Toldería aonikenk
Toldería aonikenk de 1896 en zona del valle Huemules, al sudoeste del territorio.
(fotografía de German Koslowsky)
Por: Celso Rey García
(FOTOS ANTIGUAS DEL CHUBUT)
Melchora Caburú, o La Melchora, el gran amor de Andresito y una guerrera que luchó por Misiones
Fue una mujer determinante en la historia misionera, de la que poco se sabe y a la que poco se ha valorizado.
En los meses previos a su arribo, las tropas del Comandante Andres Guacurarí habían ingresado a Corrientes (se presume en agosto de 1818). Por su impronta y personalidad, la llegada de Melchora fue bien recibida por todas las personas, tanto por su rol como organizadora de los campamentos como por su facilidad para calmar el ímpetu de Andresito, en tiempos muy difíciles y conflictivos.
Diferentes historiadores presumen que nació en San Borja y que fue adoptada por la familia Caburú, con la que creció en Santa Lucía. Por su rostro blanco, quemado del sol, sus ojos claros y pelo castaño, Melchora llamó la atención de Andresito, con quien rápidamente inició una relación de amor.
Su carácter apacible y determinado -aquél que logró amansar el ímpetu indomable de su compañero Andresito durante tan turbulenta época- le permitió erigirse entre los soldados para organizar los campamentos durante las campañas del Comandante General.
Entre las funciones que adoptó, organizaba las caravanas de niños y mujeres que debían resguardarse de los combates, con voz suave pero con gestos firmes. Supo conseguir la validación de los hombres en una época extremadamente compleja para ello, y en un ámbito “impropio” para una mujer.
Nunca llegaron a casarse pero tuvieron una unión que estuvo signada fuertemente por el compromiso adoptado por ambos para la defensa y liberación de los territorios que hoy conforman el noreste argentino tal como se lo conoce en la actualidad.
Fuente Historias Región Litoral
Colaboró Javier Rodas
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Os voy a explicar la historia del capitán Menéndez, una de las más fascinantes de la América española. Su nombre original era Mandinga y era un criollo natural de la Angola portuguesa. Siendo un adolescente, fue secuestrado por tratantes de esclavos y llevado a la provincia de la Carolina británica.
Mandinga logró huir, viviendo un tiempo entre los indios yamasee, en el
nordeste de Florida, uniéndose a su lucha contra los ingleses. En 1724
llegó a San Agustín, en Florida, donde se le concedió asilo. En aquella
época, la Florida española era un santuario para los esclavos que huían de las colonias británicas y fue, de hecho, el primer territorio del actual EEUU donde los negros fueron libres.
Se lo explicáis a todos los negrolegendarios que acusan al imperio español de racista.
Tras llegar a Florida y bautizarse en la fe católica, Mandinga tomó el nombre español de Francisco Menéndez y ayudó en la defensa de San Agustín frente a los ingleses en 1727, forjándose una reputación de líder.
Se le otorgó el rango de capitán de las milicias negras del Ejército Español en Florida.
Con 24 años, se convirtió en el comandante del Fuerte de Gracia Real de Santa Teresa de Mosé (un día haré un hilo sobre el Fuerte Mosé) tras su construcción en 1738.
Ese asentamiento ya daba cobijo por entonces a 100 esclavos huidos de las colonias británicas entre hombres, mujeres y niños.
Los milicianos negros de Menéndez deseaban vengarse de los ingleses por los sufrimientos que les habían provocado durante la esclavitud. Además, estaban movidos por un fuerte amor y gratitud hacia España, hasta tal punto que juraron ser "los enemigos más crueles de los ingleses
y derramar hasta su última gota de sangre en defensa de la Gran Corona de España y la Santa Fe". Junto a ellos también combatieron indios semínolas.
En junio de 1740 los ingleses lograron tomar el Fuerte Mosé, en su camino hacia la ciudad de San Agustín.
Pero sólo un mes después las tropas regulares comandas por el capitán Antonio Salgado y las milicias negras y seminolas de Francisco Menéndez contraatacaron, en una operación de madrugada que cogió a los ingleses por sorpresa .
Fueron masacrados.
Se frenó la ofensiva británica sobre San Agustín, dando tiempo a la llegada de refuerzos españoles desde La Habana.
Durante la batalla, Fuerte Mosé quedó tan dañado que Menéndez y sus hombres tuvieron que asentarse en San Agustín.
Poco después, Menéndez y algunos de sus hombres se unieron a un barco corsario, el cual fue capturado por un buque británico llamado "Revenge".
Cuando los ingleses descubrieron la identidad de Menéndez, amenazaron con castrarle como venganza por la victoria de Fuerte Mosé.
Al final escogieron otro castigo brutal: 200 latigazos echándole sal en las heridas para que no curasen.
Tras ello, fue enviado como esclavo a las islas Bahamas, de donde consiguió huir de nuevo y volver a San Agustín.
Allí ayudó a reconstruir el mítico Fuerte Mosé en 1752, convirtiéndose de nuevo en su comandante, ya con 38 años.
En 1763, tras la entrega de la Florida española a Inglaterra, Menéndez y sus milicianos negros se marcharon a Cuba, pues se negaban a vivir bajo la bandera británica. Una vez en la isla, que entonces era parte de España, fundaron una comunidad llamada San Agustín de la Nueva Florida, en la actual provincia cubana de Matanzas.
La historia de Menéndez y sus milicianos negros es reivindicada hoy por negros de EEUU como parte de su legado español, llevándose a cabo recreaciones históricas sobre los combates que los regulares españoles, las milicias negras y sus aliados semínolas contra los ingleses.
Ca "Leopardo"- Acto de soberanía, el 24 de noviembre de 1978, partiendo de la base aérea del Palomar, rumbo a Ushuaia al intento de recuperar las islas Nueva,..Picton y Lennox,..en litigio con Chile.
En esta foto se puede ver al sacerdote dando la extremaunción el día 19/12/78, en el Regimiento de Infantería 2 Paracaidistas…
Ese 22 de Diciembre el avión estuvo listo para saltar en Santiago con 60 Paracaidistas y otro grupo de comandos para neutralizar las comunicaciones y lograr el cruce de la infantería.
Ramón Lista era oficial mayor del departamento de Marina cuando en 1886 fue designado por el gobierno para explorar la parte argentina de la Tierra del Fuego, en un área comprendida entre el cabo Espíritu Santo al norte y la bahía Aguirre al sur.
Había nacido en Buenos Aires el 13 de septiembre de 1856, su abuelo había sido un militar de renombre en las guerras de la independencia y en las luchas civiles. Como integrante de la Sociedad Científica Argentina realizó diversas expediciones tanto al sur, como cuando recorrió el río Santa Cruz o bien cuando estudió el territorio misionero. En Europa había profundizado sus estudios de ciencias naturales y geografía.
En esta expedición fue nombrado su ayudante el cirujano de segunda clase de la Armada Polidoro Segers y fue asistido por una escolta de 25 soldados, comandados por el capitán de caballería José Marzano. Completaba el grupo el cura salesiano José Fagnano, fundador y director de la misión en Carmen de Patagones. En noviembre de 1883, elevado a la categoría de monseñor, el religioso había sido nombrado por la Santa Sede Prefecto Apostólico de la Patagonia Meridional, Tierra del Fuego y Malvinas.
El 31 de octubre zarparon en el vapor Villarino, que estaba al mando del capitán de fragata Federico Spurr. Completaba el pasaje algunos que desembarcarían en Chubut. El 2 de noviembre distinguieron la torre de la iglesia de Mar del Plata, luego hicieron una escala en el río Negro y cuando entraron a Santa Cruz, comprobaron que el paisaje no había cambiado con el correr de los años, y que se veía la misma soledad y la ausencia de vegetación.
A Río Gallegos la llamaban “la California del sud” por los buscadores de oro que se aventuraban en sus tierras en la búsqueda del precioso metal. El 20 de noviembre pusieron proa al destino final. Al día siguiente llegaron a la bahía de San Sebastián, ubicada en el norte de la isla de Tierra del Fuego.
Por un lado desembarcó el capitán Marzano con diez hombres y seis mulas, mientras que en una lancha a vapor lo hizo Lista, llevando víveres y equipos. Segers y Fagnano quedaron a bordo para supervisar la descarga y el desembarco de unas cincuenta ovejas que habían llevado para tener carne fresca.
Eligieron un pequeño cañadón para levantar el campamento. La gran incógnita la representaban los indígenas, de los que poco y nada se sabía. Sobraban los comentarios y las habladurías entre el grupo de hombres, que decían que los selk’nams se comían a las viejas, que eran enanos con cola y que vivían bajo tierra.
Con el correr de las horas, algunos de ellos se hicieron ver pero enseguida corrían ante la presencia de los centinelas. En una de esas corridas, incendiaron el pasto para cubrir su huida. Por precaución, se mandó cargar las armas, según el relato que dejó escrito el propio Lista.
Mientras tanto, continuó la descarga de unos 80 o 90 cajones con víveres, provisiones y enseres.
El fatídico 25 de noviembre, Lista dispuso que había que conocer el lugar donde vivían los indígenas. A las siete de la mañana salió junto al capitán y diez soldados. Demoraron dos horas de marcha, a veces al paso y otras al trote, para dar con la toldería.
Era evidente que los indígenas los habían visto y habían escapado, porque no había nadie, aunque los fuegos estaban encendidos. Uno de los soldados, expertos en seguir rastros, dio la posición donde estaban, justo detrás de una loma, a unas tres leguas de la bahía.
Cuando llegaron al lugar, los naturales volvieron a escapar y dejaron a un bebé, que los soldados colocaron sobre la grupa de una mula.
Cuando los soldados los alcanzaron, los indígenas estaban protegidos, formando un semicírculo. Según Lista, fueron recibidos por una lluvia de flechas. Ordenó no responder el ataque, aunque dispuso disparar sin dirección.
La reacción provocó una nueva andanada de flechas, una de las cuales hirió a un soldado cerca de su tetilla izquierda. Los indígenas volvieron a ocultarse.
La noche se acercaba y Lista pretendía terminar con la amenaza que suponía para el campamento este grupo de selk’nams, y decidió atacarlos. A la izquierda estaba el capitán con tres soldados, al centro él mismo, y a la derecha el resto de los hombres.
En la arremetida, el capitán resultó herido en la cabeza por una flecha pero continuó avanzando. Las descargas de las carabinas fueron letales: en instantes resultaron muertos 28 indígenas, entre ellos se distinguía un hombre de cuerpo atlético, que Lista dedujo que era el jefe.
Dijo haber hecho nueve prisioneros, a los que hizo embarcar para enviarlos a Buenos Aires. Eran tres mujeres y seis niños.
Dos días después le escribió una carta al presidente Miguel Juárez Celman. A pesar de la gravedad del hecho vivido, comenzó describiendo el paisaje fueguino y se lamentó que “la existencia de oro parece problemática” y que “hasta ahora no hallé ni una sola pajilla de ese metal”.
Luego describió el combate “que tuve que librar con diez hombres contra cuarenta salvajes ocultos en los matorrales”, “a pesar de nuestras demostraciones pacíficas, pretendieron rechazarnos arrojándonos un enjambre de flechas”.
Admitió haber matado a 26, “todos de estatura gigantesca y de corpulencia similar a los tehuelches”.
Fagnano le protestó airadamente y le recriminó que con persuasión y paciencia podrían haber llegado a un acuerdo con los nativos. Lista amenazó con fusilarlo.
Lo anteriormente descripto fue escrito por el propio Lista en su libro “Viaje al país de los onas – Tierra del Fuego”, que dio a conocer en 1887. Estaba convencido de que los fueguinos eran antropófagos y que si eran capturados sostenía que hubiesen sido degollados o torturados.
La otra versión era mucho más cruel. En la expedición de Lista por localizar a los aborígenes, cuando los encontraron, dio la orden de disparar. Y que cuando creyeron haber matado a todos, encontraron a uno oculto en los pastizales y lo remataron de 28 tiros.
La expedición finalizó a fines de enero del año siguiente. Cuando volvió a Buenos Aires, ni él ni sus soldados sufrieron castigo alguno. Fue nombrado en 1887 gobernador de Santa Cruz, cargo que ejerció hasta 1892. Ocupó gran tiempo en explorar la región.
Lista sería el fundador de la Sociedad Geográfica Argentina y era un verdadero apasionado por la ciencia. Escribió varios libros y trabajos sobre arqueología, antropología y ciencias naturales.
Con el correr del tiempo fue cambiando su visión sobre el indígena, cuando opinaba que era una “raza degradada, que seguramente ocupa el bajo nivel entre todos los pueblos salvajes”. En su estancia en el sur había formado familia con Koila, una mujer tehuelche. Aprendió a entenderlos, a estimarlos y a valorarlos, al punto de escribir un libro sobre ellos “Los tehuelches, una raza que desaparece”, editado en 1894.
En Buenos Aires permanecía su esposa Agustina Pastora Andrade, la hija del poeta Olegario Víctor Andrade, con quien se había casado en 1879 en la iglesia de San Ignacio. Tenían dos hijas.
Por un tiempo acompañó a su marido en las lejanas tierras del sur, pero luego decidió regresar a Buenos Aires cuando, al parecer, ella se enteró de la amante de su marido y de la existencia de una hija, Ramona Cecilia, a la que le ha dado su apellido.
Su esposa terminó su vida con un tiro en el pecho. El presidente Carlos Pellegrini lo hizo llamar a Buenos Aires y debió dejar la gobernación. Sus viejos amigos y personajes influyentes lo abandonaron y fueron inútiles sus esfuerzos por conseguir trabajo. En 1896 encaró una expedición al chaco salteño y el 23 de noviembre de 1897 apareció muerto de un tiro, que no se supo si fue un suicidio o si alguno de los baqueanos que lo acompañaban lo asesinaron para robarle.
Sus amigos de la Sociedad Geográfica Argentina se ocuparon de traer sus restos a Buenos Aires y fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta, con la asistencia de lo más granado de la sociedad.
Desde 1992, el 25 de noviembre, cuando se perpetró la primera masacre de nativos de la isla de Tierra del Fuego, se conmemora el día del Indígena Fueguino.
22 de Noviembre de 1861.
Se conoce como la matanza de Cañada de Gómez para otros historiadores también como batalla de Cañada de Gómez a la incursión sorpresiva de tropas del ejército del Estado de Buenos Aires sobre unidades del ejército de la Confederación Argentina acantonadas en la zona de la localidad de Cañada de Gómez (provincia de Santa Fe), el 22 de noviembre de 1861. La batalla de Pavón, librada el 17 de septiembre de 1861, había marcado una victoria en el campo de batalla del ejército de la Confederación Argentina, pero una retirada de Urquiza que permitió al derrotado ejército del Estado de Buenos Aires, comandado por Mitre, que había retirado sus tropas hacia San Nicolás, rearmar sus fuerzas y avanzar sobre tierras santafesinas.
El avance mitrista comenzó más de 40 días después de Pavón. Las tropas del ejército de Buenos Aires comenzaron a moverse hacia Rosario limpiando la zona de todo hombre con edad de combatir.
Mientras el general Mitre se internaba en la provincia de Santa Fe, el grueso del ejército confederado se encontraba al mando de Benjamín Virasoro en las proximidades de Cañada de Gómez, esperando un regreso de Urquiza que nunca llegaría.
Sobre la noche del 22 de noviembre de 1861, mientras las guarniciones federales dormían, las legiones del ejército unitario comandadas por Venancio Flores realizaron un ataque sorpresivo pasando a degüello a más 300 hombres.
El estudio, titulado “¿ Un muro o un camino? Una investigación basada en sensores remotos sobre las fortificaciones en la frontera oriental de Roma , no sólo demuestra la existencia de las estructuras, sino que también cuestiona su propósito, y ahora se cuestiona una teoría ampliamente aceptada de los años 30.
Anteriormente se creía que los fuertes en esta región se usaban como una forma de defensa contra el Imperio Sasánida, pero ahora se teoriza que, en cambio, se usaban para ofrecer un paso seguro a los viajeros a lo largo de una ruta que no tenía mucha presencia militar. tráfico. La teoría anterior fue propuesta por primera vez por el misionero jesuita padre Antoine Poidebard.
Para localizar los fuertes en las fotografías, el equipo dividió las imágenes en cuadrados de cinco kilómetros y utilizó mapas de referencia del estudio aéreo de Poidebard en las décadas de 1920 y 1930. El misionero francés notó las estructuras por primera vez mientras sobrevolaba el desierto sirio en un biplano y luego descubrió 116 fuertes de la época romana.
Mientras continuaban estudiando las imágenes de satélite, descubrieron que los fuertes romanos no se extendían simplemente en una línea singular de norte a sur, como se pensaba anteriormente. También se colocaron cientos de ellos de este a oeste, y se descubrieron 396 en toda la estepa siria, abarcando 116.000 millas cuadradas.
“Cuando encuentras algo romano, lo sabes. Es grande, cuadrado y de piedra”, dijo Casana a Science.org . "Una de las cosas que se hizo evidente fue que había muchas más cosas cuadradas de las que pensábamos".
Añadió en una entrevista con Space.com : “Estos fuertes tienen una forma similar a muchos fuertes romanos de otras partes de Europa y el norte de África. Hay muchos más fuertes en nuestro estudio que en otros lugares, pero esto puede deberse a que están mejor conservados y son más fáciles de reconocer. Sin embargo, podría haber sido un producto real de la construcción intensiva de fuertes, especialmente durante los siglos II y III d.C.”
Si bien los próximos pasos implicarían que el equipo haga planes para realizar una excavación, los disturbios en la región hacen que esta sea una tarea demasiado peligrosa. Se espera que se pueda examinar mejor el lugar una vez que las tensiones hayan disminuido.
Un prisionero sobreviviente del campo de prisioneros de Andersonville, el propio campo de concentración de Estados Unidos, 1864-1865
Andersonville o también conocido como el campo de Sumter, fue un campo de concentración administrado por los confederados durante la guerra civil estadounidense para soldados de la Unión. Estuvo en funcionamiento durante los últimos 14 meses de la guerra civil. Andersonville tenía aproximadamente 45,000 y 13,000 de ellos morirían como resultado de su internamiento en Andersonville.
Andersonville tuvo varios problemas que llevaron a altas tasas de mortalidad. Es más fácil compilarlos en una lista. También proporcionaré un mapa de Andersonville para que pueda ver estas características más fácilmente. Aquí están:
1. El suministro de agua estaba muy contaminado. Andersonville tenía un río muy pequeño que fluía a través de él, en el que los soldados confederados arrojaban heces y orina río arriba para propagar enfermedades en el campamento.
2. Enfermedades como el escorbuto, la diarrea y la disentería eran muy comunes. Los parásitos como el anquilostoma también eran comunes. Muchos presos murieron de enfermedades ya que se practicaba muy poca higiene.
3. Era muy difícil escapar de las defensas alrededor del campamento. Una empalizada alta de 19 pies dificultaba que alguien saliera del campamento. Los guardias de las plataformas llamadas palomares disparaban a cualquiera que veían tratando de escapar.
4. La comida era muy mala en el campamento y cualquier alimento con algún tipo de valor nutricional bueno era raro.
5. La estructura social desempeñó un papel vital. Los presos a menudo se encontraban en grupos. Cada uno de estos grupos jugó un papel diferente en la jerarquía de la prisión. Ejemplos de estos grupos fueron los Anderson Raiders y los Reguladores. Los asaltantes atacarían a otros grupos y robarían alimentos, suministros y ropa. Los reguladores se crearon para combatir a los asaltantes e incluso celebraron sesiones judiciales, en las que los presos ahorcaron a 6 asaltantes por sus delitos contra otros reclusos.
6. Los presos no recibieron ropa, y esto dejó a los presos con sus uniformes que se hicieron jirones a medida que pasaban los meses y exponían a los presos a los elementos.
La batalla de Pavía se libró el 24 de febrero de 1525 entre el ejército francés al mando del rey Francisco I y las tropas germano-españolas del emperador Carlos V, con victoria de estas últimas, en las proximidades de la ciudad italiana de Pavía.
En el primer tercio del siglo XVI, Francia se veía rodeada por las posesiones de la Casa de los Habsburgo. Esto, unido a la obtención del título de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por parte de Carlos I de España en 1520, puso a la monarquía francesa contra las cuerdas. Francisco I de Francia, que también había optado al título, vio la posibilidad de una compensación anexándose un territorio en litigio, el ducado de Milán (Milanesado). A partir de ahí, se desarrollaría una serie de contiendas de 1521 al 1524 entre la corona Habsburgo de Carlos V y la corona francesa de la Casa de Valois.
El 27 de abril de 1522 tuvo lugar la batalla de Bicoca, cerca de Monza. Se enfrentaron por un lado el ejército franco-veneciano, al mando del general Odet de Cominges, vizconde de Lautrec, con un total de 28 000 soldados que contaba con 16 000 piqueros suizos entre sus filas y por otro el ejército imperial con un total de 18 000 hombres al mando del condotiero italiano Prospero Colonna. La victoria aplastante de los tercios españoles sobre los mercenarios suizos hizo que en castellano la palabra «bicoca» pasara a ser sinónimo de «cosa fácil o barata».
La siguiente batalla se produjo el 30 de abril de 1524, la batalla de Sesia, cerca del río Sesia. Un ejército francés de 40 000 hombres, mandado por Guillaume Gouffier, señor de Bonnivet, penetró en el Milanesado, pero fue igualmente rechazado. Fernando de Ávalos, marqués de Pescara, y Carlos III de Borbón (que recientemente se había aliado con el emperador Carlos V) invadieron la Provenza. Sin embargo, perdieron un tiempo valioso en el sitio de Marsella, lo que propició la llegada de Francisco I y su ejército a Aviñón y que propició que las tropas imperiales se retiraran.
El 25 de octubre de 1524, el propio rey Francisco I cruzó los Alpes y a comienzos de noviembre entraba en la ciudad de Milán (poniendo a Louis II de la Trémoille, como gobernador) después de haber arrasado varias plazas fuertes. Las tropas españolas evacuaron Milán y se refugiaron en Lodi y otras plazas fuertes. 1000 soldados españoles, 5000 lansquenetes alemanes y 300 jinetes pesados, mandados todos ellos por Antonio de Leyva, se atrincheraron en la ciudad de Pavía. Los franceses sitiaron la ciudad con un ejército de aproximadamente 30 000 hombres y una poderosa artillería compuesta por 53 piezas. Durante el asedio, los hombres del rey de Francia ocuparon y saquearon los numerosos monasterios y pueblos que se encontraban fuera de los muros de Pavía.5 El grueso de las tropas de Francisco I (incluidos los lansquenetes de la banda negra) se desplegó en la zona oeste de la ciudad, cerca de San Lanfranco (donde se instaló Francisco I) y de la basílica de San Salvatore, mientras que la infantería y grupos mercenarios de caballeros acuartelados al este de Pavía, entre el monasterio de San Giacomo della Vernavola, el de Santo Spirito y Gallo, el de San Pietro in Verzolo y la iglesia de San Lazzaro y Galeazzo Sanseverino, con la mayor parte de la caballería pesada, ocuparon el castillo de Mirabello y el parque Visconti al norte de la ciudad.
Batalla de Pavía | ||||
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Guerra de los Cuatro Años Parte de guerra italiana de 1521-1526 | ||||
La Batalla de Pavía, por un desconocido pintor flamenco del siglo XVI. | ||||
Fecha | 24 de febrero de 1525 | |||
Lugar | Pavía, Italia | |||
Coordenadas | 45°11′51″N 9°09′54″E | |||
Resultado | Victoria decisiva de la Monarquía Hispánica | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
Fuerzas en combate | ||||
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Bajas | ||||
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Antonio de Leyva, veterano de la guerra de Granada, supo organizarse para resistir con 6300 hombres más allá de lo que el enemigo esperaba, además del hambre y las enfermedades. Mientras tanto, otras guarniciones imperiales veían cómo el enemigo reducía su número para mandar tropas a Pavía. Mientras los franceses aguardaban la capitulación de Antonio de Leyva, recibieron noticias de un ejército que bajaba desde Alemania para apoyar la plaza sitiada. Más de 15 000 lansquenetes alemanes y austríacos, bajo el mando de Jorge de Frundsberg, tenían órdenes del emperador Carlos V de poner fin al sitio y expulsar los franceses del Milanesado. Francisco I decidió dividir sus tropas: ordenó que parte de ellas se dirigieran a Génova y Nápoles e intentaran hacerse fuertes en estas ciudades. Mientras, en Pavía, los mercenarios alemanes y suizos comenzaban a sentirse molestos porque no recibían sus pagas. Los generales españoles empeñaron sus fortunas personales para pagarlas. Viendo la situación de sus oficiales, los arcabuceros españoles decidieron que seguirían defendiendo Pavía, aún sin cobrar sus pagas.
Sin embargo, incluso en la ciudad la situación empezaba a ser preocupante: las reservas de víveres comenzaban a agotarse y, sobre todo, faltaba dinero para pagar los sueldos de los lansquenetes. Para solucionar el problema, el incansable Antonio de Leyva hizo reabrir la casa de moneda, requisó oro y plata a los cuerpos eclesiásticos urbanos, a la universidad y a los ciudadanos más adinerados, llegando incluso a donar sus propias platerías y joyas, e hizo acuñar monedas para pagar los soldados.
El parque Visconti, en el que tuvo lugar la batalla.
A mediados de enero de 1525 llegaron los refuerzos bajo el mando de Fernando de Ávalos, marqués de Pescara, Carlos de Lannoy, virrey de Nápoles y Carlos III, contestable de Borbón. Fernando de Ávalos consiguió capturar el puesto avanzado francés de San Angelo, cortando las líneas de comunicación entre Pavía y Milán. Finalmente llegaron los refuerzos imperiales a Pavía, compuestos por 13 000 infantes alemanes, 6000 españoles y 3000 italianos con 2300 jinetes y 17 cañones,8 los cuales abrieron fuego el 24 de febrero de 1525. Los franceses decidieron resguardarse y esperar, sabedores de la mala situación económica de los imperiales y de que pronto los sitiados serían víctimas del hambre. Sin embargo, atacaron varias veces con la artillería los muros de Pavía. Pero las tropas desabastecidas, lejos de rendirse, comprendieron que los recursos se encontraban en el campamento francés, después de una arenga pronunciada por Antonio de Leyva.
En la noche del 23 de febrero, las tropas imperiales de Carlos de Lannoy, que habían acampado fuera del muro este del Parque Visconti, comenzaron su marcha hacia el norte a lo largo de los muros. Aunque Konstam indica que al mismo tiempo, la artillería imperial inició un bombardeo de las líneas de asedio francesas -que se había convertido en rutina durante el asedio prolongado- para ocultar el movimiento de Lannoy,9 Juan de Oznaya (soldado que participó en la batalla y escribió al respecto en 1544) indica que en ese momento, las tropas imperiales prendieron fuego a sus tiendas para inducir a error a los franceses haciéndoles creer que se retiraban.10 Mientras tanto, los ingenieros imperiales trabajaron rápidamente para crear una brecha en los muros del parque, en Porta Pescarina, cerca del pueblo de San Genesio, a través de la cual podría entrar el ejército imperial. Posteriormente conquistaría a los franceses el castillo de Mirabello.
En la parte central del Parque Visconti se encuentra ahora el Parque Vernavola, a lo largo de estas orillas, cubiertas por la maleza, los arcabuceros españoles diezmaron a la caballería francesa.
Mientras tanto, un destacamento de caballería francesa al mando de Charles Tiercelin se encontró con la caballería imperial y comenzó una serie de escaramuzas con ellos. Una masa de piqueros suizos al mando de Robert de la Marck, Seigneur de la Flourance se acercó para ayudarlos, invadiendo una batería de artillería española que había sido arrastrada al parque.12 Echaron de menos a los arcabuceros de De Basto, que a las 6:30 a. m. habían salido del bosque cerca del castillo y lo habían invadido rápidamente, y tropezaron con 6.000 lansquenetes de Georg Frundsberg. A las 7:00 a. m., se había desarrollado una batalla de infantería a gran escala no lejos de la brecha original.
Formaciones de piqueros flanqueados por la caballería comenzaron abriendo brechas entre las filas francesas. Los tercios y lansquenetes formaban de manera compacta, con largas picas protegiendo a los arcabuceros. De esta forma, la caballería francesa caía al suelo antes de llegar incluso a tomar contacto con la infantería.
Los franceses consiguieron anular la artillería imperial, pero a costa de su retaguardia. En una arriesgada decisión, Francisco I ordenó un ataque total de su caballería. Según avanzaban, la propia artillería francesa —superior en número— tenía que cesar el fuego para no disparar a sus hombres. Los 3000 arcabuceros de Alfonso de Ávalos dieron buena cuenta de los caballeros franceses, creando desconcierto entre estos. Mientras Carlos de Lannoy al mando de la caballería y Fernando de Ávalos al mando de la infantería, luchaban ya contra la infantería francesa mandada por Francois de Lorena y Ricard de la Pole.
En ese momento, Leyva sacó a sus hombres de la ciudad para apoyar a las tropas que habían venido en su ayuda y que se estaban batiendo con los franceses, de forma que los franceses se vieron atrapados entre dos fuegos que no pudieron superar. Los imperiales empezaron por rodear la retaguardia francesa —mandada por el duque de Alenzón— y cortarles la retirada. Aunque agotados y hambrientos, constituían una muy respetable fuerza de combate. Guillaume Gouffier de Bonnivet, el principal consejero militar de Francisco, se suicidó (según Brantôme, al ver el daño que había causado, deliberadamente buscó una muerte heroica a manos de las tropas imperiales). Los cadáveres franceses comenzaban a amontonarse unos encima de otros. Los demás, viendo la derrota, intentaban escapar. Al final las bajas francesas ascendieron a 8000 hombres.
Captura del Rey Francisco I en la Batalla de Pavía (1681), por Jan Erasmus Quellinus, Kunsthistorisches Museum.
Deshecha la caballería francesa por la caballería hispano-imperial y los arcabuceros españoles, el rey de Francia huía a caballo cuando tres hombres de armas españoles lo alcanzaron rodeándolo. Le mataron el caballo y lo derribaron a tierra. Fueron el vasco Juan de Urbieta, el gallego Alonso Pita da Veiga y el granadino Diego Dávila. Pita da Veiga le tomó la manopla izquierda de su arnés y una banda de brocado que traía sobre las armas, con cuatro cruces de tela de plata y un crucifijo de la Veracruz. Diego Dávila le arrebató el estoque y la manopla derecha. Caído el rey a tierra, se apearon Urbieta y Pita da Veiga, le alzaron la vista y les dijo que era el rey, que no lo matasen.14
"(...) y allegado yo (Alonso Pita da Veiga) por el lado izquierdo le tomé la manopla y la banda de brocado con quatro cruces de tela de plata y en medio el cruçifixo de la veracruz que fue de carlomanno y por el lado derecho llegó luego Joanes de orbieta y le tomó del braço derecho y diego de ávila le tomó el estoque y la manopla derecha y le matamos el caballo y nos apeamos Joanes e yo y allegó entonces Juan de Sandobal y dixo a diego de ávila que se apease e yo le dixe que donde ellos e yo estábamos no eran menester otro alguno y preguntamos por el marqués de pescara para se lo entregar y estando el Rey en tierra caydo so el caballo le alçamos la vista y él dixo que era el Rey que no le matásemos y de allí a media ora o más llegó el viso rey que supo que le teníamos preso y dixo que el era viso Rey y que él avía de tener en guarda al Rey e yo le dixe que el Rey era nuestro prisionero y que él lo tubiese en guarda para dar quenta del a su magestad y entonçes el viso Rey lo llebantó y llegó allí monsiur de borbón y dixo al Rey en francés aquí está vuestra alteza y el Rey le Respondió vos soys causa que yo esté aquí y mosiur de borbón respondió vos mereçeys vien estar aquí y peor de los que estays y el viso Rey Rogó a borbón que callase y no halase más al Rey/ y el Rey cabalgó en un quartago Ruçio y lo querían llebar a pavía y el dixo al viso rey que le Rogaba que pues por fuerça no entrara en pavía que aora lo llebasen al monesterio donde él abía salido (...)".15
En la batalla murieron comandantes franceses como Bonnivet, Luis II de La Tremoille, La Palice, Suffolk, Galeazzo Sanseverino y Francisco de Lorena, y otros muchos fueron hechos prisioneros, como el condestable Anne de Montmorency y Robert III de la Marck.
Carlos V visitando a Francisco I después de la batalla de Pavía, por Richard Parkes Bonington (acuarela sobre papel de 1827).
Tras la batalla Francisco I fue llevado a Madrid, donde llegó el 12 de agosto, quedando custodiado en la Casa y Torre de los Lujanes. La posición de Carlos V fue extremadamente exigente, y Francisco I firmó en 1526 el Tratado de Madrid. Francisco I renunciará al Milanesado, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña.
Cuenta la leyenda que en las negociaciones de paz y de liberación de Francisco I, el emperador Carlos V renunció a usar su lengua materna (francés borgoñón) y la lengua habitual de la diplomacia (italiano) para hablar por primera vez de manera oficial en Idioma español.
Posteriormente Francisco I se alió con el Papado para luchar contra La Monarquía Hispánica y el Sacro Imperio Romano Germánico, lo que produjo que Carlos V atacara y saqueara Roma en 1527 (Saco de Roma).
En la actualidad se sabe que Francisco I no estuvo en el edificio de los Lujanes, sino en el Alcázar de los Austrias que, tras un incendio, fue sustituido por el actual Palacio Real de Madrid. Carlos V se desvivió por lograr que su "primo" Francisco se sintiera cómodo y lleno de atenciones.
Gran parte de la batalla tuvo lugar dentro de la inmensa reserva de caza de los duques de Milán, el Parque Visconti, que se extendía por más de 2.200 hectáreas. El Parque Visconti ya no existe, la mayor parte de sus bosques fueron cortados entre los siglos XVI y XVII para dar cabida a los campos, sin embargo sobreviven tres reservas naturales que pueden considerarse herederas del parque, son la garza de la Carola, que de Porta Chiossa y el Parque Vernavola, que ocupan una superficie de 148 hectáreas. En particular, algunos de los episodios más importantes de la batalla tuvieron lugar dentro del parque Vernavola, que se extiende al suroeste del Castillo de Mirabello.
Cerca del parque, en 2015, se encontraron dos balas de cañón durante unos trabajos agrícolas, probablemente disparadas por la artillería francesa.17 Aunque mutilado parcialmente durante los siglos XVIII y XIX, cuando se transformó en una granja, el Castillo de Mirabello, antigua sede del capitán ducal del parque, sigue en pie hoy a poca distancia de Vernavola y conserva en su interior algunos elementos decorativos curiosos (chimeneas, frescos y vidrieras) aún no suficientemente restauradas y estudiadas, en estilo gótico tardío francés, añadidas a la estructura del período Sforza durante la primera dominación francesa del Ducado de Milán (1500-1513).
Castillo de Mirabello.
Unos dos kilómetros al norte, por la carretera Cantone Tre Miglia, se encuentra la masía Repentita, donde fue capturado Francisco I y, según la tradición, fue alojado. El conjunto aún conserva partes de la mampostería del siglo XV y una inscripción colocada en el muro exterior recuerda el acontecimiento.
En la cercana localidad de San Genesio ed Uniti en vía Porta Pescarina quedan algunos restos de la puerta del parque donde, en la noche del 23 al 24 de febrero de 1525, los imperiales hicieron las tres brechas que dieron inicio a la batalla. Menos evidentes son las huellas de la batalla de Pavía: las murallas de la ciudad, que defendían la ciudad durante el asedio, fueron sustituidas, a mediados del siglo XVI, por robustos baluartes, parcialmente conservados. En cambio, además del Castillo Visconti (donde se conserva la lápida de Eitel Friedrich III, Conde de Hohenzollern, capitán del Landsknechte), dos puertas de las murallas medievales: Porta Nuova19 y Porta Calcinara. Las afueras del este de Pavía albergan algunos monasterios (casi todos ahora desconsagrados) que albergaron a los mercenarios suizos y alemanes de Francisco I, como el monasterio de Santi Spirito y Gallo, el de San Giacomo della Vernavola, el de San Pietro in Verzolo y la iglesia de San Lazzaro, mientras que en la occidental se encuentra la iglesia de San Lanfranco (donde se asentó Francisco I) y la basílica de Santissimo Salvatore. En la iglesia de San Teodoro hay un gran fresco que representa la ciudad durante el asedio de 1522, en él, con cierta riqueza de detalles, se representa Pavía y sus alrededores, tal y como debían ser en el momento de la batalla.