Escudo de armas de Buenos Aires
El fundador de la ciudad dispuso, con fecha 20 de octubre de 1580, darle escudo de armas, señalando como “blasón un águila negra pintada al natural con una corona en la cabeza con cuatro hijos debajo demostrando que los cría con una cruz colorada sangrienta que salga de la mano derecha y suba más alto que la corona que semeje la cruz de calatrava y la cual esté sobre campo blanco”.
En el mismo acto indicó la necesidad de pedir confirmación al Rey. Esto era de rigor.
En 1590 el Cabildo mandó un Procurador a España y entre las peticiones que debía formular al Monarca figuraba la de serle confirmado el escudo de armas señalado por el general Garay, o pedir otras si S. M. fuere servido.
Con fecha 20 de septiembre del año siguiente, el Consejo dictaminó de acuerdo, diciendo: “que señalaban y señalaron por armas las que el dicho Juan de Garay les señaló y se les dé cédula para que la dicha ciudad pueda usar y use de ellas”.
Se ignora si las autoridades porteñas conocieron el dictamen, si recibieron la Real Cédula que debió comunicarlo y si usaron el escudo.
Sin embargo, como en un acuerdo de 1610 se ordena pagar varios trabajos al herrero Silvestre González, entre los cuales se incluye el sello de la Ciudad, es permitido suponer que al menos se hizo uno, aun cuando ignoremos su diseño y empleo.
Cinco años más tarde, el capitán Víctor Casco de Mendoza, alcalde de primer voto, condenó al platero Melchor Miguel, por una herida que había causado, “a que hiciese y labrase en plata las armas de esta ciudad que son un pelícano con cinco hijos y que la plata en que se labrase se le diese por el Mayordomo de los propios y él no llevase cosa alguna de hechura”. En seguida agregan que “se acordó que las armas que se hallare haber elegido el General Juan de Garay poblador de esta ciudad se labren y pongan en un sello de plata y la plata que para ello fuere menester la entregue al Mayordomo de esta ciudad”.
De los términos del acta puede deducirse que lo redactaron teniendo a la vista algún ejemplar material y no el documento de 1580, pues la descripción es terminante y no permite confundir un “águila” con un “pelícano”, ni poner “cinco” hijos cuando dice “cuatro”.
Es más fácil que una mala ejecución anterior del sello causara las citadas diferencias erróneas.
Tampoco sabemos si se hizo esa vez, aunque parecería no haberse cumplido la sentencia del alcalde Casco de Mendoza, porque en otro acuerdo de 1625 se lee que, hasta entonces, no se había hecho el sello con las armas de la Ciudad, para los pliegos y despachos del Cabildo, y se encomienda al Mayordomo que mande hacer dos, uno grande y otro pequeño.
Nada puede decirse respecto al resultado del acuerdo en cuestión, pues no hay prueba de haberse cumplido un deseo tantas veces reiterado.
Todo autoriza a pensar que no pasó a ser un hecho, por cuanto, en 1649, el Cabildo vuelve sobre el asunto y “atento no haberse hallado aquí las armas en el archivo de este Cabildo y sus libros que haya tenido ni tenga hasta ahora armas alguna cuyo sello de armas sirve para sellar cualquier testimonio, certificaciones, pliegos, cartas y demás recaudos necesarios”, dispuso adoptar como tales las que se diseñaron en la misma página del libro capitular.
“Chi dura vince” dicen los italianos, y así resultó; pues, desde esa fecha (1649), la Capital de la Provincia del Río de la Plata tuvo y usó escudo de armas, no obstante estar en contravención con la Real Ordenanza del rey don Felipe II, fechada el 20 de marzo de 1596, según la cual se prohibía, a toda ciudad, usarlo sin previa aprobación Real.
Pero el Cabildo no se preocupó de dicho trámite, siguió usando el escudo que se había dado y, salvo ciertos detalles que lo bastardean, continúa siendo el de la Capital Federal hasta hoy.
A fines del siglo, 1692, el Cabildo mandó poner cabo al sello de la Ciudad, hecho que demuestra su existencia y hasta su empleo.
También, con fecha 9 de febrero del mismo año, dispone “que por cuanto desde la fundación de esta ciudad se formó y puso como lo ha estado hasta el tiempo presente un cuadro de lienzo en que están dibujados los patrones de esta ciudad, que lo son la Virgen Santísima María, Nuestra Señora de las Nieves y San Martín con las armas (…) Y que dicho lienzo respecto de su antigüedad se halla casi sin efigies (por lo que) es necesario que se haga y forme otro de nuevo. Y debajo de dichas armas reales se pongan las que esta ciudad tiene”.
Además se le debía hacer un dosel “de algún género a propósito para el caso”.
La descripción del cuadro coincide con el existente en el Museo del Cabildo, fechado en 1744, durante el gobierno de don Domingo Ortiz de Rozas, en cuya fecha se mandó “retocar las armas y ponerlas con la decencia debida”, por lo que puede creerse que se trata del mismo cuadro restaurado, o su copia fiel, ya que las Armas Reales que tiene corresponden a la Casa de Austrias, reinante en 1692, y no a la de Borbón, ocupante del trono en 1744.
Entre el escudo de la Ciudad dibujado en el libro de acuerdo y el del cuadro de 1744 no hay otra diferencia sino la del letrero de la orla; en el primero sólo se lee el nombre, y en el segundo está antepuesto el título de “muy noble y leal”, de acuerdo con la merced Real de 1716.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de ObligadoLafuente Machain, R. de ´“Buenos Aires en el Siglo XVII”, de R. de Lafuente Machain, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 1944.
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Turone. Gabriel Oscar – El escudo de armas de Buenos Aires – Setiembre de 2015
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