sábado, 25 de enero de 2014

Arqueología: El esqueleto de un soldado británico en Waterloo

Un esqueleto en Waterloo

El raro esqueleto intacto de un soldado desconocido 'británico' encontrado en el campo de batalla de Waterloo - aún con la bala de mosquete que le provocó la muerte alojada en sus costillas. Los restos fueron encontrados detrás de las líneas británicas cerca de la enfermería que hace que el soldado sea más probablemente británico. La posición en que se encontró el esqueleto haría muy difícil que sea de un soldado francés. Una bala de mosquete fue encontrado dentro de la caja torácica. Esta fue probablemente la causa de la muerte - una herida de bala en el pecho. 'Creemos que después de haber sido herido fue llevado de vuelta de la línea y que es donde murió.'


Causa de la muerte: Una bala de mosquete

En lo que parece una culata de un rifle Brown Bess se hallaron las iniciales C.B., que parecen indicar el nombre del sujeto

Una gran cuchara fue hallada cerca


Algunas monedas fueron halladas junto al esqueleto


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viernes, 24 de enero de 2014

Una reconstrucción del FW190 francés sumergido

Flugwerk Fw 190 sumergido en las afueras de Hyères (Toulon) 




Después de haber emocionado a multitudes en los últimos años 'Legends' ¡el Flugwerk Fw 190 francés ahora yace en el fondo del Mediterráneo! El avión estaba ensayando para la exhibición aérea por los '100 años de la Aéronavale' en Hyères (Toulon) el 12 de junio de 2010, cuando el motor se desprendió en un rolido lento. El piloto abandonó de forma segura y fue recogido del agua por el jet ski del club de playa. La réplica Fw 190 ahora se encuentra a 3 metros de profundidad, con una buena cantidad de daño estructural sostenido después de golpear el agua a más de 200 kmh de acuerdo con el piloto de 63 años de edad - cuyo 12º aterrizaje forzoso fue este!
Irónicamente el aeropuerto en Hyères se cerró apenas 24 horas más tarde por la lluvia torrencial que ha visto deslizamientos de lodo en algunas ciudades de la región de Var y 8 muertes! (fotos mediante master194.com )


Extractos traducidos - artículo en la web de Le Parisien

" .. Marc Mathis es un as acrobático. Afortunadamente . Su experiencia le permitió escapar ileso de lo que potencialmente podría tener un sido un fatal accidente el pasado sábado cuando estaba practicando durante la exhibición de vuelo Hyères en la región de Var ... que fue alrededor de las 14h00 que este señor de 62 años de Mennecy encontró un problema técnico mientras ensayando en el Fw 190 de Christian Jacquard, un caza de la SGM que él conocía muy bien haber probado ampliamente el año pasado. él tenía la intención de mostrarla en varias exhibiciones aéreas en toda Europa este año. Esta aeronave única - la única de su tipo en el mundo - ya se había encontrado con varios problemas después de su reconstrucción sábado fue diferente el motor - . . con sólo treinta y cinco horas de vuelo - . comenzó a vibrar fuertemente "Perdí todas las revoluciones . . ", dijo Marc el piloto, con más de 1.600 horas de acrobacia en su libro de registro fue en ese momento en un área construida a cierta distancia de la pista de aterrizaje el elegido para poner sobre la única área abierta disponible - . . . del mar en sólo doce segundos la aeronave se vinieron abajo, golpeando las olas a 250 kmh Amerizando la aeronave a unos 100 metros de la orilla , dijo el piloto, " gracias a mi experiencia yo era capaz de tomar la decisión correcta y llevarlas a cabo muy rápidamente ... " Pero Mathis fue atrapado por su paracaídas en la cabina, incapaz de liberarse a sí mismo . Afortunadamente algunas motos de agua estaban a la mano para cortar las correas, liberando a Marc desde un extremo acuoso. Esto no fue sin embargo la primera falta cercana para la ex piloto de línea aérea Air Liberté  - era la 12 ª vez que ha tenido que realizar un aterrizaje de emergencia ... "

Falke Eins

jueves, 23 de enero de 2014

SGM: La aviación militar soviética (4/4)


La aviación soviética en tiempos de la guerra
Parte 4


Parte 1 -  Parte 2 - Parte 3


Carga de munición para el envío a la parte delantera, de marzo de 1943.


Carga de munición en el campo de aviación. Rumania 1944.

Aviones de Transporte entregan municiones al frente, 29 de abril de 1944.


Los pilotos de combate están leyendo el periódico militar, de julio de 1941.


La carga de folletos de propaganda para los alemanes en el plano de 1942. Frente occidental.


La carga de folios de propaganda en el avión. 1942, frente occidental.


Los comandantes militares en el aeródromo de Sebastopol, 1942.


Asignar la tarea a los pilotos de combate, Sebastopol, 1942.


Los pilotos de caza comentan a sus amigos sobre su experiencia de combate en el aire, de agosto de 1942. Frente Norte.

Explicando el curso de un vuelo de combate, de 1943, la Flota del Norte.

En el avión de largo alcance destruido Il-4.1941.

English Russia

miércoles, 22 de enero de 2014

Conquista del desierto: El problema del indio

El problema del indio


Gral. Roca y Estado Mayor General en Choele-Choel

La grave cuestión del malón, sus incendios de poblaciones, matanzas de sus habitantes indefensos, robo de ganados, cautiverio de mujeres llevadas a servir de toda forma a sus captores, se sufría desde la temprana etapa de la dominación hispánica.

Rosas logró, en su primera campaña al desierto, escarmentar a algunas parcialidades de aborígenes renuentes a transacción alguna, y pactar con otras. En 1834, llegado desde Chile, el araucano Calfucurá sometió bárbaramente a los borogas y se transformó en una especie de emperador de la pampa, recibiendo la adhesión y la subordinación de ranqueles y picunches. Rosas pactó con Calfucurá en 1836, Paz del Pino: a cambio de determinadas prestaciones, como animales, bebidas, ropas, yerba, azúcar, tabaco, logró mantenerlo en paz y hacerlo colaborar mediante la denuncia del propósito de malonear de algunas tribus hostiles.

Luego de Caseros, con la anarquía que subsiguió, volvieron los malones. Ya en abril de 1852, Calfucurá invadió con 5.000 hombres las estancias del sur de Buenos Aires y hasta llegó a sitiar a Bahía Blanca. De allí en más, además de Buenos Aires, soportaron las depredaciones las provincias de Santa Fe, San Luis, Córdoba y Mendoza.

En 1855, el propio ministro de guerra de la provincia de Buenos Aires, Bartolomé Mitre, fue derrotado por Calfucurá en Sierra Chica.

Cuando se produce Cepeda, los indios aprovecharon para caer con malones sobre 25 de Mayo, Azul, Tandil y Bahía Blanca.

Las cosas continuaron mal luego de Pavón, a pesar del esfuerzo de Mitre para ocupar la isla de Choele-Choel, como lo había hecho Rosas, a fin de cortarle el camino a Chile a la indiada, que hacía las ventas del ganado robado en ese país. El objetivo no fue logrado, porque Calfucurá intimó la desocupación de la isla y no fue posible contradecirlo.

Durante la presidencia de Sarmiento, el problema se agravó, a pesar del arreo de gauchos a defender la frontera con el indio, con elementos técnicos, caballos y armas de inferior calidad, sólo se conseguiría que murieran en gran cantidad. José Hernández, en el “Martín Fierro”, hace alusión al drama del gaucho llevado para servir en los fortines.

Se calcula que, en 1870, unas 200.000 cabezas de ganado trasponen la cordillera llevadas por las huestes de Calfucurá para ser vendidas en Chile. Los 13 malones de 1870, son 29 al año siguiente, y 35 en 1872. Hubo que reaccionar, y en marzo de 1873 se logró derrotar a Calfucurá, con el auxilio de los caciques Cipriano Catriel y Coliqueo, en la feroz batalla de San Carlos, luego de la cual, en ese mismo año, fallecería el jefe araucano cuando contaba con más de cien años. Pero la Confederación indígena no habría de desaparecer: Namuncurá, hijo de Calfucurá, lo sucedido en el poder.

Los malones continuaron en 1873 y 1874. El ministro de Avellaneda, Adolfo Alsina, debió soportar, entre 1875 y 1876, la “invasión grande”, cuando atacan cerca de diez mil lanzas. Zeballos recuerda: los indios se retiran “con un botín colosal de 300.000 animales y 500 cautivos, después de matar 300 vecinos y quemar 40 casas. ¡Tal era el cuadro a que asistía con horror la Nación entera!” (1)

A principios de 1876, las fuerzas nacionales, que cuentan con un fusil demoledor, el Rémington, logran sucesivos éxitos que remataron con el de Paragüil, en marzo de ese año. Comenzaba a hacerse realidad la solución de uno de los problemas más graves que poseíamos: el de las fronteras interiores, puesto que, como se ha dicho: “La arquitecturación política definitiva del país, su expansión económica, la defensa del territorio, exigían la posesión plena de la Pampa y de la Patagonia”, (2)

Alsina tenía el proyecto de cavar una zanja a todo lo largo de la frontera con el indio, de 3 varas y media de ancho y dos varas y media de profundidad. Luego de la invasión grande se cavaron 42 leguas, unos 200 kilómetros, construyéndose asimismo 82 fortines y 5 fuertes en el sur de la provincia de Buenos Aires, proximidades de Bahía Blanca. Evidentemente, la zanja era un buen obstáculo para el arreo de ganado, que los indios conseguían salvar abriendo portillos, pero perdiendo un tiempo precioso que facilitaba su represión por las fuerzas nacionales.

La zanja era un recurso meramente defensivo que no contó con la aprobación del general Roca, quien describiera: “¡Qué disparate la zanja de Alsina! Avellaneda la deja hacer. Es lo que se le ocurre a un pueblo débil y en la infancia: atajar con murallas a sus enemigos. Así pensaron los chinos y no se libraron de ser conquistados por un puñado de tártaros, insignificantes, comparados con la población china. Si no se ocupa la pampa, previa destrucción de los nidos de indios, es inútil toda precaución y plan para impedir las invasiones”. (3) El plan de Roca es el de Rosas, según lo reconoce aquél al escribirle a Adolfo Alsina: “A mi juicio el mejor sistema de concluir con los indios, ya sea extinguiéndolos o arrojándolos al otro lado del río Negro, es el de la guerra ofensiva, que es el mismo seguido por Rosas, que casi concluyó con ellos”. (4)

La campaña del desierto. Consecuencias


Estas ideas, que se resumen, en las propias expresiones de Roca, de no ir eliminando las hormigas una por una, sino de llevar la guerra al propio hormiguero, esto es, a la toldería, tuvo oportunidad de realizarlas al ser designado para suplantar a Alsina en el ministerio de guerra. El proyecto del tucumano era llevar la frontera con el indio hasta los ríos Negro y Neuquén, es decir, oponerle al aborigen “no una zanja abierta en la tierra por la mano del hombre, sino la grande e insuperable barrera del río Negro, profundo y navegable en toda su extensión, desde el océano hasta los Andes”. (5)

Para avanzar la frontera hasta la cordillera, Roca aprovecharía que Chile estaba enfrascado hacia 1879 en una guerra con Bolivia y Perú, ocupando el inmenso territorio cuya posesión podría eventualmente discutirnos Chile en el futuro.

Lo dicen Avellaneda y Roca, conjuntamente con los anteriores conceptos, cuando enviaron el correspondiente proyecto de ley al Congreso implementando el plan propuesto por el segundo: “La importancia política de esta operación se halla al alcance de todo el mundo. No hay argentino que no comprenda, en estos momentos en que somos agredidos por las pretensiones chilenas, que debemos tomar posesión real y efectiva de la Patagonia, empezando por llevar la población al Río Negro”. (6)

El 5 de octubre de 1878, el Congreso, mediante ley 947, aprobó el proyecto de Roca, de conquista del desierto, y por la ley 954, creó la gobernación de la Patagonia.

La ejecución del plan se hizo en dos etapas. La primera fue preparatoria, realizada a partir de julio de 1878, mediante operativos aislados que fueron limpiando de tolderías todo un inmenso escenario, obligando a la indiada a dejar su hábitat y a refugiarse en zonas aún no exploradas. Fue una campaña de “malones invertidos”, pues ya no era el malón indio el que atacaba poblaciones indefensas robando, sino que eran cuerpos de ejército los que caían sobre los toldos rescatando cautivos.

En 1879 se realizó la segunda parte del plan, tendiente a ocupar el camino a Chile, que facilitaba la negociación del ganado robado, y desde donde podían llegar otros contingentes araucanos, como había ocurrido con Calfucurá en 1834. Unos 6.000 hombres, divididos en cinco cuerpos de ejército, convergieron a todo lo largo del Río Negro acompañados de misioneros, ingenieros, agrimensores, hombres de ciencia, periodistas, fotógrafos, etc. El 25 de mayo de aquel año se tomó posesión de la isla Choele-Choel. En junio, se llega a la confluencia del río Limay con el río Neuquén, mientras la columna de Napoleón Uriburu accedía al alto Neuquén.

Se lograba así pacificar toda una inmensa zona sujeta durante largo tiempo a la rapiña y al sacrificio de vidas inocentes. Se incorporaban 15.000 leguas cuadradas a la producción agrícola-ganadera; y se afirmaba la soberanía nacional sobre la Patagonia, en momentos en que subsistía el conflicto limítrofe con Chile en esa zona.

La conquista del desierto se completaría durante la presidencia del general Roca y las presidencias subsiguientes, y es uno de los aspectos positivos de la gestión que le cupo a la llamada generación del ’80.

Referencias


(1) Cit. Por Gasio, Guillermo H. y San Román, María C., La conquista del progreso. Memorial de la Patria. 1874-1880, página 121.

(2)Heras, Carlos, Presidencia de Avellaneda en Academia Nacional de la Historia, Historia de la Nación Argentina, Buenos Aires (1965), Tº XII, página 256.

(3) Cit. Por Gasio, Guillermo H. y San Román, María C., La conquista del progreso. Memorial de la Patria. 1874-1880, página 125.

(4) Cit. Por Schoo Lastra, Dionisio, El indio del desierto (1535-1879), Buenos Aires (1977), página 255.

(5) Cit. Por Gasio, Guillermo H. y San Román, María C., La conquista del progreso. Memorial de la Patria. 1874-1880, página 129.

(6) Ibídem.

Fuente


Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Petrocelli, Héctor B. – Historia Constitucional Argentina – Keynes – Rosario (1993).

www.revisionistas.com.ar

Zeballos, Estanislao – La conquista de las quince mil leguas – Hachette, Buenos Aires (1958)

martes, 21 de enero de 2014

Argentina: La disputa de límites con Chile

La disputa de límites entre la Argentina y Chile: el debate Quesada-Amunátegui

Como se dijo en un capítulo anterior, en 1875 se reanudó la discusión sobre los títulos históricos a la parte austral del continente, al publicar Vicente Gregorio Quesada su obra La Patagonia y las tierras australes del continente americano. A esta siguió una nueva respuesta del ya conocido jurista chileno Miguel Luis Amunátegui bajo el título de La Cuestión de Límites entre Chile y la Argentina, aparecida en Santiago en 1879. El análisis de las obras mencionadas permite afirmar que ambos estudiosos estructuraron sus argumentos en base a las jurisdicciones de territorios sin ocupar que la Corona española otorgaba a los conquistadores. El punto de partida -que ambos juristas compartían- era que la Argentina y Chile eran herederos de los dominios adjudicados por la Corona española a cada jurisdicción colonial. Dicho criterio de partida era el uti possidetis iuris, criterio razonable respecto de aquellas tierrras que habían sido bien exploradas y en alguna medida ocupadas. Pero resultaba altamente problemático y confuso aplicar el uti possidetis para el caso de los territorios del sur, alegando títulos históricos que, por cierto, se superponían y contradecían. (1)

Además, como es evidente, cuando en los primeros tiempos del descubrimiento otorgaba las zonas para explorar y poblar, la Corona española misma no tenía un conocimiento muy claro acerca de los límites de la Patagonia y del estrecho de Magallanes. El siguiente testimonio del sabio Solórzano y Pereira, de principios del siglo XVI, citado por Amunátegui, es prueba elocuente de ello:

"Por el polo antártico o del sur, no se sabe hasta dónde corre la tierra que llaman de Patagones, i estrecho de Magallanes; pero tiénese por cierto que, por frías que sean estas rejiones, se han de hallar pobladas, y continuadas, como las que caen en el otro debajo de la fríjida zona. I por aquí dicen Henrico Martínez, Ortelio i otros, que se juntan con la Nueva Guinea e islas de Salomon, fronterizas del Perú y reino de Chile." (2)

El humanista venezolano Andrés Bello, establecido en Chile a partir de 1829, también aportó su tesis al debate. En su opinión existían áreas en América Latina que en la época colonial habían estado abandonadas, y que en consecuencia eran res nullius, en cuanto nadie ejercía derecho de ocupación sobre ellas y, por lo tanto, consideraba el criterio del uti possidetis iuris como inaplicable en el caso de territorios coloniales que no hubieran estado efectivamente poblados. Esta tesis de Bello influyó notoriamente en el Sarmiento periodista emigrado en Chile de las décadas de 1840 y 1850. Sarmiento utilizó y modificó la tesis de Bello para dudar de los derechos argentinos sobre la Patagonia y adjudicar el estrecho -y eventualmente la Patagonia- a Chile, argumentando que esas áreas australes no eran vitales para la Argentina, cuyo gobierno "no es capaz de conservar poblado el que le dejó sometido y pacífico la España", y sí lo eran para Chile. Sarmiento se basaba en el principio de que "un territorio limítrofe pertenecerá a aquel de los dos estados a quien aproveche su ocupación, sin dañar ni menoscabar los intereses del otro", en cambio Bello consideraba precisamente la Patagonia como res nullius o tierra de nadie. ¿Qué título histórico podía alegarse como legítimo en aquellos casos, si los existentes eran más bien contradictorios y su
perpuestos? (3)
Por cierto, la Patagonia estuvo prácticamente desocupada también en la etapa independiente de ambos países. Como reconoce el historiador chileno Francisco Encina, en las constituciones chilenas de 1822 (promulgada por Bernardo O' Higgins), de 1823 y 1828 (redactadas por Juan Egaña y José Joaquín de Mora, respectivamente) no existía referencia a la Patagonia y Tierra del Fuego, ignoradas entre 1817 y 1830. (4)

Asimismo Encina sostiene que en la correspondencia de Juan Manuel de Rosas con José Antonio Zúñiga, el primero, al menos hasta 1830, creía que la Confederación Argentina lindaba al sur con la Patagonia, y le señalaba la misma frontera con Chile que la que aparece en la copia del mapa de Cano y Olmedilla remitida por el rey a don Pedro de Cevallos en 1775. Es más: en toda la correspondencia que sostuvo con Zúñiga, Rosas partía de la base de que el cacique Pincheira actuaba en territorio no sujeto a jurisdicción argentina. (5)
Miguel de Amunátegui

En realidad las posiciones de los mencionados juristas Amunátegui y Quesada compartían muchos puntos débiles. Un punto que ambas sostenían de manera errónea era atribuir un interés recíproco permanente en la región patagónica. Este interés permanente no podía haber existido por diversas razones. Las malas condiciones climáticas y la escasez de opciones económicas de la región hacían que la misma no resultase fácil de ocupar o colonizar, y los propios documentos de la época colonial, confirmando las dificultades apuntadas, registraron momentos de colonización de dicha región en alternancia con otros períodos en los cuales, por problemas de costo económico o humano, se aconsejaba abandonar o despoblar las colonias establecidas en las costas patagónicas. Vale citar como ejemplo de lo último el informe del virrey del Río de la Plata , Juan José de Vértiz, dirigido al ministro Gálvez para que se abandonen los establecimientos de la costa patagónica, fechado el 22 de febrero de 1783 en la ciudad de Montevideo. El informe del virrey Vértiz decía:

"Bien conocí desde los principios, que el poblar la costa Patagónica, tenía por objeto acreditar mejor la posesión de ella, y evitar que otras naciones se colocasen en algun punto de la misma, por donde pudiesen introducirse á los Reinos del Perú y Chile; pero esto parece difícil, por la calidad de sus terrenos, por falta de buenos pastos (...)A vista de esto, parecía como preciso el abandonar el establecimiento de la Bahia de San Julian, dejando en él una columna ó pilastra que contuviese las armas reales, y una inscripcion que acreditase la pertenencia de aquel terreno (...) (Documento oficial) (6)

Como bien señala el informe, el Rey español tenía la intención primaria de evitar la intervención de otras potencias extranjeras en la región austral. Esto lo llevó a alentar a varios conquistadores a explorar y poblar la misma. Incentivos sucesivos fueron otorgados a través de capitulaciones y reales cédulas sin obtener resultado efectivo. Como corolario de este interés primario de la Corona tan difícil de concretar en el caso de zonas inhóspitas como la Patagonia, las superposiciones y contradicciones entre los documentos reales era lógica. Si bien Quesada presentaba un número importante de testimonios referentes al establecimiento de colonias sobre las costas patagónicas cuyo emprendimiento partió de Buenos Aires, especialmente luego de la creación del Virreinato del Río de la Plata, también existieron informes -como el citado arriba- igualmente relevantes que planteaban la descolonización de dicha región. Tras el examen de la documentación presentada por Quesada durante la época virreinal queda claro que el tema de poblar o no la Patagonia constituyó un verdadero dilema para las autoridades coloniales. Esta idea resulta bastante distinta de la imagen que Quesada o el propio Amunátegui pretendieron plantear acerca de una política permanente de ocupación de la región patagónica por parte de las autoridades, fueran éstas de Buenos Aires, Montevideo o Santiago de Chile -esta tercera opción bastante más improbable por cuestión de distancias-. Más bien la política de ocupación y colonización de la Patagonia desde Buenos Aires tuvo un carácter errático, como parece probarlo la real orden expedida el 8 de febrero de 1784, cuyo texto que se reproduce en su totalidad, señalaba lo siguiente:

" Real Orden- En consecuencia de la Real Orden que con esta fecha comunico á V.E. sobre el reintegro de don Juan de la Piedra á la Comision de Superintendente de la Costa Patagónica, y los demas particulares que comprehende la soberana resolucion de S.M. dada sobre consulta del Consejo pleno de Indias, debo prevenir tambien á V.E. que el ánimo, y el objeto del Rey, bien esplicados en su Real cédula de catorce de mayo de mil setecientos setenta y ocho, se dirigieron á impedir, por medio de algunos establecimientos en dicha costa, que cualquier nacion estrangera se pudiese situar en ella, y que se facilitase con el tiempo hacer la pesca de la Ballena, por ser este un ramo de comercio que produciria grandes beneficios á la nacion, ó procuraria á esta otras ventajas y aprovechamientos. Y como despues de haber hecho varios reconocimientos, asi en el Puerto de San José, y Río Negro, como en otras diferentes Bahias hasta mas allá de San Julian, propuso don Juan José de Vertiz en su carta de veinte y dos de febrero del año proximo anterior, que se renunciase á los establecimientos erigidos en la espresada Bahia de San Julian, y otros de aquellos parajes, por conceptuarlos inútiles, y gravosos á ese Real Erario, segun los informes que se le habian hecho; quiere el Rey que, sinembargo de haberse aprobado en Real órden de primero de agosto del mismo año lo que sobre este punto consultó Vertiz, reconozca y examine V.E. con la refleccion y exactitud, que le son propias, todos los documentos y planos que existen en la secretaría, y Archivo de ese Vireinato relativos á ese importante asunto, tomando las demás noticias que estimare precisas; y que bien meditado todo, especialmente los dictámenes que dieron á su antecesor el brigadier don José Custodio de Sáa y Faria, y el capitan de navio don Pedro de Cárdenas, sobre la Bahia y Puerto de San José, esponga V.E. el juicio que formare en cuanto á su abandono y el de los otros establecimientos de la Bahia de San Julian, y Puerto Deseado, como tambien sobre la reduccion de el del Rio Negro, á fin de que bien enterado S.M. pueda resolver con el debido conocimiento si han de quedar enteramente abandonados y desiertos los referidos parajes, ó si convendrá volver á erigir pequeñas poblaciones en algunos de ellos, cuando lo permitan los grandes gastos y empeños con que se halla gravada esa Real Hacienda de resultas de la guerra última y de las conmociones internas DE ESA PROVINCIA-Dios guarde á V.E. muchos años-El Pardo, ocho de febrero de mil setecientos ochenta y cuatro-Josef de Galvez-Señor marqués de Loreto." (7)

El punto fuerte de la argumentación argentina residía en que con posterioridad a la creación del Virreinato la mayor parte de las expediciones a la costa patagónica se pusieron a cargo de Buenos Aires, y ello era lógico desde un punto de vista estrictamente geográfico. Buenos Aires quedaba más cerca que Santiago si la meta era dicha costa. La lógica del argumento se potenciaba teniendo en cuenta las limitaciones técnicas de la navegación de la época. Quesada testimoniaba un conjunto de expediciones a las costas patagónicas. Entre las mismas cabe citar la expedición del Superintendente Juan de la Piedra, que partió de Montevideo el 17 de diciembre de 1778, y las actas de fundación de San Julián, Santa Elena, Puerto Deseado y San Gregorio el 1º de abril de 1780, en la costa atlántica sur, por disposición del Virrey del Río de la Plata. (8)

No obstante el argumento de la presencia de las expediciones provenientes de Buenos Aires o de Montevideo a las costas patagónicas como "títulos" que justificaban los eventuales derechos argentinos sobre la Patagonia y el estrecho de Magallanes quedaba relativizado por el hecho de que dichas expediciones no implicaron una presencia permanente en la región austral. Como consecuencia de la falta de continuidad en las políticas de ocupación y colonización promovidas desde Buenos Aires, dichos establecimientos debieron enfrentar innumerables problemas, entre ellos el de los indios -los reales ocupantes de la región patagónica- y el de la falta de recursos. De estos problemas se quejaba amargamente el procurador síndico en el Cabildo de Buenos Aires, en febrero de 1803, exhortando a las autoridades capitulares a tener una política más efectiva de poblamiento de la región austral. Quesada acotaba al respecto:

" El procurador síndico hace notar que las poblaciones en la costa Patagónica son ineficaces, sino se les sostienen con la poblacion interior; por que esas colonias aisladas no solo son escesivamente dispendiosas, sino espuestas en caso de ataque.El mayor inconveniente de las invasiones de los indios consiste, dice «en que tienen un mercado para sus robos en Chile, con cuyo aliciente la guerra se hace interminable».
«Es pues preciso, continúa, cerrarles el paso y alejarlos de nuestras estancias del modo que les sea muy difícil invadirlas: (...). La necesidad de esta operacion fue conocida desde que se restableció esta capital, pues aun no se habian pasado veinte años cuando el célebre gobernador Hernandarias de Saavedra hizo una entrada hasta las cercanías del Estrecho. Ni la desgracia de haber quedado prisionero y sufrido derrota su pequeño ejército, le impidió reiterarla luego que se vió en libertad, juntando para ello mayores fuerzas. Los conocimientos prácticos que se adquiririan en estas dos espediciones acerca de los lugares y sus habitantes, se borraron de la memoria, y lo que es aun mas sensible, se borró tambien la imitacion de estos utilísimos ejemplos».
«Fundado en estos principios el Ilustrísimo cabildo de esta capital ha solicitado siempre que sus guardias tan inútiles en el lugar que hoy ocupan, se coloquen en la sierra y que se dé principio al establecimiento de nuevas poblaciones, (...)». (9)

Para Quesada, "este documento importantísimo, es una prueba inequívoca de la jurisdicción y dominio de Buenos Aires en la Patagonia y estremidad austral del continente". Más bien, parece ser una prueba testimonial más de la falta de continuidad en la ocupación y colonización de la región patagónica por parte de las autoridades de Buenos Aires, actitud que justamente criticaba el procurador síndico en el Cabildo porteño. Surge entonces la siguiente pregunta: ¿se pueden, como lo hacen Quesada y Amunátegui, establecer títulos históricos basados en cédulas y documentos que muestran una ocupación errática en una región en la que sus reales dueños eran los indios y no las autoridades coloniales?
A estos testimonios de Quesada respecto de la presencia argentina en la Patagonia, Amunátegui oponía el mapa de Cano y Olmedilla de 1775 -el argumento más fuerte a favor de Chile-, pues en el mismo aparecía la Patagonia y el estrecho de Magallanes como territorios chilenos. Dicho testimonio cartográfico se titulaba "Mapa Geográfico de la América Meridional dispuesto y gravado por don Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, Geógrafo Pensionado de S.M.", y dividía al "Reyno de Chile" en "Chile Antiguo" por el norte y "Chile Moderno" por el sur. Respecto del "Chile Moderno", el mapa incluía una leyenda que decía "Chile Moderno, que los geógrafos antiguos llamaron Tierra Magallánica, de los Patagones y de los Césares, tan celebrados del vulgo cuando no hai en estos países naciones más crecidas que los Aucas, Puelches, Toelches y Serranos, de quienes demanan otras parcialidades que tratan con los Españoles". Este mapa anulaba la hipótesis de que la Patagonia hubiera estado incluida en la gobernación de Buenos Aires antes de la creación del Virreinato. (10)

El mapa de Cano y Olmedilla de 1775 fue el testimonio que permitió al canciller chileno Adolfo Ibáñez sostener en una nota del 28 de enero de 1874 que el límite más austral de la provincia de Buenos Aires era el Río Negro.

Quesada oponía al mapa de Cano y Olmedilla -anterior a la creación del Virreinato del Río de la Plata-, dos mapas posteriores -al de Cano y Olmedilla y a la creación de dicho Virreinato-: uno, levantado por el escritor y geógrafo don Miguel de Lastarria, y otro, por el virrey del Perú. En ninguno de ellos -sostenía Quesada- se le demarcaba territorio a Chile al oriente de los Andes. (11)

Resultaba éste un interesante caso de mapas contradictorios, y reveladores del escaso conocimiento del terreno patagónico por parte de las autoridades coloniales. En su deseo de refutar la validez del mapa de Cano y Olmedilla, Quesada oponía una segunda argumentación: que el mapa presentado por Chile era de 1775, no exhibía título ni resolución real y que era anterior a la cédula de creación del Virreinato del Río de la Plata del 1º de agosto de 1776.

Los argumentos de Quesada y Amunátegui compartían, como se dijo, serias debilidades. En el caso argentino, la mayor dificultad radicaba en que la real cédula del 1º de agosto de 1776, que fundó el Virreinato del Río de la Plata, no hacía la menor mención de los territorios del sur al definir las fronteras de la nueva entidad político-administrativa. Tampoco se mencionaba la Patagonia en la real cédula del 27 de octubre de 1777, que confirmaba la erección del Virreinato del Río de la Plata y hacía referencia a la cédula de creación del 1º de agosto de 1776. La cédula de 1777 decía lo siguiente:

(...) Don Juan José de Vertiz, Teniente General de mis Reales Ejércitos: Por mi cédula de 1º de agosto del año próximo pasado, tuve por conveniente nombrar para Virey, Gobernador y Capitan General de las Provincias del Rio de la Plata, y distrito de la Audiencia de Charcas con los territorios de las ciudades de Mendoza y San Juan de la Frontera ó del Pico de la Gobernacion de Chile, al Capitan General de mis Reales Ejércitos don Pedro de Cevallos, mediante las circunstancias que entónces concurrian para ello, y durante se mantuviese este Capitan General en la comision á que fué destinado en esa América meridional. Y comprendiendo ya lo muy importante que es á mi Real servicio y bien de mis vasallos en esa parte de mis dominios la permanencia de esta dignidad, porque desde Lima á distancia de mil leguas no es posible atender al Gobierno de las espresadas Provincias tan remotas, ni cuidar á que el Virey de ellas dé la fuerza y conservacion de ellas en tiempo de guerra: He venido en resolver la continuacion del citado empleo de Virey, Gobernador y Capitan General de las Provincias de Buenos Aires, Paraguay, Tucuman, Potosi, Santa Cruz de la Sierra, Charcas, y de todos los corregimientos, pueblos y territorios á que se estiende la jurisdiccion de aquella Audiencia, comprendiéndose assi mismo bajo del propio mando y jurisdiccion, los territorios de las ciudades de Mendoza y San Juan del Pico, que estaban a cargo de la gobernacion de Chile, con absoluta independencia del Virey de Perú y del presidente de Chile (...) Dado en San Lorenzo el Real á 27 de octubre de 1777-YO EL REY-Joseph de Galvez. (12)

En el caso de la etapa posterior a 1810, los documentos que Quesada presentaba como pruebas de la presencia argentina no demostraban una ocupación efectiva de la zona austral. Vale mencionar, por ejemplo, la memoria del coronel Pedro García del 26 de noviembre de 1811, citada en la Colección de Documentos sobre el Río de la Plata, de Pedro de Angelis, tomo 3, en la que García afirmaba que debe proponerse "estender nuestras poblaciones hasta la falda de la cordillera famosa de Chile", y proyectaba un plan para avanzar las fronteras. (13) Pero, contra los deseos de Quesada, proyectos no eran realidades y la conclusión del jurista argentino de que el gobierno del Río de la Plata tuvo posesión efectiva sobre la costa patagónica hasta 1811 resulta poco convincente. (14)
Por el lado chileno, Amunátegui argumentaba en forma igualmente poco convincente que los derechos chilenos se remontaban a una serie de capitulaciones y cédulas reales, algunas de ellas perdidas, muchas de ellas incentivos no logrados por falta de recursos para concretar la ocupación de las jurisdicciones otorgadas. Entre dichos documentos, Amunátegui presentaba la capitulación de la Corona española con Simón de Alcazaba correspondiente al 21 de mayo de 1534. Pero este argumento enfrentaba dos dificultades: la superposición con jurisdicciones otorgadas a los conquistadores del Río de la Plata en disposiciones posteriores y el hecho de que el Rey no concedía a Alcazaba tierras sobre el Atlántico, como pretendía Amunátegui, sino que lo autorizaba sólo a desembarcar y explorar en las costas del mencionado océano, dejando en suspenso la eventual posibilidad de concesión de tierras. (15)

Así parece desprenderse del texto de la capitulación celebrada con Simón de Alcazaba, cuya versión, citada por Amunátegui, decía:

Primeramente, que vos darémos licencia, como por la presente vos la damos, para que en nuestro nombre e de la corona real de Castilla, podais conquistar, pacificar i poblar las tierras i provincias que hobiere por la dicha costa del mar del Sur en las dichas doscientas leguas mas cercanas a los limites de la gobernacion que tenemos encomendada al dicho don Pedro de Mendoza, lo cual hayais de facer dentro de seis meses desde el dia de la fecha desta, estando a la vela con los navíos necesarios para llevar, i que lleveis en ellos, ciento i cincuenta hombres destos nuestros reinos de Castilla y de otras partes permitidas; i dentro de año i medio i en adelante luego siguiente, seais tenido i obligado a proseguir e fenecer el dicho viaje con otros cien hombres, con las personas relijiosas e clérigos, e con los nuestros oficiales, que para conversion de los indios a nuestra santa feé i buen recaudo de nuestra hacienda, vos serán dados i señalados por nuestro mandado, a los cuales relijiosos habeis de dar i pagar el flete i matalotaje i los otros mantenimientos necesarios, conforme a sus personas, todo a vuestra costa, sin por ello les llevar cosa alguna durante toda la dicha navegacion, lo cual mucho vos encargamos que así hagais i cumplais, como cosa del servicio de Dios i nuestro, porque de lo contrario, nos terníamos de vos por deservidos.
Item, vos darémos, i por la presente vos damos, licencia i facultad para que si del dicho estrecho de Magallánes, prosiguiendo la dicha navegacion, hasta llegar al término de las dichas doscientas leguas, que, como dicho es, ha de ser el límite de la dicha vuestra gobernacion e conquista, tuviéredes noticia de algunas tierras e islas que al servicio de Dios i nuestro convenga tener entera relacion dellas, podais, en tal caso, vos, o la persona que para ello señaláredes, con acuerdo de los nuestros oficiales i de los dichos relijiosos, con que no sean mas de cuatro personas, salir a tierra, poniendo por escrito todo lo que consigo llevaren cada una de las dichas cuatro personas para rescate, o en otra cualquier manera, e ansí mismo lo que trajeren consigo cuando tornasen a los dichos navíos, para que de todo se tenga en cuenta i razon, i se ponga particularmente por escrito la calidad de la tierra i moradores i naturales della, e de las cosas que se dan e crian en ella, para que, informados nosotros de la verdad de todo ello, proveamos lo que convenga al servicio de Dios e nuestro.

Item, vos prometemos que, durante el tiempo de los dichos dos años, ni despues, cumpliendo lo que por vuestra parte fuéredes tenido a cumplir por este asiento i capitulacion, no darémos licencia a ninguna persona para conquistar i descubrir las tierras i provincias que se incluyeren en las dichas doscientas leguas continuadas desde donde se acaban los límites de la gobernacion del dicho don Pedro de Mendoza, como dicho es; ántes lo defenderémos espresamente; i para ello, vos darémos las provisiones que fueren necesarias.

Item, vos hacemos nuestro gobernador por toda vuestra vida de las dichas tierras i provincias que ansí descubriéredes i pobláredes en el término de las dichas doscientas leguas, con salario de mil i quinientos ducados en cada un año, pagados de los provechos que nos tuviésemos en la dicha tierra (...). (16)

Ambos juristas, Amunátegui y Quesada, en su afán por demostrar los derechos de sus respectivos países sobre títulos históricos altamente discutibles, decidieron olvidar las contradicciones en que incurrían las distintas capitulaciones y cédulas otorgadas por la Corona española, que llevaban al problema de superposición de las distintas jurisdicciones. Tampoco tomaron en cuenta que muchas de estas disposiciones no resultaban de carácter obligatorio para el propio rey. Así el texto de la capitulación del rey de España con Pedro Sancho de Hoz, del 24 de enero de 1539, que Amunátegui citaba como una de las pruebas documentales de los derechos chilenos sobre el estrecho de Magallanes, poseía un párrafo que liberaba al rey de obligaciones respecto del beneficiario de esta capitulación en caso de no ser concretada la ocupación -alternativa que en la práctica no fue nada inusual, dadas las dificultades para el establecimiento efectivo en la zona austral-. Dicho párrafo, al señalar claramente que el rey es el real propietario de las zonas a conquistar, y no los eventuales beneficiarios de las capitulaciones, autoriza a abrigar serias dudas acerca del grado de validez jurídica de estas precarias capitulaciones para sostener títulos históricos por parte de la Argentina o Chile. El párrafo decía lo siguiente:

(...) Item, vos prometemos que, hecho el dicho descubrimiento de la otra parte del dicho estrecho, o de alguna isla que no sea en paraje ajeno, os harémos la merced a vuestros servicios; i entre tanto que no somos informados de lo que así descubriéredes, seais nuestro gobernador dello.
Por ende, por la presente, haciendo vos el dicho Pero Sancho de Hoz a vuestra costa, i segun i de la manera que de suso se contiene el dicho descubrimiento, digo i prometo que vos será guardada esta capitulacion, i todo lo en ella contenido; i no lo haciendo, ni cumpliendo ansí, nos no seamos obligados a vos mandar guardar ni cumplir lo susodicho, ni cosa alguna dello; ántes vos mandáremos castigar, i proceder contra vos, como contra persona que no guarda ni cumple, i traspasa los mandamientos de su rei y señor natural; i dello mandamos dar la presente, firmada de mi nombre, y refrendada de mi infrascripto secretario. Fecha en Toledo a 24 días del mes de enero de 1539 años.- YO EL REI. (17)

Además, para sostener lo insostenible, Quesada y Amunátegui debieron recurrir a la trampa. Por ejemplo, el emperador Carlos V firmó tres capitulaciones en un mismo día, el 21 de mayo de 1534, con Diego de Almagro, Pedro de Mendoza, y Simón de Alcazaba, concediéndoles a cada uno de ellos 200 leguas por la mar del Sur hacia el estrecho de Magallanes. Como supuestamente los títulos argentinos tenían su sostén en la capitulación de Mendoza y los chilenos en la de Almagro y Alcazaba, Quesada borró la evidencia documental de la capitulación de Alcazaba y supuso que la otorgada a Pedro de Mendoza llegaba hasta el estrecho de Magallanes, y no hacia dicho estrecho, como en realidad decían las capitulaciones dadas por Carlos V en esa fecha a Diego de Almagro, Pedro de Mendoza y Simón de Alcazaba. En el original de la capitulación de Mendoza, disponible en el Archivo General de Indias, "hacia" se escribe en español arcaico con "z" y basta trazar una pequeña raya para transformarlo mágicamente en un "hasta" moderno. Pero ambos términos aparecen varias veces en la citada capitulación y, contra los trucos de Quesada, "hasta" no presenta ninguna rareza. "Hacia" y "hasta" son discernibles a simple vista. Por lo tanto, no hay dudas de que el Rey español le concedió a Mendoza doscientas leguas hacia y no hasta el estrecho de Magallanes. (18)

Esta falacia de Quesada no pasó desapercibida ante su contrincante Amunátegui. Este primeramente citaba la capitulación otorgada a Pedro de Mendoza el 21 de mayo de 1534 de acuerdo con la versión de Quesada:

Primeramente os doi licencia y facultad para que por nos, i en nuestro nombre i de la corona real de Castilla, podais entrar en el dicho rio de Solis, que llaman de la Plata, hasta la mar del Sur, donde tengais doscientas leguas de luengo de costa de gobernacion, que comience desde donde se acaba la gobernacion que tenemos encomendada al mariscal don Diego de Almagro hasta el estrecho de Magallánes, i conquistar i poblar las tierras i provincias que hobiese en las dichas tierras. (...) (19)

Posteriormente, el erudito chileno citaba las conclusiones que Quesada extraía de la citada capitulación:

Claro y bien determinado es que el territorio que el rei concede como gobernacion del rio de la Plata: toda la costa del mar del Norte, es decir, la Patagonia, inclusive el estrecho de Magallánes y doscientas leguas de costas en el mar del Sur hasta la gobernacion de Almagro, incluyendo, por tanto, la tierra del Fuego. De manera que el primer documento auténtico emanado del soberano único de estos territorios, los demarca y limita de una manera tan precisa como terminante. Se puede, pues, decir que el límite austral de la gobernacion del Rio de la Plata en 1534 comprendia las costas de ambos mares, Atlántico i Pacífico, o como se llamaban entónces del Norte y del Sur, hasta el estrecho de Magallanes, lo que importa incluirlo en el territorio designado para la gobernacion de que se trata. (20)

Para tratar de probar su argumento, Quesada se respaldaba en las palabras de Don Félix de Azara en su obra Descripcion é Historia del Paraguay y del Rio de la Plata, donde decía,

en referencia a esta capitulación de Pedro de Mendoza, que su jurisdiccion principiase al Norte de la Isla de Santa Catalina, siguiendo la costa del mar, dando vuelta al Cabo de Hornos y doscientas leguas mas en el mar Pacífico, hasta encontrar con el Gobierno de Diego de Almagro en Chile. (21)

Una vez citados el texto de la capitulación de Carlos V a Pedro de Mendoza y los comentarios de Quesada, Amunátegui denunciaba la falacia de su contrincante en estos términos:

es preciso advertir que la copia de la capitulacion de don Pedro de Mendoza tenida a la vista por el señor Quesada, es incorrecta, i lo que todavía es mas digno de tenerse presente, incorrecta en punto grave.
Escusado me parece declarar del modo mas categórico que estoi mui léjos de formular por ello un cargo personal a un literato tan honorable, como el erudito e ilustrado director de la biblioteca de Buenos Aires, quien indudablemente ha caído en error solo por la lijereza o inhabilidad de algun copiante. (...)
Si se compara el testo del artículo primero de la mencionada capitulacion publicado por el señor Quesada en la pájina 55 de su libro, (...) con el testo del mismísimo artículo insertado en la pájina 351, tomo 22, de la COLECCION DE DOCUMENTOS INEDITOS DEL ARCHIVO DE INDIAS; (...) se notará inmediatamente que hai entre los unos i los otros sustanciales diferencias. (...)
En ese artículo, segun resulta de la redaccion presentada por este señor, el rei concedía a Mendoza en la costa de la mar del Sur una gobernacion de doscientas leguas de largo, las cuales debían comenzar "desde donde se acaba la gobernacion que tenemos encomendada al mariscal don Diego de Almagro hasta el estrecho de Magallánes". El testo de este artículo primero de la capitulacion insertado en la COLECCCION DE DOCUMENTOS INEDITOS dice hacia, en vez de hasta. "Vos doi licencia para que por nos, i en nuestro nombre i de la corona real de Castilla, podais entrar por el dicho rio de Solis, que llaman de la Plata, hasta la mar del Sur, donde tengais doscientas leguas de luengo de costa de gobernacion, que comience desde donde se acaba la gobenacion que tenemos enconmendada al mariscal don Diego de Almagro, hacia (i no hasta, como dice la copia del señor Quesada) el estrecho de Magallánes, i conquistar i poblar las tierras i provincias que hubiere en las dichas tierras". (22)

Amunátegui concluía su crítica a Quesada mencionando una serie de argumentos:

es indudable que el artículo dice hacia, como lo espresa el testo de la COLECCION DE DOCUMENTOS INEDITOS, i no hasta, como lo espresa el testo de la obra del señor Quesada.
La primera razon que tengo para creerlo así es que el editor de la coleccion mencionada, que no tiene ningun interes en el presente debate, y que talvez ignora haberse trabado, declara en la portada de varios de los tomos, i entre otros, en la del tomo 22, que su publicacion es competentemente autorizada.
La segunda, que en las capitulaciones a favor de Almagro i de Alcazaba espedidas en la misma mismísima fecha que la referente a Mendoza, se emplea en pasajes análogos hacia, i no hasta el estrecho, a pesar de que en la de Alacazaba se trataba de una comarca mucho mas vecina al estrecho, que en las otras dos, cuyos linderos meridionales quedaban distantes centenares de leguas.(...)
El rei concedía por la capitulacion fecha 21 de mayo de 1534 a Simon de Alcazaba, una gobernacion de doscientas leguas que debian contarse hacia el estrecho de Magallanes inmediatamente despues de concluidas las doscientas leguas que con la misma fecha adjudicaba a Mendoza a lo largo de la costa del mar del Sur.
Si la gobernacion de este último llegaba hasta el estrecho, como lo dice el testo publicado por el señor Quesada, ¿dónde habría existido, en tal hipótesis, el territorio dado a Alcazaba, territorio que debia encontrarse despues de la pertenencia de Mendoza, i ántes del estrecho? (23)

Vale citar otra argumentación de Quesada particularmente débil. Por ejemplo, presentaba la real cédula del 30 de enero de 1663 al gobernador de las provincias del Río de la Plata, como prueba de los derechos argentinos sobre la Patagonia. El texto de la real cédula no mencionaba expresamente la Patagonia. En realidad, el mismo decía:

Al gobernador de las provincias del Río de la Plata, presidente de mi real audiencia que se ha mandado fundar en la ciudad de la Trinidad, puerto de Buenos Aires. Por cédula mia de 15 de este mes, que recibireis en esta ocasion, se os da aviso de algunos designios de ingleses en las Indias; i se os encargó estuviésedes mui a la mira, previniendo en las costas de esas provincias lo que juzgáredes que conviene, para que, en los puertos ni plazas dellas (...) Fecha en el Pardo, a 30 de enero de 1663 años.-(Firma autógrafa) YO EL REI.- Por mandado del Rei, Nuestro Señor, Don Juan del Solar. (24)

Cabe reconocer que la refutación que Amunátegui realizaba a esta débil prueba documental presentada por Quesada era altamente valedera. Decía el jurista chileno:

El que el rei ordenase al presidente-gobernador del Rio de la Plata que defendiese contra los enemigos esteriores los puertos i costas de su distrito no significaba de ninguna manera, que las costas i los puertos de su jurisdiccion comprendiesen las costas i los puertos de la Patagonia.
¿Acaso el Rio de la Plata no tenia costas i puertos propios?
¿Acaso Buenos Aires no es un puerto? (25)

En este punto Amunátegui tenía razón. ¿Dónde se mencionaban en el texto de la real cédula del 30 de enero de 1663 las costas patagónicas o el estrecho de Magallanes como pertenecientes a la gobernación de Buenos Aires? Este texto, junto al contundente mapa de Cano y Olmedilla, la prueba más sólida presentada por Chile, anulaba la hipótesis argentina de que la Patagonia había pertenecido a la gobernación de Buenos Aires en el período previo a la creación del Virreinato del Río de la Plata. Por razones de comodidad geográfica, quizás resultaba altamente probable que las expediciones a la Patagonia fueran más frecuentes desde Buenos Aires que desde Santiago, y que la región patagónica hubiera sido de facto sometida al control jurisdiccional de Buenos Aires a partir de la creación del Virreinato, pero esto nunca llegó a concretarse oficialmente. (26)
Por su parte, las falacias de Amunátegui eran menos burdas que las de Quesada -en el sentido de que no recurrió como el último al extremo de adulterar el texto de los documentos reales- pero no más honestas. Por ejemplo, se negaba a reconocer que la jurisdicción otorgada por la Corona española a Mendoza sobre el Atlántico no estaba claramente establecida en su capitulación y que las 200 leguas se aplicaban al Pacífico pero no al Atlántico. A esto debe agregarse la ya mencionada pretensión de Amunátegui de que la capitulación de Alcazaba otorgaba a éste jurisdicción en el Atlántico, cuando la letra de la capitulación hacía referencia sólo a derechos de exploración. La mención de la Corona española acerca de la posibilidad eventual de que se le adjudicaran las tierras a Alcazaba, si ello resultaba conveniente para las autoridades reales, se transformó en la imaginación de Amunátegui en una concesión real. Concesión que por otra parte nunca llegó a concretarse porque la expedición de Alcazaba terminó en un fracaso. (27)
La búsqueda de antecedentes históricos de los derechos chilenos por parte de Amunátegui resultaba tan caprichosa como la de su contrincante argentino. Citaba por ejemplo la presencia de misioneros jesuitas provenientes de Chile en la región del lago Nahuel Huapi, al este de los Andes, como una evidencia de los derechos chilenos a la posesión del área, pero desechaba al mismo tiempo las actividades de los misioneros jesuitas provenientes de Paraguay como una prueba de la validez de los reclamos argentinos. (28)
El historiador Encina, muy influido por los argumentos de Amunátegui, sostiene, para el período independiente de la historia de Chile, que entre 1817 y 1830 los gobiernos trasandinos, que tenían derechos sobre el área austral como herederos de la Capitanía General de Chile -a la cual supuestamente estaba sujeta dicha área-, "renunciaron voluntariamente" a la soberanía sobre la Patagonia y parte occidental (sic) de Tierra del Fuego y omitieron la referencia a estas regiones en las constituciones de 1822, 1823 y 1828. (29) De manera poco convincente, se explica esa "renuncia" como consecuencia del predominio de un sentimiento "americanista" en Chile, por el cual los chilenos, todavía bajo el influjo romántico del rol de San Martín y del ejército mendocino en la gesta emancipadora, percibían a sus vecinos argentinos como hermanos y no como enemigos, argumento que resulta muy débil. En la etapa posterior a 1810, Chile todavía distaba de ser un Estado tan poderoso como para permitirse semejante gesto de altruísmo. ¿No sería más convincente explicar esta aparente "renuncia" como lo que en realidad parece haber sido, esto es, como la falta de capacidad tanto del Estado chileno -y mucho más del balcanizado Estado argentino, tan balcanizado que ni siquiera existía- para ocupar efectivamente la Patagonia y el estrecho de Magallanes?
En su examen de las reales cédulas, Amunátegui no veía nada que contrariase los derechos chilenos a las regiones en disputa, pero historiadores posteriores han examinado con cuidado esas evidencias documentales y han considerado sin valor muchos de los argumentos expuestos por Amunátegui, tal el caso, por ejemplo, de Benjamín Vicuña Mackenna, quien, poseedor de una visión "panamericanista" y aterrado con la posibilidad de una guerra entre la Argentina y Chile, se convirtió en un detractor de Amunátegui. (30)
Por ejemplo, el texto de la capitulación a Francisco Camargo del 24 de enero de 1539, citada por Amunátegui como prueba de la presencia chilena en la Patagonia y estrecho de Magallanes, decía lo siguiente:

Por cuanto vos, Francisco de Camargo, vecino y rejidor de la ciudad de Plasencia, nuestro criado, por la mucha voluntad que teneis de nos servir i del acrecentamiento de nuestra corona real de Castilla, os ofreceis de ir a conquistar i poblar las tierras i provincias que hai por conquistar i poblar en la costa del mar del Sur desde donde se acabaren las doscientas leguas que en la dicha costa están dadas en gobernacion a don Pedro de Mendoza, hasta el estrecho de Magayais; i con toda la vuelta de costa i tierra del dicho estrecho hasta la vuelta por la otra mar al mismo grado que corresponda al grado donde hubiere acabado en la dicha mar del Sur la gobernacion de don Pedro de Mendoza, i comenzase la suya, i las islas que están en el paraje de las dichas tierras i provincias que ansí habeis de conquistar i poblar en la dicha mar del Sur, siendo dentro de nuestra demarcacion. (31)

Para la posición chilena, la mención de "la otra mar" es prueba fehaciente de la proyección hacia el Atlántico de la jurisdicción de Camargo; para la posición argentina, en cambio, el documento resulta confuso y contradictorio, ya que menciona explícitamente -dos veces- a la mar del Sur -Océano Pacífico- mientras que la explícita mención de la otra mar -que sería el mar del Norte u Océano Atlántico para Amunátegui- se da sólo una vez en el texto capitular. En un editorial publicado en el diario La Nación de Buenos Aires, Manuel Trélles manifestaba sus dudas acerca de la claridad del texto de la capitulación de Camargo apoyándose además en el siguiente comentario del cronista Herrera:
Cuando el marques don Francisco Pizarro dió la gobernacion del reino de Chile a Pedro de Valdivia, lo contradijo Pedro Sánchez de Hoz, mostrando una cédula real, en que le hacía gobernador de todo lo que poblase en la costa de la mar del Sur, pasada la gobernacion del marques, i lo que estaba encomendado a un caballero natural de Trujillo, llamado Camargo, hermano del obispo de Plasencia, que le hacía la costa para el descubrimiento, que, a lo que se entendió, era lo que ahora parece desde el rio de Maule hasta Chilué; i como el marques habia proveído a Pedro de Valdivia, y la cédula no era bien entendida, dijo a Pedro Sánchez de Hoz que se fuese con Pedro de Valdivia, que lo haria bien con él, i así se le encomendó; i yéndose con él, se halló en la poblacion de Santiago, i le encomendó un repartimiento de indios, i siempre estuvo recatado dél; i embarcándose Valdivia para el Perú, Pedro Sánchez de Hoz, fundado en la cédula real que tenia, i ayudado de algunos que le metieron en ello, viendo fuera del reino a Valdivia, intentó de matar a Francisco de Villagra, a quien habia dejado por su teniente. (32)

Primeramente, vos doi licencia i facultad a vos el dicho Pero Sancho de Hoz para que por nos, y en nuestro nombre i de la corona real de Castilla, podais navegar con los dichos navíos que ansí os ofreceis a hacer para la dicha mar del Sur, donde tienen las dichas gobernaciones los dichos marques don Francisco Pizarro, i adelantado don Diego de Almagro, i don Pedro de Mendoza, i Francisco de Camargo, hasta el dicho estrecho de Magallánes, i la tierra que está de la otra parte dél; y de ida o de vuelta, descubrireis toda aquella costa de la parte del dicho estrecho, sin que entreis en los límites i paraje de las islas i tierra que están dadas en gobernacion a otras personas a conquistar, e a gobernar, ni rescatar, sino fuese mantenimiento para sustentacion de la jente que lleváredes, con tanto que no toqueis en los límites y demarcacion del serenísimo rei de Portugal, nuestro hermano, ni en los Malucos, ni en los límites que, por la última contratacion y empeño, se dió al serenísimo rei.
Item, vos prometemos que, hecho el dicho descubrimiento de la otra parte del dicho estrecho, o de alguna isla que no sea en paraje ajeno, os harémos la merced a vuestros servicios; i entre tanto que nos somos informados de lo que así descubriéredes, seais nuestro gobernador dello. (...) Fecha en Toledo a 24 días del mes de enero de 1539 años. -YO EL REI -(...) (33)

Por lo que se desprende del texto, y más allá de los afanes de Amunátegui de presentar esta capitulación de Pedro Sancho de Hoz como una prueba irrefutable de los derechos chilenos sobre el estrecho de Magallanes, este documento -como el de Camargo- adolece de varios problemas: en primer lugar, la jurisdicción que designa es prácticamente la misma que la de Camargo -si bien añade una poco clara referencia a la otra parte del estrecho-. En segundo lugar, la ocupación efectiva -objetivo de dicha capitulación- no se concretaría. En este caso, como en la mayoría de estas capitulaciones, resulta complicado aplicar el criterio de uti possidetis iuris. La Patagonia y el estrecho fueron zonas no efectivamente pobladas en la etapa colonial. Tampoco lo serían, como se ha visto, en la etapa independiente.

NOTAS


Ver al respecto Carlos Escudé, "El nacionalismo territorial argentino", cit. en Rubén M. Perina, Argentina en el mundo (1973-1987), Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1988, p. 245.

Solórzano i Pereira, Política Indiana, libro 1, capítulo 5, número 33, cit. en Miguel Luis Amunátegui, La cuestión de límites entre Chile y la República Argentina, tomo I, Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1879, p. 97.

Vicente D. Sierra, Historia de la Argentina, tomo IX, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1969, pp. 364-366.

Francisco A. Encina, La cuestión de límites entre Chile y la Argentina desde la independencia hasta el tratado de 1881, Santiago de Chile, Nascimento, 1959, pp. 5-6.

Ibid., p. 8.

Informe del virrey don Juan José de Vértiz, dirigido al Ministro Gálvez para que se abandonen los establecimientos de la costa Patagónica, Montevideo, 22 de febrero de 1783, cit. en Vicente Gregorio Quesada, La Patagonia y las tierras australes del continente americano, Buenos Aires, Imprenta y Librerías de Mayo, 1875, Apéndice, XLI, pp. 602-603.

Real Orden, El Pardo, 8 de febrero de 1784, M.S.S. de la Biblioteca de Buenos Aires, Coleccion Segurola, 1780-90, cit. en ibid., Apéndice, XLIII, pp. 607-609.

Entre los documentos con los que Quesada atestigua expediciones a la costa patagónica se encuentran los siguientes: Virrey Juan José de Vértiz al Exmo. don José de Gálvez, Buenos Aires, 5 de febrero de 1779; Actas de fundación de San Julián, Santa Elena, Puerto Deseado y San Gregorio, 1º de abril de 1780, fuentes citadas en ibid., Apéndice, XXX, p. 591 y Apéndice, XXXIV, pp. 595-596.

Don Cristóbal de Aguirre-Memorial del procurador Síndico al Cabildo sobre establecer poblaciones al Sur, Buenos Aires, febrero de 1803, La Revista de Buenos Aires, vol. 5, cit. en ibid., Apéndice, LX, pp. 631-634.

El mapa de Cano y Olmedilla se puede consultar entre otros sitios en el Archivo General de Indias de Sevilla, en los archivos del gobierno británico de Kew Gardens, Londres, y en la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford. Ver texto del mapa en Carlos Escudé, op. cit., p. 247.

V.G. Quesada, op. cit., pp. 85-86.

Texto de la real cédula del 27 de octubre de 1777 citado en ibid., pp. 318-322.

Ibid., p. 415.

Ibid.

C. Escudé, op. cit., pp. 246-247.

Texto de la capitulación a Simón de Alcazaba, cit. en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 40-41.

Párrafo de la capitulación del rey de España a Pedro Sancho de Hoz, Toledo, 24 de enero de 1539, cit. en ibid., tomo I, p. 129.

C. Escudé, op. cit., p. 249.

Texto de la capitulación otorgada por el emperador Carlos V a Pedro de Mendoza (versión Quesada), cit. en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, p. 52. Ver también V.G. Quesada, op. cit., p. 55.

Comentarios de Quesada respecto de la capitulación otorgada a Mendoza, cit. en V.G. Quesada, op. cit., p. 55, y en M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 52-53.

Félix de Azara, Descripcion é Historia del Paraguay y del Rio de la Plata, vol. 2, Madrid, 1847, p. 3, cit. en V.G. Quesada, op. cit., pp. 55-56.

M.L. Amunátegui, op. cit., tomo I, pp. 53-55.

Ibid., tomo I, pp. 55-56.

M.L. Amunátegui, op. cit., tomo II I, Santiago, Imprenta Nacional, 1880, p. 30.

Ibid., tomo III, pp. 30-31.

C. Escudé, op. cit., p. 247, nota 8.

Ibid., pp. 249-250.

M.L. Amunátegui, Títulos de la República de Chile a la soberanía y dominio de la extremidad austral del continente americano, Santiago, Imprenta de Julio Belin, 1853, pp. 87-95, 106-109, cit.The Argentine-Chilean boundary dispute and the development of the Argentine armed forces: 1870-1902, en George V. Rauch, Ph.D. dissertation, New York University, 1989, p. 48.

F.A. Encina, op. cit., pp. 5-6.

G.V. Rauch, op. cit., p. 49.

Historia General de las Relaciones Internacionales de Argentina

lunes, 20 de enero de 2014

Argentina: Un criollo británico llamado Fotheringham

Argentina e Inglaterra: cruce de influencias 
Por Rolando Hanglin | Para LA NACION 

El cruce de influencias entre la Argentina e Inglaterra ha sido muy intenso, en diversos períodos históricos. Sobre todo, entre las invasiones inglesas y la Revolución de Mayo, durante toda la gesta de San Martín, y también en tiempos de Rosas. Según el autor británico H.S. Ferns, la alianza comercial entre Inglaterra y la Argentina en el siglo XIX es la más íntima y persistente entre dos naciones en toda la historia. Ferns se basa, para su estudio "Inglaterra y Argentina en el Siglo XIX", exclusivamente en fuentes británicas relacionadas con negocios financieros, comercio de carnes, cueros y granos, inversiones, radicaciones de capital, construcción de puertos y ferrocarriles, etcétera. 

Ignacio Fotheringham es un prócer argentino nacido en Southampton, así como Juan Manuel de Rosas es un prócer argentino fallecido en Southampton, donde vivió 25 años y condujo su propia granja, la Burgess Farm de Swaithling. 

Ignacio Fotheringham es un prócer argentino nacido en Southampton, así como Juan Manuel de Rosas es un prócer argentino fallecido en Southampton. 
Ignacio Hamilton Fotheringham nació el 11 de septiembre de 1842, de familia militar. Su padre fue el coronel don Roberto Fotheringham, de actuación en la India, y su madre Inés María Huddleston. Familia católica que concurría a misa en la parroquia del R.P. Mount. Todos estos datos figuran en la obra "Memorias de un soldado" (900 páginas, dos tomos, agotado) donde Ignacio se queja francamente de su familia, en especial por el trato frío y distante. Muy al estilo británico, internaron a sus hijos en colegios de Bélgica y la propia Gran Bretaña. Siempre lejos. 

Ignacio se inicia como guardiamarina y lo envían a India Oriental. Allí se producen inconvenientes y el muchacho queda boyando, de regreso en Southampton, sin destino cierto. La muerte de su madre le brinda una pequeña herencia y el chico decide emigrar a Australia. Estaba muy solo, sin novia, amigos ni parientes, pues todos andaban diseminados por el vasto imperio británico. De modo que, a los 20 años, recorre la ciudad saludando a sus amistades para despedirse. Así es que visita a Manuelita Rosas y su marido Máximo Terrero, vecinos de la familia. 

- ¿Australia?- le dice Manuelita- ...¿Por qué no viaja a nuestro lindo país, Argentina? ¡Allí será feliz! 

Ignacio no lo piensa mucho: se embarca rumbo a Buenos Aires, con cartas de recomendación para don Carlos Keen, los señores Terrero y Dorrego (antiguos socios de Rosas) y otros hacendados británicos, que eran muchos y de gran predicamento en el país. 

¿Quién era Rosas para Ignacio Fotheringham, en aquella época? Una suerte de militar español, exilado por razones de alta política. 

El caso es que Ignacio, ya en Buenos Aires, se conchaba como puestero en el campo que había sido reducto de Rosas, "Los Cerrillos" y allí trabaja durante tres años, aprendiendo el idioma, las costumbres paisanas y las mañas de los caballos. Se hace criollo. Tanto es así que, ya en 1865, se engancha como soldado para la guerra del Paraguay. Sin saber muy bien por qué, lo hacen subteniente a los quince días. De ahí en adelante, Fotheringham sirvió durante cuarenta años al Ejército argentino. Nunca obtuvo la ciudadanía: era inglés. Combatió en la guerra del Paraguay, realizó una expedición a Leuvucó (capital de los ranqueles) con Roca en 1872, participó de la Campaña al Desierto de 1879 y fue gobernador militar del Chaco en 1894. 

Le dolía profundamente que lo llamaran gringo, y recomendó a sus hijos nunca emigrar, no ser extranjeros 
Fotheringham se casó en 1873 con Adela Ordóñez, una señorita de Río Cuarto, ciudad entonces cercada por los indios. El inglés tuvo un batallón de hijos y nietos. Viajó varias veces a Europa y a los Estados Unidos, incluso a su ciudad natal de Southampton. Se retiró en 1905. Su casa en Río IV era una quinta rodeada por las calles Alsina, General Paz, Pedernera y Sobre Monte (así, separado en dos vocablos, se escribía entonces este apellido). Actualmente, en ese solar se alza el Concejo Deliberante de la ciudad. Vivió también en una casona de la calle Tucumán (hoy Fotheringham) 176-78. Fue sede de la Comandancia de Fronteras, cargo que supo ocupar el propio Ignacio, y hoy Museo Histórico Regional. 

Fotheringham fue compañero de armas de Bartolomé Mitre, el propio Roca, Racedo, Dardo Rocha. Valiente soldado y delicado escritor, también merece el título de criollo macanudísimo. Le dolía profundamente que lo llamaran "gringo", y recomendó a sus hijos "nunca emigrar, no ser extranjeros". Cosas del destino: antes de morir en 1925, Ignacio visitó un par de veces la ciudad de Southampton y conversó con el Padre Mount, que había sido confesor de su familia y también párroco de Rosas. Cuando mencionaron a este último, Fotheringham lo calificó tal cual había oído en la Argentina antirrosista de 1863, a la que llegara diez años después de Caseros. 

- ¡Ah ese tirano sangriento!- le dijo al Padre Mount. 
Ignacio Fotheringham

- ¡Calle, no diga usted eso! El general Rosas fue uno de los hombres más bondadosos que he conocido en mi vida. 

Un poco desconcertado, Fotheringham averiguó algo más sobre Rosas. Por ejemplo, que era un sobresaliente jinete. En las cabalgatas y cacerías a que lo invitaba su amigo Lord Palmerston (ex premier inglés) asombraba con su destreza, aunque ya era hombre mayor. Cierta vez, el caballo rodó y Rosas "cayó parado" como se estilaba en el campo argentino. Digamos: el montado se le escurrió entre las piernas y él siguió caminando. Otra vez sacó el lazo del recado y enlazó a un ciervo por las astas. Detalle estrambótico: en su casa de Southampton, Rosas tenía un despachito donde escribía sus rabiosas memorias de exilado y expropiado, que nunca publicó: se sentaba en un silloncito colorado y tenía otro igual, para las visitas. Pero cuando alguien pasaba a verlo y amagaba con sentarse en el sillón, lo atajaba: "¡No por favor, no ocupe ese asiento que estoy esperando al General Urquiza!". Obviamente, Urquiza nunca llegaba. 

En su tierra adoptiva, aquel vecino de Rosas encontró el calor afectivo que es nuestro patrimonio 
Don Ignacio encontró en Río IV su hogar y formó su familia, que sin duda perdura en Córdoba. Conservó para siempre su gratitud por los Terrero, los Dorrego y Manuelita Rosas, que le dieron su primer empleo en la remota Argentina. Consideraba que Rosas debía ser analizado sin fanatismo. 

Curiosa anécdota: a los 15 años, cuando el joven Ignacio fue a despedirse de su padre para viajar a la India, armó solito su bolso y golpeó la puerta del dormitorio de "El Viejo", como él lo llamaba en criollo. 

- Me despido, padre. ¡Me voy! 

- ¡Adiós hijo, que Dios te bendiga!- respondió el padre, sin siquiera abrir la puerta para darle un abrazo. Los dos Fotheringham no volvieron a verse. 

Entendemos que la madre de Ignacio ya había muerto, por aquel entonces. Y deducimos que, en su tierra adoptiva, aquel vecino de Rosas encontró el calor afectivo que es nuestro patrimonio..

domingo, 19 de enero de 2014

Conquista del desierto: JAR y la cuestión mapuche



“Julio Argentino Roca y la Gran Mentira Mapuche” 

Por Fredy Carbano

Este paradigma de la Nación Argentina es denostado por una campaña intencional que pretende disolver los verdaderos valores de la argentinidad. Lamentablemente la ignorancia histórica hace que muchos honestos ciudadanos se presten a colaborar con esta aviesa campaña.

El General Julio Argentino Roca

“Roca no encabezó una campaña privada en 1879. Fue como Comandante en Jefe del Ejército Nacional a cumplir la misión que Avellaneda, presidente de la Nación Argentina, elegido por el pueblo, le había asignado. Y esa campaña estuvo destinada a integrar, a incorporar de hecho a la geografía argentina, prácticamente la mitad de los territorios históricamente nuestros, y que estaban bajo el poder tiránico del malón araucano, cuyos frutos más notables eran el robo de ganado, de mujeres y la provocación de incendios.

Los araucanos, hoy denominados mapuches, llegaron a la Argentina allá por 1830, cuando la Nación Argentina era ya independiente y soberana. Por lo tanto, fueron invasores. El primer grupo de invasores los constituyeron aproximadamente unos 100 indígenas capitaneados por Yanquetruz. Se afincaron en Neuquén y desde allí se fueron extendiendo hacia el sur y el norte.

El verdadero genocidio lo cometieron los araucanos cuando aniquilaron a los Guenaken, también llamados Tehuelches, que eran lo auténticos aborígenes de la Patagonia norte.

Actualmente como argentinos tienen todos los derechos al igual que los demás argentinos, pero no a intentar falsear la historia y pretender les devuelvan tierras que nunca les pertenecieron.”

  1. En 1879 las tropas de Cafulcurá eran poderosas, lo prueba el hecho de que ganaron las primeras batallas contra el Ejército Nacional. 
  2. Ambos bandos contaba con fusiles Remington. Los araucanos los traían de Chile, a donde se los vendían los ingleses a cambio del ganado argentino robado en los malones. Prueba de ello es que la columna del Ejército Nacional comandada por el Gral. Villegas tenía como objetivo clausurar y controlar los pasos andinos por donde les llegaban a los araucanos los Remington. 
  3. Los indígenas araucanos eran tradicionalmente muy guerreros. Recordemos que en los primeros tiempos de la conquista española asolaron varias importantes ciudades en Chile que los chilenos tardaron siglos en reconquistar. 
  4. Los araucanos, en el año 1250 subieron hacia el norte y destruyeron el Imperio de Tiahuanaco. Este Imperio era mayor y mucho más civilizado que el posterior imperio de los Incas que comenzó luego en el año 1280. 
  5. El uso actual del término “mapuche” y las falsas reivindicaciones de éstos son maniobras disolventes y disgregantes que practican políticos con minúscula en las últimas décadas con finalidades anti-nacionales, y para beneficio propio. 

Araucanos y Tehuelches


Los mapuches son sólo ORIGINARIOS de la inventiva del Foreign Office británico.

Ni Rosas o Roca los mencionan en la Campaña al Desierto, tampoco los historiadores, ni la famosa expedición a los Indios Ranqueles. Tampoco los menciona la historia oficial en las Provincias ni Museos de Historia del Neuquén Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Mendoza, ni San Juan…

¿Desde cuándo han aparecido estos mapuches en escena? Su propia bandera es similar a la nueva Sud Africana, luego del apartheid utilizaron a Mandela, y ahora desean utilizar a un pueblo que no es originario de nada, sólo Tehuelches y Araucanos lo son.

Quede en claro que la expedición de Roca, resultó la primer guerra contra Chile y no una campaña contra el indio, como muchos

pretenden hacerlo notar. A las pruebas me remito cuando sostengo que por entonces el 90% de la población chilena era indígena, que no es cosa menor. En síntesis, nuestro país defendía la soberanía sobre una Patagonia que los caciques deseaban y ellos… eran chilenos.

Enciclopedia Salvat – Diccionario – Editado en Barcelona – 1972:

MAPUCHE: Adj.- Natural de Arauco – Perteneciente a esta Provincia de Chile.

Masculino – Idioma de los araucanos.

TEHUELCHE: Adj. y sust. – Dícese de un individuo de un pueblo amerindio cazador, que, con otros grupos integró la llamada “Cultura de las Pampas” en Argentina y Uruguay. Exterminados en gran parte por los conquistadores españoles y los araucanos, quedan reducidos núcleos en Tierra del Fuego.

Hoy todos los nacidos en el suelo patrio somos ARGENTINOS, y ya no caben falsas reivindicaciones indigenistas ni de pueblos originarios inexistentes. Desde comienzos del siglo XVI

está presente la sangre hispana en todo el suelo argentino y los pueblos originarios de la Patagonia anteriores a esa fecha fueron las etnias TEHUELCHES.

El invento “mapuche” data sólo del siglo XIX, insisto que hoy todos somos argentinos y nadie tiene ningún derecho a reivindicar etnias ni pueblos diferentes al argentino so pena de colaborar con los intentos Ingleses, Norteamericanos e Israelitas para desmembrar y despotenciar a la Patria Argentina.

Este tema mapuche y su propaganda instalada por marxistas que han hecho del indigenismo una cuestión de estado, es preciso comenzar a desbaratarla de raíz. Lamentablemente no sólo los políticos venales y periodistas pagados por el sistema, sirven de difusores de una mentira infame, sino que han caído en ella y no siempre por ingenuidad.

Obispos y Curas que fieles a sus posturas tercermundistas, impulsan como verdad de Perogrullo, dando así por sentadas todas y cada una de esas falacias.

Se llegó al extremo inconcebible de engañar al Santo Padre Juan Pablo II y ahora al Papa Benedicto XVI cuando les hicieron decir que el gran santo Ceferino era Mapuche y no Tehuelche. Es difícil creer en la inocencia por desconocimiento de los Obispos patagónicos en esta maniobra vil, porque es dable suponer que si han llegado a esas instancias de la jerarquía, deben poseer una cultura general histórica de su patria compatible con su rango.

Utilicemos en toda su plenitud este medio fantástico que la tecnología nos brinda, para revertir la opinión errada de muchos argentinos sobre temas de trascendencia como el que se trata.

sábado, 18 de enero de 2014

SGM: Muere Hiroo Onoda

Murió Hiroo Onoda, el soldado japonés que siguió luchando 30 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial

Onoda vivió escondido en la selva de Filipinas hasta 1974

HIROO ONODA. En 1944 cuando lo mandaron a Filipinas; en 1974 cuando se rindió.


El ex teniente japonés Hiroo Onoda, que vivió escondido en las selva de Filipinas durante tres décadas porque no creía que la II Guerra Mundial hubiera terminado, murió este jueves en Tokio a los 91 años por un problema de corazón, informó el canal público NHK.

Entrenado como oficial de inteligencia y en tácticas de guerrilla, el teniente Onoda, de 22 años, fue enviado a la isla de Lubang en 1944, ya sobre el final de la guerra, y sus consignas para él y sus hombres eran no rendirse jamás, introducirse en las líneas enemigas, llevar a cabo operaciones de vigilancia y sobrevivir de manera independiente hasta que recibiera nuevas órdenes, lo que hizo exactamente durante tres décadas.

Tras la rendición de Japón en 1945, el soldado siguió sirviendo a su país en la jungla, convencido de la guerra se seguía luchando. Su existencia en Filipinas era conocida de vieja data, después de que en 1950 uno de los otros soldados abandonara la selva y regresara a Japón.

En cambio, el resto continuó patrullando, a veces atacando a residentes locales, y hasta enfrentándose con el ejército filipino. Uno de ellos murió en la década de los cincuenta. Tokio y Manila buscaron afanosamente a los dos restantes en los años siguientes, pero en 1959 ya los dieron por muertos.

Sin embargo, en 1972, Onoda y el otro soldado restante se involucraron en un tiroteo con las tropas locales. Su compañero murió, pero el primero logró escapar.

Durante sus largos años en la selva de Lubang vivió de plátanos, mangos y el ganado que conseguía matar, escondiéndose de la Policía filipina y de las expediciones de japoneses que fueron en su busca, a los que confundía con espías enemigos. Se lanzaron volantes desde aviones y se realizaron otros esfuerzos sin éxito para convencerlo de que el ejército imperial había sido derrotado. Fue necesaria la visita de quien fuera su comandante para que, en marzo de 1974, Onoda pusiera punto final a su guerra personal. Tenía entonces 52 años.



Onoda explicaría después que había creído que los intentos por convencerlo eran obra de un régimen títere instalado en Tokio por Estados Unidos.

Un año después de su vuelta a Japón se mudó a Brasil, donde gestionó con éxito una granja, y en 1989, de vuelta en Japón, puso en marcha un campamento itinerante para jóvenes en los que impartía cursos sobre la vida en la naturaleza.

El dedicado y leal ex teniente relató su increíble aventura en el libro "Luché y sobreviví : mi guerra de 30 años".

TN