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viernes, 21 de enero de 2022

Hispania: Antiguas puntas de flecha disparan preguntas

Los cinco proyectiles que desvelan el uso más antiguo de artillería romana en Hispania

Las tropas de Escipión el Africano asediaron y arrasaron la ciudad íbera de Iliturgi (Mengíbar, Jaén) en 206 a.C. Un equipo del Instituto de Arqueología Ibérica de la UJA ha reconstruido el ataque.


En el año 206 a.C., las legiones de Publio Cornelio Escipión Africano asaltaron y arrasaron por completo el oppidum de Iliturgi, ubicado en el actual Cerro de la Muela (Mengíbar, Jaén). El asedio de esta ciudad fortificada, que ocupaba un lugar central en la geopolítica del mundo íbero, con una presencia muy destacada, se convirtió en uno de los grandes escenarios hispanos de la Segunda Guerra Púnica junto a otros emplazamientos como Castulo o Baecula. Además, esta batalla, según han desvelado las investigaciones arqueológicas, contempló un avance tecnológico decisivo en el desarrollo de la guerra en la Península Ibérica: el uso, por primera vez, de artillería por parte del ejército romano.

Durante la primera fase del conflicto, los iliturgitanos habían sido aliados de las tropas romanas y habían resistido dos asedios de los cartagineses. Sin embargo, tras la derrota itálica en 212 a.C. y la muerte en Ilorci de Cneo Escipión, tío de Escipión el Africano, la ciudad íbera se había cambiado de bando. Seis años después, el general romano, triunfante en sus campañas bélicas en Carthagonova (209 a.C.), Baecula (208 a.C.) e Ilipa (206 a.C.), decidió vengar la traición y la ejecución de sus camaradas que se habían refugiado en el oppidum.

Escipión planteó de forma minuciosa el asalto: dividió el ejército en dos cuerpos —uno bajo su mando y el otro a cargo del legado Lelio— para realizar ataques simultáneos en dos puntos distintos y poder sortear la potente muralla que defendía la plaza. Según narra Tito Livio, el general "mandó traer escalas y amenazó con subir él mismo", y a pesar de ser rechazados en varias ocasiones, los soldados romanos lograron penetrar en la ciudad, arrasarla y aniquilar a todos sus habitantes: "Nadie pensó en coger prisioneros (...); degollaron indiscriminadamente a los que tenían armas y a los que estaban desarmados, a las mujeres y a los hombres; en su airada crueldad llegaron a dar muerte a los niños de corta edad".

Localización y dibujo de puntas de proyectil de 'scorpio' ('pila catapultaria'). Instituto de Arqueología Ibérica. Universidad de Jaén

De Rocío Monasterio a Santiago Abascal y Lidia Bedman: los invitados a la boda de Ortega Smith y Paulina Sánchez del Río
Jesús Carmona
El secretario general de Vox ha contraído matrimonio este sábado 16 de octubre con la mexicana Paulina Sánchez del Río. La boda ha tenido lugar en el majestuoso monasterio San Juan de los Reyes, en Toledo, y ha reunido a los miembros más destacados del partido político, así como a familiares y amigo

Aunque las fuentes clásicas no hacen referencia a ello, probablemente una de las razones del éxito romano fue el uso de artillería. El relato completo del desarrollo de la batalla ha salido a la luz gracias a una investigación multidisciplinar de un equipo del Instituto de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén, que ha identificado "la prueba arqueológica más antigua del empleo de artillería de torsión lanzadardos romana en la Península Ibérica" y "una de las más antiguas en el mundo romano". En concreto, se trata de cinco pila catapultaria, unos proyectiles con punta de hierro, cabeza piramidal alargada y enmangue de cubo para insertar el astil de madera, cuyo estudio se presenta en un artículo científico recién publicado en la revista SPAL, de la Universidad de Sevilla.

Estos proyectiles, según los investigadores, "se deben encuadrar cronológicamente en los años finales del siglo III a.C., tras la conquista de Carthagonova, donde el ejército romano, que todavía no las construía, o al menos no habitualmente, se abasteció de la maquinaria capaz de lanzar estos proyectiles, y en el contexto de un asedio a una ciudad". La publicación está firmada por Miguel Ángel Lechuga Chica y Juan Pedro Bellón, del Instituto de Arqueología Ibérica —el segundo dirige también el Proyecto ILIT·AURO, finalista del Premio Nacional de Arqueología y Paleontología de la Fundación Palarq—, Fernando Quesada Sanz (Universidad Autónoma de Madrid) y José Luis Pérez García (UJA).

Zona de disparo

Iliturgi fue un oppidum íbero de casi dieciséis hectáreas, dispuesto en ladera, con una meseta superior fortificada a modo de acrópolis, que estuvo ocupado desde finales del siglo VI a.C. hasta finales del III a.C. Tras la destrucción del sitio, a partir de época republicana, se desarrolló una ciudad romana en el vecino Cerro Maquiz, en la orilla oriental del río Guadalbullón.

Tras un trabajo previo de teledetección y fotointerpretación para identificar la localización exacta del asentamiento, los investigadores realizaron una serie de prospecciones que confirmaron la existencia de un hábitat ibérico con un potente sistema defensivo. Entre 2016 y 2019 se llevaron a cabo unos trabajos de microprospección arqueológica superficial con detector de metales en torno a la meseta superior del cerro. En el exterior del perímetro fortificado se descubrió numeroso material relacionado con un episodio bélico, clasificado en tres grupos.

Restos de la muralla de Iliturgi (siglo III a.C.). Instituto de Arqueología Ibérica. Universidad de Jaén

En el apartado de la impedimenta destacan más de una treintena de clavi caligares, clavos del calzado de los legionarios, engarces de coraza, conteras de puñales o fragmentos de fíbulas de bronce y hierro. En el numerario se incluyen cuatro divisores de bronce hispano-cartagineses, cuatro monedas púnicas y dos romanas, con una cronología de finales del siglo III a.C. Pero lo más interesante es el material armamentístico: los arqueólogos han hallado regatones, restos de una jabalina (pilum) bien conservados, más de una veintena de glandes de plomo, puntas de flecha de diferentes tipologías y los pila catapultaria, un tipo de proyectil que hubo de ser disparado por lanzadardos ligeros de tipo scorpio.

Los cinco elementos se localizaron en la esquina suroccidental de la meseta del cerro, en un lote de tres y otro de dos separados entre sí unas decenas de metros, quizá el punto donde la defensa del oppidum era más débil. Ahí se concentró el mayor volumen de fuego romano. Justo enfrente, en una loma situada a unos 200 metros de distancia de la muralla y a una cota similar, los arqueólogos consideran que se ubicaron los scorpiones, las catapultas de torsión ligeras, para disparar los proyectiles.

Estos pila catapultaria, según los investigadores, constituyen la evidencia arqueológica más antigua, en el territorio peninsular, del empleo de maquinaria de artillería por parte del ejército romano. Los cartagineses la usaban desde varios años antes —los textos clásicos hacen referencia a su uso durante la toma de Sagunto por Aníbal en 219 a.C.—, pero la conquista de Carthagonova por Escipión el Africano en 209 a.C. supuso una revolución en este sentido. Un avance bélico que Roma descubrió al final de la Segunda Guerra Púnica y que sería crucial en el éxito de sus conquistas posteriores.

Próximamente se abrirá un Centro de Interpretación sobre las investigaciones en Iliturgi y la Segunda Guerra Púnica en Mengíbar (Jaén).

 

jueves, 13 de enero de 2022

Imperio Persa: Contando flechas como contando bajas

Contando flechas: cómo el imperio persa contaba a sus muertos






Christopher Hoitash, War History Online

En una era antes de las placas de identificación o la burocracia militar moderna, los poderes antiguos y medievales necesitaban ser creativos en la forma en que realizaban un seguimiento de su poderío militar.

Uno de los aspectos más sombríos de la guerra es el número de muertos. Los jóvenes, arrancados de sus familias en nombre de su país, sacrifican todo lo que está a su servicio por una vocación superior. Uno de los mayores desafíos que enfrentan las naciones después de una batalla es contar y nombrar a los muertos.

Hasta el siglo XIX, identificar a quienes dieron todo por su país se vislumbraba como una tarea casi imposible. Una civilización antigua encontró una solución al menos al problema de contar los muertos.

Durante gran parte de la civilización occidental antigua y temprana, el Imperio Persa se perfilaba como el imperio más grande y poderoso. En su apogeo, que se extendía desde la periferia de la India hasta Anatolia, el poderoso imperio demostró ser una gran preocupación para los imperios o civilizaciones rivales de la región.

Las ciudades-estado griegas mantuvieron una mirada cautelosa sobre el enorme Imperio aqueménida, que caería y luego se reorganizaría tras las conquistas y muertes de Alejandro Magno.


Imperio persa en la era aqueménida, siglo VI a.C.

Su reemplazo, el Imperio seléucida, y más tarde los imperios parto y sasánida, permanecieron como espinas perpetuas en el lado del Imperio Romano mientras luchaba por controlar las fronteras orientales de su enorme imperio. Al Imperio bizantino le fue un poco mejor contra los sasánidas.

Independientemente de su encarnación, cada imperio se erigió como una entidad masiva y en expansión compuesta por muchas tribus, culturas y pueblos. Los historiadores antiguos declararon que los ejércitos que estos imperios llevaron a la guerra eran millones.

Aunque es casi seguro que sea una exageración, los diversos imperios persas podrían reunir fácilmente a cientos de miles de soldados. Mantener un recuento preciso de sus soldados sería una propuesta asombrosamente difícil para una civilización antigua.


Partia, sombreada en amarillo, junto al Imperio seléucida (azul) y la República romana (púrpura) alrededor del 200 a.C. Foto: Talessman CC BY-SA 3.0

En una era anterior a las placas de identificación o la burocracia militar moderna, los poderes antiguos y medievales necesitaban ser creativos en la forma en que realizaban un seguimiento de su poderío militar. En el siglo VI, los sasánidas desarrollaron un método para realizar un seguimiento de cuántos soldados murieron durante una campaña. Los escritos de Procopio, que cubrió extensamente las campañas del emperador bizantino Justiniano I, explicaron su método.

Según el historiador griego, “Es una costumbre entre los persas que cuando están a punto de marchar contra cualquiera de sus enemigos, el rey se sienta en el trono real y se colocan allí muchas cestas delante de él. También está presente el general que se espera que dirija el ejército contra el enemigo, y el ejército pasa delante del rey, un hombre a la vez, y cada uno de ellos arroja una flecha a las canastas. Después de esto, se sellan con el sello del rey y se colocan en un lugar seguro ".


Emperador Justiniano

Una vez concluida la campaña, los hombres regresaron para recuperar sus flechas. Como explicó Procopio, “Aquellos cuyo oficio es hacerlo cuentan todas las flechas que no han sido tomadas por los hombres, e informan al rey el número de soldados que no han regresado, y de esta manera se hace evidente cuántos pereció en la guerra ".

Aunque sin duda consumía mucho tiempo, el ingenioso método permitió al rey persa hacer lo que pocas civilizaciones podían hacer y llevar un conteo preciso de sus soldados.


Guerreros persas en línea

La capacidad de los persas para hacerlo les dio una ventaja invaluable contra sus enemigos, incluso uno tan sofisticado como los bizantinos. Aunque no pudo revelar exactamente quién había muerto en la campaña, el método de la flecha permitió a los persas al menos realizar un seguimiento de los números de su ejército antes y después de una campaña.

Esto no solo permitió un pensamiento estratégico más amplio, sino que también reveló la efectividad del comandante. En los escritos de Procopio, un comandante persa fue reprendido por el número de flechas que quedaban después de un fallido asedio de una fortaleza romana.



Incluso cuando la Edad Media amaneció y los señores feudales reemplazaron a los emperadores de Roma, pocos líderes pudieron realizar un seguimiento preciso de su mano de obra. El método de la flecha ilustra cómo los comandantes antiguos usaban todo lo que podían para realizar un seguimiento del éxito y el fracaso en el campo de batalla.

miércoles, 17 de junio de 2015

Arqueología: Un guerrero con flecha de bronce en la columna

Punta de flecha de bronce incrustada en la columna vertebral muestra que un guerrero de élite de la Edad de Hierro sobrevivió a la batalla
Forbes

En un entierro de elite de la temprana Edad de Hierro del centro de Kazajstán, los restos de un nómada escita temprano salieron a la luz. Los huesos estaban dispersos y algunos habían desaparecido durante milenios, pero cuando los arqueólogos pusieron las piezas juntas, se dieron cuenta de algo que pocos investigadores han visto antes: una punta de flecha de metal incrustado en la columna vertebral.

Cuando fue excavado el Kurgan o túmulo en un sitio llamado Koitas, desde que surgieron los huesos de un hombre de carbono 25-45 años de edad, datado a la séptima/sexto siglos antes de Cristo. Puesto de pie de pie mide más de 1.76m, alto para la época y probablemente refleja su educación de élite y el acceso a los recursos necesarios. Uno de sus costillas reveló una fractura curada largamente, y su columna vertebral había comenzado a mostrar el paso del tiempo, con el comienzo de la osteoartritis.

En su columna inferior, justo por encima de la parte baja de la espalda, los arqueólogos Svetlana Tur, Svetlana Svyatko, Arman Beisenov y Aleksei Tishkin encontraron una punta de flecha. La mayoría de las veces, sobre todo en la antigüedad, una lesión penetrante en la columna vertebral habrían matado a una persona casi instantáneamente. Pero esta escita elite sobrevivió, y el hueso de su undécima vértebra torácica sanó a su alrededor.


Imagen de la izquierda muestra una exploración CR de la vértebra con la punta de flecha de bronce incrustado. Imagen de la derecha muestra la curación del hueso alrededor de la punta de flecha (flecha). (Fotos utilizan con el permiso de Tur y colegas.)

Tur y sus colegas utilizaron radiografía computarizada y la tomografía computarizada para mirar dentro de la vértebra para obtener una mejor visión de la punta de flecha. La tomografía computarizada mostró que era triangular en sección transversal y roto, probablemente el impacto con el hueso después de que fue despedido. Sobre la base de cómo se coloca el objeto en el hueso, los investigadores creen que la flecha voló hacia él desde la derecha y desde arriba, en ángulo. Un análisis más detallado utilizando fluorescencia de rayos X reveló la punta de flecha se hace de la aleación de cobre con un alto contenido de estaño. Afortunadamente para este nómada de élite, la punta de flecha no estaba hecha de plomo, como dejar un objeto de plomo en el cuerpo puede causar envenenamiento.



Sobre la base de una comparación con otras puntas de flecha de la Edad de Hierro temprana en Europa y Asia, Tur y sus colegas creen que esto es militar en la forma. El hombre fue golpeado, tal vez en la batalla, y alguien sacó el eje de madera de la flecha, dejando la cabeza de metal alojada en su columna vertebral. Si bien este tipo de lesión es a menudo fatal debido a hemorragia o peritonitis, en este caso, el hombre sobrevivió el tiempo suficiente para su hueso para sanar y el metal para iniciar a corroerse.

No parece haber ninguna evidencia en este caso de la atención médica otorgada a este hombre, pero hay algunos huesos restantes del esqueleto. Es posible que otros huesos mostraron lesiones o tratamiento adicionales. Teniendo en cuenta la historia de este hombre de sobrevivir a una fractura de costilla y una punta de flecha de metal incrustado en su columna vertebral, sin embargo, que puede haber sido duro y se utiliza para el dolor.