El Che, en una caja de puros
Un concejal de Zaragoza rescata los originiales de ocho fotos que Hutten hizo en 1967
CONCHA MONSERRAT Ricla 27 OCT 2014 - 10:44 CET8
Imágenes del cuerpo sin vida del Ché realizadas por Marc Hutten. / DAVID ASENSIO
No son los 4.000 negativos de Capa, Chim y Taro, ocultos durante 70 años y guardados en tres pequeñas cajas envueltas en una bolsa de plástico del seguro social mexicano, pero tienen similitudes. Aquel material abundante y precioso sobre la Guerra Civil llegó con el embajador de México en Francia entre 1941 y 1942, el general Francisco Aguilar González. Ahora trasciende la aventura de otras fotos históricas, ocho, en este caso sobre el Che Guevara, que han permanecido ocultas casi medio siglo, y que no viajaron en valija diplomática. Lo hicieron en el equipaje de un cura, un misionero zaragozano destinado en Bolivia, a quien se las dio un fotógrafo francés como copia de seguridad por si él no pudiera sacarlas del país.
Cuando se cumplen 47 años de la ejecución de Ernesto, Che, Guevara, en la localidad zaragozana de Ricla una caja de puros guarda esas imágenes del cadáver del líder guerrillero, entre ellas dos de su compañera, la camarada Tania, alias de Tamara Bunke, la única mujer del grupo de Guevara. Imanol Arteaga es su custodio. Están en su casa desde hace año y medio. “El Che fumaba puros”, comenta mientras muestra eufórico el tesoro que contiene la caja de habanos. “Las fotos las tenía mi tío, el canónigo Luis Cuartero, hermano de mi madre. Algunas son muy conocidas, reconocibles otras; diferentes también”. El misionero Cuartero las trajo a España entre finales de octubre y principios de noviembre de 1967, el año en que mataron al comandante revolucionario.
De cómo llegaron a sus manos habla Imanol con pasión. Reconoce que quedan partes por hilar, pero hay una certeza: son los revelados de seguridad que un periodista francés, Marc Hutten, corresponsal de France Presse, hizo de las fotos que tomó del Che ya muerto. “Hutten llegó a Bolivia, a la zona de Sucre, y se alojó en una misión protestante que llevaba su apellido. En ese tiempo los misioneros católicos y protestantes tenían mucha relación, eran pocos. Por eso cuando tomó las fotografías, al no tener seguridad de poderlas sacar del país, se las entregó al primer europeo que regresaba: mi tío. Además, era cura, ¡qué mayor seguridad!”. Cuartero regresó a España para celebrar la boda de los padres de Imanol, en 1967. “Mi tío pasó 11 años en Bolivia desde 1959, fue director del seminario de Sucre”.
Las fotos hablan de un revelado de urgencia, las de color se positivaron en blanco y negro, en un papel “certificado” que ya no se fabrica desde hace más de treinta años
Las fotos hablan de un revelado de urgencia, las de color se positivaron en blanco y negro, en un papel “certificado” que ya no se fabrica desde hace más de treinta años. ¿Por qué Imanol las saca ahora a la luz? “Siempre escuchamos que en casa había fotos del Che, era como una leyenda. Al fallecer mi tío hace dos años —yo estaba muy unido a él—, mi tía me confirmó su existencia: estaban en un sobre junto a otras que guardó sin contárselo a nadie”. Imanol es un inquieto concejal de Urbanismo por la CHA y primer teniente de alcalde de su pueblo, y lidera el grupo local de paleontología. Curioso, apasionado, se lo comentó a un amigo, Oliver Duch, fotógrafo de Heraldo de Aragón. Cotejaron las fotos, certificaron su autenticidad y decidió contar la historia con motivo del aniversario de la ejecución del Che (murió tiroteado por el Ejército boliviano el 9 de octubre de 1967). “No pienso venderlas, ¡por Dios!, sería traicionar a mi tío, y además son un tesoro”.
Imanol nunca llegó a hablar con Hutten. “Lamentablemente, murió dos meses antes que mi tío”. También siente que su tío no llegara a conocer al Che, aunque ejercía el sacerdocio muy cerca del lugar donde lo mataron, en La Higuera. “El seminario estaba a medio camino”. El canónigo regresó a Zaragoza y fue director del colegio de los infanticos del Pilar. Su sobrino acaricia su tesoro: “Voy a seguir buscando en esta historia”, concluye Imanol.
El País
viernes, 31 de octubre de 2014
jueves, 30 de octubre de 2014
Aviación civil: Descubren restos del avión de Amelia Earhart
Fragmento identificado del avión de Amelia Earhart
Por Rossella Lorenzi - Discovery News
Una pieza de escombros de aluminio recuperado en 1991 parece pertenecer al plano perdida de Earhart.
Un fragmento de aviones perdidos de Amelia Earhart se ha identificado a un alto grado de certeza, por primera vez desde que su avión desapareció sobre el Océano Pacífico, el 2 de julio de 1937, en un intento de récord de volar alrededor del mundo en el ecuador.
Una nueva investigación sugiere fuertemente que un trozo de escombros de las aeronaves de aluminio recuperado en 1991 de Nikumaroro, un atolón deshabitado en la república del Pacífico suroccidental de Kiribati, pertenece a bimotor Lockheed Electra de Earhart.
Según los investigadores de El Grupo Internacional para Histórico Recuperación de Aviones (TIGHAR), que durante mucho tiempo ha estado investigando el último vuelo, fatídico tomada por Earhart hace 77 años, la lámina de aluminio es un parche metálico instalado en el Electra durante ocho días del aviador quedarse en Miami, que fue la cuarta parada en su intento de circunnavegar el globo.
Lugar donde fue encontrado el resto
El parche sustituye una ventana de navegación: Una foto Miami Herald muestra la Electra de partir hacia San Juan, Puerto Rico en la mañana del Martes, 01 de junio 1937 con un parche brillante de metal de la ventana donde había estado.
"El Miami Patch era una reparación de campo conveniente," Ric Gillespie, director ejecutivo de TIGHAR, dijo a Discovery News. "Su complejo de huellas dactilares de las dimensiones, proporciones, materiales y patrones de remache era tan único a Electra de Earhart como una huella digital es un individuo. "
Investigadores del TIGHAR fueron a Servicios Aéreos Wichita en Newton, Kansas., Y se comparan las dimensiones y características del artefacto 2-2-V-1, como se llamaba la hoja de metal que se encuentra en Nikumaroro, con los componentes estructurales de un Lockheed Electra ser restaurado a condición de aeronavegabilidad.
El patrón de remaches y otras características en 19 pulgadas de ancho por el de 23 pulgadas de largo Nikumaroro artefacto se correspondía con el parche y se alinearon con los componentes estructurales de la Lockheed Electra. TIGHAR detalla el hallazgo en un informe en su sitio web.
"Esta es la primera vez que un artefacto encontrado en Nikumaroro se ha demostrado que tienen un vínculo directo con Amelia Earhart", dijo Gillespie.
El avance podría probar que, contrariamente a lo que generalmente se cree, Earhart y su navegante, Fred Noonan, no se estrelló en el Océano Pacífico, quedarse sin combustible en algún lugar cerca de su punto de destino de la isla de Howland.
En lugar de ello, hicieron un aterrizaje forzoso en el filón coralino Nikumaroro 'lisa y plana. Los dos se hicieron náufragos y, finalmente, murió en el atolón, que es unos 350 km al sureste de la isla de Howland.
miércoles, 29 de octubre de 2014
SGM: Un héroe holandés diferente
Willem Arondeus: El combatiente de la resistencia antifascista abiertamente gay
por Jack Doyle - OZY
Una tarde de marzo de 1943, un edificio estalló en llamas en Amsterdam. Al amanecer, los pedazos dispersos de papel brillaban a través de las vigas carbonizadas del techo colapsado. Los papeles celebraron los nombres de los ciudadanos holandeses, grabados por los nazis para vigilar a los Países Bajos ocupados.
El bombardeo de la Oficina de Registros Públicos es un símbolo de la resistencia holandesa al fascismo hasta nuestros días.
La bomba que sacudió el edificio destruido menos de una cuarta parte de las tenencias de la Oficina de Registros Públicos de Amsterdam, pero envió un mensaje de que los nazis no se olvide: Estamos luchando de nuevo. El bombardeo es un poderoso símbolo de la resistencia holandesa al fascismo hasta nuestros días -, pero el hombre responsable de que sólo está empezando a recibir el reconocimiento.
Willem Arondeus fue uno de los organizadores más dedicados y creativos de los holandeses de metro. Pero debido a que él era abiertamente gay, su nombre fue a menudo minimizó en libros sobre la resistencia en tiempos de guerra.
Nacido en Amsterdam en 1895 a los padres de vestuario de teatro-diseñar, Arondeus crió uno de seis hijos. Sus padres inicialmente alentaron sus inclinaciones artísticas - Le encantaba escribir y pintura - pero su sexualidad causó fricción entre ellos. A los 17, Willem negó a ocultar su homosexualidad por más tiempo, y al año siguiente, sus padres lo echaron.
Arondeus tuvo trabajos esporádicos sin dejar de desarrollar su talento artístico. Entonces oportunidad golpeó con su primer encargo importante - un mural para el ayuntamiento de Rotterdam - lo que le ayudó a ganar una reputación como un pintor serio. Su estilo - parte Picasso, parte Rembrandt - mezcla nueva abstracción radical con tonos holandeses tradicionales, sombríos. Algunas de sus obras sobrevive y está en exhibición en el Museo Metropolitano de Arte.
Como Hitler ascendió al poder en Alemania, Arondeus estaba disfrutando de la vida y una relación feliz - a pesar de las dificultades financieras. Incluso publicó una biografía del pintor holandés y activista político Matthijs Maris que vendió lo suficientemente bien como para mantener a él ya su socio, Jan Tijssen, a flote.
Luego de la guerra lo cambió todo.
Cuando los nazis invadieron los Países Bajos en mayo de 1940, que estaban dispuestos a mantener los holandeses de su lado - no hay deportaciones inmediatas, la violencia o el estricto toque de queda. Tal vez los nazis no eran tan malos, algunos holandés argumentó.
Él fue el gran héroe que fue más dispuesto a dar su vida por la causa.
Pero las minorías como Arondeus no tenían delirios. Las relaciones con el mismo sexo habían sido legal en los Países Bajos durante más de un siglo, pero el nuevo gobierno no perdió tiempo en recriminalizing homosexualidad. Inspirado por Maris, el activista que había escrito acerca de quien luchó por la democracia en el 1871 Comuna de París levantamiento, Arondeus fue uno de los primeros en unirse a la resistencia holandesa.
Sus habilidades como un artista se pusieron rápidamente a buen uso. Arondeus unió a un grupo que forjó documentos de identidad - objetos preciosos en cualquier estado fascista controlado. Como los nazis comenzaron a tomar medidas enérgicas contra la población judía de Amsterdam, su organización enfocada en proveer Judios holandeses con identidades falsas. También trabajó incansablemente para publicar información antinazi y reclutar a personas de la comunidad a unirse a la resistencia.
En 1943, se hizo evidente para Arondeus que el tiempo se acababa para los Judios holandeses y otras personas en listas de vigilancia de la Gestapo. Así que ideó un plan para acabar con esas listas en total.
La oficina de registros celebrará información sobre cientos de miles de personas holandesas, incluyendo Judios, y los nazis utilizar este catálogo para comprobar identidades falsas. La mejor manera de interrumpir el flujo de información, Arondeus decidió, era para hacerlo explotar.
Él quería que el mundo supiera: "Los homosexuales no son cobardes."
Él y un grupo de combatientes de la resistencia - algunos de ellos también abiertamente gay, incluyendo director de orquesta y violonchelista clásica Frieda Belinfante, sastre Sjoerd Bakker y escritor Johan Brouwer - planeó cuidadosamente el ataque.
El 27 de marzo de 1943, vestido como un capitán del Ejército alemán, Arondeus 15 hombres marcharon hasta la Oficina de Registros Públicos. Se desactivarán los guardias por drogar a ellos, colocados los explosivos e hicieron historia holandesa.
El éxito del grupo, sin embargo, fue de corta duración. A los pocos días, la Gestapo había capturado a todos los combatientes de la resistencia involucrados en el atentado; un traidor en el anonimato dentro de la organización los había convertido en.
En el juicio farsa, Arondeus tomó toda la responsabilidad por el atentado. Trágicamente, esto no impidió que los nazis de la ejecución de 13 de los saboteadores - incluyendo Arondeus - por un pelotón de fusilamiento, mientras que los otros lograron huir del país.
Desafiante hasta el final, Arondeus comunicó sus palabras finales a través de su abogado. Su mensaje? "Los homosexuales no son cobardes."
Como organizador de la resistencia, Arondeus fue una inspiración para sus compañeros y puede haber ayudado a cientos de Judios escapan deportación. Sin embargo, su legado ha sido pasado por alto en gran medida en los Países Bajos.
Su familia recibió una medalla del gobierno holandés en conmemoración de su valentía en la década de 1980, pero a pesar de su mensaje final de desafío, su sexualidad fue omitido en los libros de historia hasta la década de 1990.
Belinfante, el violonchelista y lesbiana que ayudó a planear el atentado y sufrió el abandono similar de su legado la guerra, recordó que otro miembro de la resistencia - un hombre heterosexual - fue acreditado con la dirección del grupo y los bombardeos durante años.
"[Arondeus] fue el gran héroe que fue más dispuesto a dar su vida por la causa", dijo ella, poniendo las cosas en claro.
martes, 28 de octubre de 2014
¿Cuántos (millones) murieron en la gran Hambruna china?
¿Cuánta gente murió en la Gran Hambruna de China?
por Mao Yushi
Hay un misterio en China desde hace décadas: ¿cuánta gente murió durante la Gran Hambruna en China?
Es casi imposible determinarlo. Algunos historiadores lo llaman el peor desastre humano en la historia causado por los hombres, matar una de cada ocho personas en algunos lugares. Pero la discusión acerca mucho de lo que sucedió durante esta época es activamente reprimida en China. De hecho, a este periodo se le llama “Los Tres Años de Desastres Naturales” ahí, y la discusión sigue siendo algo prohibido.
Como un economista y un ciudadano preocupado, he estado buscando la verdad. No solo hay lecciones históricas y económicas importantes que deberíamos aprender de este episodio, la continua censura del pasado que impone el gobierno chino ayuda a perpetuar el autoritario sistema político que impera en el país.
También es importante entender esto porque la Gran Hambruna fue causada por errores humanos evitables, no por desastres naturales inevitables.
Los problemas empezaron en 1949 cuando el Partido Comunista llegó al poder. Poco después, el Gran Salto Hacia Delante de Mao intentó modernizar el sistema agrícola de China. Pero muchos agricultores fueron incapaces de cultivar suficientes alimentos para ellos luego de darle una porción considerable de este al gobierno.
Esto condujo a una hambruna masiva alrededor del campo en el país. En ese entonces, yo recién había cumplido 30 años y estaba trabajando en el Instituto de Investigaciones Ferroviarias. Recuerdo que nuestra cancha de básquetbol había sido transformada para cultivar trigo.
Eventualmente, fui denominado un “derechista” y perseguido, junto con miles de otros. Fuimos removidos de nuestros puestos y enviados al campo para ser “re-educados”. Fui reducido a la forma más mísera del ser humano, constantemente perseguido por la pesadilla que nunca podía dejar a un lado: el hambre.
Habían 700 personas en un la pequeña aldea donde me hospedé durante este periodo. Alrededor de 80 a 90 personas morían de hambre o enfermedades relacionadas antes de que terminara la hambruna en 1961.
Incluso el día de hoy, la gran mayoría del pueblo chino no está consciente de los impactos reales de la Gran Hambruna. Los investigadores debaten el número de personas muertas, estimando que esta cifra se ubica en cualquier lugar entre 18 millones o incluso más de 42 millones. El cálculo oficial del gobierno chino se ubica alrededor de los 20 millones.
He estado investigando esta pregunta. Según el propio anuario estadístico del gobierno chino, la población de China estaba creciendo continuamente hasta fines de 1958. Si seguimos esta tendencia del crecimiento, la población debería haberse ubicado entre 711,18 millones para 1962, en lugar de 658,59 millones, una diferencia de alrededor de 52 millones de individuos.
No podemos, sin embargo, simplemente decir que el Gran Salto Hacia Delante mató a 52 millones de personas. Aunque millones se murieron de hambre, ese número también incluye a las mujeres que no tuvieron hijos y bebés que nunca nacieron. Si sustraemos los bebés que hubieran nacido, utilizando las tasas promedio de mortalidad y fertilidad del periodo, el número de muertes anormales durante la Gran Hambruna fue de 36 millones.
Si esta cifra es la correcta, la Gran Hambruna mató aproximadamente las misma cantidad de personas que la Segunda Guerra Mundial. Esto es el equivalente a la Masacre de Nanjing en cada una de las 30 capitales provinciales de China, multiplicado por cinco.
“El pueblo chino fue engañado”, Jo Lusby, director de las operaciones en China de Penguin, le dijo al diario The Guardian. “Ellos necesitan una historia verdadera”. Esa es mi misión—responder las preguntas que muchas veces no se nos ocurre plantear.
por Mao Yushi
Hay un misterio en China desde hace décadas: ¿cuánta gente murió durante la Gran Hambruna en China?
Es casi imposible determinarlo. Algunos historiadores lo llaman el peor desastre humano en la historia causado por los hombres, matar una de cada ocho personas en algunos lugares. Pero la discusión acerca mucho de lo que sucedió durante esta época es activamente reprimida en China. De hecho, a este periodo se le llama “Los Tres Años de Desastres Naturales” ahí, y la discusión sigue siendo algo prohibido.
Como un economista y un ciudadano preocupado, he estado buscando la verdad. No solo hay lecciones históricas y económicas importantes que deberíamos aprender de este episodio, la continua censura del pasado que impone el gobierno chino ayuda a perpetuar el autoritario sistema político que impera en el país.
También es importante entender esto porque la Gran Hambruna fue causada por errores humanos evitables, no por desastres naturales inevitables.
Los problemas empezaron en 1949 cuando el Partido Comunista llegó al poder. Poco después, el Gran Salto Hacia Delante de Mao intentó modernizar el sistema agrícola de China. Pero muchos agricultores fueron incapaces de cultivar suficientes alimentos para ellos luego de darle una porción considerable de este al gobierno.
Esto condujo a una hambruna masiva alrededor del campo en el país. En ese entonces, yo recién había cumplido 30 años y estaba trabajando en el Instituto de Investigaciones Ferroviarias. Recuerdo que nuestra cancha de básquetbol había sido transformada para cultivar trigo.
Eventualmente, fui denominado un “derechista” y perseguido, junto con miles de otros. Fuimos removidos de nuestros puestos y enviados al campo para ser “re-educados”. Fui reducido a la forma más mísera del ser humano, constantemente perseguido por la pesadilla que nunca podía dejar a un lado: el hambre.
Habían 700 personas en un la pequeña aldea donde me hospedé durante este periodo. Alrededor de 80 a 90 personas morían de hambre o enfermedades relacionadas antes de que terminara la hambruna en 1961.
Incluso el día de hoy, la gran mayoría del pueblo chino no está consciente de los impactos reales de la Gran Hambruna. Los investigadores debaten el número de personas muertas, estimando que esta cifra se ubica en cualquier lugar entre 18 millones o incluso más de 42 millones. El cálculo oficial del gobierno chino se ubica alrededor de los 20 millones.
He estado investigando esta pregunta. Según el propio anuario estadístico del gobierno chino, la población de China estaba creciendo continuamente hasta fines de 1958. Si seguimos esta tendencia del crecimiento, la población debería haberse ubicado entre 711,18 millones para 1962, en lugar de 658,59 millones, una diferencia de alrededor de 52 millones de individuos.
No podemos, sin embargo, simplemente decir que el Gran Salto Hacia Delante mató a 52 millones de personas. Aunque millones se murieron de hambre, ese número también incluye a las mujeres que no tuvieron hijos y bebés que nunca nacieron. Si sustraemos los bebés que hubieran nacido, utilizando las tasas promedio de mortalidad y fertilidad del periodo, el número de muertes anormales durante la Gran Hambruna fue de 36 millones.
Si esta cifra es la correcta, la Gran Hambruna mató aproximadamente las misma cantidad de personas que la Segunda Guerra Mundial. Esto es el equivalente a la Masacre de Nanjing en cada una de las 30 capitales provinciales de China, multiplicado por cinco.
“El pueblo chino fue engañado”, Jo Lusby, director de las operaciones en China de Penguin, le dijo al diario The Guardian. “Ellos necesitan una historia verdadera”. Esa es mi misión—responder las preguntas que muchas veces no se nos ocurre plantear.
lunes, 27 de octubre de 2014
JAR: Su rol como estadista y organizador nacional
¿Es Roca la bestia negra de la historia argentina?
Rosendo Fraga
El 19 de octubre de 2014, se cumplió el Centenario del fallecimiento del General Julio A. Roca.Se trata del Presidente que gobernó más tiempo en los dos siglos de historia que lleva la Argentina: fue Presidente dos períodos constitucionales completos de seis años, con dos períodos intermedios de doce años en total. Fue el gran constructor del estado nacional y quien llevó a los hechos los ideales de otro tucumano, que fue Alberdi: podríamos decir que él fue el ideólogo y Roca el hacedor.
En su primer gobierno (1880-1886) unificó la moneda, concentró el poder militar en el gobierno nacional y sancionó la ley 1420 de educación obligatoria, gratuita y laica. Tuvo lugar la mayor inmigración hasta entonces, se multiplicó por varias veces la red de ferrocarriles y también el número de docentes, alumnos y escuelas. Creó el Consejo Nacional de Educación y designó al frente del mismo a Sarmiento y a Avellaneda lo nombró rector de la Universidad de Buenos Aires; limitó el poder de la Iglesia, firmó en 1881 el tratado de límites con Chile por el cual la Patagonia pasó a ser argentina sin discusión.
En su segunda presidencia (1898-1904) sancionó la ley del servicio militar obligatorio que en su momento fue una democratización de la prestación militar, a la vez que sancionó una reforma electoral en base al sistema británico de voto voluntario con elección por circunscripción. Dispuso la presencia soberana de Argentina en la Antártida y envió al Congreso un proyecto de reforma social con un Código del Trabajo avanzado para su época y un proyecto para transformar el sistema educativo vinculándolo con el mundo del trabajo. Inició también la diplomacia presidencial concertando encuentros y entrevistas con los presidentes de Chile, Brasil y Uruguay (los primeros encuentros de este tipo de la historia); por último, fijó en el plano internacional la doctrina por la cual no se puede exigir el pago de deudas mediante la fuerza a los estados, conocida como Doctrina Drago.
Políticamente, Roca, junto con Yrigoyen y Perón, fue uno de los tres grandes líderes políticos de la Argentina que dieron origen a los tres movimientos que gobernaron el país durante décadas: Conservadurismo, Radicalismo y Peronismo.
Durante la Década Kirchnerista, Roca fue convertido en la bestia negra de la historia argentina. Ello ha llevado a que en los manuales de enseñanza de historia argentina del secundario no se mencione que haya sido Presidente, aunque fue quien ejerció el cargo durante más tiempo y siempre en períodos constitucionales. En parte, la campaña contra Roca ha tenido que ver con la desmilitarización de la historia: que un militar profesional haya sido el gran constructor del estado nacional no encaja con la interpretación de la historia que la divide entre militares golpistas y civiles democráticos.
Esto no se corresponde a la realidad, donde las cosas han sido mucho más complejas y contradictorias. Este forzamiento de la historia ha llegado a plantear que la campaña para ocupar los territorios fuera del control del Estado nacional es un adelanto o ensayo del genocidio de los años setenta del siglo XX.
En cuanto a la política indígena, se cuestiona a Roca en función de afirmaciones erróneas. Lo primero a tener en cuenta es que en la campaña al Río Negro que realiza como Ministro de Guerra en la Presidencia de Avellaneda, se hizo en base a una ley sancionada por el Congreso de la Nación. La campaña fue para someter a las leyes del estado nacional a las tribus que no las aceptaban, unos 10.000 indios, que no reconocían la soberanía del estado nacional. La mayoría de las tribunas había aceptado su inserción en el Estado argentino; incluso la quinta parte de las fuerzas que comandó Roca eran indígenas al mando de sus caciques. En esta campaña murieron 1200 indios de pelea; no hubo exterminio ni aniquilación.
Que parte de los indios sometidos pasaran a formar parte de las Fuerzas Armadas, a trabajar en las estancias o a educarse en las escuelas de la orden salesiana, fueron políticas de inserción laboral y social, lógicas para la época.
Es interesante que el Revisionismo Kirchnerista, que cuestiona a Roca como la peor figura de la historia tan es así que el Ejército no puede participar en ningún acto con memorativo del Centenario de Roca, aunque fue Teniente General y Presidente en dos períodos constitucionales reivindica a Rosas, quien en su campaña al sur contra los indios dio muerte a 3400 de éstos como él mismo informa, es decir tres veces más que en la campaña de Roca en el mismo territorio. Además, la legislatura bonaerense en 1841 declara a Rosas benemérito de la Patria por haber matado 40.000 indios. Esta información es inexacta, pero muestra la cultura imperante en la época de Rosas: se multiplicó por casi doce la cantidad de indios que había matado para enaltecer su figura.
Como líder político, Roca puede ser discutible, como lo son Yrigoyen y Perón, pero es en su rol de estadista y en su rol como gran constructor del Estado nacional, donde su figura debe ser reconocida, más allá de la polémica.
Rosendo Fraga
El 19 de octubre de 2014, se cumplió el Centenario del fallecimiento del General Julio A. Roca.Se trata del Presidente que gobernó más tiempo en los dos siglos de historia que lleva la Argentina: fue Presidente dos períodos constitucionales completos de seis años, con dos períodos intermedios de doce años en total. Fue el gran constructor del estado nacional y quien llevó a los hechos los ideales de otro tucumano, que fue Alberdi: podríamos decir que él fue el ideólogo y Roca el hacedor.
En su primer gobierno (1880-1886) unificó la moneda, concentró el poder militar en el gobierno nacional y sancionó la ley 1420 de educación obligatoria, gratuita y laica. Tuvo lugar la mayor inmigración hasta entonces, se multiplicó por varias veces la red de ferrocarriles y también el número de docentes, alumnos y escuelas. Creó el Consejo Nacional de Educación y designó al frente del mismo a Sarmiento y a Avellaneda lo nombró rector de la Universidad de Buenos Aires; limitó el poder de la Iglesia, firmó en 1881 el tratado de límites con Chile por el cual la Patagonia pasó a ser argentina sin discusión.
En su segunda presidencia (1898-1904) sancionó la ley del servicio militar obligatorio que en su momento fue una democratización de la prestación militar, a la vez que sancionó una reforma electoral en base al sistema británico de voto voluntario con elección por circunscripción. Dispuso la presencia soberana de Argentina en la Antártida y envió al Congreso un proyecto de reforma social con un Código del Trabajo avanzado para su época y un proyecto para transformar el sistema educativo vinculándolo con el mundo del trabajo. Inició también la diplomacia presidencial concertando encuentros y entrevistas con los presidentes de Chile, Brasil y Uruguay (los primeros encuentros de este tipo de la historia); por último, fijó en el plano internacional la doctrina por la cual no se puede exigir el pago de deudas mediante la fuerza a los estados, conocida como Doctrina Drago.
Políticamente, Roca, junto con Yrigoyen y Perón, fue uno de los tres grandes líderes políticos de la Argentina que dieron origen a los tres movimientos que gobernaron el país durante décadas: Conservadurismo, Radicalismo y Peronismo.
Durante la Década Kirchnerista, Roca fue convertido en la bestia negra de la historia argentina. Ello ha llevado a que en los manuales de enseñanza de historia argentina del secundario no se mencione que haya sido Presidente, aunque fue quien ejerció el cargo durante más tiempo y siempre en períodos constitucionales. En parte, la campaña contra Roca ha tenido que ver con la desmilitarización de la historia: que un militar profesional haya sido el gran constructor del estado nacional no encaja con la interpretación de la historia que la divide entre militares golpistas y civiles democráticos.
Esto no se corresponde a la realidad, donde las cosas han sido mucho más complejas y contradictorias. Este forzamiento de la historia ha llegado a plantear que la campaña para ocupar los territorios fuera del control del Estado nacional es un adelanto o ensayo del genocidio de los años setenta del siglo XX.
En cuanto a la política indígena, se cuestiona a Roca en función de afirmaciones erróneas. Lo primero a tener en cuenta es que en la campaña al Río Negro que realiza como Ministro de Guerra en la Presidencia de Avellaneda, se hizo en base a una ley sancionada por el Congreso de la Nación. La campaña fue para someter a las leyes del estado nacional a las tribus que no las aceptaban, unos 10.000 indios, que no reconocían la soberanía del estado nacional. La mayoría de las tribunas había aceptado su inserción en el Estado argentino; incluso la quinta parte de las fuerzas que comandó Roca eran indígenas al mando de sus caciques. En esta campaña murieron 1200 indios de pelea; no hubo exterminio ni aniquilación.
Que parte de los indios sometidos pasaran a formar parte de las Fuerzas Armadas, a trabajar en las estancias o a educarse en las escuelas de la orden salesiana, fueron políticas de inserción laboral y social, lógicas para la época.
Es interesante que el Revisionismo Kirchnerista, que cuestiona a Roca como la peor figura de la historia tan es así que el Ejército no puede participar en ningún acto con memorativo del Centenario de Roca, aunque fue Teniente General y Presidente en dos períodos constitucionales reivindica a Rosas, quien en su campaña al sur contra los indios dio muerte a 3400 de éstos como él mismo informa, es decir tres veces más que en la campaña de Roca en el mismo territorio. Además, la legislatura bonaerense en 1841 declara a Rosas benemérito de la Patria por haber matado 40.000 indios. Esta información es inexacta, pero muestra la cultura imperante en la época de Rosas: se multiplicó por casi doce la cantidad de indios que había matado para enaltecer su figura.
Como líder político, Roca puede ser discutible, como lo son Yrigoyen y Perón, pero es en su rol de estadista y en su rol como gran constructor del Estado nacional, donde su figura debe ser reconocida, más allá de la polémica.
domingo, 26 de octubre de 2014
Uruguay: La guerra civil uruguaya de 1904
Revolución de 1904
Un médico –a la derecha– toma mate en un campamento del Ejército uruguayo.
Fecha 1904
Lugar Uruguay
Resultado Victoria del Partido Colorado, que gobernaba Uruguay. Los nacionalistas sublevados obtuvieron una amnistía general y una promesa de reforma constitucional que contemplase sus reivindicaciones.
Conflicto Sublevación de los militantes del Partido Nacional contra el gobierno de José Batlle y Ordóñez, debido al incumplimiento del Pacto de la Cruz por parte de éste con fines electorales, que a su vez había puesto fin a la Revolución de 1897.
Beligerantes
Partido Nacional vs. Uruguay
Comandantes
Aparicio Saravia (PN) y Pablo Galarza (Uy)
Fuerzas en combate
Ejército revolucionario del Partido Nacional vs. Ejército del Uruguay
La Revolución de 1904 fue la última guerra civil que se libró en el Uruguay, así como la más sangrienta y decisiva en la suerte del país en el siglo XX, cuya finalización determinó, entre otras consecuencias, un nuevo orden como la imposición de los valores eminentemente urbanos e intelectualistas –encarnados por José Batlle y Ordóñez– sobre la cultura del caudillismo rural imperante desde la independencia hasta aquel momento representado por Aparicio Saravia.
Introducción
El 1 de marzo de 1903 Batlle y Ordóñez, líder emergente del Partido Colorado, fue electo Presidente de la República con los votos de una fracción disidente del Partido Nacional –En Uruguay hasta 1922 las elecciones presidenciales eran indirectas, es decir, la realizaban los miembros del Parlamento– encabezada por Eduardo Acevedo Díaz, quien pronto opinaría que Saravia, del que fue secretario en la Revolución de 1897, “No es más que un pobre gaucho, engreído y camorrista, antes que belicoso”.
Batlle tenía la intención de denunciar el Pacto de la Cruz –que puso fin a la Revolución de 1897 y que concedió al Partido Nacional el control político de seis departamentos–, según lo había proclamado antes de su elección: “La aspiración de la próxima lucha electoral debe ser el gobierno del partido. La consecuencia necesaria del triunfo de ese principio debe serla reconquista de los departamentos”. En ese plan, el 12 de marzo Batlle designó los jefes políticos departamentales, entre ellos seis blancos –nacionalistas–, pero dos (Rivera y San José) los adjudicó al grupo de Acevedo Díaz, que había sido expulsado del partido.
Tensión de las posturas o paz armada
El caudillo blanco nicole ordenó de inmediato al jefe político de Rivera, Carmelo Cabrera, que no entregara el poder. El departamento de Rivera, fronterizo con Brasil, era una base fundamental y fuente de pertrechos militares para las guerrillas militares del Partido Nacional. El 16 de marzo Saravia reunió unos 15.000 hombres en pie de guerra “La demostración armada”.
Después de una dramática negociación, llevada a cabo por Alfonso Lamas –hermano de Diego Lamas y médico personal de Batlle– y José Pedro Ramírez, el 22 de marzo se llegó a un acuerdo –el Pacto de Nico Pérez– que evitó la guerra civil: el Partido Nacional controlaría Rivera y otros cuatro departamentos, pero Batlle designaría el jefe político de San José sin consultar al Directorio blanco.
El 30 de marzo fue una jornada de apoteosis para Saravia: concentró y luego dispersó unos 20.000 hombres, casi todos jinetes, en la población de Nico Pérez, departamento de Florida. Durante el resto de 1903 Batlle mejoró el Ejército, al que dotó de fusiles Máuser e incorporó ametralladoras Colt y cañones Canet de 75 milímetros.
Batlle y Saravia, quienes nunca llegarían a verse los rostros, se comunicaban a través de José Pedro Ramírez que, por su espíritu conciliador, suavizaba las posturas de ambos, con lo cual generó equívocos y, consecuentemente, contribuyó a precipitar las tensiones. Actuaban, además, sectores y grupos que querían la guerra.
Inminente estallido de la guerra civil
El incidente de Rivera
La situación se había tensionado al tal extremo, desde la “protesta armada” de 1903, que bastaba una chispa para hacer estallar la tormenta. Y esa chispa la encendió un incidente de borrachos acontecido en la ciudad de Rivera.
El jefe político de la ciudad era, desde 1903, Carmelo Cabrera, uno de los líderes más prestigiosos del Partido Nacional y hombre estrechamente vinculado a Aparicio Saravia. Venia teniendo Cabrera problemas con los brasileños, que transitaban por entonces, en particular en Río grande do Sul, por una situación política tensa. El 16 de marzo de 1903, mientras se desarrollaba la “protesta armada”, y cuando el jefe político de Rivera aun era Abelardo Márquez, gente en armas del caudillo João Francisco Pereira de Souza había irrumpido en la oriental y había destruido las instalaciones de dos periódicos publicados por los federales adversarios de éste, en la ciudad oriental: O Maragato y O Canabarro. En aquella violenta acción habían muerto algunos de los responsables de estas publicaciones. Si bien Saravia mantenía excelentes relaciones con Joao Francisco, se molesto y mucho ante esta violación de la soberanía nacional, y sustituyo a Márquez por Cabrera. Este no estaba dispuesto a permitir una repetición de este episodio.
El domingo 1 de noviembre de 1903 hubo un incidente en el curso del cual un ciudadano brasileño llamado Gentil Gomes cometió diversos desmanes. No era la primera vez; Gomes había sido uno de los cabecillas de la irrupción de marzo. En estas circunstancias, Carmelo Cabrera metió en cárcel al revoltoso y a algunos de sus secuaces. Pero poco tiempo después se reunieron en la frontera unos 400 hombres de Joao Francisco, encabezados por Ataliva Gomes, alcalde de Santa Ana do Livramento y hermano del protagonista de los incidentes. Ataliva Gomes exigió perentoriamente la liberación de los detenidos.
Cabrera, que contaba con poco más de 100 hombres en armas, intento negociar con los brasileños y libero a todos los detenidos, menos precisamente a Gentil Gomes, que estaba en la cárcel por disposición judicial. Pero Ataliva pretendía, concretamente, que se devolviesen la libertad a su hermano, y la reunión fue en extremo tensa; incluyo un intento de agresor al propio jefe político, que estuvo a punto de ser asesinado y se salvó por la intervención de Bernardino Pereira de Souza, hermano de Joao Francisco. Ante la firmeza de Carmelo Cabrera, los brasileños entraron en Rivera en actitud francamente agresiva. El jerarca oriental, entonces, dispuso a sus tropas en formación de combate y telegrafió a José Batlle y Ordóñez para informarlo de la situación y pedir auxilios. EL presidente ordeno no liberar a Gomes y envió al departamento dos regimientos de caballería.
A medianoche, mientras se cruzaban disparos, uno de los custodios de Gentil Gomes lo puso en libertad y se fue con el a territorio brasileño. Con ese hecho debió por darse por concluido el incidente; pero el 2 de noviembre entraron en Rivera los dos regimientos enviados por el gobierno y se instalaron en Tranqueras. El día 3 el directorio del Partido Nacional, presidido por el doctor Alfonso Lamas, pidió la retirada de esas tropas, dado que el motivo que había determinado su entrada en Rivera estaba superado. El presidente se negó en redondo; era su derecho constitucional enviar tropas a cualquier zona del país, y no admitía compromiso alguno al respecto. Para peor, Carmelo Cabrera logro descifrar un mensaje en clave del ministro de Guerra, general Eduardo Vázquez, por el que daba instrucciones a los jefes militares instalados en Tranqueras de que estuviesen listos para combatir en caso de que se pretendiera expulsarlos del departamento violentamente. Enterado Aparicio Saravia de estos hechos, se reunió con Lamas y otros miembros del directorio; acordaron poner un plazo límite a la permanencia de las fuerzas del Ejército en Rivera. Si para el 15 de enero de 1904 no se habían retirado, se enviaría un ultimátum al presidente.
Búsqueda infructuosa de la paz
Según el escritor Lincoln Maiztegui Casas, este que consideraba propicio aquel momento para librar una guerra, que veía como inevitable, decidió aprovechar la coyuntura para provocarla y definir de una vez la tensa situación política. Batlle, ordenó el movimiento de tropas en todo el país y el 29 de diciembre Batlle empezó a enviar tropas al interior del Uruguay, incluidos los departamentos blancos. El Directorio consideró anulados todos los acuerdos y Saravia dio órdenes de movilización, aunque evitando de momento los enfrentamientos, también Batlle detuvo a algunos dirigentes blancos en Tacuarembó. El directorio comunicó a Batlle, a través de Gonzalo Ramírez, que consideraba violado el pacto de Nico Pérez.
En ese contexto, el 1 y 2 de enero de 1904 Martín C. Martínez –blanco disidente, ministro de Hacienda– Aureliano Rodríguez Larreta, José Pedro Ramírez y Gonzalo Ramírez buscaron frenéticamente y por todos los medios un acuerdo. Batlle entonces presentó una propuesta, el 3 de enero: si se llegaba a un acuerdo electoral y los blancos se comprometían a no iniciar acciones armadas él retiraría las tropas.
En medio de febriles negociaciones, Batlle comunicó, a través de su ministro Martín C. Martínez, que si se llegaba a un acuerdo electoral entre ambos partidos, “no tendría necesidad de tener acampados los regimientos en las cuchillas y los haría volver a sus cuarteles”. El 5 de enero Rodríguez Larreta se entrevistó en Melo con Saravia, que aceptó la propuesta presidencial, mostrándose en toda esta crisis asombrosamente sereno y moderado, aceptando abiertamente la propuesta presidencial. A las 72 horas el intermediario comunicó a Martín C. Martínez que la paz era un hecho; pero cuando el ministro habló con el presidente éste respondió con una frase: “Ya es tarde”. Era el 8 de enero de 1904, y aquel tajante veredicto significaba la guerra.
Confirmación del conflicto
José Batlle y Ordóñez.
De inmediato la Policía comenzó a detener dirigentes blancos en todo el país. “El gobierno se ha sublevado” repetían los nacionalistas en el interior uruguayo. El 3 de enero un grupo de 70 blancos había rechazado a la Caballería gubernista liderada por Pablo Galarza, que por órdenes de Batlle se proponía tomar Trinidad; estos primeros tiroteos provocaron a su vez las primeras bajas. El 8 de enero, enterado de la respuesta del presidente, Saravia ordenó la movilización general.
A lo largo de la campaña, que duraría ocho meses, unos 20.000 guerrilleros blancos desafiaron a las 36.000 tropas gubernamentales, repitiendo la táctica usada en la revolución de 1897: movimiento permanente, batallas ocasionales seguidas de retiradas, recibo de pertrechos desde Brasil y Argentina y extender el enfrentamiento hasta que el gobierno –agotado– acepte negociar.
Batlle –un líder de notable autoridad y decisión– se sirvió de un Ejército mejor organizado y armado que el de 1897, empleó bien los recursos modernos como el ferrocarril, el telégrafo y las nuevas armas, y adoptó medidas de insólita severidad: leva en masa para servir en las Guardias Nacionales, interdicción de bienes privados, lugares de reuniones y órganos de prensa. Batlle dirigió personalmente los movimientos militares y dividió a sus tropas en dos grandes cuerpos: el del S, liderado por Justino Muniz, y el del N, comandado por Manuel Benavente.
[editar]Acciones bélicas
Inicios
Los primeros enfrentamientos se dieron en el Departamento de Rivera en el cual Carmelo Cabrera resistió la entrada de las fuerzas coloradas e hizo explorar los puentes que permitían el paso del ferrocarril. El 9 de enero Aparicio atacó una fuerza colorada de pequeño tamaño poniéndola en desbandada, marchando hacia el Sur de inmediato sobre las fuerzas de Justino Muniz, que salió con tan solo 3.000 hombres contra los 9.000 de su enemigo emprendiendo la retirada por consejo de José Saraiva, hermano colorado del caudillo nacionalista, en dicha retirada se produjeron algunas escaramuzas menores en los parajes de La Ternera, Las Pavas y Sierra de Sosa. Batlle de inmediato envió 6.000 hombres para respaldar a las fuerzas de Muniz, produciéndose el 14 de enero el primer combate de gran amplitud, en la Batalla de Mansavillagra, actual departamento de Florida. La gran capacidad de fuego de las tropas coloradas, destrozo las barricadas de Aparicio y este debió retirarse
En retirada hacia el Norte, el 15 de ese mes los revolucionarios fueron batidos en el pueblo de Illescas, en el límite departamental de Florida y Lavalleja. Durante siete días los blancos huyeron hacia Melo. A lo largo de 200 kilómetros Muniz persiguió a Saraiva, que se dirigía hacia la capital cerrolarguense, con ánimo de traspasar la frontera. En el trayecto se suscitaron algunas escaramuzas, pero el ejército blanco consiguió llegar a Melo. El 21 de enero, al frente de 15.000 hombres, Saravia atravesó la ciudad de Melo, luego dividió a sus tropas en tres grupos y aparentó internarse en Brasil.
Pronto la calle se llenó de hombres gesticulantes, barbudos y harapientos, que pasaban en nerviosos caballos peludos gritando cosas que yo no entendía. Uno se detuvo un momento, dio a mi madre una carta, recibió de ésta un paquete y volvió a sumarse al desfile ruidoso, que parecía interminable. (…) Los blancos eran hombres desaseados, roncos y desagradables. Las banderas, descoloridas y en jirones, carecían de grandeza. Decididamente, la guerra era para mí cada vez más incomprensible.
Juana de Ibarbourou, Chico Carlo.
Muniz envió al gobierno noticias de victoria (un diario colorado sostuvo que, a esas alturas, Saravia “debe haberse ahogado en el Golfo de México”). Pero mientras Muniz perseguía a Basilio Muñoz hacia el Norte, Saravia –más un guerrillero astuto que un buen jefe de un ejército formal– giró hacia el Sur, atravesó a marchas forzadas Lavalleja y Florida y llegó hasta el río Santa Lucía. Los revolucionarios obtuvieron una sorpresiva victoria en la batalla de Fray Marcos el 31 de enero y el camino hacia Montevideo pareció expedito.
La estratagema de Saravia
Aparicio Saravia.
En la capital cundió el pánico y Batlle ordenó cavar trincheras en Paso Molino y reforzar la Casa de Gobierno. Pero la toma de Montevideo no estaba en los planes de Saravia –consciente de sus debilidades y relativa indisciplina de sus guerrillas–, pues las intactas tropas del Ejército que estaban en el interior del país lo encerrarían fácilmente. Tras pasar por el departamento de Canelones marchó abierto en un amplio abanico –“marchar separados, combatir juntos”– hacia el litoral del río Uruguay, en procura de armas que serían enviadas por la Junta de Guerra formada en Buenos Aires, esta vez con el respaldo del Directorio partidario.
Saravia subestimó la rapidez de la persecución de Muniz y, sorprendido, fue derrotado en la batalla de Paso del Parque el 2 de marzo, sobre el río Daymán. Perdió muchos hombres y pertrechos pero logró escapar. El 13 de marzo los revolucionarios ingresaron a la ciudad de Rivera, donde se reorganizaron y reunieron 20.000 hombres. Luego marcharon hacia el SE, cruzaron el río Negro por un puente flotante diseñado por Carmelo Cabrera, atravesaron los departamentos de Treinta y Tres, Florida y Lavalleja y el 13 de mayo ingresaron a Minas.
Tras una escaramuza con Muniz en el paso de los Carros del río Olimar Grande (20 de mayo), Saravia ordenó la retirada hacia el N. Una vez más Muniz no lo persiguió, lo que provocó la ira de Batlle, quien lo sustituyó por Galarza como jefe del Ejército del S. Paralelamente el presidente solicitó al gobierno de Estados Unidos, a través de su embajador en Washington, Eduardo Acevedo Díaz, que presionara a Brasil y Argentina para que evitaran proveer de pertrechos a los revolucionarios.
El desastre de Guayabos y la búsqueda de Galarza
Acampado sobre el río Negro, Saravia envió una columna al mando de Abelardo Márquez hacia Bella Unión, para que recogiese 1.700 fusiles y 250.000 cartuchos que la Junta de Guerra había logrado comprar en Buenos Aires, con la tolerancia casi cómplice del presidente Julio Argentino Roca. Márquez cumplió el encargo, pero recibió del enviado de la Junta, Carlos Berro, la orden de tomar la ciudad de Salto, que esperaban convertir en “capital revolucionaria” y así obtener el reconocimiento internacional como banda beligerante, en igualdad con el gobierno de Montevideo. Márquez fue rechazado en Salto y el 6 de junio, en la batalla de Guayabos, perdió todo el armamento.
Saravia mantuvo el desastre en secreto, y después de una reunión de jefes, se resolvió atacar directamente al Ejército del S de Galarza, estacionado en Cerro Largo. La batalla de Tupambaé –289 muertos, más de 1.200 heridos–, la más sangrienta de la guerra civil junto con la batalla de Masoller, se peleó el 22 y el 23 de junio; ambos bandos se agotaron y los blancos se retiraron. La llegada de los heridos a Montevideo avivó el clamor y las presiones por una paz negociada, hipótesis que el gobierno no descartó.
Batalla de Masoller
A partir de mediados de enero de 1904, se sucedieron varios combates entre fuerzas gubernistas y saravistas; los combates de Mansavillagra (14 de enero), Illescas (15 de enero) y especialmente la batalla de Tupambaé, el 24 de junio. La batalla decisiva se libró en la frontera con el Brasil, en Masoller, el 10 de setiembre de 1904, en el lugar de confluencia de los límites de los Departamentos de Rivera y Artigas.
La batalla de Masoller fue especialmente reñida, por cuanto las fuerzas enfrentadas eran bastante parejas; y ambos bandos contaban con armamento moderno en su época, especialmente los fusiles Remington y los más recientes Mauser, de gran precisión y largo alcance. El 10 de setiembre de 1904 por la tarde, los combates se prolongaron durante alrededor de tres horas; pugnándose especialmente por unas posiciones ocupadas por las fuerzas del Gobierno en unos cercos de piedra (los que eran usuales en los campos, antes de su alambramiento) desde los cuales hostigaban a los revolucionarios con nutrido fuego de fusilería. Éstos, a su vez, lograron varias veces desalojar a los gubernamentales de esas posiciones; pero recelando que estuvieran minadas, luego no las ocupaban, y eran retomadas por el ejército gubernista. Entretanto, los revolucionarios procuraban que los gubernamentales consumieran sus municiones, para atacarlos más tarde.
En esas circunstancias, Aparicio Saravia salió a recorrer el frente de fuego, para estimular a sus soldados; pero su figura resultaba claramente reconocible por el sombrero y el poncho blanco que usaba, así como por estar acompañado por un abanderado. Se trataba de una actitud sumamente arriesgada, porque estaba al alcance del fuego enemigo; y así ocurrió que fue gravemente herido por una bala de Mauser, que le atravesó el vientre de izquierda a derecha, lesionándole los riñones e intestinos. Sus compañeros de armas lograron sin embargo trasladarlo hasta el cercano Brasil, hacia una estancia situada en Carovi, distante alrededor de 5 kilómetros de la frontera, donde falleció el 10 de setiembre de 1904.
Conocida la situación de Saravia, cundió el desánimo entre sus fuerzas; y según diversas versiones, surgieron entre sus oficiales importantes desavenencias que la autoridad de Saravia había contenido. No se logró acuerdo inmediato para designarle un sustituto en el mando superior de las fuerzas revolucionarias; y en definitiva su orden de volver a atacar a los gubernistas en la siguiente madrugada, con fuerzas de relevo, no fue cumplida, retirándose el ejército revolucionario tras la frontera, luego de lo cual prácticamente se desbandó, quedando así derrotada la última revolución civil.
Los historiadores consideran la muerte de Aparicio Saravia como el final de la era de los caudillos políticos de estampa gauchesca. Aparicio Saravia fue, sin duda, un personaje caracterizado por la adhesión que como un verdadero ídolo suscitaba en grandes masas de gente de campo su imagen de guerrero ecuestre; que recorría los campos de batalla al galope, vistiendo el clásico poncho de color blanco con que es representado.
Su muerte puso fin a la guerra civil, que se cerró con la Paz de Aceguá de 24 de setiembre de 1904; tras la cual se abrió en el país un muy extenso período de paz civil.
En ese sentido, los principales postulados políticos esgrimidos por Saravia y el Partido Nacional, dirigidos a establecer un sistema electoral eficaz y confiable, fueron quedando consagrados poco tiempo después a través de leyes y prácticas electorales que permitieron una renovación regular de las autoridades de Gobierno, y un adecuado desenvolvimiento del sistema institucional, conforme a las normas de la Constitución, mediante un sistema de elecciones que ha alcanzado un reconocido prestigio por su corrección.
“La patria tiene que ser la dignidad arriba y el regocijo abajo”
(Gral. Aparicio Saravia)
Tu nombre
¿Qué duende de oscuro nombre
vaticinó tu caída?
¿Quién separó de tu vientre
el pulso azul de la vida?
¿Qué lobo clavó en tu carne
un quitasol de agonía?
Dime, Aparicio Saravia,
¿adónde fue tu alegría?
¿Quién se llevó de tu cuerpo
la apacible bizarría?
¿En qué ombú tu mano tiende
una cordial bienvenida?
¿En qué primavera estalla
el mangangá que te anida?
¿Y tu corcel y tu rostro,
y tu vendimia encendida?
• Aparicio Saravia (Audio)
• Como un jazmín del país (Audio)
Crisis en el ejército blanco
Comisión encargada del pago a las tropas del ejército revolucionario.
En el campo revolucionario las cosas no estaban mejor: Gregorio Lamas sostenía que la derrota por falta de armas y municiones era inminente. Saravia envió entonces hacia el N el grueso de su desharrapado “Ejército Nacional”, en busca de armas que proporcionaría Joāo Francisco Pereira de Souza y, al frente de una pequeña fuerza, emprendió una insólita persecución de Galarza. Éste, escaso de armas y sin el conocimiento cabal de la situación, no presentó batalla y continuó retirándose hacia el S, hasta que en el arroyo de las Pavas recibió pertrechos y dio la vuelta.
Saravia giró hacia el N, para lo cual atravesó el río Negro sobre otro puente, el mayor –medía 305 metros– construido por Carmelo Cabrera sobre el paraje de Picada de Osorio, en Cerro Largo. El caudillo blanco se mostraba entonces deprimido:
Este ejército me abruma… Si yo pudiera quedarme con tres mil hombres armados aquí, en el Sur, y mandar la gente desarmada al Norte. Pero en quién confiar….
También por esos días diría:
No tengo quién me ayude, y tendré que hacerme matar para morir con gloria….
Provisiones revolucionarias y las últimas cartas de Batlle
Los blancos se unieron en Rivera y todos marcharon de inmediato hacia el litoral del río Uruguay, donde debían recibir otra partida de armas. Batlle quitó a Benavente el mando el ejército del N y designó a Muniz; éste acampó en Tranqueras, con la misión de detener el paso de los revolucionarios hacia el O, pero Saravia lo eludió y entró al departamento de Artigas el 12 de agosto, lo que motivó la dimisión de Muniz. Batlle, ya sin muchas opciones, determinó que el ministro de Guerra y Marina, Eduardo Vázquez, tomase el relevo, cosa que hizo hacia el 27 de agosto.
Los revolucionarios ocuparon Bella Unión el 20 de agosto y con unas 50 chalanas y botes de remo atravesaron el río Uruguay hacia la ciudad correntina de Monte Caseros, donde recogieron 1.288 fusiles, 700.000 cartuchos y dos viejos cañones Krupp. Con una moral muy elevada, los blancos se aprestaron a librar un combate que podía ser decisivo: en ese momento eran 6.500 hombres, a los que se sumaban unos 13.000 que poseían apenas armas blancas y algunas viejas pistolas.
El 24 de agosto Saravia recibió a un enviado de Batlle, Joāo Baptista de Franca Mascarenhas, militar y hacendado brasileño radicado en Uruguay quien presuntamente le ofreció un acuerdo de paz y la administración de algunos departamentos. En ese marco, Saravia dialogó con su hijo Nepomuceno:
-Nos ofrecen partir la naranja al medio y deseo llegar a Rivera para concretar.
-¿Y por qué no lo hace acá?
-Porque si falla el asunto, continuaremos la guerra hasta que el presidente quiera. Y si nos toca desarmarnos, podemos devolver muchas armas a nuestros amigos del Brasil.
Muerte de Saravia y fin de la guerra civil
Cartel con José Batlle y Ordóñez en primer plano que alude al fin de la Revolución de 1904.
Pero el 1 de septiembre, al hallar la vanguardia de Vázquez al mando de J.M. Escobar firmemente parapetada tras largos cercos de piedra —las denominadas mangueras—, los blancos decidieron combatir; se sentían más fuertes que nunca y probablemente deseaban mejorar su posición en las negociaciones de paz.
Sin embargo, la sangrienta Batalla de Masoller, que parecía favorable a los revolucionarios, derivó en la dispersión y posterior derrota de los blancos después de que Saravia fuese herido en el vientre por un disparo de Mauser mientras recorría el frente a unos 200 metros de las líneas enemigas –moriría nueve días después en territorio brasileño–.
Cuando la tropa conoció la noticia, comenzó a dispersarse. Los jefes riñeron entre sí y se llegó al extremo de ofrecerle el mando a João Francisco Pereira de Souza, quien lo rechazó. Tampoco la delegación de un triunvirato de caudillos —Basilio Muñoz, Juan José Muñoz y José González— pudo salvar la situación; aquel era un ejército saravista y, muerto Saravia, perdió su cohesión y mística.
Finalmente Basilio Muñoz firmó la Paz de Aceguá el 24 de septiembre de 1904, que implicó una rendición; los sublevados obtuvieron solamente una amnistía general y la vaga promesa de una reforma constitucional, que recién se lograría en 1918. El resto de la tropa revolucionaria entregó las armas el 9 de octubre en Nico Pérez, y a cambio recibió una pequeña retribución.
La Revolución de 1904 fue la última patriada al estilo del siglo XIX, y movilizó a un número elevadísimo de combatientes de todas las clases sociales, en un país que no superaba el millón de habitantes. Expresó, por un lado, el deseo gubernamental de recuperar la unidad política del Uruguay; y, por otro, como en 1897, manifestó la aspiración de los blancos de gozar de garantías electorales –representación de minorías, voto secreto– y transparencia administrativa.
La última gran guerra civil uruguaya marcó el ocaso de una cultura de raíz rural, ganadera e independiente. Tras la paz se inició el poderoso ciclo del Batllismo, que signó la historia del Uruguay durante al menos cinco décadas.
Hagamos votos porque este dolor sea para nosotros una gran lección; porque no dirimamos ya nuestras cuestiones en los campos de batalla, porque las dirimamos siempre alrededor de las urnas (…). Acompañadme a dar una viva a los soldados de las instituciones… a dar un ¡hurra! Tan doloroso como entusiasta por los que han caído en su defensa… y a explorar la suerte de los que luchando por lo que ellos creían en un ideal patriótico… han caído también, extraviados en el no siempre claro camino del deber.
José Batlle y Ordóñez, octubre de 1904.
Fuentes
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
La Escuela Digital – Montevideo, Uruguay.
www.revisionistas.com.ar
Peirano, Ricardo (2000 - 2002). Gran Enciclopedia del Uruguay. Barcelona: Sol 90. OCLC 51576630.
Wikipedia
Un médico –a la derecha– toma mate en un campamento del Ejército uruguayo.
Fecha 1904
Lugar Uruguay
Resultado Victoria del Partido Colorado, que gobernaba Uruguay. Los nacionalistas sublevados obtuvieron una amnistía general y una promesa de reforma constitucional que contemplase sus reivindicaciones.
Conflicto Sublevación de los militantes del Partido Nacional contra el gobierno de José Batlle y Ordóñez, debido al incumplimiento del Pacto de la Cruz por parte de éste con fines electorales, que a su vez había puesto fin a la Revolución de 1897.
Beligerantes
Partido Nacional vs. Uruguay
Comandantes
Aparicio Saravia (PN) y Pablo Galarza (Uy)
Fuerzas en combate
Ejército revolucionario del Partido Nacional vs. Ejército del Uruguay
La Revolución de 1904 fue la última guerra civil que se libró en el Uruguay, así como la más sangrienta y decisiva en la suerte del país en el siglo XX, cuya finalización determinó, entre otras consecuencias, un nuevo orden como la imposición de los valores eminentemente urbanos e intelectualistas –encarnados por José Batlle y Ordóñez– sobre la cultura del caudillismo rural imperante desde la independencia hasta aquel momento representado por Aparicio Saravia.
Introducción
El 1 de marzo de 1903 Batlle y Ordóñez, líder emergente del Partido Colorado, fue electo Presidente de la República con los votos de una fracción disidente del Partido Nacional –En Uruguay hasta 1922 las elecciones presidenciales eran indirectas, es decir, la realizaban los miembros del Parlamento– encabezada por Eduardo Acevedo Díaz, quien pronto opinaría que Saravia, del que fue secretario en la Revolución de 1897, “No es más que un pobre gaucho, engreído y camorrista, antes que belicoso”.
Batlle tenía la intención de denunciar el Pacto de la Cruz –que puso fin a la Revolución de 1897 y que concedió al Partido Nacional el control político de seis departamentos–, según lo había proclamado antes de su elección: “La aspiración de la próxima lucha electoral debe ser el gobierno del partido. La consecuencia necesaria del triunfo de ese principio debe serla reconquista de los departamentos”. En ese plan, el 12 de marzo Batlle designó los jefes políticos departamentales, entre ellos seis blancos –nacionalistas–, pero dos (Rivera y San José) los adjudicó al grupo de Acevedo Díaz, que había sido expulsado del partido.
Tensión de las posturas o paz armada
El caudillo blanco nicole ordenó de inmediato al jefe político de Rivera, Carmelo Cabrera, que no entregara el poder. El departamento de Rivera, fronterizo con Brasil, era una base fundamental y fuente de pertrechos militares para las guerrillas militares del Partido Nacional. El 16 de marzo Saravia reunió unos 15.000 hombres en pie de guerra “La demostración armada”.
Después de una dramática negociación, llevada a cabo por Alfonso Lamas –hermano de Diego Lamas y médico personal de Batlle– y José Pedro Ramírez, el 22 de marzo se llegó a un acuerdo –el Pacto de Nico Pérez– que evitó la guerra civil: el Partido Nacional controlaría Rivera y otros cuatro departamentos, pero Batlle designaría el jefe político de San José sin consultar al Directorio blanco.
El 30 de marzo fue una jornada de apoteosis para Saravia: concentró y luego dispersó unos 20.000 hombres, casi todos jinetes, en la población de Nico Pérez, departamento de Florida. Durante el resto de 1903 Batlle mejoró el Ejército, al que dotó de fusiles Máuser e incorporó ametralladoras Colt y cañones Canet de 75 milímetros.
Batlle y Saravia, quienes nunca llegarían a verse los rostros, se comunicaban a través de José Pedro Ramírez que, por su espíritu conciliador, suavizaba las posturas de ambos, con lo cual generó equívocos y, consecuentemente, contribuyó a precipitar las tensiones. Actuaban, además, sectores y grupos que querían la guerra.
Inminente estallido de la guerra civil
El incidente de Rivera
La situación se había tensionado al tal extremo, desde la “protesta armada” de 1903, que bastaba una chispa para hacer estallar la tormenta. Y esa chispa la encendió un incidente de borrachos acontecido en la ciudad de Rivera.
El jefe político de la ciudad era, desde 1903, Carmelo Cabrera, uno de los líderes más prestigiosos del Partido Nacional y hombre estrechamente vinculado a Aparicio Saravia. Venia teniendo Cabrera problemas con los brasileños, que transitaban por entonces, en particular en Río grande do Sul, por una situación política tensa. El 16 de marzo de 1903, mientras se desarrollaba la “protesta armada”, y cuando el jefe político de Rivera aun era Abelardo Márquez, gente en armas del caudillo João Francisco Pereira de Souza había irrumpido en la oriental y había destruido las instalaciones de dos periódicos publicados por los federales adversarios de éste, en la ciudad oriental: O Maragato y O Canabarro. En aquella violenta acción habían muerto algunos de los responsables de estas publicaciones. Si bien Saravia mantenía excelentes relaciones con Joao Francisco, se molesto y mucho ante esta violación de la soberanía nacional, y sustituyo a Márquez por Cabrera. Este no estaba dispuesto a permitir una repetición de este episodio.
El domingo 1 de noviembre de 1903 hubo un incidente en el curso del cual un ciudadano brasileño llamado Gentil Gomes cometió diversos desmanes. No era la primera vez; Gomes había sido uno de los cabecillas de la irrupción de marzo. En estas circunstancias, Carmelo Cabrera metió en cárcel al revoltoso y a algunos de sus secuaces. Pero poco tiempo después se reunieron en la frontera unos 400 hombres de Joao Francisco, encabezados por Ataliva Gomes, alcalde de Santa Ana do Livramento y hermano del protagonista de los incidentes. Ataliva Gomes exigió perentoriamente la liberación de los detenidos.
Cabrera, que contaba con poco más de 100 hombres en armas, intento negociar con los brasileños y libero a todos los detenidos, menos precisamente a Gentil Gomes, que estaba en la cárcel por disposición judicial. Pero Ataliva pretendía, concretamente, que se devolviesen la libertad a su hermano, y la reunión fue en extremo tensa; incluyo un intento de agresor al propio jefe político, que estuvo a punto de ser asesinado y se salvó por la intervención de Bernardino Pereira de Souza, hermano de Joao Francisco. Ante la firmeza de Carmelo Cabrera, los brasileños entraron en Rivera en actitud francamente agresiva. El jerarca oriental, entonces, dispuso a sus tropas en formación de combate y telegrafió a José Batlle y Ordóñez para informarlo de la situación y pedir auxilios. EL presidente ordeno no liberar a Gomes y envió al departamento dos regimientos de caballería.
A medianoche, mientras se cruzaban disparos, uno de los custodios de Gentil Gomes lo puso en libertad y se fue con el a territorio brasileño. Con ese hecho debió por darse por concluido el incidente; pero el 2 de noviembre entraron en Rivera los dos regimientos enviados por el gobierno y se instalaron en Tranqueras. El día 3 el directorio del Partido Nacional, presidido por el doctor Alfonso Lamas, pidió la retirada de esas tropas, dado que el motivo que había determinado su entrada en Rivera estaba superado. El presidente se negó en redondo; era su derecho constitucional enviar tropas a cualquier zona del país, y no admitía compromiso alguno al respecto. Para peor, Carmelo Cabrera logro descifrar un mensaje en clave del ministro de Guerra, general Eduardo Vázquez, por el que daba instrucciones a los jefes militares instalados en Tranqueras de que estuviesen listos para combatir en caso de que se pretendiera expulsarlos del departamento violentamente. Enterado Aparicio Saravia de estos hechos, se reunió con Lamas y otros miembros del directorio; acordaron poner un plazo límite a la permanencia de las fuerzas del Ejército en Rivera. Si para el 15 de enero de 1904 no se habían retirado, se enviaría un ultimátum al presidente.
Búsqueda infructuosa de la paz
Según el escritor Lincoln Maiztegui Casas, este que consideraba propicio aquel momento para librar una guerra, que veía como inevitable, decidió aprovechar la coyuntura para provocarla y definir de una vez la tensa situación política. Batlle, ordenó el movimiento de tropas en todo el país y el 29 de diciembre Batlle empezó a enviar tropas al interior del Uruguay, incluidos los departamentos blancos. El Directorio consideró anulados todos los acuerdos y Saravia dio órdenes de movilización, aunque evitando de momento los enfrentamientos, también Batlle detuvo a algunos dirigentes blancos en Tacuarembó. El directorio comunicó a Batlle, a través de Gonzalo Ramírez, que consideraba violado el pacto de Nico Pérez.
En ese contexto, el 1 y 2 de enero de 1904 Martín C. Martínez –blanco disidente, ministro de Hacienda– Aureliano Rodríguez Larreta, José Pedro Ramírez y Gonzalo Ramírez buscaron frenéticamente y por todos los medios un acuerdo. Batlle entonces presentó una propuesta, el 3 de enero: si se llegaba a un acuerdo electoral y los blancos se comprometían a no iniciar acciones armadas él retiraría las tropas.
En medio de febriles negociaciones, Batlle comunicó, a través de su ministro Martín C. Martínez, que si se llegaba a un acuerdo electoral entre ambos partidos, “no tendría necesidad de tener acampados los regimientos en las cuchillas y los haría volver a sus cuarteles”. El 5 de enero Rodríguez Larreta se entrevistó en Melo con Saravia, que aceptó la propuesta presidencial, mostrándose en toda esta crisis asombrosamente sereno y moderado, aceptando abiertamente la propuesta presidencial. A las 72 horas el intermediario comunicó a Martín C. Martínez que la paz era un hecho; pero cuando el ministro habló con el presidente éste respondió con una frase: “Ya es tarde”. Era el 8 de enero de 1904, y aquel tajante veredicto significaba la guerra.
Confirmación del conflicto
José Batlle y Ordóñez.
De inmediato la Policía comenzó a detener dirigentes blancos en todo el país. “El gobierno se ha sublevado” repetían los nacionalistas en el interior uruguayo. El 3 de enero un grupo de 70 blancos había rechazado a la Caballería gubernista liderada por Pablo Galarza, que por órdenes de Batlle se proponía tomar Trinidad; estos primeros tiroteos provocaron a su vez las primeras bajas. El 8 de enero, enterado de la respuesta del presidente, Saravia ordenó la movilización general.
A lo largo de la campaña, que duraría ocho meses, unos 20.000 guerrilleros blancos desafiaron a las 36.000 tropas gubernamentales, repitiendo la táctica usada en la revolución de 1897: movimiento permanente, batallas ocasionales seguidas de retiradas, recibo de pertrechos desde Brasil y Argentina y extender el enfrentamiento hasta que el gobierno –agotado– acepte negociar.
Batlle –un líder de notable autoridad y decisión– se sirvió de un Ejército mejor organizado y armado que el de 1897, empleó bien los recursos modernos como el ferrocarril, el telégrafo y las nuevas armas, y adoptó medidas de insólita severidad: leva en masa para servir en las Guardias Nacionales, interdicción de bienes privados, lugares de reuniones y órganos de prensa. Batlle dirigió personalmente los movimientos militares y dividió a sus tropas en dos grandes cuerpos: el del S, liderado por Justino Muniz, y el del N, comandado por Manuel Benavente.
[editar]Acciones bélicas
Inicios
Los primeros enfrentamientos se dieron en el Departamento de Rivera en el cual Carmelo Cabrera resistió la entrada de las fuerzas coloradas e hizo explorar los puentes que permitían el paso del ferrocarril. El 9 de enero Aparicio atacó una fuerza colorada de pequeño tamaño poniéndola en desbandada, marchando hacia el Sur de inmediato sobre las fuerzas de Justino Muniz, que salió con tan solo 3.000 hombres contra los 9.000 de su enemigo emprendiendo la retirada por consejo de José Saraiva, hermano colorado del caudillo nacionalista, en dicha retirada se produjeron algunas escaramuzas menores en los parajes de La Ternera, Las Pavas y Sierra de Sosa. Batlle de inmediato envió 6.000 hombres para respaldar a las fuerzas de Muniz, produciéndose el 14 de enero el primer combate de gran amplitud, en la Batalla de Mansavillagra, actual departamento de Florida. La gran capacidad de fuego de las tropas coloradas, destrozo las barricadas de Aparicio y este debió retirarse
En retirada hacia el Norte, el 15 de ese mes los revolucionarios fueron batidos en el pueblo de Illescas, en el límite departamental de Florida y Lavalleja. Durante siete días los blancos huyeron hacia Melo. A lo largo de 200 kilómetros Muniz persiguió a Saraiva, que se dirigía hacia la capital cerrolarguense, con ánimo de traspasar la frontera. En el trayecto se suscitaron algunas escaramuzas, pero el ejército blanco consiguió llegar a Melo. El 21 de enero, al frente de 15.000 hombres, Saravia atravesó la ciudad de Melo, luego dividió a sus tropas en tres grupos y aparentó internarse en Brasil.
Pronto la calle se llenó de hombres gesticulantes, barbudos y harapientos, que pasaban en nerviosos caballos peludos gritando cosas que yo no entendía. Uno se detuvo un momento, dio a mi madre una carta, recibió de ésta un paquete y volvió a sumarse al desfile ruidoso, que parecía interminable. (…) Los blancos eran hombres desaseados, roncos y desagradables. Las banderas, descoloridas y en jirones, carecían de grandeza. Decididamente, la guerra era para mí cada vez más incomprensible.
Juana de Ibarbourou, Chico Carlo.
Muniz envió al gobierno noticias de victoria (un diario colorado sostuvo que, a esas alturas, Saravia “debe haberse ahogado en el Golfo de México”). Pero mientras Muniz perseguía a Basilio Muñoz hacia el Norte, Saravia –más un guerrillero astuto que un buen jefe de un ejército formal– giró hacia el Sur, atravesó a marchas forzadas Lavalleja y Florida y llegó hasta el río Santa Lucía. Los revolucionarios obtuvieron una sorpresiva victoria en la batalla de Fray Marcos el 31 de enero y el camino hacia Montevideo pareció expedito.
La estratagema de Saravia
Aparicio Saravia.
En la capital cundió el pánico y Batlle ordenó cavar trincheras en Paso Molino y reforzar la Casa de Gobierno. Pero la toma de Montevideo no estaba en los planes de Saravia –consciente de sus debilidades y relativa indisciplina de sus guerrillas–, pues las intactas tropas del Ejército que estaban en el interior del país lo encerrarían fácilmente. Tras pasar por el departamento de Canelones marchó abierto en un amplio abanico –“marchar separados, combatir juntos”– hacia el litoral del río Uruguay, en procura de armas que serían enviadas por la Junta de Guerra formada en Buenos Aires, esta vez con el respaldo del Directorio partidario.
Saravia subestimó la rapidez de la persecución de Muniz y, sorprendido, fue derrotado en la batalla de Paso del Parque el 2 de marzo, sobre el río Daymán. Perdió muchos hombres y pertrechos pero logró escapar. El 13 de marzo los revolucionarios ingresaron a la ciudad de Rivera, donde se reorganizaron y reunieron 20.000 hombres. Luego marcharon hacia el SE, cruzaron el río Negro por un puente flotante diseñado por Carmelo Cabrera, atravesaron los departamentos de Treinta y Tres, Florida y Lavalleja y el 13 de mayo ingresaron a Minas.
Tras una escaramuza con Muniz en el paso de los Carros del río Olimar Grande (20 de mayo), Saravia ordenó la retirada hacia el N. Una vez más Muniz no lo persiguió, lo que provocó la ira de Batlle, quien lo sustituyó por Galarza como jefe del Ejército del S. Paralelamente el presidente solicitó al gobierno de Estados Unidos, a través de su embajador en Washington, Eduardo Acevedo Díaz, que presionara a Brasil y Argentina para que evitaran proveer de pertrechos a los revolucionarios.
El desastre de Guayabos y la búsqueda de Galarza
Acampado sobre el río Negro, Saravia envió una columna al mando de Abelardo Márquez hacia Bella Unión, para que recogiese 1.700 fusiles y 250.000 cartuchos que la Junta de Guerra había logrado comprar en Buenos Aires, con la tolerancia casi cómplice del presidente Julio Argentino Roca. Márquez cumplió el encargo, pero recibió del enviado de la Junta, Carlos Berro, la orden de tomar la ciudad de Salto, que esperaban convertir en “capital revolucionaria” y así obtener el reconocimiento internacional como banda beligerante, en igualdad con el gobierno de Montevideo. Márquez fue rechazado en Salto y el 6 de junio, en la batalla de Guayabos, perdió todo el armamento.
Saravia mantuvo el desastre en secreto, y después de una reunión de jefes, se resolvió atacar directamente al Ejército del S de Galarza, estacionado en Cerro Largo. La batalla de Tupambaé –289 muertos, más de 1.200 heridos–, la más sangrienta de la guerra civil junto con la batalla de Masoller, se peleó el 22 y el 23 de junio; ambos bandos se agotaron y los blancos se retiraron. La llegada de los heridos a Montevideo avivó el clamor y las presiones por una paz negociada, hipótesis que el gobierno no descartó.
Batalla de Masoller
A partir de mediados de enero de 1904, se sucedieron varios combates entre fuerzas gubernistas y saravistas; los combates de Mansavillagra (14 de enero), Illescas (15 de enero) y especialmente la batalla de Tupambaé, el 24 de junio. La batalla decisiva se libró en la frontera con el Brasil, en Masoller, el 10 de setiembre de 1904, en el lugar de confluencia de los límites de los Departamentos de Rivera y Artigas.
La batalla de Masoller fue especialmente reñida, por cuanto las fuerzas enfrentadas eran bastante parejas; y ambos bandos contaban con armamento moderno en su época, especialmente los fusiles Remington y los más recientes Mauser, de gran precisión y largo alcance. El 10 de setiembre de 1904 por la tarde, los combates se prolongaron durante alrededor de tres horas; pugnándose especialmente por unas posiciones ocupadas por las fuerzas del Gobierno en unos cercos de piedra (los que eran usuales en los campos, antes de su alambramiento) desde los cuales hostigaban a los revolucionarios con nutrido fuego de fusilería. Éstos, a su vez, lograron varias veces desalojar a los gubernamentales de esas posiciones; pero recelando que estuvieran minadas, luego no las ocupaban, y eran retomadas por el ejército gubernista. Entretanto, los revolucionarios procuraban que los gubernamentales consumieran sus municiones, para atacarlos más tarde.
En esas circunstancias, Aparicio Saravia salió a recorrer el frente de fuego, para estimular a sus soldados; pero su figura resultaba claramente reconocible por el sombrero y el poncho blanco que usaba, así como por estar acompañado por un abanderado. Se trataba de una actitud sumamente arriesgada, porque estaba al alcance del fuego enemigo; y así ocurrió que fue gravemente herido por una bala de Mauser, que le atravesó el vientre de izquierda a derecha, lesionándole los riñones e intestinos. Sus compañeros de armas lograron sin embargo trasladarlo hasta el cercano Brasil, hacia una estancia situada en Carovi, distante alrededor de 5 kilómetros de la frontera, donde falleció el 10 de setiembre de 1904.
Conocida la situación de Saravia, cundió el desánimo entre sus fuerzas; y según diversas versiones, surgieron entre sus oficiales importantes desavenencias que la autoridad de Saravia había contenido. No se logró acuerdo inmediato para designarle un sustituto en el mando superior de las fuerzas revolucionarias; y en definitiva su orden de volver a atacar a los gubernistas en la siguiente madrugada, con fuerzas de relevo, no fue cumplida, retirándose el ejército revolucionario tras la frontera, luego de lo cual prácticamente se desbandó, quedando así derrotada la última revolución civil.
Los historiadores consideran la muerte de Aparicio Saravia como el final de la era de los caudillos políticos de estampa gauchesca. Aparicio Saravia fue, sin duda, un personaje caracterizado por la adhesión que como un verdadero ídolo suscitaba en grandes masas de gente de campo su imagen de guerrero ecuestre; que recorría los campos de batalla al galope, vistiendo el clásico poncho de color blanco con que es representado.
Su muerte puso fin a la guerra civil, que se cerró con la Paz de Aceguá de 24 de setiembre de 1904; tras la cual se abrió en el país un muy extenso período de paz civil.
En ese sentido, los principales postulados políticos esgrimidos por Saravia y el Partido Nacional, dirigidos a establecer un sistema electoral eficaz y confiable, fueron quedando consagrados poco tiempo después a través de leyes y prácticas electorales que permitieron una renovación regular de las autoridades de Gobierno, y un adecuado desenvolvimiento del sistema institucional, conforme a las normas de la Constitución, mediante un sistema de elecciones que ha alcanzado un reconocido prestigio por su corrección.
“La patria tiene que ser la dignidad arriba y el regocijo abajo”
(Gral. Aparicio Saravia)
Tu nombre
¿Qué duende de oscuro nombre
vaticinó tu caída?
¿Quién separó de tu vientre
el pulso azul de la vida?
¿Qué lobo clavó en tu carne
un quitasol de agonía?
Dime, Aparicio Saravia,
¿adónde fue tu alegría?
¿Quién se llevó de tu cuerpo
la apacible bizarría?
¿En qué ombú tu mano tiende
una cordial bienvenida?
¿En qué primavera estalla
el mangangá que te anida?
¿Y tu corcel y tu rostro,
y tu vendimia encendida?
• Aparicio Saravia (Audio)
• Como un jazmín del país (Audio)
Crisis en el ejército blanco
Comisión encargada del pago a las tropas del ejército revolucionario.
En el campo revolucionario las cosas no estaban mejor: Gregorio Lamas sostenía que la derrota por falta de armas y municiones era inminente. Saravia envió entonces hacia el N el grueso de su desharrapado “Ejército Nacional”, en busca de armas que proporcionaría Joāo Francisco Pereira de Souza y, al frente de una pequeña fuerza, emprendió una insólita persecución de Galarza. Éste, escaso de armas y sin el conocimiento cabal de la situación, no presentó batalla y continuó retirándose hacia el S, hasta que en el arroyo de las Pavas recibió pertrechos y dio la vuelta.
Saravia giró hacia el N, para lo cual atravesó el río Negro sobre otro puente, el mayor –medía 305 metros– construido por Carmelo Cabrera sobre el paraje de Picada de Osorio, en Cerro Largo. El caudillo blanco se mostraba entonces deprimido:
Este ejército me abruma… Si yo pudiera quedarme con tres mil hombres armados aquí, en el Sur, y mandar la gente desarmada al Norte. Pero en quién confiar….
También por esos días diría:
No tengo quién me ayude, y tendré que hacerme matar para morir con gloria….
Provisiones revolucionarias y las últimas cartas de Batlle
Los blancos se unieron en Rivera y todos marcharon de inmediato hacia el litoral del río Uruguay, donde debían recibir otra partida de armas. Batlle quitó a Benavente el mando el ejército del N y designó a Muniz; éste acampó en Tranqueras, con la misión de detener el paso de los revolucionarios hacia el O, pero Saravia lo eludió y entró al departamento de Artigas el 12 de agosto, lo que motivó la dimisión de Muniz. Batlle, ya sin muchas opciones, determinó que el ministro de Guerra y Marina, Eduardo Vázquez, tomase el relevo, cosa que hizo hacia el 27 de agosto.
Los revolucionarios ocuparon Bella Unión el 20 de agosto y con unas 50 chalanas y botes de remo atravesaron el río Uruguay hacia la ciudad correntina de Monte Caseros, donde recogieron 1.288 fusiles, 700.000 cartuchos y dos viejos cañones Krupp. Con una moral muy elevada, los blancos se aprestaron a librar un combate que podía ser decisivo: en ese momento eran 6.500 hombres, a los que se sumaban unos 13.000 que poseían apenas armas blancas y algunas viejas pistolas.
El 24 de agosto Saravia recibió a un enviado de Batlle, Joāo Baptista de Franca Mascarenhas, militar y hacendado brasileño radicado en Uruguay quien presuntamente le ofreció un acuerdo de paz y la administración de algunos departamentos. En ese marco, Saravia dialogó con su hijo Nepomuceno:
-Nos ofrecen partir la naranja al medio y deseo llegar a Rivera para concretar.
-¿Y por qué no lo hace acá?
-Porque si falla el asunto, continuaremos la guerra hasta que el presidente quiera. Y si nos toca desarmarnos, podemos devolver muchas armas a nuestros amigos del Brasil.
Muerte de Saravia y fin de la guerra civil
Cartel con José Batlle y Ordóñez en primer plano que alude al fin de la Revolución de 1904.
Pero el 1 de septiembre, al hallar la vanguardia de Vázquez al mando de J.M. Escobar firmemente parapetada tras largos cercos de piedra —las denominadas mangueras—, los blancos decidieron combatir; se sentían más fuertes que nunca y probablemente deseaban mejorar su posición en las negociaciones de paz.
Sin embargo, la sangrienta Batalla de Masoller, que parecía favorable a los revolucionarios, derivó en la dispersión y posterior derrota de los blancos después de que Saravia fuese herido en el vientre por un disparo de Mauser mientras recorría el frente a unos 200 metros de las líneas enemigas –moriría nueve días después en territorio brasileño–.
Cuando la tropa conoció la noticia, comenzó a dispersarse. Los jefes riñeron entre sí y se llegó al extremo de ofrecerle el mando a João Francisco Pereira de Souza, quien lo rechazó. Tampoco la delegación de un triunvirato de caudillos —Basilio Muñoz, Juan José Muñoz y José González— pudo salvar la situación; aquel era un ejército saravista y, muerto Saravia, perdió su cohesión y mística.
Finalmente Basilio Muñoz firmó la Paz de Aceguá el 24 de septiembre de 1904, que implicó una rendición; los sublevados obtuvieron solamente una amnistía general y la vaga promesa de una reforma constitucional, que recién se lograría en 1918. El resto de la tropa revolucionaria entregó las armas el 9 de octubre en Nico Pérez, y a cambio recibió una pequeña retribución.
La Revolución de 1904 fue la última patriada al estilo del siglo XIX, y movilizó a un número elevadísimo de combatientes de todas las clases sociales, en un país que no superaba el millón de habitantes. Expresó, por un lado, el deseo gubernamental de recuperar la unidad política del Uruguay; y, por otro, como en 1897, manifestó la aspiración de los blancos de gozar de garantías electorales –representación de minorías, voto secreto– y transparencia administrativa.
La última gran guerra civil uruguaya marcó el ocaso de una cultura de raíz rural, ganadera e independiente. Tras la paz se inició el poderoso ciclo del Batllismo, que signó la historia del Uruguay durante al menos cinco décadas.
Hagamos votos porque este dolor sea para nosotros una gran lección; porque no dirimamos ya nuestras cuestiones en los campos de batalla, porque las dirimamos siempre alrededor de las urnas (…). Acompañadme a dar una viva a los soldados de las instituciones… a dar un ¡hurra! Tan doloroso como entusiasta por los que han caído en su defensa… y a explorar la suerte de los que luchando por lo que ellos creían en un ideal patriótico… han caído también, extraviados en el no siempre claro camino del deber.
José Batlle y Ordóñez, octubre de 1904.
Fuentes
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
La Escuela Digital – Montevideo, Uruguay.
www.revisionistas.com.ar
Peirano, Ricardo (2000 - 2002). Gran Enciclopedia del Uruguay. Barcelona: Sol 90. OCLC 51576630.
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