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miércoles, 21 de febrero de 2024

SGM: Capra captura la muerte del "último hombre" en la guerra

El último hombre que murió durante la Segunda Guerra Mundial, 1945




Raymond J. Bowman fue un soldado estadounidense que estuvo en Leipzig, Alemania, en abril de 1945. Ha estado en acción en Bélgica y Francia. Estaba en el balcón de un edificio sosteniendo una posición de ametralladora, para cubrir a otras tropas de a pie que pasarían cerca de su posición.
Bowman recibió un disparo en la mejilla de un francotirador alemán y murió instantáneamente. Esta imagen fue capturada por el fotógrafo Robert Capa. El título de la foto pretende enfatizar que dos semanas después, Alemania se rindió y que Bowman estaba muy cerca de sobrevivir a la guerra en Europa y posiblemente regresar a casa. Bowman no es el último hombre que murió en la Segunda Guerra Mundial, pero el título de la leyenda es el nombre oficial que se le da a la imagen.
Esta imagen es una de las más icónicas de toda la guerra. Bowman fue honrado por los residentes de Leipzig en 2016 cuando le pusieron su nombre a una calle, Bowmanstraße (calle Bowman).
Robert Capa dijo lo siguiente sobre la imagen:
"Fue una muerte muy limpia, en cierto modo muy hermosa y creo que eso es lo que más recuerdo de la guerra".

martes, 12 de noviembre de 2019

Chile: La muerte del camarógrafo Leonardo Henrichsen

La trágica historia del camarógrafo argentino que filmó su propia muerte en Chile 

El 29 de junio de 1973, hubo en Chile una asonada militar, rápidamente reprimida, que pasaría a la historia como “el tanquetazo”. Dicho movimiento se cobraría la vida de Leonardo Henrichsen quien, registrando el asedio de los sublevados al Palacio de la Moneda, filmó el momento justo en que un militar le disparaba y le daba muerte

Por Adrián Pignatelli || Infobae




Play "Imagen Final", el asesinato del camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen en Chile

La secuencia es corta, en blanco y negro. La cámara toma a un numeroso grupo de personas corriendo en dirección contraria al objetivo del camarógrafo. Muchos de saco y corbata, se nota que huyen de un peligro inminente; alguno hasta se atreve a saludar con su mano cuando advierte el lente que toma la escena. Luego que pasó ese grupo, aparece un camión militar, colmado de soldados.

Se ve claramente a un suboficial, pistola en mano, dar órdenes. El camarógrafo registra lo que acontece. En ese frenesí lleno de nerviosismo y confusión en las cercanías del Palacio de la Moneda, ese suboficial se da cuenta que lo están filmando. Apunta y dispara dos veces. El segundo da en el blanco. Porque el camarógrafo cae al piso junto con su cámara, que sigue encendida.

Luego de los tiros del suboficial, algunos soldados también le disparan. Fin de la escena.

Quedaría mortalmente herido sobre la calle Agustinas, frente al Banco Central de Chile, el camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen, que había sido enviado por la televisión sueca a cubrir el alzamiento militar.

Profesional destacado

Leonardo Henrichsen era un hombre corpulento, que pasaba el metro noventa, alegre y fuerte. Los camarógrafos debían serlo para poder llevar las pesadas cámaras que entonces se usaban.

Había nacido en Buenos Aires el 29 de mayo de 1940, tenía 33 años, estaba casado y era padre de tres hijos pequeños. Desde chico, fue un fanático de lo que sería su profesión. Se inició en el noticiero Sucesos Argentinos, de la mano de Tadeo Bortnowski, un camarógrafo polaco enrolado en el ejército inglés, que había peleado en el norte de Africa durante la Segunda Guerra Mundial.

  Leonardo había nacido en Buenos Aires el 29 de mayo de 1940, tenía 33 años, estaba casado y era padre de tres hijos pequeños

Henrichsen se había destacado en diversas coberturas periodísticas. Solía trabajar con “Cachito” Kovack, tan corpulento como él, de ahí su apodo. En el enfrentamiento entre Azules y Colorados, en 1962, dijo: “Voy a ver qué puedo hacer por ahí”. Llegó a registrar –protegido por una columna- a un avión cuando, en vuelo rasante, ametrallaba las vías del ferrocarril. “Le recomendaron que nunca se ponga enfrente de un avión que venga disparando”, recordó frente a Infobae el camarógrafo Félix Arrieta.

Luego de destacarse en la cobertura del Cordobazo en 1969, fue contratado por la televisión sueca. Trabajaba entonces en Canal 13, donde no sólo filmaba escenas de exteriores de telenovelas, sino que procesaba el material.

Arrieta, que estaba aprendiendo el oficio de laboratorista en Canal 13, subrayó que “Leonardo hizo una carrera rápida. Era muy talentoso y además hablaba y escribía perfectamente el inglés. Era difícil encontrar gente con educación superior y que además tuviera esa sensibilidad especial que hay que tener cuando se filma”.

“A mi regreso hablamos”

Ese junio de 1973 recibió un llamado de Suecia. Le pidieron que viajase a Chile, ya que tenían la información de que “algo iba a ocurrir”. Era el “tanquetazo”, la rebelión liderada por el teniente coronel Roberto Souper, del Regimiento Blindado 2 y alentada por la organización de extrema derecha “Patria y Libertad”. Esta rebelión sería sofocada por el general Carlos Prats González.

Félix Arrieta habló con él el día anterior a su partida. Por cuestiones de presupuesto, no pudo llevar a su ayudante Cachito. Contrataría a una sonidista en Chile.

Arrieta le había pedido trabajo. Tal vez habría un puesto en la televisión sueca. “Mañana viajo a Chile. Pero a mi regreso, hablamos”, le contestó Henrichsen.
  El disparo fatal. Treinta años después se supo el nombre del asesino: cabo segundo Héctor Hernán Bustamante Gómez, que en la película es el que dispara con la pistola. En 2006, se determinó que el delito había prescrito y fueron vanos los intentos por sentarlo en el banquillo de los acusados (captura "Imagen Final", Leonardo Henrichsen)

Ese 29 de junio, Henrichsen estaba en las cercanías del Palacio de la Moneda. El periodista era Jan Sandquist. Operaba una cámara Eclair, francesa. De su cinturón colgaba la batería. Tenía película de 16 mm color para grabar dos horas.


Luego de registrar la corrida de la gente, a escasas dos cuadras de La Moneda, Henrichsen percibió que los soldados les dispararían. Como un acto reflejo, le grito a su sonidista: “¡Cuidado, que nos disparan!”. La mujer se puso detrás suyo, y la bala que impactó en el camarógrafo, lo atravesó y le pasó por arriba de la cabeza de su asistente.


“Jan, me muero”, alcanzó a decirle al periodista. Según Arrieta, serían sus últimas palabras.



Pero la historia no había terminado.


El destino de la cámara

De los pisos superiores, hubo periodistas que no fueron testigos del momento de la muerte del camarógrafo, pero sí del instante en que los militares se deshacían de la cámara. Desde su casa en Valparaíso, Eduardo Labarca, periodista y escritor de 81 años, le recordó a Infobae que “cuando nos enteramos de la asonada militar, nos instalamos en los pisos superiores del edificio de la Corporación Nacional del Cobre”. De ahí vieron cómo el general Augusto Pinochet, desde un jeep, dirigía la represión contra los rebeldes.

“Observamos cómo un militar recogía el aparato, del que se había desprendido una pieza, y lo arrojaba dentro de una cámara de luz, ubicada en la esquina de las calles Morandé y Agustinas. Y un soldado quedó parado sobre esa tapa”.

Labarca le advirtió a las tropas leales el incidente de la cámara. Cuando la rebelión fue sofocada, Labarca fue convocado junto al presidente de Chile Films, Eduardo Paredes a Tomás Moro, la residencia presidencial que ocupaba Salvador Allende.

En el trayecto, escucharon por la radio la noticia de la muerte de Henrichsen.

Imágenes de la grabación del periodista argentino. Los militares habían tirado la cámara. Pudo recuperarse (Cinemateca Nacional Chilena)

Al llegar a la residencia, la cámara estaba allí. Apareció el propio Allende, quien vestía una capa negra forrada en rojo, regalo del embajador de España. Fue el que dirimió el tironeo que se generó sobre quién se llevaría el material que aún no se conocía su contenido. La puja la ganó Chile Films, en detrimento de Canal 7.

“Fue un momento muy emocionante cuando la llevé a los estudios. Ignorábamos lo que había filmado”, contó Labarca. Pero pronto les llegó la desazón al descubrir que la película reversible color que contenía era imposible de procesar. Sólo un lugar podía hacerlo, pero no era confiable.

El material se terminaría revelando en Buenos Aires, donde se hizo una copia que se emitiría en esos días. De regreso a Chile, quedaron conmovidos cuando vieron las breves imágenes que registran la muerte del argentino, quien ya había pasado a un segundo plano.

  El especial de Chile Films fue emitido por primera vez a las 11 de la mañana en todos los cines y a la hora fue secuestrado por la justicia. Sin embargo, la filmación recorrió el mundo ya que fue enviada a Cuba, a la Unión Soviética y a la República Democrática Alemana (captura Imagen Final)

Chile Films elaboraba noticieros de diez minutos que se emitían en los cines. Hicieron una edición especial de media hora en la que incluyeron este material que había sido encargado por la televisión sueca. “Cuando tuvimos la película, no tuvimos duda de apropiárnosla, no pensamos en el camarógrafo muerto”, admitió Labarca. Recién haría un mea culpa en 1996 con una carta pública que tituló “Morir es la noticia”.

El especial fue emitido por primera vez a las 11 de la mañana en todos los cines y a la hora fue secuestrado por la justicia. Sin embargo, la filmación recorrió el mundo ya que fue enviada a Cuba, a la Unión Soviética y a la República Democrática Alemana.


El autor de los disparos

Se demoraría 30 años en conocer la identidad del asesino. Era el cabo segundo Héctor Hernán Bustamante Gómez, que en la película es el que dispara con la pistola. En 2006, se determinó que el delito había prescrito y fueron vanos los intentos por sentarlo en el banquillo de los acusados. Falleció el 18 de diciembre de 2007.

Desde 1989, en Argentina se recuerda el 29 de junio como el Día del Camarógrafo. En 2013 se colocó una placa recordatoria en el lugar donde Henrichsen fue asesinado. No sólo había sido la única víctima fatal del “tanquetazo”, sino que pasaría a la historia como el camarógrafo que había filmado su propia muerte.
  La placa que recuerda el lugar donde cayó muerto Leonardo Henrichsen, el 29 de julio de 1973 en Santiago de Chile (Museo de la Memoria, Chile)

domingo, 22 de abril de 2018

Guerra de Vietnam: La masacre de My Lai

Las fotos que llevaron a los estadounidenses a preguntar '¿Qué estamos haciendo en Vietnam?'

Un fotógrafo de combate reflexiona sobre sus apasionantes fotos de la Masacre de My Lai 50 años después.


RONALD L. HAEBERLE / THE LIFE IMAGES COLLECTION / GETTY IMAGES

Por Evelyn Theiss | The Huffington Post

Fotografías de My Lai por Ron Haeberle

Esta historia apareció originalmente en FOTO.

Ron Haeberle fue un fotógrafo de combate en Vietnam cuando él y la unidad del ejército con la que viajaba - Compañía Charlie, 1er Batallón, 20º Regimiento de Infantería - aterrizaron cerca de la aldea de My Lai en la mañana del 16 de marzo de 1968. Los aldeanos no se alarmaron ; Los soldados estadounidenses habían visitado la región cerca de la costa vietnamita central anteriormente, sin incidentes. Pero en cuestión de minutos, las tropas abrieron fuego. En el transcurso de las próximas horas, mataron a ancianos, mujeres y niños. Violaron y torturaron. Arrasaron la aldea. Y cuando se publicaron las impactantes fotografías de Haeberle de sus atrocidades, más de un año después, las imágenes mostraban una verdad espantosa: los "muchachos" estadounidenses eran tan capaces de un salvajismo desenfrenado como cualquier soldado en cualquier lugar.

Para conmemorar el 50 aniversario de la masacre, hablé con Haeberle, en una entrevista exclusiva, en su casa en Ohio, sobre esa mañana de marzo; la operación rutinaria del Ejército que se convirtió en una pesadilla de vigilia; y cómo sus fotos cambiaron el curso de la guerra en Vietnam.


ARCHIVO BETTMANN

Conocí a Ron Haeberle por primera vez en 2009 cuando era periodista en Cleveland Plain Dealer, el periódico que, en noviembre de 1969, publicó por primera vez sus fotos de My Lai. Fui asignado a escribir una historia en el 40 aniversario de esa histórica exposición, y aunque mucho había sido escrito anteriormente sobre el reportero de Plain Dealer que escribió el artículo que corría junto a las fotos de Haeberle - Joe Eszterhas, más tarde el guionista de "Basic Instinct" y otras películas controvertidas: no encontré casi nada sobre el hombre que tomó las imágenes espeluznantes e icónicas de My Lai. ¿Estaba todavía vivo? ¿Todavía vive en Ohio?

Encontré un nombre, dirección y número de teléfono, pero no estaba seguro de si era Ron Haeberle. Sabiendo que un Haeberle reticente podía colgar si llamaba, manejé a la dirección, llamé a la puerta y me presenté. Era Ron, está bien, y gentilmente me pidió que entrara. Me quedé en su casa dos horas, ya que me habló de My Lai y de su propia vida desde 1968. Fue su primera gran entrevista desde que la historia se rompió cuatro décadas antes. . (Dijo a la BBC un par de citas en 1989, dijo, y ese fue el alcance de su contacto con la prensa).

Recientemente, FOTO me pidió que me acercara a Haeberle y le preguntara si volvería a visitar la historia para el 50 ° aniversario de la masacre. Él estuvo de acuerdo, y él y yo volvimos a uno de los capítulos más oscuros de la historia de los Estados Unidos, y su papel para sacarlo a la luz.


RONALD L. HAEBERLE / THE LIFE IMAGES COLLECTION / GETTY IMAGES

Ron Haeberle fue reclutado en 1966, después de asistir a la Universidad de Ohio, donde fue fotógrafo para el periódico escolar. Terminó en Hawaii con la Oficina de Información Pública del Ejército. A fines de 1967, comenzaba a parecer que su "gira" terminaría allí: una perspectiva decepcionante. "Como fotógrafo, quería ver lo que estaba sucediendo en Vietnam para mí", me dijo. Él solicitó una transferencia y fue enviado a Vietnam. A los 26 años, era más viejo que la mayoría de los miembros de Charlie Company, donde la edad promedio era solo 20.

La Compañía Charlie había estado juntos durante aproximadamente un año antes de que Haeberle se uniera a ella en marzo de 1968. La unidad no había participado en tiroteos, pero había perdido hombres por trampas explosivas y minas terrestres. Cuando aterrizaron en My Lai, estaban preparados para la acción; Se informó que las tropas del Viet Cong se escondían en la aldea. Esa información fue incorrecta. Pero al final, no importó: My Lai estaba condenado. Cuatro horas después de la llegada de Charlie Company, las cabañas del pueblo fueron quemadas y cientos de civiles murieron. (El número exacto de los asesinados se disputa hasta el día de hoy, con el cálculo oficial de los Estados Unidos de alrededor de 350, los vietnamitas dicen que más de 500 fueron asesinados).



Haeberle me dijo que acababa de conocer a los hombres en su unidad esa mañana. Casi tan pronto como aterrizaron, dijo: "Escuché un montón de disparos y pensé: 'Demonios, debemos estar en una zona caliente'. Pero después de un par de minutos no estábamos recibiendo ningún fuego, así que comenzamos a caminar hacia el pueblo. Vi lo que parecían ser civiles. Entonces vi a un soldado disparándoles. No pude entender lo que estaba pasando. No pude comprenderlo ".

La foto de los aldeanos asesinados en My Lai apareció, en blanco y negro, no en su color original, en la portada del Cleveland Plain Dealer el 20 de noviembre de 1969. (Haeberle tomó las fotos no con su cámara Leica emitida por el Ejército, pero con su propia cámara, una Nikon.) La mayoría de las víctimas en My Lai recibieron disparos; algunos fueron bayonetados. Mujeres y niñas fueron violadas y luego asesinadas. Al menos un soldado más tarde confesó haber cortado las lenguas de los aldeanos y haber despellejado a otros. Por supuesto, My Lai no fue el único caso de violación, tortura y asesinato por parte de las tropas de los EE. UU. En Vietnam. Pero en términos de intensidad y escala, y debido a las memorables fotografías de Haeberle, sigue siendo la masacre emblemática de la guerra.

Hoy, Ron Haeberle vive a unos 40 kilómetros del centro de Cleveland, en una atractiva casa en una tranquila calle sin salida. Su hogar está amueblado de forma sencilla, limpio y ordenado. Obras de arte originales de artistas vietnamitas, en su mayoría resúmenes, adornan las paredes. Uno de ellos es un delicado retrato de una mujer, que estira con gracia un brazo hacia el cielo.

Lo repentino de la violencia en My Lai fue especialmente aterrador. Haeberle me dijo que vio a un anciano con dos niños pequeños caminando hacia las tropas estadounidenses, con sus pertenencias en una canasta. "El anciano estaba gritando, '¡No VC! ¡No VC! 'Para hacerles saber a los soldados que él no era Viet Cong ", recordó Haeberle. Para su horror, el hombre y los niños fueron cortados frente a él. "Un soldado disparó a los tres", dijo.

Pasó más de un año de la masacre antes de que Haeberle se acercara a Plain Dealer con sus fotos, pero había comenzado a compartir sus imágenes de My Lai, en presentaciones de diapositivas ante grupos cívicos e incluso escuelas secundarias locales, luego de regresar al norte de Ohio en el la primavera de 1968. Las primeras diapositivas que mostró eran inofensivas: tropas con sonrientes niños vietnamitas; médicos ayudando a los aldeanos. Luego, imágenes de mujeres y niños muertos y mutilados llenaron la pantalla. "Simplemente hubo incredulidad", dijo Haeberle sobre la reacción. "La gente dijo: 'No, no, no. Esto no puede haber pasado '".


RONALD L. HAEBERLE / THE LIFE IMAGES COLLECTION / GETTY IMAGES

En un momento de la matanza, Haeberle y el reportero del Ejército Jay Roberts se encontraron con un grupo de aldeanos acurrucados por el miedo después de que las tropas atacaron a varias mujeres jóvenes. Haeberle tomó esta foto - una madre llorosa y llena de lágrimas llenando el centro del marco - y mientras Roberts y él salían de la escena, el fuego de los rifles explotó detrás de ellos. "Pensé que los soldados los estaban interrogando", me dijo Haeberle. "Entonces escuché el disparo. No pude volverme a mirar. Pero por el rabillo del ojo, los vi caer ".



 La imagen de Haeberle de terror y angustia en estos rostros, jóvenes y viejos, en medio de la matanza sigue siendo una de las fotografías más poderosas del siglo XX. Cuando el Plain Dealer (y más tarde, la revista LIFE) lo publicó, junto con media docena más, las imágenes recortaban gráficamente gran parte de lo que los EE. UU. Habían estado reclamando durante años sobre la conducta y los objetivos del conflicto. Los manifestantes anti-guerra no necesitaban persuadir, pero los estadounidenses "promedio" de repente se preguntaban: ¿Qué estamos haciendo en Vietnam?



A veces, el descubrimiento de un solo cuerpo era tan discordante como la aparición de docenas de cadáveres. Caminando hacia un camino de tierra conocido como Ruta 521, Haeberle y Jay Roberts notaron a una mujer en la distancia. "Ella estaba escondida detrás de una roca". La vi ponerse de pie y luego escuchó disparos ", me dijo Haeberle, la escena obviamente aguda en su mente 50 años después. "Sabía que había sido golpeada porque cayó detrás de la roca. Más tarde, la encontré allí tumbada y tomé esta foto ".



Imágenes horribles, no todas capturadas en cámara, permanecen con Haeberle hasta el día de hoy: un soldado que dispara despreocupadamente a un niño; otro montando un búfalo de agua, apuñalándolo repetidamente con su bayoneta.

La masacre fue reportada por primera vez por el periodista Seymour Hersh y distribuida por una pequeña agencia de cable, Dispatch News Service, en la segunda semana de noviembre de 1969. (Hersh ganó el Premio Pulitzer de 1970 por International Reporting por su trabajo). Una semana después apareció el artículo de Hersh en docenas de periódicos en los EE. UU., el distribuidor llano publicó su propia historia, junto con las fotos de Haeberle para reforzar los informes de una masacre.


RONALD L. HAEBERLE / THE LIFE IMAGES COLLECTION / GETTY IMAGES

Haeberle dijo que era una respuesta automática para continuar tomando fotos, incluso cuando la brutalidad se intensificó. "Como fotógrafo, mi función era capturar lo que sucedía durante la operación", me dijo. "Sentí que lo que estaba disparando era histórico, especialmente la carnicería. Seguí pensando, 'Esto no está bien.' Era alucinante. "(Arriba: El reflejo de Haeberle, con cámara, se puede ver en la parte superior de esta imagen, mientras fotografía un cadáver en un pozo. Un soldado había disparado un anciano y arrojó su cuerpo. "Me dijeron que lo arrojaron allí para envenenar el suministro de agua", dijo Haeberle.

Hoy, tratando de dar sentido a lo insondable, Haeberle recuerda el mensaje impartido a tantos soldados antes de su llegada a Vietnam. "Nos dijeron, 'La vida no tiene sentido para esta gente'", dijo, dejando sin hablar el resto de ese sentimiento: el enemigo no es como nosotros. No son del todo humanos.


RONALD L. HAEBERLE / THE LIFE IMAGES COLLECTION / GETTY IMAGES

En la foto de arriba, las tropas estadounidenses ayudan a un compañero herido en My Lai. Según Haeberle, el soldado se disparó en el pie con su propia arma. Haeberle no puede decir si la lesión fue un accidente real o autoinfligido, tal vez una forma de evitar "honorablemente" participar en la carnicería.


RONALD L. HAEBERLE / THE LIFE IMAGES COLLECTION / GETTY IMAGES

A última hora de la mañana del 16 de marzo, los cuerpos fueron esparcidos por todas partes en My Lai: algunos, como los anteriores, fueron cubiertos con paja y prendieron fuego. En otra parte, los soldados habían conducido a docenas de aldeanos a una zanja al borde de la carretera y les habían disparado. Algunos niños sobrevivieron escondiéndose debajo de los cadáveres. "Desde el principio, después de que mataron al anciano y a esos dos niños, Jay Roberts y yo enfrentamos (al capitán de la compañía Charlie, Ernest) Medina", dijo Haeberle, "y le dijimos lo que habíamos visto". Pero Medina no pudo, o no lo haría, ayuda. Haeberle dijo que él y Roberts volvieron a ver a Medina más tarde, en la aldea, pero el capitán estaba en una radio de campo y no les habló.

Medina se enfrentó a un consejo de guerra en 1971 y fue absuelto. (El piloto estadounidense de helicóptero Hugh Thompson, el artillero Lawrence Colburn y el jefe de equipo Glenn Andreotta, que llegaron en medio de la masacre, recibieron cada uno la Medalla del soldado por heroísmo en el 30 aniversario de My Lai, en reconocimiento a sus intentos de intervenir y salvar la vida de los aldeanos, mientras arriesgan la suya).



Las fotos abrasadoras de Haeberle, junto con las historias en el distribuidor llano y otras salidas en el otoño de 1969, desató la indignación y el examen de conciencia en gran parte de América. El ejército, mientras tanto, sabía de la masacre desde el principio y se había involucrado en un largo encubrimiento (y en última instancia infructuoso). De la docena de oficiales y otros de la Compañía Charlie que eventualmente enfrentaron un consejo de guerra, solo el teniente William Calley (en la foto, centro) fue condenado. En la primavera de 1971 fue declarado culpable de asesinato y condenado a cadena perpetua. El presidente Richard Nixon redujo la sentencia a arresto domiciliario; Calley sirvió tres años y medio en su cuartel en Fort Benning, Georgia. Él es la única persona declarada culpable en un tribunal militar o penal por las atrocidades cometidas en My Lai.

Ron Haeberle nunca buscó el centro de atención. Pero se consuela sabiendo que sus fotos son importantes. "La fotografía puede ser un medio poderoso", dijo. "Sirve como evidencia, como documentación. Sin esas fotos, My Lai se habría quedado escondido. Calley no habría sido acusado. Después de ver las imágenes, la gente tuvo que volver a pensar en la guerra ".




RONALD L. HAEBERLE / THE LIFE IMAGES COLLECTION / GETTY IMAGES

Haeberle me dijo que regresó a My Lai en 2011, donde conoció a Duc Tran Van, un sobreviviente de la masacre. Duc tenía ocho años en marzo de 1968, y cuando Haeberle habló con él, a través de un intérprete, se dio cuenta con sorpresa de que la mujer que había fotografiado muerta detrás de una roca 43 años antes era la madre de Duc, Nguyen Thi Tau.

Duc le dijo a Haeberle que su madre lo instó a correr, con su hermana de 20 meses, a la casa de su abuela. Cuando escuchó un helicóptero sobre ellos, Duc se arrojó al suelo para proteger a su hermana, que ya estaba herida. Haeberle había capturado ese momento, también.

Duc y Haeberle se hicieron amigos (arriba: Haeberle y Duc en Vietnam en 2011), y el veterano del ejército visitó a Duc en Alemania, donde ahora vive. "Duc tiene un pequeño santuario para su familia en su casa", dijo Haeberle. "Tomé la última foto de su madre. Así que le di mi cámara, la Nikon que utilicé en My Lai, para el santuario ".

Haeberle es un hombre pensativo y de mente llana. Cuando le pregunté si la publicación de sus imágenes de My Lai cambió el curso de su propia vida, su respuesta fue característicamente silenciada. "¿Cómo podemos saber ese tipo de cosas?", Me preguntó. "¿Qué podemos saber realmente cuando estamos mirando hacia el futuro? Las fotos me hicieron más conocido de lo que podría haber sido. Pero simplemente seguí avanzando ".


HOANG DINH NAM / AFP / GETTY IMAGES

Cuando Haeberle dejó Vietnam en 1968, voló a la casa de su hermano en Seattle, con vista a Puget Sound. "Me senté sin moverme, durante seis horas", me dijo. "El cielo y el agua eran tan azules, miré por la ventana y traté de dejar que todo sucediera". Muchos otros en Charlie Company recurrieron al alcohol y las drogas. Un número más tarde habló de la culpa que sentían. Al menos se sabe que uno se suicidó.

Haeberle tiene 76 años, se retiró después de años en la industria manufacturera, se divorció y tiene una hija adulta. Esquía en invierno y kayaks en verano. Un ávido ciclista, a menudo se dirige al oeste en la primavera - Utah, California - para largos viajes en bicicleta. Le gusta "sentirse como una hormiga en medio de las montañas", dijo.

Ha regresado a Vietnam (arriba) y a My Lai varias veces, y estará allí nuevamente en el 50 aniversario de la masacre. "La gente de My Lai dice que nos perdonan", me dijo. "Son personas muy indulgentes". Haeberle nunca se ha arrepentido de haber compartido sus fotos con el mundo. Pero ese acto, dijo, no define su vida. En su sala de estar, a 8,000 millas de My Lai, dijo que está orgulloso de que todavía tenga "un espíritu aventurero", conectando, por ejemplo, con Duc y otros sobrevivientes en Vietnam.

Mientras hablaba, la luz de la tarde en Ohio se estaba desvaneciendo. "Todavía estoy aprendiendo", dijo Haeberle, "acerca de lo que el mundo tiene para ofrecer".

martes, 20 de marzo de 2018

Biografía: Churchill huye de Sudáfrica en la guerra de los Boers

La salvaje fuga del joven Churchill que no cuenta la película de Gary Oldman

En 1899, el futuro primer ministro británico recorrió 500 kilómetros en seis días sin agua ni comida, saltando de trenes en marcha, tras fugarse de un campo de prisioneros en Sudáfrica

Israel Viana - ABC
@Isra_Viana



Ahora que la magnifica interpretación de Gary Oldman —ganador del Globo de Oro al mejor actor dramático— ha vuelto a poner en boca de todos la figura de Winston Churchill, es probable que los críticos e historiadores pasen por alto uno de los hechos más impresionantes y desconocidos de su vida. Sucedió en 1899, mucho antes de que el mundo conociera al enérgico primer ministro que manejó los hilos de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, en cuyos inicios está ambientado el filme dirigido por Joe Wright.

ABC retrocede medio siglo, hasta sus años mozos, cuando protagonizó una de las aventuras más memorables de la Guerra de los Bóers que, a finales del siglo XX, enfrentó en Sudáfrica a los ingleses con los colonos holandeses. Hablamos de la épica huida de Churchill de un campo de prisioneros en Pretoria, cuando era corresponsal del diario «The Morning Post», y su periplo a lo largo de 500 kilómetros hasta Durban, sorteando todo tipo de peligros durante varios días sin agua ni comida.

El futuro primer ministro tenía 25 años cuando vivió esta particular «odisea», según la calificaron algunos periódicos de la época, que le ayudó posteriormente a lanzar su carrera política. Él mismo envió el relato que fue reproducido en España por el «El Imparcial», en el que no faltaban peripecias propias de los héroes de guerra: escaladas por la valla de la prisión, saltos encima de trenes en marcha, caminatas interminables sin un trozo de pan que llevarse a la boca, peligrosos acantilados, policías, buitres... Todo digno de las mejoras novelas.

«Las balas llovían como granizo»

Todo comenzó el 15 de noviembre de 1899, cuando Churchill se dirigía en un tren blindado, junto a la expedición de Aylmer Haldane, a reforzar el avance británico hacia la ciudad de Estcourt. En ese momento, su locomotora fue atacada por los bóers hasta que descarriló. Aquello no amilanó al joven periodista, que, a pesar de ser el hijo de un ilustre diputado de la Cámara de los Comunes, ya había cubierto la Guerra de Cuba en 1895, la rebelión pastún de la India en 1897 y los conflictos en Sudán en 1898.

Churchill, en 1895, cuando fue enviado a la
Guerra de Cuba - ABC

Según contó «La Ilustración Artística» un par de semanas después, el futuro primer ministro se llenó de valor y cogió el mando de un ejército amedrentado en medio del fuego cruzado. «Una vez volcados los primeros vagones, llamó al capitán Wylee para pedirle voluntarios con el objetivo de sacar los coches fuera de la vía. Las balas llovían sobre el tren como si fueran granizo. Churchill, con el teniente Frankland, se abalanzó sobre la vía descubierta para dar ejemplo a los otros soldados de la expedición. Fue entonces cuando estos entraron en combate con el enemigo. Y cuando la locomotora estuvo libre, el maquinista, que estaba herido, quiso abandonar la máquina. Sin embargo, exhortado por Churchill, volvió a ocupar su puesto y ambos partieron hacia Frere», puede leerse en el periódico.

La suerte parecía estar del lado del joven corresponsal, que consiguió liberar la vía y los vagones en los cuales se transportaba a los heridos hasta que estuvieron en zona segura. Según contaba esta publicación, Churchill cogió después el fusil de uno de los soldados y se puso en marcha convencido de que debía regresar al lugar donde se había producido la escaramuza con los boers, en busca de los posibles supervivientes.

¿Disfrazado de mujer?

Esta vez Churchill no tuvo tanta fortuna y fue detenido. Los periódicos pronto se hicieron eco de que el joven corresponsal de «The Morning Post» había desaparecido. Acabó, junto a varios soldados y oficiales británicos, en un campo de prisioneros en Pretoria. Pasó allí varios días en condiciones infrahumanas, hasta no pudo soportarlo más e ideó una plan para huir con algunos de sus compañeros. Al ver que la fecha prevista era pospuesta varias veces, nuestro protagonista se creció y escapó solo.

Churchill, en 1941, durante la Segunda
Guerra Mundial - ABC

El mismo Churchill contó en «La Época» que se había fugado disfrazado de mujer en los últimos días de 1899. El 2 de enero de 1900, otro diario español, «El Imparcial», sorprendía a sus lectores publicando un telegrama en el que el corresponsal inglés describía al detalle su épica huida, bajo el titular «La evasión de un prisionero inglés». Una decisión que tomó después de que los responsables del campo de prisioneros le comunicaran que había «muy pocas posibilidades» de que se le concedieran la libertad por su condición de periodista.

«La noche del 12, aprovechando un descuido de los centinelas, salté por la vallas de la prisión, atravesé algunas calles de Pretoria, donde me crucé con algunas personas que no se fijaron en mí atención, y me dirigí después a la estación de ferrocarril», podía leerse en el periódico, que continuaba después con todo tipo de detalles: «A las once de la noche salió un tren de mercancía y, cuando aún llevaba poca velocidad, salté a una de las plataformas y me escondí entre unos sacos de carbón».


«Chocolate crudo»

El valor se fue imponiendo poco a poco al miedo en el enjuto cuerpo de Churchill, que no tenía intención de mirara atrás, costase lo que costase. «Antes del amanecer —continuaba— salté del tren y pasé el día escondido en un bosque en compañía de un enorme buitre (...) muchas veces durante mi marcha nocturna tuve que superar todo tipo de arroyos y barrancos, salvándome sólo por la lentitud y precaución con que caminaba (...) Así continué cinco días, ocultándome al amanecer y volviendo a emprender mi peregrinación cerrada la noche. Mi alimento durante todo este tiempo fue solamente chocolate crudo».

En total fueron seis días con sus noches las que duró la fuga de Churchill hasta llegar a Lorenzo Marques, a casi 500 kilómetros de distancia. Durante su odisea tuvo que burlar varias veces a los gendarmes y la vigilancia de las estaciones, dando rodeos de kilómetros. Llegó a perder hasta 10 kilos. Todas estas experiencias le valieron para gozar de gran notoriedad durante una época y publicar, en 1930, «My Early Life», donde recoge estas y otras aventuras de su estancia en Sudáfrica.

jueves, 1 de febrero de 2018

Guerra de Vietnam: ¿Que pasó después de la ejecución de Nguyen Van Lem?


La emblemática foto de Guerra de Vietnam de Eddie Adams: ¿Qué pasó después?

BBC News



AMERICAN HISTORY
Una serie de imágenes de Eddie Adams previas al asesinato de Nguyen Van Lem


El fotoperiodista Eddie Adams capturó una de las imágenes más famosas de la Guerra de Vietnam, el mismo instante de una ejecución durante el caos de la ofensiva Tet. Le traería una vida de gloria, pero como escribe James Jeffrey, también de pena.

Advertencia: esta historia incluye la foto de Adams del momento del rodaje y descripciones gráficas de la misma.

La pistola de punta chata ya retrocede en el brazo extendido del hombre cuando la cara del prisionero se contorsiona por la fuerza de una bala que ingresa en su cráneo.

A la izquierda del marco, un soldado que mira parece estar haciendo muecas en estado de shock.

Es difícil no sentir la misma repulsión y culpa, con el conocimiento de que uno está mirando el momento preciso de la muerte.

Los expertos en balística dicen que la imagen, que se conoció como Ejecución de Saigón, muestra el microsegundo en que la bala entró en la cabeza del hombre.

La foto de Eddie Adams del General de Brigada Nguyen Ngoc Loan disparando a un prisionero del Viet Cong es considerada una de las imágenes más influyentes de la Guerra de Vietnam.

En ese momento, la imagen se reimprimió en todo el mundo y llegó a simbolizar para muchos la brutalidad y la anarquía de la guerra.

También impulsó el creciente sentimiento en Estados Unidos sobre la inutilidad de la lucha, que la guerra no se pudo ganar.


Image copyright | AP / BRISCOE CENTRE FOR AMERICAN HISTORY

"Hay algo en la naturaleza de una imagen fija que afecta profundamente al espectador y se queda con ellos", dice Ben Wright, director asociado de comunicaciones en el Centro Dolph Briscoe para la historia de Estados Unidos.

El centro, con sede en la Universidad de Texas en Austin, alberga el archivo de fotos, documentos y correspondencia de Adams.

"La grabación de la película del tiroteo, aunque espantosa, no evoca los mismos sentimientos de urgencia y tragedia absoluta".

Pero la foto no pudo explicar las circunstancias en las calles de Saigón el 1 de febrero de 1968, dos días después de que las fuerzas del Ejército Popular de Vietnam y el Viet Cong lanzaran la ofensiva Tet. Decenas de ciudades vietnamitas del sur fueron atrapadas por sorpresa.

Los intensos combates callejeros habían sumido a Saigón en el caos cuando los militares vietnamitas atraparon a un presunto líder del escuadrón del Viet Cong, Nguyen Van Lem, en el lugar de una fosa común de más de 30 civiles.

Adams comenzó a tomar fotos mientras Lem era sacado por las calles hacia el jeep de Loan.

Loan se paró junto a Lem antes de apuntar con su pistola a la cabeza del prisionero.

"Pensé que iba a amenazar o aterrorizar al tipo", recordó Adams después, "así que, naturalmente, levanté mi cámara y tomé la fotografía".

Se cree que Lem asesinó a la esposa y a los seis hijos de uno de los colegas de Loan. El general disparó su pistola.

"Si dudas, si no cumpliste con tu deber, los hombres no te seguirán", dijo el general sobre lo repentino de sus acciones.


Inmediatamente después. Imagen de derechos de autor
AP / BRISCOE CENTER FOR AMERICAN HISTORY

El préstamo desempeñó un papel crucial durante las primeras 72 horas de la ofensiva Tet, galvanizando a las tropas para evitar la caída de Saigón, según el coronel Tullius Acampora, que trabajó durante dos años como oficial de enlace del Ejército de los EE. UU. Para préstamos.

Adams dijo que su impresión inmediata fue que Loan era un "asesino frío e insensible". Pero después de viajar con él por todo el país revisó su evaluación.

"Es un producto del Vietnam moderno y de su tiempo", dijo Adams en un despacho de Vietnam.

En mayo del año siguiente, la foto había ganado a Adams un Premio Pulitzer por fotografía de noticias puntuales.

Pero a pesar de este logro periodístico y de las felicitaciones de los ganadores de Pulitzer, el presidente Richard Nixon e incluso niños de escuela en todo Estados Unidos, la foto vendría a atormentar a Adams.

"Obtenía dinero por mostrar a un hombre matando a otro", dijo Adams en una ceremonia de premiación posterior. "Se destruyeron dos vidas y me pagaban por ello. Era un héroe".



Eddie Adams (derecha) levanta su Premio Pulitzer

Adams y Loan se mantuvieron en contacto, incluso se hicieron amigos después de que el general huyó de Vietnam del Sur al final de la guerra por los Estados Unidos.

Pero a la llegada de Loan, los Servicios de Inmigración y Nacionalización de los EE. UU. Querían deportarlo, un movimiento influenciado por la foto. Se acercaron a Adams para testificar contra Loan, pero Adams en cambio testificó a su favor.

Adams incluso apareció en televisión para explicar las circunstancias de la fotografía.

El Congreso finalmente levantó la deportación y se permitió que Préstamo se quedara, abriendo un restaurante en un suburbio de Washington, DC, que sirve hamburguesas, pizzas y platos vietnamitas.

Una vieja foto del artículo del periódico del Washington Post muestra un préstamo sonriente más viejo sentado en el mostrador del restaurante.

Pero eventualmente fue forzado a retirarse cuando la publicidad sobre su negocio pasado agriado. Adams recordó que en su última visita al restaurante encontró graffiti abusivos sobre Loan garabateados en el inodoro.

Hal Buell, editor de fotos de Adams en la AP, dice que la ejecución de Saigon sigue dominando 50 años después porque la foto, "en un marco, simboliza la brutalidad de la guerra completa".

"Como todos los iconos, resume lo que sucedió antes, captura un momento actual y, si somos lo suficientemente inteligentes, nos dice algo acerca de la futura brutalidad que todas las guerras prometen".

Y Buell dice que la experiencia le enseñó a Adams los límites de una sola fotografía que cuenta una historia completa.

"Se cita a Eddie diciendo que la fotografía es un arma poderosa", dice Buell. "La fotografía, por su naturaleza, es selectiva. Aísla un solo momento, divorciarse de ese momento de los momentos anteriores y posteriores puede conducir posiblemente a un significado ajustado".

Adams pasó a una carrera de fotografía expansiva, ganando más de 500 premios de fotoperiodismo y fotografiando figuras de alto perfil como Ronald Reagan, Fidel Castro y Malcolm X.

Pero a pesar de todo lo que logró después de Vietnam, el momento de su fotografía más famosa siempre permanecerá con Adams.

"Dos personas murieron en esa fotografía", escribió Adams después de la muerte de Loan por cáncer en 1998. "El general mató al Viet Cong, maté al general con mi cámara".

domingo, 2 de abril de 2017

2 de Abril: Recuerdos del desembarco

Día D, hora H: el desembarco argentino en Malvinas en primera persona
El capitán de fragata José Luciano Acuña partió de Puerto Belgrano al mando de un buque repleto de tropas y con cinco sobres lacrados. Cuando recibió la orden de abrir uno de ellos, supo que estaba ante un momento histórico para el que se había preparado toda su vida 
Por Fernando Morales - Infobae




En febrero de 1982, el hoy contraalmirante retirado José Luciano Acuña, entonces capitán de fragata, se presentó en la base naval de Puerto Belgrano, a donde había sido destinado a fines de 1981, tras una breve licencia por la muerte de su esposa. A poco de llegar a su nuevo destino, fue asignado como comandante del buque de desembarco de tanques "Cabo San Antonio" y notó que "había una actividad que no era normal para esa altura del año". Las prácticas y preparativos que les eran ordenados alimentaban todo tipo de especulaciones entre los propios marinos.

"A mediados del mes de marzo me mandaron al Golfo San José, al norte de Península de Valdez", cuenta Acuña: embarcó al Batallón de Infantería de Marina N° 2 en el "Cabo San Antonio" y realizaron una serie de operaciones de práctica, que por su precisión ayudaron a alimentar aún más los rumores sobre la proximidad de una operación militar. Sin embargo, como el resto de los comandantes navales de esa época, Acuña no tenía la menor idea de lo que se estaba gestando: "Uno de los méritos que tenía la Operación Rosario es que pudimos guardar tanto secreto que el enemigo no se enteró. Cosa que es dificilísimo ante un servicio de inteligencia tan bueno como el británico", explica. Pero su intuición comenzaba a vislumbrar lo que sería su futuro próximo.

Tras las prácticas en Golfo San José, el "Cabo San Antonio" regresó a Puerto Belgrano y desembarcó los vehículos anfibios y las tropas. Pocos días después, cuando se conoció la orden de volver a embarcar, sumando esta vez a tropas del Ejército, todos avizoraron la proximidad del comienzo de la guerra.

El 28 de marzo fue un día radiante: "un día que da gusto ser marino", recuerda Acuña, quien zarpó con la flota ese mañana aunque todavía sin tener certezas sobre cuál sería su destino final. Antes de partir, el comandante de la flota, el contraalmirante Carlos Büsser, le entregó cinco sobres lacrados con el mandato de esperar órdenes para abrirlos, según se le indicara. Al llegar a bordo, un oficial trató de convencerlo de abrir el primer sobre y ver su contenido, algo que él descartó: "Cuando llegue la orden lo vamos a abrir", respondió.

La orden de abrir el sobre número 5 llegó cuando el "Cabo San Antonio" estaba en el punto donde comienza el canal de acceso a Puerto Belgrano: "En ese momento me enteré que formaba parte del grupo de tareas que iba a recuperar las Islas Malvinas", cuenta el marino. "Yo nunca supuse que iba a tener tanta responsabilidad. Me había estado preparando desde 1954 para esto", añade Acuña, quien al recibir la noticia cayó en la cuenta de que apenas conocía a su tripulación -acababa de ser transferido- y atravesaba el duelo por la repentina muerte de su esposa. "No quería que mis oficiales miraran y vieran a un viudo lloroso", sostiene al recordar cómo debió buscar fuerzas dentro de sí mismo.

El desembarco de los cerca de 400 infantes de Marina y Ejército que se encontraban a bordo quedó programado para "el día D a la hora H". Una vez que supo su destino, Acuña se lo comunicó a la tripulación y comenzó a navegar rumbo a Malvinas, con una trayectoria oblicua: debía evitar que los barcos que navegaban cerca la costa los vieran, pero también a los pesqueros que suelen navegar cerca de la zona de las 200 millas.

El 29 de marzo, el tiempo comenzó a desmejorar: "el 29, el 30 y el 31 soportamos un temporal del suroeste que nunca en mi vida había tenido que afrontar". El buque de desembarco de tropas y tanques Cabo San Antonio tenía portalones que se abren y bajan para permitir el desembarco, pero no muy resistentes a los "golpes de mar". Acuña sabía que "dos buques gemelos habían tenido problemas en un temporal y no habían podido abrir las compuertas", por lo que debió navegar evitando que se dañaran. "En ese temporal me di cuenta que tenía una tripulación muy marinera", explica.


Contraalmirante Carlos Büsser, comandante de las fuerzas de desembarco (Rafael Wollmann)

El día "D" estaba originalmente previsto para el primer día de abril, pero el mal clima retrasó los planes dado que era preciso al menos un día de mar calmo para organizar el desembarco. La ocupación de las Malvinas había sido bautizada inicialmente como "Operación Azul", pero en medio del fuerte temporal el entonces teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, embarcado en el Cabo San Antonio, recordó que cuando ocurrieron las invasiones inglesas al Río de la Plata, el general Liniers había enfrentado similares inclemencias, que cesaron cuando invocó a la Virgen del Rosario. Por su sugerencia, el almirante Büsser, jefe de la fuerza de desembarco, rebautizó la operación como "Operación Rosario": el cambio en las condiciones climáticas que posibilitó el inicio de las operaciones el 2 de abril quedó para siempre adjudicado a la intercesión de la Virgen.

Cuando el capitán Acuña dio la orden de alistar a las tropas para el desembarco, notó con sorpresa que no había movimientos en el buque: nadie había dormido en la noche del 1° al 2 de abril y ya todos estaban en sus puestos. Antes del desembarco, el comandante Büsser pronunció una arenga que se transformaría en mítica: instó a sus subordinados a ser duros con el enemigo pero amables con los habitantes, previno a las tropas de asalto acerca de que actuaría con máxima severidad ante delitos como el abuso de autoridad o el pillaje, prohibió el ingreso a las propiedades privadas y exigió el respeto a las mujeres y niños. La dictadura argentina apostaba a una operación "limpia" que no impidiera futuras negociaciones. "El viva la Patria que escuché en ese momento fue como un grito que salía de las entrañas del buque. Nunca me voy a olvidar de eso, cómo me emocioné", explica Acuña.

El "Cabo San Antonio" entró a Puerto Groussac sin radar ni sonda, en medio de la noche, y sólo una vez que recibió la contraseña por parte de los barcos que le daban cobertura. Antes, un grupo de buzos tácticos habían inspeccionado el lugar indicado para el desembarco, tras lo cual llegaron un grupo de comandos anfibios. "Siempre me acuerdo cuando estoy en un semáforo, porque la contraseña era 'luz verde'", recuerda Acuña con nostalgia. A las 6 se abrieron las compuertas y los vehículos anfibios se lanzaron al agua. Con el mar calmo y en la oscuridad de la madrugada malvinense, venciendo al temor natural que inspira la guerra, las tropas pisaron tierra firme e iniciaron la marcha por la turba, esquivando alambrados y obstáculos naturales. Horas después, centenares de soldados argentino tomaban el control de las islas sin producir bajas británicas.

Si bien la resistencia de los Royal Marines fue débil, en esas operaciones se produjo la primera baja argentina: el capitán Pedro Edgardo Giachino avanzaba con algunos de sus hombres sobre la casa del gobernador, que estaba cercada por fuerzas propias, cuando fue alcanzado por balas enemigas.

Treinta y cinco años después, Acuña recuerda aquellos días del desembarco y reflexiona: "La parte táctica estuvo muy bien. Muy pero muy bien. Fuimos justos, mostramos estar adiestrados, hicimos las cosas bien". Y añade: "Si alguna vez escuchan esas palabras 'los chicos de la guerra', por favor no lo repitan. Los conscriptos que estaban en el "San Antonio" eran marineros hechos y derechos, que cumplían con su obligación y querían más. Antes de terminar la guerra, cuando llegó una nueva camada de conscriptos, los que estaban a bordo no se querían ir".

En la "Operación Rosario" intervinieron unos 700 Infantes de Marina y 100 integrantes de fuerzas especiales. La cantidad de tropas fue decisiva para la toma de todos los objetivos planificados sin encontrar resistencia. Tras más de un siglo y medio de soberanía británica, las Islas Malvinas volvían a estar bajo bandera argentina.