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miércoles, 23 de noviembre de 2022

Argentina: Los caballos cimarrones de Sierra de la Ventana

El secreto que guardan los caballos salvajes de Sierra de la Ventana y la importancia de preservarlos

En un paisaje bonaerense serrano de 6700 hectáreas, la mayoría de ellas donadas en 1936 al Estado por Ernesto Tornquist (lo que fuera en ese entonces su estancia La Blanqueada), viven unos 600 caballos salvajes, descendientes de aquellos primeros que llegaron a nuestro país. En torno de ellos, se generó una gran polémica entre biólogos, guardianes del predio, criadores, amantes y proteccionistas de equinos a partir de la reciente presentación de una ponencia doctoral sobre cómo manejar a los caballos cimarrones.

La propuesta -como ya sucedió en 2007 durante el gobierno de Felipe Solá, cuando se sacrificaron 80 caballos y se destinó el resto a Remonta y Veterinaria- sería eliminar una parte de los ejemplares y enviar algunos a escuelas de equinoterapia y otros destinos, algo muy poco viable para caballos que jamás han sido amansados y viven en total libertad.

Cuenta con el apoyo de biólogos y custodios del parque, quienes aseguran que las manadas se reproducen sin control y que destruye el “pastizal pampeano serrano”, su último reducto, y en consecuencia “compite con los animales nativos que se quedan sin alimento”.

La historia

Pero estos caballos no son otros que descendientes de los primeros habitantes equinos de América, de raza ibérica, un compuesto genético de caballos del valle del Guadalquivir, rocines, jacas de trabajo del norte de la península y barberiscos del norte de África. Algunos de ellos se escapaban de las misiones y formaban manadas que se reproducían en las grandes praderas, al norte y al sur, adonde eran capturados y domesticados por indígenas.

Y no solo eso: el linaje de estos cimarrones es aún más notable, ya que descienden de la misma manada de la que provienen nuestros Mancha y Gato, esa pareja que, desde Buenos Aires, recorrió 21.000 km y llegó un 20 de septiembre de 1928 a la ciudad de Nueva York; es decir, de la sangre más pura y rancia que se conozca de nuestros equinos.

Aimé Tschiffely con el caballo Mancha en Nueva York

La historia comenzó en 1911, cuando el veterinario y productor Emilio Solanet viajó a los altos del río Senger, en Chubut, a comprar caballos que no estuvieran mestizados, pertenecientes a la tribu de los indios tehuelches Liempichún. Trajo en arreo una selección de 85 yeguas indias y padrillos, entre los que había un gateado y un manchado overo: los célebres Mancha y Gato. En su camino de vuelta, regaló a su amigo Tornquist un padrillo y una yegua de la manada.

Años después, llegó a la estancia El Cardal de Solanet para comprar dos caballos criollos el gringo radicado en la Argentina Aimé Félix Tschiffely, un profesor de inglés de Quilmes que quería cumplir la proeza de unir las tres Américas a caballo. “Quiere llegar a Nueva York y no llegará ni a Rosario” , dicen que dijo en un primer momento, pero que finalmente, y ante la insistencia y entusiasmo del suizo, terminó creyendo en él y le regaló a Mancha y Gato, de 15 y 16 años, respectivamente.

Décadas después, cuando Tornquist donó sus tierras a la Provincia y se creó el parque provincial que lleva su nombre, vivían allí los descendientes de aquellos caballos regalados por su amigo Solanet y sobre los que ahora se cierne una nueva amenaza. La inquietud corre entre criadores de caballos, proteccionistas, amantes de los animales en general y de los caballos en particular.

La manada de caballos que habita en el Parque Tornquist de Sierra de la Ventana

Coalición

Las ONG de rescate equino decidieron unirse en defensa de los cimarrones. “Entendemos que la reproducción sin control de los caballos es perjudicial, pero solicitamos que el control de dicha especie sea realizada sin sacar un solo ejemplar del parque. La castración de machos padrillos y potros es la única solución de largo y mediano plazo para la problemática”, afirma el veterinario Edgardo Di Salvo, miembro de esta coalición.

“La realidad es que se desconoce un trabajo serio y bien realizado con esta manada”, agrega Raúl Etchebehere, presidente de la Asociación de Caballos Criollos. “Sería importante preservar los caballos como patrimonio cultural. Son parte de nuestra historia. Solanet fue especialmente a buscar los caballos del cacique tehuelche, que él sabía que no estaban mestizados. En el camino le deja a Tornquist algunos, y los cimarrones del parque descienden de ellos. Son los únicos que se conocen de esa procedencia”, detalla.

Emiliano Ezcurra, expresidente de la Administración de Parques Nacionales y actual director del Banco de Bosques, explica: “Es una situación muy injusta. Los animales no tienen la culpa de estar generando daño en desmedro de pastos y de otros animales, pues es debido al descalabro que hemos hecho los humanos. Nadie quiere hablar acerca del tema ni tomar medidas, lo que deriva siempre en situaciones graves. Las vacas y los caballos no deberían estar dentro de las áreas protegidas, eso es una realidad, pero en nuestro país tenemos mucho espacio para reubicarlos y evitar así que terminen siendo cazados por guardaparques, como sucedió en el Parque Patagonia. Sin embargo, jamás se ha hecho un trabajo serio con ellos. Hay que intentar ubicarlos en un espacio para ellos, adonde no compitan con el resto”.

Monumento a Aimé Tschiffely, Gato y Mancha, en Ayacucho

Desde el Ministerio de Ambiente de la provincia de Buenos Aires, del que depende directamente el parque de Sierra de la Ventana donde viven los 600 caballos salvajes, no respondieron a LA NACION para esta nota.

Todas las razas autóctonas americanas fueron hijas de los caballos ibéricos. La cultura del cowboy y del gaucho, del ganadero de grandes espacios, son una herencia directa de los españoles que terminó uniendo a todos las culturas y convirtiendo al caballo en un animal emblemático de América. Preservar a esta manada de cimarrones sería también proteger nuestra identidad a través de nuestros animales.

lunes, 17 de octubre de 2022

Revolución Libertadora: Un busto de Eva Duarte escondido en Sierra de la Ventana

El busto de Eva Perón oculto en las Sierras

Sierra de la Ventana






Por Sergio Marto


Hace pocos días atrás, dábamos a conocer la historia bélica que se vivió en nuestras sierras durante los días del golpe de estado de 1955, y que tuvo como protagonista principal a la localidad de Villa Ventana.

A raíz de esa nota, algunos lectores de la región me han estado haciendo llegar datos y anécdotas de gran valor histórico, que van completando como piezas faltantes de un rompecabezas, los hechos que efectivamente tuvieron lugar en las Sierras de la Ventana.

Si no tuviste oportunidad de leer esa nota, te dejo aquí el enlace: La batalla en Villa Ventana por la revolución del 55.

Así fue que Juan Carlos, nos aportaba su recuerdo de cuando tenía 7 años y vivía en Saldungaray, y que en esos complejos días de setiembre, la escuela N°2 había sido acondicionada como Hospital de Emergencia. Juan Carlos nos relata que tiene muy presente haber visto 3 o 4 personas pintando una cruz roja en el techo de la escuela, para que fuera identificada desde el aire como Hospital y así evitar que fuera bombardeada. También que varias señoras se habían ofrecido como enfermeras voluntarias, ya que allí fueron atendidos algunos de los heridos durante el enfrentamiento producido el 18 de setiembre de 1955 en Villa Ventana, entre las fuerzas leales a Perón y la aviación naval de Puerto Belgrano (sublevados).

Por su parte, Ricardo Olivera nos cuenta que tenía 6 años y que los soldados tomaron Sierra de la Ventana bajando por la Villa San Bernardo (actualmente barrio). Recuerda que vivía en esa época en la esquina de avenida Tres picos y Cruz del Sur, y haber visto pasar los aviones. También que en la noche se refugiaban en una estancia cercana, por qué decían que la aviación naval iba a bombardear Sierra de la Ventana.

Clelia Salerno recuerda que todos los vecinos de ese momento: De la Torre, Trespalacios y Shulter de Villa Ventana, se refugiaron 3 días en la casa de su abuelo Ramón Salerno (al fondo de la villa). Eran un total de 25 personas, entre grandes y chicos. Dice: “se carneaba ovejas de la familia para darle de comer a todos. Los aviones cada 40 minutos pasaban en vuelo rasante y combatían en la entrada a Villa Ventana”.

Pero dentro de toda la historia vivida en esos 3 días y que contáramos en nuestra nota especial de Sierrasdelaventana.com.ar hubo una parte que le llamo la atención a muchos de nuestros lectores, vinculada a los sucesos que se produjeron en torno al busto de Eva Perón en la localidad de Sierra de la Ventana.

Para quienes no la leyeron, narrábamos que ese 17 de septiembre en Sierra de la Ventana, un grupo de antiperonista ató con alambre de púas el busto de Eva Perón en la plaza frente al Puente Negro, para luego arrastrarlo con un tractor por las calles de la localidad, y destrozarle el rostro a la figura (parte de la nariz, un ojo y su pómulo derecho) con una llave metálica.

Por la tarde el busto de Eva Perón terminó en el fondo de la fuente de la plaza, y cuando se calmaron las cosas por la noche, tres vecinos peronistas: Mario Grenz, Enrique Morón y Manuel Bidegaray, recuperaron el busto y a caballo fueron a esconderlo en una cueva sobre las sierras del Pillahuincó.

El busto de Eva Perón oculto en una cueva en el año 1981.


Aquí es donde les presentamos un reciente aporte de Osvaldo Fernández, un médico Veterinario que vivió en nuestra localidad y actualmente lo hace en la zona de Frapal con un pequeño emprendimiento “Olivos de Frapal”. Osvaldo nos aporta imágenes inéditas sacadas por el mismo en el año 1981, del busto de Eva Perón oculto en una cueva en las Sierras, y nos comenta que fue llevado hasta una cueva en el Cordón Esmeralda (detrás de El Pinar / Ruta 76), por el señor Bidegaray, y no en el cordón Pillahuinco como teníamos registrado inicialmente.


Osvaldo también nos cuenta que el Señor René Grancetti relataba el intento de derrumbar el puente ferroviario que cruza de Villa La Arcadia a Sierra de la Ventana (El Puente Negro), por aviones de la Armada. Dice: René guardaba un trozo de riel que había perforado el techo de su casa al fondo de la confitería Cashuati.


Para finalizar, quiero agradecer estos aportes a nuestros lectores y vecinos, ya que representan una enorme contribución al acervo histórico y tradición oral de la región, e invitar a quienes estén leyendo estas líneas y tengan algún recuerdo relacionado con estos y otros hechos, a compartírnoslos dejando su comentario (abajo).

domingo, 7 de agosto de 2022

Argentina: Los caballos de los conquistadores criados por aonikenks que terminaron en Sierra de la Ventana

El trascendental origen histórico de los Caballos Cimarrones del Parque Tornquist

Sierra de la Ventana



La existencia de los caballos salvajes en el Parque Provincial Ernesto Tornquist de Sierra de la Ventana es de conocimiento de muchos, pero muy pocos saben de su impacto negativo en el ecosistema, y a su vez de su origen vinculado a un trascendental acontecimiento histórico internacional en materia equina.

Estos hermosos cimarrones, transitan sus días entre los pastizales y las rocas de las serranías. Son varias manadas compuestas por aproximadamente 300 caballos y aunque no hay datos registrados u oficiales sobre su procedencia, la historia cuenta que tienen su origen en una manada de lobunos que Emilio Solanet le regalara a Martin Tornquist.

Pero en la actualidad, una nueva intervención sobre ellos se asoma en el horizonte, según pudo trascender en distintos medios regionales, en donde el biólogo Alberto Scorolli alerta sobre una situación preocupante debido al número de ejemplares que ha alcanzado a albergar la Reserva Natural del Parque Tornquist, donde se tiene por objetivo la preservación del pastizal pampeano serrano.

El problema radica en que los caballos se alimentan del pastizal y con los vasos en sus patas lo destruyen, además de que nunca fueron manejados y esto derivó en que interfieran seriamente con el cumplimiento de los objetivos del área.

Así entonces es que existe la posibilidad de que se repita una remonta como la que hubo en el año 2007, en la que cientos de animales que fueron destinados al ejército y a campos privados, terminaran finalmente en frigoríficos, según nos cuenta Rosana Silvera, presidenta de la Asociación Civil Cimarrón Equino, a quien entrevistamos para ahondar en más información.

Silvera sostiene que se creó la asociación ante la “necesidad imperiosa de defender las manadas de caballos salvajes de la Argentina». Nos relata que “en la actualidad los caballos salvajes de Argentina son únicos en el mundo, sus características particulares no se parecen a otros caballos salvajes del planeta, aunque tiene algunas ‘similitudes’ con el Mustang Americano, y están siendo mermados por leyes que no contemplan su valor histórico».

 

Ya en otras publicaciones de Sierrasdelaventana.com.ar hemos difundido las virtudes del pastizal, y la esencial importancia de su cuidado y preservación, pero realizamos esta nota, sin ánimo de entrar en la discusión de “Los caballos o el Pastizal”, con el objetivo de echar luz y conocimiento sobre la existencia de estos ejemplares únicos que pueblan las sierras del sudoeste bonaerense, que son patrimonio del pueblo argentino por estar directamente vinculados a “Gato y Mancha” (quienes marcaron un hito en la historia nacional equina), además de ser la única manada de Latinoamérica de caballos criollos en estado salvaje y una de las pocas que existen en el mundo.

El origen de los caballos salvajes

Todo comienza con Emilio Solanet, quien fuera un médico veterinario, productor agropecuario, profesor universitario y dirigente político, que lo más importante o quizá su labor más patriótica fuera la recuperación y perfeccionamiento de la raza Criollo Argentino.

En 1912 trae a la Estancia El Cardal de Ayacucho desde Chubut “un lote de 84 yeguarizos entre yeguas y algunos padrillos comprados al cacique Tehuelche Liempichún en la localidad de Alto Río Senguer provincia del Chubut, descendientes de aquellos caballos españoles llegados con los conquistadores que más tarde fueron adaptándose al suelo argentino.

Una hazaña histórica

Pocos años después, el profesor suizo Aimé Tschiffel quería demostrar la fortaleza de los rústicos y nada estilizados caballos criollos, entonces logró ponerse en contacto con Emilio Solanet y convencerlo de su proyecto de unir a caballo Buenos Aires y Nueva York , y que le regalara para ellos dos caballos: Mancha y Gato.

Ambos caballos crecieron en la patagonia acostumbrados a las condiciones más hostiles. Mancha de pelaje overo y Gato de pelaje gateado tenían 15 y 16 años respectivamente cuando comenzaron la travesía el 23 de abril del año 1925.

 

La travesía de Aimé junto a Gato y Mancha duro 1221 días (casi 3 años y medio) y recorrieron más de 21 mil kms, conquistando el récord mundial de distancia y también el de altura, al alcanzar 5900 msnm en el paso El Cóndor, entre Potosí y Chaliapata (Bolivia). El viaje se desarrolló en 504 etapas con un promedio de 46,2 km por día, con -18° C (bajo cero) de temperatura mínima y con 52° C de temperatura máxima.

El 20 de Septiembre del año 1928, Aimé montado en Mancha, su fiel compañero (Gato tuvo que quedarse en la Ciudad de México al ser lastimado por la coz de una mula), logró la hazaña de llegar a la Quinta Avenida de la Ciudad de New York, y sobre su pecho, en moño blanco y celeste, bien ganados como una condecoración. Y por ello el estado nacional designó el día 20 de septiembre como el «Día Nacional del Caballo».

 

La llegada al campo “La Blanqueada” (Parque Tornquist)

De esos mismos equinos comprados al Cacique Tehuelche por Solanet, que en su momento le regalara Gato y Mancha a Tschiffel, le obsequiaría a su amigo Martin Tornquist dos padrillos para utilizarlos como reproductores, quien por aquel entonces tenía el campo “La Blanqueada”. Donado ese campo en el año 1936 al estado para la creación del Parque Provincial del Abra de la Ventana (caballos incluidos) es como acabaron aquellos caballos tehuelches en el Parque Tornquist. Así comenzó la historia de los caballos salvajes de la ventana.

Las nuevas fronteras de la libertad

Para el año 1942, cuando el Parque Provincial Ernesto Tornquist era administrado por el Ingeniero Honorio Irazabal, ya contaba dentro de sus 4876 hectáreas con un pequeño lote de yeguas chúcaras y un par de caballos de silla que se empleaban para recorrer el parque.

Es bien sabido que los campos serranos, en virtud de sus desniveles y por hallarse surcados por infinidad de arroyuelos, en épocas de fuertes precipitaciones se transforman en torrentes avasallante. Así es como las alambradas que delimitan los diversos potreros, ven destruido sus “miriñaques” (así se denomina al alambrado tejido de orilla a orilla que impide el paso de los animales cuando el lecho del arroyo se seca), y si el personal no acude con urgencia a efectuar la correspondiente reparación, los caballos pueden transponer los límites de su potrero y se internan en otros.

Esto fue precisamente lo que ocurrió durante las grandes crecientes que tuvieron lugar en El Abra en abril de 1944, y que tuvieron consecuencias catastróficas en la zona serrana e inundación en el pueblo de Sierra de la Ventana, donde lluvias torrenciales que sobrepasaron los 300 mm en 48 horas, justamente en un jueves y viernes de semana santa, dejaron un trágico saldo de 50 personas muertas y daños materiales por millones de pesos, incluyendo la destrucción total de los miriñaques, quedando los campos totalmente abiertos.

 


Probablemente por la carencia de personal, los caballos salvajes no fueron vueltos a sus predios de origen. El nuevo hábitat les ofreció amplias posibilidades para multiplicarse en un ambiente desértico y totalmente salvaje. El contacto con la naturaleza silvestre los hizo cerriles, y con el transcurso del tiempo se adaptaron al medio, convirtiéndose en indómitos habitantes de las sierras. Los sementales más fuertes formaron sus manadas y hoy los vemos dueños de sectores serranos donde impera la ley del más fuerte.

 


Desde entonces, los caballos salvajes parientes de los inmortales “Gato” y “Mancha”, constituyen un magnífico colofón del conjunto natural con que la región ha sido dotada, pero con una creciente preocupación tanto por ellos como por las especies autóctonas y endémicas que conviven en conflicto directo, por la falta de una intervención y manejo acorde al valor que ambos revisten. Mientras tanto, en las escarpadas sierras continúan desafiando altaneros y valientes a quienes pretenden despojarlos de su territorio.

Para finalizar este especial de Sierrasdelaventana.com.ar te invito a dejar abajo tus comentarios, sugerencias u opiniones al respecto, y compartir la nota con tus allegados.



sábado, 21 de abril de 2018

Nazismo: ¿Red de espías en Bahía Blanca?

¿Bahía Blanca fue parte de una red de espías nazis?


La Nueva

El puerto de Ingeniero White, el Club Hotel de Sierra de la Ventana y la Aeroposta aparecen como ejes de una trama que aún no ha sido develada. Equipos de comunicación y correos secretos son elementos clave.


Despedida de los restos del oficial del acorazado "Graf Spee" Johannes Eggers, en el club Hotel de Sierra de la Ventana.

Adrián Luciani / aluciani@lanueva.com

   La década del 40 tuvo a la Segunda Guerra Mundial como un acontecimiento al que muy pocos lugares del planeta pudieron escapar. Bahía Blanca no fue la excepción; incluso habría tenido un rol mayor al que podría imaginarse.

   Siempre se aludió al avistaje de submarinos en playas cercanas a Monte Hermoso, a la presencia de un informante en Ingeniero White que alertaba al Tercer Reich sobre el movimiento de buques aliados y a las poco claras fugas de algunos marinos confinados en el Club Hotel de Villa Ventana.

   A esto debe sumarse la estrecha vinculación de la comunidad germana local con los extripulantes del “Graf Spee”, los agasajos, las fiestas y las reuniones, algunas públicas y otras secretas, sin dejar de mencionar varias teorías más osadas, como por ejemplo la denominada “Red Canaris” y el rol del Club Hotel como pantalla para el refugio transitorio y cambio de identidad de importantes jerarcas nazis que llegaban huyendo de Europa.

   La mayoría de estas cuestiones fueron abordadas  en dos notas de este diario por Jorge Jordi. Lamentablemente en 2015 su fallecimiento dejó truncos no pocos trabajos encarados a pulmón, los que les habían llevado a reunir cientos de fotos y documentos.



El "Ussukuma".

   Cuando se le preguntó si compartía la teoría sobre el espía que operaba en el Castillo como jefe de la usina San Martín, en White, Jordi dijo que ese hombre,  Gustav Monch, fue prisionero en Malvinas en la Primera Guerra y vino a Bahía Blanca, desde donde avisaba a Alemania de la partida de buques aliados y de su cargamento.

   “Incluso el 'Ussukuma', el barco mercante (hundido frente a Necochea) que mandó a pedir el acorazado 'Graf Spee' en 1939 para pasar prisioneros, cuando estuvo en White su tripulación le hizo una parada militar a Monch y el capitán le entregó un uniforme en la casa del encargado del frigorífico Pazzi, de calle Brown y Pedro Pico, que era alemán.

   “Los alemanes siempre dijeron que los tres puertos más importantes de Sudamérica eran Rosario, Buenos Aires y White. Incluso el capitán del `Graf Spee’ dudó entre ir a Montevideo o venir a Ingeniero White”, sostuvo.

   Jordi también estudió a fondo la vida de los tripulantes del "Graf Spee" que fueron alojados hasta el final de la guerra en el Club Hotel de Sierra de la Ventana, y aclaró que en el caso de los alemanes no todos eran nazis, de hecho hubo varias peleas a golpes de puño entre los seguidores de Hitler y quienes no lo eran.

   "En Sierra había algunos marinos que se escapaban y a los dos, cinco, diez o doce días volvían o se presentaban en las comisarías de la Policía Federal. ¿Medio sospechoso, no? Algunos fueron capturados poniendo antenas en el centro de la provincia. Estos equipos conformaban una red de comunicación que terminaba en la estancia del exgobernador Manuel Fresco, nazi declarado, desde donde se comunicaban con Berlín”, aseguró.

   Jordi dijo haber constatado que en Bahía había una casa donde llegaba toda la correspondencia de Alemania y desde allí se distribuía a otras personas para que no se supieran donde vivían.

   “Tres años después de terminada la guerra se escribían médicos del 'Graf Spee' con tripulantes que vivían en una pensión de calle Don Bosco al 1.000, después volvieron a su país, y durante un reencuentro en 1979, en Montevideo, dijeron que los habían llevado a un lugar de la costa donde desembarcaron cajas y personas de dos submarinos.

   “Los historiadores dicen que fue en la Patagonia, yo digo que fue en la provincia de Buenos Aires y lo digo por una sencilla razón: dijeron que salieron de Sierra y a la tardecita estaban en el lugar donde habían dejado las cajas, si tenemos en cuenta la movilidad de la década del ’40, donde se tardaba dos días en llegar a Bariloche, el lugar no puede ser Puerto Madryn, sino Gesell, Oriente, Reta, Monte Hermoso.

   “Hay documentación que firman patrullas de Prefectura sobre avistaje de submarinos en Oriente, en Monte Hermoso después de 1944 y 1945”.



El capitán del "Ussukuma", con bigotes, en una recepción ofrecida por el encargado del frigorífico Pazzi, en calle Brown.

   En otra parte de la entrevista que no fue publicada por La Nueva Jordi señaló el puerto de Ingeniero White era uno de los sitios elegidos por los alemanes del Graf Spee que escapaban en plena guerra rumbo a Alemania.

   “La red de espionaje los traía a Bahía y los embarcaba en barcos cargueros españoles que cobraban por ese servicio. Un día tres tripulantes fueron descubiertos porque los españoles los traicionaron y fueron devuelvos a sus lugares de confinamiento. Tengo la documentación del caso”, explicó.

   Entre otros datos relevadores aportados por Jordi aparece el relacionado con la muerte del oficial del Graf Spee, Johannes Eggers, muerto en accidente de equitación en el Club Hotel de Sierra de la Ventana, el 17 de octubre de 1944.

   Una foto dada a conocer por Jordi testimonia el sepelio del marino, con una guardia de honor.

   “En esa formación hay uno de las SS haciendo el saludo nazi, vestido de negro", aseguró.

   Tampoco resulta desacabellado que Aeroposta, la línea aérea que unía Buenos Aires con la costa Patagónica, Bariloche y Chile, pasando por Bahía Blanca,  hubiese tenido un rol central, incluso con varios agentes de la organización secreta Etappendienst, como señalaba el investigador Carlos de Napoli.



Sierra de la Ventana. Durante la ceremonia para despedir los restos del oficial Eggers se advierte un hombre de negro haciendo el saludo nazi.

   El servicio era prestado por aviones Junkers JU 52 al mando de pilotos del Sindicato Cóndor y luego la correspondiencia era llevada Brasil donde Lufthansa volaba a Berlín.

   “Se trataba de un sistema para impartir órdenes y recolectar información que escapaba a las manos aliadas” sostenía De Nápoli.

   Pero contrariamente a lo que suponen muchos autores sobre una gran presencia nazi en la Argentina, investigadores como el canadiense Ronald Newton señalan lo contrario.

   En su libro "El cuarto lado del triángulo" sostiene que si bien el nazismo pudo expandirse con cierta facilidad en el interior de la comunidad alemana, y alcanzó a establecer buenas relaciones con sectores locales nacionalistas y antisemitas y hasta con funcionarios gubernamentales, especialmente después de 1943, pero sus intentos de concretar actividades estratégicas o de espionaje durante la guerra fueron “modestos y patéticamente ineficaces”.


   Considera que la imagen de la amenaza nazi, en cambio, fue hábilmente usada por la oposición democrática al régimen militar, y también por los servicios de información británico y norteamericano, para orientar la política exterior del gobierno argentino y para dirimir complejas cuestiones recíprocas de supremacía en el país.

   Cuando en un reportaje del diario "La Nación" se le preguntó quién quiso hacer creer esa hipótesis, Newton respondió:

   “En parte los mismos alemanes, en parte los norteamericanos, en parte la propia prensa argentina, pero sobre todo los británicos, que eran muy astutos en manipular la opinión pública, sobre todo la norteamericana. Pero claro, no todo era un invento de los servicios de inteligencia, y sí había una presencia nazi cierta en el país. De eso no cabe duda. Pero no era una presencia amenazante. Lo hubiera sido, en todo caso, si Hitler hubiera ganado la guerra contra Inglaterra”.

   De todas formas, las fotos de la multitudinaria manifestación de apoyo al nazismo llevada a cabo en el estadio Luna Park de Buenos Aires el 10 de abril de 1938, con unos 15 mil asistentes, por citar sólo un ejemplo, indican lo contrario.