jueves, 31 de diciembre de 2020
miércoles, 30 de diciembre de 2020
Catalunya: El debut del anarquismo
El día que el anarquismo asomó en Cataluña
A final del siglo XIX Barcelona se convirtió en la meca de esta doctrina y, por ende, en un lugar más que peligroso en el que se vivieron muchas situaciones violentas
Atentado contra el general Martínez Campos. Foto: Wikipedia
Por Álvaro Van den Brule || El Confidencial
El individuo ha luchado siempre por no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
Friedrich Nietzsche.
La plaza estaba llena de sangre entre los adoquines, como si de un mosaico atroz se tratara. En un momento en medio del bullicio de la Plaza Real, estalló el horror en toda su criminal magnitud. Algunos civiles y policías pululaban por los alrededores comentando sus cuitas con los chivatos de turno; otros, militares y marinos, intercambiaban tabaco y experiencias. Había mucha sangre. Las paredes impregnadas del viscoso líquido que alienta la vida sangraban, deslizando el fluido de las vísceras que decoraban aquella fantasmagoría, en la que lentamente el suelo, su destino último, se había convertido en una improvisada y deslizante pista de patinaje. Las vestimentas estaban impregnadas de la sustancia de la vida y de la muerte. Nadie esperaba un atentado tan espeluznante.
Barcelona despertaba al fenómeno anarquista como respuesta al matonismo de la patronal y a las durísimas condiciones laborales subyacentes. Dos polaridades opuestas enfrentadas a muerte desangraron aquella hermosa ciudad, en uno de esos momentos de la historia en los que el sol se pone al oeste y una luna roja trae malos augurios.
En aquel entonces, en las postrimerías del siglo XIX, un muchacho pensaba que en un día lejano del futuro su concepto de justicia intrínseca e idealista, como valor personal inalienable, podría operar en beneficio de la comunidad de pobres que asolaba aquel vasto escenario inicial de una España de aparceros y alpargatas de cáñamo raídas. Una España en transición hacia su tardía industrialización, convulsa y senil por el desgaste de la ya larga guerra de Cuba contra los Mambises y la fatiga de una historia brillante que la había dejado exhausta.
Un éxodo muy fuerte de anarquistas huidos de la represión de la Comuna de Paris y el imán ideológico que representaba la gran urbe catalana para muchos libertarios habían convertido a esta hermosa ciudad mediterránea en una olla a presión.
La contestación de la turbamulta (ideologizada básicamente contra la burguesía) con su némesis natural, “los malos” (por decirlo de alguna manera), estaba básicamente localizada en las dos esquinas fronterizas de la zona pirenaica. País Vasco y Cataluña, por meras y privilegiadas conjunciones geopolíticas tiraban del resto del país por su ventajosa localización estratégica y cercanía hacia los mercados del resto de Europa.
Barcelona despertaba al fenómeno anarquista como respuesta de este al matonismo de la patronal y a las durísimas condiciones laborales
Aquel muchacho que había crecido rodeado de formas de explotación normalizadas en aquel momento, hombre imbuido de una mística casi mesiánica, jamás sospecharía como se llegaría a efectuar su infantil aspiración si no fuera por el empeño y tozudez en la que había embarcado sus ideas.
El agitador Francesco Momo
Autodidacta ecléctico, era un sujeto culto y elegante; atusado y bien parecido; con los zapatos de betún sobrado y bien abrillantados; parecía un galeno, profesor de universidad o un atildado burgués de fortuna sobrevenida. Este extraño sujeto estaba a la espera de hacerse notorio en medio de una multitud donde había mucha laca, gomina y oro refulgente mezclado, todo ello aderezado con clavo y naftalina para ahuyentar a las malvadas polillas, invitadas entrometidas sin presentación ni pedigrí.
Este parsimonioso elemento, aguardaba periódico en mano su momento estelar para vengarse de lo que él entendía un agravio contra la clase trabajadora, que según su parecer no abarcaba a la totalidad de los que de alguna forma son el constructo de la riqueza. Esto es, los que invierten para crearla y multiplicar sus beneficios y por ende crear consumo para, por extensión, generar a su vez más riqueza a través de esta lícita ambición de ser más por el hecho de tener más, y porque no, también como elementos dinamizadores de la sociedad. No hay peor ciego que el que no quiere ver. En esta creencia, no entraban en la ecuación los que podían poner el dinero e invertirlo en ideas productivas, ya que según estos ideólogos de la perfección política, eran opresores y punto. Por consiguiente, Barcelona se convirtió en un lugar muy pero que muy inseguro en esa cadena sinfín de acción–reacción. La cuadratura del círculo es más fácil conseguirla en la geometría que en la política.
El caso es que un odio potentemente armado de antinomias o argumentos controvertidos entre dos aguas, falsos y verdaderos a su vez, lo tenían detenido en una esquina de una frecuentada calle de la Barcelona de principios de siglo, fabril y bulliciosa; culta a través de su gran masa de intelectuales y con su particular 'seny' (hoy condenado irremisiblemente por la pérdida de las formas), con unos arrabales deprimentes, donde la población de aluvión se vestía de agujetas que más parecían escamas de dolor. Los 'charnegos', como así llamaban a la inmigración interior los de la aristocracia local, fugitivos del hambre y condenados al olvido por el estado, gentes huérfanas de suerte provenientes de lugares remotos del sur seco de la península donde solo había desolación y desesperanza, vivían en condiciones lamentables por no decir inhumanas.
En ese caldo de cultivo, una doctrina de iluminados de fuertes convicciones –y quizás hasta tal vez visionarios– seducían a los marginados con promesas e ideas que parecían seductoras milhojas de ‘delicatesen’. Por lo tanto, para aquella turba de descalzos con aspiraciones, nada había que perder.
Una doctrina de iluminados de fuertes convicciones –y tal vez visionarios– seducían a los marginados con promesas e ideas que parecían atractivas
En aquel momento, se sumaba el hambre con las ganas de comer. Pero a aquella masa de desheredados bien dirigidos por una orquesta de anarquistas doctos e incombustibles, les sonaba bien la música de sus dirigentes (embriones precursores de la posterior CNT) y suspiraban con un cambio revolucionario e inapelable en el que la aniquilación de aquella cómoda y orgullosa oligarquía bien vestida acabara mordiendo el polvo de la desgracia. Obviamente, este propósito se acercaba a una situación de alucinación por la distancia que había entre el propósito y los recursos en lid aunque bien es cierto que la distopía caminaba a pasos agigantados en aquella España finisecular.
Aquellos mendigos de un trabajo casi esclavista con horarios insoportables y seis días semanales de duración, reducían sus jibarizadas mentes a una animalidad obscena y primaria, pero real. Aquella situación solo podía desembocar por su propia naturaleza al rencor y este se retroalimentaba en las tabernas del marginal barrio barcelonés del Raval y en las periferias de forma inflamada e incendiaria.
Hoy comenzamos a saber, que desgraciadamente, apropiarse sin reflexionar de doctrinas que capciosamente te convertían en herramientas de otros al imitar ciegamente formalidades que, repetidas como loros y tragadas hasta la empuñadura, no dejan espacio para mantener la propia capacidad de ser tú mismo. Y por ende, tampoco dejan de ser una falacia que empalmaba los pequeños ‘yoes’ de aquellos desdichados con una grandeza imaginaria e inalcanzable por furtiva y fantasiosa, solo posible en la utopía. Por consiguiente, lo que parecía una suma, no era más que una maquiavélica resta.
Tanteando aquellas desnudas superficies de altos ideales que como Ícaro acababan en frustraciones de un calibre inasumible, aquella mayoría de ignorantes y en muchas ocasiones analfabetos deliberadamente condenados por el sistema a esa noche oscura en la que la sabiduría es la llama de un pequeño candil perdido en la inmensidad –y esta es la clave del asunto–, se dejaban llevar por esos cantos de sirena que parecían una coral de los Niños Cantores de Viena, algo muy sugerente para almas sensibles, pero muy inocente para asumir otras verdades superiores cuyos patrones imperativos se remontan a la noche de los tiempos. Ese desarraigo de sí mismos, de la realidad aplastante y objetiva por muy loable que fuera el propósito que impulsara sus altos ideales de elevar a la humanidad a un rango mejor, a la postre se iban a traducir en regueros de sangre donde patinaban sus aspiraciones en medio de marchas fúnebres propias y ajenas. Un precio muy alto que se podría conseguir de manera evolucionaDA y con medios más sutiles. Pero había prisa por tocar ese cielo tan esquivo.
En un intento de atentado contra el general Martínez Campos, dos artefactos ocasionaron heridas a una docena de personas
Había ocurrido, que al agitador anarquista Francesco Momo, muerto mientras manipulaba una bomba marca Orsini que le había estallado durante su confección en marzo de 1893, se le habían imputado la fabricación de otras dos bombas lanzadas por Pallàs y Salvador en la Gran Vía el 24 de septiembre y posteriormente en el Liceo el 7 de noviembre de dicho año.
General Martínez Campos Foto: Wikipedia
Durante el desfile militar del domingo 24 de septiembre de 1893, con motivo de la fiesta de la Mercè de Barcelona, este anarquista de perfil bajo se armó con dos bombas que tenía escondidas en un pequeño zulo de una masía y, a continuación, se dirigió hacia el cruce de la Gran Vía con la calle Muntaner con intención de atentar contra el odiado general Arsenio Martínez Campos. Allí, lanzaría los dos artefactos que ocasionarían heridas de escasa entidad al uniformado y una docena de personas. Jaume Tous, un guardia civil padre de familia, natural de Palma de Mallorca, fallecería en el acto.
Con el cierre de siglo, Barcelona se convertiría en la meca del anarquismo y por ende en un lugar más que peligroso, pues en sus entrañas se dirimían enfrentamientos alimentados por doctrinas emergentes de nuevo cuño y llenas de promesas como casi siempre, pero a la postre, vacías de resultados.
La política no lo frenó
Pero estas reacciones que bien podrían haber sido prevenidas con un mínimo de profilaxis política, nunca se llevaron a cabo, porque aquí, en este país de grillos, la clase política siempre va a remolque poniendo tiritas.Los políticos han sido para España y los españoles como las plagas de Egipto. Cuando la mediocridad es el patrón de funcionamiento y cualquier mindundi puede gobernar un país de la entidad, una de dos: o la indiferencia del pueblo ante la necesaria cultura política es nula (o no se incluye en la debida cultura y educación, que también) y raya la estulticia; o es que es verdad que en el reino de los ciegos el tuerto es el rey. O cambiamos de chip y entonamos el 'mea culpa' por nuestra ignorancia política y encerramos nuestros egos en un cofre bajo siete llaves o, por el contrario, tendremos los días contados como nación. Debemos de hincar codos y hacer las tareas para intentar redescubrir nuestra verdadera historia si queremos un futuro sólido y bien estructurado y ello. Conocer la verdadera historia de nuestra nación es algo de obligado cumplimiento, porque si seguimos adheridos a los clichés de buenos y malos, rojos y azules y todo ese rollo, vamos como los cangrejos y sin freno.
En 'El idiota', Dostoievski hacia una alusión inquietante que debería ser de reflexión obligada: “Un hombre común, pero inteligente, aunque se crea dotado de genio u originalidad (a veces lo cree durante toda su vida), no deja de albergar en su corazón el gusano de la duda, que le roe hasta desesperarle. Aunque se resigne, ya estará por siempre intoxicado por el sentimiento de la vanidad reprimida". En España, ese patrón es la locomotora que nos pierde, una locomotora sin rumbo, una línea sin destino, una tragedia permanente, una invisible desgracia colectiva. Somos los reyes de la razón exclusiva y excluyente, los 'otros' nunca tieneN razón.
Así estaban las cosas en aquella agitada Barcelona de finales de siglo. Y entonces, aquel embajador terrenal del Dios invisible también haría sangre en un futuro a corto plazo atizando a los suyos para la venganza, pero eso es otra historia. El insigne Buda decía que el conflicto no es entre el bien y el mal, sino entre el conocimiento y la ignorancia.
Luego vendrían los procesos de Montjuic, y al igual que los inocentes muertos en el atentado de El Liceo, otros anarquistas que nada tuvieron que ver con los atentados de aquel entonces morirían fusilados sin más preámbulos. Había que demostrar eficacia donde solo había incompetencia.
martes, 29 de diciembre de 2020
lunes, 28 de diciembre de 2020
PGM: La tregua de Navidad y su rol en la profesión militar
El último suspiro de paz: la tregua navideña de 1914 y la profesión de armas moderna
Joseph D. Eanett || War on the RocksLa tregua de Navidad de 1914
Nota del editor: este artículo se publicó originalmente en 2019.
La historia de la tregua navideña de 1914 a menudo se considera "desarrollada", especialmente en los círculos históricos, pero es una historia convincente; su mejor y más impactante papel está en las mentes jóvenes de los militares que aún no lo han escuchado. Es difícil para la mayoría aceptar los horrores del frente occidental, e igualmente desafiante comprender la disposición de los soldados a dejar de lado sus diferencias en medio de tanta muerte. Las acciones de la tregua navideña no se hacen eco del heroísmo de Pickett's Charge, la audacia de Theodore Roosevelt Jr. usando su bastón para dirigir aterrizajes en Utah Beach, o la valentía del USS Johnston cargando contra la flota japonesa en la Batalla frente a Samar. Durante los últimos doce años, he vuelto a esta historia todos los años como un momento de enseñanza para los aviadores que he dirigido, y ahora para los guardiamarinas que enseño en la Academia Naval de los Estados Unidos. Ha sido un marco valioso para mí recordarles lo serios que son sus trabajos. Es extraño considerar que enseño esto a los miembros de la Fuerza Aérea y la Armada, los servicios con menos aprecio por las trincheras de la Primera Guerra Mundial, pero creo que eso es lo que lo hace más importante. La mayoría de los miembros de estos servicios soportan la carga particular de ejecutar el combate sin mirar a los ojos al enemigo. Pero la lección de la tregua es importante para todos los servicios armados. Los miembros de la profesión de las armas deberían recordar la tregua de Navidad por todo lo que fue, y deberían aprender sobre ella por todas las cosas que no fue.
Al final de los primeros cuatro meses de la Primera Guerra Mundial, los ejércitos en Europa habían experimentado lo que pudo haber sido la mayor sangría militar de la historia. Entre agosto y diciembre de 1914, 116.000 soldados alemanes y 189.000 austrohúngaros murieron, pero aún no llegaron a los 16.200 soldados de la Fuerza Expedicionaria Británica y 30.000 belgas muertos junto con los 300.000 soldados franceses que aplastaban el alma en el mismo período de cuatro meses. . En el frente oriental, las bajas rusas se acercaron a los 2 millones.
El número de militares muertos durante los primeros cuatro meses de la Primera Guerra Mundial no desconcierta a la mayoría de los historiadores. Después de todo, es solo una fracción del costo total de esa guerra. Sin embargo, para aquellos que recién se unen al ejército de hoy, el contexto moderno proporciona una dosis punzante de realidad. El número total de militares (fuerzas estadounidenses y de la coalición, así como militares locales y policías nacionales) muertos en la "Guerra global contra el terrorismo" entre octubre de 2001 y noviembre de 2018 fue de poco más de 125.000, con un poco menos de opositores muertos. Más hombres murieron en un lado de las trincheras en cuatro meses que en combate en una guerra que ahora se extiende hasta su decimonoveno año. Ese tipo de pérdida, en términos humanos, y mucho menos los costos para la estrategia militar y el capital político, es verdaderamente insondable.
Entre ese nivel de muerte en ambos lados, la idea de que un momento de paz amistosa podría estallar espontáneamente le parece a la mente moderna casi una tontería, una tontería mental. Sin embargo, sucedió. No hubo un lugar o unidad en particular donde comenzó la tregua. No irrumpió, como Athena, en los campos de la Primera Guerra Mundial completamente formado. Creció lenta y esporádicamente en muchas áreas al mismo tiempo. No había un plan unificado ni una conspiración para comenzar tales treguas, aunque los líderes superiores las anticiparon. El general Erich von Falkenhayn, jefe del Estado Mayor alemán, prohibió expresamente tal acción y prometió castigos para quienes intentaran concertar una tregua. Sin embargo, incluso las amenazas de la parte superior de la cadena no pudieron competir con el espíritu festivo de los hombres en las trincheras.
En la víspera de Navidad de 1914 comenzaron las oberturas. Dado el amor por la Navidad generalmente asociado con la cultura y la tradición germánicas, no es sorprendente que las fuerzas alemanas o austriacas instigaran la mayoría de los estallidos de la paz. Durante todo el día, las unidades alemanas enviaron soldados de bajo rango para abastecer depósitos en las líneas traseras para asegurar alimentos especiales, correo y pequeños árboles de Navidad de mano con velas y decoraciones. Carl Mühlegg, un soldado del 17 ° Regimiento de Baviera estacionado cerca de Langemarck, completó la caminata de dieciocho millas de ida y vuelta para entregar un árbol a su capitán. El oficial encendió solemnemente las velas y deseó la paz para sus soldados, Alemania y el mundo. Mühlegg escribió más tarde: "Nunca fui más consciente de la locura de la guerra".
En zonas aisladas a lo largo del frente occidental, la mayoría de los disparos cesaron en Nochebuena y, a lo largo del día, el cese se extendió. Cuando el crepúsculo invadió Francia, la violencia era la rareza. La mayoría de las proposiciones de paz comenzaron de manera razonablemente inocua. En la noche tranquila, sin el estruendo de fondo de disparos de artillería y fusiles, los soldados intercambiaron gritos entre las trincheras para desearse unos a otros “Feliz Navidad”, así como pasar los comentarios sarcásticos tradicionales y las charlas basura que se esperan de los miembros de las fuerzas armadas. Compartieron estos saludos con pancartas y pizarrones, pero principalmente a través de canciones, ya que las canciones de los regimientos alemanes se encontraban con interpretaciones británicas de música popular, y se iba y venía entre las trincheras. Al caer la noche, el Frente Occidental adquirió un aspecto diferente. Cerca de la Chapelle d'Armentières, en la frontera franco-belga, árboles de Navidad con velas encendidas se alineaban en las murallas de las trincheras alemanas "como las candilejas de un teatro", según un soldado británico. Con este telón de fondo, las versiones alemanas de "Stille Nacht" (Noche de paz) flotaban suavemente sobre las líneas de las trincheras. Los británicos escucharon asombrados. Al concluir la canción, varias unidades británicas, algunas incluso para su sorpresa, estallaron en aplausos o lanzaron bengalas para indicar su aprobación. Los británicos exigieron bises y se desarrollaron competencias de villancicos ad hoc en todo el frente occidental.
Del canto surgieron las primeras oberturas para cruzar la Tierra de Nadie. Los letreros que pedían "no pelear" y se deseaban Feliz Navidad pronto se convirtieron en solicitudes para hablar. En las líneas francesas, los oficiales alemanes llamaron “Kamarades, Kamarades! ¡Cita!" mientras agitaba banderas blancas. Cuando amaneció el día de Navidad, las armas permanecieron en silencio, excepto en las áreas de contacto entre rusos y serbios, y donde los legionarios extranjeros franceses estaban desplegados en Alsacia. Los actos de amistad fueron variados, dependiendo de la zona, la naturaleza de las tropas de ambos bandos y el paisaje del campo de batalla. El más común fue el intercambio de baratijas. Los soldados intercambiaban botones, insignias de gorras, insignias y cigarrillos, pero los intercambios más preciados eran las pequeñas latas de dulces y tabaco que el Fondo de Navidad de los Soldados y Marineros de la Princesa María les regalaba a los miembros de las Fuerzas Expedicionarias Británicas y la hebilla del cinturón alemana estampada con el lema Gott mit uns (Dios está con nosotros).
También se produjeron actos menos tradicionales. Los soldados llevaron a cabo ceremonias de entierro en Tierra de Nadie para los soldados caídos aún no recuperados de ambos bandos. Asistieron soldados de ambos ejércitos y un capellán de cada trinchera leyó el servicio, alternando entre inglés y alemán. Se compartieron alimentos y bebidas, se intercambiaron historias y cartas, y los soldados intercambiaron direcciones para poder escribirse después de la guerra. El segundo Royal Welsh Fusiliers compartió dos barriles de cerveza con los alemanes, aunque ningún ejército tuvo el estómago para disfrutar de la cerveza francesa, que ambas partes describieron, en las palabras más positivas, como "podrida".
Los más famosos de todos fueron los partidos de fútbol (partidos de fútbol, para nosotros, los paganos estadounidenses). En las zonas donde la Tierra de Nadie no era un paisaje arruinado de cráteres, los soldados aprovecharon la tregua para correr libremente al aire libre más allá de las trincheras. La gran mayoría de los partidos fueron partidos amistosos o competiciones dentro y entre unidades. Sin embargo, hubo varios casos de fútbol entre trincheras en el sector de Flandes. A menudo, algunos de los mejores trueques se realizaban como parte de la obtención de la victoria en uno de los partidos, como cuando los Sutherland Highlanders, vestidos con faldas escocesas, desafiaban al 133. ° Regimiento Sajón a un partido por una botella de aguardiente. No hubo un acuerdo universal sobre el vencedor de los partidos en esta Copa [de Guerra] Mundial de 1914, con partidos a favor de ambos lados en múltiples ocasiones.
La paz no iba a durar. A medida que los informes de las actividades de la tregua se extendieron por las distintas cadenas de mando, la respuesta de los altos mandos fue menos que entusiasta. El mariscal de campo Sir John French, comandante en jefe de las Fuerzas Expedicionarias Británicas, enojado por la contravención de órdenes anteriores para evitar tal comportamiento, recordó que "emití órdenes inmediatas para prevenir la repetición de tal conducta" y ordenó castigos para aquellos que supieran han fraternizado con el enemigo. La respuesta no fue más silenciosa en el cuartel general de los ejércitos francés, belga, alemán o austrohúngaro, con amenazas de castigo mezcladas con órdenes de reanudar los bombardeos. Los periódicos y las fotografías causaron bastante sensación de paz espontánea, pero a pesar del éxito de la tregua en 1914 y la profundidad de su significado para los soldados, nunca volvió a repetirse.
Los soldados que cruzaron las trincheras el día de Navidad no fueron un movimiento para poner fin a la guerra, y nadie esperaba que el alto el fuego se extendiera más allá del día. Un soldado británico relató: “Ese día no hubo ni un átomo de odio en ninguno de los lados. Y, sin embargo, de nuestro lado, ni por un momento se relajó la voluntad de guerra y la voluntad de vencerlos ". Después del día de paz, los soldados se separaron con el entendimiento de que podían ser amigos, pero no amigos. Un soldado alemán se despidió de su homólogo diciendo: “Hoy tenemos paz. Mañana luchas por tu país; Yo lucho por el mío. Buena suerte." Hubo intentos de otra tregua en 1915, pero en una escala y duración dramáticamente más limitadas. Los acontecimientos de la guerra conquistaron la mente de los soldados. La primavera de 1915 vio el hundimiento del Lusitania y la apertura de una guerra submarina sin restricciones, así como los primeros bombardeos de zepelines de Londres y el primer uso de gas venenoso en Ypres. Para la Navidad de 1916, la solidaridad de los soldados fue reemplazada por la animosidad por la duración, el espanto y el desarrollo de la guerra, y los sentimientos de la tregua navideña nunca volvieron.
Encuentro un significado notablemente profundo en los eventos de la Tregua de Navidad por la única razón de que, entre tanta destrucción, ninguna cantidad de odio o amargura pudo superar su humanidad común. Este hecho me ha obligado a compartir esta historia con mis aviadores y, más recientemente, con mis guardiamarinas, cada diciembre. Entre los aproximadamente 2,000 miembros del servicio con los que he trabajado en mi carrera hasta ahora, hay un impacto duradero para aquellos que tuvieron la paciencia para leer o escuchar. Cada vez, relato los detalles de la tregua y los horrores del Frente Occidental, trato de compartir la siguiente lección: El deber y la humanidad son virtudes que unen a todos en la profesión de las armas, pero existen en tensión entre sí y deben estar precariamente equilibrado.
Los soldados de la Primera Guerra Mundial pasaron un día celebrando su humanidad común y otro 1.567 destruyéndola. La guerra continuaría y se cobraría la vida de otros siete millones de soldados. Fue una instancia breve e irrepetible. Ninguna persona en las trincheras de 1914 tenía la autoridad para poner fin a la guerra, y tanto su disciplina como su honor exigían que volvieran a luchar. Cualquier otra cosa sería motín o deserción. Las guerras se libran entre naciones y los soldados no son más que herramientas de esos desacuerdos políticos. Tampoco las lecciones de la tregua de Navidad deben tomarse estrictamente en líneas religiosas. En 1968, las fuerzas estadounidenses decidieron respetar el llamado norvietnamita de un alto el fuego de siete días para la celebración vietnamita del Año Nuevo Lunar, y tres días después la tregua del Tet se convirtió en la ofensiva del Tet. En 1973, Israel fue atacado por una coalición liderada por Egipto en Yom Kippur, que también cayó dentro del mes sagrado de Ramadán.
La lección más importante de la tregua navideña no tiene nada que ver con la religión, las vacaciones o la paz. No estoy defendiendo que no busquemos matar al enemigo o destruir su capacidad para la guerra. En realidad, todo lo contrario. La imagen de esos soldados dándose la mano en Tierra de Nadie tiene el único propósito de recordarnos que el enemigo es humano. Existe un vínculo inextricable de similitudes, incluso entre soldados que luchan entre sí. Ya sea observando enemigos en una trinchera vecina o siguiéndolos desde miles de millas de distancia a través de la lente de un avión no tripulado, es responsabilidad de todos los miembros de la profesión de las armas reconocer la carga que conlleva quitar vidas. Usamos términos como "hombre en edad militar" porque facilita la decisión de ataque. No se nos recuerda que el objetivo es un hijo, hermano o padre con su propia lista de metas y deseos en la vida. La tregua de Navidad debería recordar a todos los miembros del servicio la increíble gravedad de nuestro papel.
Es un trabajo dificil. Como miembros del servicio, estamos listos para llevar a cabo actos de violencia en nombre de otros. La razón por la que existimos es para lastimar a la gente y romper cosas. No es una responsabilidad que deba tomarse a la ligera, ni algo que deba tomarse en broma. Estamos en defensa de los demás, ya sea como soldados o infantes de marina con el poder de la vida o la muerte sobre los insurgentes, o como aviadores y marineros dispuestos a lanzar miles de armas nucleares en cualquier momento. Ese nivel de responsabilidad, hacia la nación, hacia los demás y hacia la humanidad, es increíble y habla de la confianza depositada en nosotros por los ciudadanos del mundo.
El combate es el reino de los soldados, el arte desapasionado de tomar y mantener el campo de batalla mediante la victoria sobre las fuerzas opuestas por la fuerza de las armas. No debe haber ira ni odio en combate. Los soldados de cada lado están haciendo su trabajo. Sin embargo, parece que los casos de respeto entre fuerzas opuestas se han reducido significativamente desde la Segunda Guerra Mundial. Actos como los saludos de respeto de los marineros japoneses a la tripulación del USS Johnston después de su heroica última batalla en la batalla del golfo de Leyte, o la escolta de un B-17 lisiado e indefenso por un caza alemán más allá del alcance del fuego antiaéreo. , son mucho más difíciles de encontrar en el mundo de la Guerra Fría y de la posguerra fría. Reconocer la humanidad de un enemigo y, sin embargo, cumplir con el deber de matar aumenta drásticamente el peso de las cargas de esos soldados, ya que aceptan el verdadero costo moral de la guerra. Es importante que las generaciones sucesivas se esfuercen por librar guerras con un listón moral tan alto.
Termino todos los años de la misma manera. Les recuerdo a mis alumnos la afirmación del presidente Kennedy en el discurso de graduación de la clase de 1963 de la American University, cuando nos recordó que “en el análisis final, nuestro vínculo común más básico es que todos habitamos este pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire. Todos valoramos el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales." Finalmente, doy un cargo a todos, ya sean aviadores o guardiamarinas, y ahora el mundo. Les pido que consideren qué ira pueden soltar, qué odio se podría perdonar o qué enemistad terminar, si tan solo estuvieran dispuestos a salir de sus trincheras. ¿Qué puede lograr una persona, y qué puede lograr toda la humanidad, si solo por un día se dejaran todos los viejos odios, se partiera el pan con los enemigos y todos llegaran a la cruda comprensión de que somos igualmente humanos?
domingo, 27 de diciembre de 2020
sábado, 26 de diciembre de 2020
GCE: La batalla de Belchite
La batalla de Belchite
En el verano de 1937 el mando republicano pone en marcha una ofensiva en el frente del Ebro con la intención de tomar Zaragoza y distraer tropas del frente del norte. Entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937 se plantea la conquista de la población de Belchite, que estaba bien defendida.12
La operación republicana no solo tenía razones de orden militar, sino también político, ya que el gobierno central estaba preocupado por la influencia de los anarquistas de la CNT en el Consejo Regional de Defensa de Aragón (el cual funcionaba en la práctica como un gobierno independiente) y de las columnas de milicianos de CNT y POUM en el frente de Aragón.
Mapa del asalto republicano a Belchite en agosto-septiembre de 1937.El plan republicano era atacar simultáneamente por tres puntos fundamentales y cinco secundarios en dirección a Zaragoza en una franja central de 100 km entre Zuera y Belchite. El dividir las fuerzas atacantes entre siete puntos distintos tenía por objeto dificultar el contraataque franquista, así como ofrecer el menor blanco posible a los ataques aéreos.
Participan 80.000 hombres del recién formado Ejército del Este y las XI y XV Brigadas Internacionales; al mando de "Walter" (Karol Swierczewski), iba la 35ª División, que ahora incluía la XV Brigada Internacional (británicos, canadienses y americanos); tres escuadrillas de la aviación republicana con Polikarpov I-16 (moscas), Polikarpov I-15 (chatos) (unos 90 aviones en total) y 105 carros T-26 soviéticos.
En los dos primeros frentes (norte y centro) solo se logró ocupar terreno vacío. En el frente sur las poblaciones de Quinto, Mediana y Codo estaban escasamente guarnecidas y cayeron en poder del ejército republicano el 26 de agosto, aunque las tropas republicanas de la 11ª División (mandada por Enrique Líster) y de la 24ª División gastan algunos días más en reducir los núcleos de resistencia del ejército sublevado que van quedando atrás, deteniendo el avance hacia Fuentes de Ebro.
Combates en Belchite
Las tropas de la 45.ª División Internacional, dirigidas por Emilio Kléber, llegaron a seis kilómetros de Zaragoza y amenazaron directamente la ciudad, pero no lograron lanzar un ataque contra ella. Mientras tanto, las Divisiones 11.ª y 35.ª se tuvieron que dedicar a eliminar un foco de resistencia en la localidad de Belchite, en torno a la cual se habían concentrado varios miles (entre 3.000 y 7.000 según las fuentes) de combatientes franquistas dirigidos por el comandante y alcalde de la población Alfonso Trallero.
Al pie del cañón, cuadro del artista Augusto Ferrer-Dalmau que recrea la batalla de Belchite.Los primeros combates en torno a Belchite ocurrieron los días 24 y 25 de agosto. El día 26 la población quedó completamente cercada. Parapetados en fortificaciones de hierro y cemento y disponiendo de varios nidos de ametralladoras, los franquistas aprovecharon los edificios de Belchite para instalar su dispositivo cerrado de defensa, colocando sacos de arena como barricadas en las calles de la localidad, además de carros y escombros, todo ello para retardar el avance de las fuerzas republicanas que trataban de reducir la bolsa. Las tropas franquistas estaban bien pertrechadas para resistir un largo asedio, pero el Ejército republicano no podía permitirse perder tiempo y por eso decidió asaltar la ciudad. Se sucedieron duros combates callejeros en medio del intenso calor del verano aragonés. A los sitiados se les cortó el agua y la falta de comida y suministros médicos empezó a hacerse notar a medida que la intensidad de la lucha aumentaba.
El asalto final le fue encomendado a la XV Brigada Internacional. El 31 de agosto los brigadistas lograron llegar a la fábrica de aceite. Al día siguiente la aviación republicana atacó sistemáticamente el casco urbano; El 3 y el 4 de septiembre tuvieron lugar combates casa por casa en los que fueron cayendo los últimos reductos franquistas. En la madrugada del día 5 al 6 los últimos defensores que resistían en el ayuntamiento intentaron la huida a la desesperada. Unos trescientos consiguieron cruzar las líneas republicanas y de ellos unos ochenta llegaron a Zaragoza. El alcalde-comandante Trallero murió en los combates mientras manipulaba un mortero en la Plaza Nueva, así como otros vecinos de la localidad.
Las tropas franquistas lanzaron desde Zaragoza una contraofensiva el 30 de agosto para socorrer Belchite, pero fue detenida por la 45ª División de Kléber y no logró, por tanto, evitar que la localidad cayera en poder del Ejército Popular de la República.
viernes, 25 de diciembre de 2020
Navidad en la guerra: La carta del paracaidista norteamericano al comandante alemán
"¡NUECES!" - Carta de Navidad de 1944 de McAuliffe
War on the Rocks24 de diciembre de 2020
Nota del editor: En honor a la Navidad, publicamos con orgullo el texto de Brig. Carta de Navidad de 1944 del general Anthony McAuliffe a la 101.a División Aerotransportada de los EE. UU. en Bastogne. Puede encontrar una imagen de la carta aquí. Lea la historia detrás de esta famosa carta aquí.
FELIZ NAVIDAD
CUARTEL GENERAL 101a División Aerotransportada
Oficina del Comandante de División
24 de diciembre de 1944
¿Qué tiene Merry de todo esto? Estamos peleando, hace frío, no estamos en casa. Todo es cierto, pero ¿qué ha logrado la orgullosa División Águila con sus dignos camaradas, la 10ª División Blindada, el 705º Batallón de Destructores de Tanques y todos los demás? Solo esto: hemos detenido en seco todo lo que se nos ha lanzado desde el norte, este, sur y oeste. Tenemos identificaciones de cuatro Divisiones Panzer alemanas, dos Divisiones de Infantería Alemanas y una División de Paracaidistas Alemana. Estas unidades, que encabezaban la última arremetida alemana desesperada, se dirigían directamente hacia el oeste hacia puntos clave cuando se ordenó apresuradamente a la División Águila que detuviera el avance. La eficacia con la que se hizo esto se escribirá en la historia; no solo en la gloriosa historia de nuestra División, sino en la historia mundial. Los alemanes realmente nos rodearon, sus radios anunciaron nuestra perdición. Su Comandante exigió nuestra rendición con la siguiente arrogancia imprudente:
22 de diciembre de 1944
“Al comandante estadounidense de la ciudad cercada de Bastogne.
La suerte de la guerra está cambiando. Esta vez, las fuerzas estadounidenses en y cerca de Bastogne han sido rodeadas por fuertes unidades blindadas alemanas. Más unidades blindadas alemanas han cruzado el río Ourthe cerca de Ortheuville, han tomado Marche y han llegado a St. Hubert pasando por Hompres-Sibret-Tillet. Libramont está en manos alemanas.
Solo hay una posibilidad para salvar a las tropas estadounidenses rodeadas de la aniquilación total: esa es la rendición honorable de la ciudad rodeada. Para pensarlo en un plazo de dos horas se concederá a partir de la presentación de esta nota.
Si esta propuesta fuera rechazada, el Cuerpo de Artillería alemán y seis batallones A. A. pesados están listos para aniquilar a las tropas estadounidenses en Bastogne y sus alrededores. La orden de disparo se dará inmediatamente después de este plazo de dos horas.
Todas las graves pérdidas civiles causadas por este fuego de artillería no corresponderían a la bien conocida humanidad estadounidense.
El comandante alemán ”
El comandante alemán recibió la siguiente respuesta:
22 de diciembre de 1944
“Para el comandante alemán:
NUECES !
El comandante estadounidense ”
Las tropas aliadas están contraatacando con fuerza. Seguimos manteniendo Bastogne. Manteniendo Bastogne aseguramos el éxito de los ejércitos aliados. Sabemos que nuestro comandante de división, el general Taylor, dirá: "¡Bien hecho!"
Le estamos dando a nuestro país y a nuestros seres queridos en casa un digno regalo de Navidad y tener el privilegio de participar en esta valiente hazaña de armas nos está haciendo realmente una Feliz Navidad.
/ s / A. C. McAULIFFE
/ t / McAULIFFE
Dominante.
jueves, 24 de diciembre de 2020
SGM: Hitler en París
Hitler en París
Weapons and Warfare
Hitler en la foto junto a Speer, Breker y Giesler. La Torre Eiffel se puede ver al fondo.
El domingo 23 de junio de 1940 Adolf Hitler regresó a Francia para su infame visita a París. Estuvo acompañado por sus arquitectos favoritos Albert Speer y Hermann Giesler. El aspecto artístico de la fiesta se completó con la incorporación de Arno Breker, el escultor favorito de Hitler. Tanto Giesler escribiendo en 'Ein Anderer Hitler' como Breker en sus memorias afirman que el viaje tuvo lugar el domingo 23 de junio. Sin embargo, escribiendo en su libro 'Inside the Third Reich' Speer cita erróneamente la fecha como 28 de junio de 1940, pero como describe el momento en que entró en vigor el armisticio como parte del viaje, la fecha del 28 de junio es claramente un error en su parte. Giesler recordó más tarde lo sorprendido que estaba al ser detenido por la policía vienesa y escoltado al aeropuerto de Viena, donde lo colocaron en un avión de mensajería con destino a Francia. Sin embargo, había un propósito detrás de la decisión de Hitler de incluir a los artistas. A nivel personal, a Hitler no le importaba nada la legendaria ciudad y solo le interesaba París por su arquitectura. Los miembros civiles de su séquito estaban allí para imaginar cómo la ciudad podría ser superada por el nuevo Berlín visualizado por Hitler como la ciudad más grande e imponente del mundo. Para mezclarse con el fondo, el artista y los arquitectos se equiparon con uniformes militares.
Acompañado por este inusual séquito y un equipo de filmación, Hitler recorrió las calles desiertas de la capital francesa en las primeras horas de esa infame mañana de domingo.
Tenemos la suerte de tener un registro completo del día que fue publicado en el libro 'Ein Anderer Hitler' de Hermann Giesler, que contiene una descripción completa de un testigo ocular de su famosa visita a París el 23 de junio de 1940. En el proceso, Giesler también proporciona un relato completo de sus propias conversaciones personales con Hitler sobre los amplios planos arquitectónicos de las ciudades de Berlín, Múnich y Linz, que se preveía que encarnarían el concepto Grossdeutschland (Gran Alemania).
Giesler comienza cuando un destacamento de la policía lo detuvo el 22 de junio de 1940 cuando se dirigía a una obra en construcción cerca de Viena y le ordenó que se dirigiera al aeropuerto de Viena. Allí, abordó un Ju esperando. 52 avión de mensajería que aterrizó en una pista de aterrizaje en el norte de Francia, tras lo cual fue conducido al cuartel general de Adolf Hitler en Brûly-de-Peche, al norte de Sedan. El armisticio estaba programado para comenzar el día siguiente a la medianoche. Tan pronto como se encontraron, Hitler no perdió tiempo en relatarle a Giesler sus opiniones personales sobre su gran triunfo y su deseo de ver París lo antes posible.
—Está bien, Giesler, en ese momento no tenías forma de saberlo, pero yo confiaba en mi plan estratégico, los detalles tácticos esenciales y mi fe en el poder de combate de las fuerzas armadas alemanas. A partir de ahí, el calendario sabiamente planeado avanzó de forma natural. Recuerdo que durante el invierno [de 1939] te invité a que vinieras conmigo a París; He invitado a Breker y Speer a venir. Con mis artistas, quiero mirar París. Partiremos temprano en la mañana ".
En compañía de Arno Breker y Albert Speer, Hitler, junto con su personal y ayudantes de campo, disfrutaron de una sencilla cena juntos en dos largas mesas en una sencilla cabaña. A Giesler le sorprendió la falta de triunfalismo.
“No hubo actitud triunfal, ni voces retumbantes, sólo dignidad sombría. Los rostros de los que ostentaban la autoridad aún mostraban los signos de la tensión de las últimas semanas. Me consideraba indigno del honor de sentarme con ellos ".
La fiesta partió de Brûly-de-Peche a las 4 de la mañana en el Ju privado del Führer. 52 y aterrizó en el aeropuerto de Le Bourget, donde los esperaba una flota de Mercedes descapotable. Hitler ocupó su lugar habitual en el asiento del pasajero delantero y se le unieron Speer, Breker, Giesler, el ayudante de las SS Schaub y su oficial de ordenanza, el coronel Speidel.
“El antiguo agregado militar de París nos adelantó como guía. Con nuestras luces tenues solo podíamos ver las siluetas de los edificios. Pasamos puntos de control: los guardias salieron y saludaron; se podía detectar que el armisticio aún no estaba plenamente en vigor. Adolf Hitler se sentó frente a mí y recordé la última noche de invierno cuando habló sobre París, y recordé su confianza en que vería la ciudad pronto. Ahora su deseo se estaba volviendo realidad. Pero no vino a París como Comandante Supremo de la Wehrmacht alemana, llegó como Bauherr (jefe de construcción) de las nuevas ciudades alemanas que ya había imaginado con sus nuevos aspectos. Vino aquí para comparar arquitectura, para experimentar el ambiente de la ciudad en compañía de sus dos arquitectos y un escultor, aunque nos acompañó un séquito militar, soldados que sin duda se habían ganado el honor de ver la capital francesa con él. '
La parada del breve recorrido por París fue la Ópera Imperial. Esta magnífica estructura fue diseñada por el arquitecto Garnier. Adolf Hitler se había familiarizado con los planos del edificio y parecía dispuesto a mostrar sus conocimientos. Dentro del edificio, Giesler recordó que fue Hitler quien abrió el camino, señalando características notables del edificio.
“Podría ser que la disparidad entre la atmósfera simple de la sede del Führer en el pequeño pueblo de Bruly y esta espléndida exhibición del Imperio histórico amplificara la impresión que causó. Hasta ese momento, solo estaba familiarizado con la fachada de la Ópera y me asombró la noción bien pensada del plan básico, impresionado por la disposición de las amplias habitaciones: los pasillos de entrada, la lujosa escalera, los vestíbulos y el espléndido, teatro interior de oro brillante. Estábamos parados en el palco del medio. Adolf Hitler estaba cautivado: proporciones deliciosas, notablemente atractivas, ¡y qué festividad! Era un teatro con un carisma distintivo, independientemente de su extravagancia de la "Belle Epoque" y una diversidad de estilo que incluye un toque de barroco exagerado. Hitler repitió que su principal reputación se basa en estas hermosas proporciones. "Me gustaría ver la sala de recepción, el salón del presidente detrás del palco del proscenio", dijo Hitler. Se produjo una cierta vacilación. "Según el plan de Garnier, debe ser por aquí". Al principio, el guardia estaba confundido, pero luego recordó que después de una renovación se removió la habitación. Hitler observó con acritud: "La república democrática ni siquiera favorece a su presidente con su propio salón de recepción".
Hitler y su séquito salieron por la entrada principal para ver la famosa fachada a la luz del día. Luego se trasladaron al Madeleine, que no movió a Hitler y el séquito pronto se movió por las calles desiertas. “Lentamente, en un amplio círculo, rodeamos las fuentes y los obeliscos de Luxor en la Place de la Concord. Adolf Hitler se paró en su automóvil para obtener una vista panorámica. Miró a través de la gran plaza hacia las Tullerías y el Louvre, luego a través del río Sena hasta el edificio de la Chambre des Députés. Al comienzo de los Campos Elíseos, pidió detenerse. Mirando las murallas del Almirantazgo, ahora podía observar el frontón de la columna de la Madeleine a través del corto espacio de la calle Rue Royal, ahora era realmente efectivo.
Adolf Hitler se tomó su tiempo para absorber todo esto, luego una breve señal con su mano y condujimos lentamente a lo largo de los Campos Elíseos algo ascendentes hacia el Étoile con su imponente Arco de Triunfo. Evaluando todo críticamente, sus ojos miraron la construcción de la carretera, que podía ver a través de las calles arboladas alrededor de Round Point. Toda su concentración absorta estaba en el Arco y el sistema de carreteras en el que se planeó el área circundante del Étoile. Contempló los relieves del lado derecho e izquierdo del Arco con una breve mirada (capturan la historia de la Marsellesa) y las inscripciones cinceladas (los franceses no olvidarán ninguna de sus victoriosas batallas). Conocía cada detalle de la literatura histórica.
Adolf Hitler compartió sus pensamientos sobre este viaje matutino con Geisler, quien luego registró lo que Hitler le había dicho.
“La extensión bien equipada de la Place de la Concord impresiona naturalmente, ya que la plaza se extiende desde los Jardines de las Tullerías hasta el Louvre, con vistas al curso bajo del Sena hasta los ministerios y la Chambre des Députés. Ópticamente, también incluye el desarrollo hacia la Madeleine y el amplio espacio abierto del inicio de los Campos Elíseos. Desde la perspectiva de un hombre, eso es casi ilimitado. La vista desde el Concorde era hermosa, con sus fuentes y obelisco en primer plano, hacia el Almirantazgo, la rue Royal con la Madelein al fondo.
Desde el Étoile se dirigieron al Trocadero, contemplando el coloso del siglo XIX, la Torre Eiffel, al otro lado del Sena desde la gran terraza del Palais Chaillot. Fue aquí donde Hoffmann tomó sus fotografías icónicas que muestran a Geisler y Hitler. Giesler recordó que entabló una larga conversación con Hitler en ese momento del proceso.
“Adolf Hitler me dijo que considera la Torre Eiffel no solo como el comienzo de un nuevo estándar de edificios, sino también como el comienzo de un tipo de ingeniería tectónica. "Esta torre no solo es sinónimo de París y la exposición mundial en ese momento, sino que será un ejemplo de clasicismo y marca el comienzo de una nueva era". Con esto se refería a la era de la tecnología moderna con nuevos horizontes y dimensiones (Groessenordnungen), en ese momento inalcanzable. Lo que vino a continuación fueron puentes de grandes luces, edificios con grandes dimensiones verticales que, gracias a cálculos de ingeniería exactos, ahora podían formar estructuras icónicas. Pero solo a través de la armonización entre ingenieros, artistas y arquitectos pudo ver la posibilidad de una mayor creatividad. El clasicismo, al que tenemos que apuntar, solo puede alcanzarse mediante la tectónica con nuevos materiales, siendo el acero y el hormigón armado los definitivos y esenciales.
Continuamos conduciendo y nos detuvimos brevemente en un palacio de la ciudad bien proporcionado, que sería la futura embajada alemana. Adolf Hitler dio órdenes particulares para su renovación con el apoyo de los conservadores franceses.
A continuación, Adolf Hitler mostró su decepción con el Panteón en la parte superior del Barrio Latino al abandonar el edificio abruptamente. De nuevo al aire libre, negó con la cabeza y suspiró.
“Dios mío, no se merece su nombre, si piensas en el Panteón Romano con su interior clásico, la iluminación única del techo abierto, combina dignidad con gravedad. Y luego miras eso ”, y señaló hacia atrás,“ más que sombrío incluso en este brillante día de verano ”. Cuando regresaban a su automóvil, algunas mujeres los vieron, gritando: c'est lui, ese es él.
`` Dimos la vuelta y condujimos por la rue de Castiglioni hasta la Place Vendôme, con su famosa columna en esta plaza de magníficas formas, luego la rue de la Paix hasta la Place de l'Opéra, con una vista elevada de lo vivo, aunque algo teatral, fachada de la Ópera, ahora con mucha luz. “Ciertamente”, me dijo más tarde; “Es muy decorativo, un poco demasiado rico, pero obviamente se ajusta al gusto del estilo de esa época. Al planificar nuestra arquitectura, apuntaremos a un clasicismo de formas más severas y afiladas, según nuestro carácter. Lo que he visto en París me obliga a comparar los logros de la arquitectura alemana del mismo período: Gilly, Schinkel, Klenze, Hansen y Semper, y Siccardsburg con su Ópera de Viena; soy de la opinión de que pueden ocupar su lugar. Por no hablar de las grandes creaciones de los arquitectos barrocos como Lukas Hildebrandt, Fischer von Erlach, Balthasar Neumann, Prandtauer y otros. Lo que los alemanes extrañan es la continuidad y la persistencia en sus objetivos arquitectónicos, pero esto todavía es reconocible en la Alemania de la Edad Media con las catedrales y cúpulas de las comunidades de la ciudad y los edificios barrocos de las casas reales ".
A continuación, Geisler recordó el viaje a Montmartre, donde Hitler apenas miró al Sacré Cœur. Desde la terraza elevada frente a la iglesia, quiso considerar la vista de París que acababa de visitar. “Adolf Hitler creía que, en la medida en que podía ver la concentración de París desde aquí, los monumentos y lugares se destacaban solo débilmente de la monotonía de las viviendas y los edificios funcionales. La gran cohesión del Louvre al Étoile, la Île-de-France con Notre Dame, el fluir del Sena a la Torre Eiffel apenas se mantiene. En realidad, solo esta torre, pensada y construida para una exposición, mantiene, independientemente de su filigrana transparencia vista desde aquí, su reputación. Lo que dijo es que la Torre justifica su existencia en esta ciudad solo por la tendencia vertical deliberadamente planificada, una característica asombrosa para esa época. Naturalmente, para la ciudad de París significó una novedad simbólica, una ciudad con una tradición histórica tan profunda desde los romanos hasta las épocas muy significativas de los reyes, la revolución, el imperio, los edificios de la república después de Napoleón III; todos carecen de sentido, no tienen importancia para la estructura general de la ciudad, con la excepción de la Torre Eiffel ".
miércoles, 23 de diciembre de 2020
martes, 22 de diciembre de 2020
Revolución cultural china: Descubriendo sus horribles verdades
Descubriendo las horribles verdades de la Revolución Cultural
Los historiadores rebeldes narran un pasado que el Partido Comunista de China está cada vez más decidido a borrar.Barbara Demick || The Atlantic
Edición de enero / febrero de 2021
El mundo al revés: una historia de la revolución cultural china por Yang Jisheng, traducido y editado por Stacy Mosher y Guo Jian Farrar, Straus y Giroux
Durante la Revolución Cultural, un grupo rebelde somete a un líder rival a una sesión de críticas. (Li Zhensheng / Imágenes de prensa de contacto)
Este artículo se publicó en línea el 18 de diciembre de 2020.
En China, la historia ocupó durante mucho tiempo un estatus cuasirreligioso. Durante la época imperial, que se remonta a miles de años y duró hasta el colapso de la dinastía Qing en 1911, la dedicación de los historiadores a registrar la verdad fue vista como un freno contra las malas acciones por parte del emperador. Los gobernantes, aunque tenían prohibido interferir, por supuesto lo intentaron.
Este artículo aparece en la edición impresa de enero / febrero de 2021.
También sus sucesores. Entre los más decididos a aprovechar la historia para obtener beneficios políticos se encuentran los actuales líderes del Partido Comunista Chino. De manera rutinaria, limpian los libros, revistas y libros de texto académicos en idioma chino de cualquier cosa que pueda socavar su propia legitimidad, incluyendo cualquier cosa que empañe a Mao Zedong, el padre fundador del partido. El esfuerzo, que no es una tarea pequeña, no ha quedado sin respuesta. Una red de historiadores aficionados ha estado recopilando documentos y testimonios de testigos presenciales de las siete décadas que han transcurrido desde el establecimiento de la China moderna en 1949. Guo Jian, profesor de inglés en la Universidad de Wisconsin en Whitewater que ha traducido algunos de sus hallazgos, describe los tenaces investigadores como "los herederos del gran legado de China", dedicados a "preservar la memoria contra la represión y la amnesia".
El más conocido de los nuevos historiadores autodenominados es Yang Jisheng, cuyo relato detallado del Gran Salto Adelante de Mao, el peor desastre provocado por el hombre en el mundo, un intento mal concebido de reactivar la economía de China que provocó la muerte de algunos 36 millones de personas por hambre — se publicó en Hong Kong en 2008. Aunque este libro, Tombstone, fue prohibido en el continente, circuló allí en versiones samizdat disponibles en línea y de libreros itinerantes, que escondían copias en sus carritos. Cuatro años más tarde, editado y traducido al inglés por Guo y Stacy Mosher, fue publicado internacionalmente con gran éxito, y en 2016, Yang recibió un premio a la "conciencia e integridad en el periodismo" de Harvard. Se le prohibió salir del país para asistir a la ceremonia de premiación y les ha dicho a sus amigos que teme estar bajo vigilancia constante.
En lugar de ser castigado, Yang lo ha vuelto a hacer. Su último libro, The World Turned Upside Down, fue publicado hace cuatro años en Hong Kong y ahora está en inglés, gracias a los mismos traductores. Es un relato implacable de la Revolución Cultural, otra de las desventuras de Mao, que comenzó en 1966 y terminó solo con su muerte en 1976.
Yang nació en 1940 en la provincia de Hubei, en el centro de China. En una escena desgarradora en Tombstone, escribe sobre volver a casa de la escuela para encontrar a su amado tío, que había dado su último bocado de carne para que el niño que había criado como hijo pudiera comer, incapaz de levantar una mano a modo de saludo, sus ojos hundidos y su rostro demacrado. Eso sucedió en 1959, en el apogeo de la hambruna, pero pasarían décadas antes de que Yang comprendiera que la muerte de su tío era parte de una tragedia nacional y que Mao tenía la culpa.
Mientras tanto, Yang marcó todas las casillas para establecer su buena fe comunista. Se unió a la Liga Juvenil Comunista; se desempeñó como editor del tabloide mimeografiado de su escuela secundaria, Young Communist; y escribió un poema elogiando el Gran Salto Adelante. Estudió ingeniería en la prestigiosa Universidad Tsinghua de Beijing, aunque su educación se vio truncada por el comienzo de la Revolución Cultural, cuando él y otros estudiantes fueron enviados a viajar por todo el país como parte de lo que Mao llamó la "gran red" para difundir el mensaje. En 1968, Yang se convirtió en reportero de la agencia de noticias Xinhua. Allí, escribiría más tarde, se enteró de "cómo se fabricaban las 'noticias' y cómo los órganos de noticias actuaban como portavoces del poder político".
La dueña de una propiedad es avergonzado públicamente. (Li Zhensheng / Imágenes de prensa de contacto)
Pero no fue hasta la represión de los manifestantes prodemocracia en la Plaza de Tiananmen en 1989 que Yang tuvo un despertar político. "La sangre de esos jóvenes estudiantes limpió mi cerebro de todas las mentiras que había aceptado durante las décadas anteriores", escribió en Tombstone. Prometió descubrir la verdad. Con el pretexto de hacer una investigación económica, Yang comenzó a indagar en el Gran Salto Adelante, descubriendo la magnitud de la hambruna y el grado de culpabilidad del Partido Comunista. Su trabajo en Xinhua y su pertenencia al partido le dieron acceso a archivos cerrados a otros investigadores.
Al avanzar para abordar la Revolución Cultural, reconoce que sus experiencias de primera mano durante esos años no resultaron de mucha ayuda. En ese momento, no lo había entendido bien y "extrañaba el bosque por los árboles", escribe. Cinco años después de que terminó la agitación, el Comité Central del Partido Comunista adoptó una resolución de 1981 que establece la línea oficial sobre la espantosa agitación. Describió la Revolución Cultural como ocasionando “el revés más severo y las mayores pérdidas sufridas por el Partido, el Estado y el pueblo” desde la fundación del país. Al mismo tiempo, dejó en claro que el propio Mao —la inspiración sin la cual el Partido Comunista de China no podría permanecer en el poder— no debía ser arrojada a la basura de la historia. "Es cierto que cometió errores graves durante la Revolución Cultural", continuó la resolución, "pero, si juzgamos sus actividades en su conjunto, sus contribuciones a la revolución china superan con creces sus errores". Para exonerar a Mao, gran parte de la violencia se atribuyó a su esposa, Jiang Qing, y a otros tres radicales, que llegaron a ser conocidos como la Banda de los Cuatro.
En The World Turned Upside Down, Yang todavía habita mucho entre los árboles, pero ahora aporta viveza e inmediatez a un relato que coincide con la visión occidental prevaleciente del bosque: Mao, argumenta, es responsable de la lucha por el poder en cascada que sumió a China en el caos, una evaluación respaldada por el trabajo de, entre otros historiadores, Roderick MacFarquhar y Michael Schoenhals, los autores del clásico de 2006 La última revolución de Mao. El libro de Yang no tiene héroes, solo enjambres de combatientes involucrados en un "proceso repetitivo en el que las diferentes partes se turnaron para disfrutar de la ventaja y perder el poder, ser honradas y encarceladas, y purgarse y ser purgadas", un ciclo inevitable, él cree, en un sistema totalitario. Yang, quien se retiró de Xinhua en 2001, no obtuvo tanto material de archivo para este libro, pero se benefició del trabajo reciente de otros cronistas intrépidos, a quienes atribuye muchos nuevos y escalofriantes detalles sobre cómo la violencia en Beijing se extendió a los Estados Unidos. campo.
La Revolución Cultural fue el último intento de Mao de crear la sociedad socialista utópica que había imaginado durante mucho tiempo, aunque puede haber estado motivado menos por la ideología que por la supervivencia política. Mao enfrentó críticas internas por la catástrofe que supuso el Gran Salto Adelante. Estaba desconcertado por lo que había sucedido en la Unión Soviética cuando Nikita Khrushchev comenzó a denunciar la brutalidad de Joseph Stalin después de su muerte en 1953. El anciano déspota de China (Mao cumplió 73 años el año en que comenzó la revolución) no pudo evitar preguntarse cuál de sus sucesores designados traicionar igualmente su legado.
Para purgar a los presuntos traidores de las altas esferas, Mao pasó por alto la burocracia del Partido Comunista. Representaba como sus guerreros a estudiantes de hasta 14 años, los Guardias Rojos, con gorras y uniformes holgados ceñidos alrededor de sus delgadas cinturas. En el verano de 1966, se desataron para erradicar a los contrarrevolucionarios y reaccionarios ("Barrer a los monstruos y demonios", exhortaba el Diario del Pueblo), mandato que equivalía a una luz verde para atormentar a enemigos reales e imaginarios. Los Guardias Rojos persiguieron a sus maestros. Rompieron antigüedades, quemaron libros y saquearon casas particulares. (Pianos y medias de nailon, señala Yang, estaban entre los artículos burgueses atacados). Tratando de controlar a los jóvenes demasiado entusiastas, Mao terminó enviando a unos 16 millones de adolescentes y adultos jóvenes a las zonas rurales para realizar trabajos forzados. También envió unidades militares para desactivar la violencia en expansión, pero la Revolución Cultural había cobrado vida propia.
Los escolares marchan el Día Nacional. (Li Zhensheng / Imágenes de prensa de contacto)
En las páginas de Yang, Mao es un emperador demente, que se ríe locamente de su propia obra mientras milicias rivales, cada una de las cuales afirma ser fiel ejecutora de la voluntad de Mao, todas en gran parte peones en la lucha por el poder de Beijing, se matan unas a otras. "Con cada oleada de contratiempos y luchas, la gente común fue batida y golpeada en una miseria abyecta", escribe Yang, "mientras que Mao, en un lugar lejano, proclamó audazmente: '¡Mira, el mundo se está volcando!'"
Sin embargo, el apetito de Mao por el caos tenía sus límites, como Yang documenta en un capítulo dramático sobre lo que se conoce como "el incidente de Wuhan", después de la ciudad en el centro de China. En julio de 1967, una facción apoyada por el comandante de las fuerzas del Ejército Popular de Liberación en la región se enfrentó con otra respaldada por líderes de la Revolución Cultural en Beijing. Fue una insurrección militar que podría haber empujado a China a una guerra civil en toda regla. Mao hizo un viaje secreto para supervisar una tregua, pero terminó encogido en una casa de huéspedes junto al lago mientras la violencia se desataba cerca. Zhou Enlai, el jefe del gobierno chino, organizó su evacuación en un avión de la fuerza aérea.
"¿En qué dirección vamos?" preguntó el piloto a Mao mientras subía al avión.
"Sólo despega primero", respondió un Mao presa del pánico.
Lo que comenzó como una brutalidad casual —enemigos de clase obligados a usar gorras de burro ridículas o pararse en posiciones estresantes— degeneró en un absoluto sadismo. En las afueras de Beijing, donde las carreteras de circunvalación abarrotadas de tráfico ahora conducen a complejos amurallados con villas de lujo, los vecinos se torturaron y se mataron unos a otros en la década de 1960, utilizando los métodos más crueles imaginables. Las personas que se dice eran descendientes de terratenientes fueron cortadas con aperos de labranza y decapitadas. Los bebés varones fueron destrozados por las piernas para evitar que crecieran y se vengaran. En una famosa masacre en el condado de Dao, provincia de Hunan, miembros de dos facciones rivales, la Alianza Roja y la Alianza Revolucionaria, se mataron entre sí. Tantos cadáveres hinchados flotaron por el río Xiaoshui que los cuerpos obstruyeron la presa río abajo, creando una espuma roja en la superficie del embalse. Durante una serie de masacres en la provincia de Guangxi, al menos 80.000 personas fueron asesinadas; en un incidente de 1967, los asesinos se comieron el hígado y la carne de algunas de sus víctimas.
Se estima que 1,5 millones de personas murieron durante la Revolución Cultural. El número de muertos palidece en comparación con el del Gran Salto Adelante, pero de alguna manera fue peor: cuando las personas consumieron carne humana durante la Revolución Cultural, fueron motivadas por la crueldad, no por el hambre. Al alejarse de los sombríos detalles para situar el trastorno en la historia más amplia de China, Yang ve una dinámica inexorable en acción. “El anarquismo perdura porque la maquinaria estatal produce opresión de clase y privilegios burocráticos”, escribe. “La maquinaria estatal es indispensable porque la gente teme el poder destructivo del anarquismo. El proceso de la Revolución Cultural fue uno de lucha repetida entre el anarquismo y el poder estatal ".
En China, la Revolución Cultural no ha sido tan tabú como otras calamidades del Partido Comunista, como el Gran Salto Adelante y la represión de la Plaza Tiananmen, que han desaparecido casi por completo del discurso público. Al menos dos museos en China tienen colecciones dedicadas a la Revolución Cultural, uno cerca de Chengdu, la capital de la provincia de Sichuan, y otro en la ciudad portuaria sureste de Shantou, que ahora parece estar cerrada. Y a pesar de todos los horrores asociados con ese período, muchos chinos y extranjeros sienten afición por lo que desde entonces se ha convertido en kitsch: los carteles y insignias de Mao, los Libritos rojos que agitaban los guardias rojos merodeadores, incluso figurillas de porcelana de personas con gorros de burro. (Confieso que compré uno hace unos años en un mercado de pulgas en Beijing). Hace una década, una locura por las canciones, bailes y uniformes de la Revolución Cultural despegó en la enorme ciudad de Chongqing, en el suroeste, con una vena de nostalgia por la espíritu revolucionario de los viejos tiempos. La campaña fue dirigida por el jefe del partido Bo Xilai, quien finalmente fue purgado y encarcelado en una lucha por el poder que terminó con la ascensión de Xi Jinping a la dirección del partido en 2012. La historia parecía repetirse.
Aunque Xi es ampliamente considerado el líder más autoritario desde Mao, y la prensa extranjera a menudo se refiere a él como "el nuevo Mao", no es un fanático de la Revolución Cultural. Cuando era adolescente, fue uno de los 16 millones de jóvenes chinos exiliados al campo, donde vivió en una cueva mientras trabajaba. Su padre, Xi Zhongxun, ex camarada de Mao, fue purgado repetidamente. Y, sin embargo, Xi se ha ungido a sí mismo como el custodio del legado de Mao. En dos ocasiones ha rendido homenaje al mausoleo de Mao en la plaza de Tiananmen, inclinándose con reverencia ante la estatua del Gran Timonel.
La tolerancia a la libre expresión se ha reducido con Xi. Algunos funcionarios han sido despedidos por criticar a Mao. En los últimos años, los maestros han sido disciplinados por lo que se llama "discurso inadecuado", que implica faltar al respeto al legado de Mao. Algunos libros de texto pasan por alto la década de caos, un retroceso de la admisión de sufrimiento masivo en la resolución de 1981, que marcó el comienzo de un período de relativa apertura en comparación con el actual.
Se queman las existencias confiscadas y las libretas de ahorros. (Li Zhensheng / Imágenes de prensa de contacto)
En 2008, cuando apareció Tombstone por primera vez, el liderazgo chino aceptó más las críticas. Dos de los contemporáneos de Yang en la Universidad de Tsinghua en la década de 1960 habían ascendido a los primeros puestos del Partido Comunista —el exlíder Hu Jintao y Wu Bangguo, el jefe del Comité Permanente del Congreso Nacional del Pueblo— y recibió mensajes indirectos de apoyo, según Minxin Pei, un politólogo del Claremont McKenna College y amigo de Yang. “El libro resonó entre los principales líderes chinos porque sabían que el sistema no podía producir su propia historia”, me dijo. El problema para Yang hoy "es la sensación general de inseguridad del régimen actual".
Yang, ahora de 81 años, todavía vive en Beijing. Estaba tan nervioso por las repercusiones de The World Turned Upside Down que inicialmente trató de retrasar la publicación de la edición en inglés, según sus amigos, porque le preocupaba que su nieto, que estaba solicitando ingreso a la universidad, pudiera soportar la peor parte de las represalias. Pero el clima político represivo en China hoy hace que las evaluaciones honestas de la historia del Partido Comunista sean cada vez más urgentes, me dijo Guo. "Desde la época de Zuo Qiuming [un historiador de los siglos VI y V a. C.] y Confucio, la historia registrada con veracidad se ha considerado un espejo frente al cual se ve el presente y una severa advertencia contra el abuso de poder de los gobernantes". También señaló una fuente occidental más contemporánea, 1984 de George Orwell, y su mantra, "Quién controla el pasado controla el futuro: quién controla el presente controla el pasado".
A diferencia de las dinastías imperiales, el Partido Comunista no puede reclamar un mandato del cielo. "Si admite un error", dijo Guo, "pierde legitimidad".
lunes, 21 de diciembre de 2020
domingo, 20 de diciembre de 2020
sábado, 19 de diciembre de 2020
viernes, 18 de diciembre de 2020
Independencia: ¿Por qué las colonias españolas se separaron y la portuguesa se mantuvo unida?
Por qué la América española se dividió en muchos países mientras que Brasil quedó en uno solo
Luís Barrucho
BBC News Brasil
Cuando Cristóbal Colón tocó tierra tras su travesía del Atlántico, en 1492, no imaginaba todavía que cambiaría el curso de la historia para siempre.
Tampoco pensaría que de allí a pocos años desencadenaría una lucha entre las dos mayores potencias económicas y militares de la época, España y Portugal, por hacerse con las riquezas de ese territorio aún desconocido para los europeos.
Dos años después, los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y el de Portugal, Juan II, llegaron a un compromiso y firmaron en Tordesillas (entonces Reino de Castilla) un pacto para repartirse las tierras "descubiertas y por descubrir" fuera de Europa.
Más de 500 años después, el mapa latinoamericano sigue exhibiendo la herencia cultural de esa lucha: desde los cañones del río Bravo hasta las frías laderas de la Tierra del Fuego, los idiomas más hablados son el español y el portugués.
Pero, mientras el castellano se habla en 19 Estados distintos, el portugués sigue siendo la lengua oficial de uno solo, Brasil.
¿Por qué la América española se fracturó en tantos países mientras que la América portuguesa quedó sustancialmente igual que en la época de la colonización?
Hay varias razones que explican este acontecimiento y los historiadores no siempre coinciden.
Diferencia en la administración de las colonias
Una de las causas tiene que ver con la distancia geográfica entre las ciudades de las antiguas colonias y la forma en que eran administradas por sus respectivas metrópolis.
Según el historiador mexicano Alfredo Ávila Rueda de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aunque la América portuguesa - el actual Brasil- tenía unas dimensiones continentales, la mayor parte de la población se concentraba en las ciudades costeras y la distancia entre ellas eran menores que las que había en la América española.
Ésta estaba formada por cuatro grandes virreinatos: Nueva España, Perú, Río de la Plata y Nueva Granada. Cada uno de ellos respondía a la Monarquía Hispánica, era administrado localmente y tenía pocos vínculos con los otros.
Además se crearon varias capitanías, como las de Venezuela, Guatemala, Chile y Quito, que tenían gobiernos independientes de los virreinatos.
"La administración española se estableció alrededor de dos centros principales: México y Lima. Eso no sucedió en Brasil, donde la administración era mucho más centralizada", explica el historiador mexicano.
Españoles nacidos en España vs. españoles nacidos en las colonias
Otra diferencia, según el historiador brasileño José Murilo de Carvalho, está relacionada con la formación de las elites en los dos imperios coloniales.
"En Brasil, la élite era mucho más homogénea ideológicamente que la española", explica Carvalho, y esto se debió a que el país luso nunca permitió la creación de universidades en su colonia. Hasta los colegios de enseñanza superior se crearon sólo después de la llegada de la corte en Brasil, en 1808.
Por lo tanto, los brasileños que querían tener educación universitaria tenían que viajar a Portugal.
"Ante la petición de crear una escuela de Medicina en Minas Gerais, en el siglo XVIII, la respuesta de la Corte fue: 'ahora piden una facultad de Medicina, en poco tiempo van a pedir una facultad de Derecho y luego van a querer la independencia'", ejemplifica el historiador brasileño.
Una vez formados - 1.242 estudiantes brasileños pasaron por la Universidad portuguesa de Coimbra entre 1772 y 1872- esos ex alumnos volvían a Brasil y ocupaban cargos importantes en la administración de la colonia, lo que, en opinión de Carvalho, favoreció un sentimiento de unidad en la colonia, garantizó la obediencia a la corte real y generó confianza en las virtudes del poder centralizado.
Por el contrario, durante el mismo período, 150 mil estudiantes se formaron en las academias de la América española. En las colonias había al menos 23 universidades, tres de ellas sólo en México.
Por esta razón, argumenta el historiador, los movimientos de independencia en la América española comenzaron a ganar fuerza, en el siglo XIX, sobre todo en los lugares donde había universidades y prácticamente todos los lugares donde había una universidad acabaron dando origen a un país diferente.
El historiador Ávila Rueda, sin embargo, rechaza esta última hipótesis. "Estas universidades eran en su mayoría reaccionarias, aliadas de la Corona española", asevera.
"La Universidad de México, por ejemplo, era reaccionaria a tal punto que, en 1830 -tras la independencia- el gobierno mexicano decidió cerrarla porque creía que no sería posible reformarla", añade.
El catedrático mexicano asegura que la circulación de periódicos, libros y folletos en la América española - que, en cambio, no estaba permitida en la América portuguesa (la prohibición se levantó solo en 1808, con la llegada de la corte portuguesa a Brasil)- tuvo un papel mucho más relevante en la construcción de las identidades regionales que las universidades.
Al mismo tiempo, en la América española las elites locales nacidas en las colonias, los así llamados "criollos" (grandes propietarios de tierras, arrendatarios de minas, comerciantes y ganaderos) eran despreciados por los nacidos en España, los Peninsulares.
Sin embargo, hasta 1700, cuando España era gobernada por la dinastía de los Habsburgo, las colonias tuvieron bastante autonomía. Pero todo cambió con las reformas borbónicas llevadas a cabo por el rey Carlos III.
En aquel momento España necesitaba aumentar la extracción de riqueza de sus colonias para financiar sus guerras y mantener su imperio.
Para lograrlo, la Corona decidió expandir los privilegios de los Peninsulares, que pasaron a ocupar los cargos administrativos anteriormente destinados a los criollos.
Paralelamente, las reformas realizadas por la Iglesia Católica redujeron los papeles y los privilegios del clero más bajo, que también estaba formado en su mayoría por criollos.
Napoleón invade Portugal y la familia real portuguesa huye a Brasil
Según los historiadores, tal vez la razón más importante para explicar el mantenimiento de la unidad de Brasil fue la huida de la familia real portuguesa.
En 1808, después de que el ejército de Napoleón Bonaparte invadiera Portugal, el príncipe regente João huyó a Río de Janeiro y trasladó consigo toda la corte y el aparato gubernamental: archivos, bibliotecas reales, la tesorería y hasta 15 mil personas.
Río de Janeiro se convirtió entonces en la sede político-administrativa del imperio luso y la presencia del rey en territorio brasileño sirvió como fuente de legitimidad para que la colonia se mantuviera unida.
"Si João no hubiera huido a Brasil, el país se habría dividido en cinco o seis estados distintos y las zonas económicamente más próspera, como Pernambuco y Río de Janeiro, habrían logrado su independencia", señala Carvalho.
Vacío de poder en España
En España, la invasión del general francés obligó al rey Carlos IV y a su hijo, Fernando VII, a abdicar en favor del hermano de Napoleón, José, que más tarde se convertiría en José I de España.
Esto generó un vacío de poder.
Varias juntas administrativas de las colonias se negaron a recibir órdenes de Napoleón y se mostraron fieles a su autonomía y a Fernando VII.
Sin embargo, cuando el monarca español recobró su trono, intentó usar la fuerza para restablecer la sumisión de las colonias.
Pero la mayor experiencia de autogobierno madurada por los criollos, la política discriminatoria hacia ellos por parte de la Corona Española y los ideales iluministas popularizados por las revoluciones americana y francesa atizaron las rebeliones y, entre 1809 a 1826, se libraron a lo largo del continente las sangrientas guerras de independencia.
Por otro lado, cuando Napoleón fue derrotado, João VI creó el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve y mantuvo la capital en Río de Janeiro hasta que la corte exigió su regreso a Lisboa, en 1820, y la aceptación de una constitución liberal.
João VI dejó la administración de Brasil en manos de su hijo Pedro. Éste declaró la independencia del país en 1822 y estableció una monarquía constitucional con él como monarca.
¿Temor a una revuelta de esclavos?
Las preocupaciones económicas y sociales también contribuyeron fuertemente a asegurar la unidad de Brasil.
Según el historiador estadounidense Richard Graham, profesor emérito de la Universidad de Texas y considerado uno de los mayores expertos en historia de América Latina en Estados Unidos, los terratenientes y los hombres más ricos de las ciudades acabaron aceptando la autoridad central por dos razones: la amenaza de desorden social y la legitimidad del poder monárquico.
Aunque Brasil logró su independencia sin tener que recurrir a la fuerza militar, los líderes de la región buscaban una mayor libertad de la capital, Río de Janeiro, dice Graham.
Pero, con el tiempo, percibieron que el autogobierno regional o la independencia podrían debilitar su autoridad tanto sobre los esclavos como sobre las clases inferiores en general. Es decir, temían el desorden social.
Según datos de The Trans-Atlantic Slave Trade Database -un proyecto internacional de catalogación de datos sobre el tráfico de esclavos al que participa, entre otros, la Universidad de Harvard- entre 1500 y 1875, la América española recibió 1,3 millones de esclavos traídos de África.
En el mismo período, solo en Brasil desembarcaron casi 5 millones. Ningún otro lugar del mundo recibió tantos esclavos.
"La clase dominante temía que los esclavos pudieran aprovecharse de sus divisiones internas para rebelarse" como ya había pasado en Haití, añade.
En la América española, por otro lado, "las élites aprendieron que podían gobernar muy bien con una población inquieta", explica el historiador estadounidense.
"Todos los países hispanoamericanos tomaron medidas que pretendían acabar con la esclavitud. Muchos mestizos (y en algunos casos, como el de Venezuela, los mulatos) tenían el mando de las fuerzas militares y eran a menudo recompensados con posesión de tierras tomadas de los leales a la corona", afirma Graham.
El fin de los virreinatos y el surgimiento de países
Pero ¿por qué las fronteras de los países recién independizados en la América española no se mantuvieron iguales a las de los cuatro virreinatos?
Es decir, ¿por qué hubo tanta fragmentación?
"En la época colonial, el concepto de frontera era distinto al de los Estados modernos", explica el historiador Ávila Rueda. "Por aquel entonces regía un sistema de jurisdicciones que a veces se sobreponían unas a otras".
Para entenderlo mejor, Ávila Rueda cita el caso del virreinato de Nueva España, un territorio que comprendía parte de Estados Unidos, México y Centroamérica.
"Creemos que el virreinato de Nueva España se mantuvo como un país unido, que corresponde al México actual. Pero nos olvidamos que después de la independencia surgió el imperio mexicano, que incluía la actual América Central. Posteriormente, con la disolución del imperio mexicano, se establecieron la federación mexicana y la federación centroamericana, que más tarde se desintegraría en otros países", relata Ávila Rueda.
De la misma manera "hubo un proceso de fragmentación en toda la América española", añade. "Algunas de estas provincias formaron confederaciones para tener mayor fuerza militar y defenderse de otros enemigos, y otras fueron unidas a la fuerza, como hizo Simón Bolívar".
Graham coincide con la tesis de Ávila Rueda. "Si te independizas de España, ¿por qué querrás quedar sometido a los mandos y desmanes de, por ejemplo, Buenos Aires? Las fronteras actuales de los países de América Latina tardaron en consolidarse y fueron en muchos casos el resultado de disputas internas que acontecieron después de la independencia", explica.
El sueño bolivariano
Pero es importante recordar que también en la América española hubo planes de unificación que no prosperaron.
En 1822 Simón Bolívar y José de San Martín, dos de las figuras más importantes de la descolonización, se reunieron en la ciudad de Guayaquil, en Ecuador, para discutir el futuro de la América Española.
Bolívar era partidario de la unidad de las ex colonias (él fue quien forzó la unificación de Colombia y Venezuela) y la formación de una federación de repúblicas.
San Martín, en cambio, defendía la restauración de la monarquía bajo la forma de gobiernos liderados por príncipes europeos.
La idea de Bolívar volvió a ser discutida en el Congreso de Panamá, en 1826, pero acabó rechazada.
¿Y si España hubiera transferido la corte a las Américas como hizo Portugal?
El historiador estadounidense William Spence Robertson cita en uno de sus artículos la frase pronunciada en 1821 por un observador español: "México no aceptaría las leyes sancionadas en Lima, ni Lima aceptaría las leyes sancionadas en México".
"La pregunta principal es dónde habría elegido establecerse el monarca. No creo que México habría permanecido leal a un rey establecido en Lima y no en Madrid", afirma Graham.
"Pero es cierto que si Fernando VII se hubiera trasladado la corte a las Américas, hoy habría menos divisiones de las que en realidad ocurrieron", añade.
Porque, según Graham, los reyes garantizan la legitimidad del poder.
Rebeliones en Brasil
Pero el proceso de unificación territorial en Brasil tampoco fue totalmente pacífico.
Hubo movimientos de carácter independentistas en Minas Gerais (1789), en Bahía (1798) y en Pernambuco (1817), aunque esas revueltas fueron fomentadas más por un sentimiento de autonomía que por el deseo de ruptura entre la colonia y la metrópoli.
Según Ávila Rueda, "considerado que en la América portuguesa no hubo una guerra de independencia, sino una continuidad con el traslado de la corte, el gobierno de Río de Janeiro tenía más fuerza para reprimir estas rebeliones."
"En cambio, el gobierno de México no tenía fuerza suficiente para evitar el desmembramiento de Centroamérica, así como tampoco el gobierno de Buenos Aires en relación a Uruguay o Paraguay", concluye.
Con la colaboración de Angelo Attanasio, de BBC Mundo.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad mexicana entre el 6 y el 9 de septiembre de 2018.
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