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miércoles, 6 de diciembre de 2023

Biografía: Benito Mussolini, figlio da putana

Socialista, violento, se casó con la hija de la amante de su padre y fundó el fascismo: así era el joven Mussolini

Nació hace 140 años. Tuvo una infancia dividida entre un padre socialista y una madre católica devota. Estudió en un internado salesiano de donde lo expulsaron por herir a un compañero con un cuchillo. Fue socialista y viró de ideas después de la Primera Guerra. Fundó el Movimiento Fascista, marchó sobre Roma, conquistó el poder y se convirtió en dictador. Este es Il Duce que pocos conocen

Nació y creció en un hogar humilde y desangelado: padre herrero, anticlerical y socialista, madre maestra, católica devota y sufrida; cuando tenía nueve años lo enviaron a un internado católico donde chocó con una disciplina férrea y una también férrea discriminación hacia los chicos humildes; de joven se volcó al socialismo, a los ideales de una revolución proletaria y a intentar sanar las injusticias de un mundo que le era poco comprensible. Este es a grandes rasgos el retrato de cualquier muchacho, tal vez incluso de cualquier época, que determina el futuro venturoso de cualquier mortal, ya sea violín solista de la sinfónica de Liverpool, delantero centro de un primer equipo, cosechador, cirujano, abogado, político o poeta.

No es el caso de Benito Mussolini, que con esa infancia a cuestas se transformó en un monstruo que sumergió a Italia en el desastre, adhirió al más rancio nacionalismo, creó el movimiento fascista, abrazó la doctrina nazi, gobernó su país durante veinte años basado en la persecución, el terror y los asesinatos, y terminó atado al destino del Tercer Reich: fue fusilado casi al terminar la Segunda Guerra, su cuerpo, junto a de su amante, Clara Petacci, fue arrojado a una plaza de Milán con los de otros fascistas también asesinados y colgados todos, por los pies, de las vigas de una estación de servicio en construcción. La historia nunca deja en claro cuál es la fragua que forja un dictador.

Mussolini nació el 29 de julio de 1883, hace ciento cuarenta años, en Dovia, un barrio de Predappio, un municipio de la provincia de Forli-Cesena, en la Emilia Romaña del noreste italiano. Su padre, Alessandro, que provenía de una familia campesina arruinada, lo llamó Benito Amilcare Andrea porque eran los nombres de sus ídolos políticos: Benito Juárez, una figura crucial en la formación del estado mexicano, Amilcare Cipriani, un patriota internacionalista y anarquista italiano, y Andrea Costa, fundador del socialismo italiano. Su madre, Rosa Maltoni, era una maestra católica convencida y practicante que dividió el esquema de su hogar en dos grandes mundos bien diferenciados: ella quedaba a cargo del hogar y la educación de los hijos; Alessandro tomaba en sus manos los sueños y las pasiones políticas. Esa es una fragua.

Alessandro Mussolini y Rosa Maltoni, los padres del dictador italiano Benito Mussolini en 1900 (Grosby)

La educación de Benito quedó a cargo de Rosa que le enseñó a leer, a escribir y a contar. Si en la pareja hubo alguna pugna por la educación algo superior del chico, la ganó Rosa que decidió enviar al hijo al colegio religioso de los salesianos en la vecina Faenza, a unos cuarenta kilómetros de la casa natal. Fueron las influencias religiosas de la madre las que se impusieron a los convencimientos políticos del padre los que hicieron que Benito, a los nueve años, dejara la casa paterna en septiembre de 1892.

Hasta entonces, su infancia había sido símbolo de libertad al aire libre y en el campo, se había formado un temperamento fuerte y decidido y privilegiaba la acción física por sobre las ideas. El choque con el internado católico fue traumático. Si antes el chico Benito no había prestado atención a su condición de muchachito humilde, ahora esa condición le mostraba su cara más brutal en el trato discriminatorio y privilegiado que recibían en el colegio sus compañeros más ricos. No duró mucho: hirió a otro chico con un cuchillo y lo expulsaron, con cierta elegancia, del internado. En 1894 ya estaba de regreso en Dovia.

Estudió entonces en otro internado, esta vez no confesional, de Forlimpopoli, a veinte kilómetros de Predappio. Era un instituto técnico dirigido por Valfredo Carducci, hermano del poeta Giosué Carducci que sería Premio Nobel de Literatura en 1906. Mussolini era entonces un chico alto para su edad, aunque luego no pasó del metro sesenta y nueve, fuerte, hábil para las tareas manuales, con “grandes dotes para la percepción rápida”, según sus maestros, y de gran predicamento entre sus compañeros. Era bueno en historia, geografía, lengua italiana y pedagogía. Cuando en julio de 1901, a punto de cumplir dieciocho años, consiguió su diploma de maestro, siguió con su formación clásica y humanística como era tradición en las escuelas italianas.


Benito Amilcare Andrea Mussolini en la escuela, en Dovia di Predappio en 1891

Los años de estudiante en Forlimpopoli tampoco habían sido fáciles. Benito era un chico áspero y agresivo: otra pelea con un compañero lo había obligado a cursar como “alumno externo” del instituto, en el que destacaba por expresarse muy bien por escrito y por sus planteos serios y fundamentados que hacían avizorar al periodista brillante y polémico del futuro. Esos fueron los años de las primeras experiencias sexuales y de las primeras amistades con mujeres: burdeles para las primeras y bailes en el círculo socialista para las segundas. Esas fueron también las bases de su “filosofía sexual”, dominada por una concepción objetivada de la mujer, que sería rectora en su vida de adulto.

Aquellos fueron también los años de fascinación por la política, que le había llegado desde temprano en charlas con su padre y en la lectura de los libros de su pequeña biblioteca. En el diario socialista Avanti del 1 de febrero de 1901 figura un elogio al “aplaudido discurso del camarada-estudiante Mussolini”, pronunciado en ocasión de un aniversario de la muerte del gran músico Giuseppe Verdi. Mussolini ya era socialista en estado joven y romántico, que intentaba hacer coincidir con su fuerte egocentrismo, sus ansias de afirmación y sus deseos de ser protagonista: lo normal, si se quiere, en un chico a punto de cumplir dieciocho años.

Otras ansias lo igualaban a sus pares: la necesidad de conseguir trabajo. No lo consiguió como maestro y fracasó en su intento de ser secretario municipal de Predappio. En febrero de 1902 lo contrataron como profesor auxiliar en la escuela elemental del municipio de Gualtieri Emilia. También duró poco, cuatro meses: una historia amorosa con una mujer casada, y el consabido escándalo, arruinaron su contrato y lo convencieron de su falta de apego hacia la vocación docente. Entonces decidió marcharse, huir casi, a Suiza. No buscaba sólo mejores horizontes: también eludió así el servicio militar obligatorios.

Benito Mussolini a los 16 años

Estuvo en Suiza dos años y anduvo de un sitio a otro, empleado en trabajos temporales: ayudante en la construcción, asistente en una tienda de comestibles primero y en otra de vinos después Durante los dos años que vivió allí, hasta 1904 y a sus veintiún años, se volcó de lleno a la política: era propagandista del socialismo en la pequeña comunidad italiana de emigrantes; ni bien llegar escribió su primer artículo para el periódico L’Avvenire del Lavoratore – El porvenir del trabajador.

En agosto de 1902 ya era secretario del sindicato italiano de obreros de la construcción en Lausana. Estaba del lado de los revolucionarios intransigentes que en Italia encabezaba Constantino Lazzari, que despreciaba el colaboracionismo del movimiento suizo de trabajadores y el reformismo, así lo llamaba, del socialismo italiano.

Mussolini destacaba como orador y como escritor: en noviembre de 1902 había publicado nueve artículos en L’Avvenire… centrados en el adoctrinamiento más que en proselitismo. Si algo le faltaba para terminar de cincelar su figura de joven líder rebelde, en junio de 1903 fue a parar a la cárcel de Berna por su activismo en una huelga local de carpinteros. Lo expulsaron del cantón, pero de regreso en Lausana hizo jugar en su favor el episodio carcelario y se vistió con la aureola del perseguido. Sus biógrafos afirman que no tenía ninguna ideología propia; como era habitual en el socialismo rechazaba el militarismo, la guerra, la aventura colonial, detestaba a la monarquía, era ateo y anticlerical.


La ficha policial de Benito Mussolini a los 20 años al ser echado de Suiza por ser considerado un anarquista, fechada el 19 de junio de 1903 en Berna
(Photo by Apic/Getty Images)

Volvió a Italia en noviembre de 1904, gracias a la amnistía decretada por el nacimiento de Humberto, el príncipe heredero de la corona. Igual fue a las filas del X Regimiento de Bersaglieri: el día de su incorporación, 19 de febrero de 1905, murió su madre. Terminó su servicio militar en septiembre de 1906, tenía entonces veintitrés años; sus contactos políticos en Italia se habían roto y durante dos años volvió a la indeseada docencia. En 1908, al finalizar el año escolar, Mussolini regresó a Predappio y se topó con una gran huelga de jornaleros, la apoyó incluso en los disturbios callejeros que fueron el sello de la protesta y no dudó en admirar esa forma de lucha.

Había hecho ya un acto de fe sobre la violencia: “Nosotros –había escrito– tenemos otro concepto de las ideas. Para nosotros las ideas no son abstractas, sino fuerzas físicas. Cuando una idea quiere ser objetivada en el mundo, ello se realiza gracias a manifestaciones nerviosas, musculares y físicas. Las ideas contrapuestas se objetivan en la antítesis, en la lucha; pero ella irá adelante violentamente, pues la fuerza realizadora de la idea es material”. Allí dormía todavía, vestido de socialista, el huevo de la serpiente.

El 18 de julio de 1908 fue detenido en Forli por haber amenazado a un agricultor que había contratado a obreros rompe huelgas. Lo condenaron a tres meses de cárcel, pero fue puesto en libertad doce días después. Su padre dirigía por entonces un restaurante del que era arrendatario y en el que trabajaba con su amante, Anna Guidi.

Mussolini en 1914, cuando comenzó su carrera política al mismo tiempo que trabajaba como periodista (Grosby)

A Mussolini lo tentaron desde Trento para ser el secretario de la Cámara del Trabajo local y director del periódico L’ Avvenire del Lavoratore. Trento era una ciudad de raíces italianas que en 1815 había sido incorporada al imperio austro-húngaro como parte del Tirol alemán. El diario que dirigía Mussolini se convirtió en un éxito editorial porque esgrimió un nuevo estilo, vivo y guerrero, que se oponía a los periódicos clericales: en siete meses sus ediciones fueron secuestradas once veces y su director fue condenado seis veces con multas y prisiones breves y simbólicas. En junio pidieron la expulsión de Mussolini de Trento, que se demoró sólo hasta que lo decidió la corte de Viena. El 10 de septiembre de 1909 fue detenido por “provocación a actos inmorales e ilegales y por odio y desprecio al poder del Estado”.

Esos términos ocultaban la sospecha de las autoridades imperiales sobre la participación de Mussolini en un complot terrorista derivado del robo de trescientas mil coronas a un banco de Trento. Fue declarado inocente de la acusación, pero de todas maneras lo sacaron de la cárcel de Rovereto el 26 de septiembre, lo llevaron a la frontera, le leyeron el decreto de expulsión y lo pusieron del otro lado del mapa.

El 5 de octubre había regresado a Forli. Se dedicó a la literatura: escribió historias de terror, novelas cortas, cuentos, folletines sensibleros y de dudoso romanticismo: no sabía muy bien qué hacer con su militancia política. Llegó a escribir una novela de gusto dudoso, “Claudia Particella, l’amante del cardinale”, en parte para mostrar su anticlericalismo pero, sobre todo, porque necesitaba con urgencia dinero. Quería formalizar su relación sentimental con Rachele Guidi, que era la hija de la amante de su padre y con la que convivía desde 1911. Él escribió más tarde: “El 17 de enero de 1910 me uní a Rachelle Guidi sin formalidades oficiales, civiles ni religiosas. Tomamos una vivienda amueblada en la Via Merenda y allí pasamos nuestra luna de miel”.

La primera mujer conocida de Mussolini, Ida Dalser, con el hijo de ambos, Benito Albino. Ambos fueron despreciados por Il Duce y tuvieron un trágico final (Photo by IPA/IPA/Sipa USA)

Rachele sería su esposa de por vida y la madre de sus cinco hijos. Pero Mussolini tuvo en esos años un hijo con otra mujer a la que había conocido en Trento en 1909. Era Ida Dalser, hija del alcalde de Sopramonte. El chico nació en 1915, cuando hacía cinco años que Mussolini se había “unido sin formalidades” con Rachele y ya había nacido su hija Edda.

La Primera Guerra Mundial lo cambió todo. Mussolini impulsó la neutralidad: “Para el proletariado italiano ha llegado el día de demostrar la lealtad al antiguo lema de “Ni un sólo hombre, ni un sólo céntimo”, mientras el Partido Socialista italiano vivía una profunda crisis de identidad y de ideas de la que tomaban parte figuras de la izquierda, republicanos, anarquistas y sindicalistas: debatían la necesidad de definir si Italia debía participar de una guerra ofensiva, o de una guerra defensiva. Mussolini dio un salto que lo alejaría para siempre del socialismo.


Mussolini en 1915 durante su actuación en la Primera Guerra Mundial
(Photo by Hulton Archive/Getty Images)

El 18 de octubre de 1914, ya con la guerra en las trincheras, Italia entraría en ella recién en mayo de 1915, Mussolini escribió en Avanti su artículo “Della neutralitá assoluta alla neutralitá attiva e operante – De la neutralidad absoluta a la neutralidad activa y operativa” en el que afirmó: “Para evitar una guerra se debe derribar, con la revolución, al Estado”. Esa era una declaración de guerra al socialismo. Mussolini sostenía que el partido socialista estaba “acabado”, pero que la guerra mundial era la ocasión para su autoafirmación y para provocar una revolución política. Se reservaba un papel preponderante en ella, dada su inteligencia política y sus sólidos conocimientos de la psicología de las masas. La sección Milán del socialismo italiano recomendó que lo expulsaran. Mussolini se adelantó: renunció como director de Avanti y el 15 de noviembre de 1914 apareció el primer número de su diario Popolo d’Italia.

De pronto, la popularidad de Mussolini, el aislamiento al que lo condenó el socialismo, el aporte al Popolo… que era en buena parte subvencionado con garantía de Filippo Naldi, director del diario conservador Il Resto del Carlino, hicieron que sus ideas y sus visión del mundo, así lo dijeron los socialistas, coincidieran ahora con sus antiguos “enemigos de clase”. En verdad, Popolo d’Italia contaba con una red de distribución sostenida por Messagerie Italiene, un equipo técnico, administrativo y de redactores y un suculento contrato publicitario al que no eran ajenos el ministro de Asuntos Exteriores del reino, marqués de San Giuliano, y representantes de grandes grupos industriales como Edison, Fiat, Unión Azucarera y Ansaldo.

Una nueva realidad, un nuevo bienestar, una posibilidad clara de liderazgo, cambiaron también de lleno a Mussolini que se adaptó casi de inmediato a la respetabilidad de su nueva posición social. El 16 de diciembre de 1915 se casó por civil con Rachele, se había acabado la informalidad. El 11 de febrero de 1916 reconoció a su hijo Benito con Ida Dalser, fue a combatir al frente de guerra hasta el 23 de febrero de 1917, cuando fue herido por la explosión de un lanzagranadas.


El dictador italiano Benito Mussolini con su esposa Rachele Guidi y sus cinco hijos: Edda, Vittorio, Bruno, Romano y Anna Maria
(Photo by Three Lions/Getty Images)

En las trincheras fue testigo de deserciones, muertes, mutilaciones voluntarias, vio cuerpos destrozados, vio flotar el gas mostaza en los campos de la muerte y perdió para siempre el entusiasmo juvenil de la guerra revolucionaria. Después de la derrota militar de Italia en octubre de 1917, esa perspectiva revolucionaria, impulsada también por al triunfante revolución soviética de octubre, pasó a ser su principal enemigo.

El 1 de agosto de 1918, Popolo… dejó de lado su lema de portada, “Diario socialista” para ser “Diario de los que luchan y de los que creen”. En sus páginas reivindicó y ensalzó a los soldados italianos que habían combatido en el frente, en un artículo con un título que lo decía todo: “Trincerocrazia”.

Hábil, intuitivo, poco escrupuloso, condiciones que en tiempos modernos se tradujeron en un solo adjetivo: pragmático, Mussolini capitalizó el descontento de la sociedad italiana por las escasas ventajas territoriales que le había dejado la guerra al país, cuando Francia y Gran Bretaña habían estimulado con grandes promesas la participación italiana en el conflicto. Llamó a una lucha contra los partidos socialistas, a los que culpó del descalabro social y económico.


Mussolini y los líderes del Partido Fascista en la Marcha sobre Roma, que inició la dictadura en Italia. Desde la izquierda son Attilio Teruzzi, Italo Balbo, Emilio de Bono, Benito Mussolini, Cesare Maria de Vecchi, y Michele Bianchi
(Photo by Stefano Bianchetti/Corbis via Getty Images)

El 23 de marzo de 1919 creó los Fasci Italiani di Combattimento, unos grupos armados de agitación, embrión del futuro Partido Nacional Fascista, que se fundaría en noviembre de 1921. Ese mismo mes, Mussolini desfiló con las columnas de “camisas negras”, la prenda distintiva de los fascistas, durante el funeral de las víctimas de un atentado anarquista. Enemigo de socialistas y comunistas, el fascismo se ganó el apoyo de los grandes industriales y de los propietarios de grandes extensiones de tierra. Ese año fue elegido diputado.

Los “camisas negras” desataron una campaña de violencia y agresión física contra sus adversarios políticos, sobre todo contra los socialistas y comunistas. Fue un fenómeno anterior al de los “camisas pardas” que asolarían a la Alemania pre hitleriana años después. En Italia se llamó “squadrismo”, por lo de las “escuadras de acción” que actuaban como piquetes callejeros.

Eran parte de la estrategia de Mussolini para lanzarse a la conquista del poder.

El 2 de agosto de 1922, la izquierda italiana impulsó una huelga general contra la violencia de los “camisas negras”, que hicieron fracasar la protesta. En los primeros días de septiembre, las escuadras fascistas ocuparon, ante la pasividad de la policía, los municipios de Ancona, en Milán, Génova, Livorno y Parma.


'Il Duce' llegando a Piazza del Campidoglio, Roma
(Photo by E. Sangiorgi/General Photographic Agency/Getty Images)

Mussolini convocó entonces a una Gran Marcha sobre Roma, pidió a sus partidarios llevaran delante manifestaciones públicas en toda Italia y él mismo, en Nápoles, frente a cuarenta mil “camisas negras” proclamó el derecho del fascismo de gobernar el país. Miles de fascistas marcharon sobre Roma el 22 de octubre y amenazaron con provocar una guerra civil si les impedían el paso a la capital del reino. Entre el 27 y el 28, escuadras de “camisas negras” ocuparon edificios públicos y estratégicas centrales telefónicas.

El entonces jefe de gobierno, Luigi Facta, pidió al rey Vittorio Emanuele III que declarase el estado de sitio para que el ejército frenara el avance de los fascistas. Pero el rey se negó y el 29 de octubre pidió a Mussolini, que estaba en Milán, que formara gobierno. Eso fue lo que Mussolini hizo en el tren que lo llevaba de Milán a Roma, mientras veinticinco mil “camisas negras” eran llevados a la ciudad para celebrar un desfile triunfal el 31 de octubre. El gran montaje de propaganda había creado el mito que afirmó que la insurrección popular había logrado frenar una revolución socialista.

El antiguo muchacho socialista de Predappio había llegado al poder. Y ahora iba a gobernar.


domingo, 18 de junio de 2023

GCE: El asalto a Madrid de 1936

Madrid 1936, ¿tumba del fascismo?


En la última semana de octubre de 1936 la mayoría de los periodistas y observadores presentes en España creían que la toma de Madrid por las fuerzas nacionalistas era cuestión de días, incluso semanas, y que ningún milagro podría salvar a la capital de la España republicana. Desde hace tres meses, en efecto, las fuerzas leales no han tenido un solo éxito en campo abierto frente a las tropas nacionalistas , a excepción del alto en la Sierra de Guaderrama a las tropas de Mola procedentes del norte. Pero el principal peligro viene del sur, donde el El rápido avance del ejército comandado por Franco sugiere un rápido fin de la guerra civil a favor de los sublevados.

El campo republicano duda y muchos son los que en su seno creen que Madrid no se puede mantener. La decisión del gobierno de abandonar la capital sugiere que esta opinión también la comparte el jefe de Estado. Los nacionalistas son optimistas y creen que pronto estarán marchando por el corazón de la capital. Seguros de su inminente victoria, designaban ya las nuevas autoridades que iban a instalar en Madrid, preparando orquestas, estableciendo ocho consejos de guerra y trayendo desde Navarra altares portátiles para celebrar las primeras misas en la ciudad liberada. Esperan mucho de la toma de la capital, en particular el estatus de potencia beligerante y el reconocimiento internacional, pero sobre todo el fin de la guerra en su beneficio.

Pero Madrid, en noviembre de 1936, será testigo de un inesperado episodio militar. Negando los pronósticos más informados, la ciudad resistirá militarmente a los rebeldes y los frustrará con una victoria que creían ya lograda. La capital española se convierte entonces en el símbolo de la resistencia al fascismo mientras el fracaso nacionalista cambia el rumbo del conflicto para transformarlo en una auténtica guerra civil, una guerra larga. Es allí también donde se forja un nuevo ejército, nace el poderoso mito de las Brigadas Internacionales y mueren las certezas y los malos juicios sobre la naturaleza del conflicto español.

Sin embargo, ¿cómo se explica la resistencia del capital español cuando la situación parecía perdida? La respuesta es múltiple y la defensa del Madrid puede analizarse desde varios ángulos pero sin olvidar nunca el alcance de este evento.

David FRANCOIS || L'autre cote de la colline



La marcha sobre Madrid

El 17 de julio estalla la guerra civil en España, en el corazón del Marruecos español donde tropas del ejército se rebelan contra el gobierno del Frente Popular que gobierna la República desde las elecciones de febrero. La rebelión se extiende entonces en pocas horas en las guarniciones de Canarias así como en Cádiz donde llegan batallones de tropas autóctonas marroquíes y un regimiento de la Legión Extranjera. El día 18, este levantamiento, que formaba parte de una tradición de pronunciamiento propia del ejército español, afectó a todo el país y los soldados salieron a las calles para proclamar el estado de guerra.

El general Mola, autor intelectual de la conjura militar, fijó el control de Madrid como principal objetivo del golpe. En la capital hubo cierto desorden a partir del 18 de julio cuando hombres armados, favorables a los rebeldes, intentaron sembrar el terror en las calles para dar un pretexto a la salida de los soldados de los cuarteles. Dos días después del inicio de la sublevación en Marruecos, el general Fanjul, uno de sus principales líderes, entró vestido de civil en el cuartel de la Montaña para encabezar las tropas y tomar los puntos vitales de la ciudad. Pero en cambio, los soldados, vacilantes, prefieren refugiarse en los cuarteles mientras Fanjul proclama el estado de guerra. En las calles, la población leal a la República se manifiesta en masa y exige armas que el gobierno se niega a darles. El cuartel de Montaña fue finalmente asaltado por guardias de asalto leales y civiles el 20 de julio. Si Madrid permaneció por tanto leal a la República como la mayoría de regiones industriales y grandes ciudades como Barcelona, ??Valencia o Bilbao, España quedó, sin embargo, desde ese momento, dividida en dos bandos.


El asalto al cuartel de Montana

Los nacionalistas no pierden de vista el gran objetivo que representa para ellos Madrid. Mola, que había logrado hacerse con el control de Navarra, instaló tres columnas motorizadas en Valladolid, Burgos y Pamplona que partieron entre el 20 y el 22 de julio. Pero rápidamente se encuentran bloqueados en la vertiente norte de la Sierra de Guadarrama. A principios de agosto la situación se encontraba en un callejón sin salida en esta parte del frente, signándose el fracaso del plan trazado por Mola y dejando a las tropas del ejército africano llegadas desde el sur la misión de tomar Madrid.

Las tropas rebeldes de África se reúnen en el sur de España y comienzan su marcha hacia la capital el 2 de agosto. Su rápido avance debe permitir llegar cuanto antes a la ciudad para derrocar al gobierno republicano y romper definitivamente la resistencia popular. En su camino, muestran una brutalidad extrema. El 12 de agosto llegaron a Badajoz, defendidos por dos batallones republicanos. La aviación bombardeaba la ciudad mientras la artillería conseguía derribar las fortificaciones del siglo XVIII .siglo permitiendo a la infantería entrar en una ciudad rota. Entonces comienza una terrible masacre con la ejecución de cientos de activistas de izquierda. Cuando un periodista estadounidense le pregunta al general Yagüe las razones de estos fusilamientos masivos, este responde que no puede cargarse de prisioneros y dejarlos atrás a riesgo de dejar que la ciudad vuelva a ser republicana.

El avance de las fuerzas nacionalistas en 1936

Tras la toma de Badajoz, el Ejército de África, tomando en adelante el nombre de Ejército del Tajo, siguió el curso del río hacia Madrid. Frente a este ejército organizado, con infantería, artillería, caballería y fuerza aérea, abundantemente armados y algunos combatientes con 10 a 15 años de experiencia militar, los republicanos sólo cuentan con milicias de voluntarios apresuradamente entrenados, sin experiencia en combate, superados en número y equipados con improvisados armamento con poca munición. Así, en cada enfrentamiento, los milicianos se ven sorprendidos por la agresividad de los rebeldes, en terreno abierto donde no saben maniobrar. Luego se ven obligados a retirarse por el Tajo hacia Madrid.

Los rápidos avances y sobre todo el anuncio de las exacciones nacionalistas en Extremadura encendieron rápidamente los ánimos y sembraron el pánico entre los madrileños. La psicosis de que Madrid no se convierta en una nueva Badajoz se apodera de los ánimos en una ciudad que ya parece prometida a los nacionalistas. Es cierto que en apenas tres meses se han apoderado de toda Extremadura para llegar a la Casa de Campo, el gran parque público que limita con Madrid por el oeste.

Un Tabor marroquí camino de Madrid

La República en peligro.

Durante los primeros días del levantamiento, la República no sabía exactamente con qué fuerzas podía contar. Si bien las unidades del ejército se mantuvieron leales al gobierno, en muchas localidades fue la población civil la que se movilizó, espontáneamente y mal armada , para defender pueblos y aldeas. Por lo tanto, se improvisa la resistencia a los nacionalistas, lo que va en detrimento de la eficiencia, sobre todo porque muchas unidades carecen de medios materiales.

Para remediar estos problemas, el gobierno republicano de Largo Caballero decidió el 10 de octubre formar un Ejército Popular Republicano. Este amalgama lo mejor que puede a los soldados que permanecieron leales a la República ya las diversas milicias creadas espontáneamente por las organizaciones políticas y sindicales y las pone bajo un mando único y profesional. En cuanto al material bélico, los republicanos cuentan con la ayuda de la URSS, que ha decidido romper el aislamiento diplomático de la República española enviando un embajador a Madrid, el primer paso antes de la entrega de armas y la llegada de asesores. Así, el 15 de octubre llegó a Cartagena el carguero “Komsomol” con asesores militares y 50 tanques T26 a bordo. A partir del día 19, este material fue enviado al frente de Madrid.

A medida que los nacionalistas avanzaban desde el sur del país, se hizo cada vez más evidente la necesidad de un plan para defender la capital . Pero parece que el gobierno republicano es incapaz de abordar el problema con la cohesión necesaria. Si las declaraciones oficiales no dejan lugar a dudas sobre la voluntad de defender la ciudad, aparecen vacilaciones sobre la necesidad de una defensa excesiva. A mediados de septiembre, algunos líderes republicanos , incluido Caballero, ya cuestionaban las ventajas de mantener Madrid, que no representaba ningún interés estratégico ni económico para ellos . En octubre, la cuestión de la necesidad que el gobierno permanezca en la ciudad se expresa abiertamente cuando el presidente Azaña , Caballero , Prieto y otros ministros se muestran cada vez más favorables a esta medida . Si no es su intención no defender la capital, esta salida corresponde a una elección estratégica que está lejos de ser unánime.

En octubre, las perspectivas para defender Madrid se reducen a dos alternativas: intentar contener al enemigo a distancia enfrentándolo en el valle del Tajo ya que la capital es para muchos imposible de defender militarmente, o defender el núcleo urbano utilizando todos los medios de defensa posicional . guerra s y por no exponerse en combate al aire libre. Caballero apoya la primera alternativa bajo la influencia del general José Torrado mientras que la segunda es defendida por los comunistas que sólo expresan la posición de los asesores soviéticos recién llegados. También es el que es apoyado por los anarquistas, augurando así profundas diferencias . 


Si bien a finales de septiembre apareció en la prensa un eslogan que prometía un gran futuro "Madrid debe ser la tumba del fascismo", existen diferentes opiniones sobre los medios para cavar esa tumba. Los periódicos socialistas y republicanos insisten en la necesidad de alejar a los nacionalistas de Madrid mientras que la prensa comunista y anarquista reclama la construcción de fortificaciones y la movilización de medios humanos y materiales para defender la capital.

En el terreno militar, cada lado toma decisiones importantes. En el bando nacionalista, el general Mola decidió el 7 de octubre que una vez establecida la conexión entre las tropas rebeldes del norte y del sur, se iniciara el asalto a Madrid. Largo Caballero, por su parte, toma el control directo del ejército y forma un comisariado de guerra. El 22 de octubre, una serie de decretos reorganizó el mando del ejército republicano. Sebastián Pozas pasa a ser el jefe del ejército del frente del Centro mientras que José Miaja, un general poco conocido, toma la dirección de la primera división orgánica es decir la de Madrid. Hay entonces un plan sumario de defensa de la capital que se basa en las líneas concéntricas fortificadas ya construidas pero que parecen para la mayoría de una realización mediocre. En octubre, Caballero expone entonces la necesidad de construir fortificaciones más eficaces pero los logros alcanzados no pasan de la etapa de cavar modestas zanjas. Más tarde los comunistas no dejarán además de reprochar a Caballero la ausencia de un sólido plan de defensa. Es cierto que el jefe de Gobierno no es partidario de una defensa excesiva y no considera la pérdida de la capital como un hecho irreparable, como confió a la prensa el pasado 15 de noviembre, en medio de un combate que provocó la indignación de Miaja.

A principios de noviembre, los proyectos militares a los que aspiraba Caballero, es decir, frenar a los nacionalistas fuera de Madrid, obligaron a la capital a resistir. Pero sin certeza sobre la eficacia de esta defensa y a medida que los sublevados se acercan a Carabanchel, impone la salida del gobierno de la ciudad.

En la mañana del 6 de noviembre, el Consejo de Ministros tomó la decisión de partir de Madrid hacia Valencia, mientras que al General Miaja, asistido por el General Vicente Rojo como Jefe del Estado Mayor, le encomendaba la misión de defender la ciudad, asistido por una Junta de Defensa. En la memoria popular queda entonces fijada la imagen de una ciudad que se prepara para defenderse y resistir a pesar, incluso contra, de sus propios gobernantes, aunque la necesidad de la salida del gobierno del frente recibe el acuerdo de todas las fuerzas de izquierda. incluidos los anarquistas. Lo que más irrita a la población es una salida subrepticia, casi clandestina, sin declaración ni justificación previa que la explique.


Generales Miaja y Rojo, los jefes militares de la defensa de Madrid

Con la salida del gobierno, la única autoridad que queda en Madrid es la Junta de Defensa, que ahora lleva a cabo la mayor parte de las funciones de gobierno en la ciudad. Esta Junta, cuyos miembros son en su mayoría jóvenes, agrupa a todas las fuerzas políticas y sindicales implicadas en la defensa. Trabaja en estrecha colaboración con los militares y se encarga de todas las tareas políticas necesarias para el esfuerzo bélico sin intervenir nunca en las decisiones militares. Por tanto, juega un papel fundamental en la defensa de la capital para mantener el orden público, operar la industria bélica, dirigir la propaganda o evacuar a la población civil.

En los primeros días de noviembre, las tropas nacionalistas se apartan de su marcha sobre Madrid para acudir en ayuda de los sitiados del Alcázar de Toledo. Para mantener la presión sobre la capital y desarrollar el sentimiento de terror entre los habitantes y los defensores, los nacionalistas organizan los primeros bombardeos sobre la ciudad mientras el general Mola habla con un periodista sobre la presencia en Madrid de una quinta columna. Estas declaraciones son retomadas en la prensa internacional y mantienen la paranoia en la ciudad.

Desde Toledo, las tropas nacionalistas comenzaron paulatinamente a asaltar Madrid, tomando el 6 de noviembre la villa de Villaverde, de la que hicieron punto de partida, junto con Carabanchel y Cuatro Vientos. Son entonces sólo siete kilómetros de la Puerta del Sol.

Los campos opuestos

El general Enrique Varela, que manda las tropas nacionalistas, dispone de ocho columnas más una de caballería para tomar Madrid. Il s'agit là d'unités qui ne cessent de se battre depuis le début de leur progression vers le nord depuis Séville et dans lesquelles se retrouvent l'élite de l'armée d'Afrique : tabors des forces indigènes marocaines et banderas de la Legión extranjera. A diferencia de los republicanos, Varela no tiene casi ninguna unidad de voluntarios civiles y en principio ninguno está comprometido en las columnas principales que lanzarán el asalto. Son pues cerca de 30.000 hombres los que se preparan para atacar Madrid.

Del lado republicano, la situación es más confusa. A falta de una valoración fiable, parece que Miaja contaba con unos 25.000 combatientes en los primeros días de noviembre antes de que la llegada de refuerzos, en particular de las Brigadas Internacionales, permitiera a los defensores alcanzar la cifra de 40.000 combatientes. Miaja no sabe, de hecho, cuando toma el mando, la cantidad de hombres que tiene y además solo tiene una vaga idea de los puestos que ocupan. Estas unidades, que hasta ahora pertenecían al Frente de Centro, se encuentran en su mayor parte desorganizadas, con la moral baja y el mando no siempre ejerce una autoridad absoluta.

Voluntarios de las Brigadas Internacionales

El 7 de noviembre comenzaron los combates en un frente de 20 kilómetros. Las líneas republicanas resisten. Desde Pozuelo-Humera, las fuerzas leales de Barceló y Galán inician un tímido movimiento por el flanco de los atacantes con el uso de vehículos blindados que sorprende y frena el avance nacionalista. Durante estos combates, las tropas gubernamentales capturaron un vehículo blindado enemigo en cuyo interior se apoderaron de las órdenes de operación para la toma de Madrid emitidas por Varela el día anterior. El documento se transmite a Miaja, quien se sorprende tanto de la torpeza como de la audacia de sus adversarios.

El comandante nacionalista tiene previsto atacar por la Casa de Campo con dos columnas y luego cruzar el Río Manzanares, barrera natural que protege Madrid por el oeste, para entrar en la Ciudad Universitaria y el Parque de Oriente entre el puente de los Franceses y el de San Fernando. Puente. A partir de ahí, las unidades deberán tomar los distintos distritos de la ciudad. Simultáneamente, dos columnas deben marchar sobre los pueblos y arrabales al sur de la capital, avanzar hacia los puentes de Segovia, Toledo y Legazpi para atraer a las fuerzas republicanas y debilitar así las defensas en la zona principal del ataque. Deben quedar dos columnas en los flancos y en la retaguardia y otras dos quedan en reserva a disposición del mando y de la caballería.

Frente al sistema nacionalista, Rojo estableció un plan efectivo en la noche del 7 al 8. Sus unidades en el centro de la defensa y en la Casa de Campo deberán resistir mientras se lanzarán contraataques en cada flanco del oponente tanto para interrumpir su avance principal como para capturarlo en un movimiento de pinza. Cambió por tanto su posición para resistir en la Casa de Campo mientras intensificaba los ataques por los flancos. Luego, las unidades se trasladan desde el área de Vicalvaro-Vallecas hacia el norte de Casa de Campo, en el borde de Ciudad Universitaria. Clairac se encuentra al sur de la Casa de Campo mientras que en su interior se despliegan las columnas de Enciso y Cavada. Las unidades de Escobar, Mena, Rovira y Prada están en el margen derecho del río para defender los puentes. Lister y Bueno mantienen el flanco derecho republicano. Rojo entonces confía en dos factores para ganar: el elemento sorpresa y la debilidad del flanco izquierdo enemigo, vulnerable a un ataque.

El curso de toda la batalla por Madrid se desarrollará en estos dos planes opuestos, el de Varela el día 6 y el de Miaja y Rojo el 8. Con correcciones y directivas más precisas, Varela persistirá en su plan sin hacer nada significativo. cambios en él. Lo mismo ocurre en el campo republicano con esta particularidad que allí compiten dos autoridades. La superposición de dos mandos, el orgánico del Ejército del Centro y el otro, de circunstancias, que dirige la defensa de Madrid, complica la situación ya que cada mando ha trazado un plan estratégico diferente. En resumen, mientras el Madrid piensa primero en su defensa, el Valencia prepara un plan de campaña competitivo.


La Batalla de Casa de Campo


Los combates en la Casa de Campo.

El domingo 8 es el día del gran choque, cuyos resultados son decisivos para los defensores. Los nacionalistas comienzan avanzando desde la Casa de Campo hacia Manzanares mientras las tropas marchan desde el sur para apoyar el esfuerzo principal en el oeste. La resistencia de las milicias al mando de comandantes como Lister, Barceló o Galán frenó considerablemente el avance enemigo por lo que los combates en Casa de Campo continuaron los días 9 y 10 de noviembre. Los nacionalistas no consiguieron llegar a Manzanares y avanzaron poco en Carabanchel y en las pedanías vecinas. Sin embargo, logran neutralizar los ataques que se lanzan contra sus flancos.

Los franquistas continúan atacando en la Casa de Campo pero Varela avanza lentamente en este sector al igual que en Carabanchel. De hecho, los defensores ceden poco terreno y reciben refuerzos. De la Sierra llegan dos columnas más el batallón comunista de Vega mientras la columna catalana Libertad y un batallón de la CNT entran en la capital. Sobre todo, el día 9, a medida que aumentaba la intensidad de los combates, las primeras unidades de las Brigadas Internacionales, el 11brigada en este caso, llega a Madrid a las órdenes de Manfred Stern más conocido en España con el nombre de Emilio Kleber. Estas tropas desfilan por la Gran Vía frente a una multitud que grita "Viva los rusos" antes de incorporarse a la Cité Universitaire. Kleber instaló entonces su cuartel general en la Facultad de Letras y Filosofía y preparó sus posiciones en torno al Manzanares y el puente del Francés donde se encuentra la vía férrea que une la capital con la Sierra de Guadarrama y el norte del país.

Después de cuatro días de duros combates, la intensidad de los enfrentamientos disminuye debido al cansancio de los hombres. Pero el día 13, un evento externo altera la situación. Ese día iba a comenzar la contraofensiva, preparada por el Estado Mayor de Caballero y de la que Miaja no tuvo conocimiento hasta el día 9. Este plan, que reorganizaba la supervisión y disposición de las fuerzas republicanas, prevé un ataque lateral al sur. de Madrid desde el valle del Jarama rumbo al oeste para alcanzar el Tajo en un gran movimiento envolvente. Esta maniobra a gran escala tiene como objetivo cortar las fuerzas de Varela de sus bases en el Tajo y por lo tanto de su conexión con el sur. También prevé que las tropas madrileñas lancen un ataque frontal y otro por el flanco.

Este plan irrita a Miaja y Rojo ya que moviliza a sus mejores efectivos, tres brigadas mixtas y la Brigada Internacional XII para una operación que creen debilita la defensa de Madrid. La Junta de Defensa también es de esta opinión y el día 10 estalla un conflicto con el general Pozas, jefe del Ejército del Centro. El ministro Álvarez del Vayo tiene previsto visitar la capital el día 11 para aliviar las tensiones. La ofensiva planeada se lleva a cabo pero es tan ambiciosa que fracasa estrepitosamente, sin permitir ni siquiera soltar la soga que rodea la ciudad.


Se cavan trincheras frente a Madrid

Los días 11 y 12, las fuerzas nacionalistas obtuvieron algunos pequeños éxitos. El día 13, unidos a la columna de Barron en la Casa de Campo, avanzaron hasta ocupar el cerro de Garabitas, posición alta, y desde allí se acercaron al Manzanares en un frente de 400 metros entre el puente de los Franceses y el de San Fernando. puente. A partir de este momento, el puente francés se convierte en una apuesta importante ya que es la llave para el paso del río por parte de las tropas de Varela. Ese mismo día, la Brigada Internacional XII , comandada por el general Lukacz , vivió su bautismo de fuego en el cerro de Los Ángeles y su primer fracaso durante la ofensiva organizada por Pozas. El 13 es por tanto un día negro para los republicanos, pero el del 15 será aún peor.

El día 14, Rojo preparó un contraataque por el Manzanares con el objetivo de retomar el cerro de Garabitas, por donde el adversario se había acercado más al río. Pero el día 15, el ataque republicano resultó ser un desastre. El frente se rompe y comienza la batalla de la Ciudad Universitaria donde las tropas de Varela han logrado penetrar. A medida que la defensa de la ciudad entra en una fase crítica, la lucha por Madrid no solo tiene lugar en las afueras de la ciudad, sino que se desarrolla en toda la capital.

Un ataque de las tropas nacionalistas

Una ciudad en guerra

Madrid es una de las primeras ciudades de Europa en sufrir los horrores de la guerra total. De hecho, la población no tiene margen para mantenerse al margen de la batalla. Los nacionalistas están convencidos de que la moral de la población madrileña se derrumbará ante la perspectiva de una batalla que les afectará directamente.

Los republicanos son conscientes de que es fundamental mantener el apoyo de la población. La defensa de Madrid se convierte entonces en el momento de una intensa propaganda para movilizar a los habitantes. Se moviliza la prensa, la radio, los volantes, los carteles, el cine. Esta campaña comienza antes del inicio de la batalla y muestra en particular la eficacia del aparato comunista mientras que los anarquistas, con menos medios, son los más virulentos. Así, el 7 de noviembre, los cines de Madrid proyectan la película “Los marineros de Kronstadt”. Las compañías de teatro improvisado representan una obra titulada “¡Cuatro batallones de choque! ". Los líderes políticos utilizan la radio mientras la prensa publica todos los mensajes de apoyo a la capital española. A esta intensa propaganda, que funciona de maravilla, se suman los errores de los nacionalistas. Los bombardeos de la ciudad, en lugar de arruinar la moral de los habitantes, la galvanizarán por el contrario.

En la noche del 27 al 28 de agosto Madrid sufrió su primer bombardeo por parte de Junkers 52 que impactó contra el Ministerio de la Guerra y la Estación del Norte, provocando un muerto y varios heridos. La ciudad entonces obviamente no está preparada para sufrir este tipo de ataques que obligan al gobierno a buscar refugios y dar a conocer a la población los medios de protección.


Durante los atentados, los madrileños se refugian en el metro

A medida que las columnas nacionalistas se acercan a Madrid, el bombardeo se intensifica. En Getafe, el 30 de octubre, provocan la muerte de 60 niños. A principios de noviembre se vuelven diarios en el sector de Casa de Campo. El primer ataque masivo a la capital tuvo lugar el 4 de noviembre. Durante este mes comienza una campaña de bombardeos metódicos. El objetivo es desmoralizar a la población y forzar la rendición de la ciudad. Pero esta política de intimidación tiene los resultados opuestos, aumentando la voluntad de resistencia de los habitantes, muchos de los cuales aún se mostraban indiferentes al inicio de la batalla.

La mayoría de los bombardeos los realizan JU-52 volando en una escuadra de tres aviones, a los que los madrileños llaman "las tres viudas". El 16 de noviembre, bombas incendiarias impactaron en el Museo del Prado. Si el fuego se apaga rápidamente, este atentado provoca un escándalo internacional y empuja al gobierno a trasladar obras maestras a Valencia. A partir de ese día se generalizaron los bombardeos nocturnos. Los días 18 y 19 de noviembre fueron tan intensos, costándose la vida a unos 130 civiles, que el cuerpo diplomático sigue presente en Madridpublica una nota de protesta. En abril de 1937, las autoridades republicanas dieron una primera valoración de los daños causados ??por los bombardeos sobre la capital desde el inicio de las hostilidades: 980 edificios , entre ellos 14 escuelas, 8 iglesias, 4 hospitales y 2 museos quedaron parcial o totalmente dañados. Hubo 907 muertos, 2.800 heridos y 430 desaparecidos. Sumando las víctimas de las localidades del entorno de Madrid como Puente de Vallecas, obtenemos la cifra de 1.491 víctimas.

La mayoría de estos bombardeos no tienen como objetivo objetivos militares, sino que buscan deliberadamente quebrar la moral de los defensores. Los nacionalistas , por lo tanto , se cuidan de apuntarlos , salvando así el barrio de Salamanca, un barrio burgués donde tienen muchos simpatizantes. Por el contrario, el centro de la ciudad y el distrito de Argüelles, próximo a la Cité Universitaire, se encuentran entre los más afectados.

Si al comienzo de la guerra civil la aviación nacionalista tenía una superioridad abrumadora, durante noviembre se vio disputada sobre los cielos de Madrid por los cazas soviéticos Polikarpov I-15 y I-16 que los cazas republicanos apodaron los Chatos o los moscas. El primer encuentro tuvo lugar el 4 de noviembre cuando un Chato dispersó los Fiat CR-32 que escoltaban a los JU 52 en ruta a Madrid. La aparición de estos dispositivos pero también la llegada de las Brigadas Internacionales entusiasmó a la población madrileña mientras se difundía la consigna “No Pasaran”, que sugería que la resistencia republicana sería feroz.


Un Polikarpov I-16

Durante este tiempo, la Junta de Defensa gestiona la vida cotidiana de una ciudad que cuenta con más de un millón de habitantes a la que acuden agregados refugiados de las zonas aledañas pero también una población flotante de milicianos. Para hacer frente a los problemas de abastecimiento, logra establecer un racionamiento efectivo pero está menos contento con el problema de la evacuación de la población.

Si la resiliencia, incluso el heroísmo, caracteriza en gran medida a la capital española atacada, la batalla de Madrid también tiene su lado oscuro, la represión de disidentes, sospechosos y enemigos reales. Aunque la Junta de Defensa trató de mantener el orden y controlar la represión de los presos, no siempre lo logró. Así, en noviembre, los penales seguían llenos de presos y se tomó la decisión de trasladarlos a lugares de detención más alejados del frente. Fue entonces cuando, en una ola de locura vengativa, unas milicias republicanas ejecutaron a unos 2.000 de estos presos en Paracuellos, a las afueras de Madrid, a finales de noviembre y principios de diciembre sin que se pudiera saber con exactitud quién se los había llevado.

Madrid bombardeado

La pelea en la Ciudad Universitaria

En el frente, el 15 de noviembre, cada bando lanzó un ataque y eso en el mismo sector de menos de un kilómetro de largo. El choque es brutal y las unidades republicanas, menos preparadas, no pueden resistir. El cruce del Manzanares por parte de las fuerzas de Varela es una maniobra brillante. El comandante nacionalista logra escalonar perfectamente a sus tropas en profundidad para dar a su ataque el efecto de un golpe de ariete.

Precedidas de intensos preparativos artilleros y bombardeos aéreos, las columnas franquistas intentaron en repetidas ocasiones arrebatarle a los franceses el puente, que durante toda la batalla fue defendido ferozmente por el comandante Romero hasta el momento en que se decidió volarlo. Los nacionalistas intentaron entonces vadear el Manzanares. Asensio intenta así que crucen 18 vehículos blindados pero quedan bloqueados en el cauce del río.


La Batalla en Ciudad Universitaria

La lucha es feroz durante todo el día y provoca numerosas víctimas entre los nacionalistas. Por tanto, los soldados de Asensio intentaron tres veces alcanzar y cruzar el río. Cada vez, la potencia de fuego de los defensores impide el avance de los atacantes. Cada ataque de los nacionalistas es seguido por fuertes contraataques de los defensores republicanos. No fue hasta principios de la tarde cuando los soldados del 3.º Tabors de Tetuán lograron llegar a la orilla opuesta. La brecha abierta en el frente republicano se encuentra a pocos metros aguas arriba del Pont des Français.

Las unidades nacionalistas que cruzan el Manzanares sortean a los combatientes enviados por Durruti y consiguen apoderarse de la Escuela de Arquitectura. Se atrincheraron en el edificio y durante la noche el resto de la columna de Asensio cruzó a su vez el río. Sobre la base de este éxito, las columnas de Delgado y Barron se unieron a las de Asensio en Ciudad Universitaria.

El día 16, Miaja y Rojo planean un gran contraataque. Durruti tuvo que lanzar un asalto frontal desde el asilo María-Cristina hasta el río, mientras al otro lado de la brecha abierta por los rebeldes, los interbrigadistas de Kleber y la 4ª brigada mixta presionaban al adversario. La misión de los republicanos es expulsar a los nacionalistas a la otra orilla del Manzanares.


Luchadores republicanos en Ciudad Universitaria


El plan republicano no recibe el arranque de un principio ya que cuando se va a poner en marcha, las fuerzas de Asensio amplían su cabeza de puente tomando la Casa de Velásquez y luego, cruzando la vía central, la Escuela de Ingenieros Agrónomos. Cientos de combatientes en cada lado, particularmente entre los interbrigadistas de la 11° Brigada Internacional encuentran su muerte en los combates de Casa Velásquez y en la lucha por ampliar o, por el contrario, cerrar la brecha nacionalista en el Manzanares. El contraataque dirigido por Durruti quedó completamente paralizado por la fuerza del avance enemigo desde las Facultades hasta el hospital-clínica. Con sus milicianos defendió con fiereza el asilo de Santa Cristina pero, el día 17, tuvo que abandonar este puesto para retirarse al hospital-clínica. Es el día más difícil para los defensas. Miaja y Rojo deben acudir al campo de batalla para detener a los fugitivos mientras aumenta el fuego de artillería y los bombardeos aéreos sobre la ciudad. Los nacionalistas parecen estar a punto de ganar cuando unas patrullas de Tabors irrumpen en la Plaza de España provocando el pánico en las calles de Madrid. Pero esta incursión es fácilmente repelida por los milicianos que refuerzan el sector.

En este punto de la batalla, los soldados nacionalistas estaban agotados y, sobre todo, solo había 2.000 de ellos en la Cité Universitaire contra 11.000 defensores. Para suplir esta debilidad, los ataques del 17 se combinaron con intensos bombardeos aéreos para romper la resistencia republicana. Poco antes del anochecer, cerca de 2.000 bombas alcanzaron el centro de la ciudad. Inicialmente, algunas bombas incendiarias caen sobre los barrios obreros. El uso de bombas incendiarias es sistemático, los asaltantes creen que el fuego es la forma más efectiva de provocar el pánico. Unos momentos después, los bombarderos, en oleadas de 10 o 12, guiados por los primeros fuegos, lanzaron ristras de bombas. Madrid carecía entonces tanto de refugio como de defensas antiaéreas.


Los interbrigadistas defienden Madrid

La jornada del 18 todavía estuvo marcada por duros combates. Los hombres se enfrentan por la toma de edificios en ruinas, se pelean de un piso a otro, insultándose a través de las paredes, tirando armas de gran calibre por las ventanas y escaleras abajo. La confusión es tal que nadie sabe exactamente dónde está el frente y quiénes son los atacantes o los defensores. El 11 y 12Las Brigadas Internacionales, muy probadas, son reorganizadas y puestas a las órdenes de Kleber quien se convierte de hecho en el responsable de todo el sector occidental de la ciudad Universitaria. Las órdenes siguen siendo las mismas de los días anteriores y nuevamente las tropas de Varela resisten tenazmente en sus posiciones. Sin lograr ensanchar su cabeza de puente, este último logró mantener firme una línea que iba hacia el este desde la Escuela de Arquitectura hasta el hospital-clínica pasando por la Casa de Velázquez, la Escuela de ingenieros agrónomos y el asilo de Santa Cristina. Pero no logró ampliar sus posiciones hacia el oeste hacia la Moncloa y las facultades de Medicina y Filosofía. El hospital-clínica, lugar de intensos combates en los días siguientes, marca el punto extremo del avance nacionalista.

El día 19, Durruti volvió a encabezar las peleas en el hospital-clínica. Es allí donde encontrará la muerte en circunstancias no resueltas. En el hospital, la lucha es feroz, piso por piso, y esto por otros cuatro días. Desde las facultades de Filosofía y Medicina, los republicanos lanzan un nuevo ataque que desemboca en violentos combates en el palacio de la Moncloa y de nuevo por la Casa Velázquez. Pese al coraje de los interbrigadistas, el día 20 Moncloa seguía en manos de Varela.

La Casa de Velásquez después de los combates
 
Entre el 20 y el 22 la intensidad de los combates no decayó. El día 20, los nacionalistas tenían cerca de 3.000 hombres en la Cité Universitaire, repartidos entre los distintos edificios. La lucha es tan intensa que algunas unidades son diezmadas. Rojo, frente a la Junta de Defensa, se queja de quedarse sin municiones mientras se incendia la Casa Velázquez y se vuelve a tomar el hospital-clínica. En ese momento, casi las tres cuartas partes de la Cité Universitaire estaban en manos de los nacionalistas. La confusión es tal que es imposible trazar una línea de frente. Las escaramuzas se agotan gradualmente en todas las zonas de combate. El día 22, Rojo explicó a la Junta de Defensa que temía un nuevo ataque enemigo. Si bien es cierto que la columna de Barron avanza en el Parque Oriente, sin embargo es rápidamente contenida.

Las fuerzas de ambos lados están agotadas. Franco, Mola, Varela y otros generales nacionalistas se reúnen el día 23 en Leganés y deciden detener los ataques frontales contra Madrid. Sin embargo, por una razón de prestigio, Franco ordena mantener sus tropas en los puntos ya conquistados de la ciudad. Pero el centro de gravedad del conflicto en el que la capital sigue siendo la apuesta se desplaza hacia el noroeste. Los nacionalistas querían ahora aislarlo y asfixiarlo con un vasto movimiento envolvente que condujo sucesivamente a la batalla en torno al camino de La Coruña en diciembre, luego a la batalla del Jarama en febrero de 1937 y finalmente a un último intento durante la Batalla de Guadalajara. en marzo de 1937.

Madrid seguirá soportando largos meses de asedio a pesar de la degradación de las condiciones de vida de la población reducida a racionamientos y bombardeos cada vez más severos que no hacen más que agravar esta situación. Los republicanos intentarán, sin éxito, durante la ofensiva de Brunete, en julio de 1937, desatar la soga en torno a la ciudad. Finalmente, el 28 de marzo de 1939, tras el golpe del General Casado, las tropas franquistas entran en Madrid sin encontrar resistencia alguna, poniendo fin a la Guerra Civil Española.

Conclusión

Los 17 días que duró la batalla de Madrid, del 7 al 23 de noviembre de 1936, se desarrollaron los combates más encarnizados desde el inicio del conflicto, combates que consumieron sin descanso mano de obra y material en cada campamento que se disputaba cada metro cuadrado de terreno. Madrid vio caer entonces a héroes como Durruti mientras emergía la figura de Vicente Rojo. Ella ve también a los voluntarios internacionales dar abundantemente su sangre por la defensa de la República. Sobre todo, ofrece el sorprendente espectáculo de milicianos indisciplinados y mal educados derrotando a auténticos soldados enmarcados en auténticas unidades militares. ¿Cómo explicar este fenómeno que frustra los pronósticos más informados sobre el resultado de la batalla?

La razón principal del fracaso nacionalista radica en la desproporción del objetivo perseguido en relación con los mediocres medios empleados. Franco se propone en efecto conquistar con sólo 30.000 hombres una ciudad de más de un millón de habitantes dispuesta a defenderse. Sabe, por supuesto, que militarmente este objetivo está fuera de alcance, pero cree al mismo tiempo que los republicanos, ante las diferentes opciones que tienen a su alcance, es decir, la rendición, la defensa periférica o la defensa excesiva, no optarán por el último. En estas condiciones no cree necesario correr el riesgo de comprometer más fuerza en una operación que, de fracasar, podría comprometer seriamente sus posibilidades posteriores de ganar la guerra.

Si los nacionalistas no tomaron finalmente Madrid por la insuficiencia de los medios comprometidos, fue sobre todo porque se encontraron frente a un ejército que ya no libraba una guerra de movimiento sino de resistencia con un proyecto claro y un mando eficaz. Y este ejército se siente respaldado a nivel internacional tanto en hombres como en equipamiento. También sabe que defiende más un símbolo que una ciudad. Impulsados ??únicamente por el sentimiento de lealtad a la democracia, los soldados republicanos lograron afrontar el desafío lanzado por los rebeldes. Para estos voluntarios “Madrid será la tumba del fascismo” y con su acción han demostrado la voluntad del pueblo, independientemente del poder y la crueldad de sus adversarios, de defenderse de un enemigo que quiere privarles de su libertad. Un mensaje aún relevante.


Bibliografía.
-Hugh Thomas, La guerra española , Robert Laffont, 1961.
-Anthony Beevor, La guerra española , Calmann-Lévy, 2006.
-Jorge Martínez Reverte, La Batalla de Madrid , Editorial Crítica, 2004.
-Pablo Sagarra, Oscar Gonzalez, Lucas Molina, Grandes Batallas de la Guerra Civil Española , 1936-1939 , La Esfera, 2016.
-Gabriel Cardo, Historia militar de una guerra civil , Flor del Viento Ediciones, 2006.