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domingo, 3 de diciembre de 2023

Carrera armamentística Argentina-Chile: El abrazo del estrecho

El histórico abrazo del Estrecho: la muñeca diplomática de Roca cuando estuvimos por ir a la guerra con Chile

En 1899 el presidente Julio A. Roca decidió tomar el toro por las astas y viajar a Chile para coronar las negociaciones que se hacían a contrarreloj. Los reclamos de territorios en disputa habían llevado a ambos países a una carrera armamentística que por poco no terminó en un conflicto armado

 
Ya en su segundo mandato, Roca tenía más experiencia. Los que trabajaron entonces con él, lo encontraron más reflexivo y observador

Martín Rivadavia, un marino de 46 años ascendido a comodoro en octubre de 1896 y ministro de Marina en el segundo gobierno de Julio Argentino Roca, no se movía del puesto de mando del Acorazado General Belgrano, comprado a nuevo a Italia el año anterior. Llevaba un pasajero ilustre, al propio Presidente, que iba a reunirse con su par chileno, Federico Errázuriz.

El encuentro sería en Punta Arenas y el ministro tuvo una idea de la que se arrepintió cuando era demasiado tarde: en lugar de acceder a Chile por el Canal de Beagle y el Estrecho de Magallanes, le propuso a Roca hacerlo por los canales fueguinos, lo que representaba una navegación mucho más complicada y riesgosa, pero que sabía que sorprendería a los chilenos. Aclaró que él mismo respondería personalmente por la decisión tomada.

El Presidente aceptó gustoso y cuando llegaron a destino se enteró de que Rivadavia había sudado a mares y que guardaba una pistola con la que pensaba volarse la cabeza si se hundía el acorazado con el Presidente a bordo, en esos canales que no eran del todo conocidos.

Cuando la tensión con Chile iba en aumento, y muchos imaginaban una guerra, el presidente argentino decidió ir a encontrarse con Federico Errázuriz

Había asumido la primera magistratura el 12 de octubre de 1898. En la carrera hacia la Casa Rosada, asomaban dos candidatos potables: uno era él y otro Carlos Pellegrini. El general Bartolomé Mitre intentó cortar el avance de Roca a la presidencia al proponer una alianza entre radicales y nacionalistas. Pero Hipólito Yrigoyen la rechazó de plano. Él era el líder indiscutido desde el suicidio de su tío Leandro Alem el año anterior.

Lo que primó a la hora de ungir a Roca presidente fue la situación internacional, especialmente con nuestros vecinos los chilenos. Ese país venía de proclamarse triunfador en su guerra contra Perú y Bolivia y ese ambiente de un posible enfrentamiento por cuestiones limítrofes amenazaban la paz. Para algunos políticos, la guerra era un hecho, y quién mejor para conducirla que el único militar que nunca había sido derrotado. Así se afianzó la idea de su candidatura.

Invitación cursada por el gobierno de Chile, para participar de la histórica jornada (Gentileza Museo Roca)

Ya no era un joven de 37 años, sino que a sus 55 años se había convertido, según lo describe Ibarguren, en una persona flexible, tolerante, reflexiva y observadora.

Fue elegido gracias al voto de 218 electores. Su vice era Norberto Quirno Costa, con experiencia en política exterior.

“Felizmente, nos hallamos en paz y concordia con todas las naciones del mundo”, señaló Roca. “Las últimas cuestiones de límites, que heredamos del coloniaje, marchan a su solución, por los medios y procedimientos que presenten los tratados internacionales. La cuestión de Chile, resuelta desde 1891, ha sido entregada al arbitraje y de acuerdo con el tratado de este año y el de 1893. Esperamos tranquilos el fallo del árbitro, confiados en que nada turbará nuestras relaciones internacionales y en que la terminación pacífica de este largo pleito que será una victoria de la razón y del buen sentido, influirá en las relaciones de los estados sudamericanos”.

De etiqueta y ambos con la banda presidencial, en la cubierta del O'Higgins (Archivo General de la Nación)

Era consciente de la situación irresuelta con Chile. Unas de las cuestiones que se resolvería entonces sería la Puna de Atacama, un conflicto que se arrastraba desde el fin de la guerra del Pacífico, cuando Chile ocupó tierras que estaban en disputa entre Argentina y Bolivia. A partir de un laudo celebrado en Buenos Aires entre el 1 y el 9 de marzo de 1899, Argentina terminó quedándose con el ochenta por ciento y Chile con el veinte restante del sector en disputa.

De la mano de su ministro de guerra Pablo Riccheri modernizó el Ejército y adquirió armamento. También se creó el ministerio de Marina, a cuyo frente puso a Martín Rivadavia y compró barcos, en un vasto plan que incluyó la ley 4031 del servicio militar obligatorio.

Devolución de gentilezas. Luego del encuentro en el buque chileno, Errázuriz abordó el acorazado Belgrano. Fotografía revista Caras y Caretas.

El objetivo de Roca era mostrarse fuerte, en el ajedrez del cono sur, frente a Chile y a Brasil.

“Roca fue una figura central del proceso de consolidación del Estado nacional entre fines del siglo XIX e inicios del XX, y por aquellos años sus gobiernos tuvieron que enfrentar delicados conflictos con el Vaticano y con países limítrofes. También se retomaron antiguos reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas. Asimismo, se dio gran importancia a la organización y desarrollo de un cuerpo diplomático, enviado a diversas partes del mundo”, explican desde el Museo Roca.

Como los peritos de ambos países no lograban ponerse de acuerdo, Roca tomó el toro por las astas y decidió concretar un viejo anhelo, el de viajar al sur y cerrar él la cuestión.

A comer. El menú que se sirvió la noche del 16 de febrero (Gentileza Museo Roca)

No fue una decisión apresurada: daba el puntapié inicial de los presidentes argentinos que se involucraban personalmente en la solución de diferendos internacionales. Se la llamó la diplomacia presidencial, algo novedoso para la época. “Era consciente que la guerra había sido un impedimento en los procesos de modernización del Estado y de desarrollo económico”, se explica en un trabajo del citado museo. Sabía que su par chileno opinaba lo mismo.

Junto a su ministro de Marina y secretarios, el 20 de enero de 1899 partió en el ferrocarril del Sud hasta Bahía Blanca, donde abordó el acorazado Belgrano. Luego, el ministro de Relaciones Exteriores Amancio Alcorta lo alcanzó con el Transporte Chaco. Una comitiva de periodistas lo seguía en el crucero liviano Patria.

Junto al menú, se distribuyó el programa musical ejecutado en la cena (Gentileza Museo Roca)

En Puerto Belgrano -entonces se llamaba Puerto Militar- visitó las obras que se estaban realizando. A Puerto Madryn llegaron con lluvia y fueron en ferrocarril hasta Trelew. De ahí se trasladó en carruaje a Rawson y Gaiman.

Nuevamente a bordo, continuaron el viaje bordeando la costa patagónica. En Río Gallegos se hospedó en la casa del gobernador del territorio de Santa Cruz, Matías Mackinlay Zapiola. Cuando los pobladores se enteraron se concentraron y Roca les habló desde el balcón, donde prometió la concreción de obras. Era la primera vez que un Presidente los visitaba. Esa casa se demolió pero se conservó el balcón.

Cuando navegaban hacia Ushuaia, quiso visitar la estancia Haberton, donde fue agasajado por la viuda del dueño. El Presidente aprovechó a conversar con los indígenas onas y yaganes que trabajaban allí.

Debía cumplir con la agenda. Para el 15 de febrero al mediodía el mandatario chileno lo esperaba en Punta Arenas, tramo que cumplieron siguiendo la ruta propuesta por el comodoro Rivadavia. Al anochecer del 14, la comitiva argentina fondeó en Puerto Hambre, donde se sumó la fragata Sarmiento, el buque escuela que había decidido modificar su itinerario para sumarse al viaje.


El acorazado General Belgrano, comprado a Italia. En ese buque viajó Roca. Fue desguazado en el Riachuelo en 1947 (Wikipedia)

Los chilenos apostados en el muelle del puerto se sorprendieron al ver cerca de las dos de la tarde que la flota argentina aparecía por el sur y no por el este, el camino fácil y conocido. Junto al buque insignia O’Higgins, estaban los cruceros livianos Zenteno y Errázuriz y el transporte Argamos.

Apenas se avistó a los buques, en un día soleado en el que soplaba una brisa helada, fueron recibidos con interminables salvas de cañones. Había expectativa y ansiedad entre los funcionarios chilenos.

Errázurriz envió una embarcación con una comisión integrada por el general Vergara y el coronel Quintavalla para arreglar los detalles del ceremonial. El chileno ofrecía ir al buque argentino, pero Roca, vestido de civil y con banda presidencial -dejó a bordo su uniforme militar y medallas- se adelantó y abordó el O’Higgins, junto a sus ministros Alcorta y Rivadavia. Su par chileno estaba acompañado por sus ministros de Relaciones Exteriores, Guerra y Marina, Justicia e Instrucción Pública y por el director de la Armada, Jorge Montt, ex presidente.

Se saludó con Errázuriz con un apretón de manos, no con un abrazo. Igualmente pasó a la historia como “El abrazo del Estrecho”. La banda militar de la marina chilena ejecutó los himnos.

Luego, el chileno abordó el Belgrano y repitieron los saludos.

Hubo una reunión importante entre ellos al día siguiente, por la noche, en la que organizó un banquete. Se imprimió el menú, escrito en francés y con platos que aludían a la jornada, como “pigeons aux a vocats, a la Belgrano” y “soufflé de volaille, a la O’Higgins”. Una orquesta ejecutó diversas piezas musicales a lo largo de la velada.

A la hora de los brindis, el mandatario transandino expresó que “la paz, siempre benéfica, es fecunda entre naciones vecinas y hermanas, armoniza sus intereses materiales y políticos, estimula su progreso, da vigor a sus esfuerzos, hace más íntimos sus vínculos sociales y contribuye a la solución amistosa de sus dificultades y conflictos. La paz es un don de la Divina Providencia”.

Por su parte, Roca dijo que “la paz, como medio y como fin de civilización y engrandecimiento es, en verdad, un don de la Divina Providencia, pero es también un supremo deber moral y práctico para las naciones que tenemos el deber de gobernar. Pienso, pues, como el señor presidente de Chile y confundo mis sentimientos y mis deseos con los suyos, como se confunden en estos momentos las notas de nuestros himnos, las salvas de nuestros cañones y las aspiraciones de nuestras almas”.

Acordaron dirimir las disputas de límites por el camino diplomático. Tres años después se firmarían los Pactos de Mayo, donde ambos países renunciaban a reclamos de expansiones territoriales, que alejaron el fantasma de la guerra. Errázuriz falleció en julio de 1901 en el ejercicio de su cargo, y su sucesor Germán Riesco continuó con la misma política.

Roca permaneció tres días en Punta Arenas. El 22 de febrero ya estaba de regreso en Buenos Aires.

Ese mismo año viajó a Uruguay y Brasil. A este último país lo hizo acompañado, entre otros, por los generales Nicolás Levalle, José Garmendia y Luis María Campos, veteranos de la Guerra de la Triple Alianza.

El objetivo principal del viaje fue el encuentro con el presidente brasileño Campos Salles, con quien estableció muy buenas relaciones y le sirvió a Roca para estrechar lazos y mantener el equilibrio en la región.

Algo ducho en la materia debía ser, ya que cuando ya no era más presidente, le encomendaron dos misiones diplomáticas al Brasil, a fin de aquietar tensiones derivadas de la carrera armamentística y de ocupación de territorios. La última la cumplió en 1912, dos años antes de su muerte.

Tapa de Caras y Caretas del 25 de febrero de 1899, ironizando sobre el viaje del presidente. Roca se había transformado en un clásico en el semanario

Pasaron 124 años del aquel histórico encuentro entre Roca y Errázuriz, donde el sentido común solo estuvo ausente en el comodoro Martín Rivadavia, que sorprendió a propios y a extraños con sus dotes de navegante y experto conocedor de los peligrosos canales fueguinos. Todo lo vale para evitar una guerra.

Fuentes: Museo Roca – Instituto de Investigaciones Históricas; Félix Luna – Soy Roca; Carlos Ibarguren – La historia que he vivido; diario El Mercurio; revista Caras y Caretas



lunes, 5 de junio de 2023

SGM: Operación Sunrise, la rendición de la traicionera Italia

Operación Amanecer

Karl Wolff

Las negociaciones secretas que provocaron la rendición incondicional de las fuerzas alemanas en el norte de Italia en 1945, la Operación amanecer recibió su nombre de Allen Dulles, el jefe de estación de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) de EE. UU. en Berna. Su principal homólogo alemán fue Karl Wolff, el oficial superior de las SS en Italia. A principios de marzo, en su primera reunión en una casa de seguridad de la OSS en Zúrich, Wolff sostuvo que estaba actuando por iniciativa propia y que no exigía inmunidad personal. Su propósito declarado era “terminar con la destrucción humana y material inútil”. En el lado aliado, sin embargo, la Unión Soviética se opuso con vehemencia, temiendo la traición de los estadounidenses y los británicos a través de la conclusión de una paz por separado, mientras que Wolff encontró una fuerte oposición de sus superiores de las SS, Ernst Kaltenbrunner y Heinrich Himmler. que estaban diseñando su propia estrategia de salida. Al reunirse con Adolf Hitler en Berlín, fingió con éxito que su objetivo era persuadir a los estadounidenses para que se unieran a los alemanes contra los soviéticos.

Aunque inicialmente se le había ordenado a Dulles que terminara las conversaciones con Wolff, la orden se revocó el 26 de abril; tres días después, se firmaron los documentos de rendición en el cuartel general aliado en Caserta. El general de las SS también recibió protección especial del ayudante de Dulles, Gero von Schulze-Gaevernitz, ante la amenaza que representaban los partisanos italianos. Esta audaz operación tuvo un significado particular, ya que no solo se evitó una costosa posición de última hora por parte de las fuerzas alemanas, sino que se impidió que estas tropas encontraran refugio en una supuesta fortaleza alpina y libraran una campaña de guerrilla.

MAX WAIBEL, (1901-1971).

Un enlace clave en la Operación amanecer, Max Waibel fue el jefe de inteligencia del ejército suizo durante la Segunda Guerra Mundial y hombre de confianza de Allen Dulles, el jefe de la estación de Berna para la Oficina de Servicios Estratégicos de EE. UU. Fue Waibel quien, en febrero de 1945, alertó a Dulles sobre la posibilidad de lograr un alto el fuego negociado con las fuerzas alemanas en el norte de Italia bajo el mando de Karl Wolff. Inicialmente, Waibel fue objeto de fuertes críticas por su papel no autorizado en ayudar a lograr esta capitulación, pero el gobierno suizo lo honró póstumamente por obedecer su conciencia y, por lo tanto, evitar una mayor destrucción durante la guerra. Después de la guerra, Waibel jugó un papel decisivo en el establecimiento de una relación de trabajo entre las autoridades suizas y la Organización Gehlen, particularmente en lo que respecta a la subversión comunista. Su relato del amanecer, 1945:

Gero von Schulze-Gaevernitz y Allan Welsh Dulles

GERO VON SCHULZE-GAEVERNITZ, (1901–1971).

Asistente de Allen Dulles de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) de EE. UU., Gero von Schulze-Gaevernitz nació el 27 de septiembre de 1901, hijo de un distinguido politólogo y político liberal. Durante sus primeros años viajó a Rusia y trabajó en Estados Unidos, atraído por el boom bursátil de la década de 1920. A través de su madre estadounidense, hija del rico financiero Otto Kahn, la ciudadanía estadounidense resultó fácil de obtener. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, con poca experiencia en diplomacia, Gaevernitz ofreció sus servicios a las autoridades estadounidenses en Berna, Suiza, en la lucha contra Adolf Hitler. Su asignación inicial fue como enlace con los exiliados alemanes en la legación estadounidense, donde era amigo del agregado militar Barnwell Legge.

La llegada de Dulles a Berna marcó el comienzo de una colaboración inusualmente fructífera en tiempos de guerra. En su primer encuentro en noviembre de 1942, Gaevernitz impresionó a Dulles (quien había conocido a su padre antes) por su serio compromiso con la resistencia alemana a Hitler. Conocido como 476 según las listas de OSS, se convirtió en un oficial ejecutivo de tiempo completo, a diferencia de la mayoría de las otras fuentes numeradas. Un intento de proporcionarle cobertura como agregado de la Oficina de Guerra Económica se encontró con la severa desaprobación del Departamento de Estado y, por lo tanto, Gaevernitz siguió siendo aparentemente un ciudadano privado que participaba en diversas actividades comerciales. Su función principal era filtrar a las personas que deseaban una audiencia con Dulles, ya que la neutral Suiza estaba repleta de exiliados, espías, nazis, antinazis y puros buscadores de curiosidad. Particularmente digno de mención fue el papel de Gaevernitz al llamar la atención de su jefe sobre Hans Bernd Gisevius de la Abwehr. Gaevernitz también coordinó los esfuerzos de un grupo informal de políticos exiliados que se hacían llamar "Das demokratische Deutschland" (Alemania Democrática), que estaban preocupados por la configuración del país en la posguerra.

La política oficial aliada de “rendición incondicional” adoptada en la Conferencia de Casablanca en enero de 1943 complicó gravemente el trabajo de Gaevernitz y Dulles. Si bien estaban obligados a respetar sus disposiciones, sin embargo dieron una medida de "aliento silencioso" a la resistencia alemana, especialmente a los involucrados en el complot del 20 de julio de 1944 para asesinar a Hitler. Gaevernitz también ocupó un lugar destacado en la Operación Amanecer, las negociaciones secretas que resultaron en una pronta rendición de las fuerzas alemanas en el norte de Italia. Sin embargo, su plan de hacer que los oficiales alemanes capturados acompañaran a los ejércitos aliados que avanzaban como una fuerza asesora fue rechazado por el estado mayor del general estadounidense Dwight D. Eisenhower.

Con la derrota militar de Alemania, Gaevernitz, junto con Dulles, abogó por una política de ocupación indulgente y menos categórica. Permaneciendo en Suiza, intentó rehabilitar los contactos alemanes que había llevado a la OSS y compiló un archivo de tarjetas de alemanes que deberían y no deberían ser consultados por las autoridades de ocupación. Su último gran esfuerzo cooperativo con Dulles fue un relato escrito de Operation sunrise, The Secret Surrender (1966). Dos años más tarde, Gaevernitz revisó el guión de una película basada en el libro. Murió el 6 de abril de 1971 en Canarias.

miércoles, 13 de abril de 2022

Entreguerra: El apaciguamiento de Chamberlain (2/2)

Apaciguamiento de Chamberlain

Parte 1 || Parte 2
Weapons and Warfare






A principios de septiembre de 1938, los recuerdos de 1914 estaban por todas partes. Polonia y Hungría, ansiosas por participar en el desmembramiento de Checoslovaquia, concentraban tropas a lo largo de la frontera checa; en Praga el gobierno checo proclamó la ley marcial; en Nuremberg, Hitler prometió un apoyo inquebrantable a esas “criaturas torturadas”, los alemanes de los Sudetes; y en Gran Bretaña, la Royal Navy fue puesta en alerta parcial. Al pasar por el cenotafio en Whitehall ese verano de Munich, Alec Douglas-Home, asistente de Chamberlain y futuro primer ministro, notó que se habían colocado varios ramos frescos en su base.

“Bueno, ha sido una semana bastante horrible”, le escribió Chamberlain a su hermana Ida el 11 de septiembre. Cuatro días después, el primer ministro volaba por el Támesis de camino a visitar a Hitler. Al acercarse a Bavaria, el Lockheed Electra de British Airways se abalanzó bajo una fuerte tormenta y aterrizó sin problemas en el aeropuerto de Munich. La puerta de la cabina se abrió de golpe y, con el repiqueteo de los tambores y el chasquido de las banderas con la esvástica ondeando en un fuerte viento, Neville Chamberlain entró en Hitlerland.

Unas horas más tarde, el primer ministro estaba de pie en la enorme oficina de Hitler en Berchtesgaden, admirando la vista wagneriana; al otro lado del valle, una cadena de altas montañas estaba medio envuelta en la niebla de la tarde. Se volvió y examinó la oficina. Había un enorme globo junto al escritorio y una mesa de conferencias de roble en el otro extremo de la oficina. “A menudo he oído hablar de esta sala, pero es mucho más grande de lo que esperaba”, dijo Chamberlain, con la esperanza de aliviar la tensión con una pequeña charla.

"Eres tú quien tiene grandes habitaciones en Inglaterra", respondió Hitler. Luego, habiendo agotado su reserva de conversaciones triviales, exigió la devolución de los Sudetes.

los checos acordaron ceder a Alemania las regiones del país que eran más del 50 por ciento étnicamente alemanas. El 22 de septiembre, Chamberlain regresó a Alemania esperando firmar un acuerdo. En cambio, Hitler le entregó un nuevo conjunto de demandas: la incorporación de los Sudetes al Reich y la anexión de varias regiones estratégicas más allá de las partes de habla alemana de Checoslovaquia.

“Hitler le ha dado a Chamberlain la doble cruz. . . [Y] parece una guerra”, escribió William Shirer, el corresponsal de CBS en Berlín, el día veintitrés. Al final de la semana, la premonición de Shirer parecía estar a punto de hacerse realidad. La flota británica y la RAF estaban en alerta máxima, los reflectores escaneaban el cielo de Londres, todos los edificios importantes de la capital imperial estaban acordeonados con sacos de arena, los territoriales (reservistas) cavaban trincheras en Hyde Park y St. James Park, y el gobierno estaba requisa bodegas y sótanos como refugios antiaéreos. Los londinenses conmocionados sintieron como si hubieran atravesado el espejo hacia Things to Come. Esto “es como una pesadilla en una película”, escribió Rob Bernays, un ministro del gobierno subalterno. “Somos como personas que esperan el juicio”. En una cena,

Mientras tanto, en Downing Street, Chamberlain se enfrentó a una revuelta del gabinete. Después de explicar con cierto detalle su indignada reacción ante los nuevos términos de Hitler, logró que se aceptaran los términos. Esto fue demasiado, incluso para Lord Halifax, el secretario de Relaciones Exteriores y el aliado más cercano de Chamberlain en el gabinete. “Personalmente, creo que Hitler ha hechizado a Neville”, le dijo a un colega. Otros miembros del gabinete sintieron que Chamberlain se había deshecho de su vanidad. Y, sin duda, el deseo de Chamberlain de ser aclamado como un pacificador nubló su juicio, aunque también intervinieron otros factores en su forma de pensar. El 20 de septiembre, dos días antes de que Chamberlain regresara a Alemania, un memorando del general Hastings Ismay, del Estado Mayor Imperial, aconsejaba prudencia:si “tiene que llegar la guerra con Alemania”, escribió Ismay, “sería mejor luchar contra ella, decir,6 a 12 meses que aceptar el presente desafío.”

A fines de septiembre, la crisis checa se resolvió en la Conferencia de Munich, que fue convocada por sugerencia de Mussolini y fue fuente de algunas de las imágenes más evocadoras de los años anteriores a la guerra: Hay una famosa foto de Chamberlain, más mirando al forense que al empresario de pompas fúnebres mientras posa de mala gana para los fotógrafos frente al Lockheed Electra de dos motores que lo llevará a Alemania. Hay uno de Édouard Daladier, el primer ministro francés, en el aeropuerto de Munich, luciendo físicamente enorme pero con ojos vacíos que sugieren que el apodo del primer ministro, el Toro de Vaucluse, puede exagerar el caso; y hay uno de Hitler de pie en la mesa de conferencias, su expresión es un compuesto de todas sus palabras favoritas: "inquebrantable", "invencible", "triunfante", "decisivo"; y hay uno de Mussolini, de brazos cruzados,cabeza inclinada en un ángulo extraño para ocultar el lunar en su cráneo calvo. Y la foto más famosa de todas: Chamberlain, a su regreso de Múnich, de pie frente a un banco de micrófonos, prometiendo “la paz en nuestro tiempo” bajo un cielo gris de otoño. otro llamando a una resolución pacífica de la crisis de los Sudetes.el otro llamamiento a una resolución pacífica de la crisis de los Sudetes.el otro llamamiento a una resolución pacífica de la crisis de los Sudetes.Y la foto más famosa de todas: Chamberlain, a su regreso de Múnich, de pie frente a un banco de micrófonos, prometiendo “la paz en nuestro tiempo” bajo un cielo gris de otoño. Perdidos entre las notas a pie de página menores de la Conferencia de Munich hay dos llamamientos del presidente Roosevelt, uno instando a Hitler a asistir a la conferencia, el otro llamando a una resolución pacífica de la crisis de los Sudetes.el otro un llamamiento a una resolución pacífica de la crisis de los Sudetes.el otro un llamamiento a una resolución pacífica de la crisis de los Sudetes.Y la foto más famosa de todas: Chamberlain, a su regreso de Múnich, de pie frente a un banco de micrófonos, prometiendo “la paz en nuestro tiempo” bajo un cielo gris de otoño. Perdidos entre las notas a pie de página menores de la Conferencia de Munich hay dos llamamientos del presidente Roosevelt, uno instando a Hitler a asistir a la conferencia, el otro llamando a una resolución pacífica de la crisis de los Sudetes.el otro un llamamiento a una resolución pacífica de la crisis de los Sudetes.el otro un llamamiento a una resolución pacífica de la crisis de los Sudetes.

Tal era la fuerza residual de Never Again, no solo en Gran Bretaña sino en todo el mundo, que la mañana después de prometer "paz en nuestro tiempo", Chamberlain se despertó y se encontró a sí mismo como un héroe mundial. En Munich, los alemanes, algunos con lágrimas en los ojos, acudieron en masa al hotel donde se había alojado el primer ministro, como peregrinos a un santuario. En Francia se levantó una suscripción para construir al primer ministro una casa de campo y un arroyo de truchas. En Gran Bretaña, las calles recibieron el nombre de Chamberlain. Se celebraron cenas en su honor; las multitudes lo siguieron hasta el Palacio de Buckingham, donde apareció en el balcón con el rey, y en las vacaciones de pesca en las Tierras Altas, las multitudes lo siguieron a través de las estaciones de tren escocesas. Los bebés llevaban su nombre,había muñecos de Chamberlain y ramos de flores de Chamberlain con la inscripción "Estamos orgullosos de ti". En Bruselas se acuñó una medalla en su honor; de Holanda llegaron tulipanes por millas; y del pueblo de Nueva York y del pueblo de Sudáfrica, agradecido agradecimiento por el trabajo del primer ministro en nombre de la paz.

“Todo esto terminará a principios de octubre”, dijo Chamberlain a Halifax poco después de su regreso de Múnich. Tenía razón sobre la naturaleza fugaz de la fama, pero estaba equivocado sobre lo rápido que podía huir.

Munich también dio a luz a una nueva percepción entre la gente común, pero era más prosaica. “Vivir con Hitler”, dijo un hombre, “era como vivir en un vecindario con un animal salvaje suelto”.

En marzo de 1939, cuando Alemania ocupó las partes no alemanas de Checoslovaquia, la opinión pública se endureció aún más. La culpa persistente por el Tratado de Versalles había frenado la reacción de Gran Bretaña a las ocupaciones anteriores de Hitler. Austria, Renania y los Sudetes fueron tierras alemanas históricas. En el lugar de Hitler, Bismarck, o casi cualquier estadista alemán, se habría propuesto como objetivo reconstituir la Alemania histórica desmembrada en Versalles. No había explicación para la ocupación de la grupa checa étnica excepto la agresión pura y desnuda. A fines de marzo, cuando el gobierno de Chamberlain extendió una garantía a Polonia, hubo un amplio apoyo público a la decisión.

A finales de agosto, después de que Hitler y Stalin firmaran un pacto de no agresión y de que un ataque alemán a Polonia fuera casi seguro, el News Chronicle, uno de los grandes diarios de Londres, decidió probar la fuerza de Never Again. La encuesta que encargó el periódico encontró que solo el 11 por ciento del público británico seguía siendo decididamente pacifista, es decir, dispuesto a abrazar la paz incluso en términos alemanes. Sin embargo, cualquiera que tuviera un sentido de la opinión pública sabía que los réquiems para Never Again eran prematuros. Quedaba un sustrato significativo, aunque difícil de cuantificar, de sentimiento contra la guerra en Gran Bretaña. “Era un cuerpo vago casi nebuloso. . . y afortunadamente [no tenía] líder”, recordó Alfred Duff Cooper, quien estaba en el lado opuesto del debate sobre la guerra, habiendo renunciado al gabinete de Chamberlain para protestar por el apaciguamiento del primer ministro. El sustrato, dijo Duff Cooper,“estaba compuesto por entidades dispares. El ala izquierda del Partido Laborista. . . cuyo odio a la guerra era tan intenso que dudaban de que valiera la pena luchar por algo, . . . el ala derecha del conservadurismo, . . . [cuyos miembros] creían que el comunismo era el mayor peligro y sentían que Hitler había prestado un servicio a su país al reprimir a los comunistas y que podría convertir a Europa en una al protegerla del peligro rojo.

“Existía también una actitud aún menos definida y más difícil de definir, originada probablemente en el hecho de que la mente del público estaba mal preparada para la guerra. Los ministros habían dicho recientemente a la gente, y algunas secciones de la prensa nunca dejaban de decirles, que ya no había peligro de guerra, de modo que cuando [se hizo inminente] apenas podían creerlo. . . y se aferró obstinadamente a la esperanza de que todo pudiera arreglarse de alguna manera”.

La lista de Duff Cooper omite otro centro importante del sentimiento contra la guerra: la pequeña pero influyente sección del establecimiento británico que tenía serias reservas acerca de arriesgar la economía y el imperio británicos en un segundo conflicto con Alemania. Los miembros del grupo incluían al ex primer ministro David Lloyd George y Montagu Norman, gobernador del Banco de Inglaterra, y varios pares del reino, entre ellos Lord Londonderry y el duque de Westminster. Aunque no eran miembros del grupo, dos poderosos barones de la prensa, Lord Rothermere, editor del Daily Mail y el Daily Mirror, y Lord Beaverbrook, editor del Daily Express y el London Evening Standard, también temían que el Imperio Británico no sobreviviría a otro guerra total.

Si llegara la guerra, el gobierno tendrá que tener en cuenta estas diversas corrientes de opinión al tomar decisiones sobre los objetivos de la guerra, los gastos de defensa, el racionamiento y una serie de temas relacionados. Y si la guerra le sale mal a Gran Bretaña, el gobierno tendrá que estar preparado para la eventualidad de que todas o algunas de estas líneas de opinión se unieran y exigieran un acuerdo de paz negociado para salvar al país de otros cuatro años de “muerte y muerte y muerte”. muerte".

A las 17:00 horas entró en vigor el ultimátum francés.

“Así caímos en Armagedón sin corazón, sin canciones, sin un aliado excepto Francia (y ella tibia), sin aviones, sin tanques, sin armas, sin rifles, sin siquiera una reserva de materias primas y alimentos”, escribió Bob Boothby. . Una semana más tarde, cuando Italia y Japón anunciaron su neutralidad, la amenaza más grave para la seguridad británica, una guerra mundial, retrocedió. Por ahora, solo Alemania tendría que ser confrontada y, aunque sería empujada y aguijoneada, no sería lo suficientemente aguijoneada como para incitar el holocausto de la guerra total por segunda vez. Bajo Chamberlain, Gran Bretaña pelearía una guerra limitada para fines limitados y con medios limitados.

Si bien se aceleraría el ritmo del rearme, por el momento el primer ministro planeaba enfatizar otros dos componentes de su plan de guerra. La primera fue la propaganda. Durante el otoño de 1939, se lanzaron sobre Alemania miles de copias de docenas de diferentes panfletos de propaganda, incluido Hitler y el trabajador, el mejor, aunque no el único, ejemplo de por qué los académicos y figuras literarias que el Ministerio de Información empleó para escribir la propaganda era demasiado gentil para el trabajo. Hitler and the Working Man comenzó describiendo el nacionalsocialismo como "un experimento honorable" y señaló que sus primeros líderes habían tenido muchos "ideales excelentes". El segundo componente del plan de guerra de Chamberlain fue el bloqueo económico.Chamberlain creía, y era una creencia compartida por los servicios de inteligencia británicos y muchos funcionarios de alto nivel, que el enorme costo del rearme había sobrecargado la economía alemana, dejando a Hitler incapaz de pelear otra cosa que no fuera el tipo de guerra corta y aguda en la que estaba peleando. Polonia. Más tarde, los historiadores descartarían la creencia en la debilidad económica alemana como un mito, pero una nueva investigación ha demostrado que Chamberlain tenía al menos la mitad de razón. Hasta el verano de 1940, cuando la riqueza de Europa Occidental cayó bajo el control de Hitler, la maquinaria de guerra alemana estuvo bajo una intensa presión económica. En 1939, Gran Bretaña gastaba solo el 12 por ciento de su ingreso nacional en defensa, mientras que Alemania ya gastaba el 23 por ciento y su economía operaba al 125 por ciento de su capacidad, mientras que la economía británica aún no se había movilizado por completo.

El error de cálculo de Chamberlain fue pensar que la debilidad financiera de Alemania la haría aún más vulnerable a un bloqueo británico de lo que había sido durante la Gran Guerra. Los bloqueos, que tienen por objeto privar de recursos al enemigo, solo funcionan si son herméticos. Y, como Lloyd George, el primer ministro de Gran Bretaña en la Gran Guerra, no perdió la oportunidad de señalar, esta vez, a diferencia de la última vez, el bloqueo británico tenía un agujero enorme. El pacto germano-soviético le había dado a Hitler acceso al petróleo ruso, al cobre, a suficientes materias primas para sostener una guerra de diez años. De hecho, cuando se trataba de las fallas de su sucesor como líder de la guerra, Lloyd George no sabía por dónde empezar o terminar. El marzo anterior, Chamberlain había entregado alegremente a Polonia una garantía de seguridad inaplicable sin la ayuda rusa; luego, cuando surgió la oportunidad de lograr una alianza con Stalin,lo había dejado escapar. Y debido a que Chamberlain se negó a poner a la industria británica en pie de guerra, Gran Bretaña no tendría diez divisiones en Francia hasta la primavera de 1940, y solo tenía 1.270 aviones de primera línea y unos pocos cientos de tanques, muchos modelos obsoletos. Contra esta fuerza, Alemania podría desplegar hasta 157 divisiones, 10 de ellas blindadas, casi 4000 aviones de combate modernos y 3000 tanques modernos. Era cierto que 90 a 94 de las 117 divisiones de Francia también se enfrentaron a Alemania, pero los 3254 tanques y los 1562 aviones del ejército francés estaban en manos de soldados y aviadores que preparaban un ejército de 1939 con entrenamiento y estrategias de 1918.

miércoles, 6 de abril de 2022

Entreguerra: El apaciguamiento de Chamberlain (1/2)

El apaciguamiento de Chamberlain

Parte 1 || Parte 2
Weapons and Warfare

 



En 1938, el primer ministro británico Neville Chamberlain fue muy criticado por Winston Churchill y otros por su "política de apaciguamiento" con respecto a la amenaza de anexión de los Sudetes por parte de la Alemania nazi, una zona fronteriza del norte de Checoslovaquia habitada principalmente por personas de etnia alemana. La verdad era que Gran Bretaña carecía del poderío militar para desafiar de manera significativa las hostilidades que luego amenazaban con Japón (en Asia), Alemania (en Europa) e Italia (el Mediterráneo y África). Sus principales aliados europeos en ese momento (Francia y Polonia) tampoco estaban preparados para una guerra con la Alemania nazi, y Estados Unidos se mantuvo firmemente neutral. Estaba claro que los aliados de Gran Bretaña recibirían poca ayuda militar para enfrentarse a los nazis.Lanzar el guante para resolver el problema de los Sudetes podría haber sido visto como moralmente legítimo, pero probablemente habría llevado a un desastre militar.

En cambio, Chamberlain, junto con representantes de Francia e Italia, hizo efectivo el Acuerdo de Munich con Hitler en septiembre de 1938. Permitió a Alemania una anexión pacífica de los Sudetes. Como Hitler había amenazado anteriormente con devolver esa zona a Alemania por la fuerza, Chamberlain anunció a una Gran Bretaña aliviada que el Acuerdo de Munich retiró "paz para nuestro tiempo". La parte de "nuestro tiempo" apareció aproximadamente un año, un período durante el cual los críticos de Chamberlain se sintieron reivindicados cuando el apetito territorial de Hitler se hizo evidente.

Aunque la política de apaciguamiento había fracasado per se, le dio a Gran Bretaña un tiempo valioso para construir cazas Spitfire y Hurricane, así como para adquirir aeródromos, pilotos y personal de tierra necesarios para ganar la Batalla de Gran Bretaña. También le dio tiempo a Gran Bretaña para afinar sus tácticas de alerta temprana de ataques aéreos, particularmente la Sala de filtro en Bentley Priory que integró la información de las estaciones de radar Chain Home, Home Guard Spotters e inteligencia de señales en un sistema de defensa aérea ciertamente eficiente.

El Acuerdo de Munich fue la alternativa pragmática de Chamberlain a la locura de entrar en guerra cuando los recursos militares para emprender una campaña exitosa no estaban disponibles. Chamberlain no era ni tímido ni ingenuo, como insinuaban sus críticos políticos. De hecho, había motivado a Gran Bretaña a comenzar los preparativos de guerra dos años antes de que se firmara el Acuerdo de Munich. También había consumado alianzas militares (por débiles que fueran) para desalentar el expansionismo nazi. Pero sin el Acuerdo de Munich, Gran Bretaña podría haberse enfrentado a la embestida de la Luftwaffe en 1938 en lugar de 1940, y lo más probable es que Alemania hubiera ganado la superioridad aérea que necesitaba para abrir la puerta a una invasión exitosa de las Islas Británicas.
¿¡O!?

En “Presagios de 1936”, publicado en Fortnightly Review en enero de ese año, el historiador Denis Brogan predijo que 1936 sería el año en que la fe en Never Again comenzaría a flaquear. Y los acontecimientos demostrarían que Brogan tenía más razón que error. Además del golpe de Renania, 1936 fue el año en que estalló la guerra civil en España, Hitler y Mussolini formaron el Eje Roma-Berlín, Alemania y Japón firmaron el Pacto Antikomintern y la prensa europea comenzó a informar sobre avistamientos regulares de la muerte. Embarcacion. No por casualidad, 1936 fue también el año en que la visita diplomática se convirtió en un elemento básico del noticiero cinematográfico. Por lo general, el noticiero comenzaba con una toma panorámica de dignatarios de pie en una plataforma ferroviaria, los políticos con sombreros de copa y vestidos, los soldados con uniformes de ópera cómica con trenzas doradas. Se escucha un silbido, las cabezas giran y aparece un poderoso motor,negro como la noche africana, su morro en flecha hacia atrás crea la impresión de una gran velocidad incluso cuando el tren entra en la estación a diez millas por hora. Al detenerse frente a la plataforma, los pistones emiten un silbido de serpiente y los dignatarios que esperan desaparecen en un vapor de vapor blanco. Después de que la nube se disipa, aparece una niña de las flores y le presenta un ramo al diplomático visitante; se intercambian cortesías en la plataforma; luego, el diplomático desaparece en el asiento trasero de una gran limusina Horsch de cinco litros con guardabarros de ala de gaviota o en un sedán Renault negro con galones plateados en la parrilla.y los dignatarios que esperaban desaparecen en un vapor de vapor blanco. Después de que la nube se disipa, aparece una niña de las flores y le presenta un ramo al diplomático visitante; se intercambian cortesías en la plataforma; luego, el diplomático desaparece en el asiento trasero de una gran limusina Horsch de cinco litros con guardabarros de ala de gaviota o en un sedán Renault negro con galones plateados en la parrilla.y los dignatarios que esperaban desaparecen en un vapor de vapor blanco. Después de que la nube se disipa, aparece una niña de las flores y le presenta un ramo al diplomático visitante; se intercambian cortesías en la plataforma; luego, el diplomático desaparece en el asiento trasero de una gran limusina Horsch de cinco litros con guardabarros de ala de gaviota o en un sedán Renault negro con galones plateados en la parrilla.

Si el noticiero está ambientado en los Balcanes, el diplomático es francés y está allí para apuntalar la problemática Pequeña Entente, la alianza que Francia ha formado con Checoslovaquia, Rumania y el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (Yugoslavia). Si el noticiero está ambientado en España, el diplomático podría ser un alemán, o un italiano, visitando al generalísimo Francisco Franco, líder de las fuerzas rebeldes nacionalistas, o un ruso, visitando a miembros del gobierno republicano en Madrid. Si el noticiero está ambientado en Berlín, el diplomático es japonés y se encuentra en la capital alemana para presenciar la firma del Pacto Antikomintern entre Japón y Alemania. Y si el noticiero está ambientado en Roma, el diplomático podría ser alemán o, incluso más probable, británico, en cuyo caso está en Italia para cumplir las órdenes del nuevo primer ministro, Neville Chamberlain.

La Cámara de Chamberlain, fundada por el padre del primer ministro, Joe, alcalde de Birmingham, y presidida durante mucho tiempo por su medio hermano mayor, Austen, secretario de Relaciones Exteriores, tenía un historial de producción de personalidades capaces, ambiciosas y emprendedoras. Y el hijo menor de Joe Chamberlain estaría más que a la altura de ese estándar. Cuando llegara su turno de dirigir a la familia, Neville no solo levantaría el techo, sino que también pondría una nueva ala en la Casa de Chamberlain. Como ministro de salud, Chamberlain fue dinámico e innovador, y como canciller del Exchequer (secretario del Tesoro) fue casi excelente; bajo su dirección, Gran Bretaña salió de la Depresión varios años antes que Estados Unidos. En todos los cargos que ocupó, incluido el de primer ministro, Neville Chamberlain deleitó a los funcionarios públicos que admiraban su competencia, su mente organizada y ordenada,y su capacidad para reafirmar la fláccida maquinaria del gobierno. Entre sus colegas políticos, era menos popular. Sabían que si te enfadas con el primer ministro, él te arrojaría a sus secuaces en la prensa para un ataque público. Sorprendentemente, esta figura dinámica está completamente ausente de los noticieros y periódicos de la época, lo que nos dio una imagen que continúa resonando hasta el día de hoy: Chamberlain como el enterrador de vacaciones: paraguas en mano, homburg en la cabeza, rostro pálido, levemente hacia atrás. inclinados, los ojos escaneando ansiosamente el cielo en busca de señales de lluvia.esta figura dinámica está completamente ausente de los noticieros y periódicos de la época, lo que nos dio una imagen que sigue resonando hasta el día de hoy: Chamberlain como el empresario de pompas fúnebres de vacaciones: paraguas en mano, homburg en la cabeza, rostro pálido, espalda ligeramente inclinada, ojos escaneando ansiosamente el cielo en busca de señales de lluvia.esta figura dinámica está completamente ausente de los noticieros y periódicos de la época, lo que nos dio una imagen que sigue resonando hasta el día de hoy: Chamberlain como el empresario de pompas fúnebres de vacaciones: paraguas en mano, homburg en la cabeza, rostro pálido, espalda ligeramente inclinada, ojos escaneando ansiosamente el cielo en busca de señales de lluvia.

comentó la confianza que todos tienen en mí,” le dice a Hilda en otra carta. En los tratos públicos, sin embargo, la vanidad se convirtió en hybris, no en el antiguo sentido griego de alguien que se complace en avergonzar y humillar, sino en el sentido del libro de Proverbios, “un orgullo que ciega”. La visión de Chamberlain de sí mismo como más que un rival para cualquier ocasión permitió que Mussolini lo jugara una y otra vez, quien lo encontró un viejo tonto "que no estaba hecho de la misma materia que Francis Drake y los otros magníficos aventureros que crearon el Imperio". y por Hitler, quien se refirió al primer ministro como “ese viejo tonto con. . . el paraguas." Aún así, Cualquier evaluación justa de las relaciones de Chamberlain con los dictadores es incompleta a menos que también tenga en cuenta el declive del poder británico. , quien lo pensó un viejo tonto "que no estaba hecho de la misma materia que Francis Drake y los otros magníficos aventureros que crearon el Imperio". ” y por Hitler, quien se refirió al primer ministro como “ese viejo tonto con. . . el paraguas." Aún así, cualquier evaluación justa de las relaciones de Chamberlain con los dictadores es incompleta a menos que también tenga en cuenta el declive del poder británico. Mussolini lo jugara una y otra vez,

En 1937, cuando Chamberlain asumió el cargo, Gran Bretaña, un pequeño estado insular, se hundía bajo las enormes cargas militares y económicas de un imperio global y las cargas internas de la Depresión y el pacifismo, y estaba cada vez más amenazada por el cambio tecnológico. El advenimiento del poderío aéreo había puesto en duda las ventajas estratégicas proporcionadas hasta ahora por el Canal de la Mancha y la Royal Navy; y la recuperación económica frágil e irregular del crac de 1929 había limitado el rearme británico. La producción de aviones estaba aumentando, aunque no lo suficientemente rápido como para construir y equipar una fuerza aérea capaz de luchar contra un enemigo europeo; y el plan para crear una fuerza expedicionaria capaz de librar una guerra en el continente había sido víctima de los recortes presupuestarios (incluido por parte de Chamberlain) y del Nunca Más. El público británico, dijo un alto político,sería “fuertemente sospechoso de cualquier preparación realizada en tiempos de paz con miras a compromisos militares a gran escala en el continente”. Además, los dominios, que tanto habían contribuido al esfuerzo de guerra británico en 1914-18, se estaban volviendo cada vez más aislacionistas (Canadá y Sudáfrica) o se estaban convirtiendo en una carga. Australia y Nueva Zelanda miraron a Gran Bretaña en busca de protección contra Japón. Finalmente, estaba el imperio: el trabajo de tres siglos, la fuente del poder global de Gran Bretaña y, ahora con los "vientos calientes del nacionalismo" que soplan desde El Cairo y Calcuta, cada vez más un peso muerto, militar y económicamente. A mediados de la década de 1930, se había vuelto casi imposible imaginar cualquier eventualidad bajo la cual Gran Bretaña pudiera librar una gran guerra europea y emerger con el imperio aún intacto.

En diciembre de 1937, los Jefes de Estado Mayor abordaron las consecuencias de la debilidad británica en un memorando contundente: “No podemos prever el momento en que nuestras fuerzas de defensa serán lo suficientemente fuertes para salvar nuestro comercio, territorio e intereses vitales contra Alemania, Italia y Japón. al mismo tiempo. [No podemos] exagerar [la importancia] desde el punto de vista de la defensa imperial de cualquier acción política o internacional que pueda tomarse para reducir el número de nuestros enemigos potenciales”.

Chamberlain ya estaba pensando en líneas similares: "Prepárate para lo peor, espera lo mejor" —su política exterior— se basaba en dos pilares: el rearme continuo para disuadir a Alemania, Italia y Japón, y el apaciguamiento para mitigar sus agravios. Los inclinados del primer ministro saludaron la política como un golpe maestro. Uno o dos de los enemigos podrían ganarse mediante el apaciguamiento y, si la estrategia falla, el año o dos consumidos en la negociación de agravios le darían a Gran Bretaña tiempo para construir sus defensas, especialmente sus defensas aéreas, que Chamberlain, como Baldwin y Churchill, visto como la clave para la victoria en una guerra moderna. La política también tenía la importante ventaja de estar en sintonía con el sentimiento público.

¿Qué agravios deben ser apaciguados? En el caso de Japón, no surgieron agravios legítimos, pero Japón representaba una amenaza para Australia y Nueva Zelanda, por lo que Chamberlain tragó saliva e ignoró las infracciones japonesas de las concesiones británicas en China. Italia, que se comportaba de manera amenazante en España y el norte de África, se sintió agraviada de que el Mediterráneo fuera un mar británico, no italiano. Chamberlain tragó saliva y se hizo de la vista gorda ante los ataques italianos a los barcos británicos que transportaban mercancías a la España de la guerra civil. Sin embargo, la persistente culpa británica por el Tratado de Versalles dio a los agravios alemanes una posición especial a los ojos de Chamberlain. Hitler era una bestia, por supuesto, un vicioso antisemita y loco, para empezar. No obstante, loca o no, Alemania había sido duramente tratada en Versalles: despojada de su ejército, de sus fronteras con el Rin,y varias regiones alemanas históricas. A fines de la década de 1930, algunas de las injusticias se habían corregido, aunque Danzig, una ciudad históricamente alemana, todavía estaba en manos polacas y los Sudetes, otra región alemana histórica, todavía estaban en manos checas. Austria no era un territorio perdido, pero Versalles lo redujo casi a la insignificancia, y muchos alemanes sintieron que el lugar que le correspondía estaba dentro de un Gran Reich.

En noviembre de 1937, Lord Edward Halifax, miembro del gabinete de Chamberlain y uno de los asesores de mayor confianza del primer ministro, se reunió con Hitler. Esta fue la segunda visita de Halifax a la “nueva” Alemania. Después de la primera, regresó a Londres sonando como un botánico que había descubierto una nueva especie de vida vegetal extrañamente florida pero probablemente benigna durante sus viajes. Halifax “me dijo que él. . . Me divirtió mucho la visita”, dijo un amigo. “Piensa que el régimen es absolutamente fantástico, quizás demasiado fantástico para tomarlo en serio”. A finales de 1937, Halifax todavía pensaba que el régimen de Hitler era fantástico, pero se estaba dando cuenta de sus peligros y, al igual que millones de sus compatriotas, no quería que Gran Bretaña se viera arrastrada a una guerra en el otro extremo de Europa por cuestiones que no afectaban a su territorio. seguridad y que, a los ojos de los británicos, tenía cierta legitimidad.Durante su segunda visita, Halifax le dijo a Hitler que, siempre que se emplearan medios pacíficos, Gran Bretaña estaría preparada para aceptar “posibles alteraciones en el orden europeo, que podrían estar destinadas a ocurrir con el paso del tiempo. Entre estas preguntas estaban Danzig, Austria y Checoslovaquia”.

Hitler le aseguró a Halifax que Alemania deseaba tener buenas relaciones con todos sus vecinos. Cuatro meses más tarde, la Wehrmacht entró en Viena y Austria pasó a formar parte del Reich. Dos meses después del Anschluss, mayo de 1938, comenzaron a circular rumores de que diez divisiones alemanas habían sido trasladadas a la frontera del Reich frente a los Sudetes. “Esos malditos alemanes me han echado a perder otro fin de semana”, se quejó Chamberlain a su hermana Hilda el 22 de mayo. Gran Bretaña emitió una leve advertencia; Alemania negó que tuviera tropas en la frontera de los Sudetes; luego, en una inspirada obra de diplomacia, se decidió culpar de la crisis a los checos, la única parte en la disputa incapaz de iniciar una guerra mundial por su cuenta.

Junio ​​y julio de 1938 transcurrieron tranquilos, pero no era la calma normal del verano. En Renania, los equipos de construcción trabajaron turnos dobles y triples bajo luces de arco para completar el Muro Oeste, un nuevo sistema defensivo que las potencias aliadas llamaron Línea Sigfrido. En París, Georges Bonnet, el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, analizó el tratado franco-checoslovaco en busca de lagunas. En Moscú, Stalin, que también tenía un tratado con los checos, observó atentamente para ver quién saldría victorioso de la confrontación de los Sudetes, Alemania o Gran Bretaña y Francia. En Washington, la administración Roosevelt preparó un llamamiento a la moderación. Y en Londres, los Jefes de Estado Mayor emitieron una nueva advertencia: en caso de una guerra anglo-alemana por Checoslovaquia,“Es más que probable que tanto Italia como Japón aprovechen la oportunidad para promover sus propios fines y que, en consecuencia, el problema que tenemos que plantear no sea el de una guerra europea limitada, sino el de una guerra mundial”. En julio, cuando Chamberlain habló en la celebración del centenario de Birmingham, todavía tenía en mente la advertencia de los Chiefs. “El gobierno del cual soy actualmente el jefe tiene la intención de mantener su curso, que está establecido para el apaciguamiento del mundo”.

pero hacia la noche un invitado dijo la crisis checa, y Margery, que tenía treinta y cuatro años, se encontró pensando en su infancia en la Gran Guerra. Recordó un sueño recurrente que había tenido entonces: “un soldado galopando en un gran caballo gris para besar a [una] enfermera llorosa y despedirse. . . entonces la muerte. . . y tampoco un moribundo ordinario. . . pero la muerte final, vacía y lejos en alguna parte.” Recordó otras cosas de esa época: “las mujeres y los viejos todos de negro. . . de pie en la calle del pueblo leyendo las enormes listas de bajas. . . ;[y] el chico del pueblo en bicicleta con no un telégrafo que elimine tragedia, sino a veces dos o incluso tres”. Entonces se le ocurrió a Margery un pensamiento asombroso: la guerra, que había destrozado a la generación anterior a la suya, ahora parecía estar a punto de destrozar a la generación posterior. El pensamiento era tan asombroso,

Chambelán y apaciguamiento

martes, 11 de septiembre de 2018

Rusia Imperial: La conquista de Asia Central (4/4)

La conquista rusa de Asia Central


El gran juego

El gran juego [11] se refiere a los intentos británicos de bloquear la expansión rusa al sureste hacia la India. Aunque se habló mucho de una posible invasión rusa de la India y una serie de agentes y aventureros británicos penetraron Asia central, los británicos no hicieron nada serio para evitar la conquista rusa de Turquestán, con una excepción. Cada vez que los agentes rusos se acercaban a Afganistán reaccionaban con mucha fuerza, viendo a Afganistán como un estado de amortiguación necesario para la defensa de la India. Esta sección vuelve a contar las partes del Gran Juego que son directamente relevantes para el presente artículo.

Una invasión rusa de la India parece improbable, pero varios escritores británicos consideraron cómo se podría hacer. Cuando se sabía poco sobre la geografía, se pensó que podían llegar a Khiva y navegar hasta Oxus hasta Afganistán. De manera más realista, podrían obtener apoyo persa y cruzar el norte de Persia. Una vez en Afganistán, aumentarían sus ejércitos con ofertas de botín e invadirían la India. Alternativamente, podrían invadir India y provocar una rebelión nativa. El objetivo probablemente no sea la conquista de la India, sino presionar a los británicos, mientras que Rusia hizo algo más importante, como tomar Constantinopla.

En 1801 se habló poco de una invasión franco-rusa conjunta de la India. Durante la guerra ruso-persa (1804-13), tanto los agentes británicos como los franceses estaban activos en Persia, y sus objetivos variaban según el poder que se aliara con Rusia en ese momento. En 1810 Charles Christie y Henry Pottinger cruzaron el oeste de Afganistán y el este de Persia. Christie fue asesinada en 1812 apoyando a los persas en la Batalla de Aslanduz. En 1819 Muraviev llegó a Khiva. Una misión rusa llegó a Bokhara en 1820. En 1825 Moorcroft llegó a Bukhara. En 1830, Arthur Conolly intentó llegar a Khiva desde Persia, pero los bandidos lo rechazaron y continuaron hasta Herat y la India británica. En 1832 Alexander Burnes llegó a Bokhara.


El ejército británico entrando en Kandahar en 1839

El período de 1837 a 1842 fue especialmente activo. En 1839, en el momento del ataque fallido de Perovsky contra Khiva, Abbot fue a Khiva para negociar la liberación de los esclavos rusos detenidos allí a fin de eliminar un pretexto para la invasión. El fallo. El año siguiente, Richmond Shakespear fue tras él, tuvo éxito y llevó 416 esclavos rusos al Caspio. En 1837, Jan Prosper Witkiewicz llegó a Kabul. En 1838 Persia sitió a Herat, con agentes británicos y rusos apoyando a los dos bandos. Brittan terminó el sitio ocupando una isla persa. En 1838, Charles Stoddart fue a Bokhara y fue arrestado. En 1841, Arthur Conolly fue a asegurar su liberación y ambos fueron ejecutados en 1842. Durante la Primera Guerra Anglo-Afgana (1839-42) Brittan invadió Afganistán, fue expulsado, re-invadido y se retiró.

Los británicos tomaron Sindh en 1843 y Punjab en 1849, ganando así el río Indo y una frontera con Afganistán. La Guerra de Crimea ocurrió en 1853-56. Un segundo ataque persa contra Herat condujo a la Guerra anglo-persa de 1856-57. El motín indio ocurrió en 1857-58. Esto fue sobre el tiempo en que Rusia estaba construyendo fuertes al este del Mar de Aral (1847-53). La captura rusa de Tashkent (1865) y Samarcanda (1868) no produjo respuesta británica.

En 1875, después de la conquista de Khiva, Frederick Gustavus Burnaby cabalgó de Orenburg a Khiva, un evento que solo fue importante debido a su libro ampliamente leído. Las intrigas de Kaufman en Kabul provocaron la Segunda Guerra Anglo-Afgana de 1878-80. Durante la segunda batalla de Geok Tepe, el coronel Charles Stewart estaba en el lado sur de la montaña haciendo algo que nunca se ha aclarado.

En el lado chino de las montañas, una línea de pasos que correspondía a la carretera de Karakoram proporcionaba una ruta comercial y peregrina desde la cuenca de Tarim a la India. No estaba claro si esto podría ser utilizado por un ejército. En la época de Yakub Beg, agentes rusos y británicos estaban activos en su corte. Varios indios del servicio británico mapearon el área alrededor del Pamir. La expansión rusa en el Pamir provocó que los británicos se movieran hacia el norte y obtuvieran el control de lugares como Hunza y Chitral.

El Gran Juego llegó a su fin con la demarcación de la frontera septentrional afgana en 1886 y 1893 y la Entente anglo-rusa de 1907.


Referencias y notas

  1.  Yuri Bregel, An Historical Atlas of Central Asia, 2003 
  2. Francis Henry Skrine, The Heart of Asia, circa 1900 (good short introduction)
  3. "An Indian Officer", Russia's March towards India, 2 volumes, 1894
  4. No hay un libro moderno sobre la conquista rusa de Asia Central y el viejo libro del Oficial Indio parece ser el mejor. Este artículo es en gran parte un resumen del oficial indio. Las mejores fuentes de detalles se indican en las notas a pie de página o en los artículos vinculados.

Notas

  1. Mark Mancall, ‘Russia and China: Their Diplomatic Relations to 1728”, 1971, es la mejor fuente para esta área, pero sus fechas para la primera expedición de Bukhholts en las páginas 211-212 son contradictorias.
  2. El relato más completo es de Valikhanov et al. "The Russians in Central Asia", 1865, chapters viii-x
  3. Dates for Kopal through Aulie-Ata are from Bregel's Atlas and other sources, Indian Officer's dates seem off by a year or two.
  4. Indian Officer puts this as two years before the foundation of Vernoye which he misdates to 1855, so 1852 is probably correct
  5. for Chernyaev see David MacKenzie. The Lion of Tashkent: The Career of General M. G. Cherniaev, 1974 and also Serbian-Turkish Wars (1876-1878) 
  6. location uncertain, possibly the modern Zhilek.
  7. De acuerdo a Bregel, p+agina 64, cerca de Kattakurgan, Uzbekistan cerca de mitad de camino entre Jizzakh y Bokhara. De acuerdo a Skrine, kindle@2675, "Irjai" entre Jizzakh y Kojend.
  8. Aparentemente Istaravshan cerca de 20 millas al sur del punto medio de la línea de 100 millas entre Jizzakh y Kojent. 
  9. Shahrisabz, Katti-Kurgan, Hussein Bek of Urgut, Omar Bek of Chilek, Jura Bek, Baba Bek and others.
  10. los mejores relatos son probablemente los de Robert Middleton y Huw Thomas, “Tajikistan and the High Pamirs”, Odyssey Books, 2008
  11. fuente de esta sección es Peter Hopkirk, “The Great Game”, 1990

lunes, 22 de enero de 2018

Crisis del Beagle: El encuentro de El Plumerillo

Videla-Pinochet: a 40 años de las reuniones que dejaron a la Argentina y Chile al borde de la guerra

En enero de 1978 se encontraron en la base aérea El Plumerillo; diez meses después, con las tropas de ambos países desplegadas en la zona de conflicto, el papa Juan Pablo II evitó el enfrentamiento



Juan Manuel Trenado || LA NACION



Las fotos los mostraron sonrientes. No faltaron los abrazos. Pero toda la serenidad y las supuestas buenas intenciones que mostraban cuando estaban frente a la prensa eran una fachada que ocultaba la tensión puertas adentro.

El 19 de enero de 1978, en plenas dictaduras tanto en la Argentina como en Chile, los presidentes de facto Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet tuvieron una reunión para intentar acercar partes y poner fin al conflicto del Beagle. Fueron doce horas de encuentro en El Plumerillo, Mendoza.


Hubo otra reunión un mes después, en Puerto Montt, que duró 13 horas. Se repitieron buenos augurios en los discursos de ambos. Se habló de hermandad y de lazos de sangre entre ambas naciones. Hasta firmaron un acuerdo para continuar con las negociaciones.

Pero el clima no era el mismo en la intimidad. "El discurso de Pinochet causó desagrado y sorpresa", se escribió en LA NACION tras el cónclave en Chile. Videla, al volver a la Argentina, se reunió con el jefe de la Aramda, el almirante Emilio Eduardo Massera, y analizaron las distintas alternativas en caso de llegar a un desenlace bélico.



Videla lo reconoció años después: "Pinochet me planteó un problema: ¿Qué hacer? ¿Retirarme al frente de mi delegación y romper la posibilidad de una negociación que, más allá de ese discurso inesperado, había quedado plasmada en el documento firmado? Opté por una respuesta de circunstancia sobre la hermandad entre ambos países, la complementariedad comercial. Me pareció lo mejor: no quise romper todo. La comisión que me acompañaba se enojó conmigo; consideró ese discurso como una aflojada. En la Argentina también cayó muy mal: los comandantes se sintieron todos halcones", dijo el represor Videla en el libro Disposición Final.

"El Día D, la Hora H, ya habían sido determinados. La invasión sería el sábado 23 de diciembre. No queríamos que coincidiera con Navidad"
Jorge Rafael Videla, en el libro Disposición Final

Apenas cuatro días después, el ministro de Relaciones Exteriores, vicealmirante Oscar Montes, transmitió un mensaje al pueblo en el que expresó que la Argentina consideraba nulo el laudo arbitral británico que daba lugar al reclamo chileno. Ambos países habían acordado en 1971 que esa sería la vía para resolver el litigio por la delimitación de los espacios marítimos en el extremo sur y, en especial, en el canal de Beagle.

La explicación sobre el rechazo argentino ya la había adelantado el canciller Montes: "La Argentina, asistida por destacados internacionalistas, ha encontrado en el laudo errores de derecho que son inaceptables. No se trata de una posición caprichosa de un mal perdedor".

¿Qué reclamaba la Argentina?

El mismo Montes lo comentó: "El desconocimiento del protocolo de 1893 como instrumento adicional y aclaratorio del tratado de 1881 y el hecho de que se haya fallado sobre zonas que no están comprendidas dentro de la parte cuestionada. Asimismo, puede establecerse que se han cometido errores de carácter histórico y geográfico, como por ejemplo, cuando se determina que el océano Atlántico llega hasta la Isla de los Estados y no hasta el cabo de Hornos".


Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla, el 19 de enero de 1978; se reunieron en El Plumerillo, Mendoza. Foto: LA NACION 

La tensión era tal que, incluso hasta 24 horas antes de la primera reunión, los medios chilenos señalaban que era difícil que se llevara a cabo el encuentro. "Las cancillerías de las dos naciones deben extremar sus esfuerzos para que la entrevista se produzca", publicó el diario La Tercera.

En el encuentro en Mendoza, las medidas de seguridad fueron estrictas en la IV Brigada Aérea de El Plumerillo. Tras la reunión, un comunicado oficial indicó: "Se sentaron las bases para la concreción de un entendimiento que permitirá dar solución a los aspectos de interés común". Y más allá de los semblantes serenos de los mandatarios tras despedirse, los enviados describieron que durante el encuentro pudo verse a los asistentes de los dos países corriendo nerviosos por los pasillos, llevando carpetas y datos para aportar a la fundamentación en la charla.



El diario La Segunda, de Chile, publicó: "Nuestro país está dispuesto a acudir a nuevas instancias jurídicas para aclarar sus derechos. Argentina rehuye tales instancias. En consecuencia, las vías no negociadas que excluyan la posibilidad bélica favorecen a Chile. Las negociaciones directas tienden a favorecer a Argentina. [.] Sobre esta base, el papel más difícil en la reunión le corresponde al presidente chileno".

En la reunión en Puerto Mont un mes después, el dictador Pinochet dijo en su discurso: "Ha quedado taxativamente establecido que las negociaciones no configuran modificación alguna de las posiciones que las partes sostienen con respecto al laudo arbitral en la región. Mi gobierno ratificó en forma oficial y pública que, de acuerdo con los compromisos previstos, la delimitación de las jurisdicciones en esa región quedó refrendada en forma definitiva en la sentencia de Su Majestad Británica. Por lo tanto, las negociaciones a realizar en ningún caso afectarán los derechos que en esa área el laudo reconoció para Chile".

"Llegamos al borde de la navaja. No fuimos a la guerra, pero si hubiéramos entrado en ella no nos habría ido tan mal " 
Augusto Pinochet, en el libro Diálogos con su historia
En los meses siguientes, la escalada de tensión fue más intensa. Ambos países desplegaron sus tropas en las zonas de conflicto. El 20 de diciembre, la Cancillería argentina replicó con dureza una carta de Chile: "Solo reitera conceptos ya conocidos y [.] no satisface las mínimas expectativas que alientan al Gobierno argentino en su propuesta de continuar con las negociaciones".

En el mismo sentido, Videla respondió una carta al entonces presidente de los Estados Unidos, James Carter, en la que transmitía su preocupación: "La persistencia de la actitud chilena es atentatoria a legítimos e irrenunciables derechos argentinos".



Al mismo tiempo, el embajador argentino en las Naciones Unidas, Enrique Ros, presentaba ante el Consejo de Seguridad una nota de carácter urgente en la que acusaba a Chile de emplazar destacamentos militares provistos de artillería en las islas ubicadas en los mares en disputa.

La Argentina estaba dispuesta a la ocupación de las islas Picton, Nueva y Lennox el 22 diciembre de 1978, para luego atacar el territorio chileno. El plan de de batalla ya estaba definido, tal como contó LA NACION en una investigación en 2003.

"Optaron por comenzar el conflicto con Inglaterra, creyendo ganarle muy pronto para enseguida atacar a Chile con toda su fuerza. Fue una equivocación técnica y estratégica"
Augusto Pinochet
A horas de que se desatara la guerra, fue la intervención directa de Juan Pablo II la que impidió el conflicto. El cardenal Antonio Samoré fue designado por el Papa. La Argentina postergó su plan para analizar el pedido de la Iglesia. Y cuando caía la noche, la Junta Militar aceptó la mediación.

La propuesta de Juan Pablo II fue darle la soberanía sobre las islas a Chile, pero le ofrecía una zona marítima común para el comercio de ambos países. La Argentina dejó pasar el plazo y la tensión creció en 1981. Hubo nuevas amenazas y provocaciones.

Fue la Guerra de Malvinas la que desvió la atención de ese conflicto. La posterior llegada de la democracia derivó en el plebiscito convocado por el presidente Raúl Alfonsín . El 82% (10,4 millones de votos contra 2,1) de la población eligió aceptar la propuesta papal. Y el Tratado de Paz y Amistad de noviembre de 1984 le puso fin a más de cien años de conflictos en la zona.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

SGM: Japón y Rusia buscan "formalmente" terminar la guerra

La Segunda Guerra Mundial nunca terminó "formalmente" - Rusia y Japón podrían cambiar eso pronto
Daniel Sneider, Noah Sneider, Política Exterior
Business Insider


El presidente de Rusia, Putin, y el primer ministro japonés, Abe, estrechan la mano antes de sus conversaciones en Beijing, China. Reuters / Kyodo

Si todo va según lo planeado, el primer ministro japonés Shinzo Abe entrará en un baño de vapor la próxima semana con el presidente ruso, Vladimir Putin, en una fuente caliente en la ciudad natal de Abe Nagato, que enfrenta a Rusia a través del mar de Japón.

El objetivo de Abe al recibir a Putin en un onsen tradicional, como se conocen los baños de aguas termales, no es nada menos que hacer historia - persuadir al líder ruso para que finalmente firme un tratado de paz que formalmente establezca la Segunda Guerra Mundial.

Este acuerdo ha eludido a los líderes rusos y japoneses muchas veces desde su primer intento fallido en 1956, siempre en una disputa sobre una serie de islas que corren a kilómetros de la isla norteña de Hokkaido en Japón y fueron capturados por el Ejército Rojo en los últimos días de Esa guerra.

Para Abe, esta cumbre onsen es tanto personal como estratégica. Ha invertido una cantidad sin precedentes de capital político y tiempo personal construyendo una relación con Putin, manteniendo más de una docena de reuniones con el líder ruso desde que Abe asumió el cargo hace unos cuatro años. Sus ministros de Asuntos Exteriores y Económicos han estado viajando de ida y vuelta a Rusia para sentar las bases para la cumbre, realizando una visita final el fin de semana pasado.

Al parecer, Abe anhela cumplir el sueño de su padre, Shintaro Abe, también un político conservador líder durante más de tres décadas que se remonta a finales de 1950. En la década de 1980, cuando era ministro de Relaciones Exteriores, el anciano Abe pasó años forjando lazos con el entonces líder soviético Mijail Gorbachov con la esperanza de que un acuerdo de paz lo convirtiera en primer ministro. Su hijo también quiere impulsar una cuña geopolítica entre Rusia y China y afirmar la capacidad de Japón para forjar su propia política exterior más allá de los límites de la alianza con los Estados Unidos.

Putin también tiene mucho en juego en las aguas termales. Espera conseguir que Japón rompa sus filas con el régimen de sanciones de Occidente después de Crimea, atraiga un flujo de inversiones japonesas, especialmente en el dilapidado Ruso Extremo Oriente y, no de forma incidental, envíe un pequeño mensaje a Beijing de que Rusia tiene otros benefactores en Asia .


El primer ministro japonés Shinzo Abe y su esposa Akie (detrás de Shinzo Abe) prestan sus respetos a una tumba de su padre y ex ministro de Relaciones Exteriores Shintaro Abe en Nagato, Japón occidental, en esta foto tomada por Kyodo el 14 de agosto de 2015. REUTERS / Kyodo

No en el baño, pero borboteando bajo la superficie, es un tercer actor en este drama: el recién elegido presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Su visión aparentemente benigna de Putin le da a Abe mucho mayor margen de maniobra para forjar un acuerdo que Washington ha bloqueado activamente en el pasado, volviendo a las conversaciones abortadas en 1956.

Pero la actitud de trato de Trump puede tener un efecto de doble filo. Si Putin tiene razones para creer que la unidad occidental sobre las sanciones rusas pronto se resquebrajará por sí misma, tiene menos incentivos para ser conciliador con Abe en forma de concesiones territoriales.

Podría bajar a ese baño de aguas termales - y si Putin y Abe entran en él realmente la intención de llegar a un acuerdo.

Para comprender este momento, primero debes ponerte en la isla envuelta en niebla de Kunashir. Junto con las islas de Iturup, Shikotan, y el grupo Habomai, este es un territorio reclamado por ambos países. Para Rusia, estos son los "Kuriles del Sur", una parte de la cadena de islas Kuril, una vez tomada por el Japón imperial y "liberada" durante la Segunda Guerra Mundial.

Japón ganó el control de las islas en un tratado 1855 y amplió su asimiento en la región para incluir la mitad meridional de Sakhalin como resultado de la guerra Russo-Japonesa de 1905. Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, unos 17.000 japoneses vivieron en las islas.

Un monumento de piedra roja en Kunahsir rinde homenaje a los soldados del Ejército Rojo que cayeron en los últimos días de la guerra. Hoy en día, tropas fronterizas rusas están estacionadas en las islas, que forman una cerca de piquete a lo largo de un lado del mar de Okhotsk, un bastión para los submarinos rusos de misiles balísticos. Hokkaido es visible a través de un estrecho canal.

Pero para muchos japoneses, ese canal no marca el límite de su territorio. Las islas controladas por Rusia, para ellos, son los "Territorios del Norte", tierras japonesas que los soviéticos capturaron ilegalmente. La falta de solución a esta disputa ha dejado a los dos países, más de 70 años después, sin un tratado de paz para poner fin formalmente a su guerra.

Si las islas son de gran importancia estratégica, no fue evidente durante una visita a Kunashir en 1991, justo antes del colapso de la Unión Soviética. La triste ciudad portuaria de Yuzhno-Kurilsk era entonces el hogar de sólo 7.000 pescadores y sus familias, trayendo el cangrejo, el salmón y otros mariscos de las aguas ricas alrededor de las islas a una fábrica de enlatado enlatado.

Las aeronaves aterrizaron en una franja emergida en chapas onduladas, un aeropuerto originalmente construido bajo el dominio japonés, y los visitantes viajaban por carreteras llenas de tierra. Los visitantes de este remoto rincón del Imperio ruso eran - y siguen siendo - raros, y los isleños en particular se quejaron de la negligencia de Moscú.

En aquellos días, los isleños estaban principalmente interesados ​​en atraer a turistas e inversionistas japoneses y pasaban sus tardes viendo ansiosamente el extraño mundo de los programas de televisión japoneses nocturnos con mujeres escasamente vestidas, una novedad excitante entre el tedio de la programación soviética.


Las niñas dejan la escuela en Yuzhno-Kurilsk, el asentamiento principal en la isla Kurile del sur de Kunashir el 14 de septiembre de 2015. REUTERS / Thomas Peter

En los últimos años, el gobierno ruso se mostró interesado en las islas, enviando altos líderes y anunciando nuevas inversiones en instalaciones de vivienda y defensa. Sin embargo, la población total no ha cambiado mucho - hay aproximadamente 19.000 personas en las cuatro islas, incluyendo Kunashir - y la región sigue subdesarrollada.

Como durante la era de la perestroika, los rusos han colgado una ganga sobre la cuestión territorial a cambio de una afluencia de inversión japonesa. El punto de referencia para un acuerdo es un acuerdo de 1956 en el que el gobierno japonés aceptó la posición de que el regreso de las dos islas más pequeñas - Shikotan y los islotes deshabitados de Habomai - sería suficiente para concluir un tratado de paz.

El último esfuerzo serio de la negociación ocurrió en 2000-2001, temprano en el gobierno de Putin. Según Kazuhiko Togo, que encabezó el equipo de negociación del Ministerio de Relaciones Exteriores japonés en 2000, el lado japonés impulsó la idea de retraso en la soberanía, sugiriendo que los japoneses recuperarían el control de las dos islas más grandes en un futuro indeterminado. Los rusos rechazaron esa idea, pero volvieron a poner sobre la mesa la posibilidad de volver a la oferta de 1956 de las dos islas más pequeñas.

Desde entonces, los japoneses y los rusos han hablado de un acuerdo "dos más alfa", con "alfa" significa algo más allá de los términos de 1956, pero no necesariamente todo el territorio. El quid pro quo siempre ha involucrado la inversión japonesa en Rusia. Cuando Putin, un aficionado al judo, regresó a la presidencia en 2012, después de servir un mandato como primer ministro, declaró que estaba preparado para aceptar un hikiwake, un término de judo para un sorteo - y una aparente referencia a la oferta territorial de La década anterior.

Abe también regresó al poder como primer ministro en 2012, luego de un breve y fallido período en 2006-2007. Tiene una reputación bien merecida como el estandarte de los nacionalistas conservadores, para quienes devolver las islas es un poderoso símbolo de la restauración del orgullo y la dignidad perdida al final de la guerra.

En abril de 2013, Abe llevó una gran delegación económica a Moscú, y en febrero de 2014, fue uno de los pocos líderes mundiales en asistir a la conferencia. Sochi y sentarse al lado de Putin.

El Japón se unió formalmente con Occidente al imponer sanciones a Rusia (aunque las medidas japonesas eran mucho más suaves que otras). Pero Abe volvió al papel del pretendiente este año, dirigiéndose a Sochi en mayo para una visita que incluyó una reunión de la puerta cerrada sin ayudantes.

Para el Japón, Rusia ya no es una amenaza directa a la seguridad, observa James Brown, profesor con sede en Tokio, quien ha estudiado detenidamente la relación russo-japonesa. "Sin embargo, una cuasi-alianza entre Rusia y China es una preocupación estratégica para Japón, especialmente si se acompaña de una reducción del compromiso de Estados Unidos con Asia Oriental", dice Brown.

El objetivo no es formar lazos estrechos con Moscú, sino más bien evitar que se meta totalmente en los objetivos de Beijing en la región. Los funcionarios japoneses han seguido insistiendo en que aceptarán nada menos que el regreso de todas las islas. Pero, dice Togo, el ex diplomático japonés, "ahora hay una nueva lógica estratégica para Japón - una respuesta al surgimiento de China. Abe entiende esta lógica: "Un acuerdo territorial" obligará a China a tomar a Japón más en serio ", agrega Togo, que está entre los defensores más prominentes de un compromiso.


El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, observa al presidente de China, Xi Jinping, durante una ceremonia de bienvenida del Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC), en el Centro Internacional de Convenciones del lago Yanqi, en Beijing, 11 de noviembre de 2014. -Hoon

La elección estadounidense abrió más espacio para un posible acuerdo. Abe cree que podría usar la posibilidad de que Japón haga una ruptura de facto del régimen de sanciones occidental como apalancamiento para un mejor acuerdo, según analistas japoneses. La elección de Trump parece ofrecer una oportunidad aún mayor, con una transición que distrae y una administración amistosa a Putin.

Pero en las últimas semanas, al menos a nivel oficial, ha habido un esfuerzo para amortiguar las expectativas. "Se cree ampliamente en Japón que Putin simplemente quiere esperar y ver cómo Trump se acerca a Moscú después de asumir el cargo y es por eso que perdió su apetito para llegar a un acuerdo con Tokio por el momento", dice Junji Tachino, veterano extranjero -política escritora en el diario japonés Asahi Shimbun. "Si Trump se mueve para arreglar la relación con Moscú, entonces la motivación de Putin para usar a Japón como una potencial grieta en el régimen de sanciones disminuirá".

El ministro ruso de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, emitió una nota pesimista tras las conversaciones previas con su homólogo japonés, Fumio Kishida, el sábado en Moscú. "No es fácil superar la brecha en las posiciones principales de ambos lados", dijo Lavrov. Para cuando Kishida regresó a casa, incluso el optimismo de Abe parecía desinflado. "Este no es un problema que se pueda resolver en una sola reunión", dijo Abe a funcionarios japoneses el lunes.

En el período previo a la cumbre, Rusia hizo su postura inflexible sobre la cuestión territorial clara. En el Foro Económico Oriental en Vladivostok, Putin le dijo a Bloomberg que Rusia no "comerciaba con territorios". A finales de noviembre, las fuerzas armadas rusas movieron misiles anti-buque contra los kuriles, un paso demostrativo que atrajo las reprimendas de Tokio.

Para la élite rusa, "no hay una respuesta clara a la razón por la que Rusia necesita Japón", dice Alexander Panov, un ex embajador ruso en Japón, quien señala que Putin es personalmente más inclinado hacia una Que sus asesores.

Los analistas rusos dicen que la única fórmula posible está en los acuerdos de 1956. Pero incluso si Abe concediera aceptar las dos islas más pequeñas (un paso que pocos rusos esperan), Rusia todavía puede no moverse. "La intriga más grande es lo que Rusia haría si Japón acepta las" condiciones 56 ", dice Dmitry Streltsov, del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú. "Sería un momento de verdad".

Incluso si se puede llegar a un acuerdo, puede ser difícil venderlo al público ruso. Las islas tienen un peso simbólico como parte de la victoria del país en la "Gran Guerra Patriótica" (como Rusia llama la Segunda Guerra Mundial), un pilar sagrado de la identidad nacional que es central a la ideología de Putin.

Los partidarios de la línea dura sostienen que las ricas pesquerías de las islas son demasiado valiosas económicamente para renunciar y que la entrega de cualquiera de los territorios amenazaría el uso del Mar de Okhotsk como base para los submarinos nucleares rusos. Además, argumenta Anatoly Koshkin, de la Universidad Oriental de Moscú, un oponente al compromiso: "Nadie puede prometer que la infraestructura militar estadounidense no aparecerá en las islas".

La óptica también presenta un obstáculo significativo para Putin. A pesar de ver positivamente a Japón, un abrumador 78 por ciento de los rusos están en contra de dar las islas a Japón, mientras que sólo el 7 por ciento favorece hacerlo, según una encuesta realizada en mayo por el Levada Center, un encuestador independiente.


78% de los rusos están en contra de dar las islas a Japón. Reuters / Sergei Karpukhin

El setenta y uno por ciento también estaba en contra de un acuerdo de transacción que implicaba la transferencia de las dos islas más pequeñas. Una campaña de propaganda concentrada en la televisión estatal podría ayudar a cambiar las opiniones, observa Streltsov. Pero incluso entonces, sería difícil vender para un líder que ha apostado su autoridad en ser el protector del pueblo ruso. "Especialmente después de Crimea, Putin tiene una imagen como el coleccionista de tierras rusas", dice Koshkin.

Putin podría haber estado más dispuesto a asumir ese riesgo cuando conoció a Abe en Sochi en mayo y enfrentó una economía estancada, un régimen de sanciones sorprendentemente resistente y la perspectiva de un gobierno hostil de Hillary Clinton. Pero siete meses después, se parece menos al paria de los asuntos mundiales y más a la vanguardia de los movimientos populistas y nacionalistas ascendentes en todo el mundo.

Las elecciones presidenciales de Francia del próximo año contarán con una lista de candidatos amistosos de Moscú dispuestos a levantar las sanciones. La alabanza de Trump a Putin, mientras que ninguna garantía de mejores relaciones una vez que él asume la oficina, ofrece por lo menos Moscú una oportunidad tentadora. Ahora Abe es el que se preocupa por su relación con Washington, como lo demuestra su reciente visita a la torre dorada del presidente electo en Nueva York.

Abe enfrentará su propia reacción nacionalista si concede demasiado a Putin. "Aceptar un acuerdo que podría haber tenido en 1956 equivaldría a reconocer que los últimos 60 años de esfuerzos habían sido totalmente insignificantes", dice Brown, el profesor con sede en Tokio. "Un líder japonés que adopte esta postura valiente sería devastado por la derecha y gran parte de la prensa".

Incluso sin un avance inmediato en la disputa de la isla, ambas partes estarán interesadas en demostrar el progreso. En 2015, después de la caída del precio del petróleo y de otro 28 por ciento hasta septiembre de este año, la tendencia a la baja de la balanza comercial se reducirá un 30 por ciento en términos de dólares.