".
Aunque las fuentes clásicas no hacen referencia a ello, probablemente una de las razones del éxito romano fue el uso de artillería. El relato completo del desarrollo de la batalla ha salido a la luz gracias a una investigación multidisciplinar de un equipo del Instituto de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén, que ha identificado "la prueba arqueológica más antigua del empleo de artillería de torsión lanzadardos romana en la Península Ibérica" y "una de las más antiguas en el mundo romano". En concreto, se trata de cinco pila catapultaria, unos proyectiles con punta de hierro, cabeza piramidal alargada y enmangue de cubo para insertar el astil de madera, cuyo estudio se presenta en un artículo científico recién publicado en la revista SPAL, de la Universidad de Sevilla.
Estos proyectiles, según los investigadores, "se deben encuadrar cronológicamente en los años finales del siglo III a.C., tras la conquista de Carthagonova, donde el ejército romano, que todavía no las construía, o al menos no habitualmente, se abasteció de la maquinaria capaz de lanzar estos proyectiles, y en el contexto de un asedio a una ciudad". La publicación está firmada por Miguel Ángel Lechuga Chica y Juan Pedro Bellón, del Instituto de Arqueología Ibérica —el segundo dirige también el Proyecto ILIT·AURO, finalista del Premio Nacional de Arqueología y Paleontología de la Fundación Palarq—, Fernando Quesada Sanz (Universidad Autónoma de Madrid) y José Luis Pérez García (UJA).
Zona de disparo
Iliturgi fue un oppidum íbero de casi dieciséis hectáreas, dispuesto en ladera, con una meseta superior fortificada a modo de acrópolis, que estuvo ocupado desde finales del siglo VI a.C. hasta finales del III a.C. Tras la destrucción del sitio, a partir de época republicana, se desarrolló una ciudad romana en el vecino Cerro Maquiz, en la orilla oriental del río Guadalbullón.
Tras un trabajo previo de teledetección y fotointerpretación para identificar la localización exacta del asentamiento, los investigadores realizaron una serie de prospecciones que confirmaron la existencia de un hábitat ibérico con un potente sistema defensivo. Entre 2016 y 2019 se llevaron a cabo unos trabajos de microprospección arqueológica superficial con detector de metales en torno a la meseta superior del cerro. En el exterior del perímetro fortificado se descubrió numeroso material relacionado con un episodio bélico, clasificado en tres grupos.
En el apartado de la impedimenta destacan más de una treintena de clavi caligares, clavos del calzado de los legionarios, engarces de coraza, conteras de puñales o fragmentos de fíbulas de bronce y hierro. En el numerario se incluyen cuatro divisores de bronce hispano-cartagineses, cuatro monedas púnicas y dos romanas, con una cronología de finales del siglo III a.C. Pero lo más interesante es el material armamentístico: los arqueólogos han hallado regatones, restos de una jabalina (pilum) bien conservados, más de una veintena de glandes de plomo, puntas de flecha de diferentes tipologías y los pila catapultaria, un tipo de proyectil que hubo de ser disparado por lanzadardos ligeros de tipo scorpio.
Los cinco elementos se localizaron en la esquina suroccidental de la meseta del cerro, en un lote de tres y otro de dos separados entre sí unas decenas de metros, quizá el punto donde la defensa del oppidum era más débil. Ahí se concentró el mayor volumen de fuego romano. Justo enfrente, en una loma situada a unos 200 metros de distancia de la muralla y a una cota similar, los arqueólogos consideran que se ubicaron los scorpiones, las catapultas de torsión ligeras, para disparar los proyectiles.
Estos pila catapultaria, según los investigadores, constituyen la evidencia arqueológica más antigua, en el territorio peninsular, del empleo de maquinaria de artillería por parte del ejército romano. Los cartagineses la usaban desde varios años antes —los textos clásicos hacen referencia a su uso durante la toma de Sagunto por Aníbal en 219 a.C.—, pero la conquista de Carthagonova por Escipión el Africano en 209 a.C. supuso una revolución en este sentido. Un avance bélico que Roma descubrió al final de la Segunda Guerra Púnica y que sería crucial en el éxito de sus conquistas posteriores.
Próximamente se abrirá un Centro de Interpretación sobre las investigaciones en Iliturgi y la Segunda Guerra Púnica en Mengíbar (Jaén).
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