Mostrando entradas con la etiqueta Crisis del Beagle. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Crisis del Beagle. Mostrar todas las entradas

domingo, 24 de noviembre de 2024

Crisis del Beagle: Los planes secretos del ataque a Temuco

Un general cuenta cómo fueron los preparativos secretos para ir a la guerra por el Canal de Beagle e invadir Chile en 1978

Por aquel entonces, Hugo Domingo Bruera tenía 23 años y era teniente de Infantería. Según los planes, su regimiento iba a ser uno de los primeros en cruzar la frontera durante la invasión
 
 





 
Se esperaba que fuera una guerra sangrienta. El gobierno de Jorge Videla no reconocía el resultado del laudo sobre el Canal de Beagle. Muchos años antes, en 1971, durante los gobiernos de Salvador Allende en Chile y el presidente Alejandro Lanusse en Argentina, se había decidido que la Corte Internacional de La Haya mediara en el conflicto.

El fallo fue emitido a mediados de 1977, y a principios de 1978, la dictadura argentina anunció que desconocía esa decisión. A partir de ahí, las tres fuerzas armadas comenzaron los preparativos. El plan era iniciar con la ocupación de las islas Picton, Nueva y Lennox, que habían sido adjudicadas a Chile. Desde el aire, mar y tierra, la dictadura argentina planeaba una especie de blitzkrieg con la esperanza de que la comunidad internacional ignorara el fallo de La Haya.

Aunque los preparativos eran secretos, todos sabían que decenas de miles de soldados de ambos lados iban a enfrentarse. Esta vez, el cruce de la cordillera no sería un San Martín acudiendo en ayuda de O'Higgins, sino un Videla intentando demoler a un Pinochet.

Las tropas terrestres estaban bajo el mando de Luciano Benjamín Menéndez, alias "El Cachorro", jefe del III Cuerpo de Ejército con base en Córdoba. Allí,los rumores decían que Menéndez mostraba a sus oficiales cómo disparar a la cabeza de un prisionero. Los que mataban quedaban unidos, ya fuera por sumisión, convicción o cualquier otra razón; ese era el estilo de Menéndez. El mismo Pinochet había hablado que habría enorme cantidad de fusilados de ambos bandos.

Hugo Domingo Bruera tenía 23 años, era de Granadero Baigorria, hincha de Central y le gustaba cantar tangos de Gardel. Era alto, fuerte y capaz de andar en mula o cargar los morteros pesados de la sección a su cargo. Era teniente de Infantería; su padre, abogado laboralista y ferviente peronista, lo había llamado Domingo.


Hugo Bruera

Hugo estaba en el regimiento 21, en Las Lajas, bajo la VI Brigada de Montaña de Neuquén, comandada por Mario Benjamín Menéndez, quien años después se rendiría en Malvinas. "El Cachorro" Menéndez visitaba frecuentemente para supervisar los ejercicios de cruce de la cordillera previos a la Navidad. A principios de diciembre de 1978, Menéndez llegó, recorrió a caballo las estribaciones de la cordillera y luego subió a un helicóptero para cruzar a territorio chileno.

Se rumoraba entre los oficiales que Menéndez había orinado desde el aire sobre lo que él consideraba territorio enemigo. Más tarde, frente a un centenar de oficiales, en medio de una arenga, Menéndez pronunció una frase que, 40 años después, aún resuena en los oídos de Bruera:

—¿Y cómo reaccionaron los oficiales? —pregunta Infobae.
—Nadie dijo nada. En esa época todos nos quedábamos callados frente a un general de tan alto rango —responde Bruera, quien había llegado a Las Lajas a principios de 1978.

Las Lajas, un pueblito de unos 500 habitantes, está en un valle y el regimiento en una meseta, a 60 kilómetros de la cordillera y a otra distancia similar de Zapala.
 


En Las Lajas, ni siquiera los rebeldes estaban informados: no llegaba ninguna radio ni mucho menos televisión, hasta las comunicaciones telefónicas eran dificultosas.
-Era un regimiento montado, teníamos gran cantidad de mulas. Yo era el jefe de la sección Morteros Pesados. Tenía más mulas que soldados. Teníamos un puesto de avanzada en Pino Hachado –cuenta.
Se trata de uno de los cruces cordilleranos más importantes del sur, a casi 2.000 metros de altura y un punto donde, en caso de estallar el conflicto, sería escenario de combate.


 
-La segunda mitad de 1978 fue de muchos ejercicios militares. Teníamos una mística bastante fuerte porque ese lugar, tan solitario, hace que uno se sienta orgulloso de defender un paso de frontera. La mística te sostiene. Aunque los conscriptos que llegaban de Buenos Aires, Córdoba y Tucumán sufrían el frío –dice Bruera, que llegó a general de Brigada y pasó a retiro hace unos años.
El jefe del regimiento empezó a revistar las tropas con más frecuencia desde mitad de 1978 y llegado diciembre los rumores de malestar con Chile eran fuertes. Bruera estaba centrado en su misión: con los morteros pesados debían pasar por encima de las avanzadas de infantería para neutralizar la eventual defensa chilena. Dormían a la intemperie para familiarizarse con lo que les esperaba.
-En las marchas dormíamos al aire libre. Se ataban las mulas y los caballos. Hacíamos la cama con el capote abajo, el pellón de la montura y la bolsa de dormir arriba. De almohada el casco –dice.
Las bromas estaban a tono con la locura de las guerras. Una noche, mientras dormía en el cuartel, a Bruera le pusieron un grabador Geloso al lado de la oreja. Se sobresaltó con una música que hoy recuerda como la de las proclamas de los golpes de Estado. En ese momento, creyó que era el inicio de las operaciones.
-Salté de la cama, me puse el casco y agarré el equipo. Salí corriendo hacia la mulera para buscar a los soldados y a los animales –dice.
Apenas se encontró con las carcajadas de los bromistas.
 

Perder el caballo

Bruera había logrado tener un caballito de montaña para desplazarse.
-Le puse Pajarito, por lo rápido que andaba. Me lo había dado un indio que era soldado en mi sección. Era de la tribu de Namuncurá, hijo del cacique en ese momento. El animal estaba acostumbrado a pasar a Chile con la veranada, llevando ovejas o chivos, algo que habitualmente hacían los indios por su destreza en ese territorio. El caballito se me escapó y se fue para Chile. Tuve que pedirle a Crisóstomo, un baqueano de la sección, conocedor de la zona, que se vistiera de paisano y pasara al otro lado de la frontera. La pista que podía seguir era el surco que abría la soga que, al estar desatada, dejaba alguna huella en el camino. Crisóstomo sabía dónde pastaba el ganado y me trajo a Pajarito de vuelta –cuenta, y agrega que los baqueanos llevaban chupilca en la cantimplora: una mezcla de vino con harina tostada y azúcar, muy bueno para levantar la temperatura del cuerpo.
En la montaña no estábamos quietos. La preparación y los ejercicios seguían a diario. Hacíamos los cálculos para el lanzamiento de los morteros. También teníamos que tratar de suplir la falta de provisiones que no llegaban. Teníamos que llevar a pastorear las mulas, montarlas, entrenándolas para desplazarse en la montaña.
Habíamos cavado como para contar con unas cuevas donde se guardaban las municiones. Tengo una foto con una flor silvestre que pusimos en una de esas cuevas. Si había un rato libre, Bruera siempre tenía la guitarra presta para acompañar su repertorio gardeliano.
 

Casamiento postergado

-Yo tenía agendado mi casamiento para el 29 de diciembre y diez días antes me dijeron que suspendiera la ceremonia porque no sabían qué iba a pasar. Yo tenía que avisarle a mi futura esposa, que vivía en un pueblito de La Pampa que tenía la misma escasez de teléfonos que sufría Las Lajas. Desde una cabina, como no se escuchaba nada, fue la operadora quien le dijo a mi novia se suspendía el casamiento: "Suspende porque es militar y no le puede decir más, pero quédese tranquila", fueron sus palabras.
Muy cerca de Navidad les llegó la orden de operaciones. Se desplazaron los sesenta kilómetros que los separaban de la cordillera.

-El desplazamiento era difícil. Teníamos que ir a pie, de noche, llevando las mulas del cabestro. Llovía, había viento, se puso frío. Cuando llegamos a un monte pequeño paré la tropa para que durmiera y esperé a un soldado que se le había roto el soporte del mortero. Yo salí a buscarlo y muy rápidamente di con él -cuenta.


Los preparativos de invasión

Lo que hasta acá parece una descripción dura pero bucólica debe cotejarse con los propósitos de la Junta Militar, que había hecho contactos tanto con Perú como con Bolivia (donde también había dictaduras militares) para instarlos a tomar parte en el ataque a Chile. De los planes no quedó documentación escrita pero sí fueron reconstruidos los pasos a seguir.
A principios de diciembre había partido una nutrida flota naval. El día D era el 22 de diciembre a las ocho de la noche, donde la infantería de marina ocuparía las cinco islas adjudicadas a Chile en el laudo. Unas horas después, en la Patagonia comenzaba a actuar el Ejército y de inmediato los aviones de la Aeronáutica atacarían la aviación chilena. El Cachorro Menéndez, con las tropas aerotransportadas del III Cuerpo de Ejército, invadiría cercanías de Santiago de Chile. También entrarían en combate unidades del II y el V Cuerpo. Para el 23 de diciembre, la supremacía argentina sería aplastante. El costo en vidas humanas iba a ser inmenso.

Guerra postergada

Las olas de 12 metros, los vientos huracanados y el frío de la noche del 21 de diciembre frustraron el desembarco de los infantes de marina. Tampoco los helicópteros podían despegar de las cubiertas de los barcos. Ni los buzos podían ir en gomones hacia sus objetivos. La tormenta evitó el primer paso de la guerra. A su vez, los militares chilenos, que tenían órdenes de responder la ocupación, no recibieron instrucciones para atacar a los buques argentinos que estaban en su mar territorial.
Pero, como siempre, las guerras se ganan o se pierden en los escritorios. Ambas dictaduras habían aceptado que el Vaticano intercediera en el conflicto. Y fue el ya veterano cardenal Antonio Samoré quién hablaba por teléfono con Pinochet y Videla para frenar el conflicto. Su llegada a Montevideo se produjo justo el día de Navidad de 1978 y allí ambas dictaduras aceptaron firmar un acta que evitaba la guerra. Siempre quedará para los admiradores de los escenarios contrafácticos pensar qué hubiera pasado si el clima del 21 de diciembre en el Beagle hubiera sido agradable.

Dos días de respiro

Los soldados y oficiales que estaban en operaciones no sabían nada más que las instrucciones que recibían. Bruera apenas supo que Samoré había llegado a esta lejana región del planeta.

-Antes de fin de año nos dieron dos días para ir en camiones hasta el regimiento sin desarmar las posiciones de la cordillera. Ahí podíamos bañarnos y cambiar la ropa. Yo usé esos dos días para subirme a mi Fiat 600 y recorrer los 900 kilómetros que me separaban del pueblito donde vivía mi novia. Ahí pude decirle personalmente lo que no había podido contarle por teléfono. Volví enseguida, fui al puesto en la cordillera. Año nuevo los pasé con la tropa.

Guardamos la posición hasta fin de enero y luego nos desmovilizaron y volvimos al regimiento.
-¿Y el casamiento? –preguntan los cronistas.
-Fue en Rosario, el 2 de febrero de 1979. Pero sin luna de miel. Me volví a ir en el Fiat 600 y dos días después lo cargué para llevar todo a Las Lajas. Mi esposa se venía a vivir allá –cuenta.


Cara a cara con un militar chileno

Treinta años después Argentina y Chile conmemoraron la paz. El acto se hizo en Santa Cruz, en el paso Monte Aymond, donde fueron las dos presidentas de entonces, Cristina Kirchner y Michele Bachelet. Bruera fue con la comitiva oficial, ya no como teniente de morteros sino como secretario general del Ejército.

-Del Ejército chileno fueron varios jefes. Nosotros llevamos una sección de soldados de Río Gallegos para que luego de la ceremonia oficial pasáramos del lado chileno y hacer un desfile conjunto. Como sorpresa hubo una invitación a comer en un restorán de Puerto Natales. Ahí celebramos no haber entrado en combate. Yo canté algún tango y de repente estaba hablando con el general Hernán Mardones de Chile, a quien no conocía. Pero nos contamos en qué lugar estaba cada uno. Yo, en Pino Hachado y él cerca de Temuco, dos localidades que están a la misma latitud, enfrentadas. Entonces los dos dijimos "si se armaba la guerra nos matábamos".

 


Cuarenta años después

A mediados de 2018, tras casi cuatro décadas de aquel momento infame para los pueblos de Chile y Argentina, el regimiento de Las Lajas se juntó en Villa María, Córdoba, para compartir anécdotas, asado y vino. Por supuesto, Bruera sacó la guitarra y cantó Palermo, me tenés seco y enfermo…

-Bruera, ¿y de la dictadura de entonces? –preguntan los cronistas.
-Yo tenía el concepto claro de que la dictadura era un flagelo.

 


A principios de junio de 2010, Bruera fue desplazado de su cargo y enviado a Perú. Una nota de Mariano Obarrio, cronista en Casa Rosada por La Nación, señalaba: "Bruera es peronista y siempre jugó muy bien para inculcar los derechos humanos en el Ejército", como si a alguien le interesara ese tema.

 
Esta nota fue escrita por el ex-terrorista montonero Eduardo Anguita y Daniel Cecchini

martes, 19 de noviembre de 2024

viernes, 8 de noviembre de 2024

Crisis del Beagle: El desastroso recorrido del submarino Simpson chileno

 

La desconocida historia del submarino Chileno, que estuvo a horas de activar la defensa





La Fuerza de Submarinos de la Armada de Chile en el conflicto de 1978

Al mando del “Simpson”, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing tuvo en 1978 la misión más difícil de su carrera: impedir por las armas la invasión argentina.
Para ello debió enfrentar múltiples desventajas y el peso de una tarea en la que no tenía margen de error.
Hace exactamente 30 años, 81 chilenos aguardaban el inicio de la guerra metidos en un viejo tubo de hierro.
La tripulación del submarino “Simpson” tenía una orden perentoria del almirante José Toribio Merino: impedir por las armas cualquier intento de desembarco argentino en las islas del Beagle.
De máximo riesgo, la misión encerraba además dos problemas que la hacían casi suicida: el “Simpson” era un sumergible veterano de la II Guerra Mundial que difícilmente escaparía del contraataque enemigo; y tendría que enfrentar la hora “H”, el inicio del ataque trasandino, en solitario. Este adverso escenario convirtió la extenuante patrulla de guerra del “Simpson” -duró casi 70 días- en uno de los capítulos más desconocidos de la tensión que a fines de 1978 estuvo a punto de enfrentar a Chile y Argentina. Treinta años después, el comandante de esa nave, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing, revela los secretos de una misión en la que, reconoce, “envejecí algunos años”.

Solo y sin snorkel

A comienzos de 1978, la Armada tenía cuatro submarinos, pero sólo tres disponibles. El “Thomson”, gemelo del “Simpson”, estaba desguazado, y los recién llegados “Hyatt” y “O’Brien” eran de los más modernos de la región.
La Flota de Mar (Flomar) de Argentina también tenía cuatro submarinos, pero todos operativos: dos estadounidenses de la II Guerra Mundial (“Santa Fe” y “Santiago del Estero”) y dos 209 alemanes (“San Luis” y “Salta”) recién comprados.
A fines de año, la ventaja argentina pasó de leve a mayúscula. El “O’Brien” entró a dique para mantención y al “Hyatt” le falló un motor. Tuvo que regresar a Talcahuano.
La noticia caló hondo en el “Simpson”. Durante todo el año, y a medida que las negociaciones diplomáticas con Argentina se empantanaban, la tripulación había entrenado intensamente para repeler una eventual invasión. Ahora tendrían que hacerlo solos.
Y ése no era el único factor en contra. Por su antigüedad, la nave carecía de snorkel, una especie de tubo de escape retráctil que le permite navegar a 20 metros bajo la superficie usando sus motores diésel. Éstos, a su vez, recargan las baterías eléctricas, que son las que pueden llevarlo a silenciosos descensos de hasta 600 pies de profundidad.
Sin snorkel, el “Simpson” estaba obligado a emerger por períodos de hasta ocho horas para recargar baterías, haciéndose detectable para los radares o aviones enemigos.
En la práctica, el buque no podía sumergirse más de 24 horas, y a escasos cinco nudos por hora. Si había que evadir un ataque, las baterías se agotarían antes.
Scheihing recuerda que otra desventaja era el armamento. La “Enmienda Kennedy” había dejado a los submarinos chilenos con antiguos torpedos a vapor MK 14 y MK 27. Los argentinos tenían eléctricos MK 37, de más alcance y confiabilidad. “No había otra cosa. Si había que tirarles piedras, se les tiraban”, explica.
Por eso, cuando recibió la orden de Merino, tomó el sistema de comunicación interna, leyó el mensaje a sus hombres y los arengó: “¡Esto significa que estamos viviendo, a partir de este instante, una situación de guerra con Argentina. Como todos sabemos, es posible que nos hundan, pero me comprometo con ustedes a que antes que eso suceda, a lo menos, nos llevaremos a dos de ellos!”. Tras un momento de silencio, detalla el comandante, “se escuchó como un rugido en todo el submarino: ‘¡Viva Chile, m…!'”.
Pero si atacaba por error, este oficial dejaría a Chile como país agresor y en una compleja perspectiva de cara a una negociación de paz.
“Fue una situación de guerra (…) Yo estaba autorizado para romper las hostilidades. ¡Imagínese! Era el primer contacto. La responsabilidad era tremenda. Primero, porque rompería las hostilidades, y segundo, porque pondría en jaque la seguridad del submarino, que es lo de menos cuando se trata de hundir al resto”, explica.

¿Disparó el “Simpson”?

Ricardo Burzaco, experto argentino en el tema, publicó recientemente una investigación sobre las operaciones submarinas transandinas de 1978 en la revista Defensa y Seguridad.
Allí sostiene que el “Simpson” fue descubierto dos veces por sumergibles argentinos. Primero por el “Santiago del Estero”, que lo encontró cargando baterías en la superficie, y luego por el “Salta”, justo antes de la hora “H”, que también lo divisó a nivel del mar. La máxima tensión reinante llevó a que el capitán argentino ordenara preparar torpedos.
Como no estaban en aguas argentinas, agrega Burzaco, el comandante argentino dudó en atacar. En ese momento el oficial sonarista lanzó una alarma de torpedo enemigo, por lo que ordenó una maniobra evasiva. Luego, el rumor de un supuesto proyectil chileno se desvaneció.
Tajante, Scheihing niega esta versión y asegura que el “Simpson” nunca tuvo contacto con adversarios. “No hubo lanzamiento. Nunca disparamos nada. Estábamos listos, pero le garantizo que no (disparamos)”, sostiene.
Hacia el final de la patrulla, la tripulación del “Simpson” ya sentía el rigor de la tensión bélica. Los víveres eran escasos, no quedaban alimentos frescos y el aire dentro del submarino era pesado, mezcla de aceite y gases. Sólo podían bañarse -si limpiarse el cuerpo con una esponja mojada puede considerarse un baño- cada tres días. Sólo querían que el conflicto se zanjara de una vez, por las armas o por la paz.
La providencial conjunción de una tormenta con olas de hasta 15 metros, que retrasó la operación “Soberanía”, y la mediación del Papa Juan Pablo II, sin embargo, terminarían por impedir el enfrentamiento. El “Simpson” pudo volver a su base.
“Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye el vicealmirante (r) Hernán Rivera.

El “Prat”, primer objetivo argentino

Si el “Simpson” abría fuego contra una invasión argentina, enseguida sería el turno del crucero “Prat”, buque insignia de la Escuadra que debía disparar su artillería contra la flota de desembarco adversaria.
A bordo estaba el ahora vicealmirante (r) Hernán Rivera, por entonces jefe del estado mayor de la Escuadra.
Por su naturaleza, el “Prat” probablemente habría sido el primer objetivo de los ataques argentinos, tanto aéreos como marítimos y submarinos. En el buque insignia lo sabían, pero nadie, dice Rivera, manifestó temor. “En la gente nuestra no había ninguna duda. El espíritu era ir cuanto antes a la guerra y definir esta cuestión”, sostiene.
La gran ventaja de la flota argentina, explica, era el portaaviones “25 de Mayo”, que le daba supremacía aérea y hacía vulnerables a los buques chilenos.
La Escuadra chilena, agrega, tenía a su favor la cohesión alcanzada por las tripulaciones tras un año de intenso entrenamiento, la eficiencia de la aviación naval -informaba cada cuatro horas la posición de los buques argentinos- y el refugio natural que ofrecían los fondeaderos en los canales.
“Ellos sabían que estábamos en el sur, pero no sabían dónde (…) Los fondeaderos de guerra son lugares absolutamente camuflados donde es imposible ver los buques, ni siquiera sobrevolando”, asegura Rivera.
Así, las naves chilenas lograban disimular falencias como la escasez de pertrechos, debido al embargo de Estados Unidos, y el hecho que la iniciativa estaba en manos de los argentinos.
Con todo, admite el retirado oficial, “el ‘Prat’ habría sufrido daños importantes como consecuencia del ataque de los aviones del ’25 de Mayo’. Por eso nos colocamos en una disposición de combate en la que primero estaban los buques misileros, que en el fondo eran los que iban a decidir esta cuestión en el combate de superficie”.
Rivera recuerda como el momento más crítico el 20 de diciembre de 1978, cuando recibieron la orden de salir al paso de la flota argentina. El vicealmirante Raúl López Silva, comandante en jefe de la Escuadra, reunió a los capitanes de todos los buques y les advirtió: “Señores, vamos a definir esta situación de una vez por todas. Se acabaron los ejercicios. La próxima vez que toque un zafarrancho de combate significa que estamos enfrentados a los argentinos”.
Pocas horas después, cuando la Escuadra aún salía hacia el teatro de operaciones, sonó el citado zafarrancho. “Le prometo que nunca vi tanta rapidez para cubrir los puestos de combate”, recuerda Rivera. La alarma, eso sí, resultó falsa. El “contacto” del sonar resultó ser una sonda estadounidense que recolectaba datos atmosféricos.
Así fue que ambas fuerzas llegaron a estar a unas 10 horas de poder atacarse con sus misiles, lo que fue impedido por la mediación papal. Rivera asegura que la Divina Providencia también hizo lo suyo, desatando un temporal que dilató la “Operación Soberanía”, que debía comenzar tres días antes de la “Hora H” con la toma de unas pequeñas islas al sur del Beagle.
“Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye.


Autor: Iván Martinic
diario.elmercurio.cl/
www.youtube.com/watch

domingo, 3 de noviembre de 2024

Crisis del Beagle: Más que diplomacia

 

El conflicto del Beagle. Cuando la diplomacia sola no alcanza

El acuerdo logrado en el diferendo sobre las posesiones marítimas en el entorno del canal de Beagle atravesó previamente un difícil proceso donde estuvieron en juego, como última ratio, las capacidades de los aparatos defensivos de cada país en apoyo de su diplomacia.

El Tratado de Límites entre Chile y la Argentina suscripto en 1881 decía: “Pertenecerán a Chile todas las islas al Sur del Canal Beagle hasta el Cabo de Hornos y las que haya al Occidente de la Tierra del Fuego”. La dificultad de interpretación de algo que parece tan claro fue acordar cuál era la traza del canal de Beagle. En los primeros años luego de aquel tratado, la Argentina reconoció en su cartografía que el canal de Beagle corría por el norte de las islas Picton, Nueva y Lennox. O sea que reconocía su pertenencia a Chile. Sin embargo, cuando se estudiaron las profundidades se observó que el canal giraba hacia el sur de las islas, dejándolas en la Argentina.

"El primer tratado de límites entre la Argentina y Chile data de 1881"

Los gobiernos de ambos países intentaron resolver esta cuestión. En 1960, los presidentes Arturo Frondizi y Jorge Alessandri firmaron un protocolo de arbitraje por la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Debido a resistencias en ambos países, el proceso se detuvo. Hubo otros dos intentos infructuosos, en 1964 y 1967, hasta que en julio de 1971 los presidentes Alejandro Lanusse y Salvador Allende suscribieron el Acuerdo sobre Arbitraje. Se solicitaba solo la determinación del límite en el canal Beagle y la adjudicación, a un país o al otro, de las islas Picton, Nueva y Lennox e islotes adyacentes. Se designó un tribunal arbitral de cinco jueces de la Corte Internacional de Justicia.

El laudo del 2 de mayo de 1977 dictaminó que las islas Picton, Nueva y Lennox, así como los islotes adyacentes, pertenecerían a Chile, mientras las islas Gable y Becasses fueron otorgadas a la Argentina. El Canal de Beagle quedó definido hasta su extremo Este al tocar el océano Atlántico. A ese punto se le dio la denominación XX. Los responsables del gobierno argentino no imaginaron las consecuencias que podía tener el resultado de ese arbitraje sobre la proyección marítima. Hasta entonces la aceptada posesión chilena de las demás islas ubicadas al Sur de las tres en conflicto, no había motivado reclamos de Chile por su proyección sobre el Atlántico. Pero tras el laudo, el gobierno chileno definió y aprobó por ley las denominadas Líneas de base rectas, que unían los puntos periféricos en torno al archipiélago hasta el Cabo de Hornos. En base a ellas y a partir del punto XX, Chile delimitó su área marítima económica exclusiva. Desde ese punto trazaba una línea recta equidistante de las costas de ambos países en dirección Sudeste hasta las 200 millas y luego hacia el Sur, manteniendo esa distancia de las líneas de base rectas. Alegaba aplicar las normas del derecho internacional y determinaba así un amplio triángulo marítimo en el Atlántico que quedaría en posesión de Chile. La Argentina perdería su proyección antártica y debería atravesar aguas chilenas en cualquier derrotero marítimo hacia el Sur.

Soberanía marítima

Si bien ambos países en 1971 se habían comprometido formalmente a respetar el laudo, el gobierno argentino expresó de inmediato reservas a la decisión arbitral. Se trataba de un caso en donde se ponían en juego cuestiones de soberanía marítima de la mayor importancia. Su aceptación tendría un alto costo, aunque también lo tuviera la ruptura de un compromiso internacional formalmente asumido. La Argentina podía alegar que cuando se firmó el Tratado de Límites en 1881 solo se reconocía jurisdicción marítima hasta las dos millas y que por lo tanto la cesión de las islas al Sur del Beagle no generaban derechos marítimos significativos. También se apoyaba en el principio bioceánico “Chile en el Pacífico, Argentina en el Atlántico”, establecido como complemento en el Protocolo 1893 para precisar los límites en el sector continental.

"La negociación se encauzó con el invalorable aporte del cardenal Samoré"

El gobierno argentino adelantó su rechazo a la sentencia arbitral y su disposición a iniciar una negociación política. El gobierno chileno accedió a realizar una reunión para escuchar los puntos de vista. Se realizaron dos encuentros, el primero en Buenos Aires y el segundo en Santiago de Chile. La delegación argentina estaba conducida por el general Osiris Villegas y la chilena por el ex canciller Julio Philippi. Quien suscribe esta nota formó parte de la delegación argentina. No se logró ningún acuerdo. La posición chilena era la de respetar el laudo y atenerse a las reglas del derecho internacional.


El cardenal Samoré en su reunión con Videla, en 1979

La segunda reunión, en julio de 1977, comenzó con un saludo amigable de Philippi: “Don Osiris, es un gran gusto recibirlos, pero no hay nada que tratar. Las normas del derecho internacional y los compromisos que ambos países hemos tomado lo resuelven todo. Les propongo que comamos un buen asado”. El general Villegas respondió: “No coincidimos. Hay un problema y si estamos aquí es porque consideramos que debemos encontrar una solución política”.

Las reuniones fracasaron. En la delegación argentina participaba el ex embajador en Chile Manuel Malbrán, que indagaba internamente cómo no salirse de una solución jurídica. Sin embargo, ese camino no parecía factible sin recurrir a una voluntad argentina de mantener con firmeza la preservación de las aguas australes que nunca antes habían sido reclamadas por Chile ni puestas a arbitraje.

A fines de 1977 se reunieron los cancilleres de ambos países, Oscar Montes y Patricio Carvajal, sin llegar a un acuerdo. El 19 de enero de 1978 se realizó una primera reunión en Mendoza entre los presidentes Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet. Este último preguntó hasta donde estaría la Argentina dispuesta a defender su posición. Videla respondió que hasta donde fuera necesario. Pocos días después, el 25 de enero de 1978, el gobierno argentino declaró la nulidad del laudo, mientras Chile mantenía su posición de darlo por válido y sostener sus efectos jurídicos respecto de las proyecciones marítimas. Una segunda reunión de los presidentes en Puerto Montt definió un proceso de negociación en dos etapas que se extendería durante todo 1978. Para eso se constituyó la Comisión mixta N° 2, conducida por el general Ricardo Etcheverry Boneo, por la Argentina, y Francisco Orrego por Chile.

La voluntad argentina del uso de su potencial militar se manifestó durante ese año mediante declaraciones y hechos concretos protagonizados por altos oficiales y unidades de las Fuerzas Armadas. Emergieron “halcones” que podían forzar acciones militares en caso que no se alcanzase un acuerdo que evitara una pérdida tan importante de mar argentino. También había “palomas”. La preminencia de unos u otros era permanentemente indagada por la inteligencia chilena. La evaluación de sus negociadores sobre el predominio de los halcones sobre las palomas era determinante del avance o del retroceso en el logro de un acuerdo aceptable para la Argentina. Entonces el potencial militar argentino conservaba una capacidad que en un enfrentamiento no aseguraba a Chile y tampoco a la Argentina evitar graves consecuencias humanas y materiales.

Sin acuerdo

Las negociaciones no alcanzaron un acuerdo en el plazo establecido. La representación argentina aspiraba a tener mojones en las islas atlánticas periféricas para asegurar sin riesgo futuro su proyección marítima. La delegación chilena se había fijado como límite el reconocimiento de su soberanía íntegra en todas las islas, de acuerdo con el Tratado de 1881 y pretendía la proyección marítima.


Dante Caputo durante su debate con Saadi. DYN

La ausencia de un acuerdo puso a los dos países en la antesala del uso de sus fuerzas armadas en los días previos a la Navidad de 1978. Hubo movilización de fuerzas. En conciencia, las cúpulas de ambas partes entendían que cualquier acción bélica podría tener consecuencias que nadie deseaba.

Con el conflicto bélico en sus inicios se produjo la intervención papal. Juan Pablo II ofreció su mediación. Tres meses antes, el 20 de septiembre de 1978, había enviado una carta autógrafa a los episcopados de ambos países pidiéndoles intervenir para evitar un enfrentamiento bélico. Los canales operaron rápidamente en ambos sentidos. Los dos gobiernos aceptaron la mediación papal y desistieron de cualquier acción militar. Las negociaciones se reencauzaron con el invalorable aporte del cardenal Antonio Samoré. El fallo papal fue emitido dos años después, el 12 de diciembre de 1980, luego de intensas negociaciones en Roma que permitieron encontrar los espacios para una aproximación entre las partes. Proponía una reducida zona marítima económica exclusiva para Chile y un límite sobre las aguas que al sur retomaba el meridiano del Cabo de Hornos. También establecía itinerarios de libre navegación para ambos países. La Argentina había logrado evitar lo que realmente más la afectaba y Chile mantenía su soberanía sobre las islas que tradicionalmente ocupaba. Además, quedaba limitada la proyección marítima. Con una extensa demora, el acuerdo fue sometido a un referéndum y votado favorablemente en los comienzos del gobierno de Raúl Alfonsín. Finalmente, ambos países firmaron el Tratado de Paz y Amistad el 29 de noviembre de 1984.

No debe entenderse este relato como una apología del militarismo. Por definición, la diplomacia es el instrumento de las naciones para llevar las relaciones internacionales en paz y con respeto de las propias soberanías. Por sí sola puede resolver disputas cuando las consecuencias económicas, sociales o políticas para un país son acotadas. Pero no puede desconocerse la importancia del potencial económico y el militar cuando están en discusión asuntos de mayor gravitación o cuestiones territoriales. En estos casos, la diplomacia por sí sola puede carecer de la fuerza necesaria cuando el objetivo requiere disuadir o presionar. Un país desarmado es un Estado incompleto y ese es el caso actual de la Argentina. En la guerra de Malvinas se perdió material que no fue repuesto y el estrangulamiento presupuestario a partir de 1983 logró prácticamente anular su capacidad militar.

Las circunstancias que hemos relatado en el caso del Beagle ponen de manifiesto de qué forma el efecto disuasivo de la capacidad militar acompañó las negociaciones para evitar la pérdida de jurisdicción sobre 75.000 km2 de mar y de su proyección antártica. Si el conflicto hubiera sucedido hoy, distinto hubiera sido el resultado.

Ingeniero, economista, fue secretario de Hacienda de la Nación



miércoles, 30 de octubre de 2024

Conflicto del Beagle: Escenarios de batalla


Playa de desembarco de poco más de un kilómetro al norte de la isla Nueva.

Escenarios de una guerra en el Sur, 1978




Las tensiones entre Argentina y Chile en 1978 por la disputa del Canal Beagle, específicamente la soberanía de las islas Picton, Lennox y Nueva, casi escalaron hasta convertirse en un conflicto a gran escala. El Orden de Batalla (ORBAT) de ambas naciones en ese momento incluía extensas fuerzas navales, aéreas y terrestres preparadas para una posible confrontación. En este análisis, esbozaré el planeado asalto argentino a las islas en disputa y examinaré cuatro escenarios potenciales de escalada del conflicto.

Contexto histórico y ORBAT

A finales de 1978, tanto Argentina como Chile habían movilizado importantes recursos militares en previsión de un posible conflicto. El ORBAT de Argentina incluyó:




ORBAT argentino:

  • Fuerzas Navales: Flota compuesta por destructores, fragatas, corbetas, submarinos, buques anfibios y portaaviones (por ejemplo, ARA Veinticinco de Mayo).
  • Fuerza Aérea: una combinación de aviones Mirage III, A-4 Skyhawk e IAI Dagger (118 aproximadamente), junto con aviones de reconocimiento y transporte (47 aproximadamente).
  • Ejército: varias divisiones que incluyen tropas de montaña, brigadas blindadas (M4 repotenciado como principal tanque) y regimientos de infantería, apoyadas por artillería y unidades logísticas.


ORBAT chileno:

  • Fuerzas navales: una flota más pequeña pero capaz de destructores, fragatas, submarinos y lanchas patrulleras. El único submarino en condiciones de navegabilidad había sido detectado y estaba siendo seguido por submarinos argentinos.
  • Fuerza Aérea: aviones F-5E Tiger II, aviones Hawker Hunter, A-37s (54 a lo máximo) y otros aviones de apoyo (24).
  • Ejército: Unidades bien entrenadas, incluidas brigadas de montaña y de infantería, apoyadas por artillería y unidades blindadas ( pocas decenas de M41 Pershing).


Asalto argentino planificado a las islas Picton, Lennox y Nueva


El plan de Argentina para asaltar las islas probablemente involucraría una operación de armas combinadas, aprovechando su superior poder naval y aéreo para asegurar las islas de manera rápida y decisiva. La operación comenzaría con:

  1. Bombardeo y bloqueo naval: las fuerzas navales argentinas llevarían a cabo un bombardeo inicial de las posiciones chilenas en las islas, seguido de establecer un bloqueo para evitar que los refuerzos chilenos lleguen al área.
  2. Superioridad y apoyo aéreo: La Fuerza Aérea Argentina tendría como objetivo lograr la superioridad aérea sobre el canal, apuntando a bases aéreas chilenas y brindando apoyo aéreo cercano a las fuerzas terrestres.
  3. Asalto anfibio: Fuerzas anfibias, incluida la infantería de marina, desembarcarían en las islas, apoyadas por disparos navales y ataques aéreos. Asegurar las islas rápidamente sería esencial para evitar que Chile montara un contraataque eficaz.
  4. Preparativos defensivos: Una vez aseguradas las islas, las fuerzas argentinas establecerían posiciones defensivas para repeler cualquier contraofensiva chilena.

Análisis de escenarios

Escenario 1: Argentina toma las islas y Chile responde en el área


En este escenario, Chile responde directamente a la toma argentina de las islas con un contraataque concentrado.

  • Respuesta naval chilena: Chile movilizaría su flota para enfrentarse a la armada argentina en el Canal de Beagle. Dada la proximidad de las bases chilenas, sería posible un despliegue rápido. El objetivo sería romper el bloqueo y retomar las islas.
  • Enfrentamientos aéreos: Se producirían intensas batallas aéreas sobre el canal, con ambos lados intentando controlar el espacio aéreo. Los Hunters de Chile se enfrentarían a los Mirages y Daggers argentinos. Los pocos F-5Es chilenos se supone quedarían para defensa de la capital. A los activos aéreos de la FAA se sumarían los activos aéreos del COAN con base en tierra (BAN Río Grande). Ello incluirían T-28 Fennec, Turbo Mentors y Aermacchi MB-326, todos con capacidad de ataque aéreo ligero.
  • Contraofensiva terrestre: los infantes de marina chilenos intentarían defender las fortificaciones de las islas, apoyados por disparos navales y cobertura aérea. Dadas las preparaciones defensivas de Argentina, esto resultaría en una lucha prolongada y sangrienta.
  • Contraofensiva naval argentina: El portaaviones Veinticinco de Mayo y su grupo aéreo de A-4Q podría diezmar a la flota chilena (capacidad observada empíricamente en Malvinas). Ello lo podría hacer de manera impune dada que incapacidad de respuesta submarina chilena. Una vez atacada la flota chilena, los A-4Qs podrían reubicar posición para lanzar ataques a blancos terrestres e infraestructura desde el Sur y Suroeste como factor sorpresa.

Escenario 2: Argentina toma las islas y Chile ataca en el norte (penetración en la provincia de Salta)


Chile podría optar por abrir un nuevo frente en el norte para desviar las fuerzas argentinas.

  • Frente Norte: Las fuerzas chilenas, ¿potencialmente apoyadas por fuerzas internacionales?, lanzarían una ofensiva en la provincia argentina de Salta. El objetivo sería alejar a las tropas argentinas del teatro sur y ejercer presión en un nuevo frente.
  • Respuesta argentina: Argentina tendría que redesplegar unidades de otras regiones, lo que podría debilitar sus defensas en las islas. Se movilizarían tropas de montaña y unidades blindadas para contrarrestar el avance del norte.
  • Compromiso prolongado: El terreno accidentado del norte de Argentina conduciría a un conflicto prolongado y de desgaste, en el que ambas partes enfrentarían importantes desafíos logísticos.






Escenario 3: Argentina toma las islas y ataca por el centro (hacia Santiago), junto con Perú por el norte


Argentina, con potencial apoyo de Perú, abre una campaña en múltiples frentes.

  • Ofensiva Central: Las fuerzas argentinas avanzarían por los Andes hacia Santiago. Esto implicaría una desafiante guerra de montaña, con importantes consideraciones logísticas y de cadena de suministro.
  • Participación peruana: Perú, al entrar en el conflicto, abriría un frente norte contra Chile, añadiendo presión a las defensas chilenas y agotando sus recursos.
  • Defensa chilena: Chile se vería obligado a adoptar una postura defensiva en múltiples frentes. El principal esfuerzo sería proteger a Santiago y al mismo tiempo contener los avances peruanos en el norte.
  • Coordinación aliada: La coordinación entre las fuerzas argentinas y peruanas sería crucial. Si tiene éxito, esto podría abrumar las defensas chilenas, pero la complejidad de las operaciones en múltiples frentes plantearía desafíos importantes.


Caída del Palacio de Gobierno de Punta Arenas a manos de paracaidistas argentinos.

Escenario 4: Chile respondió atacando a través de la Patagonia central y norte


Chile decide atacar territorio argentino en la Patagonia, con el objetivo de capturar lugares estratégicos clave.

  • Ofensiva Patagónica: Las fuerzas chilenas, sin apoyo aéreo ni naval, apuntarían a la Patagonia central y norte, con el objetivo de capturar Comodoro Rivadavia y Bahía Blanca.
  • Operaciones navales: la armada chilena intentaría controlar los accesos al Atlántico Sur, interrumpiendo las líneas de suministro argentinas y apoyando las ofensivas terrestres. Escenario altamente difícil sin submarinos para contrarrestar a la FLOMAR siendo que los submarinos de ésta operarían con plena libertad dada la escasez de activos ASW de la ACh.
  • Defensa argentina: Argentina necesitaría defender centros urbanos e instalaciones petroleras clave en la Patagonia. Los refuerzos se obtendrían de otras regiones, incluidas las fuerzas que aseguran las islas.
  • Conflicto extendido: la región vasta y escasamente poblada daría lugar a escaramuzas extendidas y guerras de maniobras, con ambos lados compitiendo por el control de puntos estratégicos.


Conclusión

Los escenarios del conflicto del Canal de Beagle de 1978 resaltan las complejidades y el potencial de escalada de las tensiones entre Argentina y Chile. Cada escenario presenta desafíos y oportunidades únicos para ambas naciones, enfatizando la importancia de la planificación estratégica y la diplomacia internacional. Si bien el contexto histórico proporciona una base, la naturaleza impredecible de los conflictos militares subraya la necesidad de una evaluación y adaptación continuas tanto por parte de Argentina como de Chile.

domingo, 21 de abril de 2024

Crisis del Beagle: Las misiones de los paracaidistas argentinos

Asalto aerotransportado a Chile





Ca "Leopardo"- Acto de soberanía, el 24 de noviembre de 1978, partiendo de la base aérea del Palomar, rumbo a Ushuaia al intento de recuperar las islas Nueva,..Picton y Lennox,..en litigio con Chile.




En esta foto se puede ver al sacerdote dando la extremaunción el día 19/12/78, en el Regimiento de Infantería 2 Paracaidistas…



Ese 22 de Diciembre el avión estuvo listo para saltar en Santiago con 60 Paracaidistas y otro grupo de comandos para neutralizar las comunicaciones y lograr el cruce de la infantería.

sábado, 18 de septiembre de 2021

Crisis del Beagle: La inexorable derrota chilena

El resultado de la guerra

La Guerra que no fue. La crisis del Beagle de 1978


Dejando de lado hipótesis y suposiciones, hoy es Vox Populi que el Operativo Soberanía fue una trampa en la que las Fuerza Armadas chilenas cayeron con pasmosa ingenuidad.
El ataque a las islas Picton, Lennox y Nueva no era más que una maniobra de distracción; un movimiento de diversión tendiente a alejar a la escuadra araucana de lo que iba a ser el epicentro de la contienda, a saberse, el sector continental, por donde el ejército argentino iba a penetrar con dificultad, seguramente, pero jamás con los tropiezos que el mal armado ejército de Chile podía ofrecer, ni que decir de la abrumadora superioridad aérea con la que contaba el país agresor.



Aberración jurídica. la Argentina
rechaza el fallo

Como han reconocido y explicado analistas e integrantes de las fuerzas armadas de ese país en reiteradas oportunidades, en especial miembros de su Marina de Guerra, la Armada de Chile no tenía la menor idea de donde se hallaba ubicada la flota enemiga ya que todos sus aviones de exploración habían sido interceptados y obligados a huir. Por otra parte, el submarino “Simpson” jamás estuvo en el Atlántico, ni tuvo a la vista al “25 de Mayo” ni ninguna otra nave argentina y lo que es peor, tanto el portaaviones como el grupo encabezado por el ARA “General Belgrano”, penetraron aguas jurisdiccionales chilenas sin ser detectados en ningún momento.
Oficiales de la Marina chilena han señalado a diferentes medios los puntos por los que se desplazó el venerable crucero hundido por los británicos en 1982, navegando entre las islas Deceit y Hornos, al sur del archipiélago Freycinet, en aguas del océano Pacífico. El “25 de Mayo” hizo lo propio algo más al sur con todas las unidades que componían su grupo, sin que los chilenos se hubiesen percatado de ello y mucho menos, interceptado sus señales.
Pero todavía hay algo algo más grave y es el ingreso de varios batallones argentinos a Chile, la noche del 21 al 22, después de atravesar la frontera sin que los sistemas de alerta y vigilancia del enemigo advirtiesen sus movimientos.
Las graves fallas de la inteligencia chilena van quedando al descubierto con el paso de los años, a medida que se va desclasificando la información.
En centenares de sitios web, en especial sus foros de armamento, delirantes y diletantes han hablado de la flota argentina retirándose mientras era seguida de cerca por los submarinos chilenos. En la página https://elbeagle.webcindario.com/, reproducida en “Extrados. Más allá de la Defensa”, alguien escribió: “Por su parte la fuerza de submarinos seguía a la cuadra a la flota argentina al parecer el Crucero Belgrano habría sido uno de los primeros objetivos de los submarinos chilenos”7.
Claro, como después se supo que su fuerza submarina solo se limitaba a un vetusto Balao que necesitaba salir a recargar baterías durante 8 horas, quien persiguió de cerca de a la escuadra para corroborar que realmente se retiraba terminó siendo la aviación, tal como apunta un tal chicomagno en el sitio RAZONYFUERZA: “La flota argentina se dirigió a Puerto Belgrano, observada por la aviación chilena que la siguió hasta cerciorarse que esa era su ruta, destino al que llegarían para Navidad”8.
Con respecto a un enfrentamiento armado entre Argentina y Chile durante la crisis de 1978, son muchas las publicaciones especializadas en cuestiones militares que han vaticinado la victoria de la primera. Y para ello toman en cuenta su superioridad en materia de armamento, en especial su aviación y su fuerza de submarinos, en la alocada geografía chilena, en la cantidad de hombres, en la pericia y arrojo de sus pilotos, quienes en 1982 asombraron al mundo durante el conflicto del Atlántico Sur; en materia de víveres y abastecimientos que para los chilenos fue un problema serio, sobre todo en lo que a su distribución se refiere y en el hecho de que Chile no contaba con portaaviones y que la última contienda que había peleado era una lejana guerra decimonónica contra dos naciones extremadamente débiles, en un contexto completamenteamente diferente.
A esas publicaciones se han sumado las opiniones de diversos peritos y especialistas de distintas nacionalidades, uno de ellos Raúl Sohr, analista internacional chileno, experto en cuestiones militares y energéticas, que en un programa político emitido por TV Canal 9 Bio Bio en el año 2012, explicó con claridad lo que realmente ocurrió durante la crisis del Canal de Beagle y cuáles fueron sus resultados.

Lo que ocurre es un poco lo que Argentina hizo con Chile en 1978: una movilización militar agresiva en la que se llevaron las cosas al límite y que obligó a que Chile en el fondo se rindiera, rindiera en el sentido de ceder. Algo que chile había ganado en el laudo arbitral de la Corona Británica que eran las islas del Canal de Beagle que le daban a Chile una proyección marítima. Cuando digo rendir es real. Creo que Chile actúo en forma inteligente, en forma cauta y me alegro que se hayan hecho las cosas como se hicieron, al ceder. Era una guerra que hubiera sido infinita, pero infinitamente peor ya que esa proyección marítima era absolutamente irrelevante si se compara lo que nos hubiera representado un conflicto bélico directo con Argentina. Por lo tanto a veces si tienes un enemigo y un adversario más fuerte conviene ceder.

Por otra parte, Santiago Pavlovic, reconocido periodista chileno, célebre por llevar un parche en el ojo izquierdo, manifestó en el programa “90 Matinal” de la TV chilena, la mañana del 28 de enero de 2014, cuando hablaba del fallo que el día anterior había emitido la Corte Internacional sobre el diferendo marítimo entre Perú y Chile:

… verdaderamente perder el paso marítimo es complicado, y como en muchos de los últimos fallos nosotros hemos tenido algún tipo de problemas con Argentina, en algún momento fuimos a un arbitraje y perdimos la Laguna del Desierto en el sur, después tuvimos un arbitraje con Argentina también, en el extremo sur, en que el laudo arbitral de cinco jueces internacionales nos asignó las islas a Chile y Argentina declaró insanablemente nulo ese fallo Y Chile estuvo a punto de ir a una guerra con Argentina por esa situación porque Argentina se negó a aceptar el laudo y prácticamente nos vimos obligados a entrar en una serie de negociaciones en un momento en que había una debilidad política-militar en Chile durante el gobierno de Pinochet por ser un país que no tenía recursos militares para enfrentar a Argentina que era una potencia, ¿no? Chile se vio prácticamente obligado a esa negociación. Con esas islas Chile tenía acceso al […] la proyección de esas islas nos daba acceso al Atlántico, pero ahí se generó todo un asunto y en definitiva nosotros solamente tenemos acceso al Pacífico y los argentinos en el Atlántico, o sea, ese tipo de negociaciones, ese tipo de pequeñas pérdidas, diría yo, también generan la sensación de que a veces la diplomacia nos ha perjudicado…
Contundentes palabras que echan por tierra tantas sandeces elaboradas con prodigiosa liviandad al otro lado de la cordillera.


La versión chilena se desploma

A mediados de diciembre del año 2018, con motivo de cumplirse un nuevo aniversario de la crisis del Beagle, la cadena chilena Teletrece (T13) emitió un nuevo programa dedicado al tema titulado La guerra del fin del mundo.
Si bien el producto no está exento de extravagancias y expresiones de arrojo, es mucho más realista que cualquier otro elaborada anteriormente y en mérito a la verdad, muestra claramente que algo está sucediendo al otro lado de la cordillera.
Así como autores, historiadores, periodistas e investigadores chilenos vienen admitiendo que el proceso emancipador de su país ha sido una gesta predominantemente argentina (Manuel Gárate, Gabriel Salazar Vergara, Jorge Baradit, Cristóbal García Huidobro, Francisco Ortega), con el transcurso del tiempo están reconociendo que de haber estallado la guerra en el Beagle, hubiesen sido derrotados.
Los casos de Tomás Mosciatti, Raúl Sohr y Santiago Pavlovic son un avance en ese sentido, lo mismo el informe La marcha mortal, sobre la tragedia de Antuco, pero esta nueva entrega desmiente categóricamente las afirmaciones que la sociedad chilena viene repitiendo desde la finalización del conflicto. Para su rodaje, la periodista Mónica Pérez indagó en las causas y el contexto que llevaron al cuasi-enfrentamiento entre ambas naciones, presentando un informe basado fundamentalmente en los testimonios de quienes vivieron los hechos o los han estudiado a fondo.
Por el lado chileno son de destacar la reconocida historiadora Patricia Arancibia Clavel, su hermano, el capitán Roberto Arancibia Clavel, Mariano Sepúlveda, quien fuera comandante del destructor “Rosales”; el escritor Guillermo Parvex, por entonces reservista de telecomunicaciones; el radio operador de la fragata “Condell” Ernesto Paredes, soldados, pobladores y ex funcionarios, especialmente personal del cuerpo diplomático. Salvo algunas excepciones, sus relatos suenan veraces aunque por momentos parecen contradecirse. Por el argentino, el infaltable general Balza, pilotos, militares, periodistas y ex conscriptos aportan su propia opinión.
Si bien la entrega contiene alguna que otra aclamación patriotera, propia de la inseguridad y el temperamento trasandino, termina mostrando abiertamente que Chile no estaba en condiciones de ganar la guerra, carecía de armamento adecuado, su gente no estaba preparada y el poder de fuego de su enemigo era inmensamente superior, especialmente en aviones, tanques, buques y suministros.
La Argentina contaba con un portaaviones, cuatro submarinos, mayor número de blindados, el doble de aeronaves, municiones para una campaña prolongada y lo más significativo, tropas dispuestas a todo.
El programa, lo remarcamos, desmiente lo que se ha venido diciendo en Chile los últimos cuarenta años y según veremos, aporta datos novedosos.
Patricia Arancibia Clavel, varias veces mencionada en este trabajo, dice con acierto que Pinochet nunca quiso la guerra pues como militar sabía perfectamente, que un enfrentamiento con Argentina era llevar a Chile a cien años de miseria. Balza agrega que desde el punto de vista diplomático, para el resto del mundo los argentinos iban a ser invasores y eso tornaba su posición insustentable. Habían estado de acuerdo en ir al laudo y cuando éste les resultó adverso, lo declararon insanablemente nulo, un verdadero absurdo y una aberración desde el punto de vista jurídico.
En los foros de armamento chilenos, en sus revistas “especializadas”, sus artículos periodísticos y sus producciones televisivas siempre se dijo que el ritmo de vida allí siguió su curso normal y muy pocas personas mostraron preocupación. La aseveración es falsa pues como se puede observar a lo largo de la cinta, su gobierno adoptó medidas de urgencia en previsión de un ataque aéreo, entre ellas, habilitar como refugio la recién estrenada Línea 1 del metro y las bóvedas del Banco Central. Según Guillermo Parvex, ante la inminencia de la invasión, el gobierno constituyó un comité de emergencia (mes de noviembre) cuya misión era velar por la población.
Pinochet en persona le ordenó a la prensa no informar lo que estaba sucediendo. Intentaba evitar que cundiera el pánico no solo en la ciudadanía sino también entre las fuerzas desplegadas en el frente pero las noticias se filtraron y dada la belicosidad de sus vecinos, debieron adoptarse medidas de urgencia.
Los chilenos han hecho reiteradas referencias a psicosis de pánico en nuestro país con ejercicios de obscurecimiento en las principales ciudades, la gente corriendo a los refugios e incluso abandonando sus hogares por temor a la guerra, un absurdo tejido ex profeso para cubrir su indefensión.
En la Argentina nadie entró en pánico, no hubo tales prácticas y la vida transcurrió normalmente a sabiendas de que ni la aviación enemiga ni el resto de sus fuerzas se hallaban en condiciones de alcanzar blancos de significación. Quien desee indagar al respecto solo debe consultar los medios gráficos de la época para comprobar que nada de eso es real.



No solo en la junta militar argentina hubo desavenencias.
El 24 de julio de 1978 Pinochet expulsó del gobierno al
general del aire Gustavo Leigh Guzmán

Quienes vivieron momentos de tensión fueron ellos, en especial los pobladores del extremo sur. El comerciante Fernando Calcuta explica que en la región de Magallanes esa sensación era muy fuerte, sobre todo en Punta Arenas, Puerto Natales y Puerto Williams. Susana Suárez, en esos días presidenta de la Cruz Roja de la primera localidad, confirma tales aseveraciones y añade que la población estaba en extremo inquieta, tanto, que como dice Calcuta, por momentos llegó a cundir el pánico. La gente desabasteció supermercados, almacenes y despensas, hubo tensión y el miedo fue tal que hasta se levantaron refugios y cavaron trincheras en los jardines de las casas.
"Nadie 'arrancó' (escapó) ni salió de la ciudad", asegura Calcuta pero como hemos visto en otra parte de éste trabajo hubo gente que juntó sus cosas, abordó sus vehículos y dejó las ciudades.
La abismal disparidad de fuerzas es algo que el programa chileno recalca constantemente. Entre los ejemplos que Mónica Pérez ofrece, allí donde el país araucano puso ocho tanques M41 Walker Bulldog, el ejército argentino colocó ochenta.
Los chilenos se han referido en numerosas oportunidades a las discrepancias que tenían lugar en el seno de la junta militar argentina pero parecen olvidar la destitución del general del aire Gustavo Leigh Guzmán el 24 de julio de 1978, a raíz de ciertas desinteligencias con Pinochet.

-¡Que la conducta del señor general Leigh –anunció con su característica voz aflautada el general Pinochet a través de la cadena nacional de radio y televisión- tipifica la imposibilidad absoluta de continuar ejerciendo desde esta misma fecha los cargos de miembro de la honorable junta de gobierno y comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile!

Los vuelos rasantes de la aviavión argentina fueron una constante a partir de diciembre. Uno de sus pilotos, el capitán Jorge Eduardo Baravalle, confirma haber llevado a cabo misiones aerofotográficas sobre los puntos donde se presumía debían estar escondidos los aviones enemigos.

-Hoy todos coinciden en que el desequilibrio de fuerzas hubiera sido fatal para Chile – sentencia Mónica Pérez.

-No es como ahora.–explica Héctor Caneleo, especialista en armas y explosivos en 1978 – Ahora la aviación nuestra es poderosa, pero en esa época no.

-¿Cuántos aviones de combate tenía Chile? [se refiere al área de en Punta Arenas, Puerto Natales y Puerto Williams].

-Acá en esa época teníamos doce A37 y ocho Hawker Hunter.

-¿Y los aviones argentinos cuántos eran?

-No – responde Canelo haciendo un gesto de resignación – en cantidad eran superiores a nosotros.

Baravalle remarca la casi inexistencia de aeronaves enemigas dado que no fue detectada ninguna en toda la Patagonia.
Chile contaba entonces con 52 cazabombarderos y 28 transportes, contra 118 y 44 de su oponente. En materia de helicópteros, los trasandinos apenas disponían de 16 en tanto los argentinos 47. Los pocos Northrop F-5 operables fueron destinados a la defensa de Santiago, Valparaíso y Antofagasta, en el sector centro/norte del territorio.
En el programa de Teletrece, soldados argentinos ratifican que el 22 de diciembre atravesaron la frontera por el norte y penetraron tres kilómetros dentro de Chile hasta que una tormenta de viento y arena los obligó a regresar y aguardar nuevas instrucciones.

-Era imposible ver por la arena.

-Atravesaron por San Pedro de Atacama, ahí está Calama, ahí están las minas – dice Mónica Pérez.

Es decir, no solamente por Tierra del Fuego y Santa Cruz se transpusieron los límites sino en diferentes puntos de la geografía cordillerana.

domingo, 17 de febrero de 2019

Crisis del Beagle: Un oficial argentino a minutos de la guerra

“Íbamos a invadir Chile”: El conflicto del Beagle contado por un oficial argentino

Autor: Diego Istúriz  |  La Tercera






Curacautín y Temuco eran dos objetivos en la estrategia ofensiva del ejército argentino. La historia de Facundo, el Teniente Primero que estuvo en el campo de batalla.

Diciembre de 1978. El tren va recorriendo los 2.000 kilómetros que separan a las provincias de Salta y Neuquén, en Argentina. No se trata de un paseo turístico. Facundo va a la guerra con Chile. Atraviesa el país de norte a sur, junto a sus compañeros del Regimiento V de Caballería.

La longitud del trayecto amerita escalas. En cada detención, los hombres de uniforme reciben el calor de los pueblos envalentonados por el espíritu nacionalista. Se agitan las banderas celestes y blancas. Los vecinos exclaman su apoyo, entregan alimentos a los soldados y organizan bailes en los andenes. Todo es algarabía. La banda militar del regimiento interpreta “Hay que venir al sur” de Raffaella Carrá, acaso como un presagio de lo que está por ocurrir. Los soldados disfrutan, claro. Pero saben muy bien que sus vidas están en manos de la patria.

Facundo es Teniente Primero, tiene 28 años y su destino final es Covunco, Neuquén, un punto estratégico en el área fronteriza de la Patagonia Argentina. Llega a la posición asignada tras cinco días de viaje, cumpliendo la orden de traslado a la zona de operaciones. El objetivo es concretar un ataque ofensivo a Chile.

En Covunco se establece un campamento, próximo al Regimiento X de Infantería, que agrupa a distintas unidades militares aprestadas para el combate. Las tropas juegan campeonatos de fútbol y rugby, sorteando las tensiones de la espera. Facundo y sus colegas, expectantes, aguardan la señal. ¿Cuál es la misión? Avanzar a Curacautín y Temuco a través de los pasos Pino Hachado, Del Arco e Icalma. Hay que asentarse rápidamente en suelo chileno. Pegar primero, de eso se trata.

La estrategia del ejército argentino contempla la ejecución de operaciones ofensivas en las provincias de Neuquén y Río Negro. El plan de defensa, por su parte, se extiende a otros puntos limítrofes de una línea territorial con más de 5000 kilómetros. La geografía de la inminente guerra por las islas del Beagle se amplía mucho más allá de las aguas del archipiélago. Marina, Infantería y Caballería actúan simultáneamente en distintos frentes.

El drama aumenta más al sur, con las tropas de ambos países formadas a sólo 300 metros de distancia. Allí, en el fin del mundo, Argentina y Chile se ven las caras bien de cerca.

Los días pasan y el choque bélico comienza a dilatarse. Hay impaciencia. Llega Navidad. Año Nuevo. Facundo festeja su cumpleaños. La mediación papal surte efecto y las fricciones diplomáticas entre Argentina y Chile van atenuándose, poco a poco.

Finalmente, cuando enero está a punto de terminar, llega la orden que nadie quiere oír: hay que replegarse. Los soldados argentinos reciben la noticia con incredulidad y resignación. Se prepararon durante meses para defender la soberanía del país. Y ahora se quedan con las manos vacías, a último minuto.

Facundo y sus camaradas emprenden el regreso a Salta en tren. En cada parada los pueblos reconocen otra vez la tarea de esos servidores que abandonaron sus casas sin garantías de una pronta vuelta.

Cuatro décadas después

El Beagle fue una guerra sin tiros. Hoy, con 68 años, Facundo esboza una hipótesis de lo que podría haber sido el encuentro armado: “El espacio geográfico requería grandes despliegues de un lado y del otro, a lo largo de toda la frontera. Sin embargo, la guerra no podría haber durado mucho tiempo. Ninguno de los dos ejércitos tenía capacidad para un choque de varios meses. Creo, sin vanidad, que estábamos en condiciones para el éxito”, reflexiona entre mate y mate.

Facundo, paradójicamente, quería ir a la guerra y al mismo tiempo evitarla. Como buen militar siente orgullo por la designación para defender a su bandera, pero reconoce el costo de sangre que hubiera implicado ese escenario. “La lucha armada por el Beagle abría una gran herida, muy difícil de cicatrizar, entre dos países limítrofes”, agrega.

Luego de ofrecer su testimonio a Qué Pasa, el ex oficial del ejército argentino pide ser citado con un pseudónimo. Su verdadero nombre no es Facundo, pero así quiere que lo mencionen. “Tengo muchos amigos en Chile. Siento mucho respeto por el país, sus ciudadanos y mis camaradas militares chilenos. A veces la historia te pone en la situación incómoda de pelear con un amigo. Eso fue lo que me ocurrió a mí”, explica. “De todas maneras, estoy sumamente tranquilo con lo que hemos hecho”.

Facundo recuerda los cursos de paracaidismo, blindados, andinismo y equitación que compartió con sus amigos chilenos, en ambos lados de la cordillera. “Ese intercambio militar es histórico. Si estallaba la guerra, seguramente nos hubiésemos encontrado en el campo de batalla. Las vueltas de la vida te ubican en un bando o en otro. De cada uno depende responder con altura a las tareas asignadas y no tomar estos episodios como algo personal. Más allá de eso, tengo la dicha de haber dado todo por mi país”, concluye emocionado.

sábado, 16 de febrero de 2019

Crisis del Beagle: La vida de un soldado chileno

La historia de un soldado chileno en la trinchera


Autor: Pamela Silva | La Tercera






Humberto Lazo fue uno de los muchos soldados chilenos que estuvieron atrincherados por más de un año en la frontera con Argentina esperando una guerra que al final no se concretó.

Humberto Lazo tenía 18 años y llevaba seis meses cumpliendo el servicio militar en La Serena cuando lo trasladaron a, lo que él y sus compañeros pensaban, era un regimiento en Coquimbo. Cuando llegaron a Santiago y los estaban subiendo a un avión, se enteraron que los llevaban a Punta Arenas.

Pero no se quedaron en Punta Arenas, una vez ahí se hicieron parte del Regimiento Caupolicán y los cruzaron a Tierra del Fuego, donde estuvieron atrincherados un año y dos meses esperando por una guerra que nunca ocurrió.

Era 1978 y el Conflicto del Beagle estaba en su momento más intenso. “Nos dijeron que habíamos llegado a un lugar donde Chile tenía problemas con Argentina. Entonces ellos nos fueron preparando por si llegaba a suceder algo”, recuerda Humberto.

Para los hombres de la cuarta región soportar el frío intenso y los fuertes vientos del sur de Chile no fue sencillo, tampoco estar separados de sus familias sin contacto alguno durante todo el tiempo que estuvieron atrincherados. Porque en la base había un teléfono, pero ellos como simples soldados no tenían acceso a él.

Humberto y los otros soldados estaban a sólo 300 metros del enemigo, separados únicamente por un cerco con campos minados hacia ambos lados, sin poder salir de día, viendo siempre lo mismo y a las mismas personas, perdiendo la noción del tiempo. Llegó un momento en que no sabían si era lunes, miércoles o domingo.

Y aunque estaban con orden de disparo ante cualquier movimiento argentino, con la medalla de guerra puesta en el pecho y preparados para empezar la guerra en cualquier momento, Humberto asegura no haber sentido miedo. Nunca.

“Estábamos dispuestos a entregar la vida por el país. Uno chileno tenía que matar tres argentinos, ese era nuestro lema. Ya estábamos preparados porque teníamos cursos de guerrilla, estábamos listos como soldados para enfrentar una guerra”, comenta Humberto, quien a 40 años del conflicto entre ambos países sigue recordando el momento sin temor alguno.

Ricardo Pardo, compañero de regimiento de Humberto, no concuerda totalmente con su amigo. Él sí admite haber sentido miedo, sobre todos los primeros días cuando llegaron a Tierra del Fuego, cuando no sabían qué sucedería con ellos, asustado de lo que podría suceder.

Pero al igual que Humberto, Ricardo concuerda que con el paso de los días ese miedo se fue esfumando, que lo único que quedaba en ellos eran los técnicas de batalla que les enseñaban junto con un intenso orgullo de servir a la patria y un sentir, casi una necesidad, de morir defendiendo Chile.

“Te enseñan que uno tiene el honor de servir igual como sirvieron nuestros grandes héroes, y te dan la oportunidad de hacerlo. Te sientes orgulloso porque esa es la única vez que podrás hacerlo, porque no va a volver a pasar nunca más -Dios lo quiera-”, explica Ricardo.

Después de un año en las trincheras, de informes que los argentinos estaban avanzando y listos para la lucha que se desestimaban en cosa de horas para reportar que no, que estaban retrocediendo, “lo único que esperas es que disparen. Porque esa era la orden, una vez que ellos disparaban nosotros disparamos” explica Ricardo.

A tan solo 300 metros del enemigo lo único que esperaban que ese constante estado de alerta acabara y que la guerra por fin comenzase. Ellos no tenían por qué sentir miedo: Estaban mucho más preparados que los argentinos, tanto psicológicamente como en combate. O al menos, de eso los tenían convencidos.

Convencidos de que tenían que defender a Chile de una guerra que aunque nunca llegó a comenzar realmente, ellos siempre sintieron como real. Porque durante un año estuvieron alertas, pendientes de cada movimiento argentino y preparados para apretar el gatillo.

Y como para el resto de Chile el conflicto con Argentina fue una guerra que nunca empezó de verdad, sino que algo que ‘pudo haber sucedido’, a ellos los soldados de La Serena los dejaron en el olvido.

“Nosotros quedamos como soldados olvidados, como que hicieron que nunca pasó nada, nos soltaron y ahí quedamos nosotros. Nunca nos reconocieron, nunca nos dijeron ‘ustedes fueron los soldados que defendieron en su momento a su patria’, nada”, se lamenta Ricardo.

Para Humberto el sentimiento es el mismo, “dejamos a la familia para ir a responder por el país, pero a nosotros de la cuarta región nunca nos han tomado en cuenta, siempre consideran a los de Chacabuco, Concepción, Temuco, gente de Osorno, nosotros éramos una compañía entera que nunca se nos tomó en cuenta”.

Humberto, Ricardo y el resto de los soldados serenenses que estuvieron atrincherados en Tierra del Fuego formaron una agrupación, se reúnen regularmente y hace poco fueron invitados a celebrar el aniversario del Regimiento Caupolicán al sur, lo que consideran es el único reconocimiento que tendrán como veteranos de la guerra que no fue.